CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-08 |
Y les decía también esta
parábola: que es menester orar siempre, y no desfallecer. Diciendo:
"Había un juez en cierta ciudad que no temía a Dios, ni respetaba a
hombre alguno. Y había en la misma ciudad una viuda que venía a él y
le decía: Hazme justicia de mi contrario. Y él por mucho tiempo no
quiso. Pero después de esto dijo entre sí: Aunque ni temo a Dios ni a
los hombres tengo respeto, todavía, porque me es importuna esta viuda,
le haré justicia, porque no venga tantas veces que al fin me muela. Y
dijo el Señor: Oíd lo que dice el injusto juez: ¿Pues Dios no hará
venganza de sus escogidos, que claman a El día y noche, y tendrá
paciencia en ellos? Os digo, que presto los vengará. Mas cuando
viniere el Hijo del hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?" (vv.
1-8)
Teofilacto
Después que el Señor hace mención de estas
penalidades y peligros, expone su remedio, que es la oración asidua y
premeditada. Por esto añade: "Y les decía también esta parábola", etc.
Crisóstomo
El que te redimió y el que quiso crearte,
fue quien lo dijo. No quiere que cesen tus oraciones; quiere que
medites los beneficios cuando pides y quiere que por la oración
recibas lo que su bondad quiere concederte. Nunca niega sus beneficios
a quien los pide y por su piedad excita a los que oran a que no se
cansen de orar. Admite, pues, con gusto las exhortaciones del Señor:
debes querer lo que manda y debes no querer lo que el mismo Señor
prohibe. Considera, finalmente, cuánta es la gracia que se te concede:
tratar con Dios por la oración y pedir todo lo que deseas. Y aunque el
Señor calla en cuanto a la palabra, responde con los beneficios. No
desdeña lo que le pides, no se hastía sino cuando callas.
Beda
Debe decirse también que ora siempre y no
falta el que no deja nunca el oficio de las horas canónicas. Y todo lo
demás que el justo hace o dice en conformidad con el Señor, debe
considerarse como oración.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,45
El Señor presenta sus parábolas, o bien
comparando, como cuando habla del prestamista, que perdonó a los dos
deudores lo que le debían y que fue más estimado por aquel a quien
perdonó más ( Lc 7), o bien por oposición,
como cuando dice que si el heno del campo que hoy está en pie y mañana
será llevado al horno, Dios así le viste, ¿cuánto más cuidará de
vosotros, hombres de poca fe? ( Mt 6,30) Así,
pues, no por semejanza, sino por oposición, habla de aquel inicuo
juez, de quien se dice: "Había un juez en cierta ciudad", etc.
Teofilacto
Observa en esto que el obrar mal con los
hombres es señal evidente de malicia. Muchos no temen a Dios, pero en
sociedad guardan el debido respeto y por esto faltan menos. Pero
cuando alguno obra con imprudencia, aun en cuanto a los hombres, lleva
entonces el vicio a su colmo.
Prosigue: "Y había en la misma ciudad una
viuda".
San Agustín,
ut sup
Esta viuda puede ser muy bien la imagen de
la Iglesia, que aparece como desolada hasta que venga el Señor, quien
ahora cuida de ella misteriosamente. Pero como sigue diciendo: "Y
venía a El diciendo: Hazme justicia", etc., advierte aquí por qué los
escogidos de Dios le piden que los vengue. Lo mismo se dice también en
el Apocalipsis de San Juan hablando de los mártires (
Ap 6), a pesar de que claramente se nos
aconseja que oremos por nuestros enemigos y nuestros perseguidores.
Debe comprenderse pues que la venganza que piden los justos es la
perdición de todos los malos. Estos perecen de dos modos. O volviendo
a la justicia, o perdiendo el poder por medio de los tormentos. Por
tanto, aunque todos los hombres se convirtieran a Dios, el diablo
quedaría para ser condenado en el fin del mundo. Y se dice, no sin
razón, que los justos al desear que llegue este fin, desean la
venganza.
San Cirilo
Cuantas veces nos ofendan, debemos
considerar que es glorioso para nosotros el olvido de estos males; y
cuantas veces pequen, ofendiendo a la gloria de Dios aquellos que
hacen la guerra contra los ministros del dogma divino, debemos acudir
a Dios pidiéndole auxilio y clamando en contra de los que rechazan su
gloria.
San Agustín,
ut sup
La perseverancia del que ruega debe durar
hasta que se consiga lo que se pida en presencia del injusto juez. Por
esto sigue: "Pero después de esto dijo entre sí: Aunque ni temo a
Dios, ni a hombre tengo respeto", etc. Por tanto, deben estar bien
seguros los que ruegan a Dios con perseverancia, porque El es la
fuente de la justicia y de la misericordia. Dice también el Señor:
"Oíd lo que dice el injusto juez".
Teofilacto
Como diciendo: si la constancia ablanda al
juez capaz de todo crimen, ¿con cuánta más razón debemos postrarnos y
rogar al Padre de la misericordia, que es Dios? Por esto sigue: "Os
digo que presto los vengará". Algunos procuraron dar a esta parábola
un sentido más sutil: Dicen que la viuda representa a toda alma que se
separa de su primer marido, a saber, el diablo y que por esto, como
aquél es su enemigo, se presenta a Dios, que es el juez de la
justicia, quien ni teme a Dios, porque El mismo únicamente es Dios, ni
teme al hombre: ante Dios no hay aceptación de personas. El Señor se
compadece de esta viuda, esto es, del alma que le ruega, en contra del
diablo y la defiende contra el diablo.
Después que el Señor dijo que debía orarse
mucho al fin de los tiempos, por los peligros de entonces, añade:
"Pero el Hijo del hombre, cuando venga, ¿pensáis que hallará fe en la
tierra?".
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 36
El Señor dice esto refiriéndose a la fe
perfecta, porque esta fe apenas se encuentra en la tierra. Llena está
de fieles la Iglesia de Dios. ¿Quién vendría si no hubiera fe? y
¿quién no trasladaría los montes si la fe fuera perfecta?
Beda
Sin embargo, cuando aparezca el
Omnipotente Creador en la figura del Hijo del hombre, serán tan pocos
los escogidos, que no tanto por los ruegos de los fieles, como por la
indiferencia de los malos, se habrá de acelerar la ruina del mundo. Lo
que el Señor dice aquí como dudando, no lo dice porque duda, sino
porque reprende. Nosotros también algunas veces ponemos palabras de
duda al reprender a otros, aun cuando tratemos de cosas que tenemos
por ciertas, como cuando se dice a un siervo: Considera, si acaso no
soy tu amo.
San Agustín,
ut sup
Esto lo añade el Señor para dar a conocer
que si la fe falta, la oración es inútil. Por tanto, cuando oremos,
creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración y
la oración produce a su vez la firmeza de la fe.
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09-14 |
Y dijo también esta
parábola a unos que confiaban en sí mismos, como si fuesen justos, y
despreciaban a los otros. "Dos hombres subieron al templo a orar: el
uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, estando en pie, oraba en
su interior de esta manera: Dios, gracias te doy porque no soy como
los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros, así como este
publicano. Ayuno dos veces en la semana, doy diezmos de todo lo que
poseo. Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos
al cielo, sino que hería su pecho diciendo: Dios, muéstrate propicio a
mí, pecador. Os digo que éste, y no aquél, descendió justificado a su
casa; porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se
humilla, será ensalzado". (vv. 9-14)
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 36
Como la fe no es propia de los soberbios,
sino de los humildes, añadió a todo lo dicho anteriormente la parábola
de la humildad en contra de la soberbia. Por esto dice: "Y dijo
también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos", etc.
Teofilacto
Como la soberbia atormenta las mentes de
los hombres más que las otras pasiones, aconseja respecto de ella con
el mayor interés. La soberbia es el menosprecio de Dios. Cuando alguno
se atribuye las buenas acciones que ejecuta y no a Dios, ¿qué otra
cosa hace más que negar a Dios? La causa que tienen para confiar en sí
mismos, consiste en no atribuir a Dios lo bueno que hacen, por cuya
razón el Señor propone esta parábola, para los que le menosprecian por
los demás. Así queda claro la justicia, aun cuando aproxime los
hombres a Dios, si va acompañada de la soberbia, arroja al hombre al
abismo, por lo que sigue: "Dos hombres subieron al templo a orar",
etc.
Griego o Asterio,
in Cat. graec. Patr
Con la viuda y el juez el Señor nos enseñó
la diligencia de la oración. Ahora nos enseña por el fariseo y el
publicano el modo de dirigirle nuestras súplicas, para que no sea
infructuosa la oración. El fariseo fue condenado porque oraba sin
atención. Y prosigue: "El fariseo estando en pie, oraba en su interior
de esta manera".
Teofilacto
Cuando dice que está de pie indica el
orgullo de su alma, porque aparecía muy soberbio aun en su actitud.
San Basilio
Dice también: "Oraba en su interior", como
si no orase delante de Dios; porque se volvía a sí mismo por el pecado
de la soberbia. Sigue pues: "Dios mío, gracias te doy".
San Agustín,
ut sup
No es reprendido porque da gracias a Dios,
sino porque no deseaba ya nada para sí. Luego ya estás lleno ya
abundas, no hay para qué digas ( Mt 6,12):
perdónanos nuestras deudas. ¿Qué sucederá, pues, al impío que se opone
a la gracia, cuando es reprendido el que las da con soberbia? Oigan
los que dicen: Dios me ha hecho hombre y yo me hago justo. ¡Oh
fariseo, el peor y el más detestable, que se llamaba a sí mismo justo,
con soberbia y después daba gracias a Dios!
Teofilacto
Observa el orden de la oración del
fariseo. En primer lugar citó lo que le faltaba; después añade lo que
tenía; sigue, pues: "Porque no soy como los demás hombres".
San Agustín,
ut sup
Si solamente dijese "como muchos hombres";
pero ¿qué quiere decir los demás hombres, sino todos, excepto él
mismo? "Yo, dijo, soy justo, los demás hombres son pecadores".
San Gregorio,
Moralium 23,7
De cuatro maneras suele demostrarse la
hinchazón con que se da a conocer la arrogancia. Primero, cuando cada
uno cree que lo bueno nace exclusivamente de sí mismo; luego cuando
uno, convencido de que se le ha dado la gracia de lo alto, cree
haberla recibido por los propios méritos; en tercer lugar cuando se
jacta uno de tener lo que no tiene y finalmente cuando se desprecia a
los demás queriendo aparecer como que se tiene lo que aquéllos desean.
Así se atribuye a sí mismo el fariseo los méritos de sus buenas obras.
San Agustín,
ut sup
Y como el publicano estaba cerca de él, se
le presentaba ocasión para aumentar su orgullo. Prosigue: "Así como
este publicano". Como diciendo: Yo soy único, éste es como los demás.
Crisóstomo,
serm. De fariseo et De publicano
Toda la naturaleza humana no bastó a su
menosprecio, sino que se refirió también al publicano. Su falta habría
sido menor si le hubiese exceptuado, pero en esta ocasión con una sola
palabra ofende a los ausentes y lacera la herida del que está
presente. Porque la acción de gracias no es una agresión en contra de
los demás. Cuando das gracias a Dios, sólo El debe bastar para ti. No
te dirijas a los demás hombres ni condenes a tu prójimo.
San Basilio
El orgulloso se diferencia del calumniador
sólo en la apariencia. Este se ocupa de ofender a los demás y aquél de
ensalzarse a sí mismo por su excesivo orgullo.
Crisóstomo,
ut sup
El que calumnia a los demás hace muchos
males para sí y para otros. En primer lugar hace mal a quien le oye,
porque si es pecador, hace que se alegre, porque ha encontrado un
compañero de culpabilidad, y si es justo hace que se enorgullezca,
porque al ver las faltas ajenas se cree aun mejor. También ofende en
segundo lugar a toda la Iglesia, porque todos los que le oyen no sólo
censuran al que faltó, sino que también incluyen en su menosprecio a
la religión cristiana. En tercer lugar, da ocasión a que se blasfeme
de Dios; porque así como el nombre de Dios es alabado cuando obramos
bien, así también es blasfemado cuando pecamos. En cuarto lugar
confunde a aquél que oyó la ofensa, haciéndole más petulante y enemigo
suyo. Y en quinto lugar hace ver que merece castigo por las palabras
pronunciadas.
Teofilacto
Conviene, pues, no sólo evitar el mal,
sino también obrar el bien. Por tanto, habiendo dicho: "No soy como
los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros", añade en
contraposición: "Ayuno dos veces en la semana". La palabra sábado en
latín representa aquí toda la semana a partir desde el último día de
descanso. Los fariseos, pues, ayunaban los lunes y los jueves. Opuso
los ayunos al crimen del adulterio; porque de la voluptuosidad viene
la lascivia. A los ladrones y a los injustos opuso las décimas; porque
dice: "Doy el décimo de todo lo que poseo". Como diciendo: Rehuyo los
robos y las malas acciones y doy mis propios bienes.
San Gregorio,
Moralium 19,17, super Iob 29,14
Con esto abrió la ciudad de su corazón,
por su orgullo, a los enemigos que la sitiaban, la que en vano cerró
por la oración y el ayuno; que son inútiles todas las fortificaciones,
cuando carece de ellas un punto por el que puede entrar el enemigo.
San Agustín,
ut sup
Observa sus palabras y no encontrarás en
ellas ruego alguno dirigido a Dios. Había subido en verdad a orar,
pero no quiso rogar a Dios, sino ensalzarse a sí mismo, e insultar
también al que oraba. Entre tanto el publicano, a quien alejaba su
propia conciencia, se aproximaba por su piedad. Por esto sigue: "Mas
el publicano, estando lejos".
Teofilacto
Aun cuando se dice que el publicano estaba
de pie, se diferenciaba del fariseo no sólo en las palabras y en su
actitud, sino también en la contrición de su corazón. Porque se
avergonzaba de levantar sus ojos al cielo, creyendo que eran indignos
de ver lo de lo alto, aquellos ojos que prefirieron buscar y mirar las
cosas de la tierra. Por esta razón se daba golpes de pecho. Sigue,
pues: "Sino que hería su pecho", como para castigar su corazón por sus
malos pensamientos y despertarle de su sueño, por lo que no pedía que
otro se apiadase de él sino Dios. Por esto sigue: "Diciendo: Dios mío,
muéstrate propicio a mí, pecador".
Crisóstomo,
ut sup
Había oído decir: "porque no soy como este
publicano" ( Lc 11), y este no se había
indignado, antes bien se había movido más a la contrición. El primero
había descubierto su herida, pero éste busca su medicina. Por tanto,
que ninguno diga aquellas palabras frías: no me atrevo, tengo
vergüenza, no puedo pronunciar palabra. Este respeto es propio del
diablo. El diablo quiere cerrarte las puertas que dan acceso a Dios.
San Agustín,
ut sup
¿Por qué te admiras si Dios le perdona,
cuando él mismo lo sabe? Estaba lejos y, sin embargo, se acercaba a
Dios, y el Señor le atendía de cerca. El Señor está muy alto y, sin
embargo, mira a los humildes ( Sal 137,6). Y
no levantaba sus ojos al cielo y no miraba para que se le mirase. Su
conciencia le abatía; pero su esperanza le elevaba. Hería su pecho y
se castigaba a sí mismo. Por tanto, el Señor le perdonaba, porque se
confesaba. Habéis oído al acusador soberbio y al reo humilde, oid
ahora al Juez que dice: "Os digo que éste y no aquél, descendió
justificado a su casa".
Crisóstomo,
ut sup
En este sermón propone dos conductores y
dos carros en un sitio. En uno la justicia unida a la soberbia, en el
otro el pecado con la humildad. El del pecado se sobrepone al de la
justicia, no por sus propias fuerzas, sino por la virtud de la
humildad que lo acompaña. El otro queda vencido, no por la debilidad
de la justicia, sino por el peso y la hinchazón de la soberbia. Porque
así como la humildad supera el peso del pecado y saliendo de sí llega
hasta Dios, así la soberbia, por el peso que toma sobre sí, abate la
justicia. Por tanto, aunque hagas multitud de cosas bien hechas, si
crees que puedes presumir de ello perderás el fruto de tu oración. Por
el contrario, aun cuando lleves en tu conciencia el peso de mil
culpas, si te crees el más pequeño de todos, alcanzarás mucha
confianza en Dios. Por lo que señala la causa de su sentencia cuando
añade ( Sal 50,19): "Porque todo el que se
ensalza será humillado y el que se humilla, será ensalzado". El nombre
de humildad tiene diferentes significados. La humildad es cierta
virtud, según las palabras de David: "Oh Dios, no desprecies el
corazón contrito y humillado". La humildad está junta con los
trabajos, según aquellas palabras ( Sal
142,3): "Humilló en la tierra mi vida". Hay también humillación en el
pecado de la soberbia y de la insaciabilidad de riquezas. ¿Qué cosa
hay más humillante que esclavizarse, envilecerse y rebajarse por las
riquezas, considerando grandes estas cosas?
San Basilio
También existe un orgullo laudable, que
consiste en que, no pensando en lo vil, se haga el alma magnánima,
elevándose en la virtud. Tal elevación del alma consiste en dominar
las tristezas y en soportar las tribulaciones con noble fortaleza, en
el menosprecio de las cosas terrenas y el aprecio de las del cielo y
se observa que esta grandeza de alma se diferencia de la arrogancia
que nace del orgullo, como se diferencia la robustez de un cuerpo sano
de la obesidad del que está hidrópico.
Crisóstomo
Esta fastuosa hinchazón puede privar del
cielo al que no se prevenga contra ella, mientras que la humildad saca
al hombre del abismo de sus pecados. Ella fue la que salvó al
publicano con preferencia al fariseo; al buen ladrón le dio el paraíso
antes que a los apóstoles. El orgullo, en cambio, ha entrado incluso
en las potestades incorpóreas. Si la humildad acompañada del pecado
corre tan fácilmente que adelanta a la soberbia, ¿cuánto más no
adelantará si va unida a la justicia? Ella se presentará con gran
confianza ante el tribunal de Dios en medio de los ángeles. Por otra
parte, si el orgullo unido a la justicia puede deprimirla, ¿en qué
infierno no habrá de precipitarnos si lo juntamos con el pecado? Digo
esto no para que menospreciemos la justicia, sino para que evitemos el
orgullo.
Teofilacto
Pero quizá llame la atención de algunos la
condenación del fariseo, que dijo tan pocas palabras en alabanza
propia, en tanto que Job, que había dicho muchas más, es coronado. La
razón es que el fariseo decía aquellas cosas recriminando a los demás,
sin obligarlo a ello razón alguna; y Job, obligado por sus amigos y
por las penas que le afligían, tuvo necesidad de publicar sus propias
virtudes para mayor gloria de Dios, con el fin de que los hombres no
dejasen de marchar por el camino de la virtud.
Beda
El fariseo, en realidad, es el que
representa al pueblo judío, el cual ensalzaba sus méritos por la
justicia de la ley; y el publicano al pueblo gentil, que estando lejos
de Dios, confiesa sus pecados. El uno se retira humillado por su
orgullo y el otro mereció acercarse y ser ensalzado por lamentar sus
faltas.
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15-17 |
Y le traían también niños
para que los tocase. Y cuando lo vieron los discípulos los reñían. Mas
Jesús los llamó, y dijo: "Dejad que vengan a mí los niños, y no lo
impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. Y en verdad os
digo, que el que no recibiere el reino de Dios, como niño, no entrará
en él". (vv. 15-17)
Teofilacto,
super Iesus convocans
Después de lo dicho, el Señor enseña la
humildad con sus actos, no rechazando a los pequeñuelos, sino
recibiéndolos con gusto. Por esto dice: "Y le traían también niños",
etc.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 36
¿A quién son presentados para que los
toque, sino al Salvador? Pero si El es el Salvador, son presentados
para que los salve a Aquel que había venido a salvar lo que había
perecido. ¿En dónde habían perecido éstos siendo así que eran
inocentes en cuanto de ellos dependía? Pero según el Apóstol (
Rom 5,12), "Por medio de un hombre había
entrado el pecado en el mundo". Vengan, pues, los niños, como
enfermos, al médico; como pecadores, al Redentor.
San Ambrosio
A algunos puede parecer duro que los
discípulos no quisieran que los niños se acercasen al Salvador; sigue,
pues: "Y cuando lo vieron los discípulos los reñían". En esto puede
verse, o misterio o afecto; porque no hacían esto por envidia o por
aspereza respecto de los niños, sino que así creían tener gran celo
por agradar al Señor, deseando evitar que fuese atropellado por las
turbas. Debe menospreciarse nuestra propia utilidad cuando en ello se
hace injusticia a la Divinidad. El misterio consiste en que ellos
deseaban que se salvara primero el pueblo judío del cual habían nacido
según la carne. Conocían muy bien el misterio de la vocación de uno y
otro pueblo, puesto que ya antes habían rogado por la mujer cananea;
pero acaso desconocían el orden. Por esto sigue: "Mas Jesús los llamó
y dijo: Dejad que vengan a mí los niños", etc. La edad no es preferida
a otra edad; de otro modo sería desagradable el crecer en años. ¿Por
qué dice, pues, que los niños son a propósito para el reino de los
cielos? Acaso porque no tienen malicia, no saben engañar, no se
atreven a vengarse; desconocen la lujuria, no apetecen las riquezas y
los honores y desconocen la ambición. Pero la virtud de todo esto no
consiste en desconocerlo, sino en menospreciarlo; no consiste en no
poder pecar, sino en no querer. Por tanto, no es de la niñez, sino de
la inocencia, émula de la sencillez de los niños, de la que aquí se
trata.
Beda
Por esto dice terminantemente: "De tales"
y no de éstos, para dar a conocer que no se refería a la edad, sino a
las costumbres; y por esto debían prometerse premios únicamente a los
que tuviesen tal inocencia y sencillez.
San Ambrosio
El Salvador expresó esto, por último,
diciendo: "En verdad os digo, que el que no recibiere el reino de Dios
como niño", etc. ¿Qué niño han de imitar los apóstoles del Señor sino
aquel de quien dice Isaías ( Is 9,6): "Un
niño nos ha nacido", "Aquél que cuando es maldecido no maldice"? (
1Pe 2,23). Así, pues, hay en la niñez la
venerable ancianidad de las costumbres y en la ancianidad la inocencia
de la niñez.
San Basilio
Recibiremos, pues, el reino de Dios, como
un niño, si seguimos las enseñanzas de Jesucristo como el niño que
aprende la buena doctrina, que nunca contradice ni disputa con los
maestros, sino que estudia lo que le dicen, creyendo y obedeciendo.
Teofilacto
Los sabios de los gentiles, buscando la
sabiduría en un misterio, que es el reino de Dios y no queriendo
admitirlo sin pruebas silogísticas, con razón son excluidos de tal
reino.
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18-23 |
Y le preguntó un hombre
principal, diciendo: "Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida
eterna?" Y Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno
sino sólo Dios. Sabes los mandamientos. No matarás, no fornicarás, no
hurtarás, no dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre".
El dijo: "Todo esto he guardado desde mi juventud". Cuando esto oyó
Jesús, le dijo: "Aún te falta una cosa: vende todo cuanto tienes y
dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme".
Cuando él oyó esto se entristeció, porque era muy rico. (vv. 18-23)
Beda
Cierto hombre principal había oído del
Señor que únicamente entrarían en el reino de Dios aquellos que
quisiesen hacerse semejantes a los niños; y por tanto le ruega que le
diga, no por una parábola, sino de un modo claro, qué podría hacer
para salvarse. Por esto dice: "Y le preguntó un hombre principal,
diciendo: Maestro bueno", etc.
San Ambrosio
Este hombre principal y tentador le llama
maestro bueno, cuando debió llamarlo Dios bueno; porque la bondad está
en la divinidad y la divinidad en la bondad. Sin embargo, añadiendo
maestro bueno, lo llama bueno relativamente y no en absoluto; porque
Dios en absoluto es bueno y el hombre sólo relativamente.
San Cirilo
Creyó, sin duda, sorprender a Jesucristo
menospreciando la ley de Moisés, para introducir sus propios
preceptos; se acerca, pues, al Maestro y, llamándolo bueno, dice que
quiere ser enseñado, lo cual decía para tentarlo. Pero el que había
hecho callar a los sabios con toda su astucia, le responde muy
oportunamente. Prosigue: "Y le dijo el Señor: ¿Por qué me llamas
bueno? ninguno es bueno sino sólo Dios".
San Ambrosio
No niega que El es bueno, pero señala a
Dios. Bueno, en verdad, no es más que el que está lleno de bondad. Por
tanto, si alguno se extraña de que diga que nadie es
bueno, considere que también dijo sino sólo
Dios. Y si el Hijo no se diferencia de Dios, Jesucristo será
bueno también, porque, ¿cómo no siendo bueno ha nacido de lo Bueno? El
árbol bueno da fruto bueno ( Mt 7,17). ¿Cómo
diremos que no es bueno, siendo así que la esencia de su bondad la
recibió del Padre y ésta no ha degenerado en el Hijo, como tampoco en
el Espíritu? "Tu Espíritu bueno me guiará a la tierra de justicia" (
Sal 142,10). Luego, si es bueno el Espíritu
que recibió del Hijo, bueno es también aquél que lo entregó. Asimismo,
como el que tienta es experto en leyes, según se demuestra en otro
libro, le contestó muy bien diciéndole: "ninguno hay bueno sino sólo
Dios", para enseñarle que está escrito: "No tentarás al Señor tu Dios"
( Dt 6,16), sino antes bien le confesarás,
puesto que es bueno ( Sal 135).
Crisóstomo,
In Matthaeum hom. 6,4
No temeré llamar avaro a este hombre
principal (porque Jesucristo le increpa así) y no tentador.
Tito Bostrense
Por tanto, cuando dice: "Maestro bueno,
¿qué haré para poseer la vida eterna?", esto es lo mismo que si
dijese: Eres bueno, dígnate contestarme a lo que te pregunto. Conozco
el Antiguo Testamento, pero veo que tú eres más grande; porque no
ofreces la tierra, sino que predicas el reino de los cielos. Dime
pues: ¿qué haré yo para poder alcanzar la vida eterna? Conociendo el
Salvador su intención (porque la fe conduce a las buenas obras),
habiéndole dicho aquél ¿qué haré?, prescindiendo de esta pregunta, le
da conocimiento de la fe. Como cuando alguno pregunta al médico ¿qué
comeré? Y El le manifiesta lo que debe preceder a la comida, por
tanto, lo remite al Padre, diciendo: ¿por qué me llamas bueno? No
porque El no fuera bueno; era, pues, bueno y nacido de germen bueno; o
buen Hijo de Padre bueno.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,63
Puede también parecer que esto se
diferencia de aquello que dice San Mateo ( Mt
19,17): ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Lo cual puede referirse
mejor a lo que preguntaba, diciendo: ¿qué haré de bueno? Aquí habla de
lo que es bueno y expone una pregunta. De este modo se pueden entender
fácilmente ambas cosas, ¿Por qué me llamas bueno? ¿Y qué me preguntas
sobre lo que es bueno? O más bien una de estas cosas es como
consecuencia de la otra.
Tito Bostrense
Finalmente, después que le dio
conocimiento de la fe, añadió: "Sabes los mandamientos", como
diciendo: cuando conozcas a Dios, entonces con razón podrás preguntar
qué es lo que debes hacer.
San Crisóstomo
Como aquel hombre principal esperaba oír
que Jesucristo le dijese: Prescinde de los mandamientos de Moisés y
obedece los míos, le remite a los de Moisés; por esto sigue: "No
matarás, no cometerás adulterio", etc.
Teofilacto
La ley corrige en primer lugar aquello en
que pecamos con más facilidad, como el adulterio, cuyo incentivo es
intrínseco y natural; y el matar, porque el furor es como un animal
monstruoso y feroz. El hurto y el pecado de falso testimonio son
culpas en que rara vez se incurre y menos graves que aquéllos; por
tanto pone en segundo lugar el hurto y el falso testimonio, porque son
faltas más raras y leves. Prosigue: "No hurtarás", etc.
San Basilio
No debe entenderse que únicamente sean
ladrones los que cortan las bolsas o roban en los baños; sino también
los que están constituidos en jefes de los ejércitos y aquellos a
quienes se confía el gobierno de las ciudades y de los pueblos, cuando
toman furtivamente alguna cosa, o la exigen públicamente y por la
fuerza.
Tito Bostrense
Observa que los preceptos consisten en
abstenerse de obrar. Puesto que si no cometes adulterio, eres casto.
Si no robas, eres benévolo. Si no juras en falso, eres verídico. Ve
aquí, pues, cómo es fácil la virtud por la bondad de quien nos la ha
prescrito, pues manda la huida del mal y no el ejercicio del bien;
porque el abstenerse es más fácil que el obrar.
Teofilacto
Y como faltar a los padres es un gran
pecado, sin embargo, como en esto se falta rara vez, lo pone después
de todo: "Honra a tu padre y a tu madre".
San Ambrosio
Este honor se les hace no sólo por el
respeto, sino también por la asistencia. Porque es un honor el
reconocer sus beneficios. Alimenta a tu padre, alimenta a tu madre;
que aunque así lo hagas aun no habrás pagado los trabajos y los
dolores que tu madre ha padecido por ti. Lo que tienes lo debes a tu
padre; y lo que eres a tu madre. ¿Qué castigo merecerás si es la
Iglesia la que alimenta a los que tú no quieres alimentar? Pero dirás:
lo que yo había de dar a mis padres, quisiera darlo más bien a la
Iglesia. Dios no quiere un don a costa del hambre de los padres; pero
como la Sagrada Escritura dice que se mantenga a los padres, así
también dice que se les debe dejar por Dios, si sirven de
inconveniente a los sentimientos del espíritu devoto.
Prosigue: "El dijo: He observado todo esto
desde mi juventud".
San Jerónimo,
super Matth. 19,20
Pero este joven miente. Si en realidad
hubiese cumplido lo que estaba mandado ( Mt
19,19): "amarás a tu prójimo como a ti mismo" y lo hubiese cumplido
con obras, ¿cómo había de retirarse triste cuando oyó después: "Ve y
vende cuanto tienes y dalo a los pobres?"
Beda
No debe creerse tampoco que mintiese, sino
que dijo simplemente como había vivido -en lo exterior al menos- de
otro modo no diría San Marcos ( Mc 10,21) que
Jesús lo miró y lo amó.
Tito Bostrense
En seguida manifiesta el Señor que el que
cumple con lo del Antiguo Testamento, no es perfecto si deja de seguir
a Jesucristo. Por esto sigue: "Oído esto le dijo Jesús: Aún te falta
una cosa: vende todo cuanto tienes", etc. Como diciendo: Preguntas
cómo podrás alcanzar la vida eterna; pues distribuye tus facultades
entre los pobres y la alcanzarás. Lo que vas a distribuir es poco, lo
que recibirás es mucho.
San Atanasio
No creamos, pues, que los que desprecian
el mundo hacen gran sacrificio, porque toda la tierra vale muy poco en
comparación del cielo; por lo tanto, aun cuando fuésemos dueños de
todo el mundo y renunciásemos a él, nada haríamos que fuese digno en
comparación del reino de los cielos.
Beda
Todo el que quiera ser perfecto debe
vender lo que tiene; no en parte, como lo hicieron Ananías y Safira,
sino todo.
Teofilacto
Por tanto, cuando dice Jesús "todo lo que
tienes", aconseja la extrema pobreza. Porque si algo te sobra o te
queda, vivirás esclavo de ello.
San Basilio,
in quaest in com. explic., qu. 92
No dice, sin embargo, que se vendan los
bienes porque sean malos por naturaleza; de otro modo no serían
criaturas de Dios. Por esto no aconseja que los desechemos como malos,
sino que los distribuyamos. Y se condena alguno, no porque los posee,
sino porque abusa de ellos; por lo cual, el distribuir los bienes
según manda Dios, borra los pecados y concede la vida eterna. Por esto
añade: "Y dalo a los pobres".
Crisóstomo
En realidad Dios puede alimentar a los
pobres sin que nos compadezcamos de ellos; pero quiere que se unan por
amor los que dan con los que reciben.
San Basilio
Diciendo, pues, el Señor: "Dalo a los
pobres", creo que ninguno debe hacerlo con negligencia, sino con
presteza, principalmente por sí mismo -si se tiene en algo- y si no,
por aquellos de quienes consta que obrarán con fidelidad y prudencia.
Porque es maldito aquel que ejecuta con pereza las obras del Señor (
Jer 48,10).
Crisóstomo
Pero se pregunta cómo Jesucristo ha podido
decir que es necesario para la perfección dar al pobre cuanto se
tiene, cuando San Pablo dice que hacer esto sin amor es imperfecto;
pero concuerda ciertamente con esto lo que añade: "Y ven y sígueme".
Esto da a conocer que hay que hacerlo por amor: "todos conocerán que
sois discípulos míos, si os amáis mutuamente" ( Jn
13,35).
Teofilacto
Pero conviene asimismo que el hombre posea
todas las demás virtudes, a la vez que la pobreza. Por esto le dice:
"Y ven y sígueme"; esto es, también en lo demás sé discípulo mío, y
sígueme fielmente por siempre.
San Cirilo
Aquel hombre no fue capaz de contener el
vino nuevo, siendo él un odre viejo, sino que se rompió por la
tristeza. Por esto sigue: "Cuando él oyó esto se entristeció", etc.
San Basilio
El mercader no se entristece gastando en
las ferias lo que tiene para adquirir sus mercaderías, pero tú te
entristeces dando polvo a cambio de la vida eterna.
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24-30 |
Y Jesús le dijo cuando le
vio triste: "¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los
que tienen dineros! Porque más fácil cosa es pasar un camello por el
ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Y dijeron
los que le oían: "¿Pues quién puede salvarse?" Les dijo: "Lo que es
imposible para los hombres es posible para Dios". Y dijo Pedro: "Bien
ves que nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido". El
les dijo: "En verdad os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o
padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no
haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la
vida eterna". (vv. 24-30)
Teofilacto
Después que el rico escuchó que debía
dejar sus riquezas, se marchó entristecido. El Señor, admirándose,
habló, según prosigue: "Y Jesús le dijo cuando le vio triste: ¡Cuán
dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen
dineros!". No dice que es imposible que entren, sino difícil, porque
pueden alcanzarse las cosas del cielo por medio de las riquezas (o
adquirirse), pero es difícil, porque las riquezas son más pegajosas
que la liga y con dificultad puede desprenderse de ellas el alma, a la
cual preocupan. Pero luego indica que esto es imposible, diciendo:
"Porque es cosa más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja",
etc. El nombre que se pone en el texto griego se puede entender del
animal que se llama camello y del cable grueso de un barco. De
cualquier modo que se entienda esto, es imposible que pase un camello
por el ojo de una aguja. Por tanto, si esto es más fácil que el que se
salve un rico y esto que es más fácil es imposible, será más imposible
que un rico se salve. ¿Y qué decir a esto? En primer lugar que es
cierto que el rico no puede salvarse. Y no se me diga que se ha
salvado un rico porque ha dado cuanto tenía, puesto que no se ha
salvado sino porque se ha hecho pobre distribuyendo sus bienes. Una
cosa es ser rico y otra el ser ecónomo o administrador, porque es rico
el que guarda para sí, administrador o ecónomo el que tiene un
depósito para distribuirlo a los demás.
Crisóstomo In Ioamen hom.
18
Abraham tenía, ciertamente, riquezas para
los pobres. Aquellos que las poseen en justicia las reciben de Dios y
las distribuyen según los mandamientos divinos. Pero aquellos que las
adquieren contra Dios, las distribuyen del mismo modo, dándolas a las
mujeres públicas, a los perezosos, o escondiéndolas en la tierra, sin
dar nada a los pobres. No prohibe, pues, enriquecerse, sino hacerse
esclavo de las riquezas. Quiere que usemos lo necesario, pero no que
guardemos. Es propio del que sirve el guardar las cosas y propio del
Señor el darlas. Si hubiese querido conservarlas no se las hubiese
entregado a los hombres, sino que las hubiese dejado sepultadas en la
tierra.
Teofilacto
Observa que dice es imposible se salve un
rico y que es difícil la salvación del que posee riquezas. Como si
dijese: el rico que se deja dominar de las riquezas y vive esclavizado
de ellas, no se salvará, pero el que las posee, esto es, el que las
domina, con dificultad se salvará, a causa de la fragilidad humana.
Porque el diablo se esfuerza en perdernos mientras poseemos riquezas y
es difícil huir de sus tentaciones. Por tanto, es un bien la pobreza y
puede decirse que está libre de aquéllas.
Crisóstomo
Las riquezas no proporcionan comodidad
ninguna cuando el alma vive en la pobreza y cuando nada en las
riquezas no le hace mella la pobreza. Si es una señal de riqueza no
necesitar de nada y lo es de pobreza necesitar, claro está que uno es
más pobre cuanto más rico, porque es más fácil que desprecie las
riquezas el pobre que el rico. Y la abundancia de riquezas no sólo no
sacia la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el
fuego, que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que
devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza
son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son
propios exclusivamente de ellas.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,47
Llama rico al que ambiciona las cosas
temporales y se enorgullece de ellas. Los pobres de espíritu, de quien
es el reino de los cielos, son contrarios a esta riqueza. En sentido
espiritual es más fácil que Jesucristo padezca por los amantes del
siglo, que éstos puedan convertirse a Jesucristo. Da a entenderse a sí
mismo con el nombre de camello, porque espontáneamente sostuvo
humillado la carga de nuestra debilidad. La aguja significa las
punzadas. Por las punzadas debe entenderse los dolores que sufrió en
su pasión, y la angustia de ella (está simbolizada) por el ojo de la
aguja.
Crisóstomo In Matthaeum
hom. 64
Este discurso, como era tan profundo,
superaba la capacidad de comprensión de los discípulos. Por esto
sigue: "Y dijeron los que le oían: Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Los discípulos dijeron esto, no refiriéndose a sí mismos, sino
temiendo por todo el mundo.
San Agustín,
ut sup
A pesar de que sea incomparablemente mayor
la muchedumbre de los pobres que los ricos que se pierden, puede (tal
muchedumbre) salvarse. Comprendieron que todos los que aman las
riquezas, aun cuando no puedan conseguirlas, deben contarse en el
número de los ricos. Prosigue: "Les dijo: Lo que es imposible para los
hombres", etc. Lo cual no debe entenderse de tal modo que el rico deba
entrar con su ambición y su soberbia en el reino de Dios, sino que es
posible para Dios que se conviertan de la ambición y de la soberbia a
la caridad y a la humildad.
Teofilacto
Para los hombres, pues, cuya atención se
fija en las cosas de la tierra, es imposible la salvación (como se ha
dicho), pero para Dios es posible. Cuando el hombre oye los consejos
de Dios y su justicia, cuando se embebe en su doctrina sobre la
pobreza, e invoca su auxilio, todo se hace posible para él.
San Cirilo
Cuando el rico menosprecia muchas cosas,
deberá esperar con razón la recompensa. Pero aquel que poseyendo poco,
renuncia a ello, ¿qué es lo que debe esperar? Por esto sigue: "Y dijo
Pedro: Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas". San Mateo
añade ( Mt 19,27): "¿Cuál será nuestra
suerte?"
Beda
Como diciendo: Hemos hecho lo que has
mandado, ¿qué premio nos darás, pues? Y como no es suficiente el
dejarlo todo, añadió lo que es perfecto, diciendo: "Y te hemos
seguido".
San Cirilo
Es necesario decir también que los que
renuncian a lo poco, en cuanto que se apunta a un nuevo modo de vida y
a la obediencia, son pesados en la misma balanza que los ricos, pues
tienen los mismos afectos, pero fueron más lejos que los ricos en el
rechazo de las cosas que poseen. Por esto sigue: "En verdad os digo,
que ninguno hay que haya dejado su casa, etc., que no haya de recibir
mucho más", etc. Con esto eleva a todos los que le oyen a que esperen
con confianza, prometiéndoles con juramento, cuando añade a sus
palabras: "en verdad". Cuando la Palabra Divina llamó al mundo a la fe
de Cristo, sucedió que algunos, mirando a sus padres infieles, no
quisieron disgustarlos abrazando la fe, como lo hicieron también otros
por sus hermanos. Algunos hay que dejan a su padre y a su madre y
menosprecian el amor de todos sus parientes por el amor de Jesucristo.
Beda
El sentido de esto es como sigue: aquel
que dejase todos sus afectos, todas las riquezas y las complacencias
de la vida y prescindiese de las delicias y de los placeres por
alcanzar el reino de Dios, recibirá -aun en esta vida-, mayores
beneficios. En virtud de esto, algunos han inventado la fábula judaica
de los mil años que seguirán a la resurrección de los justos; en cuyo
tiempo todo lo que dejemos por Dios nos será devuelto con creces en
tanto que se nos da la vida eterna. Y no ven los ignorantes que, si en
las demás cosas la promesa puede ser digna respecto de las mujeres
-según los demás evangelistas, se recibirá centuplicadamente- parece
ser una torpeza, sobre todo porque el Señor asegura que en la
resurrección no habrá ya matrimonio y -según San Marcos-, nos será
devuelto lo que hubiéremos dejado en este tiempo con las
persecuciones, que en aquellos mil años dicen que no existirán.
San Cirilo
Decimos esto porque, prescindiendo de las
cosas temporales y carnales, alguno podrá obtener para sí otras mucho
mejores, puesto que, aunque los apóstoles dejaron poco, obtuvieron
muchos dones de la gracia y se han hecho célebres por todas partes.
Seremos semejantes a ellos: si alguno dejase su casa, obtendrá las
mansiones eternas; si deja su padre, tendrá al Padre celestial; si se
separa de sus hermanos, recibirá a Jesucristo por hermano suyo; si
deja a su mujer, encontrará la sabiduría divina, de la que obtendrá
frutos espirituales y si deja a su madre, encontrará a la Jerusalén
celestial, que es nuestra madre. Y aun en esta vida recibirá el cariño
más afable de sus hermanos y de sus hermanas, unidos con un lazo
espiritual por su propósito.
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31-34 |
Y tomó Jesús aparte a los
doce, y les dijo: "Mirad, vamos a Jerusalén y serán cumplidas todas
las cosas que escribieron los profetas, del Hijo del hombre. Porque
será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y azotado, y
escupido. Y después que le azotaren le quitarán la vida, y resucitará
al tercer día. Mas ellos no entendieron nada de esto, y esta palabra
les era escondida y no entendían lo que les decía". (vv. 31-34)
San Gregorio,
in Evang hom. 2
Previendo el Salvador que su pasión
turbaría el espíritu de sus apóstoles, les había predicho mucho tiempo
antes lo que había de sufrir en la pasión y la gloria de su
resurrección. Por esto sigue: "Y tomó Jesús aparte a los doce y les
dijo: Mirad, vamos a Jerusalén", etc.
Beda
Previendo que habían de decir algunos
herejes que Jesucristo había enseñado doctrinas contrarias a la ley y
a los profetas, manifiesta que por los oráculos de los profetas se
había anunciado la consumación de su pasión y celebrado el triunfo de
su gloria posterior.
Crisóstomo In Matthaeum
hom. 66
Habla con sus discípulos aparte, acerca de
su pasión, porque no convenía que todos tuviesen conocimiento de ello,
para que no se turbasen. Pero se lo predecía a sus discípulos para
que, animados con esta esperanza, se sostuviesen firmes con más
facilidad.
San Cirilo
Y para que sepan que conocía de antemano
su pasión y que iba espontáneamente a ella, con el fin de que no
pudiesen decir: ¿Cómo ha caído en manos de sus enemigos el que
prometía salvarnos? Por esto les refiere gradualmente todo el orden de
su pasión, añadiendo: "Porque será entregado a los gentiles y será
escarnecido, azotado y escupido".
Crisóstomo
Esto lo había predicho ya Isaías, diciendo
( Is 50,6): "He ofrecido mis espaldas a los
azotes, mis mejillas a las bofetadas y no he apartado mi cara de las
inmundicias de los esputos". Y aun el profeta predijo el suplicio de
la cruz con estas palabras ( Is 53,12):
"Entregó su vida a la muerte y fue considerado entre los inicuos". Por
esto añade: "Y después que le azotasen, le quitarán la vida". Pero
David también había predicho su resurrección, diciendo (
Sal 15,10): "No dejarás mi alma en el
abismo". Por lo que añade: "Y resucitará al tercer día".
San Isidoro
Yo me sorprendo de la demencia de los que
preguntan por qué Jesucristo resucitó antes del tercer día. Si hubiese
resucitado después de lo que había dicho, hubiese demostrado falta de
poder. Pero resucitando antes da a conocer su omnipotencia. Si alguna
vez sucede que un deudor ofrece pagar a su acreedor en el término de
tres días y vemos que le paga en el mismo día, no lo consideraremos
como falso, sino más bien como verídico. Diré también que el Señor no
había dicho que resucitaría después del tercer día, sino en el tercer
día. Tenemos la víspera del sábado, el sábado hasta la puesta del sol
y el día siguiente al sábado, que fue cuando resucitó.
San Cirilo
Los discípulos, sin embargo, no conocían
aún de manera detallada lo que habían predicho los profetas, pero
después que resucitó les dio a conocer el verdadero sentido, para que
comprendiesen las Escrituras. Por esto sigue: "Mas ellos nada de esto
entendieron".
Beda
Y por lo mismo que los discípulos deseaban
principalmente la vida del Salvador, no podían comprender su muerte.
Además, como no sólo sabían que era un hombre inocente, sino también
verdadero Dios, no creían de ningún modo que podría morir. Y porque
muchas veces había sucedido que lo habían oído hablar por parábolas,
creían que todo lo que decía acerca de su pasión debía referirse en
sentido alegórico a alguna otra cosa. Por esto sigue: "Y esta palabra
les era escondida y no entendían lo que les decía". Pero los judíos,
como conspiraban contra su vida, comprendían que se refería a su
pasión cuando por medio de San Juan decía ( Jn
3,14): "Conviene que el Hijo del hombre sea levantado". Por esto
dijeron: "Nosotros sabemos por la ley que Cristo permanece
eternamente; ¿cómo dices tú que el Hijo del hombre conviene que sea
levantado?".
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35-43 |
Y aconteció, que
acercándose a Jericó estaba un ciego sentado cerca del camino pidiendo
limosna. Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué
era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús Nazareno. Y dijo a voces:
"Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Y Jesús parándose,
mandó que se lo trajesen. Y cuando estuvo cerca le preguntó, diciendo:
"¿Qué quieres que te haga?" Y él respondió: "Señor, que vea". Y Jesús
le dijo: "Ve, tu fe te ha hecho salvo". Y luego vió, y le seguía
glorificando a Dios. Y cuando vio todo esto el pueblo, dio loor a
Dios.
San Gregorio,
in Evang hom. 21
Como los discípulos todavía eran carnales,
no podían comprender las palabras misteriosas. Por esto se realiza un
milagro. Un ciego recibe la vista en presencia de ellos, para que este
divino prodigio los confirme en la fe. Por esto sigue: "Y aconteció
que acercándose a Jericó estaba un ciego sentado pidiendo limosna",
etc.
Teofilacto
Y para que el paso del Salvador no fuese
inútil, hizo en el camino el milagro del ciego, dando a sus discípulos
este testimonio para que procuremos hacer siempre cosa de utilidad y
para que en nosotros no haya nada de ocioso.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,48
Podríamos entender acerca de la proximidad
de Jericó, que habiendo salido ya de esta ciudad, -según manera de
hablar menos usada-, se encontraban todavía cerca de ella. Pero puede
creerse que se dijo esto así, porque San Mateo dice que saliendo ellos
de Jericó, dio vista a dos ciegos que estaban sentados junto al
camino. No habría ninguna cuestión respecto del número, si uno de los
evangelistas hubiese hecho omisión de uno de los ciegos, haciendo
mención únicamente del otro. Porque San Marcos sólo habla de uno, que
recibió la vista cuando ellos salían de Jericó. Como expresa su nombre
y el de su padre, para que comprendamos que era muy conocido, mientras
el otro era desconocido, parece que no quiso hablar sino del que era
conocido. Pero como lo que sigue del Evangelio de San Lucas da a
conocer claramente que sucedió esto cuando venían a Jericó, debemos
entender que este milagro se repitió por dos veces: una en un ciego,
cuando venían hacia la ciudad y otra en dos, cuando salían de ella:
San Lucas hace mención de uno de estos milagros y San Mateo del otro.
San Cirilo
El pueblo que rodeaba al Salvador era
numeroso y el ciego en realidad no lo conocía. Sin embargo, sentía
afecto hacia El y con este afecto suplía lo que le faltaba de vista.
Por esto sigue: "Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba,
preguntó qué era aquello". Y los que tenían vista le contestaban
conforme a la opinión (común)
1.
Sigue pues: "Le dijeron que pasaba Jesús Nazareno". Pero el ciego
proclamaba la verdad. Se le enseña una cosa y predica otra; porque
sigue: "Y dijo a voces: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí".
¿Pero quién te ha enseñado esto? ¿Acaso has podido leer los libros
sagrados careciendo de vista? ¿Cómo has conocido la luz del mundo? En
verdad Dios ilumina a los ciegos ( Sal 145).
San Cirilo
Educado en el judaísmo, no desconocía que
Dios había de nacer, según la carne, de la estirpe de David. Por eso
le habla como a Dios diciéndole: "Compadécete de mí". Imiten a éste
los que ven en Jesucristo dos personas
2,
porque habla a Cristo como a Dios y lo llama hijo de David. Admírense
de la fidelidad de su confesión, porque algunos querían impedirle que
confesase su fe. Prosigue: "Y los que iban delante le reñían para que
callase". Pero no se acobardaba su audacia por esto, porque sabía que
la fe lucha y triunfa de todos los obstáculos. Es muy conveniente, por
lo tanto, dejar todo miramiento por servir a Dios. Porque si hay
algunos que por causa del dinero no tienen vergüenza, ¿no estaría bien
tener también una sana desvergüenza cuando se trata de la salvación
del alma? Por esto sigue: "Pero él gritaba mucho más: Hijo de David,
ten misericordia de mí". Cristo se detiene a la voz del que lo llama
con fe y echa una mirada sobre los que lo invocan. Así, llama al ciego
y le manda que se aproxime. Por esto sigue: "Y Jesús, parándose, mandó
que le trajesen", con el fin de que quien primero le había tocado por
la fe se acercase con el cuerpo. El Señor pregunta al ciego cuando se
hubo aproximado; prosigue: "Y cuando estuvo cerca le preguntó: ¿Qué
quieres que te haga?" Le pregunta como misericordioso y no como
ignorante para que conociesen todos los que estaban presentes que el
ciego no pedía dinero, sino la gracia divina como a Dios; y prosigue:
"Y él le respondió: Señor, que vea".
Crisóstomo
O bien: Cómo los judíos, calumniadores de
la verdad, podían decir lo que habían dicho del ciego de nacimiento (
Jn 9): "No es éste sino uno semejante a él",
quiso que el ciego mostrase antes su ceguera, para que se conociese
así la majestad de su gracia. Así, pues, en cuanto expuso el ciego su
petición, le mandó el Salvador, lleno de majestad, que viese. Por esto
sigue: "Y Jesús le dijo: Ve". Lo cual redundaba en contra de la
traición de los judíos, porque ¿qué profeta ha hablado alguna vez así?
Considera qué es lo que exige el médico de aquél a quien ha curado,
puesto que sigue: "Tu fe te ha salvado". Los beneficios se obtienen
por la fe y se difunde la gracia que la fe recibe. Y así como sacan
poca agua de una fuente los que van allí con vasos pequeños y sacan
mucha los que los llevan mayores, -no distinguiendo la fuente las
medidas- y como sucede también a la luz, que extiende más o menos su
claridad según las ventanas que se abren, así se recibe la gracia,
según la medida de la intención. La voz del Salvador se convierte en
luz del ciego; porque era el verbo de la verdadera luz. Por esto
sigue: "Y luego vio". Pero el ciego que había demostrado su fe
ardiente, quiso mostrar después su gratitud ante el beneficio
recibido.
Continúa pues: "Y le seguía, glorificando
a Dios".
San Cirilo
Aquí se demuestra que el ciego había sido
liberado de una doble ceguera: la corporal y la intelectual. No lo
hubiese alabado como a Dios, si no hubiera visto claramente, dando así
ocasión a que otros lo glorificasen. Prosigue: "Y cuando vio esto todo
el pueblo dio gloria a Dios".
Beda
No sólo por el beneficio de la vista que
había alcanzado, sino por la fe que había obtenido.
Crisóstomo
Aquí debe examinarse por qué Jesucristo
prohibió que lo siguiese el endemoniado que quería seguirlo y no se lo
prohibió al ciego que había recobrado la vista. Pero, bien mirado, no
hay nada de irracional en este modo de obrar. Mandó a aquél como
pregonero con el fin de que proclamase a su bienhechor por su estado,
porque era un gran milagro el ver a un loco furioso recobrar el
juicio. Y permite que lo siga el ciego cuando se encaminaba hacia
Jerusalén, porque había de consumar el gran misterio de su cruz; para
que teniendo noticias de este reciente milagro, no pensasen que
padecería (Jesús) por debilidad, sino por caridad.
San Ambrosio
En el ciego tenemos un tipo del pueblo
gentil que recibió la claridad de la luz perdida por el sacramento del
Señor. No importa que sea curado un ciego o que lo sean dos, pues como
descendían de Cam y Jafet, hijos de Noé, se puede representar a los
dos autores de su raza en estos dos ciegos.
San Gregorio,
in Evang hom. 2
O bien representa este ciego a todo el
género humano, que desconociendo la claridad de la verdadera luz desde
su primer padre, sufre las tinieblas de su condenación. Jericó quiere
decir luna, que cuando mengua en cada mes representa el defecto de
nuestra mortalidad. Por tanto, mientras el Creador se acerca a Jericó,
el ciego recobra la vista; porque cuando la divinidad asumió la
debilidad de nuestra carne, el género humano recibió la luz que había
perdido. Así, pues, el que desconoce la claridad de la luz eterna,
está ciego, pero si cree en su Redentor, que dijo (
Jn 14,6): "Yo soy la vida", está sentado junto al camino. Y si
cree en El y le ruega para que pueda ver la luz eterna, entonces está
sentado y mendiga junto al camino. Además, los que preceden a Jesús
cuando viene, representan la muchedumbre de los deseos carnales y los
tumultos de los vicios, que disipan todo nuestro pensamiento antes que
Jesús venga a nuestro corazón y nos turban en nuestra oración. "Pero
él clamaba mucho más"; porque cuanto más grave es el tumulto de
nuestros pensamientos, tanto más debemos insistir en la oración. Así,
cuando padecemos en la oración el acoso de muchas malas imágenes,
conocemos que Jesús pasa cerca de nosotros. Cuando insistimos en la
oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y
recobramos la vista perdida. Pasar es propio de la humanidad y estar
es propio de la divinidad. El Señor, al pasar, oyó al ciego que
clamaba y al detenerse lo iluminó, porque por su humanidad se ha
compadecido de las voces de nuestra ceguera. Pero nos ha infundido la
luz de su gracia por el poder de su divinidad. Para esto nos pregunta
qué queremos, a fin de animarnos a orar. Quiere, pues, que pidamos lo
que El prevé que le pediremos y que nos concederá.
San Ambrosio
Preguntó también al ciego, para que
comprendiésemos que únicamente podrá salvarse el que le confiese.
San Gregorio,
ut sup
El ciego no pide al Señor oro sino la
vista, para que busquemos nosotros no las falsas riquezas, sino la luz
que podemos ver solo nosotros y los ángeles, a cuya luz nos conduce la
fe. Por esto dice muy oportunamente al ciego: "Ve, tu fe te ha hecho
salvo". El lo ve y lo sigue, porque practica el bien que conoce.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,48
Si Jericó quiere decir luna, y por ende
mortalidad, el Señor, aproximándose a la muerte, manda predicar la luz
del Evangelio únicamente a los judíos, a quienes representó el ciego
que menciona San Lucas. Pero resucitando de la muerte y abandonando
Jericó, manda predicar a los judíos y a los gentiles, cuyos pueblos
parece que son representados por los dos ciegos de quienes hace
mención San Mateo.
Notas
1.
Hace referencia al contraste entre lo que la gente ve al mirar a
Jesús: el "habitante de Nazaret", y lo que el ciego proclama: "Hijo de
David". Para el común del pueblo, Jesús era el Nazareno, o en el mejor
de los casos, el profeta de Nazaret (ver Mt 21,11; Jn 1,45). En
cambio, el ciego lo está proclamando como Mesías.
2.
Alusión al nestorianismo radical, que a partir de una mala comprensión
de la unión del Verbo con la naturaleza humana, enseñaba que debía
distinguirse entre el Verbo (que es Dios) y el hombre Jesús en el cual
el Verbo habita, al modo como un hombre habita en una casa. De esto se
sigue que el Verbo "está en el hombre", pero que el Verbo
no es el hombre; por ello, todas las acciones
divinas (creación, milagros, etc.) debían ser dichas sólo del Verbo,
mientras que las acciones humanas (nacer, sufrir, llorar, morir) sólo
debían ser atribuidas al hombre. El Concilio de Efeso (431) condenó la
herejía nestoriana, pues rompe la unidad de persona en Jesucristo. Ver
Dz 111a; Dz 116.
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