CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

32-36   -   37-43   -   44-45   -   46-50   -   51-56   -   57-62
01-06
Y llamando Jesús a los doce Apóstoles, les dio virtud y potestad sobre los demonios, y para que curasen enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar los enfermos. Y les dijo: "No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas; y en cualquier parte que entrareis, allí permaneced, y no salgáis de allí. Y si no os recibieren, al salir de aquella ciudad, sacudid aun el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos". Y habiendo salido, iban de pueblo en pueblo predicando el Evangelio y curando por todas partes. (vv. 1-6)
 
San Cirilo
Convenía que los que habían sido constituidos en ministros de las sagradas doctrinas pudiesen hacer milagros para que por ellos se conociese que eran ministros de Dios. Por ello dice: "Y llamando a los doce Apóstoles, les dio virtud y potestad sobre todos los demonios", etc. Con lo que desarmó la alta arrogancia del diablo, que decía alguna vez: "No hay quien pueda contrariarme" ( Is 50,8).
 
Eusebio
Y para que puedan ganarse a todos los hombres, no sólo les da el poder para arrojar los espíritus malos, sino también para que curen cualquier enfermedad en su nombre. De donde sigue: "Y para que sanen las enfermedades".
 
San Cirilo
Observa aquí que el divino poder del Hijo es superior a la naturaleza humana. Los santos tenían facultad para hacer milagros, no por su naturaleza, sino por la virtud del Espíritu Santo. Además, no podían conceder a otros este poder, porque ¿cómo una naturaleza creada podría tener dominio sobre los dones del Espíritu? Pero nuestro Señor Jesucristo, como es Dios por naturaleza, concede esta gracia a quien quiere, no invocando sobre ellos la virtud ajena, sino infundiendo la de su propio tesoro.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 32
Después que se hubieron fortificado con su trato y adquirieron la competente prueba de su virtud, los envió. Por ello sigue: "Y los envió a predicar el reino de Dios". Con esto no se les confía algo material, como se había confiado a los profetas, que ofrecían la tierra y las cosas terrenas; mas éstos el reino de los cielos y cuanto en él se contiene.
 
San Gregorio Nacianceno
Enviando a los discípulos a predicar, el Señor les inculcó muchas cosas, cuyo compendio es que sean tan virtuosos, tan constantes y modestos, y (para decirlo brevemente) tan celestiales, que la doctrina evangélica no se propague menos con su modo de vivir que con la palabra. Y por ello son enviados sin dinero, sin báculo y con un solo vestido. En razón a lo que añade: "Y les dice: No llevéis nada para el camino, ni báculo, ni", etc.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 33
Con esto proveía a muchas cosas. En primer lugar, hacía que sus discípulos no fuesen sospechosos; en segundo lugar, los exoneraba de todo cuidado, para que se consagrasen en absoluto a la divina palabra; en tercer lugar, les enseñaba su propia virtud. Pero acaso diga alguno que las demás cosas tienen su razón de ser. Pero no llevar alforja en el camino, ni tener dos túnicas, ni báculo, ¿a qué conduce? Quería alentarlos a toda diligencia, y (por decirlo así) hacía ángeles de hombres, separándolos de todos los cuidados de la vida, para que se fijen sólo en un cuidado, en el de predicar la doctrina.
 
Eusebio
Les hizo esta recomendación para sustraerlos de todo apego terreno y de todas las solicitudes de la vida. Fiaba en la experiencia de la fe y el celo que de ellos tenía, que no rehusarían el precepto de llevar una vida de extrema pobreza. Convenía que ellos hiciesen cierta compensación, y que recibiendo virtudes saludables, las pagasen con la obediencia a los mandamientos. Y haciéndolos milicia del reino de los cielos, los dispuso para la pelea contra los enemigos, aconsejándoles la práctica de la pobreza. Ninguno que se consagre al Señor debe mezclarse en los negocios seculares ( 2Tim 2,4).
 
San Ambrosio
Cómo debe ser quién evangeliza el reino de Dios, se designa en los mismos preceptos evangélicos. Es decir, que no busque el auxilio de los socorros humanos y que, adhiriéndose por entero a la fe, viva convencido de que, cuanto menos busque estos apoyos, más los hallará a mano.
 
Teofilacto
Así, pues, los envía como mendigos, no queriendo que lleven ni panes, ni cosa alguna de las que muchos necesitan.
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 30
El Señor no quiso que sus discípulos poseyesen, ni llevasen cosa alguna de éstas. No porque no sean necesarias para el sostenimiento de la vida, sino que los enviaba así para demostrar que estas cosas debían serles suministradas por aquellos a quienes anunciasen el Evangelio. Y así seguros, no se cuidasen de poseer, ni de llevar lo necesario a esta vida, ni mucho ni poco. Por eso dijo, según San Marcos: "Sino un bastón" ( Mc 6,8), manifestando así que los fieles debían proveer a sus ministros de todo lo necesario, pero no de lo superfluo. Con el emblema de la vara significó esta potestad, cuando dijo: "Nada toméis, en el camino, sino un báculo tan sólo".
 
San Ambrosio
Los que quieren, pueden interpretar esto en el sentido de que el pasaje describe sólo el estado espiritual de quien se ha despojado, por decirlo así, del vestido del cuerpo -no sólo desechando la potestad y despreciando las riquezas- sino también renunciando a los placeres de la carne.
 
Teofilacto
Algunos entienden aquello de que los apóstoles no deben llevar ni alforja, ni báculo, ni tener dos túnicas, en el sentido de que no deben atesorar (lo que se da a entender con la alforja, donde se reúnen muchas cosas), ni que deben ser iracundos ni de espíritu triste (lo que significa el báculo), ni que deben ser falsos ni de corazón lleno de dobleces (lo que significan las dos túnicas).
 
San Cirilo
Pero alguno dirá: ¿De dónde sacarían los apóstoles lo necesario para vivir? Y por esto el Señor añade: "Y en cualquier casa que entréis, allí permaneced, y no salgáis de allí". Como diciendo: que os baste el fruto de los discípulos, los cuales, recibiendo de vosotros las cosas espirituales, ya procurarán de que nada os falte. Los mandó que permaneciesen en una sola casa, para que no sirvan de gravamen al que los hospedase (esto es, abandonándole), y para que no incurran en la nota de glotonería o de veleidad.
 
San Ambrosio
Dice que es impropio de un predicador del reino de los cielos el corretear por las casas y cambiar los derechos inviolables del hospedaje. Mas para que se sepa que les es debido el hospedaje, les dice también que, si no son recibidos, sacudan el polvo y salgan de la ciudad, cuando prosigue: "Y por los que no os recibieren, salid de su ciudad, y sacudid también el polvo de vuestros pies", etc.
 
Beda
El polvo se sacude de los pies de los apóstoles en testimonio de su trabajo empleado en venir a la ciudad y de que la predicación del Evangelio haya podido llegar hasta ellos. También se sacude el polvo porque nada reciben (ni aun lo necesario para el sustento) de los que despreciaron el Evangelio.
 
San Cirilo
Porque es improbable que los que desprecian la predicación saludable y al Padre de familia se muestren muy benignos con sus enviados y pidan sus bendiciones.
 
San Ambrosio
Enseña también que no es poca remuneración de la buena hospitalidad el que no sólo demos la paz a los huéspedes, sino que si los oprimen algunos pecados, efecto de su veleidad, queden libres de ellos, en atención a que albergaron a los predicadores apostólicos.
 
Beda
Los que menosprecian la palabra de Dios, o bien por su abandono mal intencionado, o bien por su mala inteligencia, deben ser abandonados, y sobre ellos debe sacudirse el polvo de los pies, para que con vanas acciones (comparables al polvo) no se manchen los pasos del alma casta.
 
Eusebio
Habiendo preparado el Señor a sus discípulos como si fuesen soldados de Dios, por medio de las virtudes y de los consejos más saludables -enviándolos a los judíos, como doctores y como médicos- obraban según la misión que se les había confiado. Por ello prosigue: "Y habiendo salido, iban de pueblo en pueblo predicando el Evangelio, y sanando por todas partes". Predicando como doctores y probando su doctrina con milagros.
   
07-09
Y llegó a noticia de Herodes el Tetrarca todo lo que hacía Jesús, y quedó como suspenso, porque decían algunos que Juan ha resucitado de entre los muertos; y otros que Elías había aparecido, y otros que un profeta de los antiguos había resucitado, y dijo Herodes: "Yo degollé a Juan: ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas?" Y procuraba verle. (vv. 7-9)
 
Crisóstomo, in Mat. hom. 46
Pasado mucho tiempo, y no desde el principio, se enteró Herodes de los prodigios que obraba Jesús. Es patente la soberbia del tirano (que no los conoció desde el principio). De donde se dice: "Y llegó a conocimiento de Herodes", etc.
 
Teofilacto
Herodes era hijo del gran Herodes, que había degollado a los niños; pero aquél era Rey, éste Tetrarca. Preguntaba que quién era Jesús. Y prosigue: "Y quedó como suspenso".
 
Crisóstomo
Los pecadores temen lo que conocen y lo que ignoran, se asustan de las sombras, sospechan de todo y se estremecen al menor ruido. Tal es, en efecto, el pecado. Sin que nadie reprenda o vitupere a un hombre, él mismo lo da a conocer; sin que nadie lo acuse, él mismo lo condena y hace tímido y cobarde al delincuente. La causa de este temor se pone a continuación cuando dice: "Porque decían algunos".
 
Teofilacto
Los judíos esperaban la resurrección de los muertos en la vida carnal, en las comidas y las bebidas, siendo así que los resucitados no participarán ya de los actos carnales.
 
Crisóstomo
Habiendo oído Herodes los milagros que Jesús hacía, dijo: "Yo he degollado a Juan"; lo cual no decía por ostentación -sino para calmar su temor y tranquilizar su perturbado espíritu- recordando que él mismo lo había matado. Y como había degollado a Juan, añade: "Pues, ¿quién es éste?", etc.
 
Teofilacto
Si es Juan, ha resucitado de entre los muertos y, viéndolo, lo reconocería. Por lo cual sigue: "Y procuraba verle".
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 45
Lucas, narrando esto de la misma manera que San Marcos, no obliga a creer que el orden de los sucesos fuese el mismo. Además concuerda con San Marcos en que hace decir a otros, no a Herodes, que Juan resucitó de entre los muertos. Pero como él dijo que Herodes vacilaba, hay que entender que después de esta vacilación se hallaba consolado en su espíritu por lo que los otros decían, cuando dijo a sus hijos, según narra San Mateo: "Es Juan Bautista, que resucitó de entre los muertos" ( Mt 14,2). O estas palabras de Mateo deben interpretarse de tal modo que indiquen que vacilaba todavía.
   
10-17
Y vueltos los Apóstoles, le contaron cuanto habían hecho: y tomándolos consigo aparte, se fue a un lugar desierto, que es del territorio de Betsaida. Y cuando las gentes lo supieron, le siguieron: y Jesús los recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que lo habían menester. Y el día había comenzado ya a declinar. Y acercándose los doce, le dijeron: "Despide a esas gentes, para que vayan a sus aldeas y granjas de la comarca, se alberguen, y hallen qué comer, porque aquí estamos en un lugar desierto". Y les dijo: "Dadles vosotros de comer". Y ellos dijeron: "No tenemos más de cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar viandas para esta gente". Porque eran como unos cinco mil hombres, y El dijo a sus discípulos: "Hacedlos sentar en ranchos de cincuenta en cincuenta". Y así lo ejecutaron. Y se sentaron todos. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo, y los bendijo, y partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de las gentes. Y comieron todos, y se saciaron. Y alzaron lo que les sobró: doce cestos de pedazos. (vv. 10-17)
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 45
San Mateo y San Marcos, con motivo de lo que precede, cuentan cómo fue degollado Juan por Herodes. San Lucas, que ya había hecho mención de los tormentos de Juan, después que contó aquella vacilación de Herodes, sobre quién sería Jesús, añade en seguida: "Y vueltos los apóstoles, le contaron cuanto habían hecho".
 
Beda
No sólo cuentan lo que ellos habían hecho o enseñado, sino también lo que Juan sufrió, mientras que ellos predicaban. Y son sus propios discípulos, o los de Juan mismo, los que se lo cuentan, como insinúa San Mateo.
 
San Isidoro
Como el Señor rechaza a los hombres sanguinarios y a los que viven con ellos si no se apartan de sus propios crímenes, después de la muerte del Bautista abandonó a los asesinos y se retiró. Por lo que sigue: "Y tomándoles consigo aparte, se fue a un lugar desierto, que es del territorio de Betsaida".
 
Beda
Betsaida es una ciudad de Galilea, de donde eran Andrés, Pedro y Felipe, cerca del lago de Genesaret. No hizo esto por temor a morir (como algunos creen), sino perdonando a sus enemigos y para evitar que añadiesen un homicidio a otro, esperando a la vez el tiempo oportuno de su pasión.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 50
No antes, sino después de lo que se le contó, se retiró, manifestando en todo esto la verdad de su carne.
 
Teofilacto
El Señor se retiró al desierto porque había de hacer el milagro de los panes, para que alguno no dijese que, estando cerca de una población, los habían traído de ella.
 
Crisóstomo ut sup
O se marchó a un lugar desierto para que nadie lo siguiese. Pero no por esto se retiró la plebe, sino que lo acompañó. Por lo que prosigue: "Y cuando las gentes lo supieron, le siguieron", etc.
 
San Cirilo
Los unos pedían que los librase de los demonios, los otros lo seguían para que los librase de alguna enfermedad; también había los que se complacían en su doctrina y lo oían con suma atención.
 
Beda
Mas El, como poderoso y misericordioso Salvador, recibiendo a los fatigados, enseñando a los ignorantes, sanando a los enfermos y dando de comer al hambriento, muestra cuánto se deleita con la devoción de los creyentes. De donde sigue: "Y Jesús los recibió, y les hablaba del reino de los cielos", etc.
 
Teofilacto
Para que aprendas que la sabiduría consiste en las palabras y en las obras, y que las palabras deben concordar con las obras, y las obras con las palabras. Cuando el día empezaba a declinar, los discípulos comenzaron a tener cuidado por las muchedumbres y a compadecerse de ellas. Por ello, prosigue: "El día había empezado ya a declinar", etc.
 
San Cirilo
Como ya se había dicho, pedían el remedio de muchos males. Y como los discípulos sabían que con sola la voluntad podía hacerse lo que los enfermos pedían, dicen al Señor: "Despídelos", para que no sufran más. Admiremos la inmensa mansedumbre de Aquel a quien se ruega. No sólo da lo que piden sus discípulos, sino que añade a los que lo siguen los dones de su generosa mano, mandando servirles de comer. De donde sigue: "Dadles vosotros de comer".
 
Teofilacto
No dijo esto ignorando la contestación de ellos, sino queriendo obligarlos a que dijesen los panes que tenían y así se demostrase por la declaración de ellos el gran milagro, oída de antemano la cantidad de los panes.
 
San Cirilo
Pero lo que se mandaba a los discípulos era un imposible, porque no tenían más que cinco panes y dos peces. Por ello sigue: "Y ellos dijeron: No tenemos más de cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos y compremos viandas para todas estas gentes".
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 44
En estas palabras recopiló San Lucas la contestación de San Felipe, que dijo: "Doscientos denarios de pan no les basta para que cada uno tome un poco". Y la respuesta de San Andrés que dijo: "Hay aquí un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces", como refiere San Juan ( Jn 6,7-9). En efecto, lo que dice San Lucas: "No tenemos más que cinco panes y dos peces", se refiere a la contestación de San Andrés. Y lo que él añade: "A no ser que vayamos y compremos viandas para toda esta gente", parece que se refiere a la respuesta de San Felipe, sino que calló lo de los doscientos denarios, aunque esto puede entenderse también en la respuesta de San Andrés. Porque después de haber dicho: "Hay aquí un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces", añadió: "Pero, ¿qué es esto para tantos?". Lo que equivale a decir: "A menos que nosotros vayamos y compremos víveres para toda esta turba". Esta variedad de las palabras y esta concordancia de los hechos encierran para nosotros la saludable enseñanza de que no se debe buscar en las palabras sino la voluntad de los que hablan y que los historiadores verídicos deben cuidar sobre todo de ponerla en evidencia en sus narraciones, cuando refieren algo del hombre, del ángel o de Dios.
 
San Cirilo
A fin de ponderar la dificultad del milagro, se habla de una gran muchedumbre de hombres, cuando sigue: "Eran unos cinco mil hombres", sin contar las mujeres y los niños, como refiere otro evangelista ( Mt 14).
 
Teofilacto
Enseña el Salvador que es conveniente, cuando damos hospitalidad a alguien, que lo hagamos descansar y le dispensemos toda clase de consuelos. Por ello sigue: "Y dice a sus discípulos", etc.
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 46
En cuanto a lo que dice aquí San Lucas, que mandó sentar por grupos de cincuenta, San Marcos dice que por grupos de cincuenta y de cien. Esto no implica contradicción, porque el uno dijo una parte y el otro el total. Pero si el uno sólo hablase de cincuenta y el otro de ciento, eso parecería contradictorio, y no sería fácil reconocer que, uno y otro número fueron mencionados. Sin embargo, si uno fuese mencionado por uno y el otro por el otro, ¿quién no convendrá en que, pensándolo bien, debería descubrirse que es así? He dicho esto porque se presentan muchas veces algunas cosas por el estilo, que para los que reflexionan poco y juzgan temerariamente parecen contradictorias y no lo son.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 1
Y como debía creerse que Cristo había venido del Padre, antes de hacernos aquel milagro, miró al cielo. Por ello prosigue: "Y tomando los cinco panes", etc.
 
San Cirilo
Esto lo hizo así para nuestra instrucción, con el fin de que aprendamos en ello que al principio de la comida, cuando vamos a partir el pan, debemos ofrecerle a Dios y pedir que venga sobre el pan la bendición de Dios. Y prosigue: "Y los bendijo, y los partió".
 
Crisóstomo in Mat. hom. 50
Se los da a la muchedumbre por medio de sus discípulos, honrándolos así, para que no olviden el milagro que se ha verificado. No hizo de la nada aquellos alimentos para dar de comer a la muchedumbre, a fin de cerrar la boca del maniqueo, el cual dice que es ajena a El toda criatura. Y también para demostrar que El es quien da de comer y el mismo que dijo: "Produzca la tierra" ( Gén 1,11). Multiplica también los peces, para dar a entender que no sólo se extiende su dominio a la tierra, sino que también a los mares. Ya había hecho milagros en beneficio de los enfermos, ahora los hace en beneficio de los que no están enfermos, pero que necesitan alimento. Por lo cual sigue: "Y comieron todos y se saciaron".
 
San Gregorio Niceno orat catequetica magna, cap. 23
El Señor saciaba la gran necesidad de aquellos para quienes ni el cielo llovía maná, ni la tierra, según su naturaleza en aquel sitio, producía qué comer. Pero el beneficio afluía de los graneros inagotables del divino poder. El pan se prepara y se hace en las manos de los ministros y además se multiplica, saciando el hambre de los que lo comen. Tampoco el mar administraba a la necesidad de ellos el alimento de sus peces, sino el que puso los peces en el mar.
 
San Ambrosio
Consta, pues, que el pueblo fue saciado, no con escaso alimento, sino abundante y multiplicado. Se pudo ver los pedazos -multiplicados sin ser partidos- salir como de un manantial incomprensible de las manos de aquellos que los distribuían, así como los fragmentos intactos deslizarse por sí mismos bajo los dedos de aquellos que los partían.
 
San Cirilo
Y no se limita a esto el milagro. Por lo cual sigue: "Y alzaron de lo que sobró doce cestos de pedazos". En lo que se da a conocer que las obras de caridad que hacemos por nuestros hermanos merecen una gran recompensa por parte del Señor.
 
Teofilacto
Y para que aprendamos cuánto puede la hospitalidad y cuánto se aumentan nuestros bienes cuando socorremos a los necesitados.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 50
Hizo que sobrasen, no los panes, sino los trozos, para demostrar que eran los restos de los panes, los cuales se multiplicaron tanto, que sobraron tantos cestos cuantos eran sus discípulos.
 
San Ambrosio
Místicamente, después que aquélla -que representaba a la Iglesia- fue curada del flujo de sangre, y después que fueron destinados los apóstoles a predicar el reino de los cielos, se da el alimento de la gracia celestial. Pero date cuenta a quiénes se concede. Ni a los que están ociosos, ni a los que residen en la ciudad -como si estuviesen en su sinagoga u ocupando las dignidades seculares-, sino a los que buscan a Jesús en el desierto.
 
Beda
Después de haber dejado la Judea que, por su falta de fe en las profecías, se había como cortado la cabeza, dispensa el beneficio de su palabra en el desierto de la Iglesia que no tenía esposo. Y una gran multitud de fieles deja las ciudades de su antigua vida y diversas creencias para seguir a Cristo, que se retira a los desiertos de las naciones.
 
San Ambrosio
Los que no se desalientan son recibidos por Cristo. Y el Verbo de Dios habló con ellos no de cosas terrenas, sino del reino de Dios. Y si llevan en sí las llagas de alguna pasión temporal, les dispensa con largueza la medicina que necesitan. En todas las cosas se observa el orden del misterio, puesto que primero se conceden las medicinas necesarias para curar las heridas por medio del perdón de los pecados, y después se da con abundancia el alimento de la mesa espiritual.
 
Beda
Alimentó a la muchedumbre cuando ya declinaba la tarde, esto es, cuando ya se acerca el fin de los tiempos, o cuando el Sol de Justicia iba a morir por nosotros.
 
San Ambrosio
Aunque esta muchedumbre no es alimentada todavía con los manjares más nutritivos. Porque el primer alimento, a manera de leche, son cinco panes; el segundo siete; el tercero el Cuerpo de Cristo, que es el alimento más sólido. Si alguno se avergüenza de pedir pan, que deje todas sus cosas y acuda a la palabra de Dios. Pues cuando alguno empieza a oír la palabra de Dios, empieza a tener hambre. Empiezan los apóstoles viendo de qué tiene hambre. Y si aquéllos que tienen hambre aún no entienden de qué lo tienen, Cristo lo sabe: sabe que no tienen hambre de alimento temporal, sino del alimento de Cristo. Los apóstoles aún no habían comprendido que el alimento del pueblo fiel no era venal; pero Cristo sabía que nosotros seríamos redimidos y que sus banquetes serían gratuitos.
 
Beda
Todavía no tenían los apóstoles más que los cinco panes de la ley mosaica y los dos peces de uno y otro testamento, los cuales se ocultaban bajo la capa del misterio, como se oculta el agua en los fondos del abismo. Y como son cinco los sentidos corporales, los cinco mil hombres que siguieron al Señor designan a aquellos que, colocados todavía en la vida del mundo, saben hacer buen uso de las cosas exteriores que poseen. Estos se alimentan de cinco panes, porque necesitan todavía ser gobernados por los preceptos de la ley. Pero los que renuncian enteramente al mundo se hacen robustos con el alimento evangélico. Las muchas reuniones de los convidados representan las diversas congregaciones de la Iglesia en toda la tierra, que constituye la Iglesia católica.
 
San Ambrosio
Este pan que distribuyó Jesús no es otro que la palabra divina. En sentido místico es la predicación de Cristo, que cuando se distribuye se multiplica; y con pocos sermones suministró alimento abundantísimo a todos los pueblos. Nos dio sermones como panes, que se multiplican cuando salen de nuestra boca.
 
Beda
El Señor no crea nuevas viandas cuando da de comer a la muchedumbre hambrienta, sino que bendijo las que sus discípulos le presentaron. Porque viniendo en carne mortal, no predica más que lo que ya había anunciado. Pero nos demuestra los misterios de la gracia contenidos en las palabras proféticas. Mira al cielo, para enseñarles a dirigir allí el espíritu y a buscar allí la luz de la ciencia. Parte y distribuye aquellas viandas a los discípulos, para que las repartan entre la muchedumbre, a fin de dar a entender que por medio de ellos se proponía distribuir a todo el mundo los misterios de la ley y de los profetas, en virtud de la predicación a que los disponía.
 
San Ambrosio
No sin razón recogen los discípulos lo que sobra a la muchedumbre, porque las cosas divinas se encuentran con más facilidad entre los escogidos del Señor que entre las gentes del pueblo. ¡Bienaventurado aquel que puede recoger aún lo que sobró a los sabios! Mas ¿por qué razón llenó Jesucristo los doce cestos, sino para cumplir a los judíos lo que ya les había prometido en el salmo, en que se decía: "Que sus manos sirvieron con el cesto" ( Sal 80,7)? Esto es, el pueblo, que antes recogía tierra en cestos, trabaje ahora para obtener el pan de la vida celestial por medio de la cruz de Cristo. Y esta gracia no es para pocos, sino para todos. Porque los doce cestos figuran el establecimiento de la fe en cada tribu.
 
Beda
También se representan por medio de los doce cestos los doce apóstoles y todos los doctores que los siguieron, en el exterior despreciados por los hombres, pero en el interior repletos de las reliquias de un alimento saludable.
   
18-22
Y aconteció que estando solo orando se hallaban con El sus discípulos, y les preguntó, diciendo: "¿Quién dicen las gentes que soy yo?" Y ellos respondieron, y dijeron: "Los unos que Juan el Bautista, otros Elías, y otros que resucitó alguno de los primeros profetas". Y les dijo: "¿Y vosotros, quién decís que soy?" Respondiendo Simón Pedro, dijo: "El Cristo de Dios". Mas El, increpándolos, mandó que no dijesen de esto nada a nadie, añadiendo: "Porque conviene que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea entregado a la muerte, y que resucite al tercer día". (vv. 18-22)
 
San Cirilo
Separado el Señor de los pueblos y colocado aparte, se consagró a la oración. Por esto dice: "Y aconteció que estando solo orando", etc. Se constituía así en modelo de sus discípulos, enseñándoles la dulce práctica de los dogmas doctrinales. Comprendo en esto que es muy conveniente que los obispos precedan también en méritos a sus diocesanos, ocupados asiduamente en las cosas necesarias y tratando aquellas que agradan a Dios.
 
Beda
Los discípulos estaban con el Señor, pero El oró solo al Padre. Porque los santos pueden unirse al Señor por medio de la fe y de la caridad, pero sólo el Hijo puede penetrar los misterios incomprensibles de la misericordia del Padre. En todas partes estaba solo, porque las oraciones del hombre no pueden comprender los designios de Dios, ni nadie puede participar de los sentimientos interiores de Cristo.
 
San Cirilo
La causa de la oración pudo asustar a los discípulos. Veían con los ojos de la carne que oraba Aquel a quien antes habían visto hacer milagros con autoridad divina. Y con objeto de quitarles la turbación, les pregunta, no porque ignorara las alabanzas de los de fuera, sino para separarlos de la opinión de los demás e infundirles la verdadera fe. Por ello sigue el Evangelista: "Y les preguntó, diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy?"
 
Beda
Con toda oportunidad se proponía el Salvador explorar la fe de sus discípulos, preguntando primero por el parecer de la muchedumbre, para que la confesión de ellos no parezca formada por la opinión del vulgo, sino por el conocimiento de la verdad, o que no parezcan vacilantes como Herodes acerca de lo que ha oído decir, sino que crean lo que han visto.
 
San Agustín, de cons. Evang. 2, 80
Puede preguntarse cómo San Lucas pudo decir que el Señor preguntó a sus discípulos quién decían los hombres que era El cuando estaba orando y los discípulos presentes. Mientras que San Marcos dice que les preguntó en el camino. Pero esto sólo puede inquietar al que piensa que jamás oró en el camino.
 
San Ambrosio
No es sin razón la opinión de la muchedumbre que los discípulos refieren, cuando se añade: "Mas ellos respondieron y dijeron: unos Juan el Bautista (quien sabían había sido degollado), y otros Elías (quien creían había de venir), y otros que resucitó alguno de los antiguos profetas". Pero que otra sabiduría profundice estas palabras, porque si al apóstol San Pablo le bastaba no saber más que a Jesucristo, y Este crucificado ( 1Cor 2), ¿qué más deseo yo saber que a Jesucristo?
 
San Cirilo
Observa, pues, la prudencia de la pregunta. Los dirige primero a las alabanzas exteriores, a fin de refutarlas y producir en ellos la verdadera opinión; por esto, habiendo los discípulos expuesto la opinión del pueblo, les pregunta por la suya, cuando añade: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" ¡Oh! y cuán importante es aquella palabra vosotros. Los distingue de la muchedumbre, a fin de que eviten sus opiniones, como diciendo: Vosotros, que habéis sido llamados por Mí al apostolado, y que sois testigos de mis milagros, ¿quién decís que soy yo? San Pedro se anticipó a los demás y se convierte en representante de todo el Colegio Apostólico, y pronuncia palabras de amor divino, y hace la profesión de su fe, cuando dice: "Respondiendo Simón Pedro, dijo: el Cristo de Dios". No dijo sencillamente que era Cristo de Dios, sino con el artículo el Cristo, como dice el texto griego. Pues muchos, divinamente ungidos, fueron llamados cristos, en diversos sentidos. Los unos recibieron la unción de reyes, los otros de profetas. Nosotros mismos, que recibimos la unción del Espíritu Santo por el Cristo, hemos obtenido el nombre de Cristo. Mas uno sólo es el Cristo de Dios y del Padre, como que tiene sólo por Padre propio a Aquel que está en los cielos. Y así San Lucas concuerda con este pasaje de San Mateo, que hace decir a Pedro: "Tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo" ( Mt 16,16); pero, abreviando, le hace decir: "Tú eres el Cristo de Dios".
 
San Ambrosio
En este solo nombre se halla la expresión de la divinidad de la encarnación, y la fe de la pasión. Así lo comprende todo, expresando la naturaleza y el nombre, que es el compendio de los atributos.
 
San Cirilo
Mas debe advertirse que San Pedro obró con mucha prudencia, confesando que Jesucristo era uno solo, contra aquellos que presumen dividir al Emmanuel en dos cristos 1. Además, no les preguntó diciendo: "¿Quién dicen los hombres que es el Divino Verbo?", sino el Hijo del hombre. A quien San Pedro confesó que era el Hijo de Dios. Por ello fue tan admirado y considerado digno de especiales honores, porque, aunque sólo veía en el Salvador una persona como nosotros, creyó que era el Hijo del Padre. Es decir, que el Verbo, que procede de la sustancia del Padre, se hizo hombre.
 
San Ambrosio
Nuestro Señor Jesucristo no quiso ser predicado para que no se produjese algún alboroto. Por lo que sigue: "Mas El, reprendiéndolos, les mandó que no dijesen esto a nadie". Por muchas razones mandó callar a sus discípulos: para engañar al príncipe del mundo, declinar la jactancia y enseñar la humildad. Luego Cristo no quiso ser glorificado. Y tú, que has nacido innoble, ¿quieres gloriarte? Además, no quería que sus discípulos, rudos aún e imperfectos, fuesen oprimidos por la mole de tan sublime predicación. Les prohíbe, pues, anunciarlo Hijo de Dios, a fin de que lo anuncien después crucificado.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 55
Con toda oportunidad prohibió el Señor a los apóstoles que dijesen a alguien que El era el Cristo, hasta que, quitados de en medio los escándalos y consumado el sacrificio de la Cruz, se imprimiese habitualmente en la mente de los oyentes la conveniente opinión de El. Pues lo que una vez toma raíces y luego se arranca, apenas se sostiene alguna vez, si se planta de nuevo. Mientras que lo que una vez plantado permanece, crece con facilidad. Porque si Pedro se escandalizó solamente por lo que había oído, ¿qué hubiese sucedido a los demás cuando hubiesen oído que Jesús era Hijo de Dios, y le hubiesen visto después crucificado y escupido?
 
San Cirilo
Convenía que los discípulos lo predicasen por todas partes. Esta era la misión de los escogidos por el Señor para el ministerio del apostolado. Mas como dice la Sagrada Escritura: "Hay un tiempo para cada cosa" ( Eclo 6), convenía que la cruz y la resurrección se cumpliesen y luego siguiese la predicación de los apóstoles. Y prosigue diciendo: "Porque conviene que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas", etc.
 
San Ambrosio
Acaso porque sabía el Señor que el misterio de la pasión y de la resurrección era difícil de creer, aun para sus discípulos, quiso El mismo ser el anunciador de su pasión y resurrección.
 
Notas
1. San Cirilo se refiere a Nestorio y a sus seguidores.
   
23-27
Decía, pues, a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame: porque el que quisiere salvar su alma, la perderá, y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará: Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si lo hace a sus expensas, y se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mi palabra, se avergonzará de él el Hijo del hombre cuando viniere con su majestad, y con la del Padre y de los santos Angeles. Mas dígoos, en verdad, que algunos hay aquí que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios". (vv. 23-27)
 
San Cirilo
Los superiores de entre los generales excitan a sus valientes al valor en el manejo de las armas, no ofreciéndoles únicamente los honores de la victoria, sino diciéndoles también que su memoria será gloriosa si sucumben en la pelea. Esto mismo hace y enseña Jesucristo. Había predicho a sus discípulos lo conveniente que era el que El sufriese las calumnias de los judíos, que fuese muerto y que resucitase al tercer día. Para que no creyesen que Jesús padecía todo esto por la salud del mundo y que a ellos les sería permitido pasar una vida cómoda, dice que es necesario que cada uno ascienda por los grados de la perfección, por medio de iguales sufrimientos, cuando desea participar de su gloria. Por ello sigue: "Y decía a todos".
 
Beda
Dijo muy bien "a todos", porque lo que precede, relativo a la fe del nacimiento y pasión del Señor, lo trató separadamente, sólo entre El y sus discípulos.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 56
Como es bueno y piadoso el Salvador, no quiso tener ninguno que lo sirviese como obligado sino, por el contrario, quienes lo sirviesen espontáneamente y le agradeciesen el poderlo servir. No obligando ni imponiéndose a nadie, sino persuadiendo y haciendo bien, es como atrae a todos los que quieren venir, diciendo: "Si alguno quiere".
 
San Basilio in cons. mon cap. 4
Cuando dice: "Venir en pos de mí" propone -a los que quieren obedecerlo- su propia vida como modelo de una vida perfecta. No insinuando que lo siguiesen corporalmente -lo que sería imposible a todos estando ya el Señor en el cielo-, sino con una imitación fiel de su vida, según la medida de nuestras fuerzas.
 
Beda
Si alguno no renuncia a sí mismo, no se acerca al que está sobre él. Por lo que sigue: "Niéguese a sí mismo".
 
San Basilio in regulis fusius disputatis ad interrog. 6
La abnegación de sí mismo quiere decir el olvido absoluto de lo pasado y la renuncia de la propia voluntad.
 
Orígenes tract. 2 in Mat
Se niega a sí mismo uno cuando la vida pasada en el mal se convierte en un buen régimen de nuevas costumbres, o en una vida de oración. El que ha vivido la vida del pecado deshonesto se niega a sí mismo cuando se vuelve casto. Del mismo modo, se llama negarse a sí mismo abstenerse de cualquier clase de pecado.
 
San Basilio ut sup
El deseo de sufrir la muerte por Cristo, la mortificación de los sentidos corporales -mientras se vive en la tierra-, el estar dispuesto a enfrentar cualquier peligro en obsequio del Señor y no aficionarse a las cosas de esta vida, es lo que se llama tomar su cruz. Por lo cual prosigue: "Y tome su cruz cada día".
 
Teofilacto
Llama cruz a la muerte ignominiosa, advirtiendo que el que quiera seguir a Cristo no debe huir el padecer por El aun la muerte más ignominiosa.
 
San Gregorio in Evang. hom. 32
La cruz puede llevarse de dos modos: cuando se mortifica el cuerpo por medio de la abstinencia, o cuando se apena el alma por medio de la compasión.
 
Griego
Con razón reunió estas dos cosas: "Niéguese a sí mismo, y tome su cruz". Porque del mismo modo que el que está dispuesto a subir a la cruz se resigna a la muerte en su alma y marcha no pensando ya en vivir, así el que quiere seguir al Señor debe desde luego renunciar a sí mismo y después llevar su cruz, de suerte que su voluntad esté pronta a sufrir toda clase de penalidades.

San Basilio ut sup, ad interrog. 8
La perfección consiste, pues, en tener el afecto en la indiferencia -aun de la vida-, y en estar siempre dispuesto a sufrir la muerte, no confiando en sus propias fuerzas. La perfección reconoce como fundamento las acciones exteriores. Por ejemplo, la renuncia de lo que se posee y de la vanagloria. También la renuncia de las afecciones a las cosas inútiles.
 
Beda
Se nos manda tomar todos los días nuestra cruz y, una vez tomada, seguir con ella a Jesucristo, que llevó su propia cruz. De aquí prosigue: "Y sígame".
 
Orígenes ut sup
Expresa la causa de esto, añadiendo: "Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá". Esto es, el que quiere vivir según el mundo y continuar gozando de las cosas sensibles, éste la perderá, porque no la conducirá a los términos de la bienaventuranza. Y por el contrario, añade: "Y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará". Es decir, el que menosprecia las cosas sensibles, prefiriendo la verdad -aun exponiéndose a la muerte-, éste que por decirlo así, pierde su alma por Cristo, más bien la salvará. Por tanto, si es bueno salvar el alma (con relación a la salvación que está en Dios), cierta perdición debe ser buena para el alma, es decir, la que se hace en vista de Cristo. Me parece también que se refiere a lo que precede, de renunciar a sí mismo, el que conviene que cada uno pierda su alma pecadora para tomar aquella que se salva por la virtud.
 
San Cirilo
Que el ejercicio de la pasión de Cristo supera incomparablemente las delicias y preciosidades del mundo, lo insinúa añadiendo: "¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo y perjudica?". Como si dijese: cuando alguno, considerando los placeres y los bienes presentes, rehúsa sufrir y elige vivir de una manera espléndida, si es rico, ¿de qué le aprovechará todo esto, si pierde su alma? Pasan las grandezas de esta vida y sus delicias ( 1Cor 7), como pasa una sombra ( Sab 5). No aprovechan, pues, los tesoros de la impiedad. Pero la justicia libra de la muerte ( Prov 10).
 
San Gregorio in Evang. hom. 32
Como la Santa Iglesia tiene sus épocas de persecución y sus períodos de paz, el Señor hace mención de estos dos tiempos. Pues en el tiempo de la persecución es cuando quiere que se exponga el alma, esto es, la vida, como lo demuestra cuando dice: "El que perdiere su alma". Mas en tiempo de paz deben domarse los deseos terrenos más dominantes, lo que significó diciendo: "¿Qué aprovecha al hombre?". Ordinariamente despreciamos las cosas pasajeras y, sin embargo, nos abstenemos muchas veces -por los respetos humanos- de expresar con la voz la rectitud que tenemos en el alma. Por eso el Señor añade el oportuno remedio a esta herida, diciendo: "Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del hombre".
 
Teofilacto
Se avergüenza de Cristo quien dice: "¿Por ventura creeré al Crucificado?". Y se avergüenza de sus palabras quien menosprecia la sencillez del Evangelio. Dios se avergonzará del que así obrare en su reino, como se avergüenza un padre de familia de nombrar a un siervo suyo que no es bueno.
 
San Cirilo
Les infundió temor diciendo que bajaría de los cielos, no en su humildad primera y en cuanto pudiere percibirle nuestra humana naturaleza, sino revestido de la gloria del Padre y acompañado de los ángeles. Sigue, pues: "Cuando viniere en su majestad, y en la del Padre y de los Santos Angeles". Terrible y funestísimo será aparecer con el signo de la enemistad y la inercia de las obras, cuando tan gran Juez baje en medio del ejército de los ángeles. De donde se desprende que, aunque el Hijo de Dios tomó carne mortal, no ha dejado de ser Dios, puesto que ofrece venir acompañado de la majestad del Padre como justo juez, y dice que lo acompañarán los ángeles. Todo esto aun cuando se ha hecho hombre semejante a nosotros.
 
San Ambrosio
Constantemente el Señor, a la vez que nos invita a merecer la eterna dicha por la práctica de la virtud, nos enseña a menospreciar las cosas de la tierra. Por ello robustece la humana debilidad, ofreciendo premios por las penalidades de la vida presente. Es cosa ardua tomar la cruz, tener dispuesta el alma contra los peligros y ofrecer el cuerpo a la muerte. También dejar lo conocido por lo desconocido, y raras veces la virtud, aun la más excelsa, abandona las cosas presentes por las futuras. El buen Maestro, para que ninguno se deje abatir por la desesperación o el tedio, promete a continuación a los fieles que lo verán. Diciendo: "Os digo, en verdad: hay algunos aquí que no morirán sin ver el reino de Dios".
 
Teofilacto
Esto es, la gloria en que habitan los justos. Dijo esto refiriéndose a la transfiguración, que representaba las felicidades de la gloria futura, como diciendo: hay algunos de los que están aquí (a saber, San Pedro, San Juan y Santiago) que no sufrirán la muerte hasta que en el día de la transfiguración vean la gloria que disfrutarán los que me confiesen.
 
San Gregorio ut sup
O es la Iglesia presente la que aquí se llama reino de Dios. Y algunos de sus discípulos habían de vivir en la tierra hasta que viesen la Iglesia de Dios establecida y erigida contra la Iglesia de este mundo.
 
San Ambrosio
Por tanto, si queremos no temer la muerte, estemos donde está Cristo, pues sólo quienes puedan estar con Cristo, serán los que no puedan gustar la muerte. Del sentido propio de estas palabras puede deducirse que aquellos que merecieron asociarse a Cristo, no experimentarán el menor contacto de la muerte. Ciertamente ellos gustarán la muerte pasajera del cuerpo, pero poseerán la vida permanente del alma. No se niega aquí la muerte del cuerpo, sino del alma.
   
28-31
Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar. Y entre tanto que hacían oración, la figura de su rostro se transmutó, y sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Y he aquí que hablaban con El dos hombres: éstos eran Moisés y Elías, que aparecieron en majestad, y hablaban de su pasión, que había de consumar en Jerusalén. (vv. 28-31)
 
Eusebio
Cuando el Señor habló a sus discípulos del misterio de su segunda venida, para que no pareciese que creían sólo por las palabras, procedió a las obras, manifestándoles, con fe oculta, una figura de su reino. Por lo que prosigue: "Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar".
 
San Juan Damasceno orat. de transfig
San Mateo y San Marcos dicen que tuvo lugar la transfiguración el sexto día después de hecha la promesa a los discípulos, mientras que San Lucas dice que la transfiguración se realizó después del día octavo. Pero no hay discordancia en ellos; porque los que dicen que el sexto día después, no cuentan el primero ni el último (esto es, el primero en que se hizo la promesa y el último en que se realizó) y sólo computaron los intermedios. Y el que contó ocho, computó los otros dos. Pero, ¿y por qué no todos los discípulos, sino algunos de ellos, fueron llamados a presenciar la transfiguración? Solamente había uno que no merecía ver la Divinidad, Judas , según aquellas palabras: "Quítese el impío, para que no vea la gloria del Señor" ( Is 26,10). Si hubiese sido sólo éste quien hubiese quedado privado de tan grato espectáculo, acaso se hubiera llenado de envidia y hubiera sido provocado a cometer toda clase de crímenes. Por eso el Señor quiso quitar aquella ocasión de aborrecimiento al que le había de vender, dejando con él, a la falda del monte, a la mayor parte de sus discípulos. Tomó a tres para que toda palabra esté confirmada por dos o tres testigos. Tomó a Pedro para hacerle ver -confirmado por el testimonio del Padre- el testimonio que él había dado; y también como futuro presidente de toda la Iglesia. Tomó a Santiago porque había de morir por Cristo antes que los demás discípulos. Tomó a Juan -como órgano purísimo de la teología- para que, viendo la gloria del Hijo, que no está sujeta a tiempo, resonase aquello: "En el principio era el Verbo" ( Jn 1,1).
 
San Ambrosio
Subió San Pedro porque había recibido las llaves del reino de los cielos; San Juan, porque había de acompañar a la Madre del Salvador; y Santiago, porque había de ser el primer mártir de entre los Apóstoles.
 
Teofilacto
O tomó a estos tres, porque eran los más apropiados para guardar el secreto y no lo habían de revelar a nadie. Subió al monte a orar para enseñarnos que cuando oremos debemos estar solos y elevados, no acordándonos de las cosas de la vida.
 
San Juan Damasceno orat. jam. notata
De un modo oran los siervos y de otro oraba el Señor. Porque la oración del siervo es una ascensión del espíritu hacia Dios; mas el espíritu sagrado de Cristo, unido hipostáticamente a Dios, nos lleva como de la mano al ascenso, con el cual subimos a Dios por la oración y nos enseña que no es adversario de Dios, sino que venera como principio al que lo engendra. Además, a fin de desorientar al demonio, que exploraba si era Dios (lo cual predicaba la virtud de sus milagros), ocultaba, por decirlo así, su anzuelo bajo cierto cebo. Lo hacía así a fin de que, el que había seducido (cogido con anzuelo) al hombre con la esperanza de la deificación, fuese engañado o cogido con el anzuelo del vestido del cuerpo. La oración es una revelación de la gloria divina. Por lo cual prosigue: "Y entre tanto que hacía oración, la figura de su rostro se hizo otra".
 
San Cirilo
No mudando la forma corporal y humana, sino resplandeciendo con cierto brillo de gloria.
 
San Juan Damasceno ut sup
Viendo el diablo que resplandecía en la oración, se acordó de Moisés, cuyo semblante fue también glorificado ( Ex 34); pero Moisés era glorificado por una gloria que le venía de fuera, mientras que el Señor brillaba con un resplandor innato de su gloria divina. Porque -como en virtud de la unión hipostática es una y la misma la gloria del Verbo y de la carne-, se transfigura, no recibiendo lo que no tenía, sino manifestando a sus discípulos lo que era. De donde se dice, según San Mateo: "Que se transfiguró delante de ellos", y que "su rostro brilló como el sol" ( Mt 17). Porque Dios es en las cosas espirituales, lo que el sol en las cosas sensibles. Así como el sol -que es la fuente de la luz- no puede ser visto fácilmente, mientras que la luz, derramada sobre la tierra, puede contemplarse, así el semblante de Cristo es deslumbrador como el sol, mientras que sus vestidos son blancos como la nieve. Por lo cual continúa: "Y sus vestidos se tornaron blancos"; esto es, por la participación de la luz eterna.
Y sigue a continuación: Así las cosas, para que se conociese que era uno mismo Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento y se cerrasen las bocas de los herejes y se estableciese la fe de la resurrección (y además para que se creyese que El que se transfiguraba era el Señor de vivos y muertos), Moisés y Elías, como ministros, asisten al Señor en su gloria. Por ello sigue: "Y he aquí que hablaban con El", etc. Convenía, pues, que viendo la gloria y la confianza de sus consiervos, admirasen la misericordiosa condescendencia del Señor, se animasen a imitar a aquellos que los habían precedido en el trabajo -al ver el gozo de los bienes futuros- y se fortificasen más en las pruebas; pues el que conoce la recompensa de sus trabajos, los tolerará más fácilmente.
 
Crisóstomo, hom. 57, in Matth
¿Y por qué hace que se presenten allí Moisés y Elías? Para que se distinguiese entre el Señor y los siervos, pues el pueblo afirmaba que el Señor era Elías o Jeremías. Además, hizo que apareciesen sirviéndole, para demostrar que El no era adversario de Dios ni transgresor de la ley; pues en tal caso el legislador Moisés y Elías, los dos hombres que más habían brillado en la guarda de la ley y en el celo de la gloria de Dios, no lo hubieran servido. Igualmente, con dicha aparición manifestó las virtudes de aquellos dos hombres, pues uno y otro se expusieron muchas veces a la muerte por guardar los preceptos divinos. Quería también que sus discípulos los imitasen en el gobierno de los pueblos, para que fuesen humildes como Moisés y celosos como Elías. Los hizo venir también con objeto de hacerles ver la gloria de la cruz para consolar a Pedro y a otros que temían la pasión. Por lo cual prosigue: "Y hablaban de su partida había de terminar en Jerusalén".
 
San Cirilo
Esto es, del misterio de la encarnación y de la pasión salvífica, cumplida en la venerable Cruz.
 
San Ambrosio
Místicamente se manifiesta la transfiguración de Cristo después de las palabras antedichas. Porque quien oye y cree las palabras de Cristo verá la gloria de la resurrección. Esta se verificó en el octavo día, y de allí el que la mayor parte de los salmos se escribe por la octava: (para cantarse por octavo tono), o acaso para demostrarnos lo que había dicho, que todo aquel que perdiere su alma, la salvará, puesto que cumplirá sus promesas en el día de la resurrección.
 
Beda
Pues así como El resucitó después del día séptimo del sábado, en que había descansado en el sepulcro, así nosotros después de las seis edades del mundo y la séptima del reposo de las almas, que se pasa en la otra vida, resucitaremos, por decirlo así, en la edad octava.
 
San Ambrosio
San Mateo y San Marcos dicen que después de seis días fue cuando tomó a sus discípulos y se transformó, de lo que podríamos deducir que resucitaremos después de seis mil años, que mil años para Dios son lo que un día para nosotros; pero se computan más de seis mil años, y preferimos entender esos seis días como la figura de los seis días de la creación de las obras del mundo, de suerte que el tiempo signifique las obras y las obras signifiquen el mundo. Así es como se nos ha revelado la resurrección futura, o puede ser también que aquel que ha ascendido sobre la tierra, y ha trascendido las importantes generaciones espere, sentado en lo alto del cielo, el fruto eterno de la resurrección futura.
 
Beda
Por ello sube a orar y a transfigurarse a la cumbre de un monte, para dar a entender que aquellos que esperan el fruto de la resurrección y desean ver al Rey inmortal en toda su gloria, deben habitar en los cielos con el espíritu y consagrarse a oraciones constantemente.
 
San Ambrosio
Si no distinguiese a los elegidos, consideraría que en aquellos tres que fueron guiados al monte, místicamente está comprendido el género humano, porque la humanidad entera descendió de los tres hijos de Noé. Son tres los elevados para que suban al monte, porque nadie puede ver la gloria de la resurrección si no cree en el misterio de la Santísima Trinidad con fe sincera.
 
Beda
Cuando el Señor se transfigura, nos da a conocer la gloria de la resurrección suya y de la nuestra. Porque tal y como se presentó a sus discípulos en el Tabor, se presentará a todos los elegidos después del día del juicio. El vestido del Señor representa el coro de sus santos, el cual parecía despreciado mientras el Señor estuvo en la tierra. Pero dirigiéndose El al monte, brilla con nuevo fulgor. Así ahora somos los hijos de Dios, pero lo que un día seremos, no parece todavía; mas sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a El ( 1Jn 3,2).
 
San Ambrosio
O de otro modo, el Verbo de Dios se achica o agranda, según la medida de tus fuerzas. Si no subes a la cumbre de la más alta sabiduría, no podrás ver cuánta sea la gloria en el Verbo de Dios. Las palabras de la Sagrada Escritura son como los vestidos del Verbo y como ciertos velos del entendimiento divino. Y así como el vestido resplandeció en blancura, así el sentido de las divinas lecciones blanquea por su claridad en los ojos de tu inteligencia. Así es como aparecen Moisés y Elías, esto es, la ley y los profetas en el Verbo. Porque no puede haber ley sin el Verbo, ni profeta, sino el que vaticinó sobre el Hijo de Dios.
   
32-36
Mas Pedro y los que con él estaban se hallaban cargados de sueño. Y despertando, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con El. Y como se apartasen de El, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, bueno es que nos estemos aquí y hagamos tres tiendas, una para ti y una para Moisés y una para Elías", no sabiendo lo que se decía. Y cuando él estaba diciendo esto, vino una nube y les cubrió, y temieron viéndolos entrar en la nube. Y salió una voz de la nube diciendo: "Este es mi hijo amado, oídle". Y cuando sonó la voz, se halló solo Jesús. Y ellos callaron, y a nadie dijeron en aquellos días cosa alguna de las que habían visto. (vv. 32-36)
 
Teofilacto
Cuando Cristo estaba en oración, Pedro se vio oprimido por el sueño. Era débil y cumplió lo que era humano. Por ello se dice: "Mas Pedro y los que con él estaban se hallaban cargados de sueño". Pero habiendo despertado, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que con El estaban. De donde sigue: "Y despertando, vieron su majestad y los dos varones que estaban con El".
 
Crisóstomo, hom. 57, in Matth
Puede ser que llame sueño al gran estupor que les produjo aquella visión. No era noche, en verdad, sino que, por el contrario, el excesivo brillo de la luz mortificaba la debilidad de los ojos.
 
San Ambrosio
El brillo de la divinidad incomprensible abruma nuestros sentidos corporales. Porque si los ojos de nuestro cuerpo no pueden resistir el resplandor de los rayos del sol, ¿cómo los miembros corruptibles del hombre podrán contemplar la gloria de Dios? Y acaso estaban dormidos para que viesen una especie de resurrección después del descanso. Y así, vigilantes, vieron la majestad de El. Porque ninguno ve la gloria de Cristo, si no vigila. Se entusiasmó San Pedro y, aquel que no conocía los atractivos de la vida, apeteció la gloria de la resurrección. Por lo cual prosigue: "Y cuando se apartaron de El", etc.
 
San Cirilo
Creía acaso San Pedro que se acercaba el tiempo de poseer el reino de los cielos, por lo que deseaba continuar allí en el monte.
 
San Juan Damasceno orat. de transfig. ut sup
No te conviene, Pedro, que Cristo permanezca allí. Porque si hubiera permanecido allí, no hubiese podido cumplirte lo que te había ofrecido, ni hubieses podido obtener las llaves del reino de los cielos, ni la tiranía de la muerte hubiese sido abolida. No busques antes de tiempo la felicidad, como Adán la deificación. Ya vendrá el día en que contemples sin cesar ese semblante y habites con Aquel que es la luz y la vida.
 
San Ambrosio
Pedro, como más sobresaliente, no sólo en el afecto, sino que también en las obras, promete el servicio de un común obsequio y, obrero laborioso, quiere construir tres tiendas. Prosigue, pues: "Y hagamos tres tiendas, una para ti", etc.
 
San Juan Damasceno ut sup
El Señor no te ha constituido en constructor de tiendas, sino en organizador de la Iglesia universal. Tus palabras, tus discípulos, tus ovejas realizaron tu deseo construyendo un tabernáculo para el Cristo y sus siervos. Pedro no hablaba así con intención, sino por la inspiración del Espíritu Santo, que le revelaba lo que había de suceder. Por lo cual prosigue: "No sabiendo lo que decía".
 
San Cirilo
Y no sabía lo que decía, porque no había llegado el tiempo del fin del mundo, ni de participar los santos de las gracias ofrecidas. Y como ya había empezado a dispensar sus gracias el Señor, ¿cómo podía convenir que Cristo dejase de amar al mundo y de querer padecer por él?
 
San Juan Damasceno ut sup
Convenía también no concretar las consecuencias de la encarnación a aquel monte, sino extenderlas a todos los creyentes. Es decir, todo lo que no podía obtenerse de otro modo que consumando el sacrificio de la cruz.
 
Tito Bostrense
Ignoraba también San Pedro lo que decía, porque no era conveniente hacer tres tabernáculos para los tres. No se pueden contar a la vez el Señor y sus siervos, ni las criaturas pueden compararse con su Creador.
 
San Ambrosio
Tampoco puede la debilidad humana hacer en este cuerpo mortal un tabernáculo digno al Señor, ni en su alma, ni en su cuerpo, ni en ninguna otra cosa. Y, aun cuando Pedro no sabía lo que decía, sin embargo, ofrecía sus servicios a quien distinguía con su afecto, no por una petulancia impremeditada, sino por una pronta devoción, fruto de su piedad. Su ignorancia venía de su condición y lo que prometía, de su devoción.
 
Crisóstomo, ut sup
O de otro modo: había oído que convenía que El muriese y resucitase al tercer día. Veía mucha distancia y soledad y creyó que aquel lugar era el más seguro. Por lo que dijo: "Bueno es que estemos aquí". Estaba también allí Moisés -que había entrado en la nube ( Ex 24)- y Elías -que en el monte había traído el fuego del cielo ( 2Re 1)-. Por eso el Evangelista, para expresar la confusión de su espíritu que lo hacía hablar así, dijo: "No sabiendo lo que decía".
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 56
En cuanto a lo que San Lucas dice aquí de Moisés y Elías: "Y cuando se apartaron de El, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es que nos estemos aquí", no debe creerse que allí esté en contradicción con lo que dicen San Mateo y San Marcos, que unieron lo que dijo San Pedro con lo que hablaban con el Señor Moisés y Elías. No expresaron que lo dijera entonces, sino que más bien pasaron en silencio lo que éste añadió, es decir, que Pedro habló así al Señor cuando Moisés y Elías se retiraron.
 
Teofilacto
Diciendo Pedro: "Hagamos tres tiendas", el Señor fabrica un tabernáculo, que no es obra de la mano del hombre, y entra en él con sus profetas. Por ello sigue: "Y cuando El estaba diciendo esto, vino una nube y los cubrió", para dar a entender que no era menor que el Padre. Porque así como en el Antiguo Testamento se decía que el Señor habitaba en una nube, así ahora una nube tomó al Señor, no tenebrosa, sino clara y resplandeciente.
 
San Basilio
Porque la oscuridad de la ley había pasado ya, y así como el humo procede del fuego, así la nube procede de la luz. Mas como la niebla es señal de calma, se da a conocer el descanso de la eterna mansión por medio de la nube.
 
San Ambrosio
Esta sombra es del Espíritu Santo, que no oscurece los afectos de los hombres, sino que revela los misterios.
 
Orígenes in Mat. tract. 3
No pudiendo soportar los discípulos tanta gloria, se postraron humillados bajo la poderosa mano de Dios, sobrecogidos de temor, sabiendo lo que se había dicho a Moisés: "No verá el hombre mi cara mientras viva" ( Ex 33,20). Por lo cual prosigue: "Y tuvieron miedo, viéndole entrar en la nube".
 
San Ambrosio
Téngase entendido que esta nube no fue formada por los negros vapores del aire y no cubría el cielo de horror y de tinieblas; sino que era una nube luminosa, que no los inundó con la lluvia de las aguas, sino que derramó el rocío de la fe y regó las inteligencias de los hombres con la voz de Dios Omnipotente. Prosigue, pues: "Y vino una voz de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado". No es Elías este hijo, no es Moisés este hijo, sino que mi Hijo es éste a quien veis solo.
 
San Cirilo in Tesauro, lib. 12 cap 14
¿Cómo, pues, podría creerse que el que es verdaderamente el Hijo sea hecho o creado cuando Dios el Padre tronó desde arriba: "Este es mi Hijo"?. Como si dijere: No uno de los hijos, sino el que verdadera y naturalmente es Hijo, a semejanza del cual otros son adoptivos. Así manda obedecerlo, cuando añade: "A El oíd". Ymás que a Moisés y a Elías, porque Cristo es el fin de la Ley y de los Profetas. Por lo que el Evangelista prosigue: "Y al salir esta voz, hallaron solo a Jesús".
 
Teofilacto
Para que no creyese alguien que aquellas palabras: "Este es mi Hijo el amado", se referían a Moisés o a Elías.
 
San Ambrosio
Estos se retiraron al punto que el Señor empezó a ser designado. Tres se vieron al principio, uno al fin: uno son en la fe perfecta; luego ellos son, por decirlo así, recibidos en el cuerpo de Cristo, porque nosotros también seremos uno en Cristo o quizá porque la Ley y los Profetas vienen del Verbo.
 
Teofilacto
Así, lo que comenzó en el Verbo termina en el Verbo. Esto nos insinúa que la Ley y los Profetas no eran más que por su tiempo -como Moisés y Elías- y que luego desaparecerían para dejar solo a Jesús; pues ahora queda solo el Evangelio, y los legales pasaron.
 
Beda
Y observa que tanto en el momento en que Jesús es bautizado en el Jordán, cuanto en el que aparece transfigurado en el monte, se da a conocer el misterio de la Santísima Trinidad; porque habremos de ver la gloria de Aquél, que confesamos en el bautismo, en el día de la resurrección. Y no aparece aquí en vano el Espíritu Santo en una nube brillante y allí bajo la forma de paloma. Porque el que ahora guarda en la simplicidad de su corazón la fe que ha recibido, contemplará entonces con la luz de una clara visión las cosas que había creído.
 
Orígenes
El Señor no quiere que antes de su pasión se digan las cosas que pertenecen a su gloria. Por lo que prosigue: "Y ellos callaron", etc. Porque se hubieran escandalizado (y especialmente el vulgo) si hubiesen visto crucificar a Aquel que había sido así glorificado.
 
San Juan Damasceno orat. de tranfigur. ut sup
También mandó esto mismo el Señor, conociendo las imperfecciones de sus discípulos, que todavía no habían recibido la plenitud del Espíritu Santo, con el fin de que no tuviesen tristeza los que no lo habían visto, y para que no se excitase la envidia del que lo había de vender.
   
37-43
Y otro día, bajando ellos del monte, les vino al encuentro una gran tropa de gente. Y un hombre de la turba exclamó, diciendo: "Maestro, te ruego que atiendas a mi hijo, porque yo no tengo otro: y he aquí que un espíritu le toma, y súbitamente da voces, y le tira por tierra, y le quebranta haciéndole echar espuma, y apenas se aparta de él, despedazándole. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron". Y respondiendo Jesús, dijo: "¡Oh generación infiel y perversa! ¿hasta cuándo estaré con vosotros, y os sufriré? Trae acá tu hijo". Y cuando se acercaba, le tiró el demonio en la tierra y le maltrató. Mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se le volvió a su padre. Y se pasmaban todos del gran poder de Dios. (vv. 37-43)
 
Beda
Los lugares tienen cierta relación con las cosas. El Señor ora en el monte, se transfigura y da a conocer a sus discípulos los secretos de su majestad. Cuando baja al llano, las turbas le salen al encuentro. De donde se dice: "Y al siguiente día, bajando ellos del monte, les vino al encuentro una gran turba", etc. En lo alto se da a conocer la voz del Padre, en el llano expele los demonios. Por ello sigue: "Y he aquí un hombre de la turba clamó, diciendo: Maestro, te ruego mires a mi hijo", etc.
 
Tito Bostrense
Me parece que este hombre era sabio, porque no dijo al Salvador: "Haz esto o aquello"; sino solamente, "mira". Y esto es lo bastante para conseguir la salvación, como decía el profeta: "Mírame, y ten compasión de mí" ( Sal 85,16). Y dijo "a mi hijo", para demostrar como razonable su atrevimiento de levantar la voz entre aquella turba. Añade: "Porque yo no tengo otro". Como diciendo: No tengo otro que me consuele en mi vejez. En seguida explica lo que padece, para excitar la compasión del Salvador, diciéndole: "Y he aquí que un espíritu le toma", etc. Después parece que acusa a los discípulos, pero es más bien para excusar mejor su atrevimiento. Lo que añade diciendo: "Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron". Como si dijese: No creas que he venido a ti ligeramente. Estupenda es tu dignidad y por eso no te he molestado inicialmente. Antes me acerqué a tus discípulos y ahora, como no lo han podido curar, me veo precisado a venir a ti. Por lo que no lo reprende el Señor, sino al espíritu de incredulidad. Prosigue, pues: "Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación infiel y perversa!", etc.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 58
La Escritura Evangélica da a entender que este hombre tenía una fe débil, como lo demuestra de varias maneras, al decir: "Ayuda mi incredulidad" ( Mc 9, 24), y: "Si puedes" ( Mc 9,22); y porque dijo Cristo: "Para el que cree todo es posible" (Mc 9,23).
 
San Cirilo
Por lo que me parece mejor que el que debe reputarse incrédulo es el padre del endemoniado. El atacó a los apóstoles diciendo que no podían mandar a los demonios. Sin embargo mejor era, honrando a Dios, pedirle gracia, puesto que la concede a los que lo honran. Mas el que dice que el poder sobre los espíritus malignos se debilita en aquellos que lo recibieron de Cristo, calumnia más bien a la gracia que a aquellos por medio de los cuales opera Cristo. Así se ofende a Cristo, acusados los santos a quienes ha confiado la palabra sagrada de la predicación. Por eso el Señor lo reprende a él y a los que concuerdan con él, diciendo: "¡Oh generación infiel y perversa!". Como si dijese: la gracia no ha producido su efecto a causa de tu infidelidad.
 
Crisóstomo ut sup
No se dirige a él solamente, sino a todos los judíos, para no hacerle vacilar; porque debían escandalizarse muchos.
 
Teofilacto
Cuando dijo perversa, dio a entender que no eran malos desde el principio ni por naturaleza. Porque por naturaleza eran buenos, puesto que descendían de Abraham, pero se habían pervertido por su propia malicia.
 
San Cirilo
No sabían andar por buenos caminos. El Señor no gusta de habitar con aquellos que obran de esta manera. Por lo que dice: "¿Hasta cuándo estaré con vosotros?", sufriendo las molestias propias de su trato, cuando eran tan perversos.
 
Crisóstomo ut sup
Por esto manifiesta el deseo que tiene de abandonarlos. Y que le era menos pesado el patíbulo de la cruz que el trato de ellos.
 
Beda
No porque le hubiese vencido la tristeza, cuando era manso y humilde; sino que a semejanza de un médico, el cual, si viese al enfermo obrar en contra de sus prescripciones, diría: ¿Hasta cuándo vendré a tu casa, mandando yo una cosa, y tú haciendo otra? No se disgustaba con el hombre, sino con el vicio, como lo manifestó diciendo: "Trae acá tu hijo".
 
Tito Bostrense
Podía curarlo con solo mandarlo. Pero constaba su enfermedad, haciendo presentar al enfermo ante la multitud. El demonio maltrató al niño, tan luego como vio al Señor; y prosigue: "Y cuando se acercaba, le tiró el demonio en tierra, y le maltrató"; para que así constase antes la enfermedad, y luego se aplicase el remedio.
 
Crisóstomo ut sup
Y esto no lo hace el Señor por ostentación, sino por causa del padre para que, cuando viese que el demonio se perturbaba con sólo llamarlo, fuese así llevado a la fe del futuro milagro. De lo cual sigue: "Mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se le volvió a su padre".
 
San Cirilo
Antes no era el padre sino el demonio que lo poseía. Expone también el evangelista el asombro de la gente en presencia de la magnificencia de Dios, diciendo: "Y se pasmaban todos del gran poder de Dios". Esto lo dice por el don de Cristo, que confirió también a los santos apóstoles la potestad de hacer milagros y de mandar a los demonios.
 
Beda
Místicamente, el Señor asciende a los unos diariamente según la cualidad de sus méritos; y, glorificando a los perfectos -cuya morada está en los cielos, ensalzándolos más sublimemente-, los instruye en las cosas eternas y les enseña lo que no pueden oír las turbas. Desciende también a otros, que son terrenos e ignorantes, para fortificarlos, instruirlos y castigarlos. San Mateo ( Mt 17) dice que este endemoniado era lunático y San Marcos ( Mc 9) dice que era sordo y mudo. Se refiere a aquellos que se trastornan en las fases de la luna ( Ecle 27,12), creciendo y disminuyendo en cuanto a sus diferentes vicios. Ellos son mudos porque no confiesan la fe, y sordos porque no quieren oír la palabra de la fe. Cuando el joven se acerca a Jesús es maltratado. Esto sucedió porque los que se convierten al Señor son ordinariamente tentados con más fuerza por el demonio, ya sea para inculcarles odio a la virtud, o para vengar la injuria de su expulsión. Así sucedió en los primeros siglos de la Iglesia, en que tuvieron lugar tantas luchas, con las que dio a entender cuánto le dolía la desmembración de su reino. No increpaba el Señor al joven que sufría la violencia, sino al demonio. Porque el que desea que el pecador se enmiende quiere que destierre lejos de sí el pecado, aconsejándole y reprendiéndole; pero alienta con amor al hombre, hasta que, sanado, pueda devolverle a los padres espirituales de la Iglesia.
   
44-45
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: "Poned en vuestros corazones estas palabras: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres". Mas ellos no entendían este lenguaje, y les era tan oscuro, que no le comprendían; y temían preguntarle acerca de él. (vv. 44-45)
 
San Cirilo
Todo lo que hacía Jesús era objeto de la admiración general. Brillaba en todas sus operaciones algo principal y divino, según lo había dicho: "La gloria y el esplendor brillarán en El" ( Sal 20,6). Y aun cuando todos se admiraban en las cosas que hacía, El no se dirigió a todos sino sólo a sus discípulos, en las palabras que siguen: "Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos". Ya había dado a conocer su gloria a sus discípulos en el monte y después había curado a un poseído por el demonio. Pero convenía que El sufriese la pasión para poder salvarnos. Los discípulos, aturdidos, bien podían decir: ¿Acaso nos engañamos creyendo que éste es Dios? Y para que supieren lo que había de suceder acerca de su persona, les manda conservar en su inteligencia, como cierto depósito, el misterio de su Pasión. Por eso les dice: "Poned vosotros en vuestros corazones estas palabras". En el mero hecho de decir vosotros, los distingue de los demás. Porque no convenía que el vulgo supiese que Jesús había de padecer, sino que era más oportuno que sólo supiese que habría de resucitar después de muerto, destruyendo así la muerte, para que no se escandalizasen.
 
Tito
Así, mientras que todos admiran sus milagros, El predice su pasión; porque no son las señales las que salvan, sino la cruz la que dispensa los beneficios. Por lo que añade: "El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres".
 
Orígenes in Mat. tract 4
No dice terminantemente por quién será entregado. Alguno dice que por Judas, otros que por el diablo; mas San Pablo dice: "Dios el Padre le entregó por todos nosotros" ( Rom 8,32). Judas le entregó por dinero en manos de sus enemigos; pero el Padre le entregó por nuestro bien.
 
Teofilacto
El Señor, atendiendo a la ignorancia de sus discípulos, y como los regía de una manera especial, no quiso que entendiesen lo que decía acerca de su pasión. Por lo que prosigue: "Mas ellos no entendían", etc.
 
Beda
Esta ignorancia de los discípulos no es hija precisamente de su torpeza, sino más bien de su amor. Porque como aún eran carnales y desconocían el misterio de la cruz, no podían creer que moriría Aquel que creían era verdadero Dios. Y como estaban acostumbrados a oírle hablar por medio de parábolas, cuando decía que El sería entregado, creían que esto lo diría de una manera figurada, refiriéndose a alguna otra cosa.
 
San Cirilo
Acaso diga alguno: ¿Cómo es que los discípulos ignoraban el misterio de la cruz, cuando en las Sagradas Escrituras se exponía tan terminantemente en muchos lugares? Pero, como dice San Pablo, hasta aquella época existía un velo en el alma de aquellos que leían a Moisés ( 2Cor 3,15); porque convenía que los que se acercasen a Cristo dijesen: "Retira el velo de mis ojos, y admiraré lo asombroso de tu ley" ( Sal 118,18).
 
Teofilacto
Considera también el respeto de sus discípulos en lo que sigue: "Y temían preguntarle acerca de esto", pues el temor es un grado de reverencia.
   
46-50
Y les vino también el pensamiento, quién de ellos sería el mayor. Mas Jesús, viendo lo que pensaban en su corazón, tomó un niño, y le puso junto a El, y les dijo: "El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí me recibe: y cualquiera que a mí me recibiere, recibe a Aquel que me envió; porque el que es menor entre todos vosotros, éste es el mayor". Entonces Juan, tomando la palabra, dijo: "Maestro, hemos visto a uno que lanzaba los demonios en tu nombre, y se lo hemos prohibido, porque no te sigue con nosotros". Y Jesús les dijo: "No lo prohibáis; porque el que no es contra vosotros, por vosotros es". (vv. 46-50)
 
San Cirilo
El demonio asedia de muchos modos a los que quieren emprender una vida mejor. Por ello es que estimula sus pasiones para poder someter su alma, por medio de las excitaciones de la carne. Y cuando alguno se propone huir de sus lazos, excita la pasión de la codicia de la gloria, pasión que llegó a apoderarse de algunos de los apóstoles. Por lo que dice el Evangelista: "Y les vino el pensamiento, quién de ellos sería el mayor". El que esto piensa es que desea hacerse superior a los demás. Creo que no serían todos los discípulos atacados de esta misma enfermedad y, por ello, el Evangelista, para que no se forme mal juicio sobre alguno de los discípulos, dice en general que les vino el pensamiento.
 
Teofilacto
Parece que esta pasión nació de que no habían podido curar al endemoniado y, disputando ellos sobre esto, habría dicho uno que no había sido por su propia impotencia, sino por la del otro. Y de aquí nació la cuestión, acerca de cuál de ellos sería mayor.
 
Beda
Como habían visto que Pedro, Santiago y San Juan, habían sido llamados aparte y llevados al monte; y como se habían ofrecido a Pedro las llaves del cielo, creyeron que, o bien los tres, o bien sólo Pedro había de ser quien presidiese a los demás. O porque habían visto a Pedro igualado al Señor en el pago del tributo, creían que se le distinguía sobre los demás. Pero el lector diligente halla esta cuestión, agitada entre ellos, antes del pago del tributo. Finalmente, San Mateo ( Mt 18) hace mención de esto, como sucedido en Cafarnaúm. Dice San Marcos ( Mc 9,33-34): "Y vinieron a Cafarnaúm, y hallándose en la casa, les preguntaba: ¿De qué hablabais en el camino? Mas ellos callaban; porque en el camino habían disputado entre sí sobre cuál de ellos sería el mayor".
 
San Cirilo
El Señor que sabe salvar, cuando vio que se suscitaba esta idea en la mente de sus discípulos como un germen de amargura, antes que tomase incremento, la arrancó de raíz. Cuando brotan las pasiones en nuestro corazón, se arrancan fácilmente, pero cuando crecen es difícil deshacerse de ellas. Por lo cual prosigue: "Mas Jesús, viendo lo que pensaban en su corazón", etc. Sepa que yerra aquel que cree que Jesús es un puro hombre. Aun cuando el Verbo se hizo carne, continuó siendo Dios; pues sólo Dios es quien puede conocer lo que sucede en los corazones y en las entrañas. Cuando tomó al niño y lo puso en su presencia, se proponía la utilidad de sus apóstoles y la nuestra. Porque el mal de la vanagloria se ceba especialmente en aquellos que sobresalen sobre los demás. Mas el niño tiene el alma sincera, el corazón inmaculado, y permanece en la sencillez de sus pensamientos; no ambiciona los honores, ni conoce las prerrogativas, ni teme ser poco considerado, ni se ocupa de las cosas con gran interés. A tales, pues, ama y abraza el Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues lo imitan. Por esto dice el Señor ( Mt 11,29): "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón". De donde prosigue: "Y les dijo: El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí me recibe". Como diciendo: Puesto que es una misma la recompensa para los que honran a los santos, ya sean acaso ignorados, ya preclaros en honor y gloria, toda vez que se recibe en ellos a Cristo, ¿cómo no será vano disputarse la preeminencia?
 
Beda
En esto o enseña simplemente que los que quieren ser más grandes deben recibir a los pobres de Cristo por su honor, o bien los exhorta a ser párvulos en la malicia. Por esto, cuando dice: "El que recibiere a este niño", añadió: "En mi nombre"; para que el modelo de virtud que el niño observa, guiado por la naturaleza, lo imiten ellos, guiados por la razón, por el nombre de Cristo. Mas como enseña que El es recibido en el niño y que El nació niño para nosotros, para que no se creyese que era sólo lo que se veía, añade: "Y cualquiera que a Mí recibiere, recibe a Aquel que me envió"; queriendo así que se le crea semejante e igual al Padre.
 
San Ambrosio
El que recibe a alguno que imita a Cristo, recibe al mismo Cristo; y el que recibe la imagen de Dios, recibe al mismo Dios. Y como no podíamos ver la imagen de Dios, se nos dio a conocer por medio de la encarnación del Verbo, para reconciliarnos con la Divinidad que está sobre nosotros.
 
San Cirilo
Aún insinúa más el sentido de las palabras, diciendo: "Porque el que es menor entre todos vosotros, éste es el mayor". Dice esto del modesto, que nada sublime cree de sí por modestia.
 
Teofilacto
Como el Señor había dicho: "El que es menor entre vosotros todos, éste es el mayor", temió San Juan si habrían hecho algún mal, prohibiendo con autoridad propia a cierto hombre. Porque la prohibición no da a entender que el que prohíbe es menor, sino mayor, y que sabe algo más. Por lo que prosigue: "Entonces Juan, tomando la palabra, dijo: Maestro, hemos visto a uno que lanzaba los demonios en tu nombre, y se lo vedamos". No lo hizo por envidia, sino juzgando mal de sus milagros. No había recibido con ellos poder para hacer milagros, ni el Señor le había enviado como a ellos, ni seguía a Jesús en todas las cosas. De donde añade: "Porque no te sigue con nosotros".
 
San Ambrosio
San Juan, como amaba mucho y era correspondido, cree que no debe dispensarse esta gracia a aquel que no es acreedor a ella.
 
San Cirilo
Pero convenía más bien pensar que éste mismo no era el autor de los milagros, sino la gracia que está en aquel que obra los milagros, por virtud de Cristo. ¿Por qué, pues, no se cuentan con los apóstoles aquellos que son coronados con la gracia de Cristo? Son muchas las diferencias de los dones de Cristo; y como había concedido a los apóstoles el de arrojar los demonios de los cuerpos de los hombres, creyeron que sólo a ellos era lícito ejercer ese poder. Por ello acuden preguntando si será lícito hacer esto a otros.
 
San Ambrosio
No fue reprendido San Juan porque decía esto en virtud del amor que profesaba a Jesús. Pero se le dio a entender la diferencia que hay entre los enfermos y los fuertes. Y por tanto, si bien es verdad que Dios recompensa a los que son fuertes en su servicio, sin embargo no excluye a los débiles. Por lo cual sigue: "Y Jesús le dijo: No se lo vedéis; porque el que no es contra vosotros, por vosotros es". Y decía bien el Salvador, porque José y Nicodemus, discípulos ocultos por el miedo, cuando llegó el tiempo oportuno no negaron su fidelidad. Pero como en otro lugar había dicho el Salvador: "El que no está conmigo está contra mí, y el que no coge conmigo, desperdicia" ( Lc 11,23), se hace preciso conocer el verdadero sentido, para que no se crea que hay contrariedad. Creo que, si uno considera al escudriñador de las mentes, no debe dudar de que la acción de cada uno es discernida conforme a su intención.
 
Crisóstomo
Allí dijo: "El que no está conmigo, está contra mí"; y en ello da a entender que el diablo y los judíos son sus enemigos. Aquí manifiesta que el que arroja los demonios en nombre de Cristo tiene alguna parte con El.
 
San Cirilo
Como diciendo: Por vosotros, que amáis a Cristo, hay algunos que quieren seguir las cosas que pertenecen a su gloria, coronados con la gracia del mismo.
 
Teofilacto
Admirad el poder de Cristo y cómo su gracia obra por medio de los que no son dignos y no son sus discípulos. Así como por los sacerdotes se santifican los hombres, aunque los sacerdotes no sean santos.
 
San Ambrosio
¿Cómo se explica que aquí no permita Jesús estorbar a otros que lancen los demonios en su nombre, por medio de la imposición de manos, cuando según San Mateo dice a éstos: "No os conozco" ( Mt 7,23). Pero debemos advertir que no hay diferencia entre una sentencia y otra, sino pensar que no sólo se requieren en el clérigo las obras de su oficio, sino también las de la virtud; y que el nombre de Cristo es tan grande, que sirve para el bien, aun a los que no son santos, aunque no sirva para su propia salvación. Por eso ninguno debe apropiarse la gracia de la curación de un hombre, en el cual ha operado la virtud del nombre de Dios, pues el diablo no es vencido por tu mérito, sino por su odio contra Dios.
 
Beda
Por eso, respecto de los herejes o malos cristianos, nosotros no debemos detestar ni impedir las prácticas que les son comunes con nosotros, y que no son contra nosotros. Lo que hay que detestar es la división, contraria a la paz y a la verdad, con la que están contra nosotros.
   
51-56
Y como se acercase el tiempo de salir de este mundo, hizo firme resolución de ir a Jerusalén. Y envió delante de sí mensajeros; y marchando, entraron en una ciudad de los Samaritanos para prevenirle posada. Y no lo recibieron por cuanto hacía semblante de ir a Jerusalén. Y cuando le vieron Santiago y Juan, sus discípulos, dijeron: "Señor, ¿quieres que digamos que descienda fuego del cielo y los acabe?" Mas El, volviéndose hacia ellos, los reprendió diciendo: "No sabéis de qué espíritu sois. El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas". Y se fueron a otra aldea. (vv. 51-56)
 
San Cirilo
Cuando llegó el tiempo en que convenía que el Señor subiese a los cielos, una vez terminada su pasión, determinó ir a Jerusalén. Por lo que dice: "Y como se acercase", etc.
 
Tito Bostrense
Porque convenía que el verdadero Cordero se ofreciese allí donde se inmolaba el cordero figurativo. Dice, pues: "Afirmó su paz"; esto es, no iba de aquí para allá, ni recorría las aldeas y los caseríos; sino que se encaminaba a Jerusalén.
 
Beda
Cesen, pues, los paganos de insultar como hombre crucificado a Aquel que previó ciertamente (como Dios) el tiempo de su crucifixión y que ha venido El mismo (como para ser crucificado voluntariamente) al lugar donde había de ser crucificado, con semblante firme, esto es con intención decidida y resuelta.
 
San Cirilo
Envió delante de sí mensajeros, para que preparasen alojamiento a El y a sus discípulos, los cuales, habiendo ido a tierra de samaritanos, no fueron recibidos. Por lo que prosigue: "Y envió delante de sí mensajeros, y yendo, entraron en una ciudad de los Samaritanos para prevenir posada, y no los recibieron".
 
San Ambrosio
Observa que no quiso ser recibido por aquellos que no eran sencillos de corazón. Porque si hubiese querido, de indevotos los hubiese vuelto devotos. El Señor llama a los que quiere y hace religioso a quien le place 1. El Evangelista dice por qué no lo recibieron: "Porque las trazas eran de que iban a Jerusalén".
 
Teofilacto
Si queremos entender en esto que tal fue la causa por la que no le recibieron, porque había resuelto ir a Jerusalén, parece que debieron tener excusa por no haberle recibido. Pero debe decirse que estas palabras del Evangelista: "No le recibieron", significan que no vino a Samaria. Después, como si alguno preguntase por qué no lo habían recibido ni había querido ir a ellos, contestando a esto, dice que no porque no pudiese, sino porque prefería ir a Jerusalén.
 
Beda
O ven que va a Jerusalén y los Samaritanos no reciben al Señor; pues los judíos no se comunican con los samaritanos 2, como dice San Juan ( Jn 4).
 
San Cirilo
Pero el Señor que sabe todas las cosas antes de que sucedan, sabía que sus emisarios no habían de ser recibidos por los samaritanos. Sin embargo les mandó que fuesen, porque acostumbraba hacer todas las cosas para instrucción de sus discípulos. Subía a Jerusalén cuando se aproximaba el tiempo de su pasión; y para que no se escandalizasen cuando le vieran padecer, considerando que también ellos debían ser pacientes cuando los ultrajasen, hizo preceder, como cierto preludio, la repulsa de los samaritanos. Y los instruyó de otro modo; habían de ser los doctores del mundo y habían de recorrer las ciudades y aldeas predicando la doctrina evangélica; y les habría de ocurrir que algunos no recibiesen la sagrada predicación, como no permitiendo que Jesús permaneciese con ellos. Les enseñó, pues, que cuando anunciasen la celestial doctrina, debían estar llenos de paciencia y mansedumbre, no demostrarse hostiles, ni iracundos, ni vengativos contra sus perseguidores. Pero aún no estaban dispuestos para ello, e incitados por un celo indiscreto, querían que bajase fuego del cielo sobre ellos. Prosigue: "Y cuando lo vieron sus discípulos, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que descienda fuego del cielo", etc.
 
San Ambrosio
Sabían que Finees fue tenido por justo cuando mató a unos sacrílegos 3, y que por los ruegos de Elías había bajado fuego del cielo, con el que quedó vengada la injuria del Profeta 4.
 
Beda
Muchos santos, sabiendo que la muerte que separa el alma del cuerpo no debe temerse, castigaron con la pena de muerte algunos pecados. Con lo cual buscaban infundir miedo útil a los vivos, y a los que eran castigados con la muerte, ésta les era menos funesta que el pecado que podría aumentarse si viviesen.
 
San Ambrosio
Pero aunque sea vengado el que teme, el que no teme no busca la venganza. Además, se nos da a conocer que los apóstoles tenían los méritos de los profetas, cuando presumen que su petición tendrá derecho al poder que mereció el profeta; por ello presumen, con razón, que a su súplica bajaría fuego del cielo, puesto que son hijos del trueno.
 
Tito Bostrense
Creían ellos que era mucho más justo que muriesen los samaritanos, por no haber recibido al Señor, que la destrucción de los cincuenta que provocaron a Elías.
 
San Ambrosio
El Señor no se indignó contra ellos para manifestar que la verdadera virtud no es vengativa y que no hay verdadera caridad allí donde existe la ira. No debe repudiarse la flaqueza humana, sino que debe ser confortada; la indignación debe estar muy distante de los que profesan la religión. Lejos de los que tienen un alma grande el deseo de la venganza. Y prosigue: "Mas El, volviéndose hacia ellos, los reprendió, diciendo: No sabéis de qué espíritu sois".
 
Beda
Reprendió el Señor en ellos, no el ejemplo de un profeta santo, sino la ignorancia de vengarse que había en ellos, rudos aún, haciéndoles ver que no deseaban la enmienda por amor, sino la venganza por odio. Así es que, a pesar de haberles enseñado lo que era amar al prójimo como a sí mismo, e infundiéndoles también el Espíritu Santo, no faltaron tales venganzas, aunque fueron mucho más raras que en el antiguo Testamento. Por ello prosigue: "El Hijo del hombre no había venido a perder las almas, sino a salvarlas"; como diciendo: Y vosotros, pues, que lleváis el sello de su espíritu, imitad también sus acciones, ahora obrando bien y después juzgando con rectitud.
 
San Ambrosio
No siempre conviene castigar al que obra mal, porque en ocasiones aprovecha más la clemencia. A ti para la paciencia y al reo para la corrección. Por último, los samaritanos, de quienes ahora aparta el fuego, creyeron más pronto.
 
Notas
1. "Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de 'predestinación' incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia" Catecismo de la Iglesia Católica, 600. El Señor da su gracia y el hombre colabora con ella. Debe entenderse esta afirmación de San Ambrosio en el contexto de todo su comentario a este pasaje.
2. Los judíos no se hablaban con los samaritanos. Los judíos despreciaban a los samaritanos prque habían caído en un sincretismo religioso. La raíz histórica la encontramos en la conquista de Samaria (capital del Reino del Norte) por parte de los asirios, el año 722 ó 721, que trajo como consecuencia la deportación de sus habitantes y el establecimiento de extranjeros en la cuidad, de modo que los samaritanos terminaron por "contaminarse" con otros dioses (Ver Jn 4,9).
3. Ver Núm 15,7ss.; Sal 105,30ss.
4. Ver 1Rey 18,38.
   
57-62
Y aconteció que yendo ellos por el camino, dijo uno a Jesús: "Yo te seguiré a donde quiera que fueres". Y Jesús le dijo: "Las raposas tienen sus cuevas, y las aves del cielo sus nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza": Y a otro le dijo: "Sígueme"; y él respondió: "Señor, déjame antes ir a enterrar a mi padre". Y Jesús le dijo: "Deja a los muertos que entierren a sus muertos; mas tú ve y anuncia el reino de Dios". Y otro le dijo: "Te seguiré, Señor: mas primeramente déjame ir a dar disposición de lo que tengo en mi casa". Jesús le dijo: "Ninguno que pone su mano en el arado y mira atrás, es apto para el reino de Dios". (vv. 57-62)
 
San Cirilo
Aun cuando el Señor de todos es altamente generoso, no concede sus gracias simple e imprudentemente a cualquiera, sino sólo a aquellos que son dignos de recibirlas, esto es, a aquellos que apartan su alma de las manchas del pecado. Esto es lo que nos enseña la palabra evangélica, cuando dice: "Y aconteció, que yendo por el camino, dijo uno a Jesús: Yo te seguiré", etc. Primeramente se acerca con mucha tibieza. Después se manifiesta que estaba lleno de pretensión, pues no pide simplemente seguir a Cristo, como otros muchos del pueblo, sino que aspiraba a las dignidades apostólicas. Y sobre esto dice San Pablo: "Ninguno tome para sí este honor, sino el que es llamado por Dios" ( Heb 5,4).
 
San Atanasio
Se atrevió a compararse con el poder inconcebible de Dios, cuando dice: "Te seguiré a donde quiera que vayas". Porque seguir sencillamente para oír su doctrina le es posible a la propiedad de la naturaleza humana; la cual es realizada en frente de los hombres, pero no es posible concurrir con El donde quiera que exista, porque es incomprensible y no está circunscrito a lugar.
 
San Cirilo
No sin razón le hace también recusable de este modo; pues debían tomar su cruz para seguir al Señor y renunciar a todas las afecciones de esta vida, y esto es lo que el Señor reprendió en él, no censurándolo, sino corrigiéndolo.
Prosigue: "Y Jesús le dijo: Las raposas tienen cuevas", etc.
 
Teofilacto
Como veía que el Señor llevaba tras sí mucha concurrencia, esperaba que obtendría alguna subvención y que, si le seguía, podría reunir algún dinero.
 
Beda
Por lo cual se le dice: ¿Cómo deseas seguirme por la avaricia de ganar riquezas de esta vida, siendo así que soy tan pobre, que ni aún donde vivir tengo ni techo donde cobijarme?
 
Crisóstomo
Observa cómo el Señor practica la pobreza que había enseñado; no tenía mesa, ni candelero, ni casa, ni nada que se le parezca.
 
San Cirilo
En sentido místico, llama zorras y aves del cielo a las astutas y malas potestades de los demonios. Como diciendo: Cuando las aves y las zorras encuentran habitación en tu alma, ¿cómo podrá Cristo descansar en ti? ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas?
 
San Atanasio
En esto nos dio a entender el Señor la magnificencia de sus dones; como diciendo: Todas las criaturas pueden concretarse a un solo lugar, pero el Verbo de Dios es de un poder incomprensible; por tanto no digas: "Te seguiré a donde quiera que fueses". Mas si quieres ser mi discípulo, abandona las cosas irracionales, porque es imposible que quien vive en la irracionalidad sea discípulo del Verbo.
 
San Ambrosio
O compara las zorras a los herejes, porque este animal engañoso, siempre ocupado en emboscadas, ejerce la rapiña del engaño; nada hay seguro, nada puede estar quieto, nada permite que esté protegido; porque busca la presa dentro de la misma morada de los hombres. Además, la zorra (animal astuto) se prepara una cueva y desea estar oculta en ella. Así son los herejes, que saben prepararse una casa (el sofisma) e intentan seducir a otros con sus argumentos. Este animal ni se amansa nunca, ni es para el uso. Por lo que dice el Apóstol: "Evita el trato con el hereje después de la primera y segunda corrección" ( Tit 3,10). Las aves del cielo, que se toman frecuentemente para significar la malicia espiritual, hacen nidos, por decirlo así, en el corazón de los malos; y por tanto, dominando la maldad en los afectos de cada uno, no puede haber posesión de Dios. Mas cuando halla un alma inocente, reclina, por decirlo así, sobre ella la plenitud de su majestad, porque derrama con profusión la gracia en el corazón de los buenos. Así, pues, no parece razonable considerar sencillo y fiel a aquel hombre que el Señor juzgó digno de repulsión, cuando prometía seguirle con celo infatigable. Pero el Señor no se fija en la clase de servicios, sino en la rectitud de la intención, ni recibe los servicios de aquél cuya buena intención no está bien probada. La hospitalidad de la fe debe ser circunspecta; no sea que, abriendo a los infieles el interior de nuestra casa, caigamos en la perfidia ajena por una credulidad imprevisora. Y también el Señor actuó así para que adviertas que Dios no desprecia los servicios que se le hacen, sino las falsedades, puesto que rechaza al falso y acepta al inocente.
Prosigue, pues: "Y a otro dijo: Sígueme". Decía esto a aquel cuyo padre sabía que se había muerto. Por lo que sigue: "Y él respondió: Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre".
 
Beda
No es que desprecia el honor de ser discípulo, sino que, después de cumplir los deberes de buen hijo, desea poder obrar con más libertad.
 
San Ambrosio
Pero el Señor tiene buen cuidado de llamar a los que quiere. Por lo que prosigue: "Y Jesús le dijo: Deja a los muertos que entierren a sus muertos". Cuando se nos impone el religioso cargo de enterrar a los cadáveres de nuestros semejantes, ¿cómo es que se prohibe a éste que entierre a su padre, sino para dar a conocer que las cosas de Dios deben ser preferidas a las de los hombres? Bueno es el deseo, pero mayor es el impedimento. Porque quien divide el celo, disminuye el afecto; y quien divide el cuidado, difiere el provecho. Por tanto, debe darse la preferencia a las cosas de mayor importancia. Así los apóstoles, para no ser absorbidos por el cuidado de los pobres, ordenaron ministros que hiciesen sus veces.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 34
¿Qué cosa más necesaria que enterrar a su propio padre? ¿Qué cosa más fácil? Pues en esto no había que gastar mucho tiempo. Luego se nos enseña por ello que no conviene pasar en vano ni un instante de tiempo (aunque mil cosas nos obliguen a ello), sino que más bien debemos preferir las cosas espirituales, aun a las más necesarias. El demonio, que siempre vigila, insiste deseando encontrar alguna ocasión, y si sorprende una pequeña negligencia, produce en nosotros una gran pusilanimidad.
 
San Ambrosio
No es que se prohíba enterrar al padre, sino que se da la preferencia a la vida de fe sobre las exigencias de la naturaleza. Aquello se deja a los que aún no siguen a Cristo; esto se manda a los discípulos. Mas ¿cómo pueden los muertos enterrar a los muertos, si no entiendes aquí dos muertes: una de la naturaleza y otra de la culpa? Hay también una tercera muerte, con la que morimos al pecado y vivimos para Dios.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 28
Habiendo dicho: "Sus muertos", demuestra que aquel muerto no era de El, sin duda porque había muerto en la infidelidad.
 
San Ambrosio Sal. 5
O porque, como la boca de los impíos es un sepulcro abierto, se manda olvidar su memoria porque su importancia concluye con su vida. De esta manera no se aparta al hijo de la piedad filial, sino que se separa al fiel de la comunión del infiel. No es que haya prohibición de sepultar, pero nuestra comunión no será con gente muerta.
 
San Cirilo
O de otro modo: El padre ya era anciano, y creía que haría algo laudable proponiéndose observar con él la debida piedad, según aquellas palabras: "Honra a tu padre y a tu madre" ( Ex 20,12). Por lo que, al ser llamado al ministerio evangélico, diciéndole el Señor: "Sígueme", buscaba una tregua que fuese bastante para sostener a su padre decrépito. Por lo que dice: "Déjame antes ir a sepultar a mi padre". No porque rogase enterrar a su difunto padre, ni Cristo, queriendo hacer esto, se lo hubiese impedido, sino que dijo sepultar, esto es, sustentar en la vejez hasta la muerte. Pero el Señor le dijo: "Deja a los muertos que entierren a los muertos". Es decir, había otros en su familia que podrían desempeñar estos deberes; pero me parece que muertos, porque no habían creído aun en Cristo. Aprende de ahí que la piedad para con Dios debe ser preferida al amor de los padres, a quienes reverenciamos, porque por ellos hemos sido engendrados. Pero Dios nos ha dado la existencia a todos cuando no éramos todavía, mientras que nuestros padres sólo son los instrumentos de nuestra entrada a la vida.
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 23
Esto lo decía el Señor, dirigiéndose a aquel a quien había dicho: "Sígueme". Otro discípulo se puso en medio sin ser llamado. Por lo que sigue: "Y otro dice: Señor, yo te seguiré; mas déjame primero despedirme de los que están en casa".
 
San Cirilo
Esta oferta es admirable y digna de alabanza; sin embargo, querer despedirse de los que estaban en su casa, para renunciar a ellos, muestra que uno está dividido en el servicio de Dios, hasta que se decida firmemente a la renuncia. Porque el querer consultar a sus parientes, que no han de consentir con este propósito, es mostrarse vacilante. Por esto el Señor desaprueba su ofrecimiento. Y prosigue: "Ninguno, que pone la mano en el arado y mira atrás, es apto para el reino de Dios". Pone la mano en el arado quien se encuentra dispuesto a seguir al Señor; pero mira hacia atrás el que pide tiempo para encontrar ocasión de volver a casa y conversar con sus parientes.
 
San Agustín de verb. dom. serm 7
Como diciéndole: Te llama el Oriente y tú miras al Occidente.
 
Beda
Poner la mano en el arado (como cierto instrumento de penitencia), es quebrantar la dureza del corazón con el leño y el hierro de la pasión del Señor y abrirle para que produzca frutos de buenas obras. Si alguno empieza a hacerlo y a semejanza de la mujer de Lot se deleita mirando lo que ha dejado, se priva ya de la recompensa del reino futuro.
 
Griego
La repetida mirada a aquello que hemos dejado nos vuelve a la costumbre abandonada. Siempre es violento dejar lo que se ha poseído por mucho tiempo. ¿Acaso el hábito no nace del uso y la naturaleza del hábito? Difícil es quitar o alterar la naturaleza; porque, aunque ceda algo por violencia, vuelve velozmente a sí misma.
 
Beda
Si, pues, el discípulo que iba a seguir al Señor, es reprendido porque quiere dar cuenta de ello en su casa, ¿qué será de aquéllos que, sin utilidad alguna, visitan las casas de los que dejaron en el mundo?