CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-06 |
Y aconteció que entrando
Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos a comer
pan, ellos le estaban acechando. Y he aquí un hombre hidrópico estaba
delante de El. Y Jesús dirigiendo su palabra a los doctores de la ley
y a los fariseos les dijo: ¿si es lícito curar en sábado? Mas ellos
callaron. El entonces le tomó, le sanó y le despidió. Y les respondió
y dijo: "¿Quién hay de vosotros, que viendo su asno o su buey caído,
no le saque luego en día de sábado?" Y no le podían replicar a estas
cosas. (vv. 1-6)
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Aunque el Señor conocía la malicia de los
fariseos, aceptaba sus convites para ser útil a los que asistían a
ellos con sus palabras y milagros. Por esto sigue: "Y aconteció que
entrando Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos a
comer pan, ellos le estaban acechando". Esto es, si faltaba a la
reverencia debida a la ley o si hacía algo de lo que estaba prohibido
en día de sábado. En efecto, habiendo llegado un hidrópico a presencia
suya, por medio de una pregunta reprimió la insolencia de los fariseos
que se proponían argüirle. Por esto dice: "Y he aquí que un hombre
hidrópico estaba delante de El. Y Jesús dirigiendo su palabra", etc.
Beda
Cuando se dice que Jesús respondió, se
hace referencia a lo dicho antes, que los fariseos le estaban
acechando, porque el Señor conoce los pensamientos de los hombres.
Teofilacto
Y por esto en su pregunta se ríe de ellos
como si estuvieran locos. Siendo así que Dios mandaba santificar el
sábado ( Gén 2), los fariseos prohibían hacer
obras buenas en él. Y el día que no admite las acciones de los buenos,
puede llamarse maldito.
Beda
Pero los preguntados callaban con razón,
porque ven que cualquier cosa que dijesen se volvería contra ellos.
Porque si es lícito curar en día de sábado, ¿por qué acechar al
Salvador por ver si cura? Y si no es lícito, ¿por qué ellos cuidan sus
rebaños en dicho día? Por esto sigue: "Mas ellos callaron".
San Cirilo,
ubi sup
Menospreciadas la asechanzas de los
judíos, cura de su enfermedad al hidrópico, el cual, temiendo a los
fariseos, no pedía el remedio de su mal porque era sábado, sino que
únicamente estaba en su presencia para ver si se compadecía de él y lo
curaba. Conociendo esto, el Señor no le pregunta si quiere ser curado,
sino que le curó en seguid. Por esto sigue: "El entonces le tomó, le
curó y le despidió".
Teofilacto
En lo cual no se propuso el Señor evitar
el escándalo de los fariseos, sino hacer un beneficio al que
necesitaba de su favor. Conviene, pues, que nosotros, cuando resulte
un bien general, no nos cuidemos de si se escandalizarán los necios.
San Cirilo,
ubi sup
Pero como los fariseos callaron no
sabiendo qué contestar, el Señor dio a conocer su gran osadía por
medio de serias reflexiones. Por esto sigue: "Y les respondió y dijo:
¿Quién hay de vosotros que viendo su asno o su buey caído en un pozo,
no le saque luego en día sábado?".
Teofilacto
Como diciendo: Si la ley prohíbe
compadecerse en día sábado, no te cuides de si peligra tu hijo en día
sábado, ¿pero qué digo tu hijo, cuando ni dejas a tu buey si lo ves en
peligro?
Beda
En lo cual convenció de tal modo a los
fariseos que lo observaban, que los condenó por su avaricia, puesto
que tratando de librar un animal sólo consultaban su avaricia. ¿Con
cuánta más razón, pues, debió Jesucristo librar al hombre, que es
mucho mejor que una bestia?
San Agustín,
De quaest. Evang., lib. 2, cap. 29
Comparó con justicia al hidrópico con el
animal que cae en un pozo (porque el humor acuoso era la causa de su
mal), así como antes había comparado aquella mujer que había
encontrado ligada y la soltó, con el jumento que se desata para
llevarle al agua.
Beda
Solventa esta cuestión con un ejemplo
apropiado para manifestar que ellos, que quebrantaban el sábado con
obras de ambición, le argüían porque la quebranta con una obra de
caridad. Por esto sigue: "Y no le podían replicar a estas cosas".
Hablando en sentido místico, el hidrópico
es comparado con aquél a quien el flujo exorbitante de los apetitos
carnales tiene como oprimido, la palabra hidrópico trae su origen de
la expresión humor acuoso.
San Agustín,
ubi sup
También comparamos al hidrópico muy
oportunamente con un rico avariento. Porque así como aquél, cuanto más
abundan sus humores desordenados, tanta más sed tiene, así éste,
cuanto más abunda en riquezas de las que no hace buen uso, tanto más
las desea.
San Gregorio,
Moral. 14,1 super Iob 18,9
Este hidrópico fue curado en presencia del
fariseo, porque por la enfermedad del cuerpo del uno se expresa la
enfermedad del corazón del otro.
Beda
Muy bien, por tanto, cita como ejemplo al
buey y al asno significando a los sabios y a los ignorantes o a los
dos pueblos, esto es, al judío, que está sometido al yugo de la ley y
al gentil, a quien no domina razón ninguna. Porque el Señor saca del
pozo de la concupiscencia a todos los sumergidos en él.
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07-11 |
Y observando también cómo
los convidados escogían los primeros asientos en la mesa, les propuso
una parábola, y dijo: "Cuando fueres convidado a bodas, no te sientes
en el primer lugar, no sea que haya allí otro convidado más honrado
que tú, y que venga aquel que te convidó a ti y a él y te diga: Da el
lugar a éste, y que entonces tengas que tomar el último lugar con
vergüenza; mas cuando fueres llamado, ve y siéntate en el último
puesto. Para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube
más arriba. Entonces serás honrado delante de los que estuvieren
contigo a la mesa. Porque todo aquél que se ensalza humillado será: y
el que se humilla será ensalzado". (vv. 7-11)
San Ambrosio
Primeramente curó al hidrópico, en quien
la hinchazón extraordinaria de la carne no permitía funcionar bien al
alma y extinguía el ardor del espíritu; después enseña la humildad,
refrenando el deseo de ocupar el primer lugar en el banquete nupcial.
Por ello prosigue: "No te sientes en el primer lugar, no sea que",
etc.
San Cirilo,
ubi sup
Porque el subir pronto a los honores que
no merecemos, da a conocer que somos temerarios y hace a nuestras
acciones dignas de vituperio. Y continúa: "No sea que haya allí otro
convidado más honrado que tú".
Crisóstomo,
in Cat. graec. Patr
Y así el ambicioso de honor nunca obtiene
lo que desea, sino que sufre repulsa y buscando el modo de tener
muchos honores nunca llega a ser honrado. Y como nada hay que pueda
compararse con la modestia, inclina al que lo oye a hacer lo
contrario, no sólo prohibiendo ambicionar el primer sitio, sino
mandando que se busque el último. Por esto sigue: "Mas cuando fueres
llamado, ve y siéntate en el último lugar", etc.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Si alguno no quiere ser colocado delante
de otros, lo obtiene por disposición divina. Por esto prosigue: "Para
que cuando venga el que te convidó, te diga: Da el lugar a éste" y
diciendo estas cosas no reprende con aspereza, sino que advierte con
mansedumbre; porque basta una advertencia entre los discretos y así
por la humildad alguno se corona de honores. Por esto sigue: "Y
entonces serás honrado delante de los que", etc.
San Basilio,
in quaest. expl., qu. 21
Era conveniente a todos ocupar el último
lugar en los convites, según lo que manda el Señor. Pero querer volver
con obstinación al mismo es digno de reprensión, porque altera el
orden y produce tumulto. Por lo que una cuestión sobre esto os
igualará con los que se disputan el primer lugar. Por tanto, como aquí
dice el Señor, conviene que el que da un convite establezca el orden
que cada uno debe guardar en la mesa. Y así nos soportaremos
mutuamente con paciencia o con caridad, obrando honestamente en todo y
según el orden, no según la apariencia o la ostentación de muchos. Ni
debemos manifestar que practicamos la humildad o que la afectamos por
violenta contradicción, sino más bien que la practicamos por
condescendencia o por paciencia. Mayor indicio de soberbia es la
repugnancia o la contradicción que ocupar el primer sitio cuando lo
hacemos por obediencia.
Teofilacto
No se crea que la doctrina de Jesucristo
ya expuesta es de poco interés e indigna de la elevación y de la
magnificencia de la palabra de Dios. Porque no se dirá que es bueno un
médico que promete curar a uno que tiene gota y que no quiere curar el
dolor de un dedo o de un diente. Y ¿cómo puede considerarse como
pequeña la pasión de vanagloria que agita o turba a los que quieren
sentarse los primeros, esto es, a los que quieren ocupar los primeros
puestos? Convenía, pues, que el maestro de la humildad cortase toda
rama de esta mala raíz. Pero considera también que estando ya la cena
preparada, e inquietando la pasión de la primacía a los vanidosos ante
los ojos del Señor, esta amonestación era muy oportuna.
San Cirilo,
ubi sup
Una vez demostrado (y con un ejemplo tan
sencillo) el menosprecio que merecen los ambiciosos y que los que no
lo son merecen ser exaltados, añadió lo grande a lo pequeño
pronunciando una sentencia general cuando dice: "Porque todo aquél que
se ensalza humillado será y el que se humilla será ensalzado", lo cual
se dice según el juicio de Dios y no según la costumbre humana, por la
que muchos que desean honores los consiguen y otros que se humillan no
llegan a alcanzarlos.
Teofilacto
Sin embargo, no siempre es tenido en
consideración por todos los hombres el que se ingiere en los honores y
aun cuando sea honrado por algunos, otros lo vituperan y acaso
aquellos mismos que lo honran exteriormente.
Beda
Y como el evangelista llama parábola a
esta amonestación, diremos lo que significa en sentido místico. Todo
aquel que invitado viniese a las bodas de Jesucristo y de la Iglesia,
unido a los miembros de la Iglesia por la fe, no se ensalce como si
fuese superior a los demás, ni se gloríe por sus méritos; sino que
cederá su lugar al que sea más digno, convidado después y que le
aventaja en el fervor de los que siguen a Jesucristo y con modestia
ocupará el último puesto conociendo que los demás son mejores que él
en todo lo que se creía superior. Pero alguno se coloca en el último
sitio, según aquellas palabras ( Eclo 3,20):
"Cuanto más grande seas, humíllate más en todo". Y entonces, viniendo
el Señor, hará bienaventurado con el nombre de amigo al que encuentre
humilde y le mandará subir más alto. Y todo aquél que se humilla como
un niño, es más grande en el reino de los cielos (
Mt 18,4). Así es que dice: "Entonces será para ti la gloria",
para que no empieces a buscar ahora lo que te está reservado para el
fin. Puede también entenderse esto respecto de la presente vida,
porque el Señor todos los días entra a sus bodas despreciando a los
soberbios y concediendo con frecuencia a los humildes tantos dones de
su Espíritu, que los glorifican con su admiración los convidados, esto
es, los fieles. De la conclusión general que se añade, se conoce
claramente que la doctrina del Señor ya explicada debe entenderse en
sentido figurado. Porque ni todo el que se ensalza delante de los
hombres es humillado, ni todos los que se humillan en su presencia son
ensalzados por ellos. Pero el que se eleva por su mérito será
humillado por el Señor; y el que se humilla por sus beneficios será
ensalzado por El.
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12-14 |
Y decía también al que le
había convidado: "Cuando das una comida o una cena, no llames a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos;
no sea que te vuelvan ellos a convidar y te lo paguen. Mas cuando
haces convite, llama a los pobres, lisiados, cojos y ciegos: y serás
bienaventurado, porque no tienen con qué corresponderte; mas se te
galardonará en la resurrección de los justos". (vv. 12-14)
Teofilacto
El convite se compone de dos clases de
personas, esto es, de los que convidan y de los convidados. A los
convidados ya les había aconsejado que fuesen humildes. Ahora premia
al que convida, aconsejándole que no lo haga por agradar a los
hombres. Por esto añade: "Y decía también al que le había convidado:
Cuando das una comida o una cena no llames a tus amigos", etc.
Crisóstomo,
homil.14 in epist. ad Colos
Hay muchas razones por las que se forman
los vínculos de la amistad. Pasando en silencio las ilícitas,
hablaremos sólo de las naturales y las morales. Las naturales son la
de un padre con su hijo, la de un hermano con su hermano y otras
semejantes, lo cual significa cuando dice: "ni a tus hermanos ni a tus
parientes". Y morales son las de los que se encuentran en un convite o
son vecinos y respecto de éstas dice: "ni a tus vecinos".
Beda
No prohíbe como un delito que se convide a
los hermanos, a los amigos y a los ricos, pero manifiesta que, como
los otros comercios de la necesidad humana, de nada nos aprovecha para
obtener la salvación. Por esto añade: "No sea que te vuelvan ellos a
convidar y te lo paguen". No dice que se pecará. Y esto se parece a lo
que dice en otro lugar ( Lc 6,36): "¿Y si
hacéis beneficios a los que os los hacen, en qué consistirán vuestros
méritos?" Hay también ciertos convites de hermanos y de vecinos, que
no sólo no producen beneficio en la presente vida, sino que exponen a
la condenación en la otra. Aquellos, por ejemplo, que se celebran
contribuyendo todos a los gastos, o que paga cada cual con otro
convite y en los cuales se conviene en hacer algo malo, excitándose
muchas veces las pasiones por el exceso en la bebida.
Crisóstomo, hom. 1 in Ep. ad Col
Por tanto, no hagamos beneficios a otros
en la confianza de que nos lo paguen, porque esta intención es fría y
de aquí viene que tal amistad se desvanezca pronto. Pero si convidas
al pobre, tendrás por deudor a Dios, que nunca olvida. Por esto sigue:
"Mas cuando haces convite, llama a los pobres, lisiados, cojos y
ciegos". Cuanto más pequeño es tu hermano, tanto más se aproxima
Cristo y visita por él. Porque quien recibe a un grande lo hace muchas
veces por vanagloria y por otros fines y se busca en muchas ocasiones
la ventaja de ser promovido por él. Yo podría hacer mención de muchos
que tratan a muy ilustres senadores para obtener por medio de ellos
gracias extraordinarias y elevados puestos. No busquemos, pues, a los
que pueden pagarnos los convites. Por esto sigue: "Y serás
bienaventurado, porque no tienen con qué corresponderte". No nos
turbemos, por tanto, cuando no recibamos el pago de nuestros
beneficios, sino cuando lo recibamos; porque si lo recibimos aquí,
nada recibiremos allí; pero si los hombres no nos pagan, Dios nos lo
pagará. Por esto añade: "Mas se te galardonará en la resurrección de
los justos", etc.
Beda
Y aun cuando todos resucitan, se llama,
sin embargo, resurrección de los justos, porque no dudan que serán
bienaventurados en esta resurrección. Por tanto, los que convidan a
los pobres recibirán el premio en la otra vida, pero los que convidan
a los amigos, a los hermanos y a los ricos ya reciben aquí su premio.
Mas cuando se hace esto por Dios, a imitación de los hijos de Job,
como los otros deberes del amor fraternal, el mismo que lo manda
recompensa.
Crisóstomo,
, ut sup
Pero dirás: el pobre está sucio y lleno de
inmundicias, lávale y haz que se siente contigo a la mesa. Y si lleva
vestidos sucios, dale un vestido limpio. Es Jesucristo quien viene por
él y tú te ocupas de cosas frívolas.
San Gregorio Niceno,
in Cat. graec. Patr
No menosprecies a los caídos como indignos
de todo. Piensa lo que son y encontrarás su gran mérito. Son imagen
del Salvador, herederos de los bienes celestiales, tienen las llaves
del reino de la gloria, son acusadores y defensores idóneos, que no
hablan, pero que son examinados por el juez.
Crisóstomo,
ubi sup
Convendría también recibirlos en la
terraza que hay arriba en vuestras casas; y si no os agrada, al menos
recibid a Cristo en la parte baja de ella, en donde están los criados
y los animales. Que el pobre se quede siquiera a la puerta. Donde se
da limosna no se atreve a penetrar el diablo, y si no quieres que se
sienten contigo, al menos mándales algo de tu mesa.
Orígenes,
vel Geometer, in Cat. graec. Patr
En sentido espiritual, el que evita la
vanagloria llama a los pobres a un convite espiritual (esto es, a los
ignorantes) para enriquecerlos. A los débiles (o a los que tengan la
conciencia dañada) para curarlos. A los cojos (o a los que se apartan
de la recta razón) para que enderecen sus caminos. A los ciegos (esto
es, a los que carecen de la contemplación de la verdad) para que vean
la verdadera luz. Y respecto a lo que dice: "Porque no tienen con qué
corresponderte", se entiende que no supieron qué responder.
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15-24 |
Cuando uno de los que
comían a la mesa oyó esto, le dijo: "Bienaventurado el que comerá pan
en el reino de Dios". Y El le dijo: "Un hombre hizo una grande cena y
convidó a muchos. Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de los
siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba
aparejado: Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo:
He comprado una granja y necesito ir a verla; te ruego que me tengas
por excusado. Y dijo otro: He comprado cinco yuntas de bueyes, y
quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado. Y dijo
otro: He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá. Y volviendo el
siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre
de familias dijo a su siervo: Sal luego a las plazas, y a las calles
de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y
cojos hallares. Y dijo el siervo: Señor, hecho está como lo mandaste y
aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Sal a los caminos, y a los
cercados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa. Mas os digo,
que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados gustará mi cena".
(vv. 15-24)
Eusebio,
in Cat. graec. Patr
El Señor había enseñado antes a invitar a
un convite a los que no pudieran darle, a fin de recibir la recompensa
en la resurrección de los justos; y por tanto, creyendo uno de los
convidados que era lo mismo la resurrección de los justos y el reino
de Dios, recomienda la antedicha recompensa. Por tanto sigue: "Cuando
uno de los que comían en la mesa oyó esto, le dijo: Bienaventurado el
que comerá pan en el reino de Dios", etc.
San Cirilo,
ubi sup
Este hombre era todo carnal, no
comprendiendo lo que Jesús había dicho y creía que los premios de los
santos eran materiales.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 33
Como éste suspiraba por lo que estaba
lejos, no veía el pan que deseaba y tenía delante. ¿Cuál es el pan del
reino de Dios, sino el que dice ( Jn 6,41):
"Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo"? No preparéis la boca,
sino el corazón.
Beda
Como muchos perciben el olor, digámoslo
así, de este pan por la fe y les hastía su dulzura gustándolo
verdaderamente, declara el Señor en la parábola siguiente que esta
indiferencia no es digna de los banquetes celestiales. Sigue, pues: "Y
El le dijo: Un hombre hizo una grande cena y convidó a muchos".
San Cirilo,
ubi supr
Este hombre es Dios Padre, conforme a la
verdad figurada en estas imágenes.
San Crisóstomo
Siempre que el Señor quiere dar a conocer
su poder de castigar, se compara al oso, al leopardo, al león y a
otros animales semejantes y cuando quiere expresar su misericordia, se
compara al hombre.
San Cirilo
El Creador de todas las cosas, Padre de la
gloria (el Señor), preparó una gran cena ordenada en Cristo. Y en los
tiempos modernos, casi al final de nuestro siglo, brilló para nosotros
el Hijo de Dios. Y sufriendo la muerte por nosotros nos dio a comer su
propio cuerpo, por lo que el cordero fue inmolado por la tarde, según
la ley de Moisés. Con razón, por tanto, se ha llamado cena al convite
preparado en Jesucristo.
San Gregorio,
in hom. 36, in Evang
Celebró una gran cena porque nos preparó
la saciedad de su eterna dulzura; llamó a muchos pero vienen pocos.
Porque sucede con frecuencia que aun los mismos que le están sometidos
por la fe contradicen con su vida el convite eterno. Hay una
diferencia entre las complacencias del cuerpo y las del corazón y es
que cuando no se disfrutan las del cuerpo se tiene un gran deseo de
ellas; y cuando se obtienen, hastían por la saciedad al que las
alcanza. Lo contrario sucede con las delicias espirituales. Cuando no
se tienen parecen desagradables; y cuando se alcanzan, se desean más.
La suprema piedad nos recuerda y ofrece a nuestros ojos las delicias
desdeñadas y nos excita a que rechacemos el disgusto que nos causan.
Por esto sigue: "Y envió a uno de sus siervos".
San Cirilo,
ubi sup
Este siervo que envió fue el mismo
Jesucristo, el cual, siendo por naturaleza Dios y verdadero Hijo de
Dios, se humilló a sí mismo tomando la forma de siervo. Fue enviado a
la hora de la cena. El Verbo del Padre no tomó, pues, nuestra
naturaleza en el principio, sino en los últimos tiempos. Añade, pues:
"Porque todo estaba aparejado". El Padre había preparado en Jesucristo
los bienes dados por El al mundo: el perdón de los pecados, la
participación del Espíritu Santo y el brillo de la adopción. A esto
nos llamó Jesucristo por las enseñanzas de su Evangelio.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 33
Este hombre, mediador entre Dios y el
hombre, es Jesucristo. Envió a que viniesen los invitados, esto es,
los llamó por los profetas enviados con este fin, los cuales en otro
tiempo invitaban a la cena de Jesucristo. Fueron enviados en varias
ocasiones al pueblo de Israel. Muchas veces los llamaron para que
viniesen a la hora de la cena; aquéllos recibieron a los que los
invitaban, pero no aceptaron la cena. Leyeron a los profetas y mataron
a Cristo. Y entonces prepararon, sin darse cuenta de ello, esa cena
para nosotros. Una vez preparada la cena (esto es, una vez sacrificado
Jesucristo), fueron enviados los apóstoles a los mismos a quienes
antes habían sido enviados los profetas.
San Gregorio,
ut sup
Por este siervo, que fue enviado por el
padre de familia para invitar, está representado el orden de
predicadores. Muchas veces suele suceder que un poderoso tenga un
criado despreciable y cuando el amo manda algo por medio de él, no se
menosprecia a la persona del criado que habla, porque se respeta a la
del señor que lo envía. Dios nos ofrece, pues, lo que debía ser
rogado, en vez de rogar. Quiere dar lo que casi no podía esperarse y,
sin embargo, todos se excusan a una. Sigue, pues: "Y empezaron todos a
una a excusarse". He aquí que un hombre rico es quien convida y los
pobres se apresuran en acudir: somos invitados al convite de Dios y
nos excusamos.
San Agustín,
ut sup
Tres fueron las excusas que se dieron, de
las que se añade: "El primero le dijo: He comprado una granja y
necesito ir a verla", etc. En la granja comprada se da a conocer el
dominio, luego el vicio de la soberbia es el primer castigado. El
primer hombre que no quiso tener señor, quiso serlo él.
San Gregorio,
ut sup
También se representan los bienes de la
tierra por la granja. Sale, pues, a verla el que sólo fija su atención
en la sustancia de los bienes de la tierra.
San Ambrosio
Así, pues, se prescribe al varón de la
milicia santa que menosprecie los bienes de la tierra. Porque el que
atendiendo a cosas de poco mérito compra posesiones terrenas, no puede
alcanzar el reino del cielo. Porque dice el Señor (
Mt 19,21): "Vende todo lo que tienes y sígueme".
Prosigue: "Y dijo otro: He comprado cinco
yuntas de bueyes y quiero ir a probarlas".
San Agustín De verb. Dom.
serm. 3
Las cinco yuntas de bueyes son los cinco
sentidos corporales. En los ojos está la vista, en las orejas el oído,
en las narices el olor, en las fauces el gusto y en todos los miembros
el tacto. Pero a los que especialmente se apropian las yuntas es a los
tres primeros sentidos: dos son los ojos, dos las orejas, dos las
narices. He aquí tres yuntas. Y en las fauces, esto es, en el sentido
del gusto, se encuentra cierto doble sentido, porque no percibimos el
sabor de una cosa si no juntamos la lengua al paladar. La
voluptuosidad de la carne, que pertenece al tacto, oculta una doble
sensación, que es interior y exterior. Se llaman yuntas de bueyes
porque por medio de estos sentidos carnales se buscan todas las cosas
terrenas y los bueyes están inclinados hacia la tierra. Y los hombres
que no tienen fe, consagrados a las cosas de la tierra, no quieren
creer otra cosa más que aquellas que perciben por cualquiera de estos
cinco sentidos corporales. No, dicen, nosotros no creemos más que lo
que vemos. Cuando pensamos de tal modo, aquellas cinco yuntas de
bueyes nos impiden ir a la cena. Para que conozcáis, sin embargo, que
la complacencia de estos cinco sentidos no es la que más arrastra y
deleita, sino cierta curiosidad, no dijo: he comprado cinco yuntas de
bueyes y voy a darles de comer, sino, voy a probarlas.
San Gregorio,
in Evang hom. 36
Y como los sentidos corporales no pueden
comprender las cosas interiores y sólo conocen las exteriores, puede
muy bien entenderse por ellos la curiosidad, que examinando la vida
ajena desconoce la suya íntima y cuida de verlo todo por el exterior.
Pero debe advertirse que el que por haber comprado una granja y el que
por probar las yuntas de los bueyes se excusan de ir a la cena del que
los convida, confunden las palabras de humildad. Porque cuando dicen
ruego y menosprecian el ir, en la palabra aparece la humildad, pero en
la acción la soberbia.
Prosigue: "Y otro dijo: He tomado mujer y
por eso no puedo ir allá".
San Agustín., De verb. Dom. serm. 33.
Esta es la pasión carnal que estorba a
muchos. ¡Ojalá que sólo fuese exterior y no interior! El que dice: "He
tomado mujer", se goza en la voluptuosidad de la carne y se excusa de
ir a la cena. Mire no sea que muera de hambre interior.
San Basilio,
in Cat. graec. Patr
Dice también: "No puedo venir", porque
cuando el entendimiento humano se fija en las complacencias del mundo,
se incapacita para las obras divinas.
Greg., ut sup.
Aunque el matrimonio es bueno y ha sido
establecido por la Divina Providencia para propagar la especie, muchos
no buscan esta propagación, sino la satisfacción de sus voluptuosos
deseos; y por tanto, convierten una cosa justa en injusta.
San Ambrosio.
No es que se vitupere el matrimonio, pero
la virginidad es mucho más honrosa. Porque la mujer virgen piensa en
lo que es del Señor, para santificar su cuerpo y su alma, mientras que
la casada piensa en las cosas del mundo ( 1Cor
7,34)
1.
San Agustín,
ut sup
Cuando dijo San Juan (
1Jn 2,16): todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la
carne, concupiscencia de los ojos y ambición del siglo, empezó por
donde el Evangelio acaba. Concupiscencia de la carne, he tomado mujer.
Concupiscencia de los ojos, he comprado cinco yuntas de bueyes.
Ambición del siglo, he comprado una granja. Tomando la parte por el
todo, los cinco sentidos se expresan en sólo los ojos, que son el
principal entre ellos. Por tanto, aunque la vista pertenezca
propiamente a los ojos, solemos decir que el hombre ve por todos los
cinco sentidos.
San Cirilo
¿Quiénes diremos que fueron los que no
quisieron venir por las causas predichas, sino los príncipes de los
judíos, a quienes vemos reprendidos en todo este pasaje de la Sagrada
Escritura?
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Estos que compraron la granja y rehúsan o
se excusan de ir a la cena, son aquellos que habiendo recibido otras
enseñanzas de la Divinidad, no las practicaron y despreciaron el Verbo
que poseían. Este que compró cinco yuntas de bueyes, es todo aquel que
menosprecia su naturaleza espiritual y se fija en lo sensible, por lo
que no puede conocer la naturaleza incorpórea. El que tomó mujer es el
que está unido a la carne y prefiere sus pasiones al amor de Dios (
1Tim 3,4).
San Ambrosio
O bien consideremos que tres clases de
personas son excluidas de esta cena: los gentiles, los judíos y los
herejes. Los judíos se imponen el yugo de la ley en sentido material.
Las cinco yuntas representan los diez mandamientos, acerca de los que
se dice en el Deuteronomio ( Dt 4,13): "El os
reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez Palabras
que escribió en tablas de piedra", esto es, los mandamientos del
decálogo. O de otro modo: las cinco yuntas son los cinco libros de la
antigua ley y la herejía que, a imitación de Eva, tienta el afecto de
la fe con femenil seducción. Y el Apóstol ( Ef
5; Col 3; Heb 13;
2Tim 2) dice que debemos huir de la avaricia,
no sea que, como sucede a los gentiles, nos incapacitemos de poder
llegar al reino de Jesucristo. Por tanto, aquél que compró la granja
no es apto para el reino de los cielos, ni el que prefirió el yugo de
la ley al don de la gracia, ni el que se excusa por haber tomado
mujer. Prosigue: "Y volviendo el siervo dio cuenta a su señor de todo
esto".
San Agustín Super Gen.
5, 19
El Señor no necesita de sus enviados para
conocer a las criaturas inferiores, como si hubiera de saber más por
ellos, sino que conoce todas las cosas permanente e inimitablemente y
tiene mensajeros por nosotros y por ellos mismos, porque de este modo,
en el orden de su propia naturaleza, está bien que se presenten a Dios
para consultarle sobre las criaturas inferiores y para ejecutar sus
mandatos.
San Cirilo,
ubi sup
Habiendo renunciado a su vocación los
príncipes de los judíos, según ellos decían ( Jn
7,48): "¿acaso ha creído en El alguno de nuestros príncipes?", se
indignó el padre de familia contra ellos, como acreedores a su
indignación y a su ira. Por esto sigue: "Entonces airado el padre de
familia", etc.
San Basilio in Sal. 37
No porque la Divinidad pueda tener la
pasión de la ira, sino que lo que en nosotros se hace por la ira se
llama ira o indignación de Dios.
San Cirilo,
ubi sup
Así, pues, se dice que se indignó el padre
de familia contra los príncipes de los judíos y fueron llamados en
lugar de ellos los que eran de entre los judíos más sencillos y de
inteligencia más limitada. Habiendo hablado Pedro, primero creyeron
tres mil ( Hch 2,41), después cinco mil (
Hch 4,4) y después gran parte del pueblo. Por
esto añade: "Dijo a su siervo: Sal luego a las plazas y a las calles
de la ciudad y tráeme acá cuantos pobres y lisiados y ciegos y cojos
hallares".
San Ambrosio
Invita a los pobres, a los débiles y a los
ciegos, para dar a conocer que la enfermedad del cuerpo no impide la
entrada en el reino de los cielos, que rara vez falta aquel que no
halla incentivo en el pecado, o que la enfermedad de los pecadores se
perdona por la misericordia del Señor. Por esto envía a las plazas
para que vengan al camino estrecho, abandonando los caminos anchos.
San Gregorio,
in Evang hom. 36
Y como los soberbios no quieren venir,
elige a los pobres. Se llaman débiles y pobres los que según su propio
juicio están enfermos, porque son como fuertes los pobres a quienes
ensoberbece la pobreza. Son ciegos los que no tienen ninguna luz o
talento; cojos los que no andan derechos en sus obras. Pero mientras
los vicios de éstos se dan a conocer en la enfermedad de los miembros,
como fueron pecadores los que no quisieron venir una vez llamados, así
lo son los que son instados y vienen. Pero los pecadores soberbios son
rechazados y los humildes son elegidos. El Señor elige a los que el
mundo desprecia, porque muchas veces sucede que el desprecio hace al
hombre fijarse en sí mismo y algunos oyen la voz del Señor tanto más
pronto cuanto menos complacencias les ofrece el mundo. Por tanto,
cuando el Señor llama a algunos de las calles y de las plazas para que
vengan a su cena, se refiere a aquel pueblo que había conocido muy
temprano la gran importancia de la ley, pero la multitud del pueblo de
Israel que creyó, no llenó todo el espacio preparado del celestial
convite. Por esto prosigue: "Y dijo el siervo: Señor, hecho está como
lo mandaste y aun hay lugar", etc. Había entrado ya gran número de
judíos, pero aún queda mucho lugar en el reino donde debe recibirse
multitud de gentiles. Por esto sigue: "Y dijo el señor al siervo: Sal
a los caminos y a los cercados y fuérzalos a entrar". Cuando mandó
recoger a sus convidados de los cercados y de los caminos buscó al
pueblo bárbaro, esto es, al pueblo gentil.
San Ambrosio
Mandó a los caminos y a los cercados,
porque son aptos para el reino de los cielos aquellos que no
ocupándose de las delicias de esta vida, se apresuran a buscar las del
cielo. Puestos en el camino de la buena voluntad -y así como el
cercado separa lo que está cultivado de lo que no lo está, e impide la
entrada de las bestias-, saben distinguir las cosas buenas de las
malas y oponer la muralla de la fe contra las tentaciones de la
disipación espiritual.
San Agustín,
, De verb. Dom. serm. 33
Vinieron los gentiles de las plazas y de
las calles y los herejes de los cercados. Porque los que hacen
cercados, establecen divisiones, se separan de los cercados, se
apartan de las espinas, pero no quieren ser obligados y dicen:
entremos por nuestra propia voluntad. Y no es lo que mandó el Señor
que dijo: obliga a entrar. La necesidad se encuentra afuera, de donde
nace la voluntad.
San Gregorio,
ut sup
Todos los que son obligados por las
adversidades del mundo a volver al amor de Dios, son obligados a
entrar. Pero es muy terrible la sentencia que sigue: "Mas os digo, que
ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena".
Por tanto, que ninguno lo desprecie, no sea que si se excusa cuando se
lo llame, no pueda entrar cuando él quiera.
Notas
1. San
Ambrosio sigue aquí la enseñanza que ya encontramos en San Pablo,
p.e.j: "La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de
las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas
la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su
marido" ( 1Cor 7,34). Al tema de la
virginidad dedica San Ambrosio varias obras: De
virginibus; De virginitate; De institutione virginis.
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25-27 |
Y muchas gentes iban con
El: y volviéndose les dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su
padre, y madre, y mujer e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también
su vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz a
cuestas, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". (vv. 25-27)
San Gregorio,
homil. 37, in Evang
El alma se enardece cuando oye hablar de
los premios de la gloria y quisiera encontrarse allí, en donde espera
gozar eternamente. Pero los grandes premios no pueden alcanzarse sino
por medio de grandes trabajos. Por esto se dice: "Y muchas gentes iban
con El y volviéndose les dijo".
Teofilacto
Como muchos de los que le seguían no lo
hacían con todo afecto, sino con tibieza, da a conocer cómo debe ser
su discípulo.
San Gregorio,
ut sup
Pero debe examinarse por qué se nos manda
aborrecer a nuestros padres y a nuestros parientes carnales
1,
cuando se nos manda amar a nuestros enemigos. Si examinamos el sentido
del precepto, veremos que podemos hacer una y otra cosa con
discreción, de modo que amemos a los que están unidos con nosotros por
los vínculos de la carne y que conocemos como prójimos, e ignoremos y
huyamos de los que encontremos como adversarios en los caminos del
Señor. Pues no escuchando al que, sabio según la carne, nos conduce al
mal venimos a amarlo, por decirlo así, con nuestro odio.
San Ambrosio
Pero no manda el Señor desconocer la
naturaleza, ni ser cruel e inhumano, sino condescender con ella, de
modo que veneremos a su autor y que no nos separemos de Dios por amor
de nuestros padres.
San Gregorio,
ut sup
El Señor, para dar a conocer que este odio
hacia los prójimos no debe nacer de la afección o de la pasión, sino
de la caridad, añadió lo que sigue: "Y aun también su vida". Porque es
evidente que amando debe aborrecer al prójimo el que lo aborrece como
a sí mismo, puesto que aborrecemos con razón nuestra vida cuando no
condescendemos con sus deseos carnales, cuando contrariamos sus
apetitos y resistimos a sus pasiones. Ahora, puesto que despreciada se
vuelve mejor, viene a ser amada por el odio
2.
San Cirilo
No debe aborrecerse la vida, que aun el
mismo San Pablo conservó en su cuerpo con el fin de poder anunciar a
Jesucristo. Pero cuando convenía despreciar la vida para dar término a
su carrera, confiesa que no es de ningún precio para él (
Hch 20,24).
San Gregorio,
ut sup
Manifiesta cuál debe ser este
aborrecimiento de la vida añadiendo: "Y el que no lleva su cruz a
cuestas", etc.
Crisóstomo
No dijo esto para que llevemos una
verdadera cruz sobre nuestros hombros, sino para que tengamos siempre
la muerte ante nuestros ojos. Así era como moría todos los días San
Pablo ( 1Cor 15) y despreciaba la muerte.
San Basilio
Tomando la cruz anunciaba la muerte del
Señor, diciendo ( Gál 6,14): "El mundo está
crucificado para mí y yo lo estoy para el mundo", lo cual anticipamos
nosotros por el bautismo, en que nuestro hombre viejo es crucificado,
para que se destruya el cuerpo del pecado.
San Gregorio,
ut sup
O porque la palabra cruz quiere decir
tormento, nosotros llevamos la del Señor de dos maneras: cuando
mortificamos la carne por la abstinencia, o cuando hacemos nuestras
las aflicciones de nuestros prójimos por la compasión. Pero como
algunos hacen ver las mortificaciones de su carne, no por Dios, sino
por vanagloria y son compasivos, no espiritual, sino materialmente,
con razón añade: "Y viene en pos de mí". Llevar la cruz e ir en pos de
Jesucristo, es lo mismo que guardar la abstinencia de la carne y
compadecerse del prójimo con el afán de ganar la eterna
bienaventuranza.
Notas
1. "Aborrecer"es
un modo semítico (hebreo) de expresar un amor único, que no permite
comparación en el plano de la igualdad. En este caso, se refiere al
amor a Jesús, como se ve también en Mt 10,
37. Es claro que se refiere a que el amor al padre, a la madre y/o a
los hijos no puede compararse con el amor que debemos tener al Señor
Jesús.
2. En
un lenguaje que hoy nos podría sonar algo negativo, los Padres quieren
indicar, con la palabra "odio", el rechazo del pecado que hay en el
hombre, y el esfuerzo ascético por dar muerte al hombre viejo.
"Aborrecerse a sí mismo" quizá podría traducirse hoy por: "amarse
rectamente a sí mismo", en el sentido ascético antes mencionado.
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28-33 |
"Porque, ¿quién de
vosotros, queriendo edificar una torre, no cuenta primero de asiento
los gastos que son necesarios, viendo si tiene para acabarla? No sea
que después que hubiere puesto el cimiento, y no la pudiese acabar,
todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él diciendo: este
hombre comenzó a edificar y no ha podido acabar. ¿O qué rey queriendo
salir a pelear con otro rey, no considera antes de asiento, si podrá
salir con diez mil hombres a hacer frente al que viene contra él con
veinte mil? De otra manera, aun cuando el otro está lejos, envía su
embajada pidiéndole tratado de paz. Pues así cualquiera de vosotros
que no renuncie a lo que posee no puede ser mi discípulo". (vv. 28-33)
San Gregorio,
in Evang hom. 37
Porque los sublimes mandamientos han sido
dados, añade en seguida la comparación de un gran edificio diciendo:
"Porque, ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, sentándose
primero, no cuenta los gastos?", etc. Por tanto, todo lo que hacemos
debemos prepararlo con la meditación debida. Si proyectamos levantar
la torre de la humildad, primeramente debemos prepararnos a sufrir las
adversidades de este mundo.
San Basilio,
in Esai. 2, capítulo visio. 2
Una torre es una atalaya alta para
defender una ciudad y para observar las acometidas de los enemigos. A
modo de una torre de esta clase se nos ha dado el entendimiento para
conservar los bienes y prever los males. El Señor nos mandó que nos
sentásemos para calcular al empezar la edificación si podríamos
concluirla.
San Gregorio Niceno,
De virg. cap. 18
Se debe perseverar para llegar al término
de toda ardua empresa, observando los mandamientos de Dios para
consumar esta obra divina. Porque ni la fábrica de la torre es una
sola piedra, ni el cumplimiento de uno solo de los preceptos puede
conducir al alma a la perfección, sino que debe existir el cimiento.
Y, según el Apóstol ( 2Cor 3), sobre éste se
han de colocar las piezas de oro, de plata y piedras preciosas. Por
esto sigue: "No sea que después que hubiese puesto el cimiento", etc.
Teofilacto
No debemos, pues, poner el cimiento -esto
es, empezar a seguir a Jesucristo- y no dar fin a la obra como
aquellos de quienes dice San Juan ( Jn 6,66)
que muchos de sus discípulos se retiraron. Puede considerarse también
como fundamento por ejemplo la enseñanza de la palabra sobre la
abstinencia. Es necesario, pues, a dicho fundamento el edificio de las
obras, para que podamos terminar la torre de la fortaleza contra el
enemigo ( Sal 3,4). De otro modo aquel hombre
sería objeto de burla para todos los que lo viesen, ya fuesen hombres
ya demonios.
San Gregorio,
ut sup
Porque si cuando nos ocupamos de buenas
obras no vigilamos con cuidado contra los espíritus malignos, seremos
objeto de burla de los que al mismo tiempo nos aconsejan el mal. Pero
de esta comparación pasa a otra más elevada, para que las cosas más
pequeñas nos hagan pensar en las más grandes y dice: "O qué rey
queriendo salir a pelear contra otro rey, no se sienta primero y
considera si podrá salir con diez mil hombres, a hacer frente al que
viene contra él con veinte mil"
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Es nuestro deber pelear contra los
espíritus del mal que están en el aire ( Ef
6). Nos asedia una multitud de otros enemigos: el azote de la carne,
la ley del pecado que impera en nuestros miembros y varias pasiones.
He aquí la temible multitud de enemigos.
San Agustín De quaest.
Evang. 2, 31
O los diez mil que han de pelear con el
rey que tiene veinte mil representan la sencillez del cristiano, que
ha de pelear contra la doblez del diablo.
Teofilacto
El rey que domina en nuestro cuerpo mortal
es el pecado ( Rom 6), pero nuestro
entendimiento también ha sido constituido en rey. Por tanto, el que
quiera pelear contra el pecado, piense consigo mismo y con toda su
alma. Porque los demonios son los satélites del pecado, que parecen
ser veinte mil contra nuestros diez mil. Porque siendo incorpóreos,
comparados con nosotros que somos corpóreos, parece que tienen mucha
mayor fuerza.
San Agustín,
ut sup
Así como dijo el Señor que no debemos
trabajar en la torre que no podamos concluir, con el fin de que no nos
ultrajen diciendo: este hombre empezó a edificar y no pudo concluir,
así en lo del rey con quien hay que pelear, denunció la paz misma
cuando dijo: "De otra manera, cuando el otro está lejos, envía su
embajada pidiéndole tratados de paz", significando también que no
podrán resistir las tentaciones con que nos amenaza el demonio
aquéllos que, aunque renuncien a todo lo que tienen, hacen con él la
paz consintiendo en cometer pecados.
San Gregorio,
ut sup
O bien en aquel tremendo juicio no vamos a
nuestro rey como iguales porque diez mil contra veinte mil suyos, es
como uno contra dos. Viene a pelear con un ejército doble en contra
del sencillo. Porque sólo estamos preparados por la obra y El discute
a la vez nuestra obra y nuestro pensamiento. Cuando todavía está lejos
el que no aparece aún para el juicio, enviémosle en embajada nuestras
lágrimas, nuestras obras de misericordia, nuestros sacrificios de
propiciación. Esta es nuestra embajada, que aplaca al rey que viene.
San Agustín Ad Laetam
epist. 38
Nos declara el sentido de estas parábolas
diciendo en esta ocasión: "Pues así cualquiera de vosotros que no
renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo". Por tanto,
el dinero para edificar la torre y la fuerza de diez mil contra el rey
que viene con veinte mil, no significan otra cosa sino que cada uno
renuncie a todo lo que posee. Lo dicho antes concuerda con lo que
ahora se dice, porque en renunciar cada uno a todo lo que posee se
incluye también el aborrecer a su padre, a su madre, a su mujer, a sus
hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida
1.
Todas estas cosas son propias de cada uno y son obstáculo e
impedimento para obtener, no lo temporal y transitorio, sino lo que es
común a todos y habrá de subsistir siempre.
San Basilio
El Señor se propone con los ejemplos
citados no facultar o dar licencias a cada uno para que se haga o no
discípulo suyo, como puede uno no poner el cimiento o no tratar de la
paz, sino manifestar la imposibilidad de agradar a Dios entre aquellas
cosas que distraen el alma y la ponen en peligro, haciéndola más
accesible a las asechanzas y astucias del enemigo.
Beda
Hay diferencia entre renunciar a todas las
cosas y dejarlas, porque es de un pequeño número de perfectos el
dejarlas -esto es, posponer los cuidados del mundo- mientras que es de
todos los fieles el renunciarlas -esto es, tener las cosas del mundo
de tal modo que por ellas no estemos ligados al mundo-.
Notas
1.
"Aborrecer" en el sentido indicado en la nota anterior.
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34-35 |
"Buena es la sal. Mas si
la sal perdiera su sabor ¿con qué será sazonada? No es buena ni para
la tierra, ni para el muladar. Mas la echarán fuera. Quien tiene
orejas de oír, oiga". (vv. 34-35)
Beda
Había dicho antes que no sólo debe
empezarse la torre de las virtudes, sino también que debe completarse.
A esto se refiere lo que dice a continuación: "Buena es la sal". Es
bueno esconder la sal de la sabiduría espiritual en los misterios del
corazón y mucho mejor hacerse con los apóstoles sal de la tierra (
Mt 5).
Eusebio
La naturaleza de la sal se compone de
agua, aire y un poco de tierra. Tiene la propiedad de secar la parte
líquida de los cuerpos corruptibles y de conservar los cuerpos
muertos. Por tanto, con razón compara el Señor a sus discípulos con la
sal, porque habían sido regenerados por el agua y el espíritu. Y como
vivían de un modo puramente espiritual y no según la carne convertían
-como la sal- la vida corrompida de los hombres que vivían en el mundo
y preservaban a quienes los seguían, invitándolos a la práctica de la
virtud.
Teofilacto
Quiere que sean útiles a sus prójimos, no
sólo aquellos que fueron dotados de gracia para enseñar, sino también
los particulares, como lo es la sal. Pero si se corrompe el que había
de ser útil para los demás, no podrá ser socorrido. Por esto sigue:
"¿Y si la sal perdiere su sabor, con qué será sazonada?"
Beda
Como diciendo: si alguno se hace apóstata
después de haber sido iluminado por la sal de la verdad, ¿por qué otro
doctor será corregido? Este es el que, espantado por las adversidades
del mundo o arrastrado por los placeres, renuncia a la dulzura de la
sabiduría que él mismo ha gustado. Por esto sigue: "No es buena ni
para la tierra ni para el muladar", etc. Cuando la sal deja de servir
para condimentar los alimentos y secar las carnes, no es aprovechable
para ninguna otra cosa. No es útil para la tierra, porque impide la
fertilidad. Tampoco aprovecha para el estercolero que ha de servir
para abono. Así, el que después de conocer la verdad retrocede, no
puede dar fruto de buenas obras ni puede perfeccionar a otros, por lo
que debe echársele fuera, esto es, debe separárselo de la unidad de la
Iglesia.
Teofilacto
Como este discurso era parabólico y
oscuro, estimulando el Señor a quienes lo oían a no tomar en cualquier
sentido sus palabras acerca de la sal, añade: "Quien tiene orejas para
oír, oiga". Esto es, entienda según la capacidad de su sabiduría. Por
las orejas debemos entender aquí la fuerza intelectual del alma y su
aptitud para comprender.
Beda
O bien: oiga cada uno, no menospreciando,
sino obedeciendo y haciendo lo que aprendió.
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