CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-07 |
Y se acercaban a El los
publicanos y pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas
murmuraban diciendo: "Este recibe pecadores, y come con ellos". Y les
propuso esta parábola diciendo: "¿Quién de vosotros es el hombre que
tiene cien ovejas, y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto y va a buscar la que se había perdido, hasta que
la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros gozoso. Y
viniendo a casa, llama a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Dadme el
parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo,
que así habrá más gozo en el cielo sobre un pecador que hiciere
penitencia, que sobre noventa y nueve justos, que no han menester
penitencia". (vv. 1-7)
San Ambrosio
Puede aprenderse en lo dicho hasta el
momento que no debemos preocuparnos de las cosas de la tierra, ni
preferir lo caduco a lo imperecedero. Pero como la fragilidad humana
no puede tener un instante firme mientras viva en este mundo impúdico,
este buen médico nos ha proporcionado remedios contra el error. Y como
Juez misericordioso, no nos niega la esperanza del perdón. Por esto
sigue: "Y se acercaban a El los publicanos", etc.
Glosa
Esto es, los que exigen tributos públicos,
o los arriendan y los que procuran obtener ganancias por medio de los
negocios.
Teofilacto
Esto lo consentía, porque con este fin
había tomado nuestra carne, acogiendo a los pecadores como el médico a
los enfermos. Pero los fariseos verdaderamente criminales
correspondían a esta bondad con murmuraciones. Por lo cual sigue: "Y
los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe", etc.
San Gregorio,
in Evang hom. 34
Por esta razón se deduce que la verdadera
justicia tiene compasión y la falsa justicia desdén, aun cuando los
justos suelen indignarse con razón por los pecadores. Pero una cosa es
la que se hace con apariencia de soberbia y otra la que se hace por
celo a la disciplina. Porque los justos, aunque exteriormente exageran
sus reprensiones por la disciplina, sin embargo, interiormente
conservan la dulzura de la caridad y, por lo general, prefieren en su
ánimo a aquellos a quienes corrigen, que a sí mismos. Obrando así
mantienen a sus súbditos en la disciplina y a la vez se mantienen
ellos en la humildad. Por el contrario, los que acostumbran a
ensoberbecerse por la falsa justicia, desprecian a todos los demás,
sin tener ninguna misericordia de los que están enfermos y, porque se
creen sin pecado, vienen a ser más pecadores. De este número eran los
fariseos, quienes cuando censuraban al Señor porque recibía a los
pecadores, reprendían con un corazón seco al que es la fuente misma de
la caridad. Pero como estaban enfermos o ignoraban que lo estaban, el
médico celestial usa con ellos, hasta que conociesen su estado, de
remedios suaves. Sigue, pues: "Y les propuso esta parábola: ¿Quién de
vosotros es el hombre que teniendo cien ovejas, si pierde una de
ellas, no deja las noventa y nueve y va a buscarla?" Propuso esta
semejanza que todo hombre puede comprender y, sin embargo, se refiere
al Creador de los hombres. Porque ciento es un número perfecto y El
tuvo cien ovejas porque poseyó la naturaleza de los santos ángeles y
de los hombres. Por esto, sigue: "Que tiene cien ovejas".
San Cirilo
Observa aquí la grandeza del reino de
nuestro Salvador. Cuando dice cien ovejas se refiere a toda la
multitud de las criaturas racionales que le están subordinadas; porque
el número cien, compuesto de diez décadas, es perfecto. Pero de éstas
se ha perdido una que es el género humano, que habita en la tierra.
San Ambrosio
Este pastor es tan rico, que todos
nosotros sólo formamos una centésima parte de su rebaño. Por eso
sigue: "Y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve", etc.
San Gregorio,
ut sup
Se perdió una oveja cuando el hombre
abandonó, por el pecado, los pastos de la vida. Se quedan las otras
noventa y nueve en el desierto. Porque el número de las criaturas
racionales (esto es, de los ángeles y de los hombres), que ha sido
creado para ver a Dios, queda disminuido con la pérdida del hombre.
Por esto sigue: "¿No deja las noventa y nueve en el desierto?" Esto
es, porque había dejado los coros de los ángeles en el cielo. El
hombre abandonó el cielo cuando pecó. Y para que se completase el
número de las ovejas en el cielo, era buscado el hombre, perdido en la
tierra. Por esto prosigue: "Y va a buscar la que se había perdido".
San Cirilo
¿Cómo es que abandona todas las demás y
sólo tiene caridad respecto de una sola? De ningún modo. Todas las
demás se encuentran en su redil, defendidas por su diestra poderosa.
Pero debía compadecerse más de la perdida, para que no quedase
incompleto el resto de sus criaturas. Una vez recogida ésta, el número
ciento recobra su perfección.
San Agustín De
quaest.Evang. 2, 32
O bien: aquellas noventa y nueve que dejó
en el desierto, se refieren a los soberbios que, llevando la soledad
-por decirlo así- en el alma, quieren aparecer como que son solos. A
estos les falta la unidad para la perfección. Así, cuando alguno se
separa de la verdadera unidad, se separa por soberbio. Deseando no
depender más que de su propio poder, prescinde de la unidad, que está
en Dios. Se aleja de todos los reconciliados por la penitencia, que se
obtiene con la humildad.
San Gregorio Niceno
Cuando el pastor encuentra la oveja, no la
castiga ni la conduce al redil violentamente sino que, colocándola
sobre sus hombros y llevándola con clemencia, la reúne con su rebaño.
Por esto sigue: "Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros
gozoso".
San Gregorio,
ut sup
Puso la oveja sobre sus hombros porque,
habiendo tomado la naturaleza humana, llevó sobre sí todos nuestros
pecados ( Is 53). Habiendo encontrado la
oveja, vuelve a su casa. Porque nuestro pastor, una vez redimida la
humanidad, vuelve al reino de los cielos. Por esto sigue: "Y viniendo
a casa, llama a sus amigos y vecinos diciéndoles: Dadme el parabién,
porque he hallado mi oveja que se había perdido". Llama amigos y
vecinos a los coros de los ángeles. Estos son amigos suyos, porque
constantemente cumplen su voluntad sin cesar. También son vecinos
suyos, porque gozan a su lado de la claridad de su presencia.
Teofilacto
Se llaman, pues, ovejas, los espíritus
celestiales, porque toda naturaleza creada es animal respecto de Dios.
Pero son llamados amigos y vecinos por ser criaturas racionales.
San Gregorio,
ut sup
Debe advertirse que no dice: Felicitaos
por la oveja encontrada, sino: dádmela a mí. Porque nuestra vida es su
alegría y cuando somos llevados al cielo hacemos el colmo de ella.
San Ambrosio
Los ángeles, como racionales, se alegran
también en la redención inmerecida de los hombres. Por esto sigue: "Os
digo, que así habrá más gozo en el cielo sobre un pecador que hiciere
penitencia, que sobre noventa y nueve justos que no han menester
penitencia". Sirva esto de aliciente para obrar bien. Porque cada uno
puede creer que su conversión será agradable a los coros de los
ángeles, cuyo patrocinio se debe buscar, así como se debe temer su
ofensa.
San Gregorio,
ut sup
Declara el Señor que habrá más alegría en
el cielo por la conversión de los pecadores que por la perseverancia
de los justos. Porque todos aquellos que no viven bajo el yugo del
pecado, están siempre en el camino de la justicia, pero no anhelan con
afán la patria celestial. Y la mayor parte andan perezosos en las
prácticas de las buenas obras, porque se creen seguros por no haber
cometido las culpas más graves. Por el contrario, aquellos que
recuerdan haber cometido faltas, afligidos por su dolor, se enardecen
en el amor de Dios. Y como ven que han obrado mal respecto del Señor,
recompensan los males primeros con los méritos que les siguen. Por
tanto, hay mayor alegría en el cielo. Como sucede en las batallas que
el capitán ama más a aquel soldado que después de haber huido vuelve y
combate con más ardor al enemigo, que a aquel que nunca ha vuelto las
espaldas, pero que nunca ha peleado con ardor. Así, el labrador estima
más aquella tierra que después de abrojos produce óptimos frutos, que
aquella que nunca produce ni espinas ni fruto abundante. Pero entre
estas cosas debe tenerse en cuenta que hay muchos justos cuya vida
causa tanta alegría que no puede preferirse a ella ninguna penitencia.
De aquí debe deducirse que el Señor goza mucho cuando el justo llora
humildemente, puesto que le llena de alegría que el pecador condene el
mal que ha hecho por la penitencia.
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08-10 |
"O ¿qué mujer que tiene
diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil y barre la
casa, y la busca con cuidado hasta hallarla? Y después que la ha
hallado, junta las amigas y vecinas, y dice: Dadme el parabién, porque
he hallado la dracma que había perdido. Así os digo, que habrá gozo
delante de los ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia". (vv.
8-10)
Cirilo
Por la parábola que precede, en la que se
dice que el género humano era una oveja descarriada, se nos enseña que
somos creaturas de Dios omnipotente que nos ha hecho a nosotros, -y no
nosotros a El- y que somos ovejas de sus pastos. Ahora añade la
segunda parábola, en que el género humano es comparado a una dracma
que se ha perdido. Por medio de ésta manifiesta que hemos sido creados
a imagen y semejanza del Rey, esto es, del Dios excelso. Porque la
dracma es una moneda que lleva impresa la imagen del rey. Por esto
dice: "¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiese una dracma",
etc.
San Gregorio,
in Evang hom. 34
Lo mismo que se representa por el pastor,
se representa por la mujer, porque aquél es el mismo Dios y ésta la
sabiduría de Dios. El Señor creó a imagen suya la naturaleza angélica
y la naturaleza humana para que lo conociesen. Tuvo diez dracmas,
porque nueve son los coros de los ángeles y, para completar el número
de los elegidos, el hombre fue creado décimo.
San Agustín De
quaest.Evang. 2, 33
También coloca entre las nueve dracmas,
así como entre las noventa y nueve ovejas, la representación de
aquellos que -presumiendo de sí- se prefieren a los pecadores que
vuelven al camino de la salvación. Uno falta a nueve para que sean
diez. Y al noventa y nueve también le falta uno para ser ciento. Este
uno designa a todos los reconciliados por la penitencia.
San Gregorio,
ut sup
Y como la imagen le representa en la
moneda, la mujer perdió la dracma cuando el hombre -que había sido
creado a imagen de Dios- dejó de parecérsele cuando pecó. Y esto es lo
que añade: "¿Si perdiere una dracma no enciende el candil?". La mujer
enciende la antorcha porque la sabiduría de Dios apareció en la
humanidad. La antorcha es una luz en un vaso de barro. La divinidad en
la carne es como la luz en el vaso de barro. Una vez encendida la
antorcha, prosigue: "Y barre la casa", porque así como su divinidad ha
resplandecido en la humanidad, toda nuestra conciencia quedó limpia.
Esta palabra barre no se diferencia de
limpia, que se lee en los demás códices.
Porque el alma depravada, si no se limpia primero por el temor, no
queda limpia de los defectos en que vivía. Una vez barrida la casa se
encuentra la dracma. Por eso sigue: "Y la busca con cuidado hasta
hallarla". Cuando la conciencia humana es sacudida
1, es
reparada en el hombre la semejanza del Creador.
San Gregorio Nacianceno
Una vez encontrada la dracma hace
participante de su alegría a los espíritus celestiales, a quienes hace
dispensadores de sus beneficios. Y sigue: "Y después que la ha
encontrado, junta a las amigas y vecinas", etc.
San Gregorio,
ut sup
Los espíritus celestiales se encuentran
tanto más unidos con la divina sabiduría, cuanto más se aproximan por
la gracia de su visión permanente.
Teofilacto
Son sus amigas, porque cumplen su
voluntad; vecinas suyas, porque son incorpóreas. O bien: son amigos
suyos todos los espíritus celestes, pero son sus vecinos los que están
más cerca, como son los tronos, los querubines y los serafines.
San Gregorio Niceno
De otro modo: creo que el Señor nos da a
conocer en la búsqueda de la dracma perdida que no nos viene utilidad
alguna de la práctica de las virtudes exteriores -a las que llama
dracmas- aun cuando se posean todas, si queda el alma como viuda de
aquella que le da el brillo de la semejanza de Dios. Por esto, primero
manda encender la luz -esto es, la palabra divina que descubre las
cosas ocultas-, o acaso la lámpara de la penitencia. Pero en la casa
propia -en sí mismo y en su conciencia- conviene buscar la dracma
perdida. Es decir, la imagen del rey, que no se ha perdido del todo,
sino que está cubierta debajo del abono, que significa la miseria
humana. Una vez quitado éste con esmero, es decir limpiado por el
esfuerzo de la vida, resplandece lo que fue encontrado. Por esto
conviene que aquella que la encuentra se alegre y que llame a
participar de su alegría a las vecinas, esto es, a las que están más
próximas, que son las virtudes; a saber: el entendimiento, la
sensibilidad y todos los afectos que puedan considerarse como propios
del alma, que deben alegrarse en el Señor. Finalmente, para concluir
la parábola añade: "Así os digo que habrá gozo delante de los ángeles
de Dios por un pecador que hace penitencia".
San Gregorio,
ut sup
Hacer penitencia es llorar los pecados
pasados y llorando, no volver a cometerlos. Porque el que llora unos
pecados a la vez que vuelve a cometerlos, o ignora qué es hacer
penitencia, o la hace fingidamente. Debe considerarse también que para
satisfacer a su Creador, aquel hombre que hizo lo que está prohibido
debe abstenerse aún de lo que está permitido y el que recuerde que
faltó en lo grave, debe censurarse por lo leve.
Notas
1.
"Sacudida", en el sentido de limpiar, sacudir el polvo, lo que hace
referencia al acto de barrer de la mujer que busca la dracma.
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11-16 |
Mas dijo: "Un hombre tuvo
dos hijos. Y dijo el menor de ellos a su padre: Padre, dame la parte
de la hacienda que me toca. Y él les repartió la hacienda. Y no muchos
días después, juntando todo lo suyo el hijo menor se fue lejos a un
país muy distante, y allí malrotó todo su haber, viviendo
disolutamente. Y cuando todo lo hubo gastado, vino una grande hambre
en aquella tierra, y él comenzó a padecer necesidad. Y fue, y se
arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra. El cual lo envió a
su cortijo a guardar puercos. Y deseaba henchir su vientre de las
mondaduras que los puercos comían y ninguno se las daba". (vv. 11-16)
San Ambrosio
San Lucas expone sucesivamente tres
parábolas: la de la oveja que se había perdido y se encontró; la de la
dracma que también se había perdido y se halló y la del hijo que había
muerto y resucitó, para que estimulados por estos tres remedios
curemos las heridas de nuestra alma. Jesucristo, como pastor, te lleva
sobre su cuerpo. Te busca la Iglesia, como la mujer. Te recibe Dios,
que es tu padre. La primera es la misericordia, la segunda los
sufragios y la tercera la reconciliación.
Crisóstomo
También hay en las parábolas antedichas
cierta distinción entre las personas que pecan. En un caso, el padre
recibe al hijo penitente que usa de su libre albedrío para conocer de
dónde ha caído; en el otro, el pastor busca la oveja perdida que no
sabe volver, llevándola sobre sus hombros, comparando al animal
irracional con el hombre imprudente que, llevado del engaño de otro,
se había perdido como la oveja. Esta parábola se expone diciendo:
"Entonces dijo: Un hombre tuvo dos hijos". Hay quien dice
-refiriéndose a estos dos hijos- que el mayor figura a los ángeles y
el menor al hombre, que se fue a tierras lejanas cuando cayó a la
tierra desde el cielo y el paraíso; y aplican la consecuencia a la
caída o al estado de Adán. Pero este significado parece ciertamente
piadoso, aunque ignoro si será verdadero. Porque el hijo menor se
arrepintió espontáneamente al acordarse de la abundancia pasada que
había en la casa de su padre. Pero el Señor, cuando vino, invitó a la
humanidad a que hiciera penitencia, cuando no pensaba en volver por su
voluntad al lugar de donde había caído. Después, el hijo mayor se
entristece por la vuelta y por la salvación de su hermano, cuando dice
el Señor que habrá alegría entre los ángeles cuando se convierta un
pecador.
San Cirilo
Otros dicen que el hijo mayor figura al
pueblo de Israel según la carne y que el otro, que se separó de su
padre, es el pueblo de los gentiles
1.
San Agustín
Se entiende que este hombre que tiene dos
hijos es Dios, que tiene dos pueblos, como dos ramas del género
humano. Una, la de los que permanecieron fieles en el culto del
verdadero Dios y otra, la de los que lo abandonaron hasta el punto de
adorar a los ídolos. Desde el principio de la creación del hombre
mortal, el hijo mayor da culto al verdadero Dios. Pero el menor pidió
que se le diese la parte de la fortuna que le tocaba por su padre. Por
esto sigue: "Y dijo el menor de ellos a su padre: Padre, dame la parte
de la hacienda que me toca". Como un alma que se complace con su
poder, pide aquello que lo hace vivir, entender, recordar y
distinguirse por su ingenio especial; cosas todas que son dones de
Dios y que recibió para usar de ellas a su voluntad. Por esto sigue:
"Y él les partió la hacienda".
Teofilacto
La hacienda del hombre es la razón, a la
que acompaña el libre albedrío. Del mismo modo podemos creer que todas
las cosas que el Señor nos ha dado nos pertenecen, como son el cielo,
la tierra, todas las criaturas, la ley y los profetas.
San Ambrosio
Ve cómo se da el patrimonio divino a
quienes lo piden. Y no creas que fue un error del padre el que le
diera su parte al hijo más joven. No hay edad alguna que sea débil en
el reino de Dios, porque la fe no se cuenta por los años. El se creyó
idóneo cuando pidió su parte. ¡Ojalá no se hubiese separado de su
padre! porque entonces hubiese desconocido los inconvenientes de la
edad. Y sigue: "Y no muchos días después, juntando todo lo suyo, el
hijo menor se fue lejos a un país muy distante", etc.
Crisóstomo
El hijo menor se marchó a un país lejano.
Se separó de Dios, no por el lugar, pues Dios está en todas partes,
sino por el afecto; así huye el pecador de Dios y se pone lejos de El.
San Agustín
El que quiera ser semejante a Dios para
conservar su fuerza en El, que no se separe, sino que se una a El, si
ha de conservar la imagen y semejanza con quien le ha creado. Pero si
quiere imitar a Dios culpablemente; es decir, si quiere ser
independiente como Dios y vivir sin reconocer autoridad ninguna, ¿qué
le queda sino enfriarse por la separación de su calor y extraviarse
por el abandono de la verdad?
San Agustín
Lo que dijo que sucedió a los pocos días,
esto es, que reunió todo lo que era suyo y que se marchó en seguida a
una región muy distante, representa el olvido de Dios. Es decir, que
poco después de haber creado al género humano, quiso el hombre por su
libre albedrío llevar consigo la potencia de su naturaleza y abandonar
a Aquel por quien fue creado, confiando en sus fuerzas. Estas fuerzas
consumió tan pronto como abandonó a Aquel de quien las había recibido.
Por esto sigue: "Y allí derrochó todo su haber, viviendo
disolutamente". Llama vida disoluta o pródiga a la que derrama o
disipa su afecto en las pompas exteriores, teniendo el vacío en su
interior. Vida con la cual se emprenden siempre nuevas cosas y se
abandona al que está dentro de nosotros. Y prosigue: "Y cuando todo lo
hubo gastado, vino un grande hambre en aquella tierra". El hambre es
la necesidad de la palabra de verdad.
Prosigue: "Y él comenzó a padecer
necesidad".
San Ambrosio
Con razón empezó a tener hambre el que se
había alejado de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios y
de la abundancia de las riquezas celestiales. Prosigue: "Y fue y se
arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra".
San Agustín
Este ciudadano de aquella región es algún
príncipe del aire, perteneciente a la milicia del diablo, cuyo cortijo
se somete a su poder. Acerca de esto sigue: "El cual lo envió a su
cortijo a guardar puercos". Los puercos son los espíritus inmundos que
estaban bajo su poder.
Beda
Apacentar los puercos es hacer como una
obra de las que gozan los espíritus inmundos. Prosigue: "Y deseaba
henchir su vientre de las algarrobas que los puercos comían".
San Ambrosio
Las algarrobas son un género de legumbre
vacía en lo interior y tierna en lo exterior, con la que el cuerpo no
se alimenta, sino que se llena, sirviéndole más bien de peso que de
utilidad.
San Agustín,
ut sup
Las algarrobas con que apacentaba los
puercos eran las doctrinas mundanas que enseña la vanidad, en las que
rebosan las alabanzas de los ídolos y de las fábulas con que honraban
a sus dioses los gentiles en sus cantos y sus discursos; con ellos
complacen a los demonios. Y como el hijo pródigo deseaba saciarse,
buscaba algo sólido y recto que se refiriese a la felicidad y no podía
encontrarlos en estas cosas. Y prosigue: "Y ninguno se lo daba".
San Cirilo
Como los judíos son acusados tantas veces
en la Sagrada Escritura ( Jer 2,5;
Is 29,13) de muchos crímenes, ¿cómo pueden
referirse a aquel pueblo las palabras del hijo mayor, que dice: "He
aquí tantos años ha que te sirvo y nunca he traspasado tus
mandamientos?". El sentido de la parábola es éste: Arguyendo los
fariseos y los escribas al Salvador porque recibía a los pecadores,
les propuso la siguiente parábola, en la cual compara a Dios con un
hombre que es padre de dos hermanos (de los justos y de los
pecadores), de los que el primero representa a los justos -que desde
el principio han obrado con justicia- y el segundo a los que por la
penitencia vuelven a la justicia.
San Basilio
La madurez y gravedad del juicio del
mayor, influyen en su perseverancia más que la blancura de sus
cabellos. Y no es increpado quien es joven por la edad, sino quien es
joven por las costumbres y vive según las pasiones.
Tito Bostrense
Se marchó el más joven, que aún no era
adulto por el juicio y le pidió a su padre lo que le pertenecía de la
herencia para no verse obligado a servir, porque somos seres
racionales dotados de libre albedrío.
Crisóstomo,
ut sup
Dice, pues, la Escritura que el padre
dividió igualmente entre sus dos hijos su fortuna, es decir la ciencia
del bien y del mal, que son las verdaderas y perpetuas riquezas del
alma cuando usa bien de ellas. En efecto, todos los hombres al nacer
reciben de Dios la sustancia racional del mismo modo, pero después en
el transcurso de la vida, se ve que cada uno tiene mayor o menor
cantidad de esta sustancia. Porque unos, creyendo que lo que han
recibido es de su padre, lo guardan como propiedad paterna, mientras
que otros, creyendo que lo que reciben es suyo propio, lo disipan
licenciosamente. Se da, pues, a conocer aquí el libre albedrío, porque
el padre no retiene al que quiere marcharse, ni le quita su libertad.
Y no obliga a que se marche al que quiere quedarse para no aparecer él
mismo como autor de los males que puedan sobrevenirle. Se marchó
lejos, no por la distancia de los lugares, sino por el extravío de su
mente. Prosigue: "Y se fue a un país muy distante".
San Ambrosio
¿Qué cosa hay más lejana que separarse de
sí mismo, no separándose por razón de territorio sino por la
diferencia de costumbres? Y el que se separa de Jesucristo es
desterrado de su patria y ciudadano del mundo. Así que disipa su
patrimonio el que se separa de la Iglesia.
Tito Bostrense
Por tanto, se llama pródigo el que disipa
sus tesoros, esto es, su recta inteligencia, las enseñanzas de la
castidad, el conocimiento de la verdad, el recuerdo de su autor y el
pensamiento de su origen.
San Ambrosio
Sobrevino allí, pues, el hambre, no de los
alimentos, sino de las virtudes y de las buenas obras, que es la más
miserable, porque el que se separa de la palabra de Dios, tiene
hambre, supuesto que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra de Dios ( Mt 4,44) y el que se separa
de este tesoro queda en la indigencia. Empezó, pues, a estar en la
indigencia y a padecer hambre, porque nada basta a una voluntad
pródiga. Y se marchó y entró a servir a un habitante del país; pero el
que sirve es esclavo y el habitante del país parece ser el príncipe de
este mundo. Finalmente, el ser enviado a la finca (del habitante del
país) es lo que compra el que se excusa de asistir al festín del reino
( Lc 14).
Beda
Ser enviado al cortijo, equivale a
subyugarse a la codicia de las cosas mundanas.
San Ambrosio
Apacienta a aquellos puercos en los que
pidió entrar el diablo siendo animales, porque viven en las
inmundicias y en la corrupción ( Mt 8;
Mc 2; Lc 8).
Teofilacto
A éstos apacienta el que aventaja a otros
en sus vicios, como son los corruptores, los jefes de ladrones y los
de los publicanos, que enseñan a otros a obrar mal.
Crisóstomo,
ut sup
O bien: se dice que el desprovisto de
riquezas espirituales -como son la prudencia y la inteligencia-
apacienta a los puercos, porque equivale a alimentar en su alma
pensamientos sórdidos e inmundos. Y come los alimentos irracionales de
un trato depravado -dulces en verdad para el que ha abandonado el
bien- porque a los perversos les parece dulce toda obra de
voluptuosidad carnal, que enerva y destruye en absoluto las virtudes
del alma. La Sagrada Escritura designa con el nombre de algarrobas a
estos alimentos fatalmente dulces, propios de los puercos: las
complacencias de las delectaciones carnales.
San Ambrosio
Deseaba, pues, llenar su vientre de
aquellas algarrobas. No es otro el cuidado de los lujuriosos sino el
llenar su vientre.
Teofilacto
Pero ninguno puede saciarse del mal, pues
está muy distante de Dios el que se alimenta de tales manjares y los
demonios tienen gran cuidado de que nunca llegue la saciedad de los
malos.
Glosa
Y ninguno le daba; porque el diablo,
cuando se apodera de alguno, no le procura la abundancia sabiendo que
ya está muerto.
Notas
1. El
original latino dice multitudo gentium, "la
multitud de las naciones". Es la gentilidad, la humanidad que no ha
recibido directamente la Alianza de Dios, y que mediante la Iglesia,
pasará a formar parte del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, que une en
su seno a los judíos y a los gentiles.
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17-24 |
"Mas volviendo sobre sí,
dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de
sobra, y yo me estoy aquí muriendo de hambre! Me levantaré e iré a mi
padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y delante de ti; yo no
soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus
jornaleros. Y levantándose se fue para su padre. Y como aun estuviese
lejos, le vio su padre, y se movió a misericordia; y corriendo a él le
echó los brazos al cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y delante de ti, ya no soy digno de ser llamado
hijo tuyo. Mas el padre dijo a sus criados: Traed aquí prontamente la
ropa primera, y vestidle, y ponedle anillo en su mano, y calzado en
sus pies. Y traed un ternero cebado y matadlo, y comamos y celebremos
un banquete. Porque éste mi hijo era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar el banquete". (vv.
17-24)
San Gregorio Niceno
El hijo más joven había despreciado a su
padre marchándose de su lado y había disipado su patrimonio; pero
cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado por los trabajos, viéndose
convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que los puercos,
volvió castigado a la casa de su padre; por esto dice: "Mas volviendo
sobre sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el
pan de sobra y yo me estoy aquí muriendo de hambre!"
San Ambrosio
Muy oportunamente se dice que volvió en
sí, porque se había separado de sí; y el que vuelve a Dios, se vuelve
a sí mismo, como el que se separa de Jesucristo también se separa de
sí.
San Agustín De
quaest.Evang. 2, 33
Volvió en sí, porque se separó de aquellas
cosas que exteriormente agradan y seducen y volvió su atención a lo
interior de su conciencia.
Gregorio Nacianceno orat.
in sanct. lavcr
La obediencia puede verificarse de tres
modos diferentes. Porque nos separamos de lo malo por temor del
castigo y nos colocamos en una disposición servil; porque obedecemos
lo que se manda por alcanzar el premio ofrecido -y en este caso nos
asemejamos a los mercenarios-; o porque servimos por amor al bien y
por afecto a aquel que nos manda y entonces imitamos la conducta de
los buenos hijos.
San Ambrosio
El hijo que tiene en su corazón el don del
Espíritu Santo, no ambiciona el premio mundano, sino que conserva su
derecho de heredero. Hay también mercenarios buenos, que son llevados
a trabajar a la viña ( Mt 20); pero éstos no
se alimentan de algarrobas, sino que abundan en pan.
San Agustín,
ut sup
¿Pero cómo podía saber esto aquel que
vivía tan olvidado de Dios, como todos los idólatras, sino porque su
pensamiento era el de los que habían de convertirse cuando se
predicase el Evangelio? El alma podía ya conocer que muchos predicaban
la verdad, entre los que se encontrarían los que fuesen llevados, no
por el amor de la verdad, sino por el deseo de procurarse bienes
materiales; tales son los herejes que anuncian lo mismo. Por esto se
llaman con razón mercenarios, porque viven en la misma casa y comen el
mismo pan de la palabra; pero no son llamados a la herencia eterna,
sino que se dejan llevar de una recompensa temporal.
Crisóstomo
Después que sufrió en una tierra extraña
el castigo digno de sus faltas, obligado por la necesidad de sus
males, esto es, del hambre y la indigencia, conoce que se ha
perjudicado a sí mismo, puesto que por su voluntad dejó a su padre por
los extranjeros; su casa por el destierro; las riquezas por la
miseria; la abundancia por el hambre, lo que expresa diciendo: "Pero
yo aquí me muero de hambre". Como si dijese: yo, que no soy un
extraño, sino hijo de un buen padre y hermano de un hijo obediente;
yo, libre y generoso, me veo ahora más miserable que los mercenarios,
habiendo caído de la más elevada altura de la primera nobleza, a lo
más bajo de la humillación.
San Gregorio Niceno
No volvió a la primera felicidad, hasta
que volviendo en sí conoció perfectamente su desgracia y meditó las
palabras de arrepentimiento que sigue: "Me levantaré".
San Agustín,
ut sup
Porque estaba echado; "e iré", porque
estaba lejos; "a mi padre", porque estaba bajo el dominio del dueño de
los puercos. Las demás palabras son propias del que piensa
arrepentirse y confesar su pecado, pero que aun no lo ha llevado a
cabo; no habla aún con su padre, sino que ofrece hablarle cuando vaya
a él. Entiéndase aquí, que ir al padre quiere decir entrar en la
Iglesia por la fe, en donde ya puede hacerse una confesión legítima y
provechosa de los pecados; dice, pues, que hablará así a su padre:
"Padre".
San Ambrosio
¡Cuán misericordioso es Aquel que, después
de ofendido, no se desdeña de oír el nombre de padre! "He pecado";
ésta es la primera confesión que se hace ante el Autor de la
naturaleza, Padre de misericordia y Arbitro de nuestras culpas. Pero
aun cuando Dios todo lo sabe, sin embargo, espera oír nuestra
confesión, porque la confesión vocal hace la salud (
Rom 10,10), puesto que alivia del peso del error a todo aquel
que se carga a sí mismo y evita la vergüenza de la acusación en el que
la previene confesando su pecado; en vano querrás engañar a quien
nadie engaña. Por tanto, confiesa sin temor lo que sabes que es ya
conocido. Confiesa también para que Jesucristo interceda por ti, la
Iglesia ruegue por ti y el pueblo llore por ti. No temas no alcanzar
gracia; tu Abogado te ofrece el perdón, tu Patrono te ofrece la
gracia, tu Testigo te promete la reconciliación con tu piadoso Padre.
Añade, pues: "Contra el cielo y contra ti".
Crisóstomo hom,
ut sup
Diciendo contra ti, manifiesta que debe
entenderse a Dios por este padre; sólo Dios es el que todo lo ve y de
quien no pueden ocultarse ni aun los pecados meditados en el corazón.
San Agustín,
ut sup
Pero este pecado contra el cielo es el
pecado contra ti, de modo que llama cielo a la elevada majestad del
padre; o dice más bien: he pecado contra el cielo delante de las almas
santas y delante de ti en el secreto de mi conciencia.
Crisóstomo hom,
ut sup
O bien en la palabra cielo se entiende a
Jesucristo, porque el que peca contra el cielo -que aunque está muy
alto, es un elemento visible-, es el que peca contra la humanidad, que
tomó el Hijo de Dios por nuestra salvación.
San Ambrosio
O quiere decir que el pecado significa la
disminución en el alma de los dones celestiales del Espíritu, o que no
conviene separarse del seno de esta madre, que es la Jerusalén
celestial. O bien: el que ha caído no debe exaltarse. Por esto añade:
"Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo". Y para merecer ser
ensalzado por su humildad añade: "Hazme como a uno de tus jornaleros".
Beda
No se atreve a aspirar al afecto de hijo
aquel que no duda que todo lo que es de su padre sea suyo y así desea
servirle como mercenario por una retribución. Pero declara que ni aun
eso merece ya si no es por la bondad de su padre.
San Gregorio Niceno
El Espíritu Santo nos dio a conocer la
parábola de este hijo pródigo, para que comprendamos cómo debemos
llorar los extravíos de nuestro corazón.
Crisóstomo hom 10 in
epist. ad Rom
Después que dijo: "Iré a mi padre", -lo
que le hizo digno de todos los bienes- no se detuvo, sino que anduvo
todo el camino. Sigue, pues: "Y levantándose se fue para su padre".
Así debemos hacer nosotros y no nos asuste lo largo del camino; porque
si quisiéremos, el regreso será ligero y fácil con tal que abandonemos
el pecado, que fue el que nos sacó de la casa de nuestro Padre. El
Padre es clemente para los que vuelven a El, porque añade: "Y como aún
estuviese lejos", etc.
San Agustín,
ut sup
Antes que conociese a Dios, de quien
estaba lejos, como ya le buscaba piadosamente, su padre le vio; se
dice con razón que no ve a los impíos ni a los soberbios, porque no
los tiene a la vista.
Crisóstomo,
ut sup
Conoció el padre el arrepentimiento y no
esperó a oír las palabras de su confesión, sino que salió al encuentro
de sus ruegos obrando con misericordia. De aquí prosigue: "Y se movió
a misericordia".
San Gregorio
El pensamiento de la confesión calmó al
padre respecto de él, hasta el punto de salirle al encuentro y besarle
abrazado a su cuello. Sigue, pues: "Y corriendo a él le echó los
brazos al cuello y le besó". Lo cual significa el freno espiritual
impuesto a la boca del hombre por la tradición evangélica que destruyó
el cumplimiento de la ley.
Crisóstomo hom. de patre
et duobus filiis
¿Qué significa eso de salir al encuentro,
sino que no podíamos llegar hasta Dios sólo por nuestro esfuerzo, por
impedírnoslo nuestros pecados? Pero pudiendo El llegar a los
imposibilitados, baja El mismo y besa los labios, porque había salido
de ellos la confesión que había nacido de un corazón penitente que,
como Padre, recibió lleno de alegría.
San Ambrosio
Te sale al encuentro, pues, porque conoce
lo que meditas en lo secreto de tu alma; y aun cuando estés lejos sale
a recibirte para que nadie te detenga; te abraza también -en el acto
de salir al encuentro se indica la presciencia y en el de abrazar la
clemencia- y se arroja a tu cuello impulsado por cierto afecto de amor
paternal para levantar al que está caído y para encaminar hacia el
cielo al que, cargado por sus pecados, se encuentra postrado en la
tierra. Quiero más bien ser hijo que oveja; la oveja es encontrada por
el pastor, pero el hijo es honrado por su padre.
San Agustín De
quaest.Evang. 2, 33
O bien: corriendo, se arroja sobre su
cuello; porque no abandonó el Padre a su Hijo Unigénito, en el cual
recorrió hasta el fin nuestra larga peregrinación (
2Cor 5,19); porque Dios estaba en Jesucristo reconciliando para
Sí al mundo. Arrojarse a su cuello para abrazarle, equivale a humillar
su brazo, que es Nuestro Señor Jesucristo. Consolar con la palabra de
la gracia de Dios para hacer esperar el perdón de los pecados,
equivale a volver a merecer el ósculo de caridad paterna cuando se
vuelve de un largo viaje. Una vez ya dentro de la Iglesia empieza a
confesar sus pecados, pero no dice todo lo que se había prometido
decir. Sigue, pues: "Y el hijo le dice", etc. Quiere obtener por la
gracia lo que confiesa que es indigno de merecer por sus obras; no
añadió lo que había dicho en aquella consideración. "Trátame como a
uno de tus jornaleros", porque cuando no tenía qué comer deseaba ser
sólo un jornalero, pero desdeñó serlo una vez que hubo recibido el
beso de su padre.
Crisóstomo
El padre no dirigió ninguna exhortación al
hijo, sino que habla a sus ministros; porque el que se arrepiente,
ruega, pero no recibe en verdad respuesta a su palabra y reconoce
eficazmente la misericordia en el afecto. Sigue, pues: "Mas el padre
dijo a sus criados. Traed aquí prontamente la ropa más preciosa y
vestidle".
Teofilacto
A sus siervos que, o son sus ángeles como
administradores de lo espiritual, o son los sacerdotes que por el
bautismo y la palabra docente revisten su alma en el mismo Jesucristo
y todos los que somos bautizados en Cristo nos revestimos en El (
Gál 3,27).
San Agustín,
ut sup
O el vestido primero es la dignidad que se
perdió en Adán y los siervos que la traen son los predicadores de la
reconciliación.
San Ambrosio
También el vestido es el amito de la
sabiduría, con el que los apóstoles cubren la desnudez de su cuerpo;
recibió la primera sabiduría, pero aún existe otra para la que no
existe misterio. El anillo es la señal de la fe sincera y la expresión
de la verdad, acerca de lo que prosigue: "Y ponedle anillo en su
mano".
Beda
Esto es, en sus acciones, para que su fe
brille en sus obras y éstas sean confirmadas por la fe.
San Agustín,
ut sup
El anillo colocado en la mano es el don
del Espíritu Santo, por la participación de la gracia que se
representa muy bien por el dedo.
Crisóstomo hom. de patre
ed duobus filiis
Manda que se le dé el anillo, esto es, el
símbolo de la salud, o más bien, un signo de promesa y una prenda de
las bodas, por las que Jesucristo se une con la Iglesia, cuando el
alma, reconociéndose, se une a Jesucristo por el anillo de la fe.
San Agustín,
ut sup
El calzado en los pies es la preparación a
la predicación, para no tocar las cosas de la tierra. Acerca de esto
prosigue: "Y calzado en sus pies".
Crisóstomo,
ut sup
Manda que se ponga calzado en sus pies,
bien para cubrir las huellas y que pueda marchar con firmeza por las
asperezas de este mundo, o para mortificación de sus miembros. El
curso de nuestra vida se llama pie en las Sagradas Escrituras y los
zapatos significan la mortificación, porque se confeccionan con pieles
de animales muertos. Añade que se debe matar un ternero cebado para
celebrar el convite. Sigue, pues: "Y traed un ternero cebado", esto
es, a nuestro Señor Jesucristo, a quien llama ternero porque es el
holocausto de un cuerpo sin mancilla; dijo también que cebado, porque
es tan bueno y rico que basta para la salvación de todo el mundo. Pero
el padre no inmoló él mismo al becerro, sino que le entregó a otros
para que le inmolasen; porque permitiéndolo el Padre y consintiéndolo
el Hijo, fue crucificado por los hombres.
San Agustín,
ut sup
También se entiende por becerro cebado el
mismo Señor, que, según la carne, fue saciado de oprobios. Cuando
manda que le traigan, ¿qué otra cosa quiere decir sino que le
prediquen y anunciándole hagan revivir las entrañas extenuadas del
hijo hambriento? Pero manda también que le maten, esto es, que
anuncien su muerte, porque será muerto para quien crea que lo ha sido.
Prosigue: "Y comamos".
San Ambrosio
En realidad es la carne del becerro porque
es víctima sacerdotal ofrecida por los pecados. Anuncia luego el
festín diciendo: "Y celebremos un banquete", para dar a conocer que la
comida del Padre es nuestra salvación y que su alegría es la redención
de nuestros pecados.
Crisóstomo,
ut sup
El padre se regocija en la vuelta del hijo
y le convida con un becerro; porque el Creador, alegrándose por el
fruto de su misericordia en la inmolación de su Hijo, considera un
festín la adquisición del pueblo creyente. Y prosigue: "Porque éste mi
hijo era muerto y ha revivido".
San Ambrosio
Murió el que fue. Por lo tanto ya no
existen los gentiles, sino sólo el cristiano. También puede tomarse
esto por el género humano; fue Adán y en él fuimos todos; pereció Adán
y todos perecieron en él; el hombre, por tanto, fue restaurado en
aquel hombre que había muerto. También puede entenderse esto del que
hace penitencia, porque no muere sino el que ha vivido alguna vez; y
así como los gentiles, cuando llegan a creer, se vivifican por la
gracia, así también el que ha caído revive por la penitencia.
Teofilacto
Por la índole de sus vicios había muerto
sin esperanza; pero en cuanto a la naturaleza humana, que es mudable y
puede muy bien volver del vicio a la virtud, se dice que estaba
perdido; porque menos es perderse que morir. Cualquiera que se
convierta, se purifique de sus culpas y participe del festín del
becerro cebado, será causa de alegría para el Padre y sus domésticos;
esto es, para los ángeles y los sacerdotes. Y prosigue: "Y todos
comenzaron a celebrar el banquete".
San Agustín,
ut sup
Este convite y esta festividad también se
celebra ahora y se ve en la Iglesia, extendida y esparcida por todo el
mundo; porque aquel becerro cebado, que es el cuerpo y la sangre del
Señor, se ofrece al Padre y alimenta a toda la casa.
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25-32 |
"Y su hijo mayor estaba en
el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el
coro. Y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. Y
éste le dijo: Tu hermano ha venido y tu padre ha hecho matar un
ternero cebado, porque le ha recobrado salvo. El entonces se indignó y
no quería entrar; mas saliendo el padre, comenzó a rogarle. Y él
respondió a su padre y dijo: He aquí tantos años ha que te sirvo, y
nunca he traspasado tus mandamientos, y nunca me has dado un cabrito
para comerle alegremente con mis amigos. Mas cuando vino éste tu hijo,
que ha gastado tu hacienda con rameras, le has hecho matar un ternero
cebado. Entonces el padre le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todos mis bienes son tuyos. Pero razón era celebrar un banquete y
regocijarnos, porque éste tu hermano era muerto, y revivió; se había
perdido, y ha sido hallado". (vv. 25-32)
Beda
Cuando murmuraban los escribas y los
fariseos porque recibía a los pecadores, el Salvador les propuso tres
parábolas por orden. En las dos primeras les da a conocer cuánto se
alegra con sus ángeles por la salvación de los que se arrepienten;
pero en esta tercera, no sólo da a conocer su alegría y la de los
suyos, sino que reprende la murmuración de los envidiosos. Dice, pues:
"Y su hijo el mayor estaba en el campo".
San Agustín,
De quaest.Evang. 2,33
El hijo mayor es el pueblo de Israel que
no marchó a una región distante y sin embargo no está en la casa; está
en el campo, esto es, trabaja en la rica herencia de la ley y en la
tierra de los profetas. Viniendo del campo fue aproximándose a la
casa, es decir una vez reprobado su trabajo servil, empezó a ver la
libertad de la Iglesia por las mismas Escrituras. Y prosigue: "Y
cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro", esto
es, a los que predicaban el Evangelio con palabras acordes inspiradas
por el Espíritu Santo. Sigue, pues: "Y llamando a uno de los criados",
etc. Es decir, tomó para leer a alguno de los profetas y le interrogó,
por decirlo así, a fin de saber por qué se celebraba esta fiesta en la
Iglesia, en la que no se encuentra él. Y el profeta, siervo del padre,
le responde como sigue: "Y éste le dijo: Tu hermano ha venido", etc.
Como diciendo: Tu hermano se encontraba en la extremidad de la tierra;
de aquí la gran alegría de los que cantan un cántico nuevo, porque "su
alabanza viene de lo más lejano de la tierra" y a causa de aquel que
estaba ausente fue muerto el varón que sabía sufrir la flaqueza y le
vieron los que no habían oído hablar de El.
San Ambrosio
El hermano mayor, que era el pueblo de
Israel, tuvo envidia del hijo menor (esto es, del pueblo gentil), por
el beneficio de la bendición paterna, lo mismo que los judíos cuando
Jesucristo comía con los gentiles. Prosigue: "El entonces se indignó y
no quería entrar", etc.
San Agustín,
ut sup
Todavía sigue indignándose y no quiere
entrar. Pero cuando haya entrado la totalidad de los gentiles, saldrá
oportunamente su Padre para la salvación de todo el pueblo de Israel.
Y prosigue: "Mas saliendo el padre comenzó a rogarle". Esto sucederá
cuando sean llamados abiertamente los judíos a la salvación del
Evangelio, cuya manifiesta vocación está figurada por la salida del
padre a rogar al hijo mayor. Después, cuando le respondió el hijo
mayor, deben tenerse en cuenta dos cosas ( Rom
11). Prosigue: "Y él respondió a su padre y le dijo: He aquí tantos
años ha que te sirvo y nunca he traspasado tus mandamientos", etc. Se
entiende esto de no haber traspasado sus mandamientos, no de todos,
sino del más necesario, porque no se debe prestar adoración a ningún
otro Dios que no sea el Creador de todas las cosas; y no se entienda
que este hijo representa a todos los israelitas, sino únicamente a los
que nunca han abandonado al Dios único por los falsos dioses. Así,
pues, aunque desease las cosas de la tierra, pedía al verdadero Dios
estos bienes que debían serle comunes con los pecadores. Por esto se
lee en el Salmo "Me he convertido en un jumento delante de ti, pero
siempre he estado contigo" ( Sal 72,23).
¿Pero cuál es el cabrito que nunca había recibido para el festín?
Prosigue: "Y nunca me has dado un cabrito", etc. El pecador puede ser
representado por este cabrito.
San Ambrosio
El pueblo judío pide un cabrito y el
cristiano un cordero; por tanto, Barrabás es entregado a los primeros
y el cordero es inmolado para nosotros. Lo cual parece que se da a
conocer en el cabrito, porque los judíos habían perdido el rito del
antiguo sacrificio y los que piden el cabrito esperan al Anticristo.
San Agustín,
ut sup
Pero yo no comprendo el objeto de esta
frase, porque es un gran absurdo que aquel de quien se dice después:
"Tú estás siempre conmigo", pidiese a su padre que creyese en el
Anticristo; y no es posible creer que este hijo represente a ninguno
de los judíos que han de creer en el Anticristo. Y si ese cabrito
figura al Anticristo, ¿cómo podía hacer con él un banquete aquel que
no creía en el Anticristo? Pero si el alegrarse por la muerte del
cabrito equivale a alegrarse de la perdición del Anticristo, ¿cómo
dice el hijo a quien el padre recibió que no se le había concedido
esto, cuando todos sus hijos deben alegrarse de su perdición? Se
queja, por tanto, de que le ha sido negado el mismo Señor en un
festín, porque le cree un pecador; pues como es un cabrito para
aquellas gentes -esto es, como le juzgan violador y profanador del
sábado-, no mereció alegrarse en su convite.
San Gregorio
Cuando dice "con mis amigos", debe
entenderse el pueblo con respecto a la persona de los príncipes, o el
pueblo de Jerusalén respecto de los demás pueblos de Judá.
San Jerónimo,
in tract. de filio prodigo
O bien, dice: "Nunca me has dado un
cabrito", es decir, ni la sangre de ningún profeta o de sacerdote nos
libró de la dominación romana.
San Ambrosio
Aquel desvergonzado hijo se parece al
publicano que se justificaba; porque observaba la ley conforme a la
letra, acusaba sin piedad a su hermano por haber gastado toda su
fortuna con mujeres de mundo. Prosigue: "Mas cuando vino éste tu hijo,
que ha gastado su hacienda con rameras", etc.
San Agustín,
ut sup
Las rameras son las supersticiones de los
paganos, con quienes disipa su fortuna aquel que, una vez abandonada
la verdadera alianza con el Dios único, vive con el demonio en sus
vergonzosas pasiones.
San Jerónimo,
ut sup
En lo que dice: "Y le has hecho matar un
ternero cebado", confiesa que ha venido Jesucristo, pero que por su
envidia no quiere salvarse.
San Agustín,
ut sup
No le reprende el padre como si mintiese,
sino que, aprobando su constancia en estar con él, le invita a la
perfección de una vida mejor y más satisfactoria. Y prosigue: "Mas él
le dijo: Tú siempre estás conmigo".
San Jerónimo,
ut sup
Lo que había dicho era pura jactancia y no
verdad, con lo que el padre no se conformó, sino que le ataja con otra
razón diciéndole: "Estás conmigo", esto es, eres obligado por la ley,
no porque no haya pecado, sino porque el Señor siempre le detuvo por
el castigo. Y no nos llame la atención que mienta a su padre quien
tiene envidia del hijo.
San Ambrosio
Pero este buen padre quería todavía
salvarle diciendo: "Tú siempre estás conmigo", como judío, por la ley,
o como justo, por la comunión.
San Agustín,
ut sup
¿Qué es lo que quiere decir cuando añade:
"Y todos mis bienes son tuyos"? Como si no fueran también de su
hermano; pero los hijos perfectos e inmortales poseen todas las cosas
como si perteneciesen a todos en común y a cada uno en particular. Así
como la codicia nada posee sin angustia, así la caridad todo lo tiene
sin ella. ¿Pero por qué dice todas las cosas? ¿Acaso se habrá de creer
que Dios hubiese dado a tal hijo la posesión de los ángeles? Si por
posesión se entiende que el poseedor sea dueño de la cosa poseída, no
podrá decirse que todas las cosas, porque no seremos dueños, sino más
bien consortes de los ángeles. Pero si se entiende la posesión en el
sentido de que nuestras almas posean la verdad, no encuentro razón
para que no podamos tomarlo al pie de la letra; porque no decimos con
esto que las almas son dueñas de la verdad. Ahora, si el nombre de
posesión nos impide tomarlo en este sentido, prescindamos de él,
porque el padre no le dice: "Todo lo posees", sino "todas mis cosas
son tuyas" y esto no es declararle dueño de ellos. En efecto, el
dinero que tenemos puede ser para alimento de nuestra familia, o para
honor suyo, o cosa semejante. Y en realidad, cuando puede decir que el
mismo padre es suyo, no hallo razón para que no pueda llamar suyas
también las cosas que son de aquél. Puede llamarlas también suyas,
aunque bajo diferente aspecto, porque cuando obtengamos aquella
beatitud serán nuestras las cosas superiores para contemplarlas, las
iguales para vivir con ellas y las inferiores para dominarlas.
Regocíjese, pues, y esté muy seguro el hermano mayor.
San Ambrosio
Si deja de tener envidia, verá que todo es
suyo y porque como judío tendrá los sacramentos del Antiguo Testamento
y como bautizado los del Nuevo.
Teofilacto
O en sentido enteramente distinto, la
persona del hijo, que parece murmurar, representa a todos los que se
escandalizan por los adelantos repentinos y por la salud de los
perfectos, así como la persona, de que habla David, que se
escandalizaba de la paz de los pecadores.
Tito Bostrense
Pero el hijo mayor, como el labrador,
continuaba cultivando, no la tierra, sino el campo de su alma y
plantando árboles de salvación, que son las virtudes.
Teofilacto,
super Senior filius
Estaba en el campo, esto es, en el mundo,
cultivando su propia carne para que se sacie de panes y sembrando en
lágrimas para coger en alegrías. Pero conociendo lo que sucedía, no
quería tomar parte en la alegría común.
Crisóstomo
Se pregunta si es presa de la pasión de la
envidia el que siente la prosperidad de los demás y, a lo cual se debe
contestar que ninguno de los santos se aflige por tales cosas. Antes
al contrario, considera todos los bienes ajenos como propios. No
conviene, pues, tomar al pie de la letra todo lo que dice una
parábola, sino que, sacando el sentido con que ha sido dictada, no
debemos buscar otra cosa en élla. Esta parábola ha sido compuesta para
que los pecadores no desconfíen de poder convertirse, sabiendo que
alcanzarán grandes beneficios. Por esto presenta a los que, turbados a
la vista de estos bienes, aparecen como atormentados de los celos,
porque los que vuelven son honrados de tal modo, que se hacen objeto
de envidia para los otros.
Teofilacto
O bien, el Señor reprende la intención de
los fariseos por la presente parábola y los llama justos por
hipócritas, como diciendo: Supongamos que sois verdaderamente justos y
no quebrantáis ninguno de los mandamientos, ¿acaso por esto no se
deberá admitir a los que se convierten de los pecados?
San Jerónimo,
in lib. de filio prodigo
Toda justicia en comparación con la
justicia de Dios es injusticia. Por esto dice San Pablo (
Rom 7,24): "¿Quién me librará de este cuerpo
de muerte?". Por esto los apóstoles se indignaron cuando oyeron la
petición de la madre de los hijos de Zebedeo ( Mt
20).
San Cirilo
Esto mismo nosotros lo experimentamos
también a veces, porque algunos observan una vida excelente y
perfecta, mientras que otros se convierten a Dios en la ancianidad, o
borran sus culpas por la misericordia del Señor en el último día de su
vida. Algunos menosprecian estas cosas por una pusilanimidad
inoportuna, puesto que no tienen en cuenta el propósito del Salvador,
que goza con la salvación de los que están a punto de perecer.
Teofilacto
Dice, pues, el hijo a su padre: en vano he
pasado la vida entre penas, molestado siempre por los pecadores
enemigos y nunca has mandado matar un cabrito por mí, para que yo
disfrutase un poco. Esto es, nunca mandaste matar al pecador que me
perseguía. En este sentido, Ajab fue la víctima respecto de Elías, que
decía ( 1Re 19,10): "Señor, han matado a tus
profetas".
San Ambrosio
O de otro modo, se dice que el hermano
venía de la granja, esto es, que había estado ocupado en las labores
de la tierra, ignorando las cosas del Espíritu de Dios y por último,
que se queja de que nunca se hubiese matado un cabrito en obsequio
suyo; porque no ha sido sacrificado el cordero por envidia, sino por
el perdón del mundo. El envidioso busca el cabrito y el inocente desea
que se sacrifique por él un cordero. Por tanto, el mayor es llamado
así, porque la envidia anticipa la vejez y permanece fuera, porque la
malicia lo excluye. Por esto no puede oír el coro ni la sinfonía, lo
cual no significa el incentivo lascivo del teatro, sino la concordia
del pueblo que canta manifestando la dulce suavidad de su alegría por
la salvación del pecador. Porque los que se creen justos se indignan
cuando se concede el perdón al pecador que confiesa sus pecados.
¿Quién eres tú, pues, para oponerte a que el Señor perdone los
pecados, cuando tú los perdonas a quien quieres? Pero nosotros debemos
aplaudir la remisión de los pecados después de la penitencia, no sea
que, si envidiamos el perdón de otros, no lo merezcamos nosotros de
Dios. No tengamos envidia a los que vienen de lejanas tierras, porque
también nosotros estuvimos muy lejos.
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