CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-07 |
Y decía también a sus
discípulos: "Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue
acusado delante de él como disipador de sus bienes. Y le llamó y le
dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía
porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo entre
sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo,
de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando
fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues,
a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto
debes a mi señor? Y éste le respondió: Cien barriles de aceite. Y le
dijo: Toma tu escritura, y siéntate luego, y escribe cincuenta.
Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros
de trigo. El le dijo: Toma tu vale y escribe ochenta". (vv. 1-7)
Beda
Después que el Salvador reprendió en tres
parábolas a los que murmuraban porque daba buena acogida a los
penitentes, ahora añade la cuarta y después la quinta para aconsejar
la limosna y la moderación en los gastos, porque la buena doctrina
enseña que la limosna debe de seguir a la penitencia. Por esto
continúa: "Decía a sus discípulos: Había un hombre rico", etc.
Crisóstomo
Una opinión errónea, agravada en los
hombres, que aumenta sus pecados y disminuye sus buenas obras,
consiste en creer que todo lo que tenemos para las atenciones de la
vida debemos poseerlo como señores y, por consiguiente, nos lo
procuramos como el bien principal. Pero es todo lo contrario, porque
no hemos sido colocados en la vida presente como señores en su propia
casa, sino que somos huéspedes y forasteros llevados a donde no
queremos ir y cuando no pensamos. El que ahora es rico, en breve será
mendigo. Así que, seas quien fueres, has de saber que eres sólo
dispensador de bienes ajenos y se te ha dado de ellos uso transitorio
y derecho muy breve. Lejos, pues, de nosotros el orgullo de la
dominación y abracemos la humildad y la modestia del arrendatario o
casero.
Beda
El arrendatario es el que gobierna la
granja o caserío, por lo que toma el nombre de ella. El ecónomo es el
administrador, tanto del dinero como de los frutos y de todo lo que
tiene el Señor.
San Ambrosio
En esto conocemos que no somos los dueños,
sino más bien arrendatarios de bienes ajenos.
Teofilacto
Ahora bien, cuando en vez de administrar a
satisfacción del Señor los bienes que nos han sido confiados, abusamos
de ellos para satisfacer nuestros gustos, nos convertimos en
arrendatarios culpables. Y prosigue: "Y éste fue acusado delante de
él", etc.
Crisóstomo
Entonces se le quita la administración,
conforme a lo que sigue: "Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo
decir de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no podrás ser
mi mayordomo". Todos los días nos dice lo mismo el Señor, poniéndonos
como ejemplo al que gozando de salud a mediodía muere antes de la
noche y al que expira en un festín. Así es como dejamos la
administración de varios modos. Pero el buen administrador, que tiene
confianza debida a su administración, desea ser separado de este mundo
y estar con Cristo, como San Pablo ( Flp
3,20), mientras que el que se fija en los bienes de la tierra, se
encuentra lleno de angustia a la hora de su salida de este mundo. Por
tanto, se dice de este mayordomo: "Entonces el mayordomo dijo entre
sí: ¿Qué haré yo, porque mi señor me quita la administración? Cavar no
puedo, de mendigar tengo vergüenza". Cuando falta fuerza para trabajar
es porque se lleva una vida perezosa. Nada hubiera temido en esta
ocasión si se hubiese acostumbrado al trabajo. Si tomamos esta
parábola en sentido alegórico, comprendemos que después que hayamos
salido de esta vida, no será ya tiempo de trabajar. La vida presente
es para el cumplimiento de los mandamientos y la venidera para el
consuelo. Si aquí no hacemos nada, en vano esperamos merecer en la
otra vida, porque ni el mendigar nos servirá. Prueba de esto son las
vírgenes imprevisoras que en su necedad pidieron a las que eran
prudentes, pero nada alcanzaron ( Mt 25).
Cada uno, pues, se reviste de sus obras como de una túnica y no puede
quitársela, ni cambiarla por otra. Pero el mayordomo infiel perdona a
los deudores, sus compañeros, lo que deben, para tener en ellos el
remedio de sus males. Sigue, pues: "Yo sé lo que he de hacer para que
cuando fuere removido de la mayordomía me reciban en sus casas";
porque todo el que, previendo su fin, alivia el peso de sus pecados
con buenas obras (perdonando al que debe o dando a los pobres buenas
limosnas) y da generosamente los bienes del señor, se granjea muchos
amigos, que habrán de dar buen testimonio de él delante de su juez, no
con palabras sino manifestando sus buenas obras. Y habrán de
prepararle además con su testimonio, la mansión del consuelo. Nada hay
que sea nuestro, pues todo es del dominio de Dios. Prosigue: "Llamó,
pues, a cada uno de los deudores de su señor y dijo al primero:
¿Cuánto debes a mi señor? Y él le respondió: Cien barriles de aceite".
Beda
Un barril es entre los griegos el ánfora
que contenía dos cántaros
1.
Prosigue: Y le dijo: "Toma tu escritura y siéntate luego y escribe
cincuenta", perdonándole así la mitad. Prosigue: "Después dijo a otro:
¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo". Un coro
tiene treinta modios o celemines. "El le dijo: Toma tu vale y escribe
ochenta", perdonándole la quinta parte. Este pasaje da a entender que
al que alivia la miseria del pobre en la mitad o en la quinta parte,
se le recompensará por su misericordia.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,34
Respecto a lo que dice que de cien
barriles de aceite hizo que el deudor escribiese sólo cincuenta y que
al que debía cien coros de trigo le hizo escribir sólo ochenta, creo
que debe entenderse en el sentido de que lo que cada judío daba a los
sacerdotes y a los levitas debe aumentarse en la Iglesia de Cristo. Es
decir, que si aquéllos daban la décima parte, éstos den la mitad, como
hizo de sus bienes Zaqueo ( Lc 19), quien
daba dos décimas partes (o una quinta) para superar a los judíos.
Notas
1.
Cada cántaro es equivalente aproximadamente a 13,13 litros.
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08-13 |
"Y loó el señor al
mayordomo infiel, porque lo hizo cuerdamente; porque los hijos de este
siglo, más sabios son en su generación, que los hijos de la luz. Y yo
os digo: Que os ganéis amigos de las riquezas de iniquidad, para que
cuando falleciereis, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel
en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto en lo
poco, también es injusto en lo mucho. Pues en las riquezas injustas no
fuisteis fieles, ¿quién os fiará lo que es verdadero? Y si no fuisteis
fieles en lo ajeno, lo que es vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún
siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará
al otro, o al uno se llegará y al otro despreciará: no podéis servir a
Dios y a las riquezas". (vv. 8-13)
San Agustín,
ut sup
El señor alabó al mayordomo a quien
despedía de su administración, porque había mirado al porvenir.
Prosigue: "Alabó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo
prudentemente". No debemos, sin embargo, imitarlo en todo, porque no
debemos defraudar a nuestro señor para dar limosnas de lo que le
quitemos.
Orígenes
Pero como los gentiles dicen que la
prudencia es una virtud y la definen como el
conocimiento de lo bueno, de lo malo y de lo indiferente, o el
conocimiento de lo que se debe hacer o dejar de hacer, es
preciso considerar si esta definición significa muchas cosas o una
sola. Se dice, pues, que Dios dispuso los cielos con prudencia.
Entonces es cierto que es buena la prudencia, porque con ella dispuso
el Señor los cielos. Se dice también en el libro del Génesis (
Gén 3,1) según los Setenta, que la serpiente
era prudentísima, y no se llama virtud a esta prudencia, sino astucia
que se inclina a obrar mal. En este sentido, pues, se dice que el amo
alabó al mayordomo porque obró con prudencia, esto es, con astucia y
ligereza. Y acaso se usó por error la palabra alabó y no en su
verdadera significación; como cuando decimos que alguno se deja llevar
por cosas mediocres e indiferentes y que deben admirarse las disputas
y agudezas en que brilla el vigor del ingenio.
San Agustín,
ut sup
Estas parábolas se llaman contradictorias
para que comprendamos que si pudo ser alabado por su amo aquél que
defraudó sus bienes, deben agradar a Dios mucho más los que hacen
aquellas obras según sus preceptos.
Orígenes
Los hijos de este siglo se dice que no son
más sabios, pero sí más prudentes que los hijos de la luz esto no en
sentido absoluto ni sencillamente, sino en su generación. Sigue pues:
"Porque los hijos de este siglo son más prudentes en su generación".
Beda
Se llaman hijos de la luz e hijos de este
siglo, como hijos del reino e hijos de la perdición, porque cada uno
se llama hijo de aquél cuyas obras hace.
Teofilacto
Llama hijos de este siglo a los que
piensan en adquirir las comodidades de la tierra, e hijos de la luz a
los que obran espiritualmente, mirando sólo al amor divino. Sucede,
pues, que en la administración de las cosas humanas disponemos con
prudencia de nuestros bienes y andamos solícitos en alto grado para
tener un refugio en nuestra vida si llega a faltarnos la
administración, pero cuando debemos tratar las cosas divinas, no
meditamos lo que para la vida futura nos conviene.
San Gregorio,
Moralium 18,11 super Iob 27,19
Para que los hombres encuentren algo en su
mano después de la muerte, deben poner antes de ella sus riquezas en
manos de los pobres. Prosigue: "Y yo os digo que os ganéis amigos de
la mammona de la iniquidad", etc.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 35
Llaman mammona
los hebreos, a lo que los latinos llaman riquezas. Como si dijese:
"Haceos amigos de las riquezas de la iniquidad". Interpretando mal
estas palabras, roban algunos roban lo ajeno y de ello dan algo a los
pobres y creen que con esto obran según está mandado. Esta
interpretación debe corregirse. Dad limosna de lo que ganáis con
vuestro propio trabajo. No podréis engañar al juez, que es Jesucristo.
Si de lo que has robado al indigente das algo al juez para que
sentencie a tu favor, es tanta la fuerza de la justicia, que, si lo
hace así el juez, te desagradará a ti mismo. No quieras figurarte a
Dios así, porque es fuente de justicia. Por tanto, no des limosna del
logro y de la usura. Me dirijo a los fieles, a quienes distribuimos el
cuerpo de Jesucristo. Pero si tales riquezas tenéis, lo que tenéis es
malo. No queráis obrar más de este modo. Zaqueo dijo (
Lc 19,8): "Yo doy la mitad de mis bienes a
los pobres". He aquí cómo obra el que se propone hacerse amigos con la
riqueza de la iniquidad y para no ser considerado como reo, dice: "Si
he quitado algo a otro, le daré el cuádruple". También puede
entenderse así: Riquezas de la iniquidad son todas las de este mundo,
procedan de donde quiera. Por esto, si quieres la verdadera riqueza,
busca aquella en que Job abundaba cuando, a la vez que estaba desnudo,
tenía su corazón lleno de Dios. Se llaman riquezas de iniquidad las de
este mundo porque no son verdaderas, estando llenas de pobreza y
siempre expuestas a perderse, pues si fuesen verdaderas te ofrecerían
seguridad.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,34
También se llaman riquezas de iniquidad,
porque no son más que de los inicuos y de los que ponen en ellas la
esperanza y toda su felicidad. Mas cuando son poseídas por los justos,
son ciertamente las mismas, pero para ellos no son riquezas más que
las celestiales y espirituales.
San Ambrosio
Llama inicuas las riquezas, porque sus
atractivos tientan nuestros afectos por la avaricia, para que nos
hagamos esclavos suyos.
San Basilio
Si heredases un patrimonio, recibirás lo
acumulado por los injustos, porque entre tus antepasados
necesariamente debe encontrarse alguno que las haya adquirido por
usurpación. Supongamos que ni aun vuestro padre lo haya robado, ¿de
dónde tienes el dinero? Si dices de mí,
desconoces a Dios no teniendo noticia del Creador. Si dices que
de Dios, dinos la razón por qué las has
recibido. Por ventura ¿no es de Dios la tierra y cuanto en ella se
contiene? ( Sal 23,1). Luego si lo que
nosotros tenemos pertenece al Señor de todos, todo ello pertenecerá
también a nuestros prójimos.
Teofilacto
Se llaman riquezas de la iniquidad, todas
las que el Señor nos ha concedido para satisfacer las necesidades de
nuestros hermanos y semejantes pero que reservamos para nosotros.
Debíamos, por tanto, entregarlas a los pobres desde el principio.
Pero, como en verdad fuimos administradores de iniquidad, reteniendo
inicuamente todo aquello que se nos ha concedido para la necesidad de
los demás, no debemos continuar de ningún modo en esta crueldad, sino
dar a los pobres para que seamos recibidos de ellos en los
tabernáculos celestiales. Prosigue, pues: "Para que cuando
falleciereis os reciban en las eternas moradas".
San Gregorio,
Moralium 21,24
Si adquirimos las eternas moradas por
nuestra amistad con los pobres, debemos pensar, cuando les damos
nuestras limosnas, que más bien las ponemos en manos de nuestros
defensores que en las de los necesitados.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 35
¿Y quiénes son los que serán recibidos por
ellos en las mansiones eternas, sino aquellos que los socorren en su
necesidad y les suministran con alegría lo que les es necesario? Estos
son los menores de Cristo, que todo lo han dejado por seguirlo y todo
lo que han tenido lo han distribuido entre los pobres, para poder
servir a Dios desembarazados de los cuidados de la tierra y, libres
del peso de los negocios mundanos, levantarse como en alas hacia el
cielo.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,34
No debemos entender que aquellos por
quienes queremos ser recibidos en los eternos tabernáculos, son
deudores de Dios, puesto que son los santos y los justos a quienes se
alude en este lugar y que serán los que introduzcan a aquellos de
quienes recibieron en la tierra remedio para sus necesidades.
San Ambrosio
Haceos amigos de la riqueza de la
iniquidad, con el fin de que, dando a los pobres, podamos conseguir la
gracia de los ángeles y de los demás santos.
Crisóstomo,
hom. 33 ad pop. Antioch
Obsérvese que no dijo: para que os reciban
en sus mansiones, porque no son ellos mismos los que admiten. Por esto
cuando dice: "haceos amigos", añade "con las riquezas de la
iniquidad", para manifestar que no nos bastará su amistad si las
buenas obras no nos acompañan y si no damos en justicia salida a las
riquezas amontonadas injustamente. El arte de las artes es, pues, la
limosna bien ejercida. No fabrica para nosotros casas de tierra, sino
que nos procura una vida eterna. Todas las artes necesitan unas de
otras, pero cuando conviene hacer obras de misericordia, no es
necesario otro auxilio que la sola obra de la voluntad.
San Cirilo
Así, enseñaba Jesucristo a los ricos que
estimasen sobre todo la amistad de los pobres, y que atesorasen en el
cielo. Conocía también la pereza de la humanidad, que es causa de que
los que ambicionan riquezas no hagan ninguna obra de caridad con los
pobres. Manifiesta, por tanto, con ejemplos claros, que éstos no
obtendrán ningún fruto de los dones espirituales, añadiendo: "El que
es fiel en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto en
lo poco, también lo es en lo mucho". En seguida nos abre el Señor los
ojos del corazón aclarando lo que había dicho antes, diciendo: "Pues
si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo
que es verdadero?". Lo menor son, pues, las riquezas de iniquidad,
esto es, las riquezas de la tierra, que nada son para los que se fijan
en las del cielo. Creo, por tanto, que es fiel alguno en lo poco
cuando hace partícipes de su riqueza a los oprimidos por la miseria.
Además, si en lo pequeño no somos fieles, ¿por qué medio alcanzaremos
lo verdadero, esto es, la abundancia de las mercedes divinas, que
imprime en el alma humana una semejanza con la divinidad? Que sea éste
el sentido de las palabras del Señor, se conoce claramente por lo que
sigue: "Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, lo que es vuestro, ¿quién
os lo dará?", etc.
San Ambrosio
Son para nosotros ajenas las riquezas,
porque están fuera de nuestra naturaleza y no nacen y mueren con
nosotros. Jesucristo es nuestro porque es la vida de los hombres y
vino a lo que es suyo.
Teofilacto
Así, pues, nos enseñó hasta aquí con
cuánta caridad debemos distribuir las riquezas. Pero como la
distribución de ellas no puede verificarse, según Dios, más que por la
impasibilidad del alma, desprendida de ellas, añade: "Ningún siervo
puede servir a dos señores".
San Ambrosio
No porque haya dos señores, siendo uno el
Señor, pues aun cuando hay quien se esclaviza por las riquezas, sin
embargo no da a éstas derecho ninguno de dominio, siendo él mismo el
que se impone el yugo de la esclavitud. El Señor es uno sólo, porque
sólo hay un Dios en lo que se manifiesta que el Padre y el Hijo tienen
el mismo poder. Y explica la razón de ello cuando añade: "Porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno se llegará y al otro
despreciará".
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,36
No habla así casualmente o sin reflexión,
porque a nadie a quien se le pregunte si ama al demonio contestará que
lo ama, sino más bien que le aborrece, mientras que casi todos dicen
que aman a Dios. Así, pues, o aborrecerá al uno (esto es, al diablo) y
amará al otro (esto es, a Dios), o se unirá con uno (esto es, con el
diablo, buscando sus recompensas temporales) y despreciará al otro,
esto es, a Dios, como acostumbran a hacerlo aquellos que,
lisonjeándose con que su bondad los deje impunes, no hacen
consideración de sus amenazas por satisfacer sus pasiones.
San Cirilo
Da fin a este discurso con lo que sigue:
"No podéis servir a Dios y a las riquezas". Renunciemos, pues, a las
riquezas y consagrémonos a Dios con todo celo.
Beda
Oiga esto el avaro y vea que no puede
servir a la vez a Jesucristo y a las riquezas. Sin embargo, no dijo:
quien tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas, porque el que
está esclavizado por ellas las guarda como su siervo, y el que sacude
el yugo de esta esclavitud, las distribuye como señor. Pero el que
sirve a las riquezas sirve también a aquel que por su perversidad es
llamado con razón dueño de las cosas terrenas y el príncipe de este
siglo ( Jn 12; 2Cor
4).
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14-18 |
Mas los fariseos, que eran
avaros, oían todas estas cosas, y le escarnecían. Y les dijo:
"Vosotros sois los que os vendéis por justos delante de los hombres;
mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen
por sublime, abominación es delante de Dios. La ley, y los profetan
hasta Juan: desde entonces es anunciado el reino de Dios, y todos
hacen fuerza contra él. Y más fácil cosa es pasar el cielo y la tierra
que caer un solo tilde de la ley. Cualquiera que deja su mujer y toma
otra, hace adulterio; y también el que se casa con la que repudió el
marido, comete un adulterio". (vv. 14-18)
Beda
Jesucristo había aconsejado a los escribas
y a los fariseos que no presumieran de su justicia, sino que
recibieran a los pecadores penitentes y redimiesen sus pecados por
medio de limosnas. Pero ellos se burlaban del maestro de la
misericordia, de la humildad y del buen uso de las riquezas, por lo
cual dice: "Mas los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas
y le escarnecían". Por dos razones: o porque mandaba cosas de poca
utilidad, o porque creían que ellos ya lo hacían así.
Teofilacto
Pero el Señor, descubriendo la malicia
oculta que había en ellos, les manifiesta que su justicia es fingida.
Por esto añade ( 1Cor 4,5): "Y les dijo:
Vosotros sois los que os vendéis por justos delante de los hombres".
Beda
Se justifican delante de los hombres todos
aquellos que desprecian a los pecadores como débiles y como
desesperados y que, considerándose perfectos, creen que no necesitan
del remedio de la limosna. Sin embargo, el que iluminará las tinieblas
más profundas verá cuán digna de condenación es la hinchazón de este
orgullo culpable. Y prosigue: "Mas Dios conoce vuestros corazones".
Teofilacto
Y por tanto sois abominables en su
presencia por vuestra arrogancia y por vuestra ambición de favor
humano. Así es que añade: "Porque lo que los hombres tienen por
sublime, abominación es delante de Dios".
Beda
Los fariseos se burlaban del Salvador,
porque predicaba contra la avaricia, como si mandase algo en contra de
lo que prescribían la ley y los profetas, en donde se lee que muchos y
muy ricos agradaron al Señor y que aun el mismo Moisés había predicho
al pueblo que gobernaba, que si cumplía con exactitud la ley abundaría
en toda clase de bienes terrenos ( Dt 28).
Queriendo el Señor probar esto mismo, manifiesta que entre la ley y el
Evangelio hay no pequeña diferencia en cuanto a las promesas y a los
preceptos. Por esto añade: "La ley y los profetas hasta Juan".
San Ambrosio
No porque haya concluido la ley, sino
porque ha empezado la predicación del Evangelio. Parece que las cosas
menores se cumplen cuando empiezan las mayores.
Crisóstomo In Matthaeum
hom. 38
De este modo les restituye la fe con más
prontitud, como diciéndoles: "porque si todo se había cumplido hasta
el tiempo de San Juan, yo soy quien viene, porque no hubiesen dejado
de existir profetas, si yo no hubiese venido". Pero se dirá: ¿Cómo han
durado los profetas hasta San Juan, siendo así que hay muchos más
profetas en el nuevo testamento que en el antiguo? Pero habla de
aquellos profetas que anunciaron la venida de Jesucristo.
Eusebio
Los primeros profetas habían conocido la
predicación del reino de los cielos, pero ninguno de ellos la había
anunciado terminantemente al pueblo judío, porque hallándose éste, por
decirlo así, en la infancia, era incapaz de comprender la inmensidad
de esta predicación. San Juan había predicado el primero y con toda
claridad que se aproximaba el reino de los cielos y la remisión de los
pecados por el bautismo de la regeneración. Por esto sigue: "Entonces
es anunciado el reino de Dios y todos hacen fuerzas contra él".
San Ambrosio,
in Lucam lib. 8
La ley enseñaba muchas cosas conforme a la
naturaleza para atraernos al celo por la justicia con su indulgencia
con las inclinaciones naturales. Pero Jesucristo corrige a la
naturaleza, porque combate sus deleites desordenados. Por tanto,
nosotros luchamos por ordenar la naturaleza para que no se hunda en
las cosas de la tierra, sino que se levante a las del cielo.
Eusebio
Grande es la lucha que han de sostener los
mortales para subir al cielo, porque los hombres vestidos de carne
mortal que sujetan sus pasiones y enfrentan todo apetito ilícito,
queriendo imitar a los ángeles, tienen que hacerse violencia para
obrar de este modo. ¿Quién hay que viendo a los que se esfuerzan en el
servicio de Dios y mortifican su carne, no confiese que se hace
verdadera violencia por el Reino de los Cielos? Además, si alguno
observa el propósito admirable de los venerables mártires, confesará
que han entrado violentamente en el reino de los cielos.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,37
También se hacen violencia por el reino de
los cielos, no sólo despreciando las cosas de la tierra, sino también
las palabras de los que se burlan de ellos por tales cosas. Esto lo
añadió el evangelista cuando dijo que se burlaron de Jesús porque
hablaba del menosprecio de las riquezas materiales.
Beda
Para que no se creyese que las palabras
"La ley y los profetas hasta Juan" anunciaban la destrucción de la ley
y de los profetas, desvanece este pensamiento diciendo: "Y más fácil
cosa es pasar el cielo y la tierra que borrar una sola tilde de la
ley"; porque la figura de este mundo pasa (ver 1Cor
7,31), pero no pasará ni una sola letra de la ley. Esto es, ni aun las
cosas más pequeñas carecen de misterio en ella. Y, sin embargo, la ley
y los profetas no duran más que hasta Juan, porque no pudo vaticinarse
que había de venir aquél de quien la predicación de Juan decía
claramente que había venido ya. Respecto a lo que había dicho de que
no debía infrigirse la ley en ningún tiempo, lo confirma con un
testimonio sacado de ella misma, por vía de ejemplo, diciendo:
"Cualquiera que deja su mujer y toma otra, hace adulterio; y también
el que se casa con la que repudió el marido, comete adulterio". Decía
esto con el fin de dar a conocer que también en las demás cosas no
había venido a deshacer la ley, sino a cumplir los preceptos de ella.
Teofilacto
La ley hablaba a imperfectos de un modo
imperfecto, como se conoce a primera vista cuando dice a los
endurecidos corazones de los judíos ( Dt
24,1): "Si un hombre aborrece a su mujer, la despedirá"; porque como
eran homicidas y se gozaban en el derramamiento de sangre, no tenían
compasión ni aún de las personas con quienes estaban más unidos, hasta
el punto de sacrificar a sus hijos y a sus hijas a los demonios. Pero
ahora se necesita de una ley más perfecta. Por esto digo, que si
alguno repudia a su mujer, no habiendo causa de fornicación, comete
adulterio y el que se case con la repudiada también lo comete.
San Ambrosio
Creo que primero debe hablarse de la ley
del matrimonio, para discutir después de la prohibición del divorcio.
Algunos creen que todo matrimonio viene de Dios, porque está escrito (
Mt 19,6; Mc 10):
"Aquellos a quienes Dios unió no debe separarlos el hombre". ¿Cómo,
pues, dice el Apóstol ( 1Cor 7,15): "Si el
infiel se separa, que se separe"? En lo que da a conocer que no todos
los matrimonios vienen de Dios, ni por su voluntad se unen los
cristianos con los gentiles. No quieras abandonar a tu mujer y así no
negarás que Dios es el autor de tu unión. Porque si tienes obligación
de sufrir y enmendar las costumbres de los extraños, con mucha más
razón debes hacerlo con tu mujer. Si la abandonas cuando tienes hijos,
obrarás con dureza despidiendo a la madre y quedándote con la prole,
porque a la ofensa que haces a la madre añades la injuria que haces a
la piedad, y obrarás con más dureza si por causa de la madre despides
a los hijos. ¿Sufrirás acaso que tus hijos, viviendo tú aún, vivan
bajo el dominio de un padrastro, o que viviendo su madre estén bajo el
de una madrastra? ¡Cuán peligroso es si expones la edad frágil de la
adolescencia a que caiga en el error! Y ¡cuán impío que desampares la
ancianidad de aquélla cuya juventud has profanado! Supongamos que la
repudiada no se case. Entonces te desagradará que guarde fidelidad a
un adúltero. Pero supongamos que se case. Lo que para ella es una
necesidad, para ti es un crimen, porque lo que consideras matrimonio
es un adulterio. En esto, sin embargo, hay un sentido moral, porque
después de haber dicho que el reino de los cielos era anunciado y que
de la ley no podría faltar un ápice, añadió: "Cualquiera que deja a su
mujer", etc. Jesucristo es el varón, la Iglesia es la esposa, esposa
por la caridad y virgen por la integridad. Por tanto, no separe la
persecución a aquél a quien Dios ha atraído a su Hijo. No lo separe la
lujuria, no lo engañe la filosofía, no lo contamine el hereje, ni el
judío lo aparte. Son adúlteros todos aquellos que desean adulterar la
verdad de la fe y de la sabiduría.
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19-21 |
"Había un hombre rico que
se vestía de púrpura y de lino finísimo y cada día tenía convites
espléndidos. Y había allí un mendigo llamado Lázaro, que yacía a la
puerta del rico, lleno de llagas. Deseando hartarse de las migajas que
caían de la mesa del rico, y ninguno se las daba: mas venían los
perros y le lamían las llagas". (vv. 19-21)
Beda
Había advertido el Señor que nos
granjeásemos amigos con las riquezas de la iniquidad y los fariseos
que lo habían oído se reían de El. Pero después les confirma lo que
había predicado por medio de un ejemplo, diciendo: "Había un hombre
rico", etc.
Crisóstomo,
hom. de divite, ex Luca
Era, no es, porque pasó como una sombra
que huye. No toda pobreza es santa, ni todas las riquezas son
pecaminosas, pero así como la lujuria deshonra las riquezas, así la
santidad recomienda la pobreza.
Prosigue: "Que se vestía de púrpura y de
lino finísimo".
San Ambrosio
La púrpura tiene el color de manto real y
sale de las conchas marinas abiertas con hierro. La gasa es una
especie de lino blanco muy delicado.
San Gregorio,
in Evang hom. 40
Si no fuese una falta el abuso de los
vestidos finos y preciosos, nunca la palabra de Dios se hubiese
ocupado de ellos. Ninguno se pone vestidos preciosos sino por vanidad
y por aparecer más digno de consideración que los demás y ninguno
gusta de ponerse vestidos preciosos cuando ha de ir a donde no pueda
ser visto de nadie.
Crisóstomo,
hom. de divite, ex Luca
Encubría la ceniza, el polvo y la tierra
con la púrpura y la seda. O lo que es lo mismo: la ceniza, el polvo y
la tierra llevaban la púrpura y la seda. Según son sus vestidos así
son las comidas. Lo mismo sucede con nosotros. Las comidas
corresponden a los vestidos. Por ello sigue: "Y cada día tenía
banquetes espléndidos".
San Gregorio,
Moralium 1, super Iob 1,5
En lo que se debe ver claramente que
apenas pueden celebrarse banquetes sin incurrir en culpa, porque
siempre se mezcla en ellos la voluptuosidad, porque cuando el cuerpo
se entrega a los placeres de la mesa, el corazón experimenta una
alegría desordenada.
Prosigue: "Y había allí un mendigo llamado
Lázaro".
San Ambrosio
Esto parece más bien una historia que una
parábola, porque se expresa el nombre.
Crisóstomo,
ut sup
Hay parábola cuando se pone un ejemplo y
se callan los nombres. Lázaro quiere decir el que es ayudado, porque
era un pobre y Dios le favorecía.
San Cirilo
Este relato del rico y de Lázaro se ha
escrito a modo de parábola para que se vea que los que abundan en
riquezas terrenas, se hacen reos de una gran condena si no quieren
socorrer las necesidades de los pobres. Refiere la tradición de los
judíos que había entonces en Jerusalén un tal Lázaro, sumamente
afligido por la pobreza y por la enfermedad, de quien hace mención el
Señor poniéndolo por ejemplo para mejor comprensión de su discurso.
San Gregorio,
in Evang hom. 40
También debe advertirse que entre el
pueblo son más conocidos los nombres de los ricos que los de los
pobres, pero el Señor no cita el nombre del rico, sino el del pobre,
porque el Señor conoce y ama a los humildes y desconoce a los
soberbios. Para probar mejor al pobre, le embargaron a la vez la
pobreza y la enfermedad. Prosigue: "Que yacía a la puerta del rico,
cubierto de llagas".
Crisóstomo,
ut sup
Estaba recostado a la puerta para que el
rico no dijese: yo no lo he visto, nadie me lo ha anunciado. Lo veía
ir y venir y estaba cubierto de llagas para dar a conocer en su cuerpo
la crueldad del rico. ¡Oh el más infeliz de todos los hombres, que ves
el cuerpo moribundo de tu semejante tendido delante de tu puerta y no
te compadeces! Si no respetas los mandatos del Señor, compadécete al
menos de tu naturaleza y teme no vengas tú a parar a lo mismo. La
enfermedad encuentra algún consuelo cuando hay riquezas. Pero ¿cuánta
pena hay en aquel que, hecho su cuerpo una llaga, no siente tanto sus
dolores como su hambre? Prosigue: "Deseando hartarse de las migajas",
etc. Como diciendo: al menos da de limosna lo que tiras de tu mesa y
haz en vez de un daño, una ganancia.
San Ambrosio
Lo que sigue da a conocer la insolencia y
la vanidad de los ricos por señales evidentes. Dice pues: "Y ninguno
se las daba". Y de tal modo se olvidan de la condición humana, que,
como si fueran de una naturaleza superior, encuentran en las miserias
de los pobres un incentivo a su voluptuosidad y se burlan del
indigente, insultan al necesitado y despojan a aquellos de quienes se
debe tener compasión.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 25
Porque la insaciable avaricia de los ricos
no teme a Dios, ni respeta al hombre, ni perdona al padre, ni guarda
fidelidad al amigo; oprime a la viuda y se apodera de los bienes del
huérfano.
San Gregorio,
ut sup
Además, el pobre veía que el rico salía
rodeado de aduladores mientras él por nadie era visitado en su
enfermedad y en su pobreza. Que ninguno iba a visitarlo lo demuestran
los perros que lamían sin obstáculo sus heridas. Sigue "Mas venían los
perros y le lamían las llagas".
Crisóstomo,
ut sup
Las llagas, que ningún hombre se dignaba
lavar ni tocar, eran lamidas por un animal compasivo.
San Gregorio,
ut sup
De este modo ejerce Dios omnipotente dos
juicios en uno, cuando permitió que el pobre Lázaro estuviese tendido
a la puerta del rico. Porque el rico impío aumenta el castigo de su
condenación, mientras que el pobre, en la prueba, aumenta su derecho
al premio; Pues aquél veía todos los días a quien debía compadecer y
éste veía a quién ponía a prueba su virtud.
|
22-26 |
"Y aconteció que cuando
murió aquel pobre, lo llevaron los ángeles al seno de Abraham. Y murió
también el rico, y fue sepultado en el infierno. Y alzando los ojos
cuando estaba en los tormentos, vio de lejos a Abraham y a Lázaro en
su seno. Y él, levantando el grito, dijo: Padre Abraham, compadécete
de mí y envía a Lázaro, que moje la extremidad de su dedo en agua para
refrescar mi lengua, porque soy atormentado en esta llama. Y Abraham
le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tú bienes en tu vida, y Lázaro
también males; pues ahora él es aquí consolado y tú atormentado. Fuera
de que hay una sima impenetrable entre nosotros y vosotros: de manera
que los que quisieren pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de ahí
pasar acá". (vv. 22-26)
Crisóstomo,
in hom. de divite, ex Luca
Hemos escuchado lo que pasó a uno y otro
en esta vida. Veamos ahora su suerte en la otra. Lo que fue temporal
ya pasó, pero lo que sigue es eterno. Uno y otro murieron: el pobre es
recibido por los ángeles, el rico lanzado a la pena eterna. Dice pues:
"Y aconteció que cuando murió aquel pobre, le llevaron los ángeles",
etc. Tantas penas se mudaron de repente en inefables delicias. Es
llevado después de tantos trabajos, porque ya se encontraba
desfallecido y no pudiendo andar era llevado por los ángeles. No era
bastante un sólo ángel para llevar al pobre, sino que vienen muchos
formando un coro de alegrías, y cada uno de aquellos ángeles se
alegraba de llevar aquella carga, como siempre que llevan la de los
hombres destinados al cielo. Fue llevado al seno de Abraham para que
descansara y se reanimara en él. El seno de Abraham es el paraíso. Los
ángeles, pues, sirvieron y llevaron al pobre y le colocaron en el seno
de Abraham. Porque aunque había vivido despreciado no se había
desesperado, ni blasfemó diciendo: Este rico goza viviendo en la
opulencia y no padece tribulación, pero yo no puedo alcanzar el
alimento necesario.
San Agustín,
De orig. an. 4,16
Si se cree que el seno de Abraham es
corpóreo, temo que no se tome en serio cosa de tanta importancia,
porque no es posible creer que el seno de un hombre pueda contener
tantas almas y aún tantos cuerpos (hablando en términos materiales)
como los ángeles llevan allí según llevaron a Lázaro, a no ser que se
crea que únicamente su alma fue la que mereció ser conducida allí. Si
no se quiere caer en un error pueril, se ha de entender por seno de
Abraham el lugar remoto y misterioso del descanso, en donde está
Abraham. Por esto se llama de Abraham, no porque sea únicamente de él,
sino porque es el padre de mucha gente y ha sido propuesto como el
modelo de fe que debemos imitar.
San Gregorio In Matthaeu,
in Evang hom. 40
En tanto, pues, que existían en el mundo
los dos corazones, esto es, el del pobre y el del rico, los
contemplaba de lo alto el juez que ejercitaba al pobre para ganar la
gloria y soportando al rico, aguardaba su desgracia. Prosigue: "Y
murió también el rico".
Crisóstomo,
serm. 2 de Lazaro
Entonces murió según el cuerpo, pero su
alma estaba ya muerta, porque no hacía nada que fuese propio del alma.
Porque todo el fervor que nace del amor al prójimo había expirado en
ella y estaba aun más muerta que el cuerpo. Y no se dice que hubo
nadie que sepultase al rico como a Lázaro. Porque después de haber
marchado durante su vida por un camino florido rodeado de muchos y
obsequiosos aduladores, cuando llegó a su fin quedó privado de todos.
Sencillamente, pues, prosigue: "Y fue sepultado en el infierno". Pero
también su alma cuando vivía estaba sepultada y hundida en su cuerpo
como en un sepulcro.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
La sepultura del infierno es lo profundo
de las penas, que devoran a los soberbios y a los faltos de caridad
después de esta vida.
San Basilio
Es el infierno cierto lugar común en el
fondo de la tierra, oscurecido y opaco por todas partes, el cual tiene
un orificio que lleva hasta lo profundo, por el que tienen su descenso
las almas condenadas a los tormentos
1.
Crisóstomo
Y así como las cárceles de los reyes se
encuentran fuera de las poblaciones, también el infierno se encuentra
fuera del mundo, por lo que se llama tinieblas exteriores.
Teofilacto
Dicen algunos que el infierno es el
tránsito de lo visible a lo invisible y a la deformidad del alma,
porque todo el tiempo que el alma del pecador subsiste en el cuerpo es
visible por sus acciones, pero cuando sale del cuerpo se hace deforme.
Crisóstomo,
ut sup
Así como era mayor la pena del pobre
cuando estaba tendido ante la puerta del rico y veía los bienes
ajenos, así después de muerto el rico aumentaba su tormento el ver
desde el infierno, donde estaba tendido, la alegría de Lázaro. No sólo
sentía la naturaleza de aquellos tormentos, sino el suplicio más
intolerable, que le causaba la vista de la gloria de Lázaro. Prosigue:
"Y alzando los ojos", etc.
Crisóstomo
Alzó, sí, los ojos para verlo, en vez de
bajarlos, porque Lázaro estaba arriba y él abajo, y si muchos ángeles
llevaban a Lázaro, infinidad de tormentos afligían al rico. Por esto
no dice: "Estando en el tormento", sino en los tormentos, porque todo
él se encontraba en ellos. Unicamente le quedaban libres los ojos para
que pudiera ver la alegría del pobre. De modo que le quedan libres los
ojos para que se atormente más, porque no tiene lo que el otro tiene,
pues las riquezas de los demás son un tormento para los que viven en
la pobreza.
San Gregorio
Si Abraham no estuviese todavía en
aquellos abismos, el rico, entre los tormentos, no podría verlo. Los
que han seguido los caminos de la patria celestial han sido
depositados después de su salida de la carne en el seno del infierno,
no para sufrir un castigo como pecadores, sino para que descansen en
aquellos remotos lugares (puesto que aún no había llegado la
intercesión del Mediador), en tanto que les impedía la entrada en el
cielo la mancha de la culpa original.
Crisóstomo hom. 4 in
Epist. ad Phil
Había muchos pobres entre los justos, pero
aquel que había estado tendido a la puerta del rico se ofreció a su
vista para aumentar su aflicción. Sigue pues: "Y a Lázaro en su seno".
Crisóstomo,
ut sup
De aquí se deduce que todos aquellos que
han sido ofendidos por nosotros, se presentarán en su día a nuestra
vista. Pero el rico no ve a Lázaro con otro justo, sino en el seno de
Abraham, porque éste era caritativo y aquél estaba acusado de
crueldad. El uno sentado a su puerta esperaba a los viajeros y los
hacía entrar en su casa; el otro rechazaba a los que le pedían asilo.
San Gregorio,
in Evang hom. 40
El que siendo demasiado rico no quiso
compadecerse del pobre, sumido en su tormento le busca por protector.
Teofilacto
No dirige su súplica a Lázaro, sino a
Abraham, porque quizás se avergonzaba y creía que Lázaro se acordaría
de sus males, juzgándolo con arreglo a sí mismo. Por esto sigue: "Y
él, levantando el grito, dijo".
Crisóstomo
Las grandes penas hacen que esfuerce la
voz. "Padre Abraham", como si dijese: "Te llamo padre, según la
naturaleza, como el hijo que perdió su fortuna, aun cuando te he
perdido como padre por culpa mía, compadécete de mí". En vano haces
penitencia cuando no ha lugar a ella. Los tormentos son los que te
obligan a hacerla y no los sentimientos de tu alma. No sé si el que se
encuentra en el reino de los cielos puede compadecerse del que está en
el infierno. El Creador se compadece de sus criaturas. Un solo médico
vino para curar las enfermedades, porque otros no habían podido.
"Envía a Lázaro". Te equivocas, miserable: Abraham no puede enviar a
nadie, sino recibir. "Para que moje la extremidad de su dedo en agua".
No te dignabas mirar a Lázaro y ahora deseas la punta de su dedo. Esto
que pides debías haberlo hecho con él cuando aún vivía. Deseas agua
cuando antes te cansabas de los manjares más exquisitos. Ve aquí lo
que es la conciencia del pecador, que no se atreve a pedir todo el
dedo. En esto debemos aprender lo conveniente que es no confiar en las
riquezas. He aquí un rico que necesita de un pobre que en otro tiempo
tenía tanta hambre. Se mudan las cosas y se da a conocer a todos quién
era el rico y quién era el pobre, porque así como en los teatros,
cuando todo se acaba y los que representan se retiran y se desnudan el
traje, los que antes parecían reyes o pretores aparecen ahora tal y
como son con todas sus miserias. Del mismo modo, cuando viene la
muerte y se concluye el espectáculo de esta vida, depuestos los
disfraces de la pobreza y de las riquezas, sólo por las obras se juzga
quiénes son verdaderamente ricos y quiénes pobres, quiénes dignos y
quiénes indignos de gloria.
San Gregorio,
ut sup
Este rico, pues, que no quiso dar al pobre
llagado ni aun las migajas de su mesa, dentro ya del infierno, llega a
buscar hasta lo más pequeño. Porque pidió una gota de agua, cuando no
quiso dar las migajas de su mesa.
San Basilio
Digno castigo, pues, el que se dio a aquel
rico: el fuego y la pena del infierno, la lengua seca, los gemidos en
vez de la lira armoniosa. En vez de bebida, una sed abrasadora.
Profundas tinieblas en vez de grandes y lascivos espectáculos, y un
gusano siempre despierto en vez de una adulación constante. Por esto
sigue: "Para refrescar mi lengua, porque soy atormentado en este
fuego".
Crisóstomo,
hom. 2 in Epist. ad Phil
No era atormentado porque había sido rico,
sino porque no había sido compasivo.
San Gregorio,
ut sup
De aquí debe deducirse la pena que merece
el que malgasta lo ajeno, siendo así que sufre las penas del infierno
el que no da lo suyo.
San Ambrosio
Es atormentado también, porque es un gran
sufrimiento para el lujurioso el carecer de sus delicias y el agua es
el refrigerio del alma atormentada por los dolores.
San Gregorio,
ut sup
Pero ¿por qué en medio de los tormentos en
que está sumido desea refrescar su lengua, sino porque el que había
pecado por su locuacidad en sus festines, sufría en su lengua un fuego
más intenso para pagar lo que debía? Y es así que es mayor la
intemperancia de la lengua en los festines.
Crisóstomo
También su lengua había hablado muchas
palabras soberbias y donde hay pecado allí hay pena, y porque pecó
mucho con la lengua, fue más atormentado en ella.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
Quiere refrigerar su lengua, cuando todo
él está ardiendo en la llama, significando así lo que está escrito (
Prov 18,21): "La muerte y la vida están en
manos de la (propia) lengua, porque por medio de la boca se hace la
confesión para obtener la salvación" ( Rom
10,10), lo que no hizo él por soberbia. La extremidad del dedo
significa la más pequeña operación, con que ayuda el Espíritu Santo.
San Agustín,
De orig. an. 2,16
Se dirá que aquí se dan miembros al alma,
pues habiendo dicho que levantó los ojos, el ojo supone toda la
cabeza, la lengua supone las fauces y el dedo la mano. Pero ¿por qué
razón estos nombres de miembros, respecto de Dios no nos hacen creer
que tenga cuerpo, y han de hacernos creer que los tenga el alma?
¿Acaso se deberán tomar al pie de la letra cuando se habla de la
criatura y en sentido metafórico cuando se habla del Creador? Habrá de
darnos también alas corporales, porque no el Creador, sino la criatura
(esto es, el hombre), dice con el Salmista ( Sal
138,9): "Si tomase mis alas al amanecer". Además, si aquel rico tuvo
lengua corporal, puesto que dijo: "Refrigera mi lengua", la misma
lengua debe tener manos corpóreas para nosotros en esta vida, puesto
que está escrito ( Prov 18,21): la muerte y
la vida está en manos de la lengua.
San Gregorio Niceno
Así como los mejores espejos reproducen
las imágenes que se colocan delante, imprimiendo en sus facciones la
alegría o la tristeza que las anima, así también el justo juicio de
Dios se hace semejante a nuestras disposiciones. Por ello el rico que
no se compadeció del pobre tendido a su puerta, no es oído cuando
necesita de misericordia. Sigue pues: "Y Abraham le dijo: hijo".
Crisóstomo,
serm. 2 et 3 De Lazaro
He aquí la bondad del patriarca. Lo llama
hijo -lo que puede expresar su mansedumbre- y sin embargo no presta
ningún auxilio al que se había privado de consuelo a sí mismo. Por
esto dice: "Acuérdate", es decir piensa en lo pasado y no te olvides
que fuiste colmado de riquezas y "que recibiste bienes en tu vida",
esto es, aquellos que tú creías verdaderos bienes. No puedes haber
reinado en la tierra y reinar aquí; las riquezas no pueden ser
verdaderas en la tierra y en el infierno. Prosigue: "Y Lázaro también
males", no porque Lázaro los consideraba como males, sino que le decía
esto para censurar al rico que consideraba como males la miseria, el
hambre y las molestias de la enfermedad. Cuando nos aflige la gravedad
de una enfermedad, pensemos pues en Lázaro y recibamos con gusto los
males de esta vida.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
Todo esto se le dice porque amó los goces
del siglo, no estimando otra vida fuera de aquella en que se
satisfacía su orgullo. Dice que Lázaro ya había sufrido los males,
porque comprendió que la mortalidad de esta vida, los trabajos, los
dolores y las tristezas, son consecuencia del pecado, ya que todos
morimos en Adán, el cual se hizo mortal por su desobediencia.
Crisóstomo,
serm. 3 De Lazaro
Dice también: "Has recibido bienes en tu
vida", como paga. Como si dijese: Si has hecho algo bueno que merezca
premio, todo se te ha pagado en el mundo con los festines, las
riquezas y la prosperidad de tus negocios. Este, en cambio, si hizo
algo malo, todo lo ha pagado con la pobreza, el hambre y las extremas
miserias con que fue afligido. Uno y otro habéis venido aquí desnudos:
éste de sus pecados, por lo que recibe el consuelo; tú de la justicia,
por lo que sufres una pena que no puede mitigarse. Prosigue: "Pues
ahora es él aquí consolado y tú atormentado".
San Gregorio,
in Evang hom. 40
Por tanto, si os sucede algo próspero
cuando os acordéis de haber obrado bien, temed que la prosperidad que
se os concede no sea remuneración del bien que habéis hecho. Y cuando
veáis que algunos pobres hacen obras dignas de reprensión, aun cuando
se manchan con este ligero resto de corrupción, se purifican por medio
de la pobreza.
Crisóstomo,
ut sup
Pero dirás: ¿Y no habrá alguno que alcance
gracia aquí y allí? Esto es difícil y pertenece al número de los
imposibles, porque cuando la pobreza no aflige, aflige la ambición; si
la enfermedad no estimula, inflama la ira; y si las tentaciones no
asedian, asaltan muchas veces los malos pensamientos. No es pequeño
trabajo refrenar la ira, contener los deseos ilícitos, templar las
manifestaciones de la vanagloria, cohibir el fausto o la soberbia y
llevar una vida austera. Imposible es, pues, que se salve el que no
haga todo esto.
San Gregorio,
ut sup
Puede responderse a esto que los malos son
los que reciben bienes en esta vida, porque encuentran toda su dicha
en una felicidad transitoria. Los justos, por el contrario, pueden
recibir bienes aquí y sin embargo no los reciben como una recompensa,
porque como desean otros mejores -es decir, los eternos-, todos los
bienes que alcanzan no los consideran como tales.
Crisóstomo,
serm. 4 De Lazaro
Después de la misericordia de Dios, hay
que esperar la salvación eterna de nuestros propios esfuerzos y no de
los de nuestros padres, de nuestros prójimos o de nuestros amigos. Un
hermano no nos libra. Y por esto añade: "Fuera de que entre nosotros y
vosotros hay un gran abismo eterno".
Teofilacto
Casma mega,
este 'gran abismo' representa la distancia que hay entre los justos y
los pecadores, porque así como los afectos de uno y otro han sido
distintos, así sus mansiones son diferentes.
Crisóstomo
Se dice que este abismo está afirmado,
porque no puede deshacerse, agitarse ni conmoverse.
San Ambrosio
Hay, pues, un gran abismo entre el rico y
el pobre, porque después de la muerte no pueden cambiarse los méritos.
Por esto sigue: "De manera que los que quisieren pasar de aquí a
vosotros, no puedan, ni de allí pasar acá".
Crisóstomo
Como diciendo: Podemos veros, pero no
pasar a donde estáis. Nosotros vemos de lo que nos hemos librado y
vosotros lo que habéis perdido. Nuestras alegrías aumentan vuestros
tormentos; vuestros tormentos aumentan nuestras alegrías.
San Gregorio,
ut sup
Como los réprobos desean pasar a donde
están los escogidos -es decir, salir de la aflicción de sus
suplicios-, así los justos quisieran ir por misericordia a donde están
los afligidos y los que padecen tormentos para librarlos de ellos.
Pero aun cuando las almas de los justos sean misericordiosas, como ya
están unidas a la justicia de su Autor, las domina de tal modo su
rectitud por la bondad de su naturaleza, que no sienten ninguna
compasión por los réprobos. Así como los injustos no pueden pasar a
gozar con los buenos porque han sido condenados a sufrir eternamente,
así los justos no pueden pasar a donde están los réprobos, porque
ensalzados ya por la justicia del juicio divino, no pueden sentir por
ellos ninguna compasión.
Teofilacto
En esto hay un argumento contra los
sectarios de Orígenes, que dicen, que las penas habrán de tener
término y que llegará día en que los pecadores podrán unirse con los
justos y con Dios.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
Se da a conocer por la inmutabilidad de la
sentencia divina, que la misericordia de los justos no puede prestar
ningún auxilio a los pecadores, aun cuando quieran. Por esto aconseja
a los hombres que hagan bien en este mundo a todos los que puedan, no
sea que si después son bien recibidos en la eternidad, no puedan
dispensar socorro a aquellos a quienes aman. Porque lo que está
escrito ( Lc 16,9): "Para que ellos os
reciban en los eternos tabernáculos", no se refiere a los soberbios y
faltos de caridad, sino a los que se hicieron amigos por sus obras de
misericordia, a quienes no los reciben los justos por autoridad
propia, como recompensándolos, sino por permisión divina.
Notas
1.
Estas figuras tienen como finalidad expresar de forma cercana para los
más sencillos la realidad de la pérdida eterna de Dios: El habita en
una Luz inaccesible ( 1Tim 6, 16) y es la luz
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (
Jn 1,9); estar con El es vivir en la felicidad eterna,
celebrando el banquete eterno ( Mt 22,1ss).
De allí que el infierno, que es el rechazo total de Dios para siempre
por parte del pecador, sea descrito como oscuridad, llanto, rechinar
de dientes, e infelicidad sempiterna.
|
27-31 |
"Y dijo: Pues te ruego,
Padre, que lo envíes a casa de mi padre. Porque tengo cinco hermanos,
para que les de testimonio; no sea que vengan ellos también a este
lugar de tormentos. Y Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los
profetas, óiganlos. Mas él dijo: No, padre Abraham; mas si alguno de
los muertos fuere a ellos, harán penitencia. Y Abraham le dijo: Si no
oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de
los muertos resucitare". (vv. 27-31)
San Gregorio,
in Evang hom. 40
Después que se le quitó al rico condenado
toda esperanza, se acuerda de todos los prójimos que había dejado en
este mundo. Por esto sigue: "Y dijo: Te ruego, Padre, que le envíes a
casa de mi padre".
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
Pide que envíe a Lázaro porque se
considera indigno de ser testimonio de la verdad y como no había
conseguido ser refrigerado un poco, mucho menos creyó que podría
librarse de los infiernos para anunciar la verdad.
Crisóstomo,
hom. de divite
He aquí su perversidad. Ni aun en las
mismas penas puede expresar la verdad. Si el padre es Abraham, ¿cómo
dice mándale a casa de mi padre? Pero no has olvidado a tu padre,
porque él te llevó a la perdición.
1
San Gregorio,
ut sup
Algunas veces sucede que la pena de los
malvados les enseña cierta caridad, -aunque inútilmente- de tal modo
que entonces aman a los suyos de una manera especial, siendo así que
en el mundo, no amando más que el pecado, no se amaban a sí mismos.
Por esto sigue: "Tengo cinco hermanos; para que les de testimonio, no
sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos".
San Ambrosio
Este rico empieza demasiado tarde a ser
maestro cuando ya no le queda tiempo de aprender ni de enseñar.
San Gregorio,
ut sup
En ello se da a conocer cuántas
aflicciones se acumulan sobre el rico condenado, porque conserva el
conocimiento y la memoria para su suplicio. Conoció pues a Lázaro, a
quien despreció y se acordó de sus hermanos, a quienes dejó. Para que
los pecadores sean más castigados en las penas eternas, ven la gloria
de aquellos a quienes despreciaron y son atormentados por la desgracia
de aquellos a quienes amaron en vano. Abraham contestó en seguida al
rico que le pedía mandase a Lázaro. Por ello sigue: "Abraham le dijo:
Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos".
Crisóstomo,
serm. 4 De Lazaro
Como diciendo: No cuidas tú tanto de tus
hermanos como lo hace Dios que les ha creado, que les ha enviado
doctores para que los amonesten y los exhorten. Aquí llama
Moisés y profetas a los escritos mosaicos y
proféticos.
San Ambrosio
En lo que declara el Señor terminantemente
que el Antiguo Testamento es el fundamento de la fe, confundiendo así
la perfidia de los judíos y rechazando las necedades de los herejes.
San Gregorio,
ut sup
El que había despreciado la palabra de
Dios, creía que tampoco podrían oírla sus secuaces. Por ello sigue:
"Mas él dijo: No, padre Abraham, mas si alguno de los muertos fuere a
ellos, harán penitencia".
Crisóstomo,
in hom. de divite
Como cuando él oía las Sagradas Escrituras
las despreciaba y las consideraba como fábulas, creía que a sus
hermanos les sucedería lo mismo.
San Gregorio Niceno
En esto se nos da a conocer otra cosa: que
en el seno de Abraham, Lázaro no siente solicitud por lo presente ni
se aflige por lo pasado. Mas el rico, después de su muerte se ve
detenido por su vida carnal como por un lazo. Porque todo el que se
haga carnal en el espíritu, ni aún después de la muerte se verá libre
de sus pasiones.
San Gregorio,
in Evang hom. 40
Por esto, ahora se responde al rico con
una sentencia llena de verdad. Sigue pues: "El le dijo: si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los
muertos resucitase". Porque los que desprecian las palabras de la ley,
cumplirán con tanta más dificultad los preceptos del Redentor que
resucitó de entre los muertos.
Crisóstomo,
serm. 4 De Lazaro
Que los que no escuchan las Escrituras
tampoco escuchan a los muertos resucitados, lo prueban los mismos
judíos, puesto que así como ahora querían matar a Lázaro, así también
perseguían a los apóstoles incluso después de que muchos resucitasen
al momento de morir Jesús en la cruz. Téngase en cuenta también que
todo el que muere es siervo. Pero todo lo que dicen las Escrituras lo
dice el Señor, por lo que son más dignas de fe que un muerto que
resucite o que un ángel que baje del cielo, porque el Señor de los
ángeles, el Señor de los vivos y de los muertos es quien las ha
instituido. Por tanto, si Dios juzgase que resucitando a los muertos
había de venir alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque
todo lo hace en beneficio nuestro. Pero si los muertos resucitasen con
frecuencia, esto se despreciaría con el tiempo, porque el diablo
introduciría fácilmente doctrinas perversas, imitando esto mismo por
sus oráculos, no resucitando verdaderamente a los muertos sino
engañando a los hombres con alucinaciones o enseñando ingeniosamente a
algunos a fingir la muerte.
San Agustín,
De curis pro mortuis habendis cap. 14 et 15
Pero dirá alguno: Si los muertos no se
cuidan de los vivos, ¿cómo el rico pedía a Abraham que enviase a
Lázaro a sus cinco hermanos? Pero ¿por qué aquel rico dijo esto?
(Había de saber acaso qué es lo que harían sus hermanos o qué es lo
que padecerían en aquel tiempo? Así se cuidó de los vivos aun cuando
ignoraba en absoluto lo que hacían, como nosotros nos cuidamos de los
muertos aunque ignoremos enteramente lo que hacen. Pero volvamos otra
vez a la cuestión. ¿Cómo sabía Abraham que existían Moisés y los
profetas?, esto es, sus libros. (Ni de dónde sabía que aquel rico
había vivido entre delicias y Lázaro entre aflicciones? No pudo tener
conocimiento de ello mientras vivían, sino que después de su muerte
Lázaro se lo dio a conocer, puesto que dice el profeta (
Is 63,16): "Abraham no nos conoció". Pueden
saber también algo los muertos por los ángeles, que presencian lo que
pasa en el mundo, y también pueden tener conocimiento por revelación
del Espíritu de Dios de las cosas no sólo pasadas sino también futuras
que sea necesario que conozcan.
San Agustín,
De quaest Evang. 2,38
En sentido alegórico esto puede
interpretarse del siguiente modo: El rico representa la soberbia de
los judíos que desconocen la justicia de Dios y quieren hacer valer la
suya ( Rom 10). La púrpura y el lino finísimo
indican la dignidad del reino ( Mt 21,43), y
el reino de Dios -dice- os será quitado. El convite espléndido es la
jactancia de la ley, en la que se gloriaban, más abusando de ella para
satisfacer su orgullo, que usando de ella en lo que era necesario para
su salvación. Y el mendigo con el nombre de Lázaro -que quiere decir
ayudado- significa el indigente, como algún gentil o publicano, que es
tanto más favorecido cuanto menos presume de sus propias facultades.
San Gregorio,
ut sup
Lázaro, lleno de úlceras, es figura del
pueblo gentil que en tanto que convertido no se avergüenza de confesar
sus pecados, y por ello tuvo su piel cubierta de llagas. Porque ¿qué
es la confesión de los pecados sino cierta abertura de llagas? Lázaro,
llagado, deseaba alimentarse de las migajas que caían de la mesa del
rico y ninguno se las daba, ya que aquel pueblo orgulloso no se
dignaba admitir a ningún gentil al conocimiento de la ley y porque
dejaba caer las palabras de esta ciencia como caían las migas de sobre
la mesa.
San Agustín,
ut sup
Los perros que lamían las úlceras del
pobre son los hombres malvados que aman el pecado, cuya lengua está
siempre dispuesta a alabar las malas acciones que otros detestan y que
se lamentan de cometerlas y las confiesan.
San Gregorio,
ut sup
También en las Sagradas Escrituras se
llama con frecuencia perros a los predicadores, según aquellas
palabras del Salmo ( Sal 67,24): "La lengua
de tus perros beberá sangre de tus enemigos", porque la lengua de los
perros cura las llagas que lame, y los santos doctores cuando nos
instruyen en la confesión de nuestros pecados, tocan en cierto modo la
llaga de nuestra alma con la lengua. El rico fue sepultado en el
infierno y Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, esto
es, al descanso misterioso del que la Verdad ha dicho (
Mt 8,11): muchos vendrán de Oriente y de
Occidente y descansarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los
cielos; mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas
exteriores. El rico levanta sus ojos para ver desde lejos a Lázaro,
porque mientras los infieles sufren en el abismo los castigos de su
condenación, los fieles están sobre ellos, esperando en reposo el día
del juicio final, después del cual aquéllos no podrán ya contemplar su
gozo. Lo que miran está lejos porque no pueden llegar allí por sus
méritos. Se manifiesta más abrasada su lengua, porque el pueblo infiel
tuvo las palabras de la ley en su boca, pero no quiso observarlas con
sus obras. Por tanto, sufrirá más en la parte en que más manifestó
saber lo que no quiso hacer. Abraham le llama su hijo y sin embargo no
le libra de los tormentos porque los padres de este pueblo infiel,
considerando que muchos se apartaron de su fe, no los libran de los
tormentos ni tienen compasión de ellos, aunque les reconocen como
hijos suyos según la carne.
San Agustín,
ut sup
Los cinco hermanos que dice que tiene en
la casa de su padre representan a los judíos, quienes fueron llamados
con el nombre de cinco porque vivían bajo el influjo de la ley que fue
dada por Moisés, quien la escribió en cinco libros.
Crisóstomo,
hom De divite
También puede decirse que tuvo cinco
hermanos, esto es, cinco sentidos, de los que era esclavo. No podía
amar a Lázaro, porque estos hermanos no aman la pobreza. Ellos son los
que te han traído a estos tormentos y no pueden salvarse si no mueren,
de otro modo es necesario que habiten con su hermano. Pero ¿por qué
pides que envíe a Lázaro? "Tienen a Moisés y a los profetas". Moisés
fue el Lázaro pobre, que creyó que tenía mayores riquezas en la
pobreza de Jesucristo que en las riquezas del Faraón (
Heb 12). Jeremías, arrojado al lago, se
alimentaba del pan de la tribulación ( Jer
38). Y todos los profetas enseñan a estos hermanos; pero no pueden
salvarse ni aunque alguien resucite de los infiernos. Estos hermanos,
antes que Jesucristo resucitase, me conducían a la muerte. El murió, y
estos hermanos resucitaron: ahora mis ojos ven a Jesucristo, mis oídos
le oyen y mis manos le abrazan. Todo esto es la condenación de Marción
y Maniqueo, que no admiten el Antiguo Testamento. Véase lo que dice
Abraham: "Si no oyen a Moisés y a los profetas". Como diciendo: Haces
bien esperando a aquél que ha de resucitar; pero Jesucristo habla por
medio de ellos, así que si los oyes has de oír también a Jesucristo.
San Gregorio,
ut sup
El pueblo judío, como no quiso entender el
sentido espiritual de las palabras de Moisés, no pudo llegar a Aquel
de quien Moisés había hablado.
San Ambrosio
Lázaro es pobre en esta vida, pero es rico
para Dios y no se crea que toda pobreza es santa ni toda riqueza
criminal, sino que así como la lujuria infama las riquezas, así la
santidad recomienda la pobreza. Que el hombre apostólico, pobre en la
palabra y rico en la fe -puesto que posee la verdadera- no busque la
elegancia de las palabras. A éste considero semejante a aquél que,
herido muchas veces por los judíos, presentaba a ciertos fieles sus
llagas, como Lázaro a los perros. Bienaventurados los perros a quienes
venga a parar el humor de tales úlceras, para que llene el corazón y
las fauces de los que acostumbran guardar la casa, velar sobre el
rebaño y librarle de los lobos. Y como el pan es la palabra, la fe
nace de la palabra. Las migajas son como ciertos dogmas de fe, esto
es, los misterios de las Escrituras. Pero los arrianos que afectan el
apoyo del poder de los reyes para combatir las verdades de la Iglesia,
¿no es verdad que parece que viven como envueltos en cierta púrpura y
lino finísimo? Estos abundan en palabras vanas, cuando defienden lo
aparente en contra de lo verdadero. La rica herejía ha compuesto
muchos evangelios y el fiel pobre conserva únicamente el que ha
recibido. La filosofía rica se ha formado muchos dioses, la Iglesia
pobre sólo conoce un único Dios. ¿No es cierto que aquellas riquezas
son indigencias y que esta pobreza es abundancia?
San Agustín,
De quaest. Evang. 2,38
También puede entenderse esta parábola de
otro modo, esto es, considerando al Señor representado en Lázaro
tendido a la puerta de aquel rico. Porque se abatió ante los muy
soberbios judíos en la humildad de su encarnación, deseando saciarse
de las migas que caían de la mesa del rico. Es decir, buscaba en
ellos, aun cuando fuesen pequeñas sus obras de justicia, que no fuesen
quitadas de su mesa, esto es, de su poder por su soberbia. Sus obras,
aunque pequeñas y extrañas a la perseverancia de una buena vida,
podían repetirse de vez en cuando, al menos como suelen caer las migas
de la mesa. Las úlceras son los tormentos del Señor, los perros que
las lamían son los gentiles, a quienes los judíos llamaban inmundos y
sin embargo lamen ahora las llagas del Señor en los sacramentos de su
cuerpo y de su sangre en todo el mundo, con una profundísima ternura.
El seno de Abraham es el seno del Padre, en donde fue recibido el
Señor cuando resucitó después de su pasión y a donde creo se dice que
fue llevado por los ángeles, porque ellos anunciaron a los discípulos
esta recepción que había tenido en el seno del Padre. Todo lo demás
puede admitirse según la exposición que ya queda hecha, porque el seno
del Padre se entiende como el lugar en donde las almas de los justos
se ven con Dios, aun antes de la resurrección.
Notas
1.
Literalmente, dice: "porque él te ha perdido". Hace referencia a
Satanás, quien es el "padre de la mentira" (ver Jn
8, 44) y es llamado por Jesús como "Padre" de los malos judíos que no
creen en él (allí mismo). Otra versión latina: "Non es oblitus patris
tui? Non es oblitus quia ille te perdidit?", podría traducirse como:
"¿No has olvidado a tu padre? ¿no has olvidado que él te ha perdido?".
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