CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-04 |
Y aconteció que se
agolpaban las gentes hacia El, para oír la palabra de Dios, y El
estaba a la orilla del lago de Genesaret. Y vio dos barcas que estaban
a la orilla del lago: y los pescadores habían saltado a tierra, y
lavaban sus redes. Y entrando en una de estas barcas, que era de
Simón, rogó que la apartase un poco de tierra. Y estando sentado,
enseñaba al pueblo desde la barquilla. (vv. 1-4)
San Ambrosio,
in Lucam lib 4
Cuando Jesús hubo dispensado la salud a
varias clases de enfermos, y ni el tiempo ni el lugar detenía a las
turbas deseosas de salud, declinó la tarde. Y le seguían. Un lago les
disputa el paso, y le rodeaban por todas partes; por ello se dice: "Y
aconteció que agolpándose las turbas hacia El", etc.
Crisóstomo
Estaban unidos a El, lo amaban, lo
admiraban, y deseaban tenerlo siempre consigo. ¿Quién se separaría de
El cuando hacía tales milagros? ¿Quien no querría ver aquel rostro y
aquella boca que decía tales cosas? No sólo era admirable cuando hacía
milagros, sino que su solo aspecto abundaba en gracia de una manera
extraordinaria. Por lo que cuando hablaba le oían con el mayor
silencio, y nunca interrumpían su discurso; por esto se dice: "Y
acudían a El para oír la palabra de Dios", etc. Prosigue: "Y El estaba
a la orilla del lago de Genesareth".
Beda
Aseguran que el lago de Genesareth era el
mismo mar de Tiberíades, y que tomó el nombre de mar de Galilea en
atención a la provincia que le rodeaba. Genesareth se llama también
porque este mar se parece a un lago (que encrespando sus olas parecía
que él mismo era quien se agitaba), y en griego quiere decir que
engendra la brisa. Sus aguas, en vez de ser tranquilas como las de los
lagos, son frecuentemente agitadas por los vientos; son dulces y
buenas para beber. Pero en la lengua hebrea se acostumbró a designar
con el nombre de mar a toda reunión de aguas, sean dulces o saladas.
Teofilacto
El Señor huye de la gloria, cuanto más
ella le persigue, y por ello, separándose de las turbas, entró en la
barca. De donde prosigue: "Y vio dos barcos que estaban a la orilla
del lago. Y los pescadores habían saltado en tierra, y lavaban sus
redes".
Crisóstomo
Lo cual era señal de descanso. Pero, según
San Marcos, los encontró remendando sus redes. Tanta era la pobreza de
aquellos pescadores que remendaban sus redes, no pudiendo comprar
otras. Queriendo reunir oportunamente a toda la concurrencia, y que
nadie se quedase a su espalda, y con el fin de que todos le viesen
cara a cara, subió en el barco. Por esto dice: "Y entrando en una nave
que era de Simón, le rogó", etc.
Teofilacto
He aquí la mansedumbre de Jesucristo, que
ruega a Pedro; y la obediencia de Pedro, en todo.
Crisóstomo
Después que hizo tantos milagros, expone
de nuevo su doctrina; y encontrándose en el mar, pesca a los que están
en tierra. Y de aquí prosigue: "Y estando sentado, enseñaba al pueblo
desde la navecilla".
San Gregorio Nacianceno,
hom. de repudio
Condescendiendo con todos, a fin de sacar
al pez del abismo, esto es, al hombre que nada en las cosas móviles y
en las amargas tempestades de esta vida.
Beda
Místicamente hablando, las dos naves
representan al pueblo judío y gentil, los cuales vio el Señor, porque
conoce quiénes son los suyos en uno y otro pueblo; y al verlos -esto
es, visitándolos con su misericordia-, los conduce a la playa
tranquila de la vida futura. Los pescadores son los doctores de la
Iglesia, que nos pescan con la red de la fe, y -como a la playa- nos
conducen a la tierra de los vivos. Pero estas redes unas veces se
tienden a la pesca, otras veces se lavan para plegarlas, porque no
todo el tiempo es propicio para la predicación, sino que el Doctor
debe hablar unas veces y otras ocuparse de sí mismo. La nave de Simón
es la Iglesia primitiva, de quien dice San Pablo: "El que hizo a Pedro
Apóstol de los circuncisos" ( Gál 2,8). Se
dice bien: una barca, porque la multitud de los creyentes tenía sólo
un corazón y una alma ( Hch 4,32).
San Agustín,
de quaest evang. 2, 2
Desde la cual enseñaba a las turbas;
porque enseña a las gentes con la autoridad de la Iglesia. Y en cuanto
a lo que dice, que subiendo el Señor al barco suplicó a San Pedro que
le separase un poco de la tierra, da a entender que se debe predicar a
las gentes con moderación; ni mandándoles lo terreno, ni apartándolos
de la tierra a lo profundo de los misterios. También quiere decir que
debe predicarse primero a las gentes que están más cerca. Después
dice: "Entra más adentro" manda predicar a las naciones más remotas.
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05-07 |
Y luego que acabó de
hablar, dijo a Simón: "Entra más adentro, y soltad vuestras redes para
pescar". Y respondiendo Simón, le dijo: "Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, sin haber cogido nada; mas en tu palabra soltaré la
red". Y cuando esto hubieron hecho, cogieron un tan crecido número de
peces, que se rompía su red. E hicieron señas a sus compañeros, que
estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Y vinieron, y
de tal modo llenaron los barcos, que casi se sumergían. (vv. 5-7)
San Cirilo
Después que había enseñado bastante al
pueblo, vuelve otra vez a sus obras admirables; y por medio del oficio
de pescador, pesca a sus discípulos. De donde prosigue: "Y luego que
acabó de hablar, dijo a Simón: Entra más adentro, y soltad vuestras
redes para pescar".
Crisóstomo
Acomodándose a las circunstancias de los
hombres, así como llamó a los magos por medio de una estrella, llama
ahora a los pescadores por medio del arte de pescar.
Teofilacto
San Pedro no tardó en obedecer, y por esto
prosigue: "Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, sin haber cogido nada". No añadió, pues: No te
obedeceré, ni me expondré a trabajar por segunda vez en vano; sino que
añade: "Mas en tu palabra soltaré la red". Y como el Señor había
instruido las turbas desde el barco, no dejó sin recompensa a su dueño
dispensándole beneficios de dos maneras: primero, dándole multitud de
peces, y después, haciéndolo su discípulo; por lo que sigue: "Y cuando
esto hubieron hecho, cogieron una copiosa multitud de peces", etc.
Cogió tantos peces, que no pudo sacarlos afuera, sino que tuvo que
pedir auxilio a sus compañeros que estaban en otro barco, para que
viniesen. Los llama por señas, porque no podía hablar asombrado por la
gran cantidad de peces que había cogido; y aquéllos le prestaron su
auxilio, porque dice: "Y vinieron, y de tal manera llenaron las dos
barcas", etc.
San Agustín,
De cons Evang., 2, 9
San Juan parece contar el mismo milagro
1; pero
es otro muy distinto, y que se verificó después de la resurrección del
Señor en el mar de Tiberíades. No solamente se diferencian estos dos
prodigios en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a la misma cosa.
Porque en el milagro que refiere San Juan se dice que arrojó la red a
la derecha, y sacó ciento cincuenta y tres peces; grandes en verdad, y
tanto, que el evangelista especificó su magnitud diciendo que, a pesar
de ello, las redes no se rompieron; fijándose sin duda, en este otro
prodigio que refiere San Lucas, en el que se rompían las redes, por
los muchos pescados que habían cogido.
San Ambrosio
Místicamente, la barca de Pedro, que flota
según San Mateo y que según San Lucas se llena de peces, figura la
Iglesia flotante en su origen, y llena después hasta rebosar. No
zozobra ésta que tiene a Pedro; pero fluctúa aquella que tiene a
Judas: en una y otra se encuentra Pedro, pero el que permanece firme
por sus virtudes es perturbado por las extrañas. Evitemos el trato con
el traidor, no sea que vacilemos muchos, empujados por uno solo. Hay
perturbación allí donde se encuentra poca fe; y gran seguridad donde
hay perfecto amor. Ultimamente, aun cuando se manda a otros que
arrojen sus redes, sólo a Pedro se le dice: "Entra más adentro"; esto
es, hasta el fondo de la cuestión. ¿Qué cosa hay más elevada que
conocer al Hijo de Dios? ¿Mas cuáles son las redes que se manda a los
apóstoles tender sino los discursos, que como los rodeos y vueltas de
las discusiones no dejan escapar a los que cogen? Los instrumentos de
los apóstoles son redes de pesca que no hieren a los que cogen, sino
que los reservan; y que, desde el abismo donde se agitaban, los hacen
subir a lo más elevado. Dice, pues: "Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, sin haber cogido nada"; porque en realidad el fruto
que ha de cogerse por medio de la predicación no depende de los
hombres, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido ahora hacen
una gran pesca con la Palabra de Dios.
San Cirilo
Esto prefiguró lo que había de suceder; no
trabajan en balde los predicadores de la doctrina evangélica cuando
tienden sus redes, sino que aumentan siempre nuevas comunidades a la
Iglesia de Dios.
San Agustín,
de cuest. evang. 2, 2
Las redes que se rompían y las barcas
llenas de tanta abundancia de peces, que casi se sumergían, significan
que habrá en la Iglesia tal multitud de hombres carnales, que la
desgarrarán con herejías, y perturbarán su paz con cismas.
Beda
Se rompe la red pero no escapa el pez,
porque el Señor defiende siempre a los suyos contra los escándalos de
sus perseguidores.
San Ambrosio
La otra nave es el judaísmo, de la que son
elegidos San Juan y Santiago. Estos pasaron de la sinagoga a la nave
de Pedro -esto es, a la Iglesia-, para que llenasen las dos naves.
Todos, pues, se postran cuando se pronuncia el nombre de Jesús, ya
sean judíos, ya griegos.
Beda
O la otra nave es la Iglesia de los
gentiles, la cual, no siendo suficiente una nave, se llena también de
peces escogidos; porque el Señor conoce quiénes son los suyos (
2Tim 2,19), y sabe el número total de sus
elegidos. Aun cuando no encontró a muchos que creyeran en El entre los
judíos, sabe perfectamente quienes van a admitir la fe y van a ser
premiados con la vida eterna, y busca a los suyos una colocación a
propósito en otra nave, llenando también los corazones de los gentiles
con la gracia de su fe. La segunda nave se llama cuando se rompe la
red. Así, cuando Judas el traidor, Simón Mago, Ananías y Safira y
muchos de los discípulos se retiraron, en seguida San Bernabé y San
Pablo fueron agregados para el apostolado de los gentiles.
San Ambrosio
También podemos entender que la otra nave
representa a otra Iglesia, pues de la única Iglesia se derivan muchas
Iglesias particulares.
San Cirilo
Hace señas a sus compañeros para que le
ayuden. Muchos continúan los trabajos de los apóstoles; en primer
lugar aquéllos que escribieron los Evangelios; después, los que han
sido constituidos en pastores y presidentes de los pueblos y en
doctores de la verdadera doctrina.
Beda
Las naves de éstos se llenan con aumento
cada día, y se llenarán hasta el fin del mundo. Y que después de
llenas se sumergen -esto es, que son amenazadas de naufragio porque no
han de ser sumergidas, aun cuando peligren-, el Apóstol lo expone,
diciendo: "En los tiempos venideros habrá días peligrosos; y habrá
hombres egoístas" ( 2Tim 3,1-2). Pues
sumergirse las naves significa que los hombres, después que fueron
elegidos por la fe, recaen en la inmoralidad del siglo.
Notas
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08-11 |
Y cuando esto vio Simón
Pedro, se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate de mí,
que soy un hombre pecador". Porque él y todos los que con él estaban
quedaron atónitos de la presa de los peces que habían cogido. Y
asimismo, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de
Simón. Y dijo Jesús a Simón: "No temas; desde aquí en adelante serás
pescador de los hombres". Y llevadas las barcas a tierra, lo dejaron
todo, y le siguieron. (vv. 8-11)
San Ambrosio
San Pedro se admiraba de los dones de
Dios; y cuanto más tenía, menos presumía. Por lo que dice: "Y cuando
esto vio Simón, Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Señor,
apártate de mí, que soy un hombre pecador".
San Cirilo
Trayendo a la memoria todos los pecados
que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente
que el que está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del
que está limpio. Sabía por la ley -o había aprendido por la ley-, que
debe distinguirse entre el bueno y el malo.
San Gregorio Niceno
Cuando mandó arrojar las redes, se cogió
tanta cantidad de peces, cuanta quiso el Señor del mar y de la tierra.
La palabra del divino Verbo siempre es la palabra del poder, a cuyo
mandato habían nacido la luz y todas las demás criaturas en el
principio del mundo. San Pedro se admira de todo esto: "Porque él, y
todos los que con él estaban, quedaron atónitos", etc.
San Agustín,
de cons. evang. 4, 17
No nombra a San Andrés, el cual debía
estar en la misma barca, como dicen San Mateo y San Marcos. Prosigue:
"Y Jesús le dijo a Simón: 'No temas'.
San Ambrosio
Di tú también: Señor, apártate de mí,
porque soy un hombre pecador, para que Dios responda: "No temas".
Debemos confesar nuestros pecados al Señor para que nos trate con
indulgencia. Ve cuán bueno es el Señor, cuando concede a los hombres
el gran poder de vivificar. Prosigue: "De aquí en adelante serás
pescador de hombres".
Beda
Esto se refería a San Pedro de una manera
especial, porque así como entonces cogía los peces por medio de sus
redes, más adelante habría de coger a los hombres por medio de la
palabra. Le da a conocer, a la vez, el orden de todo lo que había de
suceder en la Iglesia -cuyo tipo era él- y que todos los días se viene
verificando.
Crisóstomo
Observa también la fe y la obediencia de
los apóstoles.Teniendo entre manos el trabajo de la apetecida pesca,
no se detuvieron en cuanto oyeron la voz del Señor que les mandaba
sino que, abandonadas todas las cosas, lo seguían. Una obediencia
igual exige Jesucristo de nosotros. Y debemos dejar todas las cosas
cuando nos llama, aun cuando nos apremie algo muy necesario; de donde
prosigue: "Y acercadas las barcas a tierra", etc.
San Agustín,
de cons. evang. 2, 17
San Mateo y San Marcos refieren cómo
sucedió esto de una manera breve. San Lucas lo explica de una manera
más clara; en lo cual parece que hay alguna diferencia, porque
recuerda que únicamente a San Pedro dijo el Señor: "Desde aquí en
adelante serás pescador de hombres", y los otros dos Evangelistas
dicen que el Señor dijo esto mismo, pero a los dos hermanos. Sin
embargo, pudo suceder que primero se lo dijese a San Pedro, porque se
había admirado de la gran cantidad de peces que había cogido, según
insinúa San Lucas, y a los dos después, lo cual contaron los dos
primeros Evangelistas. También puede entenderse que primero medió lo
que dijo San Lucas, porque entonces todavía no habían sido llamados
por el Señor, sino que solamente se había dicho a San Pedro que sería
pescador de hombres; pero no que nunca habría de pescar peces. De aquí
se da a entender que aquéllos volverían a pescar peces, y que después
sucedería lo que refieren San Mateo y San Marcos. Entonces no habían
sacado las barcas a tierra, como con el cuidado de volver a lo mismo,
sino que le siguieron, como que los llamaba o mandaba. Pero si, según
San Juan, San Pedro y San Andrés habían seguido a Jesús desde las
orillas del Jordán, ¿cómo dicen otros Evangelistas que los encontró en
Galilea pescando, y los llamó para discípulos suyos? Pero debe
entenderse que vieron al Señor junto al Jordán, sin unirse a El
inseparablemente, sino que tan sólo conocieron quién era, y habiéndole
admirado, se retiraron a sus lugares.
San Ambrosio
En sentido místico, diciendo: "Señor,
apartaos de mi", Pedro niega que los que coge con la palabra sean su
conquista y su botín. Tampoco tú temas referir a Dios lo que tienes,
porque El nos ha concedido lo que era suyo.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2, 2
O de otro modo, Pedro, en representación
de la Iglesia, llena de hombres pecadores, dice: "Señor, apártate de
mí, que soy un hombre pecador"; como si la Iglesia, llena de una
multitud de hombres pecadores, y casi sumergida por sus costumbres,
alejase de ella en cierto modo el reino de las cosas espirituales, en
las que sobresale especialmente la persona de Jesucristo. Los hombres
no dicen esto con palabras a los buenos ministros del Señor para
alejarlos de sí; pero, con la palabra de sus costumbres y de sus
acciones, los obligan a que se separen de ellos, para no ser dirigidos
por buenos, y con tanto mayor motivo cuanto que así los honran; como
San Pedro figuraba su respeto, postrándose a los pies del Señor, al
recordar su vida pasada, diciendo: "Señor, apartaos de mí".
Beda
Conforta el Señor el temor de los
carnales, para que ninguno, temblando a causa de su conciencia
culpable, o desalentado a la vista de la inocencia de otros, tema
entrar en el camino de la santidad.
San Agustín,
De quaest. Evang. 2, 2
El Señor, no separándose de ellos, da a
entender que hombres buenos y espirituales no deben asustarse por los
pecados de las turbas, ni tener la voluntad -para vivir con más
seguridad y paz- de abandonar el ministerio eclesiástico. En cuanto a
que sacaron los barcos a tierra y, dejando todas las cosas, lo
siguieron, puede significar el fin del tiempo, en el cual los que
hayan continuado unidos a Cristo se apartarán enteramente de la mar de
este mundo.
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12-16 |
Y aconteció que, estando
en una de aquellas ciudades, vino un hombre cubierto de lepra; y
cuando vio a Jesús, se prosternó contra tierra y le rogó, diciendo:
"Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús, extendiendo la mano,
le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio". Y luego desapareció de él la
lepra. Y le mandó que no lo dijese a ninguno: "Mas ve, le dijo, y
muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés,
en testimonio a ellos". Y tanto más se extendía su fama: Y acudían
muchas turbas para oírle y para ser curados de sus enfermedades. Mas
El se retiraba al desierto y oraba. (vv. 12-16)
San Ambrosio,
in Lucam lib. 5
El cuarto milagro que hizo el Señor desde
que vino a Cafarnaúm fue sanar al leproso. Si en el principio alumbró
el día cuarto por medio del sol, y lo hizo más claro que los demás,
debemos considerar que este cuarto milagro es más evidente que los
otros, del cual se dice: "Y aconteció que estando en una de aquellas
ciudades, vino un hombre cubierto de lepra", etc. No se expresa el
lugar donde fue curado el leproso, para demostrar que no es un sólo
pueblo de una ciudad particular, sino que todos los pueblos habían
sido sanados.
San Atanasio,
in Cat. graec. Patrum
Adoró el leproso al Señor Dios existente
en un cuerpo; y no por la carne creyó que el Verbo de Dios fuese
creatura, ni porque era Verbo despreció la carne que vestía; sino por
el contrario, se postra contra tierra, adorando en un templo creado al
Creador de todas las cosas; pues sigue: "Y viendo a Jesús, se postró,
el rostro contra tierra y le suplicó".
San Ambrosio
El acto de arrodillarse delante del Señor
da a entender su humildad y su pudor, con el fin de que cada uno se
avergüence de los pecados de su vida; pero la vergüenza no detuvo su
confesión, sino que mostró su herida y pidió la curación, diciendo:
"Señor, si quieres puedes limpiarme". No dudó de la bondad del Señor
porque desconociese su gran caridad, sino que, siendo consciente de su
propia iniquidad, no presumió, pues rica es de religión y de fe la
confesión, que se entrega a la voluntad de Dios.
San Cirilo
Conocía que la lepra no cedía a los
experimentos de los médicos; pero vio que los demonios eran arrojados
por la Majestad divina -y que todos los demás enfermos se curaban de
otras enfermedades- y conjeturó que la diestra de Dios era la que
hacía aquellas cosas.
Tito,
Bostrense
Aprendamos también de las palabras del
leproso a no buscar el remedio de las enfermedades sino por medio de
la voluntad de Dios, a quien todo está sometido, que conoce el tiempo
oportuno, y lo dispone todo en justicia.
San Ambrosio
Lo cura en la forma que había pedido; y
prosigue: "Y el Señor, extendiendo la mano, le tocó, diciendo:
Quiero", etc. La ley prohibía tocar a los leprosos; pero como el Señor
era el autor de la ley, no estaba sujeto a ella. No lo tocó
precisamente porque no pudiese curarlo sin tocarlo, sino para
demostrar que no estaba obligado a la ley ni temía contagiarse como
los hombres. No podía contaminarse quien curaba a los demás. Antes al
contrario, la lepra, que ordinariamente mancha al que la toca,
desapareció al contacto del Señor.
Teofilacto
La carne del Señor purifica y da la vida
por el sólo hecho de ser la carne del Hijo de Dios.
San Ambrosio
Y en las palabras que añade: "Quiero,
límpiate", puedes conocer la bondad del Salvador y el efecto de su
piedad.
San Cirilo,
ex Thesauri, lib. 12, cap. 14
El mandato supremo procede de la Majestad:
¿cómo, pues, se computa el Hijo Unigénito, que, con sólo querer, lo
puede todo? Se dice de Dios Padre: "Que hizo todas las cosas que
quiso" ( Sal 113,3). Y el que goza de la
potestad del Padre ¿cómo podrá distinguirse de El en la naturaleza?
Todo lo que tiene el mismo poder suele ser de la misma sustancia.
Además, admirad a Cristo, obrando divina y humanamente. Porque querer
y hacer al punto todas las cosas es divino, pero extender la mano es
humano. Pues bien, Cristo uno consta de ambas cosas, porque "el Verbo
se hizo carne" ( Jn 1,14).
San Gregorio Niceno,
Orat. 1, in Resur. Christi
Y como la divinidad se había unido a la
pequeñez del hombre (esto es, con su alma y su cuerpo) en una y otra
se manifestaban indicios de la naturaleza celestial. El cuerpo
revelaba la divinidad oculta en El porque, con sólo palpar, prestaba
los remedios; y el alma mostraba la virtud de Dios por medio de su
voluntad omnipotente. Así como el sentido del tacto es propio del
cuerpo, así la voluntad es propia del alma: el alma quiere, el cuerpo
toca.
San Ambrosio
Dice pues "quiero", a causa de Fotino.
Manda, a causa de Arrio. Toca, a causa de Maniqueo. No hay distancia
alguna entre la obra de Dios y su mandato, para que conozcas el afecto
del que cura y el poder de la obra. Y prosigue: "Y luego desapareció
de él la lepra". Y para que la lepra no pueda pasar a otra cosa, cada
uno debe tomar ejemplo en la humildad del Salvador, para evitar la
vanagloria; porque sigue: "Y le mandó que no lo dijese a ninguno",
enseñándonos que no debemos divulgar nuestros beneficios; sino que
debemos abstenernos no solamente de obtener la recompensa del dinero,
sino también la de la gracia. Puede que le mandase el silencio, porque
estima que los que creen con una fe espontánea son mejores que los que
creen por la esperanza de los beneficios.
San Cirilo
Aun callando el leproso, bastaba la voz
del acontecimiento para contar a todos los que lo conocían el poder
del que le había curado.
Crisóstomo,
hom. 26, in Matth
Y como de ordinario cuando los hombres
están enfermos se acuerdan más de Dios, y cuando se curan ya se
olvidan de El, manda que tenga siempre presente a Dios, dándole
gloria. Y prosigue: "Mas ve, muéstrate al sacerdote", para que el
leproso, una vez curado, se presentase al sacerdote, y así, por medio
del certificado de aquél, fuese contado entre los sanos.
San Ambrosio
Y para que el sacerdote entendiese también
que aquel hombre no había sido curado en virtud de la ley, sino por la
gracia del Señor que está sobre la ley. Ordenando ofrecer el
sacrificio prescrito por Moisés, el Señor mostró que no disolvía la
ley sino que la cumplía, de donde sigue: "Y ofrece por tu limpieza,
como mandó Moisés".
San Agustín,
de quae. evang. 2, 3
Parece que aquí aprueba el sacrificio
establecido por Moisés, a pesar de que la Iglesia no lo acepta. Se
entiende que lo ha mandado, porque el sacrificio del santo de los
santos, que es Su Cuerpo, no había empezado aún; pues los sacrificios
figurativos no debían ser abolidos antes que Aquel que figuraban no se
estableciese por el testimonio de la predicación de los apóstoles y
por la fe de los pueblos fieles.
San Ambrosio
También puede decirse que como la ley era
espiritual, debía establecer un sacrificio espiritual. Y por esto
dice: "Como mandó Moisés". Y a continuación añade: "En testimonio a
ellos".
Tito
Los herejes interpretan esto mal, diciendo
que fue dicho en menosprecio de la ley. ¿Cómo podía mandar que se
ofreciese un sacrificio por la curación según había establecido
Moisés, si esto lo mandaba en contra de la ley?
Crisóstomo,
in hom 26, in Mat
Por tanto dice: "En testimonio a ellos",
porque en este hecho se manifiesta que Jesucristo es muy superior en
excelencia a Moisés; pues como Moisés era insuficiente para curar a su
hermana de la lepra, pedía al Señor que la curase; pero el Salvador,
haciendo uso de su divino poder, dijo: "Quiero, sé limpio".
San Cirilo
O de otro modo, "En testimonio contra
ellos", esto es para reprender a aquéllos, y para probar que respetaba
la ley. Cuando yo te haya curado, te mando a la presencia de los
sacerdotes, para que atestigües que no he pecado contra la ley. Y aun
cuando el Señor, a la vez que aplicaba el remedio decía que no se lo
contase a nadie -enseñándonos a huir de la soberbia-, su fama volaba
por todas partes, llevando aquél las noticias de sus milagros para que
fuesen conocidos de todos. Y prosigue: "Y tanto más se extendía su
fama", etc.
Beda
La perfecta curación de uno sólo excita a
muchas turbas a seguir al Señor. De aquí prosigue: "Y acudían muchas
turbas para ser curados", etc. Para dar a conocer que el leproso había
sido curado interior y exteriormente, le mandó que ocultase el
beneficio recibido, pero como dice San Marcos él no calla.
San Gregorio,
Moralium 6, 17 super Job 5, 26
De día nuestro Redentor hace milagros en
las ciudades, y dedica la noche a la oración. Prosigue: "Mas El se
retiraba al desierto a orar"; para dar a entender a los buenos
predicadores que no abandonen enteramente la vida activa, por amor a
la contemplativa; y a no despreciar los goces de la contemplación por
una actividad excesiva, sino que beban en la quietud de la
contemplación lo que derramaron hablando, ocupados en el prójimo.
Beda
Cuando se retira a orar, no lo atribuyas a
la naturaleza, que dice: "Quiero, sé limpio"; sino a aquélla que,
extendiendo la mano, toca al leproso. No porque, según Nestorio, haya
dos personas del Hijo, sino que en El se dan dos operaciones en una
misma persona (porque consta de dos naturalezas).
San Gregorio Naz., Or. 28.
De ordinario hacía sus obras en poblado y
sus oraciones en el desierto, para autorizarnos a tomar algún
descanso, a fin de que hablemos a Dios con la sinceridad de nuestra
alma. El no necesitaba ni de retiro ni de soledad porque, siendo Dios,
no tenía ni qué expiar ni por qué recogerse, sino que quería
mostrarnos la hora de las obras y la de la contemplación, y enseñarnos
el tiempo oportuno de la acción y el de otra ocupación más sublime.
Beda.
El leproso representa típicamente al
género humano debilitado por los pecados, lleno de lepra "porque todos
pecaron y necesitan de la gracia de Dios" ( Rom
3,23); para que extendida la mano (esto es, tocando el Verbo de Dios
la naturaleza humana), se purifiquen de sus viejos errores y ofrezcan
por la purificación la hostia viva de su cuerpo.
San Ambrosio.
Si, pues, el divino Verbo es la medicina
de la lepra, el menosprecio del Verbo es la lepra del alma.
Teofilacto.
Considera que, cuando alguno es
purificado, entonces es hecho digno para ofrecer este sacrificio, esto
es, el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Señor.
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17-26 |
Y aconteció que un día, El
estaba sentado enseñando, y había también sentados unos fariseos y
doctores de la ley, que habían venido de todos los pueblos de la
Galilea y de la Judea y de Jerusalén: y la virtud del Señor obraba
para sanarlos. Y vinieron unos hombres, que traían sobre un lecho a un
hombre que estaba paralítico, y le querían meter dentro y ponerle
delante del Señor: mas no hallando por dónde poderlo meter por el
tropel de la gente, subieron sobre el tejado y le descolgaron con su
cama, poniéndole en medio delante de Jesús. Y cuando vio la fe de
ellos dijo: "Hombre, perdonados te son tus pecados". Y los escribas y
fariseos comenzaron a decir: "¿Quién es éste que habla blasfemias?
¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Y Jesús, como
entendió los pensamientos de ellos, les respondió y dijo: "¿Qué
pensáis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Perdonados te
son tus pecados; o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que
el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados
(dijo al paralítico), a ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu
casa". Y se levantó luego a vista de ellos, y tomó el lecho en que
yacía, y se fue a su casa, dando gloria a Dios. Y quedaron todos
pasmados, y daban gloria a Dios. Y penetrados de temor, decían:
"Maravillas hemos visto hoy". (vv. 17-26)
San Cirilo.
Los escribas y los fariseos, que eran
testigos de los milagros de Jesús, le oían también cuando predicaba.
Por esto dice el Evangelista: "Y aconteció que un día El estaba
sentado enseñando, y había también sentados allí unos fariseos", etc.
Y el poder del Señor obraba para curarlos, no porque hubiese recibido
el poder de otro, sino porque, como Dios y Señor, obraba con autoridad
propia. Muchas veces los hombres se hacen dignos de las gracias
espirituales, pero se apartan ordinariamente del fin que se propone el
Autor de los dones. Esto no sucedió en Jesucristo, porque la gracia
divina abundaba en El, para remedio de todos los males. Mas como era
necesario hacer algo extraordinario en presencia de tantos escribas y
fariseos como allí estaban reunidos, para demostrar su gran poder,
quiso hacer el milagro del paralítico en presencia de los que le
menospreciaban; en cuyo milagro, como la medicina era insuficiente, el
enfermo era llevado por sus amigos a la presencia del Médico
celestial. Por lo cual sigue: "Y vinieron unos hombres que traían
sobre un lecho", etc.
Crisóstomo.
Son dignos de admiración los que llevaban
al paralítico porque, no habiendo podido meterlo por la puerta,
inventaron un medio nuevo y extraño. De aquí prosigue: "Mas no
hallando por dónde poderlo meter, subieron sobre el techo", etc.
Rompiendo el techo, descendieron la camilla y colocaron al paralítico
en medio de la casa. De aquí prosigue: "Y por el tejado le
descolgaron". Alguno dirá que era poco elevado el lugar por el cual
descendieron el lecho del paralítico.
Beda.
Cuando el Señor se disponía a curar al
paralítico, le perdona primero los pecados, dando a conocer que por
sus culpas estaba enfermo, y que sin el perdón de sus pecados no podía
recobrar el uso de sus miembros. De donde prosigue: "Y cuando vio la
fe de ellos", etc.
San Ambrosio.
Grande es el Señor que, por los méritos de
unos, perdona a otros; y mientras prueba a unos, perdona a otros sus
errores. ¿Cómo puede suceder, respecto de ti, que eres hombre, que tu
compañero no tenga valimiento, cuando respecto de Dios, un simple
esclavo tiene derecho de presentar sus méritos, y alcanzar el perdón?
Si desconfías del perdón de tus graves pecados, encomiéndate a las
oraciones de otros, acude a la Iglesia para que rueguen por ti, a fin
de que el Señor te perdone por sus méritos lo que pudiera negarte a
ti.
Crisóstomo,
in Mat hom 30
Ocurría también que el paciente había
tenido gran fe, pues no hubiera permitido que le introdujesen por el
techo, si no hubiese creído.
San Agustín,
, de cons. evang. 2, 45
Respecto de lo que dice: "Hombre,
perdonados te son tus pecados", equivale a decir que se le perdonaban
los pecados, pues, por ser hombre, no podía decir "no he pecado".
También para que se entendiese que Aquel que perdonaba al hombre era
Dios.
Crisóstomo
Cuando sufrimos corporalmente, procuramos
separar de nosotros lo que nos daña; y por el contrario, cuando el
alma está enferma diferimos el remedio, y por eso no somos curados aun
de las enfermedades del cuerpo. Sequemos la fuente del mal y cesará la
corriente de las enfermedades. Los fariseos no se atrevían a dar a
conocer sus intenciones, porque temían a las turbas, y así solamente
meditaban en su corazón. De donde prosigue: "Y los escribas y fariseos
comenzaron a pensar y decir: ¿Quién es éste que habla blasfemias?".
Crisóstomo
Y en esto casi deciden darle muerte.
Estaba mandado en la ley que se castigase con pena de muerte a todo el
que blasfemase contra Dios.
San Ambrosio
Así el Hijo de Dios recibía de ellos un
testimonio en favor de sus obras. Y en verdad que nada hace más fe que
lo que se confiesa por fuerza, ni confirma tanto la prueba de
culpabilidad como la negación de los que no dicen verdad. Y prosigue:
"¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" Gran locura de
aquellas gentes sin fe se encuentra en este testimonio, porque
mientras confiesan que sólo Dios puede perdonar los pecados, no creen
en Dios, que es quien los perdona.
Beda
Bien dicen: sólo Dios puede perdonar los
pecados, el cual los perdona también por medio de aquéllos a quienes
da su poder. Y por lo tanto, se prueba que Cristo es verdaderamente
Dios, porque puede perdonar los pecados como Dios.
San Ambrosio
El Señor, queriendo salvar a los
pecadores, les da a conocer que es Dios, aclarándoles las cosas
ocultas. Y prosigue: "Y para que conozcáis", etc.
San Cirilo
Como diciendo: Oh fariseos, vosotros
decís: ¿quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? Os respondo:
¿Quién puede conocer los secretos del corazón, sino sólo Dios? El dice
por medio de sus profetas ( Jer 17,10). "Yo
soy el Señor, que escudriña los corazones y reconozco las entrañas".
Crisóstomo,
ut sup
Si sois incrédulos respecto de lo primero
(esto es, en cuanto a la remisión de los pecados), añado: descubro
vuestros pensamientos más íntimos. Más todavía, consolido el cuerpo
del paralítico. Y prosigue el Salvador: "¿Qué es más fácil?", etc. Es
claro que es más fácil fortalecer el cuerpo del paralítico; pues
cuanto más noble es el alma que el cuerpo, tanto más excelente es la
absolución de los pecados. Pero como aquello no lo creéis, porque está
oculto, añadiré lo que es de menos importancia, pero más ostensible, a
fin de que por ello se demuestre lo que está oculto. Y en verdad,
cuando habló al enfermo no dijo: Te perdono tus pecados, dando a
conocer así su autoridad propia, sino se te perdonan tus pecados. Pero
como ellos le obligasen, declara terminantemente su propia autoridad,
diciendo: "Pues para que sepáis", etc.
Teofilo
Observa que perdona los pecados en la
tierra. Mientras estamos, pues, sobre la tierra, podemos obtener el
perdón de nuestros pecados; pero en cuanto salimos de este mundo, no
podemos confesar; se cierra la puerta.
Crisóstomo,
in Mat hom 30
Demuestra el perdón de los pecados por
medio de la curación del cuerpo. Por lo que prosigue: "Dice al
paralítico: Te digo: Levántate". Demuestra la curación del cuerpo
cuando le manda que lleve sobre sí su propio lecho, para que así no se
crea fantasía lo que es una realidad. Y prosigue: "Toma tu lecho",
como diciendo: Yo quería sanar por medio de tu enfermedad a los que
parece que están sanos, pero que en realidad están enfermos del alma;
pero como no quieren, enseña tú a los que viven contigo.
San Ambrosio
Y la curación no se hace esperar: a un
mismo tiempo se oyen las palabras del Salvador, y se presencia la
curación. De donde prosigue: "Y se levantó inmediatamente", etc.
San Cirilo
Con lo cual se demostró que podía perdonar
los pecados sobre la tierra, diciendo esto por sí y para nosotros. El,
pues, como Dios hecho hombre, perdona los pecados como Señor de la
ley. Nosotros hemos recibido de El esta gracia tan admirable. Por eso
dijo a sus discípulos: "Aquéllos de quienes perdonareis los pecados,
les serán perdonados" ( Jn 20,23). ¿Cómo no
perdona El más bien los pecados, que dar a otros ese poder? Los Reyes
y los Príncipes de la tierra pueden perdonar a los criminales los
castigos terrenos, pero no pueden perdonar los pecados.
San Ambrosio
Los incrédulos miran al que se levanta y
se admiran de que se marche. Por lo que prosigue: "Y quedaron todos
pasmados", etc.
Crisóstomo,
in Mat hom 30
Poco a poco los judíos empiezan a alabar a
Dios, pero no creen que Jesús sea Dios; se lo estorbaba la carne, y no
creían que era poco considerarle como el más sublime de los mortales,
y creer que descendía de Dios.
San Ambrosio
Quieren más bien temer los milagros de la
mano de Dios, que creer en El. Y prosigue: "Y penetrados de temor",
etc. Si hubieran creído, no hubiesen temido, sino que hubiesen amado;
porque el amor perfecto expele al temor. La curación de este
paralítico no es vana ni oscura, porque procedió la oración del Señor;
pues no oró por necesidad, sino para dar ejemplo.
San Agustín,
de cuest. evang., 2, 4
Puede verse en ese paralítico una imagen
del alma, privada del uso de sus miembros, esto es, de sus operaciones
para buscar a Jesucristo (esto es, la voluntad del Divino Verbo). Es
impedida por las turbas, a saber, de sus pensamientos, hasta que
levanta el techo -esto es, el velo de las Escrituras- y por esto
llegan a conocer a Cristo, esto es, a descender piadosamente hasta la
humildad de la fe.
Beda
Y se dice bien que la casa de Jesús estaba
cubierta de tejas, porque bajo el velo despreciable de las letras se
encuentra la virtud de la gracia espiritual.
San Ambrosio
Cada enfermo debe procurar quiénes pidan
por su salud, para que por medio de sus oraciones se desligue la
enfermedad de nuestra vida, y los pasos vacilantes de sus actos se
reformen con el remedio del Verbo Divino. Haya pues, directores de las
almas que eleven hacia el cielo el espíritu del hombre, entorpecido
por la debilidad del cuerpo exterior, y cuyo auxilio le halle dócil,
lo levante, lo humille para colocarle delante de Jesús, resultando
digno de la mirada de Dios, pues el Señor mira a la humildad.
San Agustín,
De quaest. Evang., 2, 4
Aquellos que depositan al paralítico,
pueden significar los buenos doctores de la Iglesia. El lecho sobre el
cual está depositado, significa que Cristo debe ser conocido por el
hombre, constituido aun en esta carne.
San Ambrosio
Dando a conocer el Señor la verdadera
esperanza de la resurrección, perdona los pecados de las almas y hace
desaparecer la debilidad de los cuerpos. Esto es, pues, que todo el
hombre ha sido curado. Aunque es grande perdonar los pecados a los
hombres, es más divino resucitar los cuerpos, porque Dios es la
resurrección; y el lecho que se manda recoger no es otra cosa que el
cuerpo humano.
San Agustín,
de cuest. evang. 2, 4
Para que la enfermedad del alma no
descanse ya en los goces terrenos, como en su propio lecho; sino que
refrene más las afecciones carnales, y se encamine hacia su casa, esto
es, hacia el descanso de los secretos de su corazón.
San Ambrosio
O volver a su casa, esto es, al paraíso.
Aquélla es la verdadera casa que recibió la primera al hombre y que no
perdió por derecho, sino por fraude. Con razón, pues, se restituye,
puesto que había venido el que aboliría el fraude y reformaría el
derecho.
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27-32 |
Y después de esto salió, y
vio a un publicano, llamado Leví, sentado en la oficina de los
impuestos, y le dijo: "Sígueme": Y levantándose, dejó todas sus cosas,
y le siguió. Y le hizo Leví un gran banquete en su casa, y asistió a
él un grande número de publicanos y de otros que estaban sentados con
ellos a la mesa. Y los fariseos y los escribas de ellos murmuraban,
diciendo a los discípulos de El: "¿Por qué coméis y bebéis con los
publicanos y pecadores?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Los sanos no
necesitan de médico, sino los que están enfermos. No vine a llamar a
los justos, sino a los pecadores a penitencia". (vv. 27-32)
San Agustín,
de cons. evang. 2, 26
Después de la curación del paralítico,
sigue hablando de la conversión del publicano, diciendo: "Y después de
esto, salió y vio a un publicano, llamado Leví, que estaba sentado al
banco". San Mateo es ese Leví.
Beda
Pero San Lucas y San Marcos, queriendo
honrar al Evangelista, callan su nombre vulgar. San Mateo al principio
de su Evangelio, acusándose a sí mismo, se llama Mateo y publicano;
para que ninguno desespere de su salvación por la enormidad de sus
pecados, puesto que él, de publicano que era, fue mudado en Apóstol.
San Cirilo
Leví era, pues, publicano, hombre avaro,
desenfrenado en cuanto a las cosas superfluas, apetecedor de lo ajeno
(esto es, pues, el oficio de los publicanos). Mas de las oficinas de
la malicia es arrancado por el llamamiento de Cristo; de donde sigue:
"Y díjole: Sígueme".
San Ambrosio
Manda que le siga, no con el movimiento
del cuerpo, sino con el afecto del alma. Y así, llamado él por medio
de la palabra, abandona lo propio el que antes tomaba lo ajeno. De
donde prosigue: "Y levantándose, dejó todas sus cosas y le siguió".
Crisóstomo,
in Mat. hom 31
En lo que puede verse el poder del que
llama y la obediencia del llamado. Y no se resistió, ni siquiera
vaciló, sino que en seguida obedeció; y no quiso siquiera volver a su
casa a contar a su familia lo que le sucedía, como tampoco lo hicieron
los pescadores.
San Basilio
Y no sólo abandonó la recaudación de
contribuciones, sino que también menospreció los peligros que podían
venirle, tanto a él como a su familia, por no rendir en debida forma
las cuentas de la recaudación.
Teofilacto
Y así Jesucristo recibió tributo del que
lo cobraba a los que pasaban; no recibiendo dinero, sino asociándolo a
sí enteramente.
Crisóstomo,
ut sup
El Señor honró el llamamiento de Leví,
aceptando inmediatamente el convite que éste le hizo; esto le
inspiraba más confianza. Por lo que sigue: "Y le hizo Leví un gran
convite en su casa". Y no estuvo solo con él, sino que había muchos
más. Por lo que sigue: "Y asistió a él un grande número de publicanos
y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa". Habían venido
los publicanos a casa de Leví, a ver a su compañero y a un hombre de
su misma clase, pero Leví, gloriándose de la presencia de Jesucristo,
los convidó a todos a comer. Jesucristo empleaba todo género de medios
para obtener la salvación de los hombres; y así no sólo disputaba, y
curaba las enfermedades, sino que también reprendía a los que tenían
envidia. Y aun cuando estaba comiendo, corregía también los errores de
alguno; enseñándonos así que cualquier ocupación y cualquier tiempo
puede sernos útil. Ni evitó la sociedad de los publicanos, por la
utilidad que seguiría; como un médico que no curaría la enfermedad si
no tocase la llaga.
San Ambrosio
En el mero hecho de haber comido nuestro
Señor con los pecadores, nos autoriza para asistir al convite con los
gentiles.
Crisóstomo
Con todo, el Señor fue argüido por los
fariseos, que le tenían envidia y querían separar los discípulos de
Jesucristo. De donde prosigue: "Y los fariseos murmuraban, diciendo:
¿Por qué coméis con los publicanos?"
San Ambrosio
Voz de serpiente es ésta. La serpiente fue
la primera que pronunció esta voz, diciendo a Eva: "¿Por qué os dijo
Dios: No comáis" ( Gén 3,1.), etc. Luego
difunden el veneno de su padre.
San Agustín,
De cons. Evang., lib. 2, cap. 27
Parece que San Lucas contó esto algún
tanto diferente de los otros Evangelistas, porque no dice que el
reproche de comer con los publicanos haya sido dirigido al Señor, sino
a los discípulos, lo cual se entendía de uno y otros. San Mateo y San
Marcos dicen que esto se refería a Jesucristo y a sus discípulos
-porque todos comían con los publicanos y con los pecadores- pero que
especialmente se dirigía al Señor, a quien imitaban siguiéndole en
todo. Es una misma sentencia, tanto mejor insinuada, cuanto que
-permaneciendo la verdad- varían las palabras.
Crisóstomo,
ut sup
El mismo Señor les volvió el argumento
contra ellos mismos, manifestando que no era pecado el tratar con los
pecadores, sino conforme a la misericordia propia, de donde prosigue:
"Y Jesús les respondió, y les dijo: Los sanos no necesitan de médico
sino los enfermos". En lo cual les advierte que ellos también están
enfermos, y demuestra que pertenecen al número de los paralíticos;
pero que El es el verdadero médico. Prosigue: "Yo no he venido a
llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores".
Gregorio Niceno
Como diciendo: No detesto a los pecadores,
porque sólo he venido para bien de ellos; no para que sigan pecando,
sino para que se conviertan y se hagan buenos.
San Agustín,
de cons. evang. 2, 27
Por esto añadió, "A penitencia". Como para
explicar mejor la frase, no fuese que se creyera que Jesucristo amaba
a los pecadores por lo mismo que pecaban. Ya había dado a entender en
aquella semejanza de la enfermedad, qué es lo que quería decir el
Señor llamando a los pecadores como el médico llama a los enfermos,
esto es, para curarlos de sus pecados como de una enfermedad.
San Ambrosio
¿Pero cómo amó el Señor la justicia (
Sal 10), y cómo David no vio jamás un justo
abandonado, si el justo es abandonado y el pecador llamado? Debe
entenderse que aquí llama justos a aquellos que presumen de la ley, y
no buscan la gracia del Evangelio. Nadie se justifica por la ley, sino
que se redime por la gracia. Por tanto, no llama a aquellos que se
titulan justos, porque los usurpadores de la justicia no son llamados
a la gracia; pues si la gracia viene de la penitencia, el que rechaza
la penitencia abdica la gracia.
Beda
Llama pecadores a aquellos que,
reconociéndose de malas acciones y no creyendo que pueden santificarse
por medio de la ley, se someten a la gracia de Jesucristo,
arrepintiéndose.
Crisóstomo,
ut sup
Llama justos a aquéllos en sentido
irónico, como cuando se dice: "He ahí Adán como uno de nosotros" (
Gén 3,22). Que no había un justo en la
tierra, lo demuestra San Pablo diciendo: "Todos pecaron y necesitan de
la gracia de Dios" ( Rom 3,23).
San Gregorio Niceno
O dice que no necesitan de médico los
sanos y los justos, esto es, los ángeles, sino los que obran mal y son
pecadores, esto es, nosotros, porque hemos adquirido la enfermedad del
pecado, que no se conoce en el cielo.
Beda
Por la elección de San Mateo se expresa la
fe de los gentiles, que antes suspiraban por las cosas mundanas, y
ahora alimentan el cuerpo de Jesucristo con una tierna devoción.
Teofilacto
O publicano es el que sirve al príncipe
del mundo, y paga su tributo a la carne: los manjares si es goloso, el
placer si es adúltero, y lo demás si es otra cosa. Cuando el Señor le
vio sentado en el banco de la recaudación, esto es, no dirigiéndose a
cosas peores, lo separó del mal, siguió a Jesús, y le recibió en la
casa de su alma.
San Ambrosio
El que recibe a Jesucristo en su alma
experimenta toda clase de complacencia. Y así el Señor entra, y
descansa en su afecto, pero enseguida se levanta la envidia de los
malos, y se representa la pena eterna; cuando los justos coman en el
reino de los cielos, sufrirán los pérfidos la pena del ayuno.
Beda
También se representa aquí la envidia de
los judíos, que tanto sienten la salvación de los gentiles.
San Ambrosio
También se da a conocer la diferencia que
hay entre los que hacen ostentación de cumplir con la ley y los que
reciben la gracia, porque los primeros sufrirán hambre eterna
intelectual, pero los que han recibido la palabra de Dios en lo más
recóndito de sus almas, alimentados por la abundancia del manjar
celestial y de la fuente divina, no podrán ya tener hambre ni sed. Por
esto murmuraban los que ayunaban de espíritu.
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33-39 |
Y ellos le dijeron: "¿Por
qué los discípulos de Juan ayunan tanto y oran, y también los de los
fariseos, y los tuyos comen y beben?" A los cuales El dijo: "¿Por
ventura podéis hacer que los hijos del Esposo ayunen, mientras con
ellos está el Esposo? Mas vendrán días en que el Esposo les será
quitado, y entonces ayunarán en aquellos días". Y les decía una
semejanza: "No pone nadie remiendo de paño nuevo en vestido viejo;
porque de otra manera el nuevo rompe al viejo, y además no cae bien
remiendo nuevo con el viejo, y ninguno echa vino nuevo en odre vieja:
porque de otra manera el vino nuevo romperá las odres, el vino se
derramará, y se romperán las odres; mas el vino nuevo se debe echar en
odres nuevas, y lo uno y lo otro se conserva. Y ninguno que bebe de lo
añejo quiere luego lo nuevo, porque dice: mejor es lo añejo". (vv.
33-39)
San Cirilo
Después que oyeron la primera palabra de
boca del Salvador, pasaron a ocuparse de otra cosa, queriendo dar a
entender que los discípulos del Señor y el mismo Jesús no se cuidaban
de la ley, por lo que sigue. Ellos le dijeron: "por qué los discípulos
de Juan ayunan", etc., "y los tuyos comen", etc. Como diciendo: Coméis
con los publicanos y los pecadores, siendo así que la ley manda no
tener trato con el que es inmundo ( Lev 15),
y excusáis vuestra prevaricación con la caridad. Y siendo esto así,
¿por qué no ayunáis como es costumbre entre los que quieren cumplir
con la ley? Pero los santos ayunan para afligir el cuerpo y calmar las
pasiones, y Jesucristo no necesitaba ayunar para la perfección de la
virtud, puesto que como Dios estaba libre de todas las pasiones.
Tampoco necesitaban ayunar los que estaban con El, porque como
participaban de su gracia, ésta los conservaba fuertes en la virtud,
sin necesidad de ayuno. Si bien es verdad que Jesucristo ayunó
cuarenta días, no lo hizo con el fin de mortificar sus pasiones, sino
por enseñar a los carnales la norma de la abstinencia.
San Agustín,
de cuest. evang. 2, 27
Evidentemente San Lucas contó que esto lo
habían dicho unos de otros; por lo que San Mateo se expresa en estos
términos: "Entonces se acercaron los discípulos de San Juan, diciendo:
¿Por qué ayunamos nosotros y los fariseos?" ( Mt
9,14) sino porque ellos estaban también presentes, y todos a porfía
hacían la misma objeción.
San Agustín,
de cuest. evang. 2, 18
El ayuno se hace de dos modos: el uno en
la tribulación, para obtener de Dios el perdón de los pecados por
medio de la mortificación, y el otro por medio del gozo, porque
complacen tanto menos las cosas de la tierra, cuanto mayor es el gusto
que percibimos en las cosas espirituales. Preguntado, pues, el Señor
por qué no ayunaban sus discípulos, contestó refiriéndose a los dos
ayunos: en primer lugar al ayuno de la tribulación porque prosigue:
"¿Por ventura podéis hacer que los hijos del Esposo ayunen, mientras
que con ellos está el Esposo?".
Crisóstomo,
in Mat hom 31
Como diciendo: El tiempo presente es de
alegría y de contento, por tanto no deben mezclarse las tristezas.
San Cirilo
La aparición de nuestro Señor en el mundo
no fue otra cosa que una festividad continuada, porque en ello puede
entenderse que se había unido con nuestra naturaleza como tomándola
por esposa, para que la que antes había sido tan estéril, ahora fuese
fecunda. Por tanto los hijos del Esposo son todos aquéllos que han
sido llamados por El a la participación de la nueva doctrina, no
encontrándose en ella los escribas y los fariseos, que solamente
cumplen la ley en apariencia.
San Agustín,
de cons. evang. 2, 27
Esto que sólo San Lucas ha dicho: "No
podéis hacer que ayunen los hijos del Esposo", significa que a
aquellos mismos que hablaban harían llorar y ayunar los hijos del
Esposo, porque ellos eran los que habían de matar al Esposo.
San Cirilo
Cuando había concedido a los hijos del
Esposo que no convenía que trabajasen (como que estaban celebrando una
fiesta espiritual), con el fin de que no renunciemos al ayuno añadió
oportunamente lo que sigue: "Mas vendrán días en que el Esposo les
será quitado, y entonces ayunarán en aquellos días".
San Agustín,
de quae. evang. 3, 18
Como diciendo: Entonces quedarán
desolados, y tendrán luto y tristeza hasta que por el Espíritu Santo
les sean concedidas las alegrías consoladoras.
San Ambrosio
No se prescinde de este ayuno con que la
carne se mortifica y la lujuria de la carne se mortifica (porque este
ayuno nos hace agradables en la presencia de Dios). Pero no podemos
ayunar los que tenemos a Cristo, y comemos su carne, y bebemos su
sangre.
San Basilio
Tampoco pueden ayunar los hijos del
Esposo, esto es, no toman el alimento del alma, sino viven de toda
palabra que procede de la boca de Dios.
San Ambrosio
¿Pero cuáles son aquellos días en que
Jesucristo nos será arrebatado, siendo así que El nos ha dicho: "Yo
estaré con vosotros hasta la consumación del mundo?" (
Mt 28,20). Pero ninguno puede quitarte a
Cristo, si tú no te quitas a El.
Beda
Todo el tiempo que el Esposo está con
nosotros es tiempo de alegría, y por ello no podemos ayunar ni
entristecernos. Pero cuando El se separa de nosotros por los pecados,
entonces debemos empezar el ayuno, y debe ordenarse el luto.
San Ambrosio
También se habla, finalmente, del ayuno
del alma, como lo expresan las siguientes palabras. Prosigue pues: "Y
les decía una semejanza: No pone nadie remiendo de paño nuevo en
vestido viejo". Llamó al ayuno "vestido viejo", el cual creyó el
Apóstol que debía desecharse, diciendo: "Despojaos del hombre antiguo
con todos sus actos" ( Ef 4,22). En el mismo
sentido aconseja que no mezclemos las acciones del hombre antiguo con
las del nuevo.
San Agustín,
de quaest. evang. 2, 18
O de otro modo, después de haber recibido
el don del Espíritu Santo, y renovado ya el hombre en la vida
espiritual, se celebra muy oportunamente otra especie de ayuno que
prepara a la alegría del sacramento, habiendo sido antes el que le
recibe, como el vestido viejo, al que no debe coserse torpemente un
trozo nuevo. Porque esta doctrina pertenece a la conversión de una
nueva vida y el hacer lo contrario sería como separarse de la ley
general del ayuno, que enseña a que nos abstengamos, no sólo de la
concupiscencia de los alimentos, sino que también de la alegría de los
placeres mundanos. Esta gracia que pertenece al alimento espiritual no
puede concederse a los hombres entregados todavía a sus antiguos
vicios. Dice también que ellos son semejantes a unos odres viejos; de
donde prosigue: "Y ninguno echa vino nuevo en odres antiguos".
San Ambrosio
Se da a conocer la fragilidad de la
condición humana cuando nuestros cuerpos se comparan a las pieles de
animales muertos.
San Agustín,
de quaest. evang. 2, 18
Los apóstoles también son comparados a los
pellejos antiguos, porque cuando reciben el vino nuevo de los
preceptos espirituales, más bien se rompen que lo contienen. De aquí
prosigue: "Porque de otra manera el vino nuevo rompe los odres, y el
vino se vierte", etc. Fueron ya odres nuevos cuando fueron renovados
por medio de la oración y de la esperanza, después de la ascensión del
Señor, y cuando recibieron el Espíritu Santo, por el deseo que tenían
de ser consolados. De donde prosigue: "Mas el vino nuevo debe echarse
en odres nuevos, para que ambos se conserven".
Beda
Nos robustecemos interiormente con el
vino, y nos cubrimos exteriormente con el vestido. El vestido son las
buenas obras que ajustamos exteriormente, con las que lucimos ante los
hombres. El vino es el fervor de la fe, de la esperanza y de la
caridad. De otro modo, los antiguos odres son los escribas y los
fariseos. El nuevo paño y el nuevo vino son los preceptos evangélicos.
San Gregorio Niceno,
Orat de Abraham
El vino nuevo, a causa de su fermentación
natural, está lleno de vapor, y con su hervor y agitación expele de sí
la impureza material. Este vino es el Nuevo Testamento, al que no
pueden contener los odres antiguos, que se han envejecido por la
incredulidad. Además se rompen por la excelencia de la doctrina, y
dejan perderse la gracia del Espíritu, porque la sabiduría no puede
entrar en un alma malévola ( Sab 1,4).
Beda
Así los sacramentos de los nuevos
misterios no deben administrarse a un alma no renovada, sino que
persevera en su antigua malicia. Los que quieren mezclar los preceptos
de la ley, como los Gálatas, meten el vino nuevo en odres viejos.
Sigue: "Y ninguno que bebe de lo añejo quiere luego lo nuevo, porque
dice: el viejo es mejor". En efecto, los judíos, prendados del sabor
de la vida antigua, despreciaban los preceptos de la nueva gracia,
manchados con las tradiciones de sus mayores, no podían gustar la
dulzura de las palabras espirituales.
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