CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

32-34  -  35-40  -  41-46  -  47-48  -  49-53  -  54-57  -  58-59
01-03
Entretanto, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que atropellaban unos a otros, comenzó a decir a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Mas nada hay tan oculto que no se haya de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa. Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día, y lo que hablasteis al oído en las alcobas se pregonará sobre los terrados". (vv. 1-3)
 
Teófil
Se esforzaban los fariseos por coger a Jesús en alguna palabra para separar de El a las turbas; pero todo se volvía contra ellos, porque acudían cada día a millares las gentes, y deseando aproximarse a Cristo, se empujaban mutuamente. Aquí se ve que tan poderosa es en todas partes la verdad y tan débil el engaño. Dice, pues: "Entre tanto, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que se atropellaban unos a otros, comenzó a decir a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía".
 
San Gregorio
Como que los enemigos de Jesús eran burladores, advertía a sus discípulos que se guardasen de ellos.
 
San Gregorio Nacianceno, in eadem Cat. graec
Se aprecia la levadura porque hace el pan que da la vida; pero se menosprecia porque representa una reprensión, la malicia antigua y agria.
 
Teófil
Llama levadura a la hipocresía, porque altera y corrompe las intenciones de los hombres en que penetra; y ninguna cosa hay que corrompa las costumbres como la hipocresía.
 
Beda
Porque así como una pequeña cantidad de levadura corrompe toda la masa de harina ( 1Cor 5,6), así el disimulo priva al alma de toda la sinceridad y verdad de las virtudes.
 
San Ambrosio
Nuestro Salvador nos dio esta preciosa enseñanza de guardar la sencillez y de practicar la fe, para que no caigamos en la costumbre de los pérfidos judíos de hacer que nuestras obras estén en oposición con nuestras palabras; porque en el último día el secreto de nuestra conciencia y las diferentes reflexiones, que en nuestro interior nos acusan o nos defienden, serán manifiestas ( Rom 2). Por esto añade: "Mas nada hay tan oculto que no se haya de manifestar", etc.
 
Orígenes, in Cat. graec. Patr
Dice esto refiriéndose a aquel día en que Dios juzgará los secretos de los hombres. O bien porque por mucho que alguno se empeñe en ocultar las buenas acciones de otros por medio de infamias, el bien no puede estar oculto naturalmente.
 
Crisóstomo, in Matth homil. 35
Como diciendo a sus discípulos: Aun cuando ahora os llamen seductores y hechiceros, vendrá tiempo en que todo se sabrá, se declarará la calumnia y brillará vuestra virtud. Por lo que todo lo que yo os hablo en este pequeño rincón de la Palestina lo predicaréis en todo el orbe con atrevimiento y con la frente levantada, sin tener nada que temer. Y por esto añade: "Así es, que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día", etc.
 
Beda
Dice esto también, porque todo lo que dijeron los apóstoles en las tinieblas de la persecución y en las sombras de las cárceles había de predicarse públicamente con la lectura de sus hechos en la Iglesia extendida por todo el orbe. Y en verdad, cuando dice: "Se pregonará sobre los tejados", habla según la costumbre de la Palestina, en donde acostumbran a estar sobre los tejados, los cuales no están en declive como los nuestros, sino formando figura perfectamente plana e igual (esto es, una superficie plana). Dice, pues: "Se pregonará sobre los tejados"; esto es, al descubierto, para que todos lo oigan.
 
Teófil
O se dirige a los fariseos con estas palabras, como diciendo: ¡Oh fariseos!, lo que habláis entre tinieblas (esto es, las tentaciones que contra mí forjáis en vuestros negros corazones), será sacado a la luz del día. Porque yo soy la luz y por mi luz se conocerá todo lo que tramáis en las tinieblas. Así lo que habéis hablado al oído en las alcobas (esto es, todo lo que habéis dicho murmurando al oído), se pregonará sobre los tejados, pues es tan inteligible para mí como si se hubiese predicado sobre los tejados. También puede entenderse esto diciendo que la luz es el Evangelio, y los tejados las almas elevadas de los apóstoles; porque todo lo que se dijeron entre sí los fariseos se ha publicado después en la luz del Evangelio por el gran oráculo del Espíritu Santo reposando sobre las almas de los apóstoles.
   
04-07
"A vosotros, empero, que sois mis amigos, os digo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, y hecho esto ya no pueden hacer más. Yo quiero mostraros a quién habéis de temer: temed a aquel que después de quitar la vida, puede arrojar al infierno. A éste es, os repito, a quién habéis de temer. ¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios? Hasta los cabellos de vuestra cabeza todos están contados. Por tanto, no tenéis que temer: más valéis vosotros que muchos pajarillos". (vv. 4-7)
 
San Cirilo
Como la causa de la infidelidad es de dos tipos, sea que proceda de una malicia natural o de un temor accidental, para que no haya alguno que, aterrado por el miedo, se vea obligado a negar a Dios, a quien conoce de todo corazón, añade con mucha oportunidad: "A vosotros, empero, que sois mis amigos, os digo: No tengáis miedo de los que matan el cuerpo", etc.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
No parece que se dirige esta sentencia a todos, sino únicamente a los que aman a Dios de todo corazón, los cuales conviene que digan ( Rom 8,35): "¿Quién nos separará del amor de Jesucristo?" Y los que no son así, son débiles y están expuestos a caer. Por cuya razón dice el Señor ( Jn 15,13): "Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos". ¿Por qué, pues, no ha de ser muy conveniente que devolvamos a Cristo lo que de El hemos recibido?
 
San Ambrosio
Dice también que no se debe temer la muerte pues la inmortalidad la compensará con creces.
 
San Cirilo, ubi supr
Debe advertirse que hay preparadas coronas y honores para premiar los trabajos de aquellos que sufren la ira de sus semejantes, y que esta persecución tiene término con la muerte; por cuya razón añade: "Y hecho esto ya no pueden hacer más".
 
Beda
Por tanto es en vano la locura de los que arrojan los miembros muertos de los mártires para que los despedacen la fieras y las aves, porque esto no impide que la omnipotencia de Dios vuelva a darles vida resucitándolos.
 
Crisóstomo, in Matth homil. 35
Considera cómo el Señor procura que sus discípulos sean superiores en todo, enseñándoles a menospreciar aún la misma muerte por terrible que sea. También les da a conocer la inmortalidad del alma, cuando añade: "Yo quiero mostraros a quién habéis de temer: temed a aquél que después de quitar la vida puede arrojar al infierno".
 
San Ambrosio
La muerte es el fin de la naturaleza, no de la pena. Por tanto, a la muerte debe considerársela como término de los sufrimientos corporales, mientras que la pena del alma es eterna, por cuya razón sólo a Dios debe temerse, cuyo poder no limita la naturaleza, sino que le está sometida. Y concluye diciendo: "A éste es, os repito, a quien habéis de temer".
 
Teófil
De aquí se deduce que para los pecadores la muerte es un suplicio, porque después de los sufrimientos que ocasiona la muerte, vienen a caer en las penas del infierno. Pero si examinamos con atención estas palabras, entenderemos que dicen algo más. No dice, pues, el que arroja, sino el que puede arrojar al infierno. Esto es así porque no son lanzados a la pena (eterna) inmediatamente todos los que mueren en pecado, sino que sucede a veces que (la temporal) se perdona en virtud de los sufragios y las oraciones que se hacen por los difuntos.
 
San Ambrosio
Había inspirado el Señor el amor de la sencillez, había levantado la virtud del alma, sólo la fe vacilaba; y la robusteció usando de un ejemplo sencillísimo, con estas palabras: "¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios?" Como diciendo: ¿Si Dios no se olvida de los pájaros, cómo se olvidará de los hombres?
 
Beda
Un dipondio era una moneda de muy poco peso y constaba de dos ases.
 
Glosa
El as es al peso lo que la unidad es al número, y el dipondio equivale a dos ases.
 
San Ambrosio
Acaso dirá alguno, como dijo el Apóstol ( 1Cor 9,9): "¿Será que Dios se cuida de los bueyes?"; porque éstos valen más que los pájaros. Pero una cosa es el cuidado y otra el conocimiento.
 
Orígenes, in Cat. graec. Patr
Se conoce por estas palabras hasta dónde llega la acción de la divina Providencia, que se ocupa hasta de las cosas más pequeñas. En sentido místico los cinco pájaros significan justamente los sentidos espirituales, que perciben las cosas sublimes y que son superiores a los hombres. Por ellos el hombre anda viendo a Dios, oyendo su divina voz, gustando el pan de la vida, percibiendo el olor de los perfumes de Cristo y tocando al Verbo vivo. Los que son vendidos por un dipondio -a vil precio- por los que consideran como necedades las cosas espirituales, no caen en olvido delante de Dios. Se dice, no obstante, que el Señor se olvida de algunos por sus malas acciones.
 
Teófil
O estos cinco sentidos se venden por dos ases, esto es, por el Nuevo y el Antiguo Testamento. Por esta razón no son olvidados de Dios; porque de aquellos cuyos sentidos se entregan al Verbo de vida para estar dispuestos al alimento espiritual, nunca se olvida el Señor.
 
San Ambrosio
O bien, el pájaro bueno es aquel a quien la naturaleza concede medios para volar; la naturaleza nos ha concedido la facultad de volar, pero la voluptuosidad nos la ha quitado. Esta carga el alma de los malos con el alimento de los vicios, y la abate reduciéndola a la realidad de una masa corpórea. Si, pues, los cinco sentidos del cuerpo buscan el alimento de las miserias mundanas, no pueden volar para conseguir los frutos de acciones más sublimes. Es, por tanto, mal pájaro aquel que hubiere perdido la facultad de volar por el vicio de la miseria del mundo. Estos son como los pájaros que se venden por un dipondio, esto es, por el precio de los placeres temporales. De esta manera el enemigo nos vende a vil precio como esclavos cautivos en guerra; mas el Señor, que nos hizo buenos servidores suyos a su imagen, estimó su obra en lo que valía y nos redimió en un precio muy elevado.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Se cuida mucho de conocer la vida de los santos, conforme a lo que sigue: "Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados". De este modo indica que conoce perfectamente todo lo que a ellos se refiere; porque las cuentas manifiestan un cuidado solícito y diligente.
 
San Ambrosio
Finalmente, el número de los cabellos no debe considerársele como cómputo, sino que da a entender su perfecto conocimiento y se dice con toda propiedad que están contados, porque contamos todo lo que queremos guardar.
 
San Cirilo, ubi sup
Hablando en sentido espiritual diremos, que la cabeza del hombre es su entendimiento y sus cabellos los pensamientos que están patentes a Dios.
 
Teófil
También puede considerarse como cabeza de cada uno de los fieles su correspondencia con Cristo, y por sus cabellos las obras de mortificación corporal que Dios cuenta y que considera dignas de su providencia.
 
San Ambrosio
Si, pues, la majestad de Dios es tan grande que conoce en su ciencia hasta un pajarillo cualquiera y el número de nuestros cabellos, ¿cómo puede decirse que el Señor desconozca el corazón de los fieles o que los menosprecie, justamente El, que conoce cosas tan insignificantes? Por eso, concluyó diciendo: "Por tanto, no tenéis que temer: más valéis vosotros que muchos pajarillos".
 
Beda
No debe leerse que sois muchos, como si se tratara del número, sino que sois más que muchos, esto es, de mayor importancia para Dios.
 
San Atanasio, ora. 3, contra Arrianos
Pregunto a los arrianos que si Dios, desdeñando el hacer otras cosas, sólo hizo a su Hijo, en el cual trasladó su poder, para hacer todo lo demás; entonces ¿cómo se extiende su providencia hasta cosas tan pequeñas como son el cabello y el pájaro? Porque todo aquello a que atiende con su providencia lo creó con su palabra.
   
08-12
"Os digo, pues, que cualquiera que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios. Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará; pero no habrá perdón para quien blasfemare del Espíritu Santo. Cuando os conduzcan a las sinagogas, y a los magistrados, y a las potestades, no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder o alegar; porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel trance lo que debéis decir". (vv. 8-12)
 
Beda
Había dicho antes el Salvador que todas las acciones y las palabras ocultas habrían de publicarse; y ahora añade que esta publicación no se verificará en una reunión cualquiera, sino en la ciudad eterna y en presencia del rey y juez eterno; por eso dice: "Os digo, pues, que cualquiera que me confesare", etc.
 
San Ambrosio
Excitando también manifiestamente a la fe, la colocó como fundamento de las virtudes; porque así como la fe es estímulo de la virtud, así también la virtud constituye la firmeza de la fe.
 
Crisóstomo, homil. 35, in Matth
No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, instándonos a la confianza y al mayor afecto. Y como esto es útil para todos, habla en general, diciendo: "Cualquiera que me confesare".
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Dice San Pablo ( Rom 10,9): "Si confiesas con la boca a Jesús, tu Señor, y crees en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, te salvarás". Todo el misterio de Cristo se expresa en estas palabras. Conviene, pues, confesar primero que el Verbo nacido de Dios Padre, esto es, el unigénito de su misma naturaleza, es el Señor de todas las cosas; es decir, no como habiendo recibido o usurpado este dominio, sino siendo verdadera y naturalmente Señor como lo es el Padre. Conviene confesar después, que Dios lo resucitó de entre los muertos. Es decir, que el mismo que se hizo hombre padeció en su carne por nosotros y resucitó de entre los muertos. A cualquiera, pues, de nosotros, que confesare así a Jesucristo delante de los hombres -esto es, como Dios y como Señor-, Jesucristo le confesará delante de los ángeles de Dios cuando baje con ellos en la gloria de su Padre al fin del mundo.
 
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
¿Qué cosa habrá de mayor gloria que el mismo Verbo, unigénito de Dios, dé testimonio por nosotros en el juicio divino, y merecerlo así en remuneración del testimonio que de El dimos confesándolo? Porque no estará fuera de aquel de quien dará testimonio, sino que habitando en él y llenándolo de su luz será como lo confesará. Cuando los hubo fortalecido con la dulce esperanza por tantas promesas, los mueve después con terribles amenazas; diciendo: "Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios".
 
Crisóstomo ut supra
Respecto de la condenación se ofrece mayor castigo y, respecto de las buenas obras, mayor premio; como diciendo: Tú me confesarás o me negarás aquí, pero yo allí. El pago de las buenas y de las malas acciones os aguarda con exceso en la otra vida.
 
San Eusebio, ut sup
Hace esta amenaza oportunamente para que no dejasen de confesarle menospreciando la pena de ser negado por el Hijo de Dios. Lo cual equivale a ser negado por la sabiduría y a perder la vida, a ser privado de la luz y de todos los bienes, a sufrir todo esto delante del Padre que está en los cielos y de los ángeles de Dios.
 
San Cirilo, ubi sup
Los que lo niegan son primeramente los que pospusieron la fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y discípulos.
 
Crisóstomo, ut sup
Hay también otros modos de negar a Jesucristo, como explica San Pablo cuando dice ( Tit 1,16): "Confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con las obras". Y en otro lugar ( 1Tim 5,8): "Si alguno no cuida de los suyos y particularmente de sus domésticos, reniega de la fe, y es peor que un infiel". Y también ( Col 3,5): "Huid de la avaricia, que es idolatría". Por tanto, puesto que hay tantos modos de negar, es claro que hay otros tantos de confesar. Esos modos, practicados por el hombre, lo harán digno de oír aquella voz beatísima con la que Jesucristo alabará a todos los que lo hubieren confesado. Fijémonos en la elección de estas palabras. En el texto griego dice: "Cualquiera que confesare en mí", manifestando que ninguno puede confesar a Jesucristo por sus propias fuerzas, sino ayudado por la gracia del Señor. Pero cuando se trata del que lo niega, no dijo en mí, sino a mí, porque el que lo niega carece de la gracia. Sin embargo, es culpable, porque si se le priva de la gracia es porque él se separa de ella -o lo que es lo mismo, se le priva por su propia culpa-.
 
Beda
Pero para que no se juzgue que están en igual caso los que lo niegan por otras razones -esto es, los que lo niegan por debilidad e ignorancia-, y por ello habrían de ser negados, añadió en seguida: "Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará", etc.
 
San Cirilo, ubi sup
Pero si el Salvador quiere insinuar que, cuando decimos una palabra injuriosa a un hombre cualquiera obtendremos el perdón si nos arrepentimos, no hay dificultad ninguna en estas palabras, porque siendo Dios bueno por naturaleza, enmienda a los que quieren arrepentirse. Pero si estas palabras se vuelven contra el mismo Jesucristo, ¿cómo no ha de ser condenado el que habla contra El?
 
San Ambrosio
Sabemos ciertamente que el Hijo del hombre es Cristo, que fue engendrado por obra del Espíritu Santo en la Virgen, que es su sola Madre en la tierra. ¿Acaso es mayor el Espíritu Santo que Jesucristo, para que obtengan el perdón los que pecan contra El, y no puedan alcanzar esta misma gracia los que pecan contra el Espíritu Santo? Pero en donde se encuentra la unidad de poder no cabe comparación 1.
 
San Atanasio, in libro de peccato in Spiritum
Aquellos hombres de la antigüedad, el estudioso Orígenes y el admirable Teognosto, dicen que hay blasfemia contra el Espíritu Santo cuando los que fueron considerados dignos de su don por el bautismo vuelven al pecado; por eso ellos no alcanzarán perdón 2, como dice San Pablo ( Heb 6,6): "Es imposible que aquellos que han sido hechos partícipes del Espíritu Santo sean renovados", etc. Cada uno de los citados autores explana después su idea. Así, Orígenes dice: Dios Padre provee ciertamente a todo y todo lo contiene; la acción del Hijo se extiende sólo a los seres racionales y el Espíritu Santo sólo asiste a los que participan de El por el bautismo 3. Por tanto, cuando pecan los catecúmenos y los gentiles, pecan contra el Hijo que habita en ellos, y pueden, por consiguiente, obtener el perdón si se hacen dignos de la regeneración. Pero cuando pecan después de bautizados, dice que este crimen afecta al Espíritu, al que habían llegado cuando pecaron, por cuya causa su condenación es irrevocable 4. Teognosto, por su parte, dice que el que traspasa el primero y el segundo límite merece menor castigo; pero el que traspasa también el tercero no recibirá más el perdón. Llama primero y segundo límite la doctrina del Padre y del Hijo; y tercero a la participación del Espíritu Santo, según aquellas palabras de San Juan (16,13): "Cuando venga el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad". Esto es así no porque la doctrina del Espíritu sea superior a la del Hijo, sino porque el Hijo bajó hasta a los imperfectos y el Espíritu Santo es el signo de los que son perfectos. Así, pues, no porque el Espíritu supere al Hijo es imperdonable la blasfemia contra el primero, sino porque los imperfectos pueden ser perdonados, mientras que los perfectos no tienen ninguna excusa. Sin embargo, cuando el Hijo está en el Padre, está en aquellos en quienes está el Padre, sin que falte el Espíritu, porque la Santísima Trinidad es indivisible. Además, si todas las cosas han sido hechas por el Hijo y todas subsisten en El, estará verdaderamente en todas; y entonces es preciso que todo aquel que peca contra el Hijo, peque contra el Padre y contra el Espíritu Santo. Además el sagrado bautismo se da en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y por esto los que pecan después del bautismo blasfeman contra la Santísima Trinidad. Además, si los fariseos no habían recibido aún el bautismo, ¿por qué los reprende como si blasfemasen contra el Espíritu Santo, de quien todavía no se habían hecho partícipes, sobre todo cuando no los acusaba por simples pecados, sino por la blasfemia? Pero hay la diferencia de que el que peca quebranta la ley, en tanto que el que blasfema ofende a la misma Divinidad. Y si a aquellos que pecan después del bautismo no se les perdona el castigo, ¿cómo el Apóstol perdona al penitente de Corinto, y por qué engendra a los gálatas que han retrocedido, hasta que Jesucristo sea formado de nuevo en ellos ( Gál 3)? ¿Por qué reprochamos a los novacianos el que no hagan penitencia después del bautismo? El Apóstol, dirigiéndose a los hebreos, no destituye la penitencia por los pecados; sino que para que no creyesen que según el rito de la ley, y como penitencia, podía repetirse el bautismo todos los días, les aconseja que hagan penitencia, haciéndoles ver que no hay más que una sola renovación por el bautismo. Considerando estas cosas, apelo a la misericordia de Jesucristo, que siendo Dios, se hizo hombre. Es decir, consideremos cómo Dios resucitaba a los muertos y cómo, revestido de la carne, tenía sed, trabajaba y sufría. Por tanto, cuando algunos, considerando su humanidad, ven que el Señor tiene sed y que padece, y hablan contra el Salvador como hombre, pecan ciertamente. Pero pueden -cuando se arrepientan- recibir bien pronto el perdón, alegando como causa la fragilidad humana. Y cuando los que, considerando las obras de la Divinidad, dudan de la naturaleza de su cuerpo, pecan también gravemente, pero es fácil perdonar en seguida a estos penitentes, porque merecen excusa por la magnitud de sus obras. Ahora, cuando las obras de Dios se atribuyen al diablo, atraen sobre sí la sentencia irrevocable. Ellos creen que el diablo es Dios y que el verdadero Dios no tiene más participación en sus obras que el diablo. Los fariseos habían llevado su perfidia hasta este punto: manifestando el Salvador las obras del Padre, resucitando a los muertos, iluminando a los ciegos y haciendo cosas semejantes, los fariseos decían que éstas eran obras de Beelzebub. Podían también decir, viendo el orden del mundo y la providencia que lo rige, que el mundo había sido creado por Beelzebub. Por otro lado, fijándose en su humanidad, quedaban ( Mt 13,55) pasmados y decían: ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ( Jn 7,15) ¿Cómo puede conocer las Escrituras, si no ha estudiado? El Señor los toleraba como pecadores contra el Hijo del hombre; pero cuando dijeron en su demencia que las obras de Dios son las de Beelzebub, no pudo tolerarlos más. De la misma manera, toleraba a sus padres, mientras murmuraban por la carencia del pan y del agua; pero después que fundieron el becerro de oro y le atribuyeron todos los beneficios que habían recibido del Señor, fueron castigados, primero con la muerte de no pocos de ellos, y después diciendo: "Y yo en el día de la venganza visitaré también este pecado de ellos" ( Ex 32,35). Los fariseos oyen ahora una sentencia parecida, porque los condena al fuego dispuesto para el diablo, en donde serán atormentados con él. No dijo Jesucristo esto comparando la blasfemia contra El a la proferida contra el Espíritu Santo, como si el Espíritu Santo fuese más grande; sino para manifestar que de las dos blasfemias proferidas contra El mismo, una es más grave que la otra; puesto que, mirándole como un hombre, lo vituperaban y decían que sus obras eran de Beelzebub.
 
San Ambrosio
Así, pues, piensan algunos que debemos entender que el Hijo y el Espíritu son el mismo santo, salvo la distinción de personas y la unidad de la sustancia; porque Cristo Dios y hombre, es uno con el Espíritu Santo; así está escrito ( Lam 4,20): "El Espíritu que está delante de nosotros es el ungido 5 del Señor". El es igualmente santo, pues de la misma manera que el Padre es Dios y el Hijo Señor, y el Padre Señor y el Hijo Dios, así también el Padre es santo, el Hijo es santo y santo el Espíritu. Por tanto, si Cristo es uno y otro, ¿por qué esa diferencia, sino para que comprendamos que no nos es permitido negar la divinidad de Jesucristo?
 
Beda
El que dice que las obras del Espíritu Santo son de Beelzebub no será perdonado ni en esta vida, ni en la otra. No porque neguemos que pueda ser perdonado por Dios si hace penitencia, sino para que nos convenzamos que el blasfemo no llegará nunca a tener los méritos necesarios para ser perdonado, ni a hacer frutos dignos de penitencia; según estas palabras ( Is 6,10 y Mt 12): "Cegó sus ojos para que no se conviertan y no los salve yo".
 
San Cirilo in Cat. Graec. Patr
Por lo que si el Espíritu Santo fuese criatura y no de la sustancia divina del Padre y del Hijo ¿cómo las ofensas que se le hacen habían de provocar una pena tal cual la que se anuncia a los blasfemos contra Dios?
 
Beda
No obstante, los que dicen que no es Santo y que no es Dios, sino que es menor que el Padre y que el Hijo, no son reos del crimen irremisible de blasfemia, porque esto lo hacen llevados por la ignorancia humana, no por la diabólica envidia, como los príncipes de los judíos.
 
San Agustín, De verb. Dom., serm. 1
Si aquí se dijese: "El que profiriese alguna blasfemia contra el Espíritu Santo", deberíamos entender toda blasfemia; pero como se dice, "el que blasfemare contra el Espíritu Santo", se ha de entender no un blasfemo cualquiera sino aquel que nunca puede ser perdonado. Por esto se ha dicho ( Stgo 1,13): "Dios no tienta a nadie", aunque no se habla aquí de toda tentación, sino sólo de cierto tipo. Veamos ahora cuál es esta manera de blasfemar contra el Espíritu Santo. El principal beneficio de los creyentes consiste en recibir en el Espíritu Santo el perdón de los pecados. El corazón impenitente blasfema contra este don gratuito. Así pues, esta impenitencia es blasfemia contra el Espíritu, la cual no se perdona ni en este mundo ni en el otro, porque la penitencia alcanza el perdón en esta vida, el cual vale para la otra.
 
San Cirilo, ubi sup
Habiendo infundido el Señor tanto temor, y habiendo preparado a sus discípulos para resistir con valor a los que se separan de la verdadera fe, les mandó que no se cuidasen de sus respuestas. Porque el Espíritu, que habita en los que están bien dispuestos, les inspirará -como doctor- lo que deban decir. Por lo cual prosigue: "Cuando os conduzcan a las sinagogas no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".
 
Glosa, interlin
Dice, pues, "cómo", en cuanto al modo de hablar; y "que" en cuanto a pensarlo. Es decir, "cómo" habéis de responder a los que os pregunten, o "qué" habéis de decir a los que quieran llegar a saber.
 
Beda
Cuando somos llevados a causa de Jesucristo ante los jueces, únicamente debemos ofrecer nuestra voluntad por El, porque lo que hemos de responder ya nos lo inspirará el Espíritu Santo. Por esto añade: "Porque el Espíritu Santo, os enseñara".
 
Crisóstomo, in Matth homil. 34
En otro lugar se dice ( 1Pe 3,15): Estad preparados para responder a todos los que deseen conocer de vosotros la causa de la esperanza que os alienta. Porque cuando se suscita entre amigos una disputa o una cuestión, nos manda que meditemos; pero cuando estamos ante el terror de un temible pretorio, nos da fuerzas para que nos atrevamos a hablar sin turbarnos.
 
Teófil
Como nuestra debilidad nace de dos causas -porque huimos del martirio por temor del dolor y porque somos ignorantes y no podemos dar cuenta de la fe-, excluye uno y otro. Con respecto al miedo del dolor, dice: "No temáis a los que matan el cuerpo"; y con respecto al terror de la ignorancia: "No paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".
 
Notas
1. El Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1864 dice lo siguiente comentando Lc 12,10: "No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna".
2. "Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia. Los padres (de la Iglesia) tuvieron razón en llamar a la penitencia 'un bautismo laborioso' (San Gregorio Nac., or. 39.17). Para los que han caído después de Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la Penitencia, como los es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados (Cc. de Trento: DS 1672)" Catecismo de la Iglesia Católica, 980.
3. Opinión particular de Orígenes que es incorrecta. "Dios, que ha creado el universo, lo mantiene en la existencia por su Verbo, 'el Hijo que sostiene todo con su palabra poderosa' ( Hb 1, 3) y por su Espíritu Creador que da la vida" Catecismo de la Iglesia Católica, 320.
4. Ver nota 11.
5. Lat. Christus.
   
13-15
Entonces le dijo uno del auditorio: "Maestro, di a mi hermano que me de la parte que me toca de la herencia". Mas El le respondió: "Oh hombre, ¿quién me ha constituído a mí juez o repartidor entre vosotros?" Y les dijo: "Estad alerta, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de bienes que posee". (vv. 13-15)
 
San Ambrosio
Todo lo que precede nos enseña a sufrir por confesar al Señor, o por el menosprecio de la muerte, o por la esperanza del premio, o por la amenaza del castigo eterno, del que nunca se obtiene el perdón. Y como la avaricia suele tentar con frecuencia la virtud, nos da un precepto y un ejemplo para combatir esta pasión; por eso cuando dice: "Entonces le dijo uno del pueblo: Maestro, di a mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia".
 
Teófil
Como estos dos hermanos disputaban sobre la partición de la herencia del padre, era de suponer que el uno quisiera engañar al otro. El Señor, pues, enseñándonos que no debemos inclinarnos hacia las cosas terrenas, rechaza a aquel que le llama para la división de la herencia. Por esto sigue: "Mas le respondió: Oh hombre, ¿quién me ha constituido a mí juez o repartidor entre vosotros?".

 
Beda
Aquel que quiere molestar con la partición de la tierra al Maestro -que recomienda la alegría de la paz celestial-, merece con razón que se le llame hombre; como dice San Pablo ( 1Cor 3,3): "Puesto que hay entre vosotros celos y cuestión ¿no sois hombres?".
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
El Hijo de Dios, cuando se hizo hombre semejante a nosotros, fue constituido por Dios Padre, Rey y Príncipe sobre su santo monte de Sión, anunciando la ley divina.
 
San Ambrosio
Por esta causa prescinde de lo terreno Aquel que había descendido por las cosas divinas. No quiere ser juez de los pleitos, ni árbitro de las facultades, siendo juez de los vivos y de los muertos y el árbitro de los méritos. Por esto hay que considerar no lo que pides sino de quién lo pides; además procura no llamar hacia cosas de menor importancia la atención del que se ocupa de otras más interesantes 1. Por esta causa es rechazado con razón aquel hermano que procuraba ocupar al Dispensador de las gracias celestiales en las cosas corruptibles, cuando entre hermanos no debe ser el juez, sino el cariño, el que medie en la partición del patrimonio. Y los hombres han de mirar más al patrimonio de la inmortalidad que al de las riquezas.
 
Beda
Con motivo de habérsele presentado este necio pretendiente, exhortó contra la peste de la avaricia a las turbas y a sus discípulos, con sus preceptos y ejemplos; por lo cual prosigue: "Y les dijo: Estad alerta y guardaos de toda avaricia". Dice, pues, de toda avaricia, porque algunas cosas parecen hacerse con sencillez, pero la conciencia discierne la intención con que se hacen.
 
San Cirilo, ubi sup
De toda avaricia, esto es, de la grande y de la pequeña, porque la avaricia es inútil, como dice el Señor por medio de Amós ( Am 5,11): "Edificaréis casas magníficas, y no habitaréis en ellas"; y en otro lugar ( Is 5,10): "Diez obradas de viña llenarán un lagar pequeño, y treinta modios de simiente darán tres modios". Y hace ver también de otro modo que es inútil, diciendo: "Que la vida de cada uno no está en la abundancia de las cosas".
 
Teófil
Esto dice el Señor para confundir la intención de los avaros que se empeñan en amontonar riquezas como si hubieran de vivir siempre. ¿Pero acaso te harán vivir más tiempo las riquezas? ¿Por qué sufres entonces un trabajo cierto por un descanso incierto? Porque es dudoso si llegarás a la vejez, para la que tanto atesoras.
 
Notas
1. "La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda de Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús. Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida (...) Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino. Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición" Catecismo de la Iglesia Católica, 2632-2633.
   
16-21
Y les contó una parábola diciendo: "El campo de un hombre rico había llevado abundantes frutos. Y él pensaba entre sí mismo, y decía: ¿Qué haré porque no tengo en dónde encerrar mis frutos? Y dijo: Esto haré: Derribaré mis graneros, y los haré mayores; y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes allegados para muchísimos años: descansa, come, bebe, ten banquetes. Mas Dios le dijo: Necio, esta noche te vuelven a pedir el alma, ¿lo que has allegado, para quién será? Así es el que atesora para sí y no es rico en Dios". (vv. 16-21)
 
Teofilato
Después que dijo que la vida humana no se prolongaba por tener muchas riquezas, para que se creyera en esto continúa de este modo: "Y les contó una parábola diciendo: El campo de un hombre rico", etc.
 
San Basilio, hom. de divit. agri fertilis
Si este hombre no hizo buen uso de la abundancia de sus frutos -frutos en los que se patentiza la generosidad divina, que extiende su bondad hasta los malos, lloviendo lo mismo sobre los justos que sobre los injustos-, ¿de qué modo paga, pues, a su bienhechor? Este hombre olvida la condición de su naturaleza y no cree que debe darse lo que sobra a los pobres. Los graneros no podían contener la abundancia de los frutos, pero el alma avara nunca se ve llena. Y no queriendo dar los frutos antiguos por la avaricia, ni pudiendo recoger los nuevos por su abundancia, sus consejos eran imperfectos y sus cuidados estériles. Por lo cual sigue: "Y él pensaba entre sí mismo", etc. Se quejaba también como los pobres, pues el el oprimido por la miseria se pregunta, ¿qué haré?, ¿en dónde comeré?, ¿dónde me calzaré? También este rico dice lo mismo, porque oprimen su alma las riquezas que proceden de sus rentas. Y no quiere desprenderse de ellas para que no aprovechen a los pobres, a semejanza de los glotones que prefieren morir de hartura a dar a los pobres lo que les sobra.
 
San Gregorio moralium 15, 2
¡Oh angustia nacida de la saciedad! Diciendo ¿qué haré?, manifiesta que se halla como oprimido por los efectos de sus deseos y, digámoslo así, por el peso de sus riquezas.
 
San Basilio, hom 6 ut supra
Debía haber dicho "abriré mis graneros y convocaré a los pobres". Pero piensa, no en repartir, sino en amontonar. Continúa, pues: "Y dijo, esto haré; derribaré mis graneros". Hace bien, porque son dignos de destrucción las adquisiciones de la maldad: destruye tu también tus graneros, porque de ellos nadie ha obtenido consuelo. Añade: "Y los haré mayores". Y si también llenas éstos, ¿volverás acaso a destruirlos? ¿Qué cosa más necia que trabajar indefinidamente? Los graneros son para ti -si tú quieres- las casas de los pobres; pero dirás: ¿a quién ofendo conservando lo que es mío? Y prosigue: "Y allí recogeré todos mis frutos y mis bienes". Dime, ¿qué bienes son los tuyos? ¿De dónde los has tomado para llevarlos en la vida? Como los que llegan temprano a un espectáculo, impiden que participen los que llegan después, tomando para sí lo que está ordenado para el uso común de todos, así son los ricos, que apoderándose antes de lo que es común, lo estiman como si fuese suyo. Porque si cualquiera que habiendo recibido lo necesario para satisfacer sus necesidades, dejase lo sobrante para los pobres, no habría ni ricos ni pobres.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Es de notar lo inconsiderado de sus palabras cuando dice: "Allí recogeré todos mis frutos", creyendo que sus riquezas no le vienen de Dios, sino que son el fruto de sus trabajos.
 
San Basilio, ut supra
Pero si confiesas que los frutos provienen del cielo, ¿será injusto Dios cuando nos distribuye sus dones de una manera desigual? ¿Por qué tú vives en la abundancia y el otro pide limosna, sino para que consiga el primero el mérito de la caridad y el último el que se alcanza con la paciencia? ¿No serás por ventura despojador, reputando tuyo lo que has recibido para distribuirlo? Es el pan del hambriento el que tú tienes, el vestido del desnudo el que conservas en tu guardarropa, es el calzado del descalzo el que amontonas y la plata del indigente la que escondes bajo la tierra. Cometes, pues, tantas injusticias cuantas son las cosas que puedes dar.
 
Crisóstomo, hom 8 in ep. 2 ad Tim
También se equivoca el que toma como bienes lo que es indiferente; porque hay cosas que son buenas, otras malas y otras medianas. La castidad, la humildad y otras virtudes semejantes, son de las primeras; y cuando el hombre las elige, hace el bien. Las opuestas a éstas son las malas, y hace el mal el hombre que las acepta. Y, en fin, las medianas, como por ejemplo las riquezas, son las que se destinan al bien, como en la limosna, o al mal, como en la avaricia. Lo mismo sucede respecto de la pobreza, que lleva a la blasfemia o a la sabiduría, según los sentimientos de los que la padecen.
 
San Cirilo, in eadem Cat. graec. Patr
El rico no prepara graneros permanentes, sino caducos y, lo que es más necio, se promete una larga vida. Sigue pues: "Y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes allegados para muchos años". Pero, oh rico, tienes frutos en tu granero ciertamente, pero ¿cómo podrás obtener muchos años de vida?
 
San Atanasio, contra Antigonum ex eadem Cat. graec
Si alguno vive como si hubiese de morir todos los días -porque es incierta nuestra vida por naturaleza-, no pecará, puesto que el temor grande mata siempre la mayor parte de las voluptuosidades; y al contrario, el que se promete una vida larga, aspira a ellas. Prosigue, pues: "Descansa -esto es, del trabajo-, come, bebe y goza"; esto es, disfruta de gran aparato.
 
San Basilio, hom 6 super destruam horrea mea
Piensas tan poco en los bienes de tu alma, que ofreces a ésta los alimentos del cuerpo. Sin embargo si tiene virtud, si es fecunda en buenas obras, si se unió a Dios, posee muchos bienes y disfruta de grande alegría. Pero como eres todo carnal y estás sujeto a las pasiones, tu devoción depende del vientre y no del alma.
 
Crisóstomo, hom. 39, in 1 ad Cor
No conviene, pues, darse a las delicias de la vida, engordar el cuerpo y enflaquecer el alma, cargarla de peso, envolverla en tinieblas y en un espeso velo; porque en las delicias se avasalla el alma que debe ser la que domine, y domina el cuerpo que debe ser esclavo. El cuerpo no necesita de placeres sino de alimento, para que se aliente, y no se destruya y sucumba; y no solamente para el alma, sino que también para el cuerpo son nocivos los placeres, porque el que es fuerte se hace débil, el sano enfermo, el ligero pesado, el hermoso deforme y viejo el joven.
 
San Basilio, ut supra
Se le permite deliberar sobre todas las cosas y manifestar su propósito con el fin de que reciban sus pasiones el castigo que merecen. Pero mientras habla en secreto, sus palabras son examinadas en el cielo, de donde le viene la respuesta. Y continúa: "Mas Dios le dijo: necio, esta noche te vuelven a pedir el alma", etc. Atiende al nombre de necio, que te corresponde, que no te ha impuesto ningún hombre, sino el mismo Dios.
 
San Gregorio moralium 22, 12, super Iob 31,24
Desaparece aquella misma noche el que se prometía vivir mucho tiempo; de modo que el que había previsto una larga vida para él, amontonando medios de subsistencia, no vio el día siguiente de aquel en que vivía.
 
Crisóstomo, in Matthaeum hom. 29
"Te pedirán". Pedía, pues, su alma sin duda algún valioso poder enviado al efecto. Porque, si cuando pasamos de una ciudad a otra necesitamos quien nos guíe, con mucha mayor razón necesitará el alma separada del cuerpo ser guiada cuando pase a la vida futura. Por esto el alma resiste muchas veces y se abisma cuando debe salir del cuerpo; porque siempre nos asusta el conocimiento de nuestros pecados especialmente cuando debemos ser presentados ante el juicio terrible de Dios. Entonces se presenta a nuestra vista la serie de nuestros crímenes, y teniéndolos delante de nuestros ojos, nuestra imaginación se estremece. Además, como los encarcelados que siempre están afligidos, pero particularmente cuando deben presentarse al juez, así el alma se atormenta y duele por sus pecados, sobre todo en este momento, y mucho más al salir del cuerpo.
 
San Gregorio moralium 15, 1 super Iob 34,19
Es arrebatada el alma por la noche, cuando se exhala en la oscuridad del corazón; es arrebatada por la noche cuando no quiso tener la luz de la inteligencia con que debía prever lo que podía padecer.
Añade pues: "¿Lo que has allegado para quién será?".
 
Crisóstomo, in Cat. grac. Patr., ex hom. 23, in Gener
Aquí lo dejarás todo, no solamente no recibiendo ventaja ninguna, sino llevando sobre tus hombros la carga de tus pecados. Y todo lo que has amontonado, acaso vendrá a parar a mano de tus enemigos, siendo tú, sin embargo, a quien se pedirá cuenta de ello. Prosigue: "Así es el que atesora para sí y no es rico para Dios".
 
Beda
Este es un necio y desaparecerá de noche. Luego el que quiere ser rico para Dios, no atesore para sí, sino distribuya sus bienes entre los pobres.
 
San Ambrosio
En vano amontona riquezas el que no sabe si habrá de usar de ellas; ni tampoco son nuestras aquellas cosas que no podemos llevar con nosotros. Sólo la virtud es la que acompaña a los difuntos. Unicamente nos sigue la caridad, que obtiene la vida eterna a los que mueren.
   
22-23
Y dijo a sus discípulos: "Por tanto os digo: no andéis solícitos para vuestra alma, qué comeréis, ni para vuestro cuerpo, qué vestiréis. Más es el alma que la comida, y el cuerpo más que el vestido". (vv. 22-23)
 
Teofilato
El Señor se eleva poco a poco a una doctrina más perfecta. Enseñó antes que debe evitarse la avaricia y añadió la parábola del rico, demostrando por ella que es un necio quien apetece las cosas superfluas. Después, continuando su discurso, no permite que nos ocupemos con afán ni de las cosas que nos son necesarias, arrancando la raíz de la avaricia. Por lo cual añade: "Por tanto os digo: no andéis solícitos", como diciendo, puesto que es un necio el que se promete una vida larga, y por esto se vuelve más ambicioso. "No andéis solícitos por vuestra alma, de lo que comeréis". No porque coma el alma espiritual, sino porque parece que el alma no puede estar unida con el cuerpo si no nos alimentamos. O porque es natural que un cuerpo animado reciba alimento, dice, con razón, que el alma se alimenta, puesto que también la fuerza nutritiva se llama alma. Y así debe entenderse: "No andéis solícitos por la parte nutritiva del alma de lo que comeréis". Puede, pues, el cuerpo, después de muerto ser vestido; y por esto, añade: "Ni de cómo vestiréis vuestro cuerpo".
 
Crisóstomo in Matthaeum hom. 22
Cuando dice: no andéis solícitos, no quiere decir no trabajéis, sino que no absorban nuestra alma las cosas del mundo, pues podemos trabajar sin que nos turbe la inquietud.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
El alma vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Por esto añade: "Más es el alma que la comida", etc. Como diciendo: Dios, que ha dado lo que es más, ¿no dará lo que es menos? Por tanto, no nos ocupemos demasiado de las cosas menores, ni sujetemos nuestro entendimiento a buscar el vestido y la comida. Pensemos más bien en lo que salva al alma y eleva al Reino de los Cielos.
 
San Ambrosio
Ninguna cosa hay mejor para que fomenten su fe aquellos que creen que Dios puede concederlo todo, que aquel aliento vital que perpetúa la unión del alma y del cuerpo, en vida común, sin necesidad de nuestros esfuerzos, y cuyo saludable alimento no nos falta sino cuando llega el día supremo de la muerte. Como el alma se viste, pues, con el vestido del cuerpo, y éste se anima con el vigor de aquélla, es un absurdo creer que nos faltará el alimento necesario en tanto que dura la unión del alma con el cuerpo.
   
24-26
"Mirad los cuervos que no siembran ni siegan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos? ¿Y quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura un codo? Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por las otras cosas?" (vv. 24-26)
 
San Cirilo, sicut supra v.2
Así como antes nos exhortó a elevarnos a una certidumbre espiritual con el ejemplo de las aves que se estiman en poco precio, diciendo: "Vosotros valéis más que muchas aves"; así ahora también nos excita a una confianza firme e indudable con otro ejemplo de las aves, diciendo: "Mirad los cuervos, que no siembran ni siegan -esto es, para tener que comer-, los cuales no tienen ni despensa ni granero -esto es, para conservar-, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos?".
 
Beda
Esto es, vosotros valéis mucho más, porque el hombre, animal racional, tiene un destino más sublime en el orden de la naturaleza que los seres irracionales, como son las aves.
 
San Ambrosio
Gran ejemplo que debemos seguir con nuestra fe. Porque a las aves del cielo, que no pueden cultivar la tierra ni procurar abundancia de mieses, la providencia divina las provee siempre de alimento. Hay que confesar, por tanto, que la causa de nuestra pobreza es la avaricia. A las aves no les falta alimento en abundancia, aun cuando nunca trabajan, porque no saben apropiarse por dominio especial los frutos dados para alimento de todos. Nosotros perdemos las cosas comunes cuando las reivindicamos como si fueran nuestras. Porque nada puede considerarse como propio donde nada es perpetuo, ni abundancia cierta donde es incierto el porvenir.
 
Crisóstomo in Matthaeun homil. 22
Pudiendo el Señor citar el ejemplo de hombres que menospreciaron las cosas de la tierra -como Elías, Moisés, San Juan y otros muchos-, lo toma de las aves, como en el Antiguo Testamento, que cita la abeja, la hormiga y otros animales, a quienes el Creador ha infundido instintos especiales.
 
Teofilato in ps. 146
Por tanto, no queriendo hacer mención de otras aves, cita a los cuervos, porque Dios alimenta a sus polluelos con una providencia especial. Los cuervos dan a luz sus hijos, y en vez de alimentarlos los abandonan. El viento les lleva de un modo admirable el alimento, que reciben con el pico entreabierto, y así se alimentan. También acaso usa hablando así de la figura sinécdoque 1, tomando el todo por la parte. Por esto, en San Mateo (cap. 6), el Señor habla de las aves del cielo, pero aquí especialmente de los cuervos como más hambrientos y rapaces.
 
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
También da a entender algo más en los cuervos, porque las aves que se alimentan de semillas encuentran más pronto su alimento. Pero las que comen carne -como los cuervos- es más difícil que la encuentren. Sin embargo, estas aves no sufren la falta de comida, porque la providencia de Dios a todo alcanza. En fin, prueba lo mismo con otro razonamiento, diciendo: "¿Quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura?", etc.
 
Crisóstomo, homil. 22, in Matth
Advierte que una vez que el Señor nos ha concedido el alma, permanece la misma, en tanto que el cuerpo todos los días crece. Por lo cual, no diciendo nada del alma, que no crece, sólo hace mención del cuerpo, dándonos a entender que no crece por sólo el alimento, sino por la providencia de Dios, puesto que nadie puede añadir nada a su estatura por mucho que se alimente. Por esto concluye diciendo: "Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por otras cosas?".
 
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
Como diciendo: Si ninguno ha podido aumentar su estatura, por mucho que se haya esforzado, ni prolongar un sólo momento el tiempo fijado de la vida, ¿para qué ocuparse tanto de las cosas necesarias a la vida?
 
Beda
Dejad, pues, el cuidado del cuerpo a Aquel que lo ha formado y le ha dado su estatura.
 
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 28
Después de hablar del aumento de la estatura del cuerpo, dice que la formación de los cuerpos es la menor obra para Dios.
 
Notas
1. Figura literaria que consiste en tomar una parte por el todo, o el todo por una parte, o la materia de una cosa por la cosa misma.
   
27-31
"Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan: pues os digo, que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Pues si a la yerba, que hoy está en el campo y mañana se echa en el horno, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros, de poquísima fe? No andéis, pues, afanados, por lo que habéis de comer o beber; y no andéis elevados, porque todas estas son cosas por las que andan afanadas las gentes del mundo. Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad. Por tanto, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". (vv. 27-31)
 
Crisóstomo, homil. 23, in Matth
Como el Señor nos hablaba antes de los alimentos, así ahora nos habla del vestido, diciendo: "Mirad los lirios cómo crecen, que ni trabajan ni hilan"; es decir, para hacerse vestidos. Del mismo modo que al decir el Señor que las aves no siembran no reprobó el que se sembrase, sino el excesivo cuidado, así ahora, cuando dice "no trabajan ni hilan", no condena el trabajo, sino el excesivo celo por él.
 
San Eusebio, ut sup
Si alguno de los mortales quiere adornarse con un rico vestido, observe con sus propios ojos cómo Dios extendiendo su infinita sabiduría hasta las flores que nacen de la tierra, las engalanó con distintos colores, produciendo en sus tenues membranas tintas mejores que el oro y la púrpura. Lo hizo de tal modo, que ni los reyes más poderosos, ni aun el mismo Salomón -que fue tan célebre entre los antiguos por sus riquezas, por su sabiduría y por su grandeza-, hallaron nunca obra más perfecta. Por esto añade: "Pues os digo, que ni Salomón en su gloria se vistió como uno de éstos", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Aquí no cita el ejemplo de las aves, poniendo por modelo los cisnes o los pavos reales, sino los lirios. Quiere expresar con una hipérbole 1 uno y otro. Esto es, la debilidad de las cosas que han recibido tanto brillo y la riqueza del brillo que ha sido consentido a los lirios. Por esta razón no los llama después lirios sino yerba, cuando añade: "Pues si a la yerba que hoy está en el campo". Y no dice que mañana no estará, sino que añade: "Y mañana se echa en el horno". No dice sencillamente: "Dios viste", sino: "Dios viste así", lo que es más expresivo. Y añade: "¿Cuánto más a vosotros?". Lo que expresa la excelencia y la providencia del género humano. Finalmente, como convenía reprender, lo hace con moderación. Y no habla de infidelidad, sino de la poca fe cuando añade: "De poquísima fe". Esto lo hace con el fin de persuadirnos más, para que no sólo no pensemos en los vestidos, sino que ni aun nos fijemos en el adorno de ellos.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Porque a los prudentes les basta un vestido que no traspase la modestia y el alimento puramente necesario. Los santos se dan por muy satisfechos con disfrutar de las delicias espirituales que se encuentran en Jesucristo y de la gloria que es consiguiente.
 
San Ambrosio
No parece inútil que la flor se compare al hombre, y que se la anteponga a los hombres y a Salomón. De esta manera manifestada en la excelencia de sus colores la gracia de los espíritus celestiales, que son las verdaderas flores de este mundo. porque Ellos lo adornan con sus resplandores y despiden el buen olor de la santidad; y sin ser presa de ninguna solicitud, ni ejercitarse en trabajo alguno, conservan en sí la gracia de la liberalidad divina y los dones de la naturaleza celeste. Por tanto, se cita aquí así a Salomón revestido de gloria, y en otro lugar se dice cubierto; porque vestía las miserias de la naturaleza humana con la virtud de su alma y la gloria de sus obras. No obstante, los ángeles, cuya naturaleza divina está exenta de los defectos corporales, son puestos justamente sobre el mayor de los hombres. Y sin embargo no debemos desconfiar de la misericordia de Dios respecto de nosotros, puesto que el Señor nos ofrece hacernos semejantes a los ángeles por la gracia de la resurrección.
 
San Cirilo, ubi sup
No era conveniente que los discípulos, que debían dar a los demás la norma y el ejemplo de una vida honesta, cayesen en lo mismo que debían cuidar que se separasen aquellos a quienes enseñaban. Y por tanto el Señor añade: "No andéis, pues, afanados por lo que habéis de comer", etc. En esto también aconseja el Señor un gran celo en la santa predicación, amonestando a sus discípulos a prescindir de toda humana solicitud.
 
Beda
Debe observarse, sin embargo, que no dice: no queráis buscar o andar solícitos respecto de lo que habeís de comer, de beber, o de vestir, sino de lo que comeréis o beberéis; en donde me parece que son reprendidos todos aquellos que, despreciando el alimento o el vestido común, buscan alimentos o vestidos más ricos o más austeros que las personas con quienes viven.
 
San Gregorio Niceno in orat. dom. serm. 1
Algunos han alcanzado altos puestos, honores y riquezas cuando suplicaron. ¿Por qué se nos prohibe, pues, que nosotros busquemos tales cosas por la oración? Y en verdad que estas cosas dependen de la voluntad divina, como todos saben. Pero, sin embargo, las concede Dios a los que se las piden, para que viendo que nos oye en las peticiones más pequeñas, nos elevemos a desear cosas más altas. Así sucede con los niños, que en seguida que nacen toman el pecho de su madre, pero así que crecen lo desprecian, buscando entonces algún colgante o algo con que sus ojos se deleiten. Y después, una vez desarrollada la inteligencia con el cuerpo, dejando a un lado todos los deseos de la niñez, piden a sus padres lo que se acomoda mejor con una vida perfecta.
 
San Agustín, de quaest. Evang., lib. 2, quaest. 29
Después de habernos prohibido que andemos solícitos por los alimentos, nos aconseja que huyamos del orgullo, diciendo: "Y no andéis elevados". El hombre busca desde luego estas cosas para satisfacer su necesidad, y cuando las tiene en abundancia, empieza a ensoberbecerse por ellas. Esto es lo mismo que si alguno estando herido se jactase de tener en su casa muchas medicinas, como si no fuera mejor que no necesitase de ellas, si no estuviese herido.
 
Teofilato
O es que no llama ambición a otra cosa que a esa vaga agitación del espíritu que sueña muchas cosas, pasando de una, comparándose a otra y pensando lo sublime.
 
Basilio
Y para que se comprenda esta agitación, acuérdate de la vanidad de tu juventud; si cuando has estado solo has pensado en la vida y en tus ascensos, discurriendo de una dignidad a otra, abrazándote a las riquezas; si has edificado palacio, si has dispensado beneficios a tus amigos y si te has vengado de tus enemigos. Estas abstracciones son pecaminosas, porque, fijándose nuestra inteligencia en las cosas superfluas, se separa de la verdad. Por lo que dice a continuación: "Porque todo esto son cosas, por las que andan afanadas las gentes del mundo", etc.
 
San Gregorio Niceno, ubi sup
Es propio de todos aquellos que nada esperan de la otra vida, ni temen los juicios de Dios, el andar solícitos acerca de las cosas superfluas.
 
San Basilio ubi sup
Pero cuando se trata de las cosas necesarias para la vida, añade: "Y vuestro Padre sabe que de éstas tenéis necesidad".
 
Crisóstomo in Matthaeum hom 23
No dijo Dios sino Padre, para excitar mejor en ellos la confianza. ¿Qué Padre hay que no deje a sus hijos lo necesario? Pero añadió también: "No podrás decir que es un Padre que ignora lo que nosotros necesitamos, pues el que ha creado la naturaleza, conoce sus necesidades".
 
San Ambrosio
Manifiesta también que no faltará su gracia a los fieles ni al presente ni en lo futuro, si los que desean las cosas divinas no buscan las terrenas. Y no es digno ciertamente de los hombres que se cuiden de la comida, cuando combaten por un reino. El rey sabe bien cómo ha de mantener, alimentar y vestir a su familia. Por esto dice: "Por tanto, buscad primero el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas".
 
Crisóstomo, ut sup., in Cat. graec. Patr
No sólo ofrece el Señor su reino, sino también sus riquezas con él. Porque si nosotros libramos de cuidado a los que, abandonando sus asuntos, se ocupan de los nuestros, con mucha más razón lo hace así el Señor.
 
Beda
Hay que comprender que una cosa es lo que principalmente se da y otra lo que se añade. Porque debemos proponernos por fin la eternidad y usar sólo de lo temporal.
 
Notas
1. Figura que consiste en agrandar o disminuir exageradamente la verdad de aquello de que se habla.
   
32-34
"No temáis, pequeña grey: porque a vuestro Padre plugo daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsas, que no se envejecen, tesoro en los cielos que jamás falta; a donde el ladrón no llega, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón". (vv. 32-34)
 
Glosa
Después que el Señor separó el cuidado de las cosas temporales de los corazones de sus discípulos, ahora los libra del temor que procede de los cuidados por las cosas superfluas, diciendo: "No temáis", etc.
 
Teofilato
El Señor llama pequeña grey a los que quieren hacerse discípulos suyos, ya porque en esta vida los santos aparecen pequeños en virtud de su pobreza voluntaria, ya porque son aventajados por la multitud de ángeles que nos son incomparablemente superiores.
 
Beda
El Señor también llama pequeña grey a los escogidos, ya comparándolos con el mayor número de réprobos, o más bien por su amor a la humildad.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Manifiesta por qué no deben temer, añadiendo: "Porque a vuestro Padre plugo", etc, como diciendo: ¿Cómo aquél que concede gracias tan extraordinarias, dejará de tener clemencia con vosotros? Aun cuando aquí esta grey sea pequeña -por su naturaleza, su número y su gloria-, sin embargo la bondad del Padre ha dispensado a este pequeño rebaño la suerte de los espíritus celestiales, es decir el reino de los cielos. Por tanto, para que poseáis el reino de los cielos debéis despreciar las riquezas de la tierra. Así dice: "Vended lo que poseéis", etc.
 
Beda
Como diciendo: no temáis que falten las cosas necesarias a los que en esta vida trabajan por el reino de Dios. Más aún, vendan también lo que poseen y denlo de limosna. Esto se hace dignamente cuando alguno, una vez que ha dejado todos sus bienes por el Señor, no obstante gana con el trabajo de sus manos por el reino, lo necesario para el alimento y para dar limosna.
 
Crisóstomo, In Matthaeum hom. 26
No hay pecado que no pueda borrar la limosna que es remedio contra toda llaga. Pero la limosna no se hace sólo con dinero, sino también por las obras, como cuando alguno protege a otro, cuando un médico cura, o cuando un sabio aconseja.
 
San Gregorio Nacianceno, orat. 16. De pauperum amore, versus finem
Pero temo que penséis que la piedad no es necesaria, sino libre. Yo también lo creía así, pero me espantan los machos cabríos colocados a la izquierda no por haber robado, sino por no haber asistido a Cristo cuando los necesitaba.
 
Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. in Matth
Sin la limosna es imposible ver el reino, porque así como se corrompen las aguas detenidas en una fuente, así sucede a los ricos cuando guardan para sí sus riquezas.
 
San Basilio, in Cat. graec. Patr., ex Asceticis, id est, Regulis brevioribus, ad interrogat. 92
Alguno preguntará: ¿en virtud de qué consideración es conveniente vender lo que se posee? ¿Acaso porque es naturalmente dañoso, o por la tentación que ofrece al hombre? A esto debe contestarse, en primer lugar, que si cada una de las cosas que existen en el mundo fuese mala por sí misma, no habría creatura de Dios, porque toda creatura de Dios es buena ( 2Tim 4). En segundo lugar, que el precepto del Señor no nos ha enseñado a arrojar como malo lo que poseemos sino a distribuirlo, porque dice: "Y dad limosna".
 
San Cirilo, ubi sup
Este precepto molesta acaso a los ricos pero no es inútil para los que son prudentes, porque atesoran para sí el reino de los cielos. Por esta razón prosigue: "Haceos bolsas, que no se envejecen", etc.
 
Beda
Esto es, dando limosna, cuya recompensa dura eternamente. Pero este precepto no debe entenderse en el sentido de que los santos no puedan reservarse ningún dinero -ni para su uso ni para el de los pobres-, ya que el mismo Dios, a quien servían los ángeles ( Mt 4), tenía una bolsa en la que conservaba lo que le daban los fieles ( Jn 12). Ha de entenderse más bien en el sentido de que no debe servirse a Dios por estas cosas, ni abandonarse la justicia por temor de la pobreza.
 
San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr
Mandó también colocar las riquezas materiales y terrenas en el cielo, a donde no alcanza la fuerza de la corrupción. Así añade: "Tesoro que jamás falta".
 
Teofilato
Como diciendo: Aquí destruye la polilla, pero no en los cielos. Y como la polilla no puede destruirlo todo, añade lo del ladrón. El oro no es destruido por la polilla, pero el ladrón lo roba.
 
Beda
Debe entenderse sencillamente en esto que el dinero que se guarda desaparece y que dado al prójimo produce un fruto eterno en los cielos. O bien que el tesoro de las buenas obras, si se coloca en asunto de interés mundano, se corrompe y desaparece fácilmente. Pero si se ahorra, no para merecer exteriormente la aprobación de los hombres -como el ladrón que roba de fuera- ni para buscar interiormente la vanagloria -como la polilla que destruye en lo interior- sino con santa intención, no se corrompe.
 
Glosa
O bien los ladrones son los herejes y los demonios -que se proponen despojarnos de los bienes espirituales- y la polilla que roe poco a poco los vestidos es la envidia, que destruye el celo o el fruto bueno y rompe el lazo de la unidad.
 
Teofilato
Pero como no todo se quita por el robo, da una razón más poderosa y que no admite réplica diciendo: "Porque donde está vuestro tesoro está vuestro corazón". Como diciendo: supongamos que la polilla no destruya, ni el ladrón robe, ¿cuán digno de suplicio no será tener el corazón aprisionado en un tesoro oculto y hundir en la tierra una obra divina como el alma?
 
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
Porque todo hombre depende naturalmente de aquello de que está apasionado y fija toda su alma en aquello que cree que puede darle todo lo que le conviene. Por tanto, si alguno fija toda su atención y su afecto -lo que llamó corazón- en las cosas de la vida presente, únicamente se ocupa de las cosas de la tierra. Pero si se fija en las cosas del cielo, allí tendrá también su corazón. De modo que parecerá que trata con los hombres sólo por el cuerpo, pero que su alma ha alcanzado ya las mansiones del cielo.
 
Beda
Esto debe entenderse no sólo respecto del dinero, sino de todas las pasiones. Los festines son el tesoro para el lujurioso, las fiestas para el lascivo y la liviandad para aquél a quien domina el amor.
   
35-40
"Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos. Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor cuando vuelva de las bodas: para que cuando viniere y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos que hallare velando el Señor cuando viniere. En verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa y pasando los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela y así los hallare, bienaventurados son los tales siervos. Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre". (vv. 35-40)
 
Teofilato
Después que el Señor estableció a su discípulo en la moderación despojándolo de todo cuidado de la vida y del orgullo, lo induce ahora a servir diciendo: "Tened ceñidos vuestros lomos" -es decir estad siempre dispuestos a imitar a vuestro Dios-. "Y antorchas encendidas", esto es, no viváis entre tinieblas, sino que la luz de la razón os alumbre siempre dándoos a conocer lo que habéis de evitar. Este mundo es una noche, pero tienen ceñidos sus lomos los que llevan una vida práctica o activa. Porque tal es costumbre de los que trabajan, a quienes convienen antorchas ardientes, esto es el don de la discreción, para que puedan conocer en la práctica, no sólo lo que conviene hacer, sino cómo debe hacerse. De otra manera, los hombres caen en el precipicio de la soberbia. Y debe observarse que primero manda ceñir los lomos y después encender las antorchas, porque primero es la acción y después la reflexión, que es la luz del espíritu. Por tanto, estudiemos el modo de ejercer nuestras facultades y entonces tendremos dos antorchas ardientes, a saber: la inhabitación del Espíritu -que nos ilumina brillando en nuestra mente- y la doctrina con la que ilustramos a los demás.
 
San Máximo, in Cat. graec. Patr
O también nos enseña a tener encendidas las antorchas por la oración, la contemplación y el afecto espiritual.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
O bien el ceñirse los lomos significa la agilidad y prontitud con que debemos sufrir todos los males por el amor de Dios, y la antorcha encendida significa que no debemos permitir el que algunos vivan en las tinieblas de la ignorancia.
 
San Gregorio, in homil. 13, in Evang
De otro modo: ceñimos nuestros lomos cuando reprimimos la lujuria de la carne por la continencia. Porque la lujuria del hombre se encuentra en sus riñones y la de la mujer en el ombligo, aunque se designa por los riñones a la lujuria, por ser el sexo masculino el principal. Pero como no basta no obrar mal, sino que cada cual debe esforzarse por practicar buenas obras, añade: "Y antorchas encendidas en vuestras manos". Nosotros tenemos las antorchas encendidas en nuestras manos cuando con las buenas obras damos a nuestros prójimos ejemplos brillantes.
 
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 25
O también, nos enseña a tener ceñidos los lomos por la continencia del amor de las cosas terrenas y a tener encendidas las antorchas. Esto es, para que todo ello lo hagamos con buen fin y recta intención.
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup
Pero aun cuando todo lo hagamos así, falta todavía que pongamos toda nuestra esperanza en la venida de nuestro Redentor. Por esto añade: "Y sed vosotros semejantes a los hombres que esperan a su Señor cuando vuelva de las bodas", etc. El Señor marchó a las bodas, porque cuando subió al cielo, se incorporó el hombre nuevo a la multitud de los ángeles.
 
Teofilato
Todos los días desposa en los cielos las almas de los santos, las que San Pablo u otro santo le ofrece como una casta virgen. Y vuelve de las bodas celebradas en los cielos, quizás de una manera universal, cuando al fin del mundo venga del cielo en la gloria del Padre, o quizás particularmente, apareciendo de repente en la hora de la muerte de cada uno de nosotros.
 
San Cirilo, ubi sup
Considera también que vuelve de las bodas como de una solemnidad en la que siempre existe la divinidad, porque nada puede causar tristeza a su naturaleza incorruptible.
 
San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr., ex illius orat., vel. hom. 11, in cant
O de otro modo: terminadas las bodas y habiéndose desposado con la Iglesia y admitiéndola en el tálamo de sus misterios, se regocijarán los ángeles por la vuelta del rey a su natural beatitud. Con ellos conviene que esté conforme nuestra vida, porque así como ellos, exentos de malicia, están siempre preparados a celebrar el regreso de su Señor, así nosotros, vigilando a su puerta, debemos estar prontos a obedecer cuando venga llamando. Sigue pues: "Para que cuando viniere y llamare a la puerta luego le abran".
 
San Gregorio, in Evang hom, 13
Viene cuando nos llama a juicio, pero llama cuando da a conocer por la fuerza de la enfermedad que la muerte está próxima. Y le abrimos inmediatamente si lo recibimos con amor. No quiere abrir al juez que llama el que teme la muerte del cuerpo y se horroriza de ver a aquel juez a quien se acuerda que despreció. Pero aquel que está seguro por su esperanza y buenas obras, abre inmediatamente al que llama porque cuando conoce que se aproxima el tiempo de la muerte, se alegra por la gloria del premio. Por esto añade: "Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el Señor, cuando viniere". Vigila aquel que tiene los ojos de su inteligencia abiertos al aspecto de la luz verdadera, el que obra conforme a lo que cree y el que rechaza de sí las tinieblas de la pereza y de la negligencia.
 
San Gregorio Niceno, ubi sup
Por esta vigilancia que, como queda dicho, nos mandó tener el Señor, dice que ciñamos nuestros lomos, teniendo encendidas las antorchas. Porque la luz puesta delante de nuestra vista rechaza el sueño, y cuando nuestros lomos están ceñidos con un cíngulo nuestro cuerpo no se duerme fácilmente. Porque el que está ceñido por la castidad e ilustrado por una conciencia limpia, vela siempre.
 
San Cirilo, ubi sup
Así pues, cuando venga el Señor y encuentre a los suyos despiertos y ceñidos, teniendo la luz en su corazón, entonces los llamará bienaventurados. Prosigue pues: "En verdad os digo que se ceñirá". En lo que comprendemos que nos retribuirá con lo mismo, porque se ceñirá El mismo con los que están ceñidos.
 
Orígenes, in Cat. graec. Patr
Estará ceñido por la justicia alrededor de sus lomos, según lo que dijo Isaías ( Is 11).
 
San Gregorio, ut sup
Se ciñe por la justicia, es decir, se prepara para la retribución.
 
Teofilato
O también: Se ceñirá en el sentido de que no dispensará toda la abundancia de sus bienes, sino que la retendrá en una cierta medida. Porque, ¿quién puede recibir a Dios en toda su grandeza? Por esto se dice que los mismos serafines velan sus rostros a causa de la excelencia del resplandor divino ( Is 6). Prosigue: "Y los hará sentar a la mesa", etc. Así como el que se sienta hace descansar todo su cuerpo, así a su futura venida los santos descansarán totalmente. Aquí no tuvieron descanso corporal, pero allí, hechos sus cuerpos espirituales e incorruptibles, gozarán con sus almas de eterno descanso.
 
San Cirilo, ubi sup
Hará que se sienten como queriendo desahogarlos del cansancio, ofreciéndoles satisfacciones espirituales y poniéndoles delante la mesa espléndida (u opípara) de sus dones.
 
San Dionisio, in epist. 9 ad Titum
Por el acto de sentarse creen algunos que debe entenderse el descanso de muchos trabajos, la vida sin molestias y el trato con Dios en la claridad y en la región de los vivos, cumplido con todo santo afecto y abundante donación de todas sus gracias, lo cual será el complemento de la alegría. Esto es lo que Jesús hará con los que haga sentarse, dándoles el descanso eterno y distribuyéndoles multitud de beneficios. Por esto sigue: "Y pasando los servirá".
 
Teofilato
Lo mismo hará cuando vuelva; porque así como ellos lo sirvieron, El los servirá.
 
San Gregorio, , in Evang hom. 13, ut sup
Se dice que pasando cuando vuelva del juicio a su reino. O bien, el Señor pasa a nosotros después del juicio porque nos eleva de la forma de la humanidad a la contemplación de su divinidad.
 
San Cirilo, ut sup
El Señor conoce, pues, la fragilidad humana para caer en el pecado. Pero como es bueno, no nos deja desesperar, sino que más bien se compadece y nos da la penitencia como remedio saludable. Por tanto añade: "Y si viniese en la segunda vela", etc. Los que velan en las murallas de las ciudades dividen, pues, en tres o cuatro vigilias la noche para que observen las acometidas de los enemigos.
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup
La primera vela es el primer tiempo de nuestra vida, esto es, la infancia. La segunda, la adolescencia o la juventud. La tercera, la ancianidad. Por tanto, el que no quiso vigilar en la primera vela, vigile en la segunda y el que no quiso vigilar en la segunda, no pierda el remedio de la tercera, para que aquellos que no se hayan convertido en la infancia se conviertan al menos en la juventud o en la ancianidad.
 
San Cirilo, ubi sup
No hace mención de la primera vigilia porque la niñez no es castigada por Dios, sino que merece perdón. Pero la segunda y la tercera edad deben obedecer a Dios y llevar una vida honesta para complacerlo.
 
Griego, id est, Servus Antiochenus, in Cat. graec. Patr
O bien pertenecen a la primera vigilia los que por su virtuosa vida han llegado al primer rango, a la segunda los que no son tan virtuosos y a la tercera los inferiores a éstos. Lo mismo debe pensarse de la cuarta y de la quinta, si la hubiera, porque son diversos los grados de la virtud y el buen remunerador mide a cada uno la recompensa que merece.
 
Teofilato
O bien, porque las vigilias son las horas de la noche que provocan el sueño, hemos de entender también que en nuestras vidas hay algunas horas que nos hacen bienaventurados si se nos halla vigilantes. ¿Te ha quitado alguno lo que es tuyo? ¿Se te han muerto tus hijos? ¿Has sido acusado? Pues si en todas estas ocasiones no haces nada en contra de lo que Dios tiene mandado, te encontrará despierto en la segunda y en la tercera vigilia, es decir en el tiempo de la desgracia que sume a las almas débiles en un sueño pernicioso.
 
San Gregorio, in homil. 13, ut sup
Para sacudir la pereza de nuestro espíritu, el Señor también nos da a conocer los daños exteriores con una comparación. Por esto añade: "Mas esto sabed, que si el padre de familia supiere la hora en que vendría el ladrón", etc.
 
Teofilato
Algunos creen que este ladrón es el diablo, la casa el alma y el padre de familia el hombre, pero esta opinión no parece conforme con lo que sigue. La venida del Señor se compara con este ladrón porque viene cuando menos se espera, según lo que dice el Apóstol ( 1Tes 5,2): "El día del Señor vendrá como el ladrón en la noche". Por esto se añade aquí: "Vosotros, pues, estad apercibidos, porque a la hora que no pensáis", etc.
 
San Gregorio, in Evang hom. 13
No sabiéndolo el padre de familia, el ladrón entra en la casa. Porque mientras el espíritu duerme abandonando la custodia, llega la muerte de manera imprevista e irrumpe en nuestro interior. Resistiría al ladrón si estuviese despierta. Porque precaviendo la venida del juez, que en secreto arrebata el alma, le saldría al encuentro con el arrepentimiento para no sucumbir impenitente. Quiso el Señor, por tanto, que nos fuese desconocida la última hora, para que no pudiendo preverla, estemos siempre preparándonos para ella.
   
41-46
Y Pedro le dijo: "Señor, ¿dices estas parábolas a nosotros, o también a todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente que puso el señor sobre su familia, para que les dé la medida de trigo en tiempo? Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere le hallare así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee. Mas si dijere el tal siervo en su corazón: Se tarda mi señor en venir, y comenzare a maltratar a los siervos, y a los criados, y a comer y a beber, y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le apartará y pondrá su parte con los desleales". (vv. 41-46)
 
Teofilacto
San Pedro, a quien ya se había confiado la Iglesia, mostrando cuidar de todos pregunta al Señor si esta parábola se refería a todo el mundo. Por esto sigue: "Y Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?".
 
Beda
El Señor advertía dos cosas en esta parábola: primero, que El vendría de pronto; y segundo, que se debía estar preparado para recibirlo. Pero no se manifiesta claramente cuál de estas dos cosas preguntó San Pedro o si preguntó las dos a la vez, ni a quiénes se refería al decir todos cuando preguntó: "¿Dices esta parábola a nosotros, o también a todos?". Y por tanto, cuando dice nosotros y todos, es de creer que habla de los apóstoles y de los que se les asemejaban y de los demás fieles, o de los cristianos y los infieles, o de los que van muriendo uno a uno recibiendo de buen o mal grado la venida de su juez y los que, cuando llegue el juicio universal estén aún vivos en la carne. Sería extraño que San Pedro dudase que deben vivir en la sobriedad, la piedad y la justicia los que aguardan la esperanza bienaventurada, o que hubiera de ser imprevisto el juicio de todos y el de cada uno. Por lo que sólo falta decir que, conociendo bien ambas cosas, preguntaba lo que podía ignorar, a saber: si la sublime enseñanza de la vida celestial, por la que había mandado vender los bienes, hacer bolsas que no envejeciesen, tener ceñidos los lomos y vigilar con las antorchas encendidas, se refería a los apóstoles y a sus semejantes, o a todos los que deben salvarse.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
A los que piensan de una manera recta, conviene lo arduo y sublime de los preceptos santos. A los que todavía no han llegado a este grado de perfección, convienen aquellas cosas que no ofrecen ninguna dificultad, por lo que el Señor usa de un ejemplo muy claro, manifestando que el precepto antes dicho se refiere a los que son admitidos en el rango de sus discípulos. Sigue, pues: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente?".
 
San Ambrosio
O bien, la forma del precepto anterior es general para todos. Pero el ejemplo que sigue parece que se dirige a los mayordomos -es decir a los sacerdotes-, por lo que continúa: "Y dijo el Señor: ¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente, que puso el señor sobre su familia para que les dé la medida de trigo en tiempo oportuno?".
 
Teofilacto
La parábola antedicha se refiere en general a todos los fieles; pero oíd lo que os afecta a vosotros, apóstoles y doctores. Os pregunto, pues, ¿qué administrador hay que tenga en sí fidelidad y prudencia? Porque así como en la administración de los bienes se pierden éstos si el administrador no es prudente aunque sea fiel, o no es fiel aunque sea prudente, así también es necesario fidelidad y prudencia en las cosas divinas. He conocido a muchos que, adorando a Dios y siendo fieles, no podían ocuparse con prudencia de asuntos religiosos y no solamente perdían los bienes, sino también las almas, tratando a los pecadores con un celo indiscreto, ya por preceptos inmoderados de penitencia, ya por una mansedumbre inoportuna.
 
San Crisóstomo, homil. 78, in Matth
Aquí pregunta el Señor por el administrador fiel y prudente, no ignorando quién es, sino queriendo manifestar lo extraordinario de la cosa y el mucho mérito de tal administrador.
 
Teofilacto
Cualquiera, pues, que se encuentre fiel y prudente, presida a la familia del Señor para darle la medida de trigo en todo tiempo, ya sea por medio de la predicación con que el alma se alimenta, ya por medio del buen ejemplo por el que la vida se endereza.
 
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 27
Dice medida, porque cada uno de los que lo escuchan tiene diferente capacidad.
 
San Isidoro in Cat. graec. Patr
Se añade también en el tiempo, porque todo beneficio que no se dispensa en tiempo oportuno es infructuoso y no merece tal nombre. Por eso el pan es apetitoso para el hambriento y no lo es para el que está harto.
Hablando del premio de este administrador, dice: "Bienaventurado aquel siervo que cuando el señor viniere, le hallare así haciendo".
 
San Basilio, in Cat. graec. Patr. ex Asceticis
No dice obrando por casualidad, sino así haciendo. Porque no sólo conviene vencer, sino pelear convenientemente, lo que consiste en hacer cada cosa según se nos ha mandado.
 
San Cirilo, ubi sup
Por tanto, si el servidor fiel y prudente distribuye en tiempo oportuno el alimento a los criados -esto es, los manjares espirituales-, será bienaventurado, como dice el Salvador, porque recibirá los mayores bienes y merecerá los premios debidos a los familiares. Por esto sigue: "Verdaderamente os digo que le pondrá sobre cuanto posee".
 
Beda
Tanta como sea la diferencia que hay entre los méritos de los que oyen bien y de los que enseñan bien, así será la diferencia de sus premios. Cuando el que ha de venir los encuentre vigilando, los hará sentarse a su mesa. Mas a los que encuentre administrando fiel y prudentemente, los colocará sobre todo lo que posee, es decir sobre todas las alegrías del reino de los cielos. No hará esto para que tengan solos el dominio de ellos, sino para que disfruten de su posesión eterna con mayor abundancia que los demás santos.
 
Teofilacto
O bien, los pondrá sobre todos sus bienes, no sólo sobre su familia, sino sobre todas las cosas del cielo y de la tierra que someterá a su obediencia, como estuvieron Josué y Elías mandando el primero al sol y el segundo a las nubes, y todos los santos, como amigos de Dios, usan de todo lo que le pertenece. Todo el que practica la virtud y dirige perfectamente a sus siervos -es decir la ira y la concupiscencia-, ofreciéndoles la medida de trigo en todos los tiempos -esto es, de la ira, para que se indignen contra los que aborrecen al Señor y de la concupiscencia, para que usando de la carne en debida forma, la encaminen a Dios- quedará constituido sobre todo lo que Dios tiene y será digno de conocer con plena claridad todas las cosas.
 
Crisóstomo, in Cat. graec. Patr., ex homil. 78, in Matth
El Señor, pues, corrige al que oye, hablando no sólo del premio reservado a los buenos, sino amenazando a los malos con la pena eterna. De aquí prosigue: "Mas si dijere el tal siervo en su corazón: se tarda mi señor en venir".
 
Beda
Observa que entre los defectos del siervo malo cuenta el de que cree que su señor tarda en volver; y entre las virtudes del bueno no cuenta que esperó que viniese pronto, sino solamente que le sirvió con fidelidad. Nada hay mejor que soportar con paciencia la ignorancia de lo que no podemos saber y entre tanto trabajemos para que se nos encuentre idóneos.
 
Teofilacto
Muchas veces por no pensar en nuestra última hora cometemos muchos pecados, porque si pensáramos que el Señor ha de venir y que nuestra vida ha de concluir pronto, pecaríamos menos. Por esto prosigue: "Y si empezare a maltratar a los siervos y a los criados y a comer y a beber y a embriagarse".
 
Beda
En este siervo se da a conocer la condenación de todos los superiores malos, quienes, menospreciando el temor de Dios, no sólo se entregan a la lujuria, sino que también llenan de injurias a los que tienen a sus órdenes. Aquí puede entenderse por maltratar a los siervos y criados el corromper los corazones de los débiles con el mal ejemplo: comer, beber y embriagarse, u ocuparse en los delitos y placeres mundanos que enloquecen al hombre. Acerca de su castigo añade: "Vendrá el Señor de aquel siervo en el día que no espera (esto es, en la hora del juicio o de la muerte) y le apartará".
 
San Basilio, in lib. de Spiritu Sancto, cap. 16
El cuerpo no se divide de modo que una parte sea entregada a los tormentos y la otra perdonada, porque no es racional ni justo que, delinquiendo el todo, sólo la mitad sufra la pena. Ni tampoco el alma puede dividirse, porque está unida totalmente a la conciencia culpable y ha cooperado con el cuerpo a obrar mal. Esta división del alma consiste en su perpetua separación del Espíritu. Ahora, pues, aun cuando la gracia del Espíritu no esté con los que no lo merecen, parece que en cierto modo los asiste esperando su conversión a la salud, hasta que se separare en absoluto del alma. El Espíritu Santo es, pues, tanto el premio de los justos como la primera condenación de los pecadores porque los indignos lo pierden.
 
Beda
También puede entenderse que lo dividirá separándolo de la comunidad de los fieles y asociándolo a los que nunca pertenecieron a la fe. Por esto prosigue: "Y le dividirá y pondrá su parte con los desleales", porque el que no se cuida de los suyos y de sus domésticos niega la fe y es peor que el infiel, como dice el Apóstol ( 1Tim 5,8).
 
Teofilacto
El administrador infiel recibirá muy justamente el castigo de los infieles, porque careció de verdadera fe.
   
47-48
"Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor, y no se apercibió, y no hizo conforme a su voluntad, será muy bien azotado: mas el que no la supo, e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado. Porque a todo aquél a quien mucho fue dado, mucho le será demandado. Y al que mucho encomedaron, más le pedirán". (vv. 47-48)
 
Teofilacto
Aquí el Señor nos da a conocer algo más grande y terrible, puesto que no sólo el administrador infiel quedará privado de la gracia recibida para que nada pueda librarlo de los castigos, sino que más bien la mayor dignidad que alcanzó le servirá de condenación. Por esto sigue: "Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor y no la cumplió, será azotado con muchos golpes", etc.
 
Crisóstomo, in homil. 27, in Matth
Todas las cosas no se juzgan del mismo modo en todos, sino que a mayor conocimiento corresponde mayor castigo.
 
San Cirilo, in Joan., cap. 10, libro 6
Aquel hombre de talento que inclinó su voluntad al pecado, en vano pedirá misericordia, porque cometió el pecado sin excusa, separándose de la voluntad divina por su malicia. Pero el hombre rústico e ignorante la implorará de su juez con más razón. Y continúa: "Mas el que no lo supo e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado".
 
Teofilacto
Algunos objetan esto, diciendo: con razón es castigado todo aquel que conociendo la voluntad del Señor, no la sigue. Pero, ¿por qué es castigado el que la desconoce? Porque habiendo podido conocerla no quiso, y por su pereza fue él mismo la causa de su ignorancia.
 
San Basilio, in Regulis brevioribus, ad interrogat. 267
Pero se dirá: Si éste sufre muchos castigos y aquél pocos, ¿por qué se dice que estos castigos no tendrán fin? Mas téngase en cuenta que aquí se habla, no de la medida de las penas o de su fin, sino de la diferencia entre ellas, porque alguno puede ser digno del fuego eterno más o menos intenso, y del gusano que ha de atormentar siempre con más o menos fuerza.
 
Teofilacto, ut sup
En seguida el Señor da a conocer por qué la pena que se imponga a los doctores y a los sabios será más intensa cuando dice: "Porque a todo aquel a quien mucho fue dado, mucho le será demandado". A los doctores se concede la gracia de hacer milagros, pero se les confía la de la predicación y la enseñanza. Y no dice que se le pida más en lo que se le ha dado, sino en lo que se le ha confiado o depositado en él. Porque la gracia de la palabra necesita desarrollo y se pide al doctor más de lo que ha recibido. No debe, por tanto, estar ocioso, sino cultivar el talento de la palabra.
 
Beda
O de otro modo: a veces se da mucho a algunas personas juntamente con el conocimiento de la voluntad de Dios y la facultad de cumplir lo que conocen, pero se encomienda mucho a aquél a quien se confía con su propia salud el cuidado de apacentar al rebaño del Señor. Por tanto, como son dotados de gracias más importantes, si faltan merecen mayor castigo. Y los que, fuera de la culpa original con la que vinieron al mundo, no cometan ningún pecado merecerán la menor de las penas. En cuanto a los demás que cometieron recibirán un castigo tanto más tolerable, cuanto menor fue aquí su iniquidad.
   
49-53
"Fuego vine a poner en la tierra: ¿Y qué quiero sino que arda? Con Bautismo es menester que yo sea bautizado: ¿Y cómo me angustio hasta que se cumpla? ¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división. Porque de aquí adelante estarán cinco en una casa divididos, los tres estarán contra los dos, y los dos contra los tres. Estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra su padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre: la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra". (vv. 49-53)
 
San Ambrosio
A los administradores -esto es, a los sacerdotes- es a quienes parece referirse lo que precede, para que sepan que habrán de padecer terriblemente en la otra vida, si cuidándose sólo de las diversiones mundanas, se olvidan de gobernar bien la grey del Señor que les ha sido encomendada. Pero como el separarse del error por miedo al castigo es poco adelanto, así es mayor la prerrogativa de la caridad y del amor. Por esto el Señor los excita a desear poseer a Dios, diciendo: "Fuego vine a poner a la tierra". No aquél que consume los bienes, sino el que produce la buena voluntad que mejora los vasos de oro de la casa del Señor y reduce a cenizas el heno y la paja.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
En algunas ocasiones en la Sagrada Escritura se acostumbra llamar fuego a la palabra sagrada y divina, porque así como los que quieren purificar el oro y la plata les quitan toda la escoria con el fuego, así el Salvador, por la palabra evangélica en la virtud del Espíritu, purifica la inteligencia de los que creen en El. Este es el fuego saludable y útil por el cual los moradores de la tierra, de algún modo fríos y endurecidos por el pecado, se calientan y enardecen por la vida santa.
 
Crisóstomo, in eadem Cat. graec
Ahora llama tierra no precisamente a la que pisamos con los pies, sino a la que El formó con sus manos, es decir el hombre, en quien Dios infunde su fuego para consumir el pecado y renovar su alma.
 
Tito Bostrense
Debe entenderse que vino del cielo, porque si hubiere venido de la tierra a la tierra, no diría: "Fuego vine a poner en la tierra".
 
San Cirilo, ubi supra
El Señor atizaba el incendio de este fuego. Por lo que prosigue: "¿Y qué quiero sino que arda?" Creían ya algunos de Israel -de los que los primeros fueron los discípulos-, pero este fuego, una vez encendido en Judea, debía extenderse por todo el mundo cuando hubiese terminado su pasión. Por lo que sigue: "Con Bautismo es menester que yo sea bautizado". Y como antes de la pasión y de su resurrección de entre los muertos, sólo se hacía mención de su doctrina y de sus milagros en Judea, después que los impíos mataron al autor de la vida, dijo a sus discípulos ( Mt 28,19): "Id y enseñad a todas las gentes".
 
San Gregorio, sup. Ezech., hom. 12
O bien: el fuego se manda a la tierra cuando el soplo abrasador del Espíritu Santo libra al espíritu humano de sus deseos carnales. Llora lo malo que ha hecho cuando es inflamado en el amor espiritual y así arde la tierra cuando el corazón del pecador se consume en el dolor de la penitencia, acusado por su conciencia.
 
Beda
Después añade: "Con bautismo es menester que yo sea bautizado"; esto es, primero debo ser bañado con la propia sangre que yo he de derramar y así he de inflamar los corazones de los que creen con el fuego del Espíritu Santo.
 
San Ambrosio
La misericordia del Señor es tan grande, que dice que lo obliga el deseo de infundirnos la devoción y consumar nuestra perfección, como también de apresurar su pasión por nosotros. Por esto sigue: "Y cómo me angustio hasta que se cumpla". Dicen algunos códices coangor, esto es, me entristezco. No teniendo en sí nada que lo aflija, se aflige por nuestras desgracias y en el tiempo de la muerte mostraba tristeza que no tenía por miedo de su muerte, sino por la tardanza de nuestra redención: así que se angustia hasta que llega el momento, pero una vez que ha llegado se tranquiliza, porque no es la muerte lo que teme sino la condición de la naturaleza corporal. Habiendo asumido la naturaleza humana debía pues sufrir todo lo que es propio del cuerpo, como tener hambre, afligirse y contristarse. Pero la divinidad no puede inmutarse por estos afectos. Manifiesta también que en la lucha de la pasión la muerte del cuerpo fue el término de su angustia y no aumento de su dolor.
 
Beda
Manifiesta cómo la tierra ha de ser abrasada después del bautismo de su pasión y de la venida del fuego espiritual, añadiendo: "¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra?" etc.
 
San Cirilo, ubi sup
¿Qué dices, Señor? ¿No has venido a dar la paz, cuando eres nuestra paz ( Ef 2), estableciendo la unión entre el cielo y la tierra por tu cruz ( Col 1), tú que has dicho: "Os doy mi paz" ( Jn 14,27)? Pero es bien sabido que la paz es útil, como también puede ser dañosa y separar del amor divino, que es por lo que toleramos a los que se alejan de Dios y por lo cual se enseñó a los fieles que evitasen el trato con los mundanos. Por esto sigue: "Porque de aquí en adelante estarán cinco en una casa divididos: tres contra dos", etc.
 
San Ambrosio
Aunque parece un hecho la subordinación entre seis personas (la del padre y del hijo, de la madre y de la hija, de la suegra y de la nuera), sólo se dice de cinco, porque la madre y la suegra suelen ser una sola persona: la que es madre del hijo es nuera de la mujer.
 
Crisóstomo, ubi sup
Con esto dice lo que habría de suceder. Podría acontecer que en una misma casa hubiera alguno que fuese fiel y que su padre quisiese llevarlo a la infidelidad. Pero prevaleció tanto la fuerza de la doctrina de Jesucristo, que los hijos abandonaban a sus padres, las hijas a las madres y los padres a los hijos. Convino, pues, que los fieles de Jesucristo no sólo desprecien lo propio, sino también que lo sufran todo, con tal de que no abandonen la fe. Si El hubiese sido un puro hombre, ¿cómo hubiera podido pensar que los padres habían de amarlo más que a sus hijos, los hijos más que a sus padres, los maridos más que a sus mujeres, y esto no en una casa o cien, sino en todo el mundo? Y no sólo predijo esto, sino también lo enseñó con la obra.
 
San Ambrosio
En sentido místico, esta casa es el hombre. Leemos con frecuencia que el cuerpo y el alma son dos. Ahora, si están conformes los dos constituyen uno solo: uno que sirve al otro que manda. Las afecciones del alma son tres: una razonable, otra concupiscible y la tercera irascible. Por lo tanto, dos se dividen contra tres y tres contra dos. Porque después de la venida de Jesucristo, el hombre que era irracional se hizo racional. Eramos carnales y terrenos, mandó el Señor su espíritu a nuestros corazones ( Gál 4) y nos hicimos sus hijos espirituales. También podemos decir que en esta casa hay otros cinco, esto es: el olor, el tacto, el gusto, la vista y el oído. Por tanto, si según lo que oímos o leemos por el oído y la vista, rechazamos las voluptuosidades superfluas del cuerpo que se perciben por el gusto, el tacto y el olor, dividimos dos contra tres; porque el alma no cede a los halagos del vicio. Por el contrario, si admitimos los cinco sentidos corporales, los vicios del cuerpo y los pecados se dividen. Pueden también verse separadas la carne y el alma por el olor, el tacto y el gusto de la lujuria. Porque la razón, como más viril, se inclina a los afectos nobles, mientras que la carne trata de ablandar a la razón. Tal es el origen de las diversas pasiones voluptuosas. Pero cuando el alma vuelve sobre sí, reniega de estos herederos degenerados, la carne se duele ciertamente de estar unida a sus pasiones que ella misma engendró y que son como los zarzales del mundo y la voluptuosidad, como nuera, digámoslo así, del cuerpo y del alma, desposa estos movimientos de las malas pasiones. Todo el tiempo que en una casa existe la armonía indivisible por la mancomunidad de los vicios, no se ve, pues, ninguna división en ella. Pero cuando Jesucristo envió a la tierra el fuego que consume los delitos del corazón, o la espada con que penetra sus secretos, entonces el cuerpo y el alma, renovados por los misterios de la regeneración, rompieron su unión con su descendencia. Y por esto, los padres se separan de los hijos cuando el intemperante renuncia a la intemperancia y el alma rechaza el consorcio con la culpa. Los hijos se insurreccionan también contra los padres cuando, renovados los hombres, abandonan sus antiguos vicios y la voluptuosidad rechaza la norma de la piedad, como el adolescente rehúye la disciplina de una casa seria.
 
Beda
O también: tres representa a los que creen en el misterio de la Santísima Trinidad y dos a los infieles que prescinden de la unidad de la fe. El padre es el diablo, cuyos hijos somos cuando lo imitamos. Pero después que vino aquel fuego celestial, nos separó unos de otros y nos dio a conocer a otro Padre que habita en los cielos. La madre es la sinagoga. La hija es la Iglesia primitiva, que sufrió persecución en su fe por la misma sinagoga, de quien desciende y que la contradijo con la verdad de su fe. La suegra es la sinagoga. La nuera es la Iglesia de los gentiles, porque Jesucristo, esposo de la Iglesia, es hijo de la sinagoga, según la carne. La sinagoga, por tanto, se divide contra la nuera y contra la hija, a quienes persigue en los que creen de uno y otro pueblo. Y ellas están divididas contra la suegra y la madre, porque no quieren recibir la circuncisión carnal.
   
54-57
"Y decía también al pueblo: Cuando veis asomar la nube de parte del Poniente, luego decís: Tempestad viene: y así sucede. Y cuando sopla el Austro, decís: Calor hará: y es así. Hipócritas, sabéis distinguir los aspectos del cielo y de la tierra: ¿pues cómo no sabéis reconocer el tiempo presente? ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?" (vv. 54-57)
 
Teofilacto
Cuando hablaba de la predicación y la llamaba espada, podían turbarse los que lo oían, no comprendiendo lo que quería decir. Por eso añade que, así como se conoce por ciertas señales lo que sucederá en la atmósfera, así también debían conocer su venida. Por esto dice: "Cuando veis una nube de parte del Poniente, luego decís: Tempestad viene: Y cuando sopla el austro decís: Calor hará", etc. Como si dijese: mis palabras y mis acciones dan a conocer que yo soy diferente de vosotros. Por tanto, podéis conocer que no he venido a traer la paz, sino la lluvia y el huracán. Yo soy, pues, la nube y vengo del ocaso, esto es, de la naturaleza humana oscurecida desde muy antiguo por la niebla de los pecados. He venido también a prender fuego, o lo que es lo mismo, a provocar el ardor, porque Yo soy el viento sur, cálido y opuesto a la frialdad del norte.
 
Beda
O bien: así como los que quisieron pudieron conocer fácilmente el estado de la atmósfera por la variación de los elementos, así también pudieron, si hubiesen querido, conocer el tiempo de la venida del Señor por lo que dijeron los profetas.
 
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Los profetas anunciaron por muchos oráculos el misterio de Cristo. Si hubiesen sido prudentes debían, por lo tanto, fijar su atención en lo futuro, para poder conocer los tiempos que vendrán después de la vida presente. Porque habrá viento y lluvia, y suplicio futuro por el fuego. Esto es lo que da a entender cuando dice: "Tempestad viene". Debían también conocer el tiempo de la salud, esto es, la venida del Salvador, por quien entró en el mundo la perfecta piedad, según el sentido de las palabras: "Decís que hará calor". Y reprendiéndoles añade: "Hipócritas, sabéis distinguir los aspectos del cielo y de la tierra, ¿pues cómo no sabéis distinguir este tiempo?
 
San Basilio, ante medium homil. 6, in Hexaemeron
Debe tenerse en cuenta que las conjeturas por los astros son necesarias para la vida humana, siempre y cuando no se pase de los límites justos del pronóstico. Porque hay algunas señales -particulares, universales, violentas o suaves- para conocer cuándo lloverá y muchas para saber cuándo hará calor y se agitarán los vientos. ¿Quién ignora las ventajas que trae a la vida la conjetura de estos sucesos? Porque interesa a los navegantes el poder pronosticar los peligros de las tempestades, al viajero los cambios del aire, al campesino la abundancia de los frutos.
 
Beda
Y por si había entre los que lo oían algunos que, ignorantes de la enseñanza profética, supusieran que no podían conocer el curso de los tiempos, muy oportunamente añadió: "¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos, lo que es justo?" Dando a entender que aun cuando ellos desconocían la ciencia, podían, sin embargo, comprender por la razón natural, que el que hacía cosas que ninguno otro hacía, estaba sobre el hombre y era Dios. Y por consiguiente que, después de las injusticias de esta vida, habría de venir el justo juicio del Creador.
 
Orígenes In Lucam hom. 35
Si la naturaleza no hubiera puesto en nosotros el conocimiento de lo que es justo, el Salvador nunca hubiese dicho esto.
   
58-59
"Cuando vas con tu contrario al príncipe, haz lo posible por librarte de él en el camino, porque no te lleve al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último maravedí". (vv. 58-59)
 
Teofilacto
Después de dar a conocer la discordia laudable, el Señor habla a sus discípulos de la paz laudable diciendo: "Cuando vas con tu contrario al magistrado, haz lo posible por librarte de él en el camino", etc. Como diciendo: Cuando tu enemigo te lleva a juicio, procura -esto es, por todos los medios que puedas- el ser absuelto por él. O bien: procura, es decir, aunque no tengas nada, pide prestado para obtener su perdón y que no te lleve delante del juez. Y continúa: "Porque no te lleve al juez y el juez te entregue al alguacil".
 
San Cirilo
En cuyo caso sufrirás las penas hasta que pagues el último dinero. Y esto es lo que añade: "Que digo que no saldrás", etc.
 
Crisóstomo, homil. 16, in Matth
Me parece que el Salvador habla aquí de los jueces actuales y de la comparecencia en los juicios presentes y de la cárcel de este mundo. Por todas estas cosas que aparecen y ocurren, se enmiendan ordinariamente los hombres culpables. El Señor los amonesta así con frecuencia, no sólo por los bienes y los males de la otra vida, sino también por la presente a causa de la ignorancia de los que lo escuchaban.
 
San Ambrosio
Nuestro enemigo es el diablo, que nos tienta con la seducción del mal, para que sufran con él los que lo acompañaron en el error. También es enemiga nuestra toda costumbre viciosa. Por último, es nuestra enemiga nuestra mala conciencia, que nos aflige aquí y nos acusará y condenará en la otra vida. Procuremos, por tanto, mientras vivimos en este mundo, huir de todo acto culpable como de enemigo malo; no sea que yendo con él al juez, nos condene en el camino por nuestro error. Pero ¿quién es el magistrado, sino aquel que tiene toda potestad? Este magistrado entrega al reo a aquel que tiene poder sobre los vivos y los muertos, esto es a Jesucristo, por quien se juzga lo oculto, e impone el castigo de las malas obras. Y él entrega al alguacil y pone en la cárcel, pues dice: "Tomadle y arrojadle a las tinieblas exteriores" ( Mt 22,13). Da a conocer también que sus ejecutores son los ángeles, de quienes dice: "Saldrán los ángeles y separarán los malos de los buenos y los arrojarán al fuego" ( Mt 13,49). Pero aquí añade: "Te digo, que no saldrás de allí hasta que pagues el último dinero". Así como los que pagan una cantidad no dejan de ser deudores hasta que han pagado, sea como fuere, todo lo que deben, así se redime la pena del pecado por las obras de caridad y otras acciones.
 
Orígenes, sup. hom. 33
De otro modo: Pone aquí cuatro personas, el adversario, el legislador, el ejecutor y el juez. San Mateo omite la persona del magistrado y en vez de ejecutor dice ministro. Se diferencian también en que aquél dijo dinero y éste óbolo; pero uno y otro dijeron hasta el último. Sabemos que todos los hombres llevan consigo dos ángeles: el malo, que nos invita a obrar mal, y el bueno, que nos exhorta a obrar bien. El primero, enemigo nuestro, siempre que pecamos triunfa, sabiendo que tiene el poder de triunfar y de gloriarse ante el príncipe de este mundo que lo ha enviado. En el texto griego dice "el adversario", con artículo, como para determinar a uno entre muchos, porque cada uno vive bajo el dominio de su príncipe. Procura, por tanto, librarte de tu enemigo, o sea del príncipe ante quien te lleve tu enemigo, teniendo sabiduría, justicia, fortaleza y templanza. Mas si lo procuras así, sea en Aquél que dice: "Yo soy el camino" ( Jn 14,6). De otro modo tu enemigo te presentará al juez. Dice que te presentará para dar a conocer que los que se resisten, serán compelidos a sufrir la condenación. En cuanto al juez que entrega al ejecutor yo no conozco otro que nuestro Señor Jesucristo. Cada uno de nosotros tiene sus propios ejecutores. Estos nos dominan cuando debemos algo. Pero si pagamos todo lo que debemos, podemos ir al ejecutor y con la frente levantada decirle: Nada te debemos. Si fuésemos deudores, en cambio, el ejecutor nos metería en la cárcel y no nos permitiría salir hasta que paguemos todo lo que debemos, puesto que no tiene poder para condonarme ni siquiera un óbolo. El Señor es quien perdonó a un deudor quinientos denarios, y a otro cincuenta ( Lc 7). Este, que es el ejecutor, no es el dueño, sino el encargado por él de exigir las deudas. Dice el último óbolo, porque es lo menor y más pequeño. Ya que nuestros pecados son graves o leves. Bienaventurado, pues, el que no peca. Bienaventurado después de éste, el que peca levemente. Y aun entre los que así pecan hay una gran diferencia, de otro modo no diría "hasta que pague el último óbolo". E incluso cuando deba poco no saldrá de allí, hasta que pague el más pequeño dinero; pero a aquél que deba mucho, se le hará pagar durante muchos siglos.
 
Beda
O bien: nuestro enemigo en el camino es la palabra de Dios contraria a nuestros deseos materiales en la presente vida, del que se libra el que se somete a sus preceptos. De otro modo será entregado al juez, porque en virtud del menosprecio de la palabra de Dios el pecador será tenido como reo en el examen del juez, quien lo entregará al ejecutor -es decir, al espíritu maligno- para la venganza. Y éste lo arrojará en la cárcel, esto es en el infierno, en donde siempre padecerá el castigo sin que nunca pueda obtener el perdón, por lo que jamás saldrá de allí, sino que sufrirá las penas eternas con la terrible serpiente, el diablo.