CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

27-31   -   32-36   -   37-38   -   39-42   -   43-45   -   46-49
01-05
Y aconteció un sábado segundo primero, que como pasase por los sembrados, sus discípulos cortaban espigas, y restregándolas entre las manos, las comían. Y algunos de los fariseos les decían: "¿Por qué hacéis lo que no es lícito en los sábados?" Y Jesús, tomando la palabra, les respondió: "¿Ni aun esto habéis leído que hizo David, cuando tuvo hambre y los que con él estaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, y comió, y dio a los que con él estaban, aunque no podían comer de ellos, sino sólo los Sacerdotes?" Y les decía: "El Hijo del hombre es señor también del sábado". (vv. 1-5)
 
San Ambrosio, in Lucam lib. 5
El Señor empezó a librar al hombre de la observancia de la antigua ley, no sólo por miedo de sus discursos, sino también con su conducta y sus obras. De donde prosigue: "Y aconteció un sábado segundo primero, que como pasase por los sembrados, sus discípulos cortaban espigas,...".
 
Beda
Como los discípulos no tenían tiempo para comer por la impertinencia de las turbas, tenían hambre como hombres; pero cortando espigas, calmaban su necesidad; lo cual es un indicio de la austeridad de la vida, que no buscaban manjares preparados, sino alimentos simples.
 
Teofilacto
Dice, pues: "Y aconteció un sábado segundo primero", porque los judíos llamaban fiesta a todos los sábados. El sábado quiere decir descanso. Muchas veces ocurría que la víspera del sábado era una fiesta, y se le llamaba sábado, a causa de la fiesta; después al verdadero sábado le llamaban segundo-primero, porque era el segundo después de la festividad del día anterior.
 
San Cirilo
Las fiestas eran de dos clases: una que se celebraba en el sábado verdadero, y la otra que se celebraba al día siguiente, y que también se llamaba sábado.
 
San Isidoro
Dice segundo-primero, porque segundo era el de la Pascua, y el primero era el de los Azimos; pues como se inmolaba la pascua en la tarde, se celebraba la fiesta de los ázimos en el día siguiente. Que esto es así, infiérese de que los apóstoles cogían espigas y las comían; porque ya en aquellos días las espigas estaban sazonadas.
 
San Epifanio, Contra haer. lib. 1, haer. 30
En día, pues, de sábado, vióse que pasaban por medio de los sembrados y que cogían espigas, manifestando que había quedado concluida la obligación de guardar el sábado; esto es, Jesucristo, que nos hizo descansar del trabajo de nuestros pecados.
 
San Cirilo
Los escribas y los fariseos, ignorando las Sagradas Escrituras, habían conspirado a una para acusar a los discípulos de Cristo; por lo cual prosigue: "Y algunos de los fariseos les decían: ¿Por qué hacéis,...". Dime tú, cuando se te pone la mesa en día de sábado, ¿acaso no partes pan? ¿Por qué, pues, reprendes a los otros?
 
Beda
Otros dicen que esos cargos se hicieron al mismo Señor; pero pudieron ser dirigidos por diferentes personas al Señor y también a los discípulos; y a cualquiera que se refiriese, el cargo se dirigía a El especialmente.
 
San Ambrosio
El Señor arguye a los defensores de la ley de ignorarla, citándoles el ejemplo de David. Y así dice: "Y Jesús, tomando la palabra, les reprendió: ¿Ni aun esto habéis leído?", etc.
 
San Cirilo
Como diciendo: esto lo expresa claramente la ley de Moisés: Juzgad rectamente y no tendréis acepción de persona, al juzgar ( Dt 1,16-17). ¿Cómo reprendéis a los discípulos, cuando hasta hoy día ensalzáis a David como santo y como profeta, no habiendo observado el precepto de Moisés.
 
Crisóstomo, in Mat hom 40
Obsérvese que cuando se habla al Salvador de sus siervos, cita siervos como David y los sacerdotes, mas cuando habla de sí mismo hace mención del Padre, como cuando dice: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo" ( Jn 5,17).
 
Teofilacto
Los refuta de otro modo, cuando añade: "Y les decía: El Hijo del hombre Señor es también del sábado". Como diciendo: Yo soy el Señor que he mandado guardar el sábado, y como legislador tengo potestad de cambiar el sábado. El Hijo del hombre se llamó Cristo, porque, siendo Hijo de Dios, milagrosamente se dignó hacerse y llamarse Hijo del hombre, por amor a los hombres.
 
Crisóstomo, in Mat hom 40
San Marcos confiesa que dijo esto, refiriéndose a las dos naturalezas, porque decía: "El sábado se ha hecho para los hombres, y no el hombre para el sábado: conviene, por lo tanto, que más bien el sábado se someta al hombre, que no el hombre al yugo del sábado" ( Mc 2,27).
 
San Ambrosio
En esto se encierra un gran misterio. El campo es todo este mundo; la mies del campo es la fecundidad numerosa de santos, esparcidos en el campo del género humano; las espigas de ese campo son los frutos de la Iglesia que eran cogidos por el trabajo de los apóstoles, quienes se alimentaban de nuestro adelanto, y como separando los frutos de las mentes de los follajes de los cuerpos, los sacaron a la luz de la fe, por medio de los preclaros milagros de sus obras.
 
Beda
Restregaban las espigas, porque aquéllos que quieren seguir al cuerpo de Jesucristo, hacen morir el hombre antiguo en sus actos, separándole de los pensamientos terrenos.
 
San Ambrosio
Los judíos creían que esto no era lícito el sábado; mas Jesucristo, por el contrario, predicando el beneficio de la nueva gracia, anunciaba el ocio de la ley y el trabajo de la gracia. Dijo, sin embargo, admirablemente, segundo-primero, y no primero-segundo sábado, porque el sábado de la ley, que era el primero, fue abolido, y el que era el segundo, resultó el primero. Luego se llama sábado segundo, por razón del número, y primero por la operación de la gracia; mejor es el sábado en que se concede el perdón, que el otro en que se establece la pena. Acaso también se llama primero, por la predestinación del consejo, y segundo, por la sanción del decreto. Finalmente, David -fugitivo con sus compañeros- figura en la ley a Jesucristo y sus discípulos, que se ocultan al príncipe del mundo. Mas ¿cómo puede decirse que el que observaba y defendía la ley comió panes y dio a todos los que estaban con él -los cuales no era permitido comer, más que a los sacerdotes-, sino para demostrar por aquella figura que el alimento sacerdotal pasaba al uso de los pueblos, ya porque todos debemos imitar la vida sacerdotal, ya porque todos los hijos de la Iglesia son considerados como sacerdotes? Recibimos la unción del santo sacerdocio, ofreciéndonos a Dios como hostias espirituales ( 1Pe 2). Si, pues, el sábado se ha hecho para los hombres, y si la utilidad de éstos pedía que el hombre hambriento -que por mucho tiempo estuvo privado de los frutos de la tierra-, evitase los ayunos del hambre antigua, pues la ley no se quebranta, sino que se cumple.
   
06-11
Y aconteció que, entrando otro sábado en la sinagoga, enseñaba. Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y los escribas y fariseos le estaban acechando por ver si curaría en sábado, para hallar de qué acusarlo. Mas El sabía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: "Levántate y ponte en medio". Y él levantándose se puso en pie. Y Jesús les dijo: "Os pregunto: ¿Es lícito en sábado hacer bien, o hacer mal; salvar la vida o quitarla?" Y mirándolos a todos alrededor dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió, y fue sana la mano: mas ellos se llenaban de furor, y hablaban entre sí, qué harían de Jesús. (vv. 6-11)
 
San Ambrosio
Aquí el Señor pasa a otras cosas; porque como se proponía salvar a todo el hombre, curaba un miembro después del otro; de donde se dice: "Y aconteció, que entrando otro sábado en la sinagoga, enseñaba".
 
Beda
En los sábados es cuando especialmente cura y enseña, no solamente para demostrar que el sábado es un día consagrado a Dios, sino también porque los sábados era cuando se reunía gente más solemnemente.
 
San Cirilo
Enseñaba verdaderamente cosas superiores a la inteligencia humana, y abría a los que le oían el camino que conduce a la vida eterna; y después que había explicado su doctrina, mostraba de repente su divino poder. Y sigue: "Y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha".
 
Beda
Como el Maestro acababa de excusar con su ejemplo laudable la violación del sábado -que reprochaban a sus discípulos-, ahora le observan a El para calumniarle; de donde prosigue: "Y los escribas y los fariseos le estaban acechando por ver si curaba en sábado", esto es, para si no curaba, argüirle de crueldad o imbecilidad; y si curaba en sábado, considerarlo como infractor de la ley; por esto dice: "Para hallar de qué acusarlo".
 
San Cirilo
Esta es la costumbre del adversario: alimenta en sí la enfermedad del dolor con las alabanzas de otros; pero el Señor conoce todas las cosas, y penetra los secretos del corazón. Y sigue: "Mas El sabía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio: y él levantándose se puso en pie". Sin duda, con el fin de mover al cruel fariseo a que tuviese compasión; y que la misma pasión mitigase las llamas de la ira.
 
Beda
Comprendiendo el Señor la calumnia que le preparaban, reprende a aquellos que no interpretan bien los mandamientos de la ley, creyendo que en los sábados no podían hacerse obras buenas, siendo así que la ley únicamente manda abstenerse de los trabajos serviles en el sábado -esto es, de las malas acciones-. Por ello Jesús les dijo: "Os pregunto: ¿Es lícito en los sábados hacer bien", etc.
 
San Cirilo
La cuestión es oportunísima, porque si es lícito hacer bien en el sábado, y nada puede estorbar que los que sufren alcancen misericordia del Señor, en cuyo caso no tiene cabida la calumnia levantada contra Jesucristo; pero si no es lícito hacer obras buenas en el sábado, y la ley prohibe trabajar por la salvación de las almas, entonces se convertían en acusadores de la ley. Si queremos discutir la institución del sábado, observaremos que fue establecido para hacer obras piadosas; estaba mandado que en el sábado no se trabajase, con el fin de que descansen -como se dice en el Deuteronomio ( Dt 5,14)-, tu siervo, tu criada, y todo animal que te pertenezca. Por tanto, el que se compadece del buey y de los demás animales, ¿cómo no se compadecerá del hombre afligido con una grave enfermedad?
 
San Ambrosio
La ley figura en las presentes circunstancias, la forma de los futuros tiempos, en los cuales habrá ciertamente ferias de males, no de bienes; pues aunque se descanse de los trabajos materiales, no se estará ocioso, sino que se descansará alabando a Dios con obras buenas.
 
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 9
Habiendo curado el cuerpo, preguntó de esta manera: "¿Es lícito salvar las almas o perderlas?" Acaso porque hacía los milagros para establecer la fe, en la que se encuentra la salvación del alma, o porque la curación de la mano derecha significa la salvación del alma, la cual, no haciendo buenas obras, tenía, en cierto modo, seca su derecha; o también, por alma, entiende al hombre, así como se acostumbra a decir: "Hubo allí tantas almas".
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 35
Pero aun puede preguntarse como dijo San Mateo, que ellos preguntaron al Señor si era lícito curar en sábado; cuando San Lucas hace ver, que fue el Señor quien les preguntó a ellos. Debe entenderse aquí, que ellos preguntaron primero al Señor, si era lícito el curar en sábado; y que después el Señor, conociendo los pensamientos de ellos, les salía como al encuentro, colocando en medio a aquél a quien se proponía curar, y les preguntó, como dicen San Marcos y San Lucas.
Prosigue: "Y mirándolos a todos".
 
Tito, Bostrense
Como haciendo fijar los ojos de todos, y excitando su inteligencia a la consideración del negocio, dijo a aquel hombre: "Tiende tu mano". Yo que he creado al hombre, soy quien te mando; el que tenía enferma la mano, obedeció y fue curado. Por lo que sigue: "El la extendió, y fue sana la mano". Los que debían admirarse ante aquel milagro, aumentan su malicia. Por lo cual sigue: "Y ellos se llenaron de furor, y hablaban los unos con los otros, qué harían de Jesús".
 
Orígenes
O como dice San Mateo, se salen y consultan el modo de matarlo.
 
San Cirilo
¡Oh fariseo, ves al que hace cosas prodigiosas, y que cura a los enfermos en virtud de un poder superior, y tú proyectas su muerte por envidia!
 
Beda
Este hombre es figura del linaje humano, árido porque no producía obras buenas, desde que representado en su primer padre, alargó la mano para coger la manzana, cuya mala acción enmendó el inocente Hijo de Dios, extendiendo sus manos en la cruz. La mano de la humanidad en la sinagoga estaba seca; porque donde se encuentra mayor copia de los conocimientos, allí comete mayor culpa el que quebranta lo mandado.
 
San Ambrosio
Ya has oído al que dice estas palabras: "Extiende tu mano": esta medicina es común y general; y tú que crees tener buena la mano, evita que se te seque por la avaricia o por el sacrilegio. Extiéndela muchas veces, favoreciendo a tu prójimo, y dispensando tu protección a la viuda; defiende de cualquier injuria a quien veas sufrir bajo el peso de la calumnia, extiende también tu mano al pobre que te pide; extiéndela también al Señor, pidiéndole el perdón de tus pecados. Así es como debe extenderse la mano, y así es como se cura.
   
12-16
Y aconteció en aquellos días, que salió al monte a hacer oración, y pasó toda la noche orando a Dios. Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos: y escogió doce de ellos (que nombró Apóstoles). A Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, a Andrés su hermano, a Santiago, y a Juan, a Felipe y a Bartolomé, a Mateo y a Tomás, a Santiago de Alfeo, y a Simón, llamado Zelador, y a Judas hermano de Santiago, y a Judas Iscariote, que fue el traidor. (vv. 12-16)
 
Glosa
Levantándose los enemigos de Jesús contra sus milagros y contra su doctrina, eligió a sus apóstoles como defensores y testigos de la verdad, a cuya elección quiso que precediese la oración; por lo que dice: "Y aconteció en aquellos días", etc.
 
San Ambrosio
No quieras abrir los oídos de malicioso, creyendo que el Hijo de Dios rogaba porque era débil, para alcanzar lo que El no podía hacer; Autor de la potestad, Maestro de la obediencia, nos excita con su ejemplo a cumplir los preceptos de la virtud.
 
San Cirilo
Observemos qué es lo que hizo Jesucristo en este caso, cómo nos enseñó a insistir en las oraciones divinas separadamente, esto es, en secreto y cuando nadie nos vea; prescindiendo también de todo cuidado mundano, para que nuestra alma se levante a la contemplación de las cosas divinas; así nos lo enseña el Salvador cuando oraba solo, saliéndose a un monte.
 
San Ambrosio
En todas partes ora solo. Los ruegos de los hombres no comprenden las determinaciones de Dios; y nadie hay que pueda participar de los pensamientos de Jesucristo. No sube al monte todo el que ora, sino el que ora elevándose de las cosas de la tierra a las del cielo; pero no aquel que anda solícito por las cosas del mundo, por las riquezas y por los honores. Todos los que son perfectos suben al monte, por lo que encontrarás en el Evangelio que sólo los discípulos subieron con el Señor al monte. En esto se da a conocer al cristiano, y se le prescribe la forma con que debe orar, cuando prosigue: "Y pasó toda la noche orando a Dios", etc. ¿Cuánto es lo que tú debes hacer por salvar tu alma, cuando Jesucristo pasa toda la noche orando por ti?
 
Crisóstomo, hom 42 ad prop. Antioch
Levántate tú también durante la noche, porque entonces es cuando el alma está más pura; las mismas tinieblas y el silencio convidan al alma de una manera eficaz al recogimiento. Además si miras al cielo, agujereado de estrellas, como si estuviese alumbrado por infinitas luces, y si consideras que los que de día danzan e injurian en nada se diferencian de los muertos; entonces detestarás todo exceso humano. Todas estas cosas son muy a propósito para elevar el espíritu; entonces no mortifica la vanagloria, ni fastidia la pereza, ni preocupa la envidia; no quita el fuego el color del hierro tan perfectamente como la oración nocturna cambia el proceder de los pecadores. Del mismo modo que aquel que siendo mortificado de día por los rayos del sol se refrigera por la noche, así las lágrimas, que se derraman por la noche, sirven como de rocío, y aprovechan para vencer la concupiscencia y desterrar cualquier temor; pero si el hombre no se refresca con este rocío, se secará durante el día. Por cuya razón, aun cuando no reces mucho de noche, ora siquiera una vez cuando te despiertes, y esto es suficiente; muestra que la noche no es buena solamente para el descanso del cuerpo, sino también para el alma.
 
San Ambrosio
¿ Puesto que Jesucristo oró antes de enviar a sus apóstoles, qué es lo que tú debes hacer cuando pretendes acometer alguna empresa buena? Prosigue, pues: "Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos", etc. Esto es, a aquellos a quienes destinaba a propagar entre los hombres los medios de salvación y a difundir la fe sobre la tierra. Advierte también la disposición de Dios: no elige a los sabios, ni a los ricos, ni a los nobles, sino a pescadores y a publicanos, para enviarlos; a fin de que no apareciese que atraía a los hombres a su gracia por medio de las riquezas, o de la autoridad del poder o de la nobleza; para que prevaleciese la razón de la verdad, no la gracia de la discusión.
 
San Cirilo
Véase cuál fue el primer cuidado del evangelista; no solamente dice que fueron elegidos los apóstoles, sino que hace mención de ellos de una manera nominal, para evitar que alguien se atreva a inscribir a otros en el catálogo de los apóstoles. "Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés".
 
Beda
No lo ha llamado por primera vez así, sino mucho antes, cuando llevado por Andrés, le dice: "Tú te llamarás Cephas, que quiere decir Pedro" ( Jn 1,42). Y queriendo San Lucas referir los nombres de los apóstoles, teniendo que nombrar a San Pedro por necesidad, da a entender de una manera sencilla que antes no se llamaba así, sino que el Señor fue quien le dio este nombre.
 
Eusebio
La segunda combinación es la de Santiago y de San Juan; de donde prosigue: "A Santiago y Juan", los dos hijos de Zebedeo, que también eran pescadores. Después de estos dos hace mención de San Felipe y San Bartolomé. San Felipe, según dice San Juan, era de Betsaida, conciudadano de San Andrés y de San Pedro; y que el mismo San Bartolomé, era un hombre sencillo, falto de conocimientos, y de trato social. San Mateo, además, era de los que recaudaban las contribuciones cuando fue llamado; de él hace mención cuando dice: "A Mateo y a Tomás".
 
Beda
San Mateo por humildad se pospone a Santo Tomás, mientras que los otros evangelistas le colocan primero; prosigue: "A Santiago de Alfeo, y a Simón, llamado el Zelador".
 
Glosa
Porque fue de Caná de Galilea, que quiere decir Zelo, lo cual se añade, para diferenciarle de Simón Pedro. Prosigue: "A Judas, hermano de Santiago, y a Judas Iscariote, que fue el traidor".
 
San Agustín, de cons. evang. 2, 30
En el nombre de Judas de Santiago, parece que discrepa San Lucas de San Mateo, quien le llama Tadeo. ¿Pero quién ha prohibido jamás que un hombre tenga dos o tres nombres? Fue elegido Judas el traidor no por imprudencia, sino por providencia. Habiendo tomado el Señor sobre sí todas nuestras debilidades, no rehusó este destino de la enfermedad humana, y quiso ser entregado por su apóstol, a fin de que tú mismo, si tu compañero te entrega, soportes con moderación el error de tu juicio y la pérdida de tu beneficio.
 
Beda
En sentido místico, el monte sobre el que Jesús eligió a sus apóstoles, da a conocer la elevación de la santidad que debía encontrarse en ellos, para que así pudiesen predicarla; por esta razón había sido publicada la ley en la cumbre de un monte.
 
San Cirilo
Por si conviene conocer la etimología de los nombres de los Apóstoles, sépase que Pedro quiere decir el que desata o el que reconoce; San Andrés poder ilustre o el que responde; Santiago el que suplanta el dolor; San Juan, gracia del Señor; San Mateo donado o concedido; San Felipe boca grande u orificio de lámpara; San Bartolomé hijo del que detiene las aguas; Santo Tomás abismo o gemelo; Santiago de Alfeo, el que suplanta los pasos de la vida; Judas, confesión, y Simón, obediencia.
   
17-19
Y bajando con ellos, se paró en un llano, y la turba de sus discípulos, y un gran gentío de toda la Judea, y de Jerusalén, y de la marina, y de Tiro y de Sidón, que habían venido a oírle, y a que los sanase de sus enfermedades. Y los que eran atormentados de espíritus inmundos eran curados. Y toda la muchedumbre quería tocarle, porque salía de El virtud, y los sanaba a todos. (vv. 17-19)
 
San Cirilo
Una vez realizada la reunión de los apóstoles, y congregados otros varios de entre los judíos, y de la región marítima de Tiro y de Sidón, -que eran idólatras-, los constituyó en doctores de todo el mundo, para libertar a los judíos de la servidumbre de la ley y apartar a los idólatras del error gentil, llevándolos al conocimiento de la verdad; por lo que dice: "Y bajando con ellos, se paró en un llano, y la turba de discípulos y un gran gentío de toda la Judea, y de Jerusalén, y de la marina", etc.
 
Beda
No dice marina a causa del mar de la Galilea, que estaba próximo, lo cual no sería extraordinario, sino que quiere hablar del gran mar -en el cual ponían también a Tiro y Sidón-, de quienes se dice: "Y de Tiro, y de Sidón", cuyas ciudades, como estaban ocupadas por gentiles, con razón se las llama por su nombre, para que se vea cuánto se había extendido ya la fama y el poder del Salvador, el cual, como había venido a predicar a todas las ciudades, quería enseñar a todas a recibir y a aceptar su doctrina; y así prosigue: "Que habían venido a oírle".
 
Teofilacto
Esto es, a curar sus almas, y a sanar de todas sus enfermedades, o sea del cuerpo.
 
San Cirilo
Después que hubo escogido los apóstoles, hizo muchos y grandes milagros, para que los judíos y los gentiles, que habían venido, conociesen que ellos habían sido distinguidos por Jesucristo con la dignidad del apostolado; y que El no era como los demás hombres, sino más bien Dios, como Verbo encarnado; y prosigue: "Y todas las gentes procuraban tocarle; porque salía de El virtud y los sanaba a todos". Cristo no recibía la virtud de otro, sino que, siendo Dios por naturaleza, curaba a todos los enfermos, derramando sobre ellos su propia virtud.
 
San Ambrosio
Observese todo diligentemente: de qué manera también asciende con los apóstoles y desciende hacia la muchedumbre, de qué modo lo seguía la muchedumbre hacia lo alto; luego, a donde descendía, llegaban los enfermos: pues, en las alturas no pueden estar los enfermos.
 
Beda
Rara vez se observará que las turbas hayan seguido a Jesús a las alturas, ni que haya curado algún enfermo en la cumbre de un monte; sino que una vez curada la fiebre de las pasiones, y encendida la luz de la ciencia, ha hecho subir a cada uno hasta la cumbre de la perfección evangélica. Las gentes, que pudieron tocar al Salvador, se curaron por la virtud de Este, como ya hemos visto que el leproso se curó, cuando le tocó el Señor. El tacto del Salvador equivale a la curación, porque el tocarle es tanto como el creer en El, y aquel por quien es tocado se cura en virtud de la gracia del Señor.
   
20-23
Y El, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados los pobres, porque, vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando os aborrecieren los hombres, y os apartaren de sí, y os ultrajaren, y desecharen vuestro nombre como malo por el Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y regocijaos; porque vuestro galardón grande es en el cielo, porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos". (vv. 20-23)
 
San Cirilo
Después de la reunión de los apóstoles a la nueva vida evangélica, el Salvador renovó a sus discípulos.
 
San Ambrosio
Empieza a ser sublime al anunciar los oráculos de la Divinidad. Aun cuando estaba en lo llano, sin embargo, elevó sus ojos; por lo que se dice: "Y El, alzando sus ojos hacia sus discípulos". ¿Qué quiere decir levantar los ojos, sino encender la luz interiormente?
 
Beda
Y aun cuando hablaba generalmente con todos, especialmente fijaba sus ojos en sus discípulos. Y prosigue: "Sobre sus discípulos". Para que aquellos que oyen la palabra con atención del corazón, reciban más gracia interior y más luz.
 
San Ambrosio
San Lucas puso tan sólo cuatro bienaventuranzas, San Mateo ocho; pero en aquellas ocho se comprenden estas cuatro, y en aquellas cuatro estas ocho. Este puso cuatro bienaventuranzas, representando las cuatro virtudes cardinales, y aquél explicó en estas ocho un orden místico -o número-, porque la octava, que es la perfección de nuestra esperanza, es también la más grande de las virtudes. Que la pobreza es la primera de las bienaventuranzas, lo dicen igualmente los dos evangelistas; en cuanto al orden es la primera de todas, y como la madre de las demás virtudes; porque el que despreciare las cosas del mundo merecerá las eternas; ni puede nadie alcanzar la gloria, si poseído del amor del mundo no llega a desprenderse de él. De donde prosigue: "Decía: bienaventurados los pobres".
 
Crisóstomo
En el Evangelio de San Mateo, dijo que eran bienaventurados los pobres de espíritu, para que comprendamos que el ser pobres de espíritu es tanto como tener una inteligencia modesta y humilde en cierto sentido. Por lo que dice el Salvador: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón" ( Mt 11,29). Aquí dice: Bienaventurados los pobres -sin añadir de espíritu- para designar a los que desprecian las riquezas. Convenía, pues, que cuando predicasen el Evangelio, no pensasen en la codicia, sino que tuviesen su espíritu predispuesto para cosas más elevadas.
 
San Basilio
No puede llamarse bienaventurado a todo el que es afligido por la pobreza, sino solamente al que prefiere el precepto de Jesucristo a las riquezas mundanas. Hay muchos pobres de bienes, pero que son muy avaros por el afecto; a éstos no los salva la pobreza, pero los condena su deseo. Ninguna cosa que no sea voluntaria aprovecha para la salvación, por la sencilla razón de que toda virtud está basada en el libre albedrío. Es bienaventurado el pobre que imita a Jesucristo, quien quiso sufrir la pobreza por nuestro bien; porque el mismo Señor todo lo hacía para manifestarse como nuestro modelo y podernos conducir a la eterna salvación.
 
San Eusebio
Pero como el reino de los cielos se alcanza por grados, el primero porque pasan los que suben a él es el de la pobreza; por esto Jesucristo eligió sus primeros discípulos de entre los pobres, y les dice: "Porque de vosotros es el reino de los cielos"; dando a entender que esto se refería a los que tenía presentes, hacia los cuales elevara sus ojos.
 
Crisóstomo
Después que mandó practicar la pobreza, glorifica las cosas que acompañan a la indigencia. Sucede, pues, que los que viven en la pobreza carecen hasta de lo más necesario, y apenas pueden adquirir su alimento. Pero el Señor no quiere que sus discípulos teman sobre esto; por eso les dice: "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre".
 
Beda
Esto es, bienaventurados los que castigáis vuestro cuerpo y lo reducís a la esclavitud, que en el hambre y la sed os entregáis al ministerio de la palabra, porque habréis de gozar de la abundancia de los goces celestiales.
 
San Gregorio Niceno, De beatitudinibus, Orat. 4
En un sentido más elevado, del mismo modo que para el alimento del cuerpo, se prefieren diversos manjares, así también, para el alimento del alma, los unos desean un bien imaginario, y otros lo que es naturalmente bueno. Por lo que, según San Mateo, son beatificados los que consideran la justicia como una comida y una bebida; no diré la justicia que es una virtud particular, sino la justicia que es una virtud general; el que tiene hambre de la cual será bienaventurado.
 
Beda
Nos da a conocer terminantemente el Señor, que no debemos considerar como bueno a cualquiera, sino que hemos de ver que constantemente procure adelantar en el camino de la perfección, a cuya perfección no puede llegarse en esta vida, sino en la otra, como lo dice el Salmista: "Yo me saciaré cuando vea tu gloria" ( Sal 16,15). De aquí prosigue: "Porque seréis hartos".
 
San Gregorio Niceno
Promete la abundancia a los que desean la justicia; ninguna de las cosas que se encuentran en esta vida puede saciar suficientemente a los que buscan la justicia; solamente el deseo de la virtud es seguido de una recompensa que inspira en el alma una alegría indeficiente.
 
San Cirilo
Sigue a la pobreza, no sólo la falta de las cosas deleitables, sino también la depresión del semblante por la tristeza. Por lo que sigue: "Bienaventurados los que lloráis". Considera como bienaventurados, no precisamente a los que derraman lágrimas -porque esto es propio de todos, tanto fieles como infieles, cuando experimentan alguna contrariedad- sino solamente a aquellos que hacen una vida mortificada, se preservan de los vicios y de las afecciones carnales, menospreciando las complacencias de la vida y llorando porque aborrecen las cosas de la tierra.
 
Crisóstomo, hom 18, ad prop. Antioch
Cuando la tristeza se experimenta por causa de Dios, ella nos alcanza la gracia de hacer penitencia para poder obtener la salvación. Esta tristeza es el fundamento de la alegría. Por lo que sigue: "Porque reiréis". Cuando nada podemos hacer en bien de aquellos por quienes lloramos, el beneficio recae sobre nosotros. El que llora de este modo los males ajenos, no dejará de llorar sus propios pecados; más aún, no caerá tan fácilmente en el pecado. No nos fijemos en las cosas de esta vida breve, sino suspiremos por las de la eterna; no busquemos las delicias de donde nace muchas veces el llanto y el dolor, sino entristezcámonos con la tristeza que nos alcanza el perdón. Suele suceder que encuentra al Señor el que llora; pero el que ríe no lo encuentra nunca.
 
San Basilio
Por eso promete la risa a los que lloran, no precisamente el sonido emitido con estrépito, sino la alegría pura y libre de cualquier tristeza.
 
Beda
Es bienaventurado el que por las riquezas de la herencia celestial, por el pan de la vida eterna, por la esperanza de las alegrías celestiales, desea sufrir el llanto, el hambre y la pobreza, y aun mucho más bienaventurado aquel que no teme guardar estas virtudes en medio de la adversidad. Por ello sigue: "Seréis bienaventurados, cuando os aborreciesen los hombres". Aun cuando aborrezcan los hombres con un corazón malvado, no pueden hacer daño al que es amado por Cristo. Prosigue: "Y cuando os apartaren de sí, apartarán tamibién al Hijo del hombre". Porque El resucita para sí a los que mueren con El, y les hace descansar en la eterna bienaventuranza. Prosigue: "Y cuando desecharen vuestro nombre como malo". En esto se refiere al nombre de cristiano, que fue tan ultrajado por los judíos y por los gentiles, cuantas veces se acordaron de El, y también fue despreciado por los hombres, sin que para ello hubiese otro motivo que el odio que tenían al Hijo de Dios, a saber, porque los fieles quisieron tomar su nombre de Cristo. Luego enseña que habrán de ser perseguidos por los hombres, pero que serán bienaventurados, como más que hombres. De aquí prosigue: "Gozaos en aquel día y regocijaos: porque vuestro galardón grande es en el cielo", etc.
 
Crisóstomo
Se considera una cosa grande o pequeña según la importancia de la persona que la concede. Examinemos ahora quién es el que promete una gran recompensa. Un profeta o un apóstol, que no son más que hombres, hubiesen dado como mucho lo que es poco; pero aquí es el Señor, que posee los tesoros eternos y las riquezas superiores a toda comprensión, quien ha prometido una grande recompensa.
 
San Basilio, in Cat. graec. Patr
Unas veces se dice grande en un sentido absoluto, como el cielo es grande, la tierra es grande; otras veces es por comparación, como un gran caballo, un gran buey, comparándolos con otros de su especie; así creo que será grande la recompensa reservada a aquellos que sufren oprobios por Cristo, no por comparación a las cosas que están entre nosotros y conocemos, sino grande en sí mismo y como dada por Dios.
 
San Juan Damasceno, in lib. De lógica, cap. 49
Todas aquellas cosas, que pueden medirse y contarse, se conceden de una manera limitada; pero lo que por cierta excelencia excede toda medida y número, se dice intencionadamente grande y mucho, como cuando decimos que es mucha la misericordia de Dios.
 
San Eusebio
Después, queriendo fortalecer a sus discípulos para pelear contra sus enemigos cuando predicasen el Evangelio por todo el mundo, les añade: "Porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos".
 
San Ambrosio
Los judíos habían perseguido a los profetas hasta el punto de quitarles la vida.
 
Beda
Los que dicen la verdad son ordinariamente perseguidos; no obstante, los antiguos profetas no dejaban de predicar la verdad por temor a la persecución.
 
San Ambrosio
En esto que dice: "Bienaventurados los pobres", tiene la templanza, que se abstiene del mal, holla con los pies el siglo y no busca los placeres. "Bienaventurados los que tenéis hambre". He ahí la justicia; pues el que tiene hambre se compadece del que la tiene; compadeciéndose de él, le favorece; favoreciéndole, se hace justo, y su justicia permanece eternamente. "Bienaventurados los que ahora lloráis"; aquí tenemos la prudencia, que llora lo de todos los días y busca las cosas que son eternas. "Bienaventurados seréis cuando os aborrezcan los hombres". Aquí tenemos la fortaleza; pero no aquella que merece el odio por sus crímenes sino la que sufre persecución por la fe. Así es como se llega a la corona del sufrimiento, si se desprecia la gracia de los hombres, y se sigue la divina. Luego, la templanza produce la limpieza del corazón; la justicia la misericordia; la prudencia la paz; y la fortaleza la mansedumbre. Las virtudes están reunidas de tal modo, que cuando se tiene una parece que se tienen todas. Cada santo tiene una virtud propia; pero la más abundante es la más recompensada. Cuánta caridad tenía Abraham. ¡Cuánta humildad! Pero como sobresalía entre todas su fe, ésta fue la que obtuvo la primacía. Por tanto, cada uno tendrá muchos premios, cuando practique muchas virtudes; pero como siempre se distingue en alguna, por ella obtendrá un premio mayor.
   
24-26
"¡Mas hay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! ¡Ay de vosotros cuando os bendijeren los hombres, porque así hacían a los falsos profetas los padres de ellos!" (vv. 24-26)
 
San Cirilo
Una vez explicado que la pobreza, sufrida por Dios, es el origen de todo bien, y que el tener hambre y llorar no carece de premio, pasa ahora a hablar de lo contrario, diciendo cuál es la causa de la perdición y del tormento eterno; por lo que sigue: "¡Mas ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo".
 
San Cirilo
Esta expresión: "ay de vosotros", se pone siempre en las Sagradas Escrituras, cuando se trata de aquellos que no pueden escapar de la eterna perdición.
 
San Ambrosio
Aun cuando en la abundancia de las riquezas hay muchos alicientes para pecar, también hay muchos medios para practicar la virtud. Aunque la virtud no necesita opulencia, y la largueza del pobre es más laudable que la liberalidad del rico, sin embargo la autoridad de la sentencia celeste no condena a los que tienen riquezas, sino a los que no saben usar de ellas. Porque así como el pobre es tanto más laudable cuanto más pronto es el afecto con que da, así es tanto más culpable el rico que tarda en dar gracias a Dios por lo que ha recibido, y se reserva sin utilidad la fortuna que le ha sido dada para el uso de todos. Luego no es la fortuna, sino el afecto a la fortuna, el que es criminal; y aunque no hay mayor tormento que amontonar con inquietud lo que ha de aprovechar a los herederos, sin embargo, como los deseos de amontonar de la avaricia se alimentan de cierta complacencia, los que tienen el consuelo de la vida presente pierden el premio eterno. Podemos entender aquí por rico al pueblo judío y a los herejes, y especialmente a los fariseos, que, complaciéndose en la fecundidad de su elocuencia y en la ambición de poseerla como por patrimonio, desconocieron la simplicidad de la verdadera fe, y amontonaron riquezas inútiles.
Y sigue: "¡Ay de vosotros, los que estáis hartos, porque tendréis hambre!"
 
Beda
Aquel rico purpurado se saciaba comiendo con esplendidez todos los días; pero sufría aquel cruel "¡ay!" de la sed, cuando suplicaba que un dedo de Lázaro -a quien él había despreciado- le diese una gota de agua.
 
San Basilio
Que la abstinencia es necesaria, nos lo demuestra claramente San Pablo, contándola entre los frutos espirituales ( Gál 5); pues la sujeción del cuerpo no se obtiene por otro medio que por la abstinencia, con la cual -como con cierto freno- debemos moderar los ardores de la juventud. Es, pues, la abstinencia la muerte del crimen, la sujeción de las pasiones y el fundamento de la vida espiritual, embotando en sí el aguijón de los placeres. Sin embargo, para no confundirnos con los enemigos del Señor, debemos aceptar todas las cosas, cuando las circunstancias así lo exijan, para dar a entender que todo es puro para los que tienen su corazón limpio; usando así de las cosas que son necesarias para la vida, y absteniéndonos en absoluto de todo aquello que incita a la complacencia. Además, no todos pueden prescribirse la misma hora, ni el mismo modo, ni la misma cantidad; pero todos deben tener la misma intención de no llegar a la saciedad; porque llenar el vientre inutiliza el cuerpo para sus propias funciones, le hace perezoso y dispuesto al mal.
 
Beda
De otro modo: Si son bienaventurados aquellos que tienen hambre de obras justas, deben por el contrario considerarse como desgraciados aquellos que, satisfaciendo todos sus deseos, no padecen hambre del verdadero bien.
Prosigue: "¡Ay de vosotros los que reís!" etc.
 
San Basilio
Cuando el Señor reprende a los que se ríen, da a entender claramente que el verdadero fiel no debe reir en ningún tiempo, y especialmente mientras vive entre aquella multitud de los que mueren en pecado, por quienes conviene llorar. La risa superflua es signo de desorden y un movimiento desenfrenado del alma; pero es conveniente expresar la alegría de las emociones del alma por el rostro.
 
Crisóstomo, hom. 6, in Math
Dime, pues, ¿por qué te disipas -o disuelves- y te derramas, tú que debes asistir a un juicio terrible y dar cuenta de todas las cosas que aquí haces?
 
Beda
Como la adulación es la que alimenta el pecado, del mismo modo que el aceite alimenta a la llama, y administra fomento a los que arden en la culpa, añade: "¡Ay de vosotros cuando os bendijeren los hombres", etc.
 
Crisóstomo
No es contrario lo que aquí se dice a lo que en otra parte dice el Señor: "Que brille vuestra luz delante de los hombres" ( Mt 5,16), esto es, que nos apresuremos a obrar bien, buscando la gloria de Dios y no la propia. La vanagloria siempre es mala; de ella nace la iniquidad, la desesperación y la avaricia, que es la madre de todos los males. Si deseas preservarte de todo esto, dirige tu mirada al Señor, y conténtate con la gloria que está junto a El; pues si en cualquier facultad conviene elegir árbitros a los más doctos, ¿cómo confías la prueba de la virtud a cualquiera, y no a aquel que la conoce más que todos, y que puede darla y coronarla? Si buscas en El tu gloria, evita la alabanza humana. No acostumbramos a admirarnos de ninguna cosa más que de aquel que menosprecia su propia gloria; y si esto nos sucede a nosotros, mucho más debe suceder al Señor de todas las cosas. Además debes considerar que la gloria de los hombres desaparece muy pronto, y que cae en el olvido en cuanto pasa un poco de tiempo.
Prosigue: "Porque así hacían a los falsos profetas los padres de ellos".
 
Beda
Se entiende por falsos profetas los que vaticinaban lo futuro, para conseguir la admiración del vulgo. Y por esto el Señor solamente habló en el monte de la bienaventuranza de los buenos, y en el campo explica la desgracia de los malos, en atención a que los que le oían todavía eran ignorantes y se necesitaba inclinarlos a obrar el bien por medio del terror, a la vez que a los perfectos debía invitarse por medio de los premios.
 
San Ambrosio
Y observa que San Mateo excita a los pueblos a la virtud y a la fe por medio de premios, mientras que éste los aparta también de los crímenes y de los pecados con la amenaza de los futuros suplicios.
   
27-31
"Mas dígoos a vosotros, que oís: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os quieren mal. Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Y al que te hiere en una mejilla, preséntale también la otra. Y al que te quitare la capa, no le impidas llevar también la túnica. Da a todos los que te pidieren; y al que tomare lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir. Y lo que queráis que os hagan los hombres, eso mismo haced vosotros a ellos". (vv. 27-31)
 
Beda
Como había dicho antes todo lo que se puede sufrir de los enemigos, ahora nos enseña cómo debemos tratar a estos mismos enemigos, diciendo: "Mas dígoos a vosotros, que oís".
 
San Ambrosio
No en vano, sólo después de referir un gran número de hechos sublimes, viene a esto, a fin de enseñar a los pueblos, robustecidos ya con sus milagros, a marchar por las huellas de los prodigios más allá de las tradiciones de la ley. Como entre las tres virtudes -la fe, la esperanza y la caridad- la mayor es la caridad, se ocupa de ella en primer lugar, cuando dice: "Amad a vuestros enemigos".
 
San Basilio, in Regulis brevioribus ad interrogat. 176
Es propio del enemigo el oprimir y acechar. Por tanto, todo el que hace un daño cualquiera a otro, se llama enemigo.
 
San Cirilo
Era muy oportuno dar a conocer todo esto a los santos doctores, que habían de predicar en todo el mundo la doctrina salvadora, porque si quisieran tomar venganza de sus perseguidores, omitirían el llamarlos al conocimiento de la verdad.
 
Crisóstomo, in Mat hom 18
No dice, pues: No aborrezcas, sino: Ama. Y no mandó amar solamente, sino además hacer bien; por lo que sigue: "Haced bien a los que os quieren mal".
 
San Basilio
Como el hombre consta de alma y cuerpo, le hacemos bien respecto del alma cuando le aconsejamos o le reprendemos trayéndole -como de la mano- a la conversión; pero según el cuerpo, le hacemos bien, dándole lo necesario para su sustento.
Prosigue: "Bendecid a los que os maldicen".
 
Crisóstomo
Los que hieren sus propias almas son dignos de lágrimas y de suspiros, no de maldiciones, porque no hay cosa más detestable que un alma maldiciente, ni nada más inmundo que una lengua que maldice. Eres hombre, no vomites el veneno del áspid, ni te conviertas en bestia feroz. Se te ha dado una boca no para que muerdas, sino para que cures la herida de los demás. El Señor manda que trates a tus enemigos lo mismo que a tus amigos; no de cualquier modo, sino como a los más íntimos, por quienes acostumbras a orar. De donde prosigue: "Y orad por los que os calumnian", etc. Hay muchos que, por el contrario, mientras se postran en tierra y arrastran su frente por el suelo, hiriendo sus pechos y levantando sus manos al cielo, no piden a Dios el perdón de sus pecados, sino que piden contra sus enemigos, lo cual no es otra cosa que hincarse a sí mismos el puñal. Cuando pides al que prohibió las imprecaciones contra los enemigos que escuche tus maldiciones contra ellos, ¿cómo puedes ser oído cuando provocas al que ha de oírte, castigando a tu enemigo en presencia de su Rey, si no con las manos, al menos con las palabras? ¿Qué haces, hombre? Estás pidiendo el perdón de tus pecados, y a la vez llenas tu boca de amargura. Es el tiempo del perdón, de la oración, del llanto, no del furor.
 
Beda
Pero con razón se cuestiona: ¿Cómo es que en los profetas se encuentran imprecaciones contra sus enemigos? Pues bien, sépase que los profetas anunciaban en sus imprecaciones lo que debía suceder; no eran votos que expresaban su deseo, sino revelaciones del Espíritu que preveía.
 
San Cirilo
La ley antigua mandaba no ofender a otros; o si antes fuéramos ofendidos, no traspasar en la venganza las proporciones de la ofensa recibida; pero la perfección de la ley está en Jesucristo y en sus mandamientos; por esto prosigue: "Y al que te hiriere en una mejilla, preséntale también la otra".
 
Crisóstomo, in Mat hom 18
Porque los médicos, cuando reciben una patada de un furioso, tienen más compasión de él y se preparan para curarle; tú también debes hacer lo mismo con los que te persiguen. Ellos son los que principalmente enferman: no desistamos antes que arrojen toda su amargura, y entonces te darán gracias, y el Señor te coronará, porque has librado a tu hermano de una enfermedad repugnante.
 
San Basilio, in Isaiam
Casi todos obramos en contra de este precepto; y especialmente los poderosos y los príncipes, no sólo cuando experimentan alguna contrariedad, sino también cuando se les falta a la debida reverencia, considerando como enemigos a todos aquellos que no los respetan tanto cuanto ellos se creen merecer. Es grande la maldad del príncipe cuando está pronto para vengarse; porque, ¿cómo enseñará a otro a no devolver mal por mal cuando se complace en vengarse del que le hace daño?
 
San Cirilo
El Señor quiere además que nos desprendamos de las cosas. Y prosigue: "Y al que te quitare la capa, no le impidas llevar también la túnica". Esta es la virtud del alma, que en un todo se opone a la pasión de la codicia. Conviene que el que es bueno se olvide también de las injurias, porque en aquellas cosas en que favorecemos a nuestros amigos más íntimos, debemos favorecer a nuestros enemigos.
 
Crisóstomo, in Mat hom 18
No dijo, pues: lleva con paciencia las furias del que te ofende, sino: procede con sabiduría, y así te dispondrás a sufrir todo lo que otro quiera hacerte; superando la insolencia de él con la abundancia de tu prudencia para que, avergonzándose de tu excelente paciencia, se retire. Pero dirá alguno: ¿Cómo puede ser esto? Cuando ves que el Señor se ha hecho hombre y ha padecido tanto por ti, ¿aún preguntas y dudas cómo es posible perdonar las injurias de tus hermanos? ¿Quién ha sufrido tanto como tu Señor, que fue aprisionado, azotado, recibió salivazos y sufrió la muerte? De donde prosigue: "Da a todos los que te pidieren".
 
San Agustín, de serv. Dom. 1, 40
No dice, da todas las cosas al que pida, sino da lo que justa y buenamente puedas; esto es, lo que no te perjudique a ti ni a otro, en cuanto el hombre pueda conocerlo y juzgarlo; y al que justamente negares lo que pide, has de hacerle ver la justicia, y tal vez será mejor lo que estés dando, corrigiendo al que pide cosas injustas.
 
Crisóstomo, hom 3 de Lázaro
En esto pecamos no poco; no solamente no dando a los que piden, sino vituperándolos diciendo: ¿Por qué no trabaja? ¿Por qué se ha de sustentar el ocioso? Dime, ¿y tú eres rico porque trabajas? Y si trabajas, ¿lo haces para vituperar a otros? ¿Y por un pan y una túnica le llamas codicioso? ¿No das? Pues no le vituperes. ¿Por qué no te compadeces, y disuades a los que quieren dar? Si diéremos indiferentemente a todos siempre nos compadeceríamos; porque Abraham recibía a todos, recibió también a los ángeles. Y aun cuando sea un homicida, o un ladrón, ¿no le consideras como digno de tener pan? No seamos, pues, censores severos de los demás, para no ser juzgados también nosotros con rigor.
Prosigue: "Y al que tomare lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir".
 
Crisóstomo, hom 10 in Epist. 1 ad Cor
De Dios recibimos todas las cosas; y cuando decimos mío y tuyo, pronunciamos palabras sin sentido. Y cuando dices que la casa es tuya, pronuncias una palabra que carece de sentido. Porque el aire, y el suelo, y el cemento es del Creador; y aun tú mismo que construiste la casa. Es dudoso si aún el uso de esas cosas te pertenece, no sólo porque te puedes morir, sino también por las diversas eventualidades de la vida. La vida no te pertenece, ¿a qué título han de ser tuyas las riquezas? Quiere Dios, sin embargo, que los bienes que te ha confiado para tus hermanos sean tuyos; y tuyos serán, si para ellos los dispensares; mas si te prodigas a ti mismo las cosas que son tuyas, ya no serán tuyas, sino ajenas. Pero los hombres muchas veces se pelean por la codicia nefanda de las riquezas ante los tribunales, contra lo que dice Jesucristo: "Y al que tomare lo que es tuyo no se lo vuelvas a pedir".
 
San Agustín, de serv. Dom. 2, 36
Lo que dice el Señor respecto del vestido, de la casa, de la hacienda, del jumento, generalmente lo dice refiriéndose a todas las cosas. No conviene que el cristiano posea a su siervo como posee el caballo y el dinero. Si un criado es tratado mejor por ti que por otro que quiere quitártelo, no sé si alguien se atreva a decir que debes dejarlo ir.
 
Crisóstomo
Hay en nosotros una ley natural, por medio de la cual distinguimos la virtud del vicio; por lo que sigue: "Y lo que queréis que hagan a vosotros los hombres, eso mismo haced vosotros a ellos". Como son dos los caminos que conducen a la práctica de la virtud, a saber, abstenerse del mal y obrar el bien; establece esta última, que contiene también la otra. Y sinceramente, si hubiese dicho: "Para que seáis hombres, amad a las bestias", sería un mandato difícil; pero mandándonos amar a los hombres, según nuestra inclinación natural, ¿dónde está la dificultad de esta ley, observada por los leones y los lobos, a quienes inclina a amarse el natural parentesco? Se manifiesta, pues, que Jesucristo no ha mandado ninguna cosa superior a nuestra naturaleza sino que enseña, lo que grabó en nuestra conciencia, para que sea ley para nosotros, para que si queremos que se compadezcan de nosotros, nos compadezcamos también del prójimo.
   
32-36
"Y si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? Porque los pecadores también hacen eso. Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? Porque los pecadores también hacen esto. Y si prestarais a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? Porque también los pecadores prestan unos a otros, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos: haced bien, y dad prestado, sin esperar por eso nada: y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque El es bueno, aun para los malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso". (vv. 32-36)
 
Crisóstomo, hom 1 in Epist. ad Col
El Señor había dicho que debemos amar a los enemigos. Para que no se crea que esto se dijo hiperbólicamente, pensando que sólo se les decía para aterrarlos, añade la razón de esto, diciendo: "Y si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?", etc. Muchas son las causas que producen el amor; pero el amor espiritual aventaja a todos los amores. Ningún miramiento humano puede producirle, ni la utilidad, ni el beneficio, ni la naturaleza, ni el tiempo, sino que baja del cielo. ¿Por qué te admiras si no necesita de favor para subsistir, y cuando no es pervertido por la enfermedad de los malvados? Un padre, cuando sufre injurias, rompe la alianza del amor; una consorte, después de la riña, abandona a su marido; un hijo, si ve a su padre muy anciano, se entristece; mientras que San Pablo iba a hacer bien a los que le apedreaban ( Hch 14) y Moisés, apedreado por los judíos, ora por ellos ( Ex 17). Respetemos, pues, las amistades espirituales, porque son indisolubles. Después, reprendiendo a los indolentes, añade: "Porque los pecadores también aman a los que los aman a ellos"; como diciendo: Porque quiero que vosotros hagáis algo más perfecto, no solamente os mando que améis a los amigos, sino también a los enemigos; hacer bien a los bienhechores, es común a todos. Da a conocer el Señor que pide un poco más que lo que acostumbran hacer los pecadores que sólo aman a sus amigos. De donde prosigue: "Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis?".
 
Beda
No solamente reprende el amor y el beneficio de los pecadores, como destituido de mérito, sino también el mutuo, de donde prosigue: "Y si prestarais a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis? porque los pecadores también negocian con los pecadores -esto es, prestan- para recibir beneficios iguales".
 
San Ambrosio
La filosofía distingue tres clases de justicia: una respecto de Dios, que se llama piedad; otra respecto de los parientes y el resto de la humanidad, y la tercera respecto de los muertos, para que les paguen los derechos de las exequias. Pero nuestro Señor Jesucristo, elevándose sobre los oráculos de la ley y el testimonio de los profetas, enseñó a obrar con caridad respecto de aquellos que hacen daño, cuando añade: "Amad a vuestros enemigos", etc.
 
San Crisóstomo, in Gen. hom 58
En lo cual más bien te favoreces a ti que a él. Porque él sólo es amado por un compañero suyo, pero tú te haces semejante a Dios. Es un acto grande de virtud colmar de beneficios a los que quieren hacernos daño, por lo que sigue: "Y haced bien". Así como el agua apaga el fuego de un horno encendido, así también la razón, con su calma, apaga los furores de los demás. Lo que es el agua respecto del fuego, esto es, la humildad y la mansedumbre respecto de la ira; y así como el fuego no se apaga por medio del fuego, así la ira no se apaga por medio de la ira.
 
San Gregorio Niceno, orat. 1 contra usurarios
El hombre debe evitar el celo que pueda dañar a otros y no debe exigir del que carece de riquezas aumentos de oro ni de plata, porque exigiría un fruto de metales, que son estériles; por lo que sigue: "Y dad prestado, sin esperar por eso nada", etc. Si alguno considera como robo, o como homicidio, la exagerada exigencia de los que prestan, no pecará. Porque ¿qué diferencia hay entre poseer un robo, horadando la pared, y poseer ilícitamente lo que la usura toma a los necesitados?
 
San Basilio
Tal modo de avaricia se llama en griego tocos, que procede de la palabra parir, por fecundidad del mal. Los animales -con el transcurso del tiempo- nacen, crecen y paren; pero el dinero de los usureros empieza a producir apenas sale de sus manos. Los animales que paren más pronto, dejan de parir también pronto; pero la codicia de los avaros, cuanto más tiempo tiene, más crece. Los animales, en cuanto transmiten a sus hijos la fecundidad, dejan de parir; pero el dinero de los avaros procrea nuevos frutos y renueva los precedentes. No te acerques, pues, a la bestia mortífera. ¿Qué ventaja resulta de evitar la pobreza de hoy, si ha de volver después aumentada? Medita ya cómo has de pagar. ¿Cómo podrá aumentarse tanto en tus manos el capital, que una parte remedie tu necesidad, otra represente el capital, y además produzca para el usurero? Pero dirás: ¿Cómo adquiriré lo necesario para comer? Trabaja, sirve, y últimamente pide limosna; todo es más llevadero que vivir de prestado. El rico, por otra parte, dirá: ¿Cómo puede llamarse préstamo aquello que carece de esperanza de retribución? Medita la virtud de la palabra, y admirarás la piedad de su autor. Cuando das al pobre, en virtud de la divina caridad, haces a la vez un préstamo y una donación. Donación, en cuanto que no esperas retribución alguna; y préstamo, por la misericordia de Dios, que paga siempre con creces, por aquél, de donde prosigue: "Y vuestro galardón será grande". ¿No quieres que el Omnipotente esté obligado a restituirte? ¿O aceptas la fianza de cualquier ciudadano rico, y repudias a Dios como fiador de los pobres?
 
Crisóstomo, in Genesim sub finem hom 3
Observa la naturaleza admirable del préstamo. El uno recibe, y otro se obliga a pagar la deuda, devolviendo el ciento por uno en la vida presente, y en la otra la felicidad eterna.
 
San Ambrosio
Tal es la recompensa de la misericordia, que da el derecho de la adopción divina. Pues sigue: "Y seréis hijos del Altísimo". Practica, pues, la misericordia para que merezcas la gracia. Inmensa es la benignidad de Dios: llueve sobre los ingratos; y la tierra fecunda no rehusa sus frutos a los malos. Por lo que prosigue, "Porque El es benigno para los ingratos y malos".
 
Beda
Ya repartiendo los bienes temporales, ya inspirando los celestiales con singular gracia.
 
San Cirilo
Grande es, pues, el premio de la piedad; porque esta virtud nos hace semejantes a Dios, e imprime en nuestras almas como un sello de la naturaleza sublime. Por lo que sigue: "Sed misericordiosos, como lo es vuestro Padre celestial".
 
San Atanasio, orat. 4 contra Arian
Lo dice con el fin de que -conociendo nosotros sus beneficios- hagamos nuestras buenas obras, no por los hombres, sino por Dios; por cuanto no debemos esperar el premio de los hombres, sino de Dios.
   
37-38
"Y no juzguéis, y no seréis juzgados: no condenéis y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará. Buena medida, y apretada, y remecida y colmada darán en vuestro seno. Porque con la misma medida con que midiereis se os volverá a medir". (vv. 37-38)
 
San Ambrosio
Añade el Señor que no debemos juzgar temerariamente, con el fin de que conociendo tu propio delito, no te atrevas a dar tu parecer sobre otro. Por lo que dice: "No juzguéis".
 
Crisóstomo in Mat. hom. 24
No juzgues a los que te preceden, esto es, el discípulo al maestro, el pecador al inocente, a quienes no se debe reprender, sino aconsejar y corregir con caridad; tampoco debe juzgarse sobre las cosas inciertas y de poca importancia que no tienen ni apariencia de pecados, o que no son graves ni están prohibidas.
 
San Cirilo
Apacigua aquí la pésima pasión de nuestras conciencias, o de nuestro espíritu, que es el principio y el origen del soberbio desprecio, pues aunque conviene que algunos sean circunspectos y hablen como Dios desea, no lo hacen así, sino que censuran la conducta ajena; y cuando ven que algunos obran mal, olvidándose de sus propios defectos, murmuran de ellos.
 
Crisóstomo
Y difícilmente se encontrará alguno -ni padre de familia, ni religioso- que no incurra en este error; son también éstas, insidias de tentación diabólica, porque el que se ocupa en juzgar los defectos ajenos con severidad, nunca se hará acreedor al perdón de sus propios pecados; por lo que dice: "Y no seréis juzgados". Así como el piadoso y manso reprime el temor de los pecados, así el severo y cruel lo aumenta con sus propios crímenes.
 
San Gregorio Niceno
No pronunciéis vuestra sentencia sobre vuestro siervo con acritud, para que no sufráis un castigo semejante; el juicio provoca una condenación más rigurosa. De donde prosigue: "No condenéis y no seréis condenados". No prohibe, por tanto, el juicio en el perdón.
 
Beda
En esta breve sentencia, condensa todo lo que había mandado hacer respecto de los enemigos, y concluye diciendo: "Perdonad y seréis perdonados". En lo cual nos manda perdonar las injurias y dispensar beneficios, para que se nos perdonen los pecados, y se nos conceda la vida eterna.
 
San Cirilo
Que recibiremos una recompensa abundante de Dios -que da con largueza a los que le aman- lo demuestra añadiendo: "Buena medida, y apretada, y remecida, y colmada darán en vuestro seno".
 
Teofilacto
Como diciendo: Así como cuando quieres medir la harina sin tasa, llenas la medida grande y dejas que se derrame, así el Señor la dará en vuestro seno.
 
San Agustín, de quaest. evang. 2,8
Dice, pues, darán, porque sus discípulos recibirán la recompensa celestial por los méritos de aquellos a quienes hayan dado siquiera un vaso de agua en su nombre. Sigue: "Porque con la misma medida con que midiereis, se os medirá".
 
San Basilio
Con la misma medida con que cada uno de vosotros mide a los demás, obrando bien, o pecando, con la misma llevará los premios a los castigos.
 
Teofilacto
Alguno que sea sutil, preguntará: Si se da con sobreabundancia, ¿cómo puede ser la misma medida? A lo cual contestamos que no dijo: Se os dará la misma medida, sino en la misma medida. Hará bien al que hizo bien, lo cual significa ser medido con la misma medida. Pero dice medida sobreabundante, porque le hará mil veces más de bien. Así en el juicio: el que juzga y es juzgado después, recibe la misma medida; mas como será juzgado más severamente que lo que él juzgó a sus semejantes, la medida será en eso sobreabundante.
 
San Cirilo
Esto lo explica el Apóstol diciendo: "El que siembra poco (esto es, con mano avara), segará poco (esto es, no con abundancia), y el que siembra en bendiciones, segará también en bendiciones" ( 2Cor 9,6) (esto es, en abundancia). Y si alguno no tiene, si no siembra, no peca. Se acepta el que tiene, no en el que carece.
   
39-42
Y les decía también una semejanza: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? No es el discípulo sobre el maestro; mas será perfecto todo aquel que fuere como su maestro. ¿Y por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que tienes en tu ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en tu ojo? Hipócrita, saca primera la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano". (vv. 39-42)
 
San Cirilo
El Señor añadió a lo ya dicho una parábola muy necesaria; por lo que dice: "Y les decía también una semejanza". Sus discípulos habían de ser maestros de las generaciones venideras, por lo que convenía que ellos supiesen el camino de la conducta correcta, como teniendo la inteligencia iluminada por el brillo divino, a fin de que unos ciegos no guiasen a otros ciegos; y por esto añade: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el foso?". Mas si acontece que algunos llegan al mismo grado de virtud que los que la enseñan, deténganse en la medida de los que la enseñan y sigan sus huellas; de donde sigue: "No es el discípulo sobre el maestro". Por esto dice San Pablo: "Imitadme como yo imito a Jesucristo" ( 1Cor 4,16). No juzgando Jesucristo, ¿por qué juzgas tú? No vino al mundo a juzgar, sino a tener compasión.
 
Teofilacto
Si tú juzgas a otro, pecarás con los mismos defectos, ¿y entonces no te parecerás al ciego que guía a otro ciego? ¿Cómo enseñarás a obrar bien, si tú obras mal? El discípulo no es mejor que el maestro. Porque si tú, que te consideras como maestro y como guía, pecas, ¿cómo obrará el que es enseñado y guiado por ti? Será perfecto el discípulo, cuando se parezca a su maestro.
 
Beda
El sentido de esta sentencia pende de las precedentes, en las cuales se manda dar limosnas y perdonar las injurias. Si te cegó -dice- la ira, contra el violento y la avaricia contra el que pide, ¿acaso con tu mente viciada podrás curar el vicio de él? Si Cristo nuestro Maestro -que como Dios pudo vengar sus injurias- prefirió amansar a sus perseguidores con la paciencia, preciso es que sus discípulos -que son puros hombres- sigan la misma regla.
 
San Agustín, de quaest. evang. 2,9
O lo que dice: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?", lo añadió para que no esperasen recibir de los levitas aquella medida, de la cual dice: darán en vuestro seno; pues pagaban décimas a aquellos que llama ciegos, porque no seguían el Evangelio. Y también lo añadió, a fin de que el pueblo comenzase a esperar más bien aquella recompensa de los discípulos del Señor, a quienes quería señalar como imitadores suyos, diciendo: "No es el discípulo sobre el maestro".
 
Teofilacto
También el Señor dice otra parábola sobre esto, añadiendo: "¿Y por qué miras la mota (esto es, una leve falta) en el ojo de tu hermano? ¿Y la viga que está en tu ojo (esto es, tus grandes pecados) no la observas?"
 
Beda
Esto se relaciona con lo que precede, donde nos dice que un ciego no podía guiar a otro ciego (esto es, que un pecador reprenda a otro). De donde se dice: "¿Cómo puedes tú decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en el tuyo?". Como diciendo: el que comete pecados graves (a lo que llama viga), ¿cómo condena a otro que comete pecados leves, y en ocasiones no comete pecado alguno? Pues esto es lo que la mota significa.
 
Teofilacto
Esto conviene a todos, y especialmente a los doctores, que castigan los pecados más leves de sus súbditos, dejando impunes los suyos; por esto el Señor los llama hipócritas, porque juzgan los pecados de otros, para aparecer ellos como justos. Y prosigue: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano".
 
San Cirilo
Esto es, purifícate tú primero de tus grandes pecados, y después verás el modo de salvar a tu hermano, que sólo comete pecados leves.
 
San Basilio
Parece, en verdad, que el conocimiento de sí mismo es el más difícil de todos. Ni el ojo que ve las cosas exteriores se ve a sí mismo, y hasta nuestro propio entendimiento, pronto para juzgar el pecado de otro, es lento para percibir sus propios defectos.
   
43-45
"Porque no es buen árbol el que cría frutos malos, ni mal árbol el que lleva buenos frutos: pues cada árbol es conocido por su fruto: porque ni cogen higos de espinos, ni vendimian uvas de zarzas. El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca bien, y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca mal: porque de la abundancia del corazón habla la boca". (vv. 43-45)
 
Beda
El Señor prosigue hablando contra el hipócrita de este modo: "Porque no es buen árbol el que produce malos frutos", etc. Como diciendo: Si quieres obtener la verdadera virtud y no la falsa, que ostentas por medio de tus palabras, dalo a conocer también por medio de tus obras; porque si el hipócrita quiere aparecer como bueno, no puede considerarse como bueno el que obra mal; del mismo modo que si reprende al inocente, no por eso es malo el que hace buenas obras.
 
Tito Bostrense
Oyendo esto, no esperes obtener premio por tu pereza; el árbol se mueve naturalmente, pero tú gozas de libre albedrío; todo árbol estéril está destinado para algo, y tú has nacido para practicar la virtud.
 
Isidoro, Abad
No excluye, pues, la penitencia, sino la insistencia en obrar mal; y como es mala, no puede producir buenos frutos; pero convertida a la virtud, fructificará. Lo que en el árbol es naturaleza, en nosotros es pasión. Y así, aunque el árbol malo no puede producir buen fruto, sin embargo podrá hacerlo en el futuro.
 
Crisóstomo, hom. 43, in Matth
Aunque el fruto nazca del árbol, sin embargo, la especie del árbol se conoce por su fruto; por lo que sigue: "Cada árbol es conocido por su fruto".
 
San Cirilo
Se conoce a cada uno por su vida y sus costumbres; pues no con adornos exteriores y fingidas humildades es como se da a conocer la honestidad de la verdadera virtud, sino por medio de las obras que cada uno practica. Poniendo el Salvador un ejemplo sobre esto, dice: "Porque no se cogen higos de espinos".
 
San Ambrosio
Entre los espinos de este mundo no puede encontrarse aquella higuera que, por lo mismo que es mejor en sus segundos frutos, es una imagen de la resurrección; o porque, como se lee: "Las higueras dieron sus primeros frutos" ( Cant 2,13), su fruto no era ni maduro, ni sano, ni útil en la Sinagoga; o porque nuestra vida no madura en el cuerpo, sino en la resurrección; y que así debemos alejar de nosotros las solicitudes terrenas, que desgarran el alma y consumen el espíritu, a fin de obtener frutos maduros con nuestros cuidados diligentes. Esto se refiere al mundo y a la resurrección. Al alma y al cuerpo se refiere lo otro, cuando añade: "Ni vendimian uvas de las zarzas". O porque ninguno puede adquirir con pecado el fruto de su alma, la cual se corrompe próxima a la tierra, como la uva, y madura en las alturas; o porque ninguno puede evitar la condenación de la carne, sino únicamente aquel a quien Jesucristo ha redimido, quien, como uva, pendió del madero de la cruz.
 
Beda
O acaso las espinas y la zarza son los cuidados del siglo y las picaduras de los vicios; mientras que el higo y la uva representan la dulzura de la nueva vida y el fervor de la caridad. No salen los higos de los espinos ni se coge la uva de la zarza; porque la inteligencia del hombre viejo, obligada por la costumbre, podrá afectar lo que no es, pero no podrá producir el fruto del hombre nuevo. Sépase, sin embargo, que así como el fértil sarmiento se apoya y enlaza en las zarzas, de suerte que la espina conserva para el uso del hombre un fruto que no es suyo, así los dichos y las acciones de los malos pueden alguna vez aprovechar a los buenos, lo cual no sucede por la voluntad de los malos, sino que se hace de ellos por disposición de Dios.
 
San Cirilo
Después que nos ha enseñado que por las obras se puede distinguir al hombre bueno del malo, como el árbol se conoce por sus frutos, ahora nos da a conocer esto mismo por medio de otra figura, diciendo: "El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca bien; y el hombre malo del mal tesoro saca mal".
 
Beda
Lo mismo es el tesoro del corazón que la raíz del árbol. Todo aquel que en su corazón tiene el tesoro de la paciencia y del amor perfecto, produciendo sus óptimos frutos, ama a su enemigo y hace todo lo que el Señor manda, por el contrario el que mantiene un tesoro inútil en su corazón, obra perniciosamente.
 
San Basilio
El estilo de la palabra da a conocer el corazón de quien procede, manifestando claramente la disposición de nuestros sentimientos; por lo que sigue: "Porque de la abundancia del corazón habla la boca".
 
Crisóstomo in Mat. hom. 43
Es una consecuencia natural que cuando la malicia vive en nuestro interior, las palabras inoportunas salgan por nuestra boca; por lo que, cuando oigas a alguna persona que profiere palabras poco honestas, no creas que se oculta en él menos malicia, que la que expresa por medio de la palabra; antes bien entiende que la fuente es más caudalosa que el arroyo.
 
Beda
Por la boca el Señor quiso significar todo lo que de palabra, de obra, o de pensamiento, sale de nuestro corazón. Es costumbre de las Sagradas Escrituras expresar con palabras las obras.
   
46-49
"¿Por qué, pues, me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo? Todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las cumple, os mostraré a quién es semejante: semejante es a un hombre, que edifica una casa, el cual cavó, y ahondó, y cimentó sobre la piedra; y cuando vino una avenida de agua, dio impetuosamente la inundación sobre aquella casa, y no pudo moverla, porque estaba fundada sobre piedra. Mas el que oye y no hace, semejante es a un hombre que fabrica su casa sobre tierra, sin cimiento, y contra la cual dio impetuosamente la corriente, y luego cayó: y fue grande la ruina de aquella casa". (vv. 46-49)
 
Beda
Para que alguno no se crea excluido de lo que ha dicho: "De la abundancia del corazón habla la boca", como si solamente las palabras y no las obras fuesen las que se piden al verdadero cristiano, el Señor añade a continuación: "¿Por qué, pues, me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?". Como diciendo: ¿Por qué os jactáis de producir hojas de buena vida, vosotros que no producís fruto alguno de buenas obras?
 
San Cirilo
Unicamente conviene a la naturaleza divina el nombre y la realidad de la dominación de todas las cosas.
 
San Atanasio
No es, pues, un hombre el que habla así, sino Dios que muestra que procede del Padre, porque aquél sólo es Señor que nace del Señor. No temas dualidad sin embargo, porque en la naturaleza no se distingue.
 
San Cirilo
Cuál sea la utilidad que nos reporta el cumplimiento de la ley, y cuánto sea el perjuicio que pueda venirnos por su desobediencia, lo da a conocer el Señor, cuando dice: "Todo el que viene a mí, y oye mis palabras, y las cumple, os mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que edifica una casa y la cimentó sobre piedra".
 
Beda
La piedra es Jesucristo. Ahonda en el cimiento el que por medio de los preceptos de la humildad arranca de los corazones de los fieles todo lo que es terrestre, para que no sirvan a Dios por interés temporal.
 
San Basilio, in princ. Proverb
Cimentar sobre piedra quiere decir apoyarse en la fe de Jesucristo, para poder sostenerse firme en los días de la contrariedad, ya venga ésta del cielo, ya de la tierra.
 
Beda
Se entiende también por cimiento de la casa la buena intención en el obrar, porque el que oye con buen fin, firmemente cumple los mandamientos del Señor.
 
San Ambrosio
También nos da a conocer que el fundamento de todas las virtudes se encuentra en la obediencia de la ley divina, la cual hace que la casa que edificamos no se conmueva por el torrente de las pasiones, ni por el desbordamiento del error espiritual, ni por la lluvia mundana, ni por las nebulosas disputas de los herejes. Por lo que prosigue: "Y cuando vino una avenida de aguas", etc.
 
Beda
La inundación puede verificarse de tres modos: o por medio de los espíritus inmundos, o por medio de los hombres impíos, o por medio de la inquietud del alma o del cuerpo. Y cuando los hombres confían en sus propias fuerzas, sucumben; mas cuando se adhieren a la piedra firmísima no pueden ser arrollados.
 
Crisóstomo in Mat. hom. 25
Demuestra también el Señor que la fe por sí sola para nada sirve si no la acompañan las obras. Por lo que sigue: "Mas el que oye y no hace es semejante a un hombre que fabrica su casa sobre tierra, sin cimiento", etc.
 
Beda
La casa del diablo es todo el mundo que vive y obra el mal, la cual edifica sobre tierra, porque retrae del cielo a la tierra a los que le siguen. Edifica sin cimiento porque el pecado no tiene fundamento puesto, pues no subsiste por sí mismo; el mal no tiene razón de ser, todo lo que se hace estriba en la naturaleza del bien. Además, como la palabra fundamento viene de fondo, podemos tomarle también en el sentido de esta palabra, pues del mismo modo que el que cae en un pozo se detiene en su fondo, así el alma que cae se detiene también como en un fondo, si se detiene en alguna medida de pecado; pero como no puede contentarse con el pecado en que cae, puesto que cada día es peor, no encuentra -por decirlo así- fondo que la detenga en el pozo en que ha caído. Así los malos y los que no son buenos más que en apariencia, resultan peores después de cada tentación que los asalta, hasta que caigan en la pena eterna. De donde prosigue: "Y contra la cual dio impetuosamente la corriente", etc. También puede entenderse por ímpetu del río el discernimiento del juicio final, cuando, destruidas ambas casas, irán los impíos al fuego eterno y los justos a la vida eterna ( Mt 25).
 
San Cirilo
O edifican sobre tierra sin cimiento todos aquellos que fijan el cimiento de su fe sobre la arena de la duda que sólo tiene por base la opinión- para destruir la cual bastan pequeñas chispas de tentaciones.
 
San Agustín, de cons. evang. 2,14
San Lucas y San Mateo empezaron del mismo modo este largo discurso del Señor, pues uno y otro dicen: "Bienaventurados los pobres". Además, muchas cosas que siguen en el Evangelio de uno y otro se parecen en mucho; y hasta la conclusión final del sermón viene a ser exactamente la misma, a saber: el hombre que edifica sobre piedra o sobre arena. Podría creerse fácilmente que San Lucas puso aquí el mismo sermón del Señor, omitiendo algunas sentencias que San Mateo puso, y poniendo otras que San Mateo no dijo, si no moviese a dudar el hecho de que San Mateo dice que Jesús predicó un sermón, sentado en el monte, y San Lucas que le predicó en un lugar campestre y de pie. Es, sin embargo probable que estos discursos no se separan con larga distancia de tiempo, por la razón de que los dos refieren antes y después muchas cosas parecidas o idénticas. Pudo suceder que primeramente estuviese solo el Señor con sus discípulos en la parte más alta del monte, cuando eligió a doce de entre los que le oían, y después bajase con ellos del monte -esto es, de la misma cumbre del monte- a un lugar campestre, esto es, algún llano que había en la ladera del monte y que podía contener muchas turbas; y que allí estuvo de pie hasta que las turbas se reunieron en torno de El, y que después, habiéndose sentado y aproximándose sus discípulos a ellos y a las demás turbas presentes, predicase un solo sermón.