CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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24-26 - 27-28 - 29-32 - 33-36 - 37-44 - 45-54 | |
01-04 |
Y aconteció que estando
Jesús orando en cierto lugar, cuando acabó le dijo uno de sus
discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus
discípulos". Y Jesús le respondió: "Cuando orareis, decid: Padre:
santificado sea el tu nombre. Venga el tu reino. Danos hoy el pan
nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros
perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la
tentación". (vv. 1-4)
Beda
Después de la historia de las hermanas que
significaron las dos vidas de la Iglesia, se escribe, no sin misterio,
que Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos, pues la oración que
enseñó encierra en sí el misterio de ambas vidas y la perfección de
estas vidas no puede obtenerse por nuestras propias fuerzas, sino por
nuestras oraciones; por esto se dice: "Y un día estando Jesús orando
en cierto lugar", etc.
San Cirilo,
in Cat. grac. Patr
Siendo así que Jesucristo encierra en sí
la plenitud de todo lo bueno ¿por qué ora si es perfecto y de nada
necesita? A esto respondemos, que, conforme a su encarnación, puesto
que así lo había querido, debía cumplir en su tiempo conveniente las
cosas humanas. Si comió y bebió, no era impropia de El tampoco la
oración; lo hizo para enseñarnos a que no fuéramos perezosos respecto
de ella, sino que la ejercitáramos con toda atención.
Tito Bostrense,
in Matth
Cuando los discípulos vieron una doctrina
nueva, pidieron un nuevo modo de orar, siendo así que se conocían
muchas oraciones en el Antiguo Testamento. De aquí prosigue: "Acabada
la oración, le dijo uno de sus discípulos; Señor, enséñanos a orar",
no sea que pequemos contra Dios pidiendo unas cosas por otras, u
orando de una forma que no sea conveniente.
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Y para explicar mejor la doctrina de la
oración, porque pedía esto, añade: "Como también Juan enseñó a sus
discípulos". Acerca de él nos has enseñado que entre los nacidos de
mujer, no se conoce otro mayor. Además y porque nos has mandado pedir
cosas grandes y eternas, ¿cómo podremos llegar a conocerlas entonces
sino por ti que eres nuestro Dios y Salvador?
San Gregorio Niceno,
in Orat. dom. serm. 1
Explica a sus discípulos la doctrina de la
oración, puesto que ellos le piden con insistencia que se la enseñe,
manifestándoles cómo deben implorar a Dios para ser oídos.
San Basilio,
in Constitut. monast., cap. 1
Hay dos modos de orar: uno de alabanza con
humildad, y otro de petición, que es menos elevado. Siempre que ores
no empieces desde luego pidiendo; porque entonces harás aparecer tu
afecto como culpable, acudiendo a Dios como obligado por la necesidad.
Así, cuando empieces a orar, prescinde de toda criatura visible e
invisible, y empieza por alabar a Aquel que ha creado todas las cosas.
Por esto añade: "Y Jesús les respondió: Cuando os pongáis a orar,
habéis de decir: Padre", etc.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 27
¡Cuánta gracia encierra esta primera
palabra! No te atrevías a levantar la vista al cielo y de pronto
recibes la gracia de Cristo. De un mal siervo te has convertido en un
buen hijo; y esto, no por tu propia virtud, sino por la gracia de
Jesucristo. Y aquí no hay arrogancia, sino fe; hacer público lo que
has recibido no es soberbia, sino devoción. Por tanto, levanta tus
ojos al Padre, que te engendró por el bautismo y te redimió por medio
de su Hijo. Llámalo Padre, puesto que eres su hijo, pero no quieras
atribuirte nada de esto: solamente Dios es Padre de Jesucristo en
particular; respecto de nosotros es Padre en común, porque sólo ha
engendrado a Jesucristo y a nosotros nos ha creado. Y por tanto, dice
San Mateo (6,9): "Padre nuestro", y añade: "que estás en los cielos";
esto es, en aquellos cielos de quienes dice el salmista (
Sal 18,2): "Los cielos publican la gloria de
Dios"; el cielo está en donde ya no hay culpa y donde no hay ningún
temor de muerte.
Teofilacto
No dice que estás en los cielos, como si
estuviera circunscrito a ellos; sino para elevar al que lo oye hasta
los cielos y para separarlo de las cosas terrenas.
San Gregorio Niceno,
in Orat. dom., serm. 2
Observa cuánta preparación se necesita
para poder decir a Dios: Padre. Porque si diriges tu vista a las cosas
mundanas, o ambicionas la gloria humana, o sirves el apetito de tus
pasiones, pronunciando esta oración, me parece oír decir a Dios: Si
llamas Padre al autor de la santidad, cuando tú observas una vida
depravada, manchas con tu voz inmunda su nombre incorruptible. Porque
el que ha mandado llamarlo Padre no consiente la mentira. El principio
de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios
en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque
¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no
glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la
oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta
manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.
Crisóstomo,
hom. 18 in Ep. 1 ad Cor
Así como el que observa la hermosura del
cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la
virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo
glorifica mucho más que el cielo.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 27
También se dice: "Santificado sea tu
nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a
nosotros.
Tito Bostrense,
in Matth
Santificado sea tu nombre, esto es, sea
conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque
alabarte es de justos ( Sal 32,1). Mandó,
pues, orar por la santificación de todo el mundo.
San Cirilo,
in Cat. grac. Patr
Porque entre aquellos que todavía no
conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille
sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los
santos.
Tito Bostrense,
ubi sup
Y como la gloria de Dios Padre está en el
nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será
santificado el nombre del Padre.
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
O también como los idólatras o los
infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas,
todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos
ídolos con que está confundido. Nos enseña, pues, a orar, para que el
nombre de Dios se dé al sólo verdadero Dios, con lo cual concuerda lo
que sigue: "Venga a nos el tu reino"; para que el principado y el
poder y la seducción y el reino de este mundo sean desterrados, y,
sobre todo, el pecado, que reina en nuestros cuerpos mortales.
San Gregorio Niceno,
ubi sup
También pedimos a Dios que nos libre de la
corrupción y nos preserve de la muerte. También, según otros, "venga a
nosotros tu reino", quiere decir venga el Espíritu Santo sobre
nosotros para que nos purifique.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 28
El Reino de Dios viene cuando alcanzamos
gracia; porque El mismo dice ( Lc 17,21): "El
reino de Dios está dentro de vosotros".
San Cirilo,
ubi sup
Y los que dicen esto, parece que desean
que el Salvador de todos vuelva como Juez a este mundo. Mandó pedir en
la oración aquel tiempo verdaderamente terrible, para que sepamos que
nos conviene vivir no de una manera tibia e indiferente que entonces
nos atraiga el fuego y la venganza, sino más honestamente, según su
voluntad, para que aquel tiempo nos depare coronas. Por esto, según
San Mateo, prosigue ( Mt 6,19): "Hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo".
Crisóstomo
Como diciendo: Permítenos que imitemos la
vida del cielo, en cuanto a que nosotros queramos también lo que tú
deseas.
San Gregorio Niceno,
in Orat. dom., serm. 4
Puesto que dice que la vida humana ha de
ser semejante después de la resurrección a la de los ángeles, es
consiguiente que debe disponerse de tal modo nuestra vida en este
mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro, no viviendo
carnalmente los que vivimos en la carne. Por esto, el verdadero médico
de nuestra alma combate la naturaleza de la enfermedad, para que
aquéllos a quienes invadió, porque se habían separado de la voluntad
divina, unidos a ésta queden libres de aquélla; pues la salud del alma
consiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
San Agustín,
In Enchirid., cap. 25 et 116
La oración dominical contiene siete
peticiones, según el evangelista San Mateo; pero el evangelista San
Lucas no pone siete peticiones, sino cinco; y no difiere del primero,
sin embargo, sino en que aquellas siete peticiones las comprende en
estas cinco, en obsequio a la brevedad. En efecto, el nombre de Dios
es santificado por medio del Espíritu Santo y el Reino de Dios vendrá
en la resurrección. Manifestando, pues, San Lucas, que la tercera
petición es como una repetición de las dos primeras, quiso hacernos
comprender mejor omitiéndola; y en seguida añadió las otras tres,
hablando primero del pan cotidiano, y diciendo: "El pan nuestro de
cada día dánosle hoy".
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 28
En el texto griego se dice
epioúsion, esto es, sobre toda sustancia. No
es éste el pan que alimenta el cuerpo, sino aquel pan de vida eterna
que fortalece la sustancia de nuestra alma. El latino llama, pues,
cotidiano al que el griego llama pan que ha de venir
1. Si
este pan es cotidiano ¿por qué se le toma al cabo del año como
acostumbraban a hacerlo los griegos de oriente? Toma todos los días lo
que todos los días aprovecha, y vive de tal modo, que todos los días
merezcas recibirlo. La muerte del Señor significa la remisión de los
pecados. El que tiene una herida busca el remedio de ella; estamos
heridos los que vivimos en el pecado; y la medicina es el Sacramento
celestial y venerable. Si todos los días lo recibes, todos los días
son hoy para ti. Jesucristo resucita para ti todos los días; luego hoy
es cuando Jesucristo resucita.
Tito Bostrense,
in Matth
O el pan de las almas es la virtud divina,
que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que nace
de la tierra conserva la vida temporal. Llamándolo, pues, cotidiano,
significó el pan divino que ha venido y el que ha de venir; significó
el pan que rogamos nos conceda hoy, pidiendo, digámoslo así, su
principio y su sabor. Este se nos concede cuando el Espíritu,
habitando en nosotros, produce una virtud que aventaja a toda virtud
humana, como la castidad, la humildad, etc.
San Cirilo
Creen algunos que los justos no deben
pedir a Dios gracias materiales, por cuya razón explican estas
palabras en sentido espiritual. Yo concedo que los justos se esfuercen
especialmente en obtener los dones espirituales; sin embargo, también
es conveniente no olvidar el pan ordinario, que podemos pedir sin
faltar en nada, conforme a la enseñanza de Dios. Por la misma razón de
que mandó pedir el pan (esto es, el alimento cotidiano), parece querer
que no tengamos nada, sino que practiquemos más bien una pobreza
humilde; porque no son los ricos los que piden el pan, sino los
oprimidos por la indigencia.
San Basilio,
in Regulis brevioribus, ad interrogat. 252
Como diciendo: El pan cotidiano (es decir,
el que corresponde a la vida diaria de nuestra substancia), no es en
el que debes confiar, sino en Dios, que lo produce, haciéndolo
presente a la necesidad de tu naturaleza.
Crisóstomo,
in Matthaem hom 24
Deben pedirse a Dios las cosas necesarias
para la vida, no las variedades de alimentos, ni los vinos aromáticos,
ni las demás cosas que agradan al paladar, cargan el estómago y
perturban la inteligencia; sino el pan que puede alimentar nuestro
cuerpo, es decir, el que nos basta sólo para hoy, con el fin de que no
pensemos en el de mañana. Sólo debemos, pues, fijarnos en una sola
petición sensible, la de que no seamos afligidos en el presente.
San Gregorio Niceno,
in Orat. dom., serm 5
Después que nos ha enseñado a tener
confianza por nuestras buenas obras, nos enseña a implorar el perdón
de nuestros pecados; por ello sigue: "Y perdónanos nuestros pecados".
Tito Bostrense,
in Matth
Es necesario esto que se añade, porque, no
existiendo nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de
los beneficios divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer,
como debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en
nosotros, la santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos
conservado la pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la
bondad de Dios, perdonando a la humana debilidad el castigo de sus
pecados. Esto se hace con toda justicia por el Dios justo, cuando
nosotros perdonamos a nuestros deudores; esto es, a los que nos han
ofendido y confiesan su deuda. Por esto se añade: "Así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores".
San Cirilo
Quiere, pues, (si así puede decirse) que
Dios imite a los hombres en la paciencia, para que del mismo modo que
ellos se porten con sus semejantes, pidan ser tratados en igual
balanza por Dios, que recompensa con justicia y es misericordioso con
todos.
Crisóstomo,
ut sup., in Cat. graec. Patr
Conociendo nosotros esto, debemos dar
gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros (si sabemos
conocerlo así) la causa de nuestro mayor perdón. Además dando poco
alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a
Dios y seríamos perdidos si nos pidiese una pequeña parte de ellas.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 28
¿Cuál es nuestra deuda sino el pecado?
Luego, si no hubieras recibido nada, no deberías al que te prestó; por
tanto, eres pecador, porque tuviste dinero, con el que has nacido
rico, hecho a imagen y semejanza de Dios, pero perdiste lo que tenías.
Así, mientras deseas conservar tu orgullo, pierdes el tesoro de la
humildad y recibiste del demonio la deuda que no era necesaria; el
enemigo tenía tu resguardo, pero el Señor lo crucificó, y lo borró con
su sangre. Puede el Señor defendernos contra las asechanzas del
enemigo, que engendra la culpa, puesto que perdonó el pecado y pagó
nuestras deudas. Por esto sigue: "Y no nos dejes caer en la
tentación"; esta es, la tentación que no podemos vencer; pero quiere
que, como atletas, suframos la tentación que la condición humana pueda
resistir.
Tito Bostrense,
in Matth
Es imposible que dejemos de ser tentados
por el demonio y por esto pedimos a Dios que no nos deje caer en la
tentación. En la Escritura se dice que Dios hace lo que en realidad El
sólo permite. Y según esto, si no prohibe el ímpetu de la tentación
que viene sobre nosotros, entonces nos deja caer en ella
2.
San Máximo,
in Cat. graec. Patr
O bien manda Dios que pidamos: "Que no nos
dejes caer en la tentación", esto es, que no permita que suframos la
prueba de las tentaciones voluptuosas y espontáneas. Santiago nos
enseña que los que pelean en defensa de la verdad no son culpables en
las tentaciones involuntarias y que son causa de nuestros trabajos.
Dice lo siguiente ( Stgo 1,2): "Hermanos
míos, juzgad como un gran bien el sufrir varias tentaciones".
San Basilio,
in Regul. brevior., ad interrogat. 224
No conviene, sin embargo, que nosotros
pidamos en la oración penas corporales. En general, Jesucristo mandó
que orásemos para que no cayésemos en la tentación; pero cuando alguno
se ve en ella, conviene que pida a Dios la virtud de resistirla, para
que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo (10,22): "El que
persevera hasta el fin, se salvará".
San Agustín,
in Enchirid., cap. 116
Pero este evangelista no ha puesto lo que
al final dice San Mateo; a saber (6,13): "Mas líbranos de mal". Esto
para que comprendamos que se refiere a lo que antes se ha dicho
respecto de la tentación. Por esto dice: "Mas líbranos", y no dice: "Y
líbranos" demostrando que es una petición; no quieras esto, sino esto;
en lo cual debe entenderse que en las palabras quedar libre de todo
mal, se incluye el quedar libre de la tentación.
San Agustín De verb. Dom.
serm. 28
Cada uno pide ser librado del mal (esto
es, del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al
pecado. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (
Rom 8,31).
Notas
1. Ver
diferencia entre latín y griego.
2. Es
decir, Dios permite la tentación y nuestra caída pues respeta nuestra
libertad. Sin embargo, por otro lado, queda claro lo que dice el Señor
a través de San Pablo: "No habéis sufrido tentación superior a la
medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados
sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará el modo
de poderla resistir con éxito" 1Cor 10,13.
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05-08 |
Les dijo también: "Si
alguno de vosotros tuviere un amigo y fuese a él a media noche, a
decirle: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de
llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle; aunque aquél
desde dentro le responda: No me molestes; ya está cerrada la puerta, y
mis criados están como yo, acostados; no puedo levantarme a dártelos:
si el otro porfía en llamar y más llamar, yo os aseguro que cuando no
se levantase a dárselos por ser su amigo, a lo menos por librarse de
su importunidad, se levantará al fin y le dará cuantos panes hubiere
menester". (vv. 5-8)
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Había enseñado a petición de sus apóstoles
cómo conviene orar. Pero podía suceder que los que recibían esta
saludable enseñanza hiciesen sus preces, según la forma prescrita, mas
con negligencia y descuido; y después, si no eran oídos a la primera o
la segunda oración, dejasen de orar. A fin, pues, de que tal cosa no
nos suceda, nos manifiesta en una parábola que la pusilanimidad es
perjudicial en las oraciones, siendo muy conveniente esperar con
paciencia en ellas. Por esto dice: "Les dijo también: Si alguno de
vosotros tuviere un amigo".
Teofilacto
Este amigo es Dios que a todos ama y desea
la salvación de todos.
San Ambrosio
¿Quién es más amigo nuestro que aquel que
ha entregado su cuerpo por nosotros? Aquí se nos da a conocer otro
precepto, es decir, que oremos en todo momento (no sólo durante el día
sino también de noche). Sigue pues: "Y le irá a él a media noche".
Como pidió David cuando decía ( Sal 118,62):
"Me levantaba a media noche a tributarte gracias". Y no temió que se
despertase del sueño, porque sabe que siempre está despierto; pues si
aquél tan santo y que estaba ocupado en las cosas del reino, alababa
al Señor siete veces al día (según se nos dice en el mismo salmo 118),
¿qué debemos hacer nosotros? ¿No debemos orar tanto más, cuanto que
con tanta facilidad pecamos por la fragilidad de nuestro cuerpo y de
nuestro espíritu? Si amas al Señor tu Dios, no sólo puedes merecer
para ti, sino también para los demás. Sigue, pues: "Y le dirá: amigo,
préstame tres panes", etc.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 29
¿Qué son estos tres panes, sino el
alimento del misterio divino? Puede suceder que no pueda alguno
responder a la petición de un amigo, pues no tiene lo que está
obligado a darle. Sucede con frecuencia que viene a nosotros un amigo
nuestro de camino, esto es, de la vida del siglo; aquel camino en que
todos pasan como peregrinos y ninguno permanece como poseedor, porque
se dicen a todo hombre: "Pasa, y deja lugar al que ha de venir" (
Eclo 29,33 Vulg.). También puede suceder que
venga fatigado del mal camino (esto es, de la mala vida) un amigo, que
todavía no ha encontrado la verdad, la cual, una vez oída y recibida,
se convierta y te diga como a cristiano: "Instrúyeme". Y acaso te
pregunte lo que tú ignores por la sencillez de tu fe y no puedas
satisfacer su deseo; entonces te verás obligado a buscar en los libros
del Señor. Acaso lo que te pregunta se encuentra en el libro, pero no
de un modo claro. No dejarías entonces de consultar a San Pablo o San
Pedro, o alguno de los profetas; pero ya descansa esta familia con
este su Señor y es grande la ignorancia de este siglo, ésta es la
media noche; e insta el sediento amigo, a quien no basta ya la fe
sencilla. ¿Acaso será preciso abandonarlo? Acude, pues, al mismo Dios
por medio de la oración, con el cual descansa la familia. De quien se
dice: "El que está adentro responde: no me seas molesto". El que tarda
en dar, quiere excitar más tu deseo con la tardanza, para que no
parezca de poco mérito lo que da.
San Basilio,
in Const. monast., cap. 1, versus finem
Acaso lo difiere con el fin de que,
repitiendo con asiduidad y frecuencia tu plegaria, conozcas lo que es
la casa de Dios y conserves con celo las gracias concedidas. Todo lo
que se adquiere con mucho trabajo se conserva con grande empeño puesto
que si se pierde se hace infructuoso el trabajo que ha costado.
Glosa
No se quita con esto la libertad de
impetrar, sino que se enciende más el deseo de orar, una vez conocida
la dificultad de alcanzar lo que se pide. Sigue pues: "Ya está cerrada
la puerta".
San Ambrosio
Esta es la puerta que también pide San
Pablo se le abra ( Col 4), no sólo orando él,
sino suplicando al pueblo que lo ayude en sus oraciones; pide así a
fin de que se le abra la puerta de la palabra para anunciar el
misterio de Cristo. Y acaso esta puerta es aquella que vio abierta San
Juan, a quien se le dijo ( Ap 4): "Sube aquí
y te manifestaré lo que conviene hacerse".
San Agustín,
De quaest. Evang., lib. 2,21
En esto se da a entender el tiempo en que
se tiene hambre de la divina palabra cuando se oscurece la
inteligencia, y cuando los que reparten la sabiduría evangélica como
el pan, predicando por todo el orbe, están ya en reposo misterioso con
el Señor. Y esto es lo que añade: "Y los muchachos están como yo en la
cama".
San Gregorio Niceno
Llama muy oportunamente muchachos a
aquellos que han alcanzado la impasibilidad por medio de las armas de
la justicia, enseñando que el bien que adquirimos por medio del
fervor, lo teníamos desde el principio en nuestra naturaleza. Porque
cuando alguno, renunciando a la carne, combate con el ejercicio de una
vida virtuosa la pasión por la razón, se hace como un niño insensible
respecto de las pasiones. El lecho es el descanso del Salvador.
Glosa
Y en seguida añade: "No puedo levantarme a
dártelos", lo cual se refiere a la dificultad de conseguir.
San Agustín,
De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 21
O de otro modo: el amigo a quien se viene
a la media noche para que nos dé tres panes, también se pone como un
símil de aquel que, cuando se encuentra en alguna tribulación, pide a
Dios le conceda conocer el misterio de la Santísima Trinidad para
consolarse en las penas de la vida presente. Porque la tribulación es
como la media noche, en la que es preciso instar mucho para conseguir
los tres panes; y en éstos se representa también que la Trinidad es de
una sola sustancia. El amigo que viene de camino es el apetito del
hombre que debe servir a la razón, pues servía a las cosas temporales,
a las que llama camino -porque todas son pasajeras, siendo así que se
aparta de ellas aquel apetito por la conversión del hombre a Dios-.
Pero si no consuela interiormente la alegría de la doctrina espiritual
en que se anuncia la Trinidad del Creador, experimenta grandes
aflicciones el hombre, a quien oprime una pena mortal. Así sucede
cuando se le manda prescindir de las cosas que le agradan en el
exterior e interiormente no pueden saciarse con la alegría de la
doctrina espiritual. Y sin embargo, rogando y deseando recibe del
Señor la inteligencia, aunque no tenga hombre que le anuncie la
sabiduría. Sigue pues: "Y si el otro porfía", etc. Esta comparación es
inferior a la realidad, porque si el hombre amigo se levanta de su
lecho y da, no impulsado por la amistad, sino por el fastidio, ¿cuánto
más da Dios, que sin fastidio da con largueza lo que se le pide?
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 29
Cuando obtengas, pues, los tres panes
(esto es, el alimento y la inteligencia de la Trinidad), tendrás para
alimentarte tú y para dar a los demás. No temas, no ceses, porque
aquel pan no concluirá y tu indigencia sí. Aprende y enseña;
aliméntate y alimenta a los demás.
Teofilacto
O bien, la media noche representa el fin
de la vida en el que muchos llegan a Dios; y el ángel es el amigo que
recibe el alma. También puede entenderse por media noche lo profundo
de las tentaciones en que se encuentra aquel que pide a Dios tres
panes; esto es, la necesidad del cuerpo, del alma y del espíritu, para
que no peligremos en las tentaciones. El amigo que viene de camino es
el mismo Dios, quien prueba por medio de las tentaciones, y a quien no
tiene qué ofrecer el que cae en ellas. Respecto a lo que dice: "Y está
cerrada la puerta", debe entenderse que nos enseña a estar preparados
antes de las tentaciones; porque después que caemos en ellas, se
cierra la puerta de la preparación; y hallándonos desprevenidos, si
Dios no nos ayuda, peligramos.
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09-13 |
Así os digo yo: "Pedid y
se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo
aquél que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le
abrirá. Que si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿le dará
acaso una piedra? ¿O si pide un pez, por ventura le dará una sierpe en
lugar del pez? ¿O si un huevo, por ventura le dará un escorpión? Pues
si vosotros, siendo malos como sois, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará espíritu
bueno a los que lo piden?" (vv. 9-13)
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 29
Después de esta parábola, el Señor añadió
una exhortación y nos estimuló en extremo a buscar, a pedir y a
llamar, hasta que recibamos lo que pedimos. Por esto dice: "Así os
digo yo: pedid y se os dará".
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Las palabras "así os digo", tienen fuerza
de juramento, porque Dios no miente. Siempre que afirma a sus oyentes
alguna cosa con juramento, manifiesta la pequeñez inexcusable de
nuestra fe.
Crisóstomo,
homil. 34, in Matth
Por petición da a entender la oración; por
buscar, el celo y la solicitud; por lo que añade: "Buscad y
encontraréis". Las cosas que se buscan exigen mucho cuidado,
principalmente lo que está en Dios, porque son muchas las cosas que
dificultan nuestro sentido. Así como buscamos el oro perdido, así
debemos buscar a Dios con solicitud. Manifiesta también que aunque no
abra la puerta inmediatamente, debe esperare sin embargo; por esto
añade: "Llamad y se os abrirá". Porque si continúas pidiendo,
recibirás sin duda. Por esto está cerrada la puerta, para obligarte a
que llames; por ello no contesta afirmativamente en seguida, para que
pidas encarecidamente.
Griego,
id est, Severus Antiochenus, in Cat. graec. Patr
O bien, al decir llamad, da a entender
acaso que se pida acompañando la palabra con las obras; porque se
llama con la mano, que es el signo de la buena obra. Estas tres cosas
también pueden entenderse de otro modo: el principio de la virtud es
pedir que se nos dé a conocer el camino de la verdad; el segundo
consiste en buscar de qué modo conviene pasar por el camino; el
tercero, que cuando se han obtenido las virtudes, se llame a la puerta
para entrar en un conocimiento amplio. Todas estas cosas las adquiere
el que ora. O bien, pedir es ciertamente orar; buscar es hacer buenas
obras en armonía con la oración; llamar a la puerta es perseverar en
la oración y no desistir.
San Agustín,
De verb. Dom, serm. 29
No nos invitaría tanto a que pidiésemos si
no quisiera darnos. Avergüéncese la pereza humana; más quiere dar el
Señor, que nosotros recibir.
San Ambrosio
El que promete algo debe infundir
esperanza de cumplir lo prometido, para que se obedezcan sus mandatos
y se tenga fe en sus promesas; por tanto, añade: "Porque todo aquel
que pide recibe", etc.
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Alguno preguntará por qué muchos que oran
no son oídos. A ello debe contestarse que todo aquel que llega a pedir
con recta intención, no omitiendo nada de lo que pueda contribuir a
obtener lo que pide, recibirá sin duda lo que ha pedido en su ruego.
Pero si alguno separa su intención del ruego justo, no pide como debe
y entonces puede decirse que no pide. Por lo cual, aunque no reciba,
no queda defraudado en lo ofrecido; puesto que el Maestro dice: "Todo
el que viene a mí alcanzará la ciencia", y con ir al Maestro recibimos
realmente la ciencia de practicar sus enseñanzas con fervor y
diligencia; por esto dice Santiago ( Stgo
4,3): "Pedís, y no recibís, porque pedís mal"; esto es, a causa de
vuestras vanas pasiones. Pero se dirá: Algunos piden tener
conocimiento de Dios y recobrar las virtudes, y sin embargo, no lo
consiguen. A esto se debe responder que no piden el bien por lo que es
en sí, sino porque esperan hacerse recomendables por él.
San Basilio,
in Const., cap. 1
Si alguno con torpeza se abandona a sus
deseos y, traicionándose a sí mismo se entrega en manos de sus
enemigos, Dios no lo ayuda ni lo oye, porque se ha separado de Dios
por el pecado. Conviene, pues, sacrificar todo lo que a cada uno
interesa y pedir a Dios su auxilio. Debe implorarse el auxilio divino
no con tibieza, ni con la mente distraída, porque así no sólo no se
alcanza lo que se pide, sino que se irrita más al Señor. Porque si
cuando alguno está delante de un príncipe procura no distraerse ni
faltar por temor al castigo, ¿cuánto más atento y temeroso debes estar
delante de Dios? Mas si debilitado por el pecado no puedes orar con
atención, haz todo lo que puedas para dirigir tu pensamiento a Dios,
recordando que lo tienes presente. Dios te perdonará porque no puedes
estar en su presencia con la atención debida, no por tu negligencia,
sino por tu fragilidad. Si de este modo luchas contigo mismo, no dejes
la oración hasta que alcances lo que pides. Por tanto, cuando pides y
no recibes, es porque pides mal, o sin fe, o con ligereza, o lo que no
te conviene, o porque te cansas. Con frecuencia dicen algunos: ¿por
qué oramos?, ¿acaso ignora Dios lo que necesitamos? Lo conoce, en
verdad, y nos concede las cosas espirituales con profusión y antes que
las pidamos. Pero conviene que deseemos desde luego las obras
virtuosas y el Reino de los Cielos, buscándolo con este deseo, usando
de toda nuestra fe y paciencia, y no arguyéndonos la conciencia de
ninguna falta.
San Ambrosio
De este modo el precepto de orar con
frecuencia lleva consigo la esperanza de conseguir lo que se pide. El
precepto es la primera razón de la persuasión y después el ejemplo; lo
cual manifiesta añadiendo: "Que si entre vosotros un hijo pide pan a
su padre ¿le dará acaso una piedra?", etc.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
En este ejemplo el Salvador nos da a
conocer qué es lo que necesitamos. Muchas veces sucede que, sin pensar
en ello (y empujados por el ímpetu de las pasiones), caemos en deseos
perjudiciales. Cuando pedimos, pues, a Dios algo semejante, nunca lo
alcanzaremos; y para demostrarlo usa un ejemplo patente que ocurre con
frecuencia entre nosotros. Es decir, cuando tu hijo te pide pan se lo
concedes con gusto, porque pide un alimento conveniente; pero cuando
por falta de inteligencia pide una piedra para comer, no solamente no
se la das, sino que le prohibes como perjudicial hasta el deseo de
ella. Este es el sentido del pasaje; que si entre vosotros un hijo
pide pan a su padre (pan que el padre le da) ¿le daría acaso una
piedra (aún cuando se la pida)? En el mismo sentido debemos entender
lo de la serpiente y del pez, cuando dice: "O si pide un pez, ¿por
ventura le dará una serpiente en lugar del pez?". Igualmente lo del
huevo y del escorpión, que añade en estas palabras: "O si pide un
huevo ¿por ventura le dará un escorpión?".
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Observa si el pan es el alimento de tu
alma en el pensamiento, sin el cual no es posible salvarse, es decir,
sin una vida virtuosa; el pez es el amor de la ciencia, o sea el
conocimiento de la constitución del mundo, el efecto de los elementos
y todo lo que la sabiduría enseña. Así Dios nunca en vez de pan da una
piedra, como el demonio quería que Jesucristo comiese; ni en vez de un
pez da una serpiente, que es alimento de los etíopes, indignos de
comer peces; ni tampoco da en vez de un alimento nutritivo y útil
manjares no comestibles y dañosos, que es lo que se refiere al
escorpión y al huevo.
San Agustín,
De quaest. Evang., lib. 2, v. 22
Por pan se entiende la caridad, el más
deseable y necesario bien, que sin él para nada aprovecha lo demás,
así como una mesa sin pan parece pobre. A esta se le contrapone la
dureza del corazón, a la que comparó con la piedra. En el pez se
entiende la fe de las cosas invisibles, a causa del agua del bautismo,
o porque es en lugares invisibles donde se pesca. Puede compararse con
razón la fe al pez, cuando resiste al embate de las olas de este mundo
que la rodean; y en oposición cita a la serpiente, por el veneno de su
falacia que inoculó en el primer hombre, aconsejándole el mal. En el
huevo se entiende la esperanza, porque el huevo no es todavía un feto
perfecto, pero por su incubación se espera; y en contraposición cita
al escorpión, cuya cola envenenada es sumamente temible. Así lo
contrario de la esperanza es mirar atrás, porque lo futuro, objeto de
la esperanza, se encuentra siempre delante.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 29
¿De cuántas cosas te habla el mundo y
cuánto ruido hace detrás de ti para que vuelvas la cabeza? ¡Oh mundo
inmundo! ¿Por qué ese ruido? ¿Por qué quieres hacernos volver atrás?
Quieres detener, siendo tu perecedero. ¿Qué harías si fueras durable?
¿A quién no engañarías siendo dulce, puesto que engañas con alimento
amargo?
San Cirilo,
ubi sup
Después de este ejemplo concluye: "Pues si
vosotros siendo malos"; esto es, teniendo un alma predispuesta a la
maldad, no conforme ni fija en el bien, como Dios desea.
Beda
O bien, llama malos a los que aman las
cosas del mundo, que dan lo que consideran bueno según su modo de
entender, y que son buenas, en efecto, por su naturaleza y para el uso
de esta frágil vida. Por esto añade: "Sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos". Los apóstoles que, en virtud de su elección, se
sobrepusieron a la bondad de los demás, comparados con la bondad
divina, pueden considerarse como malos, porque nada es bueno por sí
mismo, sino sólo Dios. Por lo que añade: "¿Cuánto más vuestro Padre
celestial dará espíritu bueno a los que se lo piden?", (exprésase así
por San Mateo ( Mt 7,11): "Dará cosas buenas
a los que se las pidan"). Aquí muestra que el Espíritu Santo es la
plenitud de todos los dones de Dios, porque todas las ventajas que nos
vienen de la gracia de los dones de Dios, emanan de esta fuente.
San Atanasio,
dialog. 1, de Trinit
Si el Espíritu Santo no fuese de la
naturaleza de Dios, que es el solo bueno, no se llamaría aquí bueno,
siendo así que el Señor rehusó a ser llamado bueno en cuanto a su
naturaleza humana.
San Agustín,
De Verb. Dom., serm. 29
Luego, avaro, ¿qué buscas?; y si buscas
otra cosa, ¿qué es lo que podrá bastar al que no basta sino Dios?
|
14-16 |
Y estaba Jesús lanzando un
demonio, el cual era mudo; y así que hubo echado al demonio, habló el
mudo, y se maravillaron las gentes. Mas algunos de ellos dijeron: "Por
arte de Beelzebub, príncipe de los demonios, echa los demonios", y
otros por tentarle le pedían les hiciese ver algún prodigio del cielo.
(vv. 14-16)
Glosa
Había ofrecido el Señor que daría el
Espíritu bueno a los que lo pidiesen, cuyo beneficio da a conocer con
el siguiente milagro. De aquí prosigue: "Y estaba Jesús lanzando un
demonio el cual era mudo".
Teofilato
Se llama mudo
kwfoV, (cofos), al que no habla y
también al que no oye. Pero con más propiedad al que ni oye, ni habla.
El que no ha oído desde que nació, necesariamente no habla porque se
nos enseña a hablar por medio del oído. Pero si alguno pierde el oído
por cualquier accidente, conserva, sin embargo, la facultad de hablar.
Pero el que se presentó al Señor era mudo y sordo.
Tito Bostrense,
in Matth
Llama mudo y sordo al demonio, porque
infunde las pasiones para que no se oiga la divina palabra; porque los
demonios privando a los hombres de la aptitud para obrar bien, cierran
el oído de nuestra alma. Por esto vino Jesucristo a arrojar al
demonio, para que podamos oír la palabra de la verdad. Curó a uno para
dar a todos la salud. Por esto sigue: "Y así que hubo echado al
demonio, habló el mudo".
Remigio
Este endemoniado, según San Mateo, no sólo
era mudo sino también ciego. Luego hizo tres milagros en un solo
hombre. Siendo ciego ve, siendo mudo habla, estando poseído por el
demonio queda libre. Esto se verifica todos los días en la conversión
de los creyentes. Primeramente, expulsado el demonio, ven la luz de la
fe y después se desatan en alabanzas al Señor aquellas bocas que antes
eran mudas.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Una vez hecho este milagro el pueblo lo
ensalzaba haciéndolo público y dándole la gloria que conviene a Dios.
Por esto sigue: "Y todas las gentes quedaron muy admiradas".
Beda
Admirándose siempre las turbas -que
parecían menos instruídas- de los hechos del Señor, los escribas y los
fariseos se esforzaban en negarlos o en darles mala interpretación,
haciéndolos aparecer no como obra de la divinidad, sino del espíritu
inmundo. Por esto sigue el evangelista: "Mas no faltaron allí algunos
que dijeron": "Por arte de Beelzebub, príncipe de los demonios, echa
El los demonios". Beelzebub era el dios de Accaron
1; Beel
es lo mismo que Baal y Zebub quiere decir mosca. Por tanto, Beelzebub
viene a significar el señor de las moscas
2, de
cuyo asqueroso rito tomó el nombre el príncipe de los demonios.
San Cirilo,
ubi supra
Otros, estimulados por los mismos
aguijones de la envidia, le pedían que hiciese milagros; por esto
sigue: "Y otros por tentarle le pedían les hiciese ver algún prodigio
del cielo". Como diciendo: Aun cuando arrojas los demonios del cuerpo
de un hombre, no es prueba suficiente de la obra divina; todavía no
hemos visto algo que pueda compararse con los primitivos milagros:
Moisés pasó al pueblo de Israel por medio del mar (
Ex 12); Josué, que le sucedió, detuvo al sol en Gabaón (
Jos 10). Pero tú no nos has hecho ver nada de
esto. Al pedir, pues, milagros estupendos, daban a conocer cuáles eran
entonces sus pensamientos respecto de Jesucristo.
Notas
1.
Accaron o Eqrón: ciudad filistea.
2. O
también: señor del estiércol.
|
17-20 |
Pero Jesús, penetrando sus
pensamientos, les dijo: "Todo reino dividido en partidos contrarios,
quedará destruido; y una casa dividida en facciones camina a la ruina.
Pues si Satanás está también dividido contra sí mismo, ¿cómo ha de
subsistir su reino? ya que decís vosotros que yo lanzo los demonios
por arte de Beelzebub. Y si yo por virtud de Beelzebub lanzo los
demonios, ¿vuestros hijos por quién los lanzan? Por tanto, ellos
mismos serán vuestros jueces. Mas si con el dedo de Dios lanzo los
demonios, es evidente que el reino de Dios ha llegado ya a vosotros".
(vv. 17-20)
San Crisóstomo,
hom. 42, in Matth
Siendo inconveniente la sospecha de los
fariseos, no se atrevían a publicarla por miedo a la muchedumbre, sino
que la desenvolvían dentro de su conciencia. Por esto sigue: "El,
cuando vio los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido
contra sí mismo, será asolado".
Beda
No responde a lo que han dicho sino a lo
que piensan, para que se viesen compelidos a creer en el poder de
Aquel que veía los secretos del corazón.
Crisóstomo,
ut supra
No respondía según las Escrituras, porque
no les prestaban atención, falseándolas en su explicación, sino según
lo que generalmente sucede. Porque la casa y la ciudad, una vez
divididas, se destruyen prontamente, y lo mismo un reino que es lo que
hay de más fuerte, siendo la unión de los súbditos la que afirma los
reinos y las casas. Ahora bien, dice, si yo lanzo a los demonios por
arte del demonio, los demonios están divididos y concluye su poder.
Por esto añade: "Pues si Satanás está también dividido contra sí
mismo, ¿cómo ha de subsistir?", etc. Porque Satanás no lucha contra sí
mismo, ni hace daño a sus satélites, sino más bien afirma su reino.
Luego sólo resta decir que yo destruyo a Satanás por poder divino.
San Ambrosio
También da a conocer en esto que su reino
es indisoluble y eterno; y por tanto, a los que no esperan en
Jesucristo, sino que creen que arroja a los demonios en virtud del
príncipe de los demonios, les niega que sean de su reino eterno, lo
cual se refiere también al pueblo judío. En efecto, ¿cómo puede ser
eterno el reino de los judíos, el pueblo guardián de la ley, cuando
niega a Jesús anunciado por ella? Y así la fe del pueblo judío se
contradice; contradiciéndose se divide; dividiéndose se destruye; y
por tanto, el reino de la Iglesia subsistirá siempre, porque su fe es
indivisible y su cuerpo es uno solo.
Beda
El reino del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo tampoco está dividido, sino que está establecido con
estabilidad eterna. Renuncien, pues, los arrianos a sostener que el
Hijo es menor que el Padre, y el Espíritu Santo menor que el Hijo,
porque los que tienen el mismo reino tienen la misma majestad.
Crisóstomo,
in Matthaeum hom. 42
Esta es la primera solución, pero la
segunda (que se refiere a los discípulos) es la que da en seguida
diciendo: "Y si yo por virtud de Beelzebub lanzo los demonios:
¿vuestros hijos por quién los lanzan?". No dice mis discípulos, sino
vuestros hijos, queriendo calmar su furor.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Fueron judíos los discípulos de
Jesucristo, pues procedían de los judíos según la carne, los cuales
habían recibido de Cristo poder sobre los espíritus inmundos, y en el
nombre de Cristo libraban de ellos a los poseídos. Por tanto, cuando
vuestros hijos venzan a Satanás en mi nombre, ¿no es una gran
insensatez decir que yo tengo este poder de Beelzebub? Así vosotros
seréis condenados por la fe de vuestros hijos. De aquí sigue: "Por
esto serán ellos vuestros jueces".
Crisóstomo,
hom. 42 ut sup
Porque, puesto que hay entre vosotros
quien me obedece, claro es que condenará a los que obran en contrario.
Beda
O bien, designa como hijos de los judíos a
los exorcistas de aquella gente que arrojaban a los demonios invocando
a Dios; como diciendo: si la expulsión de los demonios en vuestros
hijos se atribuye a Dios y no a los demonios, ¿por qué cuando se trata
de mí no ha de reconocer igual causa la misma obra? Luego ellos mismos
serán vuestros jueces, no por poder sino por comparación; porque ellos
atribuyen a Dios la expulsión de los demonios y vosotros a Beelzebub,
príncipe de los demonios.
San Cirilo,
ubi sup
Luego si lo que dices tiene carácter de
calumnia, resulta que yo arrojo los demonios por medio del Espíritu de
Dios. Por esto sigue: "Mas si con el dedo de Dios lanzo los demonios,
ciertamente llegó a vosotros el reino de Dios".
San Agustín. De cons.
Evang., lib. 2, cap. 38
Lo que San Lucas llama dedo de Dios, San
Mateo llama Espíritu de Dios. Y, sin embargo, no hay en esto
disparidad; sino que más bien enseña que debemos conocer el sentido en
que debemos entender las palabras "dedo de Dios" en cualquier lugar
que las hallemos de la Sagrada Escritura.
San Agustín. De quaest.
Evang. lib. 2, q. 17
Se llama al Espíritu Santo dedo de Dios,
por la equitativa distribución de sus dones entre los hombres y los
ángeles; puesto que en ningún miembro nuestro se hace la división más
patente que en los dedos.
San Cirilo,
in Thesauro, lib. 13, cap. 2
O bien es llamado el Espíritu Santo dedo
de Dios, como el Hijo es llamado la mano y el brazo del Padre; pues el
Padre lo hace todo por El. Como el dedo no está separado de la mano
sino que está unido naturalmente a ella, así el Espíritu Santo está
unido al Hijo consustancialmente, y el Hijo todo lo hace por El.
San Ambrosio
Por la unión de nuestros miembros, además,
no puede dividirse nuestra fuerza, puesto que no puede haber división
en lo que es indivisible; y por tanto, el nombre de dedo debe
referirse a la unidad y no a la división del poder.
San Atanasio,
orat. 2, contra Arrianos
Pero ahora, en razón de su humanidad,
quiere el Señor aparecer menor al Espíritu Santo, diciendo que echa
los demonios en virtud del citado Espíritu. Con ello da a conocer que
no es suficiente la naturaleza humana para arrojar a los demonios;
solo puede en virtud del Espíritu Santo.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Por esto se dice muy oportunamente: "El
reino de Dios ha llegado a vosotros"; esto es, si yo, siendo hombre,
en virtud del Espíritu divino arrojo los demonios, la naturaleza
humana ha sido enriquecida en mí y viene el Reino de Dios.
San Juan Crisóstomo,
in Matthaeum hom. 42
Dice "sobre vosotros", para atraerlos.
Como diciendo: Si os vienen los días de la prosperidad, ¿por qué os
hastiáis de vuestros bienes?
San Ambrosio
También manifiesta el fuerte poder que hay
en el Espíritu Santo en quien está el Reino de Dios; y como el
Espíritu Santo habita en nosotros, venimos a ser real morada suya.
San Tito Bostrense,
in Matth
O bien dice: "el reino de Dios ha llegado
a vosotros", para dar a entender que ha llegado contra vosotros y no a
favor vuestro; terrible será la segunda venida de Jesucristo para los
malos cristianos.
|
21-23 |
"Cuando un hombre valiente
guarda armado la entrada de su casa, todas las cosas que posee están
seguras. Pero si otro más fuerte que él le vence, le desarmará de
todos sus arneses, en que tanto confiaba, y repartirá sus despojos.
Quien no está por mí, está contra mí; y quien no recoge conmigo,
desparrama". (vv. 21-23)
San Cirilo,
in Cat. graec. ubi sup
Como era necesario por muchas razones
rebatir las palabras de sus detractores, utiliza un ejemplo clarísimo,
por medio del cual demuestra a los que lo quieran comprender que el
príncipe de este mundo es vencido por el poder que El tiene, por eso
dice diciendo: "Cuando el fuerte armado guarda su atrio", etc.
San Juan Crisóstomo,
homil. 42, in Matth
Llama fuerte al diablo, no porque lo sea
por naturaleza, sino dando a conocer su antigua tiranía, causada por
nuestra debilidad.
San Cirilo,
in Joan, lib. 10, cap. 11
Antes de la venida del Salvador usó de
mucha violencia en el mundo robando los rebaños ajenos -esto es, los
de Dios- y conduciéndolos, por decirlo así, a su propio redil.
San Teofilacto
Sus armas son los pecados de toda clase,
en los que confía para prevalecer contra los hombres.
Beda
Llama su atrio
1 al
mundo, porque está ocupado por la malicia ( 1Jn
5,19) teniendo en él todo poder hasta la venida del Salvador, como que
descansaba en los corazones de los infieles sin contradicción ninguna,
pero fue vencido por uno más fuerte en poder, Cristo, que al liberar a
todos los hombres lo expulsó del mismo, por esto añade: "Pero si
sobreviniendo otro más fuerte que él lo venciere", etc.
San Cirilo,
ubi supra
Después que el Verbo del sumo Dios, dador
de toda fortaleza y Señor de todas las virtudes, se hizo hombre, lo
acometió y le quitó sus armas.
Beda
Sus armas son la astucia, el engaño y la
torpeza espiritual; y sus restos son los hombres engañados por él.
San Cirilo,
ubi supra
Porque los judíos que desde hacía tiempo
habían sido seducidos por él por el error y la ignorancia acerca de
Dios, han sido llamados por los Santos apóstoles hacia el anuncio de
la verdad y ofrecidos a Dios Padre por la fe que prestaban al Hijo.
San Basilio,
in Esai, 18
Distribuyó también sus restos, mostrando
el fiel amparo de los ángeles para la salud de los hombres.
Beda
Jesucristo como vencedor distribuye los
restos -lo cual es señal de triunfo-, porque conduciendo cautiva a la
cautividad, repartió sus dones a los hombres; esto es, ordenando que
unos sean apóstoles, otros evangelistas, otros profetas y otros
pastores y doctores ( Ef 4).
San Juan Crisóstomo,
hom. 42, ut sup
Después pone la cuarta solución cuando
añade: "Quien no está conmigo está contra mí". Como diciendo: yo
quiero ofrecer los hombres a Dios y Satanás todo lo contrario. ¿Cómo,
pues, el que no coopera conmigo, sino que disipa lo que es mío, puede
estar conforme conmigo para arrojar a los demonios? Prosigue: "Y el
que no recoge conmigo, desparrama".
San Cirilo,
ubi supra
Como diciendo ( Mt
12,45): Yo he venido a reunir a los hijos de Dios dispersados por el
demonio; y el mismo Satanás, como no está conmigo, procura esparcir lo
que yo he reunido y salvado. ¿Cómo, pues, ha de darme el poder el que
combate todos mis designios?
San Juan Crisóstomo,
hom. 42, ut sup
Pero si el que no coopera es adversario,
mucho más lo es el que se me opone. Me parece que en esta alegoría
alude a los judíos igualándolos con el demonio, pues ellos obraban
contra El y dispersaban a los que El congregaba.
Notas
1. Por
extensión se refiere a la casa.
|
24-26 |
"Cuando un espíritu
inmundo ha salido de un hombre, se va por lugares áridos buscando
lugar donde reposar; y cuando no le halla, dice: me volveré a mi casa
de donde salí: y cuando vuelve la halla barrida y bien adornada.
Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y
entrando en esta casa fijan en ella su morada. Con lo que el último
estado de aquel hombre es peor que el primero". (vv. 24-26)
San Cirilo in Cat. graec
Patr
Después de lo dicho manifiesta el Señor
los errores en que había caído el pueblo de los judíos respecto de
Jesucristo, diciendo: "Cuando el espíritu inmundo ha salido de un
hombre", etc. Que este ejemplo se refiere a los judíos lo expresa San
Mateo cuando dice ( Mt 12,45): "Así sucederá
a esta pésima generación": Y fue así que en todo el tiempo que habían
estado en Egipto viviendo según las leyes del país, habitó en ellos el
espíritu maligno. De él fueron librados cuando sacrificaron el cordero
que figuraba a Jesucristo y marcaron sus puertas con sangre, evitando
así su destrucción.
San Ambrosio
De este modo se compara con un solo hombre
a todo el pueblo judío, de quien había salido el demonio por la ley.
El demonio volvió al vulgo de los judíos, pues no pudo hallar reposo
entre los gentiles, cuyos corazones, habiendo sido áridos, recibieron
después por el bautismo el rocío del Espíritu y la fe de Cristo,
porque Jesucristo es como un incendio para los espíritus inmundos. Por
esto, dice: "Y cuando no le halla, dice: me volveré a mi casa de donde
salí".
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Esto es, a aquéllos de Israel que había
visto no contenían en sí nada de Dios y se hallaban como desiertos y
vacíos de El. He aquí como se expresa esto: "Y cuando vuelve la halla
barrida".
San Ambrosio
Exteriormente, pues, aparece más limpio y
adornado su cuerpo que lo que lo está interiormente su alma. No se
purificaba ni templaba su ardor con las aguas de la sagrada fuente; y
por ello el espíritu inmundo volvía a él, llevando consigo siete
espíritus peores que él. Por esto dice: "Entonces va y toma consigo
otros siete espíritus peores que él y entrando en esta casa fijan en
ella su morada". Y esto, porque con intención sacrílega falta a la
semana de la ley y al misterio del octavo día. Y así como se
multiplica para nosotros la gracia del espíritu en siete dones, así se
acumula sobre ellos todo el daño de los espíritus inmundos, pues a
veces se comprende en este número lo universal
1.
San Juan Crisóstomo,
hom. 44, in Matth
Ahora ocupan las almas de los judíos
demonios peores que los anteriores. Porque en otro tiempo maltrataban
a los profetas, pero ahora injurian al que es Señor de los profetas;
por eso sufrieron más bajo el dominio de Vespasiano y de Tito, que en
Egipto y Babilonia. Por esto sigue: "Con lo que el último estado de
aquel hombre es peor que el primero". Antes tenían la asistencia
divina y la gracia del Espíritu Santo, pero ahora están privados aún
de estos dones; por eso ahora sufren con la privación de la gracia
miserias mayores y más crueldad en la fuerza con que el enemigo los
tienta.
San Cirilo,
ubi sup
Su estado es peor que el primero, según
las palabras del apóstol ( 2Pe 2,21): "Más
les valía no haber conocido el camino de la verdad, que separarse de
él después de haberle conocido".
Beda
Esto mismo puede entenderse respecto de
los herejes, de los cismáticos y de todo mal católico, de quienes ha
salido el espíritu inmundo en el día del bautismo. Este recorre los
lugares áridos, esto es, los corazones de los fieles que están limpios
de la blandura de los pensamientos vanos; examina el astuto acechador
si puede inculcar en ellos los pasos de su iniquidad. Dice, pues: "Me
volveré a mi casa, de donde salí"; en lo cual debe temerse que nos
oprima por nuestra negligencia la culpa que creíamos extinguida en
nosotros. La encuentra barrida, esto es, limpia de la suciedad del
pecado por la gracia del bautismo; pero vacía de buenas obras. Se
entiende, en fin, por los siete espíritus malos que toma consigo,
todos los vicios; y se llaman peores porque no sólo tendrá aquellos
siete vicios que son contrarios a las siete virtudes espirituales,
sino que también fingirá tener estas virtudes por hipocresía.
San Juan Crisóstomo,
in Matthaeum hom 45
No sólo se ha dicho esto para los judíos
sino que debemos recibirlo como dicho también para nosotros. Por lo
que sigue: "Con lo que el último estado de aquel hombre es peor que el
primero";es decir, si después de haber sido iluminados y librados de
nuestras culpas pasadas, volvemos otra vez a la misma maldad, la pena
de los pecados que cometamos después será mucho mayor.
Beda
Puede también entenderse que el Señor
añadió esto para distinguir sus acciones de las de Satanás. El siempre
limpia lo que está manchado, mientras que Satanás se apresura a
manchar con mayores inmundicias lo que ha sido limpiado.
Notas
1. El
número siete se asocia con los conceptos de totalidad y plenitud.
|
27-28 |
Estando diciendo estas
cosas, he aquí que una mujer levantando la voz de en medio del pueblo,
exclamó: "Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te
alimentaron". Pero Jesús respondió: "Antes bienaventurados los que
oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica". (vv. 27-28)
Beda
Una mujer confiesa con gran fe la
encarnación del Señor, en tanto que los escribas y los fariseos lo
tientan y blasfeman. Y así dice: "Estando diciendo estas cosas, he
aquí que una mujer, levantando la voz de en medio del pueblo, exclamó:
Bienaventurado el vientre que te llevó", etc. Con cuyas palabras
confundió la calumnia de los personajes que estaban presentes y la
perfidia de los futuros herejes. Porque así como entonces los judíos
negaban al verdadero Hijo de Dios, blasfemando de las obras del
Espíritu Santo; así después los herejes no quisieron confesar al
verdadero Hijo del hombre, consustancial al Padre, negando que María
siempre Virgen, por la cooperación de la virtud del Espíritu Santo,
hubiese provisto la materia de la carne al Unigénito de Dios que había
de nacer. Pero si se dice que la carne del Verbo de Dios, nacido según
la carne, es extraña a la de la Virgen Madre, habría que decir que no
hay razón para beatificar el vientre que lo había llevado y los pechos
que le habían alimentado. ¿Cómo podía decirse que había sido
alimentado con la leche de la Virgen si se niega que lo haya concebido
en su seno, siendo así que, según los físicos, uno y otro proceden de
un mismo origen? Y no sólo Ella que mereció engendrar corporalmente al
Verbo de Dios, sino que asegura que son bienaventurados también todos
lo que procuran concebir, dar a luz y como dar de lactar
espiritualmente al mismo Verbo por la fe y la práctica de las buenas
obras, tanto en su corazón como en el de sus prójimos. Sigue pues:
"Pero Jesús respondió: Antes bienaventurados los que oyen la palabra
de Dios", etc.
San Juan Crisóstomo in
Matthaeun hom. 45
Esta contestación no la dio el Salvador
menospreciando a su Madre, sino manifestando que de nada le hubiese
aprovechado el haberle dado a luz si después no hubiera sido buena y
fiel. Además, si Jesús, que nació de María, no la hubiese beneficiado
con las virtudes de su alma, con mucha más razón puede decirse que no
nos valdrá el tener un padre o un hermano o un hijo virtuoso, si
nosotros carecemos de su virtud.
Beda
La misma Madre de Dios es bienaventurada
ciertamente porque fue el instrumento temporal de la encarnación del
Verbo; pero también lo fue por haber sido su amorosa y constante
guarda. Con esta sentencia, pues, hiere a los sabios judíos, que no
solamente se negaban a oír y a guardar la Palabra de Dios, sino que
también buscaban ocasión para negarlo y blasfemarlo.
|
29-32 |
Como las gentes acudiesen
a oirle, comenzó a decir: "Esta generación es una raza perversa: pide
un prodigio, y no se le dará otro prodigio que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás fue una señal para los de Nínive, así el Hijo
del hombre lo será para los de esta generación. La reina del Mediodía
se levantará el día del juicio contra los hombres de esta nación y los
condenará: porque vino del cabo del mundo a oír la sabiduría de
Salomón, y veis aquí uno superior a Salomón. Los habitantes de Nínive
se levantarán también el día del juicio contra esta generación, y la
condenarán; por cuanto ellos hicieron penitencia por la predicación de
Jonás; y he aquí más uno que es superior a Jonás". (vv. 29-32)
Beda
El Señor había sido provocado de dos
maneras: unos lo calumniaban diciendo que arrojaba los demonios en
nombre de Beelzebub, a quienes contestó como queda dicho; y otros lo
tentaban pidiéndole un prodigio del cielo, a quienes ahora empieza a
contestar. Por esto sigue: "Como las gentes acudiesen a oírle comenzó
a decir: Esta raza de hombres es una raza perversa", etc.
San Ambrosio
Para que conozcamos que cuando empieza a
descomponerse el pueblo de la sinagoga empieza a ensalzarse la
santidad de la Iglesia. Así como Jonás fue un prodigio para los
ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para los judíos. Por esto
añade: "Piden un prodigio y no se les dará otro prodigio que el del
profeta Jonás".
San Basilio,
in Cat. graec. Patr
Un signo es una cosa sensible que contiene
en sí la declaración de alguna cosa oculta; así el signo o el prodigio
de Jonás representa el descenso de Jesucristo a los infiernos, su
ascensión y su resurrección de entre los muertos. Por esto dice:
"Porque así como Jonás fue un prodigio para los de Nínive, así el Hijo
del hombre lo será para los de esta generación".
Beda
Les da un signo, no del cielo, porque eran
indignos de verlo, sino de lo profundo del infierno. Es decir, les da
la señal de su encarnación, no de su divinidad; de su pasión, no de su
glorificación.
San Ambrosio
El prodigio de Jonás fue una figura de la
pasión del Señor y a la vez una manifestación de los graves pecados
que los judíos cometieron; en ello podemos advertir juntamente el
oráculo de la majestad y el indicio de la piedad. Porque con el
ejemplo de los ninivitas se anuncia el suplicio y se demuestra el
remedio; de allí que los judíos no deben desconfiar de obtener el
perdón, si quieren hacer penitencia.
Teófil. super Nisi Ionae
prophetae
Pero Jonás, después que salió del vientre
de la ballena, convirtió a los ninivitas con su predicación; mas la
raza de los judíos no creyó en Jesucristo resucitado, de donde resultó
su condenación; y de esta ofrece un doble ejemplo cuando dice: "La
reina del Mediodía se levantará el día del juicio contra los hombres
de esta generación, y los condenará".
Beda
No precisamente por el poder del juicio,
sino por la comparación de sus hechos, que fueron mejores. Y prosigue:
"Porque vino del cabo del mundo a oír la sabiduría de Salomón, y veis
aquí uno superior a Salomón". La palabra aquí significa que entre
ellos se hallaba quien era incomparablemente superior a Salomón.
San Cirilo
No dijo, pues, yo soy mejor que Salomón,
para enseñarnos a ser humildes, aún cuando estemos colmados de gracias
espirituales. Como diciendo: Vino con presteza una mujer extranjera a
oír a Salomón; y recorrió tan largo camino para conocer los seres
visibles y las propiedades de las plantas. Pero vosotros cuando oís
hablar de las cosas invisibles y celestiales a la misma Sabiduría que
os enseña, prescindís de que prueba cuanto dice con señales y con
obras y, así, os rebeláis contra sus palabras y no os hacen mella sus
milagros.
Beda
Si la reina del Mediodía
1 que
no se duda fuese elegida, se levantará en juicio contra los réprobos,
es evidente que no habrá para todos los mortales (tanto los buenos
como los malos) más que una resurrección. Y esto no mil años antes del
día del juicio, según las fábulas de los judíos, sino en el mismo día
del juicio.
San Ambrosio
Por tanto, también al condenar al pueblo
de los judíos se expresa claramente el misterio de la Iglesia, la que,
como la reina del Mediodía, se reúne de todos los confines del mundo
para aprender la sabiduría y oír las palabras del pacífico Salomón.
Verdaderamente reina, cuyo reino, formando un solo cuerpo de pueblos
diversos y distantes entre sí, es indivisdible.
San Gregorio Niceno,
hom. 7, in Cant. 1
Así como aquella reina era de Etiopía,
país lejano, así la Iglesia de los gentiles en un principio era negra
y distaba mucho de conocer al verdadero Dios. Pero cuando apareció el
pacífico Jesucristo, en medio de la ceguera de los judíos, se
aproximan los gentiles y le ofrecen los aromas de su piedad, el oro
del divino conocimiento y las piedras preciosas de la obediencia de
sus preceptos.
Teófil super Regina
Austri
El viento del Mediodía es alabado en la
Escritura como cálido y vivificador, por lo que el alma que reina en
él -esto es, en la vida espiritual- viene a oír -esto es, se eleva a
contemplar- la sabiduría del pacífico rey Salomón, que es el Señor
nuestro Dios. A El no llegará ninguno si no reina por una buena vida.
También pone a continuación el ejemplo de los ninivitas, diciendo:
"Los habitantes de Nínive comparecerán también en el día del juicio
contra esta generación, y la condenarán".
Crisóstomo,
super Matthaeum op. imperf., hom. 44
El juicio de condenación se hace con los
semejantes o con los desemejantes. Con los semejantes como en la
parábola de las diez vírgenes. Y con los desemejantes, como cuando los
ninivitas condenan a aquellos que eran del tiempo de Jesucristo, para
que su condenación se haga más evidente. Esto es así porque aquéllos
son bárbaros y éstos judíos; éstos están instruidos por los
testimonios de los profetas y aquéllos nunca oyeron la palabra divina;
allí fue el siervo y aquí el Señor; aquél predicaba la destrucción y
éste anunciaba el Reino de los Cielos. Por tanto, es evidente para
todos que los judíos eran los que más bien debían creer; pero sucedió
lo contrario. Por lo que añade: "Por cuanto ellos hicieron penitencia
a la predicación de Jonás, y he aquí uno que es superior a Jonás".
San Ambrosio
Según este misterio, la Iglesia consta de
dos partes: unos son los que no conocen el pecar, lo que es propio de
la reina del Mediodía; otros los que dejan de pecar, lo que
corresponde a los ninivitas que hacen penitencia. La penitencia borra
el pecado y la sabiduría lo evita.
San Agustín,
De cons. Evang., lib. 2, cap. 39
Esto lo refiere San Lucas en el mismo
lugar que San Mateo, pero en un orden algo diferente. Sin embargo,
¿quién no considerará superfluo inquirir el orden con que dijo esto el
Señor, cuando por la incontestable autoridad de los evangelistas debe
constarnos que no hay engaño en la alteración del orden de este
relato, siendo el mismo hecho, refiérase antes o después?
Notas
1.
Mediodía o sur es lo
mismo. Se refiere a la reina de Saba (reino al sur de Arabia) que
visitó a Salomón -según 1Rey 10, 1-13-
motivada por la fama de su gran sabiduría.
|
33-36 |
"Ninguno enciende una
antorcha para ponerla en un lugar escondido, ni debajo de un celemín,
sino sobre un candelero, para que los que entran vean la luz. La
antorcha de tu cuerpo son tus ojos. Si tu ojo estuviera puro, todo tu
cuerpo será resplandeciente; mas si estuviera dañado, también tu
cuerpo estará lleno de tinieblas. Cuida, pues, que la luz que hay en
ti no se convierta en tinieblas. Porque si tu cuerpo estuviere todo
iluminado, sin tener parte alguna oscura, todo él será luminoso, y te
alumbrará como una antorcha refulgente". (vv. 33-36)
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
Decían los judíos que el Señor hacía
milagros, no para que se creyese en El, sino para obtener los aplausos
de los espectadores y para tener muchos seguidores. Rechaza, pues,
esta calumnia presentando el ejemplo de la antorcha, cuando dice:
"Ninguno enciende una antorcha para ponerla en un lugar escondido, ni
debajo de un celemín; sino sobre un candelero", etc.
Beda
El Señor habla aquí de sí mismo,
manifestando que aunque antes había dicho que no se daría señal alguna
a aquella raza sino la de Jonás, no por esto quiere ocultar la
claridad de su luz a los fieles. El mismo encendió la antorcha que
llenó con la llama de su divinidad la naturaleza humana. No la quiso
ocultar a los creyentes, ni ponerla debajo del celemín -esto es,
dentro de la medida de la ley o dentro de los términos o fronteras de
la sola nación judaica-, sino que la colocó sobre el candelero -esto
es, sobre la Iglesia-. De esta manera ha hecho resplandecer en
nuestras inteligencias la fe de su encarnación, para que los que
quieran entrar con fe en la Iglesia puedan ver claramente la luz de la
verdad. Por último, mandó que no sólo fuesen puras nuestras acciones,
sino que purificáramos y castigáramos los pensamientos y las
intenciones mismas del corazón; por ello dice: "La antorcha de tu
cuerpo es tu ojo".
San Ambrosio
O la antorcha es la fe, según lo escrito (
Sal 118,105): "La antorcha que guía mis
pasos, Señor, es tu palabra"; porque la palabra de Dios es nuestra fe.
Pero la antorcha no puede lucir si no recibe la luz de otra parte; por
tanto, las facultades de nuestra alma y de nuestra inteligencia son
iluminadas para que podamos encontrar la moneda que se perdió. Así que
ninguno debe reducir su fe a la ley; porque la ley tiene su medida y
la gracia no tiene ninguna; la ley oscurece, la gracia ilustra.
Teófil
O de otro modo: Los judíos, por la malicia
que encerraban en su corazón, censuraban al Señor viendo sus milagros.
Por ello el Señor dice que recibiendo la luz de Dios (esto es, la
inteligencia), cegados por la envidia no conocían los milagros ni los
beneficios. Todos hemos recibido del Señor la inteligencia para
ponerla sobre el candelero, a fin de que los que entran vean la luz.
El sabio ha entrado ya ciertamente, pero el que aprende está todavía
en el camino. Como diciendo a los fariseos: Conviene que vosotros
uséis de vuestra inteligencia para conocer los milagros y que
expliquéis a los demás que lo que veis son obras del Hijo de Dios, y
no de Beelzebub. Y en este sentido añade: "La antorcha de tu cuerpo es
tu ojo".
Orígenes,
in Cat. graec. Patr
Toda el alma es ilustrada por la
inteligencia. Por eso llama ojo, con mucha propiedad, a nuestra
inteligencia; y llama metafóricamente cuerpo a nuestra alma, que es
incorpórea.
Teófil
Así como por la luz de los ojos brilla
todo el cuerpo y se halla sumido en tinieblas en el caso contrario,
así también sucede con el entendimiento respecto del alma por lo cual
dice: "Si tu ojo estuviera puro, todo tu cuerpo será alumbrado; mas si
estuviere dañado también tu cuerpo estará lleno de tinieblas".
Orígenes,
ut sup
Porque el entendimiento desde su
principio, consiste en sólo el estudio de la sencillez, no teniendo
ninguna doblez, ni engaño, ni división en sí.
Crisóstomo,
hom. 21, in Matth
Por tanto, si corrompemos nuestro
entendimiento, que es el que puede contener nuestras pasiones, herimos
toda nuestra alma y padecemos terrible oscuridad por la corrupción de
nuestro entendimiento obcecado. Por esto añade: "Cuida, pues, que la
luz que hay en ti no se convierta en tinieblas". Aunque tienen su
principio dentro de nosotros mismos, llama sensibles a estas tinieblas
que llevamos a cada paso con nosotros cuando se extingue la luz de los
ojos de nuestra alma; y añade acerca del poder de esta luz lo que
sigue: "Porque si tu cuerpo estuviere todo iluminado", etc.
Orígenes,
ut sup
Esto es, si tu cuerpo sensible se hace
resplandeciente, una vez iluminado por la antorcha, de tal modo que no
quede en ti miembro ninguno oscurecido, con mucha más razón, cuando no
pecas, resplandecerá todo tu cuerpo espiritual, de modo que su
resplandor podrá compararse a una antorcha brillante; y la luz del
cuerpo, antes oscuro, se dirigirá a donde quiera el entendimiento.
San Gregorio Nacianceno,
epist. 22
O de otro modo; la antorcha o el ojo de la
Iglesia es su prelado. Es necesario, pues, que así como el cuerpo se
guía bien por el ojo perfectamente sano y es mal guiado cuando lo
tiene enfermo, así también hace naufragio o se salva la Iglesia según
el pontífice que la gobierna.
San Gregorio moralium
28, 13 vel 6, super Iob 38,5
Con el nombre de cuerpo se entiende toda
acción que sigue su intención como un ojo vigilante. Por esto dice:
"La antorcha de tu cuerpo es tu ojo"; porque por el resplandor de la
buena intención se ilustran los méritos de la acción. "Si tu ojo fuere
sencillo, todo tu cuerpo será alumbrado". Porque si miramos rectamente
y con pensamiento sencillo, haremos una buena obra aun cuando parezca
que no lo es tanto. "Mas si fuere malo, también tu cuerpo estará lleno
de tinieblas". Porque cuando se hace alguna cosa buena con mala
intención, aun cuando se vea que brilla delante de los hombres, se
oscurecerá sin embargo ante el tribunal de la conciencia. Por lo que
añade con mucha oportunidad: "Cuida, pues, que la luz que hay en ti no
se convierta en tinieblas". Porque si lo que creemos que hemos hecho
bien lo oscurecemos con la mala intención, mucho peor será lo que
sabemos que es malo en el momento de hacerlo.
Beda
Cuando añade, pues: "Porque si tu cuerpo",
etc. Llama cuerpo al conjunto de todas nuestras acciones. Porque si
haces una obra buena con buena intención no teniendo en tu conciencia
ningún pensamiento tenebroso, aun cuando alguno de tus prójimos sufra
daño por tu buena acción, tú, sin embargo, en virtud de la rectitud de
tu corazón, recibirás gracia aquí, y gloria de luz en la otra vida. Lo
que da a conocer cuando añade: "Y te alumbrará como una antorcha
luciente". Todo esto se dijo en contra de la hipocresía de los
fariseos que pedían capciosamente una señal.
|
37-44 |
Así que acabo de hablar,
un fariseo le convidó a comer en su casa; y entrando Jesús en ella,
púsose a la mesa. Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo,
comenzó a decir: "¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?" Y el
Señor dijo: "Vosotros, oh fariseos, limpiáis el exterior de las copas
y de los platos: mas el interior de vuestro corazón está lleno de
rapiña y de maldad. ¡Necios! ¿No sabéis que el hizo lo de fuera hizo
también lo de dentro? Sobre todo, dad limosna de lo vuestro que os
sobra y todas las cosas estarán limpias en orden a vosotros. Mas ¡ay
de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena y de la
ruda, y de toda hortaliza, y no hacéis caso de la justicia y del amor
de Dios! Estas son las cosas que debíais practicar sin omitir
aquéllas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos
de las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, que sois
como los sepulcros, que están encubiertos, y que son desconocidos de
los hombres que pasan por encima de ellos". (vv. 37-44)
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
El fariseo, a pesar de su tenacidad, llamó
al Señor a su propia casa; por esto dice: "Y cuando estaba hablando,
le rogó un fariseo que fuese a comer con él".
Beda
San Lucas no dice: "Y cuando decía estas
cosas", para dar a entender que no fue inmediatamente después de decir
lo que había narrado antes, sino que pasaron algunos momentos antes
que el fariseo le rogase fuese a comer con él.
San Agustín,
De cons. Evang. lib. 2, cap. 26
San Lucas, en efecto, difiere en este
relato de San Mateo acerca del lugar en donde los dos refieren lo que
dijo de la señal de Jonás, de la reina del Mediodía y del espíritu
inmundo. Después de este discurso, dice San Mateo (
Mt 12,46): "Todavía estaba hablando a las turbas, cuando su
madre y sus hermanos llegaron a la puerta deseando hablar al Señor";
pero San Lucas se separa en este discurso del orden que había seguido
con San Mateo, recordando algunas palabras del Señor que San Mateo no
había referido.
Beda
Y así, cuando le anunciaron que estaban
fuera su madre y sus hermanos, y dice: ( Mt
12,50) "El que hiciere la voluntad del Señor, ese es mi hermano y mi
hermana y mi madre"; es de suponer que había entrado ya al convite por
el ruego del fariseo.
San Cirilo,
ubi sup
Pero el mismo Jesucristo, que conocía la
malicia de estos fariseos, condescendió con ellos para ganarlos, a
semejanza de los buenos médicos, que prodigan sus remedios a los
enfermos más graves. Por esto sigue: "Y habiendo entrado, se sentó a
la mesa". Dio ocasión a las palabras de Jesucristo el indócil fariseo,
que se escandalizó, porque creyendo que era justo y profeta, no
actuaba conforme a la irracional costumbre de su pueblo; por lo cual,
sigue: "Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a
decir: ¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?".
San Agustín. De verb. Dom., serm. 30.
Los fariseos acostumbraban a lavarse con
agua todos los días antes de comer, como si esto pudiera purificar su
corazón. Así pensó, pues, el fariseo, pero no dijo nada. Sin embargo,
lo oyó quien veía el interior del corazón. Por esto dice: "Y el Señor
le dijo: Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y
del plato: mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad".
San Cirilo,
ubi sup
Podía el Señor haber usado de otras
palabras para amonestar a aquel mal fariseo; pero aprovechó la ocasión
y formó su argumento de lo que tenía más a la mano. Así que, como
estaban en la mesa y durante la comida, toma por ejemplo la copa y el
plato. Y enseña que así como los vasos que se presentan en la mesa,
deben estar limpios de toda suciedad exterior, así todos los que
sirven al Señor sinceramente deben estar lavados y limpios, no sólo de
la impureza del cuerpo, sino de la que está oculta en lo interior del
alma.
San Ambrosio
Aquí nuestros cuerpos son comparados con
las cosas terrenas y frágiles, que al menor golpe se quiebran. Lo que
está en lo interior del alma se revela fácilmente por medio de los
sentidos y los movimientos del cuerpo, del mismo modo que se ve por
fuera lo que una copa contiene. Por tanto no cabe duda de que con la
palabra copa se da a conocer las pasiones del cuerpo. Observemos que
no es lo exterior de esta copa y de este plato lo que nos mancha, sino
lo interior, porque dijo el Señor: "Mas vuestro interior está lleno de
rapiña y de maldad".
San Agustín. De verb.
Dom. serm. 38
¿Cómo no perdonó a aquel hombre que le
había convidado? Pero fue más indulgente reprendiéndolo para
perdonarlo en su tribunal justiciero. Después nos da a conocer que el
bautismo, que se recibe una sola vez, limpia por la fe. Esta fe está
en lo interior, no en lo exterior; y como los fariseos la
menospreciaban lavando lo de fuera, quedaban muy manchados
interiormente,. Es lo que condenaba el Señor, diciendo: "¡Necios! ¿No
sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro?"
Beda
Como diciendo: El que hizo las dos
dimensiones del hombre desea que ambas estén limpias. Lo cual es
contrario a los maniqueos, que dicen que Dios sólo ha creado el alma,
pero que la carne ha sido creada por el diablo. Esto también se opone
a los que detestan como muy graves los pecados corporales (como son la
fornicación, el hurto y otros semejantes) y consideran leves los
espirituales, que condena no menos el Apóstol ( Gal
5).
San Ambrosio
El Señor, como buen maestro, nos enseña de
qué modo debemos limpiar la impureza de nuestro cuerpo, diciendo:
"Esto no obstante, lo que resta, dad limosna: y todas las cosas os son
limpias". Ve aquí cuántos remedios. La misericordia nos purifica, la
palabra de Dios nos purifica, según lo que está escrito (
Jn 15,3): "Ya habéis quedado limpios por la
palabra que os he dicho".
San Agustín,
De eleemosyna
El misericordioso aconseja que se ejercite
la misericordia. Y, como desea preservar a todos los que ha redimido a
tan gran precio, enseña que pueden purificarse de nuevo los que se han
manchado después de la gracia del bautismo.
Chris., in Cat. graec. Patr., ex-homiliis
in Joannem.
Dice, pues: Dad limosna, no injusticia;
porque hay limosna que carece de toda injusticia. Esta lo limpia todo
y es mejor que el ayuno, más difícil, pero menos meritorio. Pues la
limosna es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y
hermosa. El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a
abandonar el pecado. Porque así como el médico que cura con frecuencia
a los heridos, se compadece fácilmente reconociendo su propia
fragilidad, y por los sufrimientos ajenos, así nosotros, si nos
ocupamos en socorrer a los necesitados, menospreciaremos fácilmente lo
presente, y nos elevaremos hasta el cielo. No es pequeño el remedio de
la limosna, puesto que puede aplicarse a todas las heridas.
Beda.
Dice: "lo que resta", esto es, lo que no
es necesario para comer y vestir. Porque no manda que se haga la
limosna de modo que tú mismo te reduzcas a la indigencia, sino que,
satisfechas las necesidades de tu cuerpo, des al pobre todo cuanto
puedas. También puede entenderse de este modo: Lo que resta, esto es,
el solo remedio que queda a los que andan preocupados por sus muchas
maldades es dar limosna. Esta palabra se refiere a todas las obras de
misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que
tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que
perdona a quien le falta y ruega por él, y el que corrige a otro
castigándolo con alguna pena para que se enmiende.
Teófil.
O bien dice: "Lo que sobra"; porque las
riquezas dominan al corazón ambicioso.
San Ambrosio.
Todo este magnífico pasaje tiene por
objeto invitarnos a que nos hagamos sencillos, condenando las cosas
superfluas y terrenas de los judíos. Con todo El les ofrece el perdón
de sus pecados si ejercen la misericordia.
San Agustín. De verb. Dom., serm. 30.
Pero, si no pueden quedar limpios sino
aquellos que creen en el que purifica el corazón por la fe, ¿cómo es
que dice el Señor: "Dad limosna y todas las cosas os son limpias"?
Veamos si El mismo lo explica: los fariseos separaban la décima parte
de todos sus frutos y daban limosnas, lo que no hacen todos los
cristianos; por tanto se burlaron del Salvador porque les hablaba como
a hombres que no daban limosnas. Conociendo esto el Salvador, añade:
"Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena
y de la ruda, y de toda clase de hortalizas, y no hacéis caso de la
justicia y del amor de Dios!". Esto no es dar limosna. El hacer
limosna consiste en tener caridad; si comprendes esto comienza por ti
mismo. ¿Cómo te compadecerás de otro, si eres cruel para contigo? Oye
lo que dice la Sagrada Escritura ( Ecl
30,24): "Compadécete de tu alma, agradando al Señor". Fija los ojos en
tu conciencia, tú que vives mal o como infiel, y en ella encontrarás
tu alma mendigando o acaso enmudecida por la necesidad. Da limosna a
tu alma por medio del juicio y de la caridad. ¿Qué es el juicio? El
disgusto de ti mismo; ¿qué es la caridad? Amar a Dios y amar al
prójimo. Si dejas de hacer esta limosna, por mucha caridad que tengas,
nada harás cuando nada haces por ti mismo.
San Cirilo.
O bien dice esto para reprender a los
fariseos, porque mandaban observar a los hombres que les estaban
sometidos aquellos preceptos, solamente que eran para ellos motivo de
mayores rendimientos. De aquí que no perdonaban ni la más pequeña
parte de las hortalizas, mientras no se ocupaban de exhortar a la
caridad hacia Dios y descuidaban la justa censura del juicio.
Teofilacto.
Y como ellos despreciaban a Dios tratando
con indiferencia las cosas sagradas, les mandó amar a Dios. Y por el
juicio les insinúa el amor del prójimo; porque si alguno juzga bien a
su prójimo es porque lo ama.
San Ambrosio.
O bien porque no hacen ningún caso del
juicio ni del amor de Dios; del primero porque no lo ponen como punto
de mira en su conducta, y de la caridad porque no aman a Dios de
corazón. Y con el fin de que no nos perdamos fijando nuestra atención
en la fe y abandonando las buenas obras, resume en breves palabras la
perfección del hombre fiel, para que éste merezca ser aprobado por su
fe y por sus buenas obras, diciendo: "Estas son las cosas que debíais
practicar sin omitir aquéllas".
Crisóstomo,
homil. 74, in Matth
Cuando habla de la purificación de los
judíos, la omite enteramente; pero porque el diezmo es una especie de
limosna y todavía no era tiempo de concluir terminantemente con las
ceremonias legales, dice: "Estas son las cosas que debíais practicar".
San Ambrosio
También reprende la soberbia y el orgullo
de los judíos, porque deseaban ocupar los primeros puestos. Sigue,
pues: "¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos",
etc.
San Cirilo,
ubi sup
Reprendiéndolos por estas cosas, nos
invita a ser mejores. Quiere curarnos de la ambición y que no
busquemos la apariencia -que es lo que hacían los fariseos-, sino la
realidad. Y es así que el ser saludados por otros y presidirlos no
demuestra que seamos verdaderamente dignos de ello. A muchos les
sucede esto aun cuando no sean buenos, por lo cual añade: "Ay de
vosotros, que sois como los sepulcros que no parecen", porque,
queriendo ser saludados por los hombres y presidirlos para gozar de
grande estima, no difieren de sepulcros encubiertos que aparecen
exteriormente con ricos ornatos, mientras que interiormente están
llenos de podredumbre.
San Ambrosio
Y como los sepulcros, que están
encubiertos, disimulan lo que son, engañan la vista de los que pasan
por encima. Por lo cual dice: "Y que son desconocidos de los hombres
que pasan por encima de ellos"; esto es, que en tanto que
exteriormente aparecen magníficos, interiormente están llenos de
corrupción.
Crisóstomo in Matthaeum
hom. 74
No debe llamar la atención, sin embargo,
el que los fariseos fueran así. Pero si nosotros, considerados como
dignos de ser templos de Dios, nos convertimos repentinamente en
sepulcros que sólo encierren podredumbre, será el extremo de la
desgracia.
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr. et contra Julianum
Dice aquí el apóstata Juliano que debe
huirse de los sepulcros, que el mismo Jesucristo llamó inmundos; pero
esto lo dice ignorando el sentido de las palabras del Salvador. No
mandó huir de los sepulcros, sino que comparó con ellos al pueblo
hipócrita de los fariseos.
|
45-54 |
Entonces uno de los
doctores de la ley, le dijo: "Maestro, hablando así, nos afrentas
también a nosotros". Y El dijo: "¡Ay de vosotros igualmente, doctores
de la ley, porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar,
y vosotros ni aun con la punta del dedo las tocáis! ¡Ay de vosotros
que fabricáis mausoleos a los profetas después que vuestros mismos
padres los mataron! Verdaderamente dais a conocer que aprobáis los
atentados de vuestros padres porque ellos en verdad los mataron, mas
vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo también la sabiduría de
Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán
a otros; para que a esta nación se le pida cuenta de la sangre de
todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del mundo:
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías que pereció entre
el altar y el templo. Sí, os lo digo, que a esta raza de hombres se le
pedirá de ello cuenta. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os
alzasteis con la llave de la ciencia! Vosotros mismos no habéis
entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido".
Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley
comenzaron a contradecirle porfiadamente y a pretender taparle la boca
de muchas maneras, armándole asechanzas y tirando a sonsacarle alguna
palabra de que poder acusarle. (vv. 45-54)
San Cirilo,
in Cat. graec. Patr
La reprensión, que hace obrar mejor a los
humildes, suele ser intolerable para los hombres soberbios. Por lo que
cuando el Salvador reprendía a los fariseos, que se separaban del
verdadero camino, se ofendía por ello la turba de los doctores de la
ley. Por esto dice: "Entonces uno de los doctores de la ley, le dijo:
Hablando así, nos afrentas también a nosotros".
Beda
Cuán miserable es la conciencia de
aquellos que se creen ofendidos oyendo la palabra de Dios, y
recordando la pena de los malvados se cree siempre condenada.
Teófil
Los doctores de la ley eran diferentes de
los fariseos, porque éstos, separándose de los demás, aparecían como
religiosos; pero los doctores de la ley eran los escribas y los sabios
que resolvían las cuestiones de la misma.
San Cirilo,
ubi sup
Jesucristo devuelve a los doctores de la
ley su invectiva y humilla su vana arrogancia. Por esto sigue: "Y El
dijo: ¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley, porque echáis a
los hombres!", etc. Usa de un ejemplo evidente para confundirlos. La
ley era pesada para los judíos, como confiesan los discípulos del
Salvador; pero los doctores de la ley, reuniendo como en un haz los
preceptos de la ley, los imponían sobre sus súbditos y no se cuidaban
de trabajar.
Teófil
Siempre que un doctor hace lo que enseña,
alivia la carga, ofreciéndose como ejemplo; pero cuando nada hace de
aquello que enseña, entonces parece pesada la carga a los que reciben
su enseñanza, puesto que ni el doctor mismo puede soportarla.
Beda
Se les decía con razón que no tocaban ni
con el dedo la carga de la ley; esto es, que no la cumplían en lo más
mínimo, puesto que, contra la costumbre de sus mayores, presumían que
la cumplían y la hacían cumplir sin la fe y la gracia de Cristo.
San Gregorio Niceno,
in Cat. graec. Patr
Tales son también muchos jueces: severos
con los que pecan e indulgentes consigo mismos; legisladores
intolerables y débiles observantes de las leyes; no quieren observar
una vida honesta ni acercarse a ella y exigen a sus subordinados que
la observen con todo rigor.
San Cirilo,
ubi sup
Después que reprendió las duras prácticas
de los doctores de la ley, dirige sus cargos contra todos los
príncipes de los judíos, diciéndoles: "¡Ay de vosotros que fabricáis
mausoleos a los profetas, después que vuestros mismos padres los
mataron!"
San Ambrosio
Este pasaje es muy oportuno contra la muy
vana superstición de los judíos, que, fabricando sepulcros a los
profetas, condenaban las acciones de sus padres; y sin embargo,
imitando los pecados de sus padres, atraían sobre sí su condenación.
Aquí no reprende la edificación, sino la emulación del crimen. Por
esto añade: "Verdaderamente dais a entender que aprobáis", etc.
Beda
Fingían, en efecto, para captarse el amor
del pueblo, que miraban con horror la perfidia de sus padres,
adornando con magnificencia los sepulcros de los profetas que ellos
habían muerto; pero en esto mismo manifiestan cuánto consentían en la
iniquidad de sus padres, injuriando al Señor anunciado por los
profetas. Por lo cual dice: "Por eso dijo también la sabiduría de
Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán
a otros".
San Ambrosio
La sabiduría de Dios es Jesucristo. En
fin, leemos en San Mateo ( Mt 23,34): "He
aquí que yo os envío profetas y sabios".
Beda
Si, pues, la misma sabiduría de Dios es la
que ha enviado profetas y apóstoles, dejen de sostener los herejes que
Jesucristo tiene su principio en la Virgen, y que uno es el Dios de la
ley y los profetas y otro distinto el del Nuevo Testamento. Aunque
también muchas veces los apóstoles llaman profetas en sus escritos no
sólo a los que anuncian la futura encarnación de Jesucristo, sino a
los que predicen las futuras alegrías del reino de los cielos. Pero de
ningún modo creo que éstos deban ser considerados de rango superior a
los apóstoles.
San Atanasio,
in Apolog. 1. De fuga sua
Si los matan, pues, su muerte clamará más
alto contra ellos; y si los persiguen, darán testimonio de iniquidad.
Porque la huida de los que sufren persecución redunda en mayor culpa
de los perseguidores, no habiendo quien huya del que es piadoso y
bondadoso, sino del que es cruel y tiene costumbres depravadas. Por
esto sigue: "Para que a esta generación se le pida cuenta de la sangre
de todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del
mundo".
Beda
Se pregunta ¿por qué razón se exige de
esta generación de judíos la sangre de todos los profetas y de los
justos, siendo así que muchos de los santos -antes y después de la
encarnación- habían sido muertos por otras naciones? Pero es costumbre
en las Sagradas Escrituras el dividir a los hombres en dos
generaciones, la de los buenos y la de los malos.
San Cirilo,
ubi sup
Aunque dice terminantemente a esta
generación, no se refiere sólo a los que están presentes y lo oyen,
sino a todos los homicidas; puesto que comprende a todos los que son
semejantes.
Crisóstomo,
homil. 75, in Matth
Además, si anuncia que los judíos habían
de sufrir mayores males, no lo dice sin motivo. Ellos se atrevieron a
cometer mayores crímenes que los demás y nunca fueron castigados por
eso; y cuando vieron que otros que pecaban eran castigados, no por
esto fueron mejores sino que cometieron iguales crímenes. Sin embargo,
eso no quiere decir que paguen ellos las culpas cometidas por otros
pueblos.
Teófil
Manifiesta el Señor que los judíos son los
herederos de la malicia de Caín, porque añade: "Desde la sangre de
Abel hasta la sangre de Zacarías", etc. Abel fue muerto por Caín. En
cuanto a Zacarías, que mataron entre el altar y el templo, dicen que
era el antiguo Zacarías, hijo del sacerdote Yoyadá
1.
Beda
No es de admirar que desde la sangre de
Abel, que fue el primero que sufrió el martirio, les exija su
responsabilidad. Pero ¿por qué dice hasta la sangre de Zacarías,
siendo así que muchos fueron muertos después de él hasta el nacimiento
de Jesucristo, y aun en este mismo tiempo fueron degollados muchos
inocentes? Quizá porque Abel fue pastor de ovejas y Zacarías
sacerdote, habiendo sido muerto el primero en el campo y el segundo en
el atrio del templo, representando con sus nombres los dos órdenes de
mártires: el de los seglares y el de los sacerdotes.
San Gregorio Niceno.
Orat. in diem natalem Christi
Dicen algunos que Zacarías, padre de Juan
Bautista
2,
deduciendo el misterio de la virginidad intacta de la Madre de Dios
por el espíritu de profecía, no la excluyó del lugar del templo
destinado a las vírgenes, para dar a entender que este nacimiento
especial, estaba sometido al poder del que hizo todas las cosas y que
en nada se opone a la virtud del celibato. Este lugar, situado entre
el altar y el templo, era en donde estaba el altar de bronce, que fue
donde mataron a Zacarías. Dicen también que habiendo oído que iba a
venir el Rey del mundo, impulsados por el temor de la servidumbre
acometieron con toda premeditación al que anunciaba su nacimiento, e
inmolaron al sacerdote en el templo.
Graec., vel Geometer,
in Cat. graec. Patr
Algunos dicen que fue otra la causa de la
muerte de San Zacarías. Como habían sido degollados los inocentes
debía también morir Juan Bautista con sus coetáneos; pero Isabel,
sacando a su hijo de en medio de la matanza, huyó al desierto. De allí
que, no habiendo encontrado los soldados de Herodes a Isabel y a su
hijo, volvieron sus iras contra Zacarías, matándolo cuando prestaba
sus servicios en el templo. Prosigue: "¡Ay de vosotros, doctores de la
ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia!"
San Basilio,
in Esaiam, visione 1
Esta frase "¡ay de vosotros!", que sólo se
profiere en las grandes aflicciones, convenía en efecto a aquellos
que, poco después, habían de ser entregados a un grave suplicio.
San Cirilo,
ut sup
La llave de la ciencia es la misma ley,
porque era la sombra y la figura de la justicia de Jesucristo.
Convenía, por tanto, que los doctores que examinaban la ley de Moisés
y los testimonios de los profetas, abriesen, digámoslo así, las
puertas del conocimiento de Jesucristo al pueblo judío. Sin embargo no
lo hicieron; más bien, por el contrario, desacreditaban los milagros
divinos y clamaban contra su doctrina: ¿Por qué lo oís? Así, pues, se
alzaron con la llave de la ciencia (esto es, la quitaron). Por lo cual
dice: "Vosotros mismos no habéis entrado, y a los que iban a entrar se
lo habéis prohibido". Pero también la fe es la llave de la ciencia,
porque el conocimiento de la verdad se alcanza por la fe, según las
palabras de Isaías ( Is 7,9): "Si no
creyereis, no entenderéis". Los doctores de la ley, por tanto, se
habían apoderado de la llave de la ciencia, no permitiendo que
creyesen los hombres en Jesucristo.
San Agustín. De quaest.
Evang., lib. 2, quaest. 23
También puede decirse que la llave de la
ciencia es la humildad de Jesucristo, la que no querían conocer los
doctores de la ley, ni permitían que la conociesen los demás.
San Ambrosio
Son acusados también hasta hoy bajo el
nombre de judíos, y se les anuncia que están sujetos a la perdición
eterna aquellos que usurpan la enseñanza del conocimiento divino e
impiden que lleguen a él los otros, y no conocen ellos mismos esta
enseñanza.
San Agustín. De cons.
Evang., lib. 2, cap. 75
Refiere San Mateo que el Señor dijo todo
esto después que hubo entrado en Jerusalén; pero San Lucas dice que
fue cuando se dirigía a aquella ciudad. Por esto es de creer que habló
el Señor dos veces, y un evangelista cita las palabras de una de ellas
y otro las de la otra.
Beda
Cuán verdaderos son los crímenes de
perfidia, de disimulo y de impiedad -imputados a los fariseos y los
doctores de la ley-, lo manifiestan ellos mismos, puesto que, en vez
de arrepentirse, se oponen insidiosamente al doctor de la verdad.
Sigue, pues: "Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de
la ley comenzaron a instar fuertemente".
San Cirilo,
ubi sup
Se toma la palabra insistir por instar,
amenazar o embravecerse. Empezaron, pues, a interrumpir la palabra del
Señor de muchos modos; por esto sigue: "Y a pretender taparle la boca
de muchas maneras".
Teófil
Cuando muchos preguntan a uno sobre varias
materias, como no puede contestar a todos a la vez, aparece para los
ignorantes como que no sabe contestar. De este modo le armaban
asechanzas aquellos sacrílegos. Pero además se proponían hacerle
callar de otro modo, a saber, provocándolo para que dijese alguna cosa
por donde pudiera ser acusado; por lo cual dice: "Armándole asechanzas
y procurando cazar de su boca alguna cosa, para poder acusarle".
Después de decir el evangelista instar, dice ahora cazar o arrebatar
de su boca alguna cosa. Le preguntaban rápidamente acerca de la ley,
para poder acusarle de que blasfemaba contra Moisés; rápidamente del
César, para acusarle como conspirador y enemigo de la majestad del
César.
Notas
1.
Zacarías, hijo del sacerdote Yoyadá. Fue muerto en el atrio del templo
por orden del rey Yoas de Judá, como consecuencia de haber recriminado
al pueblo por haber abandonado a Yavé. Ver 2Cro
24, 20-22.
2.
Aquí se considera que Zacarías, al que se refiere Cristo, no es el
hijo del sacerdote Yoyadá sino el padre del Bautista.
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