CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-11 |
Después se mostró Jesús
otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberíades. Y se mostró así:
Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que
era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus
discípulos. Simón Pedro les dice: "Voy a pescar". Le dicen: "Vamos
también nosotros contigo". Salieron, pues, y subieron en un barco; y
aquella noche no cogieron nada. Mas cuando vino la mañana, se puso
Jesús a la ribera: pero no conocieron los discípulos que era Jesús. Y
Jesús les dijo: "¿Hijos, tenéis algo de comer?" Le respondieron: "No".
Les dice: "Echad la red a la derecha del barco, y hallaréis". Echaron
la red, y ya no la podían sacar por la muchedumbre de los peces. Dijo
entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: "El Señor es". Y
Simón Pedro cuando oyó que era el Señor, se ciñó su túnica (porque
estaba desnudo), y se echó en el mar. Y los otros discípulos vinieron
con el barco (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos
codos), tirando de la red con los peces. Y luego que saltaron a
tierra, vieron brasas puestas, y un pez sobre ellas y pan. Jesús les
dice: "Traed acá los peces que cogisteis ahora". Entonces subió Simón
Pedro y trajo la red a tierra llena de grandes peces, ciento cincuenta
y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. (vv. 1-11)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 122
Por lo que anteriormente dijo el
Evangelista, parece que indica el fin de este libro. Pero sigue
contando cómo se manifestó el Señor en el mar de Tiberíades. Por esto
dice: "Después se manifestó otra vez junto al mar de Tiberíades".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 86
Dice después, porque ya no iba de continuo
con ellos como antes. Y dice se dejó ver, porque no lo hubieran visto
si El no lo hubiese permitido, y porque su cuerpo era inmortal. Hace
también mención del lugar, como demostrando que el Señor les había
quitado el temor y se atrevían ya a alejarse de casa; no se encerraban
en ella, y sin temor de los judíos habían ido a Galilea.
Beda
El Evangelista refiere primero el hecho
según acostumbra, y después cuenta cómo sucedió, diciendo: "Se
manifestó de este modo".
Crisóstomo,
ut supra
Como el Señor no estaba siempre con ellos,
ni les había sido dado el Espíritu Santo, ni tenían encargo que
desempeñar, ni nada que hacer, se ocupaban en la pesca. Y así dice:
"Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, conocido por Dídimo, y Nathanael,
que era de Caná de Galilea (que es el que fue llamado Felipe), y los
hijos de Zebedeo (Santiago y Juan), y otros dos discípulos. Díceles
Simón Pedro: Voy a pescar".
San Gregorio,
In Evang. hom. 24
Puede preguntarse por qué Pedro, que fue
pescador antes de su conversión, volvió a su oficio después de ella,
siendo así que la Verdad dijo: "Ninguno que ha puesto la mano en el
arado y vuelve la vista atrás es apto para el reino de Dios" (
Lc 9,62).
San Agustín,
ut supra
Si esto lo hubieran hecho los discípulos
después de la muerte de Jesús y antes de su resurrección de entre los
muertos, creeríamos lo hacían dominados de desesperanza. Pero ahora,
después de recobrarle vivo del sepulcro, de inspeccionar las
cicatrices de sus heridas y de recibido el soplo del Espíritu Santo,
vuelven en seguida a ser lo que antes eran: pescadores, no de hombres,
sino de peces. Debe a esto responderse que no les había sido prohibido
ganarse el sustento en un arte lícito, salvada la integridad de su
apostolado, siempre que no tuvieran de qué vivir. Porque si el
bienaventurado San Pablo, renunciando al derecho que con razón le
pertenecía como a los demás predicadores del Evangelio, no quiso usar
de él como los demás, sino que vivió de su peculio, a fin de que las
naciones que eran extrañas al nombre de Cristo, no menospreciaran su
doctrina como venal, se dedicó a aprender un arte que antes ignoraba,
para no gravar a sus oyentes y vivir del trabajo de sus manos, ¿con
cuánta más razón el bienaventurado San Pedro, que ya había sido
pescador, podía volver a su oficio, si en aquella ocasión no tenía de
qué vivir? Pero responderá alguno: ¿Y por qué no encontró,
habiéndoselo prometido el Señor cuando dijo "Buscad primero el reino
de Dios y su justicia, y todo lo demás os será ofrecido" (
Mt 6,33)? Sin duda que el Señor cumplió lo
que ofreció, pues ¿quién fue el que aprontó los peces para que fuesen
cogidos? Y es de creer que les puso en la necesidad de tomarse el
trabajo de ir a pescar, porque tenía dispuesto hacer un milagro.
San Gregorio,
ut supra
No fue pecado volver a tomar, después de
su conversión, el oficio que sin pecado habían tenido antes de
convertirse. Esta es la razón por qué Pedro volvió a la pesca después
de su conversión. Y Mateo no volvió al negocio de la recaudación de
los impuestos, pues hay muchos cargos que difícilmente se desempeñan
sin pecado, y éstos deben renunciarse después de convertirse.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 86
Otros de los discípulos seguían a Pedro. Y
continúa: "Dijéronle: Vamos contigo", y todos, reunidos como estaban
querían ver el resultado de la pesca. Sigue: "Y salieron y subieron al
barco". Pescaban de noche, porque aún temían.
San Gregorio,
ut supra
Pero se les hizo la pesca muy difícil, a
fin de que, viniendo el Maestro, resultara admirable y sublime. Por
esto sigue: "Y en aquella noche no cogieron nada".
Crisóstomo,
ut supra
En medio de los trabajos y aflicción de
los discípulos, se presenta Jesús. Y sigue: "Amanecido el día, se
situó Jesús en la playa". No quiso descubrírseles de repente, sino
entablar con ellos conversación. Empieza por hablarles a manera
humana. Y sigue: "Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis algo que comer?"
Lo pregunta como quien desea comprar algo; pero en cuanto ellos
temieron, les hizo seña para que le conocieran. Sigue, pues: "Díjoles:
Echad la red a la derecha del barco y encontraréis". A esto siguieron
grandes cosas, siendo la primera la pesca de muchos peces. Y así,
sigue: "Echaron la red y no podían ya sacarla por la multitud de
peces". Pero en este movimiento de Cristo, Pedro y Juan demostraron su
diferente modo de ser. Juan era perspicaz y así conoció enseguida al
Señor. Por esto sigue: "Dice, pues, a Pedro aquel discípulo a quien
amaba Jesús: El Señor es".
Beda
Con esta indicación demuestra en esta
ocasión, como en muchas, su persona. Conoció, pues, el primero al
Señor, bien por esta milagrosa pesca, bien por el conocido sonido de
la voz, o bien por el recuerdo de la primera pesca.
Crisóstomo,
ut supra
Como Pedro era más impetuoso, llegó
primero a Cristo. Sigue: "Al oír Simón Pedro que era el Señor, se ciñó
la túnica (porque estaba desnudo)".
Beda
Se dice que Pedro estaba desnudo en
comparación de la demás ropa que acostumbraba usar, como cuando
decimos a alguno que viste un traje sencillo ¿por qué vas desnudo? O
puede entenderse que iba al estilo de los
pescadores.
Teofilacto
El haberse ceñido Pedro es señal de
recato. Se vistió, pues, del lienzo con que los pescadores de Tiro y
de Fenicia solían envolverse para conservar los demás vestidos, ya
estuvieran o no desnudos.
Beda
Con el mismo ardor con que hacía otras
muchas cosas, fue a Jesús. Y sigue: "Y se entró en el mar", los demás
discípulos llegaron en el barco. Pero no se ha de entender que Pedro
fue andando sobre las aguas, sino nadando o por su propio pie, porque
estaban cerca de tierra, pues sigue: "No estaban lejos de tierra".
Glosa
Aquí hay trasposición porque sigue:
"tirando de la red con los peces", porque para que haya coordinación
debería decir: "Y los otros discípulos vinieron en el barco tirando de
la red con los peces".
Crisóstomo,
ut supra
En seguida cita otro milagro, diciendo:
"Cuando bajaron a tierra vieron ascuas colocadas", etc. No obra aun
los milagros en materia preexistente, sino de una manera más
admirable, demostrando que antes de su muerte hacía los milagros de
una manera misteriosa sobre materia que ya existía.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 122
No se ha de entender que el pan estuviese
colocado sobre las brasas, sino como si dijera: Vieron colocadas las
brasas y el pez puesto sobre ellas, y también vieron el pan.
Crisóstomo,
ut supra
Para demostrarles que no era ilusión lo
que veían, les manda traer de los peces que habían cogido. Sigue,
pues: "Les dice Jesús: Traed de los peces que habéis cogido ahora". A
continuación se vio otro milagro, como el que la red no se había roto,
a pesar de la multitud de los peces. Sigue, pues: "Subió Simón Pedro y
trajo a tierra la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres,
y siendo tantos, la red no se había roto".
San Agustín,
ut supra
En sentido espiritual, esta captura de los
peces es una figura de que la Iglesia deberá existir en la última
resurrección de los muertos. Esto lo da a entender la interposición
del capítulo que, como adicionado al libro que deja concluido, sirve
de introducción a una narración nueva. Los siete discípulos presentes
a esta pesca significan el fin del tiempo, porque éste está
comprendido en los siete días.
Teofilacto
Esta noche antes de la presencia de
Cristo, significa los profetas que no pudieron coger nada antes de la
salida del sol, Jesucristo. Porque aunque se esforzaron en convertir a
Israel, esta nación reincidía frecuentemente en la idolatría.
San Gregorio,
In Evang. hom. 24
Se puede preguntar por qué razón, mientras
los discípulos luchaban en medio del mar, se presentó en la playa,
después de su resurrección, el que antes de ella había andado sobre
las olas en presencia de sus discípulos. Pero la mar significa el
siglo presente, que se combate a sí mismo por el choque de las
tumultuosas olas de esta vida corruptible, al paso que la tierra firme
de la playa significa la estabilidad del eterno descanso. Y como los
discípulos luchaban todavía con las olas de esta vida mortal, se
fatigaban en el mar, mientras nuestro Redentor, después de su
resurrección, habiendo sacudido la corrupción de la carne, permanecía
firme en la playa.
San Agustín,
ut supra
La playa es el límite del mar, y significa
el fin del mundo, pues así como en este pasaje se figura a la Iglesia
tal como se encontrará en el fin del mundo, del mismo modo el Señor
significó en otra pesca a la Iglesia tal cual es ahora; por lo que en
la primera pesca no estaba en la playa, sino que, subiendo a la nave
de Pedro, le rogó que se alejara un poco de tierra. En aquella pesca
no se echaron las redes a la derecha para significar sólo a los
buenos, ni a la izquierda para designar sólo a los malos, sino
indiferentemente dijo: "Echad vuestras redes para pescar" (
Lc 5,4), a fin de que entendamos mezclados
los buenos con los malos. Pero aquí dice "Echadla a la derecha de la
nave", para señalar sólo aquellos buenos que estaban a la derecha.
Aquello lo hizo al principio de su predicación; esto, después de su
resurrección. Allí, manifestando en la pesca de buenos y malos a los
que hoy están en la Iglesia; y en ésta, tan sólo a los buenos, que
conservará eternamente en el fin del mundo, después de la resurrección
de los muertos. Aquellos, pues, que pertenecen a la resurrección de la
vida (esto es, a la derecha), y que están prendidos en las redes del
nombre cristiano, éstos aparecerán en la playa cuando resucitaren al
fin del mundo. Esta es la razón por qué no pudieron sacar las redes
para descargar en la nave los peces que habían cogido, como en otras
ocasiones lo hicieron. La Iglesia guarda estos peces de la derecha
(como en profundo sueño de paz) ocultos para después del fin de esta
vida, hasta que de la red descansen en la playa. En cuanto a la pesca
primera en dos barcos distantes de ésta doscientos codos, creo que
representan las dos clases de elegidos y la circuncisión y el
prepucio.
Beda
O los doscientos codos representan los dos
preceptos de la caridad, pues por el amor a Dios y al prójimo nos
acercamos a Cristo. El pez asado, es Cristo crucificado. Este se dignó
ocultarse en las aguas del humano linaje; quiso ser prendido en el
lazo de nuestra muerte; y el que se hizo por nosotros pez por la
humanidad, ha sido nuestro pan restaurador por su divinidad.
San Gregorio,
ut supra
A Pedro, pues, le ha sido confiada la
Santa Iglesia, y por esto se dice al mismo de una manera especial:
"Apacienta mis ovejas". Lo que después se demuestra en palabras, ahora
se significa por las obras. Este, pues, lleva los peces a la playa
firme, porque enseña a los fieles la estabilidad de la vida eterna.
Esto hizo siempre con la predicación y las epístolas, y ahora lo hace
todos los días por signos y milagros. Pero al decir que la red estaba
llena de grandes peces, expresa cuántos, y dice así: "Llena de grandes
peces: ciento cincuenta y tres".
San Agustín,
ut supra
En la otra pesca no se expresa el número
de peces, como si sucediera en aquella lo que dijo el profeta:
"Anuncié, y hablé, y se multiplicaron sin número" (
Sal 39,6). Pero aquí el número es cierto, y debe darse la
razón. El número, pues, significa la Ley, cuyo nombre es diez por el
Decálogo. Pero cuando se añade a la Ley de gracia, esto es, la letra a
su espíritu, se añade en cierto modo el número siete al diez; porque
el Espíritu Santo, autor de la santificación, es designado con el
número siete, pues ésta es, en verdad, la primera vez que en el día
séptimo brilló la santificación en la Ley ( Gén
2). El profeta Isaías nos muestra al Espíritu Santo autor de siete
dones de operaciones. Uniéndose, pues, a la decena de la Ley el
septenario del Espíritu Santo, resultan diez y siete, cuyo número,
computado desde el uno hasta el mismo (poniendo en orden de suma desde
el uno hasta el diez y siete inclusive) asciende a ciento cincuenta y
tres.
San Gregorio,
ut supra
Multipliquemos el siete y diez y siete por
tres, y resultarán cincuenta y uno, en cuyo año todo el pueblo
descansaba de todo trabajo; pero el verdadero descanso consiste en la
unidad, porque donde hay división no hay verdadero descanso.
San Agustín,
ut supra
No sólo resucitarán a vida eterna los
ciento cincuenta y tres santos figurados en los ciento cincuenta y
tres peces, sino que en este número están comprendidos todos los que
recibieron la gracia del Espíritu Santo. Este número contiene tres
veces el número cincuenta, y además sobre éste el tres, por el
misterio de la Trinidad. Complétase, pues, el número cincuenta por la
multiplicación del siete por sí mismo, añadiéndole uno en
significación de que los tres son uno. No en vano había dicho que los
peces eran grandes, pues habiendo dicho el Señor (
Mt 5,17) "No he venido a destruir la Ley, sino a cumplirla"
(dándoles el Espíritu con el cual pudiese la Ley ser cumplida), añade
poco después: "El que hiciere y enseñare, será llamado grande en el
reino de los cielos" ( Mt 5,19). En la
primera pesca se rompió la red, significando los cismas. Pero en ésta,
como denota la suprema paz de los santos en la que no se conocerá el
cisma, tuvo derecho el Evangelista para decir y como
fuesen tantos, esto es tan grandes, no se
rompió la red, como si en vista de aquel mal recomendara este
bien.
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12-14 |
Jesús les dice: "Venid,
comed". Y ninguno de los que comían con El osaba preguntarle: "¿Tú
quién eres?", sabiendo que era el Señor. Llega, pues, Jesús, y tomando
el pan se lo da, y asimismo el pez. Esta fue ya la tercera vez que se
manifestó Jesús a sus discípulos después que resucitó de entre los
muertos. (vv. 12-14)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 123
Hecha la pesca, el Señor los llama a
comer. Y sigue: "Jesús les dice: Acercaos a comer".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 86
Este Evangelista no dice que comió con
ellos. Esto lo dice San Lucas. Comía, no por necesidad de la
naturaleza, sino por condescendencia, para probar su resurrección.
San Agustín,
De civ. Dei 13, 22
En la futura resurrección, los cuerpos de
los justos no necesitarán del árbol de la vida que les preserve de la
muerte por enfermedad ni decrepitud, ni tampoco de ningunos otros
alimentos que los libren de las molestias del hambre y de la sed,
porque se hallarán revestidos de una verdadera e inviolable
inmortalidad, y no tendrán, si no quieren, necesidad de comer, pues
aunque no estarán privados de la facultad, estarán exentos de esta
necesidad, así como nuestro Salvador, después de resucitado en
verdadera carne, aunque espiritual, comió y bebió con sus discípulos,
no por necesidad, sino por potestad.
Sigue: "Y ninguno de los comensales se
atrevía a preguntarle".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 123
Nadie osaba dudar quién fuese, pues tanta
era la evidencia de la verdad, que nadie se atreviera, no sólo a
negar, pero ni aun a dudar, porque de haber dudado hubieran
preguntado.
Crisóstomo,
ut supra
O quiere decir con esto que los discípulos
no tenían ya la misma confianza que antes para hablarle, sino que
estaban sentados con gran respeto y reverencia, fijos los ojos en El,
viéndole transformado admirablemente y queriendo preguntarle
estupefactos. Pero por cuanto sabían que era el Señor, el temor les
contenía de preguntar, y sólo comían lo que les daba con supremo
dominio. Ahora no mira al cielo, ni hace nada que no demuestre que
obra por pura condescendencia. Sigue: "Y vino Jesús", etc.
San Agustín,
ut supra
Místicamente, es el pez asado figura de
Cristo crucificado; El mismo es el pan que bajó del cielo. A éste está
incorporada la Iglesia para participar de la bienaventuranza eterna.
Por esto les dijo: "Traed de los peces que cogisteis ahora", a fin de
que todos los que participamos de la misma esperanza sepamos que en el
número de los siete discípulos (en el que está figurada la
universalidad de los fieles) estamos llamados a la comunión de tan
grande sacramento y a la sociedad de la misma bienaventuranza.
San Gregorio,
ut supra
El convite último de los siete discípulos
revela que en el banquete de la gloria sólo estarán con Jesús aquellos
que están llenos de los siete dones del Espíritu Santo. También los
siete días comprenden todo el tiempo de este mundo, y con frecuencia
se designa la perfección con este número. Aquellos, pues, que animados
del deseo de perfección se sobreponen a las cosas terrenas, son los
que gozarán del eterno convite de la verdad.
Crisóstomo,
ut supra
Como no estaba continuamente con ellos
como antes, dice el Evangelista: "Esta fue la tercera vez que Jesús se
manifestó a sus discípulos después que resucitó de entre los muertos".
San Agustín,
ut supra
Este número no se refiere a las
entrevistas, sino a los días, esto es, el primer día, el de la
resurrección, y después de ocho días, cuando Tomás oyó y creyó, y éste
en el que hizo el milagro de los peces, y después cuantas veces quiso
hasta el día cuadragésimo, en que subió a los cielos.
San Agustín,
De cons. evang. 3, 26
Nosotros encontramos acordes a los cuatro
evangelistas en que el Señor fue visto diez veces después de su
resurrección: una vez en el sepulcro por las mujeres; otra por las
mismas en el camino, cuando regresaban del sepulcro; la tercera vez
por Pedro; la cuarta por los dos discípulos que iban a la aldea; la
quinta por muchos en Jerusalén, en donde no estaba Tomás; la sexta
cuando le vio Tomás; la séptima en el mar de Tiberíades; la octava por
todos los once en el monte de Galilea, como afirma Mateo; la nona en
la última comida, después de la cual ya no volverían a comer con El,
según refiere Marcos, y la décima en el día de la ascensión, no ya en
tierra, sino elevado en una nube.
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15-17 |
Y cuando hubieron comido,
dice Jesús a Simón Pedro: "¿Simón, hijo de Juan, me amas más que
éstos?" Le responde: "Sí, Señor, Tú sabes que te amo". Le dice:
"Apacienta mis corderos". Le dice segunda vez: "¿Simón, hijo de Juan,
me amas?" Le responde: "Sí, Señor, Tú sabes que te amo". Le dice:
"Apacienta mis corderos". Le dice tercera vez: "¿Simón, hijo de Juan,
me amas?" Pedro se entristeció porque le había dicho la tercera vez:
"¿Me amas?" Y le dijo: "Señor, Tú sabes todas las cosas: Tú sabes que
te amo". Y le dijo: "Apacienta mis ovejas". (vv. 15-17)
Teofilacto
Después de la cena, confía a Pedro el
gobierno del rebaño universal, no a los otros. Por esto dice: "Cuando
hubieron comido, dijo a Simón Pedro, Jesús," etc.
San Agustín,
in Ioannem, tract 126
Sabiendo el Señor, pregunta. Sabía el
Señor que Pedro no sólo le amaba, sino que le amaba más que todos.
Alcuino
Es llamado Simón de Juan, esto es, hijo de
Juan, su padre por la carne. En sentido espiritual Simón quiere decir
obediente, y Juan gracia.
Y con razón es llamado así obediente a la gracia de Dios, para que se
demuestre que el mayor amor de que está poseído, no es, en efecto, de
un mérito humano, sino un don de la gracia divina.
San Agustín. In serm.
Pass. 149
En la muerte del Señor temió y negó, pero
resucitando el Señor, le quita el miedo y le infunde el amor. Porque
cuando negó, temió morir, mas resucitando el Señor, ¿qué había de
temer, si veía en El muerta la muerte? Y sigue: "Le dijo: Tú, sabes,
Señor, que te amo". Entonces confía sus ovejas al que confiesa su
amor. Por eso sigue: "Dice a Pedro: Apacienta mis corderos". Como si
no pudiera Pedro manifestar su amor a Cristo de otro modo, que siendo
pastor fiel sometido al príncipe de todos los pastores.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 87
El principal bien que nos resulta de este
amor, es el de procurar la salvación del prójimo. Prescindiendo, pues,
el Señor de los demás Apóstoles, dirige a Pedro estas promesas, porque
Pedro era el primero de los Apóstoles, y la voz de los discípulos y la
cabeza del colegio. Por esto, después que fue borrada su negación, le
invistió como prelado de sus hermanos. No le echa en cara su negación,
sino que le dice: Si me amas, preside a tus hermanos, y da testimonio
ahora del amor que por todas partes demostraste, sacrificando por mis
ovejas esa vida que dijiste que darías por mí.
Sigue: "Vuelve a preguntarle: Simón, hijo
de Juan, ¿me amas?", etc.
San Agustín,
ut supra
Con razón pregunta a Pedro: "¿Me amas?" y
responde: "Te amo" y le dice: "Apacienta mis corderos". Con esto se
demuestra que la dilección y el amor son un mismo sentimiento, pues el
Señor no le pregunta en la última vez: ¿Me estimas?, sino "¿Me amas?"
Sigue pues: "Dícele por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?"
Esta es la tercera vez que el Señor pregunta a Pedro si le ama,
haciéndole confesar tres veces lo que negó tres veces, a fin de que la
lengua no sirva menos al amor que lo que sirvió al temor, y que habló,
más por conjurar la muerte que le amargaba, que por despreciar la vida
presente.
Crisóstomo,
ut supra
Le pregunta tres veces, y tres veces le
encarga lo mismo, dando a entender lo que aprecia el gobierno de sus
propias ovejas, y que en confiárselas le da la mayor prueba de su
amor.
Teofilacto
De aquí viene la costumbre de la triple
confesión que se hace en el bautismo.
Crisóstomo,
ut supra
Después de la tercera pregunta, se turba.
Por lo que sigue: "Pedro se contristó porque le preguntó por tercera
vez: ¿Me amas?" Temiendo que sucediera otra vez como antes que,
pareciéndole amar al Señor, no le ame y sea reprendido como lo fue
primero cuando se consideraba muy fuerte, se ampara al mismo Cristo.
Por eso sigue: "Y le dice: Señor, tú que sabes todas las cosas"; esto
es, lo más secreto del corazón, presente y futuro.
San Agustín,
De verb Dom
Se entristeció, porque preguntado
repetidamente por aquel que sabía lo que preguntaba y le inspiraba la
respuesta, contestó con toda veracidad, y de lo íntimo de su corazón
profirió aquella palabra de amor: "Tú sabes que te amo".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 124
No añade, empero, "más que estos", porque
él respondió lo que sabía de sí mismo y no podía saber cuánto podría
amarle otro, cuyo corazón no podía ver. Sigue: "Dícele: apacienta mis
ovejas"; como si dijera: sea el ejercicio del amor el apacentar el
rebaño del Señor, así como fue indicio de cobardía el negar al pastor.
Teofilacto
Cualquiera puede señalar la diferencia
entre corderos y ovejas; corderos son los que entran, pero ovejas los
perfectos.
Alcuino
Apacentar las ovejas es confirmar a los
creyentes en Cristo para que no se aparten de la fe, socorrer sus
necesidades, resistir a los contrarios y corregir a los súbditos
descarriados.
San Agustín
Los que de tal modo apacientan las ovejas
de Cristo que más quieren que sean suyas que de Cristo, queda
demostrado que no aman a Cristo, sino que están poseídos de la
ambición de gloria, de dominio y de riquezas, pero no de la caridad de
obedecer, servir y agradar a Dios. Sea a Cristo al que amemos y no a
nosotros mismos y en apacentar a sus ovejas busquemos lo que es de
Dios, y no lo que es nuestro. Porque el que se ama a sí mismo y no a
Dios, no se ama; pues el que no puede vivir de sí mismo, muere
suponiendo que se ama. No se ama, pues, quien no se ama para vivir.
Pero aquel que es amado por quien vive, no ama más amándose, porque no
se ama para amar a aquel de quien se vive.
San Agustín,
in serm. Pass
Han existido siervos infieles que
dividieron el rebaño de Cristo e hicieron su peculio de lo que
hurtaron, y oirás que dicen: Aquellas son mis ovejas. ¿Qué dices, mis
ovejas? No te encuentro entre las mías, porque si decimos nosotros
mías, y ellos dicen suyas, Cristo perdió sus ovejas.
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18-19 |
"En verdad, en verdad te
digo, que cuando eras mozo, te ceñías e ibas a donde querías; mas
cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te
llevará a donde tú no quieras". Esto dijo, señalando con qué muerte
había de glorificar a Dios. (vv. 18-19)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 87
Después que el Señor habló a Pedro del
amor que éste le tenía, le predice el martirio que deberá sufrir por
El, enseñándonos el modo cómo se le debe amar. Por eso dice: "En
verdad, en verdad, te digo, que cuando eras joven, te ceñías e ibas a
donde querías". Le recuerda su primera juventud, porque en las cosas
del mundo el joven es útil, pero el que envejece se inutiliza, lo que
no sucede en las cosas divinas, porque en la ancianidad es más
esclarecida la virtud y más industriosa, a pesar de la edad. Como
Pedro siempre quería hallarse en los peligros con Cristo, le dice:
Confía, porque yo satisfaré tu deseo de tal modo, que padecerás siendo
anciano lo que no padeciste de joven. Por eso sigue: "Cuando
envejecieres", por lo que se da a entender que a la sazón no era joven
ni viejo, sino varón perfecto.
Orígenes,
super Mat
Observa que no es fácil encontrar que los
que son aptos para esta obra, pasen de pronto de esta vida a la otra,
pues aquí se le dice a Pedro: "Cuando envejecerás extenderás tus
manos".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 123
Esto es, serás crucificado, pues a esto
vendrás para que otro te ciña y te lleve donde tú no quieras. Primero
dijo lo que sucedería, y después el modo, pues no sólo fue
crucificado, sino que fue conducido a donde él no quería para
crucificarle. El quería verse desembarazado de su cuerpo mortal y
estar con Cristo. Pero (si era posible) deseaba la vida eterna sin las
molestias de la muerte, las que sufrió contra su voluntad, triunfando
de ellas voluntariamente. Este sentimiento de repugnancia a la muerte
es inherente a la naturaleza, y la misma ancianidad no pudo librar a
Pedro. Pero sean cuales fueren las agonías de la muerte, debe
superarlas a fuerza del amor por Aquel que, siendo nuestra vida, quiso
morir por nosotros. Porque si la muerte fuera de poca importancia, no
sería tan grande la gloria del martirio.
Crisóstomo,
ut supra
Dice, pues, "Adonde tú no quieras", por el
natural sufrimiento del alma, que no quiere separarse del cuerpo,
disponiéndolo Dios así, para que muchos no se quiten la vida. Después,
para levantar el espíritu del oyente, continuó el Evangelista: "Esto
lo dijo para significar con qué género de muerte glorificaría a Dios".
El no dijo qué clase de suplicio sufriría, para que aprendas que el
padecer por Cristo es gloria y honor para el paciente. Si el alma de
un mártir no tuviese la seguridad de que realmente existe Dios, no
soportaría de ningún modo la consideración de la muerte, por la que se
revela la certeza de la gloria divina.
San Agustín,
ut supra
Este es el fin que encontró aquel que negó
y amó, dando su vida con perfecto amor por aquel a quien había
prometido en una precipitación culpable que daría su vida. Convenía,
pues, que Cristo muriera por la salvación de Pedro, y que después
Pedro muriera por la predicación de Cristo.
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20-23 |
Y habiendo dicho esto, le
dice: "Sígueme". Volviéndose Pedro, vio que le seguía aquel discípulo
a quien amaba Jesús, y que en la cena estuvo recostado sobre su pecho,
y le había dicho: "¿Señor, quién es el que te entregará?" Y cuando
Pedro le vio, dijo a Jesús: "¿Señor, y éste qué?" Jesús le dijo: "Así
quiero que él quede, hasta que yo venga. ¿Qué te va a ti? Tú sígueme".
Salió, pues, esta palabra entre los hermanos que aquel discípulo no
muere. Y no le dijo Jesús: "No muere", sino: "Así quiero que quede
hasta que yo venga, ¿a ti qué te va?" (vv. 20-23)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 124
Después de haber anunciado el Señor a
Pedro con qué género de muerte le glorificaría, le invita a seguirle,
y por eso dice: "Sígueme". ¿Por qué se dice a Pedro "Sígueme", y no se
dice a los demás, que estaban presentes, y que como discípulos seguían
al Maestro? Y si se trata del martirio, ¿acaso sólo Pedro le padeció?
Estaba también allí Santiago, que se sabe fue muerto por Herodes. Pero
dirá alguno que Santiago no fue crucificado, y con razón sólo se le
dijo a Pedro "Sígueme", porque no sólo sufrió la muerte, sino muerte
de cruz.
Teofilacto
Oyendo Pedro que había de morir por
Cristo, quiere saber si Juan ha de morir. Por eso sigue: "Volviéndose
Pedro vio al discípulo que Jesús amaba", etc.
San Agustín,
ut supra
Se llama a sí mismo el discípulo a quien
amaba Jesús, porque el Salvador le distinguía de los demás con un
cariño más familiar, de tal modo, que en la cena le hizo reclinar
sobre su pecho. Yo creo que de este modo recomendó la divina
excelencia del Evangelio que había de predicar. Piensan algunos de los
más acreditados intérpretes de la Sagrada Escritura, que Juan fue más
amado de Cristo, porque desde su infancia vivió castísimamente.
Sigue: "Habiéndole, pues, visto Pedro,
dijo a Jesús: ¿Señor, éste qué?"
Teofilacto
Esto es, como exponen algunos: ¿Acaso éste
no morirá?
Sigue: "Jesús le dijo: Así quiero que
permanezca hasta que yo venga, ¿a ti que te va?"
San Agustín,
ut supra
Repetidamente ha dicho: "Tú, sígueme".
Como si no debiera seguirle, por cuanto debía permanecer hasta que
venga. Hay quién cree fácilmente que dijera otra cosa diferente de lo
que creyeron los hermanos que estaban presentes. Sigue, "Corrió, pues,
entre ellos la voz de que aquel discípulo no muere", pero esta opinión
la refuta el mismo San Juan, diciendo: "Y no dijo Jesús no muere; sino
que quiero que permanezca así hasta que yo venga, ¿a ti qué te va?"
Pero si se quiere, aun se puede replicar, diciendo que es verdad lo
que dice San Juan, de que el Señor no hubiese dicho que aquel
discípulo no muere; pero que esto se entiende en el sentido que él
explica.
Teofilacto
También puede decirse que Cristo no negó
que Juan había de morir (porque todo lo que nace, muere), sino que
dijo: "Quiero que él permanezca", esto es, que viva hasta el fin del
mundo y entonces padecerá martirio por mí. Por tanto, pues, confiesan
que aun vive, y que deberá ser muerto por el anticristo, y que
entonces, juntamente con Elías y Enoch, predicará en nombre de Cristo.
Y que si bien se enseña su sepulcro, entró en él vivo y salió después.
San Agustín,
ut supra
Tal vez dirá alguno que en aquel sepulcro
que cerca de Epheso se enseña como suyo, más bien descansa como
dormido que como muerto, aceptando el rumor de que allí se siente
rugir y como hervir la tierra, asegurando pertinazmente que es efecto
de su respiración. ¿Pero cómo Jesús, habría dado como gran premio a su
amado discípulo, la duración de un sueño tan largo a su cuerpo, cuando
al bienaventurado San Pedro, para librarle del peso de su cuerpo, le
concedió la inmensa gloria del martirio, y también a San Pablo la
gracia que ansiaba, cuando decía, deseo morir y estar con Cristo (
Flp 1,23)? Pues si verdaderamente está allí
en donde atestigua la fama, o es para glorificar su preciosa muerte
que no gozó del martirio, o porque se nos oculta algún misterio. Pero
siempre queda en pie la duda de por qué dijo el Señor de un hombre
mortal: "Quiero que permanezca así hasta que yo venga".
También interesa saber por qué el Señor
amó más a Juan cuando Pedro amó más al mismo Señor. A mi entender, es
mejor el que más ama a Cristo, pero más feliz aquél a quien Cristo más
ama; yo respondería fácilmente si tuviese el encargo de defender la
justicia de nuestro Salvador, pero acometeré la empresa de dar
solución a cuestión tan grande. La Iglesia conoce dos vías que le han
sido enseñadas por la divina predicación: la una está en la fe y la
otra en la vista de la naturaleza. Esta está significada por el
Apóstol Pedro, a causa de su primacía en el apostolado; aquella por
Juan. Esta es la razón por qué al primero se dice: "Sígueme", y al
segundo "Yo quiero que éste permanezca aquí, hasta que yo venga". Como
si dijera: Tú sigue imitándome, sobrellevando los males temporales;
aquél permanezca hasta que yo venga a premiar con los bienes eternos.
Lo que puede decirse más claramente con estas palabras: Sígueme por el
perfecto modelo de mi pasión, y aquel permanezca en la contemplación,
para perfeccionarla cuando yo venga. Es necesario explicar, que estar
y permanecer es como si dijera esperar, porque quiere significarse que
se completará cuando viniere Cristo. En esta vida activa, cuanto más
amamos a Cristo más fácilmente nos libramos del mal, y El nos ama
menos en nuestro actual estado, y nos libra para que no seamos siempre
lo mismo; pero allá nos ama más, porque nosotros no tendremos nada de
lo que le disgusta y nos aleja. Amele, pues, Pedro, para que nos
veamos libres de esta vida mortal, y sea Juan amado por El, para que
nos veamos, para siempre, en aquella inmortalidad. ¿Por qué, pues,
Juan amaba a Jesús menos que Pedro, si es figura de aquella vida en
que se ama mucho más, sino porque se ha dicho: "Quiero que él
permanezca (esto es, espere) hasta que yo venga", y cuando el mismo
amor, que será mucho mayor entonces, aun no lo tenemos, sino que
esperamos tenerle cuando él mismo venga? Esto, pues, de que Pedro,
amando más es menos amado, significa que Cristo nos ama menos en esta
vida miserable que en la eterna, así como nosotros amamos menos la
contemplación de la verdad, tal como será entonces, porque aun no la
vemos ni la poseemos. Entre tanto nadie separe a estos insignes
Apóstoles, porque ambos estaban en la vía significada en Pedro, y
ambos habían de estar en lo que significaba Juan.
Glosa
O de otro modo: "Así quiero que
permanezca", es decir: yo no quiero que acabe su vida por el martirio,
sino que espere en tranquila libertad de su cuerpo, hasta que cuando
venga le reciba en la eterna bienaventuranza.
Teofilacto
O de otra manera: con estas palabras que
el Señor dice a Pedro, "Sígueme", le constituye prelado de todos los
fieles. Es preciso que por seguir entiendas la imitación en todo, en
las palabras y en las obras, manifestando de este modo su amor al
mismo, porque deseamos que nos sigan aquellos que nos son más adictos.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 87
Pero si alguno preguntase "¿Por qué
Santiago ocupó la silla de Jerusalén?", contestaré, que porque Pedro
había recibido la de todo el mundo. Sigue: "Volviéndose Pedro vio a
aquel discípulo a quien Jesús amaba, quien se recostó en la cena sobre
su pecho, y dijo: Señor, ¿quién es el que te entregará?". No sin
motivo recordó aquella situación, sino para demostrar la gran
confianza que Pedro había recobrado después de su negación, pues al
que en la cena no se atrevía a preguntar sino por medio de Juan, es a
quien se le ha confiado ser prelado para sus hermanos. Y ya no se vale
de otro para preguntar lo que a él atañe, sino que en adelante
pregunta al Maestro sobre lo que conviene a los demás. Y como el Señor
le había profetizado grandes cosas, le había sometido todo el mundo y
anunciado el martirio, y asegurándole mayor amor, queriendo Pedro
hacer partícipe de estas gracias a Juan, dijo: "¿Y éste qué?" Como si
dijera: ¿No vendrá con nosotros por el mismo camino? Mucho amaba Pedro
a Juan, y se ve por el mismo Evangelio su intimidad y también en los
Hechos de los Apóstoles. Así es como Pedro paga a Juan a su vez,
preguntando por él lo que éste desea preguntar de sí mismo y no se
atreve. Como habían de encargarse del gobierno del mundo, y no
convenía que estuviesen juntos (porque sería perjudicial), el Señor le
responde, según el texto griego: "Si yo quiero que permanezca hasta
que yo venga, ¿a ti qué te importa?" Tú, sígueme. Tú, cuida de la obra
que se te ha encargado y complétala, pero si yo quiero que éste
permanezca aquí, ¿a ti qué te va?
Teofilacto
Las palabras "Hasta que yo venga", deben
entenderse, según algunos, como si dijera: Hasta que yo venga contra
los judíos que me crucificaron, hiriéndoles con las armas de los
romanos. Y añaden que este Apóstol vivió en aquel país hasta el tiempo
de Vespasiano, cuando Jerusalén fue tomada. O bien: "Hasta que yo
venga", esto es: hasta que yo quiera dirigir la predicación. Entre
tanto yo te envío al pontificado universal, y en esto sigue mi
ejemplo, pero que éste permanezca aquí hasta que yo le lleve como a
ti.
Crisóstomo,
ut supra
Después el Evangelista expone y enmienda
la opinión de los discípulos como se ha dicho arriba.
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24-25 |
Este es aquel discípulo,
que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas: y sabemos
que su testimonio es verdadero. Otras muchas cosas hay, también, que
hizo Jesús: y que si se escribiesen una por una, me parece que ni aun
en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. (vv. 24-25)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 87
Como San Juan había escrito con gran
certidumbre, no rehusa aducir su propio testimonio, y por esto dice:
"Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las
ha escrito". Es costumbre no ocultar nuestro testimonio cuando estamos
seguros de la verdad, y mucho más aquel que escribía inspirado por el
Espíritu Santo. Esta es la razón por qué los Apóstoles decían:
"Nosotros somos testigos de estas cosas" ( Hch
2,32), y sigue: "Y él escribió esto". Lo que no sólo dice él, porque
escribió el último bajo la inspiración de Cristo, por cuya razón
insinúa con frecuencia que ésta fue la causa de escribir, dando de
este modo a su Evangelio la importancia de su dignidad. "Y nosotros
sabemos que su testimonio es verdadero", porque había estado presente
en todo, ni se apartó de la cruz cuando Jesús fue crucificado; y
recibió a la Madre que Cristo le encargó en señal de su amor, todo lo
cual sabe con plena certidumbre. Y si alguno no creyere, indúzcale a
creer lo que después sigue: "Hay otras muchas cosas que hizo Jesús".
De lo que se deduce manifiestamente que yo no escribí para dar
preferencia a la causa de Cristo, habiendo dejado de escribir muchas
cosas que dijeron los demás, y haciendo resaltar los ultrajes e
injurias; cuando el que escribe en alabanza de otro, pasa en silencio
lo que es denigrante para exponer lo que es más glorioso.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 124
Lo que después añade "Que si se
escribiesen una por una, ni aun en el mundo cabrían los libros que se
habrían de escribir", no se ha de entender que en cuanto al espacio de
lugar no podrían caber en este mundo, sino que no podrían ser
comprendidas en la capacidad de los lectores. Sucede con frecuencia
que las palabras exceden a la veracidad de las cosas, lo que no sucede
cuando se esclarece lo que parecía oscuro o dudoso, sino cuando lo que
es manifiesto se aumenta o atenúa. La verdad, sin embargo, no padece
en su esencia, aunque las palabras excedan a lo que significan de modo
que el que habla no quiera engañar. Esta es la manera de expresarse
que los griegos llamaron hyperbole, figura
que se halla con frecuencia en la Escritura.
Crisóstomo,
ut supra
O bien esto hace referencia a aquel poder
que obraba en El, pues con la misma facilidad que nosotros hablamos,
así y aun mucho más, El hacía lo que quería; porque es sobre todas las
cosas Dios bendito por los siglos de los siglos.error!
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