CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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30 - 31-40 - 41-47 | |
01-13 |
Después de estas cosas,
era el día de fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y en
Jerusalén está la Piscina Probática, que en hebreo se llama Betsaida,
la cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía grande muchedumbre de
enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando el movimiento del
agua. Porque un ángel del Señor descendía en cierto tiempo a la
piscina, y se movía el agua. Y el que primero entraba en la piscina,
después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad
que tuviese. Y estaba allí un hombre que había treinta y ocho años que
estaba enfermo. Y cuando Jesús vio que yacía aquel hombre, y conoció
que estaba ya de mucho tiempo, le dijo: "¿Quieres ser sano?" El
enfermo le respondió: "Señor; no tengo hombre que me meta en la
piscina cuando el agua fuere revuelta, porque entretanto que yo voy,
otro entra antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu lecho, y
anda". Y luego fue sano aquel hombre, y tomó su camilla y caminaba. Y
era sábado aquel día. Dijeron entonces los judíos al hombre que había
sido sanado: "Sábado es, y no te es lícito llevar tu camilla". Les
respondió: "Aquél que me sanó me dijo: Toma tu camilla y anda".
Entonces le preguntaron ¿quién es aquel hombre que te dijo toma tu
camilla y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién era, porque
Jesús se había retirado del tropel de gente que había en aquel lugar.
(vv. 1-13)
San Agustín. De cons.
evang 4, 10
Después del milagro que hizo Jesús en
Galilea, volvió a Jerusalén. Por esto dice: "Después de estas cosas,
era el día de fiesta", etc.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 35
Según mi parecer, era el día de la fiesta
de Pentecostés
1.
Subió Jesús a Jerusalén, como siempre en los días de las fiestas, para
que los judíos, viendo que las celebraba con ellos, no lo considerasen
como enemigo de la Ley. Y por esta razón podría atraer a la multitud
sencilla por medio de milagros y de enseñanzas, especialmente en los
días de fiesta, que era cuando concurrían y se ponían cerca de El.
Prosigue: "Y en Jerusalén está la Piscina
Probática", etc.
Alcuino
Probaton quiere
decir oveja, luego Piscina Probática significa de
los ganados. Era allí en donde los sacerdotes lavaban los
cuerpos de las víctimas
2.
Crisóstomo,
ut supra
Convenía, por tanto, que se diese a
conocer el bautismo, limpiando de los pecados, cuya imagen quedó
representada en la piscina, así como de otras maneras. Primeramente
dio el Señor el agua que limpia las inmundicias de los cuerpos y las
maldades que, aunque no existen en realidad, se cree que existen, como
son las que provienen de los cadáveres corruptos y de la lepra, y que
se consideran como contagiosas. Además, hizo que pudiesen curarse
varias enfermedades por medio del agua. Por esto sigue: "En estos
yacía grande multitud de enfermos", etc. Y queriendo el Señor llevar
consigo la gracia del bautismo, no sólo cura los pecados, sino que
también las enfermedades. Y así como los ministros que están cerca del
rey son más estimados que los que están lejos, así acontece también en
los milagros. Mas no curaba sencillamente con el sólo tacto de las
aguas -aun cuando esto siempre sucedía-, sino por medio de la bajada
de un ángel. Por esto sigue: "Porque un ángel del Señor descendía en
cierto tiempo a la piscina, y se movía el agua". Así sucede en los
bautizados, que no es el agua únicamente la que opera, sino que cuando
recibe la gracia del Espíritu Santo, entonces es cuando purifica todos
los pecados. Cuando bajaba el ángel, movía el agua y le comunicaba la
virtud de sanar, para que sepan los judíos que con mucha mayor razón
el Señor de los ángeles podría curar todas las enfermedades del alma.
Pero allí la enfermedad era un obstáculo para el que deseaba curarse,
pues añade: "y el que primero entraba en la piscina, después del
movimiento del agua, quedaba sano", etc. Pero ahora todos pueden
acercarse al bautismo, porque no es un ángel quien mueve las aguas,
sino el Señor de los ángeles, que todo lo hace. Y aun cuando vengan
los hombres de todo el mundo, la gracia no se consume, sino que se
conserva igual; y así como los rayos del sol alumbran todo el día y no
se consumen ni disminuye su luz porque alcance a muchos, así la acción
del Espíritu Santo mucho menos disminuye en los que la reciben, por
grande que sea la multitud de aquéllos sobre quienes descansa. Y
solamente se curaba uno después del movimiento de las aguas, para que
aprendiesen que con el agua se curaban las enfermedades del cuerpo. De
esta forma, ejercitados por mucho tiempo, creerían también que por
medio del agua se pueden curar las enfermedades del alma.
San Agustín,
in Ioannem trat. 17
Es mucho más el que Jesucristo curase las
enfermedades de las almas, que el que sanase las enfermedades de los
cuerpos que habrían de morir. Pero como esta alma no conocía a Aquél
por quien habría de ser curada, y como tenía los ojos de la carne para
ver las cosas corporales, y aún no tenía sanos los ojos del alma para
que pudiese conocer a Dios -aunque oculto-; hizo lo que podía ser
visto para que se curase lo que no podía verse. Entró en aquel lugar
en donde había muchos enfermos, y de ellos eligió uno para curarlo.
Acerca de esto, prosigue: "Y estaba allí un hombre", etc.
Crisóstomo,
in Ioannem hom. 36
No le cura en seguida en cuanto entra,
sino que primero se le hace amigo y, por medio de preguntas, le
presenta el camino de la fe, que habría de tomar después. Y no prueba
su fe, como lo hizo respecto de los ciegos, cuando les decía: "¿Creéis
que yo puedo hacer esto?" ( Mt 9,28). Porque
éste aún no lo conocía claramente. Unos conocían su poder en otras
cosas y oían esto muy convenientemente, pero a otros, que aun no lo
conocían sino que lo harían por medio de sus signos, se les preguntó
acerca de su fe después de ocurrido el milagro. Por esto sigue: "Y
cuando Jesús vio que yacía aquel hombre y conoció que estaba ya hace
mucho tiempo", etc. No le pregunta esto para saberlo, porque esto
sería innecesario, sino para dar a conocer la paciencia del hombre en
el espacio de treinta y ocho años y que todos los años acudía
esperando quedar libre de su enfermedad, y para que conozcamos también
la razón por qué, prescindiendo de los demás, se fijó en éste. Y no
dice "si quieres, te curaré", porque aun no esperaba cosa grande de
Jesucristo. Y no se turbó por la pregunta, ni dijo: has venido a
injuriarme, cuando me preguntas si quiero ser sano, sino que le
responde con mansedumbre. Por esto sigue: "El enfermo le respondió:
Señor, no tengo hombre", etc. No había conocido quién era el que
preguntaba, ni que podría curarle; únicamente creía que Jesucristo
serviría para introducirle en el agua. Pero el Señor le manifestó que
todo podía hacerlo con su palabra. Por esto sigue: "Jesús le dijo:
Levántate, toma tu lecho, y anda".
San Agustín,
ut supra
Le dijo tres cosas, pero el decir
"levántate" no fue mandato de obra, sino ejecución de la curación. Ya
una vez sano, le mandó dos cosas: "Toma tu lecho, y anda".
Crisóstomo,
ut supra
Véase aquí la superabundancia de la
sabiduría divina, que no sólo cura, sino que le manda llevar el lecho,
para que se vea que era verdadero el milagro y para que ninguno
creyese que era falso lo que había sucedido. Porque si los miembros no
estuviesen bien fuertes, no hubiesen podido llevar el lecho. Mas como
oyese el enfermo que le había dicho con cierto poder y como mandándole
"Levántate, toma tu lecho", no se burló diciendo: únicamente se cura
uno solo cuando el ángel baja y mueve el agua, pero tú que no eres más
que hombre, ¿esperas que con sólo tu mandato habrás de poder más que
un ángel?; sino que en cuanto lo oyó no dejó de creer al que lo mandó
y se curó. Por esto sigue: "Y luego fue sano aquel hombre", etc.
Beda
Hay mucha diferencia entre la salud que
concede el Señor y la que se obtiene por medio de los médicos. Y ahora
sucede así, porque la de éstos generalmente necesita mucho tiempo para
llegar a su perfección.
Crisóstomo,
ut supra
Y si esto es admirable, lo que sigue es
mucho más. Porque al principio, en verdad, cuando nadie molestaba, no
era tan difícil creer como cuando ensañándose y acusándole los judíos
obedeció a Jesucristo. Por esto sigue el Evangelista diciendo: "Y era
sábado aquel día. Decían, pues, los judíos a aquel hombre que había
sido curado", etc.
San Agustín,
in Ioannem trat. 17
No vituperaban al Señor porque lo había
curado en sábado, puesto que hubiera podido responderles, que si el
asno de cualquiera de ellos hubiese caído en un pozo, lo hubieran
sacado y lo hubieran librado, a pesar de ser día de sábado. Pero al
que llevaba su lecho le decían que si su curación no había de
retardarse, ¿qué necesidad tenía de cumplir inmediatamente lo que le
había mandado? Pero él oponía el autor de su curación a los que le
calumniaban. Por esto sigue: "Les respondió: aquél que me sanó, me
dijo: toma tu camilla, y anda"; como diciendo: ¿por qué no he de
obedecer lo que me manda aquél que me ha curado?
Crisóstomo,
ut supra
Además, si hubiese querido contestar mal,
pudo haber dicho: si hay culpa, acusad a aquél que lo mandó. Pero
también hubiese ocultado la curación, porque sabía que a ellos no les
molestaba por la profanación del sábado, sino por la curación de la
enfermedad. Así es que no la ocultó ni pidió perdón, sino que con voz
clara confesó el beneficio recibido, a pesar de que aquéllos
preguntaban con malicia. Por esto sigue: "Entonces le preguntaron:
¿quién es el hombre que te dijo: toma tu camilla y anda?" No le dicen:
¿quién es el que te ha curado?, sino que le recriminan, considerando
aquello como una infracción de la Ley. Prosigue: "Y el que había sido
sanado, no sabía quién era, porque Jesús se había retirado del gentío
que había en aquel lugar". Se había retirado, en primer lugar porque
estando ausente, su testimonio no era sospechoso; y el que había
alcanzado la salud era buen testigo del beneficio recibido. En segundo
lugar para que no se enconase más el furor de los judíos, pues la sola
presencia de aquél a quien se envidia enciende gran hoguera. Y por
eso, alejándose, les permitió que examinaran el milagro por sí mismos.
Otros creían que este paralítico es aquél de quien habla San Mateo (
Mt 9), pero no lo es, porque aquél tenía
muchos que le cuidasen y le llevasen, mas éste no tenía a nadie.
Además, el lugar donde se encontraba era diferente.
San Agustín,
ut supra
Si consideramos con corazón mezquino y
humano ingenio al que hace este milagro, nos parecerá que en cuanto a
su poder no hizo cosa grande, y que era poco para mostrar su
benignidad. Tantos estaban tendidos, y sólo fue curado uno, siendo así
que con una palabra pudo curarlos a todos. ¿Cómo, pues, debe
entenderse esto, sino porque aquel poder y aquella bondad se esforzaba
más por la salud eterna del alma, que por la curación material que
necesitaban los cuerpos. En aquellos milagros, pues, todo lo que se
curaba en los miembros corporales, al final desapareció, mas el alma
que creyó pasó a la vida eterna. Aquella piscina y aquella agua me
parece que indicaban al pueblo de los judíos, porque con el nombre de
aguas son significados pueblos según el Apocalipsis de San Juan (
Ap 17,15).
Beda
Se cita muy oportunamente que aquella
piscina era Probática, porque aquel pueblo se designaba con el nombre
de oveja, como se dice en el salmo 94 ( Sal
94,17): "Nosotros somos tu pueblo, y oveja de tu rebaño".
San Agustín,
ut supra
Mas aquella agua, esto es, aquel pueblo,
estaba aprisionado, como por cinco puertas, por los cinco libros de
Moisés. Pero aquellos libros estaban ya lánguidos y no curaban, porque
la Ley convencía a los que pecaban, pero no los absolvía.
Beda
Finalmente, muchas clases de enfermos se
encontraban tendidos alrededor de la piscina, a saber: los ciegos, que
carecen de la luz de la ciencia; los cojos, que no tienen fuerza para
cumplir lo que se les manda; y los tullidos, que carecen de las
riquezas del amor de Dios.
San Agustín,
ut supra
Mas vino Jesucristo al pueblo de los
judíos, y haciendo cosas grandes y enseñando cosas útiles, turbó con
su presencia a los pecadores (esto es, el agua), y los levantó hasta
el conocimiento de su pasión. Pero los turbó ocultándose; porque si lo
hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria (
1Cor 2,8). Mas de repente el agua se veía
turbada, y no se veía quién la movía. Bajar al agua una vez movida, es
tanto como creer humildemente en la pasión del Señor. Mas allí se
salvaba uno solo, dando a conocer la unidad de la Iglesia. Después,
ninguno de los que llegaban se curaba, porque todo el que estaba fuera
de la unidad, no podía curarse. ¡Ah de aquéllos que aborrecen la
unidad y dividen en partes (esto es, en sectas), a los hombres!
Permanecía, pues, treinta y ocho años en su enfermedad aquél que fue
curado, mas este número corresponde más bien a la enfermedad que a la
salud. El número cuarenta se nos presenta como significando cierta
perfección. La Ley está dividida en diez preceptos, y como había de
predicarse por todo el mundo, que se considera dividido en cuatro
partes, el número diez, multiplicado por cuatro, forma el número
cuarenta. Y la Ley se cumplió por medio del Evangelio, que se compone
de cuatro libros. Por tanto, si el número cuarenta lleva consigo la
perfección de la Ley, y si la Ley no se cumple sino por medio de los
dos preceptos de caridad, ¿por qué nos admiramos que estuviese
lánguido el que no llegaba a cuarenta y le faltaban dos años? Le era
necesario un hombre para que le curase. Mas aquel hombre, que es Dios,
porque lo encontró caído por falta de dos años, completó lo que tenía
de menos, mandándole dos cosas. Porque en los dos preceptos del Señor
se encuentran los dos mandamientos de caridad, esto es, el amor de
Dios y del prójimo. Y en realidad el amor de Dios es el primero según
se manda, aunque el amor del prójimo es lo primero que se ejecuta.
Dice pues: "Toma tu lecho", como si le dijera: cuando estabas lánguido
te llevaba tu prójimo, mas ahora has sido curado y debes llevar tú al
prójimo. Le dice también: "Anda", pero ¿por dónde caminas si no te
diriges al Señor tu Dios?
Beda
¿Qué quiere decir levántate y anda, sino,
levántate de la tibieza y la pereza en que estabas tendido y aprende
el modo de adelantar en las buenas obras? Toma tu lecho, esto es, a tu
prójimo y llévalo con paciencia.
San Agustín,
ut supra
Lleva, pues, a aquél con quien andas, para
que puedas llegar a aquél en quien deseas descansar. Mas aquél aún no
había conocido a Jesús, pero nosotros creemos en El a pesar de que no
le vemos. Y para que no sea visto se sale de entre las multitudes.
Dios se deja conocer en cierto silencio de intención, pero la turba
siempre lleva consigo el ruido, y este acto de verle necesita
silencio.
Notas
1.
Pentecostés, del griego penthkosthV ,
nombre derivado del numeral penthkonta ,
cincuenta, con el cual se designaba la fiesta
de las primicias, o fiesta de las semanas, que se celebraba cincuenta
días después de la pascua. Originalmente era una fiesta agraria para
dar acción de gracias por la cosecha y ofrecer sus primicias.
2. Del
griego, epi th probatikh kolumbhqra ,
piscina sobre la (puerta) probática. Se
refiere a la piscina de Betzatá - casa de olivos
- o Betesda - casa de la misericordia -, que
quedaba cerca a la puerta probática - de las ovejas
-, en la muralla septentrional de Jerusalén.
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14-18 |
Después le halló Jesús en
el templo, y le dijo: "Mira, que ya estás sano: no quieras pecar más,
porque no te acontezca alguna cosa peor". Fue aquel hombre y dijo a
los judíos que Jesús era el que le había sanado. Por esta causa los
judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Y Jesús
les respondió: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro". Y por esto los
judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente quebrantaba
el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre, haciéndose
igual a Dios. (vv. 14-18)
Crisóstomo,
in Ioannem hom. 37
Una vez curado aquel hombre, no se mezcla
en los negocios, ni se entrega a las pasiones ni a la vanagloria, sino
que se queda en el templo, lo cual es signo de gran religiosidad. Por
esto dice: "Después le halló Jesús en el templo".
San Agustín,
in Ioannem trat. 17
El Señor, esto es, Jesús, le veía tanto
entre las multitudes como en el templo. Mas aquel enfermo, que no
conocía a Jesús entre las multitudes, le conoció en el templo, que era
lugar sagrado.
Alcuino
Por lo tanto, si queremos conocer la
gracia del Salvador, debemos venir a verle, huyendo de la turba de
nuestros malos pensamientos y afectos. Debemos prescindir también de
la unión con los malos y debemos acogernos al templo, para que así
aprendamos a convertirnos en templo de Dios, y el Señor nos visite y
se digne habitar en nosotros.
Prosigue: "Y le dijo: mira, que ya estás
sano; no quieras pecar más, porque no te suceda alguna cosa peor".
Crisóstomo,
ut supra
En estas palabras conocemos que aquella
enfermedad le había venido por sus pecados. Porque muchas veces sucede
que tenemos el alma enferma y no lo sentimos, pero en cuanto
experimentamos una pequeña lesión en el cuerpo, hacemos los mayores
esfuerzos por librarlo de aquella enfermedad. Además, el Señor permite
muchas veces que el cuerpo sufra por lo que peca el alma. En segundo
lugar, aprendemos que es verdad lo que se dice respecto del infierno,
y en tercer lugar, que el castigo que allí se sufre es largo y no
tiene fin. Pero dicen algunos: ¿por qué cuando peco por poco tiempo he
de ser atormentado para siempre? Pero éste, según vemos, estaba
atormentado mucho tiempo por sus pecados, en atención a que los
pecados no se juzgan según el tiempo que se emplea en cometerlos, sino
según la naturaleza de ellos. En todo esto aprendemos también que si
sufrimos grande castigo por los primeros pecados y después volvemos a
caer en los mismos, sufriremos castigos mayores. Y esto es muy justo,
el que no se enmienda por los castigos, se hace incorregible en
adelante, y como todo lo desprecia, es atormentado en mayor escala.
Por tanto, si no sufrimos aquí lo que debemos por nuestros pecados, no
confiemos. El no padecer aquí por sus pecados, es señal de mayor
castigo en la eternidad. Porque no todas las enfermedades provienen de
los pecados, sino que unas provienen de la dejadez y otras se permiten
para probarnos, como le sucedió a Job. Pero ¿por qué Jesucristo no le
dijo algo a este paralítico, respecto de sus pecados? Algunos,
queriendo vituperar al paralítico, dicen que fue uno de los que
acusaron a Jesucristo, y que por esto oyó estas palabras. ¿Y qué dicen
del paralítico del cual se habla en San Mateo ( Mt
9,2)? Porque también se le dijo: se te perdonan tus pecados; pero
Jesucristo no le reprende por lo pasado, sino que le prepara para el
porvenir. Cuando curó a otros, no hizo mención de sus pecados, porque
estos no padecían enfermedades por sus culpas, sino que, como otros,
padecían alguna enfermedad natural. Pero por medio de éstos amonesta a
los demás. Aparte de esto, también puede decirse que vio tanta
paciencia en este paralítico, que podía sufrir la amonestación, y
Jesús le amonestó. Pero le dio a conocer su propia divinidad,
diciéndole "no peques más", en lo que le manifiesta que conoce todos
los pecados que había cometido.
San Agustín,
ut supra
Pero ahora, después que éste vio a Jesús y
conoció que era quien le había curado, no fue perezoso en hablar de
aquél a quien había visto. Por esto sigue: "Fue aquel hombre, y dijo a
los judíos que Jesús era quien le había sanado".
Crisóstomo,
ut supra
No sería tan insensible, que después de
aquel gran beneficio y la advertencia que se le había hecho, habría de
decir esto con mal fin. Porque si hubiese querido perjudicarle
callándose respecto de la curación, únicamente hubiese hablado de la
transgresión, pero no lo hizo así, porque no dijo que Jesús era el que
le había dicho: "Toma tu lecho" (lo cual parecía culpable entre los
judíos), sino que dijo: Jesús es quien me ha curado.
San Agustín,
in Ioannem trat. 18
Así sucedía que el paralítico anunciaba a
Jesús mientras que los judíos se enfurecían contra El. Sigue: "Por
esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en
sábado". Es bien sabido que la transgresión cometida a los ojos de los
judíos, no era la curación del cuerpo, sino la carga del lecho, que no
les parecía fuese tan necesaria como la salud del cuerpo. Pero Jesús
les había explicado el misterio del sábado y les había dicho que era
una señal concedida a los judíos para que guardasen este día por
cierto tiempo, pero que el cumplimiento de este mandato había
concluido con su venida. Por esto sigue: "Y Jesús les respondió: Mi
Padre obra hasta ahora, y yo obro". Pero se dice que Dios descansó por
que ya no hizo ninguna otra criatura después de las que habían sido
hechas. Por esto la Sagrada Escritura le llamó descanso, para
advertirnos que después de las buenas obras debemos quedar tranquilos.
Y así como Dios, después que hizo al hombre a su imagen y semejanza, y
concluyó todas sus obras, que eran muy buenas, descansó en el día
séptimo, del mismo modo nosotros no debemos esperar descanso hasta que
volvamos a la semejanza de quien fuimos hechos (la cual perdimos por
el pecado) haciendo buenas obras.
San Agustín,
Super Genesim 4, 1
Puede decirse también, que el sábado fue
guardado por los judíos como sombra del día que venía después. Era,
pues, figura del descanso espiritual que Dios ofrece con el ejemplo
misterioso de su descanso a todos los fieles que hacen buenas obras.
San Agustín,
Super Ioannem
Vendrá el sábado cuando pasen seis edades,
porque son seis los días del siglo, y entonces habrá de venir el
descanso ofrecido a los santos.
San Agustín,
Super Genesim, 4, 12
El misterio de este descanso ya lo
demostró el mismo Jesús con su sepultura. Descansó precisamente en el
mismo día de sábado en el sepulcro, después de haber concluido todas
sus obras en el día sexto, cuando dijo ( Jn
19,30): "Todo está concluido". ¿Por qué llama la atención, pues, que
Dios, queriendo también anunciar de este modo el día en que Jesús
había de estar en el sepulcro, descansó de sus obras en un solo día?
También puede entenderse que el Señor descansó de hacer toda clase de
criaturas, porque ya en adelante no creó ningún género nuevo. Además
sucede que en adelante y hasta nuestros tiempos y hasta el fin, hace
toda clase de criaturas, pero de aquellas mismas clases que entonces
fueron hechas. Por tanto, no concluyó en el día séptimo su poder para
gobiernar el cielo y la tierra y todo lo que había creado. De ser así,
todo se hubiera derrumbado en seguida, mas el poder del Creador es la
causa por la que subsisten todas las criaturas, porque si en alguna
época cesare de gobernar lo que había creado, también concluirían las
clases de éstas, y toda naturaleza. Y así como sucede que cuando
alguno construye una casa no la abandona en cuanto la concluye, porque
si él deja de cuidarla se destruye, de la misma manera el mundo apenas
puede subsistir un momento si Dios deja de gobernarle. Por esta razón
dice el Señor: "Mi Padre obra hasta ahora", manifestando cierta
continuación de su obra, con la que contiene y gobierna toda criatura.
Porque de otro modo podría entenderse si dijera: y ahora obra, en lo
cual no sería necesario entender que se refería a la continuación de
lo que había creado; pero, por otra parte, nos obliga a comprender
esto cuando dice: "Hasta ahora"; esto es, desde aquel tiempo en que
trabajó, cuando hizo todas las cosas.
San Agustín,
In Ioannem, tract. 17
Y dijo a los judíos: ¿por qué creéis que
no debo trabajar en sábado? El día sábado se os mandó que lo
santificarais, para que en él me prefiguraseis. Fijaos en las obras de
Dios, por mí han sido hechas todas las cosas. El Padre ha hecho la
luz, pero habló para que fuese hecha; y cuando habló, obró por medio
de su palabra, y su palabra soy Yo. Y si mi Padre obró cuando hizo el
mundo, también sigue obrando hasta ahora, puesto que gobierna el
mundo. Luego cuando lo hizo, lo hizo por mí; y por mí lo gobierna,
cuando lo gobierna.
San Juan Crisóstomo,
ut supra
Y en verdad que Jesucristo, cuando
convenía excusar a sus discípulos, citaba como ejemplo a David, como
compañero de ellos. Mas cuando se le acusaba a El, se refugiaba en el
Padre. Debe observarse que no se excusa únicamente como hombre, ni
sólo como Dios, sino que en ciertas ocasiones lo hace de este modo y
en otras de otro, porque quería que se creyesen las dos cosas: la
gracia de su venida y la grandeza de la divinidad. Por esto manifiesta
su igualdad con el Padre y lo llama Padre, en singular. Porque dice:
mi Padre, y cuando obra dice lo mismo
respecto de El, porque dijo: "Y yo obro". Por esto sigue: "Por cuya
razón los judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente
quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su
Padre".
San Agustín,
ut supra
No de cualquier manera, sino ¿cómo se hace
igual a Dios? porque todos decimos a Dios: "Padre nuestro que estás en
los cielos" ( Mt 6,9); y leemos que los
judíos decían: "Siendo tú nuestro Padre" ( Is
63,16). Por lo tanto, no se incomodarían porque Jesús llamaba a Dios
su Padre, sino porque lo llamaba de un modo muy diferente de como lo
llaman los hombres.
San Agustín,
De cons. evang. 4, 10
Y diciendo: "Mi Padre obra hasta ahora, y
yo obro", da a conocer que era igual a El. Por tanto, se sigue que
manifestando que el Padre obra y el Hijo también, es porque el Padre
nada hace sin el Hijo.
Crisóstomo,
ut supra
Pero si el Hijo no fuese engendrado, ni de
la misma sustancia que el Padre, esta razón sería más poderosa para
acusarle. No podría un hombre que quebrantase la Ley huir de la
justicia, si cuando fuese acusado se excusase diciendo que el Rey no
cumple con la Ley. Pero como es igual la dignidad del Padre y la del
Hijo, es muy propia la razón que expone. Y así como el Padre,
trabajando en el sábado no falta, tampoco el Hijo.
San Agustín,
in Ioannem tract. 17
Ve aquí cómo entienden los judíos lo que
no comprendieron los arrianos. Porque los arrianos dicen que el Hijo
no es igual al Padre, y de aquí la herejía que combate a la Iglesia.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 37
Pero los que no quieren entender esto con
buen espíritu, dicen que Jesucristo no se hacía igual a Dios, sino que
los judíos lo creían así. Pero respecto de esto podemos decir lo que
ya llevamos dicho: es bien sabido, pues, que en realidad los judíos
perseguían a Jesucristo porque quebrantaba el sábado y porque decía
que Dios era su Padre. De donde lo que consecuentemente se añade
-"Haciéndose igual a Dios"- está unido en la verdad a lo dicho
anteriormente.
San Hilario De Trin 1,
7
Esta exposición nos manifiesta la causa
que tiene el Evangelista para demostrar por qué los judíos querían
matar al Señor.
Crisóstomo,
ut supra
Y además, que si El no hubiera querido
demostrar esto mismo, sino que los judíos lo hubieran sospechado sin
fundamento, Dios no los hubiese dejado en el error, sino que los
hubiera corregido. Pues el Evangelista no hubiese callado esto, así
como antes no había callado respecto de lo que dijo el Salvador (
Jn 2,19): "Destruid este templo".
San Agustín,
ut supra
Pero los judíos no comprendieron que Jesús
era Hijo de Dios, sino que entendieron por las palabras de Jesucristo,
que se presentaba como Hijo de Dios, puesto que se hacía igual a Dios.
Y, como no lo conocían, entendían que El se anunciaba como tal y por
lo tanto dice: "Haciéndose igual a Dios". Pero no era El quien se
hacía igual, sino que el Padre le había engendrado igual.
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19-20 |
Y así Jesús respondió, y
les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que el Hijo no puede hacer
por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo
que el Padre hiciere, lo hace también igualmente el Hijo. Porque el
Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que El hace, y mayores
obras que éstas le mostrará, de manera que os maravilléis vosotros". (vv.
19-20)
San Hilario De Trin 1,
7
Respecto de la violación del sábado que se
le imputaba, había dicho: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro" (
Jn 5,17). Y esto lo dijo con el fin de que se
entendiese que lo hacía autorizado por su ejemplo, dando a entender
que lo que El hacía debía considerarse como obra de su Padre, porque
lo que obraba el Padre lo obraba por su mediación. Y además, en contra
de la envidia que podría surgir, porque se hacía igual a Dios
usurpando el nombre del Padre, respondió queriendo confirmar su
nacimiento y el poder de su naturaleza. Por esto sigue: "Y así Jesús
les dijo: en verdad, en verdad os digo, que el Hijo no puede hacer por
sí cosa alguna", etc.
San Agustín in Ioannem
tract. 20
Algunos que se quieren tener por
cristianos (los herejes arrianos), cuando dicen que el mismo Hijo de
Dios que tomó carne es menor que el Padre, ponen como fundamento de su
calumnia estas palabras, y nos responden: ya veis que al ver Jesús que
los judíos se alborotaban porque se hace igual a Dios Padre, añadió
estas palabras y demostró que El no era igual. Dicen además: porque el
que no puede hacer por sí nada si no lo viere hacer al Padre, es
menor, y no igual; pero si Dios era el Verbo, y hay Dios mayor y Dios
menor, entonces tendremos dos dioses, y no un solo Dios.
San Hilario,
ut supra
Y para que esta igualdad no le quitase lo
que le correspondía por haber nacido, que es el nombre de Hijo, dice
que el Hijo nada puede hacer por sí.
San Agustín in Ioannem
tract. 18
Como diciendo: ¿por qué os escandalizáis
cuando llamo a Dios mi Padre y cuando me hago igual a Dios? Yo soy
igual a El, tanto que El me ha engendrado. Y soy tan igual, que El no
es por mí, sino que yo soy por El, y para el Hijo tanto es el existir
como el poder. Y por cuanto la esencia del Hijo le viene del Padre,
así también viene del Padre el poder del Hijo. Y como el Hijo no es
por sí, no puede obrar por sí. En este concepto "el Hijo no puede
hacer por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre", porque el
ver del Hijo, le viene de ser engendrado por el Padre. No ha recibido
del Padre distinta manera de ver ni otra esencia: todo lo que es, lo
es por el Padre.
San Hilario,
ut supra
Para que permaneciera intacto el sentido
de nuestra confesión salvadora del Padre y del Hijo, muestra la
naturaleza que le corresponde por el origen de su nacimiento, en
virtud de la cual, no recibe el poder de obrar por el aumento de
fuerzas que se le conceden para cada acto, sino que lo ha adquirido de
antemano en virtud del conocimiento. Y no lo ha adquirido de ningún
modelo de una obra material, como si el Padre hiciera algo previamente
para que el Hijo lo pudiera hacer después, sino que el Hijo ha nacido
del Padre, consciente de que en sí mismo tiene la fuerza y naturaleza
del Padre. El da testimonio de que el Hijo nada puede hacer por sí
mismo, más que lo que ha visto hacer al Padre.
San Agustín De Trin 2,
1
Por tanto, si aceptáramos lo que se ha
dicho, en sentido de que el Hijo es menor en la forma tomada de la
criatura, deberíamos aceptar como consecuencia que el Padre primero
hubiera andado sobre las aguas y que hubiera hecho todo lo demás que
hizo el Hijo entre los hombres mientras que vivió en carne mortal,
para que el Hijo pudiera hacerlo. Pero ¿quién en su sano juicio puede
admitir este absurdo?
San Agustín Super Ioan. tract., 20.
Aquel paseo de la naturaleza humana sobre
el mar, lo hacía el Padre por medio del Hijo. Porque cuando la carne
andaba y la divinidad del Hijo gobernaba, el Padre no estaba ausente.
Por eso el Hijo dice: "Permaneciendo el Padre en mí, El es quien hace
las cosas". Y como había dicho antes, "no puede el Hijo hacer cosa
alguna por sí mismo", para que no se entendiese que esto lo decía en
sentido natural y para que no se creyese que obraba sólo como hombre,
como si fueran dos artistas, uno maestro y otro discípulo, como cuando
sucede que el maestro hace una arca, y el discípulo otra, prosiguiendo
dice: "Porque todo lo que el Padre hiciere, lo hace también igualmente
el Hijo" ( Jn 14,10). Y no dice, todo lo que
hace el Padre, el Hijo lo hace igual, sino unas mismas cosas. El Padre
ha hecho el mundo, el Hijo ha hecho el mundo y el Espíritu Santo ha
hecho el mundo. Si un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y un
solo mundo ha sido hecho por el Padre, por medio del Hijo y en el
Espíritu Santo, es porque los tres hacen una misma cosa. Añade también
igualmente, para que no naciese otro nuevo
error. Parece que el cuerpo hace lo mismo que el alma, pero no de la
misma manera, porque el alma manda al cuerpo. El cuerpo es visible, el
alma no lo es. Como sucede cuando un siervo hace algo que su amo le
manda, así sucede cuando el cuerpo y el alma hacen lo mismo. ¿Pero
acaso lo hacen del mismo modo? No así el Padre y el Hijo, que hacen
las mismas cosas, y las hacen del mismo modo; para que comprendamos
que el Hijo hace las mismas cosas que el Padre y con el mismo poder.
Pues el Hijo es igual al Padre.
San Hilario De Trin 1,
7
Dijo todas las cosas
y lo mismo, para manifestar el poder de su
naturaleza. Hay, por tanto, igual naturaleza cuando de la misma
naturaleza es el poder. Sin embargo, cuando se hacen las mismas cosas
por medio del Hijo, la semejanza de las acciones no admite la
identidad de quien las ejecuta. Ahí está la comprensión de la
verdadera generación y el misterio perfecto de nuestra fe, que
confiesa en la unidad de la naturaleza divina la verdad de una sola e
igual divinidad en el Padre y en el Hijo. Con este modo de hablar las
cosas hechas de modo semejante dan testimonio
de la generación, y los mismos hechos, de la
naturaleza.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 37
Todo lo que dice de que: "El Hijo no puede
hacer por sí cosa alguna", debe entenderse que no puede hacer cosa
alguna contraria al Padre, ni que pueda oponérsele. Y por lo tanto no
dice que haga alguna cosa contraria, sino que no puede hacerla, y con
esto demuestra la conformidad y la certeza de igualdad. Y esto no
demuestra debilidad en el Hijo, sino su gran poder. Así como cuando
decimos que es imposible que Dios peque, no demostramos en ello que
Dios sea débil, sino que con ello atestiguamos su poder inefable, así
también cuando dice el Hijo: "No puedo hacer cosa alguna por mí
mismo", dice esto porque es imposible que El pueda hacer algo
contrario a su Padre.
San Agustín Contra serm.
Arian, cap. 14
Y esto no es propio del que es mudable,
sino del que permanece en cuanto que ha nacido del Padre; y es tan
conveniente que el Omnipotente no pueda cambiar, como lo es que el
Omnipotente no pueda morir. El Hijo podría hacer lo que no viese que
el Padre hacía, si pudiese hacer lo que el Padre no hace por medio del
Hijo, esto es, si pudiese pecar; pero ello no convendría a aquella
naturaleza invariablemente buena, que ha sido engendrada por el Padre.
Mas esto de que no puede, no debe entenderse de que no pueda por
defecto, sino por potencia.
Crisóstomo,
ut supra
Y para demostrar que es verdad cuanto se
ha dicho, dice a continuación: "Porque todo lo que el Padre hiciere lo
hace igualmente el Hijo". Y si el Padre todo lo hace por sí mismo y el
Hijo también lo hace por sí mismo, conste que esto lo dice igualmente
respecto de los dos. Y véase cómo su inteligencia es elevada, como lo
son las palabras de su humildad. Mas no nos llame la atención que
pronuncie ciertas palabras de la mayor humildad, porque a los que le
perseguían por oír de El cosas grandes, y creyéndole contrario a Dios,
los serenaba algún tanto por medio de estas palabras.
San Agustín In Ioannem tract., 21.
Y habiendo dicho que El hace las mismas
cosas y del mismo modo que las hace el Padre, añade: "Porque el Padre
ama al Hijo y le muestra todas las cosas que El hace". Y respecto de
lo que El había dicho antes, que no hacía más que lo que veía hacer al
Padre, parece que debe entenderse en el sentido de que le muestra todo
lo que hace. Pero la imaginación humana se perturba otra vez. Porque
dirá alguno: el Padre obra aparte, para que el Hijo pueda ver lo que
el Padre hace, como sucede cuando el artífice enseña su propio arte a
un hijo suyo y le dice cómo lo hace para que él pueda hacer lo que ve
que hace el padre. Por tanto, ¿cuando el Padre hace alguna cosa no la
hace el Hijo, para que éste pueda ver lo que hace el Padre?
San Agustín In Ioannem tract., 19.
Mas si tenemos presente y fijo en nuestra
imaginación que el Padre todo lo hace por medio del Hijo, claro está
que le da a conocer todas las cosas antes de hacerlas.
San Agustín In Ioannem tract., 21.
¿Y en dónde demuestra el Padre al Hijo lo
que hace, sino por medio del mismo Hijo, por quien lo hace? Pero si el
Padre da ejemplo y el Hijo está atento respecto de cómo obra la mano
del Padre, ¿en qué consiste entonces la inseparabilidad de la
Trinidad?
San Agustín In Ioannem tract., 23.
Es que el Padre no demuestra al Hijo
haciendo, sino que demostrando hace por el Hijo. Mas el Hijo ve al
Padre que le demuestra antes que haga cosa alguna; y por medio de la
demostración del Padre, y por la presencia del Hijo, sucede todo lo
que hace el Padre por medio del Hijo. Pero se dirá: yo manifiesto a mi
hijo lo que quiero hacer, y él lo hace, pero yo lo hago por medio de
él. Pero aún incurres en gran desemejanza, porque antes que hagas
alguna cosa, das a conocer a tu hijo lo que quieres hacer para que,
dándoselo a conocer antes que lo haga, haga lo que le has demostrado,
pero por tu mediación. Pero las palabras que tú has de decir a tu
hijo, no son lo mismo que tú, ni son lo mismo que él. Y en este
concepto ¿creemos que Dios Padre habla a su Hijo por medio de palabra
de otro? Y siendo el Hijo la palabra del Padre, ¿había de hablar con
palabras a la Palabra? ¿Acaso porque el Hijo es la gran Palabra habían
de mediar palabras de menor importancia entre el Padre y el Hijo? ¿Por
ventura podría decirse que algún otro sonido, como alguna otra
criatura temporal, habría de salir de la boca del Padre y habría de
herir el oído del Hijo? Prescindamos de todo lo corporal y
comprendamos que todo es simplicidad, si obras sin doblez. Y poco
después, si no puedes comprender lo que es Dios, comprende lo que no
es Dios. Mucho aprovecharás, si no juzgas respecto de Dios otra cosa
distinta de lo que El es. Y además considera en tu mente lo que yo
quiero decir, respecto de lo que veo en ella: la memoria y el
pensamiento. La memoria propone a tu pensamiento la ciudad de Cartago,
y lo que estaba en la memoria antes que dirigieses tu mente a ella, se
lo muestra a la atención de tu pensamiento cuando se vuelve hacia
ella. Entonces la memoria hace una demostración y se produce una
visión en el pensamiento, sin que medien palabras ni se reciba ninguna
sensación corporal. Y sin embargo, todo lo que tenemos en la memoria
lo hemos recibido de fuera. El Padre no ha recibido de fuera lo que da
a conocer al Hijo. Todo lo hace dentro de Sí mismo, y no habría
ninguna de las criaturas fuera de El si el Padre no hubiese hecho esto
por el Hijo. Mas el Padre hace todo esto dando a conocer que lo hace
por medio del Hijo que lo ve. Así, pues, demostrando el Padre,
engendra la visión del Hijo del mismo modo que el Padre engendra al
Hijo. Pues la demostración engendra la visión y la visión no engendra
la demostración. Si pudiéramos conocer más perfectamente, acaso
encontraríamos que no es diferente el Padre de su misma demostración,
ni otra cosa el Hijo que el acto de verle.
San Hilario De Trin., 1,
7
Por tanto, no debemos afirmar que el
Unigénito Dios necesita la doctrina de la demostración, porque la
demostración de sus obras no nos proporciona otra cosa que la fe en su
generación, para que creamos al Hijo que subsiste por el Padre, que
también subsiste.
San Agustín,
ut supra
Ver al Padre es para Aquél el ser Hijo.
Por tanto, así el Padre demuestra al Hijo todo lo que hace para que el
Hijo vea todas las cosas, como procediendo del Padre. Pues viendo ha
sido generado y por El es aquel ver del que es aquel ser, tanto el ser
generado como el permanecer.
San Hilario,
ut supra
Y no dijo esto sin cuidado, no fuera que
la representación de una naturaleza diferente produjera alguna
ambigüedad con motivo de lo que había dicho. Dice que las obras del
Padre le han sido mostradas al Hijo, pero no que se le haya dado el
poder de la naturaleza divina con el fin de que las pudiera hacer; así
se enseña que la demostración de las obras pertenece a la esencia
misma del que es engendrado, pues a El es innato, por el amor del
Padre, el conocimiento de las obras que Este quiere que se realicen
por medio del Hijo.
San Agustín,
ut supra
Pero he aquí que Aquél que hemos llamado
coeterno con el Padre, que ve al Padre y que existe viéndole, vuelve a
nombrarnos los tiempos. Porque sigue: "Y mayores obras que éstas le
mostrará". Por tanto, si las mostrará -esto es, si se las ha de
mostrar-, es que aún no se las ha mostrado, y se las mostrará al Hijo
entonces, cuando las muestre a los demás. Sigue, pues: "De manera que
os maravilléis vosotros". Y es difícil ver esto: de qué modo el Padre,
siendo eterno, muestre al Hijo coeterno, en algunas ocasiones y de un
modo temporal, para que conozca todas las cosas que hay en el Padre. Y
que estas cosas sean de la mayor importancia, se comprende fácilmente
por lo que añade: "Porque así como el Padre resucita a los muertos",
etc. Es de mayor importancia resucitar muertos que curar enfermos.
Pero el que poco antes hablaba como Dios, empezó a hablar como hombre.
Porque demostró como cosa propia de un hombre que vive en el tiempo
que hay obras de mayor importancia, como es la resurrección de los
cuerpos. Porque los cuerpos resucitarán por gracia temporal de la
humanidad del Hijo de Dios, pero las almas se levantarán en virtud de
la esencia eterna de Dios. El alma es hecha feliz por participación de
Dios. El alma enferma no es hecha feliz por participación de un alma
santa, y tampoco una alma santa por participación de un ángel. Porque
del mismo modo que el alma -que es inferior a Dios- da vida a todo lo
que a ella es inferior -esto es, el cuerpo-, así no vivifica y hace
feliz al alma sino aquello que es superior a ella misma -esto es,
Dios-. Por esto se ha dicho antes que "el Padre ama al Hijo y le
muestra todas las cosas que El hace". En efecto, el Padre da a conocer
al Hijo que las almas serán resucitadas, pues son resucitadas por el
Padre y el Hijo, y no pueden vivir si Dios no es su vida. Y esto nos
lo ha de demostrar el Padre y no el Hijo. Y por esto añade: "De manera
que os maravilléis". En lo que dio a conocer lo que quiso decir: "Y
mayores obras que éstas le mostrará". ¿Y por qué no dijo,
os demostrará, sino al Hijo? Porque nosotros
somos miembros del Hijo, y El conoce en cierto sentido por medio de
sus miembros, como también padece en nosotros. Y así como dijo: "Que
lo que disteis a uno de estos mis pequeñuelos, lo disteis a mí" (
Mt 25,40), así, cuando fuese preguntado por
nosotros: ¿Cuándo enseñarás, puesto que tú enseñas todas las cosas?
responderá: cuando aprende uno de estos mis pequeñuelos, yo aprendo.
|
21-23 |
"Porque así como el Padre
resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo da vida a los que
quiere. Y el Padre no juzga a ninguno; mas todo el juicio ha dado al
Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre: quien no
honra al Hijo, no honra al Padre que le envió". (vv. 21-23)
San Agustín In Ioannem tract., 21.
Como había dicho que el Padre daría a
conocer al Hijo acciones mayores que éstas, explica a continuación
cuáles son, y dijo: "Porque así como el Padre resucita a los muertos",
etc. y en realidad que esto es mucho mayor, porque es mucho más
difícil que resucite un muerto, a que un enfermo sane. Y además, no
entendamos esto en el sentido de que creamos que unos han de ser
resucitados por el Padre y otros por el Hijo, sino que debemos creer
que los mismos que el Padre resucita y vivifica, son los que el Hijo
vivifica y resucita. Y para que no haya quien diga que el Padre
resucita a los muertos por medio del Hijo, Aquél como poderoso, y Este
como utilizando el poder ajeno -como cuando un siervo hace algo-, dio
a conocer el poder del Hijo diciendo: "Así el Hijo da vida a los que
quiere". Ved aquí, no sólo el poder del Hijo, sino también su propia
voluntad. Es, pues, la misma la potestad y la voluntad del Padre y del
Hijo. Porque el Padre no quiere otra cosa distinta de la que quiere el
Hijo, y así como los dos tienen una misma esencia, así tienen una
misma voluntad.
San Hilario De Trin., 1,
7
El acto de querer pertenece a la libertad
de la naturaleza, que permanece con la voluntad de su libre albedrío
para -en libertad- obtener la felicidad de la perfecta virtud.
San Agustín,
ut supra
¿Pero quiénes son estos muertos a quienes
el Padre y el Hijo vivifican? Quiere darnos a conocer la resurrección
de los muertos que todos esperamos y no aquélla que han tenido algunos
para que creyesen los demás. Porque resucitó Lázaro que había de morir
otra vez. Nosotros resucitaremos y venceremos para siempre con
Jesucristo. Y para que cuando dijo "como el Padre resucita a los
muertos y les da vida", no entendiéramos que era aquella resurrección
de muertos que hizo por medio de un milagro, aunque no resucitaban
para la vida eterna, dice a continuación: "Y el Padre no juzga a
ninguno", etc., para dar a conocer que hablaba de aquella resurrección
de los muertos que habrá de tener lugar en el día del juicio. Se ha
dicho respecto de la resurrección de las almas: "Porque así como el
Padre resucita a los muertos", etc. Así habla de la resurrección de
los cuerpos, como cuando dice: "Y el Padre no juzga a ninguno", etc.,
porque la resurrección de las almas se verifica por la esencia eterna
del Padre y del Hijo. Y por lo tanto, esto lo hacen a la vez el Padre
y el Hijo. Mas la resurrección de los cuerpos se verifica por la
gracia de la humanidad de Jesucristo, que no es coeterna con el Padre.
Y véase como el Verbo de Cristo lleva a nuestra imaginación aquí y
allá, y no la deja descansar en ninguna cosa material para que así,
agitándola, pueda ejercitarla, ejercitándola la limpie, y limpiándola
la haga capaz y llene El a los que son capaces. Y poco antes, cuando
decía: "Que el Padre demuestra al Hijo todo lo que hace", veía yo al
Padre cómo obraba, y al Hijo cómo esperaba. Pero ahora veo al hijo
cómo obra, y al Padre cómo descansa.
San Agustín De Trin., 1,
13
Y no porque dice: "Mas todo el juicio ha
dado al Hijo", se ha de entender como se ha dicho en aquella frase:
así concedió al Hijo el que tuviese vida en sí mismo, para significar
de este modo, que lo había engendrado. Y si así se entendiese, no se
diría que el Padre no juzga a ninguno. Según esto, pues, porque el
Padre ha engendrado al Hijo, juzga con El. Y en virtud de esto se ha
dicho que en el día del juicio no aparecerá con la forma de Dios sino
con la del Hijo del hombre, no porque no juzgará el que ha dado al
Hijo el poder de juzgar, sino porque el Hijo dice respecto de El: "Hay
quien examine y juzgue" ( Jn 8,50). Y así se
ha dicho que el Padre no juzga a ninguno, como si se dijese que
ninguno verá al Padre en el día del juicio, pero todos verán al Hijo.
Porque es Hijo del hombre para que pueda ser visto por los malvados,
para que ellos comprendan entonces a quién ofendieron (
Zac 21,10).
San Hilario De Trin., 1,
7
Y había dicho: "Y el Hijo da vida a los
que quiere", no para que creyesen que no tenía esta potestad en sí, en
virtud de la naturaleza en que había nacido, sino que la tenía en
virtud del poder que no tenía principio, añadió a continuación: "Y el
Padre no juzga", etc. Y en el mismo hecho de que se le ha concedido
todo el poder de juzgar, se da a conocer su naturaleza y su origen,
porque el tener todas las cosas es propio únicamente de la naturaleza
indivisa con el Padre. De origen no puede tener cosa alguna si no le
ha sido dada.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 38
Y así como el Padre dio vida (esto es,
engendró al que vive), así le dio el poder de juzgar o, lo que es lo
mismo, le engendró juez y le concedió que subsistiese, de tal modo,
que no creamos que éste era ingénito, ni que tenía dos padres. Dice
pues: "todo el juicio", porque el Señor es quien castiga y premia
cuando quiere.
San Hilario,
ut supra
Se le ha concedido todo el juicio, porque
da vida a los que quiere. Y no puede pensarse que el poder de juzgar
se le haya quitado al Padre, porque El no es quien no juzga, aun
cuando el juicio del Hijo proviene del juicio del Padre. Todo el poder
de juzgar lo ha recibido del Padre, pero la causa de habérselo
concedido no está oculta, porque sigue: "Para que todos honren al Hijo
como honran al Padre".
Crisóstomo,
ut supra
Y para que cuando oímos que tiene al Padre
por autor no creamos que hay diferencia de esencia ni disminución de
honor, encadena (o une) el honor del Hijo con el honor del Padre,
dando a conocer que es uno mismo el del Padre y el del Hijo. ¿Pero
acaso le llamaremos Padre? De ninguna manera, porque el que le llama
Padre no honra al Hijo como al Padre, sino que le confunde.
San Agustín
Y en verdad que antes el Hijo aparecía
como un siervo y el Padre era honrado como Dios, pero después
aparecerá el Hijo igual al Padre con el fin de que todos honren al
Hijo como honran al Padre. ¿Y qué diríamos si se encuentran algunos
que honren al Padre y no al Hijo? Mas esto no puede suceder. Por esto
sigue: "Quien no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que le envió".
Una cosa es cuando se nos presenta Dios porque es Dios y otra cuando
se nos presenta Dios porque es Padre. Cuando se nos presenta porque es
Dios, se nos presenta como Padre y se nos presenta como omnipotente, y
entonces se nos presenta como un espíritu sumo, eterno, invisible e
inmutable. Mas cuando se nos presenta porque es Padre no lo hace con
otro fin que con el de presentarnos al Hijo, porque no puede llamarse
padre el que no tiene hijo. Pero si alguna vez honramos al Padre como
mayor y al Hijo como menor, entonces no se honra al Padre, porque se
cree que el Hijo es menor. Y si alguno admite esto, tendría que
admitir que el Padre, o no quiso engendrar a un Hijo igual a Sí mismo,
o no pudo. Si no quiso, tuvo envidia; y si no pudo, le faltó poder.
San Agustín,
In Ioannem tract. 23
Cuando dice: "Para que todos honren al
Hijo, como honran al Padre", se refirió a la resurrección de las
almas, que llevan a cabo tanto el Hijo como el Padre. Pero añade
acerca de la resurrección de los cuerpos: "El que no honra al Hijo, no
honra al Padre que le envió". No dijo "del mismo modo", pues es
honrado Cristo hombre, pero no como Padre Dios.
San Agustín,
In Ioannem tract. 21
Mas dirá alguno: fue enviado el Hijo,
luego es mayor el Padre que le envió. Prescindamos de la carne,
oigamos que dice misión y no separación. Las cosas humanas engañan a
los hombres, las divinas los purifican. Aun en las mismas cosas
humanas sucede muchas veces que dan testimonio contra sí mismas. Así,
cuando alguno quiere pedir una mujer y no puede hacerlo por sí, envía
un amigo de mayor importancia que la pida. Y sin embargo, observa qué
distinto es en otros asuntos humanos. ¿Acaso el hombre va con aquél a
quien envía? Pero el Padre que envió al Hijo no se separó de El,
porque dice: "No estoy solo, porque el Padre está conmigo" (
Jn 16,32).
San Agustín De Trin., 4,
21
No porque el Hijo ha nacido del Padre se
dice que el Hijo ha sido enviado, sino porque apareció en el mundo,
habiéndose hecho carne el Verbo. Por esto dice: "Salí del Padre, y
vine a este mundo" ( Jn 16,28). O también
cuando la mente percibe en el tiempo su asistencia, como está escrito:
"Envíala del trono de tu grandeza, para que esté conmigo y trabaje
conmigo" ( Sab 9,10).
San Hilario,
ut supra
Todo se ha cerrado contra el ingenio de la
furiosa herejía. Es Hijo, porque nada hace por sí mismo. Y es Dios,
porque todo lo que hace el Padre lo hace El. Son una sola cosa, porque
están igualados en el honor. No es el Padre, porque fue enviado.
|
24 |
"En verdad, en verdad os
digo: Que el que oye mi palabra, y cree a Aquél que me envió, tiene
vida eterna; y no viene a juicio, mas pasó de muerte a vida". (v. 24)
Glosa
Como había dicho que el Hijo da vida a los
que quiere, manifiesta a continuación cómo se llega por medio del Hijo
a la vida, cuando dice: "En verdad, en verdad os digo, que el que oye
mi palabra", etc.
San Agustín in Ioannem
tract. 21
Alguna vez sucede que la vida eterna
consiste en oír y creer, y mucho más en comprender. Pero la escalera
de la santidad es la fe, y el fruto de la fe el entendimiento. Y no
dijo: el que cree en mí, sino: el que cree en Aquél que me envió. ¿Por
qué escuchas tu palabra y le crees a otro? ¿Qué quiso decir sino que
su Palabra estaba en El? ¿Y qué quiere decir: oye a mi palabra, sino
que me oye a mí? ¿Y qué quiere decir: y cree en Aquél que me envió?
Porque el que en El cree, cree en su palabra, mas cuando se cree en su
palabra, se cree en El, porque el Hijo es la Palabra del Padre.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 28
Y no dijo: el que oye mis palabras y cree
en mí. Porque hubiesen creído que esto era soberbia y vanagloria de
palabras. Mas como dijo: cree en Aquél que me envió, hacía que sus
palabras fueran aceptables. De dos modos conseguía que su predicación
fuese aceptable, porque así creía en el Padre todo el que le oía, y
porque con ello adquirían muchos beneficios los que le escuchaban. Por
esto sigue: "Y no viene a juicio".
San Agustín in Ioannem
tract. 22
¿Pero quién sería éste? Sin duda sería
alguno mejor que el apóstol San Pablo, que dice (
Rom 14; 2Cor 5,10): "Conviene que
todos nosotros nos presentemos ante el tribunal de Jesucristo". Alguna
vez sucede que el juicio se llama sentencia, pero otras veces el
juicio significa elección. Por lo tanto, en el segundo sentido es como
conviene que todos nosotros nos presentemos ante el tribunal de
Jesucristo. Pero aquí habla el Señor del juicio de condenación. Dice
que no viene a juicio, esto es no viene a condenar. Prosigue: "Mas
pasó de muerte a vida". No pasa ahora, sino que ya pasó de la muerte
de la infidelidad a la vida de la fe, y de la muerte de la iniquidad a
la vida de justicia. O de otro modo, para que no creyeses que no
habrías de morir según la carne, sino que sepas que habrás de pagar
con la muerte que debes, según el castigo impuesto a Adán.
Refiriéndose a ésta, en la que todos incurrimos, dijo (
Gén 2,17): "Morirás de muerte", y no podrás
escapar de la divina sentencia. Pero debes comprender que, cuando
hayas pagado el tributo a la muerte del hombre antiguo, entrarás en la
vida del hombre nuevo y así pasarás de la muerte a la vida. ¿A qué
vida? A la vida eterna. Porque resucitarán después que haya concluido
este mundo los que hubieren muerto, y pasarán a la vida eterna. Y
además, esta vida ni aun debe llamarse vida, porque no es verdadera
vida más que la vida eterna.
San Agustín De verb. Dom. serm., 64.
Vemos, pues, que los hombres amantes de la
vida presente, temporal y pasajera, se afanan tanto por ella que
cuando llegan a temer la proximidad de la muerte hacen todo lo que
pueden, no para escapar de ella, sino para dilatarla en lo posible.
Por lo tanto, si se procura con tanto empeño, con tanto trabajo y con
tanto esfuerzo el vivir aquí un poco más, ¿cuánto debe hacerse por
vivir eternamente? Y si se llaman prudentes aquéllos que hacen los
mayores esfuerzos por dilatar la muerte y por vivir unos pocos días
más, ¡qué necios son aquéllos que viven de tal modo que pierden el día
eterno!
|
25-26 |
"En verdad, en verdad os
digo: que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz
del Hijo de Dios, y los que la oyeren, vivirán. Porque así como el
Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en
sí mismo". (vv. 25-26)
San Agustín In Ioannem tract., 23.
Podría decir alguno: si el Padre da vida
al que cree en El, ¿de qué sirves tú? ¿No das vida? Pero sépase que el
Hijo da vida a los que quiere. Por esto dice: "En verdad, en verdad os
digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz
del Hijo de Dios y los que la oyeren, vivirán".
Crisóstomo in Ioannem hom. 38.
Como dice: "Que viene la hora", para que
no se crea que pasará mucho tiempo, añadió: "Y ahora es". Y así como
en la futura resurrección resucitaremos en cuanto oigamos la voz del
que lo manda, así sucedió entonces.
Teofilacto.
Mas dijo esto refiriéndose a aquéllos que
había de resucitar de entre los muertos, esto es, la hija del jefe de
la sinagoga, al hijo de la viuda, y a Lázaro.
San Agustín In Ioannem tract., 22.
Y para que no se crea que al decir "pasó
de la muerte a la vida" entendamos esto respecto de la resurrección
final, y queriendo manifestar cómo pasa el que cree, añadió: "En
verdad, en verdad os digo: que viene la hora, y ahora es, cuando los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán".
No dijo que viven y oyen, sino que resucitarán cuando oigan. ¿Y qué
quiere decir que oirán, sino que obedecerán? Porque los que creen y
obran según la verdadera fe viven y no están muertos, mas los que o no
creen, o creen viviendo mal, no teniendo caridad, más bien deben
considerarse como muertos. Y sin embargo, aun se trata ahora de esta
época, que es la misma que habrá de durar hasta el fin del mundo, como
dice San Juan: "Esta es la hora novísima" ( Jn
1,2-18).
San Agustín De verb. Dom. serm., 64.
Cuando los muertos (esto es, los infieles)
oigan la voz del Hijo de Dios (esto es, el Evangelio), los que la
oigan (esto es, los que la obedecieron) vivirán (esto es, se
justificarán y ya no serán infieles).
San Agustín In Ioannem tract., 22.
Mas preguntará alguno: ¿tiene el Hijo
vida, de la que vivan los que creen? La tiene. Oye lo que dice El
mismo: "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también
dio al Hijo tener vida en sí mismo". Por lo que su vivir es suyo
propio, no lo toma de otro. No es ajeno, no es prestado, como el que
participa de la vida, que no es otra cosa más que El mismo; sino que
tiene vida en sí, y El es esa misma vida. Mucho más adelante: ¿qué es
tu alma, no la tenías muerta? Oye al Padre por medio del Hijo:
levántate para que recibas vida en El, la cual no tienes en ti. El
Padre es por lo tanto quien te vivifica. El Hijo también te vivifica
porque tiene vida en sí mismo, y ésta es la primera resurrección. Y
otra vez más adelante: "Mas esta vida que tienen el Padre y el Hijo,
pertenece a tu alma; porque el cuerpo no conoce aquella vida de
sabiduría, sino el alma racional".
San Hilario De synodis defin. 6.
Encerrados los herejes en los testimonios
de las Sagradas Escrituras, conceden tan sólo que el Hijo sea igual al
Padre únicamente en el poder, pero no en la naturaleza; no
comprendiendo que la semejanza en el poder procede de la semejanza de
la naturaleza. Y nunca sucede que la naturaleza inferior se una con
otra naturaleza superior más poderosa que ella. Mas no puede negarse
que el Hijo de Dios pueda hacer lo mismo que hace el Padre, porque El
mismo ha dicho que lo mismo que hace el Padre esto hace el Hijo. Y a
la igualdad del poder sucede la igualdad de la naturaleza, cuando
dijo: "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también
dio al Hijo tener vida en sí mismo". El significado de la naturaleza y
la esencia está en la vida, que así como se tiene, así se enseña que
es dada para tenerla. Y que hay vida en uno y otro, lo demuestra la
esencia de uno y de otro. Y la vida que se engendra como vida -esto
es, la esencia que nace de la esencia-, mientras no nace de un modo
diferente -esto es, cuando nace una vida de lo que es vida-, tiene en
sí la naturaleza identidad de origen.
San Agustín De Trin.,
15, 27
Se entiende, pues, que el Padre dio la
vida al Hijo cuando ya existía, no sin vida. Porque como lo engendró
en la eternidad, la vida que el Padre dio al Hijo engendrándole, es
coeterna con la vida de Aquél que la dio.
San Hilario De Trin., 1,
7
Porque ha nacido del viviente como
viviente es que se produce el efecto del nacimiento sin novedad en la
naturaleza. Pues no es algo nuevo lo que se engendra del que vive como
vivo, porque la vida no se suscita de la nada para que se dé el
nacimiento, y la vida que recibe de la vida su nacimiento ha de vivir
necesariamente en el viviente y ha de tener en sí como vivo al
viviente, a causa de la unidad de naturaleza y del misterio de su
nacimiento inefable y perfecto. Y ciertamente la fragilidad de la
naturaleza humana se forma con elementos distintos y se mantiene unida
para vivir con elementos inanimados. Por otro lado, lo que en ella es
concebido no vive inmediatamente, ni vive por entero siendo partícipe
de la vida, pues hay muchas cosas que se separan por entero antes de
haber crecido sin darse cuenta. Pero todo cuanto hay en Dios vive,
pues Dios es la vida, y de la vida no puede salir nada más que lo
vivo.
San Agustín in Ioannem
tract. 22
Luego, cuando se dice: "Dio al Hijo", es
lo mismo que si se dijese engendró al Hijo, porque dio engendrando. Y
así como le concedió el que existiese, así le concedió que fuese vida
en sí mismo, para que no la necesitase de ninguna otra parte, sino que
El mismo fuese la plenitud de la vida de donde pudiesen vivir los que
creyesen mientras vivieren. ¿Qué diferencia hay entre Aquél que la dio
y Aquél que la recibió?
Crisóstomo in Ioannem
hom. 38
Véase aquí la semejanza, manifestando la
diferencia en uno solo. Porque cuando existe éste, existen el Padre y
el Hijo.
San Hilario De synodis
defin. 6
Hay diferencia entre la persona que recibe
y la que da, porque no puede entenderse que sea uno mismo el que diera
y el que recibiera. Porque uno vive para sí y otro confiesa que vive
por el que le ha dado vida.
|
27-29 |
"Y le dio poder de hacer
juicio, porque es Hijo del hombre. No os maravilléis de esto, porque
viene la hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán la
voz del Hijo de Dios. Y los que hicieron bien, irán a resurrección de
vida; mas los que hicieron mal, a resurrección de juicio". (vv. 27-29)
Teofilacto
No solamente concedió el Padre al Hijo el
poder de dar vida, sino que también pueda juzgar. Por esto dice: "Y le
dio poder de hacer juicio".
Crisóstomo. in Ioannem
hom. 38
¿En obsequio de quién se hace esto
constantemente? Me refiero al juicio, a la resurrección y a la vida,
porque todo esto es lo que puede conducir a la fe al oyente más
rebelde. Porque el que vive persuadido de que resucitará y dará al
Hijo la satisfacción de aquellas faltas que cometió, aunque no viere
alguna otra señal, andará mirando este signo, procurando hacerse bueno
ante el juez.
Prosigue: "Porque es Hijo del hombre. No
os admiréis de esto". Mas Pablo de Samosata lo dice de este modo: "Le
dio potestad de hacer juicio, porque es hijo del hombre". Pero en
esto, dicho así, no hay lógica alguna, pues no recibió la facultad de
juzgar por ser hombre. Porque entonces, ¿quién puede prohibir que
todos los hombres sean jueces? Pero como el Hijo de Dios es inefable,
por tanto es juez. Y así, cuando se lee: "porque es Hijo del hombre,
no os maravilléis de esto". Además, como parecía que para los que oían
estas cosas servía de dificultad lo que se les explicaba porque no
creían que Jesucristo fuese más que un puro hombre y las cosas que se
les decía eran superiores a lo que alcanza la esfera humana y aun a la
de los ángeles, pues eran propias de sólo Dios, queriendo deshacer
esta duda dijo: "No os maravilléis de esto" porque es Hijo del hombre.
Y añade la causa por qué no debe llamar la atención, diciendo: "Porque
viene la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz
del Hijo de Dios". Y ¿por qué no dijo: 'No os maravilléis, porque es
Hijo del hombre; y en efecto, es el mismo Hijo de Dios?' Y así habló
de la resurrección -como explicando la acción que es propia de Dios-,
dando a los oyentes motivo para discutir que era Dios e Hijo de Dios.
En efecto, quienes confunden los argumentos, cuando discutiendo las
partes demostraren claramente lo que se busca, en muchas ocasiones no
llevan a la conclusión. Pero obteniendo mejor victoria, abandonan a
aquel que contradice, para que se decida la cuestión en favor de
ellos. Por tanto no habló del juicio el que recordaba la resurrección
de Lázaro, porque Lázaro no resucitó para el juicio. Por esto sigue:
"Y los que hicieron bien, irán a la resurrección de vida: mas los que
hicieron mal a resurrección de juicio". Y como antes había dicho: "El
que oye mi palabra y cree en Aquél que me envió, no viene a juicio",
para que no crea alguno que es bastante para salvarse el tener fe,
añadió aquí sobre la vida diciendo: "Y los que hicieron bien... y los
que hicieron mal".
San Agustín,
ut supra
Como el Verbo estaba en Dios desde el
principio, recibió de Dios el tener vida en sí mismo, pero como el
Verbo se hizo carne, tomándola de la Virgen María, una vez hecho
hombre era también Hijo del hombre. Y como era Hijo del hombre recibió
poder de juzgar, lo cual se verificará al fin del mundo. Dios, por
tanto, resucita las almas por medio de Jesucristo, Hijo de Dios, y
resucita a los cuerpos por medio del mismo, en cuanto es Hijo del
hombre. Por esto añade: "Porque es Hijo del hombre", pues en cuanto
Hijo de Dios, siempre la ha tenido.
San Agustín De verb. Dom. serm., 64.
Mas a juzgar vendrá con forma humana, y
juzgará aquella forma que fue juzgada. Se sentará como juez el que fue
sometido a un juez. Condenará a los verdaderos reos el que falsamente
fue considerado como reo, y será muy justo para que los que han de ser
juzgados conozcan la justicia, porque serán juzgados los buenos y los
malos. Faltaba que en el juicio apareciese en la forma de siervo para
los buenos y para los malos, y que la forma de Dios la guardase
únicamente para los buenos. Por tanto, bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios.
San Agustín In Ioannem tract., 22.
Y todos aquéllos que fundaron alguna secta
o religión falsa, no podrán negar la resurrección de las almas (en
virtud de la que serán mejores, o de malas se convertirán en buenas),
aunque muchos hayan negado la resurrección de la carne. Y si tú, Señor
Jesús, no nos lo hubieres enseñado, ¿qué razón presentaríamos a los
que la impugnan? Para demostrarla añadió: "No os maravilléis de esto".
Esto es, de que haya dado potestad al Hijo del hombre para que juzgue:
"Porque viene la hora", etc.
San Agustín De verb. Dom. 62.
Y aquí no añade: "Y ahora es", porque esta
hora llegará al fin del mundo. Digo que no os maravilléis porque he
dicho conviene que los hombres sean juzgados por un hombre. Pero ¿a
qué hombres? No sólo a los que encuentre vivos, pues añade: "Viene la
hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz del
Hijo de Dios".
San Agustín In Ioannem tract., 22.
¿Qué cosa más evidente? Los cuerpos están
en los sepulcros, pero no las almas. También antes cuando dijo: "Viene
la hora", y cuando añade "y ahora es", dijo a continuación: "Cuando
los muertos oirán la voz del Hijo de Dios". No dijo todos los muertos.
Quiso referirse únicamente a los muertos malvados, porque no todos los
inicuos obedecen al Evangelio. Mas al fin, todos los que están en los
sepulcros oirán su voz y saldrán. No quiso decir: y vivirán, como
había dicho antes cuando quiso que se comprendiera la vida eterna y
bienaventurada, la cual no podrán alcanzar todos los que salen de los
sepulcros. Has recibido, en verdad, el poder de juzgar porque eres
Hijo del hombre. Resucitarán los cuerpos; sobre el mismo juicio di
algo y escucha esto: "Y los que hicieron bien, irán a la resurrección
de la vida", esto es, a vivir con los ángeles del Señor, "mas los que
hicieron mal, a resurrección de juicio". Aquí se dice juicio en lugar
de pena.
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30 |
"No puedo yo de mí hacer
cosa alguna: Así como oigo, juzgo, y mi juicio es justo; porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió". (v. 30)
San Agustín In Ioannem tract., 22.
Deberíamos decir a Jesucristo: tú
juzgarás, pero el Padre no, ¿pero juzgarás según el Padre? Y a esto
contesta: "No puedo yo de mí mismo hacer cosa alguna", etc.
Crisóstomo in Ioannem hom. 38.
Esto es, veréis que no sucede nada extraño
ni diferente de lo que el Padre quiere que yo haga. "Pero así como
oigo, juzgo", en lo cual no manifiesta otra cosa, sino que es
imposible que El quiera algo que el Padre no quiera. Esto es, juzgo
así, como si fuera el mismo Padre quien juzgara.
San Agustín In Ioannem tract., 23.
Y cuando se trataba de la resurrección de
las almas, no decía: oigo, sino: veo. Y ahora dice: oigo, como la voz
del Padre que manda. Por lo tanto, habla como hombre, en lo que el
Padre es mayor.
San Agustín Contra Arianos cap. 13.
Dice el Hijo, "como oigo, juzgo", ya según
la humana sumisión, porque es Hijo del hombre, y ya según aquella
naturaleza simple e inmutable que existe de tal modo en el Hijo y que
le viene del Padre, en cuya naturaleza el oír, el ver y el existir no
es diferente de aquel de quien ha recibido la esencia. Y así como oye
juzga, porque así como el Verbo fue engendrado para que el mismo Verbo
sea la verdad, así juzga según la verdad. "Y mi juicio es justo,
porque no busco mi voluntad", etc. Y diciendo esto, quiso llamar
nuestra atención sobre todo hombre que, buscando el cumplimiento de su
voluntad (y no la de Aquél por quien ha sido hecho), no juzgó
rectamente de sí mismo, pero fue hecho juicio recto acerca de él.
Porque éste, haciendo su voluntad (y no la de Dios), creyó que no
habría de morir, pero este juicio suyo no fue justo. Finalmente, la
hizo y murió, porque el juicio de Dios es justo, juicio que realiza el
Hijo de Dios, no buscando su propia voluntad, puesto que también es
Hijo del hombre. No porque carezca de voluntad cuando juzga, sino
porque su voluntad no es de tal manera propia, que sea ajena de la
voluntad del Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 22.
Yo no busco mi propia voluntad (esto es,
la del Hijo del hombre) que se oponga a la voluntad de Dios. Porque
los hombres hacen su propia voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo
que quieren y no lo que Dios manda. Mas cuando hacen lo que quieren
con el fin de cumplir la voluntad de Dios, no hacen su voluntad
propia. Por esto dice: "No busco mi voluntad". Porque Jesucristo no es
por sí mismo, sino por su Padre.
Crisóstomo,
ut supra
Manifiesta, por lo tanto, que la voluntad
de su Padre no se diferencia de la suya, sino que es una misma la de
los dos. Si decimos esto de su humanidad no se admiren, puesto que los
judíos hasta ese momento lo consideraban un simple hombre. Y, por lo
tanto, dijo que su juicio era justo, para que no hubiese nadie que se
excusara diciendo: el que quiere establecer sus cosas propias, se hace
sospechoso de que corrompe la justicia. Pero el que no se apoya en su
propio testimonio, ¿cómo podrá tener ocasión de juzgar cosas injustas?
San Agustín In Ioannem tract., 21.
El único Hijo dice: "No busco mi
voluntad"; pero los hombres hacen su propia voluntad. Hagamos, pues,
la voluntad del Padre, de Cristo y del Espíritu Santo, porque la
voluntad de éstos es una sola, como uno solo es el poder y una sola es
la majestad.
|
31-40 |
"Si yo doy testimonio de
mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio
de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros
enviasteis a Juan, y dio testimonio a la verdad. Mas yo no tomo
testimonio de hombre; pero digo esto para que vosotros seáis salvos.
El era una antorcha que ardía y alumbraba. Y vosotros quisisteis por
breve tiempo alegraros con su luz. Pero yo tengo mayor testimonio que
Juan. Porque las obras que el Padre me dio que cumpliese, las mismas
obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. Y
el Padre que me envió, El dio testimonio de mí, y vosotros nunca
habéis oído su voz, ni habéis visto su semejanza. Ni tenéis en
vosotros estable su palabra, porque al que me envió, a éste, vosotros
no creéis. Escudriñad las Escrituras, en las que vosotros creéis tener
la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis
venir a mí para que tengáis vida". (vv. 31-40)
Crisóstomo in Ioannem hom. 39.
Como Jesucristo había anunciado cosas
grandes de sí mismo y no las había demostrado, para probar lo que
había dicho sigue hablando con el fin de excitar la oposición de los
judíos, diciendo: "Y si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio
no es verdadero". ¿Quién no se admirará cuando oiga que Jesucristo
dice esto? Porque en muchas ocasiones aparece como dando testimonio de
sí mismo. Y si todo esto no es verdad, ¿qué esperanza puede quedarnos
de poder alcanzar la salvación? ¿En dónde encontraremos la verdad
cuando la misma Verdad dice "mi testimonio no es verdadero"? Mas dijo
esto: "no es verdadero", no en cuanto a su dignidad, sino en cuanto a
lo que sospechaban aquéllos a quienes se dirigía. Podían los judíos
contestarle, por lo tanto: por eso no te creemos, porque ninguno que
da testimonio de sí es digno de ser creído. Además, después de esta
oposición les da otras contestaciones muy claras y muy terminantes,
citando tres testigos de lo que había dicho: las obras que había
realizado, el testimonio del Padre y la predicación de San Juan;
poniendo en primer término al menor, esto es, el testimonio de San
Juan. Por esto dice: "Hay otro que da testimonio de mí", etc.
San Agustín De Verb. Dom. serm. 43.
El sabía que el testimonio que daba de sí
mismo era verdadero, pero a causa de aquella gente ignorante e
incrédula, el que era el Sol buscaba antorchas auxiliares. Porque como
aquéllos no veían bien, no podían resistir la fuerza de los rayos del
sol. Por lo tanto, se destinó a San Juan para que diese testimonio de
la verdad. Los mártires ¿no son testigos de Jesucristo para que den
testimonio de la verdad? Pero si consideramos esto bien, cuando los
mártires dan testimonio de El, El mismo es quien da testimonio de sí
mismo, porque El habita en los mártires para que den testimonio de la
verdad.
Alcuino.
Como Jesucristo era Dios y hombre,
manifestó que tenía propiedades de las dos naturalezas, hablando en
alguna ocasión acerca de que había tomado la naturaleza humana, y en
otras dando a conocer la majestad de su divinidad. Por tanto, cuando
dice: "Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es
verdadero", etc., esto debe entenderse respecto de la humanidad. Y
éste es el sentido: si yo, hombre, doy testimonio de mí mismo (esto
es, prescindiendo de Dios), mi testimonio no es verdadero. Por esto
sigue: "Otro es el que da testimonio de mí". Porque el Padre es quien
da testimonio de Jesucristo, puesto que en su bautismo se oyó la voz
del Padre, como también en el monte, cuando Jesucristo se transfiguró.
Prosigue: "Y sé que es verdadero el testimonio de El", porque Dios es
la verdad. Y el testimonio de la verdad ¿puede menos de ser verdadero?
Crisóstomo,
ut supra
Pero según antes se entiende, pueden
decirle: si no es verdadero tu testimonio, ¿cómo dices: he conocido
que es verdadero el testimonio de Juan? Por tanto, para contestar a
las sospechas de éstos, les responde diciendo: "Vosotros enviasteis a
Juan", etc., como si dijera: no hubiérais enviado donde Juan si no
hubiéseis creído que era digno de fe. Y lo que es más, no le enviaron
a preguntar acerca de Cristo, sino acerca de él mismo. Porque los
enviados no dijeron: ¿qué dices de Jesucristo?, sino: ¿tú quién eres?
¿qué dices de ti mismo? Por tanto, tenían formado un alto concepto de
aquel hombre.
Alcuino
Mas aquél dio testimonio, no de sí, sino
de la verdad, y por ser amigo de la verdad dio testimonio de la
verdad, esto es, de Cristo. Y no rechazó el Señor el testimonio de
Juan, que ciertamente fue necesario, sino que manifestó que no debían
los hombres dirigirse a San Juan sin darse cuenta que Jesucristo era
el único de quien necesitaban. Por esto añade: "Mas yo no tomo
testimonio de hombre".
Beda
Porque no lo necesito. Mas Juan, aun
cuando dio testimonio, no lo dio para aumentar la gloria de
Jesucristo, sino para mover a los hombres a conocerle mejor.
Crisóstomo,
ut supra
También el testimonio de Juan era el
testimonio de Dios, que hablando por medio de él dijo lo que dijo. Y
para que no digan: ¿de dónde consta que Juan aprendió de Dios lo que
aprendió?, diciendo esto, aclaró la duda de aquéllos: "Mas digo esto
para que os salvéis", como si dijera: Yo en realidad soy Dios que
existo por mí mismo, y no necesitaba de esta especie de testimonio
humano. Pero como vosotros creéis más bien a Juan y le creéis más
digno de fe que a todos los demás, y como no me creéis ni aun cuando
hago milagros, por esto os recuerdo su testimonio. Y para que no digan
¿qué hay con que aquél lo haya dicho si nosotros no lo hemos
recibido?, les manifiesta que efectivamente no habían aceptado lo que
había dicho San Juan. Por esto sigue: "El era una antorcha que ardía y
alumbraba, y vosotros quisisteis por breve tiempo alegraros con su
luz". Respecto a esto que dijo: "Por breve tiempo", dio a conocer la
facilidad con que habían creído y la prontitud con que habían olvidado
lo que le habían oído. Lo cual, si no hubiese sucedido, hubiesen sido
llevados hasta Jesús como de la mano. Llamándole antorcha, da a
conocer que no tenía luz propia, sino que la recibía de la gracia del
Espíritu Santo.
Alcuino
Porque Juan era antorcha, iluminado por
Jesucristo, que era la verdadera luz. Juan ardía en la fe y en el
amor, y brillaba por la palabra y por la obra, y había sido enviado
antes para confundir a los enemigos de Jesucristo, según aquellas
palabras del salmo ( Sal 131,17-18): "He
preparado la antorcha para mi Cristo, y llenaré de confusión a todos
sus enemigos".
Crisóstomo,
ut supra
Os cito a San Juan, no porque necesite de
su testimonio, sino para que os salvéis. Porque yo tengo un testimonio
mayor que el de Juan. Y esto es lo que dice a continuación: "Pero yo
tengo mayor testimonio que Juan", y éste es el que procede de las
obras. Por esto sigue: "Mas las obras que me dio el Padre para que yo
las ejecute, ellas mismas son las que dan testimonio de mí".
Alcuino
Como da vista a los ciegos, oídos a los
sordos, palabras a los mudos, arroja a los demonios y resucita a los
muertos, todas estas obras dan testimonio de Jesucristo.
San Hilario De Trin., 1,
7
El Dios Unigénito no sólo da testimonio
del nombre, sino que enseña también por el testimonio del poder que es
el Hijo de Dios. Porque las obras que practica atestiguan que ha sido
enviado por el Padre, y así la obediencia del Hijo y la autoridad del
Padre se conocen perfectamente en el que ha sido enviado. Pero como
las obras no son de suficiente testimonio para los incrédulos,
prosigue: "Y el Padre que me envió dio testimonio de mí". Registrad
los Evangelios y examinad todas sus obras. No hay otro testimonio del
Padre respecto del Hijo en los sagrados libros, sino aquél en que
manifiesta que Este es su Hijo. ¿Por qué se trata ahora de mentir,
diciendo que sólo hay adopción de nombre, para decir que Dios miente y
que ha inventado nombres vanos?
Beda In Ioannem c. 5
La misión debe entenderse como su
Encarnación. Finalmente manifiesta que Dios no tiene cuerpo, porque no
puede ser visto con los ojos de la carne. Por esto sigue: "Y vosotros
nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su imagen".
Alcuino
Mas los judíos podían decir: nosotros
únicamente acostumbramos a oír su voz en el monte Sinaí, y lo hemos
visto en la forma de fuego; por tanto, si Dios diera testimonio de ti,
nosotros hubiéramos conocido su voz. Pero contra esto dice: yo tengo
testimonio del Padre aunque vosotros no lo comprendáis, porque
vosotros "nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su imagen".
Crisóstomo hom. 39
¿Cómo, pues, Moisés pregunta si aconteció
alguna vez que un pueblo oyera la voz de Dios que hablaba en medio del
fuego como tú le has visto y has oído?, y ¿cómo se dice que Isaías y
otros muchos le vieron? ¿Qué es, pues, lo que ahora dice Cristo? Los
conduce a una doctrina filosófica, enseñándoles poco a poco que no hay
en Dios ni voz ni figura, sino que es muy superior a tales formas y al
lenguaje material. Así, cuando dice: "Ni habéis oído su voz", no
expresa que Dios tenga una voz que sin embargo no puede oírse; y lo
mismo al decir: "Ni habéis visto su figura", no indica que Dios tenga
forma sensible y visible, sino al contrario, que nada de esto hay en
Dios.
Alcuino
No puede Dios ser conocido por los oídos
carnales, sino por espiritual inteligencia mediante la gracia del
Espíritu Santo. No oían, pues, la voz espiritual, porque no querían
amarle y obedecer sus preceptos, ni ver su figura, porque ésta no
puede ser contemplada con los ojos carnales, sino con la fe y el amor.
Crisóstomo,
ut supra
Tampoco les era posible asegurar que
hubiesen recibido y guardado sus preceptos, de aquí es que añade: "Y
no tenéis estable en vosotros su palabra". Esto es, los preceptos de
Dios, aunque Dios los ha constituido, sin embargo no están entre
vosotros. Si es así que las Escrituras enseñan en todas partes que
creáis en mí y vosotros no creéis, es cosa clara que su palabra se ha
apartado de vosotros. Y por esto añade: "Porque al que El envió, a
Este no creéis".
Alcuino
No tienen en sí constantemente al Verbo
que era en el principio, los que oyendo la palabra de Dios desdeñan el
tenerla siempre presente y ajustar a ella sus obras. Había dicho que
El tenía el testimonio de Juan, el de sus obras y el del Padre. Y
ahora añade que también la Ley, que fue dada por Moisés, da testimonio
de El, diciendo: "Examinad las Escrituras en las cuales creéis tener
la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí". Como
diciendo: vosotros, que creéis tener la vida eterna en las Escrituras
y me rechazáis como contrario a Moisés, podéis comprender que yo soy
Dios por las palabras del mismo Moisés, si examináis cuidadosamente
las mismas Escrituras. Toda la Escritura da testimonio de Jesucristo,
ya por medio de figuras, ya por medio de los profetas, ya por medio de
los ángeles. Pero los judíos no creyeron que todo esto se refería a
Jesucristo y, por lo tanto, no pueden alcanzar la vida eterna. Por
esto sigue: "Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida", como
diciendo: las Escrituras dan testimonio, y sin embargo no queréis
venir a mí, a pesar de tanto testimonio. Esto es, no queréis creer en
mí, y buscar en mí la eterna salvación.
Crisóstomo In Ioannem
hom. 39
También puede continuarse hablando de este
modo: podrían decir aquéllos, ¿si no hemos oído su voz, cómo podremos
saber que Dios da testimonio de ti? Y por esto dice: "Examinad las
Escrituras", manifestando que Dios ha dado testimonio de El por medio
de las Escrituras. También en el Jordán y en el monte dio testimonio
de El, mas no oyeron la voz que resonó en el monte. Y aunque oyeron la
que resonó en el Jordán, no le prestaron atención. Por esto los remite
a las Escrituras, manifestando que el testimonio del Padre está en
ellas. Mas no los remitía a la simple lectura de las Escrituras, sino
que les encargaba el examen detenido, porque lo que en las Escrituras
se encontraba respecto de El estaba velado por encima y no se
expresaba en la superficie, sino que estaba escondido en lo profundo,
a manera de un tesoro. Y no dice: en las cuales tenéis la vida eterna,
sino: en las que creéis tenerla, manifestando que no sacaban el grande
y noble fruto de las Escrituras, creyendo que podrían salvarse
únicamente con leerlas sin fe. Por lo que añade: "Y no queréis venir a
mí", porque no querían creer en El.
Beda,
ut supra
El salmista manifiesta por qué usó de la
palabra venir en lugar de creer, cuando dice: "Aproximaos a El y
seréis iluminados" ( Sal 33,6). Añade
también: "Para que tengáis vida", porque si el alma que peca muere,
aquéllos tenían muerta el alma y la inteligencia. Por lo tanto, les
ofrecía la vida del alma, o de la eterna felicidad.
|
41-47 |
"No recibo gloria de
hombres. Mas yo os he conocido que no tenéis el amor de Dios en
vosotros. Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís: si otro
viniere en su nombre, a aquél recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros
que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria,
que de sólo Dios viene? No penséis que yo os he de acusar delante del
Padre: otro hay que os acusa: Moisés, en quien vosotros esperáis.
Porque si creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí: pues él
escribió de mí, mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis
palabras?" (vv. 41-47)
Crisóstomo in Ioannem
hom. 40
Como el Señor había hecho mención antes
del testimonio de San Juan, del de Dios y del de las obras de sus
siervos para atraerlos más hacia sí, era probable que muchos creyesen
que decía esto porque deseaba la gloria de los hombres. Y con este
fin, dice en contra de esto: "No recibo la gloria de los hombres".
Esto es, no necesito, porque mi naturaleza no es de tal manera que
necesite la gloria que procede de los hombres. Y si el sol no recibe
aumento de luz de la luz de otra antorcha, con mucha más razón no
necesito de la gloria humana.
Alcuino
Ni recibo gloria alguna de los hombres,
esto es, no busco la alabanza humana, porque no he venido a recibir
honra material de los hombres, sino a dar honra espiritual a los
hombres. Por tanto, no digo esto para buscar mi propia gloria, sino
que me compadezco de vosotros, que vivís en el error, y deseo traeros
al camino de la verdad. Por esto dice: "Mas yo he conocido que no
tenéis el amor de Dios en vosotros.
Crisóstomo,
ut supra
Como diciendo: y por eso he dicho esto,
para convenceros de que no me perseguís porque amáis a Dios; porque El
da testimonio de mí por medio de las obras y por medio del Espíritu
Santo. Sucedería, pues, que así como me despreciáis, creyendo que soy
enemigo de Dios, ahora vendríais a mí si amaseis a Dios, pero no le
amáis. Y les dio a conocer que esto era verdad, no sólo por lo que
había pasado, sino por lo que habría de suceder, diciendo: "Yo he
venido en nombre de mi Padre, y no me habéis recibido: si otro viniere
en su nombre, le recibiréis". Y dice que ha venido en nombre del Padre
para deshacer toda ocasión de impiedad.
Alcuino
Como si dijera: he venido al mundo para
que el nombre de mi Padre sea glorificado por mí, puesto que todo lo
atribuyo al Padre. Como no tenían amor de Dios, no querían recibir a
Aquél que venía a hacer la voluntad del Padre. Mas el Anticristo
vendrá, no en el nombre del Padre, sino en el suyo propio, y no
buscando la gloria del Padre, sino la suya. Y como los judíos no
quisieron recibir a Jesucristo, se les castigará su pecado con mucha
razón, haciéndoles que reciban el Anticristo, para que los que no
quisieron creer en la verdad crean en la mentira.
San Agustín De verb. Dom.
serm. 45
Pero oigamos también lo que dice San Juan:
"Habéis oído que viene el Anticristo, y ahora hay muchos que se han
hecho anticristos" ( 1Jn 2,18). ¿Qué hay de
temer en el Anticristo, sino que su nombre habrá de ser honrado y el
nombre de Dios despreciado? ¿Qué otra cosa hace el que dice: "soy yo
el que justifica" y "si no fuésemos buenos, habríais perecido?" ¿Ha de
depender de éste mi vida, y mi salvación estar ligada a la suya de
este modo? ¿No habría olvidado lo quién es mi fundamento? ¿Acaso no es
Jesucristo la piedra?
Crisóstomo,
ut supra
De este modo, pues, pone de relieve la
falta de religiosidad de aquéllos. Como diciendo: si me perseguís
porque amáis a Dios, mucho más conviene que lo hagáis con el
Anticristo. Porque él no dirá que ha sido enviado por el Padre, ni que
ha venido para hacer la voluntad de El, sino que por el contrario,
usurpando lo que no le pertenece, dirá que es Dios, y que está sobre
todas las cosas. Por lo que se da a conocer que perseguían a
Jesucristo por envidia, y por su aversión a Dios. Además expone la
causa de su infidelidad, diciéndoles: "¿Cómo podéis creer vosotros,
siendo así que aceptáis mutuamente la gloria, y no buscáis la gloria
que sólo viene de Dios?" Aquí les manifiesta repetidamente que no
tendían hacia las cosas de Dios, sino que querían defender sus propias
pasiones.
Alcuino
Es un pecado grave la jactancia y la
ambición de la humana alabanza, que quiere que se la crea adornada de
las prendas que no tiene. Por tanto, no pueden creer, porque tienen
ambición de gloria mundana; ¿y qué otra cosa es la ambición de la
humana alabanza, sino la hinchazón del alma soberbia? Como diciendo:
que el alma de aquéllos, que era soberbia, deseaba ser alabada y
ensalzada sobre todos los demás.
Beda
No puede precaverse este vicio de otro
modo que entrando dentro de nosotros mismos, y considerando que no
somos más que polvo, y que si comprendemos que en nosotros hay algo
bueno, no creamos que procede de nosotros mismos, sino que debemos
atribuirlo a Dios. Se nos enseña también que debemos portarnos siempre
como deseamos ser tenidos por los demás. Finalmente, podrían
responder: ¿Luego nos acusarás delante de tu Padre? Y por lo tanto,
previniendo esta pregunta, añade: "No penséis que yo os he de acusar",
etc.
Crisóstomo,
ut supra
Esto es, porque no he venido a condenar,
sino a salvar. "Otro hay que os acusa; Moisés, en quien vosotros
esperáis". Así como de la Escritura había dicho antes "en la que
vosotros suponéis la vida eterna", así dice de Moisés, "en quien
esperáis", encerrándoles en sus propios argumentos. Pero dirían: ¿Y
cómo nos acusará aquél? ¿Qué de comparable hay entre tú y Moisés,
siendo así que no guardas el sábado? Y por esto añade: "Porque si
creyéseis a Moisés, también me creeríais a mí; pues él escribió de
mí". Esto tiene sus fundamentos en las anteriores pruebas. Y estando
demostrado por mis obras, por el testimonio de Juan, y por el de mi
Padre, que he venido de Dios, comprenderéis que Moisés os acusará,
porque dijo: "Si viene alguno haciendo milagros, encaminando hacia
Dios y prediciendo con verdad lo que ha de suceder, convendrá
obedecerle". Y Jesucristo hizo todo esto, y sin embargo no le
creyeron.
Alcuino
Acaso dijo esto ateniéndose a nuestro modo
de pensar, y no porque pueda caber duda en Dios. Moisés, pues,
escribió acerca de Jesucristo, diciendo: "El Señor os levantará un
profeta de entre vuestros hermanos; y así como a mí, también le oiréis
a El" ( Dt 18,15).
San Agustín Contra
Faustum 16, 9
Pero todo lo que escribió Moisés, lo
escribió refiriéndose a Jesucristo. Esto es, todo pertenece a
Jesucristo: ya sea que lo anuncie por medio de figuras en las cosas,
en las acciones, o en las palabras, o ya sea que recomiende su gracia
y su gloria.
Prosigue: "Mas si a sus escritos no
creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?"
Teofilacto
Como diciendo: El, además, escribió y dejó
sus libros entre vosotros, para que si os olvidaseis, podáis
recordarlo fácilmente; y si no habéis creído en lo que está escrito,
¿cómo creeréis en mis palabras que no están escritas?
Alcuino
De aquí se deduce que los que leen los
preceptos (que prohiben el robar y otras acciones malas) y dejan de
cumplirlos, no pueden cumplir tampoco los mandatos del Evangelio, que
son más perfectos y sublimes.
Crisóstomo,
ut supra
Y en realidad, si se fijaran en lo que se
les decía, le hubieran rogado que dijera qué era lo que Moisés había
escrito acerca de El, pero se callaron. De tal condición es la maldad,
que por más que vea u oiga continúa guardando siempre su veneno.
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