CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

01-05
Y había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, aldea de María y Marta su hermana. Y María era la que había ungido al Señor con ungüento, y limpiado sus pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: "Señor, he aquí el que amas está enfermo". Y cuando lo oyó Jesús, les dijo: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios, para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella". Y amaba Jesús a Marta, y a María su hermana, y a Lázaro. (vv. 1-5)
 
Beda
El evangelista había dicho que el Señor había ido a la otra ribera del Jordán; entonces es cuando aconteció que Lázaro enfermó. "Y había un enfermo llamado Lázaro, de Betania". De aquí es que en algunos ejemplares se encuentre colocada la conjunción copulativa et para que se enlacen las palabras siguientes con las que preceden. Lázaro significa ayudado 1, y en efecto, entre todos los muertos resucitados por el Señor, éste fue el más ayudado, pues no sólo lo resucita muerto, sino cuatro días después de muerto.
 
San Agustín In Ioannem tract.,49.
La resurrección de Lázaro es el milagro que más se publica entre todos los que hizo el Señor. Pero si nos fijamos en quién lo hizo, más bien debemos alegrarnos que admirarnos. Resucitó al hombre el que hizo al hombre, y más es crearlo que resucitarlo. En Betania había enfermado Lázaro; por eso dice: "De Betania, aldea de María y de Marta", etc., cuya aldea estaba próxima a Jerusalén.
 
Alcuino.
Y como había muchas mujeres con este nombre, a fin de no errar, nos la señala por una acción muy conocida: "Y María era la que había ungido al Señor con ungüento", etc.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Es preciso notar que ésta no fue aquella meretriz de que nos hace mención San Lucas; pues ésta fue honesta y diligente en recibir a Cristo.
 
San Agustín De cons. evang., 2, 79
O bien al decir esto San Juan apoya a San Lucas, que refiere que este hecho tuvo lugar en casa de un cierto fariseo llamado Simón. Ya María había hecho esto; mas esto mismo que hizo en Betania por segunda vez, no lo cuenta San Lucas, pero lo refieren a la vez los otros tres evangelistas.
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Una enfermedad mortal se había apoderado de Lázaro. El fuego abrasador de la fiebre devoraba de día en día el cuerpo de este desgraciado. Las dos hermanas estaban al lado del que se debilitaba, y llorando su desgracia no se separaban un momento del lecho del joven enfermo. Por eso dice de ellas el texto sagrado: "Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor he aquí que el que amas está enfermo".
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Ellas no dijeron, ven y sánalo; ni se atrevieron tampoco a decir: mándalo desde ahí y aquí se hará la curación. "He aquí que el que amas está enfermo"; como diciendo: basta que lo sepas, porque no amas y abandonas.
 
Crisóstomo ut supra.
Por este medio ellas intentaban mover a compasión a Cristo, porque todavía lo miraban como hombre. Por eso no acudieron a El como el centurión y el funcionario, sino que envían a uno, porque por la mucha familiaridad que tenían con El tenían gran confianza. Además, la pena las retenía en casa.
 
Teofilacto.
Y porque eran mujeres, a las cuales no conviene salir de casa con frecuencia. Las palabras: "He aquí que el que amas está enfermo", expresan una gran piedad y gran fe. Creían que había un poder tan grande en el Señor, que parecía extraño que la enfermedad hubiera podido atacar a un hombre a quien El tanto amaba. "Y cuando lo oyó Jesús, les dijo: esta enfermedad no es para muerte".
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Porque la misma muerte no era para la muerte, sino para hacer un milagro, mediante el cual los hombres creerían en Cristo y evitarían la verdadera muerte. Por eso el Señor añade: "Sino para gloria de Dios", en donde indirectamente el Señor se llama a sí mismo Dios, contra los herejes que dicen que el Hijo de Dios no es Dios. Escucha las palabras que siguen, y que se refieren a la gloria de este Dios: "Para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella", esto es, por la enfermedad.
 
Crisóstomo ut supra.
Aquí la partícula ut no es de causa, sino de efecto 2; pues la enfermedad tenía otra causa, y Jesús se valió de ella para procurar la gloria de Dios.
"Y amaba Jesús a Marta, y a María su hermana, y a Lázaro".
 
San Agustín ut supra.
El enfermo, ellas tristes, todos amados. Tenían, pues, esperanza, porque eran amados de quien es el consuelo de los afligidos y la salud de los enfermos.
 
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista nos enseña que no debemos afligirnos si vemos enfermos a los virtuosos y amigos de Dios.
 
Notas
1. Lázaro, forma griega del nombre hebreo Eleazar, que significa Dios ha ayudado.
2. En griego, uper , preposición (con genitivo), en favor de, en beneficio de.
   
06-10
Y cuando oyó que estaba enfermo, se detuvo aún dos días en aquel lugar. Y pasados éstos dijo a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, ¿ahora querían apedrearte los judíos y vas allí otra vez?" Jesús respondió: "¿Por ventura no son doce las horas del día? El que anduviere de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Mas si anduviere de noche, tropieza porque no hay luz en él". (vv. 6-10)
 
Alcuino.
Después que la enfermedad de Lázaro le fue anunciada al Señor, esperó a que pasaran cuatro días para que después se descubriese más la grandeza del milagro. "Y cuando oyó que estaba enfermo", etc.
 
Crisóstomo ut supra.
Esto es, a fin de que muriese, fuese enterrado y dijeran ya hiede, para que nadie pudiera decir: No estaba muerto cuando lo resucitó, fue solamente un letargo y no muerte.
Y prosigue: "Y pasados éstos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea".
 
San Agustín ut supra.
En donde estuvo para ser apedreado, y de donde parecía haber huido para no serlo. Huyó como hombre, pero volvió allí como olvidándose de su debilidad y haciendo brillar su poder.
 
Crisóstomo ut supra.
En ninguna parte había dicho de antemano el Señor a sus discípulos a qué lugar había de ir, y aquí lo dice a fin de que no se sobrecogieran repentinamente de terror, pues temían tanto este viaje que le dicen: "Los discípulos le dijeron: Maestro, ¿ahora querían apedrearte los judíos, y vas allí otra vez?". Temían aún por El y por sí mismos, porque todavía no estaban afirmados en la fe.
 
San Agustín ut supra.
El Señor los corrige cuando siendo hombres pretenden dar consejo a Dios, y siendo discípulos a su Maestro. "Jesús respondió: ¿Por ventura no son doce las horas del día?". Para enseñarnos que El que es el día, eligió doce discípulos. En este número no preveía a Judas, sino a su sucesor, pues cuando él cayó lo sucedió Matías, y el número doce quedó íntegro. El día ilumina las horas para que por la predicación de las horas crea el mundo en el día. Seguidme a mí si no queréis tropezar. "El que anduviese de día no tropieza", etc.
 
Crisóstomo ut supra.
Como diciendo: el que no tiene conciencia de ningún crimen, no tendrá que temer ninguna astucia; pero el que obró mal, la sufrirá. Y así, no conviene tener mucho miedo, porque no hemos hecho nada que sea digno de muerte. O bien de otro modo: El que ve la luz de este mundo ha de estar seguro, y con más razón el que está conmigo, a no ser que se separe de mí.
 
Teofilacto.
Algunos entienden por este día el tiempo que precede a la pasión, y por la noche la pasión misma. Les dice, pues: "Mientras es de día", esto es, mientras no se acerca el tiempo de la pasión, no tropezaréis, porque los judíos no os perseguirán. Pero cuando llegue la noche, es decir, mi pasión, entonces llegará para vosotros la noche de las penas.
   
11-16
Esto dijo, y después les dijo: "Lázaro, nuestro amigo, duerme: mas voy a despertarle del sueño". Y dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, será sano". Mas Jesús había hablado de su muerte, y ellos entendieron que decía del dormir de sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro es muerto, y me huelgo por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Mas vamos a él". Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a los otros condiscípulos: "Vamos también nosotros, y muramos con El". (vv. 11-16)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
El Señor, después de animar una vez a sus discípulos, los conforta de nuevo manifestándoles que no irán a Jerusalén sino a Betania. "Esto dijo, y después les dijo: Lázaro, nuestro amigo, duerme, mas voy a despertarle del sueño"; como si dijera: no voy para disputar otra vez con los judíos, sino para despertar a nuestro amigo. Por eso dice: nuestro amigo, para demostrar la necesidad de su viaje.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Dijo que dormía y era verdad, porque dormía para el Señor y sólo estaba muerto para los hombres, que no podían resucitarlo. Pero el Señor lo resucitaba del sepulcro con tanta facilidad como tú no tienes cuando despiertas a un hombre que duerme. Luego en virtud de su poder dijo que dormía, conforme a lo que dijo el Apóstol ( 1Tes 4,12): "No quiero que ignoréis respecto a los que duermen". Los llamó dormidos porque predijo que habían de resucitar. Pero así como entre los que diariamente duermen y se despiertan, cada uno sueña -unos tienen sueños alegres, otros atormentadores-, así, cada cual tiene su razón para dormir y su razón para levantarse.
 
Crisóstomo ut supra.
Los discípulos quisieron impedir su ida a Judea: "Y dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, sanará". El sueño, para los que están enfermos, es casi siempre una señal de salud. Como si dijeran: si duerme, no es conveniente que vayas a despertarlo.
 
San Agustín ut supra.
Los discípulos respondieron según lo que habían entendido. "Mas Jesús había hablado de su muerte, y ellos entendieron que decía del dormir de sueño".
 
Crisóstomo ut supra.
Replicará alguno: ¿Cómo los discípulos no entendieron que había muerto por estas palabras "Voy a despertarle del sueño", ya que era insensato hacer una jornada tan larga para despertar a Lázaro de su sueño? A esto respondemos, que ellos creyeron ver en esto un enigma como otros que habían escuchado del Salvador.
 
San Agustín ut supra.
El les dice claramente lo que les había dicho de una manera misteriosa: "Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto".
 
Crisóstomo ut supra.
No añadió aquí: "Voy a despertarle del sueño" porque no quería publicar con las palabras lo que quería significar con los hechos, enseñándonos a huir de la vanagloria y que no debemos contentarnos con prometer.
"Y me huelgo por vosotros de no haber estado allí".
 
San Agustín ut supra.
El había sido anunciado como enfermo, no como muerto. Pero ¿qué podía estar oculto a los ojos de Aquel que lo había creado, y a cuyas manos había ido el alma del difunto? El les dice: "Me huelgo por vosotros de no haber estado allí, para que creáis", a fin de que empezaran a admirarse de que el Señor decía que había muerto sin haberlo visto ni oído. Aquí debemos recordar que la fe de los discípulos aún se estaba formando por medio de milagros. No comenzaba la fe en ellos, sino que se desarrollaba. Las palabras "para que creáis" quieren decir: para que creáis con más fuerza.
 
Teofilacto.
Algunos han entendido este pasaje de este modo: Me alegro por vosotros, pues el que no haya yo estado allí hará que vuestra fe sea mayor; porque si hubiese estado lo habría sanado en su enfermedad (y hubiera sido una pequeña prueba de mi poder). Mas como ha sobrevenido la muerte estando yo ausente, os afirmaréis más en la fe en mí viendo que puedo resucitar a un muerto ya en putrefacción.
 
Crisóstomo ut supra.
Todos los discípulos temían a los judíos, principalmente Tomás: "Tomás, pues, llamado Dídymo, dijo entonces a los otros condiscípulos: vamos también nosotros y muramos con El". El era el más débil de todos y el menos firme en la fe. Más tarde llegó a ser el más fuerte y el más heroico, porque él solo recorrió todo el orbe, llevándolo su celo en medio de pueblos que querían su muerte.
 
Beda.
O bien los discípulos reprendidos con las anteriores palabras del Señor no se atrevieron a replicar más. Pero Tomás, sobre todos, exhortó a sus compañeros a ir a morir con El, en lo cual se deja ver su gran constancia, pues hablaba como si fuera él capaz de hacer lo que a los otros exhortaba, olvidándose de su fragilidad como Pedro.
   
17-27
Vino, pues, Jesús y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios. Y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas de su hermano. Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir, mas María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora, que todo lo que pidieras a Dios te lo otorgará Dios". Jesús le dijo: "Resucitará tu hermano": Marta le dice: "Bien sé que resucitará en la resurrección en el último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" Ella le dijo: "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo". (vv. 17-27)
 
Alcuino.
El Señor había diferido su llegada hasta que pasaran cuatro días para que la resurrección de Lázaro fuese más gloriosa: "Vino, pues, Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
El Señor había tardado dos días, y dos días antes había llegado la noticia de la muerte de Lázaro. El llegó, pues, al cuarto día.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Muchas cosas pueden decirse sobre estos cuatro días, pues una misma cosa puede tener diversas significaciones. El pecado original con que el hombre nace, es el primer día de muerte; cuando el hombre infringe la ley natural, es el segundo día de muerte; la Ley de la Escritura dada por Moisés y de origen divino, cuando es menospreciada, es el tercer día de muerte. Viene, por fin, el Evangelio, y lo quebrantan los hombres; he aquí el cuarto día de su muerte. Pero el Señor no desdeña venir a resucitar a todos éstos.
 
Alcuino.
O bien, el primer pecado que existió fue la soberbia en el corazón, el segundo el consentimiento, el tercero el acto y el cuarto el hábito.
"Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios".
 
Crisóstomo ut supra.
Que equivalían a dos millas. El evangelista marca esta distancia para mostrar que era conveniente se hallasen presentes muchos judíos de Jerusalén, y por eso añade: "Y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas", etc. Pero, ¿cómo estos judíos venían a consolar a las que eran amadas de Cristo, después de haber proclamado que si alguno confesase a Cristo fuera arrojado de la sinagoga? Esto era a causa de los oficios debidos a la desgracia o por respeto a la nobleza de estas mujeres, o porque los que allí se hallaban no eran malos, pues muchos de ellos creían. Todo esto que dice el evangelista es para probar que Lázaro estaba realmente muerto.
 
Beda.
Todavía el Señor no había entrado en la aldea; Marta le salió al encuentro cuando aún estaba fuera de ella. "Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir", etc.
 
Crisóstomo.
No toma a su hermana para ir a recibir a Cristo; quiere ella hablarle aparte y prevenirlo de lo que había ocurrido. Pero cuando el Señor la hace recobrar esperanza, entonces fue y llamó a María.
 
Teofilacto.
Al principio no lo descubre a su hermana, queriendo ocultar esto a los que estaban presentes, porque si adivinaba María que Cristo se acercaba, hubiera ido a su encuentro; los judíos que estaban presentes la habrían acompañado, y habrían sabido la venida de Jesús, lo cual Marta no quería.
"Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
 
Crisóstomo.
Porque creía en Jesús, pero no de la manera que convenía, pues todavía no conocía que era Dios, y por eso decía: "Si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
 
Teofilacto.
Como dudando que El, estando ausente, podía impedir si quisiera la muerte de su hermano.
 
Crisóstomo ut supra.
No conocía ella aún que podía hacer esto por propia virtud y esto se deduce de las palabras siguientes: "Mas también sé ahora, que todo lo que pidieres a Dios te lo otorgará Dios", expresándose así como si hablara con un hombre virtuoso y extraordinario.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
No le dice: Te ruego que resucites a mi hermano, porque ¿cómo sabía ella que le era útil resucitarlo? Solamente dice: Sé que si quieres, puedes hacerlo; ahora bien, que lo hagas, eso queda a tu juicio, no al mío.
 
Crisóstomo ut supra.
El Señor la instruye en misterios que ella ignoraba: "Jesús le dijo: resucitará tu hermano". No dijo: pediré que resucite. Si hubiera dicho: no tengo necesidad de ayuda, todo lo hago en virtud de mi propio poder, hubiera sido demasiado duro para una mujer, mientras que decir "resucitará" era un término medio.
 
San Agustín ut supra.
La palabra resucitará fue ambigua, porque no dijo ahora, y por eso Marta le dijo: "Bien sé que resucitará en el último día". De aquella resurrección estoy cierta; de ésta no.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Esta mujer había oído hablar a Cristo muchas cosas acerca de su resurrección. Pero el Señor manifiesta aún más su autoridad con estas palabras: "Yo soy la resurrección y la vida", enseñando que no tiene necesidad de la ayuda de nadie, pues si la tuviere, ¿cómo había de ser la resurrección? Si El mismo es la vida, no se circunscribe a un lugar determinado. Existiendo en todas partes, puede sanar en todos los lugares.
 
Alcuino.
Por eso "soy la resurrección", porque soy la vida. El mismo, en cuya virtud resucitará después con los demás, puede hacerlo resucitar ahora.
 
Crisóstomo ut supra.
Diciendo ella "todo lo que pidieres", El dice: "El que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá", manifestando de este modo que El es el dispensador de los bienes y a El debemos pedir. Por este medio eleva su inteligencia, porque no era sólo la resurrección de Lázaro la que se pretendía, sino que todos los que estaban presentes fueran testigos de la resurrección.
 
San Agustín ut supra.
Dice, pues: "El que cree en mí, aunque hubiera muerto (en la carne), vivirá en el alma hasta que resucite la carne para no morir después jamás". Porque la vida del alma es la fe. "Y todo aquel que vive (en la carne) y cree en mí (aunque muera en el tiempo por la muerte del cuerpo) no morirá jamás".
 
Alcuino.
Por la vida del espíritu y la inmortalidad de la resurrección. Sabía el Señor, para quien nada hay oculto, que ella creía esto, pero la excita a hacer una confesión por la cual se salvara: "¿Crees esto?", le dice. "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo".
 
Crisóstomo ut supra.
Me parece que esta mujer no entendió las palabras de Cristo, pero creyó que significaban algo grande, extraordinario. No conoció, sin embargo, lo que era. Por eso preguntada sobre una cosa, responde por otra.
 
San Agustín ut supra.
O bien, creyendo que tú eres el Hijo de Dios, he creído que tú eres la vida, porque aquel que cree en ti, aun cuando muera vivirá.
   
28-32
Y dicho esto, fue y llamó en secreto a María su hermana, y dijo: "El Maestro está aquí y te llama". Ella, cuando lo oyó, se levantó luego y fue a El. Porque Jesús aún no había llegado a la aldea; sino que se estaba en aquel lugar en donde Marta había salido a recibirle. Los judíos, pues, que estaban en la casa con ella, y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado apresurada, y había salido, la siguieron, diciendo: "Al sepulcro va a llorar allí". Y María, cuando llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio, se postró a sus pies y le dice: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto". (vv. 28-32)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Entre tanto, las palabras de Cristo tuvieron la virtud de poner fin al dolor de Marta, porque su misma devoción para con el Maestro no la dejaba sentir en su presencia lo que podía recordar la causa de su dolor. "Y dicho esto", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Debe notarse que el evangelista llama silencio a la voz baja, porque ¿cómo es que calló cuando añadió, diciendo: "El Maestro está aquí y te llama"?
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Por eso llama a su hermana en secreto; porque si los judíos hubieran sabido que Cristo venía, se habrían retirado y no habrían sido testigos del milagro.
 
San Agustín ut supra.
Debe notarse también, que el evangelista no dice dónde, cuándo y cómo el Señor llamara a María, a fin de hacernos comprender por las palabras de Marta lo que El omitiera en fuerza de la brevedad de la narración.
 
Teofilacto.
O juzgó ella la presencia de Cristo como un llamamiento hecho a su hermana, como si dijera: no puedes excusarte de ir a su encuentro estando El ahí.
 
Crisóstomo ut supra.
Estando todo el mundo allí, ella llorando y llena de aflicción, no esperó a que el Maestro viniese hacia ella, ni se ocupó de su dignidad propia, ni el llanto la detuvo; sino que, levantándose, al punto le salió al encuentro. "Ella, cuando lo oyó, se levantó luego y se fue a El".
 
San Agustín ut supra.
Donde se ve que Marta no se le habría anticipado si ella hubiera sabido la llegada de Jesús.
"Jesús aún no había llegado a la aldea", etc.
 
Crisóstomo ut supra.
Marchaba sin prisa, para que no pareciera que buscaba con afán la ocasión de hacer el milagro, sino para que fuera pedido por ellos. Y esto es lo que el evangelista parece que quiere insinuar; o bien porque ella caminaba de prisa para anticipársele. No vino sola, sino trayendo consigo a todos los judíos, de donde se sigue: "Los judíos, pues, que estaban en la casa con ella, la siguieron", etc.
 
San Agustín ut supra.
Al evangelista le tocó decirnos esto, a fin de enseñarnos por qué motivo había allí muchos judíos cuando Lázaro fue resucitado, y era para que hubiese muchos testigos de un milagro tan grande como fue la resurrección de un muerto de cuatro días.
Prosigue: "Y María, cuando llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio se postró a sus pies".
 
Crisóstomo ut supra.
Esta era más ferviente que su hermana: ni se avergonzó de la muchedumbre, ni temió nada de lo que muchos de ellos, que eran enemigos de Cristo, pudieran sospechar de El. Y menospreciando los respetos humanos se entregó por completo a la gloria de su Maestro, que allí estaba.
 
Teofilacto.
Aunque parece que se empequeñece con estas palabras: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
 
Alcuino.
Mientras estuviste con nosotros, ningún mal, ninguna enfermedad osó aparecer en vuestra presencia, porque conocieron que teníamos por huésped y por habitante la vida misma.
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
¡Oh concierto desleal! ¡Tú estás aún sobre la tierra y el amigo Lázaro muere! ¿Si muere el amigo, qué sucederá al enemigo? Poco es que sólo las alturas no te obedezcan; he aquí que los infiernos han arrebatado a tu amado.
 
Beda.
No dijo María tanto como Marta había dicho, porque como es habitual en los que lloran, no pudo ella decir todo lo que quería, todo lo que tenía en su alma.
   
33-41
Jesús cuando la vio llorando y que también lloraban los judíos que habían venido con ella, gimió en su ánimo y se turbó a sí mismo. Y dijo: "¿En dónde le pusisteis?" Le dicen: "Ven y lo verás". Y lloró Jesús. Y dijeron entonces los judíos: "Ved cómo le amaba". Y algunos de ellos dijeron: "¿Pues éste abrió los ojos del que nació ciego, no pudiera hacer que éste no muriese?" Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo, fue al sepulcro. Era una gruta y habían puesto una losa sobre ella. Dijo Jesús: "Quitad la losa". Marta, que era hermana del difunto, le dice: "Señor, ya hiede, porque es muerto de cuatro días". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?" Quitaron, pues, la losa. (vv. 33-41)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Mientras que María habla, nada le dice Cristo, y tampoco le dice lo que había hablado a su hermana, porque la muchedumbre era numerosa y el momento no era adecuado para tales palabras, sino que condesciende y se humilla, manifestando su humana naturaleza. En el momento de hacer un milagro tan grande y ganar así muchos discípulos, manifiesta su humanidad y atrae por medio de esta condescendencia a multitud de testigos: "Jesús cuando la vio llorando gimió en su ánimo y se turbó a sí mismo".
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
¿Quién podía turbarlo sino El mismo? Cristo se turbó porque quiso; tuvo hambre porque quiso. En su poder estaba el tener tal aflicción o no tenerla, porque el Verbo tomó un cuerpo y un alma, uniéndose toda la naturaleza humana en la unidad de persona; y por esto, allí en donde está el soberano poder, la debilidad no se turba sino al arbitrio de la voluntad.
 
Teofilacto.
Para hacer patente su naturaleza humana, le ordena realizar lo que es de su condición, mandándoselo por virtud del Espíritu Santo. Y El mismo domina sus emociones. El Señor nos muestra su naturaleza sufriendo todas estas cosas, ya dándonos pruebas de que era hombre verdadero y no en la apariencia, ya enseñándonos que es preciso poner límites tanto a la tristeza como a la alegría, porque no padecer y no entristecerse es propio de los brutos, así como la superabundancia de estos sentimientos es propio de la mujer.
Y dijo: "¿En dónde le pusisteis?".
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
No debemos suponer que esta pregunta fuese hecha porque ignorara el lugar de la sepultura, sino porque quería probar la fe del pueblo.
 
Crisóstomo ut supra.
El no quiere tomar la iniciativa en nada, sino saberlo todo por boca de otro y hacerlo todo a ruegos de ellos, para no dar lugar a la más mínima sospecha.
 
San Agustín Lip 83 quaest qu 65.
Que El pregunte me parece significar así nuestra vocación, que se hace en secreto, porque la predestinación de nuestra vocación está oculta, y la señal de este secreto es la pregunta del Señor, como si ignorara cuando nosotros mismos lo ignoramos. O también quizá porque el Señor en otro lugar dice que ignora a los pecadores. "No os conocí" ( Mt 7,23), porque los pecados traspasan su disciplina y sus preceptos. "Le dicen: Ven, Señor, y lo verás".
 
Crisóstomo ut supra.
Aun no había dado señal alguna de que iba a resucitarlo. Así, más parecía que iba a llorar que a resucitar, y por eso le dicen: "Ven y lo verás".
 
San Agustín ut supra.
El Señor ve, cuando se compadece, y por eso dice el profeta ( Sal 24,18): "Mira mi humildad y mi fatiga, y perdona todos mis pecados".
"Y lloró Jesús", etc.
 
Alcuino.
El que era fuente de piedad lloraba como hombre al que iba a resucitar en virtud del poder de su divinidad.
 
San Agustín ut supra.
¿Por qué, pues, Cristo lloró, sino porque enseñó a los hombres que debían llorar?
 
Beda.
Los hombres suelen llorar en la muerte de los seres que les son queridos. Conforme a esta costumbre, los judíos pensaban que el Señor lloraba; "Y dijeron entonces los judíos ¡ved cómo le amaba!"
 
San Agustín ut supra.
¿Qué quiere decir "le amaba"? No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que hagan penitencia ( Mt 9,13). "Y algunos de ellos dijeron: ¿Pues éste, que abrió los ojos del que nació ciego, no podría hacer que éste no muriese?". Más es lo que va a hacer: que un muerto resucite.
 
Crisóstomo ut supra.
Los que así hablaron eran de sus enemigos. Lo que debía admirarlos sobre su poder -esto es, la vista dada a un ciego de nacimiento-, les sirve para infamarlo, y hablan como si no hubiera hecho tal milagro. Con esto ponen más de manifiesto su malicia, porque no habiendo llegado todavía Cristo al sepulcro empiezan las acusaciones, sin haber visto el fin de este suceso. "Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo, fue al sepulcro". El evangelista repite con intención que el Señor lloró y gimió, para manifestarnos que realmente se revistió de la naturaleza humana, y porque refiere prodigios mayores que los que cuentan los otros evangelistas. Por eso mismo, en orden a la naturaleza humana, dice cosas más humildes que los demás.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Gime en ti mismo si quieres revivir, se dice a todo hombre que está agobiado bajo el peso de una mala costumbre. "Era una gruta, y habían puesto una losa sobre ella". Muerto bajo la piedra, reo bajo la Ley, porque la Ley fue dada a los judíos escrita sobre piedra. Todos los reos están bajo la Ley, porque la Ley no se ha hecho para el justo ( 1Tim 1).
 
Beda.
Esta gruta estaba hecha en una roca. Se dice monumento ( monumentum) porque instruye a la mente ( mentem moneat) y le trae a la memoria los muertos 1.
"Dijo Jesús: Quitad la losa".
 
Crisóstomo ut supra.
Pero ¿por qué no lo resucitó cuando yacía bajo la losa? ¿Acaso el que con su voz hizo levantar a un muerto, no podía levantar la losa? No lo hizo para hacerlos testigos del milagro y para que no pudieran decir como dijeron del ciego: "No es éste". Las manos que separaban la losa y los hombres que se acercaban al sepulcro serían testigos de que él era.
 
San Agustín ut supra.
En sentido místico, las palabras: "Quitad la losa" quieren decir: Quitad el peso de la Ley; predicad la gracia.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 61.
En cuyas palabras creo que están significados aquellos que querían imponer la ley de la circuncisión a los que venían a la Iglesia de en medio de los gentiles, o bien aquellos que viven en el seno de la Iglesia de una manera corrompida, y son escándalo para los que quieren creer.
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Incluso María y Marta, hermanas de Lázaro, que habían visto a Cristo resucitar frecuentemente muertos, apenas creían que podría resucitar a su hermano. "Marta, que era hermana del difunto, le dice: Señor, ya hiede", etc.
 
Teofilacto.
Esto lo dice Marta desconfiando, como creyendo imposible ver resucitado a su hermano, a causa de los días que habían transcurrido desde su muerte.
 
Beda.
Estas palabras son de admiración y no de desesperación.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Estas palabras son un argumento poderoso para sellar los labios a los impíos a fin de que tengan por testimonios de este milagro las manos levantando la piedra, los oídos escuchando las palabras de Cristo, la vista que ve a Lázaro resucitar y el olfato que siente el hedor.
 
Teofilacto.
Cristo recuerda a esta mujer todas las cosas de que con ella había hablado, y lo hace como creyéndola olvidada de sus palabras: "Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?".
 
Crisóstomo ut supra.
Porque esta mujer no se acordaba de que Cristo le había dicho: "El que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá"; y a los discípulos también había dicho: "Para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella". Al hablar aquí de la gloria de Dios, alude a la gloria del Padre. La flaqueza de aquellos que lo escuchaban era el motivo de la diversidad en sus palabras. Entre tanto, el Señor no quería turbar a los que se hallaban presentes y por eso dice: "Verás la gloria de Dios".
 
San Agustín ut supra.
La gloria de Dios se manifiesta en resucitar a un cadáver de cuatro días y que hedía.
"Quitaron, pues, la losa".
 
Orígenes In Ioannem tom. 28.
La tardanza en quitar esta losa fue motivada por la hermana del difunto. Porque si no hubiera dicho "Ya hiede, porque es muerto de cuatro días", no se habría dicho: "Dijo Jesús: Quitad la losa: quitaron, pues la losa" con lo cual se retrasó el quitar la losa. Es más ventajoso no poner obstáculos entre los mandatos de Jesús y su ejecución.
 
Notas
1. En griego, mnhmeion , tumba. La raíz de la palabra es el verbo mnhmoneuw , recordar.
   
41-46
Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo bien sabía que siempre me oyes: mas por el pueblo que está alrededor, lo dije: para que crean que tú me has enviado". Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: "Lázaro, ven fuera". Y en el mismo punto salió el que había estado muerto, atados los pies y las manos con vendas, y cubierto el rostro con un sudario. Jesús les dijo: "Desatadle y dejadle ir". Muchos, pues, de los judíos, que habían venido a ver a María y a Marta, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en El. Mas algunos de ellos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. (vv. 41-46)
 
Alcuino.
Como Cristo en cuanto hombre era menor que el Padre, le pide la resurrección de Lázaro, y por eso dice que ha sido oído: "Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre", etc.
 
Orígenes In Ioannem tom.28.
Elevó, en verdad, los ojos a lo alto, porque elevó su inteligencia, haciéndola subir por medio de la oración a su excelso Padre. Por eso para orar siguiendo el ejemplo de Cristo es necesario elevar a lo alto los ojos de su corazón, apartándolos de las cosas presentes tanto en su memoria como en sus pensamientos e intenciones. Si se ha hecho, pues, una promesa a los que oran como es debido, según aquellas palabras: "Clamarás, y dirá: Aquí estoy" ( Is 58,9), ¿qué habremos de pensar del Salvador? Iba a rogar por la resurrección de Lázaro, pero Aquel que sólo es buen Padre por excelencia, escuchó su oración antes de haberla concluido. Para terminar su oración, añade la acción de gracias diciendo: "Padre, te doy las gracias, etc., para que crean que Tú me has enviado".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 63.
Esto es, que no hay nada contrario entre tú y yo. No manifiesta que es menos que su Padre y que no tiene tanto poder, porque esto se dice a los amigos y a los iguales en dignidad. Así, para mostrar que no está necesitado de la oración 1, añade: "Yo bien sabía que siempre me oyes". Como si dijera: para que se haga mi voluntad no tengo necesidad de orar para persuadirte, porque una es nuestra voluntad. Pero El lo dice con palabras encubiertas, a causa de la necedad de los que lo escuchaban, porque Dios no mira tanto a su dignidad como a nuestra salvación. Por eso en sus predicaciones habla pocas cosas grandes -y ésas, ocultas-, mientras que abundan mucho las humildes.
 
San Hilario De Trin. lib. 10.
No tuvo necesidad de orar por sí, sino que rogó por nosotros, para que no ignorásemos que era Hijo del Padre. Por eso añade: "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que Tú me has enviado". Estas palabras que no eran para El de utilidad alguna, eran de gran provecho para aumento de nuestra fe. El no tenía necesidad de socorro, pero nosotros sí de enseñanza.
 
Crisóstomo ut supra.
No dijo, pues, para que crean que soy menor -porque sin la oración yo nada puedo hacer-, sino: "Que Tú me has enviado". No dijo: Tú me has enviado débil, reconociendo mi servidumbre y sin poder hacer nada por mí mismo; sino: Me has enviado para que no crean que soy contrario a Dios, para que no digan: no es de Dios, y para manifestar que hago esta obra según tu voluntad.
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Cristo vino al sepulcro en que Lázaro dormía y al punto lo llamó del sepulcro, no como si estuviera vivo o dispuesto a oírle: "Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: Lázaro, ven fuera". Lo llama por su nombre para que los demás muertos no se vean obligados a resucitar.
 
Crisóstomo ut supra.
No dijo: Resucita tú, sino, ven fuera, como hablándole a un vivo, a aquel que hacía poco había muerto. Y por eso no dijo: en el nombre del Padre, ven fuera; o: Padre resucítalo; sino que uniendo todas estas cosas y después de haber orado, hace brillar su poder por el acto mismo; porque ésta es la señal de su sabiduría: mostrar su poder por medio de sus acciones y su condescendencia por medio de sus palabras.
 
Teofilacto.
La voz alta del Salvador que resucitó a Lázaro es el signo de la gran trompeta que ha de sonar en la resurrección universal ( 1Cor 15,52). Elevó más la voz para refrenar la lengua de los gentiles, que imaginaban que las almas de los difuntos se encontraban en los sepulcros. Por eso lo llama fuera con un grito, como si estuviera algo distante. Y así como la resurrección universal se hará en un abrir y cerrar de ojos, así también se hizo esta resurrección singular. Por eso añade el evangelista: "Y en el mismo punto salió el que había estado muerto", etc. Lo cual no es más que una preparación para que se verifique lo que dice San Juan ( Jn 5,25): "Viene la hora, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán".
 
Orígenes In Ioannem tom. 28.
No se dice que un grito lo despertara, y así se cumplió lo que acababa de decir ( Jn 2): "Voy a despertarlo del sueño". Mas el Padre, que escuchó la oración de su Hijo, resucitó a Lázaro y de este modo la resurrección de Lázaro es la obra común del Hijo y del Padre que lo escuchó. Porque así como el Padre resucita a los muertos y los vivifica, así también el Hijo da la vida a aquellos que quiere.
 
Crisóstomo ut supra.
Lázaro salió atado (ligado) para que no se creyera que era un fantasma. En el hecho de salir ligado hace resplandecer una maravilla tan grande como la de su resurrección. "Jesús les dijo: Desatadle", a fin de que los que lo tocasen y se acercasen a él, se persuadieran de que era él y no otro. "Y dejadle ir". Esto lo hace por humildad, pues no lo conduce ni lo lleva consigo como prueba del milagro.
 
Orígenes ut supra.
El Señor había dicho más arriba ( Jn 11,42): "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que tú me has enviado". Si ninguno de los que estaban presentes hubiera creído, entonces habría dicho esto como hombre que no conoce el porvenir. Para evitar esto añade el evangelista: "Muchos, pues, de los judíos creyeron en El; mas algunos de ellos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús". Estas palabras son ambiguas, y no dicen claramente si los que fueron a los fariseos eran parte de aquella multitud que había creído en El y que fueron a proponer a los enemigos de Cristo que se reconciliaran con El, o bien eran de los que no creían, y que fueron para excitar contra Cristo la tenaz envidia de los fariseos. Yo creo que el evangelista quiso decir esto último, porque llama multitud a aquellos que habían creído en fuerza de los hechos de que habían sido testigos, como si fuesen pocos todos los demás, de los cuales añade: "Mas algunos de ellos", etc.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
Aunque nosotros creamos con fe sincera que la resurrección de Lázaro sea real en el sentido histórico, sin embargo yo no dudo que aquí se encierre una verdad en el sentido alegórico, pues cuando a los hechos se da un sentido alegórico, no por eso dejan de ser verdaderos.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Todo el que peca, muere; pero Dios, por su misericordia infinita, resucita las almas a fin de que no mueran por toda la eternidad. Así, pues, nosotros creemos que en los tres muertos que el Salvador resucitó en sus cuerpos, se nos da a entender algo relativo a la resurrección de las almas.
 
San Gregorio Moralium 4, 29
Porque resucita a la niña en la casa, al joven fuera de la puerta, y a Lázaro en el sepulcro. En efecto, yace muerto en la casa el que está en pecado, y es conducido como fuera de la puerta el que comete el pecado en público sin pudor alguno.
 
San Agustín ut supra
O bien, la muerte está dentro cuando el pensamiento del mal no se ha convertido en acto exterior por la obra; pero si pusiste por obra el mal pensamiento, llevaste la muerte fuera de la puerta.
 
San Gregorio ut supra
El que a la perpetración del crimen añade la costumbre del pecado está oprimido bajo el peso de la sepultura, pero la gracia divina ilumina con frecuencia a estos pecadores con los resplandores de su luz.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65
O bien, en Lázaro que yace en el sepulcro, vemos al alma agobiada bajo el peso de sus pecados.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Y sin embargo, el Señor amaba a Lázaro, porque si no amara a los pecadores, no hubiera bajado del cielo a la tierra. La expresión "ya hiede" cuadra perfectamente a aquel que tiene hábito de pecar, porque empieza a exhalar una reputación detestable y un hedor insufrible. Con razón dijo: "Es muerto de cuatro días", porque el último de los elementos es la tierra. Esta expresión significa el abismo de los pecados terrenales, esto es, de los apetitos carnales.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
El Señor gimió en sí mismo, lloró, gritó en alta voz, porque con dificultad se levanta aquel a quien oprime el peso de la costumbre. Cristo se turba a sí mismo para que aprendas cómo debes turbarte cuando te veas agobiado bajo el peso de tantos pecados. Porque la fe del hombre que se disgusta a sí mismo debe gemir en la acusación de sus malas acciones, para que la costumbre de pecar ceda a la violencia del arrepentimiento. Cuando dice: yo hice aquello y Dios me lo ha perdonado, oí el Evangelio y lo menosprecié, ¿qué hago? Entonces gime Cristo, porque gime la fe. En la voz del que gime está la esperanza de la resurrección.
 
San Gregorio Moralium 13.
Se dice a Lázaro: "Ven fuera", para excitarlo a pasar de su pecado oculto a la confesión de su pecado por su propia boca, de manera que el que yace envuelto en su conciencia por el pecado, salga de él por medio de la confesión.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
Lázaro, saliendo del sepulcro, representa al alma separándose de sus apetitos carnales. El salir atados los pies y las manos con vendas, nos enseña que aun los que abandonan las cosas carnales y sirven de corazón la ley de Dios, mientras están revestidos de este cuerpo no están libres de las tentaciones de la carne. Y el estar su rostro cubierto con un sudario nos enseña que en esta vida no podemos tener plena inteligencia. "Desatadle y dejadle ir". Estas palabras nos anuncian que después de esta vida desaparecerán todos los velos para que podamos ver cara a cara.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
O bien, de otra manera: cuando desprecias, yaces muerto; cuando confiesas, sales adelante. ¿Qué otra cosa es salir adelante, sino manifestarse saliendo de lugar oculto? Pero Dios hace que te confieses gritando en voz alta, esto es, llamándote por una gracia singular. El muerto que se adelanta está aún atado de pies y manos; es reo aún. Por eso, para que se desataran los pecados dijo a los ministros: "Desatadle y dejadle ir", es decir, lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo.
 
Alcuino.
Cristo resucita porque El es quien por sí mismo vivifica interiormente; los discípulos desatan porque por medio del ministerio de los sacerdotes, son absueltos los que son vivificados.
 
Beda.
Los que van a anunciar a los fariseos son aquellos que viendo las buenas obras de los siervos de Dios, los persiguen con su odio y se esfuerzan en infamarlos.
 
Notas
1. No debe entenderse que la oración fuese accesoria a Jesús: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo de su madre que conservaba todas las 'maravillas' del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (cf. Lc 1,49; 2,19; 2,51). Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: 'Yo debo estar en las cosas de mi Padre' ( Lc 2,49). Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su Humanidad, con los hombres y en favor de ellos" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 2599).
   
47-53
Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos juntaron concilio y decían: "¿Qué hacemos? porque este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos así, creerán todos en El; y vendrán los romanos y arruinarán nuestra ciudad y nación". Mas uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada. Ni pensáis que os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca". Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que siendo sumo pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios, que estaban dispersos. Y así, desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte. (vv. 47-53)
 
Teofilacto.
Era conveniente admirar y ensalzar a Aquel que tales prodigios obraba, pero ellos más bien maquinan darle la muerte. "Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos juntaron concilio", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Ellos no dicen: "Creemos". Estos hombres perdidos se ocupaban mejor de hacer daño y de matar, que de la manera de salvarse a sí mismos. Y, sin embargo, temían y se consultaban unos a otros: "¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchos milagros".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
Todavía lo llaman hombre los mismos que acababan de tener una prueba tan grande de su divinidad 1.
 
Orígenes In Ioannem tom.,28.
Es de considerar, oídas sus palabras, su necedad y su ceguera. Su necedad, porque ellos habían sido testigos de los muchos milagros que había hecho y, sin embargo, creían poder conspirar contra El, como si El mismo no tuviera poder para burlar sus maquinaciones. En esto consistía también su ceguedad, porque era preciso que Aquel que había hecho tantos milagros se desembarazase de sus asechanzas, a no ser que creyesen que realmente hacía milagros, pero que estos milagros no los hacía en virtud del divino poder. Así, ellos determinaron no dejarlo ir, creyendo que esto sería un gran impedimento para los que creían en El, y que así los romanos no les quitarían su ciudad y nación. "Si lo dejamos así, creerán todos en El", etc.
 
Crisóstomo ut supra.
Con estas palabras querían atemorizar al pueblo, haciéndoles ver el peligro en que estaban de que se sospechase que querían declararse en poder independiente; palabras que equivalen a estas otras: Si los romanos lo ven seguido de la muchedumbre, sospecharán que queremos erigirnos en poder independiente, y destruirán la ciudad. Pero todo lo que decían era pura ficción, porque ¿cuáles eran los motivos para sospechar esto? ¿Iba El acaso rodeado de gente armada y seguido de escuadrones? ¿Acaso no buscaba los desiertos? Pero para que no se pensara que esto lo decían con el intento de preparar su muerte, dicen que toda la ciudad está en peligro.
 
San Agustín ut supra.
O bien, temían que si todos creían en Cristo no quedase nadie para defender la ciudad y el templo de Dios contra los romanos, porque bien sabían que la doctrina de Cristo era contraria al mismo templo y a las leyes de sus antepasados. Temían, pues, perder los bienes temporales, y nada les importaba perder la vida eterna, en que no pensaban. Pero a pesar de todo esto, finalmente los romanos, después de la pasión y de la resurrección del Señor, hicieron desaparecer la ciudad, destruyéndola.
 
Orígenes ut supra.
Mas, según el sentido místico, los gentiles ocuparon el lugar de los circuncisos, pues por la caída de éstos vino la salvación a las naciones. En lugar de los gentiles son puestos los romanos, pasando de este modo la soberanía a quienes hasta entonces habían ejercido allí sus derechos. También la gente fue arrebatada de entre ellos, porque el que fue pueblo de Dios dejó de serlo.
 
Crisóstomo ut supra.
Pero mientras ellos vacilaban y proponían ese consejo para deliberar, diciendo: "¿Qué hacemos?", uno, descaradamente y con la mayor crueldad, gritó: "Mas uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año".
 
San Agustín ut supra.
Podía uno preguntar, ¿cómo es que se dice que era pontífice de aquel año, siendo así que el Señor había establecido un único sumo sacerdote, que no debía tener sucesor sino después de su muerte? Es preciso admitir que la división y la ambición habían conducido más tarde a los judíos a tener muchos pontífices, que servían alternativamente cada año, y quizá en un mismo año había muchos, a los cuales sucedían otros en el año siguiente.
 
Alcuino.
Cuenta Josefo, que este Caifás había comprado por dinero el pontificado de aquel año.
 
Orígenes In Ioannem tom.,30.
Una prueba de la maldad de Caifás son las palabras "pontífice de aquel año", porque exponen que bajo su pontificado nuestro Salvador ejerció el ministerio de su pasión. Y sin embargo, como fuese pontífice de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada, ni pensáis que os conviene que muera un hombre".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
Como si dijera: Vosotros estáis tranquilos y miráis esto con poco interés, pero tened en cuenta que es preciso despreciar la salvación de un solo hombre para salvar el bien común.
 
Teofilacto.
Esto lo dijo él con una intención depravada. Sin embargo, la gracia del Espíritu Santo se valió de sus palabras para presagio del porvenir: "Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que siendo pontífice profetizó", etc.
 
Orígenes ut supra.
No todo el que profetiza es profeta, como no todo aquel que sigue la justicia es justo, como por ejemplo el que hace alguna obra por la gloria humana. Caifás, pues, profetizó, es verdad, y sin embargo no era profeta, como sucedió a Balaam ( Núm 23). Alguno podrá decir que Caifás no profetizó por inspiración del Espíritu Santo, ya que el espíritu maligno puede también dar testimonio de Jesús y profetizar acerca de El conforme a aquellas palabras ( Lc 4,34): "Sabemos quién eres, santo de Dios". Porque su intención no es hacer fieles a los que lo escuchan, sino incitar en el pretorio contra Jesús a los que confiaban en El, para hacerlo morir. Por otra parte, las palabras "os conviene" -que forman parte de su profecía-, o son verdaderas o falsas. Si son verdaderas, se sigue que se salvarán todos aquellos que se esfuerzan en el pretorio por incitar al pueblo contra Jesús y, después de su muerte por el pueblo, llegarán a conseguir lo que les conviene. Si no son verdaderas, es evidente que el Espíritu Santo no inspiró esta profecía, porque el Espíritu Santo no puede mentir. Pero si alguno cree que Caifás es en esto verídico, ( Heb 2,9) hallará claro que Jesús ha abrazado la muerte por todos, y que El es Salvador de todos los hombres, principalmente de los fieles. Encontrará también que todas las palabras que están en este lugar, comenzando por aquellas ( 1Tim 4,10): "Vosotros nada sabéis", son una verdadera profecía. Porque nada sabían los que ignoraban que Jesús es la verdad, la sabiduría, la justicia y la paz. Y lo que a ellos convenía era que éste solo -en cuanto hombre- muriera por el pueblo, pero no en cuanto imagen de Dios invisible ( Col 1,15), bajo cuyo respecto no está sujeto a la muerte. Y como poderoso que es, quiso destruir y borrar en sí mismo la culpa de todo el género humano. En las palabras "mas esto no lo dijo de sí mismo", se nos ha enseñado que nosotros, hombres, decimos algunas cosas por nosotros mismos sin que ninguna fuerza extraña nos induzca a ello, mientras que hay otras que las proferimos por influencia de otro poder, aun cuando nosotros no lo podamos apreciar en toda su extensión, disponiéndonos así a escuchar lo que se dice, pero sin fijarnos en la intención de las palabras. Así Caifás no dijo nada de sí, ni conoció que lo que decía era una profecía, porque ignoraba el sentido de las palabras que proferían sus labios ( 1Tim 1,7). Así, en la Epístola de San Pablo a Timoteo se encuentran algunos doctores de la Ley que ni saben lo que dicen ni lo que afirman.
 
San Agustín ut supra.
Aquí también podemos aprender que los hombres malos pueden también vaticinar lo futuro con espíritu profético, lo cual, sin embargo, el evangelista atribuye al sagrado ministerio, porque Caifás era pontífice, esto es, sumo sacerdote.
 
Crisóstomo ut supra.
¡Mira cuán grande es la virtud del Espíritu Santo, que de una inteligencia depravada hace salir palabras proféticas! Mira también cuán grande es la virtud y la dignidad del pontificado, pues hecho pontífice, aunque indigno, Caifás profetiza sin saber lo que dice. La gracia no toca más que a la boca, pero no llega al corrompido corazón.
 
San Agustín ut supra.
Caifás, pues, sólo profetizó de la nación judía, en la que estaban las ovejas de que el mismo Señor había dicho ( Mt 15,2): "No soy enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa de Israel". Pero el evangelista sabía que había otras ovejas que no eran de este redil, a las cuales convenía conducir, y por eso añadió: "Y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios que estaban dispersos". Esto se dijo de la predestinación, pues entonces no había ni ovejas ni hijos de Dios.
 
San Gregorio Moralium 6, 13
Los perseguidores hicieron, pues, todo lo que maliciosamente habían maquinado. Prepararon su muerte para arrancar la fe que en El tenían los creyentes, pero la fe creció por los mismos medios que los incrédulos habían empleado para extinguirla. No convirtió en obsequio de su piedad, lo que la crueldad humana fraguó contra El.
 
Orígenes
Llenos de ira por las palabras de Caifás, decretaron la muerte del Señor. "Y así, desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte". Y en verdad, si Caifás no profetizó por inspiración del Espíritu Santo, fue otro espíritu el que pudo a la vez hablar por la boca de un impío y excitar a sus camaradas contra Cristo. Mas el que ve aquí la inspiración del Espíritu Santo, dirá que así como muchos para constituir su depravada doctrina, se acogen a la palabra de las Escrituras dirigidas al bien general, así los oidores de esta verdadera profecía pronunciada contra Cristo, no tomándola en su verdadero sentido, se reúnen en consejo para dar muerte a Cristo.
 
Crisóstomo ut supra
Primero lo buscaban para darle la muerte, y ahora dan la sentencia.
 
Notas
1. Según la definición del Concilio de Calcedonia (451): "ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado ( Heb 4,15); engendrado del Padre antes de todos los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad, y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo" ( Dz 148).
   
54-56
Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos, sino que se retiró a un territorio cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraím; y allí moraba con sus discípulos. Y estaba ya cerca la Pascua de los judíos; y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: "¿Qué os parece de que no haya venido a la fiesta?" Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestara para prenderle. (vv. 54-56)
 
Orígenes In Ioannem tom.,28.
Después que los escribas y fariseos se juntaron para condenar a muerte a Jesús, El, teniendo más cautela, no conversaba ya con los judíos con tanta confianza. Y se retiró, no a una ciudad popular, sino a una que estaba lejos y apartada. "Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 49.
No por defecto de su poder (el que, si hubiera querido, le habría permitido hablar en público con los judíos y no le habrían hecho nada); mas El dejó este ejemplo a sus discípulos, para enseñarles que no hay pecado en que sus fieles se aparten de las miradas de los perseguidores y, ocultándose, prefieran evitar el furor de los malvados, que sería más terrible manifestándose en público.
 
Orígenes ut supra.
Porque no es digno de censura para el que confiesa a Jesucristo el no evitar confusión en el momento del combate, y no rehusar la muerte por defender la verdad. Es asimismo prudente no dar ocasión exponiéndose a una prueba tan grande, no solamente por la incertidumbre del éxito de parte nuestra, sino también para no dar ocasión a los otros para que hagan mayor su impiedad y su perversidad. Porque si el que da ocasión de pecado, no se librará del castigo merecido, ¿qué castigo no merecerá aquel que no evita el pecado del perseguidor? El Señor no se fue solo. Antes bien, para no dar ocasión alguna a los que lo perseguían, llevó consigo a sus discípulos. "Y allí moraba con sus discípulos".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
¿Qué impresión piensas que debió ser la de los discípulos, viéndolo humanamente salvado, es decir, viéndolo buscar como hombre un asilo que lo oculte y lo ponga a salvo de las manos de sus perseguidores? Mientras que todos se regocijan y celebran fiesta, ellos se ocultan y corren graves peligros; sin embargo, permanecen con El, conforme a aquellas palabras ( Lc 22,28): "Vosotros sois los que permanecisteis conmigo en mis tentaciones".
 
Orígenes ut supra.
Místicamente hablando, debemos decir que Jesús andaba confiadamente en medio de los judíos, cuando el Verbo divino estaba entre ellos por la profecía. Mas apenas marchó de allí y el Verbo de Dios no estuvo más con los judíos "se retiró a un territorio cerca del desierto" ( Is 54,1). Los hijos de la mujer desierta, esto es, abandonada, son más numerosos que los de la desposada. Esta ciudad se llama Ephrem, que quiere decir fertilidad 1. Effraim fue hermano de Manasés, del antiguo pueblo entregado al olvido. Después que este pueblo fue relegado al olvido y abandonado, fue cuando surgió la abundancia de en medio de los gentiles. El Señor, abandonando a los judíos, vino a esta tierra del universo, a la Iglesia casi desierta, y cuyo nombre significa ciudad fecunda, y en ella permanece hasta ahora con sus discípulos.
 
San Agustín In Ioannem tract., 50.
Aquel que había bajado del cielo para sufrir, quiso acercarse al lugar de su pasión porque la hora de su muerte estaba cercana. Por eso el evangelista añade: "Y estaba ya cerca la Pascua", etc. Los judíos celebraban la Pascua en las tinieblas, nosotros en la luz. Con la sangre de su cordero se señalaron los umbrales de las casas de los judíos; nuestras frentes se señalan con la sangre de Cristo. Los judíos quisieron ensangrentar esta fiesta con la sangre del Salvador. En este mismo día de fiesta fue sacrificado el Cordero que consagró el mismo día con su propia sangre. La ley de los judíos mandaba que en el día de fiesta en que se celebraba la Pascua se reunieran de todas partes y se santificaran con la celebración de aquel día: "Y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse".
 
Teofilacto.
Vinieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse, porque todos aquellos que habían pecado, ya voluntariamente, ya contra su voluntad 2, no celebraban la Pascua sin expiar antes, según costumbre, por medio de abluciones, ayunos, cortarse el cabello, y además haciendo algunas ofrendas determinadas a este fin. En el tiempo, pues, en que éstos celebraban la expiación, fue cuando tendían asechanzas al Señor: "Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros estando en el templo: ¿qué os parece de que no haya venido a la fiesta?"
 
Crisóstomo ut supra.
Le ponían asechanzas y celebraban el día de la fiesta y el de la inmolación.
 
Orígenes ut supra.
Y por eso no dijo la Pascua del Señor, sino de los judíos, porque en ella el Salvador sufría asechanzas.
 
Alcuino.
Ellos no buscaban al Señor por una causa justa, pero nosotros lo buscamos estando en el templo, consolándonos mutuamente, exhortándonos y pidiendo que venga a nuestro día de fiesta y nos santifique con su presencia.
 
Teofilacto.
Si estas cosas hubieran sido obra exclusivamente de las turbas, podría creerse que su pasión era resultado de la ignorancia. Pero los fariseos mismos dan la orden de que sea preso: "Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestase para prenderle".
 
Orígenes ut supra.
Y notad que ellos ignoraban dónde está, porque se ha dicho que El se había retirado. Podrá decirse que los que tendían lazos a Jesús ignoraban dónde estaría y que dieron otros preceptos que los divinos, enseñando las ciencias y los mandatos de los hombres.
 
San Agustín ut supra.
Pero nosotros enseñamos a los judíos dónde está Jesús. ¡Ojalá quieran oírlo y apoderarse de El! Vengan a la Iglesia, oigan dónde está Cristo y aprehéndanlo.
 
Notas
1. La raíz del nombre parece ser el verbo hebreo que significa ser fructífero o fértil. El territorio que ocupó la tribu de Efraím era de los más fértiles de Palestina.
2. Por haber "pecado contra su voluntad" ha de entenderse haber incurrido involuntariamente en mancha ritual, y no haber pecado propiamente. El pecado incluye el carácter voluntario. La Bula Ex omnibus affictionibus (1567) de San Pío V, condenó el error de Bayo, que afirmaba que "lo voluntario no pertenece a la esencia y definición de pecado".