CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

01-09
Y el primer día de la semana vino María Magdalena, de mañana, al sepulcro, cuando era oscuro, y vio quitada la losa del sepulcro. Y fue corriendo a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: "Han quitado al Señor del sepulcro, y no sabemos en dónde lo han puesto". Salió, pues, Pedro y aquel otro discípulo, y fueron al sepulcro. Y corrían los dos a la par; mas el otro discípulo se adelantó corriendo más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y habiéndose bajado vio los lienzos puestos, mas no entró dentro. Llegó, pues, Simón Pedro, que le venía siguiendo, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos, y el sudario, que había tenido sobre la cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Porque aún no entendían la Escritura, que era menester que El resucitara de entre los muertos. (vv. 1-9)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como ya había pasado el sábado, durante el cual lo prohibía la Ley, no pudo María Magdalena contenerse, y muy de mañana se fue a buscar consuelo al sepulcro. Por eso dice: "El primer día de la semana, María Magdalena", etc.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
No cabe duda que María Magdalena era la que más fervientemente amaba al Señor de entre todas las mujeres que habían amado al Señor; de modo que no sin razón San Juan haga sólo mención de ella sin nombrar a las otras que con ella fueron, como aseguran los otros Evangelistas.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
El primer día del sábado, es al otro día del sábado, que es el día que los cristianos llaman día del Señor en recuerdo de la resurrección. Este es el día que San Mateo designa con el nombre de "El primero del sábado".
 
Beda
Es decir, "El día después del sábado", o sea el primer día siguiente al sábado.
 
Teofilacto
O de otro modo: Los judíos llamaban sábado a todos los días de la semana, y primer sábado al primero de los sábados de la semana. Este día es figura del siglo venidero, en el cual no habrá más que un solo día sin interrupción de ninguna noche, porque Dios es el sol sin ocaso. En este día resucitó el Señor revistiéndose de incorruptibilidad corporal, así como seremos nosotros mismos revestidos de incorrupción en el siglo venidero.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Lo que dice San Marcos "Muy de mañana, saliendo ya el sol" ( Mc 16,12), no está en contradicción con lo que aquí se dice "Como aun fuese de noche y amaneciendo el día", porque los crepúsculos de la noche van desapareciendo a proporción que más avanza la luz. Así debe entenderse lo que dice San Marcos: "Muy de mañana, salido ya el sol", como si se viera ya el sol sobre la tierra. Porque acostumbramos a decir, cuando queremos expresar algún hecho de la madrugada, al levantarse el sol, esto es, un momento antes, es decir, en el momento de elevarse sobre la tierra.
 
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Con razón se dice "Cuando aún era de noche", porque, en efecto, María buscaba en el sepulcro al Creador del universo, que ella amaba, y porque no le encontró le creyó robado; y por consiguiente encontró tinieblas cuando llegó al sepulcro.
Sigue: "Y vio removida la piedra del sepulcro".
 
San Agustín, ut supra
Ya había, pues, sucedido lo que cuenta San Mateo del terremoto, de la losa separada y del espanto de los guardas.
 
Crisóstomo, ut supra
El Señor resucita estando cerrado el sepulcro y sellada la losa. Pero como convenía que otros se cercioraran, fue abierto el sepulcro después de su resurrección, y así se cree que sucedió, y fue lo que alarmó a María que, viendo quitada la piedra, no entró, ni miró, sino que aceleradamente, a impulsos de su mucho amor, corrió a anunciarlo a los discípulos. Ella no sabía nada en claro respecto a la resurrección, sino que creía que había sido trasladado el cuerpo.
 
Glosa
Y por eso corrió a anunciarlo a los discípulos, para que juntos buscaran o se lamentaran; y por esto dice: "Corrió, pues, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
Así se suele nombrar al que amaba Jesús, quien también a todos amaba, pero sobre todos a éste con más familiaridad.
Sigue: "Y les dijo: Quitaron al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto".
 
San Gregorio, Moralium, 3, 9
Hablando así, se expresa el todo por la parte, porque había venido buscando el cuerpo del Señor, y se lamentaba como si todo El hubiera sido robado.
 
San Agustín, ut supra
En algunos códices griegos se lee: "Quitaron a mi Señor", lo que demuestra un amor vehemente como de afecto de familia. Pero esto no lo encontramos en muchos códices que tenemos a la vista.
 
Crisóstomo, ut supra
El Evangelista, sin embargo, no privó a la mujer de esta gloria, ni creyó indecoroso que supieran por ella la primera noticia. Por su palabra van ellos con mucha solicitud a reconocer el sepulcro.
 
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Aquellos, que amaron más que los otros, corrieron más; a saber, Pedro y Juan. Por eso sigue: "Salió, pues, Pedro y el otro discípulo", etc.
 
Teofilacto
Pero si me preguntas cómo estando los guardas pudieron acercarse al monumento, la pregunta es infundada, porque después que el Señor resucitó y compareció el ángel en el sepulcro en medio del terremoto, se retiraron los guardas para anunciarlo a los fariseos.
 
San Agustín, ut supra
Después de haber dicho "que ellos fueron al sepulcro", retrocedió para contar cómo fueron, y dice: "Corrían, pues, los dos a un tiempo", y el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro, con lo que da a entender que era él el que llegó primero, pero que lo cuenta todo como de otro.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Llegando, pues, reconoció los lienzos; por eso dice: "Y habiéndose inclinado vio puestos los lienzos". El no averigua nada más, sino que desiste; y esto es lo que sigue: "Mas no entró". Pero Pedro, entrando resueltamente, lo examina todo con la mayor escrupulosidad, y ve más. Por eso sigue: "Vino, pues, Simón Pedro, y entró en el sepulcro y vio los lienzos y el sudario que había sido puesto en su cabeza, pero no junto con los lienzos, sino envuelto separadamente en otro lugar". Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.
Después de Pedro entró Juan. Y sigue: "Entonces entró también el otro discípulo", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 122
Algunos creen que Juan creía ya en la resurrección, pero no lo indica así lo que sigue: Vio vacío el sepulcro y creyó lo que la mujer había dicho. Pues sigue: "Aún no sabían la Escritura", etc. No creyó, pues, que hubiese resucitado, cuando no sabía que había de resucitar, no obstante que lo oía decir al mismo Señor clarísimamente; pero por la costumbre de oírle hablar en parábolas no lo entendieron, y creyeron que quería decir otra cosa.
 
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Esta descripción tan detallada del Evangelista no carece de misterio. San Juan, el más joven de los dos, representa la sinagoga judía, y Pedro, el más anciano, la Iglesia universal. Aunque la sinagoga de los judíos precedió en el culto divino a la Iglesia de los gentiles, sin embargo, fue superada en número por la multitud de los gentiles. Corrieron ambas juntamente, porque desde su nacimiento hasta su ocaso, aunque en distinto sentido, corren juntas. La sinagoga llegó primero al monumento, pero no entró, porque aunque entendió los mandatos de la Ley sobre las profecías de la Encarnación y Pasión y muerte del Señor, no quiso creer. Llegó después Simón Pedro y entró en el sepulcro, porque la Iglesia de las naciones, que siguió la última, creyó a Cristo muerto en su humanidad y vivo en su divinidad. El sudario, pues, de la cabeza del Señor, no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana. Se ha dicho que el sudario se ha encontrado, no sólo separado, sino envuelto, porque el lienzo que sirve de envoltura a la cabeza divina, demuestra su grandeza en que no tiene principio ni fin. Esta es, pues, la razón por qué se encontró solo en otro lugar, porque Dios no se encuentra entre las almas que están divididas, y sólo merecen recibir su gracia las que no viven separadas por el escándalo de las sectas. Pero como el lienzo que cubre la cabeza de los operarios sirve para enjugar el sudor, puede entenderse con el nombre de sudario la obra de Dios, que aunque permanece tranquilo e inmutable en sí mismo, manifiesta que sufre y trabaja en la dura perversidad de los hombres. El sudario que había estado sobre su cabeza y encontrado aparte, demuestra que la Pasión de nuestro Redentor es muy diversa de la nuestra, porque El la padeció sin culpa, y nosotros por nuestros pecados; El se ofreció a ella voluntariamente, y nosotros la sufrimos contra nuestra voluntad. Después que entró Pedro entró Juan, porque al fin del mundo Judea entrará también en la fe del Salvador.
 
Teofilacto
O de otro modo: Admira en Pedro la prontitud de la vida activa, y en Juan la contemplación humilde y práctica de las cosas divinas. Con frecuencia los contemplativos llegan por la humildad al conocimiento de las cosas divinas; pero los activos, guiados por su fervorosa asiduidad, llegan primero a la plenitud de este conocimiento.
   
10-18
Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa. Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Y estando así llorando, se abajó, y miró hacia el sepulcro: y vio dos Angeles vestidos de blanco, sentados; el uno a la cabecera y el otro a los pies, en donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Y le dijeron: "¿Mujer, por qué lloras?" Díceles: "Porque se han llevado de aquí a mi Señor, y no sé dónde le han puesto". Y cuando esto hubo dicho, se volvió a mirar atrás, y vio a Jesús que estaba en pie: mas no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "¿Mujer, por qué lloras? ¿a quién buscas?" Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: "Señor, si tú le has llevado de aquí, dime en dónde lo has puesto, y yo le llevaré". Jesús le dice: "María". Vuelta ella, le dice: "Rabbuní" (que quiere decir Maestro). Jesús le dice: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios". Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: "Que he visto al Señor, y esto me ha dicho". (vv. 10-18)
 
San Gregorio, In Evang. hom. 25
María Magdalena que en la ciudad había sido pecadora, lavó con lágrimas las manchas de su crimen, amando a la verdad. Y he aquí cumplida la voz de la verdad, que dice: "Perdonados le han sido sus muchos pecados, porque amó mucho" ( Lc 7); pues la que había permanecido fría pecando, ardía después en amor. Y añade después, y es digno de considerarse cuánta era la fuerza del amor que la inflamaba, que aun cuando los discípulos del Señor se retiraban del sepulcro, ella persistía. Dice, pues:
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
"Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa". Mientras los hombres se retiraban, un amor más fuerte encadenaba en el mismo lugar a las mujeres "María, pues, estaba junto al sepulcro, llorando a la parte de afuera".
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Esto es, delante de la caverna del sepulcro de piedra, pero dentro del espacio que mediaba con la entrada en el mismo jardín.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
No te admires de que María llorara amargamente junto al sepulcro, y que Pedro no padeciera igual sentimiento, porque el corazón de la mujer es más débil y compasivo.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Los ojos que habían buscado al Señor, y no le encontraban, se desahogaban en las lágrimas, doliéndose más de que hubiese sido quitado del sepulcro, que cuando había sido muerto en la cruz, porque desaparecería toda memoria de la vida de tan gran Maestro.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Había visto con las demás mujeres al ángel, sentado a la derecha sobre la piedra separada del monumento, a cuya voz, cuando estaba llorando, miró al sepulcro.
 
Crisóstomo, ut supra
Ved cómo encontró consuelo mirando al sepulcro; vedla más tranquila al inclinarse, para ver el lugar donde descansó el cuerpo del Señor. Por eso dice: "Mientras lloraba, se bajó y miró en el sepulcro".
 
San Gregorio, In Evang. hom. 25
Al que ama, no le basta mirar una sola vez, porque la fuerza del amor multiplica el afán de buscar.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Porque su pena era mucha y no daba crédito a sus ojos ni a los de los discípulos, o tal vez un instinto divino la movía a mirar.
 
San Gregorio, ut supra
Buscó, pues, el cuerpo, y de ningún modo lo encontró. Perseveró en buscar, y sucedió que lo encontró; porque creciendo los deseos con la dilación, encontró lo que buscaba. Los deseos santos se aumentan con la tardanza, pero si desfallecen, no eran verdaderos deseos. Observemos cómo obró la fuerza del amor en esta mujer, que después de examinar el sepulcro vuelve a inclinarse de nuevo, redoblando el trabajo de investigación. Sigue: "Y vio dos ángeles vestidos de blanco", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Como el espíritu de esta mujer no se había elevado a comprender la resurrección al ver los sudarios, se encuentra con dos ángeles en traje de fiesta, a fin de que se consuele de la pena de la pasión.
 
San Agustín, ut supra
¿Qué quiere significar el que uno se sentó a la cabeza y otro a los pies? ¿Acaso porque los que son llamados ángeles en griego, son en latín nuncios? Son los que dan testimonio de que el Evangelio será predicado desde la cabeza hasta los pies, esto es, desde el principio hasta el fin.
 
San Gregorio, ut supra
O bien se sienta un ángel a la cabeza, cuando los Apóstoles predican "En el principio era el Verbo" ( Jn 1,1), y el otro a los pies, cuando se dice "El Verbo se hizo carne" ( Jn 1,14). Podemos también entender por los dos ángeles los dos Testamentos que anuncian al Señor, en igual sentido, encarnado, muerto y resucitado, colocado el antiguo a la cabeza y el nuevo a los pies.
 
Crisóstomo, ut supra
Al aparecer los ángeles, nada hablan de resurrección; sino que entran suavemente en esta materia, y para que la mujer no se alarme viéndolos, como no era de esperar, en traje de fiesta, le dirigieron palabras de compasión. Por eso sigue: "Dícenle: Mujer, ¿por qué lloras?". Los ángeles enjugaban sus lágrimas anunciándole una alegre noticia, y por eso le dijeron, ¿por qué lloras? como si le dijeran: No llores más.
 
San Gregorio, ut supra
Las Santas Escrituras avivan en nosotros el amor; son las que nos consuelan cuando nos prometen la esperanza de nuestro Redentor.
 
San Agustín, ut supra
Pero ella, creyendo que los ángeles le preguntaban por saber, reveló la causa de sus lágrimas, diciéndoles: "Porque quitaron a mi Señor". Llama su Señor al cuerpo inanimado, designando la parte por el todo, a la manera que todos confesamos a nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios sepultado, siendo así que tan sólo fue sepultada su carne. Sigue: "Y no sé dónde le pusieron". Y ésta era la causa de su mayor pena, porque no sabía a dónde ir a consolar su dolor.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
Ella no había comprendido todavía nada de la resurrección, sino que se imaginaba que había sido trasladado.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Y fue necesario que los ángeles se levantaran, así como fueron vistos en la referencia de San Lucas.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Pero había llegado ya la hora de que lo que habían anunciado los ángeles indirectamente, diciendo que no llorase, se convirtiese en alegría, y por eso sigue: "Y habiendo dicho esto, volvió la cabeza atrás".
 
Crisóstomo, ut supra
¿Y por qué mientras hablaba con los ángeles, y sin esperar su respuesta, se vuelve de espaldas? Me parece que cuando estaba ella hablando, se apareció Cristo por detrás de ella, y viendo los ángeles al Señor, dieron a entender al momento en su figura, mirada y movimiento que habían visto al Señor; y por esto la mujer se volvió.
 
San Gregorio, ut supra
Es de notar, que estando María aún en duda acerca de la resurrección del Señor, se volvió a mirar atrás para ver a Jesús, cuya resurrección no creía. Pero como amaba y dudaba, aunque le veía no lo reconocía. Por eso sigue: "Y vio a Jesús en pie, y no lo conoció", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Jesús se apareció a los ángeles como Señor; pero no así a la mujer, para no asustarla, pues no convenía revelarle de pronto una cosa tan grande como su presencia, sino paulatinamente.
Jesús le dice: "¿Por qué lloras, mujer?"
 
San Gregorio, ut supra
El le pregunta la causa de su dolor para aumentar su deseo, a fin de que cada vez que nombrara al que amaba, se encendiese más su amor.
 
Crisóstomo, ut supra
Y como había aparecido en una forma vulgar, ella creyó que era un hortelano. Por eso sigue: "Ella, creyendo que sería un hortelano, le dice: Señor, si tú lo has tomado, dime dónde lo has puesto, yo me lo llevaré"; esto es: si por temor a los judíos lo has ocultado, dímelo a mí, yo lo recibiré.
 
Teofilacto
Temía que los judíos se ensañaran en El, todavía muerto, y quería trasladarlo a otro lugar desconocido.
 
San Gregorio, ut supra
Tal vez esta mujer, ni aún equivocándose erró, creyendo a Jesús un hortelano. ¿Acaso no lo era espiritualmente para ella, en cuyo corazón sembraba por la fuerza del amor las semillas fecundas de las virtudes? ¿Pero qué significa el que, habiendo visto al que creía hortelano, y a quien ella no había dicho aún lo que buscaba, le pregunta si él lo ha tomado? Pero la fuerza del amor suele producir en el ánimo la idea de creer que nadie ignora lo que él está pensando siempre. Después que el Señor le nombró con el vocablo común de su sexo, y no fue reconocido, la llama por su propio nombre. Por eso sigue: "Y le dice Jesús: María", como si dijera: reconoce a aquel que te conoce a ti. María, pues, oyéndose llamada por su nombre, reconoce exteriormente al que ella buscaba interiormente. Y por eso sigue: "Y volviéndose ella le dice Rabbuní, que quiere decir Maestro".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
Así como El se había manifestado con frecuencia a los judíos, del mismo modo se dejaba ver como quería. ¿Pero cómo se dice que ella se volvió en el instante en que Cristo le habló? Yo creo que después de haber pronunciado ella estas palabras: "¿Dónde le has puesto?" se volvió otra vez a los ángeles, para que averiguase el motivo de su admiración, y en seguida, nombrándola Cristo por su nombre, la hizo volver en sí, descubriéndose por su propia voz.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
O bien porque vuelta ella primero corporalmente, le tomó por lo que no era; ahora, vuelta en su corazón, conoció quién era. Pero nadie calumnie a esta mujer, porque llamó Señor al hortelano y a Jesús Maestro; porque primero honraba al hombre a quien pedía favor, y después reverenciaba al doctor, de quien aprendía las cosas humanas y divinas. Ya había dicho de otro modo: "Quitaron a mi Señor"; y también de este modo: "Si tú le has tomado".
 
San Gregorio, ut supra
No dice el Evangelista lo que hizo la mujer; pero se infiere de lo que se le dijo. Sigue, pues: "Dícele el Señor: No me toques". Estas palabras demuestran que María quiso abrazar los pies del que había reconocido. Pero por qué no deba tocarle, da la razón cuando añade: "Pues aún no he subido a mi Padre".
 
San Agustín, ut supra
Si estando en tierra no se deja tocar, sentado en el cielo, ¿cómo le tocará el hombre? Ciertamente que, antes de su ascensión, se ofreció a sus discípulos para que le tocasen, diciendo: "Palpad, y ved que el espíritu no tiene carne y hueso" ( Lc 24,39); como dice San Lucas. Sería absurdo suponer que quiso ser tocado por sus discípulos antes de subir al Padre y no lo consintió a las mujeres sino después de haber ascendido al Padre. Pero se lee que también las mujeres, entre las que se encontraba la misma María Magdalena, tocaron a Jesús después de su resurrección y antes de que subiera al cielo. Cuenta San Mateo que Jesús les salió al encuentro, diciendo: "Os saludo", y ellas, entonces, acercándose, abrazaron sus pies. O esto está dicho figurando María Magdalena a la Iglesia de los gentiles, que no creyó en Cristo sino después de la ascensión al Padre; o quiso Jesús significar espiritualmente que no podía ser tocado sin que ella creyera que El y el Padre son uno mismo. En efecto, El ascendió en cierta manera al Padre por sus sentidos íntimos, hasta reconocerse su identidad con el Padre. ¿Cómo no había de ser todavía carnal la fe de esta mujer en Aquel que lloraba como hombre?
 
San Agustín, De Trin. 1, 9
El tacto es la última prueba del conocimiento, y por eso no quiso el Señor que ella quedara solamente en la creencia de lo que pensaba y veía.
 
Crisóstomo, ut supra
Esta mujer quería tratar todavía al Señor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado. Para apartarla de este error, el Señor le dijo: "No intentes tocarme", a fin de que le trate con la debida reverencia. Por esto no se aparece a los discípulos ni habla con ellos, para que le atiendan con más respeto. Diciendo, pues, "Todavía no he subido al Padre", manifiesta que a esto va. No convenía que Aquel que debía ausentarse y no volver a tratar con los hombres, fuese visto de la misma manera que anteriormente, y esto es lo que manifiesta con las siguientes palabras: "Ve, pues, a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre".
 
San Hilario, De Trin. l. 11
Entre otras impiedades, suelen los herejes abusar de estas palabras del Señor, pretendiendo que no es participante de la naturaleza divina, por cuanto su Padre es también Padre de sus discípulos, y su Dios es Dios de ellos. Pero es de advertir, que, conservando la forma divina, tomó la forma de siervo. Habiendo hablado a los hombres Jesucristo en forma de siervo, no hay dificultad en que llame Padre al que es también Padre de sus discípulos, considerándose como hombre, y que le llame su Dios, como Dios de ellos, con relación a su naturaleza de siervo. Después se expresa del mismo modo, diciendo: "Ve a mis hermanos". Son hermanos suyos en la carne, pero como Hijo único de Dios no tiene hermanos.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
O de otro modo: No dice nuestro Padre, sino "mi Padre y vuestro Padre": mi Padre de un modo, vuestro Padre de otro; mío por naturaleza, vuestro por la gracia. Ni tampoco dijo nuestro Dios, sino mi Dios en cuanto a la humanidad, y vuestro Dios; entre El y vosotros yo soy vuestro mediador.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 24
Entonces ella salió del sepulcro, esto es, de aquella parte del jardín en donde estaba abierto el sepulcro y con ella las que, según San Marcos, estaban poseídas de temor, sin decir palabra a nadie. Por eso dice: "Vino María Magdalena anunciando a los discípulos", etc.
 
San Gregorio, ut supra
He aquí borrada la culpa del género humano en el mismo sitio donde se cometió. Porque en el paraíso una mujer transmitió la muerte a la humanidad, y desde el sepulcro una mujer anunció a los hombres la vida, y refiere las palabras del que la vivifica la misma que había referido las de la serpiente.
 
San Agustín, ut supra
Mientras ellas iban, Jesús les salió al encuentro (según dice San Mateo), diciéndoles: "Os saludo" ( Mt 28,9). Nosotros colegimos que habían hablado dos veces con los ángeles en el sepulcro, y una con el mismo Señor cuando María le tomó por un jardinero, y ahora otra vez se les presenta en el camino para confirmarlas lo mismo. Y así, María Magdalena, con las demás que cita San Lucas, fue a anunciarlo a los discípulos.
 
Beda
En sentido místico, Jesús sale al encuentro de los que entran en el camino de la virtud, y les saluda, ofreciéndoles su auxilio para llegar a la vida eterna. He aquí dos mujeres del mismo nombre y de la misma piedad; a saber: María Magdalena y la otra María, que vinieron a ver el sepulcro del Señor, representando dos pueblos fieles: el pueblo judaío y el gentil, que desean con el mismo celo celebrar la pasión, muerte y resurrección de su Salvador. Con razón la mujer que anunció la primera el gozo de la resurrección a los discípulos, sumidos en la tristeza, es la que fue librada de los siete demonios, esto es, purificada de todos los vicios, a fin de que nadie desespere del perdón con una digna penitencia, viendo a ésta elevada súbitamente a la plenitud de la fe y del amor, de tal manera, que anuncia a los mismos Apóstoles el milagro de la resurrección.
 
Glosa
Por esta mujer, que fue la más solícita en reconocer el sepulcro de Cristo, se designa a toda persona que ansía conocer la divina verdad y, por tanto, es digna de anunciar a los demás el conocimiento de tal gracia, como María lo anunció a los discípulos, para que no deba ser reprendida por haber escondido el talento. No se os ha concedido este gozo para que lo ocultéis en el secreto de vuestro corazón, sino para enseñarlo a los que aman.
 
Beda
También místicamente, María (que significa Señora iluminada, iluminadora, estrella del mar) es figura de la Iglesia; y Magdalena también significa bastión de torre. Esto es, Magdal en hebreo es lo mismo que en latín torre. Este nombre, pues, derivado de torre, conviene justamente con el de Iglesia, por aquello que se dice en el salmo 60,4: "Has sido hecho para mi torre de fortaleza". En aquello, pues, que esta mujer anunció a los discípulos la resurrección de Cristo, se encarga a todos, principalmente a los predicadores, que procuren transmitir a su prójimo lo que a ellos les fue divinamente revelado.
   
19-25
Y como fue la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas, en donde se hallaban juntos los discípulos por miedo de los judíos, vino Jesús, y se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y cuando esto hubo dicho, les mostró las manos y el costado. Y se gozaron los discípulos viendo al Señor. Y otra vez les dijo: "Paz a vosotros. Como el Padre me envió, así también yo os envío". Y dichas estas palabras, sopló sobre ellos, y les dijo: "Recibid al Espíritu Santo: a los que perdonareis los pecados, perdonados les son: y a los que se los retuviereis, les son retenidos". Pero Tomás, uno de los doce, que se llamaba Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor". Mas él les dijo: "Si no viere en sus manos la hendidura de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no lo creeré". (vv. 19-25)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
Oyendo los discípulos lo que María anunciaba, era deducible que o no le dieran crédito, o que, creyéndole, se afligieran, pensando que no habían sido dignos de que el Señor se les dejase ver. Pero pensando esto, no dejó el Señor pasar ni un solo día. Pues como ellos sabían que había resucitado y ansiaban verle, aunque estaban dominados del miedo, a la caída de la tarde El mismo se les presentó. Y por eso dice: "Y al concluir el día del primer sábado, estando cerradas las puertas", etc.
 
Beda
Se ve la debilidad de los Apóstoles en que estaban reunidos y con las puertas cerradas por temor a los judíos, que habían sido antes el motivo de su dispersión. "Vino Jesús y se presentó en medio de ellos". El se les aparece a la caída de la tarde, porque éste era el momento en que naturalmente debían tener más temor.
 
Teofilacto
O bien porque era cuando debían estar todos reunidos. Cerradas, empero, las puertas, para demostrar que resucitó del mismo modo cerrado con una losa el sepulcro.
 
San Agustín, in serm. Pasch
Hay algunos que de tal manera se admiran de este hecho, que hasta corren peligro, aduciendo contra los divinos milagros argumentos contrarios de razón. Arguyen, pues, de este modo: Si el cuerpo que resucitó del sepulcro es el mismo que estuvo suspendido de la cruz, ¿cómo pudo entrar por las puertas cerradas? Si comprendieras el modo, no sería milagro. Donde acaba la razón, empieza la fe.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Las puertas cerradas no podían impedir el paso a un cuerpo en quien habitaba la Divinidad, y así pudo penetrar las puertas El, que al nacer dejó inmaculada a su Madre.
 
Crisóstomo, ut supra
Es de admirar que no le tuvieran por un fantasma; pero esto fue porque la mujer, previniéndoles, había infundido en ellos mucha fe. Mas presentándose el Señor mismo ante su vista calma con su voz las dudas de su espíritu, y les dice: "La paz sea con vosotros", esto es, no os alarméis. Con lo que recuerda las palabras que les había dicho antes de morir: "Yo os doy mi paz" ( Jn 14,27). Y otra vez: "En mí tendréis la paz" ( Jn 16,33).
 
San Gregorio, In Evang. hom. 26
Y como a la vista de aquel cuerpo vacilase la fe de los que le veían, les enseñó al momento las manos y el costado. Sigue: "Y habiendo dicho esto", etc.
 
San Agustín, ut supra
Los clavos habían taladrado las manos, la lanza había abierto el costado, y las heridas se conservaban para curar el corazón de los que dudaran.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
Y como antes de morir les había dicho "Otra vez os veré y se alegrará vuestro corazón", lo cumple. Por esto añade: "Los discípulos se alegraron al ver al Señor".
 
San Agustín, De civ. Dei, 22, 19
Es de creer que la claridad con que resplandecerán los justos, como el sol en su resurrección, fue velada en el cuerpo de Cristo resucitado a los ojos de los discípulos, porque la debilidad de la mirada humana no la hubiese podido soportar, cuando debían conocerle y oírle.
 
Crisóstomo, ut supra
Todos estos acontecimientos alentaban una firmísima fe en el corazón de los discípulos. Y porque habían de sostener una guerra implacable de parte de los judíos, otra vez les anuncia la paz. Díceles, pues, de nuevo: "La paz sea con vosotros".
 
Beda
La repetición es confirmación, y así repite, porque la virtud de la caridad es doble, o porque El es quien hizo de dos cosas una ( Ef 2).
 
Crisóstomo, ut supra
También demuestra que la santa cruz tiene la virtud de borrar toda tristeza y traernos todos los bienes, esto es, la paz. Esta paz había sido anunciada a las mujeres, porque este sexo estaba sumido en la tristeza desde la maldición pronunciada por Dios: "Con dolor parirás tus hijos" ( Gén 3,16). Y como desaparecen todos los obstáculos y se allana todo para lo sucesivo, añade: "Como me envió el Padre, yo os envío".
 
San Gregorio, ut supra
Ciertamente el Padre envió al Hijo, a quien constituyó Redentor del género humano por medio de la encarnación. Así, dice: "Así como me envió el Padre, yo os envío". Esto es, al enviaros en medio del escándalo de la persecución, os amo con la misma caridad que me amó el Padre, quien me envió a sufrir la pasión.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Nosotros reconocemos que el Hijo es igual al Padre, pero en estas palabras reconocemos al Mediador, porque El se manifiesta diciendo: "El a mí y yo a vosotros".
 
Crisóstomo, ut supra
Así elevó el espíritu de sus discípulos por los hechos y por la dignidad de su misión. Y no pide todavía el poder al Padre, sino que de su propia autoridad se les da. Por eso sigue: "Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo".
 
San Agustín, De Trin. 4, 20
El soplo corporal de su boca no fue la sustancia del Espíritu Santo, sino una conveniente demostración de que el Espíritu Santo, no tan sólo procede del Padre, sino que también del Hijo. ¿Quién será tan insensato que diga que el Espíritu Santo, dado por insuflación, es diferente del que después de su resurrección envió a los Apóstoles?
 
San Gregorio, In Evang. hom. 26
¿Por qué, pues, lo da primero a sus discípulos sobre la tierra, y después lo envía desde el cielo, sino porque son dos los preceptos de la caridad, a saber, el amor de Dios y el amor al prójimo? En la tierra se da el Espíritu de amor al prójimo, y desde el cielo el Espíritu del amor a Dios. Pues así como es una la caridad y dos los preceptos, así no es más que uno el Espíritu dos veces dado: el primero por el Señor sobre la tierra, y después descendido del cielo. Porque en el amor del prójimo se aprende cómo puede llegarse al amor de Dios.
 
Crisóstomo, ut supra
Dicen algunos que por esta insuflación no les dio el Espíritu Santo, sino que los hizo aptos para recibirle. Si, pues, al ver Daniel al ángel se desmayó, ¿qué hubiera sucedido a los discípulos al recibir tan inefable gracia, si antes no hubiesen estado prevenidos? No será pecado decir que ellos recibieron entonces el poder de la gracia espiritual, no de resucitar muertos ni hacer milagros, sino el de perdonar los pecados. De aquí sigue: "A quien perdonareis los pecados, les serán perdonados", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
La caridad de la Iglesia, que por el Espíritu Santo se infunde en nuestros corazones, perdona los pecados de los que son participantes de aquella, pero de aquellos que no lo son, los retiene. Por eso, después que dijo "Recibid el Espíritu Santo", habló a continuación del perdón de los pecados y de su retención.
 
San Gregorio, ut supra
Conviene saber que aquellos que recibieron antes el Espíritu Santo para vivir inocentemente, y aprovechar a otros en la predicación, lo recibieron visiblemente después de la resurrección del Señor, no para convertir a pocos, sino a muchos; digno es, pues, de considerarse cómo aquellos discípulos, llamados a tan pesado cargo de humildad, fueron elevados al apogeo de tanta gloria. ¡He aquí que no sólo reciben la seguridad de sí mismos, sino que también la magistratura del juicio supremo, para que, haciendo las veces de Dios, retengan a unos sus pecados y los perdonen a otros! En la Iglesia son ahora los Obispos los que ocupan su lugar y la potestad de atar y desatar es la parte de gobierno que les corresponde. ¡Grande honor, pero pesada la carga de este honor! Duro es que el que no sabe gobernar su vida se haga juez de la ajena.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 85
Si el sacerdote arreglase bien su vida, pero no cuidase con diligencia de la de los otros, se condena con los réprobos. Sabiendo, pues, la magnitud del peligro, tenles gran respeto, aunque no sean de mucha nobleza, pues no es justo que sean juzgados por los que están bajo su jurisdicción. Y aunque su vida sea muy censurable, no quieras herirle en nada de todo aquello que Dios le ha confiado, pues ni el sacerdote, ni el ángel, ni el arcángel, puede hacer nada en las cosas que son dadas por Dios, sino que son dispensadas por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pues el sacerdote presta su voz y su mano, y no es justo que, por la malicia de otro, sean escandalizados acerca de nuestras creencias los que se convierten a la fe.
Hallándose reunidos todos los discípulos, sólo faltaba Tomás, a consecuencia de la primera dispersión, por lo que dice: "Tomás, uno de los doce, que se llama Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús".
 
Alcuino
En griego, se llama Dídimo, en latín, doble 1 a causa de la vacilación de su corazón en creer. También quiere decir abismo, porque penetró la profundidad de los abismos de Dios.
 
San Gregorio, ut supra
No fue casualidad que aquel discípulo elegido estuviese ausente, sino obra de la divina clemencia, para que mientras el discípulo incrédulo palpaba en el cuerpo de su Maestro las heridas, curara en nosotros las de nuestra infidelidad. Más provechosa nos ha sido para nuestra fe la incredulidad de Tomás, que la fe de todos los discípulos, porque mientras él, tocando, es restablecido en la fe, nuestro espíritu se confirma en ella, deponiendo toda duda.
 
Beda
Se preguntará por qué refiere el Evangelista que Tomás faltaba en aquel momento, cuando Lucas afirma que dos discípulos que habían ido a Emaús, volvieron a Jerusalén, encontrando reunidos a los doce. Pero es menester entender que medió cierto espacio de tiempo desde la hora que se ausentó Tomás y la que estuvo Jesús en medio de ellos.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Así como es censurable la ligereza en creerlo todo, así también lo es el acusar a Tomás groseramente. Diciendo los Apóstoles: "Hemos visto al Señor", no creyó, no tanto por desacreditarles, cuanto por creerlo imposible. Por eso sigue: "Dijéronle, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor; pero él les contestó: Si no viere en sus manos el taladro de los clavos, y metiese mi dedo en la herida de ellos, y mi mano en el lado del Señor, no creeré". Este, más grosero que los otros, buscaba la fe por los sentidos (como el tacto), y ni siquiera daba crédito a sus ojos. Así que no le bastó el decir si no lo viese, sino que añadió: "Y metiese el dedo", etc.
 
Notas
1. En griego, Didumoj, mellizo.
   
26-31
Y al cabo de ocho días, estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos: vino Jesús, cerradas las puertas, y se puso en medio, y dijo: "Paz a vosotros". Y después dijo a Tomás: "Mete aquí tu dedo, y mira mis manos, y da acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel". Respondió Tomás, y le dijo: "Señor mío, y Dios mío". Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, has creído. Bienaventurados los que no vieron y creyeron". Otros muchos milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Mas éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios: y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (vv. 26-31)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Considera la clemencia del Creador, que por salvar su alma se aparece y se acerca, enseñando sus heridas. Sin duda que los discípulos que lo anunciaban, y el mismo Jesús que lo había prometido, eran dignos de fe. Pero, sin embargo, porque Tomás lo exigía, el Señor no le desoyó. No se le aparece al momento, sino pasados ocho días, para que, advertido entre tanto por los discípulos, se inflamara más su deseo y fuera más fiel en adelante. Así dice: "Pasados ocho días, estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros".
 
San Agustín, in serm. Pass.
¿Me preguntas en qué consiste la extensión del cuerpo de Jesús, habiendo entrado cerradas las puertas? Yo te respondo: Si anduvo sobre el mar, ¿dónde está el peso de su cuerpo? El Señor lo hizo como Señor. ¿Acaso porque resucitó dejó de serlo?
 
Crisóstomo, ut supra
Presentóse, pues, Jesús y no esperó a que Tomás preguntase, sino que para hacerle ver que cuando hablaba a sus condiscípulos le estaba oyendo, usa de sus mismas palabras, y en primer lugar lo reprende y lo corrige. Así sigue: "Después dice a Tomás: Mete aquí tu dedo y toca mis manos y alarga la tuya, e introdúcela en mi costado". Luego le instruye, diciendo: "No quieras ser incrédulo, sino fiel". Ved aquí la duda de la incredulidad antes de que recibieran el Espíritu Santo, pero no después, que permanecieron firmes. Digno es de averiguarse por qué el cuerpo incorruptible conservaba las llagas de los clavos, pero no te admires, pues era por condescendencia, para demostrarles que era el mismo que había sido crucificado.
 
San Agustín, De Symbolo
Podía, si hubiera querido, haber hecho desaparecer de su cuerpo resucitado y glorificado todas las señales de sus heridas; pero El sabía por qué las conservaba. Pues así como convenció a Tomás, que no creyó sin haber tocado y visto, así las enseñará a sus enemigos, no para decirles como a Tomás: "Porque viste, creíste", sino para que, reprendiéndolos con la verdad les diga: He aquí al hombre a quien crucificasteis; ved las heridas que le inferisteis; reconoced el costado que alanceasteis; que por vosotros, y para vosotros fue abierto, y sin embargo no quisisteis entrar.
 
San Agustín, De civ. Dei., 22, 20
No sé cómo nos atrae de tal manera el amor a los bienaventurados mártires, que desearíamos ver en el cielo las cicatrices que por el nombre de Cristo recibieron en sus cuerpos, y quizá las veremos, pues no serán en ellos deformidad, sino dignidad. Y aunque recibidas en sus cuerpos, brillarán en ellos, no como hermosura corporal, sino como de heroísmo. Pero ni aunque haya sido amputado algún miembro, aparecerán sin él en la resurrección, pues se les tiene ofrecido que ni un cabello de su cabeza perecerá ( Lc 21,18). Y aun será debido que en aquel nuevo reino aparezca la carne mortal con las señales de las heridas de los miembros que, si bien cortados, no fueron perdidos, sino restituidos, porque cualquier deformidad causada en el cuerpo, no será entonces defecto, sino prueba de virtud.
 
San Gregorio, In Evang. hom. 26
El Señor ofreció su cuerpo, que introdujo por puertas cerradas, para que le tocara. Con lo cual probó dos milagros contrarios entre sí, si humanamente se considera: demostrar después de su resurrección, que era incorruptible y palpable, pues lo que se toca es necesariamente corruptible, y no es palpable lo que no se corrompe. Incorruptible, pues, y palpable se mostró el Señor para probarnos que El conservaba después de su resurrección la misma naturaleza que nosotros, y una gloria diferente.
 
San Gregorio, Moralium, 13, 31
Nuestro cuerpo en la gloria de nuestra resurrección será sutil por efecto de la espiritualidad de la persona divina, pero palpable por la realidad de la naturaleza corporal (y no como dijo Eutyches), impalpable y más sutil que el aire y los vientos.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Tomás, viendo y tocando al hombre, le confesaba Dios, a quien no veía ni tocaba. Pero por lo que veía y tocaba, depuesta toda duda, creía; por eso sigue: "Respondió Tomás y le dijo: Señor mío y Dios mío".
 
Teofilacto
Aquel que primero se había mostrado infiel, después de tocar el costado del Señor se convierte en el mejor teólogo, pues disertó sobre las dos naturalezas de Cristo en una sola persona porque diciendo "Señor mío", confesó la naturaleza humana y diciendo "Dios mío" confesó la divina y un solo Dios y Señor.
Sigue: "Porque me viste, creíste".
 
San Agustín, ut supra
No dice me tocaste, sino me viste, porque el sentido de la vista se generaliza en los otros cuatro sentidos; como cuando decimos: Oye, y verás qué bien suena; huele, y verás qué bien sabe; toca, y verás qué buen temple. Por esto, al decir el Señor "Pon tu dedo aquí, y mira mis manos" ¿qué otra cosa quiere decir sino toca y mira? Y esto que él no tenía ojos en el dedo, pero bien sea mirando, bien tocando, le dice: "Porque me viste, creíste". Aunque pudiera decirse que el discípulo no se hubiera atrevido a tocarle, cuando el Señor se ofreciera a ello.
 
San Gregorio, In Evang. hom. 26
Pero como diga el Apóstol que la fe es la sustancia de cosas que se esperan ( Heb 11,1), pero que no se ven evidentemente, se deduce que, en las que están a la vista, no cabe fe, sino conocimiento. Si, pues, Tomás vio y tocó, ¿por qué se le dice "Porque me viste, creíste"? Pero una cosa vio y otra creyó; vio al hombre, y confesó a Dios. Mucho alegra lo que sigue: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron". En esta sentencia estamos especialmente comprendidos, porque Aquel a quien no hemos visto en carne lo vemos por la fe, si la acompañamos con las obras, pues aquel cree verdaderamente que ejecuta obrando lo que cree.
 
San Agustín, ut supra
Usó en sus palabras el tiempo de pretérito, como si fuera ya hecho lo que conocía en su predestinación que había de suceder.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Si alguno dijera, ojalá hubiese vivido en aquellos tiempos, y hubiese visto al Señor haciendo milagros, que se acoja a esta palabra: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron".
 
Teofilacto
Esto se refiere a aquellos discípulos que sin tocar las llagas de los clavos ni del costado creyeron.
 
Crisóstomo, ut supra
Como Juan había referido menos que los otros evangelistas, añadió: "Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro", pero no se ha dicho más que lo suficiente para atraer a los oyentes a la fe. Pero me parece que se refiere aquí los milagros que acontecieron después de su resurrección y por esto dice: "En presencia de sus discípulos", con los cuales solamente trató después de su resurrección. En seguida, para que sepas que no sólo se hacían estos milagros en gracia de sus discípulos, añade: "Esto está escrito, para que creáis que Jesús es Cristo Hijo de Dios", cuyas palabras están dirigidas generalmente a todos los hombres. Y para demostrar que la fe, no sólo es útil a aquel que cree, sino también a nosotros mismos, añade: "Y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre", esto es, en Jesucristo, porque El es la vida.