CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

01-05
Antes del día de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó hasta el fin. Y hecha la cena, habiendo ya el diablo inspirado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariotes, que lo entregase, sabiendo que el Padre lo había entregado a su potestad y que de Dios salió y a Dios va, se levanta de la cena y depuso sus vestiduras; y tomando un paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño que se había ceñido. (vv. 1-5)
 
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de la presente vida, explica la amistad que profesaba a los suyos, por lo cual dice: "Antes del día festivo de la Pascua, sabiendo Jesús", etc.
 
Beda.
Los judíos tenían ciertamente muchas festividades, pero ninguna era tan insigne y celebrada como la festividad de la Pascua, por lo que dice expresivamente: "Antes del día festivo de la Pascua".
 
San Agustín In Ioannem tract., 3, 55
Pascua no es, como creen algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy oportunamente se da en ambas lenguas, respecto de esta palabra, cierta coincidencia de significación, porque en griego paschein significa padecer, y de aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este nombre de aquel verbo. Y en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es tránsito, por la razón de que los judíos la celebraron por primera vez cuando habiendo salido de Egipto atravesaron el mar Rojo 1. Y ahora aquella figura profética se completa en la realidad, porque Cristo es conducido al sacrificio como un cordero, con cuya sangre, pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como aquellos de la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta vida transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el evangelista, queriéndonos dar la interpretación de esta palabra Pascua, dice: "Sabiendo que llegó la hora en que había de pasar de este mundo al Padre"; he aquí la Pascua, he aquí el tránsito.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera, sino desde antes. El tránsito es su muerte.
Cuando había de abandonar a sus discípulos, les demuestra superior amor. Y esto es lo que dice: "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin"; esto es, no dejó de practicar ninguna de aquellas cosas que debe hacer el que mucho ama. No hizo todas estas cosas desde un principio, pero a fin de aumentar la familiaridad y prepararles el consuelo para las cosas que habían de suceder posteriormente, añadió mayores muestras de amor. Los llama aquí suyos en razón a la familiaridad, porque en razón a la condición llama también suyos a otros. Así, cuando dice ( Jn 1,11): "Y los suyos no lo recibieron". Añade también "que estaban en el mundo", porque había otros suyos difuntos (Abraham, Isaac y Jacob), pero no estaban en el mundo. A los suyos que estaban en el mundo, los amó continuamente, y al fin los amó con dilección perfecta. Esto es lo que significa "al fin los amó".
 
San Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por este amor pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente ( Rom 10,4), conduciéndolo a la justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que estas palabras puedan tomarse en significado humano, esto es, que Cristo amó a los suyos hasta el momento de su muerte. Pero no se entienda que este amor termina en la muerte de Aquel que no termina por la muerte. A no ser que se haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto es, el amor de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la cena", esto es, confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los convidados. Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya estuviese consumida o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se levantó y lavó los pies a los discípulos; porque después volvió a sentarse y dio al traidor el bocado de pan. Al decir: "Habiendo ya el diablo inspirado en el corazón", etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró en el corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de El. Esta tentación espiritual se llama sugestión. El diablo inspira sugestiones y las mezcla con los pensamientos humanos. Estaba ya decidido en el corazón de Judas, por la sugestión del diablo, el entregar a su Maestro.
 
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de admiración, introduce en la narración el hecho de que el Señor lavó los pies de aquel que ya había determinado entregarlo. Manifiesta también la maldad del traidor, a quien ni siquiera detuvo la comunidad en la misma mesa, cosa que fue siempre obstáculo para cometer alguna maldad.
 
San Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el evangelista de la humildad del Señor, primero quiso encomiar su grandeza, y a esto se refiere lo que añade: "Sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas bajo su potestad", etc. Entre esas cosas estaba el mismo traidor.
 
San Gregorio Moralium 3, 12
Sabía, por lo tanto, que había recibido bajo su potestad hasta a los mismos perseguidores, a fin de torcer hacia la piedad la malicia de aquellos que El había permitido en contra de sí mismo.
 
Orígenes In Ioannem tom. 32
Todas las cosas le habían sido entregadas por el Padre bajo su potestad, esto es, bajo su operación y poderío. "Mi Padre, dijo, ha obrado hasta ahora ( Jn 5,17), y yo también obro". El Padre puso bajo su poder todas las cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
 
Crisóstomo ut supra
Aquí, por entregar, se significa la salvación de todos los fieles, y cuando oyereis esta palabra, no la interpretéis en sentido humano. Es aquí la gloria del Padre y su unión con el Hijo, porque así como el Padre le entregó todas las cosas, El se entregó al Padre. Por donde San Pablo dijo ( 1Cor 15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y al Padre".
 
San Agustín ut supra
Sabiendo también que salió del Padre y a Dios va, ni por eso dejó a Dios cuando de El salió, ni a nosotros al volver a El.
 
Teofilacto
Por lo mismo que el Padre confió a su poder todas las cosas (esto es, la salvación de los fieles), juzgaba conveniente manifestarles todas aquellas cosas que respectan a la salvación. Sabiendo que de Dios salió y a Dios va, no podía de ninguna manera considerar su gloria disminuida con lavar los pies a sus discípulos. Ni tampoco usurpó gloria alguna, porque aquellos que usurpan algún honor, no condescienden con nada, no sea que pierdan lo que usurparon sin derecho.
 
San Agustín ut supra
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas en sus manos, El lavó a sus discípulos, no las manos, sino los pies. Y sabiendo que había salido de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes, no de Dios Señor, sino de hombre siervo.
 
Crisóstomo ut supra
Esto era lo digno, supuesto que salió de Dios y a Dios iba, el destruir toda soberbia. De aquí sigue: "Se levantó de la cena y depuso las vestiduras, y tomando un paño, se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de los discípulos y a limpiarlos con el paño que se había ceñido". Considérese cuánta humildad manifestó, no sólo lavando los pies, sino en otro concepto; porque se levantó, no cuando estaban para sentarse, sino cuando ya todos se habían sentado. Además, no sólo lavó, sino que dejó sus vestiduras, se ciñó con un paño y llenó la jofaina y no mandó que otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas operaciones, enseñando con cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
 
Orígenes ut supra
En sentido místico, el almuerzo, que es la primera comida, es también conveniente para aquellos que están en los principios de la vida espiritual que se simboliza en la presente vida; mas la cena es la última comida, que sólo se sirve a los que han progresado más en ella. También se puede entender de otra manera, diciendo que el almuerzo es la comprensión de las Escrituras antiguas, y la cena simboliza los misterios que se encierran en el Nuevo Testamento. Paréceme que aquellos que cenan en compañía de Cristo y han de convivir con El en el último día de la vida presente, necesitan ser lavados, no ciertamente en cuanto a las partes (si así puede decirse) primeras del cuerpo y del alma, sino en cuanto a las más inferiores, que necesariamente se ligan a la tierra. Dice que empezó (puesto que después dio la última mano al lavatorio) a lavar los pies de sus discípulos, porque estaban manchados según aquello de San Mateo ( Mt 26,13): "Todos vosotros os escandalizaréis esta noche en mí". Después completó la operación de lavarlos, para purificarlos y que después no volviesen a mancharse.
 
San Agustín ut supra
Dejó sus vestiduras el que siendo Dios se anonadó a sí mismo. Se ciñó con una toalla el que recibió forma de siervo. Echó agua en la jofaina para lavar los pies de sus discípulos, el que derramó su sangre para lavar con ellas las manchas del pecado. Limpió con el paño los pies que había lavado, el que confortó los pasos de los evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y, para ceñirse con el paño, dejó primero las vestiduras que tenía. Mas para tomar la forma de siervo, cuando se humilló hasta la nada, no dejó lo que tenía, sino que tomó lo que no tenía. Para ser crucificado tenía que ser despojado de sus vestiduras; después de muerto envuelto en sábanas, y toda su pasión tenía que servir para purificarnos.
 
Notas
1. El vocablo pascua viene del hebreo pésaj. La voz se deriva de pásaj: pasar, saltar, que el AT relaciona con el paso del Señor en Egipto. El NT se refiere normalmente a la pascua con el término pasca , que es la transliteración griega del término arameo correspondiente. En el NT aparece junto con el verbo pascein , padecer, en Lc 22,15, aunque no parece haber una relación lingüística directa.
   
06-11
Vino, pues, a Simón Pedro. Y díjole Pedro: "Señor, ¿tú me lavas los pies?" Respondió Jesús y dijo: "Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después". Díjole Pedro: "No me lavarás jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza". Dícele Jesús: "El que ha sido lavado no necesita sino de que se lave los pies, porque está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no todos"; porque sabía quién era el que lo había de entregar: por esto dijo no estáis todos limpios. (vv. 6-11)
 
Orígenes In Ioannem tom. 32
Como el médico que teniendo que atender a muchos enfermos empieza sus especiales cuidados por aquellos que están más graves, así también Cristo, al lavar los pies manchados de sus discípulos, empieza por aquellos que más contaminados estaban, y así llegó en último término a Pedro, que necesitaba menos que los otros del lavatorio de pies. Por esto dice: "Vino a Simón Pedro", que se resistía a ser lavado por la conciencia que tenía de que sus pies no estaban manchados. Y así continúa: "Y díjole Pedro", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí ? ¿Qué quiere decir a ? Estas cosas más bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua no sepa significar con dignidad lo elevado que el pensamiento haya concebido.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer término, habrá que decir que el traidor insensato se había colocado antes que él, lo que significó el evangelista diciendo: Empezó a lavar los pies, después vino a Pedro.
 
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó a Pedro el primero. Y, sin embargo, ninguno de los otros discípulos pretendería ser lavado antes que Pedro.
 
Crisóstomo ut supra.
Alguno deseará saber cómo ninguno de los otros se opuso al lavatorio, sino sólo Pedro, lo cual era signo no pequeño de amor y de modestia. De esto parece deducirse que antes de Pedro sólo fue lavado el traidor, y que después llegó a Pedro, y que, por otra parte, los demás discípulos quedaron reprendidos en él. Porque si hubiera empezado el lavatorio por cualquiera de los otros, todos lo hubieran rehusado y dicho lo que dijo Pedro.
 
Orígenes ut supra.
Todos exhibían sus pies, considerando que maestro tan sabio no lavaría sus pies sin razones de mucho peso. Sólo Pedro, posponiendo todas las razones a la veneración que profesaba a Jesús, no se prestaba a que sus pies fuesen lavados. Y, en efecto, la Escritura nos da a conocer frecuentemente a Pedro como el más entusiasmado para inculcar lo que parece mejor o más útil.
 
San Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro desaprobase y recusase entre todos una acción que ya los demás habían permitido de buen grado antes de él. Y así, no puede entenderse que ya otros hubiesen sido lavados antes que él, y que Jesús llegase a él después de los otros (¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero de los apóstoles?), sino que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar los pies, vino a aquel por el cual empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó maravillado una acción que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después".
 
Crisóstomo ut supra.
Es ésta la humildad de su enseñanza; y, como la humildad, basta para llevarnos a Dios.
 
Orígenes ut supra.
O bien insinúa el Señor que en esto había misterio. Lavando y secando sus pies, los tornaba purificados, a ellos, que debían predicar la santidad ( Rom 10; Is 52), para que puedan enseñar el camino santo y marchar por aquel que dijo: "Yo soy el camino" ( Mt 14,6). Convenía que Jesús, deponiendo sus vestidos, lavase los pies de sus discípulos, para limpiar más a los que ya estaban limpios. O a fin de tomar sobre sí en su propio cuerpo la inmundicia de los pies de sus discípulos, mediante el paño que tenía rodeado, porque El echó sobre sí todas nuestras debilidades. Obsérvese que, debiendo lavar los pies de los discípulos, no quiso elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya había entrado en el corazón de Judas para que lo entregase a sus enemigos, cuando estaba próximo su sacrificio en favor de los hombres. Porque antes de esto no era oportuno el que Jesús lavase a sus discípulos los pies. ¿Quién hubiera lavado sus pies y sus manchas en el tiempo que mediaba hasta la pasión? Pero ni aun en el tiempo de la pasión, porque no había otro Jesús que lavase sus pies; ni aun tampoco después de la pasión, porque entonces, por la venida del Espíritu Santo, fueron lavados sus pies. Así, pues, de este misterio (dijo el Señor a Pedro) tú no eres capaz, pero ya lo entenderás cuando suficientemente ilustrado lo comprendieres.
 
San Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante la grandeza del Señor, no permitía que se hiciera aquello cuya razón ignoraba, sin que pudiera tolerar que la humildad del Señor llegase hasta lavarle los pies. Y así sigue: "Dícele Pedro: No lavarás jamás mis pies", esto es, jamás lo permitiré, porque se dice que jamás se hará una cosa, cuando nunca se hace.
 
Orígenes In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo, cuán posible sea adoptar una resolución como justa, y decir por ignorancia aquello que va contra nuestros intereses. Porque Pedro, ignorando la conveniencia del acto, primeramente casi avergonzado y con mucha suavidad dice: "Señor, ¿me vas tú a lavar los pies?"; pero luego dice: "Tú, jamás me lavarás los pies", lo cual era impedir la obra que lo llevaría a tener parte alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no solamente a Jesús que lavaría a sus discípulos los pies sin deber hacerlo, sino también a sus compañeros, que se prestan a ser lavados indignamente. Mas como la respuesta de Pedro le era perjudicial, no permitió Jesús que se realizase su deseo. Así prosigue: "Díjole Jesús: Si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo".
 
San Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo de los pies, es lo mismo que decir: me pisas, siendo sólo la planta del pie la que pisa.
 
Orígenes ut supra.
A los que no quieren explicar este y otros puntos semejantes en sentido figurado o en la esfera moral, no se les alcanza como probable siquiera el que no tuviese parte con el Hijo de Dios aquel que dijo con reverencia: "No me lavarás jamás los pies", como si el no dejar que le lavase los pies fuese un crimen. Pero para esto debemos dejarnos lavar los pies, esto es los afectos del alma, a fin de que sean embellecidos. Y en primer lugar, para ser enumerados entre los que evangelizan las buenas doctrinas, trabajamos por adquirir los dones sublimes.
 
Crisóstomo ut supra.
No dijo la razón por la que obraba así, sino que formuló una amenaza, porque de otra manera no se hubiera persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo sabrás después", no contesta: enséñamelo, pues, y te lo permitiré, sino que lo permitió desde el punto en que fue amenazado en lo que más él temía (a saber, ser separado de El).
 
Orígenes ut supra.
Usamos de esta frase contra aquellos que proyectan llevar a cabo determinaciones que no les son provechosas, porque manifestándoles que no tendrán parte con Jesús en tanto que persistan en su soberbia decisión, los conminamos que no perseveren en su mal concebido proyecto, aun cuando lo hubieren ratificado con juramento.
 
San Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y el temor, más se horrorizó de no tener parte con Cristo, que de que Este le lavase los pies humildemente. Por lo cual sigue: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza".
 
Orígenes ut supra.
Jesús no quería lavar las manos, despreciando aquello que decían sus enemigos ( Mt 15,2) (porque tus discípulos no se lavan las manos cuando comen). No quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la imagen y la gloria del Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De donde sigue: "Díjole Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se le laven los pies, porque está todo limpio".
 
San Agustín.
Todo, excepto los pies; o lo que es lo mismo, sólo necesita lavarse los pies. Porque el hombre, por el bautismo, no queda todo lavado menos los pies, sino que queda lavado por completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre las cosas humanas, pisa con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos, sin los que no se puede vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y, en esta vida, de tal modo somos afectados por las cosas humanas, que si dijéramos que éstas no nos afectaban, nos engañaríamos a nosotros mismos, afirmando que no tenemos pecado ( 1Jn 1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel que lavó los pies a sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los cuales comunicamos con la tierra.
 
Orígenes ut supra.
Creo imposible que no se contaminen las partes inferiores del alma, por muy perfecto que cualquiera se crea en cuanto a hombre. Porque muchos, después del bautismo, se llenan del polvo de las maldades hasta la cabeza. Pero los que son sus discípulos, con justo título no necesitan ser lavados sino en sus pies.
 
San Agustín Ad Seleucianum epist. 118.
De esto que aquí se dice, se deduce que San Pedro ya estaba bautizado. Entendemos también que sus discípulos mediante los cuales bautizaba, lo estaban a su vez; o bien con el bautismo de Juan, como algunos creen, o bien, como es más creíble, con el bautismo de Cristo. Puesto que no desdeñó el ministerio de bautizar con el fin de tener siervos bautizados que pudiesen bautizar a los otros, Aquel que no faltó al ministerio de la humildad cuando les lavó los pies. Por esto prosigue: "Y vosotros estáis limpios, pero no todos".
 
San Agustín In Ioannem tract., 58.
No preguntemos qué sea esto, cuando el mismo evangelista lo dice claramente a continuación: "Pues sabía quién era el que había de entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis limpios".
 
Orígenes ut supra.
Cuando dice "Vosotros estáis limpios", se refiere a los once. Y cuando añade "pero no todos", se refiere a Judas, que estaba manchado; en primer lugar, porque no atendía a los pobres, antes era ladrón; por último, porque habitaba el diablo en su corazón, a fin de que entregase a Jesús. Les lava los pies, aun estando puros, porque la gracia de Dios sobreabunda en las cosas necesarias, y, como dice San Juan: "Que el limpio se limpie más aún" ( Ap 22,11).
 
San Agustín ut supra.
O bien porque estando ya lavados sus discípulos no necesitaban sino de lavarse los pies, porque mientras el hombre vive en este mundo, parece que al tocar la tierra con sus pies atrae algo de ella con lo cual es manchado.
 
Crisóstomo ut supra.
O de otra manera: No dice que están limpios porque los juzgue libres de pecado antes del sacrificio, sino que se refiere a la claridad del entendimiento, porque ya estaban exentos del error judaico.
   
12-20
Luego que les lavó los pies, tomó sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que así como yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis. En verdad, en verdad, os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que aquél que le envió. Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados practicándolas. No digo de todos vosotros: Yo sé a quiénes he elegido; sino que ha de cumplirse la Escritura. El que come pan conmigo, pondrá su pie sobre mí. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda; para que cuando haya sucedido, creáis quien soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a aquél que yo enviaré, a mí me recibe, y quien me recibe, recibe a Aquel que me ha enviado". (vv. 12-20)
 
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo "después sabrás" (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: "Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con vosotros".
 
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono interrogativo para encomiar la grandeza de su acción, o bien imperativamente para elevar sus entendimientos.
 
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la purificación de nuestra redención al derramar su sangre, tomó sus vestiduras cuando resucitó del sepulcro al tercer día, vestido ya con su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse significó su ascensión al cielo para sentarse a la derecha del Padre, de donde ha de venir a juzgar.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo a Pedro, sino a todos. Como diciendo: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor". Aquí aduce sus palabras propias, y después, para que no crean que se las aplican por favor especial, añade: "Y decís bien: lo soy en verdad".
 
San Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre ( Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca, sino que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se da a conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al llamarme Maestro y Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en lo que decís.
 
Orígenes ut supra.
No hacen bien en decir ( Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes se ha dicho: "Apartaos de mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero los apóstoles decían rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la maldad, sino el Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos mutuamente".
 
Crisóstomo ut supra.
Toma el ejemplo de cosas mayores, para que nosotros obremos en las menores. Porque ciertamente El es el Señor, y nosotros lo haremos con nuestros consiervos, si lo hiciéremos. Por eso añade: "Os he dado ejemplo, para que, así como yo lo he hecho con vosotros, vosotros también hagáis".
 
Beda.
Primeramente el Señor realizó en sus hechos lo que después enseñó con palabras, según aquello ( Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
 
San Agustín In Ioannem tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado Pedro, lo que ignorabas; esto que prometió que después sabrías.
 
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta necesidad, para perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como precepto absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice: "Debéis lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se practica, o se practica raras veces.
 
San Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta costumbre de humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto los hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y sin género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un hermano, despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral, ¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos sean perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
 
Orígenes ut supra.
Este lavatorio espiritual de pies (del cual se ha hablado), no puede realizarse con perfección sino por el mismo Jesucristo, y de una manera secundaria por sus discípulos, a los cuales dijo: "Vosotros debéis lavaros mutuamente los pies". Jesús lavó los pies de sus discípulos como Maestro, y de sus siervos como Señor, porque el fin del Maestro es hacer a sus discípulos semejantes a El. Lo cual se ve en el Salvador con más claridad que en ningún otro maestro o señor, pues quiere que sus discípulos sean como su Maestro y Señor, no teniendo un espíritu de servidumbre, sino un espíritu de la filiación con el que claman: "Abba, Padre" ( Rom 8,15). Mas antes de hacerse semejantes a su Maestro y Señor, necesitan del lavatorio de pies, como discípulos imperfectos que conservan resabios del espíritu de servidumbre. Cuando, pues, alguno de ellos llegare al grado de maestro y señor, podrá entonces imitar al que lavó los pies de sus discípulos, y lavar los pies con la doctrina, como maestro.
 
Crisóstomo ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen los pies, cuando añadió: "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió", como diciendo: "Luego, si yo he hecho estas cosas, con mayor razón conviene que vosotros las hagáis".
 
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos por necesidad, dado que ellos habían de llegar a las dignidades, unos en un grado, otros en otro. Y para que no se encelen mutuamente, les serena las conciencias.
 
Beda.
Porque el conocer el bien y no ejercerlo, no es cosa que pertenece a la felicidad, sino a la condenación, según aquello ( Stgo 4,17): "Al que conoce el bien y no lo practica, el pecado está con él", y añade: "Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados al ejecutarlas".
 
Crisóstomo ut supra.
Porque el saber es propio de todos, pero el obrar no es de todos. Después reprendió al traidor, no de una manera clara, sino velando las palabras, cuando añadió: "No hablo de todos vosotros".
 
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Como diciendo: entre vosotros hay quien no será bienaventurado, ni obrará aquellas cosas. Yo sé a quiénes he elegido. ¿A quiénes sino a aquellos que serán bienaventurados haciendo lo que El manda? Luego Judas no es de los elegidos. Cómo, pues, dice en otro lugar ( Jn 6,71): "¿Acaso yo no os he elegido a los doce?". Es porque él fue elegido, para otra cosa necesaria, pero no para la bienaventuranza acerca de lo que se dice: "Bienaventurados seréis si hacéis estas cosas".
 
Orígenes In Ioannem tract., 32.
No creo que pueda rectamente referirse la frase "No lo digo de todos vosotros", a aquella otra de "Seréis bienaventurados si hacéis estas cosas", porque todo esto puede aplicarse a Judas como a cualquier otra persona, al decir "Bienaventurado será el que haga estas cosas". Así esta frase debe relacionarse con aquella otra ( Jn 13,16): "No es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió"; porque Judas como era siervo del pecado, no lo era del Verbo de Dios; ni apóstol, pues el diablo había penetrado en su corazón. Y así, conociendo el Señor a los suyos, no conoce a los que no lo son. Por esto no dice yo conozco a todos los presentes, sino "Yo conozco a los que he elegido", como diciendo: conozco a mis elegidos.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Después, para no llenar de tristeza a muchos con sus palabras, añade: "Pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantará su pie contra mí", manifestando que no era entregado ignorantemente, cosa que era muy suficiente para retener a Judas. Y no dijo me entregará, sino "levantará contra mí su pie", queriendo desfigurar el engaño y el ocultamiento de las asechanzas.
 
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa significa "levantará su pie sobre mí", sino me pisoteará? En lo cual se alude a Judas traidor.
 
Crisóstomo ut supra.
Y dijo: "Quien come conmigo pan", esto es, quien ha sido alimentado por mí, el que comió en mi mesa; para que no nos escandalicemos jamás si sufrimos alguna injuria de los criados o de personas de inferior calidad, atendiendo al ejemplo de Judas que, habiendo gozado de bienes infinitos, pagó tan mal a su bienhechor.
 
San Agustín ut supra.
Los que habían sido elegidos comían al Señor, y él comía el pan del Señor contra el Señor; aquéllos la vida, éste la pena: "Porque el que come indignamente come su propio juicio" ( 1Cor 11,29).
"Os lo digo, prosigue, antes de que suceda, para que, cuando se realice, creáis que yo soy", a saber, de quien predijo la Escritura.
 
Orígenes ut supra.
Y no se dijo a los apóstoles para que creáis, como si ellos no creyesen, sino que esta locución equivale a decir para que, creyendo, obréis. Perseverando en vuestra creencia, no toméis ningún pretexto para la repulsa, porque entre todas las cosas que fortalecían en la fe a los discípulos, consideraba en primer término el cumplimiento de las profecías.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como los discípulos habían de salir a predicar y sufrir muchos martirios, los consuela de dos maneras. De una manera, por sí mismo, diciendo ( Jn 13,17): "Seréis bienaventurados, si hacéis estas cosas". Por otro lado, los consuela con el ejemplo de los demás, hablándoles de los muchos medios con que serían ayudados por los hombres, y por esto añade: "En verdad, en verdad os digo, que el que os recibiere a vosotros a mí me recibirá".
 
Orígenes ut supra.
Porque el que recibe al que envía Jesús, recibe al mismo Jesús, que existe en su enviado. Mas el que recibe a Jesús, recibe al Padre. Luego, el que recibe al que envía Jesús, recibe al Padre que envía. También puede entenderse de este otro modo: El que recibe a quien yo enviare, se hace digno de recibirme a mí. Mas el que me recibe no por intermediación del apóstol que yo enviaré, sino que me recibe a mí cuando me dirijo a las almas, recibe también al Padre, de tal modo, que no sólo yo moro en él, sino también el Padre.
 
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Pero los arrianos, cuando oyen esto, recurren a los dogmas de su fe, que no los conducen a la salvación, sino que los precipitan en la perdición, diciendo: "Tanto dista el Hijo del Padre, cuanto el apóstol difiere del Señor". Pero donde Este dijo: "Mi Padre y yo somos una sola cosa" ( Jn 10,30), no deja ninguna idea de distancia. Y al aceptar ahora estas palabras del Señor, "Quien me recibe a mí recibe al que me envió", al entender que una misma es la naturaleza del Padre y del Hijo, sería lógico que en la locución "Si recibe al que yo enviare me recibe a mí", se entendiera también que una misma es la naturaleza del Hijo y la del apóstol. Y así, parece que debió decir: "Quien recibe al que yo enviare, me recibe a mí como a hombre, y el que me recibe como Dios, recibe al que me ha enviado". Mas cuando esto decía, no hacía alusión a la unidad de naturaleza, sino que recomendaba su propia autoridad, residente en el enviado. Si, pues, atiendes en Pedro a Cristo, verás al Maestro en el discípulo; y si miras en el Hijo al Padre, verás al Padre en el Unigénito.
   
21-30
Cuando esto hubo dicho Jesús, se turbó en el espíritu y protestó, y dijo: "En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me entregará". Y los discípulos se miraban los unos a los otros, dudando de quién decía. Y uno de sus discípulos, al cual amaba Jesús, estaba recostado a la mesa, en el seno de Jesús. A éste, pues, hizo una seña Simón Pedro, y le dijo: "¿Quién es de quien habla?" El entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?" Jesús le respondió: "Aquél es a quien yo diere el pan mojado"; y mojando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariotes. Y tras el bocado entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: "Lo que haces, hazlo presto". Mas ninguno de los que estaban a la mesa supo por qué se lo decía. Porque algunos pensaron que, porque Judas traía la bolsa, le había dicho Jesús, compra lo que habemos menester para el día de la fiesta, o que diese algo a los pobres. Y cuando él hubo tomado el bocado, se salió fuera luego. Y era de noche. (vv. 21-30)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Como el Señor estaba consolando a los apóstoles, que debían recorrer todo el mundo, y los fortalecía con doble consuelo, al pensar que el traidor estaba privado de ambos, se entristeció. Y esto significa el evangelista, cuando dice: "Y se entristeció en su espíritu", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 60.
No hizo mención de esto anteriormente, pero como ya debía descubrir al traidor para que no se ocultara entre los demás, se entristeció en su espíritu. Y como el mismo traidor ya estaba a punto de salir para conducir allí a los judíos, a quienes había de hacer entrega de Jesús, lo entristeció su próxima pasión y el peligro inminente, y la mano amenazante del traidor, de quien ya se conocía su intención. El Señor se dignó también dar a conocer con su turbación que cuando una causa urgente obliga a separar antes de recogerse la mies a algunos de los falsos hermanos, no puede hacerse esto sin que la Iglesia se entristezca. Se turbó, no en cuanto a la carne, sino en el espíritu; porque las personas espirituales, en tales ocasiones de escándalo, no se turban por la perversidad, sino por la caridad, no sea que al cortar las malas cizañas se arranque de raíz el trigo. Y además, aun teniendo misericordia del mismo Judas, que había de perecer, se turba, no por debilidad de su alma, sino por su propia voluntad. Porque no se turba porque alguien lo obligue, sino que se turbó a sí mismo (como se ha dicho antes). En el hecho de turbarse consuela a los débiles en su propio cuerpo (esto es, en su Iglesia), para que si alguno se turba con la muerte de los suyos, no se crea por esto condenado.
 
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Dice que se turbó en el espíritu. Esto, como es cosa humana (esto es, la pasión), provenía de la exuberancia de espíritu. Porque si algún santo vive en el espíritu y obra y padece, ¿cuánto más ha de decirse esto de Jesús, que es el primero de todos los santos?
 
San Agustín ut supra.
Caigan, pues, por tierra los argumentos de los estoicos, que dicen que en el sabio no cabe la perturbación de los ánimos. Así como juzgan a la verdad vanidad, así llaman estupor a la salvación. Túrbese, pues, el ánimo cristiano, no por la miseria, sino por la misericordia.
 
San Agustín In Ioannem tract. 61
"Uno de vosotros", por el número, no por el mérito; en apariencia, no en realidad 1.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como no lo determinó por el nombre, de aquí nació en todos el temor. Por esto sigue: "Se miraban mutuamente los discípulos, dudando de quién hablase", no teniendo conciencia de tal maldad y, sin embargo, creyendo que la afirmación de Cristo era más digna de creerse que sus propios pensamientos.
 
San Agustín In Ioannem tract., 61.
De tal modo era piadoso el amor que alimentaban hacia su Maestro, que su propia debilidad humana los estimulaba a los unos contra los otros.
 
Orígenes ut supra.
Se acordaban de que eran hombres y que era variable el sentimiento más perfecto, y susceptible el apetito de querer lo contrario de lo que antes había querido.
 
Crisóstomo ut supra.
Temblando todos, y aun el mismo que era cabeza (a saber, Pedro), Juan, que era el amado, se reclinó en el seno de Jesús. Por esto sigue: "Estaba, pues, recostado en el seno de Jesús uno de sus discípulos a quien Jesús amaba".
 
San Agustín ut supra.
Este era Juan, de quien es este Evangelio, como después se manifiesta. Era costumbre entre todos aquellos que nos han legado las Escrituras, que, cuando cuenta algo de ellos la divina narración, al ocuparse de sí mismos hablan como si fuera de otros. ¿Y qué pierde con esto la verdad, si se dice la misma cosa y se evita la jactancia del que la cuenta?
 
Crisóstomo ut supra.
Si quieres, pues, aprender la causa de esta familiaridad, sabe que era el amor; por eso dice "a quien amaba Jesús". Porque aunque los otros también eran amados, sin embargo, éste era más que los otros.
 
Orígenes ut supra.
Opino, pues, que el recostarse Juan en el seno del Verbo, significa como si habitase en sus más recónditos pensamientos.
 
Crisóstomo ut supra.
Quiere, pues, manifestar, que él era ajeno al crimen, y dice también esto para que no se piense que Pedro recurrió a él como a su superior, puesto que sigue: "Hízole señas Simón Pedro, y dícele: "¿Quién es ése de que habla?". En todas partes se encuentra Pedro impetuoso en el amor, y aunque fue el primero en preguntar, no habló, sino que quiso saber mediante Juan. En todas ocasiones la Escritura manifiesta a Pedro entusiasta, y teniendo familiaridad con Juan.
 
San Agustín ut supra.
Se ha de notar aquí la locución de decir algo, no por sonidos, sino tan sólo por señas: "hace señas, y dice", esto es, dice haciendo señas. Si, pues, con sólo pensar se dice algo, según aquello "dijeron entre sí" ( Jn 12,19), ¿cuánto más haciendo señas, cuando ya se manifiesta expresamente, por medio de signos, lo que se ha concebido interiormente?
 
Orígenes In Ioannem tract., 32.
En primer lugar, hizo signos, y luego, no contentándose con las señas, dijo: "Pregúntale de quién habla".
"Y así, habiéndose recostado sobre", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 61.
Esto mismo que dice ahora "sobre el pecho", más arriba lo había dicho en el seno.
 
Orígenes ut supra.
O de otra manera: Habiendo descansado primero sobre el seno, después subió y lo hizo sobre el pecho de Jesús; como si al contentarse con el regazo y no elevarse hasta el pecho, esto hubiera sido un obstáculo para que Jesús le confiase lo que Pedro deseaba saber. Por esto de que posteriormente se reclinó sobre el pecho, se expresa que era discípulo especial de Jesús por mayor y más superabundante gracia.
 
Beda.
El descansar en su regazo y en su pecho, no sólo fue un indicio de amor presente, sino también signo de algo futuro, a saber: para que allí escuchase la voz, que después diese a conocer a los siglos.
 
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa puede significarse en el pecho sino lo más oculto y secreto? Porque, ciertamente, el interior del pecho es el secreto de la sabiduría.
 
Crisóstomo ut supra.
Ni aun entonces expresó nominalmente el Señor quién era el traidor, pues sigue: "Respondió Jesús: Aquel es a quien yo daré el pan mojado". Y este modo de denunciarlo era para convertir, porque ya que no se avergonzó por la comunidad de la mesa, debió hacerlo por la participación del pan.
"Y cuando hubo mojado el pan, lo dio a Judas, hijo de Iscariote".
 
San Agustín ut supra.
Judas, contrario a lo que piensan algunos que leen con poco cuidado, no recibió solamente el cuerpo de Cristo, porque se entiende que ya el Señor había distribuido a todos ellos el sacramento de su cuerpo y sangre, entre los cuales estaba incluido el mismo Judas. Y por fin, se llega al punto en que, según la narración de Juan, el Señor manifestó al traidor por un trozo de pan que mojó y le dio. Tal vez por el hecho de mojar el pan se significa la traición de Judas, porque no todas las cosas quedan lavadas por mojarlas, sino que algunas se mojan para mancharlas. Y si es que el mojar el pan designa algún bien, no sin razón seguirá la condenación al que desagradece este bien.
"Y tras el bocado, penetró en él Satanás".
 
Orígenes In Ioannem tract., 32.
Atiéndase que Satanás no penetró primero en Judas, sino que inspiró en su corazón que entregase al Maestro. Mas después del pan penetró en él. Por lo cual hemos de cuidar que Satanás no logre introducir en nuestro corazón ninguna de sus flechas, porque si alguna penetrara, él formaría asechanzas hasta introducirse.
 
Crisóstomo ut supra.
En tanto que formaba parte de la asamblea, no se atrevía el diablo a invadirlo, contentándose con inspirarle desde el exterior, pero cuando Jesús lo desenmascaró y expulsó, ya con toda libertad se apoderó de él.
 
San Agustín ut supra.
O bien, entró en él para poseerlo plenamente como entregado a discreción, sin que por eso dejase de estar en él cuando pactó con los judíos el precio a que había de entregar al Señor. Cuando San Lucas dice: "Y Satanás entró en Judas, y éste habló con los príncipes de los Sacerdotes" ( Lc 22,3-4), ya había llegado al sitio de la cena de esta manera. Pero después entró en él, no para tentarlo como si hasta entonces le hubiera sido extraño, sino para poseerlo como cosa propia.
 
Orígenes ut supra.
Convenía, según creo, por la oferta del pan, retirar del malvado el bien que él juzgaba tener; y privado de este bien, quedó expedito para que Satanás lo invadiese.
 
San Agustín In Ioannem tract., 62.
Aquí dicen algunos: ¿Cómo es esto? ¿El pan que Cristo le entregó de su mesa, merecía que después de él penetrase Satanás? A lo que respondemos, que por esto debemos aprender cuánto debe evitarse el recibir el bien de mala manera. Porque si se pierde el que no aprecia el cuerpo del Señor (esto es, no lo discierne de las demás comidas), ¿cómo debe ser castigado el que se acerca a su mesa fingiéndose amigo, siendo enemigo?
"Y dice Jesús: Lo que haces, hazlo presto".
 
Orígenes ut supra.
Cabe dudar a quién se dirijan estas palabras, porque lo mismo a Judas que a Satanás pudo haber dicho el Señor "Lo que haces, hazlo presto", provocando al adversario a la lucha, o al traidor, para que ayudase a su pasión, que había de ser la salvación del mundo, lo que no quería se retardase ni evitase, sino que se apresurase cuanto fuera posible.
 
San Agustín ut supra.
Sin embargo, no aconsejó el mal, sino que lo predijo no para cooperar a la perdición del pérfido, sino consultando a la salvación de los fieles.
 
Crisóstomo ut supra.
Esto que dice, "Lo que haces, hazlo presto", no es a modo del que manda o aconseja, sino del que reprueba y manifiesta que El no quería impedir la traición. "Esto no lo comprendió ninguno de los convidados", etc. Cualquiera que se fije, dudará en este pasaje. Al preguntarle los discípulos"¿Quién es?" ( Jn 13,24), dijo: "A quien yo dé el pan mojado" ( Jn 13,26), y sin embargo no lo entendieron. Puede suponerse que Jesús lo dijo secretamente para que nadie lo oyera, y por lo mismo Juan pregunta inclinado sobre el pecho, como quien dice, al oído; porque acaso Pedro lo hubiera matado, si Jesús lo descubre. Y así dice que ninguno de los convidados se había enterado, ni aun Juan, que de ninguna manera pensaba que un discípulo llegase a tal grado de iniquidad, de la cual, como él estaba tan lejos, no hacía a nadie capaz ni por sospechas. Ignoraron, pues, la causa de las cosas que había dicho Cristo. Qué era lo que ellos creían, lo manifiesta posteriormente San Juan: "Algunos pensaban (porque Judas llevaba la bolsa) que había querido decirle: Compra lo que sea necesario", etc.
 
San Agustín ut supra.
El Señor, por lo tanto, tenía bolsa para conservar lo que los fieles le daban, y para atender a las necesidades de los suyos y a los demás necesitados. Entonces se instituyó la forma de los bienes eclesiásticos, para que entendiéramos lo que se nos preceptuaba ( Mt 6), de que no debíamos pensar en el día de mañana. Y no es esto prohibir que los santos tengan algún dinero, sino que a Dios no ha de servirse por estas miras, ni que se abandone el camino de la justicia por temor a la pobreza.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
En verdad ninguno de sus discípulos llevaba dineros, pero, por lo que aquí se dice, se insinúa que algunas mujeres los alimentaban de sus haberes. Y así, el que recomendaba que no llevemos ni manto, ni báculo, ni dinero, llevaba, sin embargo, bolsa para atender a los menesterosos, para que aprendamos que por muy pobres y crucificados para el mundo que estemos, debemos siempre cuidarnos de este ministerio. Jesús obraba muchas cosas para nuestra enseñanza.
 
Orígenes ut supra.
De este modo hablaba el Salvador a Judas: "Lo que haces, hazlo presto". Y el traidor en esto solo le obedece por lo pronto, porque apenas recibió el pan, no se detuvo un instante. "Y así, cuando recibió el trozo de pan, salió al punto". Y en verdad salió, no sólo alejándose de la casa en que estaba, sino separándose de Jesús por completo. En mi sentir, Satanás, que había penetrado en él tras el pan, no toleraba que Judas perseverase con Jesús, porque entre Jesús y Satanás no puede haber relación alguna. No será fuera de propósito el preguntar por qué al decir "Recibiendo el pan", no se añade "Y comiéndole". ¿Es acaso que Judas, recibió el pan y no lo comió? Quizá el diablo, que lo había inspirado que hiciese traición a su Maestro, temió que, recibido el pan por Judas, si lo comía se desvaneciese el influjo que en su corazón había inspirado, y, por tanto, al punto que lo recibió se entró en él, e inmediatamente Judas dejó la casa. Puede también opinarse, que así como el que come el pan del Señor indignamente, o bebe su cáliz, come y bebe su propia condenación, también el pan que Jesús dio, para unos fue de salvación, pero para Judas fue de condenación, de tal manera, que tras el pan se introdujo Satanás.
 
Crisóstomo ut supra.
Y añade: "Era de noche", para manifestar la osadía de Judas, a quien no pudo detener ni cohibir lo importuno de la hora de su primer impulso.
 
Orígenes In Ioannem tract., 32.
La noche sensible es la imagen de la confusa noche que había invadido el alma de Judas.
 
San Gregorio Moralium 2, 2
Por la cualidad del tiempo se expresa el fin de la acción. Judas, que no había de implorar el perdón, aprovecha la noche para la perfidia.
 
Notas
1. San Agustín sigue diciendo en el mismo Tratado 61 sobre San Juan: "...Por lo tanto, no uno que es de vosotros, sino uno que saldrá de entre vosotros. Porque, ¿de qué otra manera puede entenderse este 'uno de vosotros',...sino de la misma manera en que el escritor de este mismo Evangelio habla en su epístola: 'Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros; pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros.' ( 1Jn 2,19)?
   
31-32
Y como hubo salido, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en El. Si Dios es glorificado en El, Dios también lo glorificará a El en sí mismo, y luego le glorificará". (vv. 31-32)
 
Orígenes In Ioannem tom. 32
Después de los prodigios que se habían realizado por los milagros y por la transfiguración, la gloria del Hijo del hombre empieza desde el momento en que Judas sale llevando consigo a Satanás, que lo había invadido, fuera del lugar en que estaba Jesús. Por esta razón dice: "Cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre", etc. Y aquí no se habla de la gloria del Verbo Unigénito, sino del hombre que descendía de la estirpe de David. Porque si se dice con verdad en la muerte de Cristo, que glorifica a Dios: "Despojó los principados y las potestades, triunfando en el leño de su cruz" ( Col 2), y aquello otro: "Conciliando por la sangre de Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra" ( Col 1). En todo esto fue glorificado el Hijo del hombre y Dios también es glorificado en El. Por esta razón continúa: "Y Dios ha sido glorificado en El". Porque no puede glorificarse Cristo, sin que lo sea al propio tiempo el Padre. Mas como todo el que es glorificado lo es por alguien, si se pregunta por quién lo es el Hijo del hombre, veremos la respuesta en lo que sigue: "Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Esto es, por sí mismo, no por medio de otra persona. "Y al punto le glorificará". Como diciendo: No largo tiempo después, sino inmediatamente aparecerán en la cruz todas las cosas dignas de gloria; porque el sol retrocedió, las piedras se abrieron, y muchos cuerpos de aquellos que dormían, resucitaron. De esta suerte levantó de nuevo los pensamientos de sus discípulos, que se habían abatido, y les aconseja que no se entristezcan, antes se alegren.
 
San Agustín In Ioannem tract., 63.
Por la salida del inmundo, todos quedaron purificados con el que los purificaba. Algo semejante acontecerá cuando, separada la cizaña del trigo, resplandezcan los justos como el sol, en el reino de su Padre ( Mt 13,43). Previendo el Señor que esto mismo aconteció al separarse Judas, que era la cizaña, dijo a los santos apóstoles, que habían quedado como el trigo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre", etc., como diciendo: He aquí lo que acontecerá en mi glorificación, donde no habrá ninguno de los malos, ni perecerá ninguno de los buenos. Por esto no dijo: ésta es la señal de la glorificación del Hijo del hombre, sino: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Como tampoco se dijo que la piedra simbolizaba a Cristo, sino: "La piedra era Cristo" ( 1Cor 10,4). La Escritura suele denominar las cosas que significan algo, por los nombres de lo significado. Mas la glorificación del Hijo del hombre es que Dios sea glorificado en El, y de aquí que añada: "Y Dios es glorificado en El". Por último, como para esclarecer este punto, prosigue: "Si el Hijo es glorificado en El (porque no vino a hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que le envió), también Dios lo glorificará en sí mismo", refiriéndose a la naturaleza humana, que había sido tomada por el Verbo y dotada de eternidad interminable. "Y al punto lo glorificará", dice, manifestando su propia resurrección, que no sería como la nuestra al fin del mundo, sino inmediatamente. Y hasta puede entenderse de esta glorificación la frase: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre", diciendo ahora no por su próxima pasión, sino por su futura resurrección, como si ya hubiese sucedido lo que tan próximo consideraba.
 
San Hilario De Trin. lib. 2.
Que "Dios es glorificado en El", se refiere a la gloria del cuerpo, por la cual se manifiesta la gloria de Dios, como tomando el cuerpo su propia gloria por los consuelos que le comunicaba la naturaleza divina. Y como Dios es glorificado en El, por la misma razón lo glorificó en sí. Y lo glorificó Dios en sí por el incremento de gloria que recibió, de la misma suerte que el que reina en la gloria (que es la gloria de Dios), pasa por este hecho a la gloria de Dios. Y así tenía que permanecer todo en Dios, en cuanto es permitido a la naturaleza humana. Tampoco quiso pasar en silencio el tiempo, para significar como cosa de presente, al salir el traidor Judas a realizar su traición, la gloria que después de la pasión le estaba reservada por la resurrección, y distinguirla de aquella con que Dios lo glorificaría en sí posteriormente. Aquélla era la gloria de Dios manifestada por la resurrección; ésta la que gozaría permaneciendo en el seno de Dios.
 
San Hilario De Trin. lib. 9.
A mi juicio no hay ninguna ambigüedad en la interpretación de estas palabras: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Esta gloria pertenecía a la carne, no al Verbo. Lo que yo me pregunto es qué significa en esto que sigue: "Y Dios es glorificado en El". Y no siendo uno el Hijo del hombre y otro el Hijo de Dios (porque el Verbo se hizo carne) ( Jn 1,14), pregunto quién es glorificado por el Hijo del hombre (que es también Hijo de Dios). Veamos ahora qué significa lo tercero: "Si Dios es glorificado en El, también Dios lo glorificará en sí mismo". El hombre ciertamente no se glorifica por sí mismo. Por el contrario, en el hombre, aunque reciba la gloria, es glorificado por Dios. Pero El es Dios mismo. Y por tanto es necesario, o que sea Cristo el que se glorifica en la carne, o el Padre el que se glorifica en Cristo. Si Cristo, Cristo que se glorifica en la carne es Dios; si el Padre (también Dios), tendremos el misterio de la unidad, porque el Padre se glorifica en el Hijo. Pero porque Dios glorifique en sí mismo a Dios glorificado en el Hijo del hombre, ¿cómo puede deducirse la conclusión impía de que Cristo no es Dios según la verdad de naturaleza, como si estuviera fuera de sí, porque glorifica en sí? Así, al que el Padre glorifica, hay que confesarlo en igual gloria, y el que se ha de glorificar en la gloria del Padre, debe también participar de todo aquello que está en el Padre.
 
Orígenes In Ioannem tom. 32.
El nombre gloria no se toma aquí en el sentido de los paganos, que la definen como un conjunto de alabanzas que se tributa por muchos. Es cosa clara que aquí se trata de algo diferente, según las palabras del Exodo ( Ex 40,32-33), que dice que el tabernáculo está lleno de la gloria de Dios, y que la presencia o rostro de Moisés se había llenado de gloria. En efecto, en sentido literal hubo en el tabernáculo cierta presencia divina, lo mismo que en el rostro de Moisés mientras hablaba con Dios. Pero en sentido espiritual, la gloria de Dios es la que alumbra el entendimiento haciéndolo elevarse y sobreponerse a todas las cosas materiales, deificándolo por la visión divina que escudriña y en las cosas que contempla. Por esto, figuradamente fue Moisés glorificado, en el hecho de tornarse divino por el entendimiento. Pero no puede establecerse comparación entre la excelencia de Cristo y el conocimiento de Moisés, que glorificó su faz, porque creo que el Hijo es el resplandor de toda la gloria divina, como dice San Pablo: "Siendo el cual el esplendor de la gloria", etc ( Heb 1,3). Además, de este foco luminoso de gloria proceden los resplandores singulares, reflejándose en las creaturas racionales, y por eso no creo que nadie pueda recibir todo el esplendor de la gloria divina, sino el Hijo. En cuanto el Hijo no era conocido por el mundo, no era tampoco glorificado en el mundo. Mas como el Padre dio a algunos de los que estaban en el mundo el conocimiento de Jesús, fue glorificado entonces el Hijo del hombre en aquellos que lo conocieron. De aquí que transmitió su gloria a los que lo conocían. Porque los que contemplan con pura mirada la divina gloria, se transfiguran, a su imagen, de la gloria del glorificado en gloria de glorificadores. Cuando se aproximaba la hora en que debía realizarse el prodigio de que el mundo, mediante su conocimiento, mereciera la gloria glorificándole, dijo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre". Y como nadie ha conocido al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo hubiese revelado, el Hijo, por gracia natural, debía revelar al Padre ( Mt 11,27). Por esta causa se conoce que Dios es glorificado en El. O bien puede entenderse que Dios es glorificado, si conocemos con perfección a Jesús: "El que a mí me ve, ve también a mi Padre" ( Jn 14,19). Porque se verá en el Verbo, siendo este Dios e imagen invisible de Dios, el Padre que lo engendró. De este modo se entenderá más claramente todo lo que aquí se dice. Porque así como el nombre de Dios es blasfemado por algunos entre los gentiles, así el nombre excelso del Padre es ensalzado por las buenas obras de los santos que resplandecen ante los hombres. ¿En quién ha aparecido mejor la gloria de Dios, que en Jesús? Jamás cometió pecado, y en su boca no hubo dolo. Siendo, pues, el Hijo de tal condición, fue glorificado, y Dios se glorifica en El. Y si Dios se glorifica en El, el Padre da al Hijo algo mayor de lo que hizo el Hijo del hombre. Porque es muy superior y de más subido precio la gloria que recae en el Hijo del hombre cuando lo glorifica el Padre, que la del Padre cuando se glorifica en El. Y así, convenía que la gloria del más poderoso superase a la otra. Además, como estas cosas debían acontecer en seguida (me refiero a que el Hijo del hombre fuese glorificado en Dios), continúa así: "Y al punto le glorificará".
   
33-35
"Hijitos: aún estoy un poco con vosotros. Me buscaréis, y así como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, lo mismo digo ahora a vosotros. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros mismos. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis caridad entre vosotros". (vv. 33-35)
 
San Agustín In Ioannem tract., 64.
Habiendo dicho más arriba: "Y al punto le glorificará", para que no creyesen que Dios lo iba a glorificar de tal forma que no pudiese estar unido a ellos en la convivencia que existe en la tierra, dijo en seguida: "Hijitos, aún estoy un poco con vosotros". Como diciendo: al punto seré glorificado por la resurrección, pero no ascenderé al cielo inmediatamente, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: "Estuvo con ellos cuarenta días después de la resurrección". Estos cuarenta días los significó diciendo: "Aún estaré un poco con vosotros".
 
Orígenes In Ioannem tract., 32.
Cuando dice hijitos, designa la infancia en que estaban aún sus almas, porque éstos que ahora son llamados hijitos, después de la resurrección son hermanos, así como antes de ser hijitos fueron siervos.
 
San Agustín ut supra.
Puede también interpretarse así: Aún estoy yo como vosotros en la enfermedad de esta carne, a saber, hasta que muriese y resucitase. Después que resucitó, estuvo con ellos en cuanto a la presencia corporal, pero no en cuanto a la debilidad de la carne. Según otro evangelista, dijo después de la resurrección ( Lc 24,44): "Os dije esto, cuando aún estaba con vosotros", esto es, cuando yo existía en carne mortal como vosotros. Mas ahora estaba ciertamente vestido de la misma carne, pero no participaba con ellos de la mortalidad. Hay también otra presencia divina, inaccesible a los sentidos mortales, de la que El mismo dice: "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos" ( Mt 28,20). Esto no significa: aunque estoy un poco con vosotros, pues no es poco hasta la consumación de los siglos. Y si esto es todavía poco porque a los ojos de Dios mil años son como un solo día, no parece que ha querido significar aquí esto cuando sigue diciendo: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir". ¿Por ventura no podían ir a donde El vaya en el último día? De los cuales diría después: "Padre, quiero que éstos estén conmigo donde yo estoy" ( Jn 17,24).
 
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Esto se puede explicar de una manera muy sencilla, diciendo que ya no había de estar con sus discípulos. Pero profundizando algo más, quizá pueda decirse que en realidad dejó de estar con ellos no mucho tiempo después, no porque estuviera ausente de ellos, según la presencia corporal, sino porque pasado muy poco tiempo, "vosotros os escandalizaréis en mí esta noche" ( Mc 14,24). Y en ese sentido no estaba con ellos quien tan sólo mora plenamente en los que están en gracia. Pero aunque no estaba con ellos, ellos, sin embargo, habían de buscar a Jesús, como Pedro, que después de negarlo, lloraba tristemente buscándolo. Por esta razón sigue: "Me buscaréis, y así como dije a los judíos donde yo voy, vosotros no podéis venir". Buscar a Jesús, es buscar al Verbo, la sabiduría, la justicia, la verdad, la virtud divina: todo esto es Cristo. A los discípulos que quieren seguir a Jesús -no corporalmente, como creen las personas rudas, sino en la forma que recomendaba en estas palabras ( Lc 14,27): "Quien no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío"- les dice aquí el Señor: "Donde yo voy, vosotros no podéis venir". Porque aunque hubieran querido seguir al Verbo y confesarlo, no tenían aún poder para esto. Aún no se les había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado ( Jn 7,39).
 
San Agustín ut supra.
O dice esto porque no estaban dispuestos todavía para seguir a Jesús, muriendo por la justicia. ¿Cómo, pues, lo iban a seguir si no estaban preparados para el martirio? ¿Y cómo iban a seguir a Jesús, que caminaba a la inmortalidad de la carne, ellos que morirían en cualquier tiempo para no resucitar hasta el último día? ¿Y cómo podrían seguir a Jesús, que iba al seno de su Padre, cuando nadie puede gozar de tal felicidad si no se perfecciona en el amor? Cuando esto dijo a los judíos, no añadió: "ahora"; mas ellos no podían ir en ese momento, pero podían ir después. Y por tal razón continuó: "Y a vosotros os digo, ahora ".
 
Orígenes In Ioannem hom., 71.
Como diciendo: A vosotros os hablo, no sin aducir el adverbio ahora. Porque los judíos, como preveía que habían de morir en sus maldades, en breve tiempo no podían marchar a donde Jesús iba, pero los discípulos podían seguir al Verbo después de algún tiempo.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Como los discípulos habían oído que Jesús había dicho aquello a los judíos, para que no creyesen que también se les decía a ellos de la misma manera, dijo, hijitos.
 
Crisóstomo ut supra.
Dijo esto para levantar el amor de sus discípulos, porque cuando hemos visto ausentarse a las personas amadas, nos llenamos de pena, y más cuando no podemos nosotros ir al lugar a que ellos van. También demostró que su muerte es cierta traslación a sitio más conveniente, inaccesible a los cuerpos mortales.
 
San Agustín In Ioannem tract., 64 et 65.
Para enseñarles cómo podían ellos llegar a ser idóneos para habitar los lugares a donde El les precedía, añadió: "Un mandato nuevo os doy, que os améis mutuamente". ¿Acaso no estaba ya prescrito así en la Ley antigua? En ella se escribió: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ( Lev 19,18). ¿Por qué el Señor lo llama mandato nuevo? Acaso porque, desprendiéndonos del hombre viejo, nos vistió del nuevo. Sin duda es porque el amor renueva al hombre; pero no todo amor, sino aquél de que, para distinguirlo del amor carnal, dijo el Señor: "Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente". No a la manera en que se aman los hombres corruptos, ni en la forma en que los hombres aman en cuanto a hombres, sino como se aman todos los que son de Dios e hijos del Altísimo, para que sean hermanos de su Unigénito, amándose con aquel amor con que El los ha amado, a fin de conducirlos al fin en que todos sus deseos queden satisfechos de bienes.
 
Crisóstomo ut supra.
Os amé, no como una deuda que yo había contraído por méritos antecedentes, sino por mi propia iniciativa, y así conviene que vosotros obréis el bien aun sin deber nada.
 
San Agustín ut supra.
No se crea que se prescinde de aquel superior mandato en que se prescribe que amemos al Señor nuestro Dios. Para los que entienden rectamente, ambos preceptos están incluidos en cada uno de ellos. Porque el que ama a Dios, no puede despreciar su voz cuando le manda amar al prójimo; y el que de una manera soberana y espiritual ama al prójimo, ¿a quién otro ama en él sino a Dios? Este es el amor que, para distinguirlo de cualquier otro mundano, recomendó el Señor diciendo: "Como yo os he amado". ¿A quién sino a Dios amó en nosotros? No al Dios que teníamos, sino al Dios que habíamos de tener. Así nos debemos amar los unos a los otros para que en la medida de nuestras fuerzas nos atraigamos mutuamente a la posesión de Dios.
 
Crisóstomo ut supra.
Sin mencionar los milagros que ellos obrarían, los designa tan sólo por el amor: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos", si os tenéis mutuo amor. Esta es la señal que da mejor a conocer a los santos. Dice que éstos son sus discípulos.
 
San Agustín ut supra.
Como diciendo: Los que no son míos, tienen con vosotros y en común ciertos dones míos, como son, no sólo la naturaleza, la vida, el sentido, la razón y toda otra propiedad que se encuentre en los hombres y en los brutos, sino también el lenguaje, los sacramentos, la profecía, la ciencia, la caridad para con los pobres, y hasta el martirio de sus cuerpos entre las llamas. Pero careciendo de este amor, son como címbalos sonadores: son nada y de nada les sirve todo aquello.
   
36-38
Simón Pedro le dijo: Señor ¿a dónde vas?" Respondió Jesús: "A donde yo voy, no me puedes ahora seguir; mas me seguirás después". Pedro le dice: "¿Por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti". Jesús le respondió: "¿Tu alma pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: Que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces". (vv. 36-38)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Grande amor es éste que vence al fuego en vehemencia, y cuya energía no hay prohibición que pueda detenerla. Pedro, el más fervoroso, oyendo las palabras "Donde yo voy, vosotros no podéis venir" ( Jn 13,33), le preguntó: "Díjole Simón Pedro: Señor ¿dónde vas?".
 
San Agustín In Ioannem tract., 66.
El discípulo habló al Maestro como para seguirle, y por esta causa el Señor, que veía su alma, le respondió así: "Respondióle el Señor: A donde yo voy, no puedes tú seguirme ahora", etc. Establece aquí una dilación; no destruye la esperanza, sino que la confirmó con las siguientes palabras: "Mas me seguirás después". ¿Para qué te apresuras, oh Pedro? Aun no te ha dado la piedra la solidez de su espíritu. No te llenes de soberbia con tu presunción, ahora no puedes. Pero tampoco desesperes, después "me seguirás".
 
Crisóstomo ut supra.
Pedro, ni oyendo esto enfrenó su deseo, sino que sigue adelante, en posesión ya de aquella esperanza. Y como no abrigaba el temor de traición, continuó preguntando en medio del silencio de todos sus compañeros: "Dijo Pedro: ¿Por qué no puedo seguirte ahora?". ¿Qué dices, oh Pedro? He dicho que no puedes y tú insistes en que puedes. Ya sabrás por la experiencia, que ese amor que me tienes de nada sirve si te falta el auxilio de lo alto. De aquí que sigue: "Respondió Jesús: ¿Darás tu vida por mí?".
 
Beda.
Esta sentencia puede interpretarse de dos maneras. En primer lugar, de un modo afirmativo, como si dijese: Darás tu vida por mí, pero ahora, temiendo la muerte de la carne, incurres en la muerte del alma. En segundo lugar, en tono represivo, como si dijese.
 
San Agustín ut supra.
¿Harás por ventura tú en mi obsequio, lo que yo aún no hago por ti? ¿Te adelantarás, siendo así que no puedes seguir? ¿Cómo presumes a tanto? Escucha lo que tú eres: "En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo sin que tres veces me hayas negado". Tú, que me prometes morir, negarás tres veces tu vida. Veía Pedro el deseo que lo animaba, pero no conocía sus propias fuerzas. El enfermo se jactaba de buenos deseos, pero el médico conocía la enfermedad. ¿Podrá decirse (como quieren algunos, presentando una excusa legítima) que el apóstol Pedro no negó a Cristo, contestando a la criada que lo interrogó, que él no conocía a tal hombre, como expresamente aseveran los demás evangelistas? Como si aquel que niega a Cristo hombre, no negara a Cristo y no negara en El la humanidad que tomó por nosotros, y todo por temor de perder la vida que El nos dio. ¿Qué otra cosa lo hace cabeza de la Iglesia sino la humanidad? ¿Y cómo puede pertenecer al cuerpo de Cristo el que lo niega como hombre? Pero ¿para qué insistir más? El Señor no dijo: "no cantará el gallo", sin que hayas negado tres veces al Hijo del hombre, sino "sin que me hayas negado". ¿Qué significa este me, sino lo que El era? Cualquier cosa que de El negó, a Cristo negó, y sin duda es ilícito. Cristo dijo y predijo esto; Pedro negó a Cristo sin género alguno de duda. No tratemos de justificar a Pedro acusando a Cristo. Pedro, en su debilidad, comprendió lo enorme de su pecado, y demostró con su llanto cuánto mal había cometido negando a Cristo. Ni cuando tales cosas decimos se debe creer que nos es grato inculpar al primero de los apóstoles. Antes queremos sacar de esta consideración la enseñanza de cuán débiles son las fuerzas humanas y la propia confianza.
 
Beda.
Que cada cual tome de aquí ejemplo de arrepentimiento, y si ha caído no se desespere, sino que siempre confíe en que puede hacerse digno de perdón.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Es por esto evidente que el Señor permitió la caída de Pedro, porque podía haberla evitado desde un principio, pero como lo veía dominado por la arrogancia, no lo impelió ciertamente a la negación, sino que lo abandonó a sí mismo para que aprendiera lo débil que era, y no estuviese sujeto a tales peligros cuando recibiese en sus manos el mando de la tierra; antes se conociese a sí mismo, recordando las anteriores debilidades.
 
San Agustín ut supra.
Sucedió, pues, en el alma de Pedro, la muerte que él prometía para el cuerpo, pero de distinta manera que él pensaba. Porque antes de la muerte y resurrección del Señor, murió en cuanto negó, pero resucitó mediante el llanto.
 
San Agustín De cons. evang., 3, 2
Recuerdan a Pedro esto de su negación predicha, no sólo Juan sino también los otros tres. Pero no todos tratan de este recuerdo en la misma ocasión, porque Mateo y Marcos hablan de ella después que el Señor salió de la casa en que habían comido la Pascua; Lucas y Juan antes de que de allí saliese. Pero fácilmente podemos entenderlo, o bien diciendo que aquellos la narraron como recapitulación, o bien éstos como precedente. A no ser que se prefiera decir, que cosas tan diversas, tanto en palabras como en sentencias, que profirió el Señor para alentar a Pedro a su valiente determinación de morir con el Señor o por el Señor, fueron proferidas en distintos tiempos, y que tres veces Pedro hizo las promesas arrogantes, en diversos lugares de la conversación de Cristo, y tres veces le respondió el Señor que lo había de negar antes que el gallo cantase.