CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-05 |
Antes del día de la fiesta
de la Pascua, sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este
mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
les amó hasta el fin. Y hecha la cena, habiendo ya el diablo inspirado
en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariotes, que lo entregase,
sabiendo que el Padre lo había entregado a su potestad y que de Dios
salió y a Dios va, se levanta de la cena y depuso sus vestiduras; y
tomando un paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y
empezó a lavar los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño
que se había ceñido. (vv. 1-5)
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de la presente
vida, explica la amistad que profesaba a los suyos, por lo cual dice:
"Antes del día festivo de la Pascua, sabiendo Jesús", etc.
Beda.
Los judíos tenían ciertamente muchas
festividades, pero ninguna era tan insigne y celebrada como la
festividad de la Pascua, por lo que dice expresivamente: "Antes del
día festivo de la Pascua".
San Agustín In Ioannem
tract., 3, 55
Pascua no es, como creen algunos, nombre
griego, sino hebreo. Y muy oportunamente se da en ambas lenguas,
respecto de esta palabra, cierta coincidencia de significación, porque
en griego paschein significa padecer, y de
aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este nombre de aquel
verbo. Y en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es tránsito, por la
razón de que los judíos la celebraron por primera vez cuando habiendo
salido de Egipto atravesaron el mar Rojo
1. Y
ahora aquella figura profética se completa en la realidad, porque
Cristo es conducido al sacrificio como un cordero, con cuya sangre,
pintadas nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en
nuestras frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como
aquellos de la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo
grado saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde
esta vida transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el
evangelista, queriéndonos dar la interpretación de esta palabra
Pascua, dice: "Sabiendo que llegó la hora en que había de pasar de
este mundo al Padre"; he aquí la Pascua, he aquí el tránsito.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera, sino desde
antes. El tránsito es su muerte.
Cuando había de abandonar a sus
discípulos, les demuestra superior amor. Y esto es lo que dice:
"Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el
fin"; esto es, no dejó de practicar ninguna de aquellas cosas que debe
hacer el que mucho ama. No hizo todas estas cosas desde un principio,
pero a fin de aumentar la familiaridad y prepararles el consuelo para
las cosas que habían de suceder posteriormente, añadió mayores
muestras de amor. Los llama aquí suyos en razón a la familiaridad,
porque en razón a la condición llama también suyos a otros. Así,
cuando dice ( Jn 1,11): "Y los suyos no lo
recibieron". Añade también "que estaban en el mundo", porque había
otros suyos difuntos (Abraham, Isaac y Jacob), pero no estaban en el
mundo. A los suyos que estaban en el mundo, los amó continuamente, y
al fin los amó con dilección perfecta. Esto es lo que significa "al
fin los amó".
San Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por este amor
pasasen de este mundo a El, que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino
Cristo? Porque el fin de la ley es Cristo, fin que perfecciona a todo
creyente ( Rom 10,4), conduciéndolo a la
justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que estas palabras puedan
tomarse en significado humano, esto es, que Cristo amó a los suyos
hasta el momento de su muerte. Pero no se entienda que este amor
termina en la muerte de Aquel que no termina por la muerte. A no ser
que se haya de entender así: los amó hasta la muerte, esto es, el amor
de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la cena", esto es,
confeccionada y puesta en la mesa para el servicio de los convidados.
Lo de hecha la cena no debe tomarse en el sentido de que ya estuviese
consumida o terminada, porque todavía se estaba cenando cuando se
levantó y lavó los pies a los discípulos; porque después volvió a
sentarse y dio al traidor el bocado de pan. Al decir: "Habiendo ya el
diablo inspirado en el corazón", etc., si quieres averiguar qué es lo
que inspiró en el corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de
El. Esta tentación espiritual se llama sugestión. El diablo inspira
sugestiones y las mezcla con los pensamientos humanos. Estaba ya
decidido en el corazón de Judas, por la sugestión del diablo, el
entregar a su Maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de admiración,
introduce en la narración el hecho de que el Señor lavó los pies de
aquel que ya había determinado entregarlo. Manifiesta también la
maldad del traidor, a quien ni siquiera detuvo la comunidad en la
misma mesa, cosa que fue siempre obstáculo para cometer alguna maldad.
San Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el evangelista de la
humildad del Señor, primero quiso encomiar su grandeza, y a esto se
refiere lo que añade: "Sabiendo que el Padre había puesto todas las
cosas bajo su potestad", etc. Entre esas cosas estaba el mismo
traidor.
San Gregorio Moralium 3,
12
Sabía, por lo tanto, que había recibido
bajo su potestad hasta a los mismos perseguidores, a fin de torcer
hacia la piedad la malicia de aquellos que El había permitido en
contra de sí mismo.
Orígenes In Ioannem tom.
32
Todas las cosas le habían sido entregadas
por el Padre bajo su potestad, esto es, bajo su operación y poderío.
"Mi Padre, dijo, ha obrado hasta ahora ( Jn
5,17), y yo también obro". El Padre puso bajo su poder todas las
cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
Crisóstomo ut supra
Aquí, por entregar, se significa la
salvación de todos los fieles, y cuando oyereis esta palabra, no la
interpretéis en sentido humano. Es aquí la gloria del Padre y su unión
con el Hijo, porque así como el Padre le entregó todas las cosas, El
se entregó al Padre. Por donde San Pablo dijo ( 1Cor
15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y al Padre".
San Agustín ut supra
Sabiendo también que salió del Padre y a
Dios va, ni por eso dejó a Dios cuando de El salió, ni a nosotros al
volver a El.
Teofilacto
Por lo mismo que el Padre confió a su
poder todas las cosas (esto es, la salvación de los fieles), juzgaba
conveniente manifestarles todas aquellas cosas que respectan a la
salvación. Sabiendo que de Dios salió y a Dios va, no podía de ninguna
manera considerar su gloria disminuida con lavar los pies a sus
discípulos. Ni tampoco usurpó gloria alguna, porque aquellos que
usurpan algún honor, no condescienden con nada, no sea que pierdan lo
que usurparon sin derecho.
San Agustín ut supra
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas
en sus manos, El lavó a sus discípulos, no las manos, sino los pies. Y
sabiendo que había salido de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes,
no de Dios Señor, sino de hombre siervo.
Crisóstomo ut supra
Esto era lo digno, supuesto que salió de
Dios y a Dios iba, el destruir toda soberbia. De aquí sigue: "Se
levantó de la cena y depuso las vestiduras, y tomando un paño, se ciñó
con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar los pies de
los discípulos y a limpiarlos con el paño que se había ceñido".
Considérese cuánta humildad manifestó, no sólo lavando los pies, sino
en otro concepto; porque se levantó, no cuando estaban para sentarse,
sino cuando ya todos se habían sentado. Además, no sólo lavó, sino que
dejó sus vestiduras, se ciñó con un paño y llenó la jofaina y no mandó
que otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas operaciones,
enseñando con cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
Orígenes ut supra
En sentido místico, el almuerzo, que es la
primera comida, es también conveniente para aquellos que están en los
principios de la vida espiritual que se simboliza en la presente vida;
mas la cena es la última comida, que sólo se sirve a los que han
progresado más en ella. También se puede entender de otra manera,
diciendo que el almuerzo es la comprensión de las Escrituras antiguas,
y la cena simboliza los misterios que se encierran en el Nuevo
Testamento. Paréceme que aquellos que cenan en compañía de Cristo y
han de convivir con El en el último día de la vida presente, necesitan
ser lavados, no ciertamente en cuanto a las partes (si así puede
decirse) primeras del cuerpo y del alma, sino en cuanto a las más
inferiores, que necesariamente se ligan a la tierra. Dice que empezó
(puesto que después dio la última mano al lavatorio) a lavar los pies
de sus discípulos, porque estaban manchados según aquello de San Mateo
( Mt 26,13): "Todos vosotros os
escandalizaréis esta noche en mí". Después completó la operación de
lavarlos, para purificarlos y que después no volviesen a mancharse.
San Agustín ut supra
Dejó sus vestiduras el que siendo Dios se
anonadó a sí mismo. Se ciñó con una toalla el que recibió forma de
siervo. Echó agua en la jofaina para lavar los pies de sus discípulos,
el que derramó su sangre para lavar con ellas las manchas del pecado.
Limpió con el paño los pies que había lavado, el que confortó los
pasos de los evangelistas con la carne de que estaba revestido. Y,
para ceñirse con el paño, dejó primero las vestiduras que tenía. Mas
para tomar la forma de siervo, cuando se humilló hasta la nada, no
dejó lo que tenía, sino que tomó lo que no tenía. Para ser crucificado
tenía que ser despojado de sus vestiduras; después de muerto envuelto
en sábanas, y toda su pasión tenía que servir para purificarnos.
Notas
1. El
vocablo pascua viene del hebreo pésaj. La voz
se deriva de pásaj: pasar, saltar, que el AT
relaciona con el paso del Señor en Egipto. El NT se refiere
normalmente a la pascua con el término pasca
, que es la transliteración griega del término arameo correspondiente.
En el NT aparece junto con el verbo pascein
, padecer, en Lc
22,15, aunque no parece haber una relación lingüística directa.
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06-11 |
Vino, pues, a Simón Pedro.
Y díjole Pedro: "Señor, ¿tú me lavas los pies?" Respondió Jesús y
dijo: "Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después".
Díjole Pedro: "No me lavarás jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si
no te lavare, no tendrás parte conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor,
no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza". Dícele
Jesús: "El que ha sido lavado no necesita sino de que se lave los
pies, porque está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no
todos"; porque sabía quién era el que lo había de entregar: por esto
dijo no estáis todos limpios. (vv. 6-11)
Orígenes In Ioannem tom.
32
Como el médico que teniendo que atender a
muchos enfermos empieza sus especiales cuidados por aquellos que están
más graves, así también Cristo, al lavar los pies manchados de sus
discípulos, empieza por aquellos que más contaminados estaban, y así
llegó en último término a Pedro, que necesitaba menos que los otros
del lavatorio de pies. Por esto dice: "Vino a Simón Pedro", que se
resistía a ser lavado por la conciencia que tenía de que sus pies no
estaban manchados. Y así continúa: "Y díjole Pedro", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí
tú ? ¿Qué quiere decir a mí ? Estas
cosas más bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua
no sepa significar con dignidad lo elevado que el pensamiento haya
concebido.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer término, habrá
que decir que el traidor insensato se había colocado antes que él, lo
que significó el evangelista diciendo: Empezó a lavar los pies,
después vino a Pedro.
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó a Pedro el
primero. Y, sin embargo, ninguno de los otros discípulos pretendería
ser lavado antes que Pedro.
Crisóstomo ut supra.
Alguno deseará saber cómo ninguno de los
otros se opuso al lavatorio, sino sólo Pedro, lo cual era signo no
pequeño de amor y de modestia. De esto parece deducirse que antes de
Pedro sólo fue lavado el traidor, y que después llegó a Pedro, y que,
por otra parte, los demás discípulos quedaron reprendidos en él.
Porque si hubiera empezado el lavatorio por cualquiera de los otros,
todos lo hubieran rehusado y dicho lo que dijo Pedro.
Orígenes ut supra.
Todos exhibían sus pies, considerando que
maestro tan sabio no lavaría sus pies sin razones de mucho peso. Sólo
Pedro, posponiendo todas las razones a la veneración que profesaba a
Jesús, no se prestaba a que sus pies fuesen lavados. Y, en efecto, la
Escritura nos da a conocer frecuentemente a Pedro como el más
entusiasmado para inculcar lo que parece mejor o más útil.
San Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro desaprobase y
recusase entre todos una acción que ya los demás habían permitido de
buen grado antes de él. Y así, no puede entenderse que ya otros
hubiesen sido lavados antes que él, y que Jesús llegase a él después
de los otros (¿quién ignora que Pedro era reputado como el primero de
los apóstoles?), sino que empezó por él. Así, cuando empezó a lavar
los pies, vino a aquel por el cual empezó (esto es, Pedro), y entonces
Pedro rehusó maravillado una acción que cualquier otro hubiera
rehusado.
Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: Lo
que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después".
Crisóstomo ut supra.
Es ésta la humildad de su enseñanza; y,
como la humildad, basta para llevarnos a Dios.
Orígenes ut supra.
O bien insinúa el Señor que en esto había
misterio. Lavando y secando sus pies, los tornaba purificados, a
ellos, que debían predicar la santidad ( Rom
10; Is 52), para que puedan enseñar el camino
santo y marchar por aquel que dijo: "Yo soy el camino" (
Mt 14,6). Convenía que Jesús, deponiendo sus
vestidos, lavase los pies de sus discípulos, para limpiar más a los
que ya estaban limpios. O a fin de tomar sobre sí en su propio cuerpo
la inmundicia de los pies de sus discípulos, mediante el paño que
tenía rodeado, porque El echó sobre sí todas nuestras debilidades.
Obsérvese que, debiendo lavar los pies de los discípulos, no quiso
elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya había entrado en el
corazón de Judas para que lo entregase a sus enemigos, cuando estaba
próximo su sacrificio en favor de los hombres. Porque antes de esto no
era oportuno el que Jesús lavase a sus discípulos los pies. ¿Quién
hubiera lavado sus pies y sus manchas en el tiempo que mediaba hasta
la pasión? Pero ni aun en el tiempo de la pasión, porque no había otro
Jesús que lavase sus pies; ni aun tampoco después de la pasión, porque
entonces, por la venida del Espíritu Santo, fueron lavados sus pies.
Así, pues, de este misterio (dijo el Señor a Pedro) tú no eres capaz,
pero ya lo entenderás cuando suficientemente ilustrado lo
comprendieres.
San Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante la
grandeza del Señor, no permitía que se hiciera aquello cuya razón
ignoraba, sin que pudiera tolerar que la humildad del Señor llegase
hasta lavarle los pies. Y así sigue: "Dícele Pedro: No lavarás jamás
mis pies", esto es, jamás lo permitiré, porque se dice que jamás se
hará una cosa, cuando nunca se hace.
Orígenes In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo, cuán
posible sea adoptar una resolución como justa, y decir por ignorancia
aquello que va contra nuestros intereses. Porque Pedro, ignorando la
conveniencia del acto, primeramente casi avergonzado y con mucha
suavidad dice: "Señor, ¿me vas tú a lavar los pies?"; pero luego dice:
"Tú, jamás me lavarás los pies", lo cual era impedir la obra que lo
llevaría a tener parte alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no
solamente a Jesús que lavaría a sus discípulos los pies sin deber
hacerlo, sino también a sus compañeros, que se prestan a ser lavados
indignamente. Mas como la respuesta de Pedro le era perjudicial, no
permitió Jesús que se realizase su deseo. Así prosigue: "Díjole Jesús:
Si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo".
San Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo
de los pies, es lo mismo que decir: me pisas, siendo sólo la planta
del pie la que pisa.
Orígenes ut supra.
A los que no quieren explicar este y otros
puntos semejantes en sentido figurado o en la esfera moral, no se les
alcanza como probable siquiera el que no tuviese parte con el Hijo de
Dios aquel que dijo con reverencia: "No me lavarás jamás los pies",
como si el no dejar que le lavase los pies fuese un crimen. Pero para
esto debemos dejarnos lavar los pies, esto es los afectos del alma, a
fin de que sean embellecidos. Y en primer lugar, para ser enumerados
entre los que evangelizan las buenas doctrinas, trabajamos por
adquirir los dones sublimes.
Crisóstomo ut supra.
No dijo la razón por la que obraba así,
sino que formuló una amenaza, porque de otra manera no se hubiera
persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo sabrás después", no contesta:
enséñamelo, pues, y te lo permitiré, sino que lo permitió desde el
punto en que fue amenazado en lo que más él temía (a saber, ser
separado de El).
Orígenes ut supra.
Usamos de esta frase contra aquellos que
proyectan llevar a cabo determinaciones que no les son provechosas,
porque manifestándoles que no tendrán parte con Jesús en tanto que
persistan en su soberbia decisión, los conminamos que no perseveren en
su mal concebido proyecto, aun cuando lo hubieren ratificado con
juramento.
San Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y el temor,
más se horrorizó de no tener parte con Cristo, que de que Este le
lavase los pies humildemente. Por lo cual sigue: "Señor, no solamente
los pies, sino también las manos y la cabeza".
Orígenes ut supra.
Jesús no quería lavar las manos,
despreciando aquello que decían sus enemigos ( Mt
15,2) (porque tus discípulos no se lavan las manos cuando comen). No
quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la imagen y la gloria
del Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De donde sigue: "Díjole
Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se le laven los pies,
porque está todo limpio".
San Agustín.
Todo, excepto los pies; o lo que es lo
mismo, sólo necesita lavarse los pies. Porque el hombre, por el
bautismo, no queda todo lavado menos los pies, sino que queda lavado
por completo. Sin embargo, viviendo en lo sucesivo entre las cosas
humanas, pisa con ellos la tierra. Así, pues, los afectos humanos, sin
los que no se puede vivir en esta vida mortal, simbolizan los pies. Y,
en esta vida, de tal modo somos afectados por las cosas humanas, que
si dijéramos que éstas no nos afectaban, nos engañaríamos a nosotros
mismos, afirmando que no tenemos pecado ( 1Jn
1,8). Mas si confesamos nuestros pecados, Aquel que lavó los pies a
sus discípulos nos los perdona, hasta los pies, con los cuales
comunicamos con la tierra.
Orígenes ut supra.
Creo imposible que no se contaminen las
partes inferiores del alma, por muy perfecto que cualquiera se crea en
cuanto a hombre. Porque muchos, después del bautismo, se llenan del
polvo de las maldades hasta la cabeza. Pero los que son sus
discípulos, con justo título no necesitan ser lavados sino en sus
pies.
San Agustín Ad Seleucianum epist. 118.
De esto que aquí se dice, se deduce que
San Pedro ya estaba bautizado. Entendemos también que sus discípulos
mediante los cuales bautizaba, lo estaban a su vez; o bien con el
bautismo de Juan, como algunos creen, o bien, como es más creíble, con
el bautismo de Cristo. Puesto que no desdeñó el ministerio de bautizar
con el fin de tener siervos bautizados que pudiesen bautizar a los
otros, Aquel que no faltó al ministerio de la humildad cuando les lavó
los pies. Por esto prosigue: "Y vosotros estáis limpios, pero no
todos".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
No preguntemos qué sea esto, cuando el
mismo evangelista lo dice claramente a continuación: "Pues sabía quién
era el que había de entregarle; por lo mismo dijo: No todos estáis
limpios".
Orígenes ut supra.
Cuando dice "Vosotros estáis limpios", se
refiere a los once. Y cuando añade "pero no todos", se refiere a
Judas, que estaba manchado; en primer lugar, porque no atendía a los
pobres, antes era ladrón; por último, porque habitaba el diablo en su
corazón, a fin de que entregase a Jesús. Les lava los pies, aun
estando puros, porque la gracia de Dios sobreabunda en las cosas
necesarias, y, como dice San Juan: "Que el limpio se limpie más aún" (
Ap 22,11).
San Agustín ut supra.
O bien porque estando ya lavados sus
discípulos no necesitaban sino de lavarse los pies, porque mientras el
hombre vive en este mundo, parece que al tocar la tierra con sus pies
atrae algo de ella con lo cual es manchado.
Crisóstomo ut supra.
O de otra manera: No dice que están
limpios porque los juzgue libres de pecado antes del sacrificio, sino
que se refiere a la claridad del entendimiento, porque ya estaban
exentos del error judaico.
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12-20 |
Luego que les lavó los
pies, tomó sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo:
"¿Sabéis lo que he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y
Señor, y decís bien: lo soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro
he lavado vuestros pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente
los pies: os he dado el ejemplo, para que así como yo hice a vosotros,
así también vosotros lo hagáis. En verdad, en verdad, os digo: no es
el siervo mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que aquél que le
envió. Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados practicándolas.
No digo de todos vosotros: Yo sé a quiénes he elegido; sino que ha de
cumplirse la Escritura. El que come pan conmigo, pondrá su pie sobre
mí. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda; para que cuando haya
sucedido, creáis quien soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que
recibe a aquél que yo enviaré, a mí me recibe, y quien me recibe,
recibe a Aquel que me ha enviado". (vv. 12-20)
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había
prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo
"después sabrás" (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo.
Por esto se dice: "Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y
habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis
lo que he hecho con vosotros".
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono
interrogativo para encomiar la grandeza de su acción, o bien
imperativamente para elevar sus entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la
purificación de nuestra redención al derramar su sangre, tomó sus
vestiduras cuando resucitó del sepulcro al tercer día, vestido ya con
su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse significó su ascensión al
cielo para sentarse a la derecha del Padre, de donde ha de venir a
juzgar.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo a Pedro,
sino a todos. Como diciendo: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor".
Aquí aduce sus palabras propias, y después, para que no crean que se
las aplican por favor especial, añade: "Y decís bien: lo soy en
verdad".
San Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre (
Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca, sino
que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se
complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que
está sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará
demasiado, ni puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia.
Porque el conocer a Dios aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni
nadie lo conoce si El mismo no se da a conocer. Luego, si por huir de
la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera privado de su
conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en arrogancia?
Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo lo
mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los
mismos hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin
arrogancia en las artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se
considere Señor de sus discípulos, tratándose de hombres que en el
concepto vulgar carecían de ilustración? Porque cuando es Dios el que
habla, nunca hay arrogancia en tanta excelsitud; nunca mentira en la
verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el servir a la verdad, es
para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al llamarme Maestro y
Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en lo que decís.
Orígenes ut supra.
No hacen bien en decir (
Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes se ha dicho: "Apartaos de
mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero los apóstoles decían
rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la maldad, sino el
Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy Señor y Maestro, he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos mutuamente".
Crisóstomo ut supra.
Toma el ejemplo de cosas mayores, para que
nosotros obremos en las menores. Porque ciertamente El es el Señor, y
nosotros lo haremos con nuestros consiervos, si lo hiciéremos. Por eso
añade: "Os he dado ejemplo, para que, así como yo lo he hecho con
vosotros, vosotros también hagáis".
Beda.
Primeramente el Señor realizó en sus
hechos lo que después enseñó con palabras, según aquello (
Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado Pedro, lo que
ignorabas; esto que prometió que después sabrías.
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta
necesidad, para perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como
precepto absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice:
"Debéis lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se
practica, o se practica raras veces.
San Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta costumbre de
humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto los
hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y
sin género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de
mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que
practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un hermano,
despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía
los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral,
¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De
esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos
los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos sean
perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
Orígenes ut supra.
Este lavatorio espiritual de pies (del
cual se ha hablado), no puede realizarse con perfección sino por el
mismo Jesucristo, y de una manera secundaria por sus discípulos, a los
cuales dijo: "Vosotros debéis lavaros mutuamente los pies". Jesús lavó
los pies de sus discípulos como Maestro, y de sus siervos como Señor,
porque el fin del Maestro es hacer a sus discípulos semejantes a El.
Lo cual se ve en el Salvador con más claridad que en ningún otro
maestro o señor, pues quiere que sus discípulos sean como su Maestro y
Señor, no teniendo un espíritu de servidumbre, sino un espíritu de la
filiación con el que claman: "Abba, Padre" ( Rom
8,15). Mas antes de hacerse semejantes a su Maestro y Señor, necesitan
del lavatorio de pies, como discípulos imperfectos que conservan
resabios del espíritu de servidumbre. Cuando, pues, alguno de ellos
llegare al grado de maestro y señor, podrá entonces imitar al que lavó
los pies de sus discípulos, y lavar los pies con la doctrina, como
maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen los pies,
cuando añadió: "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor
que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió", como diciendo:
"Luego, si yo he hecho estas cosas, con mayor razón conviene que
vosotros las hagáis".
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos por
necesidad, dado que ellos habían de llegar a las dignidades, unos en
un grado, otros en otro. Y para que no se encelen mutuamente, les
serena las conciencias.
Beda.
Porque el conocer el bien y no ejercerlo,
no es cosa que pertenece a la felicidad, sino a la condenación, según
aquello ( Stgo 4,17): "Al que conoce el bien
y no lo practica, el pecado está con él", y añade: "Si sabéis estas
cosas, seréis bienaventurados al ejecutarlas".
Crisóstomo ut supra.
Porque el saber es propio de todos, pero
el obrar no es de todos. Después reprendió al traidor, no de una
manera clara, sino velando las palabras, cuando añadió: "No hablo de
todos vosotros".
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Como diciendo: entre vosotros hay quien no
será bienaventurado, ni obrará aquellas cosas. Yo sé a quiénes he
elegido. ¿A quiénes sino a aquellos que serán bienaventurados haciendo
lo que El manda? Luego Judas no es de los elegidos. Cómo, pues, dice
en otro lugar ( Jn 6,71): "¿Acaso yo no os he
elegido a los doce?". Es porque él fue elegido, para otra cosa
necesaria, pero no para la bienaventuranza acerca de lo que se dice:
"Bienaventurados seréis si hacéis estas cosas".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
No creo que pueda rectamente referirse la
frase "No lo digo de todos vosotros", a aquella otra de "Seréis
bienaventurados si hacéis estas cosas", porque todo esto puede
aplicarse a Judas como a cualquier otra persona, al decir
"Bienaventurado será el que haga estas cosas". Así esta frase debe
relacionarse con aquella otra ( Jn 13,16):
"No es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le
envió"; porque Judas como era siervo del pecado, no lo era del Verbo
de Dios; ni apóstol, pues el diablo había penetrado en su corazón. Y
así, conociendo el Señor a los suyos, no conoce a los que no lo son.
Por esto no dice yo conozco a todos los presentes, sino "Yo conozco a
los que he elegido", como diciendo: conozco a mis elegidos.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Después, para no llenar de tristeza a
muchos con sus palabras, añade: "Pero para que se cumpla la Escritura:
El que come pan conmigo, levantará su pie contra mí", manifestando que
no era entregado ignorantemente, cosa que era muy suficiente para
retener a Judas. Y no dijo me entregará, sino "levantará contra mí su
pie", queriendo desfigurar el engaño y el ocultamiento de las
asechanzas.
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa significa "levantará su pie
sobre mí", sino me pisoteará? En lo cual se alude a Judas traidor.
Crisóstomo ut supra.
Y dijo: "Quien come conmigo pan", esto es,
quien ha sido alimentado por mí, el que comió en mi mesa; para que no
nos escandalicemos jamás si sufrimos alguna injuria de los criados o
de personas de inferior calidad, atendiendo al ejemplo de Judas que,
habiendo gozado de bienes infinitos, pagó tan mal a su bienhechor.
San Agustín ut supra.
Los que habían sido elegidos comían al
Señor, y él comía el pan del Señor contra el Señor; aquéllos la vida,
éste la pena: "Porque el que come indignamente come su propio juicio"
( 1Cor 11,29).
"Os lo digo, prosigue, antes de que
suceda, para que, cuando se realice, creáis que yo soy", a saber, de
quien predijo la Escritura.
Orígenes ut supra.
Y no se dijo a los apóstoles para que
creáis, como si ellos no creyesen, sino que esta locución equivale a
decir para que, creyendo, obréis. Perseverando en vuestra creencia, no
toméis ningún pretexto para la repulsa, porque entre todas las cosas
que fortalecían en la fe a los discípulos, consideraba en primer
término el cumplimiento de las profecías.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como los discípulos habían de salir a
predicar y sufrir muchos martirios, los consuela de dos maneras. De
una manera, por sí mismo, diciendo ( Jn
13,17): "Seréis bienaventurados, si hacéis estas cosas". Por otro
lado, los consuela con el ejemplo de los demás, hablándoles de los
muchos medios con que serían ayudados por los hombres, y por esto
añade: "En verdad, en verdad os digo, que el que os recibiere a
vosotros a mí me recibirá".
Orígenes ut supra.
Porque el que recibe al que envía Jesús,
recibe al mismo Jesús, que existe en su enviado. Mas el que recibe a
Jesús, recibe al Padre. Luego, el que recibe al que envía Jesús,
recibe al Padre que envía. También puede entenderse de este otro modo:
El que recibe a quien yo enviare, se hace digno de recibirme a mí. Mas
el que me recibe no por intermediación del apóstol que yo enviaré,
sino que me recibe a mí cuando me dirijo a las almas, recibe también
al Padre, de tal modo, que no sólo yo moro en él, sino también el
Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Pero los arrianos, cuando oyen esto,
recurren a los dogmas de su fe, que no los conducen a la salvación,
sino que los precipitan en la perdición, diciendo: "Tanto dista el
Hijo del Padre, cuanto el apóstol difiere del Señor". Pero donde Este
dijo: "Mi Padre y yo somos una sola cosa" ( Jn
10,30), no deja ninguna idea de distancia. Y al aceptar ahora estas
palabras del Señor, "Quien me recibe a mí recibe al que me envió", al
entender que una misma es la naturaleza del Padre y del Hijo, sería
lógico que en la locución "Si recibe al que yo enviare me recibe a
mí", se entendiera también que una misma es la naturaleza del Hijo y
la del apóstol. Y así, parece que debió decir: "Quien recibe al que yo
enviare, me recibe a mí como a hombre, y el que me recibe como Dios,
recibe al que me ha enviado". Mas cuando esto decía, no hacía alusión
a la unidad de naturaleza, sino que recomendaba su propia autoridad,
residente en el enviado. Si, pues, atiendes en Pedro a Cristo, verás
al Maestro en el discípulo; y si miras en el Hijo al Padre, verás al
Padre en el Unigénito.
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21-30 |
Cuando esto hubo dicho
Jesús, se turbó en el espíritu y protestó, y dijo: "En verdad, en
verdad os digo, que uno de vosotros me entregará". Y los discípulos se
miraban los unos a los otros, dudando de quién decía. Y uno de sus
discípulos, al cual amaba Jesús, estaba recostado a la mesa, en el
seno de Jesús. A éste, pues, hizo una seña Simón Pedro, y le dijo:
"¿Quién es de quien habla?" El entonces, recostándose sobre el pecho
de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?" Jesús le respondió: "Aquél es a
quien yo diere el pan mojado"; y mojando el pan se lo dio a Judas,
hijo de Simón Iscariotes. Y tras el bocado entró en él Satanás. Y
Jesús le dijo: "Lo que haces, hazlo presto". Mas ninguno de los que
estaban a la mesa supo por qué se lo decía. Porque algunos pensaron
que, porque Judas traía la bolsa, le había dicho Jesús, compra lo que
habemos menester para el día de la fiesta, o que diese algo a los
pobres. Y cuando él hubo tomado el bocado, se salió fuera luego. Y era
de noche. (vv. 21-30)
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Como el Señor estaba consolando a los
apóstoles, que debían recorrer todo el mundo, y los fortalecía con
doble consuelo, al pensar que el traidor estaba privado de ambos, se
entristeció. Y esto significa el evangelista, cuando dice: "Y se
entristeció en su espíritu", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 60.
No hizo mención de esto anteriormente,
pero como ya debía descubrir al traidor para que no se ocultara entre
los demás, se entristeció en su espíritu. Y como el mismo traidor ya
estaba a punto de salir para conducir allí a los judíos, a quienes
había de hacer entrega de Jesús, lo entristeció su próxima pasión y el
peligro inminente, y la mano amenazante del traidor, de quien ya se
conocía su intención. El Señor se dignó también dar a conocer con su
turbación que cuando una causa urgente obliga a separar antes de
recogerse la mies a algunos de los falsos hermanos, no puede hacerse
esto sin que la Iglesia se entristezca. Se turbó, no en cuanto a la
carne, sino en el espíritu; porque las personas espirituales, en tales
ocasiones de escándalo, no se turban por la perversidad, sino por la
caridad, no sea que al cortar las malas cizañas se arranque de raíz el
trigo. Y además, aun teniendo misericordia del mismo Judas, que había
de perecer, se turba, no por debilidad de su alma, sino por su propia
voluntad. Porque no se turba porque alguien lo obligue, sino que se
turbó a sí mismo (como se ha dicho antes). En el hecho de turbarse
consuela a los débiles en su propio cuerpo (esto es, en su Iglesia),
para que si alguno se turba con la muerte de los suyos, no se crea por
esto condenado.
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Dice que se turbó en el espíritu. Esto,
como es cosa humana (esto es, la pasión), provenía de la exuberancia
de espíritu. Porque si algún santo vive en el espíritu y obra y
padece, ¿cuánto más ha de decirse esto de Jesús, que es el primero de
todos los santos?
San Agustín ut supra.
Caigan, pues, por tierra los argumentos de
los estoicos, que dicen que en el sabio no cabe la perturbación de los
ánimos. Así como juzgan a la verdad vanidad, así llaman estupor a la
salvación. Túrbese, pues, el ánimo cristiano, no por la miseria, sino
por la misericordia.
San Agustín In Ioannem tract. 61
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como no lo determinó por el nombre, de
aquí nació en todos el temor. Por esto sigue: "Se miraban mutuamente
los discípulos, dudando de quién hablase", no teniendo conciencia de
tal maldad y, sin embargo, creyendo que la afirmación de Cristo era
más digna de creerse que sus propios pensamientos.
San Agustín In Ioannem tract., 61.
De tal modo era piadoso el amor que
alimentaban hacia su Maestro, que su propia debilidad humana los
estimulaba a los unos contra los otros.
Orígenes ut supra.
Se acordaban de que eran hombres y que era
variable el sentimiento más perfecto, y susceptible el apetito de
querer lo contrario de lo que antes había querido.
Crisóstomo ut supra.
Temblando todos, y aun el mismo que era
cabeza (a saber, Pedro), Juan, que era el amado, se reclinó en el seno
de Jesús. Por esto sigue: "Estaba, pues, recostado en el seno de Jesús
uno de sus discípulos a quien Jesús amaba".
San Agustín ut supra.
Este era Juan, de quien es este Evangelio,
como después se manifiesta. Era costumbre entre todos aquellos que nos
han legado las Escrituras, que, cuando cuenta algo de ellos la divina
narración, al ocuparse de sí mismos hablan como si fuera de otros. ¿Y
qué pierde con esto la verdad, si se dice la misma cosa y se evita la
jactancia del que la cuenta?
Crisóstomo ut supra.
Si quieres, pues, aprender la causa de
esta familiaridad, sabe que era el amor; por eso dice "a quien amaba
Jesús". Porque aunque los otros también eran amados, sin embargo, éste
era más que los otros.
Orígenes ut supra.
Opino, pues, que el recostarse Juan en el
seno del Verbo, significa como si habitase en sus más recónditos
pensamientos.
Crisóstomo ut supra.
Quiere, pues, manifestar, que él era ajeno
al crimen, y dice también esto para que no se piense que Pedro
recurrió a él como a su superior, puesto que sigue: "Hízole señas
Simón Pedro, y dícele: "¿Quién es ése de que habla?". En todas partes
se encuentra Pedro impetuoso en el amor, y aunque fue el primero en
preguntar, no habló, sino que quiso saber mediante Juan. En todas
ocasiones la Escritura manifiesta a Pedro entusiasta, y teniendo
familiaridad con Juan.
San Agustín ut supra.
Se ha de notar aquí la locución de decir
algo, no por sonidos, sino tan sólo por señas: "hace señas, y dice",
esto es, dice haciendo señas. Si, pues, con sólo pensar se dice algo,
según aquello "dijeron entre sí" ( Jn 12,19),
¿cuánto más haciendo señas, cuando ya se manifiesta expresamente, por
medio de signos, lo que se ha concebido interiormente?
Orígenes In Ioannem tract., 32.
En primer lugar, hizo signos, y luego, no
contentándose con las señas, dijo: "Pregúntale de quién habla".
"Y así, habiéndose recostado sobre", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 61.
Esto mismo que dice ahora "sobre el
pecho", más arriba lo había dicho en el seno.
Orígenes ut supra.
O de otra manera: Habiendo descansado
primero sobre el seno, después subió y lo hizo sobre el pecho de
Jesús; como si al contentarse con el regazo y no elevarse hasta el
pecho, esto hubiera sido un obstáculo para que Jesús le confiase lo
que Pedro deseaba saber. Por esto de que posteriormente se reclinó
sobre el pecho, se expresa que era discípulo especial de Jesús por
mayor y más superabundante gracia.
Beda.
El descansar en su regazo y en su pecho,
no sólo fue un indicio de amor presente, sino también signo de algo
futuro, a saber: para que allí escuchase la voz, que después diese a
conocer a los siglos.
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa puede significarse en el
pecho sino lo más oculto y secreto? Porque, ciertamente, el interior
del pecho es el secreto de la sabiduría.
Crisóstomo ut supra.
Ni aun entonces expresó nominalmente el
Señor quién era el traidor, pues sigue: "Respondió Jesús: Aquel es a
quien yo daré el pan mojado". Y este modo de denunciarlo era para
convertir, porque ya que no se avergonzó por la comunidad de la mesa,
debió hacerlo por la participación del pan.
"Y cuando hubo mojado el pan, lo dio a
Judas, hijo de Iscariote".
San Agustín ut supra.
Judas, contrario a lo que piensan algunos
que leen con poco cuidado, no recibió solamente el cuerpo de Cristo,
porque se entiende que ya el Señor había distribuido a todos ellos el
sacramento de su cuerpo y sangre, entre los cuales estaba incluido el
mismo Judas. Y por fin, se llega al punto en que, según la narración
de Juan, el Señor manifestó al traidor por un trozo de pan que mojó y
le dio. Tal vez por el hecho de mojar el pan se significa la traición
de Judas, porque no todas las cosas quedan lavadas por mojarlas, sino
que algunas se mojan para mancharlas. Y si es que el mojar el pan
designa algún bien, no sin razón seguirá la condenación al que
desagradece este bien.
"Y tras el bocado, penetró en él Satanás".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
Atiéndase que Satanás no penetró primero
en Judas, sino que inspiró en su corazón que entregase al Maestro. Mas
después del pan penetró en él. Por lo cual hemos de cuidar que Satanás
no logre introducir en nuestro corazón ninguna de sus flechas, porque
si alguna penetrara, él formaría asechanzas hasta introducirse.
Crisóstomo ut supra.
En tanto que formaba parte de la asamblea,
no se atrevía el diablo a invadirlo, contentándose con inspirarle
desde el exterior, pero cuando Jesús lo desenmascaró y expulsó, ya con
toda libertad se apoderó de él.
San Agustín ut supra.
O bien, entró en él para poseerlo
plenamente como entregado a discreción, sin que por eso dejase de
estar en él cuando pactó con los judíos el precio a que había de
entregar al Señor. Cuando San Lucas dice: "Y Satanás entró en Judas, y
éste habló con los príncipes de los Sacerdotes" ( Lc
22,3-4), ya había llegado al sitio de la cena de esta manera. Pero
después entró en él, no para tentarlo como si hasta entonces le
hubiera sido extraño, sino para poseerlo como cosa propia.
Orígenes ut supra.
Convenía, según creo, por la oferta del
pan, retirar del malvado el bien que él juzgaba tener; y privado de
este bien, quedó expedito para que Satanás lo invadiese.
San Agustín In Ioannem tract., 62.
Aquí dicen algunos: ¿Cómo es esto? ¿El pan
que Cristo le entregó de su mesa, merecía que después de él penetrase
Satanás? A lo que respondemos, que por esto debemos aprender cuánto
debe evitarse el recibir el bien de mala manera. Porque si se pierde
el que no aprecia el cuerpo del Señor (esto es, no lo discierne de las
demás comidas), ¿cómo debe ser castigado el que se acerca a su mesa
fingiéndose amigo, siendo enemigo?
"Y dice Jesús: Lo que haces, hazlo
presto".
Orígenes ut supra.
Cabe dudar a quién se dirijan estas
palabras, porque lo mismo a Judas que a Satanás pudo haber dicho el
Señor "Lo que haces, hazlo presto", provocando al adversario a la
lucha, o al traidor, para que ayudase a su pasión, que había de ser la
salvación del mundo, lo que no quería se retardase ni evitase, sino
que se apresurase cuanto fuera posible.
San Agustín ut supra.
Sin embargo, no aconsejó el mal, sino que
lo predijo no para cooperar a la perdición del pérfido, sino
consultando a la salvación de los fieles.
Crisóstomo ut supra.
Esto que dice, "Lo que haces, hazlo
presto", no es a modo del que manda o aconseja, sino del que reprueba
y manifiesta que El no quería impedir la traición. "Esto no lo
comprendió ninguno de los convidados", etc. Cualquiera que se fije,
dudará en este pasaje. Al preguntarle los discípulos"¿Quién es?" (
Jn 13,24), dijo: "A quien yo dé el pan
mojado" ( Jn 13,26), y sin embargo no lo
entendieron. Puede suponerse que Jesús lo dijo secretamente para que
nadie lo oyera, y por lo mismo Juan pregunta inclinado sobre el pecho,
como quien dice, al oído; porque acaso Pedro lo hubiera matado, si
Jesús lo descubre. Y así dice que ninguno de los convidados se había
enterado, ni aun Juan, que de ninguna manera pensaba que un discípulo
llegase a tal grado de iniquidad, de la cual, como él estaba tan
lejos, no hacía a nadie capaz ni por sospechas. Ignoraron, pues, la
causa de las cosas que había dicho Cristo. Qué era lo que ellos
creían, lo manifiesta posteriormente San Juan: "Algunos pensaban
(porque Judas llevaba la bolsa) que había querido decirle: Compra lo
que sea necesario", etc.
San Agustín ut supra.
El Señor, por lo tanto, tenía bolsa para
conservar lo que los fieles le daban, y para atender a las necesidades
de los suyos y a los demás necesitados. Entonces se instituyó la forma
de los bienes eclesiásticos, para que entendiéramos lo que se nos
preceptuaba ( Mt 6), de que no debíamos
pensar en el día de mañana. Y no es esto prohibir que los santos
tengan algún dinero, sino que a Dios no ha de servirse por estas
miras, ni que se abandone el camino de la justicia por temor a la
pobreza.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
En verdad ninguno de sus discípulos
llevaba dineros, pero, por lo que aquí se dice, se insinúa que algunas
mujeres los alimentaban de sus haberes. Y así, el que recomendaba que
no llevemos ni manto, ni báculo, ni dinero, llevaba, sin embargo,
bolsa para atender a los menesterosos, para que aprendamos que por muy
pobres y crucificados para el mundo que estemos, debemos siempre
cuidarnos de este ministerio. Jesús obraba muchas cosas para nuestra
enseñanza.
Orígenes ut supra.
De este modo hablaba el Salvador a Judas:
"Lo que haces, hazlo presto". Y el traidor en esto solo le obedece por
lo pronto, porque apenas recibió el pan, no se detuvo un instante. "Y
así, cuando recibió el trozo de pan, salió al punto". Y en verdad
salió, no sólo alejándose de la casa en que estaba, sino separándose
de Jesús por completo. En mi sentir, Satanás, que había penetrado en
él tras el pan, no toleraba que Judas perseverase con Jesús, porque
entre Jesús y Satanás no puede haber relación alguna. No será fuera de
propósito el preguntar por qué al decir "Recibiendo el pan", no se
añade "Y comiéndole". ¿Es acaso que Judas, recibió el pan y no lo
comió? Quizá el diablo, que lo había inspirado que hiciese traición a
su Maestro, temió que, recibido el pan por Judas, si lo comía se
desvaneciese el influjo que en su corazón había inspirado, y, por
tanto, al punto que lo recibió se entró en él, e inmediatamente Judas
dejó la casa. Puede también opinarse, que así como el que come el pan
del Señor indignamente, o bebe su cáliz, come y bebe su propia
condenación, también el pan que Jesús dio, para unos fue de salvación,
pero para Judas fue de condenación, de tal manera, que tras el pan se
introdujo Satanás.
Crisóstomo ut supra.
Y añade: "Era de noche", para manifestar
la osadía de Judas, a quien no pudo detener ni cohibir lo importuno de
la hora de su primer impulso.
Orígenes In Ioannem tract., 32.
La noche sensible es la imagen de la
confusa noche que había invadido el alma de Judas.
San Gregorio Moralium 2,
2
Por la cualidad del tiempo se expresa el
fin de la acción. Judas, que no había de implorar el perdón, aprovecha
la noche para la perfidia.
Notas
1. San
Agustín sigue diciendo en el mismo Tratado 61 sobre San Juan: "...Por
lo tanto, no uno que es de vosotros, sino uno que saldrá de entre
vosotros. Porque, ¿de qué otra manera puede entenderse este 'uno de
vosotros',...sino de la misma manera en que el escritor de este mismo
Evangelio habla en su epístola: 'Salieron de entre nosotros; pero no
eran de los nuestros; pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían
permanecido con nosotros.' ( 1Jn 2,19)?
|
31-32 |
Y como hubo salido, dijo
Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado
en El. Si Dios es glorificado en El, Dios también lo glorificará a El
en sí mismo, y luego le glorificará". (vv. 31-32)
Orígenes In Ioannem tom.
32
Después de los prodigios que se habían
realizado por los milagros y por la transfiguración, la gloria del
Hijo del hombre empieza desde el momento en que Judas sale llevando
consigo a Satanás, que lo había invadido, fuera del lugar en que
estaba Jesús. Por esta razón dice: "Cuando hubo salido, dijo Jesús:
Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre", etc. Y aquí no se habla
de la gloria del Verbo Unigénito, sino del hombre que descendía de la
estirpe de David. Porque si se dice con verdad en la muerte de Cristo,
que glorifica a Dios: "Despojó los principados y las potestades,
triunfando en el leño de su cruz" ( Col 2), y
aquello otro: "Conciliando por la sangre de Cristo todas las cosas,
las del cielo y las de la tierra" ( Col 1).
En todo esto fue glorificado el Hijo del hombre y Dios también es
glorificado en El. Por esta razón continúa: "Y Dios ha sido
glorificado en El". Porque no puede glorificarse Cristo, sin que lo
sea al propio tiempo el Padre. Mas como todo el que es glorificado lo
es por alguien, si se pregunta por quién lo es el Hijo del hombre,
veremos la respuesta en lo que sigue: "Si Dios es glorificado en El,
también Dios lo glorificará en sí mismo".
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Esto es, por sí mismo, no por medio de
otra persona. "Y al punto le glorificará". Como diciendo: No largo
tiempo después, sino inmediatamente aparecerán en la cruz todas las
cosas dignas de gloria; porque el sol retrocedió, las piedras se
abrieron, y muchos cuerpos de aquellos que dormían, resucitaron. De
esta suerte levantó de nuevo los pensamientos de sus discípulos, que
se habían abatido, y les aconseja que no se entristezcan, antes se
alegren.
San Agustín In Ioannem tract., 63.
Por la salida del inmundo, todos quedaron
purificados con el que los purificaba. Algo semejante acontecerá
cuando, separada la cizaña del trigo, resplandezcan los justos como el
sol, en el reino de su Padre ( Mt 13,43).
Previendo el Señor que esto mismo aconteció al separarse Judas, que
era la cizaña, dijo a los santos apóstoles, que habían quedado como el
trigo: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre", etc., como diciendo:
He aquí lo que acontecerá en mi glorificación, donde no habrá ninguno
de los malos, ni perecerá ninguno de los buenos. Por esto no dijo:
ésta es la señal de la glorificación del Hijo del hombre, sino: "Ahora
es glorificado el Hijo del hombre". Como tampoco se dijo que la piedra
simbolizaba a Cristo, sino: "La piedra era Cristo" (
1Cor 10,4). La Escritura suele denominar las cosas que
significan algo, por los nombres de lo significado. Mas la
glorificación del Hijo del hombre es que Dios sea glorificado en El, y
de aquí que añada: "Y Dios es glorificado en El". Por último, como
para esclarecer este punto, prosigue: "Si el Hijo es glorificado en El
(porque no vino a hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que
le envió), también Dios lo glorificará en sí mismo", refiriéndose a la
naturaleza humana, que había sido tomada por el Verbo y dotada de
eternidad interminable. "Y al punto lo glorificará", dice,
manifestando su propia resurrección, que no sería como la nuestra al
fin del mundo, sino inmediatamente. Y hasta puede entenderse de esta
glorificación la frase: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre",
diciendo ahora no por su próxima pasión, sino
por su futura resurrección, como si ya hubiese sucedido lo que tan
próximo consideraba.
San Hilario De Trin. lib. 2.
Que "Dios es glorificado en El", se
refiere a la gloria del cuerpo, por la cual se manifiesta la gloria de
Dios, como tomando el cuerpo su propia gloria por los consuelos que le
comunicaba la naturaleza divina. Y como Dios es glorificado en El, por
la misma razón lo glorificó en sí. Y lo glorificó Dios en sí por el
incremento de gloria que recibió, de la misma suerte que el que reina
en la gloria (que es la gloria de Dios), pasa por este hecho a la
gloria de Dios. Y así tenía que permanecer todo en Dios, en cuanto es
permitido a la naturaleza humana. Tampoco quiso pasar en silencio el
tiempo, para significar como cosa de presente, al salir el traidor
Judas a realizar su traición, la gloria que después de la pasión le
estaba reservada por la resurrección, y distinguirla de aquella con
que Dios lo glorificaría en sí posteriormente. Aquélla era la gloria
de Dios manifestada por la resurrección; ésta la que gozaría
permaneciendo en el seno de Dios.
San Hilario De Trin. lib. 9.
A mi juicio no hay ninguna ambigüedad en
la interpretación de estas palabras: "Ahora es glorificado el Hijo del
hombre". Esta gloria pertenecía a la carne, no al Verbo. Lo que yo me
pregunto es qué significa en esto que sigue: "Y Dios es glorificado en
El". Y no siendo uno el Hijo del hombre y otro el Hijo de Dios (porque
el Verbo se hizo carne) ( Jn 1,14), pregunto
quién es glorificado por el Hijo del hombre (que es también Hijo de
Dios). Veamos ahora qué significa lo tercero: "Si Dios es glorificado
en El, también Dios lo glorificará en sí mismo". El hombre ciertamente
no se glorifica por sí mismo. Por el contrario, en el hombre, aunque
reciba la gloria, es glorificado por Dios. Pero El es Dios mismo. Y
por tanto es necesario, o que sea Cristo el que se glorifica en la
carne, o el Padre el que se glorifica en Cristo. Si Cristo, Cristo que
se glorifica en la carne es Dios; si el Padre (también Dios),
tendremos el misterio de la unidad, porque el Padre se glorifica en el
Hijo. Pero porque Dios glorifique en sí mismo a Dios glorificado en el
Hijo del hombre, ¿cómo puede deducirse la conclusión impía de que
Cristo no es Dios según la verdad de naturaleza, como si estuviera
fuera de sí, porque glorifica en sí? Así, al que el Padre glorifica,
hay que confesarlo en igual gloria, y el que se ha de glorificar en la
gloria del Padre, debe también participar de todo aquello que está en
el Padre.
Orígenes In Ioannem tom. 32.
El nombre gloria
no se toma aquí en el sentido de los paganos, que la definen como un
conjunto de alabanzas que se tributa por muchos. Es cosa clara que
aquí se trata de algo diferente, según las palabras del Exodo (
Ex 40,32-33), que dice que el tabernáculo
está lleno de la gloria de Dios, y que la presencia o rostro de Moisés
se había llenado de gloria. En efecto, en sentido literal hubo en el
tabernáculo cierta presencia divina, lo mismo que en el rostro de
Moisés mientras hablaba con Dios. Pero en sentido espiritual, la
gloria de Dios es la que alumbra el entendimiento haciéndolo elevarse
y sobreponerse a todas las cosas materiales, deificándolo por la
visión divina que escudriña y en las cosas que contempla. Por esto,
figuradamente fue Moisés glorificado, en el hecho de tornarse divino
por el entendimiento. Pero no puede establecerse comparación entre la
excelencia de Cristo y el conocimiento de Moisés, que glorificó su
faz, porque creo que el Hijo es el resplandor de toda la gloria
divina, como dice San Pablo: "Siendo el cual el esplendor de la
gloria", etc ( Heb 1,3). Además, de este foco
luminoso de gloria proceden los resplandores singulares, reflejándose
en las creaturas racionales, y por eso no creo que nadie pueda recibir
todo el esplendor de la gloria divina, sino el Hijo. En cuanto el Hijo
no era conocido por el mundo, no era tampoco glorificado en el mundo.
Mas como el Padre dio a algunos de los que estaban en el mundo el
conocimiento de Jesús, fue glorificado entonces el Hijo del hombre en
aquellos que lo conocieron. De aquí que transmitió su gloria a los que
lo conocían. Porque los que contemplan con pura mirada la divina
gloria, se transfiguran, a su imagen, de la gloria del glorificado en
gloria de glorificadores. Cuando se aproximaba la hora en que debía
realizarse el prodigio de que el mundo, mediante su conocimiento,
mereciera la gloria glorificándole, dijo: "Ahora es glorificado el
Hijo del hombre". Y como nadie ha conocido al Padre sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo lo hubiese revelado, el Hijo, por gracia
natural, debía revelar al Padre ( Mt 11,27).
Por esta causa se conoce que Dios es glorificado en El. O bien puede
entenderse que Dios es glorificado, si conocemos con perfección a
Jesús: "El que a mí me ve, ve también a mi Padre" (
Jn 14,19). Porque se verá en el Verbo, siendo este Dios e
imagen invisible de Dios, el Padre que lo engendró. De este modo se
entenderá más claramente todo lo que aquí se dice. Porque así como el
nombre de Dios es blasfemado por algunos entre los gentiles, así el
nombre excelso del Padre es ensalzado por las buenas obras de los
santos que resplandecen ante los hombres. ¿En quién ha aparecido mejor
la gloria de Dios, que en Jesús? Jamás cometió pecado, y en su boca no
hubo dolo. Siendo, pues, el Hijo de tal condición, fue glorificado, y
Dios se glorifica en El. Y si Dios se glorifica en El, el Padre da al
Hijo algo mayor de lo que hizo el Hijo del hombre. Porque es muy
superior y de más subido precio la gloria que recae en el Hijo del
hombre cuando lo glorifica el Padre, que la del Padre cuando se
glorifica en El. Y así, convenía que la gloria del más poderoso
superase a la otra. Además, como estas cosas debían acontecer en
seguida (me refiero a que el Hijo del hombre fuese glorificado en
Dios), continúa así: "Y al punto le glorificará".
|
33-35 |
"Hijitos: aún estoy un
poco con vosotros. Me buscaréis, y así como dije a los judíos: A donde
yo voy, vosotros no podéis venir, lo mismo digo ahora a vosotros. Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros, así como
yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros
mismos. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis
caridad entre vosotros". (vv. 33-35)
San Agustín In Ioannem tract., 64.
Habiendo dicho más arriba: "Y al punto le
glorificará", para que no creyesen que Dios lo iba a glorificar de tal
forma que no pudiese estar unido a ellos en la convivencia que existe
en la tierra, dijo en seguida: "Hijitos, aún estoy un poco con
vosotros". Como diciendo: al punto seré glorificado por la
resurrección, pero no ascenderé al cielo inmediatamente, como está
escrito en los Hechos de los Apóstoles: "Estuvo con ellos cuarenta
días después de la resurrección". Estos cuarenta días los significó
diciendo: "Aún estaré un poco con vosotros".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
Cuando dice hijitos,
designa la infancia en que estaban aún sus almas, porque éstos que
ahora son llamados hijitos, después de la resurrección son hermanos,
así como antes de ser hijitos fueron siervos.
San Agustín ut supra.
Puede también interpretarse así: Aún estoy
yo como vosotros en la enfermedad de esta carne, a saber, hasta que
muriese y resucitase. Después que resucitó, estuvo con ellos en cuanto
a la presencia corporal, pero no en cuanto a la debilidad de la carne.
Según otro evangelista, dijo después de la resurrección (
Lc 24,44): "Os dije esto, cuando aún estaba
con vosotros", esto es, cuando yo existía en carne mortal como
vosotros. Mas ahora estaba ciertamente vestido de la misma carne, pero
no participaba con ellos de la mortalidad. Hay también otra presencia
divina, inaccesible a los sentidos mortales, de la que El mismo dice:
"He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos"
( Mt 28,20). Esto no significa: aunque estoy
un poco con vosotros, pues no es poco hasta la consumación de los
siglos. Y si esto es todavía poco porque a los ojos de Dios mil años
son como un solo día, no parece que ha querido significar aquí esto
cuando sigue diciendo: "A donde yo voy, vosotros no podéis venir".
¿Por ventura no podían ir a donde El vaya en el último día? De los
cuales diría después: "Padre, quiero que éstos estén conmigo donde yo
estoy" ( Jn 17,24).
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Esto se puede explicar de una manera muy
sencilla, diciendo que ya no había de estar con sus discípulos. Pero
profundizando algo más, quizá pueda decirse que en realidad dejó de
estar con ellos no mucho tiempo después, no porque estuviera ausente
de ellos, según la presencia corporal, sino porque pasado muy poco
tiempo, "vosotros os escandalizaréis en mí esta noche" (
Mc 14,24). Y en ese sentido no estaba con
ellos quien tan sólo mora plenamente en los que están en gracia. Pero
aunque no estaba con ellos, ellos, sin embargo, habían de buscar a
Jesús, como Pedro, que después de negarlo, lloraba tristemente
buscándolo. Por esta razón sigue: "Me buscaréis, y así como dije a los
judíos donde yo voy, vosotros no podéis venir". Buscar a Jesús, es
buscar al Verbo, la sabiduría, la justicia, la verdad, la virtud
divina: todo esto es Cristo. A los discípulos que quieren seguir a
Jesús -no corporalmente, como creen las personas rudas, sino en la
forma que recomendaba en estas palabras ( Lc
14,27): "Quien no toma su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío"-
les dice aquí el Señor: "Donde yo voy, vosotros no podéis venir".
Porque aunque hubieran querido seguir al Verbo y confesarlo, no tenían
aún poder para esto. Aún no se les había dado el Espíritu, porque
Jesús no había sido glorificado ( Jn 7,39).
San Agustín ut supra.
O dice esto porque no estaban dispuestos
todavía para seguir a Jesús, muriendo por la justicia. ¿Cómo, pues, lo
iban a seguir si no estaban preparados para el martirio? ¿Y cómo iban
a seguir a Jesús, que caminaba a la inmortalidad de la carne, ellos
que morirían en cualquier tiempo para no resucitar hasta el último
día? ¿Y cómo podrían seguir a Jesús, que iba al seno de su Padre,
cuando nadie puede gozar de tal felicidad si no se perfecciona en el
amor? Cuando esto dijo a los judíos, no añadió: "ahora"; mas ellos no
podían ir en ese momento, pero podían ir después. Y por tal razón
continuó: "Y a vosotros os digo, ahora ".
Orígenes In Ioannem hom., 71.
Como diciendo: A vosotros os hablo, no sin
aducir el adverbio ahora. Porque los judíos,
como preveía que habían de morir en sus maldades, en breve tiempo no
podían marchar a donde Jesús iba, pero los discípulos podían seguir al
Verbo después de algún tiempo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Como los discípulos habían oído que Jesús
había dicho aquello a los judíos, para que no creyesen que también se
les decía a ellos de la misma manera, dijo, hijitos.
Crisóstomo ut supra.
Dijo esto para levantar el amor de sus
discípulos, porque cuando hemos visto ausentarse a las personas
amadas, nos llenamos de pena, y más cuando no podemos nosotros ir al
lugar a que ellos van. También demostró que su muerte es cierta
traslación a sitio más conveniente, inaccesible a los cuerpos
mortales.
San Agustín In Ioannem tract., 64 et 65.
Para enseñarles cómo podían ellos llegar a
ser idóneos para habitar los lugares a donde El les precedía, añadió:
"Un mandato nuevo os doy, que os améis mutuamente". ¿Acaso no estaba
ya prescrito así en la Ley antigua? En ella se escribió: "Amarás a tu
prójimo como a ti mismo" ( Lev 19,18). ¿Por
qué el Señor lo llama mandato nuevo? Acaso porque, desprendiéndonos
del hombre viejo, nos vistió del nuevo. Sin duda es porque el amor
renueva al hombre; pero no todo amor, sino aquél de que, para
distinguirlo del amor carnal, dijo el Señor: "Como yo os he amado,
para que vosotros os améis mutuamente". No a la manera en que se aman
los hombres corruptos, ni en la forma en que los hombres aman en
cuanto a hombres, sino como se aman todos los que son de Dios e hijos
del Altísimo, para que sean hermanos de su Unigénito, amándose con
aquel amor con que El los ha amado, a fin de conducirlos al fin en que
todos sus deseos queden satisfechos de bienes.
Crisóstomo ut supra.
Os amé, no como una deuda que yo había
contraído por méritos antecedentes, sino por mi propia iniciativa, y
así conviene que vosotros obréis el bien aun sin deber nada.
San Agustín ut supra.
No se crea que se prescinde de aquel
superior mandato en que se prescribe que amemos al Señor nuestro Dios.
Para los que entienden rectamente, ambos preceptos están incluidos en
cada uno de ellos. Porque el que ama a Dios, no puede despreciar su
voz cuando le manda amar al prójimo; y el que de una manera soberana y
espiritual ama al prójimo, ¿a quién otro ama en él sino a Dios? Este
es el amor que, para distinguirlo de cualquier otro mundano, recomendó
el Señor diciendo: "Como yo os he amado". ¿A quién sino a Dios amó en
nosotros? No al Dios que teníamos, sino al Dios que habíamos de tener.
Así nos debemos amar los unos a los otros para que en la medida de
nuestras fuerzas nos atraigamos mutuamente a la posesión de Dios.
Crisóstomo ut supra.
Sin mencionar los milagros que ellos
obrarían, los designa tan sólo por el amor: "En esto conocerán todos
que sois mis discípulos", si os tenéis mutuo amor. Esta es la señal
que da mejor a conocer a los santos. Dice que éstos son sus
discípulos.
San Agustín ut supra.
Como diciendo: Los que no son míos, tienen
con vosotros y en común ciertos dones míos, como son, no sólo la
naturaleza, la vida, el sentido, la razón y toda otra propiedad que se
encuentre en los hombres y en los brutos, sino también el lenguaje,
los sacramentos, la profecía, la ciencia, la caridad para con los
pobres, y hasta el martirio de sus cuerpos entre las llamas. Pero
careciendo de este amor, son como címbalos sonadores: son nada y de
nada les sirve todo aquello.
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36-38 |
Simón Pedro le dijo: Señor
¿a dónde vas?" Respondió Jesús: "A donde yo voy, no me puedes ahora
seguir; mas me seguirás después". Pedro le dice: "¿Por qué no te puedo
seguir ahora? Mi alma pondré por ti". Jesús le respondió: "¿Tu alma
pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: Que no cantará el gallo
sin que me hayas negado tres veces". (vv. 36-38)
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Grande amor es éste que vence al fuego en
vehemencia, y cuya energía no hay prohibición que pueda detenerla.
Pedro, el más fervoroso, oyendo las palabras "Donde yo voy, vosotros
no podéis venir" ( Jn 13,33), le preguntó: "Díjole
Simón Pedro: Señor ¿dónde vas?".
San Agustín In Ioannem tract., 66.
El discípulo habló al Maestro como para
seguirle, y por esta causa el Señor, que veía su alma, le respondió
así: "Respondióle el Señor: A donde yo voy, no puedes tú seguirme
ahora", etc. Establece aquí una dilación; no destruye la esperanza,
sino que la confirmó con las siguientes palabras: "Mas me seguirás
después". ¿Para qué te apresuras, oh Pedro? Aun no te ha dado la
piedra la solidez de su espíritu. No te llenes de soberbia con tu
presunción, ahora no puedes. Pero tampoco desesperes, después "me
seguirás".
Crisóstomo ut supra.
Pedro, ni oyendo esto enfrenó su deseo,
sino que sigue adelante, en posesión ya de aquella esperanza. Y como
no abrigaba el temor de traición, continuó preguntando en medio del
silencio de todos sus compañeros: "Dijo Pedro: ¿Por qué no puedo
seguirte ahora?". ¿Qué dices, oh Pedro? He dicho que no puedes y tú
insistes en que puedes. Ya sabrás por la experiencia, que ese amor que
me tienes de nada sirve si te falta el auxilio de lo alto. De aquí que
sigue: "Respondió Jesús: ¿Darás tu vida por mí?".
Beda.
Esta sentencia puede interpretarse de dos
maneras. En primer lugar, de un modo afirmativo, como si dijese: Darás
tu vida por mí, pero ahora, temiendo la muerte de la carne, incurres
en la muerte del alma. En segundo lugar, en tono represivo, como si
dijese.
San Agustín ut supra.
¿Harás por ventura tú en mi obsequio, lo
que yo aún no hago por ti? ¿Te adelantarás, siendo así que no puedes
seguir? ¿Cómo presumes a tanto? Escucha lo que tú eres: "En verdad, en
verdad te digo: no cantará el gallo sin que tres veces me hayas
negado". Tú, que me prometes morir, negarás tres veces tu vida. Veía
Pedro el deseo que lo animaba, pero no conocía sus propias fuerzas. El
enfermo se jactaba de buenos deseos, pero el médico conocía la
enfermedad. ¿Podrá decirse (como quieren algunos, presentando una
excusa legítima) que el apóstol Pedro no negó a Cristo, contestando a
la criada que lo interrogó, que él no conocía a tal hombre, como
expresamente aseveran los demás evangelistas? Como si aquel que niega
a Cristo hombre, no negara a Cristo y no negara en El la humanidad que
tomó por nosotros, y todo por temor de perder la vida que El nos dio.
¿Qué otra cosa lo hace cabeza de la Iglesia sino la humanidad? ¿Y cómo
puede pertenecer al cuerpo de Cristo el que lo niega como hombre? Pero
¿para qué insistir más? El Señor no dijo: "no cantará el gallo", sin
que hayas negado tres veces al Hijo del hombre,
sino "sin que me hayas negado". ¿Qué
significa este me, sino lo que El era?
Cualquier cosa que de El negó, a Cristo negó, y sin duda es ilícito.
Cristo dijo y predijo esto; Pedro negó a Cristo sin género alguno de
duda. No tratemos de justificar a Pedro acusando a Cristo. Pedro, en
su debilidad, comprendió lo enorme de su pecado, y demostró con su
llanto cuánto mal había cometido negando a Cristo. Ni cuando tales
cosas decimos se debe creer que nos es grato inculpar al primero de
los apóstoles. Antes queremos sacar de esta consideración la enseñanza
de cuán débiles son las fuerzas humanas y la propia confianza.
Beda.
Que cada cual tome de aquí ejemplo de
arrepentimiento, y si ha caído no se desespere, sino que siempre
confíe en que puede hacerse digno de perdón.
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Es por esto evidente que el Señor permitió
la caída de Pedro, porque podía haberla evitado desde un principio,
pero como lo veía dominado por la arrogancia, no lo impelió
ciertamente a la negación, sino que lo abandonó a sí mismo para que
aprendiera lo débil que era, y no estuviese sujeto a tales peligros
cuando recibiese en sus manos el mando de la tierra; antes se
conociese a sí mismo, recordando las anteriores debilidades.
San Agustín ut supra.
Sucedió, pues, en el alma de Pedro, la
muerte que él prometía para el cuerpo, pero de distinta manera que él
pensaba. Porque antes de la muerte y resurrección del Señor, murió en
cuanto negó, pero resucitó mediante el llanto.
San Agustín De cons.
evang., 3, 2
Recuerdan a Pedro esto de su negación
predicha, no sólo Juan sino también los otros tres. Pero no todos
tratan de este recuerdo en la misma ocasión, porque Mateo y Marcos
hablan de ella después que el Señor salió de la casa en que habían
comido la Pascua; Lucas y Juan antes de que de allí saliese. Pero
fácilmente podemos entenderlo, o bien diciendo que aquellos la
narraron como recapitulación, o bien éstos como precedente. A no ser
que se prefiera decir, que cosas tan diversas, tanto en palabras como
en sentencias, que profirió el Señor para alentar a Pedro a su
valiente determinación de morir con el Señor o por el Señor, fueron
proferidas en distintos tiempos, y que tres veces Pedro hizo las
promesas arrogantes, en diversos lugares de la conversación de Cristo,
y tres veces le respondió el Señor que lo había de negar antes que el
gallo cantase.
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