CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

01-04
Y dijo a sus discípulos: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si así no fuera, yo os hubiera dicho, pues voy a aparejaros el lugar; y si me fuere y os aparejare el lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo; para que en donde yo estoy, estéis también vosotros. También sabéis a dónde yo voy, y sabéis el camino". (vv. 1-4)
 
San Agustín In Ioannem tract., 67.
No fuera que sus discípulos, como hombres, temieran la muerte de Cristo y se turbasen, los consuela asegurándoles que El también es Dios. Y dijo a sus discípulos: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí". Como diciendo: Es consecuente que si creéis en Dios, creáis también en mí; cosa que no sería consecuente si Cristo no fuese Dios. Teméis la muerte para esta forma del siervo. No se turbe vuestro corazón; la forma de Dios resucitará aquella forma.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
La fe que tenéis en mí y en mi Padre que me engendró, es más potente que todos los acontecimientos que sobrevengan. Ningún trabajo puede nada contra ella. De esta suerte manifiesta el poder de la divinidad, que ponía en evidencia los pensamientos que estaban latentes en sus almas, diciendo: "No se turbe vuestro corazón".
 
San Agustín ut supra.
Y como los discípulos temían cada uno por sí, luego de decir a Pedro, que era el más fiel y más fervoroso, "No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces" ( Jn 13,38), se añade: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas". Con esto salen de su turbación, seguros y confiados de que después de las tentaciones permanecerían en Dios con Cristo. Porque aunque uno sea más valeroso, más sabio, más justo y más santo que otro, ninguno será desterrado de aquella casa, donde cada uno hallará hospedaje en proporción a sus méritos. Para todos es igual aquel denario que manda dar el padre de familia a los que trabajan en la viña, denario que significa la vida eterna, donde nadie ha de vivir más que otro, porque en la eternidad de la vida no cabe medición. Mas las muchas mansiones significan las diversas dignidades de los méritos en la vida eterna.
 
San Gregorio Super Ezech hom 16.
Las muchas mansiones convienen con el único denario, en que si bien unos más que otros se alegrarán y regocijarán, todos, sin embargo, gozarán en la fruición única de la visión de su Creador.
 
San Agustín ut supra.
Y así Dios será todas las cosas para todos, porque siendo Dios la caridad, obrará esta caridad que sea común a todos el bien que uno posea. De esta manera, cada uno posee lo que él no tiene, en tanto que lo ama en otro. No habrá, pues, envidia en la desigualdad de gloria, porque reinará la unidad de amor.
 
San Gregorio Moralium 35, 24
No sienten tampoco los efectos de esta desigualdad, porque allí cada cual recibe de gloria lo que le basta.
 
San Agustín ut supra
Todo corazón cristiano debe desechar la creencia de que se dijera lo de las muchas mansiones, porque haya un lugar fuera del reino de los cielos donde permanecen los bienaventurados inocentes, cuando han muerto sin el bautismo, sin el que no pueden entrar en el reino de los cielos. Lejos de nosotros el creer que, cuando la casa de los hijos que reinan no está sino en el reino, haya alguna parte de esta casa regia que no esté en el reino. Porque no dijo el Señor: en la eterna bienaventuranza hay muchas mansiones, sino "en la casa de mi Padre".
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Como el Señor había dicho antes a Pedro: "A donde yo voy no puedes seguirme ahora, me seguirás después" ( Jn 13,36), para que no creyeran que esta promesa se hacía sólo a Pedro, dijo: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas". Esto es, 'Vosotros también ocuparéis un lugar como el de Pedro', pues allí hay gran abundancia de habitaciones, aunque no hace falta decir que necesitan preparación. De aquí que añade: "Por eso os he dicho que voy allá a aparejaros el lugar".
 
San Agustín In Ioannem tract., 68.
Donde claramente manifiesta que les dijo que habían allí muchas mansiones para significarles que no hacía falta preparación alguna 1.
 
Crisóstomo ut supra.
Como había dicho: "No puedes seguirme ahora" ( Jn 13,36), para que no crean que se prescinde de ellos, continuó: "Y si marchare y os preparare el lugar, al punto vengo por vosotros y os recibo junto a Mí, para que estéis donde yo estoy". Con esto les enseña que deben confiar con toda seguridad.
 
Teofilacto.
Es como si quisiera decirles estas dos cosas: No os turbéis en ningún caso, ya estén preparadas, o no lo estén, porque aunque no estén preparadas, yo os las prepararé con todo cuidado.
 
San Agustín ut supra.
Pero, ¿cómo va a prepararles lugar, si ya hay muchas mansiones? Pero aún no están en la forma en que deben prepararse, porque tiene que preparar en las obras las mansiones mismas que ya había preparado por medio de la predestinación. Ya lo están en cuanto a la predestinación, porque de otra manera hubiera dicho: Iré y prepararé (esto es, predestinaré). Pero como no lo están por las obras, añade: "Y cuando hubiere ido y preparado a vosotros el lugar". Prepara ahora mansiones preparando moradores para ellas. En efecto, cuando dice: "En la casa de mi Padre hay muchas mansiones", ¿qué otra cosa creemos que es la casa de Dios sino el templo de Dios? Del cual dijo el Apóstol: "Se ha hecho el templo de Dios, que sois vosotros" ( 1Cor 3,17). Esta casa de Dios se edifica y se prepara aún. Pero, ¿cómo es que se va a prepararlas, cuando a nosotros es a quienes tiene que preparar y no puede hacerlo dejándonos? Mas esto significa, que para que aquellas habitaciones se preparen es necesario que el justo viva de la fe; porque si ves, ya no hay fe. Se va, pues, para no ser visto; se oculta para que se crea. Entonces se prepara el lugar si se vive de la fe. Que se desee en la fe, para poseerlo en el deseo. Y si lo entiendes bien, no se aparta ni de donde viene ni del lugar a donde va. Va ocultándose y viene poniéndose de manifiesto. Pero si no permanece reinando en nosotros para que vivamos perfeccionándonos, no se nos preparará lugar donde podamos vivir gozando.
 
Alcuino.
Dijo: "Si marcho", por la ausencia de la carne, y "Vendré después", por la presencia de la divinidad, o bien vendré de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos. Sabiendo que habían de preguntarle a dónde iba, y por qué camino, dice: "Vosotros sabéis a dónde voy (a saber, al Padre), y sabéis el camino", (esto es, por medio de mí).
 
Crisóstomo ut supra.
Diciendo esto, manifiesta el deseo que alimentaban, y les presenta ocasión para que le pregunten.
 
Notas
1. San Agustín sigue una traducción latina en que por la carencia de una pausa se leía: "Si así no fuera, yo os hubiera dicho que voy a aparejaros el lugar", dando un sentido contrario a la frase.
   
05-07
Tomás le dice: "Señor, no sabemos a dónde vas: ¿pues cómo podemos saber el camino?" Jesús le dice: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí: si me conocieseis a mí, ciertamente conocierais también a mi Padre. Y desde ahora lo conoceréis y lo habéis visto". (vv. 5-7)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 72.
Los judíos que querían separarse de Cristo deseaban saber a dónde iba. Mucho más sus discípulos, que deseaban no separarse jamás de El, estarían ansiosos de saberlo. Y le preguntaban con mezcla de temor y de amor: "Díjole Tomás: Señor, ignoramos a dónde vas".
 
San Agustín 69.
Jesús había dicho que sabían ambas cosas. Este asegura que las ignora ambas, pero no sabe que falta a la verdad. Luego sabían, e ignoraban que sabían. Jesús los convenció de que sabían esto. "Díjole Jesús: Yo soy el camino, y la verdad y la vida".
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 54.
Como diciendo: ¿Por dónde quieres ir? Yo soy el camino. ¿A dónde quieres ir? Yo soy la verdad. ¿En dónde quieres permanecer? Yo soy la vida. Todo hombre comprende la verdad y la vida, pero no todos encuentran el camino. Hasta los mismos filósofos del mundo vieron que Dios es la vida eterna, y que es la verdad digna de saberse. Mas el Verbo de Dios, que con el Padre es verdad y vida, se hizo el camino tomando la humanidad. Camina por esta humanidad para llegar a Dios, porque preferible es tropezar en este camino, a marchar fuera de la vía recta.
 
San Hilario De Trin. lib. 7.
Aquel que es el camino, no puede llevarnos por lugares extraviados, ni engañarnos con falsas apariencias el que es la verdad, ni abandonarnos en el error de la muerte el que es la vida.
 
Teofilacto.
Cuando te dediques a la vida activa, sea Cristo tu camino; y cuando a la contemplativa, sea para ti la verdad. Tanto para los ejercicios activos como para los contemplativos es la vida. Y conviene que marchemos y prediquemos para alcanzar los bienes futuros.
 
San Agustín ut supra.
Sabían el camino, porque conocían al mismo que es el camino. ¿Para qué, pues, añadir lo de verdad y vida sino porque sabido ya por dónde se debía marchar, convenía también saber a dónde se había de marchar? ¿Quiso decir que iba a la verdad y a la vida? Iba a sí mismo por medio de sí mismo. Pero ¿acaso, Señor, para venir a nosotros te habías separado de ti mismo? Porque yo sé que recibiste la forma de siervo y viniste en carne mortal, permaneciendo donde estabas, y a este lugar tornaste sin dejar tampoco aquél al que habías venido. Luego si por esta vía volviste y por ella tornaste, fuiste camino, no sólo para que nosotros fuéramos a ti, sino también para tu venida y tu vuelta. Cuando, pues, te dirigiste a la vida, que eres tú mismo, llevaste tu propia carne de la muerte a la vida. Y así, en tanto que la carne pasa de la muerte a la vida, Cristo viene a la vida. Mas como el Verbo es la vida, Cristo vino a sí mismo. Porque Cristo es una y otra cosa, a saber: el Verbo es carne en la unidad de la persona. Dios había venido a los hombres por medio de la carne; la verdad había venido a los mentirosos. Porque Dios es la verdad, y todo hombre mentiroso. Al separarse, pues, de los hombres para irse allí donde nadie miente, levantando su carne, El mismo se dirigió, en cuanto el Verbo se hizo carne ( Jn 1,14), por sí mismo, esto es, por su carne, a la verdad que es El mismo. Verdad que logró mantener intacta aún después de su muerte entre los mentirosos. Ved cómo, al hablaros cosas que entendéis, me dirijo a vosotros en cierto modo, sin dejarme a mí mismo. Cuando dejo de hablar, vuelvo a mí en cierta manera, y permanezco con vosotros si conserváis los preceptos que habéis escuchado. Si esto puede la imagen que Dios hizo, ¿qué no podrá la imagen nacida del mismo Dios? De aquí que Cristo va a sí por sí mismo, y por sí mismo al Padre, y nosotros por El vamos a El y vamos al Padre.
 
Crisóstomo ut supra.
Si, pues, dice: "Yo soy el Señor del que ha de ir al Padre, y a El iréis", etc., no siendo posible ir por otro camino, y habiendo dicho antes: "Nadie puede venir a mí, si mi Padre no lo trajere", diciendo ahora que nadie puede llegar al Padre sino por mí, iguala consigo al que lo engendró. Manifiesta la razón que tuvo al decir: "Sabéis a dónde voy, y sabéis el camino" ( Jn 6,44), con estas palabras: "Si me conocieseis a mí, conoceríais también a mi Padre". Como diciendo: Si conociereis mi sustancia y dignidad, conoceríais también la de mi Padre. Porque aunque lo conocían no era como convenía, hasta que después, con la venida del Espíritu Santo, lo conocieron de una manera perfecta. Por esta causa continúa: "Ahora le conocéis (se refiere a la cognición intelectual), y le habéis visto" (por mí), manifestando que quien a El ve, ve al Padre. Pero lo vieron no en su esencia pura, sino velada por la carne.
 
Beda.
Ahora debe preguntarse: ¿cómo es que dice el Señor "si me conocieseis", etc., cuando poco antes había dicho "sabéis a dónde yo voy, y sabéis el camino"? Parece deducirse que había algunos que sabían y otros que ignoraban, entre los cuales está Tomás.
 
San Hilario De Trin. lib. 7.
Siendo el Hijo el camino para ir al Padre, conviene inquirir si es por la enseñanza de su doctrina o por la fe en su naturaleza. Por ello busquemos el sentido correcto de estas palabras: "Si me conocieseis a mí, conocierais también a mi Padre". Así pues, el Señor ha mantenido este orden confirmando que en el sacramento del cuerpo que ha asumido se encuentra la naturaleza de la divinidad del Padre. Y ha distinguido el tiempo de la visión del tiempo del conocimiento, porque asevera que ya ha sido visto el que ha de ser conocido, para que adquiriesen desde el momento mismo de esta revelación el conocimiento de la naturaleza que ya habían visto.
   
08-11
Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta". Jesús le dice: "¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre. ¿Cómo, pues, tú dices: muéstranos al Padre? ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo no las hablo de mí mismo, mas el Padre que está en mí, El hace las obras. ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Y si no, creedlo por las mismas obras". (vv. 8-11)
 
San Hilario De Trin. lib. 7.
La novedad de lo que oía conmovió al apóstol Felipe: es visto como hombre, se proclama Dios, y afirma que, conocido El, es conocido el Padre, y que habiéndolo visto a El se ve al Padre. Felipe prorrumpió con la familiaridad propia de los apóstoles y preguntó: "Díjole Felipe: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta". No le dice que no lo haya visto, sino que le pide le sea mostrado; no le pide que lo muestre a la manera de una visión corporal, sino que le explique de qué manera habría de entender lo que ha visto. Había contemplado al Hijo a través de la humanidad, pero ignora cómo ver al Padre por El. Y así, para demostrar lo que El quería no era una explicación del modo de ver sino de cómo entender, dice: "Y nos basta".
 
San Agustín De Trin. 1, 8
Se busca nada más aquella alegría que se experimenta con su presencia ( Sal 15), cosa que comprendía bien Felipe, al decir: "Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta". Pero aún ignoraba que de la misma suerte pudo haber dicho a Jesús: Señor, muéstrate a nosotros, y esto nos basta. Y para que entendiese esto, exclamó Jesús: "Dícele Jesús: ¿Tanto tiempo estoy con vosotros y no me habéis conocido?".
 
San Agustín In Ioannem tract., 70.
Pero ¿cómo les dice esto, si sabían a dónde El iba, y sabían el camino no por otra razón sino porque lo conocían a El mismo? Pero fácilmente daremos solución a esta duda, si decimos que unos lo sabían y otros no, entre los cuales estaba Felipe.
 
San Hilario ut supra.
Reprende al apóstol que está ignorante en el conocimiento. Las cosas que El obró eran propias de Dios: caminar sobre las olas, mandar a los vientos, perdonar pecados, resucitar a los muertos. De esto nace toda la reprensión, porque aún no había sido conocida la naturaleza divina en la carne humana. Por esto, cuando le pide que le muestre al Padre, responde: "Felipe, el que a mí me ve, ve también al Padre".
 
San Agustín ut supra.
Así solemos hablar de dos cosas muy semejantes: ¿Has visto aquello? Pues también has visto esto. Y en la misma forma se dice: Quien me ve a mí, ve a mi Padre. No porque El sea a la vez Hijo y Padre, sino porque el Hijo no podía diferenciarse en nada de la semejanza de su Padre.
 
San Hilario ut supra.
No se significa aquí la visión de los ojos carnales, y no es el hecho de haber nacido su carne de la Virgen María lo que aprovecha para que en El se contemple a Dios en su forma e imagen, sino que lo que hace que el Padre sea entendido en el conocimiento del Hijo de Dios, es que es tal la imagen que no difiere en género sino que enseña al Autor. La palabra del Señor no expresa un ser solitario y desligado de El, sino la unidad de naturaleza. Porque cuando dice "Y al Padre", se excluye la idea de algo singular y solo. ¿Qué otra interpretación resta sino que el Padre es conocido por medio del Hijo a causa de la unidad de la esencia?
 
San Agustín ut supra.
Sin embargo, ¿es digno de reprensión el que habiendo visto la semejanza, quiera contemplar a Aquel a quien es semejante? Mas si el Señor reprendía al discípulo, es porque veía la intención del que pedía, dado que Felipe quería conocer al Padre porque lo suponía superior al Hijo, y de esta manera desconocía al Hijo, creyendo que hubiese algo mejor que El. Para poner un correctivo a esta sospecha, dijo: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?". Como diciendo: Si para ti es demasiado entender esto, por lo menos cree lo que no entiendes.
 
San Hilario ut supra.
¿Cómo podían desconocer al Padre y qué necesidad había de mostrárselo a los ignorantes, cuando el Padre era visto en el Hijo? Y es visto por la propiedad de la naturaleza, dado que en la unidad de la naturaleza el engendrado y el generador son una sola cosa. De aquí, por consiguiente, la pregunta del Señor: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?".
 
San Agustín De Trin. lib. 7, 8
Quería que El viviera de la fe antes que pudiese verlo, y por eso dijo: "No lo crees". Porque la contemplación es el premio de la fe, y por la fe los corazones quedan limpios para ser dignos de tal premio.
 
San Hilario De Trin. lib. 7
El Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, no por la conjunción de dos géneros que se armonicen, ni por la inserción de una naturaleza en otra más capaz (porque según ley necesaria de los cuerpos, los continentes tienen que ser exteriores, pero nunca interiores), sino por la generación de una naturaleza viviente a partir de otra viviente. Así pues, Dios no nace de otro sino de Dios mismo.
 
San Hilario De Trin. lib. 5
Dios inmutable se conforma, para expresarme así, con su propia naturaleza, engendrando a Dios inmutable. Y no desmiente su naturaleza el que de un Dios inmutable nazca un Dios inmutable. Concebimos en El la naturaleza subsistente de Dios, cuando Dios está en Dios sin que haya fuera de Dios otro Dios.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 73.
Felipe quería contemplar aquí con los ojos carnales al Padre, porque de la misma forma creía ver al Hijo, acaso porque vio en los profetas que dicen: "Porque vi al Señor" ( Is 6,1), y por esta causa dice: "Muéstranos al Padre". De igual manera los judíos le preguntaron: ¿Quién es tu Padre? Y Pedro y Tomás le preguntaron a dónde iba, sin que ninguno entendiese su clarísima contestación. Y para que no se crea que Felipe se hacía pesado preguntando también "Muéstranos a tu Padre", añade: "Y esto nos basta", esto es, nada más deseamos saber. El Señor no contesta: "es imposible lo que pides", sino que demuestra que no ha visto ni al Hijo, porque si hubiera podido ver a Este, hubiera visto a Aquél. De aquí que diga: "¿Tanto tiempo he estado con vosotros y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve, ve también a mi Padre", etc. No dice: no me habéis visto, sino "no me habéis conocido", bajo el concepto de que el Hijo, permaneciendo igual al Padre, manifiesta muy convenientemente en sí mismo a Aquel que lo engendró. Después, distinguiendo las personas, dijo: "El que me ve, ve a mi Padre", para que nadie diga que el mismo Hijo es también el Padre. También con estas palabras demuestra que ni aun con los sentidos corpóreos había visto al Hijo. Si alguno interpreta esta visión por conocimiento, no me opongo tampoco a ello, como diciendo: "Quien me conoce a mí, conoce a mi Padre". Pero la verdad es que no dijo esto, sino que quiso representar la unidad de esencia, de esta suerte: Quien ve mi sustancia, ve la que asimismo es la del Padre. Por donde claramente se deduce que no es creatura, porque al ver la creatura, no todos ven a Dios. Mas Felipe quería ver la sustancia del Padre, y si Jesús hubiera sido de distinta sustancia, no hubiera dicho: "El que me ve a mí, ve a mi Padre", porque nadie puede ver la naturaleza del oro en la plata, ni ninguna esencia aparece en otra esencia diferente.
 
San Agustín ut supra.
Después habla, no singularmente a Felipe, sino colectivamente, diciendo: "Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo". ¿Qué significa no las hablo de mí mismo, sino que no he nacido de mí mismo yo que hablo? Y atribuye de esta suerte las operaciones que ejecuta a Aquél por quien El es.
 
San Hilario De Trin. lib. 7.
Por donde ni se excluye de ser Hijo, ni oculta la unidad de naturaleza en que conviene con el Padre. Porque en tanto que habla, lo hace permaneciendo en la sustancia única, y en tanto que no habla de suyo, atestigua que siendo Dios ha nacido de Dios.
 
Crisóstomo ut supra.
Obsérvese la abundancia de datos con que atestigua la unidad de esencia, al proseguir: "El Padre que está en mí, lleva a cabo las obras" ( Jn 10,37). Como diciendo: no obra de una manera el Padre y de otra yo. También dice en otro lugar: "Si yo no ejecuto las obras del Padre, no me creáis". Pero, ¿cómo empezando por las palabras llega a las obras? Parecía oportuno que hubiese dicho: El mismo habla las palabras; mas o ha querido hacer distinción entre los milagros y los signos, o bien las palabras mismas eran también obras.
 
San Agustín In Ioannem tract., 72.
Quien edifica al prójimo con su palabra, realiza una buena obra. En estos dos textos encontramos dos clases de adversarios. Dicen los arrianos: "Ved aquí cómo el Hijo no es igual al Padre", porque no habla por propia autoridad. Dicen los sabelianos: "Véase cómo el Padre y el Hijo son una misma persona", porque ¿qué otra cosa puede ser: "El Padre que está en mí, El mismo obra", sino, Yo que estoy en mí, soy el que obro?
 
San Hilario ut supra.
Pero el permanecer el Padre en el Hijo no implica unidad y singularidad de persona, como el que el Padre obre por el Hijo no es propio de quien es diferente y extraño. Tampoco arguye unidad de persona que el que habla no hable de suyo, y, por otra parte, el hablar por medio del que habla no es propio de quien es ajeno y separado. Y como había enseñado que el Padre hablaba y obraba en El, establece la fe de su unidad perfecta, diciendo: "Creed en mí porque yo estoy en el Padre y el Padre en mí", a fin de que nadie sospechase que el Padre hablaba y obraba en el Hijo, no por la esencia (resultado de generación), sino en virtud del influjo de la santidad.
 
San Agustín In Ioannem tract., 70.
Antes sólo era reprendido Felipe; ahora se echa de ver que no era él solo al que allí se reprendía. "Creed, dijo, por las mismas obras, porque yo soy".
 
Crisóstomo ut supra.
Si, pues, esto no es suficiente para atestiguar la consustancialidad, por lo menos creed por las obras. Por esto prosigue: "Por lo menos creed por las obras mismas". Habéis presenciado milagros autorizados, y todas las cosas que son privativas de Dios y que sólo el Padre puede obrar, como son los pecados perdonados, la muerte destruida y otras cosas por el estilo.
 
San Agustín ut supra.
Creed, pues, por las obras, que yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Porque si estuviésemos separados, no podríamos de ninguna manera obrar inseparablemente.
   
12-14
"En verdad, en verdad os digo: El que en mí cree, él también hará las obras que yo haga, y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre yo lo haré, para que sea el Padre glorificado en el Hijo; si algo me pidiereis en mi nombre lo haré". (vv. 12-14)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 73.
Al decir el Señor: "Creed por las obras", demuestra que no solamente puede realizar éstas conocidas, sino otras mayores. Dice además (y esto aumenta la admiración), que puede conceder esta facultad: "En verdad, en verdad os digo: Quien cree en mí, las obras que yo hago él también las hará, y mayores que éstas hará", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 81.
Pero ¿cuáles son éstas mayores? ¿Acaso el que los enfermos se curasen, cuando ellos pasaban, con la sombra únicamente? En realidad, es más curar con la sombra que con el vestido. Sin embargo, cuando esto dice, lo que hace es recomendar sus palabras y obras. Y cuando dijo: "El Padre que está en mí, El practica las obras", ¿qué otras obras podía significar si no se refería a las palabras? El fruto de sus palabras era ciertamente la fe de ellos. Y con todo, cuando los discípulos predicaban el Evangelio, los creyentes no eran en tan escaso número como ellos, sino que las naciones creyeron. Además, ¿no se apartó aquel rico de su presencia lleno de tristeza? Pues sin embargo, lo que uno no practicó habiéndolo oído de sus labios, luego lo hicieron muchos cuando habló por boca de sus discípulos. Véase cómo realizó mayores cosas predicado por los creyentes que escuchado por los presentes. Mas no debemos fijarnos solamente en que obró mayores cosas por apóstoles, siendo así que no se refiere a ellos solos cuando dice "El que cree en mí". ¿Y acaso no debemos contar entre los fieles a los que no hayan llevado a efecto mayores cosas que Cristo? Duro es esto si no se comprende. El Apóstol dice: "Al que cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es imputada a justicia" ( Rm 4,5). Aun en esta sola operación obramos en Cristo, porque es obra de Cristo el que creamos en El, y obra esto en nosotros, pero no sin nuestra cooperación. Atiéndase, pues: "El que cree en mí, las obras que yo hago él también las hará", porque yo hago que él haga. ¿Qué obras son éstas sino que de la impiedad pase a la justicia? Y esto lo hace Cristo en él, pero no sin él. Me atrevería a decir que esto es mucho más grande que crear el cielo y la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, pero la salvación y justificación de los predestinados serán eternas. Pero en los cielos los ángeles son también creados por Cristo. ¿Y hacen algo mayor que ellos los que cooperan con Cristo a su justificación? Discierna el que pueda qué es mayor, si crear justos o justificar impíos. Pues si lo uno y lo otro suponen igual poder, lo segundo implica mayor misericordia. Mas tampoco hay necesidad de entender en absoluto todas las obras de Cristo, cuando decía "Hará mayores que éstas", porque acaso aludía a las que en aquel instante obraba. Y en ese caso verdaderamente es de menos cuantía el predicar las palabras de la justicia (cosa que hace sin nosotros), que el justificar a los impíos, que se hace en nosotros para que nosotros lo hagamos.
El Señor prometió, a los que le pidiesen, una gran esperanza diciendo: "Porque yo voy al Padre".
 
Crisóstomo ut supra.
Esto es, no muero, sino que permaneceré con igual poder y estaré en los cielos. Tal vez quiso significar: En adelante, el hacer milagros es cosa que a vosotros toca, porque yo me voy.
 
San Agustín ut supra.
Y para que ninguno se atribuyese las cosas mayores que según su promesa harían, dice: "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré". Antes había dicho hará y ahora dice haré, como diciendo: no os parezca esto imposible. No será mayor que yo el que en mí cree, pero yo haré entonces cosas mayores que las que hago ahora; realizaré más por el que crea en mí, que lo que ahora realizo por mí mismo. Lo cual no supone disminución de poder sino dignación.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 73.
Dice, empero, en mi nombre, porque los mismos apóstoles se expresaban así ( Hch 3,6): "En el nombre de Jesucristo, levántate y anda". En efecto, todo lo que hacían, lo hacía Jesús, y el poder del Señor estaba con ellos.
 
Teofilacto.
En estas palabras nos enseña la doctrina de los milagros, que todos pueden realizar por la oración y por la invocación de su nombre.
 
San Agustín ut supra.
Y ¿cómo dice "cuanto pidiereis", cuando vemos que muchos fieles piden y no reciben? ¿Acaso es porque piden mal? El que ha de convertir en su daño lo que pide, no lo recibe, por la misma piedad de Dios. ¿Cómo, pues, ha de entenderse "Todo lo que pidiereis, lo haré", si Dios no concede algunas cosas a los que se las piden mirando por su bien? ¿Por ventura se dijo esto solamente a los apóstoles? De ninguna manera, porque más atrás había dicho: "Quien cree en mí, las obras que yo hago, él mismo las hará" ( Jn 14,12). Porque, concretándonos a los mismos apóstoles, vemos que a aquel que hizo más que los otros se le rogó que se apartase de él el espíritu de Satanás, y no consiguió lo que había pedido. Oigase lo que en este lugar se dice: "En mi nombre" (que es Cristo Jesús); Cristo significa Rey, y Jesús, Salvador. Por esta razón todo aquello que pidiéremos en contra nuestra, no es pedido en nombre del Salvador. Porque El es Salvador no sólo cuando concede lo que pedimos, sino también cuando no lo concede, porque más Salvador se muestra cuando deja de hacer aquello que va contra nuestra salvación, a la manera que el médico conoce si lo que pide el enfermo es nocivo o provechoso para su salud. Véase por qué, cuando pedimos algo perjudicial, no concede la petición por acudir a la salvación. También es cierto que muchas cosas que en su nombre pedimos no las concede en el momento que nosotros la pedimos, pero las concede después; las difiere, no las niega. Inmediatamente añade: "Para que sea glorificado el Padre en el Hijo, lo que pidiereis en mi nombre esto haré". Es decir, que el Hijo nada hace sin el Padre, puesto que lo hace para que sea glorificado.
 
Crisóstomo ut supra.
Al ostentarse el Hijo tan poderoso, se glorificará el que lo engendró. Pone esto también para dar más fuerza a sus propias palabras.
 
Teofilacto.
Atiéndase al orden que sigue la glorificación del Padre. En el nombre de Jesús se verifican los milagros por los cuales los apóstoles han de dar autoridad a su predicación. Y así, llegando al conocimiento del Padre, el Padre se glorificaba en el Hijo.
   
15-17
"Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador para que more siempre con vosotros: el Espíritu de la Verdad, a quien no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; mas vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros y estará en vosotros". (vv. 15-17)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Habiendo dicho el Señor: "Todo lo que pidiereis esto haré" ( Jn 14,13), para que no creyesen que bastaría sencillamente hacer una petición cualquiera, añade: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Como diciendo: Entonces haré lo que pedís. O bien porque ellos naturalmente se turbasen al oírle decir que iba a su Padre, dijo: "No es amarme el que os turbéis, sino el que hagáis mis mandamientos". Y esto es en verdad el amor: obedecer y creer al que se ama. Pero como era natural que ellos lo buscasen en su presencia corpórea, y deseasen ardientemente el consuelo que antes tuvieron, les dice: "Y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador".
 
San Agustín In Ioannem tract., 74.
En tales palabras manifiesta que El era también el Consolador. La palabra Paracletus 1 significa abogado, y así se dijo de Cristo: "Tenemos un abogado en Jesucristo para con el Padre" ( 1Jn 2,1).
 
Alcuino.
O bien, Paráclito quiere decir Consolador, porque efectivamente tenían ellos a la sazón en El un consolador que solía elevarlos y fortalecerlos con la dulzura de sus milagros y con su predicación.
 
Dídimo De Spiritu Santo.
Llamó al Espíritu Santo otro Consolador, no por la diversidad de esencia sino de operación, porque el Salvador desempeñaba el oficio de mediador y de enviado, para que a modo de Pontífice rogase por nosotros pecadores, y la denominación de Paráclito respecto del Espíritu Santo ya tiene otro sentido, y es el de consolador de los tristes. Mas no se vaya a deducir de esta diversidad de operaciones que la esencia del Hijo es distinta de la del Espíritu Santo, siendo así que en otro lugar el Espíritu Paráclito desempeña el papel de enviado delante del Padre. Así se lee: "El mismo Espíritu pide por nosotros" ( Rom 8,26). Y en cambio, el Salvador consuela los corazones de aquellos que necesitan de consolación, como se lee: "Y consoló a los humildes del pueblo" ( 1Mac 14,14).
 
Crisóstomo ut supra.
Dijo "Rogaré al Padre", para hacerles más dignas de fe las palabras que les dirigía. Porque si hubiese dicho: "Yo enviaré", no lo hubiesen creído simplemente.
 
San Agustín Contra Arianos cap. 19.
Mas para demostrar que sus acciones y las del Padre eran inseparables, dijo en otra parte: "Cuando hubiere marchado, lo enviaré a vosotros" ( Jn 16,7).
 
Crisóstomo.
¿Y en qué sería mayor que los apóstoles, si sólo rogase al Padre que les concediese el Espíritu? Muchas veces hicieron los apóstoles lo mismo aun sin preceder oración.
 
Alcuino.
Dice "Rogaré a mi Padre", como inferior que soy en cuanto a la humanidad, pero a quien soy igual y consustancial respecto de la divinidad.
 
Crisóstomo ut supra.
También dice: "Para que permanezca entre vosotros eternamente", porque ni aun después de la muerte se separa. Aquí insinúa implícitamente que el Espíritu Santo no morirá como El, ni tampoco se separará. Y a fin de evitar que creyeran, escuchando lo del Paráclito, en otra encarnación, y que lo habían de ver con los ojos, dice: "El Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve, ni lo conoce".
 
San Agustín ut supra.
Este es en la Trinidad el Espíritu Santo, a quien la Iglesia proclama coeterno y consustancial con el Padre y con el Hijo.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Llámalo Espíritu de verdad, porque explica las figuras del Antiguo Testamento. Por mundo se significa a los malos, y por visión un conocimiento evidente, dado que la vista es el más claro de los sentidos.
 
Beda.
Obsérvese además que cuando llama al Espíritu Santo Espíritu de verdad, manifiesta que el Espíritu Santo es su propio Espíritu. Después, cuando promete que el Padre lo mandará, que es también el Espíritu del Padre. Por esta razón el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
 
San Gregorio Moralium 5, 20
Todo aquello que el Espíritu Santo llenare con su presencia, se eleva al deseo de las cosas invisibles. Y como los corazones mundanos no desean sino las visibles, no lo recibe este mundo, que no sabe levantarse hasta el amor de lo invisible. Las almas mundanas tanto menos espacio dejan para recibir al Espíritu cuanto más se dilatan por sus deseos hacia las cosas exteriores.
 
San Agustín In Ioannem tract., 74.
Dice que el mundo no puede recibir al Espíritu Santo, de la misma manera que si dijéramos: La injusticia no puede ser justa. El mundo (esto es, sus amadores) no puede recibirlo, porque no lo ve. Porque el amor humano no tiene ojos invisibles, y éstos son los únicos que pueden ver lo invisible, como es el Espíritu Santo. Prosigue: "Mas vosotros le conoceréis, porque permanecerá con vosotros". Y para evitar que sospechasen que permanecería a la manera de un huésped que está visiblemente entre los hombres, dice: "Estará en vosotros".
 
Crisóstomo ut supra.
Es decir: "No permanecerá entre vosotros como yo, sino que habitará en vuestras almas".
 
San Agustín ut supra.
Primeramente es existir en algún sitio, y luego permanecer. Pero el Señor expuso lo que había dicho: "Junto a vosotros", cuando añadío: "en vosotros", pues si no está en vosotros, su ciencia no puede existir en vosotros. Así pues es vista por vosotros en vosotros y en vuestra conciencia.
 
San Gregorio Moralium 4, 41
Mas si el Espíritu Santo ha de permanecer también en los discípulos, ¿cómo podrá ya ser un signo especial su permanencia en el mediador? Se lee en el Evangelio: "Sobre el que vieres al Espíritu descender y permanecer, éste es el que bautiza" ( Jn 1,33). Para comprender esta dificultad hay que distinguir los dones del Espíritu. El Espíritu Santo mora siempre en todos los escogidos con aquellos dones sin los cuales no podrían venir a la vida. Pero en aquellos dones que no son necesarios para nuestra propia vida, sino para salvar la de los demás, no mora siempre. A veces no se da a conocer por la exterioridad de los milagros, para que de este modo se posean sus virtudes más humildemente, pero Cristo lo tuvo siempre y en todas ocasiones presente.
 
Crisóstomo ut supra
Con esta sola frase destruyó de un solo golpe muchas herejías. Porque al decir otro ( Jn 14,16), demostró la diferencia de persona entre El y el Espíritu Santo; y al decir Paráclito, que le era conocida su esencia.
 
San Agustín Contra Arianos cap.19
El Apóstol llama a Dios consolador (oficio que reserva al Espíritu Santo como tercera persona de la Trinidad). Dice el Apóstol: "Dios, que consuela a los humildes, nos consoló" ( 2Cor 7,16). Luego, el Espíritu Santo que consuela a los humildes es Dios. Y si quieren entender esto del Apóstol refiriéndose al Padre o al Hijo, cesen de separar al Espíritu Santo del Padre y del Hijo, como si fuese exclusivo de El consolar a los humildes.
 
San Agustín In Ioannem tract., 74.
Y si el amor de Dios se extendió en nuestros corazones por el Espíritu Santo ( Rom 5,5), que se nos dio, ¿cómo podremos amar y guardar los mandamientos de Cristo y hacernos dignos de recibirlo? ¿Es que acaso hay en nosotros un amor precedente con el cual amamos a Cristo, y por su amor y la guarda de sus mandamientos nos hacemos acreedores a recibir el Espíritu Santo, y después se llenan nuestros corazones del amor del Padre? Reprobable es esta creencia, porque el que cree que ama al Hijo sin amar al Padre, ciertamente no ama al Hijo, sino que ama una ficción de su imaginación. Sólo nos queda una explicación, y es que el que ama tiene ya al Espíritu Santo, y teniéndolo merece tenerlo más, y teniéndole más merece amar más. Así, pues, los discípulos ya tenían el Espíritu que el Señor les prometía, pero se les había de dar de una manera más excelsa. Lo tenían en estado latente, y debían recibirlo con toda solemnidad. Por cuya razón se promete con fundamento no sólo al que no lo tiene sino también al que lo tiene: al que no lo tiene para que lo tenga, y al que lo tiene para que lo posea más.
 
Crisóstomo ut supra.
El Espíritu Santo debía descender sobre sus discípulos de un modo más especial, cuando ya los había purificado de sus faltas, cuando el pecado había sido destruido, y cuando aquellos iban a ser expuestos a los peligros y sufrimientos. No inmediatamente después de la resurrección, a fin de que lo recibiesen con mayor suma de gracias, a causa del mayor deseo.
 
Notas
1. En griego, paraklhtoV , el que ayuda consolando, exhortando, mediando. También significa abogado, particularmente el que aboga ante Dios.
   
18-21
"No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo ya no me ve. Mas vosotros me veis, porque yo vivo y vosotros viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien tiene mis mandamientos y los guarda, aquél es el que me ama. Y el que me ama será amado de mi Padre y yo le amaré, y me le manifestaré a mí mismo". (vv. 18-21)
 
San Agustín In Ioannem tract., 75.
Para que no creyese alguno que el Señor daría el Espíritu Santo de tal manera que El se separase de ellos para siempre, dijo en seguida: "No os dejaré huérfanos". La palabra griega huérfano 1 equivale a la latina pupilo. Y aunque el Hijo de Dios nos adoptó a nosotros como a hijos de su Padre, sin embargo, en esto manifiesta El mismo un amor paternal hacia nosotros.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Ya desde el principio les había dicho: "Vendréis donde yo voy". Pero como era mucho el intervalo de tiempo, les prometió el Espíritu, e ignorando ellos en qué consistía el Espíritu, les prometió lo que más deseaban, que era su presencia propia, diciendo: "Vendré a vosotros". Pero insinuando al mismo tiempo ocultamente (y con objeto de que no creyesen que había de venir en la forma corporal que a la sazón tenía) el modo de su venida, diciendo: "Todavía un poco, y el mundo ya no me ve", es decir: Vendré a vosotros, mas no como antes viviendo diariamente entre vosotros. Y para que no le objeten: ¿Cómo es que dijiste a los judíos "dentro de poco no me veréis"?, contesta de antemano diciendo: "Vendré a vosotros solos".
 
San Agustín In Ioannem tract., 75.
Entonces lo veía el mundo con los ojos carnales, revelándose claramente en la humanidad, mas no veía al Verbo que se ocultaba tras el velo de la carne. Pero como después de la resurrección no quería demostrar a quienes no eran sus discípulos, esta misma carne que a los suyos no sólo permitió ver, sino también tocar, dijo: "Todavía un poco, y el mundo no me verá, mas vosotros me veréis". Pero como en el día del juicio lo verá también el mundo, con cuyo nombre significó a los extraños al reino de su Padre, parece preferible entender aquí aquel tiempo, o sea, cuando en el día del juicio se apartará de la vista de los condenados, para que lo vean solamente los que lo aman. Y dijo "un poco", porque lo que a los hombres parece de larga duración es de duración brevísima para Dios.
"Porque yo vivo y vosotros vivís".
 
Teofilacto.
Como diciendo: Aunque muera, resucito sin embargo. "Vosotros también viviréis", esto es, cuando me hubiereis visto os alegraréis, y con mi aparición resucitaréis como si hubieseis estado muertos.
 
Crisóstomo ut supra.
Me parece que no alude a la vida presente sino a la futura, como si dijese: La muerte de cruz no me separará para siempre de vosotros, sino que me ocultará a vosotros un breve momento.
 
San Agustín ut supra.
¿Por qué al decir que El vive habla de presente, y cuando dice que ellos vivirán, de futuro, sino porque la vida del cuerpo resucitado, que había de preceder en El, seguiría también en ellos? Y como su resurrección había de ser muy en breve, pone el verbo en presente, para significar la premura. Y en cambio, como la de ellos se dilataría hasta el fin del mundo, no dice vivís, sino viviréis. Porque El vive, viviremos nosotros. Por el hombre la muerte y por el hombre la resurrección de los muertos ( 1Cor 15,21). De aquí que sigue: "En aquel día (en que vosotros viviréis) conoceréis (no como ahora por la fe sino por la contemplación) que yo estoy en el Padre y vosotros en mí, y yo en vosotros". Porque en tanto que vivamos aquella vida que destruye la muerte, llegará a su perfección lo que entonces empezó por El, esto es, que El esté en nosotros y nosotros en El.
 
Crisóstomo ut supra.
O bien: Conoceréis, desde el mismo día en que yo resucite. Porque cuando vieron que había resucitado y que habitaba con ellos, adquirieron una fe certísima, porque la virtud del Espíritu Santo les enseñaba todas las cosas. Dijo: "Yo estoy en mi Padre", como signo de humildad. Y al decir: "Y vosotros en mí, y yo en vosotros", alude a la humanidad y al auxilio divino. La Escritura suele usar muchas palabras en sentido distinto cuando las refiere a Dios y cuando las refiere a los hombres.
 
San Hilario De Trin. lib. 8.
También El está en el Padre por la divinidad, nosotros en El por su nacimiento corpóreo, y de nuevo El en nosotros por el misterio del sacramento. Porque El atestiguó ( Jn 6,56): "Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en El".
 
Alcuino.
Por el amor y observancia de sus mandamientos se llevará a cabo lo que se empezó por El, a saber: que El esté en nosotros y nosotros en El. Y para que se comprenda que esta felicidad es asequible a todos y no sólo a los apóstoles, añade: "El que tiene mis mandamientos y los guarda", etc.
 
San Agustín ut supra.
Quien los tiene presentes en la memoria y los guarda en la vida; quien los tiene en sus palabras, y los practica en sus obras; quien los tiene en sus oídos, y los practica haciendo; quien los tiene obrando y perseverando, "Ese es el que me ama". El amor debe demostrarse con obras, para que su nombre no sea infructuoso.
 
Teofilacto.
Como diciendo: Vosotros creéis que es signo de amor el contristaros por mi muerte, y yo sólo reputo como signo el observar mis mandatos. Qué ventajas reporta el que ama, lo manifiesta diciendo: "Porque el que me ame a mí, será amado por el Padre, y yo lo amaré".
 
San Agustín ut supra.
Pero ¿qué es eso de le amaré? ¿Es que al presente no ama? Se explica esta dificultad por lo siguiente: "Y me manifestaré a El", esto es, hasta tal punto lo amaré, que me manifestaré a él, y obtendremos como premio de nuestra fe la visión. Entonces nos amaba hasta concedernos la fe; después hasta darnos la visión. Ahora amamos creyendo lo que veremos, mas entonces amaremos viendo lo que hemos creído.
 
San Agustín Ad Paulinam de videndo Deo cap. 1.
Prometió que sería visto por sus amadores, como Dios con el Padre, y no a la manera que era visto en la tierra, en cuerpo, y hasta por los malos.
 
Teofilacto.
O porque después de la resurrección aparecería a ellos en forma corporal que dejase ver mejor la divinidad, y les predice esto para que después no crean que es un simple espíritu o fantasma. Y entonces, viéndolo, no desconfíen, sino que recuerden que se aparece a ellos porque han guardado sus mandamientos. De esta manera quedarían obligados a guardarlos siempre, para que siempre se aparezca a ellos.
 
Notas
1. En griego, orfanoV , huérfano. Se refiere tanto a los que han dejado de tener padres por muerte como por abandono.
   
22-27
Le dice entonces Judas, no aquel Iscariotes: "Señor, ¿qué es la causa que te has de manifestar a nosotros y no al mundo?" Jesús respondió y le dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado, estando con vosotros y el Consolador, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, El os enseñará todas las cosas; y os recordará todo aquello que yo os hubiere dicho. La paz os dejo: mi paz os doy: no os la doy yo como la da el mundo". (vv. 22-27)
 
San Agustín In Ioannem tract., 76.
Como el Señor había dicho "Todavía un poco, y el mundo no me verá, pero vosotros me veréis" ( Jn 14,19), le interroga acerca de este punto Judas, no el traidor que se denominaba Iscariotes, sino aquel que dejó una epístola entre las Escrituras canónicas. Por eso dice: "Dícele Judas, no el Iscariotes: Señor, ¿por qué te manifestarás a nosotros y no al mundo?". Le pregunta la causa por qué se ha de manifestar a ellos y no al mundo. Y el Señor le explica la causa por qué se ha de manifestar a ellos y no a los extraños, a saber: porque lo aman, y aquéllos no. Respondió Jesús y les dijo: "Si alguien me ama, guardará mis palabras", etc.
 
San Gregorio In Evang. hom 30.
La prueba del amor está en las obras: el amor de Dios nunca es ocioso, porque si es muy intenso obra grandes cosas, y cuando rehuye obrar ya no es amor.
 
San Agustín ut supra.
El amor aparta del mundo a los santos. Es el único que hace a los concordes habitar en la mansión en que el Padre y el Hijo moran. Ellos dan este amor, a los que concederán por fin su contemplación. Hay cierta manifestación interior de Dios, que los impíos desconocen por completo, porque para éstos no hay manifestación alguna de Dios Padre y Espíritu Santo. La del Hijo pudo existir, pero en carne, que no es tampoco como aquélla, ni pudo ser por mucho tiempo, sino por breve, y esto no para alegría, sino para condenación; no para premio, sino para castigo. Después continúa: "Y vendremos a él". En efecto, vienen a nosotros, si vamos nosotros a ellos; vienen con su auxilio, nosotros con la obediencia; vienen iluminándonos, nosotros contemplándolos; vienen llenándonos de gracias, nosotros recibiéndolas, para que su visión no sea para nosotros algo exterior, sino interno, y el tiempo de su morada en nosotros no transitorio sino eterno. Por eso continúa: "Y habitaremos en él".
 
San Gregorio ut supra.
Viene en verdad al corazón de algunos, y no hace morada en ellos, porque si bien se vuelven a Dios por la contrición, después, cuando están en la tentación, se olvidan del arrepentimiento y vuelven a sus pecados, como si no los hubieran deplorado. Pero en el corazón del que ama a Dios verdaderamente, Dios desciende y mora: porque de tal manera está penetrado del amor divino, que ni aun en el tiempo de la tentación lo echa en olvido. Verdaderamente ama a Dios aquel que no se deja dominar un momento en su alma por los malos deleites.
 
San Agustín ut supra.
¿Creerá alguien quizá que porque el Padre y el Hijo habitan en sus escogidos, se excluya al Espíritu Santo? ¿Pues no dice más arriba hablando del Espíritu Santo: "Con vosotros habitará y en vosotros estará"? ( Jn 14,17). ¿O es que hay alguien tan inclinado a lo absurdo que crea que con la venida del Padre y del Hijo, se apartará el Espíritu Santo para ceder el puesto a personas mayores? Mas a este pensamiento natural, responde la Sagrada Escritura, cuando dice: "Para que permanezca eternamente con vosotros" ( Jn 14,16). Tendrá, pues, la misma mansión que el Padre y el Hijo por toda la eternidad. Porque ni el Espíritu Santo viene sin Ellos, ni Ellos sin El. Mas para hacer la separación de la Trinidad, se dicen algunas cosas de cada una de las personas separadamente. Sin embargo, no pueden entenderse excluyendo las otras, por la unidad de sustancia.
 
San Gregorio ut supra.
Tanto más se aleja uno del amor supremo cuanto más se acerca a las cosas inferiores. Por esta razón dice: "Quien no me ama, no guarda mis palabras". En el amor del Creador deben buscarse, pues, la lengua, el entendimiento y la vida.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Pensó acaso Judas que como nosotros vemos los muertos entre sueños, de la misma suerte habrían de verle. Por tanto, pregunta: "¿Cómo es que debes manifestarte a nosotros y no al mundo?". Como diciendo: ¡Ay de nosotros! Que morirás y luego te presentarás como muerto. Para que no incurrieran en este error, dice: "Yo y el Padre vendremos a él". Como diciendo: De la misma manera que el Padre se manifestará, me manifestaré yo. "Y haremos mansión en él", lo cual no es propio de los sueños. "Y la palabra que me habéis oído no es mía, sino de Aquel que me envió", como diciendo: No sólo a mí, sino que tampoco al Padre ama el que no oye mi palabra. Dice esto, porque nada habla fuera del Padre, ni nada que Este desapruebe.
 
San Agustín ut supra.
Acaso quiso establecer cierta distinción con la palabra al decir "palabras" en plural: "El que no me ama no guarda mis palabras", para que cuando se refiriese a "la palabra" (esto es, el Verbo) que no es de sí misma sino "del Padre que me envió", esto se entendiese de El mismo. Porque El no es Verbo de sí mismo, sino del Padre; así como tampoco es imagen de sí mismo, sino del Padre; ni Hijo de sí mismo, sino del Padre. Por eso atribuye con mucha razón al Autor de todo cuanto hace igualmente, porque de El le viene el serle igual en todo.
 
Crisóstomo ut supra.
Habiéndoles dicho algunas cosas de las cuales unas eran inteligibles y otras no entendieron, para que no se turbasen, prosigue: "Os he hablado estas cosas mientras vivo con vosotros".
 
San Agustín In Ioannem tract., 77.
La convivencia que les promete para lo futuro es distinta de aquella que al presente les concede. La primera es espiritual y radica en lo interior; ésta corporal y susceptible de manifestarse a lo exterior por los ojos y los oídos.
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Los prepara para que pueda hacérseles más llevadera su ausencia corporal, prometiéndoles que ésta será origen y fuente de grandes bienes para ellos. Porque mientras El no se ausentase y no viniese el Espíritu Santo, nada grande podían saber. Sigue por ende: "El Espíritu Santo Paráclito que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas e inspirará lo que yo os dijere".
 
San Gregorio In Evang hom. 30.
La palabra griega paraklhto( 1 quiere decir abogado y consolador. Y se llama abogado, porque se interpone entre nuestras culpas y la justicia del Padre, haciendo que aquellos que de su inspiración se llenan, se conviertan en penitentes. Y se llama consolador el mismo Espíritu, porque libra de la aflicción el alma de aquellos que, habiendo merecido el perdón de sus pecados, los prepara con esa esperanza.
 
Crisóstomo ut supra.
Constantemente le llama Paráclito, porque alivia sus aflicciones.
 
Dídimo De Spiritu sancto.
El Salvador afirma que el Espíritu Santo será enviado por el Padre en su nombre, siendo propiamente el nombre de Salvador el del Hijo. De este modo se significa con esta palabra la unidad de naturaleza, y la propiedad (si es lícito expresarse así) de las personas. El venir en nombre del Padre, es sólo propio del Hijo, salvadas las relaciones entre el Padre y el Hijo, y ninguno otro viene en el nombre del Padre, sino, por ejemplo, en el nombre del Señor, Dios Todopoderoso. Como los siervos que vienen en el nombre del Señor, por lo mismo que están sometidos y sirven, testimonian al Señor (siendo siervos del Señor), así también el Hijo, que viene en el nombre del Padre, lleva su nombre, porque así se prueba como tal Hijo Unigénito. Y como el Espíritu Santo se envía en el nombre del Hijo, se demuestra la unidad en que está con el Hijo: de donde también se dice Espíritu del Hijo por su adopción, haciendo hijos a aquellos que habían querido recibirle. Mas este Espíritu Santo, que viene en el nombre del Hijo enviado por el Padre, enseñará todas las cosas a los que han sido perfeccionados en el nombre de Cristo, en cuanto aquéllas corresponden a lo espiritual y a los sacramentos intelectuales de la verdad y de la sabiduría. Mas enseñará, no como se aprenden ciertas artes y la ciencia con esfuerzo y diligencia, sino como corresponde a aquel arte que es a la vez doctrina y sabiduría, inspirando invisiblemente el Espíritu de la verdad la ciencia de lo divino en el entendimiento.
 
San Gregorio ut supra.
Ociosa será la enseñanza del doctor si el Espíritu Santo no asiste al corazón del que oye, y así nadie adjudique al maestro lo que oye de sus labios. Porque si en su interior no está el que enseña, la lengua del doctor trabaja en vano para expresarse. Ni aun el mismo Creador habla al hombre para su enseñanza, si no hace preceder al Espíritu Santo por la unción. ¿Acaso es que el Hijo habla y el Espíritu Santo enseña, de tal suerte, que al hablar el Hijo sigamos la doctrina y la entendamos por el auxilio del Espíritu Santo? Luego toda la Trinidad dice y enseña; pero la débil inteligencia humana no puede comprender sus operaciones, sino atribuyéndolas separadamente a las personas.
 
San Gregorio ut supra.
Debemos inquirir por qué se dice del mismo Espíritu Santo: "Os sugerirá todas las cosas", siendo oficio de inferior el sugerir. Pero como también por sugerir entendemos algunas veces el hecho de suministrar, decimos que el Espíritu invisible sugiere, no porque inspire en nosotros la ciencia de lo profundo, sino la de lo oculto.
 
San Agustín ut supra.
Sugerirá (esto es, nos traerá a la memoria) y aun debemos entender que se nos manda no olvidar, que los salubérrimos preceptos que Cristo nos conmemoró, pertenecen a la gracia.
 
Teofilacto.
En efecto, el Espíritu Santo, no sólo enseñó, sino que también recordó. Enseñó todo aquello que Cristo no había enseñado por superar a nuestras fuerzas, y recordó todas las cosas que el Señor había dicho, y que ya sea por su oscuridad, ya sea por la torpeza de ellos, no habían podido conservar en la memoria.
 
Crisóstomo ut supra.
Mas como ellos al oír esto se turbaban pensando que después de su ausencia les amenazaban rencores y luchas, los consuela de nuevo diciendo: "La paz os dejo, os doy mi paz".
 
San Agustín ut supra.
Nos deja la paz en este mundo, con cuya ayuda vencemos al enemigo, y para que también aquí nos amemos mutuamente. Nos dará su paz en la vida futura, cuando reinaremos sin enemigos, y donde nunca podremos disentir entre nosotros. Y El mismo es nuestra paz, ahora que creemos que es y cuando le veamos tal cual es. Mas ¿por qué, cuando dice "La paz os dejo", no añade mía, y sí, cuando dice: Os doy? ¿Acaso habrá que sobreentender mía donde no se dijo? ¿O es que hay aquí algún sentido oculto? Quiso significar por su paz aquella que El tiene, y porque la paz que nos dejó en este mundo más bien puede llamarse nuestra que de El. Nada hay que esté en lucha con El, porque está completamente exento de pecado, y nosotros, en cambio, tenemos la paz que es compatible con el estado en que tenemos que decir: Perdónanos nuestras deudas ( Mt 6,12). Pero también hay paz entre nosotros, porque sabemos del mutuo amor que nos tenemos. Pero ni aun esta paz es completa, porque no vemos mutuamente los pensamientos de nuestros corazones. Tampoco se me oculta que estas palabras del Señor pueden considerarse como repetición de un mismo pensamiento. Y al proseguir el Señor: "No os la doy yo como la da el mundo", ¿qué otra cosa es esto sino no como la dan los hombres que aman al mundo? Estos se conceden la paz a fin de gozar del mundo sin molestias; y cuando conceden la paz a los justos, de tal manera que dejan de perseguirlos, la paz no puede ser verdadera donde no hay verdadera concordia, porque sus corazones están muy separados.
 
Crisóstomo ut supra.
La paz exterior sirve muchas veces para el mal, y no aprovecha de nada a los que la tienen.
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 59.
Porque es la paz serenidad en el entendimiento, tranquilidad de ánimo, sencillez de corazón, vínculo de amor y consorcio de caridad, sin que pueda llegar a la heredad del Señor quien no quisiere observar el testamento de la paz, ni puede estar conforme con Cristo el que no lo esté con el cristiano.
 
Notas
1. En griego, paraklhtoV , el que ayuda consolando, exhortando, mediando. También significa abogado, particularmente el que aboga ante Dios.
   
27-31
"No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Ya habéis oído que os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amaseis os gozaríais ciertamente, porque voy al Padre: porque el Padre es mayor que yo. Y ahora os lo he dicho antes que sea, para que lo creáis cuando fuere hecho. Ya no hablaré con vosotros muchas cosas, porque viene el príncipe de este mundo, y no tiene nada en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y cómo me dio el mandamiento el Padre, así hago. Levantaos, y vamos de aquí". (vv. 27-31)
 
Crisóstomo In Ioannem hom., 74.
Como había dicho: "Os dejo la paz" ( Jn 14,27) (cosa propia del que se ausenta), pudiendo esto turbarlos, dice: "No se turbe vuestro corazón ni se acobarde", porque esto lo sufrían por el amor y aquello por el miedo.
 
San Agustín In Ioannem tract., 78.
Podía turbarse y temblar el corazón de ellos, porque se ausentaba (aunque había de volver), y acaso entre tanto el lobo invadiría el rebaño por la ausencia del pastor. De aquí sigue: "Habéis oído que os dije: Voy y vengo a vosotros". Iba en tanto que era hombre, más permanecía en cuanto era Dios. ¿Por qué así turbarse y temblar su corazón, cuando si bien se ocultaba a la vista, no abandonaba al corazón? Y para que comprendiesen que al decir que se iba hablaba en cuanto hombre, dijo: "Si me amaseis os alegraríais, porque voy al Padre", etc. Por lo mismo de que el Hijo no era igual al Padre, por eso irá al Padre, desde el cual vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Mas también por lo mismo que es igual al Generador, no se separa del Padre, sino que está con El todo en todas partes, con igual divinidad, la cual no ocupa lugar. El mismo Hijo de Dios, igual al Padre en la forma de Dios (porque se anonadó no dejando la forma de Dios, sino tomando la de siervo), es también mayor a sí mismo, porque la forma de Dios, no perdida, es superior a la de siervo, tomada. Esta, pues, es la forma de siervo, respecto de la que el Hijo de Dios es menor, no sólo al Padre, sino también al Espíritu Santo. También respecto de esta forma de siervo, Cristo era inferior a sus propios padres, cuando siendo niño les estaba sometido según dice el Evangelio. Reconozcamos, pues, la doble naturaleza de Cristo: la una por la cual es igual al Padre, que es la divina, y la humana, que le hace inferior al Padre. Una y otra naturaleza no constituyen dos, sino un solo Cristo, porque Dios no es cuaternidad, sino Trinidad. Dijo asimismo: "Si me amarais, os alegraríais, porque voy al Padre", en atención a que la naturaleza humana merecía albricias por haber sido tomada por el Verbo Unigénito, que la había de hacer inmortal en el cielo, y hasta tal punto se había de sublimar en la tierra, que el polvo incorruptible se sentaría a la derecha del Padre. ¿Quién, que ame a Cristo en tal manera, no había de alegrarse, viendo su naturaleza elevada a grado inmortal, y esperando para sí gloria semejante por Cristo?
 
San Hilario De Trin. lib. 9.
Si por la autoridad del donante el Padre es mayor que yo, ¿acaso se aminora el Hijo por la confesión de esta donación? El donante es mayor, en efecto, pero ya no es menor al que se le concede el que sea uno con El.
 
Crisóstomo ut supra.
Aún no conocían los Apóstoles lo que significaba aquella resurrección que había predicho, diciendo "Voy y vengo a vosotros", ni tenían un concepto adecuado de El, sino que juzgaban que el Padre era superior. Quiere, pues, decirles: Aunque tembláis por mi causa, creyendo que yo no me basto para auxiliarme a mí mismo, ni confiáis en que de nuevo os veré después de la cruz, sin embargo, oyendo que voy al Padre, convenía que os alegraseis, porque voy hacia un ser superior, capaz de destruir todo lo que me molesta. Todas estas cosas se dirigían a la debilidad de los discípulos. Por eso añade: "Y os lo he dicho ahora, antes que suceda, para que creáis cuando haya sucedido".
 
San Agustín In Ioannem tract., 79.
¿Cómo es esto? ¿Pues no debe creer el hombre, antes que suceda, todo aquello que tiene obligación de creer? En verdad que el mérito de la fe está en que no se vea aquello que se cree. Porque si bien se dijo: "Porque viste, creíste" ( Jn 20,29), aquel a quien esto se dijo, no creyó lo mismo que vio: vio al hombre y creyó en Dios. Mas aunque se dice que se creen las cosas que se ven, como suele decir cada cual que ha creído con los ojos, sin embargo, no es ésta la fe que se edifica en nosotros, sino que por las cosas que vemos se opera en nosotros la creencia de aquellas que no se ven. Dice: "Cuando haya sucedido", porque después de la muerte, lo habían de ver vivo y subiendo al Padre. Y visto esto, habrían de creer que El es el Cristo, Hijo de Dios, porque pudo hacer esto y predecirlo antes que sucediese. Y habían de creer esto, no por una fe nueva, sino por la misma fe aumentada. O mejor, con una fe que faltó cuando murió, pero que renació con la resurrección.
 
San Hilario ut supra.
Aduce el mérito de la gloria que había de recibir, diciendo: "Ya no hablaré muchas cosas con vosotros".
 
Beda.
Hablaba de este modo, porque estaba muy cercano el tiempo en que había de ser preso y llevado a la muerte: "Porque viene el príncipe de este mundo".
 
San Agustín ut supra.
¿Quién sino el diablo? Mas el diablo no es príncipe de las criaturas, sino de los pecadores. De aquí, cuando el Apóstol dice: "Contra los rectores del mundo" ( Ef 6,12), expone en seguida lo que entiende por mundo: "De estas tinieblas", esto es, de los hombres impíos. "Y nada tiene en mí"; porque ni Dios había venido con pecado, ni la Virgen había parido su carne de la descendencia del pecado. Y como si alguien le objetase: ¿Entonces cómo vas tú a morir, no teniendo pecado, cuando sólo éste es merecedor de la muerte? Continúa: "Para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me dio el mandamiento, así hago. Levantáos, vamos de aquí", porque recostado hablaba a los discípulos, también recostados 1. "Vamos" (dijo) al lugar en que tiene que ser entregado a la muerte, el que de ninguna manera la merecía. Mas para morir, tenía el mandato del Padre.
 
San Agustín Contra Arianos cap. 11.
Pero que el Hijo sea obediente a la voluntad y precepto del Padre, no prueba, ni aun en los hombres, desigualdad de naturaleza, porque Cristo no sólo es Dios, por cuya naturaleza es igual al Padre, sino también hombre, por cuya naturaleza es menor que el Padre.
 
Crisóstomo hom. 75.
O esto que dice "Levantaos, vamos de aquí", es principio de otro pensamiento. Era consiguiente que se llenasen de temor, estando en medio del campo, sumergidos en las sombras de la noche, y, por lo tanto, que lejos de atender a lo que se les decía, volviesen los ojos alrededor y viesen en la imaginación a los perseguidores, máxime cuando oían: "Todavía estoy un poco con vosotros ( Jn 7,33), y "el príncipe de este mundo viene" ( Jn 13,30). Y como oyendo esto y otras cosas semejantes, apenas atendían y se turbaban, los lleva a otro sitio, para que, considerándose en seguridad, no se cuiden de nada más que de oír, porque tenían que escuchar grandes dogmas.
 
Notas
1. En tiempos del NT, los comensales comían reclinados sobre tapices o almohadas extendidos alrededor de la mesa, según la costumbre greco-romana. Se apoyaban sobre el brazo izquierdo, dejando el derecho libre para comer. Los huéspedes se disponían en torno a la mesa de tal manera que cada persona tenía su cabeza cerca del pecho del comensal que estaba detrás de él.