CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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47-52 - 53-55 - 56-60 - 61-71 | |
01-14 |
Después de esto, pasó
Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades. Y le
seguía una grande multitud de gente, porque veían los milagros que
hacía sobre los enfermos: Subió, pues, Jesús, a un monte, y se sentó
allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de
los judíos. Y habiendo alzado Jesús los ojos, y viendo que venía a El
una gran multitud, dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan para que
coman estos?" Esto decía por probarle: porque El sabía lo que había de
hacer. Felipe respondió: "Doscientos denarios de pan no les basta,
para que cada uno tome un poco". Uno de sus discípulos, Andrés,
hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco
panes de cebada y dos peces: mas ¿qué es esto para tanta gente?" Y
dijo Jesús: "Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucho heno.
Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres. Tomó Jesús
los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban
sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se
hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han
sobrado, que no se pierdan. Y así recogieron y llenaron doce canastos
de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían
comido. Aquellos hombres, cuando vieron el milagro que había hecho
Jesús, decían: "Este es verdaderamente el profeta que ha de venir al
mundo". (vv. 1-14)
Crisóstomo in Ioannem
hom. 41
Así como las flechas cuando caen sobre
algún cuerpo duro rebotan con gran fuerza e ímpetu, y cuando no tienen
algo que les estorbe van a parar en seguida al sitio donde se las
envía y allí descansan, así, cuando disputamos con hombres atrevidos y
con algún calor, se enfurecen más; pero si concedemos lo que ellos
dicen, fácilmente calmamos su rabia. Por este medio Jesucristo
consiguió, retirándose, calmar el furor que se levantaba contra El por
las palabras que precedían y se marchó a Galilea y no a aquellos
mismos sitios de donde había subido a Jerusalén. Por esto no se marchó
a Caná de Galilea, sino que se pasó a la otra orilla del mar. Por esto
dice el evangelista: "Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del
mar de Galilea, que es de Tiberíades".
Alcuino
Este mar tiene diferentes nombres, según
los diferentes sitios por donde se extiende, pero en cuanto a su
situación presente, se llama mar de Galilea por la provincia y
Tiberíades por la ciudad
1. Se
dice mar, no porque el agua sea salada, sino según a la costumbre
hebrea, que denomina mares a todas las grandes reuniones de agua. Este
mar lo pasó repetidas veces el Señor para esparcir la palabra de su
doctrina entre todos los pueblos que habitan junto a él.
Teofilacto
Pasa de pueblo en pueblo con el fin de
probar la voluntad de los hombres y con el de volverles más ávidos y
solícitos en la fe. De aquí es que sigue: "Y le seguía una gran
multitud, porque veían los milagros que hacía en todos los que estaban
enfermos".
Alcuino
A saber, volvía la vista a los ciegos y
hacía otras cosas por el estilo. Y ha de tenerse en cuenta que a todos
los que sanaba del cuerpo los regeneraba en el espíritu.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 40
Gozando de tan alta doctrina, sólo se
fijaban en los hechos extraordinarios, porque sus entendimientos
estaban oscurecidos, pues los hechos extraordinarios, como dice San
Pablo
2 (
1Cor 14,22), no fueron dados a los fieles,
sino a los infieles. Eran, pues, más sabios aquellos que, según San
Mateo ( Mt 7,28-29), quedaban estupefactos
ante la grandeza de su doctrina. Pero ¿por qué no dice: "cuando lo
veían ejecutar maravillosos milagros"? Porque este evangelista puso su
mayor esmero en prestar atención a las predicaciones del Señor,
llenando con ellas la mayor parte de su libro. Sigue: "Ascendió, pues,
al monte, Jesús, y allí estaba sentado con sus discípulos". Subió al
monte a causa del milagro que pensaba realizar, pero hizo subir
consigo a los discípulos, en lo cual iba envuelta una reprensión a la
muchedumbre que no lo seguía. Subió también al monte para enseñarnos a
hacer silencio en el interior, huyendo de los tumultos y de la
agitación de las cosas mundanas. Porque la soledad es muy a propósito
para la contemplación (o para el conocimiento de las cosas sublimes y
la meditación de las cosas divinas). Prosigue: "Y estaba cerca la
Pascua, día de la fiesta de los judíos". Véase cómo, tratando de un
año entero, no nos refiere el evangelista más que dos milagros de
Jesucristo: la curación del paralítico y la del hijo del funcionario
real. Y no se ocupó de hablar de todos, porque eligió de entre ellos,
aunque pocos, los más grandes. ¿Y por qué no subió en el día de la
fiesta? Derogaba poco a poco la Ley, tomando ocasión para ello de la
malicia de los judíos.
Teofilacto
Y como los judíos lo perseguían, tomó
ocasión para retirarse, por no cumplir con la Ley, dejando adivinar a
los que la observaban que cuando venía la realidad debía cesar toda
figura y que no estaba sujeto a las leyes hasta el punto de tener que
acudir a las fiestas legales. Y ve que esto no era una fiesta de
Jesucristo, sino de los judíos.
Beda in Marc cap. 6
Si alguno examina detenidamente las
palabras del evangelista conocerá con facilidad que sólo medió un año
entre la degollación del Bautista y la pasión del Señor, siendo así
que dice San Mateo que el Señor cuando supo la muerte de San Juan, se
retiró a un lugar desierto y allí dio de comer a las multitudes. Y San
Juan dice que estaba próxima la Pascua de los judíos cuando dio de
comer a las multitudes, por lo cual se demuestra sin género de duda
que San Juan fue degollado cerca de la Pascua. Habiendo transcurrido
el lapso de un solo año, fue cuando Jesucristo sufrió la pasión en la
misma festividad.
Teofilacto
Prosigue: "Y habiendo alzado Jesús los
ojos", para que conozcamos que no levantaba sus ojos para mirar a
cualquier parte, sino que estaba sentado decorosa y atentamente con
sus discípulos.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 41
Y no estaba simplemente sentado con sus
discípulos, sino que les hablaba alguna cosa con cuidado y los atraía
hacia sí. Después, mirando a lo lejos, vio una multitud que se
acercaba. ¿Con qué fin pregunta a Felipe? El sabía en verdad que
aquella reunión de discípulos necesitaba de más amplios conocimientos,
como sucedía con Felipe, que dijo después: "danos a conocer al Padre,
y con esto tenemos bastante", por cuya razón lo instruye antes del
suceso, porque si el milagro se hubiera verificado sencillamente, no
hubiese brillado tanto. Y así ahora, antes del acontecimiento, lo
obliga a confesar la carencia de pan, para que conozca mejor la
magnitud del milagro. Por esto sigue: "Esto decía por probarle".
San Agustín De verb. Dom. serm., 11.
Hay una tentación que nos lleva hasta el
pecado, pero ésta no es con la que Dios tienta, porque en cuanto a
ésta se dice en la carta de Santiago ( Stgo
1) que Dios no tienta para lo malo y hay otra tentación que es para
probar la fe, según lo que dice en el Deuteronomio (
Dt 13): "El Señor, vuestro Dios, os tienta". Y así debe
comprenderse lo que Jesucristo preguntaba en el Evangelio tentando a
aquel discípulo.
Crisóstomo iterum ut supra.
No porque ignoraba lo que aquél debía
contestarle, sino que esto lo dijo utilizando una manera común de
expresarse. Cuando se dice "el que sondea los corazones de los
hombres" ( 1Cró 28) se manifiesta que los
sondea no por ignorancia, sino con perfecto conocimiento. Así, cuando
aquí dice que lo tentó, no dice otra cosa más que lo que ya sabía
ciertamente. Pero debemos decir que deseaba hacerlo testigo calificado
por medio de esta pregunta, proponiéndose llevarlo al mejor
conocimiento de aquel milagro. Por esto el evangelista, para que no
sufriese detrimento tu comprensión a causa de poca energía en la
frase, añadió: "Porque El sabía lo que había de hacer".
Alcuino.
Pregunta, por lo tanto, no para enseñarle
lo que ignora, sino para manifestar a su discípulo -hasta el momento
ignorante- su tardanza para creer, la cual él no podía apreciar por sí
mismo.
Teofilacto.
O bien para manifestar a los otros esto
mismo, como conocedor que era de su corazón.
San Agustín De cons.
evang. 2, 46
Mas si el Señor, según lo que refiere San
Juan, preguntó a Felipe de dónde podría darles de comer, a fin de
probarlo cuando vio las multitudes, este hecho puede inducirnos a
creer lo que cuentan otros: que los discípulos dijeron primero al
Señor que despidiese a las multitudes, a los cuales respondió, según
dice San Mateo ( Mt 14,16): "No tienen
necesidad de irse; dadle vosotros de comer". Se comprende, por lo
tanto, que después de estas palabras fue cuando el Señor vio a la
multitud y dijo a Felipe lo que refiere Juan. Mas otros pasaron esto
en silencio.
Crisóstomo,
ut supra
Aquello es una cosa y esto es otra, y se
verificaron en diversos momentos.
Teofilacto
Probando el Señor a Felipe para ver si
tenía fe, encontró que todavía estaba sujeto a las pasiones humanas,
como se demuestra por lo que sigue: "Felipe le respondió: doscientos
denarios de pan no les bastan para que cada uno tome un poco".
Alcuino
En lo que manifestó su tardanza para
creer. Porque si hubiese conocido claramente que Aquél era el Creador,
no hubiese desconfiado de su poder.
San Agustín,
ut supra
Mas lo que aquí responde Felipe según San
Juan, es lo mismo que San Marcos dice que respondieron sus discípulos,
queriendo dar a entender que Felipe respondió esto por inspiración de
los demás, aun cuando el evangelista pudo hablar en plural en vez de
singular, como acostumbraba en muchas ocasiones.
Teofilacto
Pero el Señor vio que Andrés era parecido
a Felipe, aunque su pensamiento se elevaba un poco más. Sigue, pues:
"Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí
hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces".
Crisóstomo,
ut supra
Creo, en verdad, que el Apóstol no dijo
esto sin algún fin, porque había oído el milagro que Eliseo había
hecho con los panes de cebada, pues alimentó a cien hombres con veinte
panes ( 2Re 4). Se levantó mentalmente a algo
más elevado, pero no pudo llegar a la cumbre, lo cual se manifiesta
por lo que sigue: "¿Mas qué es esto para tanta gente?" Creía, por lo
tanto, que de pocos había de hacer pocos y de muchos muchos, el que
hacía milagros, pero esto no era verdad. De igual manera le era fácil
alimentar a las multitudes, ya fuera de pocos, ya de muchos (porque El
no necesitaba de una materia limitada). Y para que no pareciese que
las criaturas eran ajenas a su poder, utiliza las cosas creadas para
hacer milagros.
Teofilacto
Confúndanse los maniqueos, que dicen que
los panes y todas las demás cosas por el estilo han sido creadas por
el dios malo, porque el Hijo del Dios bueno, Jesucristo, multiplicó
los panes. Mas si las criaturas fuesen malas, el Bueno nunca hubiese
multiplicado las cosas malas.
San Agustín De cons.
evang. 2, 44
Juan consigna que Andrés fue el que
sugirió lo de los dos panes y los cinco peces. Los otros evangelistas
hablan en plural, no en singular, en atención a los demás discípulos.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 41
Los que nos fijamos demasiado en los
placeres de la vida comprendamos por lo tanto en esto qué es lo que
comían aquellos hombres admirables y grandes y la cantidad de lo que
se les ofrecía y lo despreciable de su mesa. Y aún no se habían
presentado aquellos panes, cuando mandó sentarse a las gentes, para
que se conozca que le están sometidos los seres que no existen, lo
mismo que los que existen, según dice San Pablo (
Rom 4,17): "El que llama a aquellas cosas que existen como a
las que no existen". Prosigue: "Y dijo Jesús: haced sentar a las
gentes".
Alcuino
Ateniéndonos a la letra: que se sienten
los hombres, lo decimos en el sentido de que se recuesten para comer,
según acostumbraban los antiguos; por esto sigue: "En aquel lugar
había mucho heno".
Teofilacto
Esto es, hierba verde, porque la Pascua se
celebraba en el primer mes de la primavera. Prosigue: "Y se sentaron a
comer, como en número de cinco mil hombres". El evangelista cuenta
únicamente los hombres, porque seguía la costumbre legal. Así como
Moisés computó el pueblo por los que habían cumplido veinte años y no
hizo mención de las mujeres ( Núm 1),
teniendo en cuenta que todo lo que lleva carácter viril y juvenil es
digno y agradable delante de Dios.
Prosigue: "Tomó, pues, Jesús los panes, y
habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y
asimismo de los peces, cuanto querían".
Crisóstomo,
ut supra
¿Y por qué cuando iba a curar al
paralítico no ora, ni cuando resucita a los muertos, ni cuando calma
la tempestad del mar y aquí ora y da gracias? Para manifestar que
aquéllos que empiezan a comer, deben dar gracias a Dios. O de otro
modo: ora en las cosas pequeñas, para que se vea que no ora por
necesidad. Porque si necesitase orar, esto lo haría con mucha más
razón en los milagros de mayor importancia. Pero como los hacía con
autoridad propia, da a entender que aquí ora por acomodarse a nuestro
modo de ser y además, como había mucha gente delante, convenía
enseñarles que esto sucedía por la voluntad de Dios. Y, por tanto, no
oraba cuando hacía algún milagro en secreto, pero ora en presencia de
muchos, para que no crean que es enemigo de Dios.
San Hilario De Trin., 1,
3
Se le ofrecen, pues, cinco panes a la
multitud y se le distribuyen. Pero se observa que se aumentan los
pedazos en las manos de los que los distribuyen. No se hacían más
pequeños porque los partían, sino que siempre los pedazos llenaban las
manos de los que estaban distribuyendo. Ni los sentidos, ni la vista
podían seguir la marcha de aquello que sucedía. Es lo que no era, se
ve lo que no se comprende y sólo queda de creer que Dios puede hacer
todas las cosas.
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Como multiplica las plantas por medio de
unas pocas semillas, también multiplicó los cinco panes en las manos
de los que los distribuían. El poder estaba en las manos de
Jesucristo. Multiplicó aquellos cinco panes que eran como las semillas
no arrojadas a la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la
misma tierra.
Crisóstomo,
ut supra
Véase en esto cuán grande es la diferencia
que hay entre el siervo y el Señor. Porque los profetas, como tenían
la gracia limitada, hacían milagros sujetos a estos límites. Mas
Jesucristo, como obraba con poder absoluto, hacía todas las cosas con
gran superabundancia. De donde sigue: "Y cuando se hubieron saciado,
dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que han sobrado, que no se
pierdan". Esta ostentación, en verdad, no era inútil, antes servía
para que no creyesen que los había hecho sufrir una ilusión. Hizo
aquel milagro sobre la materia que le estaba sometida. ¿Mas por qué
razón no dio a las multitudes los trozos que habían sobrado para que
se los llevaran, sino a los discípulos? Porque quería enseñarles de
una manera especial, puesto que habían de ser los maestros de todo el
mundo. Y yo no sólo admiro la multitud que resultó de estos panes,
sino también la exactitud de los trozos que sobraron, porque quiso que
en lo sobrante no hubiese ni exceso ni defecto, sino únicamente cuanto
quería, a saber: doce canastos, en atención al número de los doce
apóstoles.
Teofilacto
Aprendemos también en este milagro a no
apocarnos cuando nos veamos acosados por la pobreza.
Beda
Mas las multitudes, cuando vieron el
milagro que había hecho el Señor, se admiraban, porque todavía no
habían comprendido que Jesús era Dios. Y por eso añade el evangelista:
"Aquellos hombres, -como eran carnales, y todo lo entendían en sentido
material-, decían: éste es verdaderamente el profeta que ha de venir
al mundo".
Alcuino
Aun no creían con verdadera fe los que
llamaban profeta al Señor, porque aun no habían aprendido a llamarle
Dios. Mas ya habían adelantado mucho por razón de aquel milagro,
puesto que lo designaban con el nombre de profeta, pero
distinguiéndolo de los demás profetas. Sabían, por tanto, en aquel
pueblo que los profetas habían hecho milagros en algunas ocasiones y
no se equivocan cuando le llaman profeta, porque el mismo Señor se
llamaba así cuando decía ( Lc 13): "Porque no
cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén".
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Por lo tanto, Jesucristo es profeta y
Señor de los profetas, así como es Angel y Señor de los ángeles. En
cuanto anunció lo que estaba presente, era ángel; en cuanto anunció lo
que había de suceder, era profeta; y en cuanto el Verbo se hizo carne,
era el Señor de los ángeles y de los profetas; porque no ha habido
profeta alguno sin palabra divina
3.
Crisóstomo in Ioannem hom. 41.
Y respecto de lo que decían: "que habrá de
venir al mundo", daban a entender que esperaban un cierto profeta
especial. Y cuando dicen: "Este es verdaderamente el profeta", se da a
entender por la adición del artículo griego que era diferente de los
demás profetas.
San Agustín,
ut supra
Debe tenerse en cuenta lo que generalmente
se dice, a saber: que Dios no es de tal naturaleza que pueda ser visto
con los ojos, y que sus milagros, con los que sostiene a todo el mundo
y alimenta todas las criaturas, no llaman la atención, por la
frecuencia con que se repiten. Pero se ha reservado algunos milagros
para hacerlos con oportunidad fuera del curso y del orden regular de
la naturaleza, no porque sean mayores, sino porque se ejercen menos
frecuentemente, y así admiran por esta circunstancia más que aquéllos
que se están realizando diariamente. Realmente es mayor milagro el
gobierno de todo el mundo que el saciar a cinco mil hombres con cinco
panes, y sin embargo, nadie se admira de este gobierno. Pero los
hombres se admiran del otro milagro, no porque es mayor, sino porque
es raro. Y no basta fijarnos en esto respecto de los milagros de
Jesucristo.
Alcuino
En sentido espiritual, sucede muchas veces
que con el nombre de mar turbulento se designa este mundo. Ahora bien,
Jesucristo -naciendo- abordó al mar de nuestra mortalidad; navegó en
él (muriendo); lo atravesó (resucitando) y lo siguieron las multitudes
de los que creían en El y que había reunido de uno y otro pueblo
(creyéndole e imitándole).
Beda
El Señor subió al monte cuando subió al
cielo, el cual se designa con el nombre de monte.
Alcuino
Al dejar las multitudes en el llano y
subir a los lugares más altos con sus discípulos, dio a entender que a
los más ignorantes deben confiárseles únicamente los preceptos más
sencillos y a los mejor instruidos deben enseñárseles los más
sublimes. Cuando les dio de comer a la proximidad de la Pascua, quiso
significar que todo aquél que desea alimentarse con el pan de la
divina palabra y con la sangre de nuestro Señor Jesucristo, debe
celebrar la Pascua espiritual o, lo que es lo mismo, salir de los
vicios y entrar en las virtudes (porque Pascua quiere decir tránsito).
Mas los ojos del Señor son gracias espirituales, que cuando el Señor
concede por su misericordia a sus escogidos, entonces dirige hacia
ellos sus ojos, o lo que es lo mismo, les dispensa la gracia de su
caridad.
San Agustín Lib. 83
quaest. qu. 81
Los cinco panes de cebada representan la
Ley antigua, ya porque aun no se había dado la Ley a los hombres
espirituales, sino únicamente a los hombres carnales, esto es, a los
que están dedicados a sus cinco sentidos corporales (porque aquellas
multitudes se componían de cinco mil hombres), o ya porque la Ley
había sido dada por Moisés y Moisés escribió cinco libros. Y como los
panes eran de cebada, dio a entender que aquella Ley había sido dada
con el fin de que se fomentase la vida del espíritu, a la vez que se
fomentaba la del cuerpo por medio de los Sacramentos. Porque los
granos de cebada tienen la médula cubierta por medio de una paja muy
adherida y el pueblo aun no se había despojado de los deseos de la
carne, a los cuales estaba fuertemente adherida su alma, como lo está
la paja al grano de cebada.
Beda
Y este alimento de cebada es propio de los
asnos y sirve también de comida a las gentes más pobres. Por esto la
Ley antigua se había dado para los siervos y los asnos, esto es, para
los hombres carnales.
San Agustín,
ut supra
Aquellos dos peces que daban al pan cierto
sabor agradable representan, sin duda, aquellas dos clases de personas
por medio de las que se regía aquel pueblo, a saber: la real y la
sacerdotal. Dos clases de personas que prefiguraban a nuestro Señor,
porque El había asumido los poderes de ambas.
Alcuino
También pueden representar aquellos dos
peces lo dicho y lo escrito por los profetas y por los salmistas. Y
como el número cinco se refiere a los cinco sentidos del cuerpo, así
mil se refiere al grado más alto de perfección. Todos aquéllos que
procuran gobernar bien los cinco sentidos de su cuerpo se llaman
varones por la virilidad o fuerza, ya que la debilidad de carácter no
los corrompe, sino que viven con sobriedad y castidad, y así merecen
ser recreados con la dulzura de la sabiduría celestial.
San Agustín In Ioannem tract., 24.
El muchacho que tenía estas cosas,
representa acaso al pueblo de Israel, que traía todas estas cosas con
afecto de niño y no comía. Mas aquellas cosas que él llevaba, y
aquella canasta que llevaba estas cosas cuando estaba cerrada pesaba;
cuando estaba abierta alimentaba.
Beda.
Muy oportunamente dice Andrés: "¿Mas qué
es esto para tantos?" Porque la Ley antigua aprovechaba poco, hasta el
que Señor la tomó en sus manos (esto es, hasta que la cumplió con sus
obras) y enseñó que debía entenderse en sentido espiritual. Porque la
Ley a nadie conducía a la perfección ( Heb
7,19).
San Agustín,
ut supra
Partiendo los panes, se multiplicaron.
Porque eran cinco los libros de Moisés y los hicieron muchos libros
cuando los expusieron, como partiéndolos (esto es, dividiéndolos).
San Agustín Lib. 83,
quaest, qu. 61
El Señor, como dividiéndolos también y
manifestando lo que era oscuro y estaba cerrado en la Ley, sació a sus
discípulos cuando les explicó las Escrituras después de la
resurrección.
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Como el pueblo ignoraba lo que la Ley
quería decir, por esto la tentación del Señor demostraba la ignorancia
del discípulo. Y estaban sentados sobre la hierba, porque les
agradaban las cosas de la tierra, y descansaban en las cosas
materiales. Está escrito que toda carne es paja. Mas ellos fueron
alimentados por los panes del Señor, porque los que escuchan por los
oídos cumplen con las obras ( Is 40,6).
San Agustín,
ut supra
¿Qué representan aquellos trozos que
sobraron, sino aquellas cosas que el pueblo no ha podido comprender?
¿Y qué queda sino que aquellos secretos de la inteligencia que la
multitud no puede comprender, sean creídos por aquéllos que estaban
destinados y debían enseñar a los demás, como eran los Apóstoles? Por
esto se llenaron doce canastas.
Alcuino y Beda
Los oficios más bajos se administran con
las canastas. Luego las canastas son los Apóstoles y sus imitadores,
los cuales, aunque en la vida presente no son bien conocidos, sin
embargo, están repletos interiormente por las riquezas de las gracias
espirituales. Y se dice que los Apóstoles eran como las canastas,
porque por medio de ellos había de predicarse la fe de la Santísima
Trinidad en las cuatro partes del mundo. Como no quiso hacer panes
nuevos, sino que reunió los trozos que habían sobrado, dio a conocer
que no despreciaba la Antigua Escritura, sino que la explicaba
exponiendo su sentido.
Notas
1.
También es conocido con el nombre de Lago de
Genesaret, en hebreo jardín de riquezas,
nombre de la llanura ubicada al lado oeste del mismo. El nombre de
Genesaret, que designaba también un poblado,
está relacionado también con el de Kinneret,
de forma de arpa, que era el nombre hebreo
del lago y de una población a su orilla, desaparecida en tiempos
neotestamentarios.
2.
"Esta escrito en la Ley: "En lenguas extrañas y con labios extranjeros
hablaré a este pueblo, y ni aún así me escucharán". De suerte que las
lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos" (
1Cor 14, 21-22).
3.
"Cristo es de tal manera profeta, que es el Señor de los profetas, y
Cristo es un ángel, el Señor de los ángeles. Pues es llamado el Angel
de gran consejo ( Is 9,6, LXX). Sin embargo,
¿qué dice en otro lugar el profeta? Que no los salvará la venida de un
embajador, ni de un ángel, sino de El mismo ( Is
25,4). Es decir que no enviará un embajador para salvarlos, ni un
ángel, sino que El mismo vendrá. ¿Quién vendrá? ¿El Angel mismo?
Ciertamente no los salvará por un ángel, excepto que El es tan ángel,
que es el Señor de los ángeles. Porque ángeles significa mensajeros.
Si Cristo no hubiese traído un mensaje, no sería llamado mensajero. Si
Cristo no hubiera profetizado nada, no sería llamado profeta". (San
Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, XXIV,7).
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15-21 |
Y Jesús cuando entendió
que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, huyó otra vez al
monte El sólo. Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al
mar. Y habiendo entrado en un barco, pasaron de la otra parte del mar,
hacia Cafarnaúm: y era ya oscuro, y no había venido Jesús a ellos. Y
se levantaba el mar con el viento recio que soplaba. Y cuando hubieron
remado como unos veinte y cinco o treinta estadios, vieron a Jesús
andando sobre el mar, y que se acercaba al barco, y tuvieron miedo.
Mas El les dice: "Yo soy, no temáis". Y ellos quisieron recibirle en
el barco. Y el barco llegó luego a tierra a donde iban. (vv. 15-21)
Beda
Las multitudes, cuando vieron aquel
milagro tan grande, supieron que era bueno y poderoso el que lo había
hecho y por tanto lo quisieron hacer rey. Porque los hombres quieren
tener un rey que sea bueno para mandar y poderoso para defender. Mas
el Señor, conociendo esto mismo, huyó a un monte, esto es, subió con
precipitación. Por esto dice: "Y Jesús, cuando entendió que habían de
venir para arrebatarle y hacerle rey, huyó otra vez al monte El solo".
En esto se da a conocer que cuando el Señor estaba sentado en el monte
con los discípulos y vio que las multitudes venían hacia El, había
bajado y les había dado de comer en las partes inferiores: ¿Porque
cómo podía suceder que otra vez huyese al monte, si antes no hubiese
bajado de él?
San Agustín De cons.
evang. 2, 47
Y no se opone a esto lo que dice San Mateo
"que subió solo a orar al monte" ( Mt 14,23),
porque la causa de orar no es contraria a la causa por la cual huía.
En algunas ocasiones, y aquí especialmente, el Señor nos da a conocer,
que hay gran motivo para orar cuando nos vemos obligados a huir.
San Agustín,
In Ioannem tract., 25
Y sin embargo, era Rey el que temía que lo
hicieran rey. Y no era un rey de tal condición que podía ser elegido
por los hombres, sino quien daba a los hombres un reino. Porque El
siempre reina con el Padre, en cuanto que es Hijo de Dios. Los
profetas habían anunciado su reino, en cuanto que Jesucristo se hizo
hombre. E hizo que sus fieles fueran cristianos, porque son su reino,
el cual, o bien se forma, o bien se compra con la sangre de
Jesucristo. Sucederá alguna vez que su reino sea bien conocido, cuando
la santidad de sus escogidos sea bien conocida, después del juicio que
El habrá de celebrar. Mas los discípulos y las multitudes que creían
en El, entendían que había venido ya, pero para reinar. Y por esto
querían arrebatarlo y hacerlo rey, previniendo de este modo el tiempo
en que el Señor se ocultaba.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 41
Véase cuánto es el poder de la ambición.
No se fijan ya en si quebranta el sábado ni tienen celo por la gloria
de Dios, sino que todo esto lo miran como accidental cuando tienen el
vientre lleno. Y cuando ya tenían al profeta entre ellos, quieren
entronizarlo como rey. Mas Jesucristo huyó, enseñándonos de este modo
a despreciar los honores humanos. Y así Jesucristo dejó a sus
discípulos y se subió al monte. Mas ellos, abandonados por su Maestro,
y como ya era tarde, se bajaron al mar. Y esto es lo que añade: "Y
como se hiciese tarde", etc. Y en realidad esperaron hasta la caída de
la tarde, creyendo que el Señor volvería. Mas cuando ya concluyó la
tarde, no se cansaron ya en buscarlo (¡tanto los detenía su amor!) y
por eso, abrasados por aquel amor, subieron a la nave. Por esto sigue:
"Y habiendo entrado en un barco, pasaron a la otra parte del mar, a
Cafarnaúm". Y vinieron a aquella ciudad, creyendo que allí lo
encontrarían.
San Agustín,
ut supra
Así explicó primero el final de aquel
acontecimiento, y volvió para exponer de qué manera habían llegado:
que habían pasado de una orilla a otra navegando a través del lago. Y
recuerda lo que sucedió mientras navegaban, diciendo: "Y era ya
oscuro", etc.
Crisóstomo,
ut supra
No deja de tener un motivo el evangelista
al citar el tiempo en que esto sucedió, porque así dio a conocer el
amor ferviente de los discípulos hacia el Salvador. Por esto no
dijeron: ya es tarde y la noche se acerca, sino que, encendidos por su
amor, entraron en el barco. Eran muchas las razones que los detenían
con cierta necesidad, especialmente la del tiempo. Por esto dice: "Y
ya era oscuro". Y también por la tempestad, por lo que continúa: "Y se
levantaba el mar con el viento fresco que soplaba". Y también por el
lugar, porque no estaban cerca de la tierra, por esto dice: "Y cuando
hubieron remado como unos veinte y cinco a treinta estadios".
Beda in Ioannem in c. 5
Con este modo de hablar con que nos
expresamos cuando tenemos dudas; solemos decir, casi veinticinco, o
cerca de treinta.
Crisóstomo,
ut supra
Y al final sucedió lo que menos se
esperaba. "Vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al
barco". Reaparece después que les había dejado, dándoles a conocer con
esto lo que representa su abandono y exhortándolos a que lo amen más.
Y aquí manifiesta también su gran poder. Por ello es que se asustaban.
Por esto sigue: "Y tuvieron miedo". Mas el Señor se dio a conocer a
los que estaban asustados para animarles. Por esto sigue: "Mas El les
dice: yo soy, no temáis".
Beda
Y no dijo: Yo soy Jesús, sino únicamente:
"Yo soy", porque eran sus amigos muy cercanos y con sólo oír su voz ya
podían conocer a su maestro, o (lo que es más), para dar a conocer que
El era aquel mismo que dijo a Moisés ( Ex
3,14): "Yo soy el que soy".
Crisóstomo in Ioannem
hom. 42
Y se apareció así a éstos, para manifestar
que El es quien calma la tempestad, y esto lo demuestra el evangelista
cuando añade: "Y ellos quisieron recibirle en el barco; y el barco
llegó en seguida a la tierra a donde iban". Luego les concedió una
navegación tranquila. Y no subió al barco, queriendo hacer que el
milagro fuese mayor y demostrar con más evidencia su divinidad.
Teofilacto
Véase, pues, cómo hizo tres milagros: el
primero era que andaba sobre las aguas; el segundo, que calmó las olas
y el tercero, porque encaminó al punto el barco a la tierra a donde
iban, de la que todavía estaban muy distantes cuando el Señor se les
apareció.
Crisóstomo,
ut supra
No se dio a conocer a la multitud cuando
andaba por el mar, porque esto excedía a lo que podían comprender, de
modo que ni aun por sus discípulos fue visto en muchos días, porque en
cuanto hizo esto desapareció de entre ellos.
San Agustín De cons.
evang. 2, 47
No se opone esto a lo que antes dijo San
Mateo, que mandó a sus discípulos que entrasen en el barco y que
fuesen delante de él atravesando el lago mientras despedía las
multitudes; y que después, cuando hubo despedido a las multitudes, se
subió solo a orar a un monte. Pero San Juan dice en primer lugar que
huyó solo al monte, y después dice: "Y como se hiciese tarde,
descendieron sus discípulos al mar, y habiendo entrado en un barco,
etc.". ¿Y quién no comprende esto mismo, recopilando lo que San Juan
dice que habían hecho los discípulos según las instrucciones que Jesús
había dado antes de huir al monte?
Crisóstomo,
ut supra
O de otro modo: me parece que este milagro
es diferente del que refiere San Mateo, porque entonces no lo
recibieron inmediatamente y ahora sí. Y entonces la tempestad continuó
sin embargo combatiendo la nave y ahora se calmó en cuanto oyó su voz.
Porque muchas veces repetía los mismos milagros, haciéndolos así más
comprensibles.
San Agustín In Ioannem tract., 25 et seq.
En sentido espiritual, el Señor temió a
las multitudes y huyó al monte, y así se había anunciado respecto de
El, pues dice el salmo ( Sal 7,8): "La
reunión de los pueblos te rodeará, y por esta causa te volverás a lo
alto", esto es, cuando te rodee la multitud de pueblos, vuelve a lo
alto. ¿Y por qué se ha dicho: "huyó", supuesto que no queriendo El no
podría ser detenido? Tenemos otro significado para
huyendo, porque en verdad no pudo ser comprendido por su
elevación: cuando no comprendes alguna cosa dices: "Esto escapa a mi
razón". Por esto huyó solo al monte, porque subió más arriba de todos
los cielos. Pero en cuanto El se posó en lo alto, sus discípulos
sufrieron la tormenta en el barco. Aquella nave representaba la
Iglesia. Ya habían aparecido las tinieblas y con razón, porque no
existía la luz y no había venido Jesús a ellos. En tanto que se acerca
el fin del mundo, crece la maldad y aumentan los errores. Mas la luz
es la caridad, según aquellas palabras de San Juan (
1Jn 2,9): "el que aborrece a su hermano vive en tinieblas". Las
mismas olas que turban la nave, las tempestades y los vientos,
representan los clamores de los réprobos. Por esto la caridad se
enfría y se aumentan las agitaciones y la nave peligra. Y sin embargo
ellos, a pesar del viento, de la tempestad y de las olas, procuraban
que la nave no zozobrase ni se sumergiese, porque el que perseverare
hasta el fin se salvará ( Mt 10,22). El
número cinco se refiere a la Ley y los libros de Moisés son cinco.
Luego el número veinticinco también representa la Ley, puesto que
cinco veces cinco hacen veinticinco. Pero a esta Ley, antes que
apareciese el Evangelio, le faltaba la perfección, que se comprende en
el número seis. Multiplíquese el mismo número cinco por seis, para que
la Ley se cumpla por medio del Evangelio, y se completa el número
treinta multiplicando seis por cinco. Y para aquéllos que cumplen la
Ley, vino Jesucristo pisando las olas, esto es, poniendo bajo sus pies
a todas las vanidades del mundo, rebajando todas las elevaciones del
siglo. Y sin embargo quedan tantas tribulaciones, que aun los mismos
que creen en Jesucristo temen perecer.
Teofilacto.
Cuando los hombres o los demonios se
esfuerzan en abatirnos por temor, oigamos lo que dice Jesucristo: "Yo
soy, no temáis". Esto es: yo sin cesar os defiendo, y como Dios,
subsisto siempre y nunca falto; no perdáis la fe en mí, asustados por
falsos temores. Véase también cómo el Señor no acudió en los primeros
momentos del peligro, sino en los últimos. Porque permite que nos
encontremos en medio de los peligros, para que así, peleando en las
tribulaciones, nos volvamos mejores y recurramos únicamente a El solo,
que es quien puede librarnos cuando menos se espera. No pudiendo la
inteligencia humana acudir con el oportuno remedio en las grandes
tribulaciones, viene entonces a auxiliarnos la gracia divina. Y si
queremos también que Jesucristo pase a nuestra nave (esto es, habite
en nuestros corazones) inmediatamente nos encontraremos en la tierra a
donde queremos ir (esto es, en el cielo).
Beda.
Y como esta navecilla no conduce a los
perezosos, sino a los que reman con firmeza, se da a entender que en
la Iglesia, no los desidiosos ni los comodones, sino los fuertes y
perseverantes en las buenas obras, son los que llegan al puerto de la
salvación eterna.
|
22-27 |
Al día siguiente, la gente
que estaba en la otra parte del mar vio que no había allí sino un solo
barco, y que Jesús no había entrado en el barco con sus discípulos,
sino que sus discípulos se habían ido solos. Y llegaron otros barcos
de Tiberíades, cerca del lugar en donde habían comido el pan, después
de haber dado gracias al Señor; pues cuando vio la gente que no estaba
allí Jesús ni sus discípulos, entraron en los barcos, y fueron a
Cafarnaúm en busca de Jesús. Y cuando le hallaron de la otra parte del
mar, le dijeron: "¿Maestro, cuándo llegaste acá?" Jesús les respondió,
y dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que me buscáis, no por los
milagros que visteis, mas porque comisteis del pan y os saciasteis.
Trabajad, no por la comida que perece, mas por la que permanece para
vida eterna, la que os dará el Hijo del hombre. Porque a Este señaló
el Padre el Dios". (vv. 22-27)
Crisóstomo in Ioannem hom. 42.
El Señor, aun cuando no manifestó a las
multitudes de una manera clara cómo había andado por encima del agua,
les dio a entender, aunque de una manera velada, lo que había
sucedido. Y el evangelista explica esto mismo, diciendo: "El día
siguiente, la turba que estaba de la otra parte del mar, vio que Jesús
no había entrado en el barco", etc. ¿Qué quería decir esto, sino que
sospechaba que había atravesado el mar andando por encima de sus
aguas? Y no hay por qué decir que habría ido en otro barco, porque
allí únicamente se encontraba una nave, en la que se embarcaron los
discípulos, con los cuales no había entrado el Señor.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Se les insinuó que se había verificado
aquel gran milagro. Vinieron, pues, otros barcos junto a la orilla de
aquel lugar en donde habían comido el pan y lo habían seguido las
multitudes. Y esto es lo que añade: "Y llegaron otros barcos; etc. y
fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús".
Crisóstomo in Ioannem hom. 42.
Y sin embargo, viniendo ellos después de
un milagro tan grande, no le preguntaron cómo había pasado el mar, ni
se cuidaron de conocer este milagro. Sigue, pues: "Y cuando le
hallaron de la otra parte del mar, le dijeron: ¿Maestro, cuándo
llegaste acá?" A no ser que alguno diga que aquí debe entenderse
cuándo por cómo.
Digno es de notarse en estas palabras la falsedad de aquellas gentes,
porque mientras decían: éste es un profeta y se proponían llevárselo y
hacerlo rey, cuando lo encontraron no le dijeron nada.
San Agustín,
ut supra
He aquí a aquél que en el monte huía de
las multitudes, (porque no quería que lo hiciesen rey), hablando con
las mismas multitudes, expuesto a que lo detengan y lo proclamen rey.
Pero El, después del misterioso milagro, les predica con el fin de
saciar sus almas con su palabra, así como había saciado sus cuerpos
con el alimento corporal.
Alcuino
El que nos dio ejemplo para que huyésemos
de la alabanza y del dominio terrenal, da ejemplo a los que deben
enseñar de cómo deben insistir en la predicación.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 43
Pero la mansedumbre y la bondad no siempre
son útiles. Con el discípulo desaplicado y torpe conviene usar del
aguijón del estímulo. Esto es lo que hace aquí el Hijo de Dios. Cuando
vinieron las multitudes y lo halagaban diciendo: "Maestro, ¿cuándo
llegaste acá?", para manifestar que no ambiciona el honor que procede
de los hombres, sino que únicamente se propone la salvación de los
demás, les contesta reprendiéndoles, no sólo a fin de corregirles,
sino queriendo darles a conocer aun lo mismo que pensaban. Prosigue:
"Jesús les respondió y les dijo: en verdad, en verdad os digo que me
buscáis, no por los milagros que habéis visto", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Como diciendo: me buscáis por cosas
materiales y no con fines espirituales.
Crisóstomo,
ut supra
Después de esta reprensión, les añade la
predicación de su celestial doctrina, diciendo: "Trabajad, no por la
comida que perece", etc. Como diciendo: Vosotros buscáis la comida
temporal y yo he alimentado vuestros cuerpos para que por medio de
esta comida busquéis lo que no produce la vida temporal, sino la
eterna.
Alcuino
El alimento temporal únicamente robustece
la parte material del hombre exterior y no basta recibirlo una vez,
sino que es necesario tomarlo diariamente. Mas el alimento espiritual
subsiste siempre y produce la saciedad perpetua y la inmortalidad.
San Agustín,
ut supra
Insinúa que El mismo es este alimento
espiritual, como se evidencia en lo que sigue. Como si dijera: me
buscáis por otra cosa; buscadme por mí mismo.
Crisóstomo,
ut supra
Pero como algunos gustan vivir de la
holganza, abusan de esta palabra; y debemos citarles las palabras de
San Pablo ( Ef 4,28): "El que robaba, que ya
no robe, sino que procure más bien trabajar con sus manos y así tendrá
con qué poder remediar las necesidades de la vida". Y él mismo, cuando
iba hacia Corinto, se detenía en casa de Aquilas y Priscila y allí
trabajaba. ( Hch 18) Y diciendo "no os
afanéis por el alimento que se pierde", no es que dé a entender que se
deba ser perezoso, sino que conviene trabajar y dar a los demás. Esta
es la comida que no se pierde. Porque procurar la comida que se pierde
es lo mismo que aficionarse a los cuidados del mundo. Y esto lo dice
porque aquéllos no se ocupaban de la fe, sino que únicamente querían
llenar su vientre sin trabajar y a esto oportunamente lo llamó la
comida que se pierde.
San Agustín,
ut supra
Así como había dicho a la Samaritana: "Si
conocieses quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a El, y te
daría un agua viva", así ahora añade ( Jn
4,10): "La que os dará el Hijo del hombre".
Alcuino
Cuando recibes el cuerpo de Jesucristo de
manos del sacerdote, no atiendas al sacerdote a quien miras, sino a
Aquél a quien no ves. El sacerdote es quien administra este alimento,
pero no es el autor. El Hijo del hombre se nos da a sí mismo con el
fin de permanecer en nosotros y que nosotros permanezcamos en El. No
queráis recibir a este Hijo del hombre como recibís a los demás hijos
de los hombres, porque Este está separado de los demás por medio de
cierta gracia y está fuera del número de todos. Porque este Hijo del
hombre es también Hijo de Dios. Esto es lo que añade: "Porque a Este
señaló el Padre el Dios". Señalar es tanto como poner un sello, como
diciendo: no me despreciéis porque soy el Hijo del hombre; porque así
y todo, el Padre me ha distinguido, esto es, me ha dado algo propio
para que no me confundiese con el género humano, sino para que éste
fuese redimido por mí.
San Hilario De Trin., 1,
8
La naturaleza de los signos lleva consigo
la propiedad de explicar la especie impresa en ellos, sin que pierdan
nada de sí en el acto de sellar, porque a la vez que reciben cuanto en
ellos se imprime, comunican también todo lo impreso. Este ejemplo no
tiene suficiente capacidad para poder explicar la generación divina,
porque en los signos hay materia previa, diversidad e impresión, por
medio de las que se imprimen ciertas semejanzas de otras cosas
superiores. Mas el Unigénito de Dios, que se hizo Hijo del hombre por
el misterio de nuestra salvación, queriendo dar a conocer que posee en
sí mismo la imagen del Padre, dice que ha sido sellado por El. Y por
esto puede entenderse que le fue dado poder para que nos preparase el
alimento adecuado para conseguir la vida eterna, puesto que llevaba en
sí toda la plenitud de la forma del Padre.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 43
O lo que es lo mismo, señaló: esto es, lo
envió con el fin de que nos trajese esta comida, o lo señaló: esto es,
lo dio a conocer por medio de su testimonio.
Alcuino
Hablando en sentido espiritual, puede
decirse que al día siguiente -esto es, después de la Ascensión de
Jesucristo-, estando de pie la multitud -en las buenas acciones y no
recostada en las pasiones de la tierra-, espera que venga Jesús a
ella. Había una sola nave, y ésta es la Iglesia. Porque las demás
naves que vinieron después son las sectas de los herejes, las cuales
buscan sus propios intereses y no la gloria de Jesucristo (
Flp 2,21). Por esto muy oportunamente se les
dice: "Me buscáis porque habéis comido el pan".
San Agustín,
ut supra
¡Cuántos hay que no buscan a Jesús sino
por los beneficios temporales que les granjea! Uno busca el negocio
por la mediación de los sacerdotes, otro huye a esconderse en la
iglesia cuando es perseguido por el más fuerte. Apenas si se busca a
Jesús por Jesús.
San Gregorio Moralium
23, 26
Por la persona de éstos, el Señor aparta
también a los que dentro de su propia Iglesia y habiéndose acercado al
El por las sagradas órdenes, no buscan en ellas los méritos de las
virtudes, sino la satisfacción de los asuntos del mundo. El haber
seguido al Señor después de saciados, equivale a haber recibido de la
Iglesia los alimentos necesarios. Y no siguen al Señor por sus
milagros, sino por los alimentos, creyendo que cumplen con el deber de
la religión ansiando los auxilios corporales, sin que se cuiden del
fomento de las virtudes.
Beda
Y aquéllos también que no buscan en la
oración las cosas eternas, sino las temporales, buscan a Jesús no por
Jesús, sino por alguna otra cosa. Se da a conocer, por tanto, en
sentido espiritual, que los conciliábulos de los herejes carecen de la
asistencia de Jesucristo y de sus discípulos. Y cuando aquí se dice
que han venido otras naves, significa que han brotado de repente otras
herejías. Y por la multitud que conoció que Jesús no estaba allí ni
tampoco sus discípulos, se designan aquéllos que, conociendo los
errores de los herejes, los abandonan para venir a la verdadera fe.
|
28-34 |
Y le dijeron: "¿Qué
haremos para hacer las obras de Dios?" Respondió Jesús, y les dijo:
"Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquél que El envió". Entonces
le dijeron: ¿Pues qué milagro haces, para que lo veamos y te creamos?
¿Qué obras tú? Nuestros Padres comieron el maná en el desierto, como
está escrito: Pan del cielo les dio a comer". Y Jesús les dijo: "En
verdad, en verdad os digo, que no os dio Moisés pan del cielo. Mas mi
Padre os da el pan verdaderamente del cielo. Porque el pan de Dios es
aquél que descendió del cielo, y da vida al mundo". Ellos, pues, le
dijeron: "Señor, danos siempre este pan". (vv. 28-34)
Alcuino
Entendieron que esta comida que dura hasta
la vida eterna era obra de Dios y por esto le preguntan lo que han de
hacer para poder conseguir este alimento (esto es, la obra de Dios). Y
esto es lo que da a entender respecto de lo que dijo el evangelista:
"Y le dijeron: ¿Qué haremos para hacer las obras de Dios?"
Beda
Esto es, ¿qué mandamientos deberemos
observar para que podamos cumplir los deseos de Dios?
Crisóstomo in Ioannem
hom. 44
Y decían esto, no para aprender y obrar,
sino queriendo obligarlo a que les diese a conocer aquella clase de
comida.
Teofilacto
Mas Jesucristo, aunque conocía que de nada
les aprovechaba, les contestó sin embargo, para utilidad de los demás.
Y les dio a conocer (como a todos los demás hombres) cuál es la obra
de Dios. Por esto sigue: "Respondió Jesús y les dijo: ésta es la obra
de Dios, que creáis en Aquél que El envió".
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y no dijo, para que le creáis a El, sino
para que creáis en El. Pues el que le cree a El, no cree en El en
seguida. Porque los demonios le creían, pero no creían en El y
nosotros creemos a Pablo, pero no creemos en Pablo. Por lo tanto,
creer en El es amarlo creyendo, y creyendo adorarle, y creyendo ir a
El e incorporarse con sus miembros ( Gál
3,25). Esta es la fe que el Señor exige de nosotros y que obra por
medio del amor. La fe se distingue, pues, de las obras, como dice el
Apóstol ( Rom 3,28): "Que el hombre se
justifica por medio de la fe sin las obras de la Ley". Y hay algunas
obras que parecen buenas sin la fe de Jesucristo y no son buenas,
porque no se refieren a aquel fin de donde deriva su bondad. Porque el
fin de la Ley es Jesucristo, para justificación de todo creyente. (
Rom 10,4) Y por tanto, no quiso distinguir la
fe de la obra, sino que dijo que la misma fe es la obra de Dios, pues
esta misma fe es la que obra por medio del amor. Y no dijo (
2Cor 3,17): ésta es vuestra obra, sino: ésta
es la obra de Dios, a fin de que creáis en El, para que el que se
gloría, se gloríe en el Señor. Luego creer en El es comer aquel
alimento que permanece hasta la vida eterna. ¿Para qué preparas tu
diente y tu vientre? Cree y ya has comido. Mas aunque los invitaba a
creer, ellos todavía pedían milagros para creer. Y esto es lo que
sigue: "Entonces le dijeron: ¿pues qué milagro haces", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Nada más opuesto a la razón que decir esto
como si no hubiese hecho ningún prodigio, cuando tenían un milagro
ante los ojos. Y no le permiten al Señor que elija la clase de milagro
que quiera hacer, sino que lo quieren obligar a que no haga ningún
otro que no sea aquél que se hizo en beneficio de sus padres. Por esto
añaden: "nuestros Padres comieron el maná en el desierto".
Alcuino
Y para que no parezca que era de
despreciar el maná en alguna manera, lo ensalzan con las palabras del
salmo, diciendo ( Sal 78,24): "como está
escrito: Pan del cielo les dio a comer".
Crisóstomo,
ut supra
Habiendo hecho muchos milagros en Egipto,
en el mar Rojo y en el desierto, sólo hacen mención de éste, porque
era el que deseaban más por la tiranía del vientre. Y no dicen que
Dios hizo esto, para que no parezca que lo comparan con Dios; y no
citan a Moisés, para que no se crea que humillan a Jesucristo, sino
que adoptan el término medio, diciendo: "nuestros padres comieron el
maná".
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Jesús nuestro Señor hablaba de sí de tal
modo, que se hacía superior a Moisés, porque Moisés nunca se había
atrevido a decir que daría una comida que no concluiría jamás. Sabía
aquella gente todo lo que había hecho Moisés y sin embargo querían ver
cosas mayores. De modo que casi puede entenderse que decían al Señor:
tú ofreces un alimento que nunca se acaba, y sin embargo, nada haces
de lo que hizo Moisés; porque aquél no nos dio panes de cebada, sino
maná bajado del cielo.
Crisóstomo in Ioannem hom. 44.
El Señor podía haberles dicho que Moisés
había hecho otros milagros mayores, pero ahora no era tiempo de hablar
de esto, sino de procurar atraerlos al alimento espiritual. Por esto
sigue: "En verdad, en verdad os digo, que no os dio Moisés pan del
cielo", etc. Porque en realidad el maná no venía del cielo. ¿Y cómo se
dice del cielo? Del mismo modo que se dice aves del cielo (
Sal 8; Sal 17,14;
Eclo 46): "Tronó el Señor desde el cielo".
Dice que aquel pan no era verdadero, no porque hubiese sido falso el
milagro del maná, sino porque sólo era figura y no realidad. No dijo:
no dio Moisés, sino yo. Y en lugar de Moisés pone a Dios Padre y en
vez de maná se ofrece a sí mismo.
San Agustín,
ut supra
Como diciendo: aquel maná representaba
esta comida (esto es, aquella comida de que os he hablado antes), y
todas aquellas cosas eran figuras mías. Habéis amado las figuras y
despreciáis lo significado por ellas. Pues Dios concedió el pan que el
mismo maná había representado, esto es, a nuestro Señor Jesucristo.
Por esto sigue: "Mas el pan de Dios es aquél que descendió del cielo y
da la vida al mundo".
Beda
Pero no a los elementos, sino a los
hombres que habitan en el mundo.
Teofilacto
Hablaba de sí mismo como pan verdadero,
porque lo que principalmente se representa por medio del maná, es el
Hijo Unigénito de Dios hecho hombre. Maná es vocablo que significa
¿qué es esto?
1 (
Ex 26) Porque los judíos, cuando lo veían, se
decían asombrados los unos a los otros: ¿qué es esto? Mas el Hijo de
Dios hecho hombre es el maná más poderoso y admirable, de modo que a
cualquiera se le ocurre preguntar: ¿qué es esto? ¿Y cómo el Hijo de
Dios es Hijo del hombre? y ¿cómo puede ser que de dos naturalezas se
forme una sola persona?
Alcuino
Teofilacto
Y este pan existe como vida según su
naturaleza (como Hijo del Padre vivo). Hace obras propias, porque da
vida a todas las cosas. Y así como el pan de la tierra conserva la
naturaleza débil de nuestra carne, así Jesucristo, por medio de las
operaciones del Espíritu, da vida al alma y hace también al cuerpo
incorruptible, pues por su resurrección comunica la incorruptibilidad
al cuerpo y de aquí el decir que da la vida al mundo.
Crisóstomo,
ut supra
No sólo a los judíos, sino a todo el
mundo. Mas ellos se fijaban aún en las cosas más bajas. Por esto
sigue: "ellos, pues, le dijeron: Señor, dadnos este pan". Y habiendo
dicho El: mi Padre es quien da este pan, no le dijeron: ruégale que
nos lo dé, sino: dánosle.
San Agustín,
ut supra
Y así como la Samaritana, a quien dijo el
Señor: "El que bebiere de esta agua nunca volverá a tener sed" (
Jn 4,14), tomando esto mismo en sentido
material y queriendo ponerse a cubierto de la indigencia, también
había dicho: "dame de esta agua"; éstos dicen: "Danos este pan"; que
nos alimente y que no falte.
Notas
1. El
nombre hebreo man es explicado en
Ex 16,15 por la pregunta de los israelitas:
man hu, ¿qué es esto?
2. "A
través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que
'en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente' (
Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el
'sacramento', es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de
la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida
terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora". ( Catecismo de la Iglesia
Católica, 515) "Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su
humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino
que quiere la salvación de los hombres". ( Catecismo
de la Iglesia Católica, 609)
|
35-40 |
Y Jesús les dijo: "Yo soy
el pan de la vida: el que viene a mí no tendrá hambre: y el que en mí
cree, nunca jamás tendrá sed. Mas ya os he dicho que me habéis visto,
y no creéis. Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá, y aquél que a mí
viene, no le echaré fuera. Porque descendí del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió. Y ésta es la
voluntad de aquel Padre, que me envió: Que nada pierda de todo aquello
que El me dio, sino que lo resucite en el último día. Y la voluntad de
mi Padre, que me envió, es ésta: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree
en El tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". (vv.
35-40)
Crisóstomo in Ioannem
hom. 44
En lo que sigue el Señor los va a iniciar
en el conocimiento de los misterios. En primer término, habla de su
divinidad, por lo que les dice: "Y Jesús les dijo: yo soy el pan de la
vida". Y no dijo esto refiriéndose a su cuerpo, porque de esto habló
más adelante cuando dijo: "el pan que os daré, es mi propia carne".
Pero ahora habla de su divinidad, porque su carne es pan por la
Palabra de Dios, que se convierte en pan celestial para todo aquél que
recibe su mismo espíritu.
Teofilacto
Y no dijo: yo soy el pan de alimento, sino
de la vida. Y como todas las cosas estaban muertas, Jesucristo nos da
vida por medio de sí mismo. Luego es un pan, no de la vida ordinaria,
sino de aquélla que no concluye con la muerte. Por esto añade: "El que
a mí viene, no tendrá hambre; y el que en mí cree, nunca jamás tendrá
sed".
San Agustín In Ioannem tract., 25.
El que viene a mí, esto es, el que cree en
mí. Y cuando dijo: no tendrá hambre, debe entenderse esto mismo, y
cuando dice que nunca tendrá sed, con una y otra cosa significa
aquella saciedad eterna en donde nunca hay hambre.
Teofilacto.
No se tendrá sed ni hambre, esto es, de
oír la palabra de Dios, ni se cansará, ni será mortificado con sed
intelectual, como sucedería cuando no tuviera el agua del bautismo y
la santificación por el Espíritu Santo.
San Agustín,
ut supra
Vosotros pues deseáis el pan del cielo, el
mismo que tenéis a la vista, pero no lo coméis. Por esto sigue: "Mas
ya os he dicho que me habéis visto, pero que no me creéis".
Alcuino
Como diciendo: no he dicho esto porque yo
piense que seréis saciados con este pan, sino más bien lo digo para
que os avergoncéis de vuestra incredulidad, porque veis y no creéis.
Crisóstomo,
ut supra
O acaso en aquellas palabras "os he
dicho", da a conocer el testimonio de las Escrituras, al cual se había
referido antes, cuando decía: "Ellas son las que dan testimonio de mí"
( Jn 5,39). Y en otro lugar les había dicho:
"porque he venido en nombre de mi Padre, y no me habéis recibido" (
Jn 5,43). Y en cuanto a lo que les dijo: "Y
que me habéis visto", etc., se refiere, aunque de una manera oculta, a
los milagros.
San Agustín,
ut supra
No soy yo quien ha perdido al pueblo de
Dios, porque vosotros me habéis visto y no me habéis creído. Por esto
sigue: "Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá, y aquél que a mí
viene, no le echaré fuera".
Beda
Dice "Todo" en absoluto para designar la
plenitud de los fieles. Porque éstos son los que el Padre da al Hijo,
cuando por medio de una inspiración interior les hace creer en el
Hijo.
Alcuino
Todo aquél a quien el Padre traiga con el
fin de que crea en mí, vendrá a mí por medio de la fe, de tal modo,
que a mí se una. Y a todo aquél que venga a mí por medio de la fe y de
las buenas acciones, no lo echaré fuera, esto es, habitará conmigo en
el secreto de su conciencia limpia y al fin lo recibiré en la eterna
bienaventuranza.
San Agustín,
ut supra
Aquel interior de donde no se sale fuera
es un gran santuario, un dulce apartamiento sin tedio, sin la amargura
de los malos pensamientos y sin la interposición de las tentaciones y
de los dolores. Del cual se dice: "Entra en el goce de tu Señor" (
Mt 25,21).
Crisóstomo,
ut supra
En lo que dice: "Todo lo que me da el
Padre", demuestra que no es una cosa contingente el creer en
Jesucristo, ni se consigue por medio de la sola razón humana, sino que
necesita de aquella revelación que procede de lo alto, aun en el alma
piadosa que recibe la revelación. Por donde no están exentos de culpa
aquéllos a quienes el Padre no da, porque también necesitamos de la
voluntad propia para creer. Por medio de esto refuta la incredulidad
de aquéllos, manifestando que el que no cree en El se opone a la
voluntad del Padre. Mas San Pablo dice que el Hijo los traerá al Padre
( 1Cor 15,24), esto es, cuando entregue el
reino a Dios y al Padre. Y así como el Padre cuando da no se priva de
nada, así tampoco el Hijo cuando entrega. Y se dice que el Hijo
entrega, porque somos llevados al Padre por medio de El, y respecto
del Padre se ha dicho: "Por medio del que habéis sido llamados a vivir
en sociedad con su Hijo. Y así, el que viene a mí se salvará, porque
he venido y he tomado carne en beneficio de éstos" (
1Jn 2; 1Cor 1,9). Por esto sigue:
"Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad de Aquel que me envió". Pero, ¿qué dices?, ¿unas cosas son
tuyas y otras cosas son de El? Y para que nadie vaya a pensar cosa
parecida, añadió: "Y ésta es la voluntad de aquel Padre que me envió:
que todo aquél que ve al Hijo, tenga vida eterna". Y por esto quiere
también el Hijo, porque Este da la vida a los que quiere. ¿Qué es,
pues, lo que dice? No he venido a hacer más que lo que el Padre
quiere, como no teniendo separada mi voluntad de la del Padre; todas
las cosas que son del Padre son mías. Pero no dijo esto, porque lo
deja para el fin. Y entretanto oculta las cosas superiores.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y por qué no arrojará fuera, lo explica
diciendo: "Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino
la voluntad de Aquél que me envió". El alma se separó de Dios porque
era soberbia y así por la soberbia fuimos arrojados. Pero volvemos por
medio de la humildad, pues el médico, cuando estudia la enfermedad, si
cura lo que ha sido producido por una causa y no extirpa la causa
misma, manifestará que sólo cura por un poco de tiempo, mas durará la
enfermedad mientras no desaparezca la causa. Con el fin de curar las
causas de todas las enfermedades (esto es, la soberbia), bajó el Hijo
de Dios y se hizo humilde. ¿Por qué, pues, ¡oh hombre! te
ensoberbeces? El Hijo de Dios se ha hecho humilde por ti. Pudieras
avergonzarte quizá de imitar a un hombre humilde. Imita al menos a un
Dios humilde y ésta es la recomendación de la humildad: "No he venido
a hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió". Porque
la soberbia hace su propia voluntad y la humildad hace la voluntad de
Dios.
San Hilario De Trin., 1,
3
Y no dice esto porque hace lo que no
quiere, puesto que da a conocer que su obediencia está subordinada a
la voluntad del Padre, queriendo El cumplir la voluntad del Padre.
San Agustín,
ut supra
Y por tanto, no arrojaré fuera al que
viene a mí porque no he venido a hacer mi voluntad. Siendo humilde he
venido a enseñar la humildad y el que viene a mí se incorpora conmigo
y se hace humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios; y no
será arrojado fuera. Si lo había sido antes, fue porque era soberbio,
y a mí no puede venir el que no sea humilde. Lo que se arroja fuera es
la soberbia; el que observa la humildad, no se separa de la verdad.
Por lo tanto, no arrojará fuera al que viene a El, porque no viene a
hacer su voluntad, como manifiesta cuando añade: "Y ésta es la
voluntad de aquel Padre que me envió; que nada pierda de lo que me dio
el Padre". Le fue dado todo aquél que observa la humildad (
Mt 18,14). No hay voluntad en el Padre de que
perezca siquiera uno, aunque sea de los más pequeñuelos. De los
soberbios puede perecer alguno, pero de los pequeños ninguno perece.
Porque si no os hacéis como este pequeñuelo, no entraréis en el reino
de la gloria ( Mt 18,3).
San Agustín De
correptione et gracia, cap. 9
Mas los que en los misterios
providentísimos de Dios han sido designados, predestinados, llamados,
justificados y glorificados (aun cuando aún no hayan sido regenerados,
ni aún nacidos), ya son hijos de Dios y no pueden perecer; y éstos son
los que vienen verdaderamente a Jesucristo. Y Jesucristo es quien les
da la perseverancia en el bien hasta el fin. Y no se concede ésta sino
a aquéllos que no perecerán, porque los que no perseveran, perecerán
1.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 44
Respecto a lo que dijo "que nada pierda de
todo aquello", no da a entender que necesite cuidar de ellos, sino que
dice esto para que obtengan su salvación. Y después que había dicho:
"que nada pierda de aquello, y no lo echaré fuera", añade: "Sino que
lo resucitaré en el último día". Porque en el día de la resurrección
serán arrojados todos los malos, según dice por San Mateo (
Mt 22,13): "Cogedlo, y arrojadlo a las
tinieblas exteriores". Porque ellos mismos serán los que se perderán,
como dice también por medio de San Mateo ( Mt
10,28): "Quien puede perder su cuerpo y su alma en el infierno". Y por
esto, muchas veces les habla de la resurrección, para que no juzguen
la providencia de Dios sólo por las cosas presentes, sino también
atendiendo a la otra vida.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y ved cómo habla aquí de aquellas dos
resurrecciones: el que viene a mí, resucita ahora, haciéndose humilde
en mis miembros; pero lo resucitaré en el último día. Y para probar lo
que había dicho: "que todo aquello que el Padre me dio" y respecto de
lo que dijo después: "que nada se pierda", añade: "Y la voluntad de mi
Padre que me envió, es ésta: que todo aquél que vea al Hijo y crea en
El, tenga vida eterna". Antes dijo también ( Jn
5,24): "El que oye mi palabra y cree en Aquél que me envió", y ahora
dice: "El que ve al Hijo y cree en El". No dijo: y cree en el Padre,
porque lo mismo es creer en el Hijo que creer en el Padre, puesto que
así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también concedió al Hijo
que tuviera vida en sí mismo; ( Jn 5,26) para
que éste concediera que todo aquél que vea al Hijo y crea en El tenga
vida eterna, y creyendo y pasando la vida, pase como aquella primera
resurrección. Y como esta vida no es la única, habla también de la
segunda: "Y yo lo resucitaré en el último día".
Notas
1. El
concilio de Trento (1547) enseña que: "Si alguno dijere que la gracia
de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y
todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no
reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder
divino, sea anatema" ( Dz 827).
|
41-46 |
Los judíos, pues,
murmuraban de El, porque había dicho: "Yo soy el pan vivo, que
descendí del cielo". Y decían: "¿No es éste Jesús, el hijo de José,
cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Pues cómo dice éste: que del
cielo descendí?" Mas Jesús respondió, y les dijo: "No murmuréis entre
vosotros: Nadie puede venir a mí, si no le trajere el Padre que me
envió: y yo lo resucitaré en el postrimero día. Escrito está en los
profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Todo aquél que oyó del
Padre y aprendió, viene a mí. No porque alguno ha visto al Padre, sino
aquél que vino de Dios, éste ha visto al Padre". (vv. 41-46)
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Mas los judíos, creyendo que se trataba de
la comida material, no se disgustaron hasta que se convencieron de lo
contrario. Por esto dice: "Los judíos, pues, murmuraban de El, porque
había dicho: Yo soy el pan vivo", etc. Parece que se disgustaban
también porque dijo que había bajado del cielo, pero esto no era lo
que producía su disgusto, sino que ya no esperaban saciarse de un
alimento corporal. Sin embargo aún lo consideraban porque estaba
reciente el milagro y por tanto no lo contradecían abiertamente, sino
que manifestaban su disgusto murmurando. Y dice lo que murmuraban
cuando añade: "Y decían: ¿No es éste Jesús el hijo de José", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Muy alejados estaban éstos del pan del
cielo y no sabían experimentar hambre de El, porque este pan supone el
hambre del hombre interior.
Crisóstomo,
ut supra
Es bien sabido, pues, que aún no conocían
su generación admirable. Por eso aún lo llaman hijo de José y sin
embargo, no los increpa. Así, no les respondió: no soy hijo de José,
puesto que no podían tener conocimiento de su generación prodigiosa. Y
si no podían entenderlo claramente cuando hablaba respecto de la
generación humana, con mucha más razón no lo comprenderían cuando
hablase de otra naturaleza más elevada.
San Agustín,
ut supra
Tomó carne de los hombres, pero no a la
manera de los demás hombres, porque teniendo Padre en el Cielo, eligió
Madre en la tierra, y allí nació sin madre, y aquí sin padre. "Los
judíos pues murmuraban de El", etc. ¿Que responde ante tales
murmuradores? "No murmuréis entre vosotros". Como si dijese: sé por
qué no sentís este hambre y por qué no comprendéis ni buscáis este
pan. "Nadie puede venir a mí, si no lo trajere el Padre que me envió".
¡Noble excelencia de la gracia
1!
Ninguno viene si no es traído. ¿A quién trae y a quién no trae? El
porqué, no debéis investigarlo si no queréis errar. Acéptalo y
entonces entiéndelo. Y si acaso no has sido traído aún, ruega para que
lo seas.
Crisóstomo,
ut supra
Aquí se levantan los maniqueos diciendo
que nada se deja a nuestra propia libertad, pero esto no destruye lo
que en nosotros hay, sino que manifiesta que necesitamos del auxilio
divino. Manifiesta pues aquí, que no se refiere a aquél que viene como
obligado, sino a aquél que viene venciendo muchas contrariedades.
San Agustín,
ut supra
Si a pesar nuestro somos traídos a
Jesucristo, se sigue que a pesar nuestro creemos. Luego se nos hace
violencia, no se mueve la voluntad. Pero alguno podrá entrar en la
Iglesia no queriendo, mas no podrá creer si no quiere, "porque con el
corazón se cree en la justicia" ( Rom 10,10).
Así pues, si viene obligado el que es traído, no cree; y si no cree,
no viene; porque no nos encaminamos hacia Jesucristo andando, sino
creyendo; y no nos aproximamos a El moviendo el cuerpo, sino por la
voluntad del alma. Por tanto, eres traído voluntariamente. ¿Y qué es
ser traído voluntariamente? "Complácete en el Señor, y alcanzarás de
El lo que pide tu corazón" ( Sal 36,4). Hay
cierto goce en nuestra alma para la cual es muy satisfactorio aquel
pan del cielo. Además, si fue lícito al poeta decir que el placer de
cada uno es lo que lo atrae, ¿con cuánta más razón debemos decir
nosotros que el hombre es traído a Jesucristo cuando se deleita en la
verdad, cuando se deleita en la santidad, cuando se deleita en la
justicia y cuando se deleita en la vida eterna? Y todo esto es
Jesucristo. Los sentidos del cuerpo tienen sus placeres, ¿el alma
carecerá de ellos? Dame un hombre que ama, uno que desea, uno que es
fervoroso, uno que tiene hambre, uno que anda con esta solicitud y que
tiene sed y que suspira por llegar a la fuente de la vida eterna. Este
hombre comprenderá lo que digo. Porque el Señor quiso decir: "a quien
el Padre trajere". Si hemos de ser traídos seámoslo por Aquél a quien
dice el que lo ama ( Cant 1,3): "Tráeme en
pos de ti". Pero veamos cómo debe entenderse aquella sentencia. El
Padre trae al Hijo a aquéllos que creen en el Hijo porque conocen que
Este tiene a Dios por Padre, puesto que Dios Padre engendró al Hijo
igual a sí. Y el que piensa y cree en la fe y examina que el Hijo es
igual al Padre, en quien cree, es traído por el Padre al Hijo. Arrio
pensó que sólo era una criatura; el Padre no lo trajo. Fotino
2 dijo:
Jesucristo únicamente es hombre; como creyó esto, no lo trajo el
Padre. Trajo a Pedro, que dijo: "Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo" (
Mt 16,16). Por esto se le contestó: "La carne
y la sangre no te han revelado esto, sino mi Padre que está en los
Cielos" ( Mt 16,17). Esta revelación es la
atracción misma. Si atraen aquellas cosas que se revelan a los que se
aman entre las delicias terrenas, ¿no atraerá Jesucristo revelado por
el Padre? ¿Qué otra cosa mejor desea el alma que la verdad? Pero aquí
los hombres tienen hambre, allí serán saciados. Por esto añade: "Y yo
le resucitaré en el postrimero día". Como diciendo: será saciado,
porque aquí tiene sed y en la resurrección de los muertos yo le
resucitaré.
San Agustín De quaest.
nov. et vet. testam. qu. 79
O bien atrae el Padre hacia el Hijo por
medio de los milagros que hacía por El.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 45
No es pequeña la dignidad del Hijo si el
Padre atrae y El resucita, no separando sus obras de las del Padre,
sino manifestando la igualdad que existe entre la virtud y el poder
del Padre con su poder. Manifiesta a continuación el modo con que el
Padre atrae, diciendo: "Escrito está en los profetas: y serán todos
enseñados por Dios". He aquí el honor que concede la fe, puesto que no
viene de los hombres, ni por medio de los hombres, sino que deben
aprenderla del mismo Dios. Porque un maestro, cuando preside una
clase, está dispuesto a comunicar toda su ciencia, para inculcar a
todos su enseñanza. Mas si el Señor nos enseña a todos, ¿cómo es que
algunos no creen? Y esto se dice respecto de muchos, o sea de todos
los que mueren.
San Agustín De praedest.
Sanct. cap. 8
Hablamos con propiedad cuando decimos de
algún maestro que enseña las letras humanas y está solo en la ciudad:
éste enseña aquí todas las letras; no porque todos aprendan, sino
porque ninguno de los que allí están aprenden sino de él. Y así
decimos con propiedad: Dios manifiesta a todos cómo deben venir a
Jesucristo, no porque todos vengan, sino porque no pueden venir de
otro modo.
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Todos los hombres de aquel reino serán
enseñados por Dios y no podrán oír estas cosas de los hombres. Y aun
cuando aquí oyen de los hombres, lo que comprenden se les concede
interiormente, interiormente brilla, e interiormente se les revela.
Yo, por ejemplo, lanzo un estrépito de palabras en vuestros oídos,
pero si no revela el que está dentro, ¿qué digo? ¿qué hablo? Dice,
pues: "Y todos serán enseñados por Dios". Como diciendo: ¿Cómo podéis
conocerme, oh judíos, siendo a quienes el Padre no ha enseñado?
Beda.
Dice en plural: en los profetas, porque
todos éstos estaban llenos de un mismo espíritu. Y aunque vaticinaban
cosas diferentes, se encaminaban a un mismo fin, estando los unos
conformes con los pensamientos de los otros y con las palabras del
profeta Joel: "Serán todos enseñados por Dios".
Glosa.
Esto no se encuentra así en Joel, sino de
una manera parecida, porque allí se dice: "Hijos de Sion, regocijaos y
alegraos en el Señor nuestro Dios, porque os ha dado un doctor" (
Jl 2,33). Más expresivo está en Isaías cuando
dice: "Yo tomaré a todos tus hijos enseñados por el Señor" (
Is 54).
Crisóstomo,
ut supra
Lo cual es una cosa de verdadera
importancia, porque antes aprendían por ministerio humano las cosas
que atañen a Dios, y ahora por el Hijo único de Dios y por el Espíritu
Santo.
San Agustín De praedest.
Sanct. cap. 8 et seqq
Todos los que son enseñados por Dios
vienen al Hijo, porque oyeron y aprendieron del Padre por el Hijo. De
aquí que añada: "Todo el que oyó del Padre y aprendió, viene a mí". Si
el que oyó las cosas del Padre y aprendió viene, en verdad que el que
no oyó del Padre no aprendió. La escuela donde el Padre es oído y
enseña que se vaya a su Hijo está muy alejada de los sentidos del
cuerpo. Porque esta operación no la realiza por los oídos de la carne,
sino del espíritu, en donde está el mismo Hijo, dado que es su Verbo
por el que el Padre enseña del modo antedicho. Está también el
Espíritu Santo, porque hemos aprendido que las operaciones de la
Trinidad son inseparables, y se le atribuye esto principalmente al
Padre, porque de El es el Hijo y procede de ambos el Espíritu Santo. Y
así la gracia que se concede por la divina magnificencia a los
corazones humanos por caminos ocultos, no puede ser rechazada por un
corazón duro, supuesto que su primer movimiento es quitar la dureza de
corazón
3. ¿Y
por qué enseña a todos para que vengan a Jesucristo, sino porque
aquéllos a quienes enseña les enseña por su misericordia y aquéllos a
quienes no enseña lo hace porque ellos se hacen acreedores a tal pena?
Y si dijéramos que quieren aprender aquellos a los que no enseña, nos
responderá: ¿Y dónde están cuando se le dice: "Señor, si tú nos miras,
nos darás vida" ( Sal 84,7)? Y si Dios no
hace que quieran aquéllos que no quieren, ¿por qué ruega la Iglesia
por sus perseguidores, conforme a lo que Dios le tiene ordenado? Por
tanto, no puede decir alguno: he creído para ser llamado por esta
causa, siendo así que la gracia de Dios prepara a aquél que es llamado
para que crea.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
He aquí cómo el Padre atrae enseñando la
verdad y no imponiendo la necesidad, porque el atraer es propio de
Dios: "Todo el que oyó la voz del Padre y aprendió, viene a mí". ¿Cómo
así? ¿Jesucristo nada enseñó? ¿Cómo, si los hombres no vieron a su
maestro el Padre, vieron al Hijo? El Hijo, pues, hablaba, pero el
Padre enseñaba. Y si yo, siendo hombre, enseño a aquél que ha oído mi
palabra, el Padre también enseña a aquél que oye a su Verbo. El mismo
da a conocer esto y nos enseña lo que dijo, expresándose a
continuación en estos términos: "No porque alguno ha visto al Padre,
sino aquél que oyó la voz del Padre". Como diciendo: no sea que acaso,
cuando esto os digo, que todo el que ha oído y aprendido del Padre,
digáis entre vosotros: nunca hemos visto al Padre; ¿cómo podemos
aprender de El? Oídlo de mí mismo. Yo he conocido al Padre, vengo de
El, del mismo modo que la palabra es de aquél de quien la concibe, no
porque suena y pasa, sino porque se queda con el que habla y atrae al
que oye.
Crisóstomo,
ut supra
Y en verdad que todos somos hijos de Dios
y lo que es muy esencial y propio del Hijo, de esto no habló por la
debilidad de los que le oyesen.
Notas
1.
"Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la
dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de
conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con
otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su
Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser
puede dar en su lugar". ( Catecismo de la Iglesia
Católica, 357) "La vocación de la humanidad es manifestar la
imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Unico del Padre.
Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es
llamado a entrar en la bienaventuranza divina; pero concierne también
al conjunto de la comunidad humana". ( Catecismo de
la Iglesia Católica 1877)
2. Se
trata de Fotino de Sirmio.
3. "La
iniciativa divina en la obra de la gracia previene, prepara y suscita
la respuesta libre del hombre. La gracia responde a las aspiraciones
profundas de la libertad humana; y la llama a cooperar con ella, y la
perfecciona". ( Catecismo de la Iglesia Católica,
2022)
|
47-52 |
"En verdad, en verdad os
digo: que aquél que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de la
vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este
es el pan que desciende del cielo, para que el que comiere de él no
muera. Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. Si alguno comiere
de este pan, vivirá eternamente. Y el pan que yo os daré es mi carne
por la vida del mundo". (v. 47-52)
San Agustín In Ioannem tract., 26.
El Señor quiso dar a conocer lo que El
era. Por esto dice: "En verdad, en verdad os digo, que aquél que cree
en mí, tiene vida eterna". Como diciendo: el que cree en mí, me tiene.
¿Y qué es tenerme? Tener la vida eterna. Y la vida eterna es el Verbo
que en el principio estaba con Dios y la vida era la luz de los
hombres. La vida asumió a la muerte, para que la muerte fuese
destruida por la vida.
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Y como las multitudes instaban pidiendo el
alimento corporal, acordándose de aquel alimento que se había
concedido a sus padres, con el fin de manifestarles que todo aquello
no fue otra cosa más que una figura de la verdad que tenían presente,
hace mención de la comida espiritual diciendo: "Yo soy el pan de la
vida". Se llama a sí mismo pan de la vida, porque encierra en sí
nuestra vida toda, tanto la presente como la venidera.
San Agustín,
ut supra
Mas como ellos se enorgullecían hablando
del maná, añade: "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y
murieron". Y por esto, vuestros padres eran como vosotros.
Murmuradores eran los padres de los hijos murmuradores, porque se dice
que en nada ofendió tanto aquel pueblo a Dios, como murmurando contra
Dios. Y por esta razón murieron, porque creyeron sólo lo que veían y
no creían ni entendían lo que no veían.
Crisóstomo,
ut supra
Y no sin causa añadió: "en el desierto",
manifestando de una manera oculta que no fue largo aquel periodo en
que se concedió el maná y que además no llegó con ellos hasta la
tierra prometida. Pero como veían que el pan que Jesucristo les había
dado era de poco mérito en comparación del que habían recibido sus
padres, (puesto que aquél bajaba del cielo y el que Jesucristo les
dio, aunque por un milagro, era de la tierra), por esto añadió: "Este
es el pan que desciende del cielo".
San Agustín,
ut supra
El maná prefiguró a este pan y el altar
del Señor también. Tanto en éste como en aquél se prefiguran los
sacramentos. En las figuras hay diferencia, mas en la cosa que se
figura hay paridad. Oigamos al Apóstol ( 1Cor
10,3): "Todos comieron la misma comida espiritual".
Crisóstomo,
ut supra
Después manifiesta (lo que podía
convencerles más) que ellos eran de mejor condición que sus padres,
porque éstos, habiendo comido el maná, murieron, y por esto añade:
"Para que el que comiere de él no muera". Por el fin da a conocer la
diferencia de uno y otro pan. En este lugar llama pan a los misterios
salvíficos y a la fe, que es su objeto propio, o bien se refiere a su
cuerpo, pues todas estas cosas sostienen el alma.
San Agustín,
ut supra
¿Pero nosotros, no comeremos del pan que
baja del cielo? Aquellos murieron, como nosotros también hemos de
morir en cuanto a la muerte de este cuerpo, visible y material. Pero
en cuanto a la muerte del espíritu, de la que murieron los padres de
éstos, Moisés comió el maná y muchos otros que agradaron a Dios y no
murieron porque aquella comida visible fue entendida por ellos en
sentido espiritual. Tuvieron de ella hambre espiritual, la gustaron en
espíritu y espiritualmente quedaron saciados. Y nosotros hoy también
recibimos un alimento visible, pero una cosa es el sacramento y otra
la virtud del sacramento. ¿Cuántos hay que reciben este pan del altar,
y mueren a pesar de ello? Por esto dice el Apóstol (
1Cor 11,29): "Que come y bebe su propia condenación". Por
tanto, comed el pan del cielo en espíritu y llevad vuestra inocencia
ante el altar. Los pecados, ya que son diarios, que no sean mortales.
Antes que os aproximéis al altar, ved lo que hacéis, ved lo que decís:
perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros
deudores ( Mt 6,12). Si perdonas, te serán
perdonadas. Aproxímate tranquilo, es pan, no veneno. Y si alguno
comiese de este pan, no morirá, pero respecto de la virtud del
sacramento y no en cuanto se refiere al sacramento visible; esto es,
el que lo come interiormente y no exteriormente.
Alcuino
Y por eso no muere el que come este pan,
porque "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo".
Teofilacto
Con este fin se encarnó; y no fue primero
sólo hombre y después tomó la divinidad, como dice Nestorio,
mintiendo.
San Agustín,
ut supra
También el maná bajó del cielo, pero el
maná era sombra y este pan es la realidad.
Alcuino
Mi vida es la que vivifica. Por esto
sigue: "Si alguno comiere de este pan, vivirá", no sólo en la vida
presente por medio de la fe y de la santidad, sino "vivirá
eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".
San Agustín
Explica el Señor a continuación por qué se
llama a sí mismo pan, no sólo en lo que toca a la divinidad que todo
lo nutre, sino también a la naturaleza humana que asumió el Verbo de
Dios, cuando añade: "El pan que yo daré es mi carne por la vida del
mundo".
Beda
El Señor concedió este pan cuando
instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre y lo dio a sus
discípulos y cuando se ofreció a Dios Padre en el ara de la cruz.
Cuando dice: "Por la vida del mundo", no debemos entender que por los
elementos, sino por todos aquéllos que se designan en el nombre del
mundo.
Teofilacto
Cuando dice: "Que yo daré" da a conocer su
poder, porque no fue crucificado como siervo del Padre y menor que El,
sino voluntariamente. Pues aunque se dice que fue entregado por el
Padre, se entregó El a sí mismo. Y véase cómo el pan que nosotros
recibimos en el sacramento no es la figura del cuerpo de Jesucristo,
sino el mismo verdadero cuerpo de Jesucristo. Porque no dijo: el pan
que yo daré lleva la imagen de mi cuerpo, sino: es mi propia carne. Se
transforma este pan por las palabras inefables, por la bendición y
habitación mística del Espíritu Santo en el cuerpo de Jesucristo. ¿Y
por qué no vemos su cuerpo? Porque si lo viésemos, nos horrorizaríamos
de comerlo. Por cuya razón, condescendiendo con nuestra fragilidad,
vemos esta comida espiritual en la manera que convenía a nuestro modo
de conocer. Entregó su carne por la vida del mundo, porque muriendo
destruyó la muerte. Yo también entiendo la resurrección en aquellas
palabras "por la vida del mundo". Porque la muerte del Señor concedió
la resurrección general a todo el género humano. Y acaso a la vida,
que consiste en la santificación y en la perfección según el espíritu,
la llamó vida del mundo. Aunque no todos hayan recibido la vida que se
encuentra en la santificación y en el espíritu, sin embargo, el Señor
se entregó por el mundo y cuanto hay en él, por lo que todo el mundo
se santifica.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
¿Y cómo iba a entender el hombre que
llamase pan a su carne? Conocen, pues, los fieles que es el cuerpo de
Jesucristo y no deben despreciarlo. Háganse cuerpo de Jesucristo, si
quieren vivir del espíritu de Jesucristo, porque no vive del espíritu
de Jesucristo sino el cuerpo de Jesucristo. ¿Acaso mi cuerpo vive de
tu espíritu? El Apóstol da a conocer este pan diciendo (
1Cor 10,17): "Muchos somos un solo cuerpo,
todos los que participamos de este solo pan". ¡Oh sacramento de
piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! El que quiere
vivir, tiene de dónde vivir; acérquese, crea, incorpórese para que sea
vivificado.
|
53-55 |
Comenzaron entonces los
judíos a altercar unos con otros, y decían: "¿Cómo nos puede dar éste
su carne a comer?" Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo:
Que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su
sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el último día". (vv.
53-55)
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Y como los judíos no entendían cuál era
aquel pan de concordia, disputaban entre sí. Por esto dice:
"Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros", etc. Mas
los que comen de este pan, no discuten entre sí, puesto que por medio
de este pan Dios hace habitar a todos unidos en su casa.
Beda.
Creían pues los judíos, que el Señor
dividiría en trozos su propia carne y se la daría a comer; por esto
disputaban porque no entendían.
Crisóstomo in Ioannem hom. 46.
Y como decían que esto era imposible, esto
es, que diese a comer su propia carne, les dio a entender que no sólo
no era imposible, sino muy necesario; por esto sigue: "Y Jesús les
dijo: en verdad, en verdad os digo que si no comiereis la carne", etc.
Como diciendo: de qué modo se da y cómo debe comerse este pan,
vosotros no lo sabéis, mas si no lo comiereis, no tendréis vida en
vosotros.
San Agustín,
ut supra
Como si dijese: vosotros ignoráis de qué
manera alguien puede ser comido y cuál sea el modo de comer aquel pan,
pero aun así "si no comiéreis la carne del Hijo del hombre y bebiéreis
su sangre, no tendréis vida en vosotros".
Beda
Y para que no creyesen que esto se decía
para ellos solos, formuló a continuación una sentencia general,
diciendo: "Que el que come mi carne y bebe mi sangre", etc. Y para que
no entendiesen que se refería a esta vida y cuestionasen acerca de
ello, añadió: "Tiene vida eterna". Mas no la tiene el que no come esta
carne ni bebe esta sangre, puesto que podemos tener la vida temporal
prescindiendo de El, pero de ninguna manera la vida eterna. No sucede
así respecto de la comida que tomamos para alimentar esta vida
temporal, porque los que no la reciben, no viven, ni tampoco vivirá el
que la tome, puesto que sucede que mueren todos los que la toman, o
por enfermedad, o por ancianidad, o por cualquier otra causa. Mas
respecto de esta comida y esta bebida, esto es, del cuerpo y la sangre
del Señor, no sucede así. Porque el que no la toma no tiene vida
eterna y el que la toma tiene vida y ésta es eterna.
Teofilacto
Porque no es carne de un mero hombre, sino
de Dios, quien deseando hacer al hombre divino, como que lo embriaga
en su divinidad.
San Agustín De civ. Dei.
22, 19
Hay algunos que, por lo que dice aquí,
ofrecen la salvación a los hombres purificados por el bautismo de
Jesucristo, con tal que participen de su cuerpo (aunque vivan de
cualquier modo). Pero les contradice el Apóstol, diciendo: "son bien
conocidas las acciones de la carne, como son la fornicación, la
inmundicia" ( Gál 5,19), etc. Acerca de lo
que os predico, como ya os llevo dicho, que los que así obran, no
alcanzarán el reino de Dios. Por esta razón se pregunta con fundamento
cómo debe entenderse lo que aquí dice. El que vive unido con su cuerpo
-esto es, en unión con los miembros cristianos, de cuyo cuerpo suelen
participar todos los fieles que se acercan al altar-, ése puede
propiamente decirse que come el cuerpo y bebe la sangre de Jesucristo.
Por esto los herejes y los cismáticos, que están separados de la
unidad del cuerpo, pueden recibir este sacramento, pero no les
aprovecha, antes al contrario, les perjudica, porque son considerados
como más pecadores y hay más dificultad para perdonarlos. Y ellos no
deben considerarse como seguros por sus costumbres malas y depravadas,
porque por la maldad de su vida abandonaron la misma santidad de la
vida, que es Jesucristo, ya fornicando, o ya haciendo otras cosas por
el estilo. Y no puede decirse que éstos coman el cuerpo de Jesucristo,
porque ni aun deben contarse entre los miembros de Jesucristo. Y
pasando otras cosas en silencio, no pueden ser a la vez miembros de
Jesucristo y miembros de una mujer impúdica.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Quiere que se entienda por esta comida y
esta bebida la unión que hay entre su cuerpo y sus miembros, como es
la Iglesia en sus predestinados, en los llamados, en los justificados,
en los santos glorificados y en sus fieles. Este sacramento (esto es,
la unidad del cuerpo y la sangre de Jesucristo), que en algunos
lugares se prepara todos los días en la mesa del Señor y en otros,
sólo de tiempo en tiempo y se recibe de la mesa del Señor, para unos
es vida, para otros condenación. Pero la entidad de aquello que
constituye el sacramento, da vida a todo hombre, y a ninguno sirve de
condenación, cualquiera que sea el que de ella participa. Y para que
no creyesen que por medio de esta comida y esta bebida se ofrecía la
vida eterna de tal modo que aquéllos que la recibiesen ya no morirían
ni aun en cuanto al cuerpo, saliendo al encuentro de esta idea,
continuó diciendo: "Y yo le resucitaré en el último día", con el fin
de que tenga entre tanto la vida eterna, según el espíritu, en el
descanso donde se encuentran las almas de los justos. Mas en cuanto al
cuerpo, ni aun éste carecerá de vida eterna, porque en la resurrección
de los muertos, cuando llegue el último día, la tendrá.
|
56-60 |
"Porque mi carne
verdaderamente es comida: y mi sangre verdaderamente es bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él. Como me envió
el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así también el que me come,
él mismo vivirá en mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como
el maná que comieron vuestros padres, y murieron. Quien come este pan,
vivirá eternamente". Esto dijo en la Sinagoga, enseñando en Cafarnaúm.
(vv. 56-60)
Beda.
Había dicho ya: "El que come mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna", y para manifestar cuánta diferencia
hay entre la comida y bebida material y el sacramento espiritual de su
cuerpo y su sangre, añadió: "Porque mi carne verdaderamente es
comida", etc.
Crisóstomo in Ioannem hom., 46.
Y dice esto, o bien para que crean en lo
que estaba diciendo y no que era enigma o parábola, sino para que
comprendan que conviene en absoluto comer el cuerpo de Jesucristo; o
bien quiere decir que es verdadera comida ésta que salva al alma.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Como los hombres desean conseguir mediante
la comida y bebida saciar para siempre su hambre y su sed, esto en
realidad no lo satisface nada sino esta comida y esta bebida, que hace
inmortales e incorruptibles a aquéllos que la reciben; esto es, a la
misma sociedad de los santos, en donde se encontrará la paz y unidad
plena y perfecta. Por lo tanto, nuestro Señor recomendó su cuerpo y su
sangre como cosas que se reducen y refieren a cierta unidad, porque de
muchos granos se forma otro cuerpo (esto es, el pan), que es un solo
todo y lo mismo sucede respecto del vino, que se forma por la reunión
de muchos racimos. Después manifiesta en qué consiste comer su cuerpo
y beber su sangre, diciendo: "El que come mi carne, etc., permanece en
mí y yo en él". Esto es, pues, comer aquella comida y beber aquella
bebida, a saber: permanecer en Cristo y tener a Cristo permaneciendo
en sí. Y por esto el que no permanece en Cristo y aquél en quien
Cristo no permanece, sin duda alguna ni come su carne ni bebe su
sangre, sino que, por el contrario, come y bebe sacramento de tan gran
valía para su condenación.
Crisóstomo,
ut supra
De otra manera puede explicarse la
continuación: como había ofrecido la vida eterna a los que lo
comiesen, para confirmarlo, añadió: "El que come mi carne, etc.,
permanece en mí".
San Agustín De verb. Dom.
serm. 11
Y en realidad, muchos que comen aquella
carne y beben aquella sangre hipócritamente, se hacen apóstatas.
¿Acaso permanecen en Cristo y Cristo en ellos? Pero hay cierta manera
de comer aquella carne y de beber aquella sangre, para que el que la
coma y la beba permanezca en Cristo y Cristo en él.
San Agustín De civ. Dei.
21, 25
Esta es el haber recibido el Cuerpo de
Cristo no sólo sacramentalmente, sino efectivamente, por estar
incorporados en su cuerpo.
1.
Crisóstomo,
ut supra
Y como yo vivo, es cosa clara que él
también vivirá. Y para probar esto añade: "Como me envió el Padre
viviente, y yo vivo por el Padre".
San Agustín De verb. Dom
serm. 11
Como diciendo: Yo vivo como el Padre. Y
para que no se crea que es ingénito, añadió: "por el Padre",
manifestando, aunque veladamente, que el Padre es su principio. Y
cuando dice: "Así también el que come, él mismo vivirá por mí", no
dice esto sencillamente de la vida, sino de la vida de santidad.
Porque viven también los infieles, aunque no comen de aquella carne. Y
tampoco dice esto en cuanto a la resurrección general, porque también
resucitarán; sino que habla de la vida de la gloria y que tiene
recompensa.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Mas no dice: del mismo modo que como al
Padre y yo vivo por el Padre, el que me come también vive por mí.
Porque el Hijo no se hace mejor porque participa del Padre, mientras
que por la participación del Hijo, que es lo que significa aquel acto
de comerlo nosotros, nos hacemos mejores, uniendo a nosotros su cuerpo
y su sangre. Y si dijo: "Vivo por el Padre", es porque es de la misma
esencia y esto se dice sin detrimento de la igualdad. Y sin embargo,
diciendo: "El que me come vivirá por mí", no afirma nuestra igualdad
respecto de El, sino que muestra la gracia del mediador. Mas, si según
esto oímos: "Vivo por el Padre", como aquello que dice en otro lugar,
"Y el Padre es mayor que yo" ( Jn 14,28),
dijo también: "Como me envió el Padre", lo cual equivale decir: para
que yo viva por el Padre, esto es, para que mi vida se refiera a El
como a lo más grande, fue hecha mi humillación, la causa que me
enviara. Pues para que cada uno viva por mí, ha de participar de mí,
comiéndome.
San Hilario De Trin., 1,
8
No queda lugar a duda acerca de la verdad
de la carne y la sangre de Jesucristo. Mas ahora, según dice el mismo
Dios y nuestra fe nos enseña, es verdadera carne y verdadera sangre. Y
ésta es la causa de nuestra vida, porque tenemos a Jesucristo viviendo
en nosotros, que somos carnales, por medio de la carne, debiendo vivir
también nosotros por medio de El, del mismo modo que El vive por el
Padre. Y si nosotros vivimos por El de una manera física, según la
carne, esto es, habiendo recibido la naturaleza de la carne, ¿cómo
dejará de tener en sí al Padre, en cuanto al espíritu, siendo así que
El vive por el Padre? Pero vive por el Padre porque su generación no
añadió nada ajeno a su naturaleza.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Y bajó del cielo para que vivamos comiendo
aquel pan los que no podemos obtener la vida eterna por nosotros
mismos. Por esto sigue: "Este es el pan que descendió del cielo".
San Hilario De Trin., 1,
10
Aquí El se denomina pan. Y para que no se
crea que sufrió menoscabo el poder y la naturaleza del Verbo al
asociarse con la carne, dijo que el pan era su carne, para que por
medio de esto, bajando este pan del cielo, no se creyese que el origen
de su cuerpo procedía de la concepción natural, manifestando que su
cuerpo era del cielo. Mas como el pan es suyo, manifiesta que ha
tomado aquel cuerpo por medio del Verbo.
Teofilacto
Por lo tanto, no comemos a Dios en su pura
esencia, porque es impalpable e incorpóreo, como tampoco comemos la
carne de un puro hombre, que de nada nos podría aprovechar. Mas como
Dios unió a sí la carne humana, su carne tiene propiedades que dan
vida, no porque se haya convertido en naturaleza divina, sino como
sucede al hierro candente, que permanece hierro y tiene las
propiedades del fuego. Pues así la carne del Señor es dadora de vida
como carne del Verbo.
Beda
Y para manifestar la diferencia de la
sombra y de la luz, de la figura y la realidad, añadió: "No como el
maná que comieron vuestros padres, y murieron".
San Agustín,
ut supra
Aquello de que murieron, quiere que se
entienda en el sentido de que no viven eternamente, porque ciertamente
en lo temporal también morirán los que comen a Jesucristo, pero
vivirán eternamente, porque Jesucristo es la vida eterna.
Crisóstomo,
ut supra
Y si fue posible que sin siega y sin grano
y otras cosas por el estilo, conservasen la vida aquéllos por espacio
de cuarenta años, con mucha más razón puede hacer esto ahora por medio
de la comida espiritual, de la cual eran figuras aquellos sucesos. Con
frecuencia, pues, ofrece la vida, porque no hay cosa más apreciable
para los hombres. Por esto en el Antiguo Testamento se ofrecía la vida
larga y ahora se ofrece una vida que no tiene fin. Además quiere
demostrar por medio de esto que rompía ahora el decreto de muerte que
había dado por el pecado primero, ofreciendo por el contrario la vida
eterna. Prosigue: "Esto dijo en la Sinagoga cuando enseñaba en
Cafarnaúm", en donde había hecho muchos milagros. Mas enseñaba en la
Sinagoga y en el templo, queriendo atraer la multitud y manifestando
que no es contrario al Padre.
Beda
En sentido místico, Cafarnaúm -que quiere
decir villa hermosísima
2-
representa al mundo, mas la Sinagoga representa al pueblo judío. Y por
esto se explica que al aparecer el Señor en el mundo por el misterio
de su encarnación, enseñó al pueblo judío muchas cosas que comprendió.
Notas
1. "La
razón es el haber recibido el Cuerpo de Cristo no sólo
sacramentalmente, sino efectivamente, por estar incorporados en su
cuerpo. Es el mismo cuerpo del que dijo el Apóstol:
Como hay un solo pan, aun siendo muchos no formamos mas que un solo
cuerpo. Entonces el que forma parte de la unidad de ese Cuerpo
de Cristo, es decir, el que es miembro de ese comunidad formada por
los cristianos, que comulgan asiduamente en el sacramento de su Cuerpo
en el altar, ése es de quien puede decirse que come el Cuerpo de
Cristo y bebe su Sangre" (San Agustín, De civitate
dei, XXI, 25,2).
2. Del
hebreo kefar nahum, aldea
de Nahún (=compasivo o Yahveh consuela),
ciudad de Galilea, junto al lago de Tiberíades.
|
61-71 |
Mas muchos de sus
discípulos que esto oyeron, dijeron: "Duro es este razonamiento. ¿Y
quién lo puede oír?" Y Jesús, sabiendo en sí mismo que murmuraban sus
discípulos de esto, les dijo: "¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué, si
viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es
el que da vida; la carne nada aprovecha. Las palabras que yo os he
dicho, espíritu y vida son. Mas hay alguno de vosotros que no cree".
Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían,
y quién le había de entregar, y decía: "Por eso os he dicho que
ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre". Desde
entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás y no andaban ya con
El. Y dijo Jesús a los doce: "¿Y vosotros queréis también iros?" Y
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el
Cristo Hijo de Dios". Jesús le respondió: "¿No os escogí yo a los
doce, y el uno de vosotros es diablo?" Y hablaba de Judas Iscariote,
hijo de Simón: porque éste, que era uno de los doce, le había de
entregar. (vv. 61-72)
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Diciendo esto Jesucristo, no creían que
hablaba de cosas grandes y que encerraban algún misterio aquellas
palabras; mas lo entendieron como quisieron (tal es la condición
humana), creyendo que Jesús o podía o se disponía a distribuir la
carne con que estaba vestido el Verbo, repartiéndola entre los que
creyeran en El. Por esto dice el evangelista: "Mas muchos" de los que
oían, no de sus enemigos sino "de sus discípulos", dijeron: duro es
este razonamiento".
Crisóstomo in Ioannen hom. 46.
Esto es difícil de comprender porque
sobrepasa la capacidad de los que oían. Entendían, por tanto, que el
Salvador se refería a cosas más elevadas, que excedían sus
posibilidades y dijeron: "¿Y quién lo puede oír?", como respondiendo
por sí mismos lo que no debían.
San Agustín., ut supra.
Y si los discípulos consideraban como duro
aquel razonamiento, ¿cómo lo considerarían sus enemigos? Y sin
embargo, así convenía que se explicase y que no fuese entendido por
todos. El misterio de Dios debe hacer a los hombres atentos y no
enemigos.
Teofilacto.
Y cuando oímos que sus discípulos
murmuraban, no creamos que se trataba de aquéllos que eran discípulos
suyos en acto, sino de aquéllos que eran instruidos por El en el
hábito y en la forma. En efecto, entre sus discípulos había algunos de
la plebe que se llamaban sus discípulos únicamente porque estaban
mucho tiempo con ellos.
San Agustín,
ut supra
Y por esto se expresaban en estos
términos, hablando entre sí para no ser oídos por otro. Mas Aquél que
conocía el interior de ellos, los oía dentro de sí mismo, por esto
sigue: "Y Jesús, sabiendo en sí mismo que sus discípulos murmuraban de
esto, les dijo: ¿esto os escandaliza?"
Alcuino
Esto es, lo que os he dicho: comer mi
carne y beber mi sangre.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 46
Esto equivalía a dar una señal de su
divinidad, poniendo de manifiesto los misterios más ocultos. Por esto
sigue: "¿Pues qué si viereis al Hijo del hombre a donde estaba
antes"?, a lo que añado: ¿qué diríais? Esto hizo también con Natanael,
diciéndole: "Porque te dije te he visto debajo de la higuera, crees:
verás mayores cosas que éstas" ( Jn 1,50). No
mezcla, pues, unas cuestiones con otras, sino que se propone
interesarlos por la grandeza y la multitud de los misterios. Mas si
hubiera dicho sencillamente que bajó del cielo y no hubiese añadido
cosa alguna, hubiese escandalizado más a los que lo oían. Pero disipó
toda duda diciendo que su carne es la vida del mundo y que así como
había sido enviado por el Padre vivo, así vive por el Padre y
añadiendo de nuevo a todo esto que bajó del cielo. Y no dijo esto
queriendo escandalizar a sus discípulos, sino queriendo disipar su
escándalo. Porque mientras lo consideraban como hijo de José, no
entendían lo que se les decía, mas los que habían de creer que bajó
del cielo y que a él subiría, atienden con más diligencia a las cosas
que se les dicen.
San Agustín,
ut supra
Con esto deshizo las dudas que los
agitaban, porque creían que el Salvador habría de destruir su propio
cuerpo. Mas El les dijo que subiría entero al cielo, por esto les
dice: "Cuando viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes".
En verdad que entonces veréis cómo no destruye su cuerpo como vosotros
pensáis, porque su gracia no se corrompe, sino que el Hijo del hombre,
Jesucristo, habiendo nacido de la Virgen María, empezó a existir aquí
en el mundo cuando tomó carne de la tierra. Por lo tanto, ¿qué quiere
expresar cuando dice: "Si viereis al Hijo del hombre subir a donde
estaba antes", sino para que comprendamos que hay una sola persona en
Cristo Dios y hombre y no dos, para que no versara nuestra fe en
cierta cuaternidad, sino en la Trinidad? Por lo tanto, lo mismo estaba
el Hijo del hombre en el cielo, que el Hijo de Dios estaba en la
tierra. El Hijo de Dios en la tierra, en la carne que había tomado; el
Hijo del hombre en el cielo, en la unidad de persona.
Teofilacto
Y no se crea por esto que el cuerpo de
Jesucristo bajó del cielo (como dijeron los herejes Marción y Apolinar),
sino que es uno y el mismo el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.
Crisóstomo,
ut supra
A causa de esto presenta otra solución,
diciendo: "El espíritu es el que da vida: la carne nada aprovecha". Lo
que El dice es esto: conviene oír con el espíritu las cosas que me
conciernen, porque quien las entiende de una manera carnal, nada
aprovecha. Equivale a entender de una manera carnal el ver
sencillamente lo que el Salvador había dicho, sin elevar el
pensamiento. Mas conviene no juzgar de este modo, sino ver todos los
misterios con los ojos del espíritu, lo que siempre debe entenderse en
sentido espiritual. Y era carnal el dudar acerca de cómo podría darnos
a comer su carne. ¿Qué, no es verdadera carne? Sí, en verdad, y por
esto dice: "La carne nada aprovecha", no refiriéndose a su carne, sino
a aquéllos que entendían en sentido carnal lo que El les decía.
San Agustín In Ioannem tract., 27.
También puede entenderse esta frase: "La
carne nada aprovecha", en el sentido que aquéllos la comprendieron,
porque creyeron que se trataba de la carne que se corta en un cadáver,
o de la que se vende en la plaza, y no en cuanto es vivificada por el
espíritu. Unase el espíritu con la carne y ésta aprovechará mucho. Mas
si la carne nada hubiese aprovechado, el Verbo no se hubiese hecho
carne para habitar entre nosotros, pero el espíritu ha hecho bastante
por medio de la carne en beneficio nuestro y por nuestra salvación.
San Agustín De civ. Dei
3, 24
Y no es que la carne santifica por sí
misma, sino por medio del Verbo, por quien fue tomada, el cual (como
es el principio de todo), al haber tomado alma y cuerpo, santifica el
alma y el cuerpo de los que creen. Por lo tanto, el espíritu es el que
da vida, la carne nada aprovecha, en el sentido que aquéllos
entendieron la carne. No es así como doy yo a comer mi carne, ni
debemos saborear esta carne como tal carne. Por esto dice: "Las
palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son".
Crisóstomo,
ut supra
Esto es: son espirituales, no teniendo
nada carnal, ni consecuencia natural, porque están exentas de la
necesidad que rige a la cosas de la tierra y de las leyes a que están
sometidas.
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Luego si las habéis entendido en sentido
espiritual, serán para vosotros espíritu y vida. Y si las entendéis en
sentido carnal, ellas en sí son espíritu y vida, pero no para
vosotros. Hemos dicho, pues, que el Señor ha invitado a comer su carne
y a beber su sangre, para que existamos en El y El en nosotros: ¿quién
puede hacer esto sino la caridad? Porque la caridad de Dios se
encuentra extendida en nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo, que nos ha sido dado, como dice el Apóstol: luego el espíritu
es quien vivifica ( Rom 5,5).
Crisóstomo,
ut supra
Y como había hablado de un modo que
excedía a la comprensión carnal, añadió: "Mas hay algunos de vosotros
que no creen". Diciendo algunos exceptuó a sus discípulos y da a
conocer su alta dignidad, descubriendo las cosas más ocultas.
San Agustín,
ut supra
Y no dijo hay algunos entre vosotros que
no entienden, sino que explica la causa por qué no entiendan. Pues el
profeta dijo: "Si no creyereis, no entenderéis" ( Is
7,9), porque quien se resiste, ¿cómo podrá ser vivificado? Este
adversario no vuelve el rostro ante el rayo de luz con que debe ser
penetrado, sino que cierra su inteligencia. Crean, abran y serán
iluminados.
Crisóstomo,
ut supra
Y para que se comprenda, que Jesucristo
había conocido esto antes de estas palabras y no después que
murmuraron y se escandalizaron, lo da a entender por lo que dice a
continuación su evangelista: "Porque Jesús sabía desde el principio
quiénes eran los que no creían", etc.
Teofilacto
El Evangelista se proponía manifestarnos
con estas palabras que lo conocía todo antes de la creación, lo cual
es propio únicamente de la divinidad.
San Agustín,
ut supra
Y después que el Señor distinguió los que
creían y los que no creían, expuso la razón por qué no creen. Por esto
sigue: "Y decía: por esto os he dicho que ninguno puede venir a mí, si
el Padre no le trae".
Crisóstomo,
ut supra
Como diciendo: no me asustan ni me llaman
la atención los que no creen, porque sé perfectamente a quiénes el
Padre se lo ha concedido. Y dijo esto para manifestar que no se
expresaba en estos términos deseando la alabanza de aquéllos, sino
para convencerles que debían comprender que Dios era su Padre y no
José.
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Luego también se nos concede el creer y
esto es una gracia especial. Y si esto es una cosa grande, alégrate
porque has creído y no te ensoberbezcas. Porque ¿qué tienes que no
hayas recibido? ( 1Cor 4,7)
San Agustín De praedest. sanctor. cap. 9.
Esta gracia se concede a unos y a otros
no, lo cual no puede dudar el que no quiere oponerse a lo que dicen
claramente las Sagradas Escrituras. Y el que no se conceda a todos, no
debe inquietar al fiel que cree que todos fueron condenados
justísimamente de modo que no podría vituperarse a Dios aunque ninguno
se librara de ello. Por lo tanto, se considera como una gracia
especial el que muchos se libren. Y por qué se libre uno y no el otro,
no puede comprenderse, porque "son inescrutables sus juicios y
desconocidos sus caminos" ( Rom 11).
Prosigue: "Desde entonces muchos de sus
discípulos volvieron atrás", etc.
Crisóstomo,
ut supra
No dijo que se separaron, sino que se
volvieron atrás de aquel oír que es conforme a la virtud y perdieron
también la fe que antes tenían.
San Agustín,
ut supra
Y como se separaron del cuerpo, perdieron
la vida, porque ya no pertenecían a aquella corporación y se
consideraron como pertenecientes al número de los que no creían.
Volvieron atrás no pocos, sino muchos en pos de Satanás y no en pos de
Jesucristo, como dice el Apóstol hablando de ciertas mujeres: "Algunas
volvieron atrás en pos de Satanás" ( 1Tim
5,15). Mas el Señor no rechazó a Pedro para que fuese en pos de
Satanás, sino que hizo que viniese en pos de sí.
Crisóstomo in Ioannem
hom. 45
Preguntará alguno, cuándo era tiempo de
explicar aquellas palabras que no edificaban, sino que más bien
perjudicaban a los que estaban edificados. Mas prestaban en verdad
gran utilidad y necesidad, porque como instaban pidiendo un alimento
corporal acordándose de aquél que se había concedido a sus padres,
había necesidad de demostrarles que todo aquello no era más que una
figura y por esto les hace mención de la comida espiritual. Por tanto,
no debían escandalizarse, sino que era oportuno preguntar. Por cuya
razón sirvió de escándalo a su demencia la falta de explicación de
todas aquellas cosas que se les decían, según ellos querían entender.
San Agustín,
ut supra
Y esto sin duda sucedió así para nuestro
consuelo, porque alguna vez ocurre que hable un hombre la verdad y no
se entiende lo que dice y por esto los que lo oyen se escandalizan y
se marchan, y entonces se arrepiente aquel hombre de haber dicho lo
que era verdad; y dice entre sí: no he debido decir esto de esta
manera. Pues así sucedió a nuestro Señor. Habló y se quedó sin muchos.
Pero no por esto se turbó, porque desde el principio había conocido a
los que no habrían de creer. Pero si esto nos sucede a nosotros, nos
disgustamos. Busquemos consuelo en el Señor y hablemos con precaución.
Beda
Sabía pues el Señor que de aquellos
discípulos que se quedaron, habría algunos que se querrían marchar.
Sin embargo les preguntó, para que de este modo se conociese su fe y
se propusiese a la imitación de otros. Por esto sigue: "Y dijo Jesús a
los doce: ¿Y vosotros queréis también iros?"
Crisóstomo in Ioannem
hom. 46
Convenía atraerlos por este medio, porque
si los hubiese halagado, hubiesen creído que aquello tenía algo de
humano, entendiendo que hacían una gracia a Jesucristo no dejándole.
Pero manifestando que no necesitaba de su obsequio ni de que lo
siguiesen, los retuvo más y por esto no les dijo marchaos, porque esto
hubiese sido tanto como despedirlos, sino que les preguntó si querían
marcharse, apartando de ellos toda fuerza y necesidad y no queriendo
que se detuvieran por la vergüenza, porque el retenerlos por necesidad
sería lo mismo que si se marchasen. Mas Pedro, amante de sus hermanos,
conservador de la amistad, respondió a nombre de todo el grupo. Por
esto sigue: "Y Simón Pedro le respondió: ¿A quién iremos?".
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Como diciendo: ¿nos despides de ti? pues
danos otro a quien vayamos, si te dejamos.
Crisóstomo,
ut supra
Esta frase encierra el concepto de una
gran amistad, porque, según ella, Jesucristo era para sus Apóstoles
mejor que los padres y que las madres. Además, y para que no
apareciese que decían esto porque no habría quien les recibiese,
añadió: "Tú tienes palabras de vida eterna". Porque como había oído
que su Maestro decía: yo lo resucitaré y tendrá vida eterna,
manifiesta que se acuerda de las palabras que ha dicho. Y los judíos,
en verdad, decían: éste es el hijo de José, mas San Pedro dice: "Y
nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios".
San Agustín,
ut supra
Hemos creído para conocer. Porque si
primero hubiésemos querido conocer y después creer, no hubiésemos
podido conocer ni creer. Esto hemos creído y conocido, que tú eres el
Cristo Hijo de Dios, esto es, que tú eres la misma vida eterna y no
das en tu carne y en tu sangre sino lo que eres.
Crisóstomo,
ut supra
Mas como San Pedro había dicho: "Y
nosotros hemos creído", el Señor exceptuó a Judas del número de los
que creían. Por esto sigue: "Jesús le respondió: ¿no os escogí yo a
los doce, y uno de vosotros es el diablo?" Y es notable esto que dice.
No creáis que porque me habéis seguido, no castigaré a los malos. Muy
justo es que éste pregunte, porque ahora los discípulos nada dicen.
Pero asustados después exclaman: "Señor, ¿acaso soy yo?" (
Mt 26,22). Pero San Pedro aun no había oído:
"Retírate, Satanás" ( Mt 16,23), y por esto
no temió. Ahora tampoco dijo el Señor: uno de vosotros me entregará,
sino: ¿no es diablo? Y por lo tanto ignoraban lo que se les decía,
creyendo que únicamente se vituperaba su malicia. Pero los gentiles
vituperan a Jesucristo con motivo de este suceso, porque su elección
no se hacía por la fuerza en cuanto lo que había de suceder, sino que
está en la voluntad el ser salvo o perecer.
Beda
O bien debe decirse que eligió a los once
para una cosa y al uno para otra. Once, para que perseveraran en la
dignidad apostólica y uno para que por medio de su traición se
realizase la salvación de todo el género humano.
San Agustín,
ut supra
Este fue elegido para que por su medio,
aunque no lo quisiera ni lo conociera, se realizase un gran bien. Y
así como los malos utilizan mal las buenas obras de Dios, así, por el
contrario, Dios utiliza muchas veces las malas acciones de los
hombres. ¿Quién peor que Judas? Sin embargo, el Señor utilizó su
maldad para hacer un bien. Le permitió que lo entregase para
redimirnos. Puede entenderse también lo que dice: "He elegido a doce",
porque había sido consagrado el número doce con el fin de que se
anunciase el misterio de la Trinidad a las cuatro partes del mundo; y
no porque uno de ellos sucumbió ha perdido su primitivo honor este
número, porque en lugar del que sucumbió fue elegido otro.
San Gregorio Moralium 3,
17
Se valora el cuerpo de acuerdo a la
realidad de la cabeza, como cuando se dice respecto de aquel hombre
malo: "Uno de vosotros es el diablo". Explicando lo cual el
evangelista añadió: "Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque
éste lo había de entregar, a pesar de que era uno de los doce".
Crisóstomo, ut supra
Véase la sabiduría de Jesucristo, porque
ni dio a conocer quién era aquel hombre, para que no perdiese el temor
y así se hiciese más enemigo suyo, ni quiso que quedara oculto, para
que creyendo que no se sabía lo entregase sin temor.
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