CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

47-52   -   53-55   -   56-60   -   61-71
01-14
Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades. Y le seguía una grande multitud de gente, porque veían los milagros que hacía sobre los enfermos: Subió, pues, Jesús, a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos. Y habiendo alzado Jesús los ojos, y viendo que venía a El una gran multitud, dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan para que coman estos?" Esto decía por probarle: porque El sabía lo que había de hacer. Felipe respondió: "Doscientos denarios de pan no les basta, para que cada uno tome un poco". Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: mas ¿qué es esto para tanta gente?" Y dijo Jesús: "Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucho heno. Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres. Tomó Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan. Y así recogieron y llenaron doce canastos de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres, cuando vieron el milagro que había hecho Jesús, decían: "Este es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo". (vv. 1-14)
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 41
Así como las flechas cuando caen sobre algún cuerpo duro rebotan con gran fuerza e ímpetu, y cuando no tienen algo que les estorbe van a parar en seguida al sitio donde se las envía y allí descansan, así, cuando disputamos con hombres atrevidos y con algún calor, se enfurecen más; pero si concedemos lo que ellos dicen, fácilmente calmamos su rabia. Por este medio Jesucristo consiguió, retirándose, calmar el furor que se levantaba contra El por las palabras que precedían y se marchó a Galilea y no a aquellos mismos sitios de donde había subido a Jerusalén. Por esto no se marchó a Caná de Galilea, sino que se pasó a la otra orilla del mar. Por esto dice el evangelista: "Después de esto, pasó Jesús a la otra parte del mar de Galilea, que es de Tiberíades".
 
Alcuino
Este mar tiene diferentes nombres, según los diferentes sitios por donde se extiende, pero en cuanto a su situación presente, se llama mar de Galilea por la provincia y Tiberíades por la ciudad 1. Se dice mar, no porque el agua sea salada, sino según a la costumbre hebrea, que denomina mares a todas las grandes reuniones de agua. Este mar lo pasó repetidas veces el Señor para esparcir la palabra de su doctrina entre todos los pueblos que habitan junto a él.
 
Teofilacto
Pasa de pueblo en pueblo con el fin de probar la voluntad de los hombres y con el de volverles más ávidos y solícitos en la fe. De aquí es que sigue: "Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en todos los que estaban enfermos".
 
Alcuino
A saber, volvía la vista a los ciegos y hacía otras cosas por el estilo. Y ha de tenerse en cuenta que a todos los que sanaba del cuerpo los regeneraba en el espíritu.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 40
Gozando de tan alta doctrina, sólo se fijaban en los hechos extraordinarios, porque sus entendimientos estaban oscurecidos, pues los hechos extraordinarios, como dice San Pablo 2 ( 1Cor 14,22), no fueron dados a los fieles, sino a los infieles. Eran, pues, más sabios aquellos que, según San Mateo ( Mt 7,28-29), quedaban estupefactos ante la grandeza de su doctrina. Pero ¿por qué no dice: "cuando lo veían ejecutar maravillosos milagros"? Porque este evangelista puso su mayor esmero en prestar atención a las predicaciones del Señor, llenando con ellas la mayor parte de su libro. Sigue: "Ascendió, pues, al monte, Jesús, y allí estaba sentado con sus discípulos". Subió al monte a causa del milagro que pensaba realizar, pero hizo subir consigo a los discípulos, en lo cual iba envuelta una reprensión a la muchedumbre que no lo seguía. Subió también al monte para enseñarnos a hacer silencio en el interior, huyendo de los tumultos y de la agitación de las cosas mundanas. Porque la soledad es muy a propósito para la contemplación (o para el conocimiento de las cosas sublimes y la meditación de las cosas divinas). Prosigue: "Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los judíos". Véase cómo, tratando de un año entero, no nos refiere el evangelista más que dos milagros de Jesucristo: la curación del paralítico y la del hijo del funcionario real. Y no se ocupó de hablar de todos, porque eligió de entre ellos, aunque pocos, los más grandes. ¿Y por qué no subió en el día de la fiesta? Derogaba poco a poco la Ley, tomando ocasión para ello de la malicia de los judíos.
 
Teofilacto
Y como los judíos lo perseguían, tomó ocasión para retirarse, por no cumplir con la Ley, dejando adivinar a los que la observaban que cuando venía la realidad debía cesar toda figura y que no estaba sujeto a las leyes hasta el punto de tener que acudir a las fiestas legales. Y ve que esto no era una fiesta de Jesucristo, sino de los judíos.
 
Beda in Marc cap. 6
Si alguno examina detenidamente las palabras del evangelista conocerá con facilidad que sólo medió un año entre la degollación del Bautista y la pasión del Señor, siendo así que dice San Mateo que el Señor cuando supo la muerte de San Juan, se retiró a un lugar desierto y allí dio de comer a las multitudes. Y San Juan dice que estaba próxima la Pascua de los judíos cuando dio de comer a las multitudes, por lo cual se demuestra sin género de duda que San Juan fue degollado cerca de la Pascua. Habiendo transcurrido el lapso de un solo año, fue cuando Jesucristo sufrió la pasión en la misma festividad.
 
Teofilacto
Prosigue: "Y habiendo alzado Jesús los ojos", para que conozcamos que no levantaba sus ojos para mirar a cualquier parte, sino que estaba sentado decorosa y atentamente con sus discípulos.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 41
Y no estaba simplemente sentado con sus discípulos, sino que les hablaba alguna cosa con cuidado y los atraía hacia sí. Después, mirando a lo lejos, vio una multitud que se acercaba. ¿Con qué fin pregunta a Felipe? El sabía en verdad que aquella reunión de discípulos necesitaba de más amplios conocimientos, como sucedía con Felipe, que dijo después: "danos a conocer al Padre, y con esto tenemos bastante", por cuya razón lo instruye antes del suceso, porque si el milagro se hubiera verificado sencillamente, no hubiese brillado tanto. Y así ahora, antes del acontecimiento, lo obliga a confesar la carencia de pan, para que conozca mejor la magnitud del milagro. Por esto sigue: "Esto decía por probarle".
 
San Agustín De verb. Dom. serm., 11.
Hay una tentación que nos lleva hasta el pecado, pero ésta no es con la que Dios tienta, porque en cuanto a ésta se dice en la carta de Santiago ( Stgo 1) que Dios no tienta para lo malo y hay otra tentación que es para probar la fe, según lo que dice en el Deuteronomio ( Dt 13): "El Señor, vuestro Dios, os tienta". Y así debe comprenderse lo que Jesucristo preguntaba en el Evangelio tentando a aquel discípulo.
 
Crisóstomo iterum ut supra.
No porque ignoraba lo que aquél debía contestarle, sino que esto lo dijo utilizando una manera común de expresarse. Cuando se dice "el que sondea los corazones de los hombres" ( 1Cró 28) se manifiesta que los sondea no por ignorancia, sino con perfecto conocimiento. Así, cuando aquí dice que lo tentó, no dice otra cosa más que lo que ya sabía ciertamente. Pero debemos decir que deseaba hacerlo testigo calificado por medio de esta pregunta, proponiéndose llevarlo al mejor conocimiento de aquel milagro. Por esto el evangelista, para que no sufriese detrimento tu comprensión a causa de poca energía en la frase, añadió: "Porque El sabía lo que había de hacer".
 
Alcuino.
Pregunta, por lo tanto, no para enseñarle lo que ignora, sino para manifestar a su discípulo -hasta el momento ignorante- su tardanza para creer, la cual él no podía apreciar por sí mismo.
 
Teofilacto.
O bien para manifestar a los otros esto mismo, como conocedor que era de su corazón.
 
San Agustín De cons. evang. 2, 46
Mas si el Señor, según lo que refiere San Juan, preguntó a Felipe de dónde podría darles de comer, a fin de probarlo cuando vio las multitudes, este hecho puede inducirnos a creer lo que cuentan otros: que los discípulos dijeron primero al Señor que despidiese a las multitudes, a los cuales respondió, según dice San Mateo ( Mt 14,16): "No tienen necesidad de irse; dadle vosotros de comer". Se comprende, por lo tanto, que después de estas palabras fue cuando el Señor vio a la multitud y dijo a Felipe lo que refiere Juan. Mas otros pasaron esto en silencio.
 
Crisóstomo, ut supra
Aquello es una cosa y esto es otra, y se verificaron en diversos momentos.
 
Teofilacto
Probando el Señor a Felipe para ver si tenía fe, encontró que todavía estaba sujeto a las pasiones humanas, como se demuestra por lo que sigue: "Felipe le respondió: doscientos denarios de pan no les bastan para que cada uno tome un poco".
 
Alcuino
En lo que manifestó su tardanza para creer. Porque si hubiese conocido claramente que Aquél era el Creador, no hubiese desconfiado de su poder.
 
San Agustín, ut supra
Mas lo que aquí responde Felipe según San Juan, es lo mismo que San Marcos dice que respondieron sus discípulos, queriendo dar a entender que Felipe respondió esto por inspiración de los demás, aun cuando el evangelista pudo hablar en plural en vez de singular, como acostumbraba en muchas ocasiones.
 
Teofilacto
Pero el Señor vio que Andrés era parecido a Felipe, aunque su pensamiento se elevaba un poco más. Sigue, pues: "Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces".
 
Crisóstomo, ut supra
Creo, en verdad, que el Apóstol no dijo esto sin algún fin, porque había oído el milagro que Eliseo había hecho con los panes de cebada, pues alimentó a cien hombres con veinte panes ( 2Re 4). Se levantó mentalmente a algo más elevado, pero no pudo llegar a la cumbre, lo cual se manifiesta por lo que sigue: "¿Mas qué es esto para tanta gente?" Creía, por lo tanto, que de pocos había de hacer pocos y de muchos muchos, el que hacía milagros, pero esto no era verdad. De igual manera le era fácil alimentar a las multitudes, ya fuera de pocos, ya de muchos (porque El no necesitaba de una materia limitada). Y para que no pareciese que las criaturas eran ajenas a su poder, utiliza las cosas creadas para hacer milagros.
 
Teofilacto
Confúndanse los maniqueos, que dicen que los panes y todas las demás cosas por el estilo han sido creadas por el dios malo, porque el Hijo del Dios bueno, Jesucristo, multiplicó los panes. Mas si las criaturas fuesen malas, el Bueno nunca hubiese multiplicado las cosas malas.
 
San Agustín De cons. evang. 2, 44
Juan consigna que Andrés fue el que sugirió lo de los dos panes y los cinco peces. Los otros evangelistas hablan en plural, no en singular, en atención a los demás discípulos.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 41
Los que nos fijamos demasiado en los placeres de la vida comprendamos por lo tanto en esto qué es lo que comían aquellos hombres admirables y grandes y la cantidad de lo que se les ofrecía y lo despreciable de su mesa. Y aún no se habían presentado aquellos panes, cuando mandó sentarse a las gentes, para que se conozca que le están sometidos los seres que no existen, lo mismo que los que existen, según dice San Pablo ( Rom 4,17): "El que llama a aquellas cosas que existen como a las que no existen". Prosigue: "Y dijo Jesús: haced sentar a las gentes".
 
Alcuino
Ateniéndonos a la letra: que se sienten los hombres, lo decimos en el sentido de que se recuesten para comer, según acostumbraban los antiguos; por esto sigue: "En aquel lugar había mucho heno".
 
Teofilacto
Esto es, hierba verde, porque la Pascua se celebraba en el primer mes de la primavera. Prosigue: "Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres". El evangelista cuenta únicamente los hombres, porque seguía la costumbre legal. Así como Moisés computó el pueblo por los que habían cumplido veinte años y no hizo mención de las mujeres ( Núm 1), teniendo en cuenta que todo lo que lleva carácter viril y juvenil es digno y agradable delante de Dios.
Prosigue: "Tomó, pues, Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban sentados: y asimismo de los peces, cuanto querían".
 
Crisóstomo, ut supra
¿Y por qué cuando iba a curar al paralítico no ora, ni cuando resucita a los muertos, ni cuando calma la tempestad del mar y aquí ora y da gracias? Para manifestar que aquéllos que empiezan a comer, deben dar gracias a Dios. O de otro modo: ora en las cosas pequeñas, para que se vea que no ora por necesidad. Porque si necesitase orar, esto lo haría con mucha más razón en los milagros de mayor importancia. Pero como los hacía con autoridad propia, da a entender que aquí ora por acomodarse a nuestro modo de ser y además, como había mucha gente delante, convenía enseñarles que esto sucedía por la voluntad de Dios. Y, por tanto, no oraba cuando hacía algún milagro en secreto, pero ora en presencia de muchos, para que no crean que es enemigo de Dios.
 
San Hilario De Trin., 1, 3
Se le ofrecen, pues, cinco panes a la multitud y se le distribuyen. Pero se observa que se aumentan los pedazos en las manos de los que los distribuyen. No se hacían más pequeños porque los partían, sino que siempre los pedazos llenaban las manos de los que estaban distribuyendo. Ni los sentidos, ni la vista podían seguir la marcha de aquello que sucedía. Es lo que no era, se ve lo que no se comprende y sólo queda de creer que Dios puede hacer todas las cosas.
 
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Como multiplica las plantas por medio de unas pocas semillas, también multiplicó los cinco panes en las manos de los que los distribuían. El poder estaba en las manos de Jesucristo. Multiplicó aquellos cinco panes que eran como las semillas no arrojadas a la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la misma tierra.
 
Crisóstomo, ut supra
Véase en esto cuán grande es la diferencia que hay entre el siervo y el Señor. Porque los profetas, como tenían la gracia limitada, hacían milagros sujetos a estos límites. Mas Jesucristo, como obraba con poder absoluto, hacía todas las cosas con gran superabundancia. De donde sigue: "Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que han sobrado, que no se pierdan". Esta ostentación, en verdad, no era inútil, antes servía para que no creyesen que los había hecho sufrir una ilusión. Hizo aquel milagro sobre la materia que le estaba sometida. ¿Mas por qué razón no dio a las multitudes los trozos que habían sobrado para que se los llevaran, sino a los discípulos? Porque quería enseñarles de una manera especial, puesto que habían de ser los maestros de todo el mundo. Y yo no sólo admiro la multitud que resultó de estos panes, sino también la exactitud de los trozos que sobraron, porque quiso que en lo sobrante no hubiese ni exceso ni defecto, sino únicamente cuanto quería, a saber: doce canastos, en atención al número de los doce apóstoles.
 
Teofilacto
Aprendemos también en este milagro a no apocarnos cuando nos veamos acosados por la pobreza.
 
Beda
Mas las multitudes, cuando vieron el milagro que había hecho el Señor, se admiraban, porque todavía no habían comprendido que Jesús era Dios. Y por eso añade el evangelista: "Aquellos hombres, -como eran carnales, y todo lo entendían en sentido material-, decían: éste es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo".
 
Alcuino
Aun no creían con verdadera fe los que llamaban profeta al Señor, porque aun no habían aprendido a llamarle Dios. Mas ya habían adelantado mucho por razón de aquel milagro, puesto que lo designaban con el nombre de profeta, pero distinguiéndolo de los demás profetas. Sabían, por tanto, en aquel pueblo que los profetas habían hecho milagros en algunas ocasiones y no se equivocan cuando le llaman profeta, porque el mismo Señor se llamaba así cuando decía ( Lc 13): "Porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén".
 
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Por lo tanto, Jesucristo es profeta y Señor de los profetas, así como es Angel y Señor de los ángeles. En cuanto anunció lo que estaba presente, era ángel; en cuanto anunció lo que había de suceder, era profeta; y en cuanto el Verbo se hizo carne, era el Señor de los ángeles y de los profetas; porque no ha habido profeta alguno sin palabra divina 3.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 41.
Y respecto de lo que decían: "que habrá de venir al mundo", daban a entender que esperaban un cierto profeta especial. Y cuando dicen: "Este es verdaderamente el profeta", se da a entender por la adición del artículo griego que era diferente de los demás profetas.
 
San Agustín, ut supra
Debe tenerse en cuenta lo que generalmente se dice, a saber: que Dios no es de tal naturaleza que pueda ser visto con los ojos, y que sus milagros, con los que sostiene a todo el mundo y alimenta todas las criaturas, no llaman la atención, por la frecuencia con que se repiten. Pero se ha reservado algunos milagros para hacerlos con oportunidad fuera del curso y del orden regular de la naturaleza, no porque sean mayores, sino porque se ejercen menos frecuentemente, y así admiran por esta circunstancia más que aquéllos que se están realizando diariamente. Realmente es mayor milagro el gobierno de todo el mundo que el saciar a cinco mil hombres con cinco panes, y sin embargo, nadie se admira de este gobierno. Pero los hombres se admiran del otro milagro, no porque es mayor, sino porque es raro. Y no basta fijarnos en esto respecto de los milagros de Jesucristo.
 
Alcuino
En sentido espiritual, sucede muchas veces que con el nombre de mar turbulento se designa este mundo. Ahora bien, Jesucristo -naciendo- abordó al mar de nuestra mortalidad; navegó en él (muriendo); lo atravesó (resucitando) y lo siguieron las multitudes de los que creían en El y que había reunido de uno y otro pueblo (creyéndole e imitándole).
 
Beda
El Señor subió al monte cuando subió al cielo, el cual se designa con el nombre de monte.
 
Alcuino
Al dejar las multitudes en el llano y subir a los lugares más altos con sus discípulos, dio a entender que a los más ignorantes deben confiárseles únicamente los preceptos más sencillos y a los mejor instruidos deben enseñárseles los más sublimes. Cuando les dio de comer a la proximidad de la Pascua, quiso significar que todo aquél que desea alimentarse con el pan de la divina palabra y con la sangre de nuestro Señor Jesucristo, debe celebrar la Pascua espiritual o, lo que es lo mismo, salir de los vicios y entrar en las virtudes (porque Pascua quiere decir tránsito). Mas los ojos del Señor son gracias espirituales, que cuando el Señor concede por su misericordia a sus escogidos, entonces dirige hacia ellos sus ojos, o lo que es lo mismo, les dispensa la gracia de su caridad.
 
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 81
Los cinco panes de cebada representan la Ley antigua, ya porque aun no se había dado la Ley a los hombres espirituales, sino únicamente a los hombres carnales, esto es, a los que están dedicados a sus cinco sentidos corporales (porque aquellas multitudes se componían de cinco mil hombres), o ya porque la Ley había sido dada por Moisés y Moisés escribió cinco libros. Y como los panes eran de cebada, dio a entender que aquella Ley había sido dada con el fin de que se fomentase la vida del espíritu, a la vez que se fomentaba la del cuerpo por medio de los Sacramentos. Porque los granos de cebada tienen la médula cubierta por medio de una paja muy adherida y el pueblo aun no se había despojado de los deseos de la carne, a los cuales estaba fuertemente adherida su alma, como lo está la paja al grano de cebada.
 
Beda
Y este alimento de cebada es propio de los asnos y sirve también de comida a las gentes más pobres. Por esto la Ley antigua se había dado para los siervos y los asnos, esto es, para los hombres carnales.
 
San Agustín, ut supra
Aquellos dos peces que daban al pan cierto sabor agradable representan, sin duda, aquellas dos clases de personas por medio de las que se regía aquel pueblo, a saber: la real y la sacerdotal. Dos clases de personas que prefiguraban a nuestro Señor, porque El había asumido los poderes de ambas.
 
Alcuino
También pueden representar aquellos dos peces lo dicho y lo escrito por los profetas y por los salmistas. Y como el número cinco se refiere a los cinco sentidos del cuerpo, así mil se refiere al grado más alto de perfección. Todos aquéllos que procuran gobernar bien los cinco sentidos de su cuerpo se llaman varones por la virilidad o fuerza, ya que la debilidad de carácter no los corrompe, sino que viven con sobriedad y castidad, y así merecen ser recreados con la dulzura de la sabiduría celestial.
 
San Agustín In Ioannem tract., 24.
El muchacho que tenía estas cosas, representa acaso al pueblo de Israel, que traía todas estas cosas con afecto de niño y no comía. Mas aquellas cosas que él llevaba, y aquella canasta que llevaba estas cosas cuando estaba cerrada pesaba; cuando estaba abierta alimentaba.
 
Beda.
Muy oportunamente dice Andrés: "¿Mas qué es esto para tantos?" Porque la Ley antigua aprovechaba poco, hasta el que Señor la tomó en sus manos (esto es, hasta que la cumplió con sus obras) y enseñó que debía entenderse en sentido espiritual. Porque la Ley a nadie conducía a la perfección ( Heb 7,19).
 
San Agustín, ut supra
Partiendo los panes, se multiplicaron. Porque eran cinco los libros de Moisés y los hicieron muchos libros cuando los expusieron, como partiéndolos (esto es, dividiéndolos).
 
San Agustín Lib. 83, quaest, qu. 61
El Señor, como dividiéndolos también y manifestando lo que era oscuro y estaba cerrado en la Ley, sació a sus discípulos cuando les explicó las Escrituras después de la resurrección.
 
San Agustín In Ioannem tract., 24.
Como el pueblo ignoraba lo que la Ley quería decir, por esto la tentación del Señor demostraba la ignorancia del discípulo. Y estaban sentados sobre la hierba, porque les agradaban las cosas de la tierra, y descansaban en las cosas materiales. Está escrito que toda carne es paja. Mas ellos fueron alimentados por los panes del Señor, porque los que escuchan por los oídos cumplen con las obras ( Is 40,6).
 
San Agustín, ut supra
¿Qué representan aquellos trozos que sobraron, sino aquellas cosas que el pueblo no ha podido comprender? ¿Y qué queda sino que aquellos secretos de la inteligencia que la multitud no puede comprender, sean creídos por aquéllos que estaban destinados y debían enseñar a los demás, como eran los Apóstoles? Por esto se llenaron doce canastas.
 
Alcuino y Beda
Los oficios más bajos se administran con las canastas. Luego las canastas son los Apóstoles y sus imitadores, los cuales, aunque en la vida presente no son bien conocidos, sin embargo, están repletos interiormente por las riquezas de las gracias espirituales. Y se dice que los Apóstoles eran como las canastas, porque por medio de ellos había de predicarse la fe de la Santísima Trinidad en las cuatro partes del mundo. Como no quiso hacer panes nuevos, sino que reunió los trozos que habían sobrado, dio a conocer que no despreciaba la Antigua Escritura, sino que la explicaba exponiendo su sentido.
 
Notas
1. También es conocido con el nombre de Lago de Genesaret, en hebreo jardín de riquezas, nombre de la llanura ubicada al lado oeste del mismo. El nombre de Genesaret, que designaba también un poblado, está relacionado también con el de Kinneret, de forma de arpa, que era el nombre hebreo del lago y de una población a su orilla, desaparecida en tiempos neotestamentarios.
2. "Esta escrito en la Ley: "En lenguas extrañas y con labios extranjeros hablaré a este pueblo, y ni aún así me escucharán". De suerte que las lenguas son señal no para los creyentes, sino para los incrédulos" ( 1Cor 14, 21-22).
3. "Cristo es de tal manera profeta, que es el Señor de los profetas, y Cristo es un ángel, el Señor de los ángeles. Pues es llamado el Angel de gran consejo ( Is 9,6, LXX). Sin embargo, ¿qué dice en otro lugar el profeta? Que no los salvará la venida de un embajador, ni de un ángel, sino de El mismo ( Is 25,4). Es decir que no enviará un embajador para salvarlos, ni un ángel, sino que El mismo vendrá. ¿Quién vendrá? ¿El Angel mismo? Ciertamente no los salvará por un ángel, excepto que El es tan ángel, que es el Señor de los ángeles. Porque ángeles significa mensajeros. Si Cristo no hubiese traído un mensaje, no sería llamado mensajero. Si Cristo no hubiera profetizado nada, no sería llamado profeta". (San Agustín, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, XXIV,7).
   
15-21
Y Jesús cuando entendió que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, huyó otra vez al monte El sólo. Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al mar. Y habiendo entrado en un barco, pasaron de la otra parte del mar, hacia Cafarnaúm: y era ya oscuro, y no había venido Jesús a ellos. Y se levantaba el mar con el viento recio que soplaba. Y cuando hubieron remado como unos veinte y cinco o treinta estadios, vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco, y tuvieron miedo. Mas El les dice: "Yo soy, no temáis". Y ellos quisieron recibirle en el barco. Y el barco llegó luego a tierra a donde iban. (vv. 15-21)
 
Beda
Las multitudes, cuando vieron aquel milagro tan grande, supieron que era bueno y poderoso el que lo había hecho y por tanto lo quisieron hacer rey. Porque los hombres quieren tener un rey que sea bueno para mandar y poderoso para defender. Mas el Señor, conociendo esto mismo, huyó a un monte, esto es, subió con precipitación. Por esto dice: "Y Jesús, cuando entendió que habían de venir para arrebatarle y hacerle rey, huyó otra vez al monte El solo". En esto se da a conocer que cuando el Señor estaba sentado en el monte con los discípulos y vio que las multitudes venían hacia El, había bajado y les había dado de comer en las partes inferiores: ¿Porque cómo podía suceder que otra vez huyese al monte, si antes no hubiese bajado de él?
 
San Agustín De cons. evang. 2, 47
Y no se opone a esto lo que dice San Mateo "que subió solo a orar al monte" ( Mt 14,23), porque la causa de orar no es contraria a la causa por la cual huía. En algunas ocasiones, y aquí especialmente, el Señor nos da a conocer, que hay gran motivo para orar cuando nos vemos obligados a huir.
 
San Agustín, In Ioannem tract., 25
Y sin embargo, era Rey el que temía que lo hicieran rey. Y no era un rey de tal condición que podía ser elegido por los hombres, sino quien daba a los hombres un reino. Porque El siempre reina con el Padre, en cuanto que es Hijo de Dios. Los profetas habían anunciado su reino, en cuanto que Jesucristo se hizo hombre. E hizo que sus fieles fueran cristianos, porque son su reino, el cual, o bien se forma, o bien se compra con la sangre de Jesucristo. Sucederá alguna vez que su reino sea bien conocido, cuando la santidad de sus escogidos sea bien conocida, después del juicio que El habrá de celebrar. Mas los discípulos y las multitudes que creían en El, entendían que había venido ya, pero para reinar. Y por esto querían arrebatarlo y hacerlo rey, previniendo de este modo el tiempo en que el Señor se ocultaba.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 41
Véase cuánto es el poder de la ambición. No se fijan ya en si quebranta el sábado ni tienen celo por la gloria de Dios, sino que todo esto lo miran como accidental cuando tienen el vientre lleno. Y cuando ya tenían al profeta entre ellos, quieren entronizarlo como rey. Mas Jesucristo huyó, enseñándonos de este modo a despreciar los honores humanos. Y así Jesucristo dejó a sus discípulos y se subió al monte. Mas ellos, abandonados por su Maestro, y como ya era tarde, se bajaron al mar. Y esto es lo que añade: "Y como se hiciese tarde", etc. Y en realidad esperaron hasta la caída de la tarde, creyendo que el Señor volvería. Mas cuando ya concluyó la tarde, no se cansaron ya en buscarlo (¡tanto los detenía su amor!) y por eso, abrasados por aquel amor, subieron a la nave. Por esto sigue: "Y habiendo entrado en un barco, pasaron a la otra parte del mar, a Cafarnaúm". Y vinieron a aquella ciudad, creyendo que allí lo encontrarían.
 
San Agustín, ut supra
Así explicó primero el final de aquel acontecimiento, y volvió para exponer de qué manera habían llegado: que habían pasado de una orilla a otra navegando a través del lago. Y recuerda lo que sucedió mientras navegaban, diciendo: "Y era ya oscuro", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
No deja de tener un motivo el evangelista al citar el tiempo en que esto sucedió, porque así dio a conocer el amor ferviente de los discípulos hacia el Salvador. Por esto no dijeron: ya es tarde y la noche se acerca, sino que, encendidos por su amor, entraron en el barco. Eran muchas las razones que los detenían con cierta necesidad, especialmente la del tiempo. Por esto dice: "Y ya era oscuro". Y también por la tempestad, por lo que continúa: "Y se levantaba el mar con el viento fresco que soplaba". Y también por el lugar, porque no estaban cerca de la tierra, por esto dice: "Y cuando hubieron remado como unos veinte y cinco a treinta estadios".
 
Beda in Ioannem in c. 5
Con este modo de hablar con que nos expresamos cuando tenemos dudas; solemos decir, casi veinticinco, o cerca de treinta.
 
Crisóstomo, ut supra
Y al final sucedió lo que menos se esperaba. "Vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco". Reaparece después que les había dejado, dándoles a conocer con esto lo que representa su abandono y exhortándolos a que lo amen más. Y aquí manifiesta también su gran poder. Por ello es que se asustaban. Por esto sigue: "Y tuvieron miedo". Mas el Señor se dio a conocer a los que estaban asustados para animarles. Por esto sigue: "Mas El les dice: yo soy, no temáis".
 
Beda
Y no dijo: Yo soy Jesús, sino únicamente: "Yo soy", porque eran sus amigos muy cercanos y con sólo oír su voz ya podían conocer a su maestro, o (lo que es más), para dar a conocer que El era aquel mismo que dijo a Moisés ( Ex 3,14): "Yo soy el que soy".
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 42
Y se apareció así a éstos, para manifestar que El es quien calma la tempestad, y esto lo demuestra el evangelista cuando añade: "Y ellos quisieron recibirle en el barco; y el barco llegó en seguida a la tierra a donde iban". Luego les concedió una navegación tranquila. Y no subió al barco, queriendo hacer que el milagro fuese mayor y demostrar con más evidencia su divinidad.
 
Teofilacto
Véase, pues, cómo hizo tres milagros: el primero era que andaba sobre las aguas; el segundo, que calmó las olas y el tercero, porque encaminó al punto el barco a la tierra a donde iban, de la que todavía estaban muy distantes cuando el Señor se les apareció.
 
Crisóstomo, ut supra
No se dio a conocer a la multitud cuando andaba por el mar, porque esto excedía a lo que podían comprender, de modo que ni aun por sus discípulos fue visto en muchos días, porque en cuanto hizo esto desapareció de entre ellos.
 
San Agustín De cons. evang. 2, 47
No se opone esto a lo que antes dijo San Mateo, que mandó a sus discípulos que entrasen en el barco y que fuesen delante de él atravesando el lago mientras despedía las multitudes; y que después, cuando hubo despedido a las multitudes, se subió solo a orar a un monte. Pero San Juan dice en primer lugar que huyó solo al monte, y después dice: "Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al mar, y habiendo entrado en un barco, etc.". ¿Y quién no comprende esto mismo, recopilando lo que San Juan dice que habían hecho los discípulos según las instrucciones que Jesús había dado antes de huir al monte?
 
Crisóstomo, ut supra
O de otro modo: me parece que este milagro es diferente del que refiere San Mateo, porque entonces no lo recibieron inmediatamente y ahora sí. Y entonces la tempestad continuó sin embargo combatiendo la nave y ahora se calmó en cuanto oyó su voz. Porque muchas veces repetía los mismos milagros, haciéndolos así más comprensibles.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25 et seq.
En sentido espiritual, el Señor temió a las multitudes y huyó al monte, y así se había anunciado respecto de El, pues dice el salmo ( Sal 7,8): "La reunión de los pueblos te rodeará, y por esta causa te volverás a lo alto", esto es, cuando te rodee la multitud de pueblos, vuelve a lo alto. ¿Y por qué se ha dicho: "huyó", supuesto que no queriendo El no podría ser detenido? Tenemos otro significado para huyendo, porque en verdad no pudo ser comprendido por su elevación: cuando no comprendes alguna cosa dices: "Esto escapa a mi razón". Por esto huyó solo al monte, porque subió más arriba de todos los cielos. Pero en cuanto El se posó en lo alto, sus discípulos sufrieron la tormenta en el barco. Aquella nave representaba la Iglesia. Ya habían aparecido las tinieblas y con razón, porque no existía la luz y no había venido Jesús a ellos. En tanto que se acerca el fin del mundo, crece la maldad y aumentan los errores. Mas la luz es la caridad, según aquellas palabras de San Juan ( 1Jn 2,9): "el que aborrece a su hermano vive en tinieblas". Las mismas olas que turban la nave, las tempestades y los vientos, representan los clamores de los réprobos. Por esto la caridad se enfría y se aumentan las agitaciones y la nave peligra. Y sin embargo ellos, a pesar del viento, de la tempestad y de las olas, procuraban que la nave no zozobrase ni se sumergiese, porque el que perseverare hasta el fin se salvará ( Mt 10,22). El número cinco se refiere a la Ley y los libros de Moisés son cinco. Luego el número veinticinco también representa la Ley, puesto que cinco veces cinco hacen veinticinco. Pero a esta Ley, antes que apareciese el Evangelio, le faltaba la perfección, que se comprende en el número seis. Multiplíquese el mismo número cinco por seis, para que la Ley se cumpla por medio del Evangelio, y se completa el número treinta multiplicando seis por cinco. Y para aquéllos que cumplen la Ley, vino Jesucristo pisando las olas, esto es, poniendo bajo sus pies a todas las vanidades del mundo, rebajando todas las elevaciones del siglo. Y sin embargo quedan tantas tribulaciones, que aun los mismos que creen en Jesucristo temen perecer.
 
Teofilacto.
Cuando los hombres o los demonios se esfuerzan en abatirnos por temor, oigamos lo que dice Jesucristo: "Yo soy, no temáis". Esto es: yo sin cesar os defiendo, y como Dios, subsisto siempre y nunca falto; no perdáis la fe en mí, asustados por falsos temores. Véase también cómo el Señor no acudió en los primeros momentos del peligro, sino en los últimos. Porque permite que nos encontremos en medio de los peligros, para que así, peleando en las tribulaciones, nos volvamos mejores y recurramos únicamente a El solo, que es quien puede librarnos cuando menos se espera. No pudiendo la inteligencia humana acudir con el oportuno remedio en las grandes tribulaciones, viene entonces a auxiliarnos la gracia divina. Y si queremos también que Jesucristo pase a nuestra nave (esto es, habite en nuestros corazones) inmediatamente nos encontraremos en la tierra a donde queremos ir (esto es, en el cielo).
 
Beda.
Y como esta navecilla no conduce a los perezosos, sino a los que reman con firmeza, se da a entender que en la Iglesia, no los desidiosos ni los comodones, sino los fuertes y perseverantes en las buenas obras, son los que llegan al puerto de la salvación eterna.
   
22-27
Al día siguiente, la gente que estaba en la otra parte del mar vio que no había allí sino un solo barco, y que Jesús no había entrado en el barco con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos. Y llegaron otros barcos de Tiberíades, cerca del lugar en donde habían comido el pan, después de haber dado gracias al Señor; pues cuando vio la gente que no estaba allí Jesús ni sus discípulos, entraron en los barcos, y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Y cuando le hallaron de la otra parte del mar, le dijeron: "¿Maestro, cuándo llegaste acá?" Jesús les respondió, y dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que me buscáis, no por los milagros que visteis, mas porque comisteis del pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, mas por la que permanece para vida eterna, la que os dará el Hijo del hombre. Porque a Este señaló el Padre el Dios". (vv. 22-27)
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 42.
El Señor, aun cuando no manifestó a las multitudes de una manera clara cómo había andado por encima del agua, les dio a entender, aunque de una manera velada, lo que había sucedido. Y el evangelista explica esto mismo, diciendo: "El día siguiente, la turba que estaba de la otra parte del mar, vio que Jesús no había entrado en el barco", etc. ¿Qué quería decir esto, sino que sospechaba que había atravesado el mar andando por encima de sus aguas? Y no hay por qué decir que habría ido en otro barco, porque allí únicamente se encontraba una nave, en la que se embarcaron los discípulos, con los cuales no había entrado el Señor.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Se les insinuó que se había verificado aquel gran milagro. Vinieron, pues, otros barcos junto a la orilla de aquel lugar en donde habían comido el pan y lo habían seguido las multitudes. Y esto es lo que añade: "Y llegaron otros barcos; etc. y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús".
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 42.
Y sin embargo, viniendo ellos después de un milagro tan grande, no le preguntaron cómo había pasado el mar, ni se cuidaron de conocer este milagro. Sigue, pues: "Y cuando le hallaron de la otra parte del mar, le dijeron: ¿Maestro, cuándo llegaste acá?" A no ser que alguno diga que aquí debe entenderse cuándo por cómo. Digno es de notarse en estas palabras la falsedad de aquellas gentes, porque mientras decían: éste es un profeta y se proponían llevárselo y hacerlo rey, cuando lo encontraron no le dijeron nada.
 
San Agustín, ut supra
He aquí a aquél que en el monte huía de las multitudes, (porque no quería que lo hiciesen rey), hablando con las mismas multitudes, expuesto a que lo detengan y lo proclamen rey. Pero El, después del misterioso milagro, les predica con el fin de saciar sus almas con su palabra, así como había saciado sus cuerpos con el alimento corporal.
 
Alcuino
El que nos dio ejemplo para que huyésemos de la alabanza y del dominio terrenal, da ejemplo a los que deben enseñar de cómo deben insistir en la predicación.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 43
Pero la mansedumbre y la bondad no siempre son útiles. Con el discípulo desaplicado y torpe conviene usar del aguijón del estímulo. Esto es lo que hace aquí el Hijo de Dios. Cuando vinieron las multitudes y lo halagaban diciendo: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?", para manifestar que no ambiciona el honor que procede de los hombres, sino que únicamente se propone la salvación de los demás, les contesta reprendiéndoles, no sólo a fin de corregirles, sino queriendo darles a conocer aun lo mismo que pensaban. Prosigue: "Jesús les respondió y les dijo: en verdad, en verdad os digo que me buscáis, no por los milagros que habéis visto", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Como diciendo: me buscáis por cosas materiales y no con fines espirituales.
 
Crisóstomo, ut supra
Después de esta reprensión, les añade la predicación de su celestial doctrina, diciendo: "Trabajad, no por la comida que perece", etc. Como diciendo: Vosotros buscáis la comida temporal y yo he alimentado vuestros cuerpos para que por medio de esta comida busquéis lo que no produce la vida temporal, sino la eterna.
 
Alcuino
El alimento temporal únicamente robustece la parte material del hombre exterior y no basta recibirlo una vez, sino que es necesario tomarlo diariamente. Mas el alimento espiritual subsiste siempre y produce la saciedad perpetua y la inmortalidad.
 
San Agustín, ut supra
Insinúa que El mismo es este alimento espiritual, como se evidencia en lo que sigue. Como si dijera: me buscáis por otra cosa; buscadme por mí mismo.
 
Crisóstomo, ut supra
Pero como algunos gustan vivir de la holganza, abusan de esta palabra; y debemos citarles las palabras de San Pablo ( Ef 4,28): "El que robaba, que ya no robe, sino que procure más bien trabajar con sus manos y así tendrá con qué poder remediar las necesidades de la vida". Y él mismo, cuando iba hacia Corinto, se detenía en casa de Aquilas y Priscila y allí trabajaba. ( Hch 18) Y diciendo "no os afanéis por el alimento que se pierde", no es que dé a entender que se deba ser perezoso, sino que conviene trabajar y dar a los demás. Esta es la comida que no se pierde. Porque procurar la comida que se pierde es lo mismo que aficionarse a los cuidados del mundo. Y esto lo dice porque aquéllos no se ocupaban de la fe, sino que únicamente querían llenar su vientre sin trabajar y a esto oportunamente lo llamó la comida que se pierde.
 
San Agustín, ut supra
Así como había dicho a la Samaritana: "Si conocieses quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a El, y te daría un agua viva", así ahora añade ( Jn 4,10): "La que os dará el Hijo del hombre".
 
Alcuino
Cuando recibes el cuerpo de Jesucristo de manos del sacerdote, no atiendas al sacerdote a quien miras, sino a Aquél a quien no ves. El sacerdote es quien administra este alimento, pero no es el autor. El Hijo del hombre se nos da a sí mismo con el fin de permanecer en nosotros y que nosotros permanezcamos en El. No queráis recibir a este Hijo del hombre como recibís a los demás hijos de los hombres, porque Este está separado de los demás por medio de cierta gracia y está fuera del número de todos. Porque este Hijo del hombre es también Hijo de Dios. Esto es lo que añade: "Porque a Este señaló el Padre el Dios". Señalar es tanto como poner un sello, como diciendo: no me despreciéis porque soy el Hijo del hombre; porque así y todo, el Padre me ha distinguido, esto es, me ha dado algo propio para que no me confundiese con el género humano, sino para que éste fuese redimido por mí.
 
San Hilario De Trin., 1, 8
La naturaleza de los signos lleva consigo la propiedad de explicar la especie impresa en ellos, sin que pierdan nada de sí en el acto de sellar, porque a la vez que reciben cuanto en ellos se imprime, comunican también todo lo impreso. Este ejemplo no tiene suficiente capacidad para poder explicar la generación divina, porque en los signos hay materia previa, diversidad e impresión, por medio de las que se imprimen ciertas semejanzas de otras cosas superiores. Mas el Unigénito de Dios, que se hizo Hijo del hombre por el misterio de nuestra salvación, queriendo dar a conocer que posee en sí mismo la imagen del Padre, dice que ha sido sellado por El. Y por esto puede entenderse que le fue dado poder para que nos preparase el alimento adecuado para conseguir la vida eterna, puesto que llevaba en sí toda la plenitud de la forma del Padre.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 43
O lo que es lo mismo, señaló: esto es, lo envió con el fin de que nos trajese esta comida, o lo señaló: esto es, lo dio a conocer por medio de su testimonio.
 
Alcuino
Hablando en sentido espiritual, puede decirse que al día siguiente -esto es, después de la Ascensión de Jesucristo-, estando de pie la multitud -en las buenas acciones y no recostada en las pasiones de la tierra-, espera que venga Jesús a ella. Había una sola nave, y ésta es la Iglesia. Porque las demás naves que vinieron después son las sectas de los herejes, las cuales buscan sus propios intereses y no la gloria de Jesucristo ( Flp 2,21). Por esto muy oportunamente se les dice: "Me buscáis porque habéis comido el pan".
 
San Agustín, ut supra
¡Cuántos hay que no buscan a Jesús sino por los beneficios temporales que les granjea! Uno busca el negocio por la mediación de los sacerdotes, otro huye a esconderse en la iglesia cuando es perseguido por el más fuerte. Apenas si se busca a Jesús por Jesús.
 
San Gregorio Moralium 23, 26
Por la persona de éstos, el Señor aparta también a los que dentro de su propia Iglesia y habiéndose acercado al El por las sagradas órdenes, no buscan en ellas los méritos de las virtudes, sino la satisfacción de los asuntos del mundo. El haber seguido al Señor después de saciados, equivale a haber recibido de la Iglesia los alimentos necesarios. Y no siguen al Señor por sus milagros, sino por los alimentos, creyendo que cumplen con el deber de la religión ansiando los auxilios corporales, sin que se cuiden del fomento de las virtudes.
 
Beda
Y aquéllos también que no buscan en la oración las cosas eternas, sino las temporales, buscan a Jesús no por Jesús, sino por alguna otra cosa. Se da a conocer, por tanto, en sentido espiritual, que los conciliábulos de los herejes carecen de la asistencia de Jesucristo y de sus discípulos. Y cuando aquí se dice que han venido otras naves, significa que han brotado de repente otras herejías. Y por la multitud que conoció que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, se designan aquéllos que, conociendo los errores de los herejes, los abandonan para venir a la verdadera fe.
   
28-34
Y le dijeron: "¿Qué haremos para hacer las obras de Dios?" Respondió Jesús, y les dijo: "Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquél que El envió". Entonces le dijeron: ¿Pues qué milagro haces, para que lo veamos y te creamos? ¿Qué obras tú? Nuestros Padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer". Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo, que no os dio Moisés pan del cielo. Mas mi Padre os da el pan verdaderamente del cielo. Porque el pan de Dios es aquél que descendió del cielo, y da vida al mundo". Ellos, pues, le dijeron: "Señor, danos siempre este pan". (vv. 28-34)
 
Alcuino
Entendieron que esta comida que dura hasta la vida eterna era obra de Dios y por esto le preguntan lo que han de hacer para poder conseguir este alimento (esto es, la obra de Dios). Y esto es lo que da a entender respecto de lo que dijo el evangelista: "Y le dijeron: ¿Qué haremos para hacer las obras de Dios?"
 
Beda
Esto es, ¿qué mandamientos deberemos observar para que podamos cumplir los deseos de Dios?
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 44
Y decían esto, no para aprender y obrar, sino queriendo obligarlo a que les diese a conocer aquella clase de comida.
 
Teofilacto
Mas Jesucristo, aunque conocía que de nada les aprovechaba, les contestó sin embargo, para utilidad de los demás. Y les dio a conocer (como a todos los demás hombres) cuál es la obra de Dios. Por esto sigue: "Respondió Jesús y les dijo: ésta es la obra de Dios, que creáis en Aquél que El envió".
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y no dijo, para que le creáis a El, sino para que creáis en El. Pues el que le cree a El, no cree en El en seguida. Porque los demonios le creían, pero no creían en El y nosotros creemos a Pablo, pero no creemos en Pablo. Por lo tanto, creer en El es amarlo creyendo, y creyendo adorarle, y creyendo ir a El e incorporarse con sus miembros ( Gál 3,25). Esta es la fe que el Señor exige de nosotros y que obra por medio del amor. La fe se distingue, pues, de las obras, como dice el Apóstol ( Rom 3,28): "Que el hombre se justifica por medio de la fe sin las obras de la Ley". Y hay algunas obras que parecen buenas sin la fe de Jesucristo y no son buenas, porque no se refieren a aquel fin de donde deriva su bondad. Porque el fin de la Ley es Jesucristo, para justificación de todo creyente. ( Rom 10,4) Y por tanto, no quiso distinguir la fe de la obra, sino que dijo que la misma fe es la obra de Dios, pues esta misma fe es la que obra por medio del amor. Y no dijo ( 2Cor 3,17): ésta es vuestra obra, sino: ésta es la obra de Dios, a fin de que creáis en El, para que el que se gloría, se gloríe en el Señor. Luego creer en El es comer aquel alimento que permanece hasta la vida eterna. ¿Para qué preparas tu diente y tu vientre? Cree y ya has comido. Mas aunque los invitaba a creer, ellos todavía pedían milagros para creer. Y esto es lo que sigue: "Entonces le dijeron: ¿pues qué milagro haces", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Nada más opuesto a la razón que decir esto como si no hubiese hecho ningún prodigio, cuando tenían un milagro ante los ojos. Y no le permiten al Señor que elija la clase de milagro que quiera hacer, sino que lo quieren obligar a que no haga ningún otro que no sea aquél que se hizo en beneficio de sus padres. Por esto añaden: "nuestros Padres comieron el maná en el desierto".
 
Alcuino
Y para que no parezca que era de despreciar el maná en alguna manera, lo ensalzan con las palabras del salmo, diciendo ( Sal 78,24): "como está escrito: Pan del cielo les dio a comer".
 
Crisóstomo, ut supra
Habiendo hecho muchos milagros en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto, sólo hacen mención de éste, porque era el que deseaban más por la tiranía del vientre. Y no dicen que Dios hizo esto, para que no parezca que lo comparan con Dios; y no citan a Moisés, para que no se crea que humillan a Jesucristo, sino que adoptan el término medio, diciendo: "nuestros padres comieron el maná".
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Jesús nuestro Señor hablaba de sí de tal modo, que se hacía superior a Moisés, porque Moisés nunca se había atrevido a decir que daría una comida que no concluiría jamás. Sabía aquella gente todo lo que había hecho Moisés y sin embargo querían ver cosas mayores. De modo que casi puede entenderse que decían al Señor: tú ofreces un alimento que nunca se acaba, y sin embargo, nada haces de lo que hizo Moisés; porque aquél no nos dio panes de cebada, sino maná bajado del cielo.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 44.
El Señor podía haberles dicho que Moisés había hecho otros milagros mayores, pero ahora no era tiempo de hablar de esto, sino de procurar atraerlos al alimento espiritual. Por esto sigue: "En verdad, en verdad os digo, que no os dio Moisés pan del cielo", etc. Porque en realidad el maná no venía del cielo. ¿Y cómo se dice del cielo? Del mismo modo que se dice aves del cielo ( Sal 8; Sal 17,14; Eclo 46): "Tronó el Señor desde el cielo". Dice que aquel pan no era verdadero, no porque hubiese sido falso el milagro del maná, sino porque sólo era figura y no realidad. No dijo: no dio Moisés, sino yo. Y en lugar de Moisés pone a Dios Padre y en vez de maná se ofrece a sí mismo.
 
San Agustín, ut supra
Como diciendo: aquel maná representaba esta comida (esto es, aquella comida de que os he hablado antes), y todas aquellas cosas eran figuras mías. Habéis amado las figuras y despreciáis lo significado por ellas. Pues Dios concedió el pan que el mismo maná había representado, esto es, a nuestro Señor Jesucristo. Por esto sigue: "Mas el pan de Dios es aquél que descendió del cielo y da la vida al mundo".
 
Beda
Pero no a los elementos, sino a los hombres que habitan en el mundo.
 
Teofilacto
Hablaba de sí mismo como pan verdadero, porque lo que principalmente se representa por medio del maná, es el Hijo Unigénito de Dios hecho hombre. Maná es vocablo que significa ¿qué es esto? 1 ( Ex 26) Porque los judíos, cuando lo veían, se decían asombrados los unos a los otros: ¿qué es esto? Mas el Hijo de Dios hecho hombre es el maná más poderoso y admirable, de modo que a cualquiera se le ocurre preguntar: ¿qué es esto? ¿Y cómo el Hijo de Dios es Hijo del hombre? y ¿cómo puede ser que de dos naturalezas se forme una sola persona?
 
Alcuino
El, que siendo divino, descendió del Cielo asumiendo la humanidad y para la vida al mundo 2.
 
Teofilacto
Y este pan existe como vida según su naturaleza (como Hijo del Padre vivo). Hace obras propias, porque da vida a todas las cosas. Y así como el pan de la tierra conserva la naturaleza débil de nuestra carne, así Jesucristo, por medio de las operaciones del Espíritu, da vida al alma y hace también al cuerpo incorruptible, pues por su resurrección comunica la incorruptibilidad al cuerpo y de aquí el decir que da la vida al mundo.
 
Crisóstomo, ut supra
No sólo a los judíos, sino a todo el mundo. Mas ellos se fijaban aún en las cosas más bajas. Por esto sigue: "ellos, pues, le dijeron: Señor, dadnos este pan". Y habiendo dicho El: mi Padre es quien da este pan, no le dijeron: ruégale que nos lo dé, sino: dánosle.
 
San Agustín, ut supra
Y así como la Samaritana, a quien dijo el Señor: "El que bebiere de esta agua nunca volverá a tener sed" ( Jn 4,14), tomando esto mismo en sentido material y queriendo ponerse a cubierto de la indigencia, también había dicho: "dame de esta agua"; éstos dicen: "Danos este pan"; que nos alimente y que no falte.
 
Notas
1. El nombre hebreo man es explicado en Ex 16,15 por la pregunta de los israelitas: man hu, ¿qué es esto?
2. "A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que 'en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente' ( Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el 'sacramento', es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 515) "Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 609)
   
35-40
Y Jesús les dijo: "Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no tendrá hambre: y el que en mí cree, nunca jamás tendrá sed. Mas ya os he dicho que me habéis visto, y no creéis. Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá, y aquél que a mí viene, no le echaré fuera. Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió. Y ésta es la voluntad de aquel Padre, que me envió: Que nada pierda de todo aquello que El me dio, sino que lo resucite en el último día. Y la voluntad de mi Padre, que me envió, es ésta: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en El tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". (vv. 35-40)
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 44
En lo que sigue el Señor los va a iniciar en el conocimiento de los misterios. En primer término, habla de su divinidad, por lo que les dice: "Y Jesús les dijo: yo soy el pan de la vida". Y no dijo esto refiriéndose a su cuerpo, porque de esto habló más adelante cuando dijo: "el pan que os daré, es mi propia carne". Pero ahora habla de su divinidad, porque su carne es pan por la Palabra de Dios, que se convierte en pan celestial para todo aquél que recibe su mismo espíritu.
 
Teofilacto
Y no dijo: yo soy el pan de alimento, sino de la vida. Y como todas las cosas estaban muertas, Jesucristo nos da vida por medio de sí mismo. Luego es un pan, no de la vida ordinaria, sino de aquélla que no concluye con la muerte. Por esto añade: "El que a mí viene, no tendrá hambre; y el que en mí cree, nunca jamás tendrá sed".
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
El que viene a mí, esto es, el que cree en mí. Y cuando dijo: no tendrá hambre, debe entenderse esto mismo, y cuando dice que nunca tendrá sed, con una y otra cosa significa aquella saciedad eterna en donde nunca hay hambre.
 
Teofilacto.
No se tendrá sed ni hambre, esto es, de oír la palabra de Dios, ni se cansará, ni será mortificado con sed intelectual, como sucedería cuando no tuviera el agua del bautismo y la santificación por el Espíritu Santo.
 
San Agustín, ut supra
Vosotros pues deseáis el pan del cielo, el mismo que tenéis a la vista, pero no lo coméis. Por esto sigue: "Mas ya os he dicho que me habéis visto, pero que no me creéis".
 
Alcuino
Como diciendo: no he dicho esto porque yo piense que seréis saciados con este pan, sino más bien lo digo para que os avergoncéis de vuestra incredulidad, porque veis y no creéis.
 
Crisóstomo, ut supra
O acaso en aquellas palabras "os he dicho", da a conocer el testimonio de las Escrituras, al cual se había referido antes, cuando decía: "Ellas son las que dan testimonio de mí" ( Jn 5,39). Y en otro lugar les había dicho: "porque he venido en nombre de mi Padre, y no me habéis recibido" ( Jn 5,43). Y en cuanto a lo que les dijo: "Y que me habéis visto", etc., se refiere, aunque de una manera oculta, a los milagros.
 
San Agustín, ut supra
No soy yo quien ha perdido al pueblo de Dios, porque vosotros me habéis visto y no me habéis creído. Por esto sigue: "Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá, y aquél que a mí viene, no le echaré fuera".
 
Beda
Dice "Todo" en absoluto para designar la plenitud de los fieles. Porque éstos son los que el Padre da al Hijo, cuando por medio de una inspiración interior les hace creer en el Hijo.
 
Alcuino
Todo aquél a quien el Padre traiga con el fin de que crea en mí, vendrá a mí por medio de la fe, de tal modo, que a mí se una. Y a todo aquél que venga a mí por medio de la fe y de las buenas acciones, no lo echaré fuera, esto es, habitará conmigo en el secreto de su conciencia limpia y al fin lo recibiré en la eterna bienaventuranza.
 
San Agustín, ut supra
Aquel interior de donde no se sale fuera es un gran santuario, un dulce apartamiento sin tedio, sin la amargura de los malos pensamientos y sin la interposición de las tentaciones y de los dolores. Del cual se dice: "Entra en el goce de tu Señor" ( Mt 25,21).
 
Crisóstomo, ut supra
En lo que dice: "Todo lo que me da el Padre", demuestra que no es una cosa contingente el creer en Jesucristo, ni se consigue por medio de la sola razón humana, sino que necesita de aquella revelación que procede de lo alto, aun en el alma piadosa que recibe la revelación. Por donde no están exentos de culpa aquéllos a quienes el Padre no da, porque también necesitamos de la voluntad propia para creer. Por medio de esto refuta la incredulidad de aquéllos, manifestando que el que no cree en El se opone a la voluntad del Padre. Mas San Pablo dice que el Hijo los traerá al Padre ( 1Cor 15,24), esto es, cuando entregue el reino a Dios y al Padre. Y así como el Padre cuando da no se priva de nada, así tampoco el Hijo cuando entrega. Y se dice que el Hijo entrega, porque somos llevados al Padre por medio de El, y respecto del Padre se ha dicho: "Por medio del que habéis sido llamados a vivir en sociedad con su Hijo. Y así, el que viene a mí se salvará, porque he venido y he tomado carne en beneficio de éstos" ( 1Jn 2; 1Cor 1,9). Por esto sigue: "Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió". Pero, ¿qué dices?, ¿unas cosas son tuyas y otras cosas son de El? Y para que nadie vaya a pensar cosa parecida, añadió: "Y ésta es la voluntad de aquel Padre que me envió: que todo aquél que ve al Hijo, tenga vida eterna". Y por esto quiere también el Hijo, porque Este da la vida a los que quiere. ¿Qué es, pues, lo que dice? No he venido a hacer más que lo que el Padre quiere, como no teniendo separada mi voluntad de la del Padre; todas las cosas que son del Padre son mías. Pero no dijo esto, porque lo deja para el fin. Y entretanto oculta las cosas superiores.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y por qué no arrojará fuera, lo explica diciendo: "Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió". El alma se separó de Dios porque era soberbia y así por la soberbia fuimos arrojados. Pero volvemos por medio de la humildad, pues el médico, cuando estudia la enfermedad, si cura lo que ha sido producido por una causa y no extirpa la causa misma, manifestará que sólo cura por un poco de tiempo, mas durará la enfermedad mientras no desaparezca la causa. Con el fin de curar las causas de todas las enfermedades (esto es, la soberbia), bajó el Hijo de Dios y se hizo humilde. ¿Por qué, pues, ¡oh hombre! te ensoberbeces? El Hijo de Dios se ha hecho humilde por ti. Pudieras avergonzarte quizá de imitar a un hombre humilde. Imita al menos a un Dios humilde y ésta es la recomendación de la humildad: "No he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me envió". Porque la soberbia hace su propia voluntad y la humildad hace la voluntad de Dios.
 
San Hilario De Trin., 1, 3
Y no dice esto porque hace lo que no quiere, puesto que da a conocer que su obediencia está subordinada a la voluntad del Padre, queriendo El cumplir la voluntad del Padre.
 
San Agustín, ut supra
Y por tanto, no arrojaré fuera al que viene a mí porque no he venido a hacer mi voluntad. Siendo humilde he venido a enseñar la humildad y el que viene a mí se incorpora conmigo y se hace humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios; y no será arrojado fuera. Si lo había sido antes, fue porque era soberbio, y a mí no puede venir el que no sea humilde. Lo que se arroja fuera es la soberbia; el que observa la humildad, no se separa de la verdad. Por lo tanto, no arrojará fuera al que viene a El, porque no viene a hacer su voluntad, como manifiesta cuando añade: "Y ésta es la voluntad de aquel Padre que me envió; que nada pierda de lo que me dio el Padre". Le fue dado todo aquél que observa la humildad ( Mt 18,14). No hay voluntad en el Padre de que perezca siquiera uno, aunque sea de los más pequeñuelos. De los soberbios puede perecer alguno, pero de los pequeños ninguno perece. Porque si no os hacéis como este pequeñuelo, no entraréis en el reino de la gloria ( Mt 18,3).
 
San Agustín De correptione et gracia, cap. 9
Mas los que en los misterios providentísimos de Dios han sido designados, predestinados, llamados, justificados y glorificados (aun cuando aún no hayan sido regenerados, ni aún nacidos), ya son hijos de Dios y no pueden perecer; y éstos son los que vienen verdaderamente a Jesucristo. Y Jesucristo es quien les da la perseverancia en el bien hasta el fin. Y no se concede ésta sino a aquéllos que no perecerán, porque los que no perseveran, perecerán 1.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 44
Respecto a lo que dijo "que nada pierda de todo aquello", no da a entender que necesite cuidar de ellos, sino que dice esto para que obtengan su salvación. Y después que había dicho: "que nada pierda de aquello, y no lo echaré fuera", añade: "Sino que lo resucitaré en el último día". Porque en el día de la resurrección serán arrojados todos los malos, según dice por San Mateo ( Mt 22,13): "Cogedlo, y arrojadlo a las tinieblas exteriores". Porque ellos mismos serán los que se perderán, como dice también por medio de San Mateo ( Mt 10,28): "Quien puede perder su cuerpo y su alma en el infierno". Y por esto, muchas veces les habla de la resurrección, para que no juzguen la providencia de Dios sólo por las cosas presentes, sino también atendiendo a la otra vida.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Y ved cómo habla aquí de aquellas dos resurrecciones: el que viene a mí, resucita ahora, haciéndose humilde en mis miembros; pero lo resucitaré en el último día. Y para probar lo que había dicho: "que todo aquello que el Padre me dio" y respecto de lo que dijo después: "que nada se pierda", añade: "Y la voluntad de mi Padre que me envió, es ésta: que todo aquél que vea al Hijo y crea en El, tenga vida eterna". Antes dijo también ( Jn 5,24): "El que oye mi palabra y cree en Aquél que me envió", y ahora dice: "El que ve al Hijo y cree en El". No dijo: y cree en el Padre, porque lo mismo es creer en el Hijo que creer en el Padre, puesto que así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también concedió al Hijo que tuviera vida en sí mismo; ( Jn 5,26) para que éste concediera que todo aquél que vea al Hijo y crea en El tenga vida eterna, y creyendo y pasando la vida, pase como aquella primera resurrección. Y como esta vida no es la única, habla también de la segunda: "Y yo lo resucitaré en el último día".
 
Notas
1. El concilio de Trento (1547) enseña que: "Si alguno dijere que la gracia de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los demás que son llamados, son ciertamente llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que están al mal por el poder divino, sea anatema" ( Dz 827).
   
41-46
Los judíos, pues, murmuraban de El, porque había dicho: "Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo". Y decían: "¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Pues cómo dice éste: que del cielo descendí?" Mas Jesús respondió, y les dijo: "No murmuréis entre vosotros: Nadie puede venir a mí, si no le trajere el Padre que me envió: y yo lo resucitaré en el postrimero día. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Todo aquél que oyó del Padre y aprendió, viene a mí. No porque alguno ha visto al Padre, sino aquél que vino de Dios, éste ha visto al Padre". (vv. 41-46)
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Mas los judíos, creyendo que se trataba de la comida material, no se disgustaron hasta que se convencieron de lo contrario. Por esto dice: "Los judíos, pues, murmuraban de El, porque había dicho: Yo soy el pan vivo", etc. Parece que se disgustaban también porque dijo que había bajado del cielo, pero esto no era lo que producía su disgusto, sino que ya no esperaban saciarse de un alimento corporal. Sin embargo aún lo consideraban porque estaba reciente el milagro y por tanto no lo contradecían abiertamente, sino que manifestaban su disgusto murmurando. Y dice lo que murmuraban cuando añade: "Y decían: ¿No es éste Jesús el hijo de José", etc.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Muy alejados estaban éstos del pan del cielo y no sabían experimentar hambre de El, porque este pan supone el hambre del hombre interior.
 
Crisóstomo, ut supra
Es bien sabido, pues, que aún no conocían su generación admirable. Por eso aún lo llaman hijo de José y sin embargo, no los increpa. Así, no les respondió: no soy hijo de José, puesto que no podían tener conocimiento de su generación prodigiosa. Y si no podían entenderlo claramente cuando hablaba respecto de la generación humana, con mucha más razón no lo comprenderían cuando hablase de otra naturaleza más elevada.
 
San Agustín, ut supra
Tomó carne de los hombres, pero no a la manera de los demás hombres, porque teniendo Padre en el Cielo, eligió Madre en la tierra, y allí nació sin madre, y aquí sin padre. "Los judíos pues murmuraban de El", etc. ¿Que responde ante tales murmuradores? "No murmuréis entre vosotros". Como si dijese: sé por qué no sentís este hambre y por qué no comprendéis ni buscáis este pan. "Nadie puede venir a mí, si no lo trajere el Padre que me envió". ¡Noble excelencia de la gracia 1! Ninguno viene si no es traído. ¿A quién trae y a quién no trae? El porqué, no debéis investigarlo si no queréis errar. Acéptalo y entonces entiéndelo. Y si acaso no has sido traído aún, ruega para que lo seas.
 
Crisóstomo, ut supra
Aquí se levantan los maniqueos diciendo que nada se deja a nuestra propia libertad, pero esto no destruye lo que en nosotros hay, sino que manifiesta que necesitamos del auxilio divino. Manifiesta pues aquí, que no se refiere a aquél que viene como obligado, sino a aquél que viene venciendo muchas contrariedades.
 
San Agustín, ut supra
Si a pesar nuestro somos traídos a Jesucristo, se sigue que a pesar nuestro creemos. Luego se nos hace violencia, no se mueve la voluntad. Pero alguno podrá entrar en la Iglesia no queriendo, mas no podrá creer si no quiere, "porque con el corazón se cree en la justicia" ( Rom 10,10). Así pues, si viene obligado el que es traído, no cree; y si no cree, no viene; porque no nos encaminamos hacia Jesucristo andando, sino creyendo; y no nos aproximamos a El moviendo el cuerpo, sino por la voluntad del alma. Por tanto, eres traído voluntariamente. ¿Y qué es ser traído voluntariamente? "Complácete en el Señor, y alcanzarás de El lo que pide tu corazón" ( Sal 36,4). Hay cierto goce en nuestra alma para la cual es muy satisfactorio aquel pan del cielo. Además, si fue lícito al poeta decir que el placer de cada uno es lo que lo atrae, ¿con cuánta más razón debemos decir nosotros que el hombre es traído a Jesucristo cuando se deleita en la verdad, cuando se deleita en la santidad, cuando se deleita en la justicia y cuando se deleita en la vida eterna? Y todo esto es Jesucristo. Los sentidos del cuerpo tienen sus placeres, ¿el alma carecerá de ellos? Dame un hombre que ama, uno que desea, uno que es fervoroso, uno que tiene hambre, uno que anda con esta solicitud y que tiene sed y que suspira por llegar a la fuente de la vida eterna. Este hombre comprenderá lo que digo. Porque el Señor quiso decir: "a quien el Padre trajere". Si hemos de ser traídos seámoslo por Aquél a quien dice el que lo ama ( Cant 1,3): "Tráeme en pos de ti". Pero veamos cómo debe entenderse aquella sentencia. El Padre trae al Hijo a aquéllos que creen en el Hijo porque conocen que Este tiene a Dios por Padre, puesto que Dios Padre engendró al Hijo igual a sí. Y el que piensa y cree en la fe y examina que el Hijo es igual al Padre, en quien cree, es traído por el Padre al Hijo. Arrio pensó que sólo era una criatura; el Padre no lo trajo. Fotino 2 dijo: Jesucristo únicamente es hombre; como creyó esto, no lo trajo el Padre. Trajo a Pedro, que dijo: "Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo" ( Mt 16,16). Por esto se le contestó: "La carne y la sangre no te han revelado esto, sino mi Padre que está en los Cielos" ( Mt 16,17). Esta revelación es la atracción misma. Si atraen aquellas cosas que se revelan a los que se aman entre las delicias terrenas, ¿no atraerá Jesucristo revelado por el Padre? ¿Qué otra cosa mejor desea el alma que la verdad? Pero aquí los hombres tienen hambre, allí serán saciados. Por esto añade: "Y yo le resucitaré en el postrimero día". Como diciendo: será saciado, porque aquí tiene sed y en la resurrección de los muertos yo le resucitaré.
 
San Agustín De quaest. nov. et vet. testam. qu. 79
O bien atrae el Padre hacia el Hijo por medio de los milagros que hacía por El.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 45
No es pequeña la dignidad del Hijo si el Padre atrae y El resucita, no separando sus obras de las del Padre, sino manifestando la igualdad que existe entre la virtud y el poder del Padre con su poder. Manifiesta a continuación el modo con que el Padre atrae, diciendo: "Escrito está en los profetas: y serán todos enseñados por Dios". He aquí el honor que concede la fe, puesto que no viene de los hombres, ni por medio de los hombres, sino que deben aprenderla del mismo Dios. Porque un maestro, cuando preside una clase, está dispuesto a comunicar toda su ciencia, para inculcar a todos su enseñanza. Mas si el Señor nos enseña a todos, ¿cómo es que algunos no creen? Y esto se dice respecto de muchos, o sea de todos los que mueren.
 
San Agustín De praedest. Sanct. cap. 8
Hablamos con propiedad cuando decimos de algún maestro que enseña las letras humanas y está solo en la ciudad: éste enseña aquí todas las letras; no porque todos aprendan, sino porque ninguno de los que allí están aprenden sino de él. Y así decimos con propiedad: Dios manifiesta a todos cómo deben venir a Jesucristo, no porque todos vengan, sino porque no pueden venir de otro modo.
 
San Agustín In Ioannem tract., 25.
Todos los hombres de aquel reino serán enseñados por Dios y no podrán oír estas cosas de los hombres. Y aun cuando aquí oyen de los hombres, lo que comprenden se les concede interiormente, interiormente brilla, e interiormente se les revela. Yo, por ejemplo, lanzo un estrépito de palabras en vuestros oídos, pero si no revela el que está dentro, ¿qué digo? ¿qué hablo? Dice, pues: "Y todos serán enseñados por Dios". Como diciendo: ¿Cómo podéis conocerme, oh judíos, siendo a quienes el Padre no ha enseñado?
 
Beda.
Dice en plural: en los profetas, porque todos éstos estaban llenos de un mismo espíritu. Y aunque vaticinaban cosas diferentes, se encaminaban a un mismo fin, estando los unos conformes con los pensamientos de los otros y con las palabras del profeta Joel: "Serán todos enseñados por Dios".
 
Glosa.
Esto no se encuentra así en Joel, sino de una manera parecida, porque allí se dice: "Hijos de Sion, regocijaos y alegraos en el Señor nuestro Dios, porque os ha dado un doctor" ( Jl 2,33). Más expresivo está en Isaías cuando dice: "Yo tomaré a todos tus hijos enseñados por el Señor" ( Is 54).
 
Crisóstomo, ut supra
Lo cual es una cosa de verdadera importancia, porque antes aprendían por ministerio humano las cosas que atañen a Dios, y ahora por el Hijo único de Dios y por el Espíritu Santo.
 
San Agustín De praedest. Sanct. cap. 8 et seqq
Todos los que son enseñados por Dios vienen al Hijo, porque oyeron y aprendieron del Padre por el Hijo. De aquí que añada: "Todo el que oyó del Padre y aprendió, viene a mí". Si el que oyó las cosas del Padre y aprendió viene, en verdad que el que no oyó del Padre no aprendió. La escuela donde el Padre es oído y enseña que se vaya a su Hijo está muy alejada de los sentidos del cuerpo. Porque esta operación no la realiza por los oídos de la carne, sino del espíritu, en donde está el mismo Hijo, dado que es su Verbo por el que el Padre enseña del modo antedicho. Está también el Espíritu Santo, porque hemos aprendido que las operaciones de la Trinidad son inseparables, y se le atribuye esto principalmente al Padre, porque de El es el Hijo y procede de ambos el Espíritu Santo. Y así la gracia que se concede por la divina magnificencia a los corazones humanos por caminos ocultos, no puede ser rechazada por un corazón duro, supuesto que su primer movimiento es quitar la dureza de corazón 3. ¿Y por qué enseña a todos para que vengan a Jesucristo, sino porque aquéllos a quienes enseña les enseña por su misericordia y aquéllos a quienes no enseña lo hace porque ellos se hacen acreedores a tal pena? Y si dijéramos que quieren aprender aquellos a los que no enseña, nos responderá: ¿Y dónde están cuando se le dice: "Señor, si tú nos miras, nos darás vida" ( Sal 84,7)? Y si Dios no hace que quieran aquéllos que no quieren, ¿por qué ruega la Iglesia por sus perseguidores, conforme a lo que Dios le tiene ordenado? Por tanto, no puede decir alguno: he creído para ser llamado por esta causa, siendo así que la gracia de Dios prepara a aquél que es llamado para que crea.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
He aquí cómo el Padre atrae enseñando la verdad y no imponiendo la necesidad, porque el atraer es propio de Dios: "Todo el que oyó la voz del Padre y aprendió, viene a mí". ¿Cómo así? ¿Jesucristo nada enseñó? ¿Cómo, si los hombres no vieron a su maestro el Padre, vieron al Hijo? El Hijo, pues, hablaba, pero el Padre enseñaba. Y si yo, siendo hombre, enseño a aquél que ha oído mi palabra, el Padre también enseña a aquél que oye a su Verbo. El mismo da a conocer esto y nos enseña lo que dijo, expresándose a continuación en estos términos: "No porque alguno ha visto al Padre, sino aquél que oyó la voz del Padre". Como diciendo: no sea que acaso, cuando esto os digo, que todo el que ha oído y aprendido del Padre, digáis entre vosotros: nunca hemos visto al Padre; ¿cómo podemos aprender de El? Oídlo de mí mismo. Yo he conocido al Padre, vengo de El, del mismo modo que la palabra es de aquél de quien la concibe, no porque suena y pasa, sino porque se queda con el que habla y atrae al que oye.
 
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad que todos somos hijos de Dios y lo que es muy esencial y propio del Hijo, de esto no habló por la debilidad de los que le oyesen.
 
Notas
1. "Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 357) "La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Unico del Padre. Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina; pero concierne también al conjunto de la comunidad humana". ( Catecismo de la Iglesia Católica 1877)
2. Se trata de Fotino de Sirmio.
3. "La iniciativa divina en la obra de la gracia previene, prepara y suscita la respuesta libre del hombre. La gracia responde a las aspiraciones profundas de la libertad humana; y la llama a cooperar con ella, y la perfecciona". ( Catecismo de la Iglesia Católica, 2022)
   
47-52
"En verdad, en verdad os digo: que aquél que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que comiere de él no muera. Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente. Y el pan que yo os daré es mi carne por la vida del mundo". (v. 47-52)
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
El Señor quiso dar a conocer lo que El era. Por esto dice: "En verdad, en verdad os digo, que aquél que cree en mí, tiene vida eterna". Como diciendo: el que cree en mí, me tiene. ¿Y qué es tenerme? Tener la vida eterna. Y la vida eterna es el Verbo que en el principio estaba con Dios y la vida era la luz de los hombres. La vida asumió a la muerte, para que la muerte fuese destruida por la vida.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 45.
Y como las multitudes instaban pidiendo el alimento corporal, acordándose de aquel alimento que se había concedido a sus padres, con el fin de manifestarles que todo aquello no fue otra cosa más que una figura de la verdad que tenían presente, hace mención de la comida espiritual diciendo: "Yo soy el pan de la vida". Se llama a sí mismo pan de la vida, porque encierra en sí nuestra vida toda, tanto la presente como la venidera.
 
San Agustín, ut supra
Mas como ellos se enorgullecían hablando del maná, añade: "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron". Y por esto, vuestros padres eran como vosotros. Murmuradores eran los padres de los hijos murmuradores, porque se dice que en nada ofendió tanto aquel pueblo a Dios, como murmurando contra Dios. Y por esta razón murieron, porque creyeron sólo lo que veían y no creían ni entendían lo que no veían.
 
Crisóstomo, ut supra
Y no sin causa añadió: "en el desierto", manifestando de una manera oculta que no fue largo aquel periodo en que se concedió el maná y que además no llegó con ellos hasta la tierra prometida. Pero como veían que el pan que Jesucristo les había dado era de poco mérito en comparación del que habían recibido sus padres, (puesto que aquél bajaba del cielo y el que Jesucristo les dio, aunque por un milagro, era de la tierra), por esto añadió: "Este es el pan que desciende del cielo".
 
San Agustín, ut supra
El maná prefiguró a este pan y el altar del Señor también. Tanto en éste como en aquél se prefiguran los sacramentos. En las figuras hay diferencia, mas en la cosa que se figura hay paridad. Oigamos al Apóstol ( 1Cor 10,3): "Todos comieron la misma comida espiritual".
 
Crisóstomo, ut supra
Después manifiesta (lo que podía convencerles más) que ellos eran de mejor condición que sus padres, porque éstos, habiendo comido el maná, murieron, y por esto añade: "Para que el que comiere de él no muera". Por el fin da a conocer la diferencia de uno y otro pan. En este lugar llama pan a los misterios salvíficos y a la fe, que es su objeto propio, o bien se refiere a su cuerpo, pues todas estas cosas sostienen el alma.
 
San Agustín, ut supra
¿Pero nosotros, no comeremos del pan que baja del cielo? Aquellos murieron, como nosotros también hemos de morir en cuanto a la muerte de este cuerpo, visible y material. Pero en cuanto a la muerte del espíritu, de la que murieron los padres de éstos, Moisés comió el maná y muchos otros que agradaron a Dios y no murieron porque aquella comida visible fue entendida por ellos en sentido espiritual. Tuvieron de ella hambre espiritual, la gustaron en espíritu y espiritualmente quedaron saciados. Y nosotros hoy también recibimos un alimento visible, pero una cosa es el sacramento y otra la virtud del sacramento. ¿Cuántos hay que reciben este pan del altar, y mueren a pesar de ello? Por esto dice el Apóstol ( 1Cor 11,29): "Que come y bebe su propia condenación". Por tanto, comed el pan del cielo en espíritu y llevad vuestra inocencia ante el altar. Los pecados, ya que son diarios, que no sean mortales. Antes que os aproximéis al altar, ved lo que hacéis, ved lo que decís: perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores ( Mt 6,12). Si perdonas, te serán perdonadas. Aproxímate tranquilo, es pan, no veneno. Y si alguno comiese de este pan, no morirá, pero respecto de la virtud del sacramento y no en cuanto se refiere al sacramento visible; esto es, el que lo come interiormente y no exteriormente.
 
Alcuino
Y por eso no muere el que come este pan, porque "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo".
 
Teofilacto
Con este fin se encarnó; y no fue primero sólo hombre y después tomó la divinidad, como dice Nestorio, mintiendo.
 
San Agustín, ut supra
También el maná bajó del cielo, pero el maná era sombra y este pan es la realidad.
 
Alcuino
Mi vida es la que vivifica. Por esto sigue: "Si alguno comiere de este pan, vivirá", no sólo en la vida presente por medio de la fe y de la santidad, sino "vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".
 
San Agustín
Explica el Señor a continuación por qué se llama a sí mismo pan, no sólo en lo que toca a la divinidad que todo lo nutre, sino también a la naturaleza humana que asumió el Verbo de Dios, cuando añade: "El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".
 
Beda
El Señor concedió este pan cuando instituyó el sacramento de su cuerpo y su sangre y lo dio a sus discípulos y cuando se ofreció a Dios Padre en el ara de la cruz. Cuando dice: "Por la vida del mundo", no debemos entender que por los elementos, sino por todos aquéllos que se designan en el nombre del mundo.
 
Teofilacto
Cuando dice: "Que yo daré" da a conocer su poder, porque no fue crucificado como siervo del Padre y menor que El, sino voluntariamente. Pues aunque se dice que fue entregado por el Padre, se entregó El a sí mismo. Y véase cómo el pan que nosotros recibimos en el sacramento no es la figura del cuerpo de Jesucristo, sino el mismo verdadero cuerpo de Jesucristo. Porque no dijo: el pan que yo daré lleva la imagen de mi cuerpo, sino: es mi propia carne. Se transforma este pan por las palabras inefables, por la bendición y habitación mística del Espíritu Santo en el cuerpo de Jesucristo. ¿Y por qué no vemos su cuerpo? Porque si lo viésemos, nos horrorizaríamos de comerlo. Por cuya razón, condescendiendo con nuestra fragilidad, vemos esta comida espiritual en la manera que convenía a nuestro modo de conocer. Entregó su carne por la vida del mundo, porque muriendo destruyó la muerte. Yo también entiendo la resurrección en aquellas palabras "por la vida del mundo". Porque la muerte del Señor concedió la resurrección general a todo el género humano. Y acaso a la vida, que consiste en la santificación y en la perfección según el espíritu, la llamó vida del mundo. Aunque no todos hayan recibido la vida que se encuentra en la santificación y en el espíritu, sin embargo, el Señor se entregó por el mundo y cuanto hay en él, por lo que todo el mundo se santifica.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
¿Y cómo iba a entender el hombre que llamase pan a su carne? Conocen, pues, los fieles que es el cuerpo de Jesucristo y no deben despreciarlo. Háganse cuerpo de Jesucristo, si quieren vivir del espíritu de Jesucristo, porque no vive del espíritu de Jesucristo sino el cuerpo de Jesucristo. ¿Acaso mi cuerpo vive de tu espíritu? El Apóstol da a conocer este pan diciendo ( 1Cor 10,17): "Muchos somos un solo cuerpo, todos los que participamos de este solo pan". ¡Oh sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! El que quiere vivir, tiene de dónde vivir; acérquese, crea, incorpórese para que sea vivificado.
   
53-55
Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros, y decían: "¿Cómo nos puede dar éste su carne a comer?" Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el último día". (vv. 53-55)
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Y como los judíos no entendían cuál era aquel pan de concordia, disputaban entre sí. Por esto dice: "Comenzaron entonces los judíos a altercar unos con otros", etc. Mas los que comen de este pan, no discuten entre sí, puesto que por medio de este pan Dios hace habitar a todos unidos en su casa.

Beda.
Creían pues los judíos, que el Señor dividiría en trozos su propia carne y se la daría a comer; por esto disputaban porque no entendían.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 46.
Y como decían que esto era imposible, esto es, que diese a comer su propia carne, les dio a entender que no sólo no era imposible, sino muy necesario; por esto sigue: "Y Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo que si no comiereis la carne", etc. Como diciendo: de qué modo se da y cómo debe comerse este pan, vosotros no lo sabéis, mas si no lo comiereis, no tendréis vida en vosotros.
 
San Agustín, ut supra
Como si dijese: vosotros ignoráis de qué manera alguien puede ser comido y cuál sea el modo de comer aquel pan, pero aun así "si no comiéreis la carne del Hijo del hombre y bebiéreis su sangre, no tendréis vida en vosotros".
 
Beda
Y para que no creyesen que esto se decía para ellos solos, formuló a continuación una sentencia general, diciendo: "Que el que come mi carne y bebe mi sangre", etc. Y para que no entendiesen que se refería a esta vida y cuestionasen acerca de ello, añadió: "Tiene vida eterna". Mas no la tiene el que no come esta carne ni bebe esta sangre, puesto que podemos tener la vida temporal prescindiendo de El, pero de ninguna manera la vida eterna. No sucede así respecto de la comida que tomamos para alimentar esta vida temporal, porque los que no la reciben, no viven, ni tampoco vivirá el que la tome, puesto que sucede que mueren todos los que la toman, o por enfermedad, o por ancianidad, o por cualquier otra causa. Mas respecto de esta comida y esta bebida, esto es, del cuerpo y la sangre del Señor, no sucede así. Porque el que no la toma no tiene vida eterna y el que la toma tiene vida y ésta es eterna.
 
Teofilacto
Porque no es carne de un mero hombre, sino de Dios, quien deseando hacer al hombre divino, como que lo embriaga en su divinidad.
 
San Agustín De civ. Dei. 22, 19
Hay algunos que, por lo que dice aquí, ofrecen la salvación a los hombres purificados por el bautismo de Jesucristo, con tal que participen de su cuerpo (aunque vivan de cualquier modo). Pero les contradice el Apóstol, diciendo: "son bien conocidas las acciones de la carne, como son la fornicación, la inmundicia" ( Gál 5,19), etc. Acerca de lo que os predico, como ya os llevo dicho, que los que así obran, no alcanzarán el reino de Dios. Por esta razón se pregunta con fundamento cómo debe entenderse lo que aquí dice. El que vive unido con su cuerpo -esto es, en unión con los miembros cristianos, de cuyo cuerpo suelen participar todos los fieles que se acercan al altar-, ése puede propiamente decirse que come el cuerpo y bebe la sangre de Jesucristo. Por esto los herejes y los cismáticos, que están separados de la unidad del cuerpo, pueden recibir este sacramento, pero no les aprovecha, antes al contrario, les perjudica, porque son considerados como más pecadores y hay más dificultad para perdonarlos. Y ellos no deben considerarse como seguros por sus costumbres malas y depravadas, porque por la maldad de su vida abandonaron la misma santidad de la vida, que es Jesucristo, ya fornicando, o ya haciendo otras cosas por el estilo. Y no puede decirse que éstos coman el cuerpo de Jesucristo, porque ni aun deben contarse entre los miembros de Jesucristo. Y pasando otras cosas en silencio, no pueden ser a la vez miembros de Jesucristo y miembros de una mujer impúdica.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Quiere que se entienda por esta comida y esta bebida la unión que hay entre su cuerpo y sus miembros, como es la Iglesia en sus predestinados, en los llamados, en los justificados, en los santos glorificados y en sus fieles. Este sacramento (esto es, la unidad del cuerpo y la sangre de Jesucristo), que en algunos lugares se prepara todos los días en la mesa del Señor y en otros, sólo de tiempo en tiempo y se recibe de la mesa del Señor, para unos es vida, para otros condenación. Pero la entidad de aquello que constituye el sacramento, da vida a todo hombre, y a ninguno sirve de condenación, cualquiera que sea el que de ella participa. Y para que no creyesen que por medio de esta comida y esta bebida se ofrecía la vida eterna de tal modo que aquéllos que la recibiesen ya no morirían ni aun en cuanto al cuerpo, saliendo al encuentro de esta idea, continuó diciendo: "Y yo le resucitaré en el último día", con el fin de que tenga entre tanto la vida eterna, según el espíritu, en el descanso donde se encuentran las almas de los justos. Mas en cuanto al cuerpo, ni aun éste carecerá de vida eterna, porque en la resurrección de los muertos, cuando llegue el último día, la tendrá.
   
56-60
"Porque mi carne verdaderamente es comida: y mi sangre verdaderamente es bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así también el que me come, él mismo vivirá en mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como el maná que comieron vuestros padres, y murieron. Quien come este pan, vivirá eternamente". Esto dijo en la Sinagoga, enseñando en Cafarnaúm. (vv. 56-60)
 
Beda.
Había dicho ya: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna", y para manifestar cuánta diferencia hay entre la comida y bebida material y el sacramento espiritual de su cuerpo y su sangre, añadió: "Porque mi carne verdaderamente es comida", etc.
 
Crisóstomo in Ioannem hom., 46.
Y dice esto, o bien para que crean en lo que estaba diciendo y no que era enigma o parábola, sino para que comprendan que conviene en absoluto comer el cuerpo de Jesucristo; o bien quiere decir que es verdadera comida ésta que salva al alma.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Como los hombres desean conseguir mediante la comida y bebida saciar para siempre su hambre y su sed, esto en realidad no lo satisface nada sino esta comida y esta bebida, que hace inmortales e incorruptibles a aquéllos que la reciben; esto es, a la misma sociedad de los santos, en donde se encontrará la paz y unidad plena y perfecta. Por lo tanto, nuestro Señor recomendó su cuerpo y su sangre como cosas que se reducen y refieren a cierta unidad, porque de muchos granos se forma otro cuerpo (esto es, el pan), que es un solo todo y lo mismo sucede respecto del vino, que se forma por la reunión de muchos racimos. Después manifiesta en qué consiste comer su cuerpo y beber su sangre, diciendo: "El que come mi carne, etc., permanece en mí y yo en él". Esto es, pues, comer aquella comida y beber aquella bebida, a saber: permanecer en Cristo y tener a Cristo permaneciendo en sí. Y por esto el que no permanece en Cristo y aquél en quien Cristo no permanece, sin duda alguna ni come su carne ni bebe su sangre, sino que, por el contrario, come y bebe sacramento de tan gran valía para su condenación.
 
Crisóstomo, ut supra
De otra manera puede explicarse la continuación: como había ofrecido la vida eterna a los que lo comiesen, para confirmarlo, añadió: "El que come mi carne, etc., permanece en mí".
 
San Agustín De verb. Dom. serm. 11
Y en realidad, muchos que comen aquella carne y beben aquella sangre hipócritamente, se hacen apóstatas. ¿Acaso permanecen en Cristo y Cristo en ellos? Pero hay cierta manera de comer aquella carne y de beber aquella sangre, para que el que la coma y la beba permanezca en Cristo y Cristo en él.
 
San Agustín De civ. Dei. 21, 25
Esta es el haber recibido el Cuerpo de Cristo no sólo sacramentalmente, sino efectivamente, por estar incorporados en su cuerpo. 1.
 
Crisóstomo, ut supra
Y como yo vivo, es cosa clara que él también vivirá. Y para probar esto añade: "Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre".
 
San Agustín De verb. Dom serm. 11
Como diciendo: Yo vivo como el Padre. Y para que no se crea que es ingénito, añadió: "por el Padre", manifestando, aunque veladamente, que el Padre es su principio. Y cuando dice: "Así también el que come, él mismo vivirá por mí", no dice esto sencillamente de la vida, sino de la vida de santidad. Porque viven también los infieles, aunque no comen de aquella carne. Y tampoco dice esto en cuanto a la resurrección general, porque también resucitarán; sino que habla de la vida de la gloria y que tiene recompensa.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Mas no dice: del mismo modo que como al Padre y yo vivo por el Padre, el que me come también vive por mí. Porque el Hijo no se hace mejor porque participa del Padre, mientras que por la participación del Hijo, que es lo que significa aquel acto de comerlo nosotros, nos hacemos mejores, uniendo a nosotros su cuerpo y su sangre. Y si dijo: "Vivo por el Padre", es porque es de la misma esencia y esto se dice sin detrimento de la igualdad. Y sin embargo, diciendo: "El que me come vivirá por mí", no afirma nuestra igualdad respecto de El, sino que muestra la gracia del mediador. Mas, si según esto oímos: "Vivo por el Padre", como aquello que dice en otro lugar, "Y el Padre es mayor que yo" ( Jn 14,28), dijo también: "Como me envió el Padre", lo cual equivale decir: para que yo viva por el Padre, esto es, para que mi vida se refiera a El como a lo más grande, fue hecha mi humillación, la causa que me enviara. Pues para que cada uno viva por mí, ha de participar de mí, comiéndome.
 
San Hilario De Trin., 1, 8
No queda lugar a duda acerca de la verdad de la carne y la sangre de Jesucristo. Mas ahora, según dice el mismo Dios y nuestra fe nos enseña, es verdadera carne y verdadera sangre. Y ésta es la causa de nuestra vida, porque tenemos a Jesucristo viviendo en nosotros, que somos carnales, por medio de la carne, debiendo vivir también nosotros por medio de El, del mismo modo que El vive por el Padre. Y si nosotros vivimos por El de una manera física, según la carne, esto es, habiendo recibido la naturaleza de la carne, ¿cómo dejará de tener en sí al Padre, en cuanto al espíritu, siendo así que El vive por el Padre? Pero vive por el Padre porque su generación no añadió nada ajeno a su naturaleza.
 
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Y bajó del cielo para que vivamos comiendo aquel pan los que no podemos obtener la vida eterna por nosotros mismos. Por esto sigue: "Este es el pan que descendió del cielo".
 
San Hilario De Trin., 1, 10
Aquí El se denomina pan. Y para que no se crea que sufrió menoscabo el poder y la naturaleza del Verbo al asociarse con la carne, dijo que el pan era su carne, para que por medio de esto, bajando este pan del cielo, no se creyese que el origen de su cuerpo procedía de la concepción natural, manifestando que su cuerpo era del cielo. Mas como el pan es suyo, manifiesta que ha tomado aquel cuerpo por medio del Verbo.
 
Teofilacto
Por lo tanto, no comemos a Dios en su pura esencia, porque es impalpable e incorpóreo, como tampoco comemos la carne de un puro hombre, que de nada nos podría aprovechar. Mas como Dios unió a sí la carne humana, su carne tiene propiedades que dan vida, no porque se haya convertido en naturaleza divina, sino como sucede al hierro candente, que permanece hierro y tiene las propiedades del fuego. Pues así la carne del Señor es dadora de vida como carne del Verbo.
 
Beda
Y para manifestar la diferencia de la sombra y de la luz, de la figura y la realidad, añadió: "No como el maná que comieron vuestros padres, y murieron".
 
San Agustín, ut supra
Aquello de que murieron, quiere que se entienda en el sentido de que no viven eternamente, porque ciertamente en lo temporal también morirán los que comen a Jesucristo, pero vivirán eternamente, porque Jesucristo es la vida eterna.
 
Crisóstomo, ut supra
Y si fue posible que sin siega y sin grano y otras cosas por el estilo, conservasen la vida aquéllos por espacio de cuarenta años, con mucha más razón puede hacer esto ahora por medio de la comida espiritual, de la cual eran figuras aquellos sucesos. Con frecuencia, pues, ofrece la vida, porque no hay cosa más apreciable para los hombres. Por esto en el Antiguo Testamento se ofrecía la vida larga y ahora se ofrece una vida que no tiene fin. Además quiere demostrar por medio de esto que rompía ahora el decreto de muerte que había dado por el pecado primero, ofreciendo por el contrario la vida eterna. Prosigue: "Esto dijo en la Sinagoga cuando enseñaba en Cafarnaúm", en donde había hecho muchos milagros. Mas enseñaba en la Sinagoga y en el templo, queriendo atraer la multitud y manifestando que no es contrario al Padre.
 
Beda
En sentido místico, Cafarnaúm -que quiere decir villa hermosísima 2- representa al mundo, mas la Sinagoga representa al pueblo judío. Y por esto se explica que al aparecer el Señor en el mundo por el misterio de su encarnación, enseñó al pueblo judío muchas cosas que comprendió.
 
Notas
1. "La razón es el haber recibido el Cuerpo de Cristo no sólo sacramentalmente, sino efectivamente, por estar incorporados en su cuerpo. Es el mismo cuerpo del que dijo el Apóstol: Como hay un solo pan, aun siendo muchos no formamos mas que un solo cuerpo. Entonces el que forma parte de la unidad de ese Cuerpo de Cristo, es decir, el que es miembro de ese comunidad formada por los cristianos, que comulgan asiduamente en el sacramento de su Cuerpo en el altar, ése es de quien puede decirse que come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre" (San Agustín, De civitate dei, XXI, 25,2).
2. Del hebreo kefar nahum, aldea de Nahún (=compasivo o Yahveh consuela), ciudad de Galilea, junto al lago de Tiberíades.
   
61-71
Mas muchos de sus discípulos que esto oyeron, dijeron: "Duro es este razonamiento. ¿Y quién lo puede oír?" Y Jesús, sabiendo en sí mismo que murmuraban sus discípulos de esto, les dijo: "¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha. Las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son. Mas hay alguno de vosotros que no cree". Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar, y decía: "Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre". Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás y no andaban ya con El. Y dijo Jesús a los doce: "¿Y vosotros queréis también iros?" Y Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo Hijo de Dios". Jesús le respondió: "¿No os escogí yo a los doce, y el uno de vosotros es diablo?" Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón: porque éste, que era uno de los doce, le había de entregar. (vv. 61-72)
 
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Diciendo esto Jesucristo, no creían que hablaba de cosas grandes y que encerraban algún misterio aquellas palabras; mas lo entendieron como quisieron (tal es la condición humana), creyendo que Jesús o podía o se disponía a distribuir la carne con que estaba vestido el Verbo, repartiéndola entre los que creyeran en El. Por esto dice el evangelista: "Mas muchos" de los que oían, no de sus enemigos sino "de sus discípulos", dijeron: duro es este razonamiento".
 
Crisóstomo in Ioannen hom. 46.
Esto es difícil de comprender porque sobrepasa la capacidad de los que oían. Entendían, por tanto, que el Salvador se refería a cosas más elevadas, que excedían sus posibilidades y dijeron: "¿Y quién lo puede oír?", como respondiendo por sí mismos lo que no debían.
 
San Agustín., ut supra.
Y si los discípulos consideraban como duro aquel razonamiento, ¿cómo lo considerarían sus enemigos? Y sin embargo, así convenía que se explicase y que no fuese entendido por todos. El misterio de Dios debe hacer a los hombres atentos y no enemigos.
 
Teofilacto.
Y cuando oímos que sus discípulos murmuraban, no creamos que se trataba de aquéllos que eran discípulos suyos en acto, sino de aquéllos que eran instruidos por El en el hábito y en la forma. En efecto, entre sus discípulos había algunos de la plebe que se llamaban sus discípulos únicamente porque estaban mucho tiempo con ellos.
 
San Agustín, ut supra
Y por esto se expresaban en estos términos, hablando entre sí para no ser oídos por otro. Mas Aquél que conocía el interior de ellos, los oía dentro de sí mismo, por esto sigue: "Y Jesús, sabiendo en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿esto os escandaliza?"
 
Alcuino
Esto es, lo que os he dicho: comer mi carne y beber mi sangre.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 46
Esto equivalía a dar una señal de su divinidad, poniendo de manifiesto los misterios más ocultos. Por esto sigue: "¿Pues qué si viereis al Hijo del hombre a donde estaba antes"?, a lo que añado: ¿qué diríais? Esto hizo también con Natanael, diciéndole: "Porque te dije te he visto debajo de la higuera, crees: verás mayores cosas que éstas" ( Jn 1,50). No mezcla, pues, unas cuestiones con otras, sino que se propone interesarlos por la grandeza y la multitud de los misterios. Mas si hubiera dicho sencillamente que bajó del cielo y no hubiese añadido cosa alguna, hubiese escandalizado más a los que lo oían. Pero disipó toda duda diciendo que su carne es la vida del mundo y que así como había sido enviado por el Padre vivo, así vive por el Padre y añadiendo de nuevo a todo esto que bajó del cielo. Y no dijo esto queriendo escandalizar a sus discípulos, sino queriendo disipar su escándalo. Porque mientras lo consideraban como hijo de José, no entendían lo que se les decía, mas los que habían de creer que bajó del cielo y que a él subiría, atienden con más diligencia a las cosas que se les dicen.
 
San Agustín, ut supra
Con esto deshizo las dudas que los agitaban, porque creían que el Salvador habría de destruir su propio cuerpo. Mas El les dijo que subiría entero al cielo, por esto les dice: "Cuando viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes". En verdad que entonces veréis cómo no destruye su cuerpo como vosotros pensáis, porque su gracia no se corrompe, sino que el Hijo del hombre, Jesucristo, habiendo nacido de la Virgen María, empezó a existir aquí en el mundo cuando tomó carne de la tierra. Por lo tanto, ¿qué quiere expresar cuando dice: "Si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes", sino para que comprendamos que hay una sola persona en Cristo Dios y hombre y no dos, para que no versara nuestra fe en cierta cuaternidad, sino en la Trinidad? Por lo tanto, lo mismo estaba el Hijo del hombre en el cielo, que el Hijo de Dios estaba en la tierra. El Hijo de Dios en la tierra, en la carne que había tomado; el Hijo del hombre en el cielo, en la unidad de persona.
 
Teofilacto
Y no se crea por esto que el cuerpo de Jesucristo bajó del cielo (como dijeron los herejes Marción y Apolinar), sino que es uno y el mismo el Hijo de Dios y el Hijo del hombre.
 
Crisóstomo, ut supra
A causa de esto presenta otra solución, diciendo: "El espíritu es el que da vida: la carne nada aprovecha". Lo que El dice es esto: conviene oír con el espíritu las cosas que me conciernen, porque quien las entiende de una manera carnal, nada aprovecha. Equivale a entender de una manera carnal el ver sencillamente lo que el Salvador había dicho, sin elevar el pensamiento. Mas conviene no juzgar de este modo, sino ver todos los misterios con los ojos del espíritu, lo que siempre debe entenderse en sentido espiritual. Y era carnal el dudar acerca de cómo podría darnos a comer su carne. ¿Qué, no es verdadera carne? Sí, en verdad, y por esto dice: "La carne nada aprovecha", no refiriéndose a su carne, sino a aquéllos que entendían en sentido carnal lo que El les decía.
 
San Agustín In Ioannem tract., 27.
También puede entenderse esta frase: "La carne nada aprovecha", en el sentido que aquéllos la comprendieron, porque creyeron que se trataba de la carne que se corta en un cadáver, o de la que se vende en la plaza, y no en cuanto es vivificada por el espíritu. Unase el espíritu con la carne y ésta aprovechará mucho. Mas si la carne nada hubiese aprovechado, el Verbo no se hubiese hecho carne para habitar entre nosotros, pero el espíritu ha hecho bastante por medio de la carne en beneficio nuestro y por nuestra salvación.
 
San Agustín De civ. Dei 3, 24
Y no es que la carne santifica por sí misma, sino por medio del Verbo, por quien fue tomada, el cual (como es el principio de todo), al haber tomado alma y cuerpo, santifica el alma y el cuerpo de los que creen. Por lo tanto, el espíritu es el que da vida, la carne nada aprovecha, en el sentido que aquéllos entendieron la carne. No es así como doy yo a comer mi carne, ni debemos saborear esta carne como tal carne. Por esto dice: "Las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son".
 
Crisóstomo, ut supra
Esto es: son espirituales, no teniendo nada carnal, ni consecuencia natural, porque están exentas de la necesidad que rige a la cosas de la tierra y de las leyes a que están sometidas.
 
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Luego si las habéis entendido en sentido espiritual, serán para vosotros espíritu y vida. Y si las entendéis en sentido carnal, ellas en sí son espíritu y vida, pero no para vosotros. Hemos dicho, pues, que el Señor ha invitado a comer su carne y a beber su sangre, para que existamos en El y El en nosotros: ¿quién puede hacer esto sino la caridad? Porque la caridad de Dios se encuentra extendida en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado, como dice el Apóstol: luego el espíritu es quien vivifica ( Rom 5,5).
 
Crisóstomo, ut supra
Y como había hablado de un modo que excedía a la comprensión carnal, añadió: "Mas hay algunos de vosotros que no creen". Diciendo algunos exceptuó a sus discípulos y da a conocer su alta dignidad, descubriendo las cosas más ocultas.
 
San Agustín, ut supra
Y no dijo hay algunos entre vosotros que no entienden, sino que explica la causa por qué no entiendan. Pues el profeta dijo: "Si no creyereis, no entenderéis" ( Is 7,9), porque quien se resiste, ¿cómo podrá ser vivificado? Este adversario no vuelve el rostro ante el rayo de luz con que debe ser penetrado, sino que cierra su inteligencia. Crean, abran y serán iluminados.
 
Crisóstomo, ut supra
Y para que se comprenda, que Jesucristo había conocido esto antes de estas palabras y no después que murmuraron y se escandalizaron, lo da a entender por lo que dice a continuación su evangelista: "Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían", etc.
 
Teofilacto
El Evangelista se proponía manifestarnos con estas palabras que lo conocía todo antes de la creación, lo cual es propio únicamente de la divinidad.
 
San Agustín, ut supra
Y después que el Señor distinguió los que creían y los que no creían, expuso la razón por qué no creen. Por esto sigue: "Y decía: por esto os he dicho que ninguno puede venir a mí, si el Padre no le trae".
 
Crisóstomo, ut supra
Como diciendo: no me asustan ni me llaman la atención los que no creen, porque sé perfectamente a quiénes el Padre se lo ha concedido. Y dijo esto para manifestar que no se expresaba en estos términos deseando la alabanza de aquéllos, sino para convencerles que debían comprender que Dios era su Padre y no José.
 
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Luego también se nos concede el creer y esto es una gracia especial. Y si esto es una cosa grande, alégrate porque has creído y no te ensoberbezcas. Porque ¿qué tienes que no hayas recibido? ( 1Cor 4,7)
 
San Agustín De praedest. sanctor. cap. 9.
Esta gracia se concede a unos y a otros no, lo cual no puede dudar el que no quiere oponerse a lo que dicen claramente las Sagradas Escrituras. Y el que no se conceda a todos, no debe inquietar al fiel que cree que todos fueron condenados justísimamente de modo que no podría vituperarse a Dios aunque ninguno se librara de ello. Por lo tanto, se considera como una gracia especial el que muchos se libren. Y por qué se libre uno y no el otro, no puede comprenderse, porque "son inescrutables sus juicios y desconocidos sus caminos" ( Rom 11).
Prosigue: "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
No dijo que se separaron, sino que se volvieron atrás de aquel oír que es conforme a la virtud y perdieron también la fe que antes tenían.
 
San Agustín, ut supra
Y como se separaron del cuerpo, perdieron la vida, porque ya no pertenecían a aquella corporación y se consideraron como pertenecientes al número de los que no creían. Volvieron atrás no pocos, sino muchos en pos de Satanás y no en pos de Jesucristo, como dice el Apóstol hablando de ciertas mujeres: "Algunas volvieron atrás en pos de Satanás" ( 1Tim 5,15). Mas el Señor no rechazó a Pedro para que fuese en pos de Satanás, sino que hizo que viniese en pos de sí.
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 45
Preguntará alguno, cuándo era tiempo de explicar aquellas palabras que no edificaban, sino que más bien perjudicaban a los que estaban edificados. Mas prestaban en verdad gran utilidad y necesidad, porque como instaban pidiendo un alimento corporal acordándose de aquél que se había concedido a sus padres, había necesidad de demostrarles que todo aquello no era más que una figura y por esto les hace mención de la comida espiritual. Por tanto, no debían escandalizarse, sino que era oportuno preguntar. Por cuya razón sirvió de escándalo a su demencia la falta de explicación de todas aquellas cosas que se les decían, según ellos querían entender.
 
San Agustín, ut supra
Y esto sin duda sucedió así para nuestro consuelo, porque alguna vez ocurre que hable un hombre la verdad y no se entiende lo que dice y por esto los que lo oyen se escandalizan y se marchan, y entonces se arrepiente aquel hombre de haber dicho lo que era verdad; y dice entre sí: no he debido decir esto de esta manera. Pues así sucedió a nuestro Señor. Habló y se quedó sin muchos. Pero no por esto se turbó, porque desde el principio había conocido a los que no habrían de creer. Pero si esto nos sucede a nosotros, nos disgustamos. Busquemos consuelo en el Señor y hablemos con precaución.
 
Beda
Sabía pues el Señor que de aquellos discípulos que se quedaron, habría algunos que se querrían marchar. Sin embargo les preguntó, para que de este modo se conociese su fe y se propusiese a la imitación de otros. Por esto sigue: "Y dijo Jesús a los doce: ¿Y vosotros queréis también iros?"
 
Crisóstomo in Ioannem hom. 46
Convenía atraerlos por este medio, porque si los hubiese halagado, hubiesen creído que aquello tenía algo de humano, entendiendo que hacían una gracia a Jesucristo no dejándole. Pero manifestando que no necesitaba de su obsequio ni de que lo siguiesen, los retuvo más y por esto no les dijo marchaos, porque esto hubiese sido tanto como despedirlos, sino que les preguntó si querían marcharse, apartando de ellos toda fuerza y necesidad y no queriendo que se detuvieran por la vergüenza, porque el retenerlos por necesidad sería lo mismo que si se marchasen. Mas Pedro, amante de sus hermanos, conservador de la amistad, respondió a nombre de todo el grupo. Por esto sigue: "Y Simón Pedro le respondió: ¿A quién iremos?".
 
San Agustín In Ioannem tract., 27.
Como diciendo: ¿nos despides de ti? pues danos otro a quien vayamos, si te dejamos.
 
Crisóstomo, ut supra
Esta frase encierra el concepto de una gran amistad, porque, según ella, Jesucristo era para sus Apóstoles mejor que los padres y que las madres. Además, y para que no apareciese que decían esto porque no habría quien les recibiese, añadió: "Tú tienes palabras de vida eterna". Porque como había oído que su Maestro decía: yo lo resucitaré y tendrá vida eterna, manifiesta que se acuerda de las palabras que ha dicho. Y los judíos, en verdad, decían: éste es el hijo de José, mas San Pedro dice: "Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios".
 
San Agustín, ut supra
Hemos creído para conocer. Porque si primero hubiésemos querido conocer y después creer, no hubiésemos podido conocer ni creer. Esto hemos creído y conocido, que tú eres el Cristo Hijo de Dios, esto es, que tú eres la misma vida eterna y no das en tu carne y en tu sangre sino lo que eres.
 
Crisóstomo, ut supra
Mas como San Pedro había dicho: "Y nosotros hemos creído", el Señor exceptuó a Judas del número de los que creían. Por esto sigue: "Jesús le respondió: ¿no os escogí yo a los doce, y uno de vosotros es el diablo?" Y es notable esto que dice. No creáis que porque me habéis seguido, no castigaré a los malos. Muy justo es que éste pregunte, porque ahora los discípulos nada dicen. Pero asustados después exclaman: "Señor, ¿acaso soy yo?" ( Mt 26,22). Pero San Pedro aun no había oído: "Retírate, Satanás" ( Mt 16,23), y por esto no temió. Ahora tampoco dijo el Señor: uno de vosotros me entregará, sino: ¿no es diablo? Y por lo tanto ignoraban lo que se les decía, creyendo que únicamente se vituperaba su malicia. Pero los gentiles vituperan a Jesucristo con motivo de este suceso, porque su elección no se hacía por la fuerza en cuanto lo que había de suceder, sino que está en la voluntad el ser salvo o perecer.
 
Beda
O bien debe decirse que eligió a los once para una cosa y al uno para otra. Once, para que perseveraran en la dignidad apostólica y uno para que por medio de su traición se realizase la salvación de todo el género humano.
 
San Agustín, ut supra
Este fue elegido para que por su medio, aunque no lo quisiera ni lo conociera, se realizase un gran bien. Y así como los malos utilizan mal las buenas obras de Dios, así, por el contrario, Dios utiliza muchas veces las malas acciones de los hombres. ¿Quién peor que Judas? Sin embargo, el Señor utilizó su maldad para hacer un bien. Le permitió que lo entregase para redimirnos. Puede entenderse también lo que dice: "He elegido a doce", porque había sido consagrado el número doce con el fin de que se anunciase el misterio de la Trinidad a las cuatro partes del mundo; y no porque uno de ellos sucumbió ha perdido su primitivo honor este número, porque en lugar del que sucumbió fue elegido otro.
 
San Gregorio Moralium 3, 17
Se valora el cuerpo de acuerdo a la realidad de la cabeza, como cuando se dice respecto de aquel hombre malo: "Uno de vosotros es el diablo". Explicando lo cual el evangelista añadió: "Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque éste lo había de entregar, a pesar de que era uno de los doce".

Crisóstomo, ut supra
Véase la sabiduría de Jesucristo, porque ni dio a conocer quién era aquel hombre, para que no perdiese el temor y así se hiciese más enemigo suyo, ni quiso que quedara oculto, para que creyendo que no se sabía lo entregase sin temor.