CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-04 |
"Esto os he dicho para que
no os escandalicéis. Os echarán de las sinagogas: mas viene la hora en
que cualquiera que os mate, pensará que hace servicio a Dios. Y os
harán esto, porque no conocieron al Padre ni a mí. Mas esto os he
dicho, para que cuando viniese la hora, os acordéis de ello, y que yo
os lo dije. No os dije estas cosas al principio porque estaba con
vosotros". (vv. 1-4)
San Agustín,
in Ioannem, tract. 93
Después de haberles prometido el Espíritu
Santo, cuya operación los convertiría en testigos, añadió: "Esto os he
dicho para que no os escandalicéis". Cuando la caridad de Dios es
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado ( Rom 5,5), nace mucha paz en los que
aman la ley de Dios ( Sal 118,165), para que
en ellos no haya escándalo. Después, declarando lo que habrían de
padecer, dijo: "Os echarán de las sinagogas".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 77
Ya habían dispuesto que si alguno
confesaba a Cristo fuese expulsado de la sinagoga.
San Agustín,
ut supra
¿Qué daño les resultaba a los Apóstoles de
que los expulsaran de las sinagogas, si ellos las habían de dejar
aunque nadie los despidiera? Esto quiso decir que los judíos no
recibirían a Cristo, de quien los Apóstoles no se habían de separar.
Porque como no había otro pueblo de Dios sino el que era de la estirpe
de Abraham, si éste hubiera reconocido a Cristo no hubieran existido
por un lado Iglesias de Cristo y por otro sinagogas de los judíos. Y
por cuanto no creyeron, ¿qué restaba sino que los que permanecían
alejados de Cristo, echaran de la sinagoga a los que no dejaron a
Cristo? Después de decirles esto, añadió: "Pero se acerca la hora en
que cualquiera que os mate, crea que presta un servicio a Dios". Cuyas
palabras profirió como en sentido de consuelo para aquellos que serían
expulsados de las sinagogas. ¿Acaso la separación de las sinagogas,
había de ser causa de tanto sentimiento que prefirieran morir antes
que vivir separados de los judíos? Lejos la idea de que así se
consternasen los que no buscaban la gloria humana, sino la de Dios. He
aquí el sentido de estas palabras: Ellos os echarán de las sinagogas,
pero no temáis la soledad, porque separados de la comunión de ellos
reuniréis tan gran número de creyentes en mi nombre, que temerosos
ellos de que quede desierto su templo y abandonados los sacramentos y
todo lo de la antigua Ley, os maten creyendo prestar un servicio a
Dios, llevados de celo indiscreto por la gloria de Dios y no según la
sabiduría. Esto debemos entender que fue dicho por los judíos de
quienes ya había dicho "Os echarán de las sinagogas". Si bien los
testigos, esto es, los mártires de Cristo, fueron muertos por los
gentiles, no creyeron éstos, sin embargo, que ofrecían un homenaje a
Dios, sino a sus dioses falsos. Pero los judíos cuando matan a los
predicadores de Cristo, creen prestar un homenaje a Dios, juzgando que
los que se convierten a Cristo apostatan del Dios de Israel. Estos,
pues, poseídos del fanatismo, no guiados por la sabiduría, mataban a
los creyentes, pensando hacer un servicio a Dios.
Crisóstomo,
ut supra
Después procura consolarles, diciendo:
"Esto harán con vosotros, porque no conocieron al Padre ni a mí"; como
si dijera: Basta para vuestro consuelo el saber que padecéis esto por
mí y por mi Padre.
San Agustín,
ut supra
Para que estos males no cogieran su ánimo
desprevenido y de improviso, pues aunque habían de pasar pronto
podrían ser causa de desaliento, continuó diciendo para prevenirles:
"Os he dicho esto, para que, cuando llegare la hora de ellos", etc.:
la hora de ellos tenebrosa y nocturna. Pero la noche de los judíos,
separada del día, no oscureció el de los cristianos.
Crisóstomo,
in Ioannem, ut supra
También predijo esto por otro motivo, a
saber, para que no dijeran que no había previsto el porvenir. Y esto
significan las palabras "Acordaos que os lo dije", y no pudieran
alegar que sólo les había anunciado lo que podía halagarles. Y porque
no lo había dicho desde el principio, les da esta razón: "Esto no lo
dije desde el principio, porque estaba con vosotros". Estabais bajo mi
protección y podíais preguntarme cuanto quisierais, y sostenía yo toda
la lucha, por lo que era superfluo el deciros esto al principio, y si
lo callé no es porque me fuera desconocido.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 94
Pero hay otros tres evangelistas que
refieren que esto lo predijo antes de la cena, concluida la cual dijo
esto, como atestigua San Juan. Tal vez se resuelva esta cuestión con
decir que aquéllos refieren que esto lo dijo próximo a la pasión, no
al principio cuando estaba con ellos. Pero San Mateo afirma que, no
sólo cercano a la pasión, sino que desde el principio había dicho
esto. ¿Qué quieren decir, pues, estas palabras, "Esto desde el
principio no lo dije", etc., sino lo que aquí dice del Espíritu Santo,
que ha de venir sobre ellos, y ha de dar testimonio de los trabajos
que han de padecer? Esto, desde el principio, no lo dijo porque estaba
con ellos y los consolaba con su presencia. Habiéndose, pues, de
ausentar, era conveniente que dijera que vendría Aquel (el Paráclito)
que, difundiendo en sus corazones el Espíritu de caridad, predicarían
con confianza la palabra de Dios.
Crisóstomo,
ut supra
Les predijo también que padecerían toda
clase de aflicciones, pero no añadió que su muerte sería considerada
como culto tributado a Dios, que era lo que más podía aterrarles; o
bien porque había dicho antes lo que les harían sufrir los gentiles,
añadió aquí lo que harían los judíos.
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05-11 |
"Y ahora voy a Aquél que
me envió, y ninguno de vosotros me pregunta ¿a dónde vas? Antes,
porque yo os he dicho estas cosas, la tristeza ha ocupado vuestro
corazón, mas yo os digo la verdad: que conviene a vosotros que yo me
vaya, porque si no me fuere no vendrá a vosotros el Consolador: mas si
me fuere, os lo enviaré, y cuando El viniere argüirá al mundo de
pecado, de justicia y de juicio. De pecado, ciertamente porque no han
creído en mí; y de justicia, porque voy al Padre y ya no me veréis; y
de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado". (vv.
5-11)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
Como los discípulos aún no eran perfectos,
les asaltó la tristeza; y el Señor, reprendiéndoles, les alentó
diciendo: "Y ahora voy a Aquel que me envió, y ninguno de vosotros me
pregunta ¿a dónde vas?" Y era que como habían oído que cualquiera que
los matara creería hacer un servicio a Dios, se acobardaron de tal
manera que no le hablaban palabra. Por eso dice: "Porque os he dicho
esto, la tristeza se ha apoderado de vuestro corazón", etc. No es
pequeño consuelo saber que Dios conocía su gran tristeza por su
abandono, por los trabajos que les había dicho que habían de pasar, y
que no sabían si los podrían soportar varonilmente.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 94
O bien porque anteriormente le habían
preguntado a dónde se iría, y les había respondido "que ellos no
podrían ir a donde El iría", ahora que les asegura que se va, ninguno
le pregunta a dónde, y por esto dice: "Y ninguno de vosotros me
pregunta ¿dónde vas?" etc. Al irse el Señor al cielo no le preguntaron
con palabras, sino que le acompañaron con su mirada. Pero veía el
Señor el efecto que en sus corazones hacían sus palabras. Puesto que
no tenían aún el consuelo interior del Espíritu Santo que habían de
recibir, temían perder lo que exteriormente veían en Cristo. Además,
puesto que el Señor siempre decía la verdad, no cabía que dudasen de
que los iba a dejar. Así pues, el humano cariño los entristecía, y por
esto les dijo: "Porque os he dicho esto, la tristeza se ha apoderado
de vuestro corazón", etc. Pero El conocía qué era lo que más les
convenía, porque la visión interior con que el Espíritu Santo había de
consolarles, era mejor. Por esto añadió: "Pero os digo, en verdad, que
os conviene que yo me vaya", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Como si dijera: Aunque os contristéis mil
veces, os conviene oír que es útil que yo me aparte de vosotros. Y la
razón por qué conviene, la manifiesta diciendo: "Si no me ausentara,
el Paráclito no vendrá a vosotros".
San Agustín,
De Trin, 1, 9
Esto lo dijo, no porque medie desigualdad
entre el Verbo de Dios y el Espíritu Santo, sino porque la presencia
del Hijo del hombre entre ellos, era un obstáculo a la infusión de sus
dones, porque el que había de venir no era menor, pues no se anonadó
como el Hijo tomando forma de siervo ( Flp
2), y convenía que desapareciese de los ojos de ellos la forma de
siervo, en la que sólo consideraban a Cristo a quien veían. Por lo que
dice: "Si yo marcho, os lo enviaré".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 94
Acaso, estando El aquí, ¿no podía
enviarlo? Sabemos que vino y permaneció sobre El en el bautismo, y aun
sabemos que nunca se separó de El. ¿Por qué, pues, el decir "Si no me
fuere, el Paráclito no vendrá a vosotros", sino porque no podéis
recibir el Espíritu Santo, cuando persistís en no conocer a Cristo
sino según la carne? Separándose Cristo corporalmente, vino a ellos
espiritualmente, no sólo el Espíritu Santo, sino que también el Padre
y el Hijo.
San Gregorio,
Moralium, 8, 17
Como si claramente dijera: Si no sustraigo
mi cuerpo de vuestras miradas, no alimentaré invisiblemente vuestro
espíritu con el Consolador Espíritu Santo.
San Agustín,
De verb Dom. Serm. 60
Esta bienaventuranza nos trajo el Espíritu
Santo: que, separada de nuestros ojos de carne la forma de siervo que
tomó en el vientre de la Virgen, pueda contemplarle la agudeza de
nuestra inteligencia purificada en la misma forma de Dios, con la que
es igual al Padre, conservando al mismo tiempo aquella en que se dignó
aparecer en carne.
Crisóstomo,
ut supra
¿Qué es lo que aquí dicen los que no
opinan del Espíritu Santo como se debe? ¿Es normal que se vaya el
señor para que venga el siervo?
1 Mas
para demostrar cuál sea la utilidad de la venida del Espíritu Santo,
añade: "Y cuando vendrá argüirá al mundo de pecado" etc.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 95
¿Por ventura Cristo no arguye al mundo? O
¿acaso porque Jesucristo no habló más que con la nación judía, no
argüirá al mundo? Pero el Espíritu Santo ¿no arguyó acaso, no sólo a
una nación, sino a todo el mundo por medio de sus discípulos
esparcidos por todo el orbe? ¿Y habrá quien se atreva a decir que es
el Espíritu Santo y no Cristo quien arguye por medio de los discípulos
de Cristo, cuando clamaba el Apóstol: "¿Acaso queréis experimentar si
es Cristo el que en mí habla?" ( 2Cor 13,3).
Cristo es, pues, quien arguye a los que arguye el Espíritu Santo. Pero
dijo "El argüirá al mundo", como si dijera: El derramará la caridad en
vuestros corazones. Así, pues, depuesto todo temor, tendréis libertad
para reprender. Después explica lo que había dicho, del siguiente
modo: "De pecado ciertamente, porque no creyeron en mí". Y citó este
pecado como el mayor de todos, porque perseverando éste los demás son
retenidos, y desapareciendo éste todos son perdonados.
San Agustín,
De verb Dom. Serm. 61
Pero hay gran diferencia entre creer que
es Cristo y creer en Cristo, pues que es Cristo, hasta los demonios lo
creyeron. Pero cree en Cristo quien espera en El y le ama.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 95
Es acusado el mundo de pecado, porque no
cree en Cristo, al mismo tiempo que los creyentes son acusados de
justicia, porque la comparación entre los fieles es la reprobación de
los infieles. "Y de justicia, porque voy al Padre", y dado que el
sentido de la palabra infidelidad se acostumbra a usar en el sentido
que expresa la pregunta: ¿cómo creemos aquello que no podemos ver?,
conviene, pues, definir en qué consiste la justicia de los que creen.
Y esto queda expresado en la frase: "Porque voy al Padre, ya no me
veréis". Bienaventurados, pues, los que no ven y creen. Porque los que
vieron a Cristo no merecieron alabanza por su fe, porque creían lo que
veían, esto es, al Hijo del hombre, pero sí en cuanto creían lo que no
veían, esto es, al Hijo de Dios. Pero cuando desapareció de su
presencia la forma de siervo, entonces se verificó completamente la
palabra: "El justo vive de la fe" ( Rom
1,17). Consistirá, pues, vuestra justicia, de la que acusará al mundo,
en que creeréis en mí, a quien no veréis; y cuando me viereis como
ahora, no me veréis del modo que estoy con vosotros, esto es, no me
veréis mortal, sino eterno. Al decir, pues, "ya no me volveréis a
ver", profetizó que en adelante ya nunca le verían.
San Agustín,
De verb Dom. serm. 61
O de otro modo: ellos no creyeron que iba
al Padre y éste fue su pecado. Pero del Señor fue la justicia. Porque
si fue misericordia el venir del Padre a nosotros, fue justicia el
volver al Padre, según aquellas palabras del Apóstol: "Porque Dios le
exaltó" ( Flp 2,9). Pero si vuelve solo al
Padre, ¿qué bien nos resulta a nosotros? No va solo, porque Cristo es
uno con todos sus elegidos, así como la cabeza con el cuerpo. El mundo
es acusado de pecado en aquellos que no creen en Cristo, y de justicia
en los que resucitan como miembros de Cristo. Sigue: "De juicio, pues,
porque el príncipe de este mundo ya está juzgado". Esto es, el diablo,
príncipe de los inicuos, que en su corazón no viven sino en este
mundo, al que aman. En esto mismo que el diablo fue echado fuera,
juzgado está, y éste es el juicio del cual el mundo es acusado, porque
se lamenta en vano del diablo, el que no quiere creer en Cristo; y
juzgado, esto es, echado fuera, le es permitido atacarnos desde fuera
para ejercitar nuestra virtud y vencerle en el martirio, no sólo los
varones, sino que también las mujeres, los niños, y hasta las tiernas
doncellas.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 95
Juzgado está, porque fue condenado
irrevocablemente al fuego eterno. En este juicio está condenado el
mundo, porque está juzgado con su príncipe, a quien imita en soberbia
e impiedad. Crean, pues, los hombres en Cristo, para que no sean
acusados del pecado de infidelidad, con el cual son retenidos todos
los demás pecados; pasen al número de los fieles para que no sean
argüidos de justicia por aquellos a quienes, justificados, no imitan;
y guárdense del futuro juicio para que no sean condenados con el
príncipe del mundo, a quien imitan.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
O de otro modo: acusará al mundo de
pecado, esto es, desechará toda excusa y probará que pecaron los que
no creyeron en El, cuando vieron que el Espíritu Santo derramaba sus
dones inefables a la invocación de su nombre.
San Agustín,
De quaest. Nov. et vet testam, qu. 89
También el Espíritu Santo acusa al mundo
de pecado, porque el nombre del Salvador, que es reprobado por el
mundo, obra maravillas. El Salvador, después de guardada la justicia,
no temerá volver a Aquel que le envió, y por su regreso probará de
dónde vino, y por eso dice: "Y de justicia, porque voy al Padre".
Crisóstomo,
ut supra
Ir al Padre será un argumento de que
observaba vida irreprensible, para que no pudieran decir: "Este hombre
es pecador y no es de Dios" ( Jn 9,24).
También porque combatía al enemigo (porque de ser pecador no lo
hiciera) no podrán decir que soy seductor y tengo demonio. Y por
cuanto fue en fin condenado por mí, sabrán que pueden hollarle con sus
pies, y verán manifiestamente mi resurrección porque mi enemigo no
pudo impedirla.
San Agustín,
ut supra
Viendo los demonios subir las almas de los
infiernos a los cielos, conocieron que el príncipe de este mundo había
sido ya juzgado como reo en la causa del Salvador, y condenado a
perder lo que retenía. Esto, en verdad, se vio manifiestamente en la
ascensión del Salvador, y fue manifestado claramente a sus discípulos
en la venida del Espíritu Santo.
Notas
1. No
debe entenderse como una subordinación del Espíritu Santo al Padre y
al Hijo. El Espíritu Santo, "con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria" (Símbolo niceno-constantinopolitano).
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12-15 |
"Aún tengo que deciros
muchas cosas: mas no las podéis llevar ahora. Mas cuando viniere aquel
Espíritu de verdad, os enseñará toda la verdad. Porque no hablará de
sí mismo: mas hablará todo lo que oyere, y os anunciará las cosas que
han de venir. El me glorificará; porque de lo mío tomará y lo
anunciará a vosotros. Todas cuantas cosas tiene el Padre, mías son.
Por eso os dije: que de lo mío tomará, y lo anunciará a vosotros". (vv.
12-15)
Teofilacto
Como había dicho el Señor "Os conviene que
yo vaya", lo explica más diciendo: "Todavía tengo que deciros muchas
cosas, pero no podéis comprenderlas".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 97
Todos los herejes se valen de esta palabra
para encubrir sus atrevidas invenciones (aun las que más horror causan
a la humana razón) apoyándose en esta sentencia evangélica; como si
sus sistemas se hallaran comprendidos en aquello mismo que los
discípulos no pudieron entonces comprender y les hubiera inspirado el
Espíritu Santo aquello que el espíritu inmundo se avergüenza de
enseñar y predicar públicamente. Pero hay cosas malas que no puede
soportar el decoro humano, y otras buenas que no sabe comprender la
limitada razón del hombre. El mal es el que reside en los espíritus
impuros y el bien el que aparta a aquel de todo ser viviente. ¿Quién,
pues, de nosotros se atreverá a creerse de aquellos que comprenden las
cosas que otros no pueden alcanzar? Y, por tanto, ni aun de mí debe
esperarse que las diga. Pero alguno dirá: mas ahora hay muchos que
pueden oír lo que entonces Pedro no podía comprender. Así por ejemplo,
muchos pueden ser coronados por el martirio, especialmente después de
enviado el Espíritu Santo, lo que entonces, cuando el Espíritu no
había venido aún, Pedro no podía. Concedamos que muchos puedan por
esta razón, enviado ya el Espíritu Santo, comprender lo que no
pudieron los discípulos antes de la venida del Espíritu Santo. ¿Acaso
sabemos qué es lo que Jesucristo no quiso decir? ¿Puede alguno de
nosotros decir qué es lo que calló? Me parece muy absurdo que el Señor
no pudiera haber comunicado a los discípulos aquellos altísimos
misterios que hallamos luego en los escritos apostólicos, así como es
absurdo también que de haberlo hecho el Señor, no quedara recogido en
dichos escritos. Los heresiarcas no pueden tolerar en las Santas
Escrituras nada de lo que confirma la fe católica y condena sus
errores, como de los maniqueos, sabelianos y arrianos, así como
nosotros no podemos sufrir sus vanas teorías. Porque ¿qué es no poder
tolerar una cosa sino el no tener paciencia para sufrirla? ¿Y qué fiel
hay, aunque sea catecúmeno, que antes de recibir el Espíritu Santo por
el bautismo no lea y oiga con gusto, aunque no lo entienda, lo que ha
sido escrito después de la Ascensión del Señor? Dirá tal vez alguno:
¿No hay varones espirituales que en materia de doctrina oculten algo a
los que son carnales y lo comuniquen a los que son espirituales? En
verdad que no hay ninguna necesidad de que se oculte como secreta la
doctrina a los fieles que no la pueden comprender, y se la enseñe a
los de mayor capacidad, pero de ningún modo los hombres espirituales
deben callar por la fe católica las cosas espirituales a los mundanos.
Porque a todos se deben predicar, pero sin discutirlas tan difusamente
que para hacerlas comprender a los que no tienen capacidad, más pronto
les fastidien con sus sermones que les hagan comprender la verdad. Y
tampoco se sospecha qué secretos serían los que pudiéndose enseñar no
pudieran ser comprendidos por los discípulos, a no ser que aquello
mismo que en materia de religión cualquiera de los hombres
comprendamos, quisiera el Señor decírnoslo en la misma forma que habla
a los ángeles. Porque entonces, aun los hombres espirituales, como aun
no eran los apóstoles, ¿cómo lo podrían comprender? Porque aun aquello
que puede saberse de la creación es mucho menos que el creador, y sin
embargo, ¿quién no lo invoca? Siendo así que todos le reconocen ¿quién
es que lo comprenda como es? ¿Quién, viviendo en carne mortal, puede
comprender toda la verdad? Cuando dice el Apóstol: "en parte sabemos"
( 1Cor 13,9), pero es porque el Espíritu
Santo hace que lleguemos a la plenitud de su conocimiento, de la que
el mismo Apóstol dice: "Entonces cara a cara"; no como en esta vida,
sino hasta la perfección, según el Señor nos prometió diciendo: "Pero
cuando viniere el Espíritu de verdad, os enseñará y os ilustrará en
toda verdad". De cuya promesa sacamos en consecuencia que su plenitud
nos está reservada para la otra vida. Pero entre tanto el Espíritu
Santo enseña espiritualmente a los fieles cuanto cada uno es capaz de
comprender, y excita en sus corazones mayores deseos.
Dídimo,
l. 2, tom. 9, inter op. S. Hieron
También puede decir esto, porque los que
le oían no habían comprendido todo lo que después podrían padecer por
su nombre, comunicándoles algunas cosas y reservando aquellas de mayor
importancia que no podrían comprender sin que su cabeza y Maestro les
precediera en la enseñanza hasta morir en la cruz. Aun tomando por
tipo la ley y las figuras que la simbolizan, no podían conocer la
verdad. Pero cuando viniere el Espíritu de verdad os conducirá a toda
verdad transportándoos con su doctrina y su misión de la letra que
mata, al Espíritu que vivifica, en el cual está fundada toda la verdad
de la Escritura.
Crisóstomo,
ut supra
Porque, pues, había dicho ahora no podéis
comprender (luego entonces podréis), y como el Espíritu Santo os guía
en toda verdad, para que los oyentes no crean que es mayor el Espíritu
Santo, añadió: "Porque El no hablará por sí mismo".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 99
Esta palabra es semejante a la que dijo de
sí mismo: "No puedo hacer nada por mí mismo, sino que como oigo juzgo"
( Jn 5,30); pero decimos que esto puede
entenderse respecto a su naturaleza humana. Pero, como el Espíritu
Santo no ha venido a ser creatura asumiendo la naturaleza humana
1, ¿de
qué modo hemos de entender esto? Debemos entender que El no existe por
sí mismo. Pues, el Hijo es engendrado por el Padre, y el Espíritu
Santo procede
2. Pero
la diferencia entre engendrar y proceder, en este asunto, sería
demasiado larga de explicar, y de dar ahora alguna definición ésta
podría ser juzgada de precipitada. "Hablará todo lo que oyere". Pues,
para el Espíritu Santo oir es
saber; y saber es ser.
Puesto que no es por sí mismo, sino que es por quien procede y le
viene la esencia. De ese mismo modo tiene la ciencia, y la capacidad
de oír, que es nada menos que la ciencia que posee. El Espíritu Santo,
pues, siempre oye porque la ciencia que posee es eterna. Así, pues, de
quien El procede, oyó, oye y oirá.
Dídimo,
ut supra
"No hablará por sí mismo" esto es, sin mí
y sin la voluntad mía y de mi Padre; porque El no existe por sí mismo,
sino por el Padre y por mí. El existir y el hablar le viene del Padre
y de mí. Yo hablo la verdad, esto es, le inspiro lo que hablo y así es
el Espíritu de verdad. Decir, sin embargo, y hablar en la Trinidad no
es según nuestro modo de entender, sino según la forma incorporal de
las naturalezas, y especialmente de la Trinidad, que inspira su
voluntad en el corazón de los creyentes que son dignos de oír su voz.
El Padre hablando y el Hijo escuchando, significan el consentimiento
que resulta de la identidad de naturaleza. Pero el Espíritu Santo, que
es Espíritu de verdad y de sabiduría no puede, cuando habla el Hijo,
oír lo que no sabe antes, en atención a lo que sale del Hijo, esto es,
la Verdad procediendo de la Verdad, el Consolador emanando del
Consolador, Dios Espíritu de verdad procediendo de Dios Padre e Hijo.
En fin, para que nadie le separe de la voluntad y unión del Padre y
del Hijo, está escrito: "Pero lo que oirá, hablará".
San Agustín,
De trin. 2, 13
De aquí no se concluye que el Espíritu
Santo sea menor, porque se ha dicho que procede del Padre.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 99
Ni tampoco llame la atención el que se use
el verbo en tiempo futuro, porque la palabra "oirá" es eterna, porque
eterna es la ciencia. Y en aquello que es eterno sin principio ni fin,
no se falta a la verdad en cualquier tiempo que se use el verbo. Pues
aunque aquella naturaleza inmutable no admita el fue
ni el será, sino que tan sólo
es, sin embargo, no faltamos a la verdad
cuando decimos fue, es
y será. Fue, porque nunca faltó; será, porque
nunca faltará; es, porque siempre es.
Dídimo,
ut supra
El Espíritu de verdad concede a varones
santos conocimiento cierto de sucesos futuros, por lo que los
profetas, llenos de este mismo Espíritu, anunciaron como si estuvieran
viendo lo que después había de suceder. Por eso dice: "Os anunciará lo
que ha de venir".
Beda
Es cierto que muchos, llenos de la gracia
del Espíritu Santo, conocieron lo que había de venir. Pero porque
muchos brillan en virtudes y, sin embargo, no saben lo que ha de
suceder, suele entenderse esta palabra: "Os anunciará lo que vendrá".
Esto es, os recordará los gozos de la patria celestial. Pero a los
Apóstoles les predijo desgracias como las que padecerían por confesar
a Jesucristo; pero también los premios que por estos males recibirían.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 77
De este modo levantó el espíritu de los
discípulos. Porque como nada es tan grato al género humano como el
saber las cosas futuras, les libró de este cuidado anunciándoles que
serían peligrosas, para que no incurrieran en falta por su descuido.
En seguida, para enseñarles qué quiere decir lo que El llamó
toda verdad, a la que os guiará el Espíritu
Santo, añadió: "El me glorificará".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 100
Infundiendo en el corazón de los creyentes
la caridad y haciéndolos espirituales, les declaró de qué modo el Hijo
es igual al Padre, a quien antes tan sólo habían conocido en carne, y
le consideraban hombre como a los demás hombres. En verdad que llenos
de confianza y depuesto el temor a impulsos de la caridad anunciaron a
Cristo a los hombres, y así se extendió su fama por todo el orbe de la
tierra. Pues lo que habían de hacer guiados por el Espíritu Santo, fue
lo mismo que el Espíritu Santo dijo que harían.
Crisóstomo,
ut supra
Y porque el Señor había dicho "Uno es
vuestro Maestro, Cristo" ( Mt 23), a fin de
que recibieran al Espíritu Santo, añadió: "Porque de mí lo recibirá".
Dídimo,
ut supra
Recibir aquí, según la divina naturaleza,
debe entenderse: a la manera que el Hijo dando no se priva de lo que
da, ni favorece a otro en daño propio, así el Espíritu Santo no recibe
lo que antes no tuvo; porque si recibió lo que primero no tenía,
trasladando a otro el don, se quedaba sin él. Conviene entender que el
Espíritu Santo recibe del Hijo lo que constituye su naturaleza, y que
no son dos sustancias: una que da y otra que recibe, sino una sola
sustancia. Del mismo modo, el Hijo recibe del Padre la misma sustancia
que en ambos subsiste: ni es el Hijo otra cosa que todo aquello que
recibe de su Padre, ni el Espíritu Santo es otra sustancia que la que
recibe del Hijo.
San Agustín,
ut supra
El Espíritu Santo no es, como afirman
ciertos herejes, menor que el Hijo, porque el Hijo reciba del Padre y
el Espíritu Santo del Hijo, como naturaleza de diferente grado.
Resolviendo, pues, la cuestión, añade: "Todo lo que tiene el Padre es
mío".
Dídimo,
ut supra
Como si dijera: aunque el Espíritu de
verdad proceda del Padre, sin embargo, por cuanto todo lo que tiene el
Padre es mío, también el Espíritu es mío, y de mí recibe
3. Debe
cuidarse, sin embargo, de que al decir esto, no se juzgue que se trata
de alguna propiedad que posee el Padre diferente del Hijo. Lo que
tiene el Padre según su sustancia (esto es: eternidad, inmutabilidad,
bondad), de la misma manera lo tiene el Hijo. Lejos de nosotros los
lazos de los dialécticos, que dicen: luego el Padre es el Hijo
4.
Porque si dijesen: "todo cuanto tiene Dios es mío", tendría la
impiedad motivo para hablar así; pero diciendo "Todo lo que tiene el
Padre es mío", al pronunciar el nombre Padre se declaró Hijo, porque
el Hijo no usurpó la paternidad, aunque por gracia de adopción sea
padre de muchos santos.
San Hilario,
De Trinit. lib. 8
El Señor no nos dejó en la duda de si el
Espíritu Paráclito procedía del Padre o del Hijo. Pues, recibe del
Hijo aquel que es por El enviado, y procede del Padre
5. Y
preguntó: ¿es lo mismo recibir del Hijo que proceder del Padre?
Ciertamente que se considerará una misma cosa recibir del Hijo como si
se recibiese del Padre, porque el mismo Señor dijo que todo lo que
tenía el Padre era suyo. Al afirmar esto y añadir que ha de recibir de
lo suyo, enseñó que las cosas recibidas venían del Padre, y que eran
dadas, sin embargo, por El, porque todas las cosas que son de su Padre
son suyas. Esta unión no admite diversidad ni diferencia alguna de
origen entre lo que ha sido dado por el Padre y lo que ha sido dado
por el Hijo.
Notas
1. "El
Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad,
asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera
dioses a los hombres" ( Catecismo de la Iglesia
Católica, 460).
2. "El
Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el
don eterno de Este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" (
Catecismo de la Iglesia Católica, 264). "La
fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo
Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla: 'Creemos en el
Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre'. La
Iglesia reconoce así al Padre como 'la fuente y el origen de toda la
divinidad'. Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en
conexión con el del Hijo: 'El Espíritu Santo, que es la tercera
persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la
misma substancia y también de la misma naturaleza. Por eso, no se dice
que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el Espíritu del Padre
y del Hijo'." ( Catecismo de la Iglesia Católica,
245).
3. "La
tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu 'procede del Padre
y del Hijo ( filioque)'. El Concilio de
Florencia, en el año 1438, explicita: 'El Espíritu Santo tiene su
esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente
tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola
espiración... Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio
a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta
procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene
eternamente de su Padre que lo engendró eternamente'." (
Catecismo de la Iglesia Católica, 246).
4.
"Las personas divinas son realmente distintas entre sí. 'Dios es único
pero no solitario'. 'Padre', 'Hijo', 'Espíritu Santo' no son
simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son
realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el
que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre
o el Hijo". Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El
Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu
Santo es quien procede". La Unidad divina es Trina". (
Catecismo de la Iglesia Católica, 254)
5. En
el libro II, 29 de su De Trinitate, San
Hilario, ha señalado que el Espíritu Paráclito ("
Patre et Filio auctoribus") procede del Padre y del Hijo.
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16-22 |
"Un poco, y ya no me
veréis; y otro poco, y me veréis: porque voy al Padre". Entonces,
algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto que
nos dice un poco, y no me veréis, y otro poco, y me veréis: porque voy
al Padre?" Y decían, "¿Qué es esto que nos dice, un poco? No sabemos
lo que dice". Y entendió Jesús que le querían preguntar, y les dijo:
"Disputáis entre vosotros de esto que dije: un poco, y no me veréis; y
otro poco, y me veréis. En verdad, en verdad os digo: Que vosotros,
lloraréis y gemiréis, mas el mundo se gozará; y vosotros estaréis
tristes, mas vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando
pare está triste, porque viene su hora: mas cuando ha parido un niño,
ya no se acuerda del apuro por el gozo, de que ha nacido un hombre en
el mundo. Pues también vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza, mas
otra vez os he de ver, y se gozará vuestro corazón y ninguno os
quitará vuestro gozo". (vv. 16-22)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 79
Después que el Señor había reanimado a sus
discípulos con la promesa del Espíritu Santo, volvió a angustiar su
corage, diciendo: "Un poco, y ya no me veréis". Hizo esto para
acostumbrarles a llevar con resignación su ausencia, hablándoles de
cosas tristes, pues a quien en palabras se ha ejercitado en esto, le
resultarán mas llevaderos los hechos.
Beda,
in hom 1, Dom 2, post oct. Paschae
Dice, pues: "Un poco, y ya no me veréis",
porque fue detenido en aquella noche, crucificado en la mañana, y
sepultado en la tarde, desapareciendo de la vista de todos.
Crisóstomo,
ut supra
Pero si se considera atentamente, no deja
de ser de un consuelo la palabra "Porque voy al Padre", pues esto era
la declaración de que no perecería, sino que su muerte sería un
tránsito, y aun acrecentó este consuelo cuando añadió: "Y otro poco, y
me veréis", dando a entender que volvería y que la separación sería
corta, y continua su presencia con ellos.
San Agustín,
ut supra
Estas palabras del Señor eran oscuras para
los discípulos, antes de cumplirse, y por eso los discípulos se
preguntaron mutuamente: "¿Qué es esto que nos dice: Un poco y ya no me
veréis; y otro poco, y me veréis porque voy al Padre?"
Crisóstomo,
ut supra
Esto no lo entendían, o bien por la
tristeza que producía en sus corazones lo que oían, o bien por la
oscuridad con que se anunciaba y les parecían contradictorias dos
cosas que no lo eran. A saber: Si te veremos ¿cómo te vas? Y si te vas
¿cómo te veremos? Por eso dicen: "¿Qué es esto que nos dice, un poco?
No sabemos lo que dice".
San Agustín,
ut supra
Como anteriormente no les había dicho: "Un
poco" sino "Voy al Padre", les pareció que hablaba claramente. Pero
ahora les parece aquello confuso, mas al presente ya es para nosotros
claro lo que entonces parecía oscuro y después se descubrió. Porque
poco después el Señor fue crucificado, y ya no le vieron; poco después
resucitó, y le vieron. Dijo entonces "Y ya no me veréis", porque en
adelante ya no volvieron a ver a Jesucristo en carne mortal.
Alcuino
O de otro modo: Poco, es el tiempo que
pasará sin verme; esto es, los tres días que descansó en el sepulcro.
Y también será poco el que me veréis; esto es, aquellos cuarenta días
en que con frecuencia se les apareció después de su pasión, hasta su
ascensión. Y por esto me veréis aquel corto tiempo, porque voy al
Padre, pues no permaneceré corporalmente en la tierra, sino que subiré
al cielo con la humanidad que tomé.
Sigue: "Conoció el Señor que querían
preguntarle, y les dijo: Discutís entre vosotros porque me habéis oído
decir: Un poco y no me veréis. En verdad, en verdad os digo, que
vosotros lloraréis y gemiréis". Conociendo el piadoso Maestro la duda
de sus discípulos, les contestó exponiéndoles lo que había dicho.
San Agustín,
ut supra
Lo cual puede entenderse de este modo:
Como los discípulos se habían entristecido por la muerte del Señor, y
alegrándose en seguida por su resurrección; por el contrario, el mundo
(con cuyo nombre se entienden los enemigos por quienes Cristo fue
muerto), se alegró por la muerte de Cristo, cuando los discípulos se
afligieron. Por esto dice: "Pero el mundo se alegrará".
Alcuino
Esta palabra se aplica a todos los fieles
que en virtud de las tribulaciones y lágrimas de esta vida caminan a
los gozos de la eterna. El mundo se goza con las lágrimas de los
justos, porque goza la presente vida sin esperar nada de la otra.
Crisóstomo,
ut supra
Manifestando después cómo la tristeza,
aunque breve, engendra el gozo, y éste es eterno, trae un ejemplo
mundano, diciendo: "La mujer cuando ha de dar a luz se entristece,
porque ha llegado la hora; pero cuando le nace un niño ya no se
acuerda de su apuro por la alegría de que ha dado un hombre al mundo".
San Agustín,
ut supra
Este símil no es difícil de entender,
porque la comparación es manifiesta. Pues sigue: "Vosotros en verdad
padecéis ahora tristeza, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro
corazón". El acto de dar a luz se compara a la tristeza, y el
nacimiento al gozo, el cual suele ser mayor cuando nace niño y no
niña. Pero continúa: "Y vuestro gozo nadie os lo quitará", porque el
gozo de los mismos es Jesús y significa lo que dijo el Apóstol:
"Cristo resucitando de los muertos, ya no muere" (
Rom 6,9).
Crisóstomo,
ut supra
También significa el ejemplo mencionado
anteriormente, que Jesucristo quitó las angustias de la muerte y
regeneró al hombre nuevo: y no dijo que ya no sentirían tribulación,
sino que ni aun se acordarían de ella: ¡tanto es el gozo, que la
sobrepasa! y así será en los santos. Y no dijo: Porque ha nacido un
niño, sino hombre, aludiendo disimuladamente a su resurrección.
San Agustín,
ut supra
Acerca de la futura visión y gozo del que
arriba se ha hablado, creo que debe entenderse mejor: "Un poco, y ya
no me veréis": un poco es todo el tiempo de este mundo que pasa
volando. Por esto añadió "porque voy al Padre", lo que debe referirse
a las anteriores palabras que dijo: "Un poco, y ya no me veréis", no
refiriéndose a las siguientes que dijo: "Un poco, y me veréis"; porque
yendo al Padre había de suceder que no le vieran. Díjoles, pues: Un
poco, y ya no me veréis", a los que entonces le veían corporalmente,
porque yéndose al Padre, no le habían de ver en lo sucesivo en cuerpo
mortal, como le veían cuando esto les decía. Pero lo que añadió: "Y
otro poco, y me veréis", fue promesa hecha a la Iglesia. Este poco nos
parece a nosotros muy largo, porque aun dura; pero cuando se concluya
entonces comprenderemos que fue corto.
Alcuino
La mujer es la Santa Iglesia, por la
fecundidad de sus buenas obras y porque engendra para Dios hijos
espirituales. Esta mujer, mientras da a luz, esto es, mientras se
afana en hacer progresar al mundo en la virtud y mientras es tentada y
afligida por todas partes, se entristece porque llegó la hora de sus
sufrimientos y porque nadie ha aborrecido su propia carne.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 101
Y sin embargo, en este gozo del parto no
estamos tristes sino, según el Apóstol ( Rom
12,12), con frecuencia alegres, porque esa misma mujer con quien somos
comparados, se alegra más por la futura prole que lo que se entristece
por el presente dolor.
Alcuino
Cuando hubiere dado a luz, esto es, cuando
victoriosa de los trabajos de la pelea alcanzare la palma del triunfo,
ya no se acuerda de los apuros pasados por el gozo de la recompensa
recibida; "Porque ha nacido un hombre al mundo". Y así como la mujer
se alegra de haber dado un hombre al mundo, así la Iglesia se llena de
gozo cuando nace para el cielo el pueblo fiel.
Beda,
ut supra
No debe parecer nuevo el que se dé el
nombre de nacido al que deja el peregrinar terreno, porque así como se
acostumbra a llamar nacido al que saliendo del seno materno entra en
la luz de este mundo, así también puede llamarse nacido al que libre
de los lazos de la carne se eleva a la luz eterna; por esta razón las
solemnidades de los santos no se llaman muerte, sino nacimiento. da a
luz
Alcuino
Aquello que dice: "Os veré otra vez",
quiere decir, os uniré a mí mismo, u otra vez apareceré visible y se
alegrará vuestro corazón.
San Agustín,
ut supra
En este tiempo la Iglesia está con las
labores, con anhelo al fruto de todas sus trabajos, pero en aquel
momento dará a luz contemplandolo. Será también entonces, un Niño,
porque a tal fruto de su contemplación están referidas todas las obras
de su actividad. Sólo El en verdad es libre, porque es deseado por sí
mismo y no está referido a otra cosa. Para ésto sirve la actividad,
que es realizada al servicio de El. En consecuencia, encontramos así
el único fin que puede satisfacernos, porque será eterno, ya que
ningún fin puede llenarnos plenamente sino el que se refiere a Aquel
que no tiene fin. Por esta razón lo único que nos satisface es lo que
oportunísimamente oímos: "Nadie os quitará vuestro gozo".
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23-28 |
"Y en aquel día no me
preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: que os dará el Padre
todo lo que le pidiereis en mi nombre. Hasta aquí no habéis pedido
nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
cumplido. Estas cosas os he hablado en parábolas. Viene la hora en que
ya no os hablaré por parábolas: mas os anunciaré claramente de mi
Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré
al Padre por vosotros, porque el mismo Padre os ama, porque vosotros
me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y
vine al mundo: otra vez dejo el mundo, y voy al Padre". (vv. 23-28)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
Otra vez manifiesta el Señor que conviene
que se marche, cuando dice: "En aquel día no me pediréis nada".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 101
La palabra rogar
no sólo significa pedir, sino también preguntar, y según el Evangelio
de los griegos, de donde está tomada, es un verbo que significa ambas
cosas
1.
Crisóstomo,
ut supra
Dice, pues: "En aquel día (a saber, cuando
resucitaré) no me pediréis nada". Es decir, no me diréis (
Jn 14,8): enséñanos al Padre, ni ¿a dónde
vas? (v. 5) porque lo sabréis por el Espíritu Santo; o no me
preguntaréis, es decir, no necesitaréis mediador para pedir, sino que
bastará mi nombre con el que, invocado, lo recibiréis todo. Por eso
dice: "En verdad, en verdad os digo". Con esto, pues, manifestó su
poder, que sin ser visto, ni rogado, sino tan sólo nombrado ante el
Padre, obra maravillas. No creáis, pues, que os abandono porque en
adelante no estaré con vosotros; pues mi nombre os dará mayor
fortaleza. Por eso dice: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre:
pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea completo".
Teofilacto
Vuestra alegría será completa cuando se os
diere cumplidamente lo que pidáis.
Crisóstomo,
ut supra
Como eran encubiertas las cosas que les
había dicho, añadió: "Hasta ahora os he hablado en parábolas; pero ha
llegado la hora en que ya no os hablaré con ellas". Esto es, vendrá el
tiempo en que sabréis manifiestamente todas las cosas (hablaba del
tiempo de su resurrección), y os manifestaré claramente las cosas de
mi Padre. Y en verdad estuvo reunido con ellos por espacio de cuarenta
días, hablándoles del reino de Dios. Y dice ahora: "Poseídos de temor
no os fijáis en lo que se os dice; pero entonces, viéndome resucitado,
podréis decirlo todo abiertamente".
Teofilacto
Todavía alienta más su confianza
ofreciéndoles el auxilio del cielo en las tentaciones, y añade: "En
aquel día pediréis al Padre en mi nombre"; y de tal modo os aseguro os
favorecerá mi Padre, que ni de mi mediación necesitaréis en adelante.
Por esto continúa: "Y no os digo que yo rogaré al Padre", etc. Pero a
fin de que no le abandonen, como si ya no le necesitaran, continúa:
"Porque vosotros me amasteis"; como si dijera: Por esto os ama el
Padre, porque vosotros me amasteis, y si os apartarais de mi amor, al
instante decaeréis del de mi Padre.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 102
¿Acaso nos ama El porque nosotros le
amamos, o más bien porque El nos ama, nosotros le amamos? Dice el
evangelista San Juan: "Amemos nosotros, porque El nos amó primero" (
1Jn 4,19). Nos ama, pues, el Padre, porque
nosotros amamos al Hijo, habiendo recibido del Padre y del Hijo la
gracia de que amemos al Padre y al Hijo. Amó El mismo lo que hizo,
pero no hubiera hecho en nosotros lo que ama, si antes de hacerlo no
nos amara.
San Hilario,
De Trin., 1, 6
Así, pues, es innecesaria la mediación con
el Padre cuando se tiene del Hijo la perfecta creencia de que salió
del Padre y se le ama; y merece ser oído y amado el que confiesa que
el Hijo salió de Dios y fue enviado por El. Por esto dice: "Y
creísteis que de Dios salí". Esto lo dice de su nacimiento y de su
venida, y así añade: "Salí del Padre y vine al mundo". Lo uno se
refiere a su encarnación, y lo otro a su naturaleza divina. Porque el
venir del Padre y salir del Padre no significa lo mismo, pues una cosa
es salir de Dios en la substancia de su origen, y otra venir del Padre
al mundo para consumar los misterios de nuestra redención. Y como el
salir de Dios es poseer la sustancia de su nacimiento, ¿qué otro puede
ser sino Dios?
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
Como les consolaba mucho la idea de la
resurrección y le oían repetidamente que había salido del Padre y
volvía al Padre, por esta razón insistió: "Yo dejo al mundo y vuelvo
al Padre". Esto probaba que los discípulos creían perfectamente en El,
por cuanto quedaban bajo su protección.
San Agustín,
ut supra
Salió del Padre porque del Padre es, y
vino al mundo para manifestar al mundo su humanidad tomada de la
Virgen. El dejó el mundo y subió al Padre llevando con El su
humanidad, pero sin abandonar al mundo de su presencia y gobernación;
porque de tal modo vino al mundo al salir del Padre, que no se separó
de su Padre. Pero leemos que nuestro Señor Jesucristo, después que
resucitó, fue preguntado y rogado por sus discípulos al subirse al
cielo, cuándo restablecería el reino de Israel. Y subido al cielo le
pidió San Esteban que recibiera su alma: ¿y quién se atreverá a decir
que no debe ser rogado siendo inmortal el que lo era siendo mortal?
Parece que dice: En aquel día no me pediréis nada. No debe referirse
esto al tiempo que resucitó, sino a aquel otro en que le veremos como
es, cuya visión no gozaremos en esta vida temporal, sino en la eterna
( 1Jn 3), en la que ya nada pediremos ni
preguntaremos, porque nada nos quedará que desear ni que saber.
Alcuino
Por eso dice: Entonces no me pediréis
nada, pero si mientras permanecéis en esta triste peregrinación
pidiereis a mi Padre, os dará. "En verdad, en verdad os digo que
cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará".
San Agustín,
ut supra
La expresión "Si alguna cosa", no se
entiende cualquier cosa, sino aquello que con relación a la vida
eterna sirva de algo. Pues no debe pedirse en nombre del Salvador nada
contrario a nuestra salvación, y la expresión "en mi nombre" no se ha
de entender simplemente como suenan las letras o las sílabas, sino en
el recto y verdadero sentido; porque el que no piensa de Cristo como
Hijo Unigénito de Dios, no pide en su nombre, aunque pronuncie su
nombre. Pues en su nombre pide quien le confiesa cuando pide y recibe
lo que pide si no es contrario a su eterna salvación. Recibirá, pues,
cuando deba recibir, porque hay cosas que no se niegan, pero se
difieren hasta el tiempo oportuno. Así deben entenderse estas
palabras, "Os dará", aquellos beneficios que convienen propiamente a
los que piden. Son oídos por sí mismos todos los santos; pero no para
todos, porque no se ha dicho de una manera indeterminada "dará" sino
"El os dará", cuando usó de las siguientes palabras: "Hasta ahora nada
habéis pedido en mi nombre". Esto puede entenderse de dos modos: o
bien porque no pedisteis en mi nombre (porque no le conocíais como se
debe), o porque pedisteis cosa que en comparación de lo que debisteis
pedir, debe considerarse nada. Para que, pues, en su nombre no se
pidan naderías, sino pleno gozo, añade: "Pedid y recibiréis, para que
vuestro gozo sea completo". Esto que dice de "pleno gozo" no se
refiere a lo temporal, sino a lo espiritual; y cuando tan grande fuere
que ya no sea posible añadirse nada, entonces será lleno.
San Agustín,
De Trin. 1, 2
Es pleno gozo vuestro, que mayor no puede
ser, gozar de Dios en la Trinidad, a cuya imagen hemos sido hechos.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 102
Todo el que pide, pues, lo que conduce a
la consecución de este gozo, éste pide en nombre de Cristo y no ha
sido defraudado por la misericordia divina ninguno de sus santos que
han perseverado en pedir este bien; el que otra cosa pide, nada pide,
no porque sea nula la petición, sino porque en asunto de tanta
importancia es como nada.
Sigue: "Esto os lo dije en parábolas, pero
ha venido ya la hora de hablaros no parábolas", sino que claramente
"os anunciaré al Padre". Podría yo decir que esta hora de la que habla
debe entenderse como aquella en la que le veremos claramente, como ha
dicho el Apóstol, "cara a cara" ( 1Cor
12,12). O cuando dice "Esto os lo he dicho en parábolas" es lo que el
Apóstol ha dicho "Nosotros le vemos como por enigma", como en un
espejo, porque por el Hijo será visto el Padre "y ninguno conoce al
Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y a quien
el Hijo lo quisiere revelar" ( Mt 11,27).
San Gregorio,
Moralium 30, 8
El afirma que anunciará estas verdades
acerca de su Padre manifiestamente, porque entonces por su naturaleza
y majestad mostrará cómo no nació inferior a Aquel que le engendró, y
cómo el Espíritu del uno y del otro procede coeternamente de ambos.
San Agustín,
ut supra
Pero esta versión parece contraria a lo
que sigue: "En aquel día vosotros pediréis en mi nombre". ¿Pues qué
hemos de pedir en el siglo futuro, cuando veremos saciado nuestro
deseo de todo bien? El pedir es prueba de indigencia; pero debemos
entender que Jesucristo convirtió a sus discípulos, de carnales en
espirituales. El hombre animal así juzga cuando oye hablar de la
naturaleza de Dios, como si se tratase de cosa corporal, y he aquí por
qué le parecen parábolas cuanto dice la eterna sabiduría de la
sustancia inmutable y corpórea, no porque crea tales parábolas, sino
porque no las entiende. Pero cuando el hombre espiritual empieza a
juzgar, aunque en esta vida vea como por espejo y en parte, sin
embargo, sin los sentidos corporales ni pensamientos imaginarios sino
por una exactísima percepción de su mente, comprende que Dios es
Espíritu. Así, delante del Padre, es claramente anunciando por el Hijo
que pertenece a su misma substancia y que ahora los que piden, piden
en su nombre, porque las palabras que lo indican no son otra cosa que
el nombre invocado. Estos pueden pensar que Nuestro Señor Jesucristo,
en cuanto hombre, ruega por nosotros al Padre, y que en cuanto Dios,
nos oye con el Padre, lo que creo quiso significar cuando dijo: "Y no
os digo que rogaré por vosotros al Padre". Así es como debe
entenderse, considerándolo espiritualmente; que el Hijo no ruega al
Padre sino que con el Padre oye a los que le suplican.
Notas
|
29-33 |
Sus discípulos le dicen:
"He aquí ahora hablas claramente y no dices ningún proverbio. Ahora
conocemos que sabes todas las cosas, y no es menester que nadie te
pregunte: en esto creemos que has salido de Dios". Jesús les
respondió: "¿Ahora creéis? He aquí viene y ya es venida la hora en que
seáis esparcidos cada uno por su parte, y me dejéis solo: mas yo no
estoy solo, porque el Padre está conmigo. Esto os he dicho, para que
tengáis paz en mí. En el mundo tendréis apretura: mas tened confianza,
que yo he vencido al mundo". (vv. 29-33)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
Como los discípulos se habían reanimado al
oír que eran amigos del Padre, dijeron que entonces conocían que
Jesucristo lo sabía todo, y por esto sigue: "Dijeron sus discípulos:
Ahora hablas claramente y no dices ninguna parábola".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 103
Siendo así que tan sólo les ha prometido
que en aquella hora futura les hablará sin parábolas, ¿por qué dicen
esto, sino porque sabiendo el Señor que para los ignorantes son
parábolas aquellas cosas que El sabe, y que de tal modo no las
entienden, que ni aun ellos mismos conocen que no las entienden?
Crisóstomo,
ut supra
Como el Señor responde a lo que ellos
pensaban, exclaman: "Ahora conocemos que tú sabes todas las cosas".
Observad la imperfección en que se hallan, que aun después de haberles
dicho tantas y tan grandes cosas, dicen: "Ahora conocemos (y esto lo
dicen como si le dispensaran una gracia) y no hay necesidad de que
nadie te pregunte"; esto es, antes que oigas, conociste las cosas que
nos escandalizan, y nos tranquilizaste diciendo: "Porque el Padre os
ama".
San Agustín,
ut supra
¿Por qué los discípulos se creyeron en el
deber de decir a Aquel que conoce todas las cosas: "No es menester que
nadie te pregunte", cuando debieron decir: "No tienes necesidad de
preguntar nada"? cuando ambas cosas sucedieron; que preguntara el
Señor y que fuera preguntado. Pero esta dificultad se resuelve
fácilmente, porque más convenía a ellos que al Señor el preguntar que
el ser preguntados; porque el Señor no tenía necesidad de preguntarles
para aprender nada de ellos, sino más bien para enseñarles, y a los
que preguntaban les era ciertamente muy provechoso el aprender algunas
cosas de Aquel que las conocía todas, pues el Señor no necesitaba ser
preguntado por aquel que quisiera saber algo de El, por cuanto
previamente sabía la voluntad de los que preguntaban. No es gran cosa
para Dios el prever los pensamientos de los hombres, pero sí lo era
para sus pequeñuelos súbditos que dijeron: "En esto creemos que
saliste de Dios".
San Hilario,
De Trin. 1, 6
Creen que ha salido de Dios, porque hace
aquello que es sólo de Dios. El Señor les había dicho repetidas veces:
"Yo de Dios salí y he venido al mundo desde el seno de mi Padre", y no
se admiraron de lo que tantas veces habían oído; por lo que ahora no
dicen: Viniste del Padre a este mundo, porque no sabían que había sido
enviado por Dios, pues ignoraban que hubiese salido de Dios. Pero
comprendiendo el inefable origen del Hijo por la virtud de su palabra,
ellos empezaron a darse cuenta cuando El les confesó que les hablaba
sin parábolas. Y ciertamente es muy distinto que nazca un hombre a que
Dios sea engendrado, precisamente porque no se trata de un parto como
el de los hombres, sino que hablamos de la generación de Dios. Es,
pues, uno de uno; no es porción, no es apocamiento, no es disminución,
no es derivación, no es extensión; ni sufrimiento, sino nacimiento de
viviente de una naturaleza de viviente; no es una criatura elegida
para recibir el nombre de Dios; no ha recibido su ser de la nada, sino
que ha nacido de un ser permanente, porque la palabra salir significa
un nacimiento, no un comienzo.
San Agustín,
ut supra
Después, considerando la debilidad en que
todavía se encontraban en cuanto al hombre interior, les da el
siguiente aviso: "Jesús les respondió: Ahora creéis".
Beda
Lo cual puede entenderse de dos modos.
Como ironía: tarde habéis creído: "He aquí que viene la hora"; y como
afirmación tiene este sentido: Verdad es lo que creéis: "Pero he aquí
la hora en que os disperséis, y huyendo cada uno, me dejéis solo".
San Agustín,
ut supra
Porque cuando el Señor fue prendido, no
sólo le abandonaron corporalmente, sino que también abandonaron la fe.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 78
Cuando yo seré entregado y vosotros os
disperséis, será tal el temor que os dominará, que ni podréis
retiraros juntos, mas de esto ningún daño resultará para mí. Y añade:
"Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo".
San Agustín,
ut supra
Con esto quería levantar su inteligencia,
que comprendieran que el Hijo al salir del Padre no le abandonaba; y
concluye diciendo: "Esto os lo he dicho para que tengáis la paz en
mí".
Crisóstomo,
ut supra
Esto es, para que no me echéis de vuestro
corazón, porque la adversidad no sólo os dispersará cuando yo seré
aprehendido, sino que mientras estaréis en el mundo seréis atribulados
y perseguidos, que esto significan las palabras "En el mundo seréis
oprimidos".
San Gregorio,
Moralium, 26, 11
Como si dijera: Llevad en vuestro interior
un consuelo que os reanime, porque el mundo exterior se ensañará
cruelmente con vosotros.
San Agustín,
ut supra
El principio de esta persecución tomará su
origen de las palabras "Viene la hora en que seáis dispersados cada
uno por su lado". Pero esto no había de ser para siempre, porque
añadió: "Y me dejaréis solo". Pero no quiere que continúen en las
mismas tribulaciones que después de su ascensión habían de tener en
este mundo, en términos que le abandonen, sino que encuentren en El la
paz, y por esto dice: "Mas tened confianza".
Crisóstomo,
ut supra
Esto es: levantad vuestro corazón, pues no
es digno de que los discípulos desfallezcan, habiendo el maestro
triunfado de sus enemigos. Y sigue: "Porque yo he vencido al mundo".
San Agustín,
ut supra
Recibido el Espíritu Santo, adquirieron
confianza, y vencieron, no sólo en El, pues no hubiera vencido Este al
mundo si el mundo hubiera vencido a sus miembros. Cuando dice: "Os he
dicho esto para que tengáis paz en mí", debemos entender que no sólo
se refiere a lo que había dicho poco antes, sino a todo lo que dijo
desde que empezó a tener discípulos. O bien a aquel largo y admirable
sermón que les predicó después de la cena. Esta recomendación de que
tuviesen paz en El, no tendrá fin, sino que será el fin de todas
nuestras intenciones y obras.
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