CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

01-05
Estas cosas dijo Jesús: y alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, viene la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Como le has dado poder sobre toda carne, para que todo lo que le diste a El, les dé a ellos vida eterna. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste. Yo te he glorificado sobre la tierra, y he acabado la obra que me diste a hacer. Ahora, pues, Padre, glorifícame tú en ti mismo, con aquella gloria que tuve en ti antes que fuese el mundo". (vv. 1-5)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 79
Como el Señor había dicho "Seréis afligidos en el mundo" ( Jn 16,33), se pone en oración después de esta advertencia, enseñándonos así a acudir en la tribulación al refugio de Dios. Por esto dice: "Esto habló Jesús".
 
Beda
Debe entenderse de aquello que les dijo en la cena, sentados a la mesa, hasta que pronunció "Levantáos, vámonos de aquí", y después, estando en pie, hasta el fin del himno, que empezó así: "Y elevando los ojos al cielo, dijo: Padre", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
El elevó los ojos al cielo para enseñarnos el modo como debemos orar: que, estando en pie, miremos al cielo, no sólo con los ojos del cuerpo, sino que también con los del espíritu.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 104
Podía el Señor, que había tomado la forma de siervo, orar en silencio, si hubiera sido necesario, pero quiso manifestarse al Padre como suplicante, para que se acordase que era nuestro Maestro. Esta es la razón por la que estas palabras de oración que dirigió al Padre, sirven de edificación, no sólo a los discípulos que le oyeron, sino que también a nosotros que habíamos de leerlas. Lo que dijo: "Padre, viene la hora", demuestra que todo tiempo es oportuno para hacer lo que tiene dispuesto Aquel que no está sujeto a tiempo; y no se crea que esta hora significa hado o destino apremiante, sino disposición divina. ¡Lejos de nosotros el creer que las estrellas obligasen a morir a su Creador!
 
San Hilario, De Trin. l.3
No dice que ha llegado el día ni el tiempo, sino "la hora". La hora es parte de un día. Y ¿cuál será esta hora? Era la de ser escupido, azotado y crucificado, pero en ella el Padre glorifica al Hijo. El curso de esta obra se consuma, y con su muerte todos los elementos del mundo se resienten: al peso del Señor, pendiente en la Cruz, la tierra tiembla y confiesa que no puede contener dentro de sí a Aquel que muere. Exclama el Centurión: "¡Verdaderamente, Este era Hijo de Dios!" ( Mt 27,54). Esta exclamación concuerda con la profecía: el Señor había dicho: "Glorifica a tu Hijo"; y no sólo es contestado con el nombre de Hijo, sino que también con la de tuyo. Muchos, en verdad, son hijos de Dios; pero no como Este, que es propiamente verdadero Hijo por origen, no por adopción; en verdad, no de sólo nombre; por nacimiento, no por creación. Por tanto, después de su glorificación, siguió la confesión de la verdad, pues el Centurión le confiesa verdadero Hijo de Dios, a fin de que ninguno de los creyentes pueda dudar que Jesucristo fue confesado hasta por sus perseguidores.
 
San Agustín, ut supra
Pero si en su pasión fue glorificado, cuánto más en su resurrección. Porque en su pasión brilla más su humildad que su gloria. Por cuanto dice: "Padre, viene la hora; glorifica a tu Hijo", debe entenderse: Viene la hora de sembrar la humildad. No difieras el fruto de la gloria.
 
San Hilario, ut supra
Quizá se tendrá por debilidad en el Hijo la esperanza de su glorificación: y ¿quién no confesará superior al Padre, cuando El mismo dice "El Padre es mayor que yo"? ( Jn 14,28). Pero se ha de precaver que los ignorantes no entiendan que la gloria del Padre menoscabe el honor del Hijo, pues sigue: "Para que tu Hijo te glorifique a ti". Por tanto, no es inferior el Hijo, que ha de volver a su vez la glorificación que El recibe; así, pues, la petición de glorificación mutua manifiesta el poder divino en los dos.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 105
Con razón se pregunta cómo el Hijo glorificará al Padre, siendo así que la gloria sempiterna del Padre ni puede disminuirse en la forma humana, ni aumentarse en su perfección divina; pero entre los hombres era menor cuando tan sólo en Judea era Dios conocido ( Sal 75); y como el Evangelio de Cristo, por el hecho de ser predicado en todas las naciones, había de dar a conocer al Padre, de aquí que el Padre fuera glorificado por el Hijo. Dice, pues: "Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti". Como si dijera: "Resucítame, para que por mí te hagas patente a todo el mundo". Declara a continuación más y más, cómo el Hijo glorifica al Padre, diciendo: "Así como le diste poder sobre toda carne, a fin de que todo lo que le concediste a El, les dé a ellos vida eterna". Llamó toda carne a todos los hombres, demostrando el todo por la parte. Pero este poder dado por el Padre a Cristo sobre toda carne, debe entenderse en cuanto hombre.
 
San Hilario, ut supra
Porque hecho carne había de restituir a la vida inmortal los cuerpos caducos y mortales.
 
San Hilario, De Trin. l.9
O de otro modo: la aceptación del poder es sólo la demostración de su generación, en la que recibió lo que es al nacer. La entrega (del poder) no significa superioridad, sino que el Padre es quien da, permaneciendo en El Dios Hijo, quien ha tomado el poder de dar la vida eterna.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 79
"Le diste poder sobre toda carne", para demostrar que su predicación debía extenderse no sólo a los judíos, sino a todo el mundo. ¿Pero qué quiere decir toda carne? porque no todos creyeron. En verdad, que en cuanto de El dependió todos creyeron. Pero si no quisieron oír lo que se les decía, no es culpa de la predicación, sino de los que no quisieron escucharla.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 105
Así como le habéis dado poder sobre toda carne, para que os glorifique el Hijo"; esto es, para que os dé a conocer a todos los hombres que le diste; del mismo modo le diste el poder de darles la vida eterna.
 
San Hilario, De Trin., l.3
Pero en qué consiste la vida eterna, lo demuestra cuando dice: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti solo verdadero Dios", etc. Vida es conocer al verdadero Dios, pero no lo constituye sólo esto. ¿Qué es, pues, lo que debe añadirse? "Y al que enviaste, Jesucristo".
 
San Hilario, De Trin. l.4
Los arrianos entienden que sólo el Padre es Dios único, sólo El justo, sólo El sabio, y según éstos, el Hijo queda separado y sin comunicación de uno con otro en lo que les es propio. Si se atribuye esto tan sólo al Padre, es necesario admitir que el Hijo de Dios no es verdad ni sabiduría.
 
San Hilario, De Trin. l.5
No es dudoso para nadie que la verdad de una cosa se manifiesta por su naturaleza y sus efectos: es verdadero trigo el que molido y hecho harina y cocido pan, sirve de alimento y produce los efectos de su naturaleza. Pregunto, pues, ¿cómo puede faltar al Hijo la verdad, no faltándole la naturaleza ni el poder de Dios? El ha hecho en virtud de su naturaleza y su poder, que fueran hechas y existieran a su placer las cosas que no eran.
 
San Hilario, De Trin. l.9
¿Acaso porque dice a ti solo, separa de Dios su comunión y unidad? Se separa, en verdad, pero no en el sentido que sigue: "A ti solo verdadero Dios", y a continuación añade: "Y a Jesucristo a quien enviaste". La fe de la Iglesia se funda en esto para confesar a Jesucristo verdadero Dios, después que ha confesado al Padre: es el único verdadero Dios, porque el nacimiento del Hijo por naturaleza no causa disminución en Dios.
 
San Agustín, De Trin. 6, 9
Tenemos el deber de estudiar esta palabra dirigida al Padre: "Para que te conozcan a ti solo verdadero Dios", como dando a entender que sólo el Padre es Dios verdadero, y que no estamos obligados a creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios. Pero por el testimonio del Señor decimos que el Padre es solo verdadero Dios; que el Hijo es solo verdadero Dios, y que el Espíritu Santo es solo verdadero Dios; y que juntamente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (esto es, juntamente la misma Trinidad), no son tres Dioses verdaderos, sino un solo verdadero Dios.
 
San Agustín, ut supra
He aquí el orden de estas palabras: "Que a ti y al que enviaste Jesucristo, conozcan por el solo verdadero Dios". Por consiguiente se entiende también el Espíritu Santo, porque es Espíritu del Padre y del Hijo, como amor consustancial de los dos. Así, el Hijo te glorifica haciendo que todos los que tú le diste te conozcan. Si el conocimiento de Dios es la vida eterna, nosotros progresaremos tanto más en la vida eterna cuanto más aprovechemos en el conocimiento de Dios. Pero nosotros no hemos de morir en la vida eterna, y entonces será perfecto el conocimiento de Dios, cuando ya no habrá muerte, y entonces la glorificación de Dios será suprema, porque también lo será la gloria. Los antiguos definieron así la gloria: la aclamación del nombre de alguno con alabanza. Pero si el hombre se cree glorificado cuando es famoso su nombre, ¿cuánta no será la gloria de Dios, cuando se verá en sí mismo? Esta es la razón por la que está escrito: "Bienaventurados los que habitan en tu casa, porque te alabarán en los siglos de los siglos" ( Sal 83,5). Allí será la alabanza eterna, donde será pleno el conocimiento de Dios y, por tanto, su glorificación.
 
San Agustín, De Trin. 1, 8
Cuando vivamos eternamente, contemplaremos lo que dijo a su siervo Moisés: "Yo soy el que soy" ( Ex 3,14).
 
San Agustín, De Trin. 3, 18
Cuando nuestra fe sea verdad en vida, entonces nuestra mortalidad se cambiará en la eternidad.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 105
Pero antes Dios es glorificado en este mundo cuando se da a conocer a los hombres por la predicación y por la fe de los creyentes, por lo que dice: "Yo te glorifiqué sobre la tierra".
 
San Hilario, De Trin. l. 3
Este cambio de glorificación no pertenece al provecho de la divinidad, sino al honor que ella recibe de aquellos que lo dan a conocer a los que lo ignoraban.
 
Crisóstomo, ut supra
Por esto dice: "Sobre la tierra", porque en el cielo ya era glorificado recibiendo la gloria de su propia naturaleza, y adorado por los ángeles. No habla de aquella gloria que pertenece a su sustancia, sino de la que pertenece al culto de los hombres. Por lo que dice: "Consumé la obra que me encargaste hacer".
 
San Agustín, ut supra
No dice que me mandaste, sino "que me encargaste", palabras que evidentemente favorecen el dogma de la gracia. ¿Qué tiene, pues, que no hubiera recibido en el Unigénito la naturaleza humana? ¿Pero cómo consumó la obra que aceptó, cuando todavía le faltaba la prueba de su pasión, sino porque estaba cierto de que sería consumada?
 
Crisóstomo, ut supra
Dice "Consumé": casi por lo que a mí toca, todo está hecho. O bien porque hecha la mayor parte puede decirse hecho todo. La raíz de todos los bienes quedó plantada, y en consecuencia debían seguir todos los frutos, y en lo sucesivo El quedaba presente para lo que restaba hacer.
 
San Hilario, De Trin. l. 9
Después de habernos mostrado el mérito de su obediencia y el misterio de su misión divina, añade: "Y ahora glorifícame tú, Padre, en ti mismo".
 
San Agustín, ut supra
Antes había dicho: "Padre, viene la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti", en cuyo orden de palabras manifestaba que primero había de ser glorificado el Hijo por el Padre, para que a Este le glorificase el Hijo. Pero ahora dice: "Yo te he glorificado, y tú ahora glorifícame", como si El hubiera glorificado primero al Padre, de quien pedía después su glorificación. Es necesario reconocer que antes se había servido de las mismas palabras y en el mismo orden en que había de suceder después, pero ahora usa del verbo en tiempo pretérito sobre cosa futura, como si dijera: "Yo te glorificaré sobre la tierra", consumando la obra que me encargaste que haga, y entre tanto, glorifícame tú Padre, que es enteramente la misma sentencia, con la sola diferencia de que aquí añade el modo de glorificación, con estas palabras: "Con aquella gloria que tuve antes de que el mundo fuese hecho, contigo". El orden de las palabras es éste: "Que tuve contigo antes de que el mundo existiera". Algunos pensaron que estas palabras debían entenderse en el sentido de que la naturaleza humana, a la que el Verbo se había unido, se convirtiese en Verbo, y el hombre en Dios. Pero si atentamente consideramos esta opinión, la humanidad perecería en Dios, porque no habrá nadie que se atreva a decir que por esta mutación del hombre, el Verbo de Dios se duplicaría o aumentaría. Porque quien negara la predestinación del Hijo de Dios, negaría por lo mismo la del Hijo del Hombre. Y más abajo, como viese llegar el tiempo predestinado, rogó que su predestinación se convirtiera en realidad, diciendo: "Y ahora glorifícame", etc. Esto es: con aquella gloria que tuve en ti en tu predestinación, es ya tiempo de que aun viviendo reciba tu glorificación a tu derecha.
 
San Hilario, De Trin. l. 3
O pedía para que lo que había empezado en el tiempo, recibiese aquella gloria que está más allá del tiempo, a fin de que desapareciese la corrupción de la carne y quedara transformada en el poder de Dios y en la incorruptibilidad del Espíritu.
   
06-08
"He manifestado tu nombre a los hombres que me diste del mundo: tuyos eran, y me los diste a mí, y guardaron tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, de ti son. Porque les he dado las palabras que me diste; y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti y han creído que tú me enviaste". (vv. 6-8)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 80
Porque había dicho "Consumé la obra", manifiesta qué obra, a saber, que publicará el nombre de Dios. Por esto dice: "Manifesté tu nombre a los hombres que me diste".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 106
Si esto no se refiere más que a aquellos discípulos que cenaron con El, esta glorificación no corresponde a aquella de que antes se hablaba, por la que el Hijo glorifica al Padre. ¿Qué gloria podía resultar de la manifestación a once o doce hombres? Pero si lo que dice "He manifestado tu nombre a los hombres que me diste del mundo", quiere decir todos los que habían de creer en El, no queda duda de que ésta es la glorificación con la que el Hijo glorifica al Padre. Y las palabras "Yo he manifestado tu nombre", son las mismas que antes había dicho: "Yo te he glorificado", para el tiempo venidero, usando aquí y allí el pretérito. Pero de lo que a continuación sigue se demuestra como más creíble, que no se refería a todos los que habían de creer, sino a los que ya eran sus discípulos. Desde el principio de su discurso quería dar a entender el Señor como suyos a aquellos por quienes glorifica al Padre, manifestándoles su nombre, pues como dijera "Tu Hijo te glorifique", manifestó en seguida cómo había de ser esto, diciendo: "Así como le diste poder sobre toda carne". Ahora ya oigamos a qué discípulos de los que le oían se refiere. "Yo manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo". Entonces, aun siendo judíos, no habían conocido el nombre de Dios; pues ¿por qué se lee en el Salmo "Conocido es Dios en Judea, y en Israel es grande su nombre"? (Sal 75,2) Porque estas palabras, "Manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo", que me oyen, no deben entenderse del nombre con que te llamas Dios. Sino del que te llamas Padre mío, el cual no podía ser manifestado sin la manifestación del Hijo; pues por cuanto Dios lo es de toda criatura, su nombre no ha podido ser desconocido a todas las naciones antes que creyeran en Cristo. Como criador del mundo y antes que fueran instruidos en la fe de Cristo, Dios era conocido en medio de todas las naciones. En Judea era conocido de un modo que su culto no podía confundirse con el de los dioses falsos. Pero como Padre de Cristo, por el que ha borrado los pecados del mundo, su nombre en otro tiempo desconocido fue dado a conocer a aquellos del mundo a quienes el Padre le dio. ¿Pero de qué modo lo manifestó, si aun no había venido la hora de la que antes había dicho: "Porque viene la hora en que ya no os hablaré con parábolas?" ( Jn 16,25). Es necesario entender que esta frase fue pronunciada para el tiempo venidero, en verbo pretérito.
 
Crisóstomo, ut supra
O bien que El les había dejado comprender por las palabras y las obras que el Padre tenía a Cristo por Hijo.
 
San Agustín, ut supra
Con las palabras "Que tu me diste de este mundo", dijo a sus apóstoles que ellos no eran de este mundo, por efecto de su regeneración, no de su nacimiento. ¿Qué quiere decir lo que sigue, "Tuyos eran y me los diste"? ¿Es que el Padre en algún tiempo tuvo algo que no tuvo el Hijo? De ningún modo. Pero el Hijo de Dios tuvo en cierto tiempo lo que no tuvo aún el Hijo del hombre, que aun no había sido hecho hombre en el seno de su Madre. Así, que cuando dijo "Tuyos eran", el Hijo de Dios no se separó de su Padre, pero acostumbró atribuir el poder a Aquel de quien le viene el ser y el poder. Y por eso dice "y me los diste", dando a entender que como hombre ha recibido el poder de poseer; y aunque El mismo se los dio a sí, esto es, Dios Cristo con el Padre.
 
Crisóstomo, ut supra
Dijo esto para manifestar la unidad que existe entre El y el Padre, y lo que le agrada al Padre que crean al Hijo. Por eso sigue: "Y guardaron tu palabra".
 
Beda
Se llama asimismo palabra del Padre, porque por El el Padre lo creó todo y contiene en sí toda palabra; y como si dijera, la aprendieron de memoria para no olvidarla jamás. Y dice: "Y guardaron tu palabra", es decir, en aquello que en mí creyeron; y sigue: "Y ahora han conocido que todo lo que me diste viene de ti". Algunos, sin embargo, dicen que el sentido de éste texto es como sigue: ahora he conocido que todos los que me diste son ajenos a Ti. Pero en esto no tienen razón, porque ¿qué podía ignorar el Hijo de las cosas que son de su Padre? Pero se dice que esto habla de los discípulos, como si dijera: Ellos han conocido que no hay en mí nada extraño a ti, y que todo lo que enseño es tuyo.
 
San Agustín, ut supra
El Padre le dio todas las cosas en el momento que engendró al que todas las cosas tiene.
 
Crisóstomo, ut supra
¿Y en dónde aprendieron? En mis palabras, con las que les enseñaba que yo salí de ti: este Evangelio procuraba extender. Por eso añade: "Porque les di las palabras que me diste, y ellos las recibieron".
 
San Agustín, ut supra
Esto es, las entendieron y las retuvieron, pues la palabra es recibida cuando es comprendida por la inteligencia. Y sigue: "Y conocieron verdaderamente que yo salí de ti". Y para que nadie juzgara que este conocimiento era fruto de la inspiración y no de la fe, expresa su pensamiento, diciendo: "Y creyeron" (esto es, que tú me enviaste). Estos, pues, creyeron en verdad, porque conocieron la verdad. Las palabras salí de ti, es lo mismo que tú me enviaste. Lo que dice: "Creyeron en verdad" entendamos que no fue dicho del mismo modo que arriba dijo: "Ahora creéis, viene la hora en que os disperséis cada uno por su lado", sino que debe entenderse de este modo: creeréis de un modo indudable, firme, constante, fuerte; no ya para abandonar a Cristo y volver a vuestras familias. Verdad que los discípulos aun no eran tales cual los describen las palabras del pasado, como si ya lo fuesen, pronosticando lo que habían de ser después de recibir el Espíritu Santo. ¿Cómo el Padre dio al Hijo estas palabras? Esta cuestión es fácil de resolver, considerando que las recibió del Padre como Hijo del hombre. Porque si se le considera que las recibió como engendrado del Padre, no hay cuestión de tiempo, porque El fue primero, antes que existieran estas palabras; pues todo lo que Dios Padre dio al Hijo se lo dio al engendrarlo.
   
09-13
"Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por éstos que me diste, porque tuyos son. Y todas mis cosas son tuyas y las tuyas son mías: y en ellas he sido glorificado. Y ya no estoy en el mundo, mas éstos están en el mundo y yo voy a ti. Padre Santo, guarda por tu nombre a aquellos que me diste para que sean una cosa, como también nosotros. Mientras yo estaba con ellos, los guardaba en tu nombre. Guardé a los que me diste, y no pereció ninguno de ellos, sino el hijo de perdición para que se cumpliese la Escritura. Mas ahora voy a ti, y hablo esto en el mundo, para que tengan el gozo cumplido en sí mismos". (vv. 9-13)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 80
Como a pesar de oír los discípulos muchas palabras de consuelo, no se persuadían, El continúa dirigiéndose a su Padre dando expansión al sentimiento de amor que les tenía, y dice: "Yo ruego por ellos"; como si dijera: "Yo les doy no sólo lo que de mí depende, sino que aun pido para ellos otra cosa para manifestarles más mi amor".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 106
Pero cuando añadió: "No por el mundo", quiso dar a entender por mundo a aquellos que viven según la concupiscencia del mundo, y no en la suerte de la gracia para ser elegidos de entre el mundo, cuya suerte significa cuando dice: "Sino (que ruego) por los que me diste". Por lo mismo que el Padre ya se los dio, ya no pertenecen al mundo, por el cual no ruega; ni porque el Padre los dio al Hijo perdió los que le dio, y así dice: "Porque tuyos son".
 
Crisóstomo, ut supra
Repite con frecuencia "Me los diste", para demostrar que esta palabra es grata al Padre, y que no vino como extraño a seducirlos, sino que los recibió como propios. Después, para que nadie piense que es nuevo su poder y que recientemente lo ha recibido del Padre, añade: "Y todas mis cosas son tuyas, y todas las tuyas son mías". Como diciendo: Para que nadie crea que porque me los diste dejan de ser del Padre, porque mis cosas son suyas; ni que oyendo que eran tuyos entienda que me eran extraños, porque lo que es del Padre es mío.
 
San Agustín, ut supra
Claramente se ve, pues, cómo son del Hijo todas las cosas que son del Padre, por la razón de que es Dios nacido del Padre e igual al Padre. No como se dijo al mayor de los dos hijos: "Todas mis cosas son tuyas" ( Lc 15,31), las cuales se refieren a todos los seres inferiores a la criatura racional, mientras que las dichas al Salvador hablan de la criatura racional que no está sujeta más que a Dios. Esta, pues, perteneciendo al Padre, no podría ser al mismo tiempo del Hijo si no fuera igual al Padre. Es, por tanto, un pecado el decir que los santos de quienes esto se ha dicho sean de otro, sino de quien fueron criados y santificados. Hablando del Espíritu Santo, dijo: "Todo lo que tiene el Padre, es mío" ( Jn 16,15), refiriéndose a lo que pertenece a la misma divinidad del Padre. Y ni el Espíritu Santo habrá de recibir de una creatura que esté sometida al Padre y al Hijo, porque ha dicho: "De lo mío recibirá" ( Jn 16,14).
 
Crisóstomo, ut supra
Pasa después a probar lo antedicho, en esta forma: "Yo he sido glorificado en ellos", lo que prueba que tengo poder sobre ellos por cuanto me glorifican creyendo en ti y en mí, pues no es glorificado por los que no dependen de su potestad.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 106
Diciendo que esto ya ha sido hecho, manifiesta que ya ha sido predestinado, y quiso tener por cierto lo que se había de hacer. Pero se pregunta si es la misma glorificación de la que había dicho: "Y ahora glorifícame tú, Padre en ti mismo". Porque si es en ti, ¿cómo ha de ser en ellos? Pues porque esta gloria se les hace patente a ellos, y por ellos a todos los que les creen como testigos suyos, y por esto dice: "Y yo no estoy en el mundo, y ellos en el mundo están".
 
Crisóstomo, ut supra
Esto es, aunque no aparezca según la carne, soy glorificado por aquellos que mueren por mí, así como por el Padre, y me predican como al Padre.
 
San Agustín, ut supra
Pero si consideras la hora en que hablaba, unos y otros estaban aún en el mundo. Cuando dice: "Ya no estoy en el mundo", no podemos entender sus palabras según el progreso del corazón y de la vida. ¿Podemos acaso suponer lícitamente que estuviese poseído en algún tiempo de afectos mundanos? No puede creerse otra cosa sino que, aquel que antes estaba en el mundo, revelaba que ya no continuaría en él con presencia corporal. Por ventura, ¿no decimos todos los días de alguno que marcha o está próximo a morir, que ya no es de este mundo? Por eso, explicando lo que había dicho, añadió: "Yo a ti voy". Y recomendando después al Padre a aquellos que iba a abandonar su presencia corporal, dijo: "Padre Santo, guarda en tu nombre a los que tú me diste". Así es, que ruega como hombre a Dios por los discípulos que de El recibió. Pero atendamos a lo que sigue: "Para que sean una misma cosa como nosotros". No dijo para que seamos ellos y nosotros una misma cosa, así como nosotros somos uno. En verdad, ellos son una misma cosa en su naturaleza, así como nosotros lo somos en la nuestra 1. El hombre y Dios es una misma persona, entendiendo al hombre en aquello que ruega y a Dios en que es uno mismo con Aquel que ruega.
 
San Agustín, De Trin. l. 4
Puedo decir en verdad, porque es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo: yo y ellos no somos una misma cosa, pero sí somos uno, porque la cabeza y el cuerpo es un Cristo. Pero demostrando su divinidad consustancial con el Padre, quiere que los suyos sean uno en Cristo, no tanto por la misma naturaleza, en virtud de la cual los hombres se vuelven iguales a los ángeles, sino aun más por la concordia de la misma caridad, con cuyo fuego inflamados conspiran a una misma bienaventuranza. El mismo sentido tienen estas palabras: "Para que sean uno, así como nosotros somos uno": para que a la manera que el Padre y el Hijo son uno, no sólo en la igualdad de sustancia, sino que también de voluntad, así ellos, entre los que el Hijo es mediador con Dios, sean uno, no tanto porque ellos son de la misma naturaleza, cuanto por el vínculo del amor.
 
Crisóstomo, ut supra
Volviendo el Señor a hablar como hombre, dice: "Cuando estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre": esto es, por tu protección. Habla humanamente, y dirigiéndose al pensamiento de los que creían que les reportaría más utilidad su presencia.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 107
En nombre, pues, del Padre, guardaba a sus discípulos el Hijo-hombre, constituido con ellos en presencia corporal; pero el Padre guardaba en nombre del Hijo a los que en nombre de Este le pedían. No debemos creer esto en un sentido carnal, como si el Padre y el Hijo les guardaran alternativamente, porque a un tiempo nos guardan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; pues la Escritura no nos ilustra si no desciende a nosotros. Entendemos, pues, que, al hablar así el Señor distingue las personas sin separar la naturaleza. Cuando el Señor guardaba a sus discípulos con presencia corporal, no esperaba el Padre a que el Hijo se ausentase para guardarlos, sino que ambos les guardaban con su poder espiritual. Y cuando el Hijo retiró su presencia corporal, los guardó con el Padre espiritualmente. Porque, cuando el Hijo-hombre recibió el cargo de guardarlos, no quitó la custodia del Padre. Y cuando el Padre los dio a guardar al Hijo, no los dio privándolos de su presencia, sino que dio al hombre-Hijo, sin separar de Dios al mismo Hijo. "Guardé a los que me diste, y ninguno de ellos pereció, más que el hijo de perdición (esto es, el traidor a Cristo, predestinado a la perdición), para que se cumpliera la Escritura", que había profetizado de él ( Sal 108).
 
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad, entonces él solo pereció, pero después muchos, Dice, pues: "Ninguno de ellos pereció"; esto es, en cuanto de mí dependa, no se perderán. Lo que más claramente dice en otra parte: "No los echaré fuera" ( Jn 6,37), pero si por sí mismos se salieren por un error, yo los atraeré a mí. Sigue: "Ahora, pues, vengo a ti". Tal vez preguntará alguno: ¿acaso no podrá guardarles marchándose? Puede, en verdad, pero manifestó por qué lo decía, añadiendo: "Esto lo hablo en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos"; esto es, para que no se turben, siendo como son imperfectos. Con estas palabras les dio todas las seguridades de su gozo y descanso.
 
San Agustín, ut supra
O de otro modo, ya más arriba queda expresado cuál sea este gozo, cuando dice: "Para que sean uno como uno somos nosotros": "he aquí su gozo" (esto es, el que El les ha reportado), y que para completarlos, dice "he hablado en el mundo". Dice que ha hablado en el mundo el que poco antes había dicho "ya no estoy en el mundo", porque aun no se había ido y estaba aún aquí, y al momento había de marchar, y se consideraba ya ausente.
 
Notas
1. A diferencia del modo en que los seres humanos comparten la naturaleza humana, "las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios... 'Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina' (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804)" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 253).
   
14-19
"Yo les di tu palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes de mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos sean también santificados en verdad". (vv. 14-19)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
El Señor indica nuevamente el motivo por qué sus discípulos son dignos de gozar de toda la protección del Padre, diciendo: "Yo les di tu palabra, y el mundo les aborreció". Como si dijera: "Por ti y por tu palabra han sido aborrecidos".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 108
Todavía no habían experimentado los padecimientos que siguieron después, pero, como de costumbre, habla en pretérito, cuando se refiere a lo futuro. Después expresa la causa por qué el mundo los aborrece, diciendo: "Porque no son del mundo". Les fue dado a ellos que no fuesen del mundo como El, y sigue: "Como yo, que no soy del mundo". El Señor nunca fue del mundo, porque, aun en la forma de siervo, fue concebido por el Espíritu Santo, por el cual fueron ellos regenerados. Aunque ya no eran de este mundo, era, sin embargo, necesario que estuviesen en él. "No pido que los saques de este mundo".
 
Beda
Como si dijera: Ya apremia el tiempo en que yo sea sacado de este mundo y, por tanto, es necesario que ellos no salgan ahora de él. Pero lo que sigue "Sino que los libres del mal", si bien puede entenderse de todo el mal, quiere decir principalmente de la apostasía.
 
San Agustín, ut supra
Repite, pues, la misma sentencia, diciendo: "No son de este mundo, como yo no lo soy".
 
Crisóstomo, ut supra
Había dicho antes: "Los que me diste del mundo", hablando allí de la naturaleza, pero aquí de las malas obras; dice, pues: "No son de este mundo", porque nada hay en ellos común con la tierra, pues se han hecho ciudadanos del cielo, en lo que les manifestó su amor alabándolos ante su Padre. En lo que dice como, manifiesta su igualdad con el Padre por la unidad; pero tratándose de nosotros con Cristo, existe inmensa distancia entre unos y otros. Cuando dijo primero "Guárdalos de mal", no habla sólo de los peligros, sino de la permanencia en la fe, por lo que añade: "Santifícalos en la verdad".
 
San Agustín, ut supra
Así son preservados del mal, como pidió anteriormente que sucediera. Puede preguntarse: ¿cómo no eran ya del mundo, si no estaban santificados en la verdad? ¿Acaso por estar santificados en la misma, progresan en santidad sin el auxilio y la gracia de Dios? Son santificados en la verdad los herederos del Nuevo Testamento, de cuya verdad fueron figura las ceremonias del Antiguo Testamento. Y, cuando son santificados en la verdad, se santifican en Cristo, que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" ( Jn 14,6). Sigue: "Tu palabra es la verdad". En el Evangelio griego se lee logoV; esto es, Verbo. Santificó, pues, el Padre, en verdad; esto es, en su Verbo Unigénito, a sus herederos y coherederos.
 
Crisóstomo, ut supra
O de otro modo: "Santifícalos en la verdad", hazlos santos dándoles el Espíritu Santo y una sana doctrina, porque los santos preceptos de Dios instruyen y santifican el corazón. Y por lo que aquí habla de los dogmas de Dios, añade: "Tu palabra es verdad"; esto es, en ella no se encuentra mentira y nada nos muestra en apariencia. Me parece que también significan otra cosa estas palabras: "Santifícalos en la verdad"; esto es, destínalos a la predicación. Por lo que sigue: "Así como tú me enviaste al mundo, así yo los envié".
 
Glosa
Para lo que Cristo fue enviado, para lo mismo son enviados ellos. Por lo que San Pablo dice: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, y puso en nosotros el Verbo de reconciliación" ( 2Cor 5,19). La palabra que emplea, como, no implica igualdad entre El y los Apóstoles sino en cuanto es posible aplicarla a los hombres. Dice que El los envió al mundo, siguiendo la costumbre de usar el tiempo pretérito por el futuro, dando por hecho lo que se había de hacer.
 
San Agustín, ut supra
Claramente se ve por esto que aún habla de los Apóstoles, pues este nombre de apóstoles, que es griego, significa enviados, y por cuanto constituido Cristo Cabeza de la Iglesia, son ellos sus miembros. Dice: "Y por ellos me santifico a mí mismo"; esto es, yo los santifico en mí mismo, siendo ellos yo. Y para que entendiéramos que cuando dice "Por ellos me santifico a mí mismo" lo decía porque los santificaba en sí, otra vez añadió: "Y sean santificados en la verdad". Esto es, en mí, según que el Verbo es la verdad, en la que el mismo Hijo del hombre fue santificado desde el principio. Cuando "El Verbo se hizo carne" ( Jn 1,14), entonces, se santificó en sí. Esto quiere decir que se santificó a sí hombre en sí Verbo, porque el Verbo y el hombre son uno en Cristo. Respecto de sus discípulos, dice: "Y por ellos me santifico yo a mí mismo, esto es, a ellos en mí, porque ellos en mí soy yo mismo, para que sean santificados en la verdad". ¿Qué quiere decir "Y ellos", sino: como yo y en la verdad que yo soy?
 
Crisóstomo, ut supra
O de otro modo: "Por ellos me santifico a mí mismo". Esto es, me ofrezco a mí mismo a ti en sacrificio, pues santas se llaman cuantas víctimas se ofrecen a Dios, porque antiguamente la santificación era en figura, como en la oveja, mas ahora es en la misma verdad. Y por esto añade: "Para que sean ellos santificados en la verdad", pues te los ofrezco en sacrificio. Por lo que finalmente dice que El mismo que se ofrece es la cabeza de ellos, o que se inmolan a sí mismos, como dice el Apóstol a los romanos: "Ofreced vuestros cuerpos a Dios en hostia viva, santa, agradable a Dios" ( Rom 12,1), etc.
   
20-23
"Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa; así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has amado, como también me has amado a mí". (vv. 20-23)
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 109
Como rogara el Señor por sus discípulos, a los que llamó Apóstoles, unió también a los demás que habían de creer en El, diciendo: "No por ellos tan sólo ruego, sino", etc.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
De aquí saca nuevo motivo de consuelo para ellos, descubriéndoles que serán la causa de la salvación de otros, cuando dice: "Que han de creer en mí por su palabra".
 
San Agustín, ut supra
En lo que quiso designar como suyos, no sólo a los que entonces vivían, sino también a los venideros; y no sólo a los que viviendo oyeron a los apóstoles, sino a los que nacidos mucho después de la muerte de ellos hemos creído en Cristo. Porque los que vivieron con el Señor y le oyeron, predicaron a los demás. Y así su palabra llegó hasta nosotros y llegará a los que vendrán después, que han de creer en todo el mundo. Nótese que en esta oración no ruega por aquellos que a la sazón no estaban con El ni tampoco por los que estarán después, sino que ora por los que creyeron en El anteriormente. ¿Acaso estaban entonces con el Señor Nathanael, José de Arimatea y otros muchos de quienes dice San Juan que creyeron en El? Omito citar al anciano Simeón, Ana la profetisa, Zacarías, Isabel y Juan el Precursor, porque podría responderse que no debía pedirse por tales muertos, que habían salido de este mundo llenos de grandes méritos, lo cual puede igualmente decirse de los antiguos justos. Pero debe entenderse, que los apóstoles todavía no creían con la perfección que Cristo quería que creyeran en El; pero después de su resurrección, enviado el Espíritu Santo, instruidos y confirmados, creyeron como convenía. Mas nos queda por resolver la cuestión del apóstol San Pablo, que dice no fue hecho Apóstol por los hombres, ni por el hombre ( Gál 1,1); y el ladrón que creyó cuando en los mismos doctores desapareció toda fe. Por fin, concluye que entendamos lo que fue dicho "por la palabra de ellos", lo que del mismo Verbo predicaron en el mundo. Se ha dicho, pues, "palabra de ellos" porque ya desde el principio y con mucha solicitud fue predicada por ellos, pues ya se predicaba en la tierra cuando, por revelación de Jesucristo, Pablo la recibió de ellos. Por esto el ladrón creía en la palabra de ellos. Aquella oración, pues, de nuestro Redentor fue por todos los que redimió, ya estuvieran vivos o ya hubieran de vivir después. La razón de rogar por ellos la expresó a continuación diciendo: "Para que todos sean uno".
 
Crisósostomo, in Ioannem, hom. 81
Aquí pidió para todos lo mismo que arriba para los apóstoles, a fin de que todos (esto es, nosotros y ellos) seamos una misma cosa. Y así termina su oración, como la empezó; pues al principio dijo: "Os doy el mandamiento nuevo de que os améis los unos a los otros" ( Jn 13,34).
 
San Hilario, De Trin. l. 7
Después demuestra con un ejemplo el provecho de la unidad, diciendo: "Como tú Padre, en mí y yo en ti, para que ellos sean una cosa en nosotros". A saber: como el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, así según la forma de esta unidad entre el Padre y el Hijo todos fuesen una cosa.
 
Crisóstomo, ut supra
Esto mismo que dice, como, no demuestra expresa y exacta igualdad sino en cuanto es posible en los hombres, a la manera de cuando dice: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial" ( Lc 6,36), etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 110
Debe advertirse aquí con eficacia, que el Señor no dijo: "Para que todos seamos uno, sino "Para que todos sean uno, como tú Padre, en mí y yo en ti". Se sobreentiende: Somos uno, porque así está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, que son uno, pues son de la misma sustancia. Nosotros en verdad podemos ser una cosa en ellos, pero no con ellos, porque nosotros no somos con ellos de la misma sustancia. Así están ellos en nosotros o nosotros en ellos, para que sean uno en su naturaleza y nosotros lo seamos en la nuestra. Por tanto, ellos están en nosotros como Dios en el templo y nosotros estamos en ellos como la creatura en su Creador 1. Añadió, pues: "En nosotros" para que conozcamos que esto se nos concede, no por nuestros méritos, sino por una fidelísima caridad de la gracia de Dios.
 
San Agustín, De Trin. 3, 9
O bien, porque no pueden ser en sí mismo una misma cosa los que están separados por diversas pasiones de voluptuosidad, concupiscencia e inmundicia de pecados. Por tanto, deben purificarse por el Mediador, para que sean una cosa con El.
 
San Hilario, De Trin. l. 8
Esforzándose los herejes en seducir a fin de que de las palabras "Yo y el Padre somos uno" ( Jn 10,30), no se creyera la unidad de naturaleza y la indiferibilidad de la divinidad, sino una concordia nacida del amor de mutua voluntad, adujeron como ejemplo de esta unidad, estas palabras del Señor: "Que todos sean uno", etc. Pero aunque la impiedad tergiverse la comprensión del sentido de las palabras dichas, no es posible apartarse de ellas. Pues, si están regenerados en la naturaleza de una misma vida y eternidad, desaparece el asentimiento individual en los que son de la misma naturaleza. El ser uno es propio solamente de la naturaleza del Padre y del Hijo, porque Dios es el Unigénito de Dios en la naturaleza de su origen 2.
 
San Agustín, ut supra
¿Qué quiere decir "Para que el mundo crea que tú me enviaste"? ¿Acaso creerá el mundo cuando todos seamos una misma cosa en el Padre y el Hijo? ¿Por ventura no es ésta aquella eterna paz que es más bien el premio de la fe que la misma fe? Pues si en esta vida todos los que profesamos una misma fe somos una misma cosa, por consecuencia somos uno, no para que creamos sino porque creemos. ¿Qué quiere decir, pues: "Todos sean uno, para que el mundo crea"? Ciertamente cuando habla de todos se refiere al mundo creyente. De éstos dirá lo mismo que había dicho en aquellas palabras: "No ruego sólo por ellos, sino por los que han de creer en mí por su palabra" ¿Cómo, pues, lo hemos de entender sino diciendo que no puso como causa, "Para que el mundo crea que son una misma cosa", sino que orando dijo: "Para que el mundo crea", como había dicho "Para que sean uno mismo"? Finalmente, la exposición de esta sentencia será más clara si añadimos la palabra Ruego en todas sus cláusulas: "Ruego que todos sean uno; ruego que ellos sean una misma cosa en nosotros; ruego que el mundo crea por que tú me enviaste".
 
San Hilario, De Trin. l. 8
O por esto el mundo ha de creer que el Hijo ha sido enviado por el Padre, porque todos los que creerán en El serán una misma cosa en el Padre y el Hijo.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
Nada hay que escandalice tanto como la división, así como la unidad de los creyentes edifica para creer. Ya dijo al principio: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amarais mutuamente" ( Jn 13,35), pues si altercaren, no se llamarán discípulos del pacífico Maestro, pues no reconociéndome a mí como pacífico, no confesarán que tú me enviaste.
 
San Agustín, ut supra
Después nuestro Salvador, que rogando al Padre se mostraba hombre, ahora se manifiesta Dios con el Padre, haciendo lo que El mismo pide. Por lo que sigue: "Y yo les di a ellos la gloria que tú me diste", etc. ¿Qué gloria, sino la inmortalidad que en El había de recibir la naturaleza humana? Indica con palabras de pasado la futura inmortalidad de la predestinación. Debe entenderse, que la inmortalidad que dice ha recibido del Padre, también se la ha dado a sí mismo, pues cuando calla su operación en las obras del Padre, nos enseña la humildad; pero cuando en sus obras nos habla de la operación del Padre, nos prueba su igualdad. En esta forma y ocasión ni se hizo extraño a la obra del Padre, aunque había dicho "La gloria que tú me diste", ni hizo ajeno de su obra al Padre aunque dijera, "La di a ellos"; pues así como por el hecho de rogar al Padre por todos los suyos quiso que se verificara que todos fueran una misma cosa; del mismo modo quiso que se hiciera en su favor lo que dijo: "Di a ellos la gloria que tú me diste", pues a continuación añadió: "Para que sean una cosa en nosotros, así como nosotros somos una misma cosa".
 
Crisóstomo, ut supra
O llama claridad a la gloria que resulta de los milagros y los dogmas, y para que sean unánimes: por lo que añade: "Para que sean una cosa en nosotros, como somos nosotros una misma cosa"; pues esta gloria de estar unánimes, es mayor que la de hacer milagros, y todos los que por los apóstoles creyeron son una misma cosa; y si algunos se han separado ha sido efecto de su desidia, lo cual a El no se le ocultó.
 
San Hilario, ut supra
Por el honor dado y recibido todos son una misma cosa, pero no comprendo por qué razón la gracia dada perfecciona la unión. Pero el Señor expuso cierta graduación y orden de consumar la unión cuando dijo: "Y sean una cosa en nosotros", para que siendo El con el Padre una misma cosa por la naturaleza de la divinidad, nosotros lo fuésemos en El por su corporal nacimiento y doblemente El en nosotros por la fe en el misterio del Sacramento de la Eucaristía, quedando demostrada la perfecta unión por el Mediador.
 
Crisóstomo, ut supra
Ya en otro lugar dice de sí y del Padre: "Vendremos y haremos mansión en él", oponiéndose aquí a la herejía de Sabelio, que establece dos personas y destruyendo la de Arrio que dice que el Padre no viene a los discípulos por el Hijo, sino por sí.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 110
Ni tampoco esto quiere decir que el Padre no esté en nosotros, ni nosotros en el Padre, sino que por Cristo, Mediador entre Dios y los hombres, se hizo aún más cercano. Por lo que añadió: "Para que sean consumados en una misma cosa", demuestra que la reconciliación obrada por el Mediador nos conduce a la reconciliación, para que disfrutemos de la perfecta bienaventuranza. Por eso sigue: "Para que conozca el mundo que tú me enviaste". No creo que esto deba entenderse como cuando dijo: "Para que el mundo crea", porque mientras creemos lo que no vemos, no estamos aún consumados, como lo estaremos cuando merezcamos ver lo que creemos. Cuando se habla de consumación, debe entenderse conocimiento, como el que se realizará por la visión, no como ahora por la fe. Por ende el mundo lo constituyen los mismos creyentes, no persistiendo enemigo, sino convertido en amigo. Por esto sigue: "Y los amaste, como me amaste a mí", pues el Padre nos ama en el Hijo porque nos eligió en El. Por esto no somos iguales al Hijo Unigénito, pues no siempre se denota igualdad cuando se dice: así como aquello es ésto, sino alguna vez se puede entender: porque aquello es, lo es también esto. Tal es el caso de las palabras "Los amaste como me amaste a mí", con las que se quiere decir: los amaste porque me amaste a mí, pues no hay otro motivo para amar a sus discípulos que el de amarle a El. Como, pues, no aborreció nada de lo que hizo, ¿quién podrá expresar dignamente cuánto ama a los miembros de su Hijo, y cuánto más a su mismo Unigénito?
 
Notas
1. "La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 253). "El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: "Porque somos también de su linaje" ( Hech 17,25-28).
2. "Y la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta: "¡Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡sálvanos!" -Liturgia bizantina, Tropario O monoghenis - ( Catecismo de la Iglesia Católica, 469).
   
24-26
"Padre, quiero que aquellos que tú me diste estén conmigo en donde yo estoy, para que vean mi gloria que tú me diste, porque me has amado antes del establecimiento del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, mas yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos". (vv. 24-26)
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
Después que había dicho que muchos creerían por ellos y que gozarían de mucha gloria, pasa a hablar de las coronas que les estaban reservadas, diciendo: "Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo estoy".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 110 et 111
Estos son los que recibió del Padre y El eligió del mundo, pues como dice en el exordio de su oración, "Le dio potestad sobre toda carne (esto es, todo hombre) para que les dé la vida eterna". En lo que manifestó haber recibido todo poder sobre todo hombre, para que salvara y condenara a los que quisiera, por lo que a todos sus miembros prometió el premio de estar con El donde El esté. Y no podrá dejar de hacerse lo que el Hijo omnipotente diga al Padre omnipotente que se haga, pues una es la voluntad del Padre y del Hijo; y si no puede comprenderlo nuestra flaqueza, créalo la piedad. Por lo que atañe a la humanidad, en la que fue hecho de la descendencia de David, según la carne, pudo decir "Donde yo estoy", refiriéndose ya al lugar donde muy pronto estaría. En el cielo, pues, nos prometió que estaríamos, porque a él fue elevada la forma de siervo que tomó de la Virgen y fue colocada a la diestra del Padre.
 
San Gregorio, Moralium 27, 1
En lo que se ve nuevamente lo que la verdad dice: "Nadie sube al cielo, sino el que baja del cielo" ( Jn 3,13); lo cual no se diferencia de sus palabras, porque hecho el Señor cabeza de sus miembros, segregada la multitud de los réprobos, queda sólo con nosotros; y así como nosotros hemos sido hechos una cosa con El, volverá solo con nosotros allá de donde vino solo.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 111
En lo que respecta a su divinidad, en la que es igual al Padre, si según ella queremos entender aquellas palabras: "En donde yo estoy, estén ellos conmigo", desaparece del alma todo pensamiento de imágenes corporales y no se comprende la manera en la que el Hijo es igual al Padre, porque nadie puede llegar allí donde no pertenece. Por tanto, no le fue bastante el decir "quiero que ellos estén donde yo estoy", sino que añadió "conmigo". El estar con El es un gran bien, pues los desgraciados pueden estar donde esté El, pero con El sólo están los bienaventurados. Y aun cuando visible (aunque muy diferente), pongamos algún ejemplo: a la manera que el ciego esté en lugar donde hay luz, no está, sin embargo, con la luz, sino ausente de ella, así también no sólo los infieles, sino que también los fieles, aunque no puedan nunca estar donde no esté Cristo, no están, sin embargo, con Cristo por visión, pues no hay duda que el fiel está en Cristo por la fe; pero aquí hablaba de aquella visión con la que "le veremos como es"; por lo que añadió: "Para que vean mi gloria", etc. "Para que vean", dijo; no para que crean, el premio de la fe es la gloria, no la fe.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 81
Pero no dijo para que participen de mi gloria, sino "Para que la vean", dando a entender disimuladamente que toda la bienaventuranza consiste en ver al Hijo de Dios. Dióle, pues, el Padre la gloria cuando le engendró.
 
San Agustín, ut supra
Cuando, pues, viéremos la gloria que el Padre dio al Hijo, entendiendo aquí que se trata no de la que el Padre, igual al Hijo, le dio al engendrarle, sino de la que el Hijo, hecho hombre, recibió después de la muerte de cruz; cuando veremos aquella gloria del Hijo, entonces se hará el juicio, entonces será echado el impío, para que no vea la gloria de Dios, la cual no es otra cosa que el mismo Dios. Pero si recibimos estas palabras en el sentido de que el Hijo es Dios, "quiero que en donde yo estoy estén ellos conmigo", estaremos con Cristo en el Padre, quien al decir "Para que vean mi gloria que me diste", a continuación añadió: "Porque me amaste", etc. En El, pues, nos amó antes de la creación del mundo, y entonces predestinó lo que se hará en el fin del mundo.
 
Beda
Llama, pues, gloria, al amor con que es amado por el Padre antes de la creación del mundo. En aquella gloria nos amó también a nosotros antes de la creación del mundo.
 
Teofilacto
Después que rogó por los fieles y les prometió toda prosperidad, expresa una cosa piadosa, digna y propia de su mansedumbre. "Padre justo, el mundo no te reconoció"; como si dijera: Yo desearía que todos los hombres consiguieran los bienes que he pedido para los fieles. Pero porque te desconocieron, no alcanzarán la gloria y las coronas.
 
Crisóstomo, ut supra
Me parece que dice esto con tristeza, porque no quisieron conocer al que es tan justo y bueno. Así pues, no es esto lo que dicen los judíos, porque ellos dicen que en verdad, conocen al Padre mientras que el Hijo lo ignora. Pero es al contrario. De donde añade: "Yo, pues, te conocí, y éstos conocieron que tú me enviaste, y les hice conocer tu nombre para hacerme conocer", etc., por el Espíritu Santo, dándoles perfecto conocimiento. Si, pues, aprendieren quién eres tú, sabrán que yo no estoy separado sino muy amado de ti, e Hijo propio y conjunto contigo. Esto procuré persuadirles para permanecer yo en ellos, y así ellos guardarán la fe y el amor que hay en mí. Y sigue: "Para que el amor con que tú me amaste esté en ellos", como si dijera: Amándome ellos, en ellos permaneceré.
 
San Agustín, ut supra
O de otro modo: ¿Qué es conocerle sino vida eterna? La que no dio al mundo condenado, la dio al reconciliado. Así, pues, el mundo no le conoció porque es justo; así le retribuiste su merecido para que no conociese; pero el mundo reconciliado conoció, porque El es misericordioso, y el conocerte no fue por sus méritos sino por tu gracia. Y después sigue: "Pero yo te conocí". El es la fuente de la gracia, y Dios por naturaleza; pero hombre por gracia inefable del Espíritu Santo, nacido de la Virgen. Finalmente, por cuanto la gracia de Dios viene por Jesucristo, dice: "Y le conocieron" (este es el mundo reconciliado); y así: "Porque tú me enviaste"; luego conocieron por gracia. "Y les hice conocer tu nombre (por la fe), y lo haré conocer (por visión) para que el amor con que tú me amaste esté en ellos". De esta misma frase uso el Apóstol: "Yo he peleado buena batalla" ( 2Tim 4,7); no dice en buena batalla (que sería más usual). ¿Cómo, pues, está en nosotros el amor con que el Padre amó al Hijo, sino porque somos miembros suyos y somos amados en El, como es El todo amado; esto es, la cabeza y el cuerpo? Por eso añadió "Y yo en ellos". Está, pues, en nosotros como en su templo, y nosotros en El como en nuestra cabeza.