CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-05 |
Estas cosas dijo Jesús: y
alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, viene la hora; glorifica a tu
Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Como le has dado poder
sobre toda carne, para que todo lo que le diste a El, les dé a ellos
vida eterna. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti solo Dios
verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste. Yo te he glorificado sobre
la tierra, y he acabado la obra que me diste a hacer. Ahora, pues,
Padre, glorifícame tú en ti mismo, con aquella gloria que tuve en ti
antes que fuese el mundo". (vv. 1-5)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 79
Como el Señor había dicho "Seréis
afligidos en el mundo" ( Jn 16,33), se pone
en oración después de esta advertencia, enseñándonos así a acudir en
la tribulación al refugio de Dios. Por esto dice: "Esto habló Jesús".
Beda
Debe entenderse de aquello que les dijo en
la cena, sentados a la mesa, hasta que pronunció "Levantáos, vámonos
de aquí", y después, estando en pie, hasta el fin del himno, que
empezó así: "Y elevando los ojos al cielo, dijo: Padre", etc.
Crisóstomo,
ut supra
El elevó los ojos al cielo para enseñarnos
el modo como debemos orar: que, estando en pie, miremos al cielo, no
sólo con los ojos del cuerpo, sino que también con los del espíritu.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 104
Podía el Señor, que había tomado la forma
de siervo, orar en silencio, si hubiera sido necesario, pero quiso
manifestarse al Padre como suplicante, para que se acordase que era
nuestro Maestro. Esta es la razón por la que estas palabras de oración
que dirigió al Padre, sirven de edificación, no sólo a los discípulos
que le oyeron, sino que también a nosotros que habíamos de leerlas. Lo
que dijo: "Padre, viene la hora", demuestra que todo tiempo es
oportuno para hacer lo que tiene dispuesto Aquel que no está sujeto a
tiempo; y no se crea que esta hora significa hado o destino
apremiante, sino disposición divina. ¡Lejos de nosotros el creer que
las estrellas obligasen a morir a su Creador!
San Hilario,
De Trin. l.3
No dice que ha llegado el día ni el
tiempo, sino "la hora". La hora es parte de un día. Y ¿cuál será esta
hora? Era la de ser escupido, azotado y crucificado, pero en ella el
Padre glorifica al Hijo. El curso de esta obra se consuma, y con su
muerte todos los elementos del mundo se resienten: al peso del Señor,
pendiente en la Cruz, la tierra tiembla y confiesa que no puede
contener dentro de sí a Aquel que muere. Exclama el Centurión:
"¡Verdaderamente, Este era Hijo de Dios!" ( Mt
27,54). Esta exclamación concuerda con la profecía: el Señor había
dicho: "Glorifica a tu Hijo"; y no sólo es contestado con el nombre de
Hijo, sino que también con la de tuyo. Muchos, en verdad, son hijos de
Dios; pero no como Este, que es propiamente verdadero Hijo por origen,
no por adopción; en verdad, no de sólo nombre; por nacimiento, no por
creación. Por tanto, después de su glorificación, siguió la confesión
de la verdad, pues el Centurión le confiesa verdadero Hijo de Dios, a
fin de que ninguno de los creyentes pueda dudar que Jesucristo fue
confesado hasta por sus perseguidores.
San Agustín,
ut supra
Pero si en su pasión fue glorificado,
cuánto más en su resurrección. Porque en su pasión brilla más su
humildad que su gloria. Por cuanto dice: "Padre, viene la hora;
glorifica a tu Hijo", debe entenderse: Viene la hora de sembrar la
humildad. No difieras el fruto de la gloria.
San Hilario,
ut supra
Quizá se tendrá por debilidad en el Hijo
la esperanza de su glorificación: y ¿quién no confesará superior al
Padre, cuando El mismo dice "El Padre es mayor que yo"? (
Jn 14,28). Pero se ha de precaver que los
ignorantes no entiendan que la gloria del Padre menoscabe el honor del
Hijo, pues sigue: "Para que tu Hijo te glorifique a ti". Por tanto, no
es inferior el Hijo, que ha de volver a su vez la glorificación que El
recibe; así, pues, la petición de glorificación mutua manifiesta el
poder divino en los dos.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 105
Con razón se pregunta cómo el Hijo
glorificará al Padre, siendo así que la gloria sempiterna del Padre ni
puede disminuirse en la forma humana, ni aumentarse en su perfección
divina; pero entre los hombres era menor cuando tan sólo en Judea era
Dios conocido ( Sal 75); y como el Evangelio
de Cristo, por el hecho de ser predicado en todas las naciones, había
de dar a conocer al Padre, de aquí que el Padre fuera glorificado por
el Hijo. Dice, pues: "Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te
glorifique a ti". Como si dijera: "Resucítame, para que por mí te
hagas patente a todo el mundo". Declara a continuación más y más, cómo
el Hijo glorifica al Padre, diciendo: "Así como le diste poder sobre
toda carne, a fin de que todo lo que le concediste a El, les dé a
ellos vida eterna". Llamó toda carne a todos los hombres, demostrando
el todo por la parte. Pero este poder dado por el Padre a Cristo sobre
toda carne, debe entenderse en cuanto hombre.
San Hilario,
ut supra
Porque hecho carne había de restituir a la
vida inmortal los cuerpos caducos y mortales.
San Hilario,
De Trin. l.9
O de otro modo: la aceptación del poder es
sólo la demostración de su generación, en la que recibió lo que es al
nacer. La entrega (del poder) no significa superioridad, sino que el
Padre es quien da, permaneciendo en El Dios Hijo, quien ha tomado el
poder de dar la vida eterna.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 79
"Le diste poder sobre toda carne", para
demostrar que su predicación debía extenderse no sólo a los judíos,
sino a todo el mundo. ¿Pero qué quiere decir toda carne? porque no
todos creyeron. En verdad, que en cuanto de El dependió todos
creyeron. Pero si no quisieron oír lo que se les decía, no es culpa de
la predicación, sino de los que no quisieron escucharla.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 105
Así como le habéis dado poder sobre toda
carne, para que os glorifique el Hijo"; esto es, para que os dé a
conocer a todos los hombres que le diste; del mismo modo le diste el
poder de darles la vida eterna.
San Hilario,
De Trin., l.3
Pero en qué consiste la vida eterna, lo
demuestra cuando dice: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti
solo verdadero Dios", etc. Vida es conocer al verdadero Dios, pero no
lo constituye sólo esto. ¿Qué es, pues, lo que debe añadirse? "Y al
que enviaste, Jesucristo".
San Hilario,
De Trin. l.4
Los arrianos entienden que sólo el Padre
es Dios único, sólo El justo, sólo El sabio, y según éstos, el Hijo
queda separado y sin comunicación de uno con otro en lo que les es
propio. Si se atribuye esto tan sólo al Padre, es necesario admitir
que el Hijo de Dios no es verdad ni sabiduría.
San Hilario,
De Trin. l.5
No es dudoso para nadie que la verdad de
una cosa se manifiesta por su naturaleza y sus efectos: es verdadero
trigo el que molido y hecho harina y cocido pan, sirve de alimento y
produce los efectos de su naturaleza. Pregunto, pues, ¿cómo puede
faltar al Hijo la verdad, no faltándole la naturaleza ni el poder de
Dios? El ha hecho en virtud de su naturaleza y su poder, que fueran
hechas y existieran a su placer las cosas que no eran.
San Hilario,
De Trin. l.9
¿Acaso porque dice a ti
solo, separa de Dios su comunión y unidad? Se separa, en
verdad, pero no en el sentido que sigue: "A ti solo verdadero Dios", y
a continuación añade: "Y a Jesucristo a quien enviaste". La fe de la
Iglesia se funda en esto para confesar a Jesucristo verdadero Dios,
después que ha confesado al Padre: es el único verdadero Dios, porque
el nacimiento del Hijo por naturaleza no causa disminución en Dios.
San Agustín,
De Trin. 6, 9
Tenemos el deber de estudiar esta palabra
dirigida al Padre: "Para que te conozcan a ti solo verdadero Dios",
como dando a entender que sólo el Padre es Dios verdadero, y que no
estamos obligados a creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
son Dios. Pero por el testimonio del Señor decimos que el Padre es
solo verdadero Dios; que el Hijo es solo verdadero Dios, y que el
Espíritu Santo es solo verdadero Dios; y que juntamente el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo (esto es, juntamente la misma Trinidad), no
son tres Dioses verdaderos, sino un solo verdadero Dios.
San Agustín,
ut supra
He aquí el orden de estas palabras: "Que a
ti y al que enviaste Jesucristo, conozcan por el solo verdadero Dios".
Por consiguiente se entiende también el Espíritu Santo, porque es
Espíritu del Padre y del Hijo, como amor consustancial de los dos.
Así, el Hijo te glorifica haciendo que todos los que tú le diste te
conozcan. Si el conocimiento de Dios es la vida eterna, nosotros
progresaremos tanto más en la vida eterna cuanto más aprovechemos en
el conocimiento de Dios. Pero nosotros no hemos de morir en la vida
eterna, y entonces será perfecto el conocimiento de Dios, cuando ya no
habrá muerte, y entonces la glorificación de Dios será suprema, porque
también lo será la gloria. Los antiguos definieron así la gloria: la
aclamación del nombre de alguno con alabanza. Pero si el hombre se
cree glorificado cuando es famoso su nombre, ¿cuánta no será la gloria
de Dios, cuando se verá en sí mismo? Esta es la razón por la que está
escrito: "Bienaventurados los que habitan en tu casa, porque te
alabarán en los siglos de los siglos" ( Sal
83,5). Allí será la alabanza eterna, donde será pleno el conocimiento
de Dios y, por tanto, su glorificación.
San Agustín,
De Trin. 1, 8
Cuando vivamos eternamente, contemplaremos
lo que dijo a su siervo Moisés: "Yo soy el que soy" (
Ex 3,14).
San Agustín,
De Trin. 3, 18
Cuando nuestra fe sea verdad en vida,
entonces nuestra mortalidad se cambiará en la eternidad.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 105
Pero antes Dios es glorificado en este
mundo cuando se da a conocer a los hombres por la predicación y por la
fe de los creyentes, por lo que dice: "Yo te glorifiqué sobre la
tierra".
San Hilario,
De Trin. l. 3
Este cambio de glorificación no pertenece
al provecho de la divinidad, sino al honor que ella recibe de aquellos
que lo dan a conocer a los que lo ignoraban.
Crisóstomo,
ut supra
Por esto dice: "Sobre la tierra", porque
en el cielo ya era glorificado recibiendo la gloria de su propia
naturaleza, y adorado por los ángeles. No habla de aquella gloria que
pertenece a su sustancia, sino de la que pertenece al culto de los
hombres. Por lo que dice: "Consumé la obra que me encargaste hacer".
San Agustín,
ut supra
No dice que me mandaste, sino "que me
encargaste", palabras que evidentemente favorecen el dogma de la
gracia. ¿Qué tiene, pues, que no hubiera recibido en el Unigénito la
naturaleza humana? ¿Pero cómo consumó la obra que aceptó, cuando
todavía le faltaba la prueba de su pasión, sino porque estaba cierto
de que sería consumada?
Crisóstomo,
ut supra
Dice "Consumé": casi por lo que a mí toca,
todo está hecho. O bien porque hecha la mayor parte puede decirse
hecho todo. La raíz de todos los bienes quedó plantada, y en
consecuencia debían seguir todos los frutos, y en lo sucesivo El
quedaba presente para lo que restaba hacer.
San Hilario,
De Trin. l. 9
Después de habernos mostrado el mérito de
su obediencia y el misterio de su misión divina, añade: "Y ahora
glorifícame tú, Padre, en ti mismo".
San Agustín,
ut supra
Antes había dicho: "Padre, viene la hora;
glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti", en cuyo
orden de palabras manifestaba que primero había de ser glorificado el
Hijo por el Padre, para que a Este le glorificase el Hijo. Pero ahora
dice: "Yo te he glorificado, y tú ahora glorifícame", como si El
hubiera glorificado primero al Padre, de quien pedía después su
glorificación. Es necesario reconocer que antes se había servido de
las mismas palabras y en el mismo orden en que había de suceder
después, pero ahora usa del verbo en tiempo pretérito sobre cosa
futura, como si dijera: "Yo te glorificaré sobre la tierra",
consumando la obra que me encargaste que haga, y entre tanto,
glorifícame tú Padre, que es enteramente la misma sentencia, con la
sola diferencia de que aquí añade el modo de glorificación, con estas
palabras: "Con aquella gloria que tuve antes de que el mundo fuese
hecho, contigo". El orden de las palabras es éste: "Que tuve contigo
antes de que el mundo existiera". Algunos pensaron que estas palabras
debían entenderse en el sentido de que la naturaleza humana, a la que
el Verbo se había unido, se convirtiese en Verbo, y el hombre en Dios.
Pero si atentamente consideramos esta opinión, la humanidad perecería
en Dios, porque no habrá nadie que se atreva a decir que por esta
mutación del hombre, el Verbo de Dios se duplicaría o aumentaría.
Porque quien negara la predestinación del Hijo de Dios, negaría por lo
mismo la del Hijo del Hombre. Y más abajo, como viese llegar el tiempo
predestinado, rogó que su predestinación se convirtiera en realidad,
diciendo: "Y ahora glorifícame", etc. Esto es: con aquella gloria que
tuve en ti en tu predestinación, es ya tiempo de que aun viviendo
reciba tu glorificación a tu derecha.
San Hilario,
De Trin. l. 3
O pedía para que lo que había empezado en
el tiempo, recibiese aquella gloria que está más allá del tiempo, a
fin de que desapareciese la corrupción de la carne y quedara
transformada en el poder de Dios y en la incorruptibilidad del
Espíritu.
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06-08 |
"He manifestado tu nombre
a los hombres que me diste del mundo: tuyos eran, y me los diste a mí,
y guardaron tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me
diste, de ti son. Porque les he dado las palabras que me diste; y
ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de
ti y han creído que tú me enviaste". (vv. 6-8)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 80
Porque había dicho "Consumé la obra",
manifiesta qué obra, a saber, que publicará el nombre de Dios. Por
esto dice: "Manifesté tu nombre a los hombres que me diste".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 106
Si esto no se refiere más que a aquellos
discípulos que cenaron con El, esta glorificación no corresponde a
aquella de que antes se hablaba, por la que el Hijo glorifica al
Padre. ¿Qué gloria podía resultar de la manifestación a once o doce
hombres? Pero si lo que dice "He manifestado tu nombre a los hombres
que me diste del mundo", quiere decir todos los que habían de creer en
El, no queda duda de que ésta es la glorificación con la que el Hijo
glorifica al Padre. Y las palabras "Yo he manifestado tu nombre", son
las mismas que antes había dicho: "Yo te he glorificado", para el
tiempo venidero, usando aquí y allí el pretérito. Pero de lo que a
continuación sigue se demuestra como más creíble, que no se refería a
todos los que habían de creer, sino a los que ya eran sus discípulos.
Desde el principio de su discurso quería dar a entender el Señor como
suyos a aquellos por quienes glorifica al Padre, manifestándoles su
nombre, pues como dijera "Tu Hijo te glorifique", manifestó en seguida
cómo había de ser esto, diciendo: "Así como le diste poder sobre toda
carne". Ahora ya oigamos a qué discípulos de los que le oían se
refiere. "Yo manifesté tu nombre a los hombres que me diste del
mundo". Entonces, aun siendo judíos, no habían conocido el nombre de
Dios; pues ¿por qué se lee en el Salmo "Conocido es Dios en Judea, y
en Israel es grande su nombre"? (Sal 75,2) Porque estas palabras,
"Manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo", que me
oyen, no deben entenderse del nombre con que te llamas Dios. Sino del
que te llamas Padre mío, el cual no podía ser manifestado sin la
manifestación del Hijo; pues por cuanto Dios lo es de toda criatura,
su nombre no ha podido ser desconocido a todas las naciones antes que
creyeran en Cristo. Como criador del mundo y antes que fueran
instruidos en la fe de Cristo, Dios era conocido en medio de todas las
naciones. En Judea era conocido de un modo que su culto no podía
confundirse con el de los dioses falsos. Pero como Padre de Cristo,
por el que ha borrado los pecados del mundo, su nombre en otro tiempo
desconocido fue dado a conocer a aquellos del mundo a quienes el Padre
le dio. ¿Pero de qué modo lo manifestó, si aun no había venido la hora
de la que antes había dicho: "Porque viene la hora en que ya no os
hablaré con parábolas?" ( Jn 16,25). Es
necesario entender que esta frase fue pronunciada para el tiempo
venidero, en verbo pretérito.
Crisóstomo,
ut supra
O bien que El les había dejado comprender
por las palabras y las obras que el Padre tenía a Cristo por Hijo.
San Agustín,
ut supra
Con las palabras "Que tu me diste de este
mundo", dijo a sus apóstoles que ellos no eran de este mundo, por
efecto de su regeneración, no de su nacimiento. ¿Qué quiere decir lo
que sigue, "Tuyos eran y me los diste"? ¿Es que el Padre en algún
tiempo tuvo algo que no tuvo el Hijo? De ningún modo. Pero el Hijo de
Dios tuvo en cierto tiempo lo que no tuvo aún el Hijo del hombre, que
aun no había sido hecho hombre en el seno de su Madre. Así, que cuando
dijo "Tuyos eran", el Hijo de Dios no se separó de su Padre, pero
acostumbró atribuir el poder a Aquel de quien le viene el ser y el
poder. Y por eso dice "y me los diste", dando a entender que como
hombre ha recibido el poder de poseer; y aunque El mismo se los dio a
sí, esto es, Dios Cristo con el Padre.
Crisóstomo,
ut supra
Dijo esto para manifestar la unidad que
existe entre El y el Padre, y lo que le agrada al Padre que crean al
Hijo. Por eso sigue: "Y guardaron tu palabra".
Beda
Se llama asimismo palabra del Padre,
porque por El el Padre lo creó todo y contiene en sí toda palabra; y
como si dijera, la aprendieron de memoria para no olvidarla jamás. Y
dice: "Y guardaron tu palabra", es decir, en aquello que en mí
creyeron; y sigue: "Y ahora han conocido que todo lo que me diste
viene de ti". Algunos, sin embargo, dicen que el sentido de éste texto
es como sigue: ahora he conocido que todos los que me diste son ajenos
a Ti. Pero en esto no tienen razón, porque ¿qué podía ignorar el Hijo
de las cosas que son de su Padre? Pero se dice que esto habla de los
discípulos, como si dijera: Ellos han conocido que no hay en mí nada
extraño a ti, y que todo lo que enseño es tuyo.
San Agustín,
ut supra
El Padre le dio todas las cosas en el
momento que engendró al que todas las cosas tiene.
Crisóstomo,
ut supra
¿Y en dónde aprendieron? En mis palabras,
con las que les enseñaba que yo salí de ti: este Evangelio procuraba
extender. Por eso añade: "Porque les di las palabras que me diste, y
ellos las recibieron".
San Agustín,
ut supra
Esto es, las entendieron y las retuvieron,
pues la palabra es recibida cuando es comprendida por la inteligencia.
Y sigue: "Y conocieron verdaderamente que yo salí de ti". Y para que
nadie juzgara que este conocimiento era fruto de la inspiración y no
de la fe, expresa su pensamiento, diciendo: "Y creyeron" (esto es, que
tú me enviaste). Estos, pues, creyeron en verdad, porque conocieron la
verdad. Las palabras salí de ti, es lo mismo
que tú me enviaste. Lo que dice: "Creyeron en
verdad" entendamos que no fue dicho del mismo modo que arriba dijo:
"Ahora creéis, viene la hora en que os disperséis cada uno por su
lado", sino que debe entenderse de este modo: creeréis de un modo
indudable, firme, constante, fuerte; no ya para abandonar a Cristo y
volver a vuestras familias. Verdad que los discípulos aun no eran
tales cual los describen las palabras del pasado, como si ya lo
fuesen, pronosticando lo que habían de ser después de recibir el
Espíritu Santo. ¿Cómo el Padre dio al Hijo estas palabras? Esta
cuestión es fácil de resolver, considerando que las recibió del Padre
como Hijo del hombre. Porque si se le considera que las recibió como
engendrado del Padre, no hay cuestión de tiempo, porque El fue
primero, antes que existieran estas palabras; pues todo lo que Dios
Padre dio al Hijo se lo dio al engendrarlo.
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09-13 |
"Yo ruego por ellos: no
ruego por el mundo, sino por éstos que me diste, porque tuyos son. Y
todas mis cosas son tuyas y las tuyas son mías: y en ellas he sido
glorificado. Y ya no estoy en el mundo, mas éstos están en el mundo y
yo voy a ti. Padre Santo, guarda por tu nombre a aquellos que me diste
para que sean una cosa, como también nosotros. Mientras yo estaba con
ellos, los guardaba en tu nombre. Guardé a los que me diste, y no
pereció ninguno de ellos, sino el hijo de perdición para que se
cumpliese la Escritura. Mas ahora voy a ti, y hablo esto en el mundo,
para que tengan el gozo cumplido en sí mismos". (vv. 9-13)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 80
Como a pesar de oír los discípulos muchas
palabras de consuelo, no se persuadían, El continúa dirigiéndose a su
Padre dando expansión al sentimiento de amor que les tenía, y dice:
"Yo ruego por ellos"; como si dijera: "Yo les doy no sólo lo que de mí
depende, sino que aun pido para ellos otra cosa para manifestarles más
mi amor".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 106
Pero cuando añadió: "No por el mundo",
quiso dar a entender por mundo a aquellos que viven según la
concupiscencia del mundo, y no en la suerte de la gracia para ser
elegidos de entre el mundo, cuya suerte significa cuando dice: "Sino
(que ruego) por los que me diste". Por lo mismo que el Padre ya se los
dio, ya no pertenecen al mundo, por el cual no ruega; ni porque el
Padre los dio al Hijo perdió los que le dio, y así dice: "Porque tuyos
son".
Crisóstomo,
ut supra
Repite con frecuencia "Me los diste", para
demostrar que esta palabra es grata al Padre, y que no vino como
extraño a seducirlos, sino que los recibió como propios. Después, para
que nadie piense que es nuevo su poder y que recientemente lo ha
recibido del Padre, añade: "Y todas mis cosas son tuyas, y todas las
tuyas son mías". Como diciendo: Para que nadie crea que porque me los
diste dejan de ser del Padre, porque mis cosas son suyas; ni que
oyendo que eran tuyos entienda que me eran extraños, porque lo que es
del Padre es mío.
San Agustín,
ut supra
Claramente se ve, pues, cómo son del Hijo
todas las cosas que son del Padre, por la razón de que es Dios nacido
del Padre e igual al Padre. No como se dijo al mayor de los dos hijos:
"Todas mis cosas son tuyas" ( Lc 15,31), las
cuales se refieren a todos los seres inferiores a la criatura
racional, mientras que las dichas al Salvador hablan de la criatura
racional que no está sujeta más que a Dios. Esta, pues, perteneciendo
al Padre, no podría ser al mismo tiempo del Hijo si no fuera igual al
Padre. Es, por tanto, un pecado el decir que los santos de quienes
esto se ha dicho sean de otro, sino de quien fueron criados y
santificados. Hablando del Espíritu Santo, dijo: "Todo lo que tiene el
Padre, es mío" ( Jn 16,15), refiriéndose a lo
que pertenece a la misma divinidad del Padre. Y ni el Espíritu Santo
habrá de recibir de una creatura que esté sometida al Padre y al Hijo,
porque ha dicho: "De lo mío recibirá" ( Jn
16,14).
Crisóstomo,
ut supra
Pasa después a probar lo antedicho, en
esta forma: "Yo he sido glorificado en ellos", lo que prueba que tengo
poder sobre ellos por cuanto me glorifican creyendo en ti y en mí,
pues no es glorificado por los que no dependen de su potestad.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 106
Diciendo que esto ya ha sido hecho,
manifiesta que ya ha sido predestinado, y quiso tener por cierto lo
que se había de hacer. Pero se pregunta si es la misma glorificación
de la que había dicho: "Y ahora glorifícame tú, Padre en ti mismo".
Porque si es en ti, ¿cómo ha de ser en ellos? Pues porque esta gloria
se les hace patente a ellos, y por ellos a todos los que les creen
como testigos suyos, y por esto dice: "Y yo no estoy en el mundo, y
ellos en el mundo están".
Crisóstomo,
ut supra
Esto es, aunque no aparezca según la
carne, soy glorificado por aquellos que mueren por mí, así como por el
Padre, y me predican como al Padre.
San Agustín,
ut supra
Pero si consideras la hora en que hablaba,
unos y otros estaban aún en el mundo. Cuando dice: "Ya no estoy en el
mundo", no podemos entender sus palabras según el progreso del corazón
y de la vida. ¿Podemos acaso suponer lícitamente que estuviese poseído
en algún tiempo de afectos mundanos? No puede creerse otra cosa sino
que, aquel que antes estaba en el mundo, revelaba que ya no
continuaría en él con presencia corporal. Por ventura, ¿no decimos
todos los días de alguno que marcha o está próximo a morir, que ya no
es de este mundo? Por eso, explicando lo que había dicho, añadió: "Yo
a ti voy". Y recomendando después al Padre a aquellos que iba a
abandonar su presencia corporal, dijo: "Padre Santo, guarda en tu
nombre a los que tú me diste". Así es, que ruega como hombre a Dios
por los discípulos que de El recibió. Pero atendamos a lo que sigue:
"Para que sean una misma cosa como nosotros". No dijo para que seamos
ellos y nosotros una misma cosa, así como nosotros somos uno. En
verdad, ellos son una misma cosa en su naturaleza, así como nosotros
lo somos en la nuestra
1. El
hombre y Dios es una misma persona, entendiendo al hombre en aquello
que ruega y a Dios en que es uno mismo con Aquel que ruega.
San Agustín,
De Trin. l. 4
Puedo decir en verdad, porque es cabeza de
la Iglesia, que es su cuerpo: yo y ellos no somos una misma cosa, pero
sí somos uno, porque la cabeza y el cuerpo es un Cristo. Pero
demostrando su divinidad consustancial con el Padre, quiere que los
suyos sean uno en Cristo, no tanto por la misma naturaleza, en virtud
de la cual los hombres se vuelven iguales a los ángeles, sino aun más
por la concordia de la misma caridad, con cuyo fuego inflamados
conspiran a una misma bienaventuranza. El mismo sentido tienen estas
palabras: "Para que sean uno, así como nosotros somos uno": para que a
la manera que el Padre y el Hijo son uno, no sólo en la igualdad de
sustancia, sino que también de voluntad, así ellos, entre los que el
Hijo es mediador con Dios, sean uno, no tanto porque ellos son de la
misma naturaleza, cuanto por el vínculo del amor.
Crisóstomo,
ut supra
Volviendo el Señor a hablar como hombre,
dice: "Cuando estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre": esto
es, por tu protección. Habla humanamente, y dirigiéndose al
pensamiento de los que creían que les reportaría más utilidad su
presencia.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 107
En nombre, pues, del Padre, guardaba a sus
discípulos el Hijo-hombre, constituido con ellos en presencia
corporal; pero el Padre guardaba en nombre del Hijo a los que en
nombre de Este le pedían. No debemos creer esto en un sentido carnal,
como si el Padre y el Hijo les guardaran alternativamente, porque a un
tiempo nos guardan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; pues la
Escritura no nos ilustra si no desciende a nosotros. Entendemos, pues,
que, al hablar así el Señor distingue las personas sin separar la
naturaleza. Cuando el Señor guardaba a sus discípulos con presencia
corporal, no esperaba el Padre a que el Hijo se ausentase para
guardarlos, sino que ambos les guardaban con su poder espiritual. Y
cuando el Hijo retiró su presencia corporal, los guardó con el Padre
espiritualmente. Porque, cuando el Hijo-hombre recibió el cargo de
guardarlos, no quitó la custodia del Padre. Y cuando el Padre los dio
a guardar al Hijo, no los dio privándolos de su presencia, sino que
dio al hombre-Hijo, sin separar de Dios al mismo Hijo. "Guardé a los
que me diste, y ninguno de ellos pereció, más que el hijo de perdición
(esto es, el traidor a Cristo, predestinado a la perdición), para que
se cumpliera la Escritura", que había profetizado de él (
Sal 108).
Crisóstomo,
ut supra
Y en verdad, entonces él solo pereció,
pero después muchos, Dice, pues: "Ninguno de ellos pereció"; esto es,
en cuanto de mí dependa, no se perderán. Lo que más claramente dice en
otra parte: "No los echaré fuera" ( Jn 6,37),
pero si por sí mismos se salieren por un error, yo los atraeré a mí.
Sigue: "Ahora, pues, vengo a ti". Tal vez preguntará alguno: ¿acaso no
podrá guardarles marchándose? Puede, en verdad, pero manifestó por qué
lo decía, añadiendo: "Esto lo hablo en el mundo, para que tengan mi
gozo completo en sí mismos"; esto es, para que no se turben, siendo
como son imperfectos. Con estas palabras les dio todas las seguridades
de su gozo y descanso.
San Agustín,
ut supra
O de otro modo, ya más arriba queda
expresado cuál sea este gozo, cuando dice: "Para que sean uno como uno
somos nosotros": "he aquí su gozo" (esto es, el que El les ha
reportado), y que para completarlos, dice "he hablado en el mundo".
Dice que ha hablado en el mundo el que poco antes había dicho "ya no
estoy en el mundo", porque aun no se había ido y estaba aún aquí, y al
momento había de marchar, y se consideraba ya ausente.
Notas
1. A
diferencia del modo en que los seres humanos comparten la naturaleza
humana, "las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino
que cada una de ellas es enteramente Dios... 'Cada una de las tres
personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la
naturaleza divina' (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804)" (
Catecismo de la Iglesia Católica, 253).
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14-19 |
"Yo les di tu palabra, y
el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes
de mal. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos con tu verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me
enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo
me santifico a mí mismo, para que ellos sean también santificados en
verdad". (vv. 14-19)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
El Señor indica nuevamente el motivo por
qué sus discípulos son dignos de gozar de toda la protección del
Padre, diciendo: "Yo les di tu palabra, y el mundo les aborreció".
Como si dijera: "Por ti y por tu palabra han sido aborrecidos".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 108
Todavía no habían experimentado los
padecimientos que siguieron después, pero, como de costumbre, habla en
pretérito, cuando se refiere a lo futuro. Después expresa la causa por
qué el mundo los aborrece, diciendo: "Porque no son del mundo". Les
fue dado a ellos que no fuesen del mundo como El, y sigue: "Como yo,
que no soy del mundo". El Señor nunca fue del mundo, porque, aun en la
forma de siervo, fue concebido por el Espíritu Santo, por el cual
fueron ellos regenerados. Aunque ya no eran de este mundo, era, sin
embargo, necesario que estuviesen en él. "No pido que los saques de
este mundo".
Beda
Como si dijera: Ya apremia el tiempo en
que yo sea sacado de este mundo y, por tanto, es necesario que ellos
no salgan ahora de él. Pero lo que sigue "Sino que los libres del
mal", si bien puede entenderse de todo el mal, quiere decir
principalmente de la apostasía.
San Agustín,
ut supra
Repite, pues, la misma sentencia,
diciendo: "No son de este mundo, como yo no lo soy".
Crisóstomo,
ut supra
Había dicho antes: "Los que me diste del
mundo", hablando allí de la naturaleza, pero aquí de las malas obras;
dice, pues: "No son de este mundo", porque nada hay en ellos común con
la tierra, pues se han hecho ciudadanos del cielo, en lo que les
manifestó su amor alabándolos ante su Padre. En lo que dice
como, manifiesta su igualdad con el Padre por
la unidad; pero tratándose de nosotros con Cristo, existe inmensa
distancia entre unos y otros. Cuando dijo primero "Guárdalos de mal",
no habla sólo de los peligros, sino de la permanencia en la fe, por lo
que añade: "Santifícalos en la verdad".
San Agustín,
ut supra
Así son preservados del mal, como pidió
anteriormente que sucediera. Puede preguntarse: ¿cómo no eran ya del
mundo, si no estaban santificados en la verdad? ¿Acaso por estar
santificados en la misma, progresan en santidad sin el auxilio y la
gracia de Dios? Son santificados en la verdad los herederos del Nuevo
Testamento, de cuya verdad fueron figura las ceremonias del Antiguo
Testamento. Y, cuando son santificados en la verdad, se santifican en
Cristo, que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (
Jn 14,6). Sigue: "Tu palabra es la verdad".
En el Evangelio griego se lee logoV; esto
es, Verbo. Santificó, pues, el Padre, en
verdad; esto es, en su Verbo Unigénito, a sus herederos y coherederos.
Crisóstomo,
ut supra
O de otro modo: "Santifícalos en la
verdad", hazlos santos dándoles el Espíritu Santo y una sana doctrina,
porque los santos preceptos de Dios instruyen y santifican el corazón.
Y por lo que aquí habla de los dogmas de Dios, añade: "Tu palabra es
verdad"; esto es, en ella no se encuentra mentira y nada nos muestra
en apariencia. Me parece que también significan otra cosa estas
palabras: "Santifícalos en la verdad"; esto es, destínalos a la
predicación. Por lo que sigue: "Así como tú me enviaste al mundo, así
yo los envié".
Glosa
Para lo que Cristo fue enviado, para lo
mismo son enviados ellos. Por lo que San Pablo dice: "Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo, y puso en nosotros el Verbo de
reconciliación" ( 2Cor 5,19). La palabra que
emplea, como, no implica igualdad entre El y
los Apóstoles sino en cuanto es posible aplicarla a los hombres. Dice
que El los envió al mundo, siguiendo la costumbre de usar el tiempo
pretérito por el futuro, dando por hecho lo que se había de hacer.
San Agustín,
ut supra
Claramente se ve por esto que aún habla de
los Apóstoles, pues este nombre de apóstoles,
que es griego, significa enviados, y por cuanto constituido Cristo
Cabeza de la Iglesia, son ellos sus miembros. Dice: "Y por ellos me
santifico a mí mismo"; esto es, yo los santifico en mí mismo, siendo
ellos yo. Y para que entendiéramos que cuando dice "Por ellos me
santifico a mí mismo" lo decía porque los santificaba en sí, otra vez
añadió: "Y sean santificados en la verdad". Esto es, en mí, según que
el Verbo es la verdad, en la que el mismo Hijo del hombre fue
santificado desde el principio. Cuando "El Verbo se hizo carne" (
Jn 1,14), entonces, se santificó en sí. Esto
quiere decir que se santificó a sí hombre en sí Verbo, porque el Verbo
y el hombre son uno en Cristo. Respecto de sus discípulos, dice: "Y
por ellos me santifico yo a mí mismo, esto es, a ellos en mí, porque
ellos en mí soy yo mismo, para que sean santificados en la verdad".
¿Qué quiere decir "Y ellos", sino: como yo y en la verdad que yo soy?
Crisóstomo,
ut supra
O de otro modo: "Por ellos me santifico a
mí mismo". Esto es, me ofrezco a mí mismo a ti en sacrificio, pues
santas se llaman cuantas víctimas se ofrecen a Dios, porque
antiguamente la santificación era en figura, como en la oveja, mas
ahora es en la misma verdad. Y por esto añade: "Para que sean ellos
santificados en la verdad", pues te los ofrezco en sacrificio. Por lo
que finalmente dice que El mismo que se ofrece es la cabeza de ellos,
o que se inmolan a sí mismos, como dice el Apóstol a los romanos:
"Ofreced vuestros cuerpos a Dios en hostia viva, santa, agradable a
Dios" ( Rom 12,1), etc.
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20-23 |
"Mas no ruego tan
solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por
la palabra de ellos, para que sean todos una misma cosa; así como tú,
Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria
que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos
una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en una
cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado y que los has
amado, como también me has amado a mí". (vv. 20-23)
San Agustín,
in Ioannem, tract., 109
Como rogara el Señor por sus discípulos, a
los que llamó Apóstoles, unió también a los
demás que habían de creer en El, diciendo: "No por ellos tan sólo
ruego, sino", etc.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
De aquí saca nuevo motivo de consuelo para
ellos, descubriéndoles que serán la causa de la salvación de otros,
cuando dice: "Que han de creer en mí por su palabra".
San Agustín,
ut supra
En lo que quiso designar como suyos, no
sólo a los que entonces vivían, sino también a los venideros; y no
sólo a los que viviendo oyeron a los apóstoles, sino a los que nacidos
mucho después de la muerte de ellos hemos creído en Cristo. Porque los
que vivieron con el Señor y le oyeron, predicaron a los demás. Y así
su palabra llegó hasta nosotros y llegará a los que vendrán después,
que han de creer en todo el mundo. Nótese que en esta oración no ruega
por aquellos que a la sazón no estaban con El ni tampoco por los que
estarán después, sino que ora por los que creyeron en El
anteriormente. ¿Acaso estaban entonces con el Señor Nathanael, José de
Arimatea y otros muchos de quienes dice San Juan que creyeron en El?
Omito citar al anciano Simeón, Ana la profetisa, Zacarías, Isabel y
Juan el Precursor, porque podría responderse que no debía pedirse por
tales muertos, que habían salido de este mundo llenos de grandes
méritos, lo cual puede igualmente decirse de los antiguos justos. Pero
debe entenderse, que los apóstoles todavía no creían con la perfección
que Cristo quería que creyeran en El; pero después de su resurrección,
enviado el Espíritu Santo, instruidos y confirmados, creyeron como
convenía. Mas nos queda por resolver la cuestión del apóstol San
Pablo, que dice no fue hecho Apóstol por los hombres, ni por el hombre
( Gál 1,1); y el ladrón que creyó cuando en
los mismos doctores desapareció toda fe. Por fin, concluye que
entendamos lo que fue dicho "por la palabra de ellos", lo que del
mismo Verbo predicaron en el mundo. Se ha dicho, pues, "palabra de
ellos" porque ya desde el principio y con mucha solicitud fue
predicada por ellos, pues ya se predicaba en la tierra cuando, por
revelación de Jesucristo, Pablo la recibió de ellos. Por esto el
ladrón creía en la palabra de ellos. Aquella oración, pues, de nuestro
Redentor fue por todos los que redimió, ya estuvieran vivos o ya
hubieran de vivir después. La razón de rogar por ellos la expresó a
continuación diciendo: "Para que todos sean uno".
Crisósostomo,
in Ioannem, hom. 81
Aquí pidió para todos lo mismo que arriba
para los apóstoles, a fin de que todos (esto es, nosotros y ellos)
seamos una misma cosa. Y así termina su oración, como la empezó; pues
al principio dijo: "Os doy el mandamiento nuevo de que os améis los
unos a los otros" ( Jn 13,34).
San Hilario,
De Trin. l. 7
Después demuestra con un ejemplo el
provecho de la unidad, diciendo: "Como tú Padre, en mí y yo en ti,
para que ellos sean una cosa en nosotros". A saber: como el Padre está
en el Hijo y el Hijo está en el Padre, así según la forma de esta
unidad entre el Padre y el Hijo todos fuesen una cosa.
Crisóstomo,
ut supra
Esto mismo que dice,
como, no demuestra expresa y exacta igualdad sino en cuanto es
posible en los hombres, a la manera de cuando dice: "Sed
misericordiosos como vuestro Padre celestial" ( Lc
6,36), etc.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 110
Debe advertirse aquí con eficacia, que el
Señor no dijo: "Para que todos seamos uno, sino "Para que todos sean
uno, como tú Padre, en mí y yo en ti". Se sobreentiende: Somos uno,
porque así está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, que son
uno, pues son de la misma sustancia. Nosotros en verdad podemos ser
una cosa en ellos, pero no con ellos, porque nosotros no somos con
ellos de la misma sustancia. Así están ellos en nosotros o nosotros en
ellos, para que sean uno en su naturaleza y nosotros lo seamos en la
nuestra. Por tanto, ellos están en nosotros como Dios en el templo y
nosotros estamos en ellos como la creatura en su Creador
1.
Añadió, pues: "En nosotros" para que conozcamos que esto se nos
concede, no por nuestros méritos, sino por una fidelísima caridad de
la gracia de Dios.
San Agustín,
De Trin. 3, 9
O bien, porque no pueden ser en sí mismo
una misma cosa los que están separados por diversas pasiones de
voluptuosidad, concupiscencia e inmundicia de pecados. Por tanto,
deben purificarse por el Mediador, para que sean una cosa con El.
San Hilario,
De Trin. l. 8
Esforzándose los herejes en seducir a fin
de que de las palabras "Yo y el Padre somos uno" (
Jn 10,30), no se creyera la unidad de naturaleza y la
indiferibilidad de la divinidad, sino una concordia nacida del amor de
mutua voluntad, adujeron como ejemplo de esta unidad, estas palabras
del Señor: "Que todos sean uno", etc. Pero aunque la impiedad
tergiverse la comprensión del sentido de las palabras dichas, no es
posible apartarse de ellas. Pues, si están regenerados en la
naturaleza de una misma vida y eternidad, desaparece el asentimiento
individual en los que son de la misma naturaleza. El ser uno es propio
solamente de la naturaleza del Padre y del Hijo, porque Dios es el
Unigénito de Dios en la naturaleza de su origen
2.
San Agustín,
ut supra
¿Qué quiere decir "Para que el mundo crea
que tú me enviaste"? ¿Acaso creerá el mundo cuando todos seamos una
misma cosa en el Padre y el Hijo? ¿Por ventura no es ésta aquella
eterna paz que es más bien el premio de la fe que la misma fe? Pues si
en esta vida todos los que profesamos una misma fe somos una misma
cosa, por consecuencia somos uno, no para que creamos sino porque
creemos. ¿Qué quiere decir, pues: "Todos sean uno, para que el mundo
crea"? Ciertamente cuando habla de todos se
refiere al mundo creyente. De éstos dirá lo mismo que había dicho en
aquellas palabras: "No ruego sólo por ellos, sino por los que han de
creer en mí por su palabra" ¿Cómo, pues, lo hemos de entender sino
diciendo que no puso como causa, "Para que el mundo crea que son una
misma cosa", sino que orando dijo: "Para que el mundo crea", como
había dicho "Para que sean uno mismo"? Finalmente, la exposición de
esta sentencia será más clara si añadimos la palabra
Ruego en todas sus cláusulas: "Ruego que todos sean uno; ruego
que ellos sean una misma cosa en nosotros; ruego que el mundo crea por
que tú me enviaste".
San Hilario,
De Trin. l. 8
O por esto el mundo ha de creer que el
Hijo ha sido enviado por el Padre, porque todos los que creerán en El
serán una misma cosa en el Padre y el Hijo.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
Nada hay que escandalice tanto como la
división, así como la unidad de los creyentes edifica para creer. Ya
dijo al principio: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si os amarais mutuamente" ( Jn 13,35), pues
si altercaren, no se llamarán discípulos del pacífico Maestro, pues no
reconociéndome a mí como pacífico, no confesarán que tú me enviaste.
San Agustín,
ut supra
Después nuestro Salvador, que rogando al
Padre se mostraba hombre, ahora se manifiesta Dios con el Padre,
haciendo lo que El mismo pide. Por lo que sigue: "Y yo les di a ellos
la gloria que tú me diste", etc. ¿Qué gloria, sino la inmortalidad que
en El había de recibir la naturaleza humana? Indica con palabras de
pasado la futura inmortalidad de la predestinación. Debe entenderse,
que la inmortalidad que dice ha recibido del Padre, también se la ha
dado a sí mismo, pues cuando calla su operación en las obras del
Padre, nos enseña la humildad; pero cuando en sus obras nos habla de
la operación del Padre, nos prueba su igualdad. En esta forma y
ocasión ni se hizo extraño a la obra del Padre, aunque había dicho "La
gloria que tú me diste", ni hizo ajeno de su obra al Padre aunque
dijera, "La di a ellos"; pues así como por el hecho de rogar al Padre
por todos los suyos quiso que se verificara que todos fueran una misma
cosa; del mismo modo quiso que se hiciera en su favor lo que dijo: "Di
a ellos la gloria que tú me diste", pues a continuación añadió: "Para
que sean una cosa en nosotros, así como nosotros somos una misma
cosa".
Crisóstomo,
ut supra
O llama claridad
a la gloria que resulta de los milagros y los dogmas, y para que sean
unánimes: por lo que añade: "Para que sean una cosa en nosotros, como
somos nosotros una misma cosa"; pues esta gloria de estar unánimes, es
mayor que la de hacer milagros, y todos los que por los apóstoles
creyeron son una misma cosa; y si algunos se han separado ha sido
efecto de su desidia, lo cual a El no se le ocultó.
San Hilario,
ut supra
Por el honor dado y recibido todos son una
misma cosa, pero no comprendo por qué razón la gracia dada perfecciona
la unión. Pero el Señor expuso cierta graduación y orden de consumar
la unión cuando dijo: "Y sean una cosa en nosotros", para que siendo
El con el Padre una misma cosa por la naturaleza de la divinidad,
nosotros lo fuésemos en El por su corporal nacimiento y doblemente El
en nosotros por la fe en el misterio del Sacramento de la Eucaristía,
quedando demostrada la perfecta unión por el Mediador.
Crisóstomo,
ut supra
Ya en otro lugar dice de sí y del Padre:
"Vendremos y haremos mansión en él", oponiéndose aquí a la herejía de
Sabelio, que establece dos personas y destruyendo la de Arrio que dice
que el Padre no viene a los discípulos por el Hijo, sino por sí.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 110
Ni tampoco esto quiere decir que el Padre
no esté en nosotros, ni nosotros en el Padre, sino que por Cristo,
Mediador entre Dios y los hombres, se hizo aún más cercano. Por lo que
añadió: "Para que sean consumados en una misma cosa", demuestra que la
reconciliación obrada por el Mediador nos conduce a la reconciliación,
para que disfrutemos de la perfecta bienaventuranza. Por eso sigue:
"Para que conozca el mundo que tú me enviaste". No creo que esto deba
entenderse como cuando dijo: "Para que el mundo crea", porque mientras
creemos lo que no vemos, no estamos aún consumados, como lo estaremos
cuando merezcamos ver lo que creemos. Cuando se habla de consumación,
debe entenderse conocimiento, como el que se realizará por la visión,
no como ahora por la fe. Por ende el mundo lo constituyen los mismos
creyentes, no persistiendo enemigo, sino convertido en amigo. Por esto
sigue: "Y los amaste, como me amaste a mí", pues el Padre nos ama en
el Hijo porque nos eligió en El. Por esto no somos iguales al Hijo
Unigénito, pues no siempre se denota igualdad cuando se dice: así como
aquello es ésto, sino alguna vez se puede entender: porque aquello es,
lo es también esto. Tal es el caso de las palabras "Los amaste como me
amaste a mí", con las que se quiere decir: los amaste porque me amaste
a mí, pues no hay otro motivo para amar a sus discípulos que el de
amarle a El. Como, pues, no aborreció nada de lo que hizo, ¿quién
podrá expresar dignamente cuánto ama a los miembros de su Hijo, y
cuánto más a su mismo Unigénito?
Notas
1. "La
Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres
personas: "la Trinidad consubstancial". Las personas divinas no se
reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente
Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el
Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un
solo Dios por naturaleza". "Cada una de las tres personas es esta
realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina"
( Catecismo de la Iglesia Católica, 253). "El
creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase
sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los
límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen
la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más
que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos,
nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: "Porque
somos también de su linaje" ( Hech 17,25-28).
2. "Y
la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta: "¡Oh Hijo
unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para
salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen
María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la
cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima
Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡sálvanos!"
-Liturgia bizantina, Tropario O monoghenis -
( Catecismo de la Iglesia Católica, 469).
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24-26 |
"Padre, quiero que
aquellos que tú me diste estén conmigo en donde yo estoy, para que
vean mi gloria que tú me diste, porque me has amado antes del
establecimiento del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido,
mas yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Y les
hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que
me has amado esté en ellos y yo en ellos". (vv. 24-26)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
Después que había dicho que muchos
creerían por ellos y que gozarían de mucha gloria, pasa a hablar de
las coronas que les estaban reservadas, diciendo: "Padre, quiero que
los que tú me diste estén conmigo donde yo estoy".
San Agustín,
in Ioannem, tract., 110 et 111
Estos son los que recibió del Padre y El
eligió del mundo, pues como dice en el exordio de su oración, "Le dio
potestad sobre toda carne (esto es, todo hombre) para que les dé la
vida eterna". En lo que manifestó haber recibido todo poder sobre todo
hombre, para que salvara y condenara a los que quisiera, por lo que a
todos sus miembros prometió el premio de estar con El donde El esté. Y
no podrá dejar de hacerse lo que el Hijo omnipotente diga al Padre
omnipotente que se haga, pues una es la voluntad del Padre y del Hijo;
y si no puede comprenderlo nuestra flaqueza, créalo la piedad. Por lo
que atañe a la humanidad, en la que fue hecho de la descendencia de
David, según la carne, pudo decir "Donde yo estoy", refiriéndose ya al
lugar donde muy pronto estaría. En el cielo, pues, nos prometió que
estaríamos, porque a él fue elevada la forma de siervo que tomó de la
Virgen y fue colocada a la diestra del Padre.
San Gregorio,
Moralium 27, 1
En lo que se ve nuevamente lo que la
verdad dice: "Nadie sube al cielo, sino el que baja del cielo" (
Jn 3,13); lo cual no se diferencia de sus
palabras, porque hecho el Señor cabeza de sus miembros, segregada la
multitud de los réprobos, queda sólo con nosotros; y así como nosotros
hemos sido hechos una cosa con El, volverá solo con nosotros allá de
donde vino solo.
San Agustín,
in Ioannem, tract., 111
En lo que respecta a su divinidad, en la
que es igual al Padre, si según ella queremos entender aquellas
palabras: "En donde yo estoy, estén ellos conmigo", desaparece del
alma todo pensamiento de imágenes corporales y no se comprende la
manera en la que el Hijo es igual al Padre, porque nadie puede llegar
allí donde no pertenece. Por tanto, no le fue bastante el decir
"quiero que ellos estén donde yo estoy", sino que añadió "conmigo". El
estar con El es un gran bien, pues los desgraciados pueden estar donde
esté El, pero con El sólo están los bienaventurados. Y aun cuando
visible (aunque muy diferente), pongamos algún ejemplo: a la manera
que el ciego esté en lugar donde hay luz, no está, sin embargo, con la
luz, sino ausente de ella, así también no sólo los infieles, sino que
también los fieles, aunque no puedan nunca estar donde no esté Cristo,
no están, sin embargo, con Cristo por visión, pues no hay duda que el
fiel está en Cristo por la fe; pero aquí hablaba de aquella visión con
la que "le veremos como es"; por lo que añadió: "Para que vean mi
gloria", etc. "Para que vean", dijo; no para que crean, el premio de
la fe es la gloria, no la fe.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 81
Pero no dijo para que participen de mi
gloria, sino "Para que la vean", dando a entender disimuladamente que
toda la bienaventuranza consiste en ver al Hijo de Dios. Dióle, pues,
el Padre la gloria cuando le engendró.
San Agustín,
ut supra
Cuando, pues, viéremos la gloria que el
Padre dio al Hijo, entendiendo aquí que se trata no de la que el
Padre, igual al Hijo, le dio al engendrarle, sino de la que el Hijo,
hecho hombre, recibió después de la muerte de cruz; cuando veremos
aquella gloria del Hijo, entonces se hará el juicio, entonces será
echado el impío, para que no vea la gloria de Dios, la cual no es otra
cosa que el mismo Dios. Pero si recibimos estas palabras en el sentido
de que el Hijo es Dios, "quiero que en donde yo estoy estén ellos
conmigo", estaremos con Cristo en el Padre, quien al decir "Para que
vean mi gloria que me diste", a continuación añadió: "Porque me
amaste", etc. En El, pues, nos amó antes de la creación del mundo, y
entonces predestinó lo que se hará en el fin del mundo.
Beda
Llama, pues, gloria, al amor con que es
amado por el Padre antes de la creación del mundo. En aquella gloria
nos amó también a nosotros antes de la creación del mundo.
Teofilacto
Después que rogó por los fieles y les
prometió toda prosperidad, expresa una cosa piadosa, digna y propia de
su mansedumbre. "Padre justo, el mundo no te reconoció"; como si
dijera: Yo desearía que todos los hombres consiguieran los bienes que
he pedido para los fieles. Pero porque te desconocieron, no alcanzarán
la gloria y las coronas.
Crisóstomo,
ut supra
Me parece que dice esto con tristeza,
porque no quisieron conocer al que es tan justo y bueno. Así pues, no
es esto lo que dicen los judíos, porque ellos dicen que en verdad,
conocen al Padre mientras que el Hijo lo ignora. Pero es al contrario.
De donde añade: "Yo, pues, te conocí, y éstos conocieron que tú me
enviaste, y les hice conocer tu nombre para hacerme conocer", etc.,
por el Espíritu Santo, dándoles perfecto conocimiento. Si, pues,
aprendieren quién eres tú, sabrán que yo no estoy separado sino muy
amado de ti, e Hijo propio y conjunto contigo. Esto procuré
persuadirles para permanecer yo en ellos, y así ellos guardarán la fe
y el amor que hay en mí. Y sigue: "Para que el amor con que tú me
amaste esté en ellos", como si dijera: Amándome ellos, en ellos
permaneceré.
San Agustín,
ut supra
O de otro modo: ¿Qué es conocerle sino
vida eterna? La que no dio al mundo condenado, la dio al reconciliado.
Así, pues, el mundo no le conoció porque es justo; así le retribuiste
su merecido para que no conociese; pero el mundo reconciliado conoció,
porque El es misericordioso, y el conocerte no fue por sus méritos
sino por tu gracia. Y después sigue: "Pero yo te conocí". El es la
fuente de la gracia, y Dios por naturaleza; pero hombre por gracia
inefable del Espíritu Santo, nacido de la Virgen. Finalmente, por
cuanto la gracia de Dios viene por Jesucristo, dice: "Y le conocieron"
(este es el mundo reconciliado); y así: "Porque tú me enviaste"; luego
conocieron por gracia. "Y les hice conocer tu nombre (por la fe), y lo
haré conocer (por visión) para que el amor con que tú me amaste esté
en ellos". De esta misma frase uso el Apóstol: "Yo he peleado buena
batalla" ( 2Tim 4,7); no dice en buena
batalla (que sería más usual). ¿Cómo, pues, está en nosotros el amor
con que el Padre amó al Hijo, sino porque somos miembros suyos y somos
amados en El, como es El todo amado; esto es, la cabeza y el cuerpo?
Por eso añadió "Y yo en ellos". Está, pues, en nosotros como en su
templo, y nosotros en El como en nuestra cabeza.
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