CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

 

01-13

"Entonces será semejante el reino de los cielos a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo y a la esposa. Mas las cinco de ellas eran fatuas, y las cinco prudentes. Y las cinco fatuas, habiendo tomado sus lámparas, no llevaron consigo aceite. Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con las lámparas. Y tardándose el esposo comenzaron a cabecear, y se durmieron todas. Cuando a la media noche se oyó gritar: Mirad que viene el esposo, salid a recibirle. Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes, y aderezaron sus lámparas. Y dijeron las fatuas a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan. Respondieron las prudentes, diciendo: Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras, id antes a los que lo venden y comprad para vosotras. Y mientras que ellas fueron a comprarlo, vino el esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta. Al fin vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas él respondió, y dijo: En verdad os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora". (vv. 1-13)

 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
En la anterior parábola manifestó el Señor la pena que sufría el soberbio y el lujurioso que disipaban los bienes del Señor; en ésta conmina con el castigo aun a aquél que no saca utilidad y no se provee abundantemente de lo que le hace falta. Tienen ciertamente aceite las vírgenes necias, pero no abundante. Por lo que dice: "Entonces será el reino de los Cielos semejante a diez vírgenes".
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Dice, "entonces" porque todo esto se refiere al gran día del Señor del que arriba hablaba.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12,1
El reino de los cielos, del presente tiempo, se llama la Iglesia; como se lee en San Mateo: "Enviará el Hijo del hombre sus ángeles y quitarán de su reino todos los escándalos" ( Mt 13,41).
 
San Jerónimo
La semejanza de las diez vírgenes necias y prudentes, es aplicada por algunos sencillamente a las vírgenes, de las cuales unas según el Apóstol lo son de cuerpo y de espíritu; y otras solamente de cuerpo, careciendo de las demás obras; o guardadas bajo la custodia de sus padres; pero que sin embargo intentan casarse. Pero a mí me parece, por lo arriba dicho, que es otro el sentido, y que no pertenece esta comparación a la virginidad corporal, sino a todo género de personas.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12,1
En cada hombre se encuentran duplicados los cinco sentidos, y el número de los cinco duplicados completa el de diez; y porque de la reunión de los fieles de uno y otro sexo resulta la multitud, la Santa Iglesia la compara a diez vírgenes. Y como los buenos están mezclados con los malos, y los réprobos con los elegidos, propiamente se asemeja a la mezcla de las vírgenes prudentes y las necias.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Por esto, pues, expone esta parábola en la persona de las vírgenes para demostrar que aunque la virginidad sea una gran virtud, sin embargo será arrojada fuera con los adúlteros si no practica las obras de misericordia.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
O de otro modo: los sentidos de todos los que recibieron la palabra de Dios, son vírgenes; pues tal es la virtud de la palabra divina, que de su pureza participan todos los que por su doctrina abandonaron la idolatría y se convirtieron por Jesucristo al culto de Dios. Y sigue: "Que tomando sus lámparas salieron", etc. Toman sus lámparas, es decir, los órganos de sus sentidos, y salen del mundo de los errores al encuentro del Salvador, que siempre está preparado a venir para entrar juntamente con los que son dignos en la Iglesia, su bienaventurada esposa.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
O de otro modo: nuestro esposo y nuestra esposa es nuestro Dios encarnado, pues, para el espíritu la esposa es la carne. Las lámparas que tomaron es la luz de las almas que resplandecieron por el Sacramento del Bautismo.
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
También las lámparas que llevan en las manos son las buenas obras; pues escrito está en San Mateo: brillen vuestras obras delante de los hombres ( Mt 5,16).
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12
Los que rectamente creen y justamente viven, son comparados a las cinco vírgenes prudentes. Pero los que confiesan en verdad la fe de Jesucristo, pero no se preparan con buenas obras para la salvación, son como las cinco vírgenes necias. Por lo que añade: cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.
 
San Jerónimo
Son ciertamente cinco los sentidos que aspiran a las cosas celestiales y las desean. Acerca, pues, de la vista, del oído y del tacto, ha dicho especialmente San Juan: "lo que vimos, lo que oímos, lo que con nuestros ojos examinamos y nuestras manos tocaron" ( 1Jn 1,1). Sobre el gusto: "gustad y ved cuán suave es el Señor" ( Sal 33,9). Sobre el olfato: "corremos siguiendo el olor de tus unciones" ( Cant 1,3). También son cinco los sentidos terrenos que exhalan fetidez.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Por las cinco vírgenes necias se entiende la pérdida de la continencia destruida por los cinco deleites de la carne; pues debe contenerse el apetito de la voluptuosidad de los ojos, de los oídos, del olfato, del gusto y del tacto. Pero como esta continencia se hace en parte delante de Dios para agradarle con el gozo interior de la conciencia y en parte delante de los hombres únicamente para captarse la gloria humana, por eso se llaman cinco prudentes y cinco necias, si bien unas y otras se llaman vírgenes. Porque ambas gozan del mismo título aunque por diverso motivo.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
Así como las virtudes simultáneamente se acompañan entre sí, de modo que el que tuviese una las tenga todas, del mismo modo los sentidos se siguen mutuamente. Por tanto, es necesario que, o todos los cinco sentidos sean prudentes, o todos necios.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
La división entre cinco prudentes y cinco necias, debe entenderse en absoluto de los fieles y de los infieles.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12
Pero es de notar que todas llevan lámparas, pero no todas tienen aceite: sigue pues: "Pero las cinco necias no tomaron aceite", etc.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
El aceite es el fruto de las buenas obras; las lámparas son los cuerpos humanos, en cuyas entrañas debe esconderse el tesoro de la buena conciencia.
 
San Jerónimo
Aceite tienen las vírgenes, que según la fe se adornan con buenas obras. No tienen aceite los que parece que profesan la misma fe, pero descuidan la práctica de las virtudes.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Por aceite pienso puede significarse la alegría, según aquello del salmo: "Te ungió el Señor tu Dios con el aceite del regocijo" ( Sal 44,8). Por consiguiente, el que no se alegra porque interiormente agrada a Dios, éste no tiene aceite, pues no siente placer sino en las alabanzas de los hombres. Pero las prudentes tomaron aceite con las lámparas, esto es, pusieron la alegría de las buenas obras "en sus vasos", esto es, en el corazón y en la conciencia: "pusieron". Como el Apóstol avisa: "Pruébese, dice, a sí mismo el hombre y entonces tendrá la gloria en sí, y no en otro" ( Gál 6,4).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Llama aquí aceite a la caridad y a la limosna y a cualquier socorro prestado a los indigentes: llama también carismas de la virginidad a las lámparas; y por eso llama necias a las que vencieron la dificultad mayor y por la menor lo perdieron todo. Pues ciertamente cuesta más vencer los deseos de la carne que los de las riquezas.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
El aceite es la palabra divina que llena los vasos de las almas; pues nada conforta tanto como la predicación moral, que es como el aceite de la luz. Las prudentes, pues, tomaron este aceite, que les fue bastante aun tardando la salida, y la permanencia del Verbo que venía a perfeccionarlas. Las necias, no obstante que tomaron las lámparas desde el principio encendidas en verdad, no tomaron el aceite suficiente hasta el fin; siendo negligentes en recibir la doctrina que confirma en la fe y alumbra las buenas obras.
Sigue: "Tardando, pues, el esposo, dormitaron", etc.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
En el intervalo de tiempo desde la venida del Señor hasta la resurrección de los muertos, mueren hombres de ambos géneros.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12
Dormir es morir, y dormitar antes del sueño es desfallecer en la virtud antes de la muerte, porque del peso de la enfermedad viene el sueño de la muerte.
 
San Jerónimo
Dormitaron, esto es, murieron. Por consiguiente, dice: "durmieron" porque después han de ser despertadas. Por esto, pues, dice: "haciéndose esperar el esposo", manifestó que no es corto el tiempo que ha de pasar entre la primera y segunda venida del Señor.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
Tardando el esposo, y no viniendo pronto el Verbo a la consumación de la vida, padecen algo los sentidos dormitando y como en la noche del mundo vegetando: "Y durmieron" como obrando perezosamente en sentido espiritual, pero no abandonaron las lámparas ni desconfiaron de la conservación del aceite las prudentes. De lo que sigue: "a la media noche, pues, se dio la voz", etc.
 
San Jerónimo
La tradición judía es que Cristo vendrá a media noche como en tiempo de los egipcios, cuando se celebró la Pascua y vino el Angel exterminador, y el Señor pasó por encima de los tabernáculos, y los postes de los frontispicios de nuestras casas fueron consagrados con la sangre del cordero. De lo que infiero que permanece la tradición apostólica, de que en el día de la vigilia de Pascua, no es lícito despedir al pueblo antes de media noche, esperando la venida de Cristo, para que después de pasado este tiempo se tenga la seguridad de que todos celebran el día festivo. Por lo que dice el salmo: "Me levantaba a media noche a confesar tu nombre" ( Sal 118,62).
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
A media noche, esto es, cuando nadie lo sabe ni lo espera.
 
San Jerónimo
De repente, y como en intempestiva hora de la noche, tranquilos todos, y cuando sea más pesado el sueño, los ángeles que precedan al Señor anunciarán al clamor de sonoras trompetas la venida de Jesucristo, significada por estas palabras: "He aquí que viene el esposo; salid a su encuentro".
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Al sonido de la trompeta sale a su encuentro la esposa: serán, pues, ya dos en uno, esto es, la naturaleza humana y Dios, porque la bajeza de la carne será transformada en gloria espiritual.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Lo que dice arriba, de que tan sólo las vírgenes irán al encuentro del esposo, debe entenderse, que la llamada esposa está formada de la reunión de las vírgenes; a la manera que todos los cristianos que concurren a la Iglesia son llamados hijos porque acuden a su madre. De la reunión de estos mismos hijos, se compone la que se llama madre. Ahora bien, la Iglesia queda desposada y virgen, convoca a las nupcias, pero éstas se celebran en el tiempo en que estando para perecer toda la humanidad, entra por esta unión en el goce de la inmortalidad.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
A la media noche, esto es, en la profundidad del sueño, dieron, según pienso, los ángeles el grito de alerta, queriendo despertar a todos. Son los ángeles los custodios de las almas, que clamando despiertan interiormente a todos los que duermen: "He aquí que viene el esposo, salid a su encuentro", y a esta excitación que todos oyeron, se levantaron. Pero no todos prepararon bien sus lámparas, por lo que sigue: "Entonces todos se levantaron, y prepararon sus lámparas", etc. Se preparan las lámparas con el recto uso de los sentidos, según los preceptos evangélicos, porque los que hacen mal uso de ellos, no llevan provisión en sus lámparas.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12
Entonces todas las vírgenes se levantan porque tanto los elegidos como los réprobos despiertan del sueño de la muerte; preparan sus lámparas, porque cuentan en su conciencia sus obras, por las que esperan recibir la bienaventuranza.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Prepararon sus lámparas, esto es, la cuenta de sus obras.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Tomar las lámparas, es volver las almas a sus cuerpos; y su luz es la conciencia de las buenas obras, que brilla en los vasos de los cuerpos.
 
Orígenes
Pero las lámparas de las vírgenes necias se apagan, porque las obras, que por defuera parecían buenas a los hombres, a la venida del Juez quedan por dentro oscuras. Por lo que sigue: Las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite", etc. ¿Por qué piden entonces aceite a las prudentes, sino porque a la venida del Juez se encuentran interiormente vacías, y buscan apoyo fuera de sí? Como si desconfiadas de sí mismas digan a sus prójimos: porque veis que nosotras seremos rechazadas por falta de buenas obras, sed vosotras testigos de que las hicimos.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Se acostumbra siempre buscar aquello que nos complace. Así es que se quiere el testimonio de los hombres, que no penetran el corazón, para presentarlo ante Dios, que registra en el corazón; pero las obras que se apoyan en alabanza ajena, quitada ésta, desaparecen, por lo que sus lámparas se apagan.
 
San Jerónimo
Pero las vírgenes que sienten apagarse sus lámparas, hacen ver que en parte alumbran; pero no con luz inextinguible, ni con obras duraderas. Si, pues, alguno tiene alma pura y ama la honestidad, no debe contentarse con aquellas obras mediocres y que pronto se agostan; sino con perfectas virtudes para que brillen eternamente.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Estas vírgenes no sólo eran necias porque descuidaron las obras de misericordia, sino que también, porque creyeron que encontrarían aceite en donde inútilmente lo buscaban. Aunque nada hay más misericordioso que aquellas vírgenes prudentes, que por su caridad fueron aprobadas; sin embargo, no accedieron a la súplica de las vírgenes necias. Respondieron, pues, diciendo: "No sea que falte para nosotras y para vosotras", etc. De aquí, pues, aprendemos que a nadie de nosotros podrán servirles otras obras sino las propias suyas.
 
San Jerónimo
Las vírgenes prudentes responden así no por avaricia, sino por temor, pues cada uno recibirá el premio por sus obras. Ni en el día del juicio podrán compensarse los vicios de los unos con las virtudes de los otros. Aconsejan las vírgenes prudentes, que no vayan a recibir al esposo sin aceite en las lámparas. Y sigue: "Más vale que vayáis a la tienda y lo compréis".
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Son vendedores aquéllos que necesitando la misericordia de los fieles, nos venden por lo que nos piden, la satisfacción de nuestras buenas obras. Este es el aceite copioso de la luz indeficiente que debe comprarse y guardarse con los frutos de la misericordia.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78, 2
Ya ves qué buena es nuestra negociación con los pobres. Estos no se encuentran allá, sino aquí; por tanto aquí es donde conviene acopiar el aceite para que nos sirva allá, cuando Jesucristo nos llame.
 
San Jerónimo
Este aceite se compra y se vende a mucho precio, y se logra con mucho trabajo: no sólo con las limosnas, sino también con las virtudes y consejos de los maestros.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
Aunque eran necias, comprendían sin embargo, que debían recibir al esposo con luz en todas las lámparas de sus sentidos. Pues veían también que teniendo poco aceite de virtud y acercándose la noche, se apagarían sus lámparas. Pero las prudentes envían a las necias a buscar el aceite de los vendedores porque veían que no habían reunido tanto aceite, esto es, palabra divina que bastase para salvarlas a ellas e instruir a las otras. Por lo que dicen: "Id mejor a los vendedores", esto es, a los Doctores, y "compráoslo" esto es, recibidlo de ellos. Y el precio es la perseverancia y el deseo, la diligencia y el trabajo de los que quieren aprender.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No se crea que dieron un consejo, sino que les recordaron indirectamente su descuido. Los aduladores que alabando lo que es falso o lo que ellos ignoran, meten a las almas en el camino del error, halagándolas como fatuas con falsas satisfacciones, venden también aceite, recibiendo en pago de él alguna gracia temporal. Dícese, por tanto: "Id a los vendedores y compráoslo" esto es, veamos ahora quién os ayuda de los que acostumbraron a venderos alabanzas. Dicen, pues: "No suceda que falte para nosotras y para vosotras" porque de nada sirve el testimonio ajeno en la presencia de Dios, que ve los secretos del corazón. Y apenas a cada uno le basta el testimonio de su conciencia.
 
San Jerónimo
Como había ya pasado el tiempo de vender y llegado el día del juicio, no había lugar a penitencia ni a hacer nuevas obras buenas, y se ven obligados a dar cuenta de las pasadas. Por eso sigue: "Mientras fueron a comprarlo vino el esposo; y las que estaban preparadas, entraron con él a las bodas".
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Las bodas son la adquisición de la inmortalidad y la unión de la corrupción con la incorrupción por un nuevo consorcio.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Por lo que dice: "Mientras fueron a comprarlo", manifiesta, que aunque queramos ser misericordiosos para después de la muerte, de nada nos servirá para evitar la pena; como tampoco le aprovechó a aquel rico, que fue misericordioso y solícito para con sus allegados.
 
Orígenes, in Matthaeum, 32
"Mientras fueron a comprarlo"; se encuentran algunos que cuando debieron aprender algo útil lo despreciaron y al fin de la vida cuando quieren aprender, los coge la muerte.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
"Mientras fueron a comprar", esto es, cuando se inclinaban a las cosas del mundo buscando gozar como acostumbraban de ellas, porque no conocían los placeres del espíritu, vino el Juez, y las que estaban preparadas, eso es, aquéllas que delante de Dios tenían el testimonio de su conciencia, entraron con él a las bodas. Eso es, adonde el alma pura, unida con puro afecto al Verbo divino, alcanza la perfección.
 
San Jerónimo
Después del día del juicio no hay lugar para las buenas obras y la justificación, la puerta está cerrada.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Recibidos en el reino de los cielos aquéllos que han cambiado su vida por la de los Angeles se cierra la entrada; porque después del juicio no tienen lugar los méritos ni las súplicas.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Y sin embargo, cuando ya no hay lugar a penitencia vienen las vírgenes necias pidiendo que se les abra. Por lo que sigue: "Vienen últimamente las demás vírgenes diciendo: Señor", etc.
 
San Jerónimo
En verdad es magnífica confesión esta apelación a Dios y es digno de premio este indicio de fe: pero ¿de qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras?
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 12
Afligidas bajo el peso del sentimiento de la repulsa, redoblan la súplica implorando la autoridad del Señor y sin atreverse a llamar Padre a aquél cuya misericordia despreciaron en vida.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No se dice que compraron aceite; y así debe entenderse que no quedando ya satisfacción ninguna de alabanza ajena, volvieron llenas de angustia y aflicción a implorar la misericordia de Dios. Pero después del juicio es muy grande la severidad de aquél que antes del juicio ensanchó tanto su inefable misericordia. Y por esto sigue: Y el Señor respondiendo dice: "En verdad os digo, que no os conozco". De aquí, pues, aquella regla: no sabe los secretos de Dios, esto es, su sabiduría para entrar en su reino, el que, si bien se afana en obrar según sus preceptos, no es por agradar a Dios sino a los hombres.
 
San Jerónimo
Conoce, pues, el Señor a los suyos, y el que no le conoce será desconocido ( 2Tim 2,19). Y aunque sean vírgenes, ya por la pureza del cuerpo, o ya por la confesión de la verdadera fe, sin embargo, son desconocidas por el esposo porque no tienen aceite. De aquí se infiere aquello de "Vigilad, pues, porque ignoráis el día y la hora": esta sentencia comprende todo lo que queda dicho antes; a fin de que siéndonos desconocido el día del juicio, nos preparemos solícitamente con la luz de las buenas obras.
 
San Agustín, de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No sólo ignoramos en qué tiempo ha de venir el esposo, sino que también la hora de la muerte, para la que cada uno debe estar preparado y aun preparado, se encontrará sorprendido cuando suene aquella voz, que despertará a todos.
 
San Agustín, epistola 80
No faltaron quienes quisieron enseñar que esta parábola de las diez vírgenes se refiere a la venida que todos los días celebra la Iglesia; pero esta interpretación no puede admitirse, pues podría ser impugnada por alguno con razón.

14-30

"Porque así es como un hombre, que al partirse lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes: Y dio al uno cinco talentos, y al otro dos, y al otro dio uno, a cada uno según su capacidad, y se partió luego. El que había recibido los cinco talentos, se fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos ganó otros dos. Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió allí el dinero de su Señor. Después de largo tiempo vino el Señor de aquellos siervos, y los llamó a cuentas. Y llegó el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco he ganado de más. Su Señor le dijo: Muy bien, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu Señor. Y llegó también el que había recibido los dos talentos, y dijo: Señor, dos talentos me entregaste, aquí tienes otros dos que he ganado. Su Señor le dijo: Bien está, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel sobre lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor. Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, se que eres un hombre de recia condición, siegas en donde no sembraste y allegas en donde no esparciste: y temiendo, me fui, y escondí tu talento en tierra; he aquí tienes lo que es tuyo. Y respondiendo su Señor, le dijo: Siervo malo y perezoso, sabías que siego en donde no siembro, y que allego en donde no he esparcido: pues debiste haber dado mi dinero a los banqueros, y viniendo yo hubiera recibido ciertamente con usura lo que era mío. Quitadle, pues, el talento, y dádselo al que tiene diez talentos: Porque será dado a todo el que tuviere, y tendrá más; pero al que no tuviere, le será quitado aun lo que parece que tiene: Y al siervo inútil echadle en las tinieblas exteriores: allí será el llorar y el crujir de dientes". (vv. 14-30)
 
Glosa
En la precedente parábola ha sido demostrada la condenación de aquéllos que no se habían provisto suficientemente de aceite. Bien se entienda por aceite la pureza de las buenas obras, bien la satisfacción de la conciencia o de la limosna que se hace con dinero.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Esta parábola se aduce contra aquéllos que no sólo con dinero, sino ni aun con palabras, ni de ningún otro modo quieren ser útiles a sus prójimos, sino que todo lo ocultan. Por eso que dice: "Así, pues, como un hombre que marchó muy lejos", etc.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
Este hombre que marcha lejos, es nuestro Redentor, que subió al cielo, con aquella carne que había tomado, la cual tiene su lugar propio en la tierra, y es llevada como en peregrinación, cuando es colocada en el cielo por nuestro Redentor.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
Según la naturaleza de su divinidad no viaja, sino según la ordenación del cuerpo que tomó, pues quien dice a sus discípulos: Yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo ( Mt 28,20), es el unigénito de Dios, que no está circunscrito a extensión corporal. Y al decir eso no dividimos a Jesús, sino que respetamos los accidentes propios de cada naturaleza. Podemos decir que el Señor viaja con aquéllos que viven dentro de la fe sin ver su esencia, y el Señor estará con nosotros hasta que saliendo de nuestros cuerpos nos reuniremos con él. Es de advertir que el texto no dice: como el hombre viajero, así yo el Hijo del hombre; porque él mismo es quien propone la parábola del peregrino como hombre, no como Hijo de Dios.
 
San Jerónimo
Convocados, pues, los apóstoles, les entregó la doctrina evangélica; distribuyéndola dando a unos más y a otros menos, pero no según su generosidad o mezquindad, sino según la capacidad y fuerzas de cada uno de los que la recibían. Así como dice el Apóstol, que los que no podían digerir un alimento sólido, los alimentaba con leche. De aquí sigue: "Y a uno le dio cinco talentos y a otro", etc. En los cinco, en los dos y en uno talentos, entendemos que a cada uno fueron dadas diversas gracias.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
Cuando vieres que aquéllos que han recibido el ministerio de la predicación, unos tienen más y otros menos, o por decirlo así, comparados con los mejores algunos tienen tan poco, conocerás las diferencias con que recibieron de Jesucristo el don de la palabra divina, porque diferente fue la eficacia que produjo por medio de aquéllos que recibieron cinco talentos, que la de los que recibieron dos, y otra la de los que recibieron uno, pues no cabía en todos la misma medida de la gracia. Y el que recibió un talento, recibió en verdad un don no despreciable, pues es mucho recibir un talento de tal Señor. El recibir tres es propio del siervo, así como son tres los que producen fruto. El que recibió cinco talentos es el que puede dar a la Sagrada Escritura la más elevada interpretación de su sentido divino. El que recibe dos talentos es aquel que tiene conocimiento de lo corporal, pues dos es el número de lo carnal; y aun al de menos capacidad dio un talento el señor de los siervos.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
O de otro modo: los cinco talentos denotan los dones de los cinco sentidos, es decir, la ciencia de las cosas exteriores; mientras que los dos talentos significan la inteligencia y el obrar; y un talento indica tan sólo el don de la inteligencia.
Sigue: "Y marchó en seguida".
 
Glosa
No cambiando de lugar, sino dejándoles en libertad de obrar a su arbitrio.
Sigue: Fue, pues, el que había recibido cinco talentos y agenció otros cinco.
 
San Jerónimo
Recibidos, pues, los sentidos corporales, duplicó en sí el conocimiento de lo celestial, conociendo por las criaturas al Creador, por las cosas corporales las incorporales, y por las del tiempo las eternas.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
Hay también muchos, que si bien no saben penetrar en las cosas interiores y espirituales, sin embargo, por el deseo de alcanzar la gloria, enseñan lo bueno que pueden, y mientras se guardan de los deseos de la carne, de la ambición de las cosas terrenas y del deseo de las visibles, apartan a otros de ellas con sus consejos.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
Los que tienen los sentidos despejados hablando provechosamente y elevándose ellos mismos a mayor ciencia y enseñando con esmero, adquirieron otros cinco talentos. Porque nadie recibe aumento de otra virtud, sino de aquélla que tiene; y cuanto él la posee, tanto la comunica a otro, y no más.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
El siervo aquel que recibió cinco talentos es el pueblo creyente que vino de la ley, partiendo de la cual duplicó su mérito, cumpliendo la obra de la fe evangélica.
Sigue: "Igualmente el que había recibido dos talentos aumentó otros dos".
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
Hay algunos que comprendiendo y obrando predican a otros y reportan doble ganancia de su negocio, porque predicando a un mismo tiempo a ambos sexos, doblan los talentos.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
"Lucraron otros dos", esto es, la inteligencia literal y otra más sublime.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Aquel siervo a quien se encargaron dos talentos, es el pueblo gentil justificado por la fe y por la confesión del Hijo y del Padre; esto es, por la confesión de nuestro Señor Jesucristo, Dios y hombre de espíritu y carne. Estos son, pues, los dos talentos que le fueron confiados. Pero como el pueblo judío había conocido todos los misterios que se contienen en los cinco talentos, esto es, en la Ley y lo duplicó por la fe en el Evangelio, así el pueblo de los gentiles mereció la comprensión y las obras por el aumento de los dos talentos.
Sigue: "Pero el que recibió un talento marchándose, cavó en la tierra", etc.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
Esconder en tierra el talento, es emplear el ingenio en asuntos terrenales.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
Cuando vieres alguno que tiene habilidad para enseñar y aprovechar a las almas, y que oculta este mérito, aunque en el trato manifieste cierta religiosidad, no dudes en decir que este tal recibió un talento y él mismo lo enterró.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
Este siervo que recibió un talento y lo escondió en la tierra, es el pueblo que persiste en la ley judía, que por envidia y por no querer salvar a las naciones, escondió en tierra el talento recibido; ocultar el talento en la tierra es ocultar bajo la envidia de la pasión corporal la gloria de la nueva predicación.
Sigue: "Después de mucho tiempo vino el Señor y llamó a cuentas", etc. Conviene poner atención en el examen de este juicio.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
Observa en este pasaje que no son los siervos los que acuden al Señor para ser juzgados, sino que el Señor es quien viene a ellos a su debido tiempo. Por eso dice: "Después de mucho tiempo", esto es, después que envió a los que consideró aptos para procurar la salvación de las almas. Por tanto, no es fácil conocer quien de ellos que sea apto para semejante obra, ha de salir pronto de esta vida, como claramente se deduce por el hecho de que también los apóstoles envejecieron. Por lo que dice a Pedro: "Cuando envejecieras extenderás tu mano" ( Jn 21,18); y San Pablo ha dicho a Filemón: "Pablo ahora es anciano" ( Flm 9).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Nota que el Señor no exige inmediatamente la cuenta, para que admires su longanimidad; y a mí me parece que encubriendo simuladamente el tiempo de su resurrección, dijo esto.
 
San Jerónimo
Dice, pues: pasado mucho tiempo, porque largo es el tiempo entre la ascensión del Salvador y su segunda venida.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,1
Este pasaje del Evangelio reclama nuestra atención porque aquéllos que en este mundo han recibido más que los otros, han de sufrir un juicio más severo ante el autor del mundo. Porque a proporción que se aumentan los dones, crece la obligación de la cuenta. Y por tanto debe ser más humilde, por razón de su cargo, aquél que más estrechado se ve a darla.
 
Orígenes, in Matthaeum, 33
La confianza dio valor a aquél que había recibido cinco talentos para acercarse el primero al Señor. "Y acercándose el que había recibido cinco talentos", etc.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,2
El siervo, pues, que entregó duplicados los talentos, es alabado por el Señor y llevado a la eterna recompensa. Por lo que añade: "Díjole el Señor": alégrate.
 
Rábano
Alégrate, es una interjección, por la que indica su gozo el Señor, que invita a la eterna felicidad al siervo que ha trabajado bien; por lo que el Profeta dice, "nos inundarás en el gozo de tu rostro" ( Sal 15,11).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Siervo bueno, porque se refiere a la caridad con el prójimo; y fiel, porque no se apropió nada de lo que a su Señor pertenecía.
 
San Jerónimo
Fuiste fiel en lo poco, porque todo lo que al presente tenemos, aunque parezca grande y abundante, sin embargo, es poca cosa en comparación de los bienes futuros.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,2
Entonces el siervo fiel será puesto sobre lo mucho; porque libre de toda molestia de corrupción gozará en el cielo de eterno gozo. Entonces entrará en el perfecto gozo de su Señor, cuando arrebatado a aquella eterna patria, y agregado a los coros de los ángeles, se hallará poseído interiormente de un gozo, que no será interrumpido por la corrupción exterior.
 
San Jerónimo
¿Qué mayor premio puede darse al siervo fiel que estar y disfrutar en el gozo de su Señor?
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
Esta es la expresión de toda bienaventuranza.
 
San Agustín, de Trinitate, 1,8
Este será nuestro gozo pleno, que mayor no puede haberlo, gozar de Dios en la Trinidad, a cuya imagen hemos sido hechos.
 
San Jerónimo
El Padre de familia felicita con la misma alabanza a los dos siervos, al que había doblado en diez los cinco talentos, y al que de dos hizo cuatro: ambos, pues, reciben igual premio, no por consideración de la grandeza del lucro, sino por la solicitud de su voluntad. Sigue: "Acercóse, pues, el que había recibido dos talentos".
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
En lo que dice que, acercándose uno que había recibido cinco, y el otro dos, entiende por acceso el tránsito de este mundo al otro, y nota que son las mismas las palabras que dirige a los dos, para que no crea que aquél que recibió menos facultades, y empleó todas las que había recibido, había de merecer de Dios menos premio que el otro que tuvo mayores medios. Lo único que se busca es que el hombre emplee en la gloria de Dios todo cuanto de El haya recibido.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,3
El siervo que no quiso negociar con el talento, lo volvió al Señor con excusas: "Acercándose, pues", etc.
 
San Jerónimo
En verdad está escrito "para excusar con excusas sus pecados" ( Sal 140,4), esto sucede a este siervo, añadiendo el pecado de soberbia a los de pereza y negligencia. Porque el que debió confesar sencillamente su inercia y rogar al Padre de familia, por el contrario, le calumnia, y pretende haber obrado con prudencia, no exponiéndose a perder el dinero buscando ganancias.
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
Paréceme que este siervo se encontraría entre los creyentes; no empero entre los operarios fieles, sino entre los vergonzantes que lo hacen todo de modo que no sean conocidos como cristianos. Y aun creo que son de aquéllos que temen a Dios y le consideran como austero e implacable. Esto indica cuando dice: "Señor, sé que eres hombre duro": comprendemos que, en verdad nuestro Señor, recoge en donde no sembró, porque el justo siembra en el espíritu, del cual sacará vida eterna. Coge, aun en donde no siembra, y amontona en donde no esparce: porque considera como recogido para sí todo lo que en los pobres se sembrare.
 
San Jerónimo
Por aquello que este siervo se atrevió a decir: "Coges en donde no sembraste", entendemos que el Señor acepta las virtudes, aun de los gentiles y filósofos.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,3
Muchos hay en la Iglesia que se parecen a este siervo, que temiendo entrar en el camino de una vida mejor, no se atreven a sacudir la pereza de su cuerpo; y creyéndose pecadores tiemblan de tomar el camino de la santidad, y no se horrorizan de permanecer en sus iniquidades.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
También se entiende por este siervo, el pueblo judío aferrado a su ley. Alega como pretexto de su alejamiento de la ley evangélica el miedo y dice: aquí está lo que es tuyo, o como si hubiera observado todo aquello que por el Señor está mandado. Sabiendo que yerra, queriendo recoger frutos de justicia donde la ley no ha sido admitida, y hacer fieles de entre los gentiles dispersos, que no son de la estirpe de Abraham.
 
San Jerónimo
Pero con lo mismo que creía excusarse, se condena a sí mismo. Por lo que sigue: "Respondiendo, pues, su Señor, le dijo: Siervo malo". Le llama siervo malo, porque calumnió al Señor; perezoso, porque no quiso duplicar el talento, y le condena tanto por la soberbia como por la pereza. Si me tenías por duro y cruel, y que buscaba lo ajeno, ¿por qué no obrabas con lo mío con más diligencia y dabas mi dinero o mi plata a los negociantes? Porque ambas cosas significa en griego, la palabra argurion . La palabra del Señor es pura como el oro y la plata pasados por el crisol ( Sal 11,7). El dinero, pues, y la plata son la predicación del divino Evangelio, que debió darse a los negociantes; esto es, o a los demás doctores así como los apóstoles ordenaron Obispos y Presbíteros en cada diócesis, o a todos los creyentes, que pueden duplicar el capital y devolverlo con usuras, para que practiquen las buenas obras que aprendieron de la predicación.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,4
Así como hay peligro de que los doctores oculten el talento del Señor, también los oyentes pueden incurrir en la misma falta cuando se les exijan los réditos de lo que se les enseñó; a saber, si no han procurado penetrar en la inteligencia de lo que no han oído, por la meditación de lo que oyeron.
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
Aunque el Señor no toleró el pasar por severo, como el siervo pensaba, consintió sin embargo los demás descargos que éste dio. Pero en verdad, es duro para con aquéllos que abusan de la misericordia de Dios, no para conversión, sino para su abandono.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,4
Oigamos la sentencia que el Señor proferirá contra el siervo perezoso: "Quitadle, pues, el talento que se le dio y dadlo a aquél que tiene diez talentos".
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
Puede el Señor, ciertamente, en fuerza de su divino poder quitar la suficiencia al perezoso, que abusa de ella, y darla a aquél que la multiplicará.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,4
Parecía más conforme que se diese mejor a aquél que tenía dos, que al otro que había recibido cinco. Debió, pues, darlo al que tenía menos: pero como por cinco talentos se designa la ciencia exterior, y por los dos talentos el entendimiento y la obra, tuvo más el de los dos que el que había recibido cinco. Porque si bien el de los cinco talentos mereció la administración de las cosas exteriores, todavía quedó vacío del conocimiento de las eternas: el talento, pues, que según dijimos, significa el entendimiento, debió darse a aquél que administró bien las cosas exteriores: lo que diariamente vemos en la Santa Iglesia, a saber: que gozan del conocimiento de las cosas internas los que fielmente administran las externas.
 
San Jerónimo
Se da el talento a aquél que había agenciado otros diez, para que entendamos cuán grande es el gozo del Señor en el trabajo de uno y otro; a saber aquel que duplicó los dos y el que duplicó los cinco, sin embargo merecía mayor premio el que más trabajó en favor de su Señor.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,6
Generalmente se cita alguna vez la sentencia que dice: "A todo el que tiene se le dará", etc. Quien, pues, tiene caridad, recibe además otros dones; así como el que no la tiene, aun los que recibió, los perderá.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
El que tiene el don de la predicación y de la doctrina para aprovechar, pierde estos dones si no usa de ellos; pero el que los cultiva atrae otros mayores.
 
San Jerónimo
Muchos naturalmente sabios y con talento, si fueren negligentes y dejaran perder por desidia estos dotes naturales, en comparación de aquél que, aunque algo menos capaz, compensó con su trabajo e industria lo que recibió de menos, pierden con los dotes naturales el premio que se les había prometido, y ven cómo pasa a otros. Puede también entenderse así: el que tiene fe y buena voluntad en Dios, aunque, si como hombre apareciese tener de menos en sus obras, le dará el buen juez lo que falte; pero a aquél que no tuviere fe, aunque tuviere las demás virtudes naturalmente adquiridas, las perderá. Por eso dijo con elegancia: Lo que parece tener, le será quitado; porque a aquel que no ha recibido la fe cristiana, no se le debe imputar el abuso de ella, sino a aquél mal administrador que dio los bienes de naturaleza aun al siervo malo.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,6
Quien no tiene caridad, incluso lo que le parese poseer lo pierde.
 
San Hilario, in Matthaeum, 27
La gloria y el honor de la ley pertenece a aquéllos que practican el Evangelio: al paso que se quitará a aquéllos que no tienen la fe de Cristo aun cuando parecía que tenían la de la ley.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
El siervo malo no sólo es castigado con el daño, sino también con la pena intolerable y la acusación y denuncia. Por eso sigue: "Arrojad al siervo inútil a las tinieblas exteriores", etc.
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
Esto es, en donde no hay ninguna luz, ni siquiera corporal, ni hay visión de Dios, sino que como pecadores indignos de la presencia divina, son condenados para expiación a las que se llaman tinieblas exteriores. Alguno que ha explicado antes que nosotros acerca de las tinieblas del abismo que existe fuera del mundo; dice que como indignos de todo el mundo son arrojados fuera en aquel abismo de tinieblas que nadie las ilumina.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,6
Y así incurre en la pena de tinieblas exteriores el que por su espontánea culpa cae en las interiores.
 
San Jerónimo
¿Qué se entiende por la pena de llanto y rechinar de dientes? Lo dijimos arriba.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
Advierte que no solamente es castigado con la última pena el que roba lo ajeno y obra mal, sino también el que no practicó el bien.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 9,6
El que tiene, pues, talento, procure no ser perro mudo; el que tiene abundancia de bienes, no descuide la caridad; el que experiencia de mundo, dirija a su prójimo; el que es elocuente, interceda con el rico por los pobres; porque a cada uno se le contará como talento lo que hiciere aunque fuese por el más pequeño.
 
Orígenes, homilia 33 in Matthaeum
Si a alguno disgusta el oír que será juzgado porque no enseñó a otros, recuerde aquello del Apóstol: "¡Ay de mí si no evangelizare!" ( 1Cor 9,16).

31-45

"Y cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su majestad: Y serán ayuntadas ante él todas las gentes y apartará los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de los cabritos: Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era huésped, y me hospedasteis; desnudo, y me cubristeis; era enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel, y me vinisteis a ver. Entonces le responderán los justos, y dirán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver? Y respondiendo el Rey les dirá: En verdad os digo, que cuando lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber. Era huésped y no me hospedasteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: En verdad os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis". (vv. 31-45)
 
Rábano
Después de las parábolas sobre el fin del mundo expone el Señor el modo cómo será juzgado.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Escuchemos esta parte sublime del discurso con la mayor compunción, grabándola profundamente en nuestra alma, pues es el mismo Jesucristo quien lo profiere del modo más terrible y claro. No dice como en las parábolas anteriores: el reino de los cielos es semejante, sino que manifestándose y revelando su propia persona dice: "Cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad".
 
San Jerónimo
El que, dos días después había de celebrar la Pascua y ser entregado al escarnio de los hombres y a la muerte de cruz, oportunamente promete el triunfo de su resurrección, para compensar el escándalo con la promesa del premio. Y es de notar que quien ha de ser visto con majestad es el Hijo del hombre.
 
San Agustín, in Ioannem, 21
En forma humana, pues, le verán los impíos y los justos; porque en el juicio aparecerá con la misma forma que tomó de nosotros; pero después será visto en la forma divina que todos los fieles ansían.
 
Remigio
Estas palabras destruyen el error de aquéllos que dijeron que el Señor no conservará la forma de siervo: pues de dice majestad de su divinidad en la que es igual al Padre y al Espíritu Santo.
 
Orígenes, homilia 34 in Matthaeum
Volverá con gloria para que su cuerpo aparezca transfigurado como lo fue en el monte. Su asiento debe entenderse lo más perfecto de los Santos de quienes está escrito: "Porque allí se colocaron los tronos para el juicio" ( Sal 121,5); o ciertas virtudes angélicas, de las que se dice: Sean Tronos o Dominaciones ( Col 1,16), etc.
 
San Agustín, de civitate Dei, 20,24
Bajará, pues, con los ángeles, que convocó de las alturas para celebrar el juicio, por lo que dice: Y todos sus ángeles con El.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Concurrirán todos los ángeles para dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de los hombres.
 
San Agustín, sermones, 351,8
Con el nombre de ángeles designó también a los hombres, que juzgarán con Cristo, pues siendo los ángeles nuncios, como a tales consideramos también a todos los que predicaron a los hombres su salvación.
Sigue: "Y serán congregados ante El todos", etc.
 
Remigio
Estas palabras prueban la verdad de la futura resurrección.
 
San Agustín, de civiate Dei, 20,24
Esta reunión se verificará por ministerio de los ángeles, a quienes se dice en el salmo: "Congregad al Señor todos sus Santos" ( Sal 49,5).
 
Orígenes, homilia 34 in Matthaeum.
No entendamos que serán reunidos ante El en un local todos los pueblos porque ya no estarán dispersos por muchos y falsos dogmas sobre El. Se hará patente la Divinidad de Cristo, para que no sólo ninguno de los justos, sino ninguno de los pecadores lo ignoren. Ya no aparecerá el Hijo de Dios en un lugar y en otro no, sino como dio a entender El mismo con la comparación del relámpago. Mientras, pues, los malos no se conocen, ni conocen a Cristo, y los justos sólo lo ven como por espejo y enigma, no están separados los buenos de los malos. Pero cuando por la aparición del Hijo de Dios entraren todos en el conocimiento de sí mismos, entonces el Salvador separará a los buenos de los malos, por lo que sigue: "Y los separará unos de otros", etc. Por cuanto los pecadores conocerán sus delitos y los justos verán patentes los frutos de su justicia que les acompañaron hasta el fin. Se llaman ovejas los que se salvan, por la mansedumbre con que aprendieron de Aquél que dijo: aprended de mí, que soy manso ( Mt 11,29); y por cuanto estuvieron dispuestos hasta sufrir la muerte, imitando a Jesucristo, que como oveja fue llevado a la muerte ( Is 53,7). Los malos, en cambio, son llamados cabritos, los que trepan los más ásperos peñascos y caminan por sus precipicios.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
A éstos llama cabritos, pero a los otros ovejas, para demostrar la inutilidad de aquéllos pues de nada aprovechan, y la utilidad de éstas, porque es mucho el fruto que de las ovejas se saca, como la lana, la leche y los corderillos que nacen. La Sagrada Escritura suele designar la sencillez y la inocencia con el nombre de oveja. Bellamente, pues, se designan aquí los elegidos con este nombre.
 
San Jerónimo
El cabrito es animal lascivo, que en la ley antigua se ofrecía para víctima de los pecados; y no dice cabras, que pueden tener crías y salen esquiladas del lavadero.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Después los separa hasta de lugar, pues sigue: "Y colocará a las ovejas a la derecha, y los cabritos a la izquierda".
 
Orígenes, homilia 34 in Matthaeum
Los Santos, pues, que obraron obras derechas, recibieron en premio de sus obras derechas la derecha del Rey, en la cual está el descanso y la gloria. Pero los malos por sus obras pésimas y siniestras, cayeron en la siniestra, esto es, en la tristeza de los tormentos. Continúa: "Entonces dirá el Rey, etc". Venid, para que, habiendo estado unidos perfectamente con Jesucristo, alcancen aun lo que más insignificante había sido para ellos; y añade: "Benditos de mi Padre", para que se manifieste la grandeza de la bendición de ellos, pues con preferencia son benditos del Señor que hizo el cielo y la tierra ( Sal 113,15).
 
Rábano
O son llamados benditos, aquéllos a quienes por sus buenos méritos, se les debe la bendición eterna. Y dice que el reino es de su Padre, porque atribuye la potestad del reino, a aquél por quien El mismo ha sido engendrado Rey. De aquí que con autoridad regia, con la que sólo El será exaltado en aquel día, pronunciará la sentencia del juicio, por esto se dice claramente: "Entonces dirá el Rey".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,2
Observa que no dijo: recibid, sino poseed, o por mejor decir, heredad; como bienes familiares, o más bien paternos, como bienes vuestros que se os deben desde hace mucho tiempo, por esto se dice: El reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo.
 
San Jerónimo
Todas estas cosas se han de tomar en el sentido de la presciencia de Dios, para quien las cosas futuras ya han sucedido.
 
San Agustín, de civitate Dei, 20,9
Hecha excepción de aquel reino del cual, en el juicio final, se ha de decir: Poseed el reino que os está preparado, también la Iglesia presente, aunque de una manera más impropia, es llamada su reino, en el que aun se lucha con el enemigo, hasta que se llegue a aquel pacificadísimo reino en donde se reinará sin enemigos.
 
San Agustín, sermones, 351,8
Pero dirá alguno: Yo no quiero reinar, me basta salvarme. En eso se engaña, primero, porque no hay salvación alguna para aquéllos cuya iniquidad persevera; además si hay alguna diferencia entre los que reinan y los que no reinan, conviene que todos estén en un mismo reino, para que no sean considerados como enemigos o de otro orden distinto y perezcan mientras los otros reinan. Pues todos los romanos poseen el reino romano, aunque no todos reinan en él.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,2.
Y por qué méritos los escogidos reciben los bienes del reino celestial, lo manifiesta cuando añade: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer".
 
Remigio
Y hay que notar que en este lugar menciona el Señor las siete obras de misericordia, las cuales, cualquiera que tuviere cuidado de cumplirlas, merecerá alcanzar el reino preparado a los escogidos desde el establecimiento del mundo.
 
Rábano
Pues en un sentido místico observa las leyes del verdadero amor, quien al que tiene hambre y sed de justicia le alimenta con el pan de la palabra, o bien le da de beber la bebida de la sabiduría, y el que recibe en la casa de la Madre Iglesia al que anda errante por la herejía o por el pecado, y el que admite al que está enfermo en la fe.
 
San Gregorio Magno, Moralia 26,25
Mas éstos a quienes dirá el Juez cuando venga, teniéndolos a la derecha: "Tuve hambre", son la parte de los escogidos que son juzgados y reinan, los que limpian las manchas de la vida con lágrimas, los que redimiendo los pecados precedentes con las acciones buenas consiguientes, todo lo ilícito que obraron en otro tiempo, lo cubren enteramente ante los ojos del juez. Y hay otros que no son juzgados y reinan, los cuales superan los preceptos de la ley con la virtud de la perfección.
 
Orígenes, homilia 34 in Matthaeum
Y a causa de su humildad se proclaman indignos de alabanza por sus buenas obras; no por haberse olvidado de aquello que hicieron, pues El mismo les muestra su compasión en los suyos. Por esto sigue diciendo: Entonces le responderán los justos: ¿Cuándo te vimos? etc.
 
Rábano
Dicen esto ciertamente no desconfiando de las palabras del Señor, sino pasmándose de tan extraordinaria excelencia y de la grandeza de su majestad. O porque les parecerá mezquino el bien que habían obrado, según aquello del Apóstol: "No son de comparar los trabajos de este tiempo con la gloria venidera, que se manifestará en nosotros" ( Rom 8,18).
Continúa: Y respondiendo el Rey, dirá: "En verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí me lo hicisteis".
 
San Jerónimo
Libremente podíamos entender que Jesucristo hambriento sería alimentado en todo pobre, y sediento saciado, y de la misma manera respecto de lo otro. Pero por esto que sigue: "En cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos", etc., no me parece que lo dijo generalmente refiriéndose a los pobres, sino a los que son pobres de espíritu, a quienes había dicho alargando su mano: "Son hermanos míos, los que hacen la voluntad de mi Padre" ( Mt 12,50).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Mas si son sus hermanos, ¿por qué los llama pequeñitos? Por lo mismo que son humildes, pobres y abyectos. Y no entiende por éstos tan sólo a los monjes que se retiraron a los montes, sino que también a cada fiel aunque fuere secular; y, si tuviere hambre, u otra cosa de esta índole, quiere que goce de los cuidados de la misericordia: porque el bautismo y la comunicación de los misterios le hacen hermano.
Continúa: "Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos", etc.
 
Orígenes, homilia 34 in Matthaeum
Así como había dicho a los justos, venid ( Mt 25,34), así también dice a los inicuos, apartaos. Los que guardan los Mandamientos de Dios, están más próximos al Verbo y son llamados para que se aproximen todavía más. Pero están muy alejados de El (aunque parece que le asisten) los que no cumplen sus Mandamientos, por esto oyen, apartaos, para que los que al presente parecen estar en su presencia, después ni siquiera le vean. Y hay que advertir que a los escogidos se ha dicho: "Benditos de mi Padre" ( Mt 25,34); mas no se dice ahora: malditos de mi Padre, porque el dispensador de la bendición es el Padre; mas el autor de la maldición es para sí mismo cada uno de los que han obrado cosas dignas de maldición. Los que se apartan de Jesús, caen en el fuego eterno, el cual es de distinta naturaleza del fuego de que hacemos uso: pues ningún fuego es eterno entre los hombres, y ni siquiera de mucha duración. Y ten presente que no dice que el reino está preparado, en verdad, para los ángeles, mas sí que el fuego eterno lo está para el diablo y para sus ángeles. Porque por lo que a El toca, no ha creado a los hombres para que se pierdan, pero los que pecan son los que se unen con el diablo, para que así como los que se salvan son comparados a los ángeles santos, de la misma manera sean comparados a los ángeles del diablo los que perecen.
 
San Agustín, de civiate Dei, 21,10
De aquí se colige que será uno mismo el fuego destinado para suplicio de los hombres y de los demonios. Y si será dañoso al tacto corporal, para que por él puedan ser atormentados los cuerpos, ¿de qué manera podrá contenerse en él la pena de los espíritus malignos, salvo que los demonios tengan ciertos cuerpos, formados del aire denso y húmedo, como algunos han opinado? Mas si alguno afirma que los demonios no tienen cuerpos, no se ha de entablar disputa acerca de este asunto discutible: pues ¿por qué no diremos -con términos que, aunque maravillosos, son sin embargo razonables- que los espíritus incorpóreos pueden ser afligidos con la pena del fuego corporal? Si las almas de los hombres -aun siendo enteramente incorpóreas- podrán ser encerradas ahora en los miembros corporales y también entonces ser sujetos indisolublemente a los vínculos de sus cuerpos, se adherirán, por consiguiente, los demonios (aunque incorpóreos) a los fuegos corporales para ser atormentados, recibiendo la pena de los fuegos, mas no dando la vida a los fuegos. Y aquel fuego será corporal, y atormentará a los cuerpos de los hombres juntamente con sus espíritus; pero los espíritus de los demonios sin cuerpo.
 
Orígenes, in Matthaeum, 34
O tal vez aquel fuego tenga tal sustancia, que siendo invisible queme las cosas invisibles; a esto se refiere lo que dice el Apóstol: "Las cosas que se ven son temporales; mas las que no se ven son eternas" ( 2Cor 4,18). No te admires, pues, cuando oigas que el fuego es invisible y castigador, y cuando veas que el calor se aproxima y atormenta no poco interiormente a los cuerpos. Continúa: "Porque tuve hambre, y no me disteis, etc." Se escribió a los fieles: "Vosotros sois cuerpo de Cristo" ( 1Cor 12,27). Luego así como el alma que habita en el cuerpo, aun cuando no tenga hambre respecto a su naturaleza espiritual, tiene necesidad, sin embargo, de tomar el alimento del cuerpo, porque está unida a su cuerpo, así también el Salvador, siendo El mismo impasible, padece todo lo que padece su cuerpo, que es la Iglesia. Y ten en consideración que, cuando habla a los justos, cuenta sus beneficios enumerándolos de uno en uno, mas cuando lo hace a los inicuos, abreviando la narración, juntó en una ambas palabras, diciendo: "Enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis", etc. Porque propio era de la misericordia del Juez publicar con más encomio y ampliar las obras buenas de los hombres, y hacer mención transitoriamente y abreviar sus maldades.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79, 1
Y mira cómo abandonaron la misericordia no en un sólo concepto, sino en todos. Porque no tan sólo no dieron de comer al hambriento, sino que (lo que era menos penoso) tampoco visitaron al enfermo. Y observa de qué manera añade las cosas más soportables, porque no dijo: Estaba en la cárcel y no me sacasteis; enfermo y no me curasteis; sino dice, no me visitasteis, y no vinisteis a mi casa. Además, cuando tiene hambre no pide una mesa espléndida, sino la comida necesaria. Todas estas cosas, por tanto, bastan para sufrir la pena. Primero, la facilidad en dar lo que se pide (pues era pan); segundo, la miseria del que pedía (pues era pobre); tercero, la compasión de la naturaleza (pues era hombre); cuarto, el deseo de alcanzar lo que se prometía (pues prometía el reino); quinto, la dignidad del que recibía (pues era Dios el que recibía por medio de los pobres); sexto, la superabundancia del honor (porque se dignó recibir de mano de los hombres); séptimo, lo justo que era dar (pues recibía de nosotros lo que es suyo): mas los hombres ante todas estas cosas son cegados por la avaricia.
 
San Gregorio Magno, Moralia 26,24
Esos de quienes esto se dice, son los malos fieles, que son juzgados y perecen, pues los otros (a saber, los infieles) no son juzgados y perecen: porque entonces no se discutirá la causa de los que se acercan a la presencia del severo juez, ya con la condenación de su infidelidad. Pero los que retienen la profesión de su fe, mas no tienen las obras propias de esta profesión, son confundidos para que perezcan. Estos por lo menos oyen las palabras del juez, porque por lo menos tuvieron las palabras de su fe; aquéllos ni siquiera perciben en su condenación las palabras del Juez eterno, porque ni siquiera en las palabras quisieron guardar la reverencia que se le debe: pues el príncipe que gobierna una república terrena, de una manera castiga al ciudadano que delinque en el interior; y de otra distinta al enemigo que se rebela en el extranjero. Contra aquél procede, consultando sus leyes; contra el enemigo promueve la guerra y no averigua lo que diga la ley acerca de la pena que merece.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Mas reprochados por las palabras del juez, hablan con mansedumbre, pues continúa: "Entonces ellos también le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y no te alimentamos, sediento?", etc.
 
Orígenes, in Matthaeum, 34
Advierte que los justos se paran en cada una de las palabras; y los réprobos no lo hacen así en cada una, sino que pasan por ellas ligeramente: porque es propio de los justos, a causa de su humildad, desmentir diligentemente y de una en una sus buenas obras, narradas en presencia de los mismos. Y es propio de los hombres malos, para excusarse, dar a entender que no tienen culpas, o que son leves y pocas; y esto mismo lo indica la respuesta de Jesucristo. Por esto continúa: "Entonces les responderá: En verdad os digo: que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos", etc. Y queriendo demostrar que las acciones buenas de los justos son sublimes, y que las culpas de los pecadores no son sublimes, dice a los justos: "Por lo mismo que lo hicisteis a uno de mis hermanos pequeñitos", mas al referirse a los inicuos, no añadió la palabra hermanos. Porque verdaderamente, los que son perfectos, son sus hermanos: más agradable es a Dios la obra buena que se hace en obsequio a los más santos, que la que se hace en obsequio a los menos santos; y es culpa más leve desdeñar a los menos santos que a los más santos.
 
San Agustín, de civitate Dei, 20,1
Aquí, pues, se trata del último juicio, cuando Jesucristo ha de venir del cielo con el fin de juzgar a los vivos y a los muertos. Llamamos último a este día del juicio divino, esto es, último tiempo, pues es incierto por cuántos días se alargará dicho juicio; según costumbre de las Escrituras Santas, el día suele ponerse en lugar del período. Por lo mismo, pues, decimos el último juicio o novísimo, porque juzga ahora, y juzgó desde el principio del género humano, separando a los primeros hombres del árbol de la vida ( Gén 3,24) y no perdonando a los ángeles que pecaron ( 2Pe 2,4). Y en aquel juicio final serán juzgados a un mismo tiempo los hombres y los ángeles, porque por el poder divino se hará que a cada uno se le representen en su memoria todas sus obras (ya buenas, ya malas); y que sean vistas con admirable celeridad por la vista de la mente, a fin de que el entendimiento acuse o excuse a la conciencia.

46

"E irán éstos al suplicio eterno y los justos a la vida eterna". (v. 46)
 
San Agustín, de fide et operibus c. 25
Algunos se engañan a sí mismos diciendo que el expresado fuego eterno no es la pena eterna: previendo esto el Señor, concluyó su sentencia diciendo así: E irán éstos al suplicio eterno y los justos a la vida eterna.
 
Orígenes, in Matthaeum, 34
Advierte que, habiendo dicho primeramente: Venid ( Mt 25,34), benditos, dice después: Apartaos, malditos ( Mt 25,41): porque es propio del buen Dios recordar primero las acciones buenas de los buenos, que las malas de los malos. En este lugar nombra primero la pena de los malos y luego la vida de los justos, para que evitemos primero los males (que son causa del temor); y luego apetezcamos los bienes (que son causa del honor).
 
San Gregorio Magno, Moralia, 25,10
Si con tan extraordinaria pena es castigado el que es acusado de no haber dado lo suyo, con qué pena habrá de ser vulnerado el que es increpado por haber quitado lo ajeno?
 
San Agustín, de civitate Dei, 19,11
La vida eterna es, pues, nuestro sumo bien, y el fin de la ciudad de Dios. De este fin dice el Apóstol: "Y por fin la vida eterna" ( Rom 6,22). Y además, como quiera que aquéllos que no están muy versados en las Escrituras Santas pueden tomar la vida eterna por la vida de los malos, a causa de la inmortalidad del alma, o a causa de las penas interminables de los impíos: verdaderamente se ha de decir que el fin de esta ciudad en la cual se tendrá el sumo bien para que todos puedan entenderlo es o la paz en la vida eterna, o la vida eterna en la paz.
 
San Agustín, de Trinitate, 1,8
Pues lo que dijo el Señor a su siervo Moisés: "Yo soy el que soy" ( Ex 3,14), lo veremos cuando vivamos para siempre: y así lo dice el Señor: "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti Dios verdadero" ( Jn 17,3). Porque esta visión nos promete el fin de todas las acciones, y la perfección eterna de todos los goces, de la cual dice San Juan: "Le veremos así como El es" ( 1Jn 3,2).
 
San Jerónimo
Mas, ¡oh lector prudente! advierte que los suplicios son eternos y que la vida perpetua no tendrá peligro de acabarse.
 
San Gregorio, Dialog. 4,44
Mas dicen algunos, que ha amenazado a los pecadores, tan sólo para refrenarlos en el pecar. A los estos responderemos: si ha amenazado con falsedades para corregirlos en su injusticia, también prometió cosas falsas para provocarlos a la justicia; y así, mientras andan solícitos para presentar a Dios como misericordioso no se avergüenzan de predicarle falaz. Pero (dicen), la culpa limitada no debe ser castigada ilimitadamente: a los cuales responderemos que hablarían bien, si el juez justo apreciara, no los corazones de los hombres, sino sus obras. A la justicia, por tanto, del severo juez corresponde que jamás carezcan de suplicio aquéllos cuyo espíritu jamás quiso carecer de pecado en esta vida.
 
San Agustín, de civitate Dei, 21,11
Ninguna ley justa exige que sea igual la duración del tiempo de la pena al de la culpa, pues no hay quien haya querido sostener que la pena del homicida o del adúltero deba durar tan poco como duraron estas faltas. Cuando por algún gran crimen es condenado alguno a muerte, ¿acaso toman en consideración las leyes el tiempo que dura el suplicio; y no la necesidad de quitarle para siempre de la sociedad de los vivos? Los azotes, la deshonra, el destierro, la esclavitud que frecuentemente se imponen sin remisión alguna, ¿no se parece en esta vida, en la forma, a las penas eternas? Y eso que no pueden ser eternas, porque ni la misma vida durante la cual se imponen es eterna. Pero se dice: ¿Cómo, pues, puede ser verdad lo que dice Jesucristo: "Con la misma medida que midiereis seréis medidos", si el pecado temporal es castigado con pena eterna? Pero no se considera que la medida de la pena se entiende, no por la igual duración del tiempo, sino por la reciprocidad del mal, esto es, que el que mal hizo mal padezca; hízose digno de la pena eterna, el hombre que aniquiló en sí el bien que pudiera ser eterno.
 
San Gregorio, Dialog. 4,44
No se ha dicho jamás de hombre justo que se complaciese en la crueldad, y si manda castigar al siervo delincuente, es para corregirle de su falta: los malos, pues, condenados al fuego eterno, ¿por qué razón arderán eternamente? A esto responderemos que Dios Omnipotente no se complace en el tormento de los desgraciados, porque es misericordioso. Pero porque es justo no le es suficiente el castigo de los inicuos. Y por alguna razón el fuego eternamente devorará a los malvados, así, pues, servirá para que reconozcan los justos cuán deudores son a la gracia divina, con cuyo auxilio pudieron evitar los eternos males que ven.
 
San Agustín, de civitate Dei, 21,3
Pero dirán que de todos los cuerpos creados por Dios, no hay ninguno que pueda padecer y no pueda morir. Es, pues, necesario que viva sufriendo, y no es necesario que muera de dolor. Porque no cualquier dolor mata a estos cuerpos mortales; para que un dolor pueda matar es necesario que sea de tal naturaleza, que estando íntimamente unida el alma a este cuerpo, cediendo a acerbos dolores, salga de él. Entonces, el alma se une a tal cuerpo con un lazo tan íntimo que ningún dolor podrá romperlo; y no se extinguirá la muerte, sino que será muerte sempiterna, cuando el alma no podrá vivir sin Dios, ni librarse de los dolores del cuerpo muriendo. Entre los que negaron semejante eterno suplicio el más misericordioso fue Orígenes, que incurrió en el error de que después de largos y crueles suplicios serían libertados hasta el mismo diablo y sus ángeles, y asociados a los ángeles santos. Pero la Iglesia no sin razón lo condenó no sólo por éste, sino por muchos otros errores, y le abandonó a esta ilusión de falsa misericordia que le había hecho inventar en los santos verdaderas miserias, para evitar los futuros castigos y falsas bienaventuranzas, en las que no gozaran con seguridad de la eterna dicha. También yerran en diversos sentidos otros llevados de un sentimiento de compasión puramente humano, que suponen que después de sufrir temporalmente aquellas penas serán tarde o temprano libertados de ellas en el último juicio. ¿Por qué, pues, tanta misericordia con toda la naturaleza humana, y ninguna con la angélica?
 
San Gregorio, Dialog. 4,44
Pero preguntan cómo pueden ser santos los que no rogarán por sus enemigos cuando los verán ardiendo. Ruegan, en verdad por sus enemigos, durante el tiempo que pueden reducirlos a fructuosa penitencia y convertir sus corazones, pero ¿cómo orarán por aquéllos que ya de ningún modo pueden convertirse de la iniquidad?
 
San Agustín, De civ. Dei 21,19
También hay algunos que no prometen a todos los hombres la redención del suplicio eterno, sino tan sólo a aquéllos que están lavados con el bautismo de Cristo y que han participado de su cuerpo, de cualquier modo que hayan vivido. Por aquello que dice el Señor por San Juan: "Si alguno comiere de este pan no morirá eternamente" ( Jn 6,51). Asimismo otros no hacen la misma promesa a todos los que participan del sacramento de Cristo sino solamente a los católicos (aunque vivan mal), y que no solamente hayan participado del cuerpo de Cristo, sino que de hecho hayan formado parte de su cuerpo, que es la Iglesia, a pesar de que después hayan incurrido en alguna herejía o idolatría. No falta quien teniendo fijos los ojos en aquellas palabras de San Mateo: "El que perseverare hasta el fin, ésta será salvo" ( Mt 24,3); promete tan sólo a los que perseveran en la Iglesia católica (aunque vivan mal), que por el mérito del fundamento, es decir, de la fe, se salvarán por el fuego con que en el último juicio serán castigados los malos. Pero todo esto lo refuta el Apóstol diciendo: "Evidentes son las obras de la carne, que son la impureza, la fornicación y otras semejantes: yo os predico que todos los que tal hacen no poseerán el reino de Dios" ( Gál 5,19-21). Si, pues, alguno prefiere en su corazón las cosas temporales a Cristo, aunque parezca que tiene la fe de Cristo, sin embargo no es Cristo el fundamento en quien tales cosas antepone. Y con mayor razón, si comete pecados, queda convicto de que no sólo no prefiere a Dios, sino que le pospone. He hallado algunos que piensan que tan solamente arderán en el fuego eterno los que descuidan el compensar con dignas limosnas sus pecados y por eso sostienen que el juez en su sentencia no ha querido hacer mención de otra cosa, que de si han hecho o no limosnas. Pero el que dignamente hace limosna por sus pecados, empieza primero a hacerla para sí mismo: pues es indigno que no la haga para sí, el que la hace para el prójimo, y no oiga la voz de Dios que dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y asimismo en el Eclesiástico "Compadécete de tu alma agradando a Dios" ( Eclo 30,24). No haciendo esta limosna por su alma, esto es, la de agradar a Dios, ¿cómo puede decirse que hace limosnas suficientes por sus pecados? Por esta razón se han de hacer las limosnas para que seamos oídos cuando pedimos perdón por los pecados pasados, y no creamos que con ellas compramos el permiso de perseverar obrando mal. Por esto, pues, el Señor predijo que colocaría a su derecha a los que hicieron limosnas y a la izquierda a los que no las hicieron; para demostrar cuánto vale la limosna para borrar los pecados pasados; no para continuar pecando impunemente.
 
Orígenes, in Matthaeum, 34
Pero no piensan algunos que tan sólo es digno de premio este medio de justificación, sino también cualquier otro de los que mandó Jesucristo, porque da de comer y beber a Jesucristo el que alimenta a los fieles con la verdad y la justicia. Asimismo vestimos a Cristo desnudo, cuando enseñamos a algunos, vistiéndoles con las ropas de la sabiduría, y entrañas de misericordia. Le recibimos como peregrino en la casa de nuestro pecho, cuando preparamos nuestro corazón y el de nuestros prójimos, para recibir diversas virtudes. Igualmente cuando visitáremos a nuestros hermanos enfermos en la fe o en las costumbres, enseñándoles, reprendiéndoles o consolándoles, al mismo Cristo visitamos. Finalmente, todo lo que aquí en el mundo existe, es cárcel de Cristo y de los suyos, que se encuentran como prisioneros y encarcelados por las exigencias del mundo y las necesidades de la naturaleza. Cuando, pues, les hiciéremos bien, les visitamos en la cárcel y a Jesucristo en ellos.