CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-13 |
"Entonces será semejante el reino de los cielos a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo y a la esposa. Mas las cinco de ellas eran fatuas, y las cinco prudentes. Y las cinco fatuas, habiendo tomado sus lámparas, no llevaron consigo aceite. Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con las lámparas. Y tardándose el esposo comenzaron a cabecear, y se durmieron todas. Cuando a la media noche se oyó gritar: Mirad que viene el esposo, salid a recibirle. Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes, y aderezaron sus lámparas. Y dijeron las fatuas a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan. Respondieron las prudentes, diciendo: Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras, id antes a los que lo venden y comprad para vosotras. Y mientras que ellas fueron a comprarlo, vino el esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta. Al fin vinieron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, Señor, ábrenos. Mas él respondió, y dijo: En verdad os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora". (vv. 1-13)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
En la anterior parábola manifestó el Señor
la pena que sufría el soberbio y el lujurioso que disipaban los bienes
del Señor; en ésta conmina con el castigo aun a aquél que no saca
utilidad y no se provee abundantemente de lo que le hace falta. Tienen
ciertamente aceite las vírgenes necias, pero no abundante. Por lo que
dice: "Entonces será el reino de los Cielos semejante a diez
vírgenes".
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Dice, "entonces" porque todo esto se
refiere al gran día del Señor del que arriba hablaba.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12,1
El reino de los cielos, del presente
tiempo, se llama la Iglesia; como se lee en San Mateo: "Enviará el
Hijo del hombre sus ángeles y quitarán de su reino todos los
escándalos" ( Mt 13,41).
San Jerónimo
La semejanza de las diez vírgenes necias y
prudentes, es aplicada por algunos sencillamente a las vírgenes, de
las cuales unas según el Apóstol lo son de cuerpo y de espíritu; y
otras solamente de cuerpo, careciendo de las demás obras; o guardadas
bajo la custodia de sus padres; pero que sin embargo intentan casarse.
Pero a mí me parece, por lo arriba dicho, que es otro el sentido, y
que no pertenece esta comparación a la virginidad corporal, sino a
todo género de personas.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12,1
En cada hombre se encuentran duplicados
los cinco sentidos, y el número de los cinco duplicados completa el de
diez; y porque de la reunión de los fieles de uno y otro sexo resulta
la multitud, la Santa Iglesia la compara a diez vírgenes. Y como los
buenos están mezclados con los malos, y los réprobos con los elegidos,
propiamente se asemeja a la mezcla de las vírgenes prudentes y las
necias.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Por esto, pues, expone esta parábola en la
persona de las vírgenes para demostrar que aunque la virginidad sea
una gran virtud, sin embargo será arrojada fuera con los adúlteros si
no practica las obras de misericordia.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
O de otro modo: los sentidos de todos los
que recibieron la palabra de Dios, son vírgenes; pues tal es la virtud
de la palabra divina, que de su pureza participan todos los que por su
doctrina abandonaron la idolatría y se convirtieron por Jesucristo al
culto de Dios. Y sigue: "Que tomando sus lámparas salieron", etc.
Toman sus lámparas, es decir, los órganos de sus sentidos, y salen del
mundo de los errores al encuentro del Salvador, que siempre está
preparado a venir para entrar juntamente con los que son dignos en la
Iglesia, su bienaventurada esposa.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
O de otro modo: nuestro esposo y nuestra
esposa es nuestro Dios encarnado, pues, para el espíritu la esposa es
la carne. Las lámparas que tomaron es la luz de las almas que
resplandecieron por el Sacramento del Bautismo.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
También las lámparas que llevan en las
manos son las buenas obras; pues escrito está en San Mateo: brillen
vuestras obras delante de los hombres ( Mt
5,16).
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12
Los que rectamente creen y justamente
viven, son comparados a las cinco vírgenes prudentes. Pero los que
confiesan en verdad la fe de Jesucristo, pero no se preparan con
buenas obras para la salvación, son como las cinco vírgenes necias.
Por lo que añade: cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.
San Jerónimo
Son ciertamente cinco los sentidos que
aspiran a las cosas celestiales y las desean. Acerca, pues, de la
vista, del oído y del tacto, ha dicho especialmente San Juan: "lo que
vimos, lo que oímos, lo que con nuestros ojos examinamos y nuestras
manos tocaron" ( 1Jn 1,1). Sobre el gusto:
"gustad y ved cuán suave es el Señor" ( Sal
33,9). Sobre el olfato: "corremos siguiendo el olor de tus unciones" (
Cant 1,3). También son cinco los sentidos
terrenos que exhalan fetidez.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Por las cinco vírgenes necias se entiende
la pérdida de la continencia destruida por los cinco deleites de la
carne; pues debe contenerse el apetito de la voluptuosidad de los
ojos, de los oídos, del olfato, del gusto y del tacto. Pero como esta
continencia se hace en parte delante de Dios para agradarle con el
gozo interior de la conciencia y en parte delante de los hombres
únicamente para captarse la gloria humana, por eso se llaman cinco
prudentes y cinco necias, si bien unas y otras se llaman vírgenes.
Porque ambas gozan del mismo título aunque por diverso motivo.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
Así como las virtudes simultáneamente se
acompañan entre sí, de modo que el que tuviese una las tenga todas,
del mismo modo los sentidos se siguen mutuamente. Por tanto, es
necesario que, o todos los cinco sentidos sean prudentes, o todos
necios.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
La división entre cinco prudentes y cinco
necias, debe entenderse en absoluto de los fieles y de los infieles.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12
Pero es de notar que todas llevan
lámparas, pero no todas tienen aceite: sigue pues: "Pero las cinco
necias no tomaron aceite", etc.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
El aceite es el fruto de las buenas obras;
las lámparas son los cuerpos humanos, en cuyas entrañas debe
esconderse el tesoro de la buena conciencia.
San Jerónimo
Aceite tienen las vírgenes, que según la
fe se adornan con buenas obras. No tienen aceite los que parece que
profesan la misma fe, pero descuidan la práctica de las virtudes.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Por aceite pienso puede significarse la
alegría, según aquello del salmo: "Te ungió el Señor tu Dios con el
aceite del regocijo" ( Sal 44,8). Por
consiguiente, el que no se alegra porque interiormente agrada a Dios,
éste no tiene aceite, pues no siente placer sino en las alabanzas de
los hombres. Pero las prudentes tomaron aceite con las lámparas, esto
es, pusieron la alegría de las buenas obras "en sus vasos", esto es,
en el corazón y en la conciencia: "pusieron". Como el Apóstol avisa:
"Pruébese, dice, a sí mismo el hombre y entonces tendrá la gloria en
sí, y no en otro" ( Gál 6,4).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Llama aquí aceite a la caridad y a la
limosna y a cualquier socorro prestado a los indigentes: llama también
carismas de la virginidad a las lámparas; y por eso llama necias a las
que vencieron la dificultad mayor y por la menor lo perdieron todo.
Pues ciertamente cuesta más vencer los deseos de la carne que los de
las riquezas.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
El aceite es la palabra divina que llena
los vasos de las almas; pues nada conforta tanto como la predicación
moral, que es como el aceite de la luz. Las prudentes, pues, tomaron
este aceite, que les fue bastante aun tardando la salida, y la
permanencia del Verbo que venía a perfeccionarlas. Las necias, no
obstante que tomaron las lámparas desde el principio encendidas en
verdad, no tomaron el aceite suficiente hasta el fin; siendo
negligentes en recibir la doctrina que confirma en la fe y alumbra las
buenas obras.
Sigue: "Tardando, pues, el esposo,
dormitaron", etc.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
En el intervalo de tiempo desde la venida
del Señor hasta la resurrección de los muertos, mueren hombres de
ambos géneros.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12
Dormir es morir, y dormitar antes del
sueño es desfallecer en la virtud antes de la muerte, porque del peso
de la enfermedad viene el sueño de la muerte.
San Jerónimo
Dormitaron, esto es, murieron. Por
consiguiente, dice: "durmieron" porque después han de ser despertadas.
Por esto, pues, dice: "haciéndose esperar el esposo", manifestó que no
es corto el tiempo que ha de pasar entre la primera y segunda venida
del Señor.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
Tardando el esposo, y no viniendo pronto
el Verbo a la consumación de la vida, padecen algo los sentidos
dormitando y como en la noche del mundo vegetando: "Y durmieron" como
obrando perezosamente en sentido espiritual, pero no abandonaron las
lámparas ni desconfiaron de la conservación del aceite las prudentes.
De lo que sigue: "a la media noche, pues, se dio la voz", etc.
San Jerónimo
La tradición judía es que Cristo vendrá a
media noche como en tiempo de los egipcios, cuando se celebró la
Pascua y vino el Angel exterminador, y el Señor pasó por encima de los
tabernáculos, y los postes de los frontispicios de nuestras casas
fueron consagrados con la sangre del cordero. De lo que infiero que
permanece la tradición apostólica, de que en el día de la vigilia de
Pascua, no es lícito despedir al pueblo antes de media noche,
esperando la venida de Cristo, para que después de pasado este tiempo
se tenga la seguridad de que todos celebran el día festivo. Por lo que
dice el salmo: "Me levantaba a media noche a confesar tu nombre" (
Sal 118,62).
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
A media noche, esto es, cuando nadie lo
sabe ni lo espera.
San Jerónimo
De repente, y como en intempestiva hora de
la noche, tranquilos todos, y cuando sea más pesado el sueño, los
ángeles que precedan al Señor anunciarán al clamor de sonoras
trompetas la venida de Jesucristo, significada por estas palabras: "He
aquí que viene el esposo; salid a su encuentro".
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Al sonido de la trompeta sale a su
encuentro la esposa: serán, pues, ya dos en uno, esto es, la
naturaleza humana y Dios, porque la bajeza de la carne será
transformada en gloria espiritual.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Lo que dice arriba, de que tan sólo las
vírgenes irán al encuentro del esposo, debe entenderse, que la llamada
esposa está formada de la reunión de las vírgenes; a la manera que
todos los cristianos que concurren a la Iglesia son llamados hijos
porque acuden a su madre. De la reunión de estos mismos hijos, se
compone la que se llama madre. Ahora bien, la Iglesia queda desposada
y virgen, convoca a las nupcias, pero éstas se celebran en el tiempo
en que estando para perecer toda la humanidad, entra por esta unión en
el goce de la inmortalidad.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
A la media noche, esto es, en la
profundidad del sueño, dieron, según pienso, los ángeles el grito de
alerta, queriendo despertar a todos. Son los ángeles los custodios de
las almas, que clamando despiertan interiormente a todos los que
duermen: "He aquí que viene el esposo, salid a su encuentro", y a esta
excitación que todos oyeron, se levantaron. Pero no todos prepararon
bien sus lámparas, por lo que sigue: "Entonces todos se levantaron, y
prepararon sus lámparas", etc. Se preparan las lámparas con el recto
uso de los sentidos, según los preceptos evangélicos, porque los que
hacen mal uso de ellos, no llevan provisión en sus lámparas.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12
Entonces todas las vírgenes se levantan
porque tanto los elegidos como los réprobos despiertan del sueño de la
muerte; preparan sus lámparas, porque cuentan en su conciencia sus
obras, por las que esperan recibir la bienaventuranza.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Prepararon sus lámparas, esto es, la
cuenta de sus obras.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Tomar las lámparas, es volver las almas a
sus cuerpos; y su luz es la conciencia de las buenas obras, que brilla
en los vasos de los cuerpos.
Orígenes
Pero las lámparas de las vírgenes necias
se apagan, porque las obras, que por defuera parecían buenas a los
hombres, a la venida del Juez quedan por dentro oscuras. Por lo que
sigue: Las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite",
etc. ¿Por qué piden entonces aceite a las prudentes, sino porque a la
venida del Juez se encuentran interiormente vacías, y buscan apoyo
fuera de sí? Como si desconfiadas de sí mismas digan a sus prójimos:
porque veis que nosotras seremos rechazadas por falta de buenas obras,
sed vosotras testigos de que las hicimos.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Se acostumbra siempre buscar aquello que
nos complace. Así es que se quiere el testimonio de los hombres, que
no penetran el corazón, para presentarlo ante Dios, que registra en el
corazón; pero las obras que se apoyan en alabanza ajena, quitada ésta,
desaparecen, por lo que sus lámparas se apagan.
San Jerónimo
Pero las vírgenes que sienten apagarse sus
lámparas, hacen ver que en parte alumbran; pero no con luz
inextinguible, ni con obras duraderas. Si, pues, alguno tiene alma
pura y ama la honestidad, no debe contentarse con aquellas obras
mediocres y que pronto se agostan; sino con perfectas virtudes para
que brillen eternamente.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,1
Estas vírgenes no sólo eran necias porque
descuidaron las obras de misericordia, sino que también, porque
creyeron que encontrarían aceite en donde inútilmente lo buscaban.
Aunque nada hay más misericordioso que aquellas vírgenes prudentes,
que por su caridad fueron aprobadas; sin embargo, no accedieron a la
súplica de las vírgenes necias. Respondieron, pues, diciendo: "No sea
que falte para nosotras y para vosotras", etc. De aquí, pues,
aprendemos que a nadie de nosotros podrán servirles otras obras sino
las propias suyas.
San Jerónimo
Las vírgenes prudentes responden así no
por avaricia, sino por temor, pues cada uno recibirá el premio por sus
obras. Ni en el día del juicio podrán compensarse los vicios de los
unos con las virtudes de los otros. Aconsejan las vírgenes prudentes,
que no vayan a recibir al esposo sin aceite en las lámparas. Y sigue:
"Más vale que vayáis a la tienda y lo compréis".
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Son vendedores aquéllos que necesitando la
misericordia de los fieles, nos venden por lo que nos piden, la
satisfacción de nuestras buenas obras. Este es el aceite copioso de la
luz indeficiente que debe comprarse y guardarse con los frutos de la
misericordia.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78, 2
Ya ves qué buena es nuestra negociación
con los pobres. Estos no se encuentran allá, sino aquí; por tanto aquí
es donde conviene acopiar el aceite para que nos sirva allá, cuando
Jesucristo nos llame.
San Jerónimo
Este aceite se compra y se vende a mucho
precio, y se logra con mucho trabajo: no sólo con las limosnas, sino
también con las virtudes y consejos de los maestros.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
Aunque eran necias, comprendían sin
embargo, que debían recibir al esposo con luz en todas las lámparas de
sus sentidos. Pues veían también que teniendo poco aceite de virtud y
acercándose la noche, se apagarían sus lámparas. Pero las prudentes
envían a las necias a buscar el aceite de los vendedores porque veían
que no habían reunido tanto aceite, esto es, palabra divina que
bastase para salvarlas a ellas e instruir a las otras. Por lo que
dicen: "Id mejor a los vendedores", esto es, a los Doctores, y
"compráoslo" esto es, recibidlo de ellos. Y el precio es la
perseverancia y el deseo, la diligencia y el trabajo de los que
quieren aprender.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No se crea que dieron un consejo, sino que
les recordaron indirectamente su descuido. Los aduladores que alabando
lo que es falso o lo que ellos ignoran, meten a las almas en el camino
del error, halagándolas como fatuas con falsas satisfacciones, venden
también aceite, recibiendo en pago de él alguna gracia temporal.
Dícese, por tanto: "Id a los vendedores y compráoslo" esto es, veamos
ahora quién os ayuda de los que acostumbraron a venderos alabanzas.
Dicen, pues: "No suceda que falte para nosotras y para vosotras"
porque de nada sirve el testimonio ajeno en la presencia de Dios, que
ve los secretos del corazón. Y apenas a cada uno le basta el
testimonio de su conciencia.
San Jerónimo
Como había ya pasado el tiempo de vender y
llegado el día del juicio, no había lugar a penitencia ni a hacer
nuevas obras buenas, y se ven obligados a dar cuenta de las pasadas.
Por eso sigue: "Mientras fueron a comprarlo vino el esposo; y las que
estaban preparadas, entraron con él a las bodas".
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Las bodas son la adquisición de la
inmortalidad y la unión de la corrupción con la incorrupción por un
nuevo consorcio.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Por lo que dice: "Mientras fueron a
comprarlo", manifiesta, que aunque queramos ser misericordiosos para
después de la muerte, de nada nos servirá para evitar la pena; como
tampoco le aprovechó a aquel rico, que fue misericordioso y solícito
para con sus allegados.
Orígenes,
in Matthaeum, 32
"Mientras fueron a comprarlo"; se
encuentran algunos que cuando debieron aprender algo útil lo
despreciaron y al fin de la vida cuando quieren aprender, los coge la
muerte.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
"Mientras fueron a comprar", esto es,
cuando se inclinaban a las cosas del mundo buscando gozar como
acostumbraban de ellas, porque no conocían los placeres del espíritu,
vino el Juez, y las que estaban preparadas, eso es, aquéllas que
delante de Dios tenían el testimonio de su conciencia, entraron con él
a las bodas. Eso es, adonde el alma pura, unida con puro afecto al
Verbo divino, alcanza la perfección.
San Jerónimo
Después del día del juicio no hay lugar
para las buenas obras y la justificación, la puerta está cerrada.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
Recibidos en el reino de los cielos
aquéllos que han cambiado su vida por la de los Angeles se cierra la
entrada; porque después del juicio no tienen lugar los méritos ni las
súplicas.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Y sin embargo, cuando ya no hay lugar a
penitencia vienen las vírgenes necias pidiendo que se les abra. Por lo
que sigue: "Vienen últimamente las demás vírgenes diciendo: Señor",
etc.
San Jerónimo
En verdad es magnífica confesión esta
apelación a Dios y es digno de premio este indicio de fe: pero ¿de qué
sirve invocar con la voz a quien niegas con las obras?
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 12
Afligidas bajo el peso del sentimiento de
la repulsa, redoblan la súplica implorando la autoridad del Señor y
sin atreverse a llamar Padre a aquél cuya misericordia despreciaron en
vida.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No se dice que compraron aceite; y así
debe entenderse que no quedando ya satisfacción ninguna de alabanza
ajena, volvieron llenas de angustia y aflicción a implorar la
misericordia de Dios. Pero después del juicio es muy grande la
severidad de aquél que antes del juicio ensanchó tanto su inefable
misericordia. Y por esto sigue: Y el Señor respondiendo dice: "En
verdad os digo, que no os conozco". De aquí, pues, aquella regla: no
sabe los secretos de Dios, esto es, su sabiduría para entrar en su
reino, el que, si bien se afana en obrar según sus preceptos, no es
por agradar a Dios sino a los hombres.
San Jerónimo
Conoce, pues, el Señor a los suyos, y el
que no le conoce será desconocido ( 2Tim
2,19). Y aunque sean vírgenes, ya por la pureza del cuerpo, o ya por
la confesión de la verdadera fe, sin embargo, son desconocidas por el
esposo porque no tienen aceite. De aquí se infiere aquello de
"Vigilad, pues, porque ignoráis el día y la hora": esta sentencia
comprende todo lo que queda dicho antes; a fin de que siéndonos
desconocido el día del juicio, nos preparemos solícitamente con la luz
de las buenas obras.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, 59
No sólo ignoramos en qué tiempo ha de
venir el esposo, sino que también la hora de la muerte, para la que
cada uno debe estar preparado y aun preparado, se encontrará
sorprendido cuando suene aquella voz, que despertará a todos.
San Agustín,
epistola 80
No faltaron quienes quisieron enseñar que
esta parábola de las diez vírgenes se refiere a la venida que todos
los días celebra la Iglesia; pero esta interpretación no puede
admitirse, pues podría ser impugnada por alguno con razón.
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14-30 |
"Porque así es como un hombre, que al partirse lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes: Y dio al uno cinco talentos, y al otro dos, y al otro dio uno, a cada uno según su capacidad, y se partió luego. El que había recibido los cinco talentos, se fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos ganó otros dos. Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió allí el dinero de su Señor. Después de largo tiempo vino el Señor de aquellos siervos, y los llamó a cuentas. Y llegó el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco he ganado de más. Su Señor le dijo: Muy bien, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu Señor. Y llegó también el que había recibido los dos talentos, y dijo: Señor, dos talentos me entregaste, aquí tienes otros dos que he ganado. Su Señor le dijo: Bien está, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel sobre lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor. Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, se que eres un hombre de recia condición, siegas en donde no sembraste y allegas en donde no esparciste: y temiendo, me fui, y escondí tu talento en tierra; he aquí tienes lo que es tuyo. Y respondiendo su Señor, le dijo: Siervo malo y perezoso, sabías que siego en donde no siembro, y que allego en donde no he esparcido: pues debiste haber dado mi dinero a los banqueros, y viniendo yo hubiera recibido ciertamente con usura lo que era mío. Quitadle, pues, el talento, y dádselo al que tiene diez talentos: Porque será dado a todo el que tuviere, y tendrá más; pero al que no tuviere, le será quitado aun lo que parece que tiene: Y al siervo inútil echadle en las tinieblas exteriores: allí será el llorar y el crujir de dientes". (vv. 14-30)
Glosa
En la precedente parábola ha sido
demostrada la condenación de aquéllos que no se habían provisto
suficientemente de aceite. Bien se entienda por aceite la pureza de
las buenas obras, bien la satisfacción de la conciencia o de la
limosna que se hace con dinero.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Esta parábola se aduce contra aquéllos que
no sólo con dinero, sino ni aun con palabras, ni de ningún otro modo
quieren ser útiles a sus prójimos, sino que todo lo ocultan. Por eso
que dice: "Así, pues, como un hombre que marchó muy lejos", etc.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
Este hombre que marcha lejos, es nuestro
Redentor, que subió al cielo, con aquella carne que había tomado, la
cual tiene su lugar propio en la tierra, y es llevada como en
peregrinación, cuando es colocada en el cielo por nuestro Redentor.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
Según la naturaleza de su divinidad no
viaja, sino según la ordenación del cuerpo que tomó, pues quien dice a
sus discípulos: Yo estoy con vosotros hasta la consumación del siglo (
Mt 28,20), es el unigénito de Dios, que no
está circunscrito a extensión corporal. Y al decir eso no dividimos a
Jesús, sino que respetamos los accidentes propios de cada naturaleza.
Podemos decir que el Señor viaja con aquéllos que viven dentro de la
fe sin ver su esencia, y el Señor estará con nosotros hasta que
saliendo de nuestros cuerpos nos reuniremos con él. Es de advertir que
el texto no dice: como el hombre viajero, así yo el Hijo del hombre;
porque él mismo es quien propone la parábola del peregrino como
hombre, no como Hijo de Dios.
San Jerónimo
Convocados, pues, los apóstoles, les
entregó la doctrina evangélica; distribuyéndola dando a unos más y a
otros menos, pero no según su generosidad o mezquindad, sino según la
capacidad y fuerzas de cada uno de los que la recibían. Así como dice
el Apóstol, que los que no podían digerir un alimento sólido, los
alimentaba con leche. De aquí sigue: "Y a uno le dio cinco talentos y
a otro", etc. En los cinco, en los dos y en uno talentos, entendemos
que a cada uno fueron dadas diversas gracias.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
Cuando vieres que aquéllos que han
recibido el ministerio de la predicación, unos tienen más y otros
menos, o por decirlo así, comparados con los mejores algunos tienen
tan poco, conocerás las diferencias con que recibieron de Jesucristo
el don de la palabra divina, porque diferente fue la eficacia que
produjo por medio de aquéllos que recibieron cinco talentos, que la de
los que recibieron dos, y otra la de los que recibieron uno, pues no
cabía en todos la misma medida de la gracia. Y el que recibió un
talento, recibió en verdad un don no despreciable, pues es mucho
recibir un talento de tal Señor. El recibir tres es propio del siervo,
así como son tres los que producen fruto. El que recibió cinco
talentos es el que puede dar a la Sagrada Escritura la más elevada
interpretación de su sentido divino. El que recibe dos talentos es
aquel que tiene conocimiento de lo corporal, pues dos es el número de
lo carnal; y aun al de menos capacidad dio un talento el señor de los
siervos.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
O de otro modo: los cinco talentos denotan
los dones de los cinco sentidos, es decir, la ciencia de las cosas
exteriores; mientras que los dos talentos significan la inteligencia y
el obrar; y un talento indica tan sólo el don de la inteligencia.
Sigue: "Y marchó en seguida".
Glosa
No cambiando de lugar, sino dejándoles en
libertad de obrar a su arbitrio.
Sigue: Fue, pues, el que había recibido
cinco talentos y agenció otros cinco.
San Jerónimo
Recibidos, pues, los sentidos corporales,
duplicó en sí el conocimiento de lo celestial, conociendo por las
criaturas al Creador, por las cosas corporales las incorporales, y por
las del tiempo las eternas.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
Hay también muchos, que si bien no saben
penetrar en las cosas interiores y espirituales, sin embargo, por el
deseo de alcanzar la gloria, enseñan lo bueno que pueden, y mientras
se guardan de los deseos de la carne, de la ambición de las cosas
terrenas y del deseo de las visibles, apartan a otros de ellas con sus
consejos.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
Los que tienen los sentidos despejados
hablando provechosamente y elevándose ellos mismos a mayor ciencia y
enseñando con esmero, adquirieron otros cinco talentos. Porque nadie
recibe aumento de otra virtud, sino de aquélla que tiene; y cuanto él
la posee, tanto la comunica a otro, y no más.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
El siervo aquel que recibió cinco talentos
es el pueblo creyente que vino de la ley, partiendo de la cual duplicó
su mérito, cumpliendo la obra de la fe evangélica.
Sigue: "Igualmente el que había recibido
dos talentos aumentó otros dos".
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
Hay algunos que comprendiendo y obrando
predican a otros y reportan doble ganancia de su negocio, porque
predicando a un mismo tiempo a ambos sexos, doblan los talentos.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
"Lucraron otros dos", esto es, la
inteligencia literal y otra más sublime.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Aquel siervo a quien se encargaron dos
talentos, es el pueblo gentil justificado por la fe y por la confesión
del Hijo y del Padre; esto es, por la confesión de nuestro Señor
Jesucristo, Dios y hombre de espíritu y carne. Estos son, pues, los
dos talentos que le fueron confiados. Pero como el pueblo judío había
conocido todos los misterios que se contienen en los cinco talentos,
esto es, en la Ley y lo duplicó por la fe en el Evangelio, así el
pueblo de los gentiles mereció la comprensión y las obras por el
aumento de los dos talentos.
Sigue: "Pero el que recibió un talento
marchándose, cavó en la tierra", etc.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
Esconder en tierra el talento, es emplear
el ingenio en asuntos terrenales.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
Cuando vieres alguno que tiene habilidad
para enseñar y aprovechar a las almas, y que oculta este mérito,
aunque en el trato manifieste cierta religiosidad, no dudes en decir
que este tal recibió un talento y él mismo lo enterró.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
Este siervo que recibió un talento y lo
escondió en la tierra, es el pueblo que persiste en la ley judía, que
por envidia y por no querer salvar a las naciones, escondió en tierra
el talento recibido; ocultar el talento en la tierra es ocultar bajo
la envidia de la pasión corporal la gloria de la nueva predicación.
Sigue: "Después de mucho tiempo vino el
Señor y llamó a cuentas", etc. Conviene poner atención en el examen de
este juicio.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
Observa en este pasaje que no son los
siervos los que acuden al Señor para ser juzgados, sino que el Señor
es quien viene a ellos a su debido tiempo. Por eso dice: "Después de
mucho tiempo", esto es, después que envió a los que consideró aptos
para procurar la salvación de las almas. Por tanto, no es fácil
conocer quien de ellos que sea apto para semejante obra, ha de salir
pronto de esta vida, como claramente se deduce por el hecho de que
también los apóstoles envejecieron. Por lo que dice a Pedro: "Cuando
envejecieras extenderás tu mano" ( Jn 21,18);
y San Pablo ha dicho a Filemón: "Pablo ahora es anciano" (
Flm 9).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Nota que el Señor no exige inmediatamente
la cuenta, para que admires su longanimidad; y a mí me parece que
encubriendo simuladamente el tiempo de su resurrección, dijo esto.
San Jerónimo
Dice, pues: pasado mucho tiempo, porque
largo es el tiempo entre la ascensión del Salvador y su segunda
venida.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,1
Este pasaje del Evangelio reclama nuestra
atención porque aquéllos que en este mundo han recibido más que los
otros, han de sufrir un juicio más severo ante el autor del mundo.
Porque a proporción que se aumentan los dones, crece la obligación de
la cuenta. Y por tanto debe ser más humilde, por razón de su cargo,
aquél que más estrechado se ve a darla.
Orígenes,
in Matthaeum, 33
La confianza dio valor a aquél que había
recibido cinco talentos para acercarse el primero al Señor. "Y
acercándose el que había recibido cinco talentos", etc.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,2
El siervo, pues, que entregó duplicados
los talentos, es alabado por el Señor y llevado a la eterna
recompensa. Por lo que añade: "Díjole el Señor": alégrate.
Rábano
Alégrate, es una interjección, por la que
indica su gozo el Señor, que invita a la eterna felicidad al siervo
que ha trabajado bien; por lo que el Profeta dice, "nos inundarás en
el gozo de tu rostro" ( Sal 15,11).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,2
Siervo bueno, porque se refiere a la
caridad con el prójimo; y fiel, porque no se apropió nada de lo que a
su Señor pertenecía.
San Jerónimo
Fuiste fiel en lo poco, porque todo lo que
al presente tenemos, aunque parezca grande y abundante, sin embargo,
es poca cosa en comparación de los bienes futuros.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,2
Entonces el siervo fiel será puesto sobre
lo mucho; porque libre de toda molestia de corrupción gozará en el
cielo de eterno gozo. Entonces entrará en el perfecto gozo de su
Señor, cuando arrebatado a aquella eterna patria, y agregado a los
coros de los ángeles, se hallará poseído interiormente de un gozo, que
no será interrumpido por la corrupción exterior.
San Jerónimo
¿Qué mayor premio puede darse al siervo
fiel que estar y disfrutar en el gozo de su Señor?
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
Esta es la expresión de toda
bienaventuranza.
San Agustín,
de Trinitate, 1,8
Este será nuestro gozo pleno, que mayor no
puede haberlo, gozar de Dios en la Trinidad, a cuya imagen hemos sido
hechos.
San Jerónimo
El Padre de familia felicita con la misma
alabanza a los dos siervos, al que había doblado en diez los cinco
talentos, y al que de dos hizo cuatro: ambos, pues, reciben igual
premio, no por consideración de la grandeza del lucro, sino por la
solicitud de su voluntad. Sigue: "Acercóse, pues, el que había
recibido dos talentos".
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
En lo que dice que, acercándose uno que
había recibido cinco, y el otro dos, entiende por acceso el tránsito
de este mundo al otro, y nota que son las mismas las palabras que
dirige a los dos, para que no crea que aquél que recibió menos
facultades, y empleó todas las que había recibido, había de merecer de
Dios menos premio que el otro que tuvo mayores medios. Lo único que se
busca es que el hombre emplee en la gloria de Dios todo cuanto de El
haya recibido.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,3
El siervo que no quiso negociar con el
talento, lo volvió al Señor con excusas: "Acercándose, pues", etc.
San Jerónimo
En verdad está escrito "para excusar con
excusas sus pecados" ( Sal 140,4), esto
sucede a este siervo, añadiendo el pecado de soberbia a los de pereza
y negligencia. Porque el que debió confesar sencillamente su inercia y
rogar al Padre de familia, por el contrario, le calumnia, y pretende
haber obrado con prudencia, no exponiéndose a perder el dinero
buscando ganancias.
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
Paréceme que este siervo se encontraría
entre los creyentes; no empero entre los operarios fieles, sino entre
los vergonzantes que lo hacen todo de modo que no sean conocidos como
cristianos. Y aun creo que son de aquéllos que temen a Dios y le
consideran como austero e implacable. Esto indica cuando dice: "Señor,
sé que eres hombre duro": comprendemos que, en verdad nuestro Señor,
recoge en donde no sembró, porque el justo siembra en el espíritu, del
cual sacará vida eterna. Coge, aun en donde no siembra, y amontona en
donde no esparce: porque considera como recogido para sí todo lo que
en los pobres se sembrare.
San Jerónimo
Por aquello que este siervo se atrevió a
decir: "Coges en donde no sembraste", entendemos que el Señor acepta
las virtudes, aun de los gentiles y filósofos.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,3
Muchos hay en la Iglesia que se parecen a
este siervo, que temiendo entrar en el camino de una vida mejor, no se
atreven a sacudir la pereza de su cuerpo; y creyéndose pecadores
tiemblan de tomar el camino de la santidad, y no se horrorizan de
permanecer en sus iniquidades.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
También se entiende por este siervo, el
pueblo judío aferrado a su ley. Alega como pretexto de su alejamiento
de la ley evangélica el miedo y dice: aquí está lo que es tuyo, o como
si hubiera observado todo aquello que por el Señor está mandado.
Sabiendo que yerra, queriendo recoger frutos de justicia donde la ley
no ha sido admitida, y hacer fieles de entre los gentiles dispersos,
que no son de la estirpe de Abraham.
San Jerónimo
Pero con lo mismo que creía excusarse, se
condena a sí mismo. Por lo que sigue: "Respondiendo, pues, su Señor,
le dijo: Siervo malo". Le llama siervo malo, porque calumnió al Señor;
perezoso, porque no quiso duplicar el talento, y le condena tanto por
la soberbia como por la pereza. Si me tenías por duro y cruel, y que
buscaba lo ajeno, ¿por qué no obrabas con lo mío con más diligencia y
dabas mi dinero o mi plata a los negociantes? Porque ambas cosas
significa en griego, la palabra argurion .
La palabra del Señor es pura como el oro y la plata pasados por el
crisol ( Sal 11,7). El dinero, pues, y la
plata son la predicación del divino Evangelio, que debió darse a los
negociantes; esto es, o a los demás doctores así como los apóstoles
ordenaron Obispos y Presbíteros en cada diócesis, o a todos los
creyentes, que pueden duplicar el capital y devolverlo con usuras,
para que practiquen las buenas obras que aprendieron de la
predicación.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,4
Así como hay peligro de que los doctores
oculten el talento del Señor, también los oyentes pueden incurrir en
la misma falta cuando se les exijan los réditos de lo que se les
enseñó; a saber, si no han procurado penetrar en la inteligencia de lo
que no han oído, por la meditación de lo que oyeron.
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
Aunque el Señor no toleró el pasar por
severo, como el siervo pensaba, consintió sin embargo los demás
descargos que éste dio. Pero en verdad, es duro para con aquéllos que
abusan de la misericordia de Dios, no para conversión, sino para su
abandono.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,4
Oigamos la sentencia que el Señor
proferirá contra el siervo perezoso: "Quitadle, pues, el talento que
se le dio y dadlo a aquél que tiene diez talentos".
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
Puede el Señor, ciertamente, en fuerza de
su divino poder quitar la suficiencia al perezoso, que abusa de ella,
y darla a aquél que la multiplicará.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,4
Parecía más conforme que se diese mejor a
aquél que tenía dos, que al otro que había recibido cinco. Debió,
pues, darlo al que tenía menos: pero como por cinco talentos se
designa la ciencia exterior, y por los dos talentos el entendimiento y
la obra, tuvo más el de los dos que el que había recibido cinco.
Porque si bien el de los cinco talentos mereció la administración de
las cosas exteriores, todavía quedó vacío del conocimiento de las
eternas: el talento, pues, que según dijimos, significa el
entendimiento, debió darse a aquél que administró bien las cosas
exteriores: lo que diariamente vemos en la Santa Iglesia, a saber: que
gozan del conocimiento de las cosas internas los que fielmente
administran las externas.
San Jerónimo
Se da el talento a aquél que había
agenciado otros diez, para que entendamos cuán grande es el gozo del
Señor en el trabajo de uno y otro; a saber aquel que duplicó los dos y
el que duplicó los cinco, sin embargo merecía mayor premio el que más
trabajó en favor de su Señor.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,6
Generalmente se cita alguna vez la
sentencia que dice: "A todo el que tiene se le dará", etc. Quien,
pues, tiene caridad, recibe además otros dones; así como el que no la
tiene, aun los que recibió, los perderá.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
El que tiene el don de la predicación y de
la doctrina para aprovechar, pierde estos dones si no usa de ellos;
pero el que los cultiva atrae otros mayores.
San Jerónimo
Muchos naturalmente sabios y con talento,
si fueren negligentes y dejaran perder por desidia estos dotes
naturales, en comparación de aquél que, aunque algo menos capaz,
compensó con su trabajo e industria lo que recibió de menos, pierden
con los dotes naturales el premio que se les había prometido, y ven
cómo pasa a otros. Puede también entenderse así: el que tiene fe y
buena voluntad en Dios, aunque, si como hombre apareciese tener de
menos en sus obras, le dará el buen juez lo que falte; pero a aquél
que no tuviere fe, aunque tuviere las demás virtudes naturalmente
adquiridas, las perderá. Por eso dijo con elegancia: Lo que parece
tener, le será quitado; porque a aquel que no ha recibido la fe
cristiana, no se le debe imputar el abuso de ella, sino a aquél mal
administrador que dio los bienes de naturaleza aun al siervo malo.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,6
Quien no tiene caridad, incluso lo que le
parese poseer lo pierde.
San Hilario,
in Matthaeum, 27
La gloria y el honor de la ley pertenece a
aquéllos que practican el Evangelio: al paso que se quitará a aquéllos
que no tienen la fe de Cristo aun cuando parecía que tenían la de la
ley.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
El siervo malo no sólo es castigado con el
daño, sino también con la pena intolerable y la acusación y denuncia.
Por eso sigue: "Arrojad al siervo inútil a las tinieblas exteriores",
etc.
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
Esto es, en donde no hay ninguna luz, ni
siquiera corporal, ni hay visión de Dios, sino que como pecadores
indignos de la presencia divina, son condenados para expiación a las
que se llaman tinieblas exteriores. Alguno que ha explicado antes que
nosotros acerca de las tinieblas del abismo que existe fuera del
mundo; dice que como indignos de todo el mundo son arrojados fuera en
aquel abismo de tinieblas que nadie las ilumina.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,6
Y así incurre en la pena de tinieblas
exteriores el que por su espontánea culpa cae en las interiores.
San Jerónimo
¿Qué se entiende por la pena de llanto y
rechinar de dientes? Lo dijimos arriba.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 78,3
Advierte que no solamente es castigado con
la última pena el que roba lo ajeno y obra mal, sino también el que no
practicó el bien.
San Gregorio Magno,
homiliae in Evangelia, 9,6
El que tiene, pues, talento, procure no
ser perro mudo; el que tiene abundancia de bienes, no descuide la
caridad; el que experiencia de mundo, dirija a su prójimo; el que es
elocuente, interceda con el rico por los pobres; porque a cada uno se
le contará como talento lo que hiciere aunque fuese por el más
pequeño.
Orígenes,
homilia 33 in Matthaeum
Si a alguno disgusta el oír que será
juzgado porque no enseñó a otros, recuerde aquello del Apóstol: "¡Ay
de mí si no evangelizare!" ( 1Cor 9,16).
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31-45 |
"Y cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su majestad: Y serán ayuntadas ante él todas las gentes y apartará los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de los cabritos: Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era huésped, y me hospedasteis; desnudo, y me cubristeis; era enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel, y me vinisteis a ver. Entonces le responderán los justos, y dirán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver? Y respondiendo el Rey les dirá: En verdad os digo, que cuando lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber. Era huésped y no me hospedasteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: En verdad os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis". (vv. 31-45)
Rábano
Después de las parábolas sobre el fin del
mundo expone el Señor el modo cómo será juzgado.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Escuchemos esta parte sublime del discurso
con la mayor compunción, grabándola profundamente en nuestra alma,
pues es el mismo Jesucristo quien lo profiere del modo más terrible y
claro. No dice como en las parábolas anteriores: el reino de los
cielos es semejante, sino que manifestándose y revelando su propia
persona dice: "Cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad".
San Jerónimo
El que, dos días después había de celebrar
la Pascua y ser entregado al escarnio de los hombres y a la muerte de
cruz, oportunamente promete el triunfo de su resurrección, para
compensar el escándalo con la promesa del premio. Y es de notar que
quien ha de ser visto con majestad es el Hijo del hombre.
San Agustín,
in Ioannem, 21
En forma humana, pues, le verán los impíos
y los justos; porque en el juicio aparecerá con la misma forma que
tomó de nosotros; pero después será visto en la forma divina que todos
los fieles ansían.
Remigio
Estas palabras destruyen el error de
aquéllos que dijeron que el Señor no conservará la forma de siervo:
pues de dice majestad de su divinidad en la que es igual al Padre y al
Espíritu Santo.
Orígenes,
homilia 34 in Matthaeum
Volverá con gloria para que su cuerpo
aparezca transfigurado como lo fue en el monte. Su asiento debe
entenderse lo más perfecto de los Santos de quienes está escrito:
"Porque allí se colocaron los tronos para el juicio" (
Sal 121,5); o ciertas virtudes angélicas, de
las que se dice: Sean Tronos o Dominaciones ( Col
1,16), etc.
San Agustín,
de civitate Dei, 20,24
Bajará, pues, con los ángeles, que convocó
de las alturas para celebrar el juicio, por lo que dice: Y todos sus
ángeles con El.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Concurrirán todos los ángeles para dar
testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de
Dios para la salvación de los hombres.
San Agustín,
sermones, 351,8
Con el nombre de ángeles designó también a
los hombres, que juzgarán con Cristo, pues siendo los ángeles nuncios,
como a tales consideramos también a todos los que predicaron a los
hombres su salvación.
Sigue: "Y serán congregados ante El
todos", etc.
Remigio
Estas palabras prueban la verdad de la
futura resurrección.
San Agustín,
de civiate Dei, 20,24
Esta reunión se verificará por ministerio
de los ángeles, a quienes se dice en el salmo: "Congregad al Señor
todos sus Santos" ( Sal 49,5).
Orígenes,
homilia 34 in Matthaeum.
No entendamos que serán reunidos ante El
en un local todos los pueblos porque ya no estarán dispersos por
muchos y falsos dogmas sobre El. Se hará patente la Divinidad de
Cristo, para que no sólo ninguno de los justos, sino ninguno de los
pecadores lo ignoren. Ya no aparecerá el Hijo de Dios en un lugar y en
otro no, sino como dio a entender El mismo con la comparación del
relámpago. Mientras, pues, los malos no se conocen, ni conocen a
Cristo, y los justos sólo lo ven como por espejo y enigma, no están
separados los buenos de los malos. Pero cuando por la aparición del
Hijo de Dios entraren todos en el conocimiento de sí mismos, entonces
el Salvador separará a los buenos de los malos, por lo que sigue: "Y
los separará unos de otros", etc. Por cuanto los pecadores conocerán
sus delitos y los justos verán patentes los frutos de su justicia que
les acompañaron hasta el fin. Se llaman ovejas los que se salvan, por
la mansedumbre con que aprendieron de Aquél que dijo: aprended de mí,
que soy manso ( Mt 11,29); y por cuanto
estuvieron dispuestos hasta sufrir la muerte, imitando a Jesucristo,
que como oveja fue llevado a la muerte ( Is
53,7). Los malos, en cambio, son llamados cabritos, los que trepan los
más ásperos peñascos y caminan por sus precipicios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
A éstos llama cabritos, pero a los otros
ovejas, para demostrar la inutilidad de aquéllos pues de nada
aprovechan, y la utilidad de éstas, porque es mucho el fruto que de
las ovejas se saca, como la lana, la leche y los corderillos que
nacen. La Sagrada Escritura suele designar la sencillez y la inocencia
con el nombre de oveja. Bellamente, pues, se designan aquí los
elegidos con este nombre.
San Jerónimo
El cabrito es animal lascivo, que en la
ley antigua se ofrecía para víctima de los pecados; y no dice cabras,
que pueden tener crías y salen esquiladas del lavadero.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Después los separa hasta de lugar, pues
sigue: "Y colocará a las ovejas a la derecha, y los cabritos a la
izquierda".
Orígenes,
homilia 34 in Matthaeum
Los Santos, pues, que obraron obras
derechas, recibieron en premio de sus obras derechas la derecha del
Rey, en la cual está el descanso y la gloria. Pero los malos por sus
obras pésimas y siniestras, cayeron en la siniestra, esto es, en la
tristeza de los tormentos. Continúa: "Entonces dirá el Rey, etc".
Venid, para que, habiendo estado unidos perfectamente con Jesucristo,
alcancen aun lo que más insignificante había sido para ellos; y añade:
"Benditos de mi Padre", para que se manifieste la grandeza de la
bendición de ellos, pues con preferencia son benditos del Señor que
hizo el cielo y la tierra ( Sal 113,15).
Rábano
O son llamados benditos, aquéllos a
quienes por sus buenos méritos, se les debe la bendición eterna. Y
dice que el reino es de su Padre, porque atribuye la potestad del
reino, a aquél por quien El mismo ha sido engendrado Rey. De aquí que
con autoridad regia, con la que sólo El será exaltado en aquel día,
pronunciará la sentencia del juicio, por esto se dice claramente:
"Entonces dirá el Rey".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,2
Observa que no dijo: recibid, sino poseed,
o por mejor decir, heredad; como bienes familiares, o más bien
paternos, como bienes vuestros que se os deben desde hace mucho
tiempo, por esto se dice: El reino que os está preparado desde el
establecimiento del mundo.
San Jerónimo
Todas estas cosas se han de tomar en el
sentido de la presciencia de Dios, para quien las cosas futuras ya han
sucedido.
San Agustín,
de civitate Dei, 20,9
Hecha excepción de aquel reino del cual,
en el juicio final, se ha de decir: Poseed el reino que os está
preparado, también la Iglesia presente, aunque de una manera más
impropia, es llamada su reino, en el que aun se lucha con el enemigo,
hasta que se llegue a aquel pacificadísimo reino en donde se reinará
sin enemigos.
San Agustín,
sermones, 351,8
Pero dirá alguno: Yo no quiero reinar, me
basta salvarme. En eso se engaña, primero, porque no hay salvación
alguna para aquéllos cuya iniquidad persevera; además si hay alguna
diferencia entre los que reinan y los que no reinan, conviene que
todos estén en un mismo reino, para que no sean considerados como
enemigos o de otro orden distinto y perezcan mientras los otros
reinan. Pues todos los romanos poseen el reino romano, aunque no todos
reinan en él.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,2.
Y por qué méritos los escogidos reciben
los bienes del reino celestial, lo manifiesta cuando añade: "Porque
tuve hambre, y me disteis de comer".
Remigio
Y hay que notar que en este lugar menciona
el Señor las siete obras de misericordia, las cuales, cualquiera que
tuviere cuidado de cumplirlas, merecerá alcanzar el reino preparado a
los escogidos desde el establecimiento del mundo.
Rábano
Pues en un sentido místico observa las
leyes del verdadero amor, quien al que tiene hambre y sed de justicia
le alimenta con el pan de la palabra, o bien le da de beber la bebida
de la sabiduría, y el que recibe en la casa de la Madre Iglesia al que
anda errante por la herejía o por el pecado, y el que admite al que
está enfermo en la fe.
San Gregorio Magno,
Moralia 26,25
Mas éstos a quienes dirá el Juez cuando
venga, teniéndolos a la derecha: "Tuve hambre", son la parte de los
escogidos que son juzgados y reinan, los que limpian las manchas de la
vida con lágrimas, los que redimiendo los pecados precedentes con las
acciones buenas consiguientes, todo lo ilícito que obraron en otro
tiempo, lo cubren enteramente ante los ojos del juez. Y hay otros que
no son juzgados y reinan, los cuales superan los preceptos de la ley
con la virtud de la perfección.
Orígenes,
homilia 34 in Matthaeum
Y a causa de su humildad se proclaman
indignos de alabanza por sus buenas obras; no por haberse olvidado de
aquello que hicieron, pues El mismo les muestra su compasión en los
suyos. Por esto sigue diciendo: Entonces le responderán los justos:
¿Cuándo te vimos? etc.
Rábano
Dicen esto ciertamente no desconfiando de
las palabras del Señor, sino pasmándose de tan extraordinaria
excelencia y de la grandeza de su majestad. O porque les parecerá
mezquino el bien que habían obrado, según aquello del Apóstol: "No son
de comparar los trabajos de este tiempo con la gloria venidera, que se
manifestará en nosotros" ( Rom 8,18).
Continúa: Y respondiendo el Rey, dirá: "En
verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos
pequeñitos, a mí me lo hicisteis".
San Jerónimo
Libremente podíamos entender que
Jesucristo hambriento sería alimentado en todo pobre, y sediento
saciado, y de la misma manera respecto de lo otro. Pero por esto que
sigue: "En cuanto lo hicisteis a uno de mis hermanos", etc., no me
parece que lo dijo generalmente refiriéndose a los pobres, sino a los
que son pobres de espíritu, a quienes había dicho alargando su mano:
"Son hermanos míos, los que hacen la voluntad de mi Padre" (
Mt 12,50).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Mas si son sus hermanos, ¿por qué los
llama pequeñitos? Por lo mismo que son humildes, pobres y abyectos. Y
no entiende por éstos tan sólo a los monjes que se retiraron a los
montes, sino que también a cada fiel aunque fuere secular; y, si
tuviere hambre, u otra cosa de esta índole, quiere que goce de los
cuidados de la misericordia: porque el bautismo y la comunicación de
los misterios le hacen hermano.
Continúa: "Entonces dirá también a los que
estarán a la izquierda: Apartaos", etc.
Orígenes,
homilia 34 in Matthaeum
Así como había dicho a los justos, venid (
Mt 25,34), así también dice a los inicuos,
apartaos. Los que guardan los Mandamientos de Dios, están más próximos
al Verbo y son llamados para que se aproximen todavía más. Pero están
muy alejados de El (aunque parece que le asisten) los que no cumplen
sus Mandamientos, por esto oyen, apartaos, para que los que al
presente parecen estar en su presencia, después ni siquiera le vean. Y
hay que advertir que a los escogidos se ha dicho: "Benditos de mi
Padre" ( Mt 25,34); mas no se dice ahora:
malditos de mi Padre, porque el dispensador de la bendición es el
Padre; mas el autor de la maldición es para sí mismo cada uno de los
que han obrado cosas dignas de maldición. Los que se apartan de Jesús,
caen en el fuego eterno, el cual es de distinta naturaleza del fuego
de que hacemos uso: pues ningún fuego es eterno entre los hombres, y
ni siquiera de mucha duración. Y ten presente que no dice que el reino
está preparado, en verdad, para los ángeles, mas sí que el fuego
eterno lo está para el diablo y para sus ángeles. Porque por lo que a
El toca, no ha creado a los hombres para que se pierdan, pero los que
pecan son los que se unen con el diablo, para que así como los que se
salvan son comparados a los ángeles santos, de la misma manera sean
comparados a los ángeles del diablo los que perecen.
San Agustín,
de civiate Dei, 21,10
De aquí se colige que será uno mismo el
fuego destinado para suplicio de los hombres y de los demonios. Y si
será dañoso al tacto corporal, para que por él puedan ser atormentados
los cuerpos, ¿de qué manera podrá contenerse en él la pena de los
espíritus malignos, salvo que los demonios tengan ciertos cuerpos,
formados del aire denso y húmedo, como algunos han opinado? Mas si
alguno afirma que los demonios no tienen cuerpos, no se ha de entablar
disputa acerca de este asunto discutible: pues ¿por qué no diremos
-con términos que, aunque maravillosos, son sin embargo razonables-
que los espíritus incorpóreos pueden ser afligidos con la pena del
fuego corporal? Si las almas de los hombres -aun siendo enteramente
incorpóreas- podrán ser encerradas ahora en los miembros corporales y
también entonces ser sujetos indisolublemente a los vínculos de sus
cuerpos, se adherirán, por consiguiente, los demonios (aunque
incorpóreos) a los fuegos corporales para ser atormentados, recibiendo
la pena de los fuegos, mas no dando la vida a los fuegos. Y aquel
fuego será corporal, y atormentará a los cuerpos de los hombres
juntamente con sus espíritus; pero los espíritus de los demonios sin
cuerpo.
Orígenes,
in Matthaeum, 34
O tal vez aquel fuego tenga tal sustancia,
que siendo invisible queme las cosas invisibles; a esto se refiere lo
que dice el Apóstol: "Las cosas que se ven son temporales; mas las que
no se ven son eternas" ( 2Cor 4,18). No te
admires, pues, cuando oigas que el fuego es invisible y castigador, y
cuando veas que el calor se aproxima y atormenta no poco interiormente
a los cuerpos. Continúa: "Porque tuve hambre, y no me disteis, etc."
Se escribió a los fieles: "Vosotros sois cuerpo de Cristo" (
1Cor 12,27). Luego así como el alma que
habita en el cuerpo, aun cuando no tenga hambre respecto a su
naturaleza espiritual, tiene necesidad, sin embargo, de tomar el
alimento del cuerpo, porque está unida a su cuerpo, así también el
Salvador, siendo El mismo impasible, padece todo lo que padece su
cuerpo, que es la Iglesia. Y ten en consideración que, cuando habla a
los justos, cuenta sus beneficios enumerándolos de uno en uno, mas
cuando lo hace a los inicuos, abreviando la narración, juntó en una
ambas palabras, diciendo: "Enfermo y en la cárcel, y no me
visitasteis", etc. Porque propio era de la misericordia del Juez
publicar con más encomio y ampliar las obras buenas de los hombres, y
hacer mención transitoriamente y abreviar sus maldades.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79, 1
Y mira cómo abandonaron la misericordia no
en un sólo concepto, sino en todos. Porque no tan sólo no dieron de
comer al hambriento, sino que (lo que era menos penoso) tampoco
visitaron al enfermo. Y observa de qué manera añade las cosas más
soportables, porque no dijo: Estaba en la cárcel y no me sacasteis;
enfermo y no me curasteis; sino dice, no me visitasteis, y no
vinisteis a mi casa. Además, cuando tiene hambre no pide una mesa
espléndida, sino la comida necesaria. Todas estas cosas, por tanto,
bastan para sufrir la pena. Primero, la facilidad en dar lo que se
pide (pues era pan); segundo, la miseria del que pedía (pues era
pobre); tercero, la compasión de la naturaleza (pues era hombre);
cuarto, el deseo de alcanzar lo que se prometía (pues prometía el
reino); quinto, la dignidad del que recibía (pues era Dios el que
recibía por medio de los pobres); sexto, la superabundancia del honor
(porque se dignó recibir de mano de los hombres); séptimo, lo justo
que era dar (pues recibía de nosotros lo que es suyo): mas los hombres
ante todas estas cosas son cegados por la avaricia.
San Gregorio Magno,
Moralia 26,24
Esos de quienes esto se dice, son los
malos fieles, que son juzgados y perecen, pues los otros (a saber, los
infieles) no son juzgados y perecen: porque entonces no se discutirá
la causa de los que se acercan a la presencia del severo juez, ya con
la condenación de su infidelidad. Pero los que retienen la profesión
de su fe, mas no tienen las obras propias de esta profesión, son
confundidos para que perezcan. Estos por lo menos oyen las palabras
del juez, porque por lo menos tuvieron las palabras de su fe; aquéllos
ni siquiera perciben en su condenación las palabras del Juez eterno,
porque ni siquiera en las palabras quisieron guardar la reverencia que
se le debe: pues el príncipe que gobierna una república terrena, de
una manera castiga al ciudadano que delinque en el interior; y de otra
distinta al enemigo que se rebela en el extranjero. Contra aquél
procede, consultando sus leyes; contra el enemigo promueve la guerra y
no averigua lo que diga la ley acerca de la pena que merece.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 79,1
Mas reprochados por las palabras del juez,
hablan con mansedumbre, pues continúa: "Entonces ellos también le
responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y no te
alimentamos, sediento?", etc.
Orígenes,
in Matthaeum, 34
Advierte que los justos se paran en cada
una de las palabras; y los réprobos no lo hacen así en cada una, sino
que pasan por ellas ligeramente: porque es propio de los justos, a
causa de su humildad, desmentir diligentemente y de una en una sus
buenas obras, narradas en presencia de los mismos. Y es propio de los
hombres malos, para excusarse, dar a entender que no tienen culpas, o
que son leves y pocas; y esto mismo lo indica la respuesta de
Jesucristo. Por esto continúa: "Entonces les responderá: En verdad os
digo: que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos", etc. Y
queriendo demostrar que las acciones buenas de los justos son
sublimes, y que las culpas de los pecadores no son sublimes, dice a
los justos: "Por lo mismo que lo hicisteis a uno de mis hermanos
pequeñitos", mas al referirse a los inicuos, no añadió la palabra
hermanos. Porque verdaderamente, los que son perfectos, son sus
hermanos: más agradable es a Dios la obra buena que se hace en
obsequio a los más santos, que la que se hace en obsequio a los menos
santos; y es culpa más leve desdeñar a los menos santos que a los más
santos.
San Agustín,
de civitate Dei, 20,1
Aquí, pues, se trata del último juicio,
cuando Jesucristo ha de venir del cielo con el fin de juzgar a los
vivos y a los muertos. Llamamos último a este día del juicio divino,
esto es, último tiempo, pues es incierto por cuántos días se alargará
dicho juicio; según costumbre de las Escrituras Santas, el día suele
ponerse en lugar del período. Por lo mismo, pues, decimos el último
juicio o novísimo, porque juzga ahora, y juzgó desde el principio del
género humano, separando a los primeros hombres del árbol de la vida (
Gén 3,24) y no perdonando a los ángeles que
pecaron ( 2Pe 2,4). Y en aquel juicio final
serán juzgados a un mismo tiempo los hombres y los ángeles, porque por
el poder divino se hará que a cada uno se le representen en su memoria
todas sus obras (ya buenas, ya malas); y que sean vistas con admirable
celeridad por la vista de la mente, a fin de que el entendimiento
acuse o excuse a la conciencia.
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46 |
"E irán éstos al suplicio eterno y los justos a la vida eterna". (v. 46)
San Agustín,
de fide et operibus c. 25
Algunos se engañan a sí mismos diciendo
que el expresado fuego eterno no es la pena eterna: previendo esto el
Señor, concluyó su sentencia diciendo así: E irán éstos al suplicio
eterno y los justos a la vida eterna.
Orígenes,
in Matthaeum, 34
Advierte que, habiendo dicho primeramente:
Venid ( Mt 25,34), benditos, dice después:
Apartaos, malditos ( Mt 25,41): porque es
propio del buen Dios recordar primero las acciones buenas de los
buenos, que las malas de los malos. En este lugar nombra primero la
pena de los malos y luego la vida de los justos, para que evitemos
primero los males (que son causa del temor); y luego apetezcamos los
bienes (que son causa del honor).
San Gregorio Magno,
Moralia, 25,10
Si con tan extraordinaria pena es
castigado el que es acusado de no haber dado lo suyo, con qué pena
habrá de ser vulnerado el que es increpado por haber quitado lo ajeno?
San Agustín,
de civitate Dei, 19,11
La vida eterna es, pues, nuestro sumo
bien, y el fin de la ciudad de Dios. De este fin dice el Apóstol: "Y
por fin la vida eterna" ( Rom 6,22). Y
además, como quiera que aquéllos que no están muy versados en las
Escrituras Santas pueden tomar la vida eterna por la vida de los
malos, a causa de la inmortalidad del alma, o a causa de las penas
interminables de los impíos: verdaderamente se ha de decir que el fin
de esta ciudad en la cual se tendrá el sumo bien para que todos puedan
entenderlo es o la paz en la vida eterna, o la vida eterna en la paz.
San Agustín,
de Trinitate, 1,8
Pues lo que dijo el Señor a su siervo
Moisés: "Yo soy el que soy" ( Ex 3,14), lo
veremos cuando vivamos para siempre: y así lo dice el Señor: "Esta es
la vida eterna, que te conozcan a ti Dios verdadero" (
Jn 17,3). Porque esta visión nos promete el
fin de todas las acciones, y la perfección eterna de todos los goces,
de la cual dice San Juan: "Le veremos así como El es" (
1Jn 3,2).
San Jerónimo
Mas, ¡oh lector prudente! advierte que los
suplicios son eternos y que la vida perpetua no tendrá peligro de
acabarse.
San Gregorio,
Dialog. 4,44
Mas dicen algunos, que ha amenazado a los
pecadores, tan sólo para refrenarlos en el pecar. A los estos
responderemos: si ha amenazado con falsedades para corregirlos en su
injusticia, también prometió cosas falsas para provocarlos a la
justicia; y así, mientras andan solícitos para presentar a Dios como
misericordioso no se avergüenzan de predicarle falaz. Pero (dicen), la
culpa limitada no debe ser castigada ilimitadamente: a los cuales
responderemos que hablarían bien, si el juez justo apreciara, no los
corazones de los hombres, sino sus obras. A la justicia, por tanto,
del severo juez corresponde que jamás carezcan de suplicio aquéllos
cuyo espíritu jamás quiso carecer de pecado en esta vida.
San Agustín,
de civitate Dei, 21,11
Ninguna ley justa exige que sea igual la
duración del tiempo de la pena al de la culpa, pues no hay quien haya
querido sostener que la pena del homicida o del adúltero deba durar
tan poco como duraron estas faltas. Cuando por algún gran crimen es
condenado alguno a muerte, ¿acaso toman en consideración las leyes el
tiempo que dura el suplicio; y no la necesidad de quitarle para
siempre de la sociedad de los vivos? Los azotes, la deshonra, el
destierro, la esclavitud que frecuentemente se imponen sin remisión
alguna, ¿no se parece en esta vida, en la forma, a las penas eternas?
Y eso que no pueden ser eternas, porque ni la misma vida durante la
cual se imponen es eterna. Pero se dice: ¿Cómo, pues, puede ser verdad
lo que dice Jesucristo: "Con la misma medida que midiereis seréis
medidos", si el pecado temporal es castigado con pena eterna? Pero no
se considera que la medida de la pena se entiende, no por la igual
duración del tiempo, sino por la reciprocidad del mal, esto es, que el
que mal hizo mal padezca; hízose digno de la pena eterna, el hombre
que aniquiló en sí el bien que pudiera ser eterno.
San Gregorio,
Dialog. 4,44
No se ha dicho jamás de hombre justo que
se complaciese en la crueldad, y si manda castigar al siervo
delincuente, es para corregirle de su falta: los malos, pues,
condenados al fuego eterno, ¿por qué razón arderán eternamente? A esto
responderemos que Dios Omnipotente no se complace en el tormento de
los desgraciados, porque es misericordioso. Pero porque es justo no le
es suficiente el castigo de los inicuos. Y por alguna razón el fuego
eternamente devorará a los malvados, así, pues, servirá para que
reconozcan los justos cuán deudores son a la gracia divina, con cuyo
auxilio pudieron evitar los eternos males que ven.
San Agustín,
de civitate Dei, 21,3
Pero dirán que de todos los cuerpos
creados por Dios, no hay ninguno que pueda padecer y no pueda morir.
Es, pues, necesario que viva sufriendo, y no es necesario que muera de
dolor. Porque no cualquier dolor mata a estos cuerpos mortales; para
que un dolor pueda matar es necesario que sea de tal naturaleza, que
estando íntimamente unida el alma a este cuerpo, cediendo a acerbos
dolores, salga de él. Entonces, el alma se une a tal cuerpo con un
lazo tan íntimo que ningún dolor podrá romperlo; y no se extinguirá la
muerte, sino que será muerte sempiterna, cuando el alma no podrá vivir
sin Dios, ni librarse de los dolores del cuerpo muriendo. Entre los
que negaron semejante eterno suplicio el más misericordioso fue
Orígenes, que incurrió en el error de que después de largos y crueles
suplicios serían libertados hasta el mismo diablo y sus ángeles, y
asociados a los ángeles santos. Pero la Iglesia no sin razón lo
condenó no sólo por éste, sino por muchos otros errores, y le abandonó
a esta ilusión de falsa misericordia que le había hecho inventar en
los santos verdaderas miserias, para evitar los futuros castigos y
falsas bienaventuranzas, en las que no gozaran con seguridad de la
eterna dicha. También yerran en diversos sentidos otros llevados de un
sentimiento de compasión puramente humano, que suponen que después de
sufrir temporalmente aquellas penas serán tarde o temprano libertados
de ellas en el último juicio. ¿Por qué, pues, tanta misericordia con
toda la naturaleza humana, y ninguna con la angélica?
San Gregorio,
Dialog. 4,44
Pero preguntan cómo pueden ser santos los
que no rogarán por sus enemigos cuando los verán ardiendo. Ruegan, en
verdad por sus enemigos, durante el tiempo que pueden reducirlos a
fructuosa penitencia y convertir sus corazones, pero ¿cómo orarán por
aquéllos que ya de ningún modo pueden convertirse de la iniquidad?
San Agustín,
De civ. Dei 21,19
También hay algunos que no prometen a
todos los hombres la redención del suplicio eterno, sino tan sólo a
aquéllos que están lavados con el bautismo de Cristo y que han
participado de su cuerpo, de cualquier modo que hayan vivido. Por
aquello que dice el Señor por San Juan: "Si alguno comiere de este pan
no morirá eternamente" ( Jn 6,51). Asimismo
otros no hacen la misma promesa a todos los que participan del
sacramento de Cristo sino solamente a los católicos (aunque vivan
mal), y que no solamente hayan participado del cuerpo de Cristo, sino
que de hecho hayan formado parte de su cuerpo, que es la Iglesia, a
pesar de que después hayan incurrido en alguna herejía o idolatría. No
falta quien teniendo fijos los ojos en aquellas palabras de San Mateo:
"El que perseverare hasta el fin, ésta será salvo" (
Mt 24,3); promete tan sólo a los que perseveran en la Iglesia
católica (aunque vivan mal), que por el mérito del fundamento, es
decir, de la fe, se salvarán por el fuego con que en el último juicio
serán castigados los malos. Pero todo esto lo refuta el Apóstol
diciendo: "Evidentes son las obras de la carne, que son la impureza,
la fornicación y otras semejantes: yo os predico que todos los que tal
hacen no poseerán el reino de Dios" ( Gál
5,19-21). Si, pues, alguno prefiere en su corazón las cosas temporales
a Cristo, aunque parezca que tiene la fe de Cristo, sin embargo no es
Cristo el fundamento en quien tales cosas antepone. Y con mayor razón,
si comete pecados, queda convicto de que no sólo no prefiere a Dios,
sino que le pospone. He hallado algunos que piensan que tan solamente
arderán en el fuego eterno los que descuidan el compensar con dignas
limosnas sus pecados y por eso sostienen que el juez en su sentencia
no ha querido hacer mención de otra cosa, que de si han hecho o no
limosnas. Pero el que dignamente hace limosna por sus pecados, empieza
primero a hacerla para sí mismo: pues es indigno que no la haga para
sí, el que la hace para el prójimo, y no oiga la voz de Dios que dice:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Y asimismo en el Eclesiástico
"Compadécete de tu alma agradando a Dios" ( Eclo
30,24). No haciendo esta limosna por su alma, esto es, la de agradar a
Dios, ¿cómo puede decirse que hace limosnas suficientes por sus
pecados? Por esta razón se han de hacer las limosnas para que seamos
oídos cuando pedimos perdón por los pecados pasados, y no creamos que
con ellas compramos el permiso de perseverar obrando mal. Por esto,
pues, el Señor predijo que colocaría a su derecha a los que hicieron
limosnas y a la izquierda a los que no las hicieron; para demostrar
cuánto vale la limosna para borrar los pecados pasados; no para
continuar pecando impunemente.
Orígenes,
in Matthaeum, 34
Pero no piensan algunos que tan sólo es
digno de premio este medio de justificación, sino también cualquier
otro de los que mandó Jesucristo, porque da de comer y beber a
Jesucristo el que alimenta a los fieles con la verdad y la justicia.
Asimismo vestimos a Cristo desnudo, cuando enseñamos a algunos,
vistiéndoles con las ropas de la sabiduría, y entrañas de
misericordia. Le recibimos como peregrino en la casa de nuestro pecho,
cuando preparamos nuestro corazón y el de nuestros prójimos, para
recibir diversas virtudes. Igualmente cuando visitáremos a nuestros
hermanos enfermos en la fe o en las costumbres, enseñándoles,
reprendiéndoles o consolándoles, al mismo Cristo visitamos.
Finalmente, todo lo que aquí en el mundo existe, es cárcel de Cristo y
de los suyos, que se encuentran como prisioneros y encarcelados por
las exigencias del mundo y las necesidades de la naturaleza. Cuando,
pues, les hiciéremos bien, les visitamos en la cárcel y a Jesucristo
en ellos.
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