CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

   

01

Jesús, después de haber dado estas instrucciones a sus doce discípulos, pasó de allí a enseñar y a predicar a las ciudades de ellos. (v. 1)
 
Rábano
Después que el Señor instruyó a sus discípulos por las palabras precedentes y los mandó a predicar, realiza El mismo con sus acciones lo que había enseñado de palabra, predicando primeramente a los judíos. Esto es lo que significa: "Y después de haber dado sus instrucciones", etc.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
Dice: "Pasó de allí a", etc. Porque se apartó El mismo cuando envió a sus discípulos, a fin de que tuvieran ocasión y tiempo de poner en práctica cuanto les había ordenado, pues si El estaba presente y obraba personalmente, nadie hubiera querido aproximarse a los Apóstoles.

Remigio
Bellamente pasó de la doctrina especial, que enseñó a los Apóstoles, a la predicación más general en las ciudades, porque había bajado El del cielo a la tierra, a fin de iluminar a todos: este proceder es una enseñanza a los predicadores santos, quienes deben procurar ser útiles a todos.

02-06

Y habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió a dos de sus discípulos, y le dijo: "¿Eres Tú el que has de venir o esperamos a otro?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Id y anunciad a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados, y bienaventurado el que no fuere escandalizado en Mí". (vv. 2-6)
 
Glosa
Puso antes el evangelista la manera con que los discípulos y el pueblo habían sido instruidos mediante los milagros y la doctrina de Cristo. Ahora hace ver cómo llegó esa instrucción a los discípulos de Juan, que parece tenían cierta emulación con Cristo y por eso dice: "Y habiendo oído Juan en la cárcel", etc.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1
Debemos preguntar por qué Juan, Profeta y más que Profeta, que había señalado al Señor cuando venía al bautismo, diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo", envía desde la cárcel a sus discípulos a preguntar: "¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?" ( Jn 1,29), como si no supiera quién era al que había él mismo designado y como si no conociese a quien había él mismo proclamado en las profecías, en el bautismo y en la presentación que él mismo hizo.

San Ambrosio, in Lucam, 7,19
Algunos entienden este pasaje de esta manera: Juan era un gran Profeta que había conocido a Cristo y que había anunciado el perdón de los pecados; pero como piadoso Profeta no creyó que había de morir Aquel cuya venida tenía anunciada. Dudó, pues, no en la fe, sino en la piedad; también dudó Pedro: "Sedme propicio, Señor, no se verificará esto" ( Mt 16,22).

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2-3
Pero no era esto posible, porque no ignoraba Juan esta circunstancia que él mismo había profetizado, cuando dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo": llamándole Cordero publica su muerte, porque El ha hecho desaparecer el pecado mediante su Cruz. ¿Cómo, pues, había de ser un gran Profeta el que ignora las cosas propias de los Profetas? Porque dice Isaías: "Fue llevado a la pasión como una oveja" ( Is 53,7), etc.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1
Puede resolverse de otra manera esta cuestión, teniendo en cuenta el tiempo en que se verificó esto. Afirma Juan desde las orillas del Jordán que El es el Redentor del mundo y luego desde la cárcel pregunta si El mismo vendrá, no porque tuvo duda de que fuera el Redentor del mundo, sino que pregunta para saber si el que había venido por sí mismo al mundo bajaría por sí mismo a los abismos del infierno.

San Jerónimo
Por eso no dice: "Eres Tú el que viniste", sino "eres Tú el que has de venir". Hazme saber a mí, que he de descender a los infiernos, si debo yo anunciarte también a los infiernos, o si está reservado a otro, que ha de venir, la realización de este misterio.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,3
¿Y cómo puede sostenerse esto? Porque no dijo él: "¿Eres Tú por ventura el que ha de venir a los infiernos?", sino simplemente el que has de venir. Es ridículo que él hubiera mandado preguntar lo que él debía anunciar en otro lugar, porque el tiempo de la gracia es la vida presente y después de la muerte viene el juicio y el castigo: ¿qué necesidad había de precursor en este lugar? O de otra manera. Si los infieles se pueden salvar por la fe después de la muerte, no perecería nadie, porque entonces todos se arrepentirían y adorarían y toda rodilla se doblará, en el cielo, en la tierra y en los infiernos ( Fil 2).

Glosa
Es necesario observar que Jerónimo y Gregorio no dijeron que debía Juan anunciar la venida de Cristo al infierno para convertir a la fe a algunos de sus habitantes, sino para consolar con su próxima venida a los justos que permanecían esperando a Cristo.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Es indudable que él, como precursor, anunció que debía venir; que, como Profeta, le conoció como viviente; que, como confesor, le honró en su venida y es cierto que no se mezcla el error en él con la abundancia de su luz. Y ciertamente no se puede creer que le faltó a él en la cárcel la gracia del Espíritu Santo, puesto que el mismo Apóstol pudo dar para los que le acompañaban en la prisión, la luz de la virtud del Espíritu.

San Jerónimo
No pregunta, pues, como si no lo supiera, sino de la manera con que preguntaba Jesús: "En dónde está Lázaro" ( Jn 11), para que le indicaran el lugar del sepulcro, a fin de prepararlos a la fe y a que vieran la resurrección de un muerto; así Juan, en el momento en que había de perecer en manos de Herodes, envía a sus discípulos a Cristo, con el objeto de que, teniendo ocasión de ver los milagros y las virtudes de Cristo, creyesen en El y aprendiesen por las preguntas que le hiciesen. Que efectivamente los discípulos de Juan habían tenido cierta envidia contra Cristo, lo demuestra la pregunta siguiente, de que ya se ha hablado: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia y tus discípulos no ayunan?" ( Mt 9,14).

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2
Mientras Juan estuvo con los suyos les hablaba continuamente de todo lo relativo a Cristo, esto es, les recomendaba la fe en Cristo y cuando estuvo próximo a la muerte aumentaba su celo, porque no quería dejar a sus discípulos ni el más insignificante error y ni que estuvieran separados de Cristo, a quien procuró desde el principio llevar a los suyos. Y si les hubiese dicho: marchaos a El porque es mejor que yo, ciertamente no los hubiera convencido, porque hubieran creído que lo decía por un sentimiento propio de su humildad y de esta manera se hubiesen adherido más a él. ¿Qué hizo, pues? Espera oír de ellos mismos los milagros que hizo Jesús. No manda a todos, sino solamente a los dos, que él creía eran los más a propósito para convencer a los demás, para evitar toda sospecha y para juzgar con los datos positivos la diferencia inmensa entre él y Jesús.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Miró, pues, en esto Juan, no a su propia ignorancia, sino a la de sus discípulos y los envía a ver sus obras y sus milagros, a fin de que comprendan que no era distinto de Aquel a quien él les había predicado y para que la autoridad de sus palabras fuese revelada con las obras de Cristo y para que no esperasen otro Cristo distinto de Aquel de quien dan testimonio sus propias obras.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2
Pero Cristo, conociendo las intenciones de Juan no dijo: "Yo soy", porque esto hubiera sido oponer una nueva dificultad a los que le oían; hubieran pensado, aun cuando no lo hubieran dicho, lo que dijeron los judíos de El mismo: "Tú das testimonio de Ti mismo por Ti mismo" ( Jn 8,13). Por esa razón los instruye con los milagros y con una doctrina incontestable y muy clara, porque el testimonio de las realidades tiene más fuerza que el de las palabras; por eso El curó enseguida a los ciegos, a los cojos y a otros muchos, no para enseñar a Juan, que no lo ignoraba, sino a aquellos que le ponían en duda. Respondiendo Jesús, les dice: "Id y decir a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados".

San Jerónimo
No es menor que lo que precede. Por pobres evangelizados debe entenderse, o los pobres de espíritu o los pobres de riquezas, a fin de que en la predicación no haya diferencia entre nobles y plebeyos, entre ricos y necesitados: esto demuestra el rigor de la justicia del Maestro y la verdad del preceptor, puesto que todos los que quieren salvarse son iguales delante de sus ojos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 36,2
Y lo que añade: "Bienaventurado el que no se escandalizare en Mí", hiere a los enviados que se escandalizaban en El porque, ocultando su duda y dejándolos el Señor al tribunal de su conciencia, los amenaza con remordimientos secretos.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Y así muestra el Señor que Juan había precavido este asunto, llamando bienaventurados a aquellos que no se escandalizan. Porque Juan envió a sus discípulos parar que escucharan a Jesús y ciertamente no para que, por miedo al Señor, fueran escandalizados.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,1
El alma de los infieles sufrió un grande escándalo en Cristo al verle morir después de haber hecho tantos milagros. Por eso dice San Pablo: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que sirvió de escándalo a los judíos" ( 1Cor 1,23). ¿Qué es, pues, decir: "Bienaventurado el que no se escandalizase en Mí", sino remarcar la abyección de su muerte y su humillación? Que es como si dijera claramente: Yo hago en verdad cosas estupendas, pero no me rebajo porque sufra las más abyectas, porque, muriendo, no hago más que serviros: los hombres que veneran mis milagros deben mirar bien el no despreciarme en mi muerte.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Puede darse, en sentido místico, al hecho de Juan una interpretación más amplia, de suerte que el profeta aunque la ley haya tomado otra forma, no la saca fuera de las condiciones ordinarias de su profecía. Porque la ley anunció a Cristo y predicó el perdón de los pecados y prometió el reino de los cielos y Juan completó toda esta obra de la ley. La Ley estaba como aprisionada por los pecados del pueblo y encerrada en una cárcel cubierta de cadenas a fin de que no pudiese conocer a Cristo. Cuando la ley cae, ella misma envía a contemplar los Evangelios, a fin de que la incredulidad se vea forzada a comprobar la verdad de las palabras en la verdad de los hechos.

San Ambrosio, in Lucam, 7
Y quizás sean dos pueblos los dos discípulos que envió, formado el primero por los judíos que creyeron y el segundo por los gentiles.

07-10

Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan. "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A un hombre vestido de ropas delicadas? Mirad, los que visten ropas delicadas están en las casas de los reyes; ¿pero qué fuisteis a ver? ¿A un Profeta? Aun os digo y más que a un Profeta, porque éste es de quien está escrito: Mira: Yo envío a un ángel mío ante tu rostro, y éste preparará tu camino delante de ti". (vv. 7-10)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
Había hecho lo suficiente con respecto a los discípulos de Juan, quienes se marcharon completamente convencidos acerca de Cristo por los milagros que habían visto. Pero convenía instruir a las turbas, que desconociendo las intenciones de Juan, podrían tener algunas dificultades sobre las preguntas de los discípulos de Juan. Podían efectivamente decir: ¿Quien tanto ha testimoniado sobre Cristo, piensa de otra manera y duda que el mismo sea otro? ¿A qué vienen tantos testimonios en favor de Cristo? ¿Ahora piensa de una manera diferente y duda si realmente es el mismo? ¿Es por espíritu de oposición por lo que él hace estas preguntas a Jesús mediante sus discípulos? ¿Es que la prisión había causado tanta debilidad en su alma? ¿Es que lo que dijo antes no tenía solidez ni razón de ser?
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
A fin de que no se puedan achacar a Juan cosas distintas de las que antes había dicho, ni suponerle escandalizado de Cristo, añade el evangelista: "Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
En seguida que se marcharon, para que no se creyera que adulaba al hombre, corrige al pueblo, pero no de manera que pudiera abrirle el camino de la sospecha, sino conduciéndolo por el de la solución de todas sus dudas. Al manifestar Jesús que conocía hasta los secretos, comenzaron a dudar, por eso no les dijo como a los judíos: "¿Por qué pensáis mal?" ( Mt 9,4). Porque si pensaban alguna cosa mala, era esto resultado de su ignorancia y no de su malicia, por eso no les habla con dureza, sino que les responde en favor de Juan, haciéndoles ver que éste no se separó de su primera opinión. Y les enseña esto, no sólo con su palabra, sino con el testimonio de ellos mismos y no sólo por lo que ellos dijeron, sino por lo que practicaron y. Por eso dice: "¿Qué fuisteis a ver en el desierto?" Como si dijera: ¿Por qué os reunisteis en el desierto abandonando las ciudades? Porque no se hubiera reunido con tan gran deseo en el desierto una multitud tan numerosa si no hubiera juzgado que iba a ver a un hombre grande, maravilloso y más fuerte que una roca.
 
Glosa
Y no es ahora cuando fue al desierto a ver a Juan, porque no estaba entonces en el desierto, sino en la cárcel. Refiere el Salvador lo que ya había pasado en otro tiempo, porque el pueblo salía en esa época con frecuencia al desierto a ver a Juan, cuando aún estaba en el desierto.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
Y ved aquí, cómo pasando en silencio toda otra mala intención, quita de Juan la nota de ligereza, de que empezaban a dudar las turbas, diciendo: "¿Una caña agitada al viento?"
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,2
No es esto ciertamente una afirmación, sino una negación. La caña, cuando es azotada por el viento, se doblega hacia cualquier lado, imagen fiel del alma carnal que apenas es tocada por el favor o por la calumnia, se inclina a cualquier sentido. No era, pues, Juan a quien no podía doblegar de su rectitud la fluctuación de las cosas, la caña agitada por el viento. Y es como si dijera el Señor:
 
San Jerónimo
"¿Por ventura para esto salisteis al desierto para ver a un hombre parecido a una caña, que es llevada por todos los vientos y que por la ligereza del espíritu dudaría de lo que antes predicaba?" ¿Podrá ser que estimulado por la envidia venga contra mí y que su predicación alcance una gloria vana que le dé algunas ganancias? ¿Por qué desearía las riquezas? ¿Para abundar en delicias? ¿Se alimenta de langosta y de miel silvestre para vestir elegantemente? Los pelos de los camellos son su vestido y por eso añade: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un hombre vestido elegantemente?
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
O de otra manera. Vosotros mismos, con ir al desierto, dais a entender que no era Juan semejante a una caña movible. No puede ninguno decir que Juan era constante, pero que después, bajo el influjo de las pasiones, se hizo inconstante. Porque así como algunos son iracundos por naturaleza y otros por una enfermedad larga, así también unos son inconstantes por naturaleza y otros por la esclavitud a las pasiones. Pero Juan no era inconstante por naturaleza y por eso dice el Señor: "¿Por ventura fuisteis a ver una caña agitada por el viento?" Ni tampoco perdió su dignidad entregándose a las pasiones. Que no fue esclavo de las pasiones lo demuestra su soledad y su prisión, porque si él hubiera querido vestir con comodidad, no hubiera habitado un desierto, sino los palacios de los reyes. Por eso sigue: "Ved aquí cómo están en los palacios de los reyes los que visten con molicie".
 
San Jerónimo
Todo esto demuestra, que la vida rígida y la predicación austera deben evitar las habitaciones de los reyes y huir de los palacios de los hombres voluptuosos.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,3
Y no juzgue alguno que en la suntuosidad de los vestidos y en la riqueza de las habitaciones no hay pecado, porque si efectivamente no lo hubiera, jamás el Salvador hubiera aplaudido a Juan por sus vestidos groseros. Y jamás Pedro hubiera disuadido del deseo de tener vestidos preciosos a las mujeres, cuando dijo: "No en el vestido precioso" ( 1Pe 3,3).
 
San Agustín, de doctrine christiana, 3,12
Sin embargo, no está el pecado en el uso de las cosas, sino en el desarreglo del que las usa: aquel que usa de las cosas de una manera más estricta de la que permiten las costumbres del país en que vive, es intemperante o supersticioso y aquel que las usa de tal manera que excede el límite de la costumbre de los buenos entre quienes vive, o quiere demostrar algo, o es malvado.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Por el lugar y los vestidos y sus marcadas costumbres y la reunión de los hombres, concluye presentándole como Profeta, cuando dice: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un Profeta? Yo os digo y más que a un Profeta.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
El ministerio de los Profetas es predecir lo venidero, no el demostrarlo: Juan, pues, es más que Profeta, porque había profetizado como precursor a Jesús y le anunciaba presentándole.
 
San Jerónimo
En eso supera a los demás Profetas y además, porque a los privilegios proféticos se añadió al Bautista el premio de bautizar a su Señor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Demuestra en seguida en qué es mayor a los otros Profetas, diciendo: "Este es de quien está escrito: mirad, yo os envío a un Angel mío delante de tu rostro".
 
San Jerónimo
Alega el testimonio de Malaquías ( Mal 3), que había sido profetizado como ángel, para expresar la grandeza de los merecimientos de Juan. Y se llama aquí a Juan ángel, no porque creamos que es ángel por la comunión de naturaleza de los ángeles, sino a causa de la dignidad de su ministerio: ángel significa mensajero y él anunció la venida del Señor.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
La palabra griega ángel corresponde a la latina nuntius, mensajero. Con razón, pues, se llama ángel aquel que había venido a traer un mensaje de los cielos y que debía conservar en el nombre la dignidad que desempeñó en sus obras.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Demuestra en qué es Juan mayor que los otros Profetas, a saber: en que está junto a Cristo y por eso dice: "Lo envío delante de tu rostro", esto es, cerca de ti. Así como los que marchan junto a la carroza del rey son los más distinguidos, de esta manera Juan estaba cerca de Cristo.
 
Glosa
Además, fueron enviados otros Profetas para anunciar la venida de Cristo, pero éste para preparar su camino. Por esta razón sigue: "El cual preparará tu camino delante de Ti", esto es, hará accesibles los corazones de los oyentes predicando la penitencia y bautizando.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Y en sentido místico, el desierto es el lugar vacío del Espíritu Santo, en el cual bajo ningún concepto habita Dios. La caña figura al hombre dichoso con la gloria del siglo, que está vacío de su propia vida, que no ofrece en sí fruto alguno de verdad, agradable al exterior y nulo en el interior, movible a todo viento, es decir, al soplo de los espíritus inmundos, que no tiene firmeza alguna para sostenerse y es orgulloso hasta la médula de su alma: el vestido significa el cuerpo de que está revestida el alma, el cual se vuelve muelle con el lujo y la lascivia. Los reyes son los ángeles prevaricadores, porque ellos son poderosos en el siglo y dominan al mundo y por esta razón habitan en sus casas los que visten con molicie, es decir aquellos cuyos cuerpos han perdido su fuerza por la disolución y el lujo, son habitación de los demonios.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
Juan no vistió con molicie, porque no fomentó con halagos la conducta de los pecadores, sino que les reprendió con la severidad de su palabra recta, llamándoles raza de víboras ( Mt 3,7).

11

"Os digo, en verdad, no nació entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan Bautista; pero el que es menor en el reino de los cielos, es mayor que él". (v. 11)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
No se contentó con la recomendación que anteriormente hizo de Juan, diciendo, según el testimonio del Profeta, sino que expone la propia opinión que de él tiene en las palabras: "En verdad os digo no nació uno mayor", etc.
 
Rábano
Como si dijera: ¿Para qué hacer un detallado elogio de Juan? "En verdad os digo entre los nacidos", etc. Dice entre los nacidos de mujeres y no de vírgenes, porque la palabra mujer significa propiamente la que ha tenido relaciones conyugales. Y si alguna vez en el Evangelio se llama a María mujer, como en el pasaje: "Mujer, ve ahí tu Hijo" ( Jn 19), es preciso tener en cuenta que el intérprete le da ese nombre para designar su sexo.
 
San Jerónimo
Es superior a todos los hombres nacidos de mujeres y del concurso del hombre, mas no es preferido a Aquel que nació de una Virgen y del Espíritu Santo. Aunque en las palabras "No se levantó entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan", no puso a Juan por encima de los demás profetas y patriarcas y de todos los hombres, sino que lo igualó. Porque, de que otros no sean mayores que él, no se sigue inmediatamente que él sea mayor que los otros.
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 28
Pero siendo tan elevada la justicia de Dios, que en ella sólo Dios puede ser perfecto, pienso que todos los santos son los unos superiores de los otros o todos inferiores con respecto a la mirada sutil de Dios; de donde resulta que el que no se tiene a sí mismo por mayor, es mayor que todos.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
A fin de que el exceso de las alabanzas no dé lugar a que los judíos prefieran más a Juan más que a Cristo, rechaza El esta preferencia, diciendo: "Pero el que es menor en el reino de los cielos, es mayor que él".
 
San Agustín, contra adversarium legis et prophetarum, 2,5
El hereje deduce de lo anterior, que Juan no pertenece al reino de los cielos y por consiguiente, mucho menos los demás Profetas de aquel pueblo, que son inferiores a Juan. Dos interpretaciones pueden darse a las palabras del Señor. O bien llamó reino de los cielos aquello que aún no hemos recibido y de que se dirá al fin: "Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino" ( Mt 25,34), como lo habitan los ángeles, el menor de los cuales es mayor que cualquier justo que lleva sobre la tierra un cuerpo corruptible. O bien puede entenderse por reino de los cielos la Iglesia, de quien son hijos todos los justos que ha habido desde el principio del mundo hasta nuestros días. El Señor quiso dar a entender que El era menor que Juan en la edad, pero mayor que Juan por la eternidad de su Divinidad y por su soberano poder. Por consiguiente, según la primera interpretación debe admitirse desde luego que "Aquel que es menor en el reino de los cielos" y en seguida, "es mayor que él". Y según la segunda interpretación: "El que es menor" y en seguida, "en el reino de los cielos es mayor que él".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
El dice: "En el reino de los cielos", es decir, en las cosas espirituales y en todo lo que está conforme con las cosas del cielo. Opinan algunos que Cristo habló aquí de los Apóstoles.
 
San Jerónimo
Mas nosotros comprendemos simplemente que todo santo que está ya con el Señor es más grande que aquel que aún está en medio de los combates, porque una cosa es ceñir la corona de la victoria y otra luchar aún en el combate.

12-15

"Desde el tiempo de Juan Bautista hasta el presente se consigue el reino de los cielos por la violencia, y aquéllos que se violentan lo arrebatan: así lo profetizaron todos los Profetas y la Ley hasta Juan: y si lo queréis comprender, él es aquel Elías que ha de venir; el que tenga oídos para entender, que entienda". (vv. 12-15)
 
Glosa
Porque dijo antes que el menor en el reino de los cielos es más grande que Juan, a fin de que no pareciese que Juan quedaba excluido del reino de los cielos, añade: "Desde el tiempo de Juan hasta el presente".
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20
Por el reino de los cielos se entiende aquí el trono sobrenatural, al que los pecadores, manchados con la maldad, vuelven mediante la penitencia y la conversión; los pecadores vienen como a un país extranjero y toman el reino de los cielos con violencia.
 
San Jerónimo
Si Juan fue el primero que anunció la penitencia a los pueblos, diciendo: "Haced penitencia, porque se aproxima el reino de los cielos" ( Mt 3,2) con razón se dice, que desde su tiempo padece violencia el reino de los cielos y que los que se violentan son quienes lo toman. Debemos hacernos gran violencia los que hemos sido engendrados en la tierra para alcanzar el trono de los cielos y poseerlo por una virtud, que no tuvimos por nuestra naturaleza.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
O de otra manera: Mandó Jesús a sus Apóstoles que fueran a buscar las ovejas perdidas de Israel ( Mt 10) y toda su predicación aprovechó a los publicanos y a los pecadores. De esta manera es como el reino de los cielos sufre la violencia y los que se violentan lo consiguen, porque la gloria de Israel, debida a los patriarcas, anunciada por los profetas y ofrecida por Cristo, la arrebatan y la obtienen las naciones con su fe.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
O de otro modo, todos aquellos que se apresuran a venir a Cristo, arrebatan el reino de Dios por la fe de Cristo. Por eso dice: "Desde el tiempo de Juan hasta ahora". Y de esta manera empuja y hace correr hacia su fe y confirma al mismo tiempo todo lo que había dicho antes Juan; porque si se han cumplido todas las cosas hasta Juan, él es el que debe venir. Por eso añade: "Todos los profetas hasta Juan".
 
San Jerónimo
No hay razón para excluir, después de Juan, a otros profetas, pues leemos en los Hechos de los Apóstoles ( Hch 11), que Agabo y cuatro vírgenes, hijas de Filipo, profetizaron ( Hch 21,8-11). Pero todo lo que profetizaron la Ley y los Profetas, cuyos escritos leemos, ha sido cumplido por Cristo. Luego cuando se dice: profetizaron hasta Juan, se designa el tiempo de Cristo, porque el que aquellos anunciaron que había de venir, Juan le anuncia como que ha venido.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
Pone otra conjetura sobre su venida, diciendo: Y si queréis comprender lo que os digo, él es Elías que ha de venir. Dice el Señor por Malaquías: "Os enviaré a Elías Thesbiten" ( Mal 4,5), de quien se dice: "Mirad, yo envío mi ángel delante de tu rostro".
 
San Jerónimo
A Juan, pues, se le llama Elías, no como lo entienden los filósofos necios y algunos herejes, que sostienen la vuelta de las almas, sino que ha venido, según otro pasaje del Evangelio, en el espíritu y en el poder de Elías ( Lc 1) y tuvo la misma gracia y la misma medida del Espíritu Santo. También son iguales la austeridad de vida y severidad de espíritu de Elías y de Juan, uno y otro ceñían un cinto en el desierto. Aquel se vio obligado a huir por haber reprendido el rey Acab y a Jezabel por sus impiedades ( 1Re 19): y éste es decapitado por haber reprendido a Herodes y a Herodias, por sus bodas ilícitas ( Mc 6).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
Y dijo bien, si se le quiere comprender, demostrando de esta manera libertad y exigiendo una inteligencia voluntaria, porque aquel es éste y éste es aquel, puesto que los dos han sido precursores.
 
San Jerónimo
En las palabras "éste es Elías", nos da a conocer que hay en ellas un misterio y que para entenderlo es preciso una comprensión particular. Por eso añade: "El que tenga oídos para oír, oiga".
 
Remigio
Como si dijera, el que tenga los oídos del corazón para oír, esto es, para entender, que oiga, esto es, que entienda, porque no dijo que Juan era Elías en persona, sino en espíritu.

16-19

"¿Mas a quién diré que se parece esta generación? Es parecida a los niños, que sentándose en la plaza, y gritando dicen a sus compañeros: hemos cantado por vosotros, y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis; vino, pues, Juan, y no come ni bebe, y dicen: tiene el demonio: vino el Hijo del hombre, come y bebe, y dicen: ved aquí al hombre voraz y bebedor, al amigo de los publicanos y de los pecadores. Mas la sabiduría ha sido justificada por sus hijos". (vv. 16-19)
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Todo este pasaje nace del sentimiento de indignación del Señor ante el oprobio de la infidelidad del populacho, que no se había instruido con las diversas palabras del Señor.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
De aquí es, que haciendo ver que no había omitido medio alguno para que ese pueblo tuviera la salud, pregunta: "¿A quién compararé yo esta generación?"
 
Glosa
Como si dijera, Juan es un hombre extraordinario; pero vosotros no quisisteis creer ni en él ni en mí y por lo tanto "¿a quién diré que os parecéis?" En la palabra generación, comprende a todos, a los judíos, a Juan y a El mismo.
 
Remigio
En seguida se contesta a sí mismo, diciendo: "Es semejante a los niños que, sentándose en la plaza y gritando, dicen: Hemos cantado para vosotros y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis".
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
En los niños, están representados los profetas, que a causa de la sencillez de su corazón son parecidos a los niños. Predicaron y argumentaron en medio de la sinagoga, como si estuvieran en una plaza pública, pero sus oyentes no armonizaron sus acciones con los cánticos de los profetas y no obedecieron a sus palabras. El baile acompaña al compás de la música y los profetas, como se ve en el cántico de Moisés, de Isaías y de David, llamaban al pueblo para confesar a Dios, por medio de salmos.
 
San Jerónimo
Dicen, pues: "Os hemos cantado y no bailasteis; esto es, os hemos llamado para excitaros, por medio de nuestros cánticos, a que hagáis buenas obras y no quisisteis; nos hemos lamentado y os hemos llamado a la penitencia y ni aun esto quisisteis hacer". Desprecian toda clase de predicación, tanto la que tenía por objeto exhortaros a la virtud, como la que os incita a hacer penitencia después de haber pecado.
 
Remigio
¿Y por qué dice a los compañeros? ¿Acaso judíos infieles eran iguales a los profetas santos? Dice esto porque habían nacido de un sólo tronco.
 
San Jerónimo
Los niños son aquellos de quienes habla Isaías: "Vedme a mí y a los hijos que me concedió el Señor" ( Is 8,18). Estos son, pues, los niños que se sientan en la plaza, donde hay puesta a la venta multitud de cosas y dicen: "Hemos cantado por vosotros y y no bailasteis".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
Es decir, os demostré la vida licenciosa y no os quisisteis convencer. Nos hemos lamentado y no llorasteis. Esto es que Juan tuvo una vida dura y no le hicisteis caso. No dice: "Aquel ha hecho aquellas cosas y éste ha hecho éstas", sino que nos habla de los dos igualmente, porque los dos tenían la misma intención. En este sentido añade, "vino Juan y no come ni bebe y decís, tiene el demonio; viene el Hijo del hombre, come y bebe, etc".
 
San Agustín, contra Fausto, 16, 31
Quisiera que me dijeran los Maniqueos, ¿qué comía y bebía Cristo, que en comparación de Juan, que no comía ni bebía, se dice que comía y bebía? No se dice que Juan no bebiese absolutamente nada, sino únicamente no bebía vino y cerveza. Bebía consiguientemente agua; tampoco se estaba sin comer nada, porque se alimentaba de langostas y de miel silvestre. ¿Por qué se dijo, pues, que no comía ni bebía, sino porque no usaba de los alimentos que comen los judíos? Si no hubiera usado, el Señor de estos alimentos, no se podría decir que en comparación de Juan el Señor comía y bebía. Cosa admirable: nos presenta como que no come ni bebe aquel que come langostas y miel y se dice que come aquel que se contenta con pan y verduras.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
Viene el Señor. Esto equivale a decir: "Juan y yo hemos venido por caminos diferentes y hemos hecho lo mismo, del mismo modo que unos cazadores que para caer sobre un solo animal lo persiguieran por caminos diferentes. Todo el mundo se admira del ayuno y de la vida penitente de Juan y porque quiso desde sus primeros años alimentarse de esta manera. No fue otro su objeto, que el que todos dispensaran confianza a sus palabras. También marchó el Señor por este camino cuando ayunó cuarenta días. Pero sin embargo, se valió de otro medio para atraer al pueblo a su fe. Porque era más digno que Juan, que había andado por este camino, diese testimonio de El, y no el que el mismo Señor lo hiciese. Juan no hace más que manifestar dos cosas: la vida y la justicia. Cristo tiene el testimonio de sus milagros. Dejando, pues, que brillase Juan en el ayuno, El siguió otro camino, asistiendo a la mesa de los publicanos, comiendo y bebiendo con ellos.
 
San Jerónimo
Si os agrada el ayuno, ¿por qué os desagradó Juan? Si os agrada la vida ordinaria, ¿por qué os desagradó el Hijo del hombre? ¿Por qué decís que el uno tiene el demonio y el otro es comilón y borracho?
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
¿Qué excusa tendrán, pues? Por eso añade: "La Sabiduría está justificada por sus hijos". Esto es, si no os habéis convencido, no me culpéis a mí, que es lo que dice el Profeta, acerca del Padre: "A fin de que seas justificado en tus palabras" ( Sal 50,6). Aunque para vosotros no satisfaga la providencia de Dios, que vela por nosotros y colma en nosotros cuanto está de su parte, a fin de que no quede a los impíos ni la más pequeña sombra de duda.
 
San Jerónimo
La sabiduría, esto es la providencia y la enseñanza de Dios, ha sido justificada por sus hijos. O el mismo Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios, ha sido acreditado como justo por los Apóstoles, sus hijos, al obrar justamente.
 
San Hilario
Es, pues, El, la sabiduría, no como efecto, sino por naturaleza. Muchos pretenden eludir las palabras de los Apóstoles, que llaman a Jesucristo la sabiduría y el poder de Dios ( 1Cor 1,24). Se llamó a sí mismo sabiduría, dando a entender que, no solamente poseía El la virtud de la sabiduría, sino que era la sabiduría misma. No es lo mismo la obra de la virtud, que la virtud, porque los efectos se distinguen de sus causas.
 
San Agustín, quaestione evangeliorum, 2,11
"O la sabiduría fue justificada por sus hijos", porque los Santos Apóstoles comprendieron que el reino de Dios no consiste en la comida y ni en la bebida ( Rom 14,17), sino en la paciencia, que no orgullece con la abundancia, ni desalienta con la escasez. Por eso decía San Pablo: "sé vivir en la abundancia y sé sufrir en la miseria" ( Flp 4,12).
 
San Jerónimo
Se lee en algunos libros, que la sabiduría fue justificada por sus obras; porque no busca la sabiduría el testimonio de la voz, sino el de las obras.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
No nos debe admirar la vulgaridad de la comparación de los pequeños, porque Jesús hablaba a un pueblo necio. También Ezequiel ( Ez 4,5), se sirvió de muchas comparaciones dignas de los judíos pero indignas de la grandeza de Dios -esto es, de comparaciones adaptadas a la condición de los judíos, pero no convenientes a la grandeza divina-. A no ser que se diga, que lo que responde a la utilidad del ser humano, es en gran manera digno de Dios, etc.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
En sentido místico. La misma predicación de Juan no pudo convertir a los judíos, a quienes se hizo pesada, difícil y molesta la ley, a causa de ciertas prescripciones sobre la comida y la bebida. Les era imposible no pecar en la ley a causa de la dificultad que tenían en observarla y por eso la ley los sometía al demonio. La predicación del Evangelio en Cristo tampoco les pudo agradar, a pesar de lo libre que les hacía la vida y a pesar de habérseles suavizado las dificultades y pesadez de la ley. Sólo los publicanos y los pecadores creyeron después de tantas y tan grandes amonestaciones. Pero los judíos no fueron justificados por la gracia y fueron abandonados por la ley. La sabiduría fue justificada por sus hijos, es decir, por aquellos que arrebatan el reino de los cielos, mediante la justificación de la fe, confesando la obra justa de la sabiduría, que ha llevado a los fieles todos sus favores.

20-24

Entonces empezó a echar en cara a las ciudades, en que El había hecho tantos milagros, por qué no habían hecho penitencia. "Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se hicieron en vosotras, ya hubieran hecho penitencia con el cilicio y la ceniza! En verdad os digo, que habrá más indulgencia en el día del juicio para Tiro y Sidón, que para vosotras. ¿Y tú, Cafarnaúm, serás exaltada por ventura hasta el cielo? Bajarás hasta el infierno; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, quizá hubiera existido hasta este día. Pero os digo que, en el día del juicio, habrá más indulgencia para Sodoma que para ti". (vv. 20-24)
 
Glosa
Hasta aquí había El reprendido indistintamente a todos los judíos. Pero ahora lo hace con ciertas ciudades que no querían convertirse, no obstante haber predicado en ellas de manera particular. Por eso dice: "Entonces empezó El a echar en cara a las ciudades, en que, etc".
 
San Jerónimo
La invectiva a las ciudades de Corozaín, Bethsaida y Cafarnaúm, se pone al principio de esta parte, porque después de haber sido evangelizadas de una manera especial, no quisieron hacer penitencia. Por eso dice: "¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Bethsaida!"
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
Pone el nombre, esto es, Bethsaida, patria de muchos Apóstoles, a fin de que no se creyera que en esa ciudad eran todos malos por naturaleza: de Bethsaida eran Felipe, Pedro y Andrés, Santiago y Juan.
 
San Jerónimo
Por la palabra "Ay" nos manifiesta lo lloradas que fueron por el Salvador estas ciudades, que después de ver tantos prodigios y virtudes no hicieron penitencia.
 
Rábano
Corozaín, que quiere decir mi misterio y Bethsaida casa de los frutos, o casa de los cazadores, son ciudades de Galilea, situadas en las costas del mar de Galilea. Llora, el Señor estas ciudades, que en otro tiempo poseyeron el misterio de Dios, debiendo dar frutos de virtud y a las que el Señor había mandado a sus apóstoles.
 
San Jerónimo
Y son preferidas a ellas Tiro y Sidón, ciudades entregadas a la idolatría y a los vicios. Por eso sigue: "Porque si en Tiro y Sidón se hubiesen hecho los prodigios que se hicieron en vosotras, ya hubiesen hecho penitencia con el cilicio y con la ceniza".
 
San Gregorio Magno, Moralia, 35
Por el cilicio se significa la austeridad y el dolor de los y pecadores y por la ceniza, el polvo de los muertos. Por la penitencia suelen unirse estas dos cosas, a fin de que conozcamos por la austeridad del cilicio lo que hicimos por el pecado y examinemos por el escudo de la ceniza lo que venimos a ser mediante el juicio.
 
Rábano
Tiro y Sidón, son ciudades de la Fenicia: el nombre de Tiro se interpreta como angostura y el de Sidón como cacería. Ellas significan las naciones que el diablo cazador ha apresado en la trampa de los pecados, pero que el Salvador Jesús absolvió por el Evangelio.
 
San Jerónimo
Preguntamos ahora: ¿dónde está escrito que Jesús hizo prodigios en Corozaín y en Bethsaida? Leemos arriba: "El Señor recorría todas las ciudades y aldeas, curando toda enfermedad" ( Mt 9,35). Es consecuente, pues, que entre las demás ciudades y aldeas el Señor también hiciese prodigios en Corozaín y en Bethsaida.
 
San Agustín, de dono perseverantiae, 9
No es verdad que la razón por la que no se predicó el Evangelio en aquellos lugares era que el Señor preveía que no iban a querer creer en los muertos que El había resucitado. Ved aquí que el Señor asegura que Tiro y Sidón hubieran hecho una grande y humilde penitencia, si en ellas se hubieran hecho los milagros de su poder divino. Por consiguiente, si también los muertos son juzgados según las obras que deberían haber practicado si vivieran, indudablemente ellos hubieran sido fieles si se les hubiera predicado el Evangelio con tan grandes milagros. De ello pareciese seguirse que no deberían ser castigados, sin embargo en el día del juicio sí serán castigados. Pues, sigue: "Pero os digo que habrá más indulgencia para Tiro y Sidón, etc". Luego aquellos serán castigados con mayor severidad y éstos con más benignidad.
 
San Jerónimo
Es porque los de Tiro y Sidón quebrantaron la ley natural solamente y las demás ciudades la ley natural y la escrita y despreciaron además los milagros que se hicieron en ellas.
 
Rábano
Vemos hoy cumplidas las palabras del Señor, porque Corozaín y Bethsaida no quisieron creer estando el Señor presente y Tiro y Sidón creyeron después al Evangelio que predicaron los discípulos.
 
Remigio
Cafarnaúm era una ciudad importante de Galilea y muy célebre en aquella provincia. Por eso la menciona el Señor de manera especial, diciendo: "Y tú, Cafarnaúm, ¿por ventura serás exaltada hasta el cielo? Bajarás hasta el infierno".
 
San Jerónimo
En el otro ejemplo encontramos: "Y tú, Cafarnaúm, que fuiste exaltada hasta el cielo, descenderás hasta el infierno". Este pasaje tiene dos interpretaciones. O bien bajarás hasta el infierno, porque te resististe con el mayor orgullo a mi predicación; o bien, porque habiendo sido exaltada hasta el cielo por el tiempo que yo he estado hospedado en medio de vosotros, haciendo los milagros y maravillas que habéis presenciado, después de este gran privilegio que habéis tenido, seréis condenados a mayores suplicios, porque no quisisteis creer estas manifestaciones.
 
Remigio
En comparación, no sólo los pecados de Tiro y Sidón, sino los mismos de Sodoma y Gomorra fueron leves y por eso sigue: "Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se hicieron en ti, quizás existiera todavía.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
Aumenta en esta palabra su acusación, porque el presentarlos como peores, no sólo que los actuales, sino que aquellos que jamás habían sido malos, es una prueba muy grave de su malicia.
 
San Jerónimo
Jerusalén, de quien dice por Ezequiel: "Sodoma fue justificada por ti" ( Ez 16,48), se encuentra bajo el peso de la condenación lanzada contra Cafarnaúm, palabra que significa villa muy hermosa.
 
Remigio
El Señor, que conoce todas las cosas, pone la palabra dubitativa "quizás", para demostrar que se ha concedido al hombre la libertad. Continúa diciendo: "Pero os digo en verdad, que en el día del juicio habrá más indulgencia con Sodoma que contigo". Es preciso comprender, que no advierte el Señor al casco de la ciudad, o al campo, o a los edificios, o a las paredes de las casas, sino a los seres humanos que habitan en ellas. Hay en este pasaje una especie de metonimia, por la que se toma el continente por el contenido. Y cuando dice: "habrá más indulgencia en el día del juicio", nos da a entender de una manera bien clara que en el infierno hay diversas clases de tormentos, así como en el reino de los cielos hay diferentes moradas.
 
San Jerónimo
Cualquier lector curioso podrá preguntar si Tiro y Sidón y Sodoma pudieron hacer penitencia a la vista de la predicación del Salvador y de sus milagros, no hay en ellos culpa en no haber creído, sino que la culpa recae sobre aquellos que no les quisieron predicar en el momento en que estaban dispuestos para hacer penitencia. La respuesta es fácil y consiste en que nosotros ignoramos los misterios de las disposiciones de la Providencia. Tenía el Señor el propósito de no salir de los límites de Judea, a fin de no dar a los fariseos y a los sacerdotes pretexto alguno plausible para la persecución. Por eso manda a los Apóstoles "que no vayan por los caminos de los gentiles" ( Mt 10,5). Y Corozaín y Bethsaida son condenadas porque no quisieron creer, estando presente el Señor y Tiro y Sidón son justificadas porque en su momento creyeron a los discípulos del Señor. No me preguntéis por el momento, si veis que todos los que creyeron alcanzaron la salvación.
 
Remigio
Este pasaje se puede interpretar también de esta otra manera: quizás había muchos en Corozaín y en Bethsaida, que indudablemente hubieran creído y en Tiro y Sidón muchos que no hubieran creído y por lo tanto no eran dignos del Evangelio. Luego el Señor predicó a los habitantes de Corozaín y de Bethsaida, para que los que habían de creer creyeran y no quiso predicar a los habitantes de Tiro y Sidón, para evitar que fueran más severamente castigados aquellos que no habían de creer y habían de ser peores por el desprecio que harían del Evangelio.
 
San Agustín, de dono perseverantiae, 10
Cierto comentador católico, no despreciable, expone este pasaje del Evangelio, diciendo que el Señor sabía de antemano que los de Tiro y Sidón se separarían de la fe, después de haber creído por los milagros hechos en presencia de ellos; pero movido el Señor de misericordia no quiso hacer en esas ciudades milagros porque hubieran quedado sujetas a mayores castigos si hubiesen abandonado la fe que recibieron, que si jamás la hubieran recibido ( Jn 12,37-40). O de otro modo: El Señor previó con certeza los beneficios por los que El se digna salvarnos.
 
San Agustín, de consensu evangelistorum, 2, 32
San Lucas ( Lc 10), refiere lo mismo que aquí se dice, uniendo sus palabras al discurso del Señor, resultando así que en esto no parece que hizo otra cosa que ordenar las palabras del Señor. San Mateo, por su parte, conservó el orden, según recordaba los hechos o bien según la mejor manera de expresarlos. "Entonces, dice, empezó el Señor a echar en cara a las ciudades". La palabra entonces expresa el momento preciso en que el Señor lo pronunció y no un espacio de tiempo más largo, tiempo en que se podría haber colocado otros muchos hechos y palabras del Señor. El que admita esto último debe reconocer que las palabras del Señor fueron pronunciadas dos veces, puesto que en un solo Evangelio se encuentran repetidas en dos circunstancias diferentes dichas palabras del Señor, como sucede, por ejemplo, cuando recomienda a sus discípulos que no lleven alforja para el camino ( Lc 9 y 10). ¿Qué tiene, pues, de particular, que una palabra que ha sido repetida dos veces por el Señor, sea referida por dos evangelistas en un orden diferente? Este orden diferente aparece siempre que se cuentan las cosas, unas veces atendiendo a ciertas circunstancias y otras a otras.

25-26

En aquel tiempo respondiendo dijo Jesús: "Doy gloria a ti, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y a los prudentes, y las revelaste a los pequeñuelos; así es, Padre, porque de esta manera fue de vuestro agrado". (vv. 25-26)
 
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 28
Como sabía el Señor que muchos habían de poner en duda la verdad anterior, es decir, el por qué los judíos no le quisieron recibir y los gentiles sí lo recibieron con prontitud, contesta a las opiniones de todos diciendo: "Yo te confieso, Padre", etc.
 
Glosa
Esto es, a ti, que haces los cielos y gobiernas en la tierra.
 
San Agustín, sermones, 67,1
Si Cristo, que está muy lejos de todo pecado, dijo: "Yo confieso", la confesión consiguientemente no es de sólo el que peca, sino alguna vez también del que alaba. Confesamos, pues, ya alabando a Dios, ya acusándonos a nosotros mismos. Luego cuando dijo: "Yo te confieso", quiso decir, yo te alabo y no, yo me acuso.
 
San Jerónimo
Los que calumnian al Salvador diciendo que no había nacido, sino que había sido creado, apoyan su calumnia en que el Señor llama a su Padre Señor del cielo y de la tierra; pero si El es una creatura y la creatura puede llamar a su autor padre suyo, fue una necedad el que no le llamara también igualmente Señor del cielo y de la tierra o padre. El da las gracias a Dios de haber revelado su venida a los Apóstoles, cosa que no supieron los escribas y los fariseos, que se tenían por sagaces y prudentes. Por eso sigue: "porque ocultaste a los sabios, etc".
 
San Agustín, sermones, 67,8
Bajo el nombre de sabios y prudentes, se entiende los soberbios, según manifiesta el Señor por las palabras: "Revelaste estas cosas a los pequeñuelos". ¿Y quiénes son los pequeñuelos, sino los humildes?
 
San Gregorio Magno, Moralia, 27
Y no añade: Revelaste estas cosas a los necios, sino a los pequeñuelos, en cuya exclusión da a entender que no condenó la penetración de espíritu, sino el orgullo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,1
Al decir "a los sabios", no se refiere a la verdadera sabiduría, sino a aquella que pretendían tener los escribas y los fariseos. Y por eso no dijo: "Revelaste estas cosas a los necios", sino a los pequeñuelos, esto es, a los sencillos o rústicos. En esto nos enseña el cuidado que debemos tener de huir del orgullo y de amar la humildad.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Están ocultos a los sabios los secretos y las virtudes de las palabras de Dios y para los pequeñuelos están abiertos: a los que son pequeños en malicia, mas no en inteligencia; a los que son sabios a los ojos de la presunción, mas no a los de la prudencia.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,1
Debemos alegrarnos de que se haya hecho la revelación a éstos y debemos lamentar el que se haya debido ocultar a aquellos.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
El Señor confirma, según el juicio de la voluntad del Padre la equidad del hecho de que todos aquellos que no han querido hacerse pequeños delante de Dios se queden hechos unos necios en su propia sabiduría. Así dice: "Así es, Padre, porque de esta manera te agradó".
 
San Gregorio Magno, Moralia, 25
Estas palabras nos dan una lección de humildad, a fin de que no intentemos discutir temerariamente los juicios divinos sobre la vocación de unos y la desaprobación de otros, manifestándonos al mismo tiempo que no puede haber injusticia en aquel a quien tanto complace lo justo.
 
San Jerónimo
También en estas palabras dice el Señor con mucha ternura a su Padre, que culmine la obra comenzada en los Apóstoles.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,1-2
Todo lo que el Señor dijo a los Apóstoles en este pasaje, tiene por objeto el hacerlos más precavidos, porque era natural que tuviesen un concepto elevado de sí mismos, aquellos que lanzaban los demonios. De aquí el reprimir este concepto, porque cuanto se había hecho en su favor no era resultado de su celo, sino de la revelación divina. Por eso los escribas y los fariseos, teniéndose por sabios y prudentes, cayeron por efecto de su orgullo. De donde resulta que si por su orgullo no les fue revelado nada, también nosotros debemos tener miedo y ser siempre pequeños: pues esto hizo que vosotros gozaseis de la revelación. Y como dice San Pablo: "Los entregó Dios a su réprobo sentido" ( Rom 1,26). No dice esto para afirmar que Dios es el que produce ese efecto, pues Dios no hace mal, sino que aquellos fueron causa inmediata de ello. Por esta razón dice: "Ocultaste estas cosas a los sabios y a los prudentes". ¿Y por qué razón se las ocultó? San Pablo expone la razón en estos términos: "Porque queriendo establecer su propia justicia, no estuvieron sometidos a la justicia de Dios" ( Rom 10,3).

27

"Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar". (v. 27)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Después de haber dicho antes el Señor: "Yo te alabo, oh Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios". A fin de que nadie creyera que da las gracias al Padre, porque El está privado de ese poder, añade: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre". Cuando escuchares que "todo me ha sido entregado por mi Padre", no debéis entender nada humano. Pues, este modo de expresarse que tiene el Señor, es para darnos a entender que no son dos los dioses engendrados, porque desde el momento en que El fue engendrado, fue hecho Señor de todas las cosas.
 
San Jerónimo
Porque de otra manera, si interpretamos este pasaje según nuestra frágil manera de ver las cosas, deberíamos admitir que desde el momento en que aquel que recibe empieza a tener, principiará a no tener aquel que ha dado. O también: por "todas las cosas me fueron entregadas" puede entenderse no el cielo, la tierra, los elementos y todo lo demás que hizo y creó Dios, sino todos aquellos que mediante el Hijo tienen entrada a donde está el Padre.
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
O también: se expresó de esa manera, para que nadie juzgase que en el Padre había cosas que no las había en el Hijo.
 
San Agustín, contra Maximinum, 3,12
Porque si tiene menos poder que el Padre, no tiene todas las cosas que tiene el Padre. Y en el acto de ser engendrado por el Padre, este dio a su Hijo el poder, porque El ha dado lo que hay en su naturaleza a aquel que fue engendrado en su naturaleza.
 
San Hilario, in Matthaeum, 12
En seguida nos demuestra, que en el conocimiento del Padre y del Hijo, no hay en el Hijo cosa distinta y que sea completamente desconocida del Padre: "Y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre y ninguno conoce al Padre, sino el Hijo".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
En el mismo hecho de no conocer nadie al Padre, sino el Hijo, nos prueba de una manera bien clara que es de la misma naturaleza. Como si dijera: ¿por qué ha de admirarse nadie de que yo sea Señor de todas las cosas, teniendo yo una cosa superior a todas ellas, a saber: el conocer al Padre y ser de su misma naturaleza?
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Nos enseña el mismo Salvador, que la sustancia del Padre y del Hijo está contenida en el conocimiento mutuo del uno y del otro. De manera, que el que conoce al Hijo, conoce también, en el Hijo, al Padre, puesto que éste entregó al Hijo todas las cosas.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Cuando dice que nadie conoce al Padre, sino el Hijo, no quiere decir que todos le desconozcan completamente, sino que nadie tiene el conocimiento que el Hijo tiene del Padre. Lo mismo debe entenderse con respecto al Hijo. Porque no habla aquí de un Dios desconocido, como decía Marción.
 
San Agustín, de Trinitate, 1,8
Finalmente, como la naturaleza divina es inseparable, basta algunas veces nombrar o las dos personas o el Hijo sólo, o sólo el Padre, no separándose por esto el Espíritu de los dos, Espíritu que con toda propiedad es llamado Espíritu de verdad.
 
San Jerónimo
Avergüéncese el hereje Eunomio de expresar su idea del Padre y del Hijo, diciendo que el Padre engendra al Hijo y el Hijo al Padre. Porque si tomara por base de semejante insensatez las palabras: "Y a quien el Hijo lo quisiera revelar", le contestaríamos: una cosa es conocer por igualdad de naturaleza y otra por gracia de revelación.
 
San Agustín, de Trinitate, 7,3
El Padre es revelado por su Hijo, esto es, por su Verbo. Pues así como las palabras que proferimos nos revelan de un modo temporal y transitorio a nosotros mismos y aquello de que hablamos, ¿cuánto más la Palabra de Dios por la que se hicieron todas las cosas? Esta Palabra nos dice lo que es el Padre, en el concepto de Padre y así mismo qué es lo que es el Padre.
 
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 2,1
Cuando dijo: "Ninguno conoce al Hijo, sino el Padre", no dijo: y a quien el Padre quisiere revelar. Pero esto no quiere decir que el Hijo no puede ser conocido más que sólo por el Padre. El Padre puede ser conocido, no sólo por el Hijo, sino por todos aquellos a quienes lo revelare el Hijo. Así decimos, que por revelación del Hijo conocemos al Padre y al Hijo, porque el Hijo es la luz de nuestra inteligencia. Y en lo que sigue: "Y a quien el Hijo lo quisiere revelar" comprendemos no sólo al Padre, sino también al Hijo, porque estas palabras están relacionadas con las anteriores. Porque es expresado el Padre por su Verbo y el Verbo, no sólo revela lo que El expresa, sino también se revela a sí mismo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Luego si revela al Padre, se revela a sí mismo. Dejó de poner esto último por ser evidente y puso lo primero, por si alguno lo ponía en duda. Nos demuestra también que está El tan identificado con el Padre, que es imposible llegar al Padre, sino mediante el Hijo y esto era lo que principalmente escandalizaba a los judíos, porque lo creían contrario a la idea de Dios y esta creencia es la que trató de destruir por todos los medios.

28-30

"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os aligeraré. Tomad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis el descanso para vuestros corazones; porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (vv. 28-30)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
El había encendido el deseo de sus discípulos por todo lo que precede, que no es más que la expresión de su inefable virtud y ahora los llama a sí por las palabras: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados".
 
San Agustín, sermones 69,1
¿Por qué nos cansamos todos, sino porque somos mortales, que llevamos vasos de barro que nos ponen en tantas angustias? Pero si los vasos frágiles de la carne nos angustian, nos desplegamos en los espacios de la caridad. ¿A qué dice: "Venid a mí todos los que trabajáis", sino para que no nos cansemos?
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Llama a sí a todos los que trabajan por las dificultades de la ley y la carga del pecado.
 
San Jerónimo
Asegura el profeta Zacarías, que es carga muy pesada la del pecado, diciendo: "que la iniquidad está sentada sobre una masa de plomo" ( Zac 5,7) y el Salmista completó esta verdad con las palabras: "mis iniquidades están pesando sobre mí" ( Sal 37,5).
 
San Gregorio Magno, Moralia, 30
Es ciertamente un yugo áspero y una dura sumisión el estar sometido a las cosas temporales, el ambicionar las terrenales, el retener las que mueren, el querer estar siempre en lo que es inestable, el apetecer lo que es pasajero y el no querer pasar con lo que pasa. Porque mientras desaparecen, a pesar de nuestros deseos, todas estas cosas que por la ansiedad de poseerlas afligían nuestra alma, nos atormentan después por miedo de perderlas.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Y no dice: Venid éste y aquel, sino todos los que estáis en las preocupaciones, en las tristezas y en los pecados; no para castigaros, sino para perdonaros los pecados. Venid, no porque necesite de vuestra gloria, sino porque quiero vuestra salvación. Por eso dice: "Y yo os aligeraré". No dijo: Yo os salvaré solamente, sino (lo que es mucho más) os aliviaré, esto es, os colocaré en una completa paz.
 
Rábano
No sólo os aliviaré, sino que os saciaré con un manjar interior.
 
Remigio
Venid, dice, no con los pies, sino con las costumbres; no con el cuerpo, sino con la fe, porque ésta es la entrada espiritual que nos aproxima a Dios. Por eso dice: "Tomad mi yugo sobre vosotros".
 
Rábano
El yugo del Señor Jesucristo es el Evangelio que une y asocia en una sola unidad a los judíos y a los gentiles. Este yugo es el que se nos manda que pongamos sobre nosotros mismos, esto es, que tengamos como gran honor el llevarlo, no vaya ser que poniéndolo debajo de nosotros, esto es despreciándolo, lo pisoteemos con los pies enlodados de los vicios. Por eso añade: "Aprended de mí".
 
San Agustín, sermones, 69,2
No a crear el mundo, no a hacer en él grandes prodigios, sino aprended de mí a ser manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza entonces por ser pequeño. ¿Tratas de levantar un edificio grande y elevado? Piensa primero en la base de la humildad. Y cuanto más trates de elevar el edificio, tanto más profundamente debes de cavar su fundamento. ¿Y hasta dónde ha de tocar la cúpula de nuestro edificio? Hasta la presencia de Dios.
 
Rábano
Mandándonos nuestro Salvador que seamos sobrios en las costumbres y humildes en nuestros sentimientos, nos manda también que no ofendamos a nadie, que no despreciemos a nadie y que tengamos dentro de nuestro corazón todas las virtudes que manifestamos en nuestras obras exteriores.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Por eso El desde el principio comienza la exposición de las leyes divinas por la humildad y propone la recompensa en las palabras: "Y encontraréis la tranquilidad en vuestras almas". Esta es la mayor recompensa, porque con ello no sólo se hace uno útil para los demás, sino que encuentra en sí mismo la tranquilidad y concede esta recompensa antes de la que ha de dar en el tiempo venidero, ya que en ese tiempo se gozará de una tranquilidad eterna.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,3
Y para que no se llenaran de temor al oír las palabras, carga y yugo, añade: "Porque mi yugo, etc".
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
Y nos propone la idea consoladora del yugo suave y de la carga ligera, a fin de dar a los que creen en El unos indicios del bien que sólo El ha visto en el Padre.
 
San Gregorio Magno, Moralia, 4,39
¿Qué carga pesada impone a nuestras almas el que nos manda evitar todo deseo que nos pueda perturbar? ¿Qué cosa más ligera que el abstenerse de la maldad, querer el bien, no querer el mal, amar a todos, no aborrecer a nadie, alcanzar lo eterno, no engolfarse en lo presente y el no hacer a otro lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros?
 
San Hilario, in Matthaeum, 11
¿Y cuál es este yugo más suave y cuál esta carga más ligera? Buscar ser más considerado, abstenerse demaldades, querer el bien, odiar el mal, amar a todos, no odiar a nadie, perseguir lo eterno, no aferrarse a las cosas presentes, no querer hacer a otro lo que no se quiere para sí.
 
Rábano
Pero cómo se entiende que es suave el yugo de Cristo, cuando se dice más arriba: "¿Es estrecha la senda que conduce a la vida?" ( Mt 7,14). Porque lo que al principio se nos hace dificultoso, pasado algún tiempo, mediante la dulzura inefable del amor, se nos hace sumamente fácil.
 
San Agustín, sermones,70,1
Los que llevaron intrépidamente sobre sus cabezas el yugo del Señor, han afrontado peligros tan difíciles, que parece como que son llamados, no del trabajo al descanso, sino de la inacción al trabajo, como dice el Apóstol de sí mismo ( 2Cor 6): El Espíritu Santo es ciertamente el que renueva de día en día al hombre interior en medio de las ruinas del hombre exterior y una vez que ha gustado la tranquilidad espiritual, en esta afluencia de las delicias de Dios, en la esperanza de los bienes eternos, todo lo presente pierde su aspereza y todo lo pesado se aligera. Sufren los hombres el ser despedazados y quemados, no solamente a fin de no sufrir los dolores eternos, sino aún para evitar mediante un dolor muy vivo pero momentáneo, otros sufrimientos prolongados. ¿Qué tormentas e inclemencias no sufren los comerciantes, a fin de conseguir riquezas banales? Las mismas penas experimentan los que no buscan esas riquezas como los que las buscan. Pero en éstos no son tan terribles, porque el amor suaviza y hace fáciles las cosas más inclemente y difíciles. ¿Con cuánta más razón hará más fácil todo lo difícil, la caridad que tiene por objeto la verdadera felicidad, que no la pasión, que en cuanto está de su parte tiende a un fin miserable?
 
San Jerónimo
¿Cómo el Evangelio es más suave que la ley, puesto que ésta sólo castiga el homicidio y el adulterio y el Evangelio hasta la ira y la concupiscencia? ( Mt 5). Hay en la ley muchos preceptos, que según enseña con toda erudición el Apóstol ( Hch 15) son impracticables. En la ley se exige la obra, en el Evangelio la intención, con la que puede obtenerse la recompensa sin que se haya realizado la obra. El Evangelio nos manda lo que nos es posible, esto es, el no desear y esto queda dentro de nuestras facultades. La ley, al castigar al adulterio, no castiga la intención, sino el hecho. Figuraos que en una persecución ha sido violada una virgen, el Evangelio la recibe como virgen porque no ha pecado por su voluntad, pero la ley la repudia porque ha sido violada.