CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-13 |
Acercáronse a Jesús los fariseos y algunos de los escribas conocidos de Jerusalén. Y habiendo observado que algunos de sus discípulos comían con manos inmundas, esto es, sin habérselas lavado, se lo vituperaron. Porque los fariseos, como todos los judíos, nunca comen sin lavarse a menudo las manos, siguiendo la tradición de sus mayores; y si han estado en la plaza, no se ponen a comer sin lavarse primero: y observan (muy escrupulosamente) otras muchas ceremonias, que han recibido por tradición, como las purificaciones (o lavatorios) de los vasos, de las jarras, de los utensilios de metal y de los lechos. Preguntábanle, pues, los escribas y fariseos: "¿Por qué razón tus discípulos no se conforman con la tradición de los antiguos, sino que comen sin lavarse las manos?" Mas Jesús les dio esta contestación: "Oh hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías en lo que dejó escrito: Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está bien lejos de mí. En vano, pues, me honran, enseñando doctrinas y ordenanzas de hombres. Porque vosotros, dejando el mandamiento de Dios, observáis con escrupulosidad la tradición de los hombres en lavatorios de jarros y de vasos, y en otras muchas cosas semejantes que hacéis". Y añadíales: "Bellamente destruís el precepto de Dios, por observar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre (asistiéndolos en todo); y quien maldijere al padre o a la madre muera sin remedio. Vosotros, al contrario, decís: Si uno dice a su padre o a su madre cualquier corbán, esto es el don, que yo ofrezco a Dios por mí, cederá en tu provecho, queda con esto desobligado de hacer más en favor de su padre o de su madre: aboliendo así la palabra de Dios por una tradición inventada por vosotros mismos; y a este tenor hacéis otras muchas cosas". (vv. 1-13)
Beda,
in Marcum, 2, 29
Los hombres de la tierra de Genesaret, que
parecían menos instruidos, no vienen solos, sino que llevan sus
enfermos al Señor, para poder siquiera tocar la franja de su vestido.
Pero los fariseos y escribas, que debieran ser los doctores del
pueblo, acuden al Señor, no para buscar la salud, sino para promover
controversias. "Acercáronse a Jesús los fariseos", etc.
Teofilacto
Los discípulos del Señor, que habían
aprendido a hacer sólo la virtud, comían sin haberse lavado las manos;
y queriendo los fariseos encontrar un pretexto, aprovecharon esta
ocasión; y no los reprocharon por trasgresores de la ley, sino por
trasgresores de las tradiciones de sus mayores. "Porque los fariseos,
como todos los judíos, nunca comen sin lavarse a menudo las manos,
siguiendo la tradición de sus mayores".
Beda,
in Marcum, 2, 29
Habían recibido en un sentido material las
palabras espirituales de los profetas, que se referían a la corrección
del espíritu y del cuerpo, diciendo: "Lavaos y sed puros" (
Is 1,16); y: "Purificaos los que lleváis los
vasos del Señor" ( Is 52,11), y observaban
solamente estos preceptos lavándose el cuerpo. Por tanto, es necia la
tradición de lavarse varias veces para comer, habiéndolo hecho ya una
vez, y de no comer nada sin hacer antes estas purificaciones. Pero es
necesario para los que desean participar del pan que baja del cielo,
el purgar con frecuencia sus obras con limosnas, lágrimas y los demás
frutos de justicia. Necesario es igualmente purificar bajo la acción
incesante de los buenos pensamientos y obras las manchas que podamos
contraer en los cuidados temporales de los negocios. Así, pues,
inútilmente se lavan las manos los judíos y se purifican exteriormente
mientras no lo hagan en la fuente del Salvador. En vano purifican sus
vasos, siendo así que descuidan el lavar las verdaderas manchas de sus
cuerpos, esto es, las del espíritu.
"Preguntábanle, pues, los escribas y
fariseos: ¿Por qué razón tus discípulos no se conforman con la
tradición de los antiguos, sino que comen sin lavarse las manos?".
San Jerónimo,
in Matthaeum, 15
¡Admirable ceguedad de los fariseos y
escribas! Objetan al Hijo de Dios, porque no observan las tradiciones
y preceptos de los hombres. La palabra latina
commune se pone aquí con la significación de inmundo. El pueblo
judío, considerándose parte de Dios, llama comunes ciertos platos de
que usan todos, como las ostras, la carne de puercos, las liebres y
otros semejantes.
Pseudo - Jerónimo
El Señor destruye el aullido de los
soberbios fariseos, como con un arma de dos filos; esto es, con la
increpación de Moisés y de Isaías, para que venzamos a los repugnantes
herejes con la palabra de la Escritura. "Mas Jesús -dice- les dio esta
respuesta: Oh hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías en lo que
dejó escrito: Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón
está bien lejos de mí".
Pseudo - Crisóstomo
Como no era de trasgresión de la ley, sino
de las tradiciones de los antiguos de lo que acusaban injustamente a
los discípulos, los humilla llamándolos hipócritas, por que
recomendaban con cierto respeto lo que no convenía. Añade la palabra
de Isaías como dirigida a ellos, y que viene a decir: Así como
aquellos de quienes se dice que honran a Dios con los labios, pero que
tienen bien lejos de El su corazón, se jactan en vano de observar las
reglas de la piedad, no observando sino las doctrinas de los hombres,
así vosotros, que abandonáis el mal interior que puede curarse,
acusáis a los que respetan la justicia.
Pseudo - Jerónimo
La tradición farisaica de las mesas y los
vasos debe ser abandonada y olvidada, porque muchas veces las
tradiciones de los hombres roban su lugar a los preceptos de Dios.
"Porque vosotros -continúa- dejando el mandamiento de Dios, observáis
con escrupulosidad la tradición de los hombres en lavatorios de
jarros", etc.
Pseudo - Crisóstomo
Para probarles que no han guardado respeto
a Dios por la tradición de los antiguos, que se opone a las Divinas
Escrituras, añade: "Porque Moisés dijo: Honra a tu padre", etc.
Beda,
in Marcum, 2, 29
El modo de honrar -según las Escrituras-
no consiste tanto en las muestras que deben darse de respeto, cuanto
en los tributos y presentes que deben hacerse. "Honra -dice el
Apóstol- a las viudas que verdaderamente lo son" (
1Tim 5,3).
Pseudo - Crisóstomo
Existiendo, pues, esta ley divina, y
siguiendo a los ministros transgresores de ella, violáis vosotros por
leve causa el precepto divino, observando la tradición de los
antiguos. "Vosotros, al contrario, decís: Si uno dice a su padre o a
su madre cualquier Korbán"; es decir, el don, que yo ofrezca a Dios
por mí no podrá ser usado en tu provecho, quedará libre de los
preceptos dados antes. "Queda con esto desobligado de hacer más a
favor de su padre", etc.
Teofilacto
Queriendo los fariseos comerse las
ofrendas, habían instruido a los hijos, cuando tenían algún dinero,
para que, si se lo pedían sus padres, les contestasen: Korbán; esto
es, el don que me pedís se lo ofrecí ya al Señor. Con ello evitarían
que volvieran a pedirles lo ofrecido al Señor en provecho de la salud
de los mismos padres. De este modo engañaban a los hijos, y los
inducían a faltar a sus padres, para poder ellos devorar las ofrendas.
Esto es lo que el Señor les reprocha, pues quebrantaban la ley divina
por el lucro. "Aboliendo así -dice- la palabra de Dios por una
tradición", etc. "Y a este tenor hacéis otras muchas cosas"; es decir,
quebrantáis los preceptos de Dios, y observáis las tradiciones de los
hombres.
Pseudo-Crisóstomo
Se puede decir también que los fariseos
enseñaban a los jóvenes que, si alguno hacía ofrendas a Dios por las
faltas cometidas contra el padre o la madre, quedaba inmune, puesto
que daba a Dios lo que se debe al padre; y de este modo impedían que
fuesen honrados los padres.
Beda,
in Marcum, 2, 29
En buenos términos esto significa: La
ofrenda que hago te aprovechará. Obligáis -dice- a los hijos a que
digan a sus padres: Lo que había de ofrecer a Dios lo empleo en
vuestro alimento; que os sirva, oh padres, de provecho. Es como si
dijeran: Esto no os aprovechará. De este modo, temiendo recibir lo que
veían destinado a Dios, preferían pasar una vida miserable a comer lo
consagrado al Señor.
Pseudo-Jerónimo
En sentido místico, el comer los
discípulos sin haberse lavado las manos, significa la futura comunión
de las naciones. Y la ablución y la purificación farisaica es estéril,
en tanto que la comunicación apostólica sin ablución extiende sus
ramas hasta el mar.
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14-23 |
Entonces, llamando de nuevo la atención del pueblo, les decía: "Escuchadme todos, y entendedlo bien. Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerle inmundo; mas las cosas que proceden (o salen) del hombre, ésas son las que dejan mácula en el hombre. Si hay quien tenga oídos para oír esto, óigalo (y entiéndalo)". Después que se hubo retirado de la gente, y entró en casa, sus discípulos le preguntaban la significación de esta parábola. Y El les dijo: "¡Qué! ¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia? ¿Pues no comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no es capaz de contaminarle? Supuesto que nada de esto entra en su corazón, sino que va a parar en el vientre, de donde le sale con todas las heces de la comida, y se echa en lugares secretos. Mas las cosas, decía, que salen del corazón del hombre, ésas son las que manchan al hombre. Porque de lo interior del corazón del hombre es de donde proceden los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las malicias, los fraudes, las deshonestidades, la envidia y mala intención, la blasfemia o maledicencia, la soberbia, la estupidez (o la sinrazón). Todos estos vicios proceden del interior, y ésos son los que manchan al hombre". (vv. 14-23)
Pseudo-Crisóstomo
No considerando los judíos más que la
purificación corporal, según la ley, y protestando contra esto, quiere
el Señor introducir lo contrario. "Entonces, llamando de nuevo
la atención del pueblo, les decía:
Escuchadme", etc. "Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerlo
impuro, mas la cosas que proceden o salen del
hombre, esas son las que dejan mácula en el hombre", es decir, lo
hacen impuro. Las cosas que son de Cristo se consideran, pues, que
entran en el hombre; pero las que son de la ley se juzga que salen de
él, y a éstas es a las que como corporales debía dar fin en breve la
Cruz de Cristo.
Teofilacto
El Señor dice esto queriendo hacer ver a
los hombres que las observaciones que da la ley sobre los alimentos se
deben entender en sentido espiritual; por ello empieza a explicarles
la intención de la ley.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Añade, pues: "Si hay quien tenga oídos
para oír esto, óigalo". No declaraba de un modo terminante qué cosas
eran las que procedían del hombre y las que lo manchaban, y por esto
creyeron los apóstoles que lo dicho antes por el Señor significaba
algo más profundo. "Después que se hubo apartado de la gente, y entró
en casa, sus discípulos le preguntaban la significación de esta
parábola", etc., pues llamaban a la parábola un discurso no claro.
Teofilacto
El Señor, los increpa primero: "Y El les
dijo: ¡Qué! ¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia?"
Beda,
in Marcum, 2, 29
Es mal oyente quien quiere entender lo
oscuro como claro, y viceversa.
Teofilacto
Después el Señor manifiesta lo que estaba
oculto, diciendo: "¿Pues no comprendéis que todo lo que de afuera
entra en el hombre no es capaz de contaminarle?"
Beda,
in Marcum, 2, 29
Jactándose los judíos de tener parte con
Dios, llamaban ordinarios a los alimentos que consumen todos los
hombres, como las ostras, las liebres y otros parecidos. Pero si el
lector prudente pregunta ¿por qué no comemos de lo ofrecido a los
ídolos?, debe tener en cuenta que lo ofrecido a los ídolos no es
impuro por sí mismo.
Beda
Como alimento, es hechura de Dios. Pero le
hace impuro la invocación a los ídolos y demonios. Y dice la causa
añadiendo: "Puesto que nada de esto entra en su corazón". Según Platón
el lugar principal del alma está en el cerebro, pero según Cristo, es
en el corazón donde reside.
Glosa
Dice en el corazón
1, esto
es, en el entendimiento, que es la parte principal del alma, de la que
depende toda la vida del hombre. Por él se ha de estimar al hombre
como puro o impuro, y así, resulta que lo que a él no llega no puede
contaminar al hombre. Por su naturaleza los alimentos no pueden
manchar al hombre, porque no llegan al espíritu; pero el uso
desordenado de los alimentos, que proviene del desorden del espíritu,
pertenece a la impureza de éste. En lo que sigue demuestra que los
alimentos no llegan al espíritu: "Sino que va a parar en el vientre,
de donde sale con todas las heces", etc. Dice esto para que no se crea
que todo el alimento queda en el cuerpo; puesto que queda lo que es
necesario para su nutrición y desarrollo y sale lo que es superfluo,
como una especie de depuración del alimento que queda.
San Agustín,
de diversis quaestionibus octoginta tribus liber, q.
73
Ciertas cosas llegan a nosotros para
transformarse y transformarnos: así el alimento, perdiendo su
naturaleza, se convierte en nuestro cuerpo, y nosotros lo
transformamos en fuerza una vez restaurados por él.
Beda
Los alimentos no hacen impuros a los
hombres, sino la malicia, que es la causa de las pasiones procedentes
del interior. "Mas las cosas, decía, que salen del corazón del
hombre", etc.
Glosa
La razón la explica añadiendo: "Porque de
lo interior del corazón del hombre es de donde proceden los malos
pensamientos". Es patente que los malos pensamientos pertenecen al
espíritu, que aquí se llama corazón, según el cual es llamado el
hombre bueno o malo, puro o impuro.
Beda
Esto sirve de respuesta a los que juzgan
que los malos pensamientos tienen su origen en el diablo y no en
nuestra propia voluntad. El diablo puede instigar y ayudar a los malos
pensamientos, pero no puede ser su autor.
Glosa
De los malos pensamientos proceden las
demás acciones malas: los adulterios, que consisten en la violación
del lecho ajeno; las fornicaciones, que son las uniones ilícitas de
personas no unidas por los lazos del matrimonio; los homicidios,
cuando se priva de la vida al prójimo; los hurtos, cuando se le quita
lo suyo; las avaricias, cuando se retiene algo injustamente; las
malicias, cuando se calumnia al prójimo; los fraudes, cuando se le
engaña; las deshonestidades, que son toda corrupción del espíritu y
del cuerpo.
Teofilacto
La envidia, esto es, el odio y la
adulación, porque el que odia tiene envidia y mala intención contra
quien es objeto de su odio, y el adulador conduce al mal a su prójimo,
no viendo lo que le conviene; las blasfemias, esto es, las injurias a
Dios; la soberbia o menosprecio de Dios, puesto que por ella no
atribuimos a Dios lo bueno que hacemos, sino a nuestra virtud; la
necedad, o la injuria al prójimo.
Glosa
La necedad consiste en no pensar bien de
Dios, puesto que es contraria a la sabiduría, que es el conocimiento
de las cosas divinas. Y sigue: "Todos estos vicios proceden del
interior, y esos son los que manchan al hombre". Al hombre se le
imputa sólo aquello que consiste en su voluntad: tales son las cosas
que proceden de la voluntad interior, por la que el hombre es dueño de
sus actos.
Notas
1. En
la cultura judía el corazón era el símbolo de la sede de las funciones
racionales (ver p. ej. Dt 29,3;
Jer 23,20). En los Setenta se traducen las
voces hebreas por kardía, aunque también por
psyché, expresando el órgano principal de la
vida humana, incluyendo las funciones intelectuales y volitivas. Entre
los griegos el corazón es la sede de los
pensamientos y de las emociones. El Nuevo Testamento muestra un
variado y múltiple uso de corazón dentro de la significación señalada
(ver p. ej. Mt 7,21; Jn
12,40; Mc 11,23/ Lc
21,14/ Hch 2,26; Jn
16,6; etc.)
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24-30 |
Y levantándose de allí se fue a los confines de Tiro y de Sidón, y habiendo entrado en una casa, quiso que nadie supiese que estaba allí: mas no pudo encubrirse, porque luego que lo supo una mujer, cuya hija estaba poseída del espíritu inmundo, entró dentro, y se arrojó a sus pies. Era esta mujer gentil y sirofenicia de nación, y le suplicaba que lanzase de su hija al demonio. Díjole Jesús: "Aguarda que primero se sacien los hijos: que no parece bien hecho el tomar el pan de los hijos para echarle a los perros". A lo que le replicó ella y le dijo: "Es verdad, Señor; pero a lo menos los cachorrillos comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos". Díjole entonces Jesús: "Por eso que has dicho, anda, ve, que ya el demonio salió de tu hija". Y habiendo vuelto a su casa, halló a la muchacha reposando sobre la cama, y libre ya del demonio. (vv. 24-30) Teofilacto
Después que hubo enseñado el Señor lo que
respecta a los alimentos, viendo la incredulidad de los judíos, se
dirigió hacia los confines de la idolatría, pues siendo infieles
aquéllos, se torna la salvación del lado de las naciones. Y así dice:
"Partiendo de aquí se dirigió hacia los confines de Tiro y de Sidón".
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Tiro y Sidón eran lugares de los cananeos:
a ellos fue el Señor, no como a pueblo de amigos, sino como a un
pueblo que nada tiene de común con los ascendientes del Señor, a
quienes habían sido hechas las promesas. Y fue sin que los de Tiro y
Sidón se dieran cuenta de su llegada. "Y habiendo entrado en una casa,
dice, deseaba que nadie supiese"; porque aún no había llegado el
tiempo de que habitase entre las naciones, y de que las guiase a la
fe. Este tiempo debía suceder a su cruz y su resurrección.
Teofilacto
O bien: entró ocultamente, para no dar
motivo a los judíos contra El por haber pasado a pueblos impuros.
"Mas no pudo encubrirse".
San Agustín,
De cuest. sob. el nuev. y ant. Testam., cap. 77
Pues si quiso y no pudo, se deduce que su
voluntad no era poderosa. Y como es imposible que no se cumpla la
voluntad del Salvador, y no puede querer lo que no debe suceder,
debemos decir que lo que ha querido es lo que ha sido hecho. Hay que
advertir que esto sucedió en los confines de la gentilidad, a la que
no era tiempo aún de anunciar la fe; pero viniendo espontáneamente a
ella, sólo la envidia podía oponerse a que la recibiera. Así que
convenía que los discípulos no divulgaran la presencia del Señor; sin
embargo fue divulgada por otros que lo vieron entrar en la casa, y se
supo que estaba en ella. No quiso que lo anunciaran los suyos, sino
que lo buscasen los que quisieran, y así sucedió.
Beda,
in Marcum, 2, 30
Habiendo entrado en la casa, mandó a sus
discípulos que no dijesen quién era a nadie de aquel país desconocido;
enseñándoles de este modo con el ejemplo que ellos, a quienes confería
la gracia de curar a los enfermos, debían declinar cuanto pudieran la
gloria humana que recibiesen por los milagros que hicieran. No debían
cesar por eso en la piadosa obra de hacerlos cuando lo mereciese la fe
de los buenos, o los obligare a ello la incredulidad de los perversos.
El mismo, sin embargo, hizo conocer su entrada allí a una mujer pagana
y a quien consideró oportuno.
San Agustín,
De cuest. sob. el nuev. y ant. Testam., cap. 77
Finalmente, oyendo hablar de El, entró la
mujer cananea, la cual no hubiera conseguido el beneficio que deseaba
si no se hubiese sometido antes al Dios de los judíos. "Porque luego
que lo supo una mujer", etc.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Quiso el Señor mostrar con esto a sus
discípulos que había abierto también a los gentiles la puerta de la
salvación. Por esta razón se nombra el país de esta mujer: "era una
mujer pagana, sirofenicia de nación", esto es, de la Siria de Fenicia.
"Y le suplicaba, prosigue, que lanzase de su hija al demonio", etc.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 49
Parece que hay alguna contradicción entre
que el Señor estaba en la casa cuando entró la mujer rogándole por su
hija, y que los discípulos, según San Mateo dijeron al Señor:
"Despídela, porque grita detrás de nosotros" ( Mt
15,23). Pero lo que esto parece indicar, es que aquella mujer iba
detrás del Señor, que andaba paseándose, haciéndole oír sus súplicas.
Pero entonces, ¿cómo estaba en la casa? Esta dificultad puede
aclararse diciendo que entró la mujer, como dice San Marcos, en la
casa en que le habían dicho que estaba Jesús y que Jesús salió de ella
sin contestar palabra, que es lo que dice San Mateo: "No le respondió
palabra" ( Mt 15,23). Todo lo demás, que no
ofrece ninguna discordancia, se explica de este modo.
"Díjole Jesús: Aguarda que primero se
sacien los hijos".
Beda,
in Marcum, 2, 30
Que es como si dijera: Vendrá el tiempo en
que también vosotros los gentiles consigáis la salvación, pero antes
conviene que los judíos, que son llamados el pueblo de Dios, en virtud
de su antigua elección, sean restaurados con el pan celestial y que el
sustento de la vida se administre así a los gentiles. "Que no parece
bien hecho, continúa, el tomar el pan de los hijos para echarle a los
perros", etc.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Dijo esto, no porque no pueda colmar de
beneficios a todos sino porque, distribuyéndolos entre los judíos y
los gentiles, que no tenían comunicación entre sí, provocaba más su
emulación.
Teofilacto
Llama perros a los gentiles, juzgados
réprobos por los judíos, y señala por el pan el beneficio que prometió
el Señor a sus hijos, esto es, a los judíos. El sentido, en fin, es
que no convenía que los gentiles fuesen partícipes del beneficio antes
que los judíos, a los cuales principalmente había sido prometido. Por
tanto, el Señor no oye en seguida a la mujer y difiere la gracia que
le pide, para que se manifieste su fe constante, y también para que
aprendamos a no desmayar cuando oremos y a insistir hasta que
recibamos.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
De este modo manifestaba también a los
judíos que no daba la salud a los gentiles igualmente que a ellos. Y
con la fe de la mujer hacía resaltar más la infidelidad de los judíos.
La mujer, pues, se resignó, confirmando con sumo respeto lo que el
Señor le dijo: "A lo que le replicó ella, y le dijo: Es verdad, Señor,
pero a lo menos los cachorrillos comen debajo de la mesa las migajas
que dejan caer los hijos".
Teofilacto
Es como si dijera: los judíos tienen todo
el pan, esto es, el que baja del cielo, y también tus beneficios; yo
pido las migajas, es decir, una parte pequeña del beneficio.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Se confunde con los perros por respeto al
Señor; en suma viene a decir: tengo a favor el ser considerada entre
los perros y comer, no en mesa ajena, sino en la de mi Señor.
Teofilacto
Esta mujer obtuvo lo que deseaba, por la
mucha sabiduría con que contestó. Y continúa: "Díjole entonces Jesús",
etc. No dijo: Mi poder te ha salvado; sino: por lo que has dicho -esto
es, por la fe que han demostrado tus palabras- anda, que el demonio ha
dejado ya a tu hija.
"Y habiendo vuelto a su casa, halló a la
muchacha reposando sobre la cama y libre ya del demonio".
Beda,
in Marcum, 2, 30
Por las palabras de la madre, llenas de
humildad y de fe, el demonio dejó a la hija. Con ello se nos da el
ejemplo de catequizar y bautizar a los niños, porque por la fe y
confesión de los padres, los niños se libran sin duda del diablo en el
bautismo, ya que ellos no pueden saber ni hacer por sí nada de bueno
ni de malo.
Pseudo-Jerónimo
En sentido místico, esta mujer pagana que
ruega por su hija, es nuestra madre la Iglesia romana, y el pueblo de
occidente -nacido bajo el poder del demonio y de la barbarie- de perro
que era, se convierte en oveja, puesto que desea tomar, no el pan
partido de la letra, sino las migajas de la inteligencia espiritual.
Teofilacto
También cuando peca cada uno de nosotros,
representa en su alma a esta mujer; así como sus malas acciones a la
hija enferma, a la que posee el demonio, porque suyas son las acciones
malas. Se llama cachorrillos llenos de impureza a todos los pecadores
que no somos dignos por lo mismo de recibir el pan de Dios o de
participar de sus santos misterios. Pero si por la humildad nos
reconocemos como cachorrillos y confesamos nuestros pecados, entonces
cura la hija, esto es, nuestra mala acción.
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31-37 |
Dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón, hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre él su mano (para curarle). Y apartándole Jesús (del bullicio) de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la lengua, y alzando los ojos al cielo arrojó un suspiro y díjole: "Efetá", que quiere decir: "abríos". Y al momento se le abrieron los oídos y se le soltó el impedimento de la lengua, y hablaba claramente. Y mandóles que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban, y tanto más crecía su admiración, y decían: "Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos". (vv. 31-37)
Teofilacto
No quería el Señor detenerse entre los
gentiles, ni dar motivo a los judíos de que lo creyeran transgresor de
la ley por mezclarse con aquéllos, por lo cual se vuelve luego, según
estas palabras: "Dejando Jesús otra vez", etc.
Beda,
in Marcum, 2, 31
Decápolis es el país de las diez ciudades
al otro lado del Jordán, al oriente, frente a Galilea. Cuando dice que
el Señor llegó al mar de Galilea hacia el centro de Decápolis, no
quiere decir que entró en Decápolis ni que atravesó el mar, sino más
bien que en el mar llegó hasta un punto desde donde alcanzaba a ver el
centro de Decápolis a lo lejos, más allá del mar.
"Y presentáronle un hombre sordo", etc.
Teofilacto
Lo cual se pone con razón después que fue
librado el poseído, porque aquella enfermedad procedía del demonio.
"Y apartándole Jesús", etc.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Separa de la gente al sordo y mudo, para
no hacer públicos sus milagros divinos, enseñándonos así a despojarnos
de la vanidad y del orgullo; porque no hay nada en el poder de hacer
milagros que equivalga a la humildad y a la modestia. Le metió los
dedos en las orejas, pudiendo curarle sólo con su voz, para manifestar
que su cuerpo unido a la Divinidad estaba enriquecido con el poder
divino, así como sus obras. Y como por el pecado de Adán la naturaleza
humana cayó en muchas enfermedades y en la debilidad de los miembros y
los sentidos, Cristo demostró en sí mismo la perfección de esta
naturaleza, abriendo los oídos con su dedo y dando el habla con su
saliva: "Y con la saliva le tocó la lengua".
Teofilacto
Esto demuestra que todos los miembros de
su sagrado cuerpo son santos y divinos, como la saliva con que dio
flexibilidad a la lengua del mudo. Porque es cierto que la saliva es
una superfluidad; pero todo fue divino en el Señor.
"Y alzando los ojos al cielo, arrojó un
suspiro", etc.
Beda,
in Marcum, 2, 31
Alzó los ojos al cielo, para enseñarnos
que es de allí de donde el mudo debe esperar el habla, el sordo el
oído y todos los enfermos la salud. Y arrojó un gemido, no porque para
demandar algo a su Padre tuviera necesidad de ello, El que satisface,
con su Padre, a todos los que lo piden, sino para hacernos ver que es
con gemidos como debemos invocar su divina piedad por nuestros errores
o los de nuestros prójimos.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
O bien: gimió tomando a su cargo nuestra
causa y compadecido de nuestra naturaleza, viendo la miseria en que
había caído el género humano.
Beda,
in Marcum, 2, 31
La palabra epheta,
que significa abríos, corresponde propiamente
a los oídos, porque han de abrirse para que oigan, así como para que
pueda hablar la lengua hay que librarla del freno que la sujeta. "Y al
momento se le abrieron los oídos", etc. Aquí se ven de un modo
manifiesto las dos distintas naturalezas de Cristo; porque alzando los
ojos al cielo como hombre, ruega a Dios gimiendo y, en seguida, con
divino poder y majestad cura con una sola palabra.
"Y mandóles, continúa, que no lo dijeran a
nadie".
San Jerónimo
Con esto nos enseñó a no glorificarnos en
nuestro poder, sino en la cruz y la humillación.
Pseudo-Crisóstomo,
vict. ant. e cat. in Marcum
Mandó, pues, que callaran el milagro, a
fin de no hacer que los judíos perpetrasen por envidia su homicidio
antes de tiempo.
Pseudo-Jerónimo
Una ciudad situada en la cima de un monte,
y que se ve de todas partes, no puede ocultarse; y la humildad precede
siempre a la gloria ( Prov 15,33). "Pero
cuanto más se lo mandaba, prosigue, con tanto mayor empeño lo
publicaban", etc.
Teofilacto
En esto debemos aprender, cuando hagamos
un beneficio a cualquiera, a no buscar el menor aplauso o alabanza; a
alabar a nuestros bienhechores y publicar sus nombres, aunque ellos no
quieran.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 4, 4
¿Para qué, pues, El, que conoce la
voluntad de los hombres tanto la presente como la futura, les mandaba
que no dijeran nada, sabiendo que habían de decirlo tanto más cuanto
más les encargaba el secreto, si no fuera para mostrar a los perezosos
con cuánto estudio y fervor deben anunciarle ellos, a quienes manda
que lo anuncien, cuando así lo hacen aquellos a quienes ordena el
secreto?
Glosa
La fama de las curas que Jesús había
obrado aumentaba la admiración de las gentes y el rumor de los
beneficios que había hecho. "Y tanto más, sigue, crecía su admiración,
y decían: Todo lo ha hecho bien: El ha hecho oír a los sordos y hablar
a los mudos".
Pseudo-Jerónimo super Et
iterum exiens de finibus
En sentido místico, Tiro, que significa
lugar estrecho, simboliza la Judea, a quien
dice el Señor: "Porque el lecho es angosto" ( Is
28); por lo cual se traslada a otras naciones. Sidón significa
caza: la bestia salvaje es nuestra nación y
el mar la inconstancia que nunca cesa. Porque es en medio de Decápolis,
en cuya palabra se interpretan los mandamientos del Decálogo, a donde
fue el Salvador para salvar a las naciones. El género humano,
compuesto de tantos miembros y consumido por tan diversas enfermedades
como si fuera un solo hombre, se encuentra todo en el primer hombre:
no ve teniendo ojos, no oye teniendo oídos, y no habla teniendo
lengua. Le rogaban que pusiera su mano sobre él, porque muchos justos
y patriarcas querían y deseaban la Encarnación del Señor.
Beda,
in Marcum, 2, 31
O bien es sordo y mudo el que no tiene
oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es
necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan
al Señor a los que ha de curar.
Pseudo-Jerónimo
Porque siempre el que merece ser curado es
conducido lejos de los pensamientos turbulentos, de las acciones
desordenadas y de las palabras corrompidas. Los dedos que se ponen
sobre los oídos son las palabras y los dones del Espíritu Santo, de
quien se ha dicho: "El dedo de Dios está aquí" ( Ex
8,19). La saliva es la divina sabiduría, que abre los labios del
género humano para que diga: Creo en Dios, Padre omnipotente, y lo
demás. Gimió mirando al cielo, así nos enseñó a gemir y a hacer subir
hasta el cielo los tesoros de nuestro corazón; porque por el gemido de
la compunción interior se purifica la alegría frívola de la carne. Se
abren los oídos a los himnos, a los cánticos y a los salmos. Desata el
Señor la lengua, para que pronuncie la buena palabra, lo que no pueden
impedir las amenazas ni los azotes.
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