CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-20 |
Otra vez se puso a enseñar cerca del mar, y acudió tanta gente, que le fue preciso subir a una barca y sentarse en ella dentro del mar, estando todo el auditorio en tierra a la orilla. Y les enseñaba muchas cosas usando de parábolas, y decíales así conforme a su manera de enseñar: "Escuchad: He aquí que salió un sembrador a sembrar, y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo, y le comieron. Parte cayó sobre pedregales, donde había poca tierra, y luego nació por no poder profundizar en ella. Mas calentando el sol se agostó, y como no tenía raíces, secóse. Otra parte cayó entre espinas, y las espinas crecieron, y la ahogaron, y así no dio fruto. Finalmente, parte cayó en buena tierra, y dio fruto erguido y abultado, cual a treinta por uno, cual a sesenta y cual a ciento". Y decíales: "Quien tiene oídos para oír, escuche". Estando después a solas, le preguntaron los doce que estaban con El, de la parábola. Y El les decía: "A vosotros se os ha concedido el saber el misterio del reino de Dios; pero a los que son extraños, todo se les anuncia en parábolas: de modo que viendo vean y no reparen, y oyendo oigan y no entiendan, por miedo de llegar a convertirse, y de que se les perdonen los pecados". Después les dijo: "¿Conque vosotros no entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás? El sembrador es el que siembra la palabra: los sembrados junto al camino son aquéllos en los que se siembra la palabra, y luego que la han oído, viene Satanás, y se lleva la palabra sembrada en sus corazones. A ese modo los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra desde luego la reciben con gozo; mas no echa raíces en ellos, y así dura muy poco, y luego que viene alguna tribulación o persecución por causa de la palabra, al instante se rinden. Los otros sembrados entre espinas son los que oyen la palabra; pero los afanes del siglo y la ilusión de las riquezas, y los demás apetitos desordenados a que dan entrada, ahogan la palabra, y viene a quedar infructuosa. Los sembrados, en fin, en buena tierra, son los que oyen la palabra, y la reciben y dan fruto, quien a treinta por uno, quien a sesenta y quien a ciento". (vv. 1-20)
Teofilacto
Por lo expuesto podría parecer que el
Señor permanece indiferente ante su Madre. Y sin embargo le tiene tal
respeto y reverencia que es por Ella por quien sale hacia la ribera
del mar. "Otra vez se puso a enseñar", etc.
Beda,
in Marcum 1,18
Si examinamos el Evangelio de San Mateo,
veremos que el discurso del Señor en la ribera del mar tuvo lugar en
el mismo día que le tuvo en la casa, puesto que, terminado éste, añade
en seguida San Mateo: "En aquel día, saliendo de la casa, se sentó en
la ribera del mar".
San Jerónimo
Empieza a enseñar junto al mar, porque
este sitio indica que sus oyentes son amargos e inconstantes.
Beda
Dejando la casa, empieza a enseñar junto
al mar, porque venía para reunir por medio de los Apóstoles a la
multitud del pueblo gentil después de abandonar la sinagoga. "Y
acudió, prosigue, tanta gente", etc.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom.44
Ocurrió esto no sin motivo, porque
convenía que nadie se quedara detrás de El, sino que los tuviese a
todos a su vista.
Beda
Esta barca representaba a la Iglesia, que
había de fundar en medio de las naciones, y en la cual ha de consagrar
para sí una morada querida.
Continúa: "Y les enseñaba muchas cosas
usando de parábolas".
San Jerónimo
La parábola es la comparación que, por
alguna semejanza, se hace entre cosas diferentes por naturaleza. El
vocablo parabolh significa semejanza en
griego, cuando indicamos por alguna comparación lo que queremos
expresar. Así decimos que un hombre es de hierro, cuando queremos
ponderar su dureza y su fuerza, y cuando es muy ligero, le comparamos
con el viento y las aves. Habla, pues, a la muchedumbre en parábolas
por uso de su providencia, a fin de que los que no podían comprender
directamente las cosas celestiales las entendiesen por medio de alguna
semejanza terrena.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
Eleva por la palabra el corazón de sus
oyentes para hacerles más comprensible su discurso, poniendo la cosa a
la vista.
Teofilacto
Y para llamar más la atención de sus
oyentes, propone la primera parábola de la semilla, que es la palabra
de Dios. "Y decíales así -prosigue- conforme a su manera de enseñar
(no la de Moisés ni de los profetas, porque es su Evangelio el que
anuncia): Escuchad: imaginaos que salió un sembrador", etc. El que ha
sido sembrado es Cristo.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
No salió, pues, de un lugar el que está
presente en todos y todos los llena; pero se dice
salió, porque asumiendo nuestra carne mortal se acercó más a
nosotros. Y como nuestros pecados nos impiden que vayamos a El, viene
El a nosotros: viene a sembrar su palabra pía, y lo hace copiosamente.
Pero no es lo mismo decir sale el que siembra, que decir para sembrar,
porque el que siembra sale algunas veces para preparar la tierra, o
para arrancar la mala hierba o cosa semejante, y otras veces sale para
sembrar.
Beda,
in Marcum 1,19
O sale para sembrar cuando, después de
haber llamado a la fe a la parte elegida de la sinagoga, derrama los
dones de su gracia para la vocación también a los gentiles.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
Como el que siembra no hace distinción
entre las diferentes partes del campo, sino que arroja indistintamente
la semilla por doquier, así el Señor habla a todos, y para expresarlo
así, añade: "Y al esparcir el grano, parte cayó junto al camino", etc.
Teofilacto
Obsérvese que no dice que esparció la
semilla en el camino, sino que cayó junto a él. El que siembra, pues,
la palabra de Dios, lo hace en la tierra buena en cuanto depende de
El, porque si ésta es mala, corrompe la palabra. Ahora bien: el camino
es Cristo; los infieles están cerca de él, esto es, fuera de Cristo.
Beda
O el camino es la mente tan pisoteada por
el continuo ir y venir de los malos pensamientos, que no puede
germinar en ella la semilla de la palabra, y por tanto perece y es
arrebatada por los demonios la que cae cerca de este camino. "Y
vinieron las aves del cielo y la comieron". Con razón, pues, son
llamados aves del cielo los demonios, o porque son de naturaleza
celestial y espiritual, o porque habitan en los aires. O los que están
cerca del camino son los negligentes o desidiosos. "Parte cayó,
prosigue, sobre pedregales", etc. La piedra es el corazón perverso y
endurecido; la tierra, la dulzura de un espíritu obediente; el sol, el
ardor de la persecución que se torna cruel. La profundidad de la
tierra que debiera recibir la semilla de Dios, es la probidad del
ánimo ejercitado por la disciplina celestial y preparado por la regla
a obedecer las divinas enseñanzas. Los lugares pedregosos, que no
tienen fuerza para fijar las raíces, son los corazones que se deleitan
con la dulzura de la palabra oída y de las promesas celestiales; pero
que vuelven atrás en el momento de la tentación, porque el deseo que
tienen del bien es poca cosa para que conciban la semilla de la vida.
Teofilacto
O bien los lugares pedregosos son aquellos
que, adhiriéndose un poco a la piedra, esto es, a Cristo, reciben la
semilla en el momento, y después retirándose la arrojan. "Otra parte,
dice, cayó entre espinas"; palabras que se refieren a aquellos que se
entregan a muchos cuidados, siendo éstos las espinas.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
Después habla de la tierra buena diciendo:
"Finalmente, parte cayó en buena tierra". Según es la tierra son los
frutos. Grande es, pues, el amor a los hombres del que siembra, porque
alaba a los primeros, no rechaza a los segundos, y a los terceros les
da tiempo de arrepentirse.
Teofilacto
¡Cuántos son los malos y cuán pocos son
los buenos, supuesto que sólo se salva la cuarta parte de la semilla!
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
Pero no se pierde la mayor parte de la
semilla por causa del que siembra, sino de la tierra que la recibe,
esto es, del hombre que la oye. Ciertamente que sería culpable el
labrador que procediera así, no ignorando lo que es piedra, camino,
espinas y tierra fértil; pero no es lo mismo en lo tocante al
espíritu, porque de la piedra puede hacerse tierra fértil, y puede
conservarse el camino y destruirse las espinas. Si así no fuera, no
hubiera sembrado allí, y haciéndolo nos da la esperanza de la
penitencia.
"Y decíales: Quien tiene oídos para oír
escuche", etc.
Jerónimo
Siempre que se halla esta advertencia en
el Evangelio o en el Apocalipsis de San Juan, es para prevenir que lo
que se dice tiene un sentido místico y es saludable oírlo y
aprenderlo. Los oídos para oír son los del sentido y los interiores
del corazón para obedecer y hacer lo que está mandado.
"Estando después a solas le preguntaron, y
El les decía: A vosotros se os ha concedido", etc.
Beda
Como si dijese: Vosotros, que sois dignos
de enseñar todo lo que debe ser predicado, llegaréis a comprender las
parábolas; y si he usado de ellas con éstos, es porque no son dignos
de recibir la ciencia por su malicia. Y porque no obedecen la ley que
han recibido, era justo que no entendiesen la nueva palabra, y que
permaneciesen extraños a una y otra. Manifiesta, pues, la obediencia
de los discípulos, que los demás, por el contrario, son indignos de la
doctrina mística. Por último, con la palabra del profeta, evidencia su
malicia como hace mucho tiempo reprobada. "De modo, dice, que viendo
vean y no reparen, y oyendo", etc. Que es como si dijese: Para que se
cumpla la profecía que lo predice.
Teofilacto
Dios les dio vista, esto es, los hizo
inteligentes; pero ellos no ven, fingiendo voluntariamente que no ven
por temor de convertirse y corregirse, como si estuvieran celosos de
su salvación. "Por miedo, continúa, de llegar a convertirse, y de que
se les perdonen los pecados".
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom. 45
Por esto ven y no ven, oyen y no
entienden. Que vean y entiendan es por gracia de Dios. Pero que vean y
no entiendan consiste en que no quieren recibir la gracia, cerrando
los ojos, y fingiendo que no ven, no admiten la palabra. Y así no se
corrigen de sus pecados por lo que ven y oyen, y sufren por tanto el
efecto contrario.
Teofilacto
Puede entenderse de otro modo, a saber,
que habla a los otros con parábolas para que viendo no vean y oyendo
no entiendan. Dios da, pues, vista e inteligencia a los que ruegan, en
tanto que ciega a los demás, para que no les sirva de mayor
condenación el que, entendiendo, no quieran hacer lo que les conviene.
"Por miedo, dice, de llegar a convertirse y de que se les perdonen los
pecados".
San Agustín,
quaest. 14, in matthaeum
O se debe entender que han merecido no
entender por sus pecados. Y, sin embargo, la misericordia divina les
ha concedido que lo conociesen, para que, convirtiéndose, mereciesen
el perdón.
Beda
Para los que están fuera, las palabras y
los hechos del Salvador no son sino parábolas, porque ni por los
milagros que obraba, ni por los misterios que anunciaba, quieren
reconocerle por Dios; y por tanto, no merecen alcanzar la remisión de
sus pecados.
San Juan Crisóstomo
Que no les hablase más que por parábolas,
y que no obstante no cesara de hablarles, demuestra que a los que
están cerca del bien, aunque no lo posean, se les manifiesta lo
oculto. Cuando se acerca alguno con reverencia y corazón recto,
consigue abundantemente la revelación de las cosas ocultas; pero el
que no tiene estas sanas disposiciones, no es digno de las cosas que
son fáciles para otros, y ni aun de oírlas.
"Después les dijo: ¿Conque vosotros no
entendéis esta parábola? ¿Pues cómo entenderéis todas las demás?"
San Jerónimo
Convenía que aquéllos a quienes hablaba
con parábolas, preguntasen lo que no entendían, y que recibiesen de
los Apóstoles, a los cuales tenían en menosprecio, la explicación del
misterio del reino de Dios, que no tenían.
Glosa
Y el Señor, diciendo esto, manifiesta que
les conviene entender ésta y todas las parábolas subsiguientes; por lo
cual añade: "El sembrador es el que siembra la palabra de Dios".
San Juan Crisóstomo,
homilae in Matthaeum, hom. 45
El profeta mismo comparaba la doctrina del
pueblo a la plantación de la viña ( Is 5), y
El la compara a un campo que se siembra, manifestando así que la
obediencia es ahora más breve y fácil y el fruto más pronto.
Beda
En esta exposición del Señor se establece
la diferencia que hay entre los que pudieron oír las palabras de
salvación, pero no pudieron llegar a ella. Hay, pues, entre ellos
quienes reciben la palabra que oyen sin ninguna fe, sin ninguna
inteligencia y sin intento alguno de recoger sus frutos. De ellos
dice: "Estos son los que están cerca del camino", porque los espíritus
impuros arrancan inmediatamente de sus corazones la palabra que se les
ha confiado, como las aves la semilla de un camino trillado. Los hay
que conocen la utilidad y sienten deseo de la palabra oída, pero no
llegan a ella, unos por temor a los males de esta vida, otros porque
se apegan a los bienes de ella. De los primeros se dice: "A ese modo
los sembrados en pedregales son aquéllos que oída la palabra", etc. De
los últimos dice: "Los otros sembrados entre espinas". Las espinas son
las riquezas, porque laceran el espíritu con las punzadas de sus
pensamientos y lo hieren y ensangrientan arrastrándolo hasta el
pecado. Dice, pues: "Pero los afanes del siglo y la ilusión de las
riquezas", porque el que ha sido deslumbrado por el vano deseo de las
riquezas, debe sucumbir luego bajo la pesadumbre de incesantes
cuidados. Añade: "Y los demás apetitos desordenados"; porque aquel
que, despreciando los mandamientos de Dios, anda vagando siempre con
su concupiscencia, no puede llegar a la alegría de la bienaventuranza.
Estas pasiones ahogan la palabra, puesto que no dejan llegar ningún
buen deseo al corazón y matan cerrando el aire vital.
Teofilacto
Tres son los grados que corresponden en
verdad a los que reciben la semilla. "Los sembrados, en fin, en buena
tierra son los que oyen la palabra". Los que producen hasta ciento son
los que observan vida perfecta y obediente, como las vírgenes y los
ermitaños; los que producen sesenta son aquéllos que observan una vida
regular, como los continentes y los que se reunen en los conventos; y
por último, producen treinta los que son pequeños en su propia virtud,
como los legos y los que viven en matrimonio
1.
Beda
O bien: produce treinta el que inspira en
el corazón de sus oyentes la fe en la Santísima Trinidad; sesenta, el
que enseña la vida perfecta; ciento, el que demuestra los premios de
la vida celestial, porque siendo cien lo recibido cuando se pasa a la
mano derecha, se pone con razón como significación de la
bienaventuranza eterna. La buena tierra es la conciencia de los
elegidos, la cual es enteramente distinta de las tres clases
mencionadas antes, puesto que recibe sin trabajo la semilla de la
palabra que se le confía, y la conserva constantemente en medio de los
sucesos favorables y adversos hasta el tiempo del fruto.
San Jerónimo
O bien se representa el fruto por treinta,
sesenta y ciento, o, lo que es igual, según la ley, la profecía y el
evangelio.
Notas
1.
Esta visión de las cosas está culturalmente situada. La visión de
Iglesia es la de la vocación universal a la santidad.
Esto quiere decir que todos y cada uno de los fieles son llamados a la
santidad, cada cual en la vocación a la que el Señor lo ha llamado.
Los clérigos como clérigos; los religiosos y demás consagrados
buscando la perfección de la caridad en sus vidas; los laicos en su
estado, y los laicos casados aspirando a la santidad en su vida como
esposos y padres de familia. Así, pues, cada cual es llamado a la
santidad en su estado. El Concilio Vaticano II claramente invita a
todos los fieles a la santidad.
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21-25 |
Decíales también: "¿Por ventura se trae una antorcha para ponerla debajo de algún celemín o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre un candelero? Nada, pues, hay escondido que no se deba manifestar, ni cosa hecha en oculto, que no haya de venir en público. Quien tiene buenos oídos entiéndalo". Decíales igualmente: "Atended a lo que vais a oír: Con la medida con que midiereis os medirán a vosotros, y se os añadirá: porque al que tiene se le dará y al que no tiene aun lo que tiene se le quitará". (vv. 21-25)
San Juan Crisóstomo
Después de la pregunta de los discípulos
sobre la parábola y su explicación, añade justamente: "¿Por ventura se
trae una luz...", etc. Lo que equivale a decir: He usado esta
parábola, no para que quede oculta y sin ninguna manifestación, como
debajo de un celemín o de una cama, sino para ser manifestada a los
que son dignos de ello. La luz para nosotros es nuestra inteligencia,
la cual aparece clara u oscura, según la cantidad de la luz. Si se
descuidan, pues, las meditaciones que alimentan la luz y el recuerdo
en que ella se enciende, bien pronto se extingue.
San Jerónimo
O bien la luz es la palabra de las tres
semillas; el celemín o la cama, es el oído de los desobedientes; el
candelero son los Apóstoles, a los cuales iluminó la palabra de Dios;
y por esto dice: "Nada, pues hay secreto", etc. Lo que hay oculto y
secreto es la parábola de la semilla; pero es en público cuando la
explica el Señor.
Teofilacto
O bien el Señor advierte aquí a sus
discípulos que brillen por su vida y su trato, que es lo que
significan las siguientes palabras: "Como la luz se pone para que
luzca, así también mirarán todos vuestro modo de vivir; por lo tanto,
esforzaos por observar buena vida y no os ocultéis en los rincones,
sino sed como la luz que brilla, no debajo de la cama, sino puesta en
el candelero". Y en verdad que es necesario poner esta luz sobre el
candelero, esto es, sobre la altura de una vida consagrada a Dios, a
fin de que su luz alcance a los demás. No debajo del celemín, es
decir, de la gula, ni debajo de la cama, o del ocio, porque nadie que
se entregue a la gula y al ocio, puede ser luz que luzca para todos.
Beda,
in Marcum 1,20
O bien porque estando medido por la
providencia divina el tiempo de nuestra vida, ofrece motivo para
compararle al celemín; así como el lecho del espíritu es el cuerpo en
el que descansa durante su vida. El que por amor de la vida temporal y
de los placeres de la carne oculta la palabra de Dios, cubre la luz
con el celemín o con el lecho. En cambio la pone en el candelero el
que se entrega al servicio de la palabra de Dios. Las palabras que
siguen, y con las que inspira el Señor a sus Apóstoles valor para la
predicación, dicen: "Nada, pues, hay secreto que no se deba
manifestar, ni cosa alguna que se haga para estar encubierta", que es
como si dijese: No os avergoncéis del Evangelio, y levantad entre las
tinieblas de las persecuciones la luz de la palabra de Dios sobre el
candelero o sobre vuestro cuerpo, reteniendo fijo en vuestra mente
aquel día en que iluminará el Señor lo recóndito de las tinieblas. La
alabanza divina será entonces para vosotros, y la pena eterna para los
adversarios de la verdad.
San Juan Crisóstomo,
in Matthaeum, hom.15
O de otro modo: "No hay nada oculto",
equivale a: "Si observáis una vida diligente, no podrán las
acusaciones oscurecer vuestra luz".
Teofilacto
La vida presente de cada uno de nosotros
manifiesta el bien o el mal de su pasado, y la futura lo manifestará
mucho más. ¿Qué cosa, pues, hay más oculta que Dios? Y, sin embargo,
se ha manifestado en carne mortal.
"Quien tiene buenos oídos -continúa-
entiéndalo".
Beda
Esto es: si alguno tiene sensibilidad para
entender la palabra de Dios, que no le rehúya, y que no vuelva su
atención hacia lo falso, sino que dé a lo que dice la verdad su oído
para examinarlo, sus manos para cumplirlo y su lengua para publicarlo.
"Decíales igualmente: Atended bien a lo
que vais a oír".
Teofilacto
Para que no perdáis ni una palabra de lo
que os he dicho. "La misma medida que hiciereis servir para los demás,
servirá para vosotros". Esto es, que recibiréis un fruto proporcionado
a la buena intención que hayáis tenido en vuestras obras.
Beda
De otro modo: Si estudiáis detenida e
ingeniosamente todo lo bueno que podéis hacer y aconsejar al prójimo
que haga, contad con la asistencia de la misericordia divina, que os
comunicará en este mundo la inteligencia necesaria para comprender las
cosas más altas y para obrar mejor cada día, y os dará en el otro una
recompensa eterna. Y añade: "Y aun se os dará con creces".
San Jerónimo
O bien: a cada uno se nos da la
inteligencia de los misterios, según la medida de nuestra fe, y a la
inteligencia se juntan las virtudes. "Porque al que tiene -prosigue-
se le dará". Esto es, al que tiene la fe se le dará la virtud, y al
que tiene el ministerio de la palabra se le dará la inteligencia de
los misterios, mientras que al que no tiene la fe le faltará la
virtud, y al que no tiene el ministerio de la palabra le faltará la
inteligencia de los misterios. En fin, el que no entienda habrá
perdido el sentido por completo.
San Juan Crisóstomo,
en la obra imperf. sobre San Mat., hom. 31
De otro modo: Al que tiene disposición y
voluntad de oír y pedir, se le dará; pero al que no desea entender la
palabra divina, se le privará de lo que tiene de la ley escrita.
Beda
Sucede a veces que el lector ingenioso por
su negligencia se priva de la sabiduría que adquiere el que, aunque
escaso de ingenio, es estudioso y trabaja.
San Juan Crisóstomo
Puede decirse que no tiene, porque no
posee la verdad: y también que tiene, porque posee la mentira,
juzgando que tiene algo con su falaz entendimiento.
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26-29 |
Decía asimismo: "El reino de Dios viene a ser a manera de un hombre que siembra su heredad; y ya duerma, o vele noche y día, el grano va brotando y creciendo sin que el hombre lo advierta. Porque la tierra de suyo produce primero el trigo en yerba, luego la espiga, y por último, el grano lleno en la espiga. Y después que está el fruto maduro, inmediatamente se le echa la hoz, porque llegó ya el tiempo de la siega". (vv. 26-29)
San Juan Crisóstomo
Presentó primero la parábola de las tres
semillas, perdidas de diverso modo, y otra aprovechada, en lo cual se
manifiestan tres grados diferentes, según la fe y las obras. Aquí, sin
embargo, trata sólo de la semilla aprovechada. "Decía asimismo
-prosigue-: El reino de Dios viene a ser a manera de un hombre que
siembra", etc.
San Jerónimo
El reino de Dios es la Iglesia, la cual es
regida por Dios, y ella rige a los hombres, destruyendo los vicios y
lo que le es contrario.
San Juan Crisóstomo
O bien el reino de Dios es la fe en El y
en el misterio de su encarnación. Este reino viene a ser a manera de
un hombre que siembra su heredad, porque siendo Dios e Hijo de Dios, y
haciéndose hombre sin cambiar de existencia, sembró por nosotros la
tierra, esto es, iluminó todo el mundo con la palabra del conocimiento
divino.
San Jerónimo
La semilla es la palabra divina, la tierra
el corazón humano, y el sueño del hombre la muerte del Salvador. La
semilla crece día y noche, porque después del sueño de Cristo en el
sepulcro germinó más y más en la fe el número de los creyentes, tanto
en la prosperidad como en la adversidad, y se desarrolló con las
obras.
San Juan Crisóstomo
O bien el que se levanta es el mismo
Cristo, que estaba sentado, esperando por su magnanimidad que
fructificasen los que habían recibido la semilla. Se levanta, pues, es
decir, nos hace capaces de fructificar por la benevolencia de su
palabra con las armas de la justicia en la diestra, que significa el
día, y en la izquierda, que significa la noche de las persecuciones:
así es como germina y no se seca la semilla.
Teofilacto
O Cristo duerme, esto es, sube al cielo,
o, pareciendo que duerme, se levanta con todo de noche, cuando nos
llama a su conocimiento por las tentaciones, o de día, cuando a causa
de nuestras oraciones dispone nuestra salvación.
San Jerónimo
La expresión: "Sin que el hombre lo
advierta", es una figura, y quiere decir que hace que ignoremos quién
llevará el fruto hasta el fin.
San Juan Crisóstomo
O dice: "Sin que el hombre lo advierta",
para manifestar la libre voluntad de los que reciben la palabra, pues
confía la obra a nuestra voluntad, no completándola El solo, para que
no parezca un bien hecho involuntariamente. Por tanto, pues, dice:
"Porque la tierra de suyo produce", es decir, no como obligada contra
su condición natural, sino por esta misma condición, "primero el trigo
en yerba".
San Jerónimo
Esto es, el temor, porque el principio de
la sabiduría es el temor de Dios ( Sal
110,10). "Luego la espiga", es decir, la penitencia que llora; "y, por
último, el grano lleno en la espiga", o la caridad, porque la caridad
es la plenitud de la ley ( Rm 13,10).
San Juan Crisóstomo
O produce primero la hierba, según la ley
natural, creciendo poco a poco hasta la perfección. Después las
espigas que han de juntarse en haz y deben ofrecerse al altar del
Señor, conforme a la ley de Moisés. Y por último, el grano lleno en el
Evangelio. O porque importa que, no sólo florezcamos por la
obediencia, sino que seamos prudentes, y nos mantengamos firmes como
las espigas en sus cañas, no cuidándonos de los encontrados vientos.
También debemos cuidar de nuestro corazón con el constante auxilio de
la memoria, para que fructifiquemos, como fructifican las espigas,
demostrando una virtud completa.
Teofilacto
Germinamos como la hierba, cuando
empezamos a obrar el bien; como la espiga, cuando podemos resistir las
tentaciones; y como el fruto, cuando llegamos a la perfección.
"Y después que está el fruto maduro
-continúa- inmediatamente se le echa la hoz", etc.
San Jerónimo
La hoz que todo lo siega, es la muerte o
el juicio, y el fin del tiempo es la mies.
San Gregorio Magno,
Moralium 22, 20
O de otro modo: el hombre echa la semilla
en la tierra, cuando pone una buena intención en su corazón; duerme,
cuando descansa en la esperanza que dan las buenas obras; se levanta
de día y de noche, porque avanza entre la prosperidad y la adversidad.
Germina la semilla sin que el hombre lo advierta, porque, en tanto que
no puede medir su incremento, avanza a su perfecto desarrollo la
virtud que una vez ha concebido. Cuando concebimos, pues, buenos
deseos, echamos la semilla en la tierra; somos como la yerba, cuando
empezamos a obrar bien; cuando llegamos a la perfección somos como la
espiga; y, en fin, al afirmarnos en esta perfección, es cuando podemos
representarnos en la espiga llena de fruto.
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30-34 |
Y proseguía diciendo: "¿A qué cosa compararemos aun el reino de Dios? ¿O con qué parábola le representaremos? Es como el granito de mostaza, que cuando se siembra en la tierra es la más pequeña entre las simientes que hay en ella. Mas después de sembrado, sube y se hace mayor que todas las legumbres, y echa ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden reposar debajo de su sombra". Con muchas parábolas semejantes a ésta les predicaba la palabra de Dios, conforme a la capacidad de los oyentes. Y no les hablaba sin parábolas: bien es verdad que aparte se lo descifraba todo a sus discípulos. (vv. 30-34)
Glosa
Después de la parábola de la fecundidad de
la semilla del Evangelio, nos manifiesta en otra la excelencia de la
doctrina evangélica sobre todas las demás doctrinas, diciendo: "¿A qué
cosa compararemos el reino de Dios?"
Teofilacto
Pequeñísima es, es verdad, la palabra de
la fe: Cree en Dios, y serás salvo; pero, predicada en la tierra, de
tal modo se ha dilatado y aumentado, que las aves del cielo, esto es,
los hombres contemplativos y de verdadero entendimiento, habitaban a
su sombra. ¡Cuántos sabios, abandonando la sabiduría de los gentiles,
han encontrado su reposo en el Evangelio anunciado! Por esto, pues, la
predicación de la fe se ha hecho lo más grande de todo.
San Juan Crisóstomo
Y también porque lo que en breves palabras
se anunció a los hombres, que es la sabiduría entre los perfectos,
dice más que todos los discursos posibles, puesto que nada hay más
grande que esta verdad.
Teofilacto
Este árbol, pues, ha echado grandes ramas,
siendo una de ellas los Apóstoles que mandó a Roma, otra los que mandó
a la India, y otras los que mandó a diversas partes de la tierra.
San Jerónimo
O esta semilla permanece pequeña por el
temor, y se hace grande por la caridad, que es la mayor de todas las
legumbres. Porque Dios es la caridad ( 1Jn,
4), y toda carne es como el heno ( Is 4).
Hizo, pues, las ramas de la misericordia y de la compasión, a cuya
sombra se deleitan los pobres de Cristo, como las aves del cielo.
Beda
Muchos entienden que el hombre que siembra
es el Salvador, y otros que es el mismo hombre sembrando en su
corazón.
San Juan Crisóstomo,
non occ. sed v. Cat. in Marc
San Marcos, que gusta de la brevedad,
añade mostrando la naturaleza de las parábolas: "Con muchas parábolas
semejantes a ésta les predicaba", etc.
Teofilacto
Como las muchedumbres eran ignorantes, las
instruía de este modo, con explicaciones sencillas. Y por esto añade:
"Y no les hablaba sin parábolas", etc., para hacer que se acercasen y
preguntasen. "Bien es verdad, prosigue, que aparte se lo descifraba
todo a sus discípulos", es decir, todo aquello sobre lo cual le
preguntaban; si bien no todo en absoluto, sino lo que no estaba
manifiesto.
San Jerónimo
Ellos eran dignos de oír aparte los
misterios por el profundo respeto que les inspiraba la sabiduría,
estando como estaban en la soledad de las virtudes, lejos del tumulto
de los malos pensamientos. Porque es en el reposo en donde se percibe
la sabiduría.
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35-41 |
En aquel mismo día, siendo ya tarde, les dijo: "Pasemos a la ribera de enfrente". Y despidiendo al pueblo, estando Jesús como estaba en la barca, se hicieron con El a la vela; y le iban acompañando otros barcos. Levantóse entonces una gran tempestad de viento, que arrojaba las olas en la barca, de manera que ésta se llenaba de agua. Entretanto El estaba durmiendo en la popa sobre un cabezal. Despiértanle, pues, y le dicen: "¿Maestro, no se te da nada que perezcamos?" Y El, levantándose, amenazó al viento, y dijo al mar: "Calla tú, sosiégate"; y al instante se calmó el viento y sobrevino una grande bonanza. Entonces les dijo: "¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?" Y quedaron sobrecogidos de grande espanto, diciéndose unos a otros: "¿Quién es Este, a quien aun el viento y la mar prestan obediencia?" (v. 35-41)
San Jerónimo
Después de la doctrina van al mar, cuyas
olas se encrespan. "En aquel mismo día -dice- siendo ya tarde, les
dijo: Pasemos a la ribera de enfrente", etc.
Remigio
Se lee que el Señor tuvo tres refugios, a
saber: la barca, el monte y el desierto. Cuantas veces le asediaba el
gentío, se refugiaba en uno de ellos. Por tanto, cuando vio el Señor
tal muchedumbre en torno suyo, queriendo librarse, como hombre, de
tanto agobio, mandó a sus discípulos que remasen hacia la ribera de
enfrente.
"Y despidiendo al pueblo, prosigue,
estando como estaba", etc.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum 28
Tomó el Señor a sus discípulos, para que
fuesen testigos de los milagros que iba a obrar. Pero fue sólo con
ellos, a fin de que nadie viera su poca fe. De aquí que para
manifestar que otros remaban aparte, dice: "Y le iban acompañando
otros varios barcos". Y para que no se enorgullecieran sus discípulos
porque los llevaba a ellos solos, permitió el peligro en que se
vieron, a la vez que les enseñaba con él a resistir varonilmente las
tentaciones: "Levantóse entonces una gran tempestad". Con objeto,
pues, de que los impresionase más el milagro que iba a obrar, da
tiempo al temor entregándose al sueño: "Entretanto El estaba durmiendo
en la popa sobre un cabezal". Si hubiese estado despierto, no habrían
temido ni rogado por la tempestad que se levantó, o no habrían creído
que pudiera hacer tal milagro.
Teofilacto
Los dejó caer en el peligro de la prueba,
para que experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios
habían visto en los otros. Dormía, pues, sobre la popa de la barca
reclinada la cabeza en una tabla.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum 28
De este modo nos manifestaba su humildad,
y nos enseñaba una gran sabiduría. Todavía no conocían su gloria los
discípulos que estaban con El, y aunque creían que despierto podía
mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando dormido o
descansando. "Despiértanle, pues, y le dicen: ¿Maestro, no se te da
nada que perezcamos?"
Teofilacto
Levantándose entonces, manda desde luego
al viento que formaba las olas y la tempestad, como dicen las palabras
siguientes: "Y levantándose amenazó al viento". En seguida mandó al
mar. "Y le dijo a la mar: Calla tú, sosiégate".
Glosa
Del movimiento del mar se levanta cierto
sonido o ruido que parece ser como su voz que anuncia el peligro que
amenaza. Por esto, usando de una metáfora, le manda que se sosiegue
con la palabra "calla", así como usa el Evangelista de la palabra
"amenazó" para refrenar la violencia de los vientos que alborotan el
mar, porque los que tienen poder suelen refrenar con la amenaza del
castigo a los que alteran violentamente la paz de los hombres. De este
modo se nos da a entender que, así como un rey puede reprimir a los
revoltosos con amenazas y contestar con leyes a los murmullos de sus
súbditos, así también Cristo, Señor de todas las creaturas, sujetó la
violencia de los vientos con su amenaza e indicó silencio al mar. El
efecto vino en seguida. "Y al instante calmó el viento (que había sido
amenazado) y sobrevino una gran bonanza" en el mar, al que había
impuesto silencio.
Teofilacto
Reprendió también a sus discípulos por su
falta de fe: "Y les dijo: ¿De qué teméis? ¿Cómo no tenéis fe todavía?"
Si hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía
conservarlos incólumes. "Y quedaron sobrecogidos -continúa- de grande
espanto, diciéndose unos a otros: ¿Quién es éste?", etc. Dudaban, por
tanto, acerca de El. Calmando, pues, el mar con su mandato, no como
Moisés con la vara ( Ex 14), ni con la
oración como Eliseo en el Jordán ( 2Re 2), ni
por medio del arca como Josué ( Jos 3), se
mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto se rindió al
sueño.
San Jerónimo
1 La
popa en sentido místico es el principio de la Iglesia, y en ella
duerme el Señor corporalmente, puesto que jamás duerme el que guarda a
Israel ( Sal 120). La popa, bajo una
apariencia exterior de muerte, alberga a los vivos, rompe las olas y
está reforzada con leños; esto quiere decir que la Iglesia es salvada
por la muerte del Señor en la cruz. El cabezal es el cuerpo del Señor,
sobre el cual está reclinada la Divinidad como la cabeza; el viento y
el mar son los demonios y los perseguidores, a los cuales dice:
"Callaos", cuando quiere hacer cesar los edictos de los reyes
injustos; la gran bonanza es la paz de la Iglesia después de la
persecución, o la vida contemplativa después de la activa.
Beda
Por la barca en que entró se entiende el
árbol de la Pasión, por la cual llegan los fieles a la patria
celestial como al descanso de un puerto seguro. Las demás barcas que
se dice estaban con el Señor, representan a los que llenos de fe en su
cruz están al abrigo del aguacero de las tribulaciones, o gozan de la
bonanza de la paz después de las tormentas de las tentaciones. Se
entrega Cristo al sueño en tanto que bogan los discípulos, porque
llega el tiempo de la Pasión del Señor para los fieles que meditan en
el descanso del reino futuro. Sucedió por la tarde, para significar
que el sueño del Señor, no sólo es el ocaso del verdadero sol, sino
que se verificó en la misma hora que la luz desaparece. Mientras que
El se levanta en la popa de la cruz, se encrespan las olas de los
perseguidores blasfemos, movidos por las tormentas infernales, que no
alteran la paciencia del Señor, pero sí a sus ignorantes discípulos.
Despiertan éstos al Señor, porque pedían con los mayores votos la
resurrección de aquel cuya muerte veían. Levantándose amenaza al
viento, porque después de su resurrección aplasta la soberbia del
diablo y manda callar al mar, porque, resucitado combate el furor de
los judíos. Reprende a sus discípulos porque después de la
resurrección ha de reprenderlos por su incredulidad. Y a nosotros
también cuando, instruidos en la doctrina del Crucificado, nos
disponemos a abandonar el mundo, subimos con Jesús a la barca, y nos
esforzamos por pasar el mar. Pero mientras navegamos se entrega al
sueño entre los bramidos del mar, cuando en medio de los esfuerzos de
las virtudes languidece la llama del amor combatida por los espíritus
inmundos, por los hombres depravados o por el ímpetu de nuestros
mismos pensamientos. Mas si en medio de estas tormentas nos
apresuramos a despertarle, bien pronto calmará la tempestad,
restablecerá la tranquilidad y nos dará el puerto de salvación.
Notas
1.
Comentario al versículo tratado arriba: "Entretanto El estaba
durmiendo en la popa sobre un cabezal"
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