LXXVI
ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL |
LA
FAMILIA, SANTUARIO DE LA VIDA
Y ESPERANZA DE LA SOCIEDAD
(parte I)
Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal
Española
Madrid, 27 de abril
de 2001
ÍNDICE GENERAL |
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INTRODUCCIÓN:
Cristo revela el amor |
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CAPÍTULO 1: Una mirada a nuestra
sociedad y a nuestra cultura |
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CAPÍTULO
2: El evangelio del
matrimonio y de la familia |
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CAPÍTULO
3: El evangelio de la vida
humana |
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CAPÍTULO
4: Cultura de la familia y de
la vida en la construcción del porvenir de nuestra civilización |
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CONCLUSIÓN:
“Haced lo que Él os diga” |
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SIGLAS |
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ADS |
León
XIII, Carta encíclica Arcanum divinae sapientiae,
10.II.1880 |
CA |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Centessimus annus, 1.V.1991 |
CC |
Pío
XI, Carta encíclica Casti connubii, 31.XII.1930 |
CCE |
Catechismus
Catholicae Ecclesiae, 15.VIII.1997 |
CDF |
Santa
Sede, Carta de los derechos de la familia, 22.X.1983 |
CF |
Juan
Pablo II, Carta a las familias Gratissimam sane, 2.II.1994 |
CIC |
Codex
iuris canonici,
25.I.1983 |
ChL |
Juan
Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici,
30.XII.1988 |
DM |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Dives in misericordia, 30.XI.1980 |
EV |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Evangelium vitae, 25.III.1995 |
FC |
Juan
Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris consortio,
22.XI.1981 |
FR |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, 14.IX.1998 |
GS |
Concilio
Vaticano II, Constitución dogmática Gaudium et spes, 7.XII.1965 |
HV |
Pablo
VI, Carta encíclica Humanae vitae, 25.VII.1968 |
LG |
Concilio
Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 21.XI.1964 |
LE |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Laborem exercens, 14.IX.1981 |
MD |
Juan
Pablo II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, 15.VIII.1988 |
NMI |
Juan
Pablo II, Carta apostólica Novo millenio ineunte, 6.I.2001 |
RH |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Redemptor hominis, 4.IV.1979 |
SD |
Juan
Pablo II, Carta apostólica Salvifici doloris, 11.II.1984 |
SRS |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Sollicitudo rei socialis, 30.XII.1987 |
VcS |
Pío
XII, Discurso Vegliare con sollicitudine, 29.X.1951 |
VS |
Juan
Pablo II, Carta encíclica Veritatis splendor, 6.VIII.1993 |
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Necesidad
de un amor verdadero |
|
1.
“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí
mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se
le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta
y lo hace propio, si no participa en él vivamente”[1].
Esta afirmación de Juan Pablo II al inicio de su pontificado expresa la
condición humana, algo que toda persona experimenta. Todo hombre
necesita el amor para reconocer la dignidad propia y de los otros y para
encontrar un sentido valioso a su vida. Es el amor que le pueden
ofrecer, en primer lugar, sus padres, su familia y, después, tantas
otras personas. Y también la sociedad.
Efectivamente, la vida de las personas está decisivamente condicionada
por la cultura de la sociedad en que vive. Cuando el amor por la verdad
y el bien del hombre no impregna la cultura de las relaciones sociales y
de la administración pública, el puesto central de la persona es
sustituido por bienes menores, como los intereses económicos, de poder
o de bienestar meramente material. |
El
hombre no puede vivir sin amor |
2.
Pero hay una forma de amor que aparece mucho más ligada a la realización
de la persona, al logro de una vida plena, porque expresa relaciones que
constituyen a la persona como tal: es el amor de los padres a los
hijos (que está en el origen de cada persona, que viene a la existencia
como hijo), y el amor del hombre y la mujer (pues la dimensión
esponsal es también constitutiva de la persona).
La felicidad de las personas guarda una relación intrínseca con
ese amor familiar. Por ello, muchos de los sufrimientos que
marcan la vida de tantos hombres y mujeres hoy tienen que ver con
expectativas frustradas en el ámbito del matrimonio y la familia. Y es
que a la persona no le basta cualquier amor: necesita un amor
verdadero, es decir, un amor que corresponda a la verdad del ser y
de la vocación del hombre. |
Amor
en la familia y en la sociedad |
Los cristianos sabemos que sólo en el misterio de Cristo se revela y
se cumple en plenitud el misterio de la vida humana en todas sus
dimensiones[2];
sólo en el Hijo amado puede cada ser humano encontrar el amor del Padre
eterno que sacia los anhelos más profundos de todos los corazones. Ese
amor infinito llena de sentido la vida familiar y la convivencia social. |
“Yo he
venido para que tengan vida” (Jn 10,10) |
Misión
de la Iglesia: la evangelización |
|
3.
La predicación del Evangelio es la primera misión que Cristo
encomienda a los apóstoles y a sus sucesores, los obispos, quienes
tenemos el deber de llevarla a cabo en toda su integridad[3].
Nuestra primera tarea es anunciar a Jesucristo, el Salvador de
todo hombre, el camino, la verdad y la vida (cfr. Jn 14,6). En comunión
pastoral con el sucesor de Pedro queremos seguir su invitación para
adentrarnos en la contemplación del rostro de Cristo -en quien
resplandece el hombre nuevo- y secundar dócilmente su envío misionero:
¡echad de nuevo las redes![4]. |
Proclamación
del evangelio de la vida y de la familia |
4.
La vida humana es siempre buena noticia. Aunque surja o se halle
en circunstancias difíciles toda persona humana es un regalo, un don de
valor inestimable. Cada ser humano constituye por su sola existencia una
clara llamada a la comunión, al amor ofrecido y recibido. El amor
esponsal de un hombre y una mujer, que se entregan y prometen de por
vida como cónyuges, crea el hábitat natural para la acogida amorosa
de la vida humana. Este es el proyecto hermoso y perenne de Dios
creador, que bendice la comunión matrimonial con el don del hijo (cfr.
Gén 1-3). El don maravilloso de la vida humana suscita en quienes lo
reciben admiración, gratitud y anhelos de cultivarlo mediante la propia
donación.
En la familia –cuna y custodia de la vida- el ser humano,
hombre y mujer, nace y crece como persona, como hijo, como hermano,
gracias al modelo de los padres. La familia educa a la persona hacia su
maduración y edifica la sociedad hacia su desarrollo progresivo. Como “célula”
del organismo social la familia sana es el fundamento de una
sociedad libre y justa[5].
En cambio, la familia enferma descompone el tejido humano de la
sociedad.
Además, en la familia cristiana el bautizado recibe la primera enseñanza
evangélica y es introducido a la vida de la fe. Por eso la familia es “iglesia
doméstica”[6],
núcleo de la gran familia de los hijos de Dios en Cristo, y participa
de su misión en orden a formar la humanidad nueva[7]. |
La
familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad |
5.
Al volver a hablar de la familia y de la vida humana lo hacemos desde
la fe, atendiendo a la situación actual de nuestra sociedad,
que tanto ha cambiado en estos últimos años[8]. Plantearse este tema desde el Evangelio supone, en primer lugar,
una disposición a abrirse a su mensaje, a querer descubrir y realizar
la verdad en Aquél que quiso compartir la vida del hombre, nacer en el
seno de una familia (cfr. Mt 1 y Lc 2) y ser el Esposo de la Iglesia,
que sigue viviendo de su entrega amorosa (cfr. Ef 5,32).
Desde esta perspectiva, esta
instrucción quiere ser una llamada a renovar la vida de los matrimonios
y las familias cristianas reafirmando su vocación eclesial y social.
También quiere ser una ayuda para quienes, con un corazón abierto,
buscan la verdad sobre el amor humano, el matrimonio y la familia. El
horizonte de esta instrucción está unido a la misma esperanza que
despierta la familia en su realidad. Tiene un carácter programático,
apunta a un futuro a construir. |
Evangelización
de nuestra sociedad |
Familia y esperanza
|
|
6.
Nos dirigimos con gratitud a todos aquellos que quieren vivir
plenamente la realidad familiar. En primer lugar, a las familias
cristianas, a cada uno de sus miembros, pues sois cauce de la
esperanza para nuestra sociedad: ¡Sí, queridas familias, estáis
llamadas a ser la sal y la luz de la civilización del amor! (cfr.
Mt 5,13-16). Queremos animar en su vocación a los esposos y a los
padres; queremos alentar a los movimientos y asociaciones familiares.
Comprendemos vuestras dificultades. Sabed que Cristo, el Esposo, está
con vosotros (cfr. Mt 28,20). ¡No tengáis miedo! (cfr. Lc 12,22-32).
¡Vivid en Cristo como testigos intrépidos de la buena nueva de la vida
y de la familia! La semilla del bien puede siempre más que la del mal.
No os dejéis abatir por los ambientes adversos. Queridos padres, no cejéis
en el empeño de educar a vuestros hijos en el amor verdadero, en el
sentido de la vida y de la sexualidad. ¡Transmitid con gozo y
perseverancia a los jóvenes –que son el futuro de la sociedad- la
grandeza del amor fiel y el sentido de la vida humana en toda su
dignidad! |
Destinatarios: Familias |
Apelamos, también, a los sacerdotes, a las personas consagradas y a
los fieles laicos que acompañan a los esposos y a sus hijos en el
descubrimiento y desarrollo de su vocación. Aunque en ocasiones vuestra
siembra del Evangelio sea entre lágrimas, a su tiempo, con la gracia de
Dios, cosecharéis con abundancia (cfr. Sal 126,5). |
Sacerdotes,
personas consagradas y fieles laicos |
Esta reflexión, además, se dirige al conjunto de la sociedad y a sus gobernantes,
en especial a los agentes culturales y sociales, educadores,
profesores y catequistas, así como a los profesionales de la salud.
Reconocemos vuestros desvelos por el bien común. Os confiamos esta
reflexión sobre la verdad que nos ofrece el Evangelio del matrimonio,
la familia y la vida. Cristo no violenta sino que promueve al máximo la
razón humana y descubre lo genuinamente humano, lo que posibilita el
auténtico desarrollo de las personas y de los pueblos. Su enseñanza es
salvaguarda de la dignidad de toda persona humana y del progreso social
en justicia, solidaridad y libertad. |
Gobernantes
y agentes culturales y sociales |
7.
Esta instrucción se estructura en cuatro partes. En primer
lugar, dirigimos una mirada a nuestra sociedad y a nuestra cultura en lo
que concierne al valor de la vida humana, al matrimonio y a la familia.
Queremos analizar las claves antropológicas de nuestra civilización.
Pretendemos adecuarnos, desde la fe, a la mirada misericordiosa del
Padre, encarnada en los ojos humanos de Cristo y de su Iglesia (capítulo
1). En segundo lugar, presentamos algunos elementos esenciales del
evangelio del matrimonio y la familia (capítulo 2), y de la vida (capítulo
3); es el plan amoroso del Creador y Salvador de todos los hombres. En
tercer lugar, ofrecemos criterios de juicio y orientaciones para
promover el protagonismo de la familia en la mejora de nuestra sociedad
(capítulo 4). |
Estructura
de los temas |
Cristo, plenitud del hombre
|
|
8.
Este anuncio esperanzador que presentamos también va dirigido al
corazón de cada persona. Todos deseamos la plenitud de vida. Este
evangelio es verdadero y es posible; es la felicidad del hombre y el
progreso de los pueblos. Jesucristo no es sólo el Maestro sino también
el Redentor del hombre. Él sana con la gracia de su Espíritu nuestro
corazón enfermo y nos hace capaces de superar las rupturas del pecado y
renovar la comunión conforme al designio originario del Padre. Él
perdona nuestras culpas. Él fortalece nuestra debilidad. Su
misericordia infinita restaura nuestra miseria. |
Cristo
hace posible la plenitud de la vida y la verdad de la familia |
A cuantos se sienten abatidos queremos ofrecer el acompañamiento de la
Iglesia, fundada por el mismo Cristo y enviada a continuar su tarea. A
cuantos se sienten huérfanos, en la intemperie hostil de un mundo cada
vez más deshumanizado, despojados de justicia y de amor, queremos abrir
de par en par las puertas de la Iglesia, Hogar familiar
donde fructifica la caridad fraterna, donde hay vida en
abundancia. |
La
Iglesia, morada del hombre nuevo |
En esta hora decisiva, en la que está en juego el verdadero respeto de
toda vida humana y la construcción de la civilización del amor,
contamos con el testimonio de tantas familias que viven el
proyecto de Dios y lo hacen creíble. |
Las
familias cristianas, evangelio vivo |
A todos os animamos a seguir adelante con humildad y confianza. Con los
ojos puestos en Jesucristo, muerto en la cruz para darnos vida,
resucitado y glorioso, presente en la Eucaristía para renovar la nueva
y eterna alianza de Dios con sus hijos. A todos os animamos a una
renovación espiritual en el camino de la santidad. En nombre de
Cristo hemos de echar nuevamente las redes (cfr. Lc 5,1-11) y cultivar
con esmero su viña (cfr. Mt 20,1-16). Con la certidumbre de que
trabajamos con el Dueño de la viña, esperamos de su gracia una nueva
primavera para la familia y para la vida. |
Con
los ojos fijos en Cristo |
CAPÍTULO
1
UNA MIRADA A NUESTRA SOCIEDAD Y A NUESTRA CULTURA
1.1. Una mirada de fe Lo verdaderamente humano |
|
9.
La mirada que dirigimos a la vida, el matrimonio y la familia en
nuestra sociedad actual es una mirada de fe por un doble motivo. En
primer lugar, porque esa fe nos hace participar de aquella primera
mirada de Dios con la que el Creador vio que todo era bueno (cfr. Gén
1,31) y nos da esos ojos nuevos que nos permiten redescubrir lo
bueno, lo verdaderamente humano (cfr. Flp 4,8)[9].
En segundo lugar, porque mirar el matrimonio y la familia nos lleva
a descubrir la necesidad de una “fe humana”[10].
La familia es el primer lugar donde una persona se confía a otra
con una entrega verdadera. Esta fe humana que se vive en la
familia nos abre a la fe en el otro, para poder construir una
sociedad esperanzada, y a la fe en Dios. La mirada de fe
resulta decisiva para descubrir, conocer y vivir la verdad completa
de todas las realidades, sobre todo las que se refieren al ser
humano, a su vida y a su destino trascendente. |
Bondad y confianza
|
10.
Son muchas las ocasiones en que los
obispos españoles nos hemos pronunciado sobre la situación de
nuestra sociedad, también en lo que afecta a la verdad moral propia
del matrimonio, la familia y la vida. No hemos dejado de señalar
los logros y las dificultades en estos campos. Uno de los logros que
se ha dado en la sociedad española y que queremos de nuevo poner de
manifiesto es la progresiva maduración de nuestra convivencia
democrática[11].
Esto incluye elementos muy positivos en la afirmación de unos
valores destinados a la convivencia en un clima de libertad,
respeto, pluralismo, tolerancia, con un marco de progreso económico
en un Estado de bienestar.
Junto a estos logros, es
obligado afirmar también importantes adquisiciones de carácter
moral, como una mayor sensibilidad en lo que corresponde a la
defensa de las libertades individuales y la igualdad de derechos.
Esto supone un rechazo creciente contra las manifestaciones tiránicas,
los racismos, las violencias de distinto tipo –también en la
familia-, las desigualdades sociales, los clasismos más o menos
ocultos, una denuncia sin paliativos contra el terrorismo, una lucha
sincera contra diversas manifestaciones inhumanas como son la
miseria, la ignorancia o el rechazo a los inmigrantes.
En el ámbito específico de la familia hemos de constatar como
elementos de progreso: el mayor reconocimiento de la igualdad
de hombre y mujer, la mayor libertad en las relaciones y en la
elección del matrimonio, el hecho de que los hijos sean recibidos más
conscientemente, etc.
La solidaridad con los desfavorecidos, la preocupación por los
desempleados, el crecimiento del voluntariado social, el respeto a
los que tienen otra cultura o el cuidado de una conciencia ecológica
son también importantes adquisiciones de nuestra sociedad. |
Importantes
logros de nuestra sociedad y de nuestra cultura |
1.2. Ambigüedad de los valores de la
cultura dominante Aceptación de graves distorsiones |
|
11.
Pero, como pastores, hemos de advertir que muchos de estos elementos
presentes en nuestra vida social sufren ciertas ambigüedades a
causa de la cultura dominante, que los desfigura en la tarea de
formar integralmente a la persona.
Nos interesa sobre todo destacar la ambigüedad en lo que
corresponde al ámbito de la familia y la vida. Se produce ahí la
asombrosa situación de que, a pesar de que las encuestas demuestran
que es una institución altamente valorada de modo privado por las
personas, existe un rechazo manifiesto en su aceptación pública.
De tal manera que se llegan aconsiderar normales en una
“situación democrática” distintas realidades que perturban seriamente
la institución familiar y el respeto a la vida humana. Entre otras,
podemos citar la extensión del divorcio con las graves
consecuencias personales que genera; de las parejas de hecho con la
inestabilidad que producen en la vida de las personas y de la
sociedad; y, cada vez más, la petición de un pretendido
“matrimonio” entre homosexuales con una grave confusión en la
comprensión de la sexualidad[12].
Entre los temas que se refieren a la transmisión de la vida se
encuentran la trágica aceptación social del aborto, la eutanasia,
la esterilización, la Fivet,
la clonación “terapéutica”, etc. Muchas de estas cuestiones ya
han sido legalizadas, como el divorcio, la despenalización del
aborto en algunos supuestos[13]
y las “Técnicas de reproducción asistida”[14]
e, incluso, han sido aceptadas por sentencias del Tribunal
Constitucional[15].
|
Aceptación
legal y social de graves distorsiones éticas |
12.
La gravedad y número de estos problemas está a la vista de todos.
Nos encontramos en una situación histórica nueva en nuestra
sociedad. Como pastores nos preocupan en la medida en que afectan a
las personas en lo más íntimo, mientras que nuestra sociedad
parece querer ocultar sus dificultades con soluciones superficiales
e ingenuas que pretenden ignorar la repercusión personal y social
que producen. Éste es el drama que se oculta tras la paradoja de
una familia (cuna y santuario de la vida) apreciada en su función
personal y vilipendiada en su dimensión social. Nos hallamos
ante un orden social tremendamente paradójico porque esconde la
problemática que padecen muchas personas, queriendo amparar esa
problemática humana con unos servicios sociales que aseguren una
vida individual solo materialmente adecuada. Pero, ¿acaso pueden
las estructuras frías e impersonales ocuparse verdaderamente de las
personas, sobre todo cuando éstas sólo pretenden asegurarles un mínimo
de bienestar material?
Nuestra mirada de fe no se queda
en las estructuras, nos ayuda a contemplar el corazón del hombre
(cfr. 1 Sam 16,7). Por eso, al entrar en esta cuestión no estamos
invadiendo un terreno ajeno, sino que nos hacemos eco de los
apremiantes deseos de gran número de personas cuyo principal
problema es su propia familia. ¡Cuántos hombres y mujeres no
saben qué hacer para tener una mejor convivencia familiar, o ayudar
verdaderamente en esto a sus hijos! Querer silenciar esta voz bajo
el argumento de una pretendida “neutralidad” social ante una
cuestión meramente “privada”, supone callar ante el clamor de
tantas familias que piden una atención urgente. Hemos de constatar
que hoy, por la evolución negativa de los problemas antes
apuntados, en España, la familia padece graves males y es hora de
afrontar sin complejos sus causas y sus soluciones. |
Salvar la familia |
Las
raíces de una cultura inadecuada |
|
13.
La contradicción interna entre la valoración positiva de la
familia como un valor real y su menosprecio como elemento social nos
señala una importante incoherencia en la racionalidad que está en
la base de la construcción de nuestra sociedad[16].
Incoherencia que pone de manifiesto un modo erróneo de concebir
la convivencia social. No le basta al hombre un bienestar
material y exterior si fracasa en lo más importante para él.
Así nos encontramos con que muchas personas viven un problema dramático,
y es la dificultad para realizar un auténtico proyecto de vida y de
familia, como pide su corazón, pues tropiezan con una valoración
social puramente económica y utilitarista de la persona y de la
familia. En estas circunstancias, la ausencia de una ayuda adecuada
y cercana sume al hombre en una amarga frustración. |
Materialismo y frustración |
14.
Los cristianos debemos denunciar aquellos aspectos de nuestra
cultura que no favorecen la personalización de cada hombre y cada
mujer y su llamada a formar una auténtica comunión de personas. Son
factores que provocan una fractura íntima que conduce a la dificultad
de concebir la propia vida y, por consiguiente, el matrimonio y la
familia, como una auténtica vocación.
Este hecho está más acentuado por la extensión cultural de una
determinada censura que relega del ámbito público al privado toda
pregunta por Dios y por la trascendencia. Se abre así una profunda ruptura
entre la fe y la vida que debilita las convicciones personales.
|
Obligación de advertir |
15.
La ambigüedad que destacábamos antes es fruto de un largo proceso cuyo
interés se centra en una convivencia fundada no en convicciones sino en
acuerdos de compromiso. Se da una gran importancia a los procedimientos
formales y las cuestiones inmediatamente prácticas, mientras se
evita, una y otra vez, todo diálogo sobre las cuestiones
fundamentales y los ideales comunes que se llegan a considerar
irrelevantes para la vida social. |
Pragmatismo político: mero procedimiento sin fundamento |
Rechazo
de Dios |
|
16.
Este proceso comienza con la secularización de la sociedad en la
edad moderna, a consecuencia de la cual muchas de las realidades
humanas, incluida la vida y el proyecto familiar se piensan como
realidades cerradas a la trascendencia y cuyo contenido pasa a ser
considerado como meramente terrenal[17].
El desarrollo de los
acontecimientos, en cambio, parece insistir en que el intento sistemático
de construir una convivencia sin Dios se vuelve siempre contra el
hombre. En primer lugar en su corazón porque, llamado a una comunión
con Dios y abierto a lo infinito, queda encerrado en el horizonte
estrecho de la vida en este mundo. Las palabras de San Pablo son
profundamente reveladoras: “porque, habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron
en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció” (Rom
1,21). A esta verdad fundamental, el Apóstol añade (vv. 22-32) toda
una serie de males morales que denigran a las personas y hieren la
convivencia, algunos de los cuales afectan muy directamente a la familia
y la vida. |
Eclipse de Dios y eclipse del hombre (cfr. EV,
21) |
Razón
ofuscada |
|
17.
Cuando se produce este fenómeno de oscurecimiento de la presencia de
Dios, incluso como horizonte vital que transciende al mundo, se crea en
los hombres un ánimo refractario a cualquier realidad que no caiga bajo
el control humano. Toda verdad trascendente se llega a mirar por algunos
con sospecha o incluso se pretende reinterpretar de modo reductivo. No
estamos ante un mero juego intelectual que intente un sistema coherente
cerrado a la trascendencia, es –como dice el Apóstol- un auténtico ofuscamiento
de la inteligencia humana que se halla como colapsada en la búsqueda
de una verdad plena, que responda a las preguntas fundamentales de la
dignidad del hombre y que sea capaz de fundar la convivencia social. |
Reduccionismo del conocer |
18.
Ante los grandes valores e ideales se extiende en muchos sectores un
profundo escepticismo que actualmente afecta gravemente al campo
moral. Con esta afirmación no nos referimos al rechazo de la normativa
moral propuesta por la Iglesia, sino, sobre todo, a la incapacidad del
hombre para construir su vida en la verdad.
Al dejar de creer en la verdad de los valores absolutos, la inteligencia
deja de interesarse por la cuestión del sentido para centrarse en una razón
instrumental, que sólo resuelve problemas inmediatos por medio del
cálculo y la experimentación, pero que permanece cerrada al
misterio del hombre, por lo que es incapaz de descubrir el valor
personal y la belleza de lo humano[18].
Todo se mide y se valora por su productividad y su utilidad. Endurecimiento del corazón
Muchos llegan a juzgar imposible
conocer con una certeza moral principios firmes en los que asentar la
realización del hombre, como son el sentido de la vida de la persona,
del matrimonio y de la familia. Son realidades fundadas en una verdad
profunda y rica en humanidad. Podemos reconocer en ello el “endurecimiento
del corazón” (cfr. Mt 19,8) que entenebrece la percepción de la
verdad originaria del matrimonio disolviéndola en conveniencias sociológicas. |
Hipertrofia de la razón técnica |
19.
Las consecuencias de este modo de afrontar la vida son muy graves. Al
hombre, reducido su horizonte vital a lo que puede dominar, se le valora
sobre todo como un homo faber y todo su trabajo se mide en razón
de la sola productividad. A pesar de los adelantos técnicos, se observa
paradójicamente cómo el trabajo ahoga muchas veces la vida de las
personas con exigencias que no tienen en cuenta la realización de la
persona y su vida familiar. Se sacrifican muchas cosas a un “sistema
de producción” impersonal, competitivo y tiránico.
|
Productividad hasta la despersonalización |
Deformación
de la libertad |
|
20.
En el plano moral se produce una deformación del valor de la libertadque
pierde así su aspiración interna hacia la plenitud humana. Desarraigada
de su finalidad interna, que la dirige a realizar el amor
verdadero, la libertad queda reducida a la elección de cosas según
un arbitrio personal, al margen de la verdad del hombre.
Cuando esto sucede, los únicos límites
que se descubren para la libertad vienen de la presencia de otras
personas también libres. La relación entre personas se enmarca así en
un conflicto de libertades y límites. Todo es posible con tal de no
violentar la libertad ajena. Pero, ¡qué drama se esconde tras esta
concepción de la libertad! Cuando la libertad se percibe y se define sólo
a través de meros contenidos extrínsecos y negativos, la persona llega
a vivir entregada a las emociones, y acaba esclava de sus propias
apetencias superficiales. Esta concepción de la libertad produce un
profundo conflicto entre las diversas dimensiones de la persona:
racional, afectiva e instintiva.
|
Libertad sometida a las apetencias superficiales |
21.
Podemos hablar entonces de un concepto perverso de la libertad[19].
No nos estamos refiriendo sólo a un error antropológico, sino a una
forma de entender la existencia humana con unas consecuencias
profundamente negativas en la vida personal y social. Por una parte, una
libertad sin dirección aboca al hombre a un nihilismo corrosivo
en la medida en que pierde el contacto más profundo con los valores e
ideales verdaderos: todo sería válido, incluso los comportamientos
destructivos[20].
Mientras que los deseos más profundos –de sentido, de paz, de
horizontes trascendentes, de amar y ser amado, etc.- permanecen
insatisfechos, se debilitan y empobrecen las relaciones
interpersonales. Si la libertad del hombre no le conduce a amar con todo
el corazón, se convierte en algo nocivo y frustrante del sentido de su
existencia. |
Libertad sin base en la comunión ni ordenación a la misma |
Utilitarismo
e individualismo |
|
22.
En el ámbito público esto se plasma en la adopción de una ética
utilitaria dominada por los intereses individuales; en cambio, en el
ámbito privado, el juicio moral se deja al arbitrio de un “sentido
moral” subjetivo, que se traduce en una concepción ética “a la
carta”. En ambos casos, se desemboca en una tendencia individualistaen
la que la figura del “otro” aparece como un rival potencial y como
un competidor en el intercambio de bienes materiales. Así entendemos
que la propia libertad tienda a afirmarse como dominio sobre los demás.
Uno de los efectos más claros de esta concepción es el intento de justificación
de actos intrínsecamente nocivos[21].
Todo tipo de aberraciones, incluido el aborto, el suicidio, la
pederastia, el turismo sexual, etc., llegan a aparecer incluso como
derechos de la libertad individual. ¿Acaso no se ha perdido el sentido
de la libertad, deformando a la persona?
|
Derrumbamiento del sentido ético |
NOTAS
[1] RH, 10. [2] Cfr, GS, 22. [3] Cfr. LG, 25. [4] Cfr. NMI, 1. [5] Cfr, GS, 52. [6] Cfr. LG, 11; FC, 21. [7] Cfr. FC, 49-64. [8] Han pasado ya más de veinte años desde el último documento amplio de la Asamblea plenaria del episcopado español sobre el tema. Cfr. Conferencia Episcopal Española, Documento pastoral Matrimonio y familia, 6.VII.1979 [9] Cfr. Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral La fidelidad del Señor dura siempre. Mirada de fe al siglo XX, 26.XI.1999 [10] Cfr. FR, 31. [11] Cfr. Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral Moral y sociedad democrática, 14.II.1996 [12] Cfr. Conferencia Episcopal Española, Nota de la Comisión Permanente con ocasión de algunas iniciativas legales recientes, Matrimonio, familia y “uniones homosexuales”, 24.VI.1994 [13] La ley 9/1985 del 5 de julio [14] Por la ley sobre "Técnicas de reproducción asistida" 35/1988 del 22 de noviembre, continuada por los reales decretos de marzo de 1996 sobre la regulación de ciertas FIV [15] Nos referimos de modo especial a la sentencia del Tribunal Constitucional 116/1999 del 17 de junio sobre "Técnicas de Reproducción Asistida" [16] Cfr. Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral “La verdad os hará libres”, 20.XI.1990, nn. 4-33 [17] Ya en la primera encíclica de la era moderna dedicada a la familia, se denuncia este proceso de secularización, que allí es llamado “ausencia de religión en el matrimonio” (cfr. ADS, 15) [18] Cfr. FR, 5-6. 86-91 [19] Cfr. EV, 18-20 [20] Cfr. FR, 90 [21] Cfr. VS, 79-83 |