LXXVI
ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL |
LA
FAMILIA, SANTUARIO DE LA VIDA
Y ESPERANZA DE LA SOCIEDAD
(parte IV)
Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal
Española
Madrid, 27 de abril
de 2001
2.4.2. La comunión hombre-mujer y el sacramento
Cristo-Iglesia La
nueva alianza en Cristo |
|
86.
Los esposos son hijos de Dios por su vocación bautismal. Esto
significa que sus vidas quedan marcadas para realizar y significar la “nueva vida” (cfr. Rom 6,4) de Cristo. Así, la mutua entrega de los esposos queda insertada en la economía
de salvación de Cristo, teniendo por ello un valor sacramental básico:
el matrimonio cristiano significa y
hace presente de modo singular en el mundo la unión de Cristo
con su Iglesia, que es
alianza de amor esponsal.
La
razón de esta significación no es un añadido al plan salvífico de
Dios. Jesucristo, con su Encarnación, asume la corporalidad del hombre
y sus significados propios. Por eso, la entrega de su cuerpo en
la Cruz hace a la Iglesia “un
cuerpo” –una sola carne- con Él, y esta entrega es,
en sí misma, la expresión máxima del amor esponsal humano[56]. Su
amor esponsal se convierte allí en fuente de
salvación para los hombres. Nos encontramos ante la revelación
del “gran sacramento” de la redención del que nos habla el
Apóstol (cfr. Ef 5,21-33). Por esta unión, los cristianos
nacemos a la vida de la gracia como hijos de Dios en el Hijo y
reconocemos la Iglesia como nuestra Madre. |
El
sacramento del matrimonio cristiano, dentro de la alianza Cristo-Iglesia |
87.
Unido al valor sacramental del matrimonio está la realidad de la gracia
sacramental propia delos
cónyuges; se trata de una presencia
eficaz del amor de Dios que los capacita para santificarse en el amor
mutuo y en la entrega cotidiana en la formación de un hogar.
Esta gracia no se reduce al momento de la celebración, sino que se extiende a lo
largo de todasu vida matrimonial, vivificándola
interiormente y ayudándoles a renovar su amor esponsal en los signos
sacramentales que acompañan su existencia.
Entre estos sacramentos es de destacar la
importancia que tiene para la vida matrimonial la Eucaristía,
donde se hace presente el sacrificio de Cristo que configura
interiormente la entrega de los esposos, vivificando su alianza conyugal
y renovando su vocación esponsal[57];
la Confirmación, que fortalece a los esposos con el don del Espíritu
en su misión de testimoniar el amor de Cristo en medio del mundo[58];
y la Reconciliación, encuentro con la misericordia del Padre,
que restaña la comunión conyugal y familiar[59]. |
Participación por la gracia
en la misma caridad de Cristo Esposo |
Algunos
problemas actuales originados por el rechazo de Dios en el matrimonio |
|
88.
Ante esta verdad esplendorosa de la sacramentalidad del matrimonio, los
pastores hemos de llamar la atención sobre la secularización
creciente de la concepción del matrimonio entre bautizados, que lleva a la pérdida del sentido
sagrado del matrimonio, su separación de la esfera de trascendencia que
confiere valor divino a la vida matrimonial. Este valor divino aparece como algo
que sería elegible, a modo
de un significado “añadido” que ponen
los contrayentes por su propia voluntad. Ya no sería la
intención primera de Cristo para ellos y su propia vocación. Ante
esta secularización, es preciso presentar la vocación matrimonial dentro de los mismos planes de
catequesis como una realidad a la que orientar la vida y a la cual hay
que prepararse desde niños. |
Pérdida
del sentido sagrado del matrimonio: no reconocer en el mismo la
presencia de Dios |
89.
Una consecuencia de la extensión de un modo de vivir secularizado es la
aparición del matrimonio meramente civil entre bautizados[60].
Se observa un aumento progresivo de estos
matrimonios en los últimos años. Es
un indicador de que muchos fieles, incluso practicantes, ven el
matrimonio como algo exclusivamente natural, ajeno a la fe, o todo lo más
con un significado meramente humano al que la fe le “añade” una
fuerza extrínseca. Es un punto a tener en cuenta especialmente en las
catequesis prematrimoniales, que deben ayudar a los novios a
integrar la verdad del matrimonio en la vida de fe. |
Rechazo del sacramento del
matrimonio por parte de algunos bautizados |
El
drama del divorcio y la reconciliación conyugal
|
|
90.
Otro modo de vivir al margen de la
realidad sacramental del matrimonio es el divorcio
civil entre personas que han contraído
matrimonio eclesiástico. La proliferación de este hecho en nuestra
sociedad nos obliga a una seria reflexión sobre determinadas carencias
en la transmisión de la verdad del
Evangelio sobre el matrimonio. Evidentemente, si se
pierde el sentido sagrado del matrimonio,
se acabará por valorarlo simplemente como
un contrato entre dos particulares, y, por consiguiente, establecido a su arbitrio y
dependiente de su voluntad, la cual puede cambiar y llegar
a romperlo. Tal concepción hace
incomprensible la indisolubilidad del matrimonio. Un compromiso
para toda la vida sería algo prácticamente imposible y podría darse
el caso de que llegara a ser insoportable.
En
esa óptica, el divorcio es concebido como un derecho,incluso como una condición
para contraer matrimonio, una cláusula de ruptura. Esta
mentalidad introduce una inestabilidad estructural
en la vida matrimonial, que la hace incapaz de afrontar las crisis y
las dificultades con las que inevitablemente se encontrará. |
Difusión de la mentalidad
divorcista |
91.
Como ocurre con otros hechos dolorosos de nuestra sociedad, el modo
cultural de presentar el divorcio intenta ocultar el drama –humano,
psíquico, social- del fracaso matrimonial. Con el lema de
“reconstruir la vida” –quizá con “otra pareja”- se pretende
solucionar tal drama solventando los problemas técnicos (jurídicos,
económicos), pero sin querer entrar en los verdaderosproblemas
antropológicos y éticos. |
El divorcio, drama humano y
plaga social |
92.
La Iglesia y los pastores no somos ajenos a las dificultades propias de
la convivencia matrimonial, que en algunos casos puede hacer
conveniente, incluso necesario, el recurso a la separación de los cónyuges.
Es más, por la tergiversación de la verdad del matrimonio, la aceptación
implícita de un matrimonio “a prueba”, y la superficialidad con que
se contraen determinadas uniones, no pocas celebraciones eclesiásticas
del matrimonio se contraen inválidamente. La Iglesia reconoce
entonces, tras el proceso pertinente ante sus tribunales, la nulidad
de estos matrimonios, es decir, declara que no ha existido un verdadero
matrimonio cristiano y que los contrayentes, en consecuencia, están
libres bajo determinadas condiciones de contraer posteriormente una
unión matrimonial.
Es necesario instruir a
los fieles en la diferencia fundamental que existe entre la
declaración de la nulidad y el recurso al divorcio,
que es la ruptura de un vínculo
realmente establecido. La primera no afecta a una característica
fundamental del sacramento del matrimonio como es la indisolubilidad.
Mientras que el divorcio significa todo lo contrario, es decir, que el
matrimonio podría disolverse por iniciativa de los contrayentes. |
Distinción radical entre el
divorcio y la declaración eclesiástica de nulidad |
93.
Ante el fracaso del amor
conyugal no valen respuestas superficiales que obvien el drama
humano que implica. Se hace necesaria la ayuda y la orientación a los
matrimonios y a las familias por parte de los sacerdotes y otros agentes
de pastoral, que les motiven al diálogo para prevenir y atajar a tiempo
los problemas, y que les ayuden a reavivar la gracia sacramental propia
del matrimonio. Cuando la Iglesia apela al don recibido, a la gracia
sacramental irrevocable y sanante que no deja de existir a pesar de la
infidelidad del hombre, lo que está mostrando es la gracia,
capaz de sostenerle en esos momentos difíciles. Con ello invita a dejar
la puerta abierta a la posible reconciliación de los esposos separados,
al perdón mutuo, a rehacer la vida matrimonial[61].
Con el Papa Juan Pablo II queremos
los obispos españoles recordar a los matrimonios el tesoro que supone
el perdón recíproco, ya que un amor fundado en el perdón es
indestructible: “la vida conyugal pasa también por laexperiencia
del perdón, pues, ¿qué sería un amor que no llegara hasta el
perdón? Esta forma de unión, la más elevada, compromete todo el ser
que, por voluntad y por amor, acepta no detenerse ante la ofensa y creer
que siempre es posible un futuro. El perdón es una forma eminente de
entrega, que afirma la dignidad del otro, reconociéndolo por lo
que es, más allá de lo que hace. Toda persona que perdona permite
también a quien es perdonado descubrir la grandeza infinita del perdón
de Dios. El perdón hace redescubrir la confianza en sí mismo y restablece
la comunión entre las personas, dado que no puede haber vida
conyugal y familiar de calidad sin conversión permanente y sin
despojarse de su egoísmo. El cristiano encuentra la fuerza para
perdonar en la contemplación de Cristo en la cruz que perdona”[62]. |
Gracia,
perdón y reconciliación conyugal |
94.
En consecuencia, para un bautizado, pretender romper el matrimonio
sacramental y contraer otro vínculo mediante el matrimonio civil es, en
sí mismo, negar la alianza cristiana, el amor esponsal de
Cristo, que se concreta en el estado de vida matrimonial[63]. Existe una incompatibilidad del estado
de divorciado y casado de nuevo con la plena comunión eclesial.
Por ello, al acceder al matrimonio civil, ellos mismos impiden que se
les pueda administrar la comunión eucarística.
Como decía el Papa a las familias en la celebración del Jubileo,
“ante tantas familias rotas, la Iglesia no se siente llamada a
expresar un juicio severo e indiferente, sino más bien a iluminar los
numerosos dramas humanos con la luz de la palabra de Dios, acompañada
por el testimonio de su misericordia. Con este espíritu, la pastoral
familiar procura aliviar también las situaciones de los creyentes que
se han divorciado y se han vuelto a casar. No están excluidos de la
Comunidad; al contrario, están invitados a participar en su vida,
recorriendo un camino de crecimiento en el espíritu de las exigencias
evangélicas. La Iglesia, sin ocultarles la verdad del desorden moral
objetivo en que se hallan y de las consecuencias que se derivan de él
para la práctica sacramental, quiere mostrarles toda su cercanía
materna” [64].
Es
diferente el caso de aquellos que están divorciados y no desean
contraer nuevas nupcias. A ellos, como a los que se encuentran en la
difícil situación de separación, la comunidad cristiana los debe
acoger con un cuidado afectuoso para sostenerlos en sus dolorosas
circunstancias y animarlos en el testimonio de su fidelidad, también
con la recepción fructuosa de los sacramentos. |
La condición de cristiano
divorciado y casado civilmente es incompatible con la comunión eucarística |
95. En fin, ante las diversas situaciones dramáticas apuntadas, y ante el clima relativista que quiere excluir del amor la fidelidad, la vida de la comunidad eclesial se debe configurar y ofrecer como el lugar adecuado para la renovación del matrimonio, para vivir en plenitud su fidelidad. Así la Iglesia es efectivamente imagen viva del “gran sacramento”, el auténtico “ethos” o morada de la vida de los esposos. Es necesario renovar la pastoral matrimonial de nuestras comunidades para poder llevar a cabo esta misión urgente. Sólo así la vida sacramental y orante de la comunidad cristiana será la fuente permanente de la vida matrimonial[65]. |
Urgencia de la pastoral
matrimonial |
2.4.3 La familia, iglesia doméstica Transmisión de la fe y testimonio de caridad |
|
96. La
antropología adecuada que hemos ido siguiendo al hilo de la revelación de
Jesucristo sobre la verdad del hombre, nos conduce a acoger la verdad
plena de esa comunión particular de personas que se forma con el
matrimonio: la comunión familiar. La riqueza
de la caridad conyugal que viven los esposos se derrama en todos los
miembros de la familia y hace de ella una “pequeña iglesia” o
iglesia doméstica[66].
Se quiere indicar en qué modo la comunión familiar refleja y vive de
un modo concreto la íntima unión con Dios y la unidad entre los
hombres, propios de la Iglesia como tal. En esta comunión, la
civilización del amor encuentra un cauce de realización determinado,
abriendo las personas al verdadero culto a Dios, a la caridad entre los
hombres y a la evangelización.
De este modo, la transmisión de la fe encuentra en la familia un entramado de comunicación, afecto y
exigencia que permite hacerla vida[67].
En el ámbito de las relaciones personales
se produce el despertar religioso que tan difícilmente se logra en
otras circunstancias. Igualmente, es un lugar privilegiado para aprender
la oración. En la familia la plegaria se une a los acontecimientos de
la vida, ordinarios y especiales. La oración familiar es germen e
inicio del diálogo de cada hombre con Dios[68]. El seno de la familia es el primer
lugar natural para la preparación para los sacramentos. Estos
santifican esos acontecimientos básicos que constituyen la historia
misma de la familia: el nacimiento de los hijos, su crecimiento, el
matrimonio y la muerte de los seres queridos.
Por otro lado, la misma familia como iglesia doméstica está indicando
a todo el pueblo de Dios cómo debemos entender la comunión eclesial
que lo anima. Porque la Iglesia es una familia: la familia de los
hijos de Dios, en donde nos reúne una fraternidad que se basa en la
paternidad divina y en la maternidad eclesial, donde cada miembro es
valorado por lo que es y no por lo que hace o tiene. La Iglesia, así,
puede y debe asumir en su propia vida y en su misión una dimensión más
doméstica, esto es, más familiar, adoptando un estilo de relaciones más
humano y fraterno[69]. En esta línea los obispos españoles queremos agradecer a tantos
movimientos y asociaciones familiares, que en las últimas décadas han
realizado un verdadero esfuerzo por acercarse a los matrimonios y
familias y han podido dar un rostro más materno y familiar a la
comunidad eclesial, así como a los nuevos movimientos que destacan
el valor de la fraternidad, ofreciendo a las personas un nuevo ámbito
de comunión, capaz de regenerar la vida familiar. |
La familia cristiana, dentro de la Comunión eclesial |
97.
Construir y reforzar la familia es la gran tarea a la que todos
estamos llamados en el momento presente. El
drama que supone en la vida de los hombres la carencia de familia es el
modo más claro de poner en plena evidencia su importancia antropológica,
psicológica, sociológica, religiosa,etc.
No sólo ha de entenderse por carencia familiar la falta de alguno de
los progenitores, por muerte o abandono del hogar; también se debe
incluir la vivencia de una familia desestructurada, que ha perdido su
verdadera identidad como familia. Cuando falta esta experiencia familiar
en la conciencia de los hombres, el único bien que puede unirlos es el
intercambio exterior de bienes materiales o la
costumbre. Es fácil entender las consecuencias sociales implicadas
en este modo de ver las cosas y la
importancia que se le ha de dar en la organización interna
de nuestra sociedad. |
Cuidar y reforzar la familia, tarea social básica |
98.
Quizás, algunas personas al escuchar este anuncio del evangelio del
matrimonio y la familia, pudieran reaccionar como los discípulos al
escuchar las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio.
Sí, ciertamente se podría pensar que son palabras hermosas, que
muestran un ideal bello, pero inalcanzable. Así “no traería cuenta
casarse” (cfr. Mt 19,10), pues su realización sería prácticamente
imposible. Los problemas que los matrimonios y las familias de hoy
tienen parecerían dar la razón a esta opinión. Y sin embargo en medio
de estos problemas, con los sufrimientos que causan en tantas familias,
se puede manifestar la fuerza del don de Dios, derramado en su
amor, que lucha por abrirse paso precisamente en las dificultades
interiores y exteriores.
Es en virtud de este don de Dios
como las personas comienzan a vivir ya desde el enamoramiento y en modo
pleno desde la celebración de su matrimonio, dentro de un horizonte
nuevo, que inicia un proceso dinámico y gradual, por el que los
hombres y mujeres concretos, con su historia y circunstancias, avanzan
paulatinamente en la maduración de su amor mutuo. Así, es posible
entender que todo amor está llamado a crecer, y que sanado y
fortalecido por el amor divino, sea capaz de llevar a la persona a través
de un camino pedagógico a la plenitud de su vocación aún en la
aparente fragilidad y debilidad de las relaciones que haya construido.
En este camino que los cónyuges recorren junto a su familia les
esperan, lo saben, no pocos momentos de dificultad, de sufrimiento y de
cruz. Presentar una vida familiar como un camino sin sacrificios,
supondría ignorar no sólo la condición del cristiano, sino la del
mismo hombre. Lo que los obispos queremos anunciar a todo matrimonio y a
toda familia es precisamente lo que Jesús anunció a Pedro: “para los
hombres esto es imposible, más para Dios todo es posible” (Mt
19,26). En el camino de la vida, las familias no caminan solas: porque
“el Esposo está con vosotros” (cfr. Mc 2,19)[70].
De ello dan testimonio tantos matrimonios y familias que, en una
existencia difícil, han continuado fieles al amor. Este
testimonio, habla patentemente de cómo el amor de Dios es más grande
que nuestra miseria y pecado. |
El don de Dios, más fuerte que todas las dificultades humanas |
99.
Con
el evangelio del matrimonio y la familia se anuncia, entonces, no sólo
el ideal al que está llamado el hombre, sino también la promesa y el
don de Dios que constituyen su vocación. Es esta gracia de Dios la que,
en último término, le permite a todo hombre vivir en la comunión con
Dios y con sus hermanos. De este modo,
la Iglesia manifiesta y proclama que es la gran familia de los hijos
de Dios en la que nadie es anónimo, ni minusvalorado[71]. En ella se realiza
en el mundo la
comunión de
los santos que le une a la Iglesia celestial, con todos
“los que nos han precedido en el signo de la fe”[72]. Es la unión
íntima de vivir todos como hijos para la gloria de Dios Padre. |
En la Comunión de la Iglesia es posible vivir el evangelio del
matrimonio y la familia |
CAPÍTULO
3
El
EVANGELIO DE LA VIDA HUMANA
El
amor a la vida en la familia |
|
100.
Al Evangelio del matrimonio y de la familia va estrechamente unido
el Evangelio de la vida. La familia evangelizada es la mejor amiga de la
vida del ser humano. Y, a la inversa, donde la vida de cada hombre es
respetada y amada de verdad, allí florece la familia como auténtico
santuario de la vida humana. Como afirmaba Juan Pablo II en su primer
viaje a España, “la familia es la única comunidad en la que todo
hombre es amado por sí mismo, por lo que es y no por lo
que tiene. La norma fundamental de la comunidad conyugal no es la
de la propia utilidad y del propio placer. El otro no es
querido por la utilidad o placer que puede procurar: es queridoen sí
mismo y por sí mismo”[73]. |
Íntima
conexión familia-vida |
Después de haber proclamado de nuevo el Evangelio del matrimonio y de
la familia (capítulo II) en el contexto de nuestra sociedad y de
nuestra cultura (capítulo I), abordamos ahora el anuncio del Evangelio
de la vida, no sin honda preocupación ante las graves amenazas
y agresiones que la vida humana sufre en nuestros días,
especialmente cuando ésta es débil e indefensa. Por ello nos sentimos
obligados a denunciar con fuerza los atentados de que es objeto. |
Signos de muerte |
3.1. La
dignidad de la vida humana y su carácter sagrado Altísimo
valor |
|
101.
Cuando hablamos de la dignidad humana nos referimos al valor
incomparable de cada ser humano concreto. Cada vida humana aparece ante
nosotros como algo único, irrepetible e insustituible; su valor no se
puede medir en relación con ningún objeto, ni siquiera por comparación
con ninguna otra persona; cada ser humano es, en este sentido, un valor
absoluto. |
Altísimo valor de toda vida
humana |
De modo que el tratamiento apropiado para el ser humano, adecuado a su dignidad,
es sólo el que le toma como un fin en sí mismo y no como un simple
medio u objeto. De aquí que el sentido propio de la vida humana sólo
se exprese bien en la justicia y, mejor todavía, en el amor. La persona
es bien tratada y valorada cuando es respetada y amada; es, en
cambio, maltratada y minusvalorada cuando es convertida en mero objeto
de cálculos o de intercambio. |
Reclama respeto y amor |
102.
La revelación de Dios en Jesucristo nos desvela la última razón de
ser de la sublime dignidad que posee cada ser humano, pues nos
manifiesta que el origen y el destino de cada hombre está en el Amor
que Dios mismo es. Al tiempo que viene a la existencia, cada ser
humano es objeto de una elección particular del Creador que le otorga
la capacidad de escuchar la llamada divina y de responder con amor al
Amor originario. Así lo cree la Iglesia cuando afirma que el alma de
cada hombre es creada inmediatamente por Dios. Los seres humanos no
somos Dios, no somos dioses, somos criaturas finitas. Pero Dios nos
quiere con Él. Por eso nos crea: sin motivo alguno de mera razón, sino
por pura generosidad y gratuidad desea hacernos partícipes libres de su
vida divina, es decir, de un Amor eterno. La vida humana es, por eso, sagrada. |
Cada persona humana, amada por
Dios |
Cristo
revela el sentido pleno de la vida humana |
|
103.
“La Vida se nos manifestó” (1 Jn 2,1). Con esta afirmación san
Juan nos indica el modo especial como los cristianos conocemos la vida:
Cristo nos revela la plenitud del sentido de la vida humana. Por el
misterio de su Encarnación Él se ha unido de algún modo con la vida
de todo hombre[74].
Queda así patente el sentido divino de toda vida humana, cuyo valor
absoluto no puede ser reducido a lo que de ella nos digan los meros cálculos
racionales. Además,
por su misterio Pascual, Cristo nos desvela el fecundo misterio
escondido en la entrega de la propia vida, que puede ser entonces
entendida como “un don que se realiza al darse”[75]:
“quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida
por mí la encontrará” (Mt 16,25). En estas palabras se alude a la
conversión a la que Jesucristo nos apremia y nos invita: Él es el médico
que cura por su sangre al hombre enfermo de pecado y cautivo de un
“cuerpo de muerte” (Rom 7,24).
Por fin, Cristo, sentado a la derecha del Padre, en su humanidad
gloriosa, nos descubre el horizonte definitivo de la vida humana, que es
la Vida eterna. Ya ahora se nos ha manifestado y donado la Vida
eterna por Jesucristo, por su Iglesia y sus sacramentos. Sin embargo,
esperamos todavía la resurrección y la vida eterna en su plenitud para
aquel día glorioso en el que el Señor vuelva y Dios lo sea todo en
todos (cfr. 1 Cor 15,28). |
Cristo manifiesta y realiza
la plenitud de sentido de la vida humana |
104.
El Evangelio de la vida, aquí evocado, suscita en nosotros ante todo el
asombro y la gratitud: ¡Cuánto hemos recibido! ¡Cuánto podemos
esperar aún! ¡Qué grande es la generosidad de Dios! Pero también nos
mueve casi espontáneamente a la magnanimidad y a la responsabilidad: ¡También
nosotros hemos de ser generosos! Ésa es la razón por la que el
Evangelio de la vida nos exige y nos posibilita una
respuesta adecuada, noble y sincera, a la verdad de la vida humana.
Quien de verdad escucha en su corazón el Evangelio de la vida no se
queda pasivo ante las amenazas y las violaciones que sufre la vida de
los hermanos, en especial la de los más débiles. |
El don del Evangelio de la vida suscita en
nosotros gratitud y responsabilidad |
3.2. La vida humana, amenazada por la
“cultura de muerte” Concepción materialista, rebajada y excluyente de la “calidad de
vida” |
|
105.
La dignidad de la persona se encuentra amenazada por algunos de los
rasgos más sombríos de un cierto modo de pensar y de vivir que se hace
pasar por moderno y desarrollado. Cuando el mundo se organiza a partir
del individuo y del intercambio de bienes materiales, la persona queda a
merced del utilitarismo y del tecnicismo que valoran más el
bienestar, el placer y la eficacia productiva de artefactos de trabajo o
bienes de consumo que a las propias personas en sí mismas. Una
organización así del mundo se halla sujeta a “estructuras de
pecado”[76]
que es necesario denunciar y combatir. |
Amenaza del materialismo
práctico |
106.
Los signos que genera dicho modo de vida y de pensamiento son
preocupantes. Se produce una identificación creciente entre la vida
misma y la llamada “calidad de vida”, categoría ésta medida
sobre todo por criterios de bienestar físico, de posesión y de
prestigio social. Según esto, la vida débil, enferma o sufriente no
podría ser en modo alguno una ”vida con calidad”.
Así se comprende que la eliminación de estas vidas entre, al parecer
sin problema alguno, dentro de los cálculos de quienes administran la
“calidad de vida”: en el caso de los no nacidos, los padres sobre
todo; en el caso de los enfermos finales, el mismo paciente o los
agentes sanitarios. Todo ello amparado por unos supuestos derechos y sus
correspondientes regulaciones jurídicas. He ahí el entramado que ha
merecido con toda razón el nombre de “cultura de la muerte”[77]. |
Reduccionismo hedonista |
107.
No cabe duda: una sociedad que desprecia a los débiles y atenta
contra sus vidas está bien lejos del verdadero humanismo. Cuando
en los planes económicos, políticos o sociales la vida humana llega a
contar como un bien físico más, equiparable a otros; cuando bajo la fórmula
de un derecho a la vida reconocido a “todos” se ocultan
restricciones para quienes no pueden defender su inclusión en ese
“todos”; cuando tales exclusiones se hacen por motivos políticos de
plausibilidad social; cuando no se enfoca la educación como un
robustecimiento de los valores y de las virtudes, sino como el fomento
de una falsa libertad desfinalizada y desorientada, concebida prácticamente
como la realización de cualquiera de los propios deseos; entonces nos
encontramos ante los preocupantes signos de una “civilización de
muerte”[78]
que ha de ser denunciada y combatida. |
Individualismo y exclusión de los débiles |
A favor de la vida |
|
108.
El trabajo en favor del respeto a la vida humana y contra la
cultura de la muerte suele ser estigmatizado como propio de actitudes
retrógradas que no están a la altura de la vida moderna y democrática.
Se acusa a quienes se comprometen en dicho trabajo de pretender imponer
sus criterios privados como normas de la ética pública que habría de
inspirar la convivencia de todos. |
Trabajo pro-vida
respetuoso, auténtico progreso |
Es cierto que los cristianos, como no puede ser de otro modo, percibimos
la dignidad de cada persona en Cristo con toda la riqueza a la que
acabamos de aludir. Sin embargo, la historia muestra que todo aquel que
no se cierre al encuentro interpersonal, ni a la voz de la Verdad que
resuena en la conciencia, puede entender lo que significa la dignidad de
la persona humana y su valor absoluto. En el imperativo elemental y
universal de “¡no matarás!” se condensan los ecos de dicha voz
y de dicho encuentro. |
Universalidad del “¡no
matarás!” |
3.3. El respeto de la vida humana en su
comienzo Reconocimiento
de la persona humana desde su concepción |
|
109.
El comienzo de la vida humana es un momento de particular fragilidad
de la misma. Tanto es así que incluso la existencia del ser humano
en sus momentos o días primeros es puesta en entredicho e incluso
negada. Se ha hecho, por desgracia, bastante común, separar los
primeros catorce días del resto del proceso del desarrollo embrionario,
con la excusa de que durante ese tiempo el embrión ni está todavía
individualizado ni posee un grado alto de viabilidad[79].
De este modo se ha dado en llamar “pre-embrión” a ese ser
humano incipiente, tratando de calificar así de pre-humana a esa
realidad, la cual, por consiguiente, no merecería el respeto que se
debe a los seres humanos.
Pues bien, una antropología adecuada, como la que hemos esbozado en el
capítulo precedente, no permite tales rupturas en el proceso de
desarrollo de la vida humana. El cuerpo humano, en cuanto
elemento constitutivo de la persona humana, es una realidad personal
básica, cuya presencia nos permite reconocer la existencia de
una persona. La fecundación es precisamente el momento de la
aparición de un cuerpo humano distinto del de los progenitores. Ése
es, pues, el momento de la aparición de una nueva persona humana[80].
El cuerpo, naturalmente, se desarrolla, pero dentro de una continuidad
fundamental que no permite calificar de pre-humana ni de post-humana
ninguna de las fases de su desarrollo. Donde hay cuerpo humano vivo, hay
persona humana y, por tanto, dignidad humana inviolable. |
Reconocimiento
de la persona humana desde su origen |
Tragedia
de una sociedad que acepta el aborto provocado |
|
110.
Laamplia aceptación social del aborto provocado, uno de los fenómenos
más dramáticos de nuestra época, está, sin duda, en la raíz de la
inseguridad creciente respecto del reconocimiento y de la protección
adecuada de la vida humana en sus fases más débiles, tanto incipientes
como terminales, pero también de la vida humana en general.
El gravísimo atentado contra la vida humana, que supone su destrucción
precisamente en el momento en que se halla más frágil y necesitada de
cuidados, no deja de afectar negativamente a las relaciones familiares
en su conjunto e incluso a las relaciones sociales en general. Una
sociedad que no asegura la vida de los no nacidos es una sociedad que
vive en una seria violencia interna respecto de su misión
fundamental: proteger y promover la vida de todos. |
Tragedia de una cultura
abortista |
111.
El aborto provocado es un acto intrínsecamente malo que viola
muy gravemente la dignidad de un ser humano inocente, quitándole la
vida. Asimismo hiere gravemente la dignidad de quienes lo cometen,
dejando profundos traumas psicológicos y morales. Ninguna
circunstancia, por dramática que sea, puede justificarlo. No se
soluciona una situación difícil con la comisión de un crimen.
Hemos de reaccionar frente a la propaganda que nos presenta el aborto
engañosamente como una intervención quirúrgica o farmacológica más,
higiénica y segura; o como una mera “interrupción” de un embarazo
no deseado, cuya ejecución legal constituiría una “conquista” de
libertad que permitiría el ejercicio de un supuesto derecho a la
autodeterminación por parte de la mujer.
Estas falsas argumentaciones nunca podrán
ocultar la cruda realidad del aborto procurado que, aun siendo higiénico
y legal, constituye siempre un detestable
acto de violencia que elimina la vida de un
ser humano. La Iglesia, como experimentada pedagoga, ante este crimen,
maquillado como un supuesto logro moderno y oculto bajo eufemismos y en
ámbitos privados, alerta acerca de su gravedad determinando la excomunión
para todos aquellos que colaboren como cómplices necesarios en su
realización efectiva[81]. |
Crimen abominable e
injustificable |
112.
Un hijo puede haber sido concebido sin quererlo, pero esto no exime de
la responsabilidad ante la nueva vida humana concebida. Dicha responsabilidad
es siempre compartida; ante todo, por el padre y por la
madre, pero también por la familia, la sociedad y la comunidad
cristiana. No es justo cargar a la madre con toda la responsabilidad de
la nueva vida que lleva en sus entrañas. Por el contrario, es un deber
de estricta justicia prestar a la mujer que espera un hijo el apoyo
personal, económico y social que merece la maternidad como valiosísima
aportación al bien común; tanto más cuando las circunstancias de una
determinada gestación resultan problemáticas por la soledad de la
madre, por la carencia de recursos económicos suficientes o por otros
motivos.
Por desgracia, en no pocas ocasiones, las mujeres gestantes, abandonadas
a su propia suerte o incluso presionadas para eliminar a su hijo, acuden
al aborto como autoras y víctimas a la vez de esta violencia.
Las penosas consecuencias –fisiológicas, psicológicas y morales- que
padecen estas mujeres reclaman la atención y acogida misericordiosa de
la Iglesia[82].
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Apoyo efectivo que la sociedad
debe a toda madre |
Procreación
y artificio: |
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113.
Si el aborto procede del rechazo de un hijo no deseado, el deseo
inmoderado de descendencia puede llevar también a graves
manipulaciones de la vida humana en sus inicios. Es el caso de la
llamada reproducción artificial o asistida[83].
La técnica ha hecho posible la sustitución de la procreación de los
hijos en el acto conyugal por su producción en el laboratorio. Estas técnicas
se presentan engañosamente como nuevos recursos de la medicina para
curar la infertilidad. No; las técnicas de la reproducción artificial
propiamente no curan, sino que son más bien un sustitutivo
de la relación interpersonal de procreación por la relación técnica
de producción de seres humanos. |
Producción del hijo deseado,
grave manipulación del ser humano |
Aquí radica su inmoralidad fundamental: en que se viola el derecho de
los hijos a ser engendrados en el acto de donación interpersonal de los
padres, de su unión en una sola carne, y se les convierte en objetos de
producción técnica. Se les trata, pues, injustamente, como si no
fueran sujetos personales, tanto en las técnicas de inseminación
artificial como en las de fecundación “in vitro”. El deseo
inmoderado e incluso irracional de tener hijos conduce a primar un supuesto
“derecho al hijo” sobre los reales derechos de los hijos, que
son ignorados ya en el mismo modo de ser convocados a la existencia. Tal
derecho al hijo no existe.
Por lo demás, los matrimonios que padecen la tribulación de no tener
hijos deben comprender que el amor es siempre fecundo, y pueden encauzar
su vocación a la paternidad en otras formas de donación, como la
adopción y otras formas de servicio a los necesitados. |
No existe un
“derecho a tener un hijo” |
114.
La reproducción artificial es inmoral en sí misma por los motivos
apuntados. Pero además comporta graves violaciones de la vida y de la
dignidad de las personas, sometidas siempre de modo injusto a una
eficacia técnica puesta al servicio de deseos desproporcionados,
confundidos muchas veces con el amor verdadero.
No importa que se produzcan por miles embriones llamados
“sobrantes”, que son congelados y condenados a un destino
incierto[84];
no importa el número de abortos que se producen en cada intervención;
no importan las prácticas eugenésicas; no importa que se rompan
las relaciones familiares acudiendo a donantes ajenos al matrimonio;
no importa incluso que el niño sea condenado a nacer sin familia,
ya que es posible que sea una persona sola la que lo haya encargado, y
que además, dada la protección legal del anonimato de los donantes,
sea privado de conocer a sus progenitores llamados “biológicos”[85].
No importa nada de esto ni, en ocasiones, otras prácticas aberrantes;
lo que importa es la realización de los deseos e intereses de los
productores de niños. Esta es, por desgracia, la perspectiva de la Ley
española 35/1988, sobre “Técnicas de reproducción asistida”, que
hemos de denunciar, por tanto, como una ley injusta. Este progreso técnico
no es en realidad progreso humano sino, al contrario, un gravísimo
atentado contra la vida humana y su dignidad. No todo lo que es técnicamente
posible es éticamente aceptable y bueno, aunque algunas leyes positivas
lo permitan. |
Graves
errores de la reproducción artificial |
115.
Desde el año 1997 la clonación viene siendo empleada con éxito
como medio de reproducción de mamíferos superiores. Gracias a Dios, la
posible utilización de esta técnica para la reproducción de seres
humanos chocó desde el principio con un fuerte rechazo en todo el
mundo. Nuestras leyes prohíben esa forma extremadamente impersonal
de producir a nuestros semejantes como si fueran meros objetos de
nuestro arbitrio, absolutamente predeterminados genéticamente y
carentes de verdaderos padres. Pero la posibilidad técnica de la
clonación como una sofisticada forma de reproducción artificial parece
estar ya ahí y empezamos a escuchar algunas voces complacientes
respecto de la misma, también en nuestra sociedad. |
Clonación y cosificación del
ser humano |
116.
Las diversas formas de manipulación de la vida humana al ser convocada
a la existencia, así como en las fases iniciales de ésta, ha abierto
cada vez más el campo a su utilización como objeto de la
investigación y como medio de terapia. En efecto, se
extiende cada vez más la increíble opinión de que es posible utilizar
seres humanos como si fueran “cobayas” para el beneficio hipotético
o real de la ciencia y para la curación, incluso sólo posible, de
otros seres humanos.
Por lo general se reduce esta instrumentalización criminal de la
vida humana a los llamados pre-embriones, a los que -como ya hemos
dicho- se les niega infundadamente la condición humana. Los miles de
embriones “sobrantes” de las aplicaciones de las técnicas de
reproducción artificial son considerados como un magnífico “material
biológico” para la investigación. Pero tampoco se excluye la
producción de embriones expresamente destinados a ser proveedores de células.
Es, en particular, el caso de la llamada “clonación terapéutica”,
la cual, por estos motivos, aunque sea falsamente presentada como benéfica,
sin embargo, desde el punto de vista ético se equipara a la clonación
reproductiva. |
Embriones humanos usados como
“material biológico” |
117.
El anuncio reciente de la secuenciación del genoma humano es, de
por sí, un logro científico. La utilización racional y ética de los
conocimientos aportados por este descubrimiento podrá ser beneficiosa
para la curación y para la promoción de mejores condiciones de vida.
Sin embargo, es necesario evitar que dichos conocimientos sean asociados
en la práctica a aplicaciones abortivas, eugenésicas y cosificadoras
de la vida humana como las anteriormente mencionadas. De lo contrario,
lo que es una feliz promesa de vida se convertirá en un nuevo y temible
elemento de la cultura de la muerte. |
Desciframiento del genoma y
exigencias éticas de la persona humana |
3.4. El respeto y la promoción
permanentes de la vida humana “Toda
la vida y la vida de todos”: denuncia de cualquier violación de los
derechos humanos |
|
118.
La vida humana sufre amenazas y agresiones no sólo en su fase inicial y
terminal, sino también a lo largo de todo su desarrollo en el mundo. En
este escrito nuestra atención se fija específicamente en esos momentos
del comienzo y del fin, vulnerables de un modo nuevo en la llamada
civilización de la muerte.
Sin embargo, no queremos dejar de decir una palabra sobre el respeto y
la promoción de la vida en sus distintas fases. El Evangelio de la vida
es para todos. No podemos dejar a nadie fuera de nuestra
solicitud pastoral. Del mismo modo que denunciamos las violaciones del
derecho a la vida y de la dignidad humana relacionadas con su comienzo y
con su fin, no nos desentendemos de las que afectan a las otras fases de
la existencia. La Doctrina Social de la Iglesia es una apremiante
llamada, cada vez más actual, a la reflexión sobre las causas en las
que radican las violaciones de los derechos humanos, en
particular el de la vida, y a trabajar con verdadera eficacia para la
constitución de un orden social amigo de la vida de todos y de cada
persona. |
“Toda la vida y la vida de
todos” (cfr. EV, 87) |
119.
En el marco de la temática que nos ocupa, queremos decir que el confuso
concepto de “calidad de vida” en el contexto de un Estado de
bienestar, no puede ser tomado sin más como elemento válido de
referencia para la promoción de la vida de todos. Sus connotaciones
materialistas y utilitaristas dificultan que pueda ser entendido y
llevado a la práctica como un verdadero estímulo para el desarrollo de
todo el hombre y de todos los hombres. Sin embargo, este desarrollo
integral es el que habría de constituir el horizonte válido de la
promoción de la vida humana.
No habrá verdadera calidad de vida si se descuida el cultivo de la
dimensión religiosa y humana de las nuevas generaciones y también de
las mayores. No habrá verdadera calidad de vida para nadie
mientras haya familias afectadas por la pobreza, jóvenes sin
posibilidad de acceder a una vivienda digna, ancianos solos, minusválidos
mal atendidos, inmigrantes discriminados, así como tráfico de armas,
de drogas y de “carne humana” para la prostitución. Tampoco será
verdadera calidad de vida la que vaya de la mano de programas políticos
tolerantes con la injusticia o promotores de la violencia e incluso del
terrorismo como medio de acción política. Quien cree que la vida de
cada ser humano es criterio supremo del verdadero bien común no puede
permanecer pasivo ante situaciones como éstas. |
Diversos atentados contra la
dignidad humana y verdadera “calidad de vida” |
NOTAS
[56] Cfr. CCE, 1638-1654. [57] Cfr. FC, 57. [58] Cfr. FC, 51-54. [59] Cfr. FC, 58. [60] Cfr. FC, 82. [61] Cfr.FC, 58. [62] Juan Pablo II, Discurso, 20.IX.1996. [63] Cfr. FC, 84. [64] Juan Pablo II,Discurso en el Jubileo de las familias, 14.X.2000. Cfr. FC, 84; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos sobre la recepción de la Comunión Eucarística por parte de los fieles divorciados y casados de nuevo, 14.IX.1994; Pontificio Consejo para la Interpretación Textos Legislativos, Declaración, 6.VII.2000. [65] Cfr. FC, 56-57. [66] Cfr. LG, 11. [67] Cfr. FC, 39. [68] Cfr. FC, 51. 60-62. [69] Cfr. FC, 64. [70] Cfr. CF, 18. [71] Cfr. FC, 85. [72] Cfr. Misal Romano, Plegaria Eucarística II. [73] Homilía, 2.IX.1982. [74] Cfr. GS, 22. [75] EV 49. [76] SRS, 37. [77] Cfr. EV, 12. [78] CF, 21. [79] No se debe confundir individualidad con indivisibilidad. Aunque durante los primeros catorce días de su existencia el embrión sea susceptible de divisiones gemelares, eso no quiere decir que dicho embrión carezca de individualidad. Por otro lado, el hecho de que durante el lapso de tiempo en cuestión, la viabilidad del embrión sea menor que en las fases posteriores de su desarrollo es una circunstancia natural del desarrollo mismo que no puede ser considerada como algo determinante del estatuto ontológico del embrión en cuanto tal, de modo semejante a como la menor “viabilidad” de un enfermo o de un anciano no supone en modo alguno la pérdida de su condición humana. [80] Cfr. EV, 44-45. [81] Cfr. CIC, cánones 1398 y 1329, parágrafo 2. [82] Cfr. EV, 99. [83] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitae sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, 22.II.1987. [84] La ley española sobre “Técnicas de reproducción asistida”, 35/1988 de 22 de noviembre, prevé en su cap. IV, art. 11, que esos embriones dejan de tener un responsable legal a los cinco años de haber sido congelados. [85] Cfr. la Ley citada en la nota anterior, cap. III, art. 6. |