CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-10 |
Y cuando acabó de predicar
aquel sermón al pueblo, que le escuchaba, entró en Cafarnaúm. Y había
allí, muy enfermo y casi a la muerte, un criado de un Centurión, que
era muy estimado de él. Y cuando oyó hablar de Jesús, envió a El unos
ancianos de los judíos, rogándole que viniese a sanar a su criado. Y
ellos, luego que llegaron a Jesús, le hacían grandes instancias,
diciéndole: "Merece que le otorgues esto, porque ama a nuestra nación,
y él nos ha hecho una Sinagoga". Y Jesús iba con ellos. Y cuando
estaba cerca de la casa, envió a El el Centurión sus amigos,
diciéndole: "Señor, no te tomes este trabajo, que no soy digno de que
entres dentro de mi casa; por lo cual, ni aun me he creído digno de
salir a buscarte; pero mándalo con una palabra, y será sano mi criado:
porque, aunque soy un hombre subalterno, teniendo soldados a mis
órdenes, digo a éste: Ve y va, y al otro: Ven y viene; y a mi siervo:
Haz esto, y lo hace". Cuando lo oyó Jesús, quedó maravillado; y vuelto
hacia el pueblo, que le iba siguiendo, dijo: "En verdad os digo, que
ni en Israel he hallado una fe tan grande". Y cuando volvieron a casa
los que habían sido enviados, hallaron sano al criado, que había
estado enfermo. (vv. 1-10)
Tito Bostrense
Después de haber alimentado a sus
discípulos con sublimes enseñanzas, se fue a Cafarnaúm para hacer
nuevos prodigios. Por lo que sigue: "Y cuando acabó de decir todas
estas palabras, entró en Cafarnaúm".
San Agustín,
de cons. evang. 2,20
Aquí debe entenderse que no entró antes de
concluir el sermón; pero no se determina cuánto tiempo pasó desde que
concluyó de hablar hasta que entró en Cafarnaúm. En ese mismo
intervalo de tiempo fue curado aquel leproso de quien habla en su
lugar San Mateo.
San Ambrosio
Después de haber dado sus preceptos, nos
enseña la manera de cumplirlos; pues inmediatamente se pide al Señor
la curación del siervo de un centurión, que era gentil. Por lo que
sigue: "Y había allí muy enfermo un criado de un Centurión", etc.
Cuando el evangelista dijo que estaba para morir, no mintió, pues
hubiera muerto si Jesús no le hubiese sanado.
Eusebio
Este centurión era muy valiente en las
guerras, y mandaba soldados romanos. Y como el criado principal de su
casa estuviese enfermo, sabiendo que el Salvador curaba a muchos que
estaban enfermos, y comprendiendo que esto no podría hacerse sólo por
el humano esfuerzo, envió al Señor, no a aquellos que se distinguían
de los demás hombres por su traje, sino a los ancianos; de donde
prosigue: "Y cuando oyó hablar de Jesús, envió a El unos ancianos de
los judíos", etc.
San Agustín,
de cons. evang. 2,30
¿Cómo consideramos como verdadero lo que
refiere San Mateo, cuando dice: "Se acercó a El un centurión" (
Mt 8,5), siendo así que no fue él quien se
acercó en persona? Observemos que San Mateo habla según el modo usual.
En efecto, si se puede decir que uno llega por otros, ¿con cuánta más
razón se puede decir que se acerca por medio de otros? Luego San Mateo
no mintió cuando habló de la venida del centurión a la presencia del
Señor, sin decir si vino en persona o si vino por medio de otros, pues
sus palabras llegaron hasta Jesús; porque cuanto más se cree, más se
acerca una persona a otra.
Crisóstomo in Mat. hom.
27
¿Cómo además, dice San Mateo lo que aquel
dijo: "No soy digno de que entres en mi casa" ( Mt
8,8), y San Lucas dice en este mismo lugar que le rogaba que viniese?
Me parece que San Lucas quiso representarnos las adulaciones de los
judíos. Es, pues, creíble que, queriendo el centurión ir a buscar al
Señor, se lo impidiesen los judíos, ofreciéndole que ellos le
traerían. Y se observa que sus ruegos estaban llenos de adulación,
porque sigue: "Y ellos, luego que llegaron a Jesús, le hacían grandes
instancias, diciéndole: Merece que le otorgues esto". Convenía, pues,
que ellos dijesen que el centurión había querido venir, y que le
rogaba, pero nosotros lo hemos detenido, viendo su grande aflicción, y
el cadaver de su siervo que estaba tendido en su casa, o manifestar lo
inmenso de su fe; pero no querían descubrir la fe de aquel hombre por
envidia, para que no pareciese grande a Aquel a quien dirigían sus
ruegos. San Mateo da a entender que el centurión no era israelita;
pero San Lucas dice que había edificado una sinagoga, lo cual no
ofrece contradicción alguna, porque muy bien pudo edificar la sinagoga
sin ser judío.
Beda
Esto significa que, así como nosotros
acostumbramos a llamar iglesia, así ellos llamaban sinagoga no sólo a
la reunión de fieles, sino al lugar en donde se reunían.
Eusebio
Los ancianos de los judíos piden para él
esta gracia a causa de las módicas sumas que había dado para construir
una sinagoga; pero el Señor no se resolvió por esto sino por una mayor
causa, es decir, engendrar la fe en todos los hombres por medio de su
poder; por lo que sigue: "Y Jesús iba con ellos".
San Ambrosio
Lo cual hacía no porque no pudiese curarle
estando ausente, sino para enseñarnos a ser humildes. No quiso ir al
hijo de Régulo, para que no pareciese haber sido obsequioso con los
ricos, pero aquí El mismo fue para que no se creyese que en el criado
del centurión despreciaba la condición servil. El centurión, depuesta
la soberbia militar, se convirtió en reverente y pronto para creer y
dispuesto a honrar al Salvador. Por lo que sigue: "Y cuando estaba
cerca de la casa, envió a El el centurión a sus amigos, diciéndole:
Señor, no te tomes este trabajo: no soy digno", etc. Porque conjeturó
que Cristo daba la salud a los hombres no con poder de hombre, sino de
Dios. Los judíos afirmaron que era digno; pero él dice que es indigno,
no sólo del beneficio, sino también de recibir al Señor: "Yo no soy
digno de que entres en mi casa".
Crisóstomo in Mat. hom
27
Después que quedó libre de las instancias
de los judíos -o de sus molestias-, envió a sus amigos diciendo: No
creas que yo no he ido a buscarte por pereza -o por negligencia-, sino
que me he creído indigno de recibirte en mi casa.
San Ambrosio
San Lucas dice muy oportunamente que el
centurión mandó a sus amigos, para que no creyese que quería excitar
la benevolencia del Señor con su presencia y que trataba de obligarle
en virtud de su alta categoría. Por lo que sigue: "Por lo cual ni aun
me he creído yo digno de salir a buscarte; pero mándalo con una
palabra, y será sano mi criado".
Crisóstomo ut sup
En esto puedes comprender que el centurión
había formado del Salvador la opinión que debía. En efecto, no dijo
ora, sino manda, dudando que el Salvador se negase cuando él se
humillaba. Y sigue: "Porque yo soy un oficial subalterno", etc.
Beda
Se presenta como sometido a una autoridad
superior, o al tribuno, o al presidente, pero que sin embargo, mandaba
a los que estaban a sus órdenes. Esto para que se comprenda que Jesús,
siendo mucho más -puesto que era Dios- no necesitaba venir
personalmente para hacer lo que quisiere, sino que también podía
hacerlo por medio de sus ángeles. Tanto las enfermedades cuanto la
valentía de los enemigos, no sólo podían rechazarse por medio de la
palabra divina, sino también por el ministerio de los ángeles.
Crisóstomo
Debe notarse aquí que la palabra "haz",
expresa una orden dada a un siervo. Por esto Dios, cuando quiso crear
al hombre, no dijo a su Unigénito: "Haz al hombre", sino "Hagamos al
hombre" ( Gén 1,26), para indicar la igualdad
de honor por la forma del consentimiento. Porque reconocía en
Jesucristo la excelencia de dominio, dice: "Di con tu palabra; porque
yo digo a éste, ve, y va". Jesucristo no le reprendió por esto, antes
al contrario, robusteció su intención. De donde sigue: "Oído lo cual,
Jesús se admiró".
Beda
¿Pero quién había introducido en el
centurión aquella fe, sino El mismo que se admiraba? Y aun cuando otro
se la hubiese inculcado, ¿por qué se admiraba quien todo lo sabe?
Nuestro Señor nos da a entender cuando se admira, que nosotros somos
los que debemos admirarnos. Todos debemos comprender que, cuando se
dice que el Señor experimenta tales emociones, no debe entenderse que
su ánimo se perturba, sino que nos enseña como maestro.
Crisóstomo ut sup
Para que te convenzas de que el Señor dijo
esto para instruir a los demás, lo explica el evangelista cuando dice:
"En verdad os digo, que ni en Israel he encontrado una fe tan grande".
San Ambrosio
Y ciertamente, si lees así: "En ninguno
hallé tanta fe en Israel", ese sentido es sencillo y fácil: pero si
lees, como los griegos: "Ni aun en Israel hallé tanta fe", entonces
esta fe se antepone a los escogidos, y a los que ven a Dios.
Beda
No habla refiriéndose a todos los
patriarcas y profetas que habían existido antes, sino a los hombres
que vivían en aquel tiempo; ante cuya fe prefiere la del centurión,
porque aquéllos habían sido instruidos con las enseñanzas de la ley y
de los profetas, y éste creía espontáneamente sin que nadie le
enseñase.
San Ambrosio
Se prueba la fe del amo y se obtiene la
curación del siervo. Por lo que sigue: "Y cuando volvieron a su casa
los que habían sido enviados, hallaron sano al criado que estaba
enfermo". Luego el mérito del amo puede aprovechar a los criados, no
sólo por razón de la fe, sino también por el celo de la disciplina.
Beda
San Mateo explica esto más, porque cuando
el Señor dijo al centurión ( Mt 8,13): "Ve,
hágase como creíste", en aquella misma hora fue curado el siervo. Pero
era costumbre de San Lucas abreviar y aun omitir enteramente lo que
veía suficientemente expuesto por los demás evangelistas. Y lo que
omitían o tocaban ligeramente lo dilucidaba con más cuidado.
San Ambrosio
En sentido místico, el siervo del
centurión representa el pueblo de las naciones que, retenido por las
cadenas de la esclavitud del mundo y enfermo de pasiones mortales,
debía ser curado por la gracia del Señor.
Beda
El centurión cuya fe se prefería a toda la
de Israel, representa a los gentiles que habían de ser elegidos, los
que, rodeados de las virtudes espirituales, como de una cohorte de
cien soldados, son sublimes en perfección. Pues el número cien que se
escribe de izquierda a derecha es un signo de la vida celestial. Tales
intercesores son necesarios a aquellos que aun viven bajo el temor con
espíritu de servidumbre. Mas nosotros que creemos a causa de los
gentiles, no podemos ir al Señor por ellos, a quien no es posible ver
en la carne, sino que debemos acercarnos a El por la fe. Además
debemos enviar a los ancianos de los judíos, esto es, a los hombres
más eminentes de la Iglesia, que nos han precedido, rogándoles que
sean nuestros defensores. Todo esto a fin de que, dándonos testimonio
de que procuramos edificar la Iglesia, intercedan por nuestros
pecados. Se dice bien que Jesús no estaba lejos de la casa, porque su
salvación está cerca de los que le temen.Y el que observa bien la ley
natural, cuanto más obra el bien, tanto más se acerca a Aquel que es
el bien.
San Ambrosio
El centurión no quería que Jesús se
molestase, porque el pueblo gentil desea preservar de toda injuria a
Aquél, a quien el pueblo judío había crucificado, y (en cuanto al
misterio), vio que Cristo no penetraría todavía en el corazón de los
gentiles.
Beda
Los soldados y los siervos, que obedecían
al centurión, representan las virtudes naturales, cuya práctica trae
muchas riquezas cuando vienen al Señor.
Teofilacto
O de otro modo, el centurión representa el
entendimiento que, en la malicia de muchos, es el príncipe, porque es
el principal agente en esta vida (o se ocupa en muchas cosas y
negocios). Tiene también un siervo, que es la parte irracional del
alma (me refiero a la parte irascible y concupiscible). Y envía a
Jesús intermediarios judíos, esto es, los pensamientos y las palabras
de su confesión, y en seguida recibe sano a su siervo.
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11-17 |
Y aconteció después, que
iba a una ciudad, llamada Naím: y sus discípulos iban con El, y una
grande muchedumbre de pueblo. Y cuando llegó cerca de la puerta de la
ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto, hijo único de su
madre, la cual era viuda: y venía con ella mucha gente de la ciudad.
Luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo:
"No llores". Y se acercó, y tocó el féretro (y los que lo llevaban, se
pararon). Y dijo: "Mancebo, a ti digo, levántate". Y se sentó el que
había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre, y
tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros: y Dios ha visitado a su
pueblo". Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea, y por
toda la comarca. (vv. 11-17)
San Cirilo
El Señor obra prodigio sobre prodigio. Y
mientras que antes había venido llamado, ahora viene sin que lo
llamen. Por lo que se dice: "Y aconteció después que iba a una ciudad
llamada Naim".
Beda
Naim es una ciudad de Galilea que dista
dos leguas
1 del
monte Tabor. Por permisión divina acompañaba una gran turba al Señor
para que presenciase el milagro tan grande que iba a hacer. Por lo que
sigue: "Y sus discípulos iban con El, y una grande muchedumbre de
pueblo".
San Gregorio Niceno
Tract. de anima et resurrectione, post medim
Aprendamos del Salvador la experiencia de
la resurrección no tanto en las palabras como en sus obras. Empieza
por milagros menores a fin de preparar nuestra fe para otros mayores.
Empieza a ejercer el poder de la resurrección en la enfermedad
desesperada del siervo del centurión. Después, con un acto de mayor
poder conduce a los hombres a la fe de la resurrección, resucitando al
hijo de una viuda que era llevado al sepulcro. Por lo que se dice: "Y
cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban
fuera a un difunto, hijo único de su madre".
Tito Bostrense
Podría decirse del siervo del centurión
que no había de morir. Pero para reprimir ese lenguaje temerario,
Jesucristo salió al encuentro de aquel joven que ya era difunto, hijo
único de una viuda. Por lo que sigue: "La cual era viuda. Y venía con
ella mucha gente de la ciudad".
San Gregorio Niceno De
homini opificio
Estas pocas palabras expresan la
intensidad de su dolor. Era madre viuda y ya no esperaba tener más
hijos ni tenía otro a quien mirar en lugar del difunto. Solamene había
criado a éste, y él solo constituía la alegría de la casa. El solo era
toda la dulzura y todo el tesoro de la madre.
San Cirilo
Digno era de compasión este dolor y bien
capaz de excitar el llanto y las lágrimas. Por lo que sigue: "Y luego
que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: No
llores".
Beda
Como diciendo: No le llores ya como muerto
porque dentro de muy poco lo verás resucitar.
San Crisóstomo
Consolando así la tristeza y haciendo
cesar las lágrimas nos enseña a consolarnos de la pérdida de nuestros
difuntos esperando su resurrección. Toca, pues, el féretro, saliendo
la vida al encuentro de la muerte. Por lo que sigue: "Y se acercó",
etc.
San Cirilo
No hizo este milagro con sólo la palabra,
sino que también tocó el féretro, para que comprendamos la eficacia
del sagrado Cuerpo de Jesús para la salud de los hombres. Es, en
efecto, el cuerpo de vida y la carne del Verbo omnipotente, de quien
viene la virtud. Pues así como el hierro unido al fuego produce los
efectos del fuego, así la carne, una vez unida al Verbo que da vida a
todas las cosas, se hace también vivificadora y expulsiva de la
muerte.
Tito Bostrense
El Señor no era semejante a Elías, que
lloraba la muerte del hijo de la viuda de Sarepta (
1Re 17), ni como Eliseo, que aplicó su mismo cuerpo al cuerpo
de un difunto, ( 2Re 4) ni como San Pedro,
que rogó por Thabita ( Hch 9), sino que El es
quien llama a lo que no existe como a lo que existe (
Rom 4); que puede hablar a los muertos como a
los vivos. Por lo que sigue: "Y dijo: Mancebo", etc.
San Gregorio Niceno
Esta palabra "mancebo" indica la flor de
la edad, cuando empieza a apuntar la barba. Aquel que poco antes era
la alegría y la dulzura de las miradas de su madre la cual suspiraba
ya por la alegría de sus esponsales, y le contemplaba como el
propagador de su raza, el vástago de su posteridad y el báculo de su
vejez.
Tito Bostrense
Inmediatamente se levanta aquel a quien se
dirige esa orden. Al poder de Dios nada resiste; no hay ninguna
tardanza, ni tampoco oraciones. Por lo que sigue: "Y se sentó el que
había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre".
Indicios son éstos de verdadera resurrección, pues un cuerpo muerto no
puede hablar ni tampoco la mujer hubiese llevado a su casa un hijo
muerto e inanimado.
Beda
Dice el evangelista que el Señor se movió
primero a misericordia cuando vio a la madre y que después resucitó al
hijo para darnos, por un lado, un modelo de misericordia y, por el
otro, un motivo de creer en su poder maravilloso. Por lo que sigue: "Y
tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios", etc.
San Cirilo
Este gran milagro se obró en un pueblo
insensible e ingrato; porque poco tiempo después no creía que fuese
profeta, ni que sirviera para utilidad del pueblo. Sin embargo, este
milagro no se ocultó a ningún habitante de la Judea. Por lo que sigue:
"Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea", etc.
Ambrosio
Es oportuno notar que se cuentan siete
resurrecciones antes de la de Jesucristo. De las cuales la primera es
la del hijo de Sarepta ( 1Re 17); la segunda
es la del hijo de la Sunamitis ( 2Re 4); la
tercera es la que se verificó con las reliquias de Eliseo (
2Re 3); la cuarta, la que se verificó en Naim,
como aquí se dice; la quinta es la de la hija del príncipe de la
sinagoga ( Mc 5); la sexta, la de Lázaro (
Jn 50); la séptima, en la pasión de Cristo,
durante la cual resucitaron muchos cuerpos de santos (
Mt 27); la octava es la de Jesucristo, el
cual, vencedor de la muerte, permanece siempre, para significar que la
resurrección general que ha de tener lugar en la octava edad, no
estará sujeta a la muerte sino que permanecerá indisoluble.
Beda
El difunto que se levantó a la vista de
muchos fuera de las puertas de la ciudad, representa al hombre
adormecido en el féretro de mortales culpas, y la muerte del alma, que
no yace aun en el lecho del corazón, pero que se exhibe a noticia de
muchos por sus palabras y sus obras (como por las puertas de la
ciudad). Cada uno de los sentidos de nuestro cuerpo es como la puerta
de una ciudad. El cual se llama hijo único de su madre, porque la
Iglesia, compuesta de muchas personas, es sin embargo única madre. Que
la Iglesia es viuda, lo reconoce toda alma que ha sido rescatada con
la muerte del Señor.
San Ambrosio
Esta viuda, rodeada por una multitud de
pueblo, nos parece algo más que una mujer; ella ha obtenido por sus
lágrimas la resurrección del adolescente, su hijo único, el que es
llamdo a la vida desde el cortejo fúnebre. A Ella se le prohibe llorar
al que se le reservaba la resurrección.
Beda
O se confunde el dogma de Novato, el cual,
queriendo abolir la purificación de los penitentes, niega que la
Iglesia nuestra madre, llorando sobre la muerte espiritual de sus
hijos, deba consolarse con la esperanza de devolverles la vida.
San Ambrosio
Este muerto era llevado en las
cuatro materias elementales, sin embargo
tenía la esperanza de resucitar porque iba al sepulcro en un lecho de
madera -esta madera, aunque antes no nos aprovechaba, después de que
Jesucristo murió sobre ella, empezó a darnos la vida-, para que
sirviese de señal de que había de darse la salud al pueblo por medio
del sacrificio de la cruz. En efecto, nosotros aisladamente yacemos
sin vida, cuando el fuego de una pasión inmoderada nos consume, o el
agua helada de la indiferencia nos inunda, o un estado perezoso de
nuestro cuerpo terrestre amortigüa el vigor de nuestro espíritu.
Beda
O el féretro, en que es llevado muerto,
representa la conciencia del pecador, que desconfía de la enmienda;
los que le llevan al sepulcro son los deseos inmundos o las
adulaciones de sus amigos, los cuales se detienen en cuanto Jesús toca
el féretro. Su conciencia, tocada por el temor del juicio divino,
vuelve sobre sí, refrenando sus pasiones, rechazando las alabanzas, y
respondiendo al Salvador cuando le llama.
San Ambrosio
Si es tu pecado grave y no puedes lavarlo
con las lágrimas de la penitencia, que llore por ti nuestra madre la
Iglesia; que la turba te asista, y resucitarás de la muerte, dirás
palabras de vida, todos temerán (con el ejemplo de uno se corrigen
muchos), y también alabarán al Señor porque se ha dignado concedernos
tan grandes remedios para evitar la muerte.
Beda
El Señor ha visitado a su pueblo no una
vez sola revistiendo de carne a su Verbo, sino enviándole con
frecuencia a los corazones de los hombres.
Teofilacto
Por esta viuda se puede también entender
el alma que pierde a su esposo; esto es, la divina palabra. Su hijo es
el entendimiento que es llevado fuera de la ciudad de los que viven.
El lecho es su propio cuerpo a quien algunos han llamado sepulcro.
Pero cuando el Señor lo toca, se levanta, se rejuvenece y,
levantándose del pecado, empieza a hablar y a enseñar a otros, pues
sin eso no se le creería.
Notas
1. Una
legua equivale a 5572.7 metros.
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18-23 |
Y contaron a Juan sus
discípulos todas estas cosas. Y Juan llamó dos de sus discípulos, y
los envió a Jesús, diciéndole: "¿Eres tú el que ha de venir, o
esperamos a otro?" Y como viniesen estos hombres a El, le dijeron:
"Juan el Bautista nos ha enviado a ti, y dice: ¿Eres tú el que ha de
venir, o esperamos a otro?" Y Jesús en aquella misma hora sanó a
muchos de enfermedades y de llagas y de espíritus malignos, y dio
vista a muchos ciegos. Y después les respondió, diciendo: "Id, y decid
a Juan lo que habéis oído, y visto: Que los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos
resucitan, los pobres son evangelizados. Y bienaventurado el que no
fuere escandalizado en mí". (vv. 18-23)
San Cirilo
Algunos discípulos de San Juan Bautista le
referían el milagro que todos los habitantes de la Judea y de la
Galilea habían conocido. Por lo que sigue: "Y contaron a Juan", etc.
Beda
No con sencillez, como yo creo, sino
disimulando la envidia. Porque ya en otra ocasión se habían quejado
diciendo: "Maestro, el que estaba contigo a la otra parte del Jordán,
bautiza, y muchos van con El".
Crisóstomo
Nos levantamos mucho más a Dios cuando la
necesidad nos obliga. Por eso San Juan, encerrado en la cárcel, envió
sus discípulos a Jesús cuando más necesitaban de El. Sigue pues: "Y
Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió a Jesús diciendo: ¿Eres
tú el que ha de venir?", etc.
Beda
No dice: "Tú eres el que ha venido", sino:
"Tú eres el que ha de venir". Y éste es el verdadero sentido de esta
pregunta: Voy a ser muerto por Herodes y descenderé a los infiernos;
mándame a decir si debo anunciarte allí también como te he anunciado
sobre la tierra, o si esto no conviene al Hijo de Dios y has de enviar
a otro con esta misión.
San Cirilo
Pero tal opinión debe rechazarse. No
encontramos en la Sagrada Escritura testimonio alguno por el cual se
diga que el Bautista anunció la venida del Salvador en los infiernos.
También es verdad que el Bautista conocía las profundidades del
misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Así sabía, entre otras
cosas, que debía llevar luz a los que habitaban en el infierno, puesto
que debía morir por todos, por los vivos y por los difuntos. Pero como
las Sagradas Escrituras habían predicho que Jesús vendría como Dios y
Señor, otros fueron enviados, como servidores delante de Cristo; por
eso era llamado por los profetas Señor y Salvador de todo, que viene o
ha de venir, según aquellas palabras del Salmo: "Bendito el que viene
en el nombre del Señor" ( Sal 117,26), y que
se leen en Abacuc: "El que ha de venir, vendrá pronto y no tardará" (
Hab 2,3). Así, pues, el Bautista del Señor,
como recibiendo el nombre de la Sagrada Escritura, envía algunos de
sus discípulos a preguntar si es El el que viene o el que ha de venir.
San Ambrosio
Pero ¿cómo puede suceder que habiendo
dicho ya ( Jn 1,29): "Este es el Cordero de
Dios que quita los pecados del mundo", dudase todavía si sería el Hijo
de Dios? O era insolencia atribuirle una divinidad que ignoraba, o era
perfidia dudar que fuese el Hijo de Dios. Algunos entienden de Juan
que era tan gran profeta, que conocía a Cristo; y que no dudaba, como
profeta, sino como vate piadoso, no creía que moriría el que había de
venir. No dudó en su fe, sino en su piedad, diciendo como San Pedro:
"Señor, ten compasión de Ti, no suceda esto" ( Mt
16,22).
San Cirilo in Thesauro
lib. 2. cap. 4
O pregunta con intención: porque (como
precursor) conocía el misterio de la pasión de Jesucristo; mas a fin
de que sus discípulos fuesen testigos de la excelencia del Salvador,
envía a los más prudentes de entre ellos y les manda que se informen y
aprendan de labios del Salvador si es El el que se esperaba. De donde
se añade: "Y como viniesen estos hombres a El, le dijeron: Juan el
Bautista nos ha enviado a ti, y dice: ¿Eres tú?", etc. Sabiendo, pues,
como Dios, el fin que se propuso San Juan al enviar a sus discípulos y
la causa de su venida, hizo en aquella ocasión mayores milagros. Por
lo que sigue: "Y Jesús en aquella misma hora sanó a muchos de
enfermedades", etc. No les dice expresamente: "Yo soy", sino que los
lleva a mayor certeza, a fin de que, creyendo en El por la mejor
prueba, se vuelvan a aquel que los había enviado. Por lo tanto, no se
contentó con responderles por medio de palabras, sino que les contestó
por medio de obras. Y sigue: "Y después les respondió, diciendo: Id, y
decid a Juan lo que habéis oído y visto". Como diciendo: Referid a
Juan lo que habéis oído por medio de los profetas y que habéis visto
confirmado por Mí. El hacía entonces lo que los profetas habían dicho
que haría. Por lo que sigue: "Los ciegos ven, los cojos andan", etc.
San Ambrosio
Testimonio pleno, en verdad, para que el
profeta reconociese al Señor. Habíase anunciado de El (
Sal 145,7-8) que el Señor da de comer a los
que tienen hambre, levanta a los caídos, liberta a los oprimidos e
ilumina a los ciegos; y que reinará eternamente el que hace estas
cosas. Todas estas cosas indican que su poder no era humano, sino
divino. Además todo esto no se conoció antes del Evangelio o sucedió
rara vez. Sólo Tobías recobró la vista, y esto por la medicina que le
trajo un ángel, no un hombre; Elías también resucitó a los muertos,
pero rogó y lloró, mientras que Jesús mandó; Eliseo consiguió limpiar
a un leproso, pero allí no valió su autoridad, sino la representación
de un misterio.
Teofilacto
A esto se refieren también estas palabras
de Isaías: "El mismo Dios vendrá y nos salvará: Entonces se abrirán
los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos: entonces el cojo
saltará como un siervo" ( Is 35,5).
Beda
Y lo que no es de menos importancia,
añade: "Y los pobres reciben el Evangelio"; esto es, los pobres de
espíritu, que son iluminados interiormente, para que no haya
diferencia alguna entre los ricos y los pobres cuando se predique el
Evangelio. Es una prueba de la verdad del Maestro, que sean iguales
ante El todos los que por El puedan salvarse.
San Ambrosio
Sin embargo, estos signos son todavía los
menores testimonios de la divinidad del Señor. La plenitud de la fe es
la cruz del Señor, su muerte y su sepultura. Por lo que añade: "Y
bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí". La cruz
también podía servir de escándalo a los escogidos; pero no hay
testimonio más grande de la divina persona, porque nada parece más
superior a la naturaleza humana como haberse ofrecido solo por todo el
mundo.
San Cirilo
O quería demostrar con esto que nada de lo
que ellos tenían en el fondo de sus corazones podía ocultarse a sus
miradas; pues ellos mismos eran los que se escandalizaban de El.
San Ambrosio
Espiritualmente hablando ya hemos dicho
que en San Juan se encontraba el tipo de la ley que anunciaba la
venida de Jesucristo. San Juan envió sus discípulos al Señor para que
concluyesen de instruirse, porque Jesucristo es la plenitud de la ley.
Y puede decirse que estos dos discípulos son los dos pueblos, de los
que uno es el judío que creyó, y otro el de los gentiles, que también
creyó pero fue porque oyó. Estos quisieron ver, porque son
bienaventurados los ojos que ven. Y cuando llegó la predicación del
Evangelio, y vieron que los ciegos eran iluminados, que los cojos
andaban, etc., dirían entonces: "Lo hemos visto con nuestros propios
ojos": nos parece que vemos lo mismo que leemos; o al menos en cierta
parte de nuestro cuerpo nos parece haber recorrido la pasión de
nuestro Señor: porque la fe llega a muchos por medio de pocos. La ley
anuncia que Jesucristo había de venir, y el Evangelio dice que ha
venido ya.
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23-28 |
Y cuando se hubieron ido
los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: "¿Qué
salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida del viento? ¿Mas qué
salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas delicadas? Ciertamente
los que visten ropas preciosas, y viven en delicias, en las casas de
los reyes están. ¿Mas qué salisteis a ver? ¿Un profeta? En verdad os
digo, y más que profeta. Este es, del que está escrito: He aquí envío
mi Angel delante de tu faz, que aparejará tu camino delante de ti;
Porque yo os digo que entre los nacidos de mujeres no hay mayor
profeta que Juan el Bautista: mas el que es menor en el reino de Dios,
es mayor que él". (vv. 23-28)
San Cirilo
El Señor comprendió (como que conocía los
secretos de los hombres) que algunos dirían: si hasta hoy San Juan no
conoce a Jesús, ¿cómo es que nos lo ha predicado diciendo: He aquí el
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo ( Jn
1,29)? Para curar este mal que les había acometido, alejó el daño que
procedía del escándalo. Por lo que se dice: "Y cuando se hubieron ido
los mensajeros de Juan, comenzó a decir a las gentes, refiriéndose a
San Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida por el
viento?" Como diciendo: Os habéis admirado del Bautista y habéis
recorrido muchas veces las inmensas distancias del desierto para poder
llegar a donde estaba él. En vano habéis hecho esto si habéis creído
que era un hombre variable, que pueda compararse a una caña agitada
por el viento, pues tal parece ser si dice por ligereza que ignora lo
que ha conocido.
Tito Bostrense
No habríais dejado las ciudades para ir al
desierto (donde todo falta), si no hubiérais tenido confianza en ese
hombre.
Griego
El Señor dijo todo esto después que se
hubieron marchado los discípulos de San Juan. No quiso decirlo cuando
ellos estaban delante para que no creyesen que adulaba.
San Ambrosio
El Bautista no es alabado aquí sin razón,
porque prefirió la justicia a la vida, y no temió la muerte. Aquí
parece que se compara el mundo a un desierto estéril y sin cultivar,
en el cual dice el Señor que no debemos marchar por las huellas de los
hombres que, vacíos de toda virtud interior, están llenos de
pensamientos carnales y orgullosos con la frágil gloria del siglo. Con
razón se les compara a una caña, por su exposición a las tempestades
del mundo y la vida móvil que los inquieta.
Griego
El vestido y la prisión son también un
testimonio infalible de la vida de San Juan, pues no hubiera sido
encerrado en la cárcel si hubiera buscado el favor de los príncipes.
Por lo que sigue: "Pero qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de
ropas delicadas? Ciertamente los que visten ropas preciosas, y viven
en delicias, en las casas de los reyes están". Da a entender con esto
que los que visten bien viven entre las delicias.
Crisóstomo hom. 24 in
Epist. ad Hbr
El vestido agradable descompone la
rectitud del alma y si un cuerpo rígido y áspero viste esta clase de
ropas, concluye por volverse muelle y delicado. Cuando el cuerpo se
enerva, también es necesario que el alma sufra detrimento, porque las
acciones del cuerpo están en perfecta armonía con las disposiciones
del alma.
San Cirilo in Thesaurus,
ut sup
¿Cómo tanta diligencia religiosa para
contener las pasiones de la carne podría venir a parar a tanta
ignorancia, sino por la veleidad de un espíritu que no busca la
austeridad sino las delicias mundanas? Luego si imitáis a Juan porque
huye de las delicias, concededle la firmeza que conviene a su
continencia. Si, por el contrario, nada más se debe a la honestidad de
su vida, ¿por qué, despreciando el culto de lo que es delicado,
admiráis a ese salvaje del desierto con grosero vestido de pelo de
camello?
Crisóstomo in Mat. hom.
38
Por medio de una y otra cosa nos da a
entender el Salvador que San Juan ni se doblegaba fácilmente ni
gustaba de la vida regalada.
San Ambrosio
Y aun cuando a la mayoría afemine el
cuidado del vestido muelle, sin embargo, parece que aquí se significa
otra clase de vestido, a saber, los cuerpos humanos con los que se
visten nuestras almas. Así, los vestidos muelles son los placeres y
las costumbres regaladas. Por consiguiente, aquellos que deleitan sus
miembros con los placeres, desterrados son del reino de los cielos.
Los príncipes de este mundo y de las tinieblas se apoderan de ellos,
pues éstos son los reyes que dominan a los emuladores de sus obras.
San Cirilo in Thesaurus
ut sup
Acaso es inútil excusar en esto a San
Juan, puesto que confesáis que es digno de imitación. De donde añade:
"¿Mas qué salisteis a ver? ¿Un profeta? En verdad os digo, y más que
profeta". Porque los profetas predicaban que Jesús había de venir,
pero San Juan no sólo predicó que vendría, sino que indicó que estaba
presente, cuando dijo: "He aquí el Cordero de Dios" (
Jn 1,29).
San Ambrosio
Es también el más grande de los profetas
(o más que profeta), porque en él concluyeron y porque muchos deseaban
ver a quien éste vio y a quien éste bautizó.
San Cirilo
Cuando el Salvador hubo hablado del lugar,
de los vestidos, y de las gentes que lo seguían, habló de sus
costumbres, citando el testimonio del profeta Malaquías, diciendo:
"Este de quien está escrito: He aquí que mando a mi ángel".
Tito Bostrense
Llama ángel a un hombre no porque fuese
ángel por naturaleza, puesto que era un hombre, sino porque obraba
como un ángel, anunciando la venida del Señor.
Griego
En cuanto dice: "Delante de tu faz",
designa la proximidad, pues apareció a los hombres cerca de la venida
de Jesucristo. Debe ser considerado más que profeta, así como aquellos
que están en la milicia más cerca del rey son considerados como los
más dignos y como sus familiares.
San Ambrosio
Preparó el camino al Señor no sólo cuando
iba a nacer según la carne, naciendo antes que El y siendo su
precursor, sino también precediéndolo en su gloriosa pasión. Por lo
que sigue: "Que preparará tu camino delante de ti". Pero si Jesucristo
es profeta, ¿cómo puede decirse que San Juan es el mayor de los
profetas? Fue el más grande entre los nacidos de mujer no virgen. Fue
mayor que todos éstos, con quienes pudo igualarse en el modo de nacer.
Por lo que sigue: "Por tanto, yo os digo, que entre los nacidos de
mujeres, no hay mayor profeta, que Juan el Bautista".
Crisóstomo in Mat. hom.
38
Es muy suficiente la palabra del Señor
dando testimonio de la supremacía de San Juan entre todos los demás
hombres. No obstante, si alguno quiere ver realizado ese oráculo, lo
hallará considerando los alimentos que tomaba, la vida que observaba y
la excelencia de su alma. Vivía en la tierra como si hubiese bajado
del cielo. Casi no tenía cuidado alguno de su cuerpo. Su mente siempre
estaba elevada en la contemplación de la otra vida. Unicamente estaba
unido con Dios, y separado de todo cuidado de la tierra. Su
conversación era severa y agradable, pues cuando hablaba con el pueblo
de los judíos, lo hacía varonil y fervorosamente; cuando hablaba con
el rey, lo hacía de una manera atrevida; y a sus discípulos hablaba
con sencillez. No hacía nada en vano ni inútilmente, sino que todo lo
hacía con la mayor prudencia.
Isidoro Abad
También puede decirse que San Juan es el
mayor entre los nacidos de mujer, porque ya profetizó desde el vientre
de su madre y, cuando todavía estaba en tinieblas, no desconoció la
luz que ya había venido.
San Ambrosio
En fin, de tal modo no podía compararse
Juan al Hijo de Dios, que se estima inferior a los ángeles. Por lo que
sigue: "Mas el que es menor en el reino de Dios, es mayor que él".
Beda
Esta sentencia puede entenderse de dos
maneras. O llamó reino de Dios al que todavía no poseemos (en el que
viven los ángeles), y en el que cada uno de ellos, por pequeño que
sea, es mayor que el primer justo que todavía soporta un cuerpo que
oprime a su alma. O bien, por ese reino de Dios ha querido significar
la Iglesia de este tiempo y, entonces, el Señor habló de sí mismo, que
era menor que Juan por el tiempo de su nacimiento, pero que era mayor
que él por la autoridad divina y por el soberano poder. De allí que
según la primera exposición, el sentido es éste: "El que es menor en
el reino de los cielos, es mayor que él", y según la segunda: "El que
es menor, es más grande que él en el reino de Dios".
Crisóstomo ut sup
Y añadió esto para que no tuviesen ocasión
los judíos de creer que San Juan era mayor que Jesucristo, en atención
a las muchas alabanzas. No creáis, sin embargo, que haya dicho
comparativamente que era mayor que Juan.
San Ambrosio
Esta naturaleza es diferente y no debe
compararse con las naturalezas humanas. No puede haber comparación
alguna entre Dios y el hombre.
San Cirilo
Místicamente, al mismo tiempo que
manifiesta la preeminencia de Juan sobre los nacidos de mujer,
presenta en contra algo que es mayor, a saber: El que ha nacido Hijo
de Dios por obra del Espíritu Santo, pues el reino de Dios es el
Espíritu de Dios. Aun cuando por nuestras obras y por nuestras
virtudes somos menores que aquellos que conocieron los secretos de la
ley (a quienes el Bautista representaba), sin embargo, nosotros
llegamos a mayor altura por medio de Jesucristo, cuando nos hacemos
partícipes de su naturaleza divina.
|
29-35 |
Y todo el pueblo y los
publicanos, que le oyeron, dieron gloria a Dios, bautizados con el
bautismo de Juan. Mas los fariseos y los doctores de la ley,
despreciaron el consejo de Dios, en daño de sí mismos, no siendo
bautizados por él. Y dijo el Señor: "¿Pues a quién diré que se semejan
los hombres de esta generación, y a quién se parecen? Semejantes son a
los muchachos, que están sentados hablando entre sí, y diciendo: Os
hemos tocado la flauta, y no bailasteis; os hemos endechado, y no
llorasteis. Porque vino Juan Bautista que ni comía pan ni bebía vino,
y decís: demonio tiene. Vino el Hijo del hombre que come y bebe, y
decís: He aquí un hombre glotón, y bebedor de vino, amigo de
publicanos y pecadores. Mas la sabiduría ha sido justificada por todos
sus hijos". (vv. 29-35)
Crisóstomo in Mat. hom.
38
Una vez terminada la alabanza del
Bautista, se ocupa el Salvador de la culpabilidad grande de los
fariseos y de los legistas que no recibieron el bautismo de San Juan,
ni aun después de los publicanos. Por lo que añade: "Y todo el pueblo
y los publicanos que le oyeron, dieron gloria a Dios".
San Ambrosio in Luc 1,
6
Dios es justificado por medio del
bautismo, cuando los hombres se justifican confesando sus propios
pecados. Porque todo aquel que peca y confiesa sus pecados delante de
Dios, justifica a Dios, confesándolo como vencedor y esperando de El
su perdón. Dios es justificado por medio del bautismo, en el cual se
encuentran la confesión y el perdón de los pecados.
Eusebio in Lucam 1,
5 praefat
Porque creyeron, justificaron a Dios.
Apareció ante ellos como justo en todo lo que hizo. Y los fariseos,
menospreciando a San Juan como desobediente, discrepaban del profeta
que dice: "Para que seas justificado en tus palabras" (
Sal 50,6). De donde prosigue: "Mas los
fariseos y los doctores de la ley despreciaron los consejos de Dios",
etc.
Beda
Estas palabras se referían a la persona
del evangelista o a la del Salvador, como algunos creen, pues dice:
"en daño de sí mismos" (o contra sí mismos), lo que significa que el
que desprecia la gracia de Dios obra contra sí mismo. O los vitupera
de insensatos o ingratos porque no quisieron recibir el consejo de
Dios que les había sido enviado. El consejo de Dios es el decreto de
salvarnos por la pasión y muerte de Cristo, que los fariseos y los
doctores de la ley menospreciaron.
San Ambrosio
Nos guardamos de condenar (como los
fariseos) el consejo de Dios, que está en el bautismo de Juan. Este es
el consejo que halló el Angel del gran consejo.
Nadie desprecia el consejo de San Juan. ¿Quién, pues, rechazará el
consejo de Dios?
San Cirilo
Había cierto modo de entretenerse entre
los hijos de los judíos. Se dividía una turba de niños en dos partes,
para burlarse de las vicisitudes rápidas de la vida presente. Los unos
cantaban y los otros se lamentaban. Los que lloraban no se alegraban
con los que cantaban, ni los que se alegraban se conformaban con los
que lloraban. Después se reprendían mutuamente y vituperaban su falta
de simpatía. Que así obró la plebe de los judíos juntamente con sus
príncipes, lo declara Cristo, cuando añade: "¿Pues a quién diré que se
asemejan los hombres de esta generación, y a quién se parecen?
Semejantes son a los muchachos que están sentados en la plaza", etc.
Beda
La generación de los judíos se compara con
los niños, porque los doctores tenían antiguamente sus profetas, de
quienes se dice: "En la boca de los niños y de los que maman,
perfeccionaste la alabanza" ( Sal 8,3).
San Ambrosio
Cantaron, pues, los profetas, resultando
de sus melodías espirituales los oráculos de la salvación del pueblo.
Lloraron para enternecer con sus lamentaciones plañideras los
corazones endurecidos de los judíos. Este cántico no se cantaba en el
foro ni en las plazas, sino en Jerusalén. Ella es el foro del Señor en
la que se publicaban las leyes divinas.
San Gregorio Niceno
El cántico y la lamentación no son otra
cosa que un exceso, el uno de alegría, y el otro de tristeza. Sale de
los instrumentos músicos cierta melodía simpática, la cual hace que el
hombre manifieste sus disposiciones interiores con el movimiento
cadencioso de su cuerpo. Por eso dice: "Os hemos cantado con flautas,
y no habéis bailado: nos hemos lamentado y no llorasteis".
San Agustín,
de quaest. evang. 2, 11
Todas estas cosas se refieren a San Juan y
a Jesucristo. Cuando dice: "Nos hemos lamentado y no llorasteis", se
refiere a San Juan, cuya abstinencia de comida y de bebida
representaba la mortificación de su penitencia. Hablando de esto
añade: "Porque vino Juan Bautista, que ni comía pan ni bebía vino; y
decís: demonio tiene".
San Cirilo
Se atreven a recriminar a un hombre digno
de toda admiración. Llaman poseído del demonio al que mortifica la ley
del pecado oculta en sus miembros.
San Agustín,
de quaest. evang. 2, 11
En cuanto se dijo: "Os hemos cantado con
flautas y no bailasteis", se refiere al mismo Señor, que comiendo y
bebiendo con sus apóstoles, prefigura la alegría del reino de Dios.
Por lo que sigue: "Vino el hijo del hombre, que come y bebe", etc.
Tito Bostr
No quiso Jesucristo abstenerse de comer y
de beber, para no dar ocasión a los herejes, que dicen que las
criaturas son malas, y condenan el uso de la carne y el vino.
San Cirilo
¿Cuándo pudieron probar que Jesucristo era
comilón? Jesucristo se encuentra en todas partes reprendiendo la
intemperancia y aconsejando la modestia. Trataba con los publicanos y
los pecadores. Y por esto decían contra El que era amigo de los
publicanos y de los pecadores, no pudiendo decir que había caído en
pecado, sino que trataba con ellos acerca de la salvación. No se
mancha el sol cuando recorre toda la tierra y deja caer sus rayos
constantemente sobre sus cuerpos inmundos. Ni tampoco el Sol de
Justicia se ofende cuando trata con los malos. Sin embargo, ninguno
trate de comparar su propia medida con las excelencias de Jesucristo,
sino que cada uno, considerando su propia miseria, evite la compañía
de los malos, porque las malas conversaciones corrompen las buenas
costumbres.
Prosigue: "Mas la sabiduría ha sido
justificada por todos sus hijos".
San Ambrosio
La sabiduría es el Hijo de Dios por
naturaleza, y no por ascenso. Se justifica en el bautismo porque no es
rechazada con contumacia, sino reconocida por la justicia como un don
de Dios. He aquí, pues, en qué consiste la justificación de Dios: en
que parece haber transferido sus dones, no a los indignos y a los
culpables, sino a los inocentes y a los que son justos y santos por el
bautismo.
Crisóstomo
Llama sabios a los hijos
de la sabiduría, porque la Sagrada Escritura acostumbra a
designar a los malos más por el pecado que por el nombre, y a los
buenos hijos, por la virtud que los caracteriza.
San Ambrosio
Dice bien "Por todos", porque la justicia
está reservada a todos, a fin de que los fieles sean recibidos y los
infieles arrojados.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 11
Cuando dice: "Mas la sabiduría ha sido
justificada por todos sus hijos", da a entender que los hijos de la
sabiduría comprenden que la justicia no consiste en abstenerse ni en
comer, sino en tolerar con paciencia la pobreza. No el uso, sino la
concupiscencia, es lo que debe reprenderse, con tal que convengas en
las clases de alimentos con aquellos con quienes has de vivir.
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36-50 |
Y le rogaba un fariseo,
que fuese a comer con él. Y habiendo entrado en la casa del fariseo,
se sentó a la mesa. Y una mujer pecadora, que había en la ciudad,
cuando supo que estaba a la mesa en casa del fariseo, llevó un vaso de
alabastro lleno de ungüento: Y poniéndose a sus pies detrás de El,
comenzó a regarle con lágrimas los pies, y los enjugaba con los
cabellos de su cabeza, y le besaba los pies, y los ungía con el
ungüento. Y cuando esto vio el fariseo, que le había convidado, dijo
entre sí mismo: "Si este hombre fuera profeta, bien sabría quién, y
cuál es la mujer que le toca: Porque pecadora es". Y Jesús le
respondió diciéndole: "Simón, te quiero decir una cosa". Y él
respondió: "Maestro, di". "Un acreedor tenía dos deudores: el uno
debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; mas como no tuvieran
con qué pagarle, se los perdonó a entrambos. ¿Pues cuál de los dos le
ama más?" Respondió Simón y dijo: "Pienso que aquél, a quien más
perdonó?" Y Jesús le dijo: "Rectamente has juzgado". Y volviéndose
hacia la mujer dijo a Simón: "¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me
diste agua para los pies; mas ella con sus lágrimas los ha regado y
los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el beso, mas ésta, desde
que entró, no ha cesado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con
óleo, mas ésta con ungüento ha ungido mis pies: por lo cual te digo:
perdonados le son sus muchos pecados, porque amó mucho. Mas al que
menos se perdona, menos ama". Y dijo a ella: "Perdonados te son tus
pecados". Y los que comían allí, comenzaron a decir entre sí: "¿Quién
es éste que hasta los pecados perdona?" Y dijo a la mujer: "Tu fe te
ha salvado. Vete en paz". (vv. 36-50)
Beda
Después de haber dicho antes: "Y todo el
pueblo y los publicanos, que le oyeron, justificaron a Dios,
bautizados con el bautismo de Juan", el evangelista establece con
hechos lo que había expresado con palabras, esto es, que la Sabiduría
había sido justificada por los justos y los penitentes, diciendo: "Y
le rogaba un fariseo", etc.
San Gregorio Niceno hom.
de muliere peccatrice
Esta relación encierra un sentido útil: la
mayor parte de ellos se creían justos, hinchados con la ilusión de sus
vanos sentimientos. Antes que llegue el juicio verdadero se separan a
sí mismos, como se separarán los corderos de los cabritos, y rehusan
tomar su alimento con la muchedumbre, abominando a todos aquellos que
no van a los extremos, sino que ocupan el medio en el camino de la
vida. San Lucas, que era más médico de las almas que de los cuerpos,
nos muestra al mismo Dios y nuestro Salvador, visitando con bondad a
los otros. Por lo que sigue: "Y habiendo entrado en la casa de un
fariseo, se sentó a la mesa", no para tomar algo de sus vicios, sino
para hacerlo partícipe de su propia justicia.
San Cirilo
Sin embargo, una mujer de vida deshonesta,
manifestando un fiel afecto, viene a Cristo para que la libre de toda
culpa y le conceda el perdón de todos los pecados cometidos. Prosigue,
pues: "Y una mujer pecadora que había en la ciudad, cuando supo que
estaba a la mesa, llevó un vaso de alabastro, lleno de ungüento", etc.
Beda
El alabastro es una especie de mármol
blanco manchado de varios colores y que suele destinarse a contener
perfumes, porque, según se cree, los conserva incorruptos.
San Gregorio,
in Evang. hom. 33
Como esta mujer conocía las manchas de su
mala vida, corrió a lavarlas a la fuente de la misericordia, sin
avergonzarse de que estaban presentes los invitados. Como se
avergonzaba mucho interiormente no estimó en nada el rubor exterior.
Ved cuánto es un dolor cuando no se avergüenza de llorar en medio de
las alegrías del convite.
San Gregorio Niceno
Dando a conocer cuánta era su indignidad,
estaba por la espalda, ocultándose de las luces y abrazando los pies,
que cubría con sus cabellos y regaba a la vez con sus lágrimas,
manifestando así la tristeza de su alma e implorando el perdón. Por
esto sigue: "Y postrándose a sus pies detrás de El, comenzó a regarle
con lágrimas los pies", etc.
San Gregorio
Con los ojos había apetecido las cosas de
la tierra, pero ahora lloraba con los mismos en señal de penitencia.
Con sus cabellos que antes había adornado para engalanar su rostro,
ahora enjugaba las lágrimas. Por lo que sigue: "Y los enjugaba con los
cabellos de su cabeza". Con la boca había hablado palabras de vanidad,
pero ahora, besando los pies del Señor, consagra sus labios a besar
sus plantas. Por esto sigue: "Y le besaba los pies". Había usado los
perfumes para dar buen olor a su cuerpo, pero esto, que hasta aquí
había empleado en la inmodestia, lo ofrecía ahora al Señor de una
manera laudable. Por lo que sigue: "Y los ungía con el ungüento". Todo
lo que había tenido para su propia complacencia ahora lo ofrece en
holocausto. Todos sus crímenes los convirtió en otras tantas virtudes,
para consagrarse exclusivamente al Señor por medio de la penitencia,
tanto como se había separado de El por la culpa.
Crisóstomo in Mat. hom.
6
Así sucedió que esta mujer pecadora se
hizo más honesta que las vírgenes, después que se consagró a la
penitencia y se dedicó a amar a Dios. Y todo esto que se ha dicho, se
hacía exteriormente, pero lo que revolvía su intención, y que sólo
Dios veía, era mucho más ferviente.
San Gregorio
Cuando el fariseo vio a esta mujer, la
despreció. Y no sólo vituperó a aquella mujer pecadora que había
venido, sino también al mismo Jesucristo que la recibía. Por lo que
sigue: "Y cuando esto vio el fariseo, que le había convidado, dijo
entre sí: Si este hombre fuera profeta, bien sabría quién y cuál es la
mujer que le toca". He ahí a ese fariseo, verdaderamente soberbio en
sí mismo y falsamente justo, que reprende a la enferma de su
enfermedad, y al médico por el socorro. Si esta mujer hubiera venido a
los pies del fariseo, la hubiera rechazado con desprecio porque se
habría creído manchado con los pecados ajenos, puesto que él no estaba
lleno de la verdadera justicia. Así, algunos sacerdotes, porque
ejecutan exteriormente algunos actos de justicia, desprecian a sus
subordinados y desdeñan a los pecadores de la plebe. Es necesario,
pues, que cuando tratemos con los pecadores, nos compadezcamos antes
de su triste situación. Porque también nosotros, o habremos caído en
los mismos pecados, o podremos caer. Conviene distinguir con cuidado
entre los vicios, que debemos aborrecer, y las personas, de quienes
debemos compadecernos. Porque si debe ser castigado el pecador, el
prójimo debe ser alimentado. Mas cuando ya él mismo ha castigado por
medio de la penitencia lo malo que ha hecho, deja de ser pecador
nuestro prójimo, porque éste castiga en sí lo que la justicia divina
reprende. El Médico se encontraba entre dos enfermos: uno tenía la
fiebre de los sentidos y el otro había perdido el sentido de la razón.
Aquella mujer lloraba lo que había hecho. Pero el fariseo,
enorgullecido por la falsa justicia, exageraba la fuerza de su salud.
Tito Bostrense
El Señor, no oyendo las palabras de este
último, sino conociendo sus pensamientos, se da a conocer como Señor
de los profetas. De donde prosigue: "Y Jesús le respondió diciendo:
Simón, te quiero decir una cosa".
Glosa
Y como dijo esto en contestación a los
pensamientos que tenían, el fariseo se mostró muy atento a las
palabras del Señor, por lo que sigue: "Y él respondió: Maestro di".
San Gregorio
Le presenta una parábola de dos que tenían
deudas, uno de los cuales debía menos y otro más. De donde prosigue:
"Un acreedor tenía dos deudores", etc.
Tito Bostrense
Como diciendo: Ni tú tampoco estás libre
de deudas. Por lo tanto, si tú debes también, aun cuando sea poco, no
te ensoberbezcas, porque tú también necesitas perdón. Hablando del
perdón, añade: "Mas como no tuvieran de dónde pagarle, se los perdonó
a entrambos".
Glosa
Ninguno puede decir respecto de sí mismo
que carece de la deuda del pecado si no consigue el perdón por la
gracia divina.
San Gregorio in Evang.
hom. 33
Habiendo perdonado la deuda a uno y a
otro, es interrogado el fariseo respecto de que cuál de los dos
deudores debe estar más agradecido al que les ha perdonado la deuda.
Sigue, pues: "¿Cuál de los dos le ama más?". A cuyas palabras el
fariseo respondió inmediatamente, diciendo: "Pienso que aquel a quien
más perdonó". En lo cual debe advertirse que, mientras el fariseo se
condena por sus propias palabras, lleva como frenético la cuerda con
que ha de ser atado. Por lo que sigue: "Y Jesús le dijo: Rectamente
has juzgado". Se le cuentan las buenas acciones de la mujer pecadora y
las malas del que se considera justo sin fundamento. Por lo que
prosigue: "Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simeón: ¿Ves a esta
mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para los pies; mas ésta, con
sus lágrimas, ha regado mis pies".
San Ambrosio
Como diciendo: Es fácil el uso de las
aguas, pero no lo es la efusión de las lágrimas. Tú no has empleado lo
que es fácil y ésta ha derramado lo que es difícil. Lavando con
lágrimas los pies, ha purificado sus propias manchas. Los ha enjugado
con sus cabellos, para recibir el premio de sus aflicciones por medio
de ellos. Y como con ellos también ha contribuido a los pecados de su
juventud, ahora los emplea en su santificación.
Crisóstomo in Mat hom. 6
Así como después de un crudo invierno,
aparece la calma de la primavera, así después de la efusión de
lágrimas, aparece la tranquilidad y termina la tristeza que ocasionan
las culpas. Y así como por medio del agua y del espíritu nos
purificamos, así también por medio de las lágrimas y de la confesión.
Por esto sigue: "Por lo cual le dijo: que perdonados le son muchos
pecados, porque amó mucho". Los que con violencia obraron el mal,
también con el mismo fervor se dedican a obrar bien cuando conocen lo
mucho que deben.
San Gregorio ut sup
Tanto más se destruye la malicia del
pecado cuanto más se abrasa el corazón del pecador en el fuego de la
caridad.
Tito Bostrense
Sucede muchas veces que el que ha pecado
mucho se purifica por medio de la confesión. Pero el que peca poco, y
confiesa por arrogancia, no busca en la confesión el remedio oportuno.
De aquí sigue: "Mas al que menos se perdona, menos ama".
Crisóstomo in Mat hom.
38
Necesitamos que nuestra alma sea
fervorosa, porque no hay impedimento alguno para que el hombre se
engrandezca. Ninguno de los que pecan mucho desespere ni tampoco se
duerma el que practique la virtud. Este no debe confiar porque muchas
veces le precederá una prostituta, ni tampoco desconfíe aquél, porque
es posible que aventaje aun a los más santos. Por esto se añade: "Dijo
a ella: Perdonados te son tus pecados".
San Gregorio
He aquí cómo la que vino enferma al Médico
se ha curado, pero a causa de su salud, todavía enferman otros. Porque
sigue: "Y los que concurrían allí, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién
es éste que hasta los pecados perdona?". Pero el Médico celestial no
se fija en aquellos enfermos a quienes ve hacerse peores con su
medicamento, sino que confirma por una sentencia de misericordia a
aquella que había sanado. Por esto sigue: "Y dijo a la mujer: Tu fe te
ha hecho salva". Ella no había dudado de poder recibir lo que pedía.
Teofilacto
Después que le hubo perdonado sus pecados,
no se detuvo en el perdón, sino que añadió un beneficio. Por lo que
sigue: "Vete en paz" (esto es, en justicia), porque la justicia es la
paz del hombre con Dios, así como el pecado es la enemistad entre Dios
y el hombre. Como diciendo: Haz todo lo que pueda conducir a la
amistad de Dios.
San Ambrosio
Acerca de este pasaje hay muchos que
tienen cierto escrúpulo, si los evangelistas están o no en
contradicción.
Griego
Cuando los cuatro evangelistas dicen que
Jesucristo fue ungido con un ungüento por una mujer, parece, por la
cualidad de las personas, por el modo de obrar y por la diferencia de
tiempo, que son tres mujeres diferentes. Así San Juan refiere de
María, hermana de Lázaro, que seis días antes de la Pascua, ungió los
pies de Jesús en su propia casa. San Mateo, después que el Señor ha
dicho: "Sabéis que después de dos días se celebrará la Pascua" (
Mt 26,2), añade que en Betania, en la casa de
Simón el leproso, había derramado una mujer sobre la cabeza del Señor
un ungüento y no que había ungido sus pies como María. San Marcos dice
lo mismo que San Mateo. En fin, San Lucas refiere esto en medio de su
Evangelio y no cerca de la Pascua. San Juan Crisóstomo asegura que
fueron dos estas mujeres: una como refiere San Juan y otra según lo
que refieren los demás evangelistas.
San Ambrosio
San Mateo cita a esta mujer derramando
perfumes sobre la cabeza del Señor. Por eso no quiso decir pecadora,
porque la pecadora, como dice San Lucas, los derramó sobre sus pies.
Puede también no ser la misma y entonces no aparece contradicción
entre lo que dicen los evangelistas. Para resolver esta cuestión de la
diferencia de mérito y de tiempo, se puede decir que aquélla era
todavía pecadora y que ésta era ya más perfecta.
San Agustín,
De cons. Evang., lib. 2. cap. 39
Yo creo que debe entenderse que fue la
misma María la que hizo esto dos veces. Una vez, como dice San Lucas,
cuando se acercó primeramente con humildad y lágrimas, mereciendo el
perdón de sus pecados. De aquí, San Juan, cuando empezó a hablar de la
resurrección de Lázaro, antes que Jesús viniese a Betania, dijo: "Y
María era la que había ungido al Señor con un ungüento y la que había
enjugado los pies de Jesús con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro
estaba enfermo" ( Jn 11,2). María ya había
hecho esto y lo volvió a hacer en Betania, y aunque San Lucas no lo
dice, sí lo refieren los otros evangelistas.
San Gregorio,
homil. 33, in Evang
En sentido místico, el fariseo, que
presume de su falsa justicia, representa al pueblo judío; y la mujer
pecadora, que viene llorando a los pies del Señor, representa a la
gentilidad convertida.
San Ambrosio in Lucam 1,
3
O leproso es el príncipe de este mundo, y
la casa de Simón el leproso es la tierra. Luego el Señor bajó de lo
alto a la tierra, porque esta mujer -que figura el alma o la Iglesia-
no podía ser sanada. Si Cristo no hubiese venido a la tierra. Con
razón toma la especie de pecadora, puesto que Cristo había tomado la
forma del pecador. Por eso, si se supone un alma fiel que se acerca a
su Dios exenta de pecados vergonzosos y obscenos, observando
piadosamente la palabra de Dios, con la confianza de una castidad
inmaculada, se elevará hasta la cabeza de Cristo, y la Cabeza de
Cristo es Dios ( 1Cor 11). Mas el que no esté
a la cabeza de Cristo, que esté a los pies. El pecador a los pies, el
justo a la cabeza. Pues toda alma, incluso la que pecó, tiene
ungüento.
San Gregorio,
hom. 33, in Evang
¿Qué otra cosa significa el ungüento, sino
el olor de la buena opinión? Si hacemos buenas obras con las que
perfumemos la Iglesia de buena fama, ¿qué otra cosa hacemos que
derramar ungüento precioso sobre el cuerpo del Señor? La mujer aquella
estuvo junto a los pies. Nosotros estuvimos contra los pies del Señor,
cuando, viviendo en pecado, dilatábamos entrar en sus caminos. Pero si
después de nuestros pecados nos convertimos a una verdadera
penitencia, entonces estamos detrás de El y junto a sus pies, porque
seguimos sus huellas, de las que antes nos apartábamos.
San Ambrosio
Haz tú también penitencia después de tus
pecados, acude siempre doquiera que oigas el nombre de Jesús. En
cualquier casa donde sepas que entra, date prisa a entrar. Cuando
hallares la sabiduría, cuando hallares la justicia sentada en alguna
casa, corre a sus pies, esto es, busca el primer grado de la sabiduría
y confiesa tus pecados con lágrimas. ¿Y acaso Cristo no lavó sus pies
para que nosotros se los lavemos con nuestras lágrimas? ¡Dichosas
lágrimas, que no sólo pueden lavar nuestras culpas, sino que también
pueden regar los caminos por donde viene a nosotros la gracia del
Señor! Las lágrimas derramadas con buena intención no sólo producen el
perdón de los pecados, sino también la fortaleza de los justos.
San Gregorio
Regamos con nuestras lágrimas los pies del
Señor, cuando nos inclinamos a tener compasión de los siervos más
humildes de Dios. Y secamos sus pies con nuestros cabellos, cuando nos
compadecemos de sus santos (con quienes estamos unidos por medio de la
caridad), con todas aquellas cosas que nos sobran.
San Ambrosio
Extiende también tus cabellos, arroja
delante de El todas tus vanidades corporales, que preciosos son los
cabellos que pueden ungir los pies de Jesucristo.
San Gregorio
Aquella mujer besaba los pies que había
enjugado, lo cual hacemos nosotros también si con celo amamos a los
que hemos socorrido con largueza. También puede entenderse por los
pies el mismo misterio de la encarnación. Así besamos los pies de
nuestro Redentor cuando amamos con todo nuestro corazón el misterio de
su encarnación. Ungimos sus pies con el ungüento cuando anunciamos el
gran poder de su humanidad con la buena fama de la palabra santa. Sin
embargo, el fariseo veía esto con envidia, porque cuando el pueblo
judío vio que Jesucristo predicaba a los gentiles, se enfureció por su
propia malicia. Por eso es reprendido el fariseo, para hacernos ver en
él a aquel pueblo pérfido. Porque aquel pueblo infiel no dio nunca al
Señor ni aun lo que estaba fuera de él, mientras que la gentilidad
convertida, no sólo dio por El sus bienes, sino que también derramó su
sangre. Por esto dijo al fariseo: "No me has dado agua para los pies;
mas ésta con sus lágrimas los ha regado". El agua está fuera de
nosotros, pero el humor de las lágrimas dentro de nosotros. Aquel
pueblo infiel no dio el ósculo al Señor, porque no quiso amar por
caridad a quien había servido por temor (y el ósculo es una señal de
amor). Una vez llamada la gentilidad, ésta no cesa de besar los pies
del Señor, porque constantemente suspira en su amor.
San Ambrosio
Y no es pequeño este mérito, del cual se
dice: "Desde que ha entrado no ha cesado de besarme los pies", para
que ella no sepa hablar ya sino de la sabiduría, ni amar sino la
justicia, ni libar sino la castidad, ni besar sino la pureza.
San Gregorio,
hom. 33, in Evang
Pero dice al fariseo: "No ungiste mi
cabeza con el óleo". Es decir, el pueblo judío no celebró con dignas
alabanzas ni el mismo poder de la divinidad en el cual prometiera
creer. "Mas ésta con ungüento ha ungido mis pies", porque cuando la
gentilidad ha creído en el misterio de la encarnación, le ha predicado
con suma alegría.
San Ambrosio
Bienaventurado aquel que puede ungir los
pies de Cristo con óleo. Pero todavía es más bienaventurado el que los
unge con ungüento, pues así esparce la esencia de muchas flores
reunidas en uno solo. Y probablemente, este ungüento no pudiese ser
ofrecido sino sólo por la Iglesia, la cual tiene tiene innumerables
flores de diverso olor, y por esto nadie puede amar tanto como aquella
que ama por medio de sus hijos. En la casa del fariseo, esto es, en la
casa de la ley y de los profetas, no es el fariseo quien se justifica,
sino la Iglesia, porque el fariseo no creyó, y ésta creía. La ley no
tiene el sacramento para purificar las cosas que están ocultas. Por
eso lo que es considerado poco en la ley es consumado en el Evangelio.
Los dos deudores son los dos pueblos, obligados al Acreedor del tesoro
celestial. No es que debamos precisamente dinero a este acreedor, sino
el oro de nuestros méritos y la plata de nuestras virtudes, cuyo valor
resulta de la gravedad de su peso, del brillo de la justicia y del
sonido de la confesión. No es de poco valor esta moneda, en la cual
está grabada la imagen del Rey. ¡Ay de mí, si no tuviere todo lo que
he recibido! O, como es muy difícil que uno pueda pagar toda esa deuda
al Acreedor, ¡ay de mí, si no le suplico que me perdone la deuda! Pero
¿quién es este pueblo que debe más, sino nosotros, a quienes se ha
concedido más? A aquéllos se les dieron los oráculos de Dios, a
nosotros se nos dio Emmanuel, nacido de una Virgen (esto es, Dios con
nosotros), la cruz del Señor, su muerte y su resurrección. Es, pues,
indudable que más debe quien más ha recibido. Según los hombres,
ofende más el que debe más. Pero se muda la causa por la misericordia
del Señor, de suerte que ame más quien más debió, si llega a conseguir
la gracia. Y por eso no habiendo nada que podamos ofrecer dignamente a
Dios, ¡ay de nosotros si no lo amamos! Devolvamos, pues, amor por
deuda, pues ama más aquel a quien más se ha dado.
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