SEMANA SANTA


DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 50.4—51, 3

El Siervo del Señor soporta la prueba

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que me mesaban la barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.

Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará? Mirad, todos se consumen como un vestido, los roe la polilla.

¿Quién de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su siervo? Aunque camine en tinieblas, sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios.

Atención, vosotros, los que atizáis el fuego, y encendéis teas: id a la hoguera de vuestro fuego, de las teas que habéis encendido. Así os tratará mi mano, yaceréis en el tormento.

Escuchadme, los que vais tras la justicia, los que buscáis al Señor: Mirad la roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron; mirad a Abrahán, vuestro padre; y a Sara, que os dio a luz: cuando lo llamé, era uno, pero lo bendije y lo multipliqué.

El Señor consuela a Sión, consuela a sus ruinas: convertiré su desierto en un edén, su yermo en jardín del Señor; allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.

 

RESPONSORIO                    Is 50, 5.6a; Lc 12, 50
 
R./ El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás: * ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
V./ Tengo que recibir un bautismo, y ¡qué impaciente estoy por sumergirme en él!
R./ Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 4: PG 70, 1066-1067)

La pasión de Cristo y su preciosa cruz son seguridad
y muro inaccesible para quien cree en él

Cristo, a pesar de su naturaleza divina y siendo por derecho igual a Dios Padre, no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Realmente su pasión saludable abatió a los principados y triunfó sobre los dominadores del mundo y de este siglo, liberó a todos de la tiranía del diablo y nos recondujo a Dios. Sus cicatrices nos curaron y, cargado con nuestros pecados, subió al leño; y de este modo, mientras él muere, a nosotros se nos mantiene en la vida, y su pasión se ha convertido en nuestra seguridad y muro de defensa. El que nos ha rescatado de la condena de la ley, nos socorre cuando somos tentados. Y para consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de la ciudad.

Por eso, repito, la pasión de Cristo, su preciosa cruz y sus manos taladradas se traducen en seguridad, en muro inaccesible e indestructible para quienes creen en él. Por lo cual dice justamente: Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y también: Nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Y esto porque precisamente viven a la sombra del Omnipotente, protegidas por la ayuda divina como en una torre fortificada.

Desde el momento, pues, en que Dios Padre nos sostiene casi con sus manos, custodiándonos junto a él, sin permitir que seamos inducidos al mal o que sucumbamos a la malicia de los malvados, ni ser presa de la violencia diabólica, nada nos impide comprender que las murallas de Sión designadas por sus manos, signifiquen a los expertos en el arte espiritual que, poseídos por la gracia, se dan a conocer en el testimonio de la virtud.

En consecuencia, podríamos decir que las murallas de Sión construidas por Dios, son los santos apóstoles y evangelistas, aprobados por su propia palabra, que nunca se equivoca ni se devalúa. Sus nombres están escritos en el cielo y figuran en el libro de la vida. No hemos de maravillarnos si dice que los santos son los baluartes y las murallas de la Iglesia. El mismo es el muro y el baluarte, como una fortaleza.

De igual modo que él es la luz verdadera y, no obstante, dice que ellos son la luz del mundo, así también, siendo él el muro y la seguridad de quienes creen en él, confirió a sus santos esta estupenda dignidad de ser llamados murallas de la Iglesia.

 

RESPONSORIO                    Za 9, 9; Jr 23, 5
 
R./ Yo estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones diciendo: * Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.
V./ Todos mis enemigos tramaban contra mí, me calumniaban y decían:
R./ Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES SANTO


PRIMERA LECTURA

De libro del profeta Isaías 52,13—53,12

El Siervo del Señor triturado por nuestras iniquidades

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos; ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un varón de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.

El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.

Por eso le daré una parte en los despojos; porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

 

RESPONSORIO                    Cf. Is 53, 7. 12
 
R./ Fue conducido como oveja al matadero, fue maltratado y se humilló, enmudecía y no abría la boca; fue entregado a la muerte, * para dar la vida a su pueblo.
V./ Se entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores.
R./ Para dar la vida a su pueblo.
 


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 10 sobre el libro del profeta Jeremías (1-3: PG 13, 358-362)

La muerte de Cristo se ha convertido en espiga de trigo

Veamos qué es lo que el Salvador dice por boca del profeta: Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Metamos un leño en su pan, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más». También Isaías dice que Cristo fue como cordero llevado al matadero y que como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Si en este pasaje habla el profeta de Cristo, en aquel es el mismo Cristo el que habla de sí: Yo —dice—, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía. No conocía el mal ni el bien, no conocía el pecado o la injusticia; en una palabra: No conocía. Te ha dejado el encargo de que investigues qué es lo que desconocía. Lee el Apóstol: Al que no conocía el pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados.

Ellos tramaban contra mí, diciendo: Metamos un leño en su pan. El pan de Jesús, del que nosotros nos alimentamos, es su palabra. Y como, cuando enseñaba, algunos intentaron poner obstáculos a su enseñanza, crucificándolo dijeron: Venid, metamos un leño en su pan. A la palabra y a la enseñanza de Jesús le hicieron seguir la crucifixión del Maestro: éste es el leño metido en su pan. Ellos, es verdad, dijeron insidiosamente: Venid, metamos un leño en su pan, pero yo voy a decir algo realmente maravilloso: el leño metido en su pan mejoró el pan.

Tenemos de ello un precedente en la ley de Moisés: lo mismo que el leño metido en el agua amarga la volvió dulce, así el leño de la pasión de Cristo, hizo más dulce su pan. En efecto, antes de meter el leño en su pan, cuando era solamente pan y no leño, su voz no había resonado por toda la tierra; en cambio, cuando recibió fortaleza del leño, el relato de su pasión se conoció en todo el universo. El agua del antiguo Testamento se convirtió en dulce al contacto con el leño, en virtud de la cruz que en él estaba prefigurada.

Arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más. Lo mataron con la intención de erradicar totalmente su nombre. Pero Jesús sabe por qué y cómo morir. Por eso dice: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Por tanto, la muerte de Jesucristo, cual espiga de trigo, produjo siete veces y mucho más de lo que se había sembrado.

Pensemos por un momento en la eventualidad de que no hubiera sido crucificado ni, después de la muerte, descendido a los infiernos: el grano de trigo hubiera quedado solo y de él no habrían nacido otros. Presta mucha atención a las palabras divinas, para ver qué es lo que quieren darnos a entender: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. La muerte de Jesús dio como fruto todos éstos. Por tanto, si la muerte ha producido una cosecha tan abundante, ¿de qué abundancia no será portadora la resurrección?

 

RESPONSORIO                    Heb 5, 7.9; Es 17, 11
 
R./ En los días de su vida mortal, * Cristo ofreció ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas, y fue escuchado por su actitud reverente; por eso se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
V./ Mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel.
R./ Cristo ofreció ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas, y fue escuchado por su actitud reverente; por eso se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu Hijo, levanta nuestra esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES SANTO


PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de las Lamentaciones 1, 1-12.18-20

Jerusalén devastada

¡Qué solitaria está la ciudad populosa! Se ha quedado viuda la primera de las naciones; la princesa de las provincias, en trabajos forzados.

Pasa la noche llorando, le corren las lágrimas por las mejillas. No hay nadie entre sus amigos que la consuele; todos sus aliados la han traicionado, se han vuelto sus enemigos.

Judá marchó al destierro, humillada y esclava; hoy habita entre gentiles, sin encontrar reposo; los que la perseguían le dieron alcance y la cercaron.

Los caminos de Sión están de luto, porque nadie acude a las fiestas; sus puertas están en ruinas, gimen sus sacerdotes, sus doncellas están desoladas, y ella misma llena de amargura.

Sus enemigos la han vencido, han triunfado sus adversarios, porque el Señor la ha castigado por su continua rebeldía; aun sus niños marcharon al destierro delante del enemigo.

La ciudad de Sión ha perdido toda su hermosura; sus nobles, como ciervos que no encuentran pasto, caminaban desfallecidos, empujados por la espalda.

Jerusalén recuerda los días tristes y turbulentos, cuando caía su pueblo en manos enemigas y nadie lo socorría, y, al verla, sus enemigos se reían de su desgracia.

Jerusalén ha pecado gravemente y ha quedado manchada; los que antes la honraban, la desprecian viéndola desnuda, y ella, entre gemidos, se vuelve de espaldas.

Lleva su impureza en la falda, sin pensar en el futuro. ¡Qué caída tan terrible!: no hay quien la consuele. «Mira, Señor, mi aflicción y el triunfo de mi enemigo».

El enemigo ha echado mano a todos sus tesoros; ella ha visto a los gentiles entrar en el santuario, aunque tú habías prohibido que entraran en tu asamblea.

Todo el pueblo, entre gemidos, anda buscando pan; ofrecían sus tesoros para comer y recobrar las fuerzas. Mira, Señor, fíjate cómo estoy envilecida.

Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad, fijaos: ¿Hay dolor como mi dolor? ¡Cómo me han maltratado! El Señor me ha castigado el día del incendio de su ira.

Pero el Señor es justo, porque me rebelé contra su palabra. Pueblos todos, escuchad y mirad mis heridas: mis doncellas y mis jóvenes han marchado al destierro.

Llamé a mis amantes, pero me han traicionado. Mis sacerdotes y ancianos murieron en la ciudad, mientras buscaban alimento para recobrar las fuerzas.

Mira, Señor, mis angustias y la amargura de mis entrañas; se me revuelve dentro el corazón, de tanta amargura; en la calle me deja sin hijos la espada; en casa, la muerte».

 

RESPONSORIO                    Jb 16, 17; Lm 1, 16. 18. 12
 
R./ Un velo de sombras ha oscurecido mis ojos a causa del llanto, pues está lejos de mí el que me consolaba; mirad, pueblos todos, * si hay dolor semejante a mi dolor.
V./ ¡Oh vosotros, todos los que pasáis por el camino! Mirad y ved.
R./ Si hay dolor semejante a mi dolor.
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre el salmo 131 (6-7: CSEL 22, 666-667)

Cristo, que es la vida, quiso morir para hacernos
digna morada de Dios

Nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, que, siendo justo, llevó a cabo todos los misterios de la humana salvación y al que los profetas vieron representado en David, tuvo un interés particular en realizar una cosa: que el hombre, instruido en la ciencia divina, se convirtiera en digna morada de Dios. Y que el hombre está destinado a convertirse en morada de Dios, lo sabemos por el mismo Dios, quien dice por boca del profeta: Habitaré y caminaré con ellos, y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo; y de nuevo: Que se alegren con júbilo eterno y habitarás en medio de ellos.

Más tarde, el Señor dice en el evangelio: El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Y también el Apóstol dice: Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros.

Dios viene a habitar en el alma de los creyentes no a través de una pasarela corporal, ni siquiera abriéndose una brecha en la espesura de la naturaleza humana, como si, saliendo de un lugar, se encerrase allí donde ha entrado; no, penetra en los corazones purificados de las pasiones terrenas, en virtud de una energía espiritual y se introduce como luz en las almas abiertas a la inocencia, para iluminarlas.

Por tanto, el Hijo unigénito de Dios, asumido con el cuerpo, jura que no entrará bajo el techo de su casa es decir, no retornará a su morada celestial, hasta que el corazón del hombre se haya convertido en sede del Señor. De igual modo hace voto de no subir al lecho de su descanso. El lecho significa el descanso de las fatigas humanas. Y como quiera que en el cielo está en continuo reposo, y la naturaleza divina es incapaz de experimentar el cansancio, Dios está siempre en el lecho, o sea, en actitud de descanso.

Nuestro Señor Jesucristo, permaneciendo Dios, asumió la condición de esclavo y se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. ¡Ignoro si hubiera podido soportar un sufrimiento superior a la muerte! Y se sometió incluso a la muerte de cruz, sólo por esto: para ofrecernos la posibilidad de convertirnos en morada de Dios. El que es la vida, quiso no obstante morir y no dudó en asumir —con inagotable fuerza de amor— la precaria habitación del cuerpo para hacer suya, aun permaneciendo Dios, la condición de esclavo.

Se levantó, pues, del lecho de su eterna beatitud cuando —por obedecer la voluntad del Padre-Dios— se hizo hombre; de poderoso, débil, muerto. ¡El que da la vida, eterno juez de los tiempos, juzgado reo de cruz!

 

RESPONSORIO                    Flp 2, 6-7; Rm 15, 1.3
 
R./ Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; * sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre.
V./ Nosotros debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos; porque tampoco Cristo buscó su propia complacencia.
R./ Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES SANTO


PRIMERA LECTURA

Del libro de las Lamentaciones 2, 1-9

La pena infligida al Señor

¡Ay, el Señor nubló con su cólera a la capital, Sión! Desde el cielo arrojó por tierra la gloria de Israel, y el día de su cólera se olvidó del estrado de sus pies.

El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob; con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá, derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes.

Encendido en ira tronchó el vigor de Israel; al llegar el enemigo, se guardó la diestra a la espalda, y prendieron las llamas en Jacob, consumiendo todo alrededor.

Como un enemigo, tendió el arco, aplicó la diestra y dio muerte, enemistado, a la flor de la juventud; y en las tiendas de Sión derramó como fuego su furor.

El Señor se portó como enemigo, destruyendo a Israel: derribó todos sus palacios, arrasó sus plazas fuertes, y en la capital de Judá multiplicó duelos y lamentos.

Como un salteador, destruyó la tienda, arrasó el lugar de la asamblea; el Señor dio al olvido en Sión sábados y fiestas, indignado y furioso rechazó al rey y al sacerdote.

El Señor repudió su altar, desechó su santuario; entregó en manos enemigas los muros de sus palacios; y gritaban en el templo del Señor, como en día de fiesta.

El Señor determinó arrasar las murallas de Sión: tendió la plomada y no retiró la mano que derribaba; muros y baluartes se lamentaban al desmoronarse juntos.

Derribó por tierra las puertas, rompió los cerrojos. Rey y príncipes estaban entre los gentiles. No había ley. Y los profetas ya no recibían visiones del Señor.

 

RESPONSORIO                    Jer 12, 10; 9, 2
 
R./ Muchos pastores destruyeron mi viña, han pisoteado mi parcela, * hicieron de mi parcela preciosa un desierto desolado.
V./ Quién me diera una posada en el desierto para abandonar a mi pueblo y alejarme de él.
R./ Hicieron de mi parcela preciosa un desierto desolado.
 


SEGUNDA LECTURA

Beato Guerrico de Igny, Sermón 2 en el domingo de Ramos (1: PL 185, 130-131)

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo

En estos días en que se celebra solemnemente el aniversario memorial de la pasión y cruz del Señor, ningún tema de predicación más apropiado –según creo– que Jesucristo, y éste crucificado. E incluso en cualquier otro día, ¿puede predicarse algo más conforme con la fe? ¿Hay algo más saludable para el auditorio o más apto para sanear las costumbres? ¿Hay algo tan eficaz como el recuerdo del Crucificado para destruir el pecado, crucificar los vicios, nutrir y robustecer la virtud?

Hable, pues, Pablo entre los perfectos una sabiduría misteriosa, escondida; hábleme a mí, cuya imperfección perciben hasta los hombres, hábleme de Cristo crucificado, necedad ciertamente para los que están en vías de perdición, pero para mí y para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios y sabiduría de Dios; para mí es una filosofía altísima y nobilísima, gracias a la cual me río yo de la infatuada sabiduría tanto del mundo como de la carne.

¡Cuán perfecto me consideraría, cuán aprovechado en la sabiduría si llegase a ser por lo menos un idóneo oyente del crucificado, a quien Dios ha hecho para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia, santificación y redención! Si realmente estás crucificado con Cristo, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿O no es sabio quien, elevado con Cristo sobre la tierra, saborea y busca los bienes de allá arriba? ¿Acaso no es justo aquel en quien ha quedado destruida su personalidad de pecador y él libre de la esclavitud al pecado? ¿Por ventura no es santo el que a sí mismo se presenta como hostia viva, santa, agradable a Dios? ¿O no es verdaderamente libre aquel a quien el Hijo liberó, quien, desde la libertad de la conciencia, confía hacer suya aquella libre afirmación del Hijo: Se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí? Realmente del Crucificado viene la misericordia, la redención copiosa, que de tal modo redimió a Israel de todos sus delitos, que mereció salir libre de las calumnias del Príncipe de este mundo.

Que lo confiesen, pues, los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países; que lo confiesen, repito, con la voz y el espíritu de su Maestro; Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

 

RESPONSORIO                    Flp 1, 21; Ga 6, 14
 
R./ Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia; * ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!
V./ Por el cual el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
R./ ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!


 
ORACIÓN
 
Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES SANTO


PRIMERA LECTURA

Del libro de las Lamentaciones 2, 10-22

Lamento e imploración

Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el polvo la cabeza.

Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas, se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños desfallecen por las calles de la ciudad.

Preguntaban a sus madres: ¿dónde hay pan y vino?, mientras desfallecían, como heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.

¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén?, ¿a quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte?

Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.

Los que van por el camino se frotan las manos al verte, silban y menean la cabeza contra la ciudad de Jerusalén: «¿Es ésta la ciudad más hermosa, la alegría de toda la tierra?».

Se burlaron a carcajadas de ti todos tus enemigos, silbaron y rechinaron los dientes diciendo: «la hemos arrasado, éste es el día que esperábamos: lo hemos conseguido y lo estamos viendo».

El Señor ha realizado su designio, ha cumplido la palabra que había pronunciado hace tiempo: ha destruido sin compasión; ha exaltado el poder del adversario, ha dado al enemigo el gozo de la victoria.

Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión, derrama torrentes de lágrimas de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos.

Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos, por la vida de tus niños desfallecidos de hambre en las encrucijadas:

«Mira, Señor, fíjate: ¿a quién has tratado así? ¿Cuándo las mujeres se han comido a sus hijos, a sus hijos tiernos? ¿Cuándo han asesinado en el templo del Señor a sacerdotes y profetas?

Se tienden en el suelo de las calles muchachos y ancianos; mis jóvenes y doncellas cayeron a filo de espada; el día de tu ira diste muerte, mataste sin compasión.

Convocaste, como para una fiesta, terrores que me cercan: el día de tu ira nadie pudo salvarse ni escapar. A los que yo crié y alimenté los aniquiló el enemigo».

 

RESPONSORIO                    Cf. Lm 2, 18
 
R./ Jerusalén, levántate y despójate de tus vestidos de gloria; vístete de luto y aflicción. * Porque en ti ha sido ajusticiado el Salvador de Israel.
V./ Derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; que no descansen tus ojos.
R./ Porque en ti ha sido ajusticiado el Salvador de Israel.
 


SEGUNDA LECTURA

Melitón de Sardes, Homilía sobre la Pascua (65-71: SC 123, 95-101)

El Cordero inmaculado nos sacó de la muerte a la vida

Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua, que es Cristo; a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Él vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos humanos; se revistió de la naturaleza humana en el vientre virginal y apareció como hombre; hizo suyas las pasiones y sufrimientos humanos con su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó las pasiones de la carne, de modo que quien por su espíritu no podía morir acabó con la muerte homicida.

Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y así nos redimió de idolatrar al mundo, como en otro tiempo libró a los israelitas de Egipto, y nos salvó de la esclavitud diabólica, como en otro tiempo a Israel de la mano del Faraón; y marcó nuestras almas con su propio Espíritu, y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.

Este es el que cubrió a la muerte de confusión y dejó sumido al demonio en el llanto, como Moisés al Faraón. Este es el que derrotó a la iniquidad y a la injusticia, como Moisés castigó a Egipto con la esterilidad.

Este es el que nos sacó de la servidumbre a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido y eterno. El es la Pascua de nuestra salvación.

Este es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de pies y manos en Isaac, el mismo que peregrinó en Jacob y fue vendido en José, expuesto en Moisés y sacrificado en el cordero, perseguido en David y deshonrado en los profetas.

Este es el que se encarnó en la Virgen, fue colgado del madero y fue sepultado en tierra, y el que, resucitado de entre los muertos, subió al cielo.

Este es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el leño, ni se descompuso en la tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro.

 

RESPONSORIO                    Rom 3, 23-24; Jn 1, 29
 
R./ Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. * Dios lo estableció como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe.
V./ He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R./ Dios lo estableció como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe.


 
ORACIÓN
 
Nuestra salvación, Señor, es quererte y amarte; danos la abundancia de tus dones y, así como por la muerte de tu Hijo esperamos alcanzar lo que nuestra fe nos promete, por su gloriosa resurrección concédenos obtener lo que nuestro corazón desea. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



5. SANTO TRIDUO PASCUAL
DE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

VIERNES SANTO

PRIMERA LECTURA

Del libro de las Lamentaciones 3, 1-33

Llanto y esperanza

Yo soy un hombre que ha probado el dolor bajo la vara de su cólera, porque me ha llevado y conducido a las tinieblas y no a la luz; está volviendo su mano todo el día contra mí.

Me ha consumido la piel y la carne y me ha roto los huesos; en torno mío ha levantado un cerco de veneno y amargura y me ha confinado en las tinieblas, como a los muertos de antaño.

Me ha tapiado sin salida, cargándome de cadenas; por más que grito: «Socorro», se hace sordo a mi súplica; me ha cerrado el paso con sillares, y ha retorcido mis sendas.

Me está acechando como un oso o como un león escondido; me ha cerrado el camino para despedazarme y me ha dejado inerte; tensa el arco y me hace blanco de sus flechas.

Me ha clavado en las entrañas las flechas de su aljaba; la gente se burla de mí, me saca coplas todo el día; me ha saciado de hieles, abrevándome con ajenjo.

Mis dientes rechinan mordiendo guijas, y me revuelco en el polvo; me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor».

Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello, y estoy abatido.

Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él.

El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor; le irá bien al hombre si carga con el yugo desde joven.

Que se esté solo y callado cuando la desgracia descarga sobre él; que pegue la boca al polvo, quizá quede esperanza; que entregue la mejilla al que lo hiere y se sacie de oprobios.

Porque el Señor no rechaza para siempre; aunque aflige, se compadece con gran misericordia, porque no goza afligiendo o apenando a los hombres.

 

RESPONSORIO                    Is 57, 1.2a; 53, 7b-8a
 
R./ Perece el justo, y nadie hace caso; se llevan a los hombres fieles, y nadie comprende que por la maldad se llevan al inocente, * para que entre en la paz.
V./ Como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca; sin defensa, sin justicia se lo llevaron.
R./ Para que entre en la paz.
 


SEGUNDA LECTURA

San León Magno, Tratado 59 sobre la Pasión del Señor (4-6: CCL 138A, 354-359)

La cruz de Cristo, fuente de todas las bendiciones y origen
de todas las gracias

Entregado el Señor a la voluntad de sus enemigos, se le obligó a llevar el instrumento de su suplicio para burlarse de su dignidad real. Así se cumplió lo predicho por el profeta Isaías, cuando dice: Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado. Pues que el Señor saliera llevando el leño de la cruz —ese leño que había de convertirse en cetro de su soberanía—, era a los ojos de los impíos ciertamente objeto de enorme humillación, pero que aparecía a los ojos de los fieles como un gran misterio. Pues este gloriosísimo vencedor del diablo y potentísimo debelador de los poderes adversos, llevaba muy significativamente el trofeo de su triunfo, y cargaba sobre los hombros de su invicta paciencia el símbolo de la salvación, digno de ser adorado por todos los reinos; se diría que en aquel momento, con el espectáculo de su comportamiento, quería confirmar y decir a todos sus imitadores: El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

Cuando, acompañado de la multitud, se dirigía Jesús al lugar del suplicio, encontraron a un cierto Simón de Cirene, a quien cargaron con la cruz del Señor, para que también en este gesto quedase prefigurada la fe de los paganos, a quienes la cruz de Cristo no iba a serles objeto de confusión, sino de gloria. Por este traspaso de la cruz, la expiación operada por el cordero inmaculado y la plenitud de todos los sacramentos pasará de la circuncisión a la incircuncisión, de los hijos carnales a los hijos espirituales. Pues la verdad es que —como dice el Apóstol— ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo; el cual ofreciéndose al Padre como nuevo y verdadero sacrificio de reconciliación, fue crucificado, no en el templo cuya misión sacral había tocado a su fin, ni dentro del recinto de la ciudad, destinada a la destrucción en mérito a su crimen, sino fuera de las murallas, para que habiendo cesado el misterio de las antiguas víctimas, una nueva víctima fuera presentada sobre el nuevo altar, y la cruz de Cristo fuera el ara no del templo, sino del mundo.

Amadísimos: habiendo sido levantado Cristo en la cruz, no debe nuestra alma contemplar tan sólo aquella imagen que impresionó vivamente la vista de los impíos a quienes se dirigía Moisés con estas palabras: Tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo, temblarás día y noche, y ni de tu vida te sentirás seguro. Estos hombres no fueron capaces de ver en el Señor crucificado otra cosa que su acción culpable, llenos de temor, y no del temor con que se justifica la fe verdadera, sino el temor que atormenta la mala conciencia.

Que nuestra alma, iluminada por el Espíritu de verdad; reciba con puro y libre corazón la gloria de la cruz, que irradia por cielo y tierra, y trate de penetrar interiormente lo que el Señor quiso significar cuando, hablandode la pasión cercana, dijo: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Y más adelante: Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora, Padre, glorifica a tu Hijo. Y como oyera la voz del Padre, que decía desde el cielo: Le he glorificado y volveré a glorificarlo, dijo Jesús a los que lo rodeaban: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.

 

RESPONSORIO                    Mt 26, 38.45
 
R./ Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo. Ahora veréis un gran gentío que me rodeará: * vosotros huiréis y yo iré a inmolarme por vosotros.
V./ Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
R./ Vosotros huiréis y yo iré a inmolarme por vosotros.


 
ORACIÓN
 
Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



SÁBADO SANTO


PRIMERA LECTURA

Del libro de las Lamentaciones 5, 1-22

Súplica por el rescate del pueblo

Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado; mira y fíjate en nuestras afrentas.

Nuestra heredad ha pasado a los bárbaros; nuestras casas, a extranjeros; hemos quedado huérfanos de padre, y nuestras madres han quedado viudas. Tenemos que comprar el agua que bebemos y pagar la leña que nos llevamos. Nos empujan con un yugo al cuello, nos fatigan sin darnos descanso. Hemos pactado con Egipto y Asiria para saciarnos de pan.

Nuestros padres pecaron, y ya no viven, y nosotros cargamos con sus culpas. Unos esclavos nos han sometido, y nadie nos libra de su poder. Arriesgamos la vida por el pan, pues la espada amenaza en descampado. Nuestra piel quema como un horno, torturada por el hambre.

Violaron a las mujeres en Sión y a las doncellas en los pueblos de Judá; con sus manos colgaron a los príncipes, sin respetar a los ancianos; forzaron a los jóvenes a mover el molino, y los muchachos sucumbían bajo cargas de leña.

Los ancianos ya no se sientan a la puerta, los jóvenes ya no cantan; ha cesado el gozo del corazón, las danzas se han vuelto duelo; se nos ha caído la corona de la cabeza: ¡Ay de nosotros, que hemos pecado!

Por eso, está enfermo nuestro corazón y se nos nublan los ojos, porque el monte Sión está desolado y los zorros se pasean por él. Pero tú, Señor, eres rey por siempre; tu trono dura de edad en edad. ¿Por qué te olvidas siempre de nosotros y nos tienes abandonados por tanto tiempo?

Señor, tráenos hacia ti para que volvamos, renueva los tiempos pasados, ¿o es que ya nos has rechazado, que tu cólera no tiene medida?

 

RESPONSORIO                    Cf. Mt 27, 66. 60. 62
 
R./ Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y lo sellaron. * Y pusieron guardias para custodiarlo.
V./ Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de vigilar el sepulcro.
R./ Y pusieron guardias para custodiarlo.
 


SEGUNDA LECTURA

De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado (PG 43, 439.451.462-463)

El descenso del Señor al abismo

¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo.

Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. El, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor esté con todos». Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu». Y, tomándolo por la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz».

Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: "Salid", y a los que se encuentran en las tinieblas: "Iluminaos", y a los que duermen: "Levantaos".

A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al abismo; por ti, me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado.

Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada; contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados, que habían sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.

Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.

Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.

El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad».

 

RESPONSORIO
 
R./ Se ha alejado nuestro pastor, la fuente de agua viva, a cuya muerte el sol se ha oscurecido. El que tenía esclavo el primer hombre ha sido esclavo él mismo: * hoy nuestro Salvador ha derribado las puertas de la muerte.
V./ Ha destruido la cárcel del infierno, ha derribado el poder del demonio.
R./ Hoy nuestro Salvador ha derribado las puertas de la muerte.


 
ORACIÓN
 
Señor todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS