|
|||||
Evangelio de la Stma. Trinidad 26 de Mayo de 2002
Dios
no ha mandado su Hijo al mundo, para condenarlo, sino para salvarlo. Así,
pues, la evangelización tiene que presentarse en un contexto benévolo y
optimista frente a las realidades terrenas. Para ello las comunidades
cristianas –promulgadoras del Evangelio- deberán presentar un rostro
humano y atrayente. Hemos
de meditar siempre en las dimensiones inabarcables de nuestra propia
profundidad. De esta meditación surgirá un inmenso respeto y admiración
por nuestra dignidad de hombres –dignidad divina- y por el misterio de
Dios. Así empezamos a salvar al mundo. Lectura
del santo Evangelio según San Juan 3,16-18. En
aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: -Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca
ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él. El
que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
|
|
||||
|
COMENTARIO Dios
Padre envió su Hijo al mundo para salvarnos. Hoy Jesucristo está entre
nosotros para salvarnos. Pero, ¿de qué? De todo aquello que nos hace daño,
nos degrada nuestra dignidad, nos aparta de Dios, nos quita la paz, y
destroza la convivencia
fraterna. Tienes
que agradecer a Dios esa presencia diaria de Jesús cerca de ti, y
aprovecharla, porque Dios no hace las cosas por diversión, sino en serio.
Tú y yo necesitamos todos los días que nos eche el Señor
una mano para que no nos perdamos por tantos caminos que no llevan jamás
a un final feliz. De ti depende, amigo.
Saludos de tu amigo Juan
|
||||