4 b)

Jesús

1. Esta monja ha cuarenta años que tomó el hábito y desde el primero comenzó a pensar en la Pasión de nuestro Señor por los misterios algunos ratos del día, y en sus pecados, sin nunca pensar en cosa que fuese sobrenatural, sino en las criaturas o cosas de que sacaba cuán presto se acaba todo; en mirar por las criaturas la grandeza de Dios y el amor que nos tiene; esto le hacía mucha más gana de servirle (que por el temor nunca fue ni le hacía al caso); siempre con gran deseo de que fuese alabado y su Iglesia aumentada; por esto era cuanto rezaba, sin hacer nada por sí, que le parecía que iba poco en que padeciese en purgatorio a trueque de que ésta se acrecentase, aunque fuese en muy poquito.

2. En esto pasó como veinte y dos años con grandes sequedades, que jamás le pasó por pensamiento desear más, porque se tenía por tal que aun pensar en Dios le parecía no merecía, sino que la hacía Su Majestad mucha merced en dejarla estar delante de El rezando, leyendo también en buenos libros.

Habrá como dieciocho años, cuando se comenzó a tratar del primer monasterio que fundó de descalzas, que fue en Avila (tres años o dos antes, creo son tres), que comenzó a parecerle que la hablaban interiormente algunas veces y ver algunas visiones y revelaciones interiormente con los ojos del alma, que jamás vio cosa con los ojos corporales ni la oyó. Dos veces le parece que oyó hablar, mas no entendió ninguna cosa. Era una representación, cuando estas cosas veía interiormente, que no duraba sino como un relámpago lo más ordinario, mas quedábasele tan imprimido y con tanto efecto como si lo viera con los ojos corporales, y más.

3. Ella era entonces tan temerosísima de su natural, que aun de día no osaba estar sola algunas veces; y como aunque más lo procuraba no podía excusar esto, andaba afligida muy mucho, temiendo no fuese engañado del demonio, y comenzólo a tratar con personas espirituales de la Compañía de Jesús, entre los cuales fueron: el padre Araoz -que era comisario de la Compañía- que acertó a ir allí; el padre Francisco, que fue el duque de Gandía, trató dos veces; y a un provincial, que está ahora en Roma, que es uno de los cuatro señalados, llamado Gil González; y aun al que ahora lo es en Castilla, aunque a éste no trató tanto; al padre Baltasar Alvarez, que es ahora rector en Salamanca y la confesó seis años en este tiempo; y al rector que es ahora de Cuenca, llamado Salazar; y al de Segovia, llamado Santander; al rector de Burgos, que se llama Ripalda, y aun estaba mal con ella de que había oído estas cosas hasta después que la trató; al doctor Pablo Hernández en Toledo, que era consultor de la Inquisición; al rector que era de Salamanca cuando le habló, el doctor Gutiérrez; y a otros padres algunos de la Compañía, que se entendía ser espirituales, que como estaba en los lugares que iba a fundar los procuraba.

4. Y al padre fray Pedro de Alcántara, que era un santo varón de los descalzos de san Francisco, trató mucho y fue el que mucho puso por que se entendiese que era buen espíritu.

5. Estuvieron más de seis años haciendo hartas pruebas ­como largamente tiene escrito y adelante se dirá­ y ella con hartas lágrimas y aflicciones: mientras más pruebas se hacían, más tenía, y suspensiones o arrobamientos hartas veces, aunque no sin sentido.

Hacíanse hartas oraciones y decíanse misas por que el Señor la llevase por otro camino, porque su temor era grandísimo cuando no estaba en la oración; aunque en todas las cosas que tocaban a estar su alma mucho más aprovechada se veía gran diferencia y ninguna vanagloria ni tentación de ella ni de soberbia, antes afrentaba mucho y se corría de ver que se entendía, y aunque si no era a confesores y personas que le habían de dar luz jamás trataba nada ­y a estos sentía más decirlo que si fueran grandes pecados­, porque le parecía que se reirían de ella y que eran cosas de mujercillas, que siempre las había aborrecido oír.

6. Habrá como trece años, poco más o menos, después de fundado San José de Avila ­adonde ella ya se había pasado del otro monasterio­ que fue allí el obispo que es ahora de Salamanca, que era inquisidor (no sé si en Toledo o en Madrid, y lo había sido en Sevilla) que se llama Soto; ella procuró de hablarle para asegurarse más y diole cuenta de todo, y él dijo que no era todo cosa que tocaba a su oficio, porque todo lo que ella veía y entendía, siempre la afirmaba más en la fe católica, que siempre estuvo y está firme y con grandísimos deseos de la honra de Dios y bien de las almas, que por una se dejara matar muchas veces. Y díjole también, como la vio tan fatigada, que lo escribiese todo y toda su vida, sin dejar nada, al maestro Avila, que era hombre que entendía mucho de oración, y que con lo que le escribiese se sosegase. Y ella lo hizo así y escribió sus pecados y vida. El la escribió y consoló asegurándola mucho. Fue de suerte esta relación, que todos los letrados que la han visto ­que eran sus confesores­ decían que era de gran provecho para aviso de cosas espirituales, y mandáronla que la trasladase e hiciese otro librillo para sus hijas (que era priora) adonde les diese algunos avisos.

7. Con todo esto, a tiempos no le faltaban temores, y pareciéndole que personas espirituales también podían estar engañadas como ella, dijo a su confesor que si quería tratase algunos letrados aunque no fuesen muy dados a la oración; porque ella no quería saber sino si era conforme a la sagrada Escritura todo lo que tenía.

Algunas veces se consolaba pareciéndole que, aunque por sus pecados merecía ser engañada, que tantos buenos como deseaban darle luz, no permitiría el Señor fuesen engañados.

8. Con este intento comenzó a tratar con padres de la Orden del glorioso santo Domingo, con quien antes de estas cosas se había confesado, y en esta Orden son éstos los que después ha tratado: el padre fray Vicente Barrón la confesó año y medio en Toledo ­que era confesor entonces del Santo Oficio­ y antes de estas cosas le había comunicado muy muchos años y era gran letrado. Este la aseguró mucho, y también los de la Compañía: todos la decían que, si no ofendía a Dios, si se conocía por ruin, que de qué temía. Con el padre presentado Domingo Báñez ­que ahora está en Valladolid por regente en el Colegio de San Gregorio­ que la confesó seis años y siempre trataba con él por cartas cuando se le ofrecía algo; con el maestro Chaves; con el padre maestro fray Bartolomé de Medina, catedrático de prima de Salamanca, el cual sabía que estaba muy mal con ella por lo que de esto había oído, y parecióle que éste la diría mejor si iba engañada, por tener tan poco crédito, y esto ha poco más de dos años; procuró de confesar con él y dándole de todo grande relación todo el tiempo que allí estuvo, y vio lo que había escrito, para que mejor lo entendiese, y él la aseguró tanto y más que todos los demás y quedó muy su amigo. También se confesaba con fray Felipe de Meneses algún tiempo, cuando fundó en Valladolid y era el Rector de aquel Colegio de San Gregorio, y antes había ido a Avila, habiendo oído estas cosas, para hablarla con harta caridad, queriendo ver si iba engañada, para darle luz, y si no para tornar por ella cuando oyese murmurar; y se satisfizo mucho. Particularmente con un Provincial de Santo Domingo que se llamaba Salinas, hombre muy espiritual; y con otro presentado llamado Lunar, que era prior en Santo Tomás de Avila; y otro en Segovia, llamado fray Diego de Yanguas, lector, también la trató. Y entre estos padres de Santo Domingo no dejaban de tener algunos harta oración, y aún quizás todos.

9. Y otros algunos, que en tantos años ha habido lugar para ello; en especial, como andaba en tantas partes a fundar, hanse hecho hartas pruebas, porque todos deseaban acertar a darla luz, por donde la han asegurado y se han asegurado.

10. Siempre jamás deseaba estar sujeta a lo que la mandaban, y así se afligía cuando en estas cosas sobrenaturales no podía obedecer. Y su oración y la de las monjas que ha fundado, siempre es con gran cuidado por el aumento de la santa fe católica, y por esto comenzó el primer monasterio, junto con el bien de su Orden. Decía ella que, cuando algunas cosas de estas le inducieran contra lo que es fe católica y ley de Dios, que no hubiera menester andar a buscar letrados ni hacer pruebas, porque luego viera que era demonio.

11. Jamás hizo cosa por lo que entendía en la oración; antes cuando le decían sus confesores que hiciese lo contrario, lo hacía sin ninguna pesadumbre, y siempre les daba parte de todo. Nunca creyó tan determinadamente que era Dios ­con todo cuanto le decían que sí­ que lo jurara, aunque por los efectos y las grandes mercedes que le ha hecho en algunas cosas le parecía buen espíritu: mas siempre deseaba virtudes más que nada, y en esto ha puesto a sus monjas, diciéndoles que la más humilde y mortificada aquélla será la más espiritual.

12. Todo lo que está dicho y está escrito dio al padre fray Domingo Bañes que es el que está en Valladolid, que es con quien más tiempo ha tratado. El los ha presentado al Santo Oficio en Madrid. En todo lo que se ha dicho, se sujeta a la fe católica e Iglesia romana. Ninguno le ha puesto culpa, porque estas cosas no están en manos de nadie y nuestro Señor no pide lo imposible.

13. La causa de haberse divulgado tanto es que, como andaba con temor y lo ha comunicado a tantos, unos lo decían a otros; y también un desmán que acaeció con esto que había escrito; hale sido tan grandísimo tormento y cruz y le cuesta muchas lágrimas; dice ella que no por humildad sino por lo que queda dicho; y parecía permisión de Dios para atormentarla, porque mientras uno más mal decía de lo que los otros habían dicho, desde a poco decía él más. Tenía extremo de no se sujetar a quien le parecía que creía todo era de Dios, porque luego temía los había de engañar a entrambos el demonio; y con quien veía temeroso trataba su alma de mejor gana, aunque también le daban pena cuando, por probarla, del todo despreciaban estas cosas, porque le parecían algunas muy de Dios y no quisiera que, pues no veía causa, las condenaran tan determinadamente, tampoco como que creyeran que todo era Dios, porque ella entendía muy bien que podía haber engaño. Jamás podía asegurarse del todo en lo que podía haber peligro. Procuraba lo más que podía en ninguna cosa ofender a Dios y siempre obedecer, y con estas dos cosas se pensaba librar con el favor divino, aunque fuese demonio.

14. Desde que tuvo cosas sobrenaturales siempre se inclinaba su espíritu a buscar lo más perfecto, y casi ordinario tenía gran deseo de padecer; y en las tribulaciones que ha tenido, que son muchas, se hallaba consolada y con amor particular a quien la perseguía. Gran deseo de pobreza y soledad y de salir de este destierro por ver a Dios. Por estos efectos y otros semejantes se comenzó a sosegar, pareciéndole que espíritu que la dejaba con estas virtudes, que no sería malo, y así lo decían los que la trataban, aunque para dejar de temer no, sino para no andar tan fatigada como estaba. Jamás su espíritu la persuadía que encubriese cosa alguna, sino a que obedeciese siempre.

15. Nunca con los ojos del cuerpo vio nada, como ya está dicho, sino con una delicadeza y cosa tan intelectual, que algunas veces pensaba a los principios si se le había antojado: otras no lo podía pensar.

16. Y estas cosas no eran continuas, sino por la mayor parte de alguna necesidad, como fue una vez que había estado unos días con unos tormentos interiores intolerables y un desasosiego en el alma de temor si la traía engañada el demonio, como muy largamente está escrito en aquella relación, que tan públicos han sido sus pecados; porque están allí como lo demás, porque el miedo que traía la ha hecho olvidar su crédito. Estando así con esta aflicción, tal que no se puede encarecer, con sólo entender esta palabra en lo interior: Yo soy, no hayas miedo, quedaba el alma tan quieta, animosa y confiada, que no podía entender de dónde le había venido tan grande bien, pues no había bastado confesores, ni bastaban muchos letrados con muchas palabras para ponerle aquella paz y quietud que con una se le había puesto; y así otras veces le acontecía que con alguna visión quedaba fortalecida, porque a no ser esto no pudiera haber pasado tan grandes trabajos y contradicciones y enfermedades (que han sido sin cuento) y pasa, aunque no tantas, porque jamás anda sin algún género de padecer. Hay más y menos; lo ordinario es siempre dolores con otras hartas enfermedades, aunque después que es monja la apretaron más.

17. Si en algo sirve al Señor y las mercedes que la hace, pasan de presto por su memoria, aunque de las mercedes muchas veces se acuerda, mas no puede mucho detenerse allí como en los pecados, que siempre la están atormentando lo más ordinario como un cieno de mal olor. El haber tenido tantos pecados debe ser causa de no ser tentada de vanagloria.

18. Jamás con cosa de su espíritu tuvo cosa que no fuese toda limpia y casta, ni le parece, si es buen espíritu y tiene cosa sobrenatural, se podría tener, porque queda todo descuido de su cuerpo ni hay memoria de él, que todo se emplea en Dios. También tiene un gran temor de no ofender a Dios nuestro Señor y desea hacer en todo su voluntad. Esto le suplica siempre, y a su parecer está tan determinada a no salir de ella, que jamás le dirían cosa los confesores que la tratan de que pensase más servir a Dios, que no la hiciese con el favor de Dios y confiada en que Su Majestad ayuda a los que se determinan para su servicio y para gloria suya.

19. No se acuerda de sí más ni de su provecho, en comparación de esto, que si no fuese, en cuanto puede entender de sí y entienden sus confesores. Es todo gran verdad lo que va en este papel y se puede probar con ellos y con todas las personas que la tratan de veinte años a esta parte. Muy ordinario la mueve su espíritu a alabanzas de Dios, y querría que todo el mundo entendiese en esto, aunque a ella le costase mucho. De aquí le nace el deseo del bien de las almas; y viendo cuán basura son las cosas de este mundo y cuán preciosas las interiores, que no tienen comparación, ha venido a tener en poco las cosas de él.

20. La manera de visión que vuestra merced quiere saber es que no se ve ninguna cosa exterior ni interiormente, porque no es imaginaria; mas sin verse nada, entiende el alma lo que es y hacia dónde se le representa, más claramente que si lo viese, salvo que no se le representa cosa particular, sino como si una persona ­pongamos­ que sintiese que está otra persona cabe ella y porque está a oscuras no la ve, mas cierto entiende que está allí, salvo que no es ésta bastante comparación; porque el que está a oscuras, por alguna vía, oyendo ruido o habiéndola visto antes, entiende que está allí, o la conoce de antes; pero acá no hay nada de eso, sino que sin palabra interior ni exterior entiende el alma clarísimamente quién es y hacia qué parte está, y a las veces lo que quiere significar.

Por dónde o cómo lo entiende ella no lo sabemos. Ello pasa así, y lo que dura no puede ignorarlo; y cuando se quita, aunque más quiere imaginarlo como antes, no aprovecha, porque se ve que es imaginación y no representación, que esto no está en su mano, y así son todas las cosas sobrenaturales. Y de aquí viene no tenerse en nada a quien Dios hace estas mercedes, sino muy mayor humildad que antes, porque ve que es cosa dada y que ella allí no puede quitar ni poner, y queda más amor y deseo de servir a Señor tan poderoso que puede lo que acá no podemos entender; así como, aunque más letras tengan, hay cosas que no se alcanzan.

Sea bendito el que lo da, amén, para siempre.


5 (24)


1. Son tan dificultosas de decir, y más de manera que se puedan entender, estas cosas del espíritu interiores cuanto más con brevedad pasan, que si la obediencia no lo hace, será dicha atinar, especial en cosas tan dificultosas. Mas poco va en que desatine, pues va a manos que otros mayores habrá entendido de mí.

En todo lo que dijere, suplico a vuestra merced que entienda que no es mi intento pensar es acertado, que yo podré no entenderlo; mas lo que puedo certificar es que no diré cosa que no haya experimentado algunas y muchas veces. Si es bien o mal, vuestra merced lo verá y me avisará de ello.

2. Paréceme será dar a vuestra merced gusto comenzar a tratar desde el principio de cosas sobrenaturales, que en devoción y ternura y lágrimas y meditaciones que acá podemos adquirir con ayuda del Señor, entendidas están.

3. La primera oración que sentí, a mi parecer, sobrenatural (que llamo yo lo que con mi industria ni diligencia no se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponer para ello sí y debe hacer mucho al caso), es un recogimiento interior (25) que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá los exteriores, que ella en sí parece se quiere apartar de los bullicios exteriores; y así, algunas veces los lleva tras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír ni ver ni entender sino aquello en que el alma entonces se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sentido ni potencia, que todo está entero, mas estálo para emplearse en Dios. Y esto, a quien nuestro Señor lo hubiere dado, será fácil de entender; y a quien no, a lo menos será menester muchas palabras y comparaciones.

4. De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y aun ratos.

5. De esta oración suele proceder un sueño que llaman de las potencias, que ni están absortas ni tan suspensas, que se pueda llamar arrobamiento. Aunque no es del todo unión, alguna vez y aun muchas, entiende el alma que está unida sola la voluntad, y se entiende muy claro; digo claro, a lo que parece. Está empleada toda en Dios, y que ve el alma la falta de poder estar ni obrar en otra cosa; y las otras dos potencias están libres para negocios y obras del servicio de Dios. En fin, andan juntas Marta y María. Yo pregunté al Padre Francisco (26) si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que muchas veces acaecía.

6. Cuando es unión de todas las potencias, es muy diferente, porque ninguna cosa puede obrar; porque el entendimiento está como espantado; la voluntad ama más que entiende, mas ni entiende si ama, ni qué hace, de manera que lo pueda decir; la memoria, a mi parecer, que no hay ninguna, ni pensamiento, ni aun por entonces son los sentidos despiertos, sino como quien los perdió para más emplear el alma en lo que goza, a mi parecer, que por aquel breve espacio se pierden. Pasa presto. En la riqueza que queda en el alma de humildad y otras virtudes y deseos, se entiende el gran bien que le vino de aquella merced; mas no se puede decir lo que es, porque aunque el alma se da a entender, no sabe cómo lo entiende, ni decirlo. A mi parecer, si ésta es verdadera, es la mayor merced que nuestro Señor hace en este camino espiritual, a lo menos de las grandes.

7. Arrobamientos y suspensión, a mi parecer, todo es uno, sino que yo acostumbro a decir suspensión, por no decir arrobamiento, que espanta; y, verdaderamente, también se puede llamar suspensión esta unión que queda dicha. La diferencia que hay del arrobamiento a ella, es ésta: que dura más y siéntese más en esto exterior, porque se va acortando el huelgo de manera que no se puede hablar, ni los ojos abrir. Aunque esto mismo se hace en la unión, es acá con mayor fuerza, porque el calor natural se va no sé yo adónde; que cuando es grande el arrobamiento, que en todas estas maneras de oración hay más y menos, cuando es grande, como digo, quedan las manos heladas, y algunas veces extendidas como unos palos; y el cuerpo, si toma en pie, así se queda, o de rodillas. Y es tanto lo que se emplea en el gozo de lo que el Señor le representa, que parece se olvida de animar en el cuerpo y le deja desamparado, y si dura, quedan los nervios con sentimiento.

8. Paréceme que quiere aquí el Señor que el alma entienda más de lo que goza que en la unión, y así se le descubren algunas cosas de Su Majestad en el rapto muy ordinariamente; y los efectos con que queda el alma son grandes y el olvidarse a sí por querer que sea conocido y alabado tan gran Dios y Señor. A mi parecer, si es de Dios, que no puede quedar sin un gran conocimiento de que ella allí no pudo nada y de su miseria e ingratitud de no haber servido a quien por solo su bondad le hace tan gran merced. Porque el sentimiento y suavidad es tan excesivo, que todo lo que acá se puede comparar, que si aquella memoria no se le pasase, siempre habría asco de los contentos de acá, y así viene a tener todas las cosas del mundo en poco.

9. La diferencia que hay de arrobamiento y arrebatamiento, es que el arrobamiento va poco a poco muriéndose a estas cosas exteriores y perdiendo los sentidos y viviendo a Dios. El arrebatamiento viene con una sola noticia que Su Majestad da en lo muy íntimo del alma, con una velocidad que la parece que la arrebata a lo superior de ella, que, a su parecer, se le va del cuerpo; y así es menester ánimo a los principios para entregarse en los brazos del Señor, llévela a do quiere. Porque, hasta que su Majestad la pone en paz adonde quiere llevarla (digo llevarla, que entienda cosas altas), cierto es menester a los principios estar bien determinada a morir por El; porque la pobre alma no sabe qué ha de ser aquello, digo a los principios.

10. Quedan las virtudes, a mi parecer, de esto más fuertes, porque deséase más y dase más a entender el poder de este gran Dios para temerle y amarle, pues así, sin ser más en nuestra mano, arrebata el alma, bien como Señor de ella. Queda gran arrepentimiento de haberle ofendido, y espanto de cómo osó ofender tan gran Majestad y grandísima ansia porque no haya quien le ofenda, sino que todos le alaben. Pienso que deben venir de aquí estos deseos tan grandísimos de que se salven las almas y de ser alguna parte para ello y para que este Dios sea alabado como merece.

11. El vuelo de espíritu es un no sé cómo le llame, que sube de lo más íntimo del alma. Sola esta comparación se me acuerda, que puse adonde vuestra merced sabe que están largamente declaradas estas maneras de oración y otras, y es tal mi memoria, que luego se me olvida (27). Paréceme que el alma y el espíritu debe ser una cosa, sino que, como un fuego, que si es grande y ha estado disponiéndose para arder, así el alma, de la disposición que tiene con Dios, como el fuego, ya que de presto arde, echa una llama que llega a lo alto, aunque tan fuego es como el otro que está en lo bajo, y no porque esta llama suba deja de quedar el fuego. Así acá en el alma, parece que produce de sí una cosa tan de presto y tan delicada, que sube a la parte superior y va donde el Señor quiere; que no se puede declarar más, y parece vuelo, que yo no sé otra cosa cómo compararlo. Sé que se entiende muy claro y que no se puede estorbar.

12. Parece que aquella avecica del espíritu se escapó de esta miseria de esta carne y cárcel de este cuerpo, y así puede más emplearse en lo que le da el Señor. Es cosa tan delicada y tan preciosa, a lo que entiende el alma, que no le parece hay en ello ilusión, ni aun en ninguna cosa de éstas, cuando pasan. Después eran los temores, por ser tan ruin quien lo recibe, que todo le parecía había razón de temer, aunque en lo interior del alma queda una certidumbre y seguridad con que se podía vivir, mas no para dejar de poner diligencias para no ser engañada.

13. Impetus llamo yo a un deseo que da al alma algunas veces, sin haber precedido antes oración, y aun lo más continuo; sino una memoria que viene de presto de que está ausente de Dios, o de alguna palabra que oye, que vaya a esto. Es tan poderosa esta memoria y de tanta fuerza algunas veces, que en un instante parece que desatina; como cuando se da una nueva de presto muy penosa que no sabía, o un gran sobresalto, que parece quita el discurso al pensamiento para consolarse, sino que se queda como absorta. Así es acá, salvo que la pena es por tal causa, que queda al alma un conocer que es bien empleado morir por ella.

14. Ello es que parece que todo lo que el alma entiende entonces es para más pena, y que no quiere el Señor que todo su ser le aproveche de otra cosa, ni acordarse es su voluntad que viva; sino parécele que está en una tan gran soledad y desamparo de todo, que no se puede escribir. Porque todo el mundo y sus cosas le dan pena y que ninguna cosa criada le hace compañía, ni quiere el alma sino al Criador, y esto velo imposible si no muere. Y como ella no se ha de matar, muere por morir, de tal manera que verdaderamente es peligro de muerte, y vese como colgada entre cielo y tierra, que no sabe qué se hacer de sí. Y de poco en poco, dale Dios una noticia de sí para que vea lo que pierde, de una manera tan extraña, que no se puede decir; porque ninguna hay en la tierra, a lo menos de cuantas yo he pasado, que le iguale. Baste que de media hora que dure, deja tan descoyuntado el cuerpo y tan abiertas las canillas que aun no quedan las manos para poder escribir, y con grandísimos dolores.

15. De esto ninguna cosa siente hasta que se pasa aquel ímpetu. Harto tiene que hacer en sentir lo interior, ni creo sentiría graves tormentos, y está con todos sus sentidos y puede hablar y aun mirar; andar no, que la derrueca el gran golpe del amor. Esto, aunque se muera por tenerlo, si no es cuando lo da Dios, no aprovecha. Deja grandísimos efectos y ganancia en el alma. Unos letrados dicen que es uno; otros, otro; nadie lo condena. El Maestro Avila me escribió era bueno (28), y así lo dicen todos. El alma bien entiende es gran merced del Señor. A ser muy a menudo, poco duraría la vida.

16. El ordinario ímpetu es que viene este deseo de servir a Dios con una gran ternura y lágrimas por salir de este destierro; mas como hay libertad para considerar el alma que es la voluntad del Señor que viva, con eso se consuela, y le ofrece el vivir, suplicándole no sea sino para su gloria. Con esto pasa.

17. Otra manera harto ordinaria de oración es una manera de herida, que parece al alma como si una saeta la metiesen por el corazón, o por ella misma. Así causa un dolor grande que hace quejar, y tan sabroso, que nunca querría le faltase. Este dolor no es en el sentido, ni tampoco es llaga material, sino en lo interior del alma, sin que parezca dolor corporal; sino que, como no se puede dar a entender sino por comparaciones, pónense estas groseras, que para lo que ello es lo son, mas no sé yo decirlo de otra suerte. Por eso, no son estas cosas para escribir ni decir, porque es imposible entenderlo sino quien lo ha experimentado. Digo adonde llega esta pena, porque las penas del espíritu son diferentísimas de las de acá. Por aquí saco yo cómo padecen más las almas en el infierno y purgatorio que acá se puede entender por estas penas corporales.

18. Otras veces parece que esta herida del amor sale de lo íntimo del alma. Los efectos son grandes, y cuando el Señor no lo da, no hay remedio aunque más se procure, ni tampoco dejarlo de tener cuando El es servido de darlo. Son como unos deseos de Dios, tan vivos y tan delgados, que no se pueden decir; y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios, dale un aborrecimiento grande con el cuerpo, y parécele como una gran pared que la estorba para que no goce su alma de lo que entiende entonces, a su parecer, que goza en sí, sin embarazo del cuerpo. Entonces ve el gran mal que nos vino por el pecado de Adán en quitar esta libertad.

19. Esta oración, antes de los arrobamientos y los ímpetus grandes que he dicho, se tuvo. Olvidéme de decir que casi siempre no se quitan aquellos ímpetus grandes si no es con un arrobamiento y regalo grande del Señor, adonde consuela el alma y la anima para vivir por El.

20. Todo esto que está dicho no puede ser antojo, por algunas causas que sería largo de decir. Si es bueno o no, el Señor lo sabe. Los efectos y cómo deja aprovechada el alma no se puede dejar de entender, a todo mi parecer.

21. Las Personas veo claro ser distintas, como lo veía ayer, cuando hablaba vuestra merced con el Provincial (29), salvo que no veo nada, ni oigo, como ya a vuestra merced he dicho; mas es con una certidumbre extraña, aunque no vean los ojos del alma, y en faltando aquella presencia, se ve que falta. El cómo, yo no lo sé, mas muy bien sé que no es imaginación; porque, aunque después me deshaga para tornarlo a representar, no puedo aunque lo he probado; y así es todo lo que aquí va, a lo que yo puedo entender. Que como ha tantos años, hase podido ver para decirlo con esta determinación.

22. Verdad es, y advierta vuestra merced esto, que la Persona que habla siempre, bien puedo afirmar la que me parece que es; las demás no podría así afirmarlo. La una bien sé que nunca ha sido. La causa jamás lo he entendido, ni yo me ocupo más en pedir de lo que Dios quiere; porque luego me parece me había de engañar el demonio, y tampoco lo pediré ahora, que habría temor de ello.

23. La principal paréceme que alguna vez; mas como ahora no me acuerdo bien, ni lo que era, no lo osaré afirmar. Todo está escrito adonde vuestra merced sabe (30), y esto muy más largamente que aquí va, aunque no sé si por estas palabras. Aunque se dan a entender estas Personas distintas por una manera extraña, entiende el alma ser un solo Dios. No me acuerdo haberme parecido que habla nuestro Señor, si no es la Humanidad, y ya digo, esto puedo afirmar que no es antojo.

24. Lo que dice vuestra merced del agua, yo no lo sé, ni tampoco he entendido adónde está el paraíso terrenal. Ya he dicho que lo que el Señor me da a entender, que yo no puedo excusar, entiéndolo porque no puedo más. Mas pedir yo a su Majestad que me dé a entender ninguna cosa, jamás lo he hecho, que luego me parecería que yo lo imaginaba y que me había de engañar el demonio; y jamás, gloria a Dios, fui curiosa en desear saber cosas, ni se me da nada de saber más. Harto trabajo me ha costado esto, que sin querer, como digo, he entendido, aunque pienso ha sido medio que tomó el Señor para mi salvación, como me vio tan ruin, que los buenos no han menester tanto para servir a su Majestad.

25. Otra oración me acuerdo, que es primero que la primera que dije, que es una presencia de Dios que no es visión de ninguna manera, sino que parece que, cada y cuando (al menos cuando no hay sequedades) que una persona se quiere encomendar a su Majestad, aunque sea rezar vocalmente, le halla.

Plega a El que no pierda yo tantas mercedes por mi culpa y que haya misericordia de mí.


NOTAS

24 En Sevilla, 1576, destinada probablemente al mismo P. Rodrigo Alvarez. - Revisamos el texto por RIBERA (IV, c. 3, pp. 336-345) que lo editó en parte.

25 Véase sin embargo en el n. 25 un grado anterior al recogimiento.

26 S. Francisco de Borja. Véase Vida 24, 3.

27 Vida 18, 2.

28 Cf. carta del 12 de septiembre de 1568 (B.M.C., t. 2, pp. 208-210).

29 Rodrigo Alvarez y Diego de Acosta, S. J.

30 Libro de la Vida. - La frase siguiente: "muy más largamente que aquí..."


6 (31)

1. ¡Oh, quién pudiera dar a entender bien a vuestra señoría la quietud y sosiego con que se halla mi alma!; porque de que ha de gozar de Dios tiene ya tanta certidumbre, que le parece goza el alma que ya le ha dado la posesión aunque no el gozo; como si uno hubiese dado una gran renta a otro con muy firmes escrituras para que la gozara de aquí a cierto tiempo y llevara los frutos; mas hasta entonces no goza sino de la posesión que ya le han dado de que gozará esta renta. Y con el agradecimiento que le queda, ni la querría gozar, porque le parece no ha merecido, sino servir, aunque sea padeciendo mucho, y aun algunas veces parece que de aquí al fin del mundo sería poco para servir a quien le dio esta posesión. Porque, a la verdad, ya en parte no está sujeta a las miserias del mundo como solía; porque aunque pasa más, no parece sino que es como en la ropa, que el alma está como en un castillo con señorío, y así no pierde la paz, aunque esta seguridad no quita un gran temor de no ofender a Dios y quitar todo lo que le puede impedir a no le servir, antes anda con más cuidado, mas anda tan olvidada de su propio provecho, que le parece ha perdido en parte el ser, según anda olvidada de sí. En esto todo va a la honra de Dios y cómo haga más su voluntad y sea glorificado.

2. Conque esto es así, de lo que toca a su salud y cuerpo me parece se trae más cuidado y menos mortificación en comer, y en hacer penitencia no los deseos que tenía, mas al parecer todo va a fin de poder más servir a Dios en otras cosas, que muchas veces le ofrece como un gran sacrificio el cuidado del cuerpo, y cansa harto, y algunas se prueba en algo; mas a todo su parecer no lo puede hacer sin daño de su salud, y pónesele delante lo que los prelados la mandan. En esto y el deseo que tiene de su salud, también debe entremeterse harto amor propio. Mas a mi parecer, entiendo me daría mucho más gusto, y me le daba, cuando podía hacer mucha penitencia, porque siquiera parecía hacia algo y daba buen ejemplo y andaba sin este trabajo que da el no servir a Dios en nada. Vuestra señoría mire lo que en esto será mejor hacer.

3. Lo de las visiones imaginarias ha cesado; mas parece que siempre se anda esta visión intelectual de estas tres Personas y de la Humanidad, que es, a mi parecer, cosa muy más subida. Y ahora entiendo, a mi parecer, que eran de Dios las que he tenido, porque disponían el alma para el estado en que ahora está, sino como tan miserable y de poca fortaleza íbala Dios llevando como veía era menester; mas, a mi parecer, son de preciar cuando son de Dios, mucho.

4. Las hablas interiores no se han quitado, que cuando es menester, me da nuestro Señor algunos avisos, y aun ahora en Palencia se hubiera hecho un buen borrón, aunque no de pecado, si no fuera por esto (32).

5. Los actos y deseos no parece llevan la fuerza que solían, que aunque son grandes, es tan mayor la que tiene el que se haga la voluntad de Dios y lo que sea más su gloria, que como el alma tiene bien entendido que Su Majestad sabe lo que para esto conviene y está tan apartada de interés propio, acábanse presto estos deseos y actos, y a mi parecer no llevan fuerza. De aquí procede el miedo que traigo algunas veces, aunque no con inquietud y pena como solía, de que está el alma embobada, y yo sin hacer nada, porque penitencia no puedo. Actos de padecer y martirio y de ver a Dios, no llevan fuerza, y lo más ordinario no puedo. Parece vivo sólo para comer y dormir y no tener pena de nada, y aun esto no me la da, sino que algunas veces, como digo, temo no sea engaño; mas no lo puedo creer, porque a todo mi parecer no reina en mí con fuerza asimiento de ninguna criatura ni de toda la gloria del cielo, sino amar a este Dios, que esto no se menoscaba, antes, a mi parecer, crece y el desear que todos le sirvan.

6. Mas con esto me espanta una cosa, que aquellos sentimientos tan excesivos e interiores que me solían atormentar de ver perder las almas y de pensar si hacía alguna ofensa a Dios, tampoco lo puedo sentir ahora así, aunque, a mi parecer, no es menor el deseo de que no sea ofendido.

7. Ha de advertir vuestra señoría que en todo esto ni en lo que ahora tenga, ni en lo pasado, puedo poder más ni es en mi mano; servir más sí podría si no fuese ruin; mas digo que si ahora con gran cuidado procurase desear morirme, no podría, ni hacer los actos como solía, ni tener las penas por las ofensas de Dios, ni tampoco los temores tan grandes que traje tantos años, que me parecía si andaba engañada, y así ya no he menester andar con letrados ni decir a nadie nada, sólo satisfacerme si voy bien ahora y puedo hacer algo. Y esto he tratado con algunos que había tratado lo demás, que es fray Domingo y el Maestro Medina y unos de la Compañía. Con lo que vuestra señoría ahora me dijere acabaré, por el gran crédito que tengo de él. Mírelo mucho por amor de Dios.

Tampoco se me ha quitado entender están en el cielo algunas almas que se mueren, de las que me tocan; otras, no (33).

8. La soledad que hace pensar no se puede dar aquel sentido a "el que mama los pechos de mi madre" (34). La ida de Egipto...

9. La paz interior y la poca fuerza que tienen contentos ni descontentos por quitarla de manera que dure... Esta presencia tan sin poderse dudar de las tres Personas, que parece claro se experimenta lo que dice San Juan, "que haría morada con el alma" (35), esto no sólo por gracia, sino porque quiere dar a sentir esta presencia, y trae tantos bienes, que no se pueden decir, en especial que no es menester andar a buscar consideraciones para conocer que está allí Dios.

Esto es casi ordinario, si no es cuando la mucha enfermedad aprieta; que algunas veces parece quiere Dios se padezca sin consuelo interior, mas nunca, ni por primer movimiento, tuerce la voluntad de que se haga en ella la de Dios.

Tiene tanta fuerza este rendimiento a ella, que la muerte ni la vida se quiere, si no es por poco tiempo cuando desea ver a Dios; mas luego se le representa con tanta fuerza estar presentes estas tres Personas, que con esto se ha remediado la pena de esta ausencia y queda el deseo de vivir, si El quiere, para servirle más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar en la gloria.

Teresa de Jesús


NOTAS

31 Palencia 1581. Dirigida al Obispo de Osma, Dr. Velázquez, el cual escribió sobre la 1ª línea del autógrafo: "Parte de una relación que la Madre me envió consultando su espíritu y manera de proceder". - El autógrafo se conserva en las Carmelitas Descalzas de Santa Ana de Madrid (Aranaz).

32 Véanse las Fund. c. 29, n. 18 y s.

33 Toda esta cláusula fue añadida al margen por la Santa.

34 Palabras del Cant. 8, 1, con que alude veladamente a alguna gracia o tema conocido al destinatario pero enigmático para nosotros. Sigue apuntando otros temas sin desarrollarlos.

35 Jn 14, 23.


7 (36)


A diecisiete días de noviembre, octava de San Martín, año de 1569, vi para lo que yo sé haber pasado 12 años. Para 33, que es lo que vivió el Señor, faltan 21.

Es en Toledo, en el monasterio del glorioso San José del Carmen.

Yo por ti y tú por mí.

Vida 33 (37).

Doce por mí y no por mi voluntad se han vivido.


NOTAS

36 Toledo, 18 de nov. 1569. Contiene la "cifra de la muerte" de la Santa. Pero es para nosotros indescifrable (cf. B.M.C., II, p. 43, nota). Se conserva autógrafa en las Carmelitas de Medina del Campo. - La trascribimos reproduciendo el fraseo del texto cifrado. - Cf. Rel. 35.

37 Lectura dudosa. En el autógrafo el término vida no pertenece a la proposición anterior y está seguido de una cifra que parece ser 33. - El P. Ribera informa: "En una carta suya hallé estas palabras: Es hoy día de San Martín, de quien soy devota, porque en esta octava he recibido algunas veces hartas mercedes del Señor; no sé qué lo hace (IV, 13, p. 427). Una de estas mercedes puede verse en la Rel. 35.


8 (38)

Estando en el monasterio de Toledo y aconsejándome algunos que no diese el enterramiento de él a quien no fuese caballero, díjome el Señor: "Mucho te desatinará, hija, si miras las leyes del mundo. Pon los ojos en mí, pobre y despreciado de él. ¿Por ventura serán los grandes del mundo, grandes delante de mí? ¿O habéis vosotras de ser estimadas por linajes o por virtudes?".

(Esto era sobre que me aconsejaban que no diese el enterramiento de Toledo, de que no era caballero) (39).


NOTAS

38 Toledo 1569-1570. - La mitad del texto (solas las palabras del Señor) se conservan autógrafas en las Carmelitas descalzas de Lucena. El período que precede lo publicó fray Luis (p. 559). El final, Ribera (II, 14, p. 194). - Alude a lo referido en las Fundaciones, c. 15.

39 El período entre paréntesis era el sobrescrito, hoy perdido (cf. Ribera II, 14, p. 194).


9 (40)

Acabando de comulgar, segundo día de cuaresma en San José de Malagón, se me representó nuestro Señor Jesucristo en visión imaginaria como suele, y estando yo mirándole, vi que en la cabeza, en lugar de corona de espinas, en toda ella -que debía ser adonde hicieron llaga- tenía una corona de gran resplandor.

Como yo soy devota de este paso, consoléme mucho y comencé a pensar qué gran tormento debía ser, pues había hecho tantas heridas, y a darme pena. Díjome el Señor que no le hubiese lástima por aquellas heridas, sino por las muchas que ahora le daban. Y yo le dije que qué podía hacer para remedio de esto, que determinada estaba a todo. Díjome que no era ahora tiempo de descansar, sino que me diese prisa a hacer estas casas, que con las almas de ellas tenía él descanso; que tomase cuantas me diesen, porque había muchas que por no tener adónde no le servían, y que las que hiciese en lugares pequeños fuesen como ésta, que tanto podían merecer con deseo de hacer lo que en las otras, y que procurase anduviesen todas debajo de un gobierno de prelado, y que pusiese mucho que por cosa de mantenimiento corporal no se perdiese la paz interior, que El nos ayudaría para que nunca faltase; en especial tuviesen cuenta con las enfermas, que la prelada que no proveyese y regalase a las enfermas era como los amigos de Job, que El daba el azote para bien de sus almas, y ellas ponían en aventura la paciencia; que escribiese la fundación de estas casas (41). Yo pensaba cómo en la de Medina nunca había entendido nada para escribir su fundación. Díjome que qué más quería de ver que su fundación había sido milagrosa. Quiso decir que haciéndolo sólo El, pareciendo ir sin ningún camino, y determinarme yo a ponerlo por obra (42).


NOTAS

40 Fecha probable: 9 de febrero de 1570, en Malagón. - Texto del ms. de Avila (f. 1v), corregido por Ribera (II, 11, p. 180), que tuvo en su poder el autógrafo. Cf. fray Luis p. 552.

41 Mandato de escribir el Libro de las Fundaciones.

42 Fray Luis de León ofrece un texto más correcto: "...yo me determine a ponerlo por obra" (p. 554).


10

Estando yo pensando cómo en un aviso que me había dado el Señor que diese, no entendía yo nada, aunque se lo suplicaba y pensaba debía ser demonio, díjome que no era, que El me avisaría cuando fuese tiempo (43).


NOTAS

43 Fecha incierta. Quizá aluda al hecho referido en Vida 34, 10, acerca de García de Toledo. - Texto del códice de Avila, f. 2v.


11

Estando pensando una vez con cuánta más limpieza se vive estando apartada de negocios, y cómo cuando yo ando en ellos debo andar mal y con muchas faltas, entendí: "No puede ser menos, hija; procura en todo recta intención y desasimiento, y mirarme a mí, que vaya lo que hicieres conforme a lo que yo hice" (44).


NOTAS

44 Fecha incierta (1570 ?). - Texto de Ribera (II, 18, p. 216). Cf. fray Luis, p. 549.


12

Estando pensando qué seria la causa de no tener ahora casi nunca arrobamientos en público, entendí: "No conviene ahora; bastante crédito tienes para lo que Yo pretendo; vamos mirando la flaqueza de los maliciosos" (45).


NOTAS

45 Fecha incierta (1570 ?). - Texto del códice de Avila, f. 2v. Cf fray Luis, p. 549.


13

Estando un día muy penada por el remedio de la Orden, me dijo el Señor: "Haz lo que es en ti y déjame tú a Mí y no te inquietes por nada; goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande; mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama" (46).


NOTAS

46 Fecha probable (1579-1571). - Textos de los ms. de Avila (f. 6r) y Toledo (f. 143v). Este último une las mercedes 13 y 14, datándolas en febrero de 1571.


14

Un día me dijo el Señor: (47) "Siempre deseas los trabajos, y por otra parte los rehusas: Yo dispongo las cosas conforme a lo que sé de tu voluntad y no conforme a tu sensualidad y flaqueza. Esfuérzate, pues ves lo que te ayudo. He querido que ganes tú esta corona. En tus días, verás muy adelantada la Orden de la Virgen".

Esto entendí del Señor mediado febrero, año de 1571.


NOTAS

47 Este encabezamiento falta en los códices (Avila f. 6v y Toledo 143v). Lo tomamos de fray Luis (p. 559). - Fecha: febrero de 1571, en Salamanca o en Alba.


15 (48)

1. Todo ayer me hallé con gran soledad, que, si no fue cuando comulgué, no hizo en mí ninguna operación ser día de la Resurrección. Anoche estando con todas dijeron un cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios (49). Como estaba ya con pena, fue tanta la operación que me hizo, que se me comenzaron a entumecer las manos, y no bastó resistencia, sino que como salgo de mí por los arrobamientos de contento, de la misma manera se suspende el alma con la grandísima pena, que queda enajenada, y hasta hoy no lo he entendido; antes, de unos días acá, me parecía no tener tan grandes ímpetus como solía, y ahora me parece que es la causa esto que he dicho, no sé yo si puede ser, que antes no llegaba la pena a salir de mí, y como es tan intolerable, y yo me estaba en mis sentidos, hacíame dar gritos grandes sin poderlo excusar; ahora, como ha crecido, ha llegado a términos de este traspasamiento y entendiendo más el que nuestra Señora tuvo, que hasta hoy -como digo- no he entendido qué es traspasamiento. Quedó tan quebrantado el cuerpo, que aun esto escribo hoy con harta pena, que quedan como descoyuntadas las manos y con dolor.

2. Diráme vuestra merced de que me vea, si puede ser este enajenamiento de pena, y si lo siento como es o me engaño.

3. Hasta esta mañana estaba con esta pena, que estando en oración tuve un gran arrobamiento y parecíame que nuestro Señor me había llevado el espíritu junto a su Padre y díjole: "Esta que me diste te doy", y parecíame que me llegaba a sí. Esto no es cosa imaginaria, sino con una certeza grande y una delicadeza tan espiritual, que todo no se sabe decir. Díjome algunas palabras, que no se me acuerdan; de hacerme merced eran algunas. Duró algún espacio tenerme cabe sí.

4. Como vuestra merced se fue ayer tan presto y yo veo las muchas ocupaciones que tiene para poderme yo consolar con él aun lo necesario, porque veo son más necesarias las ocupaciones de vuestra merced, quedé un rato con pena y tristeza. Como yo tenía la soledad que he dicho, ayudaba; y como criatura de la tierra no me parece me tiene asida, diome algún escrúpulo, temiendo no comenzase a perder esta libertad. Esto era anoche. Y respondióme hoy nuestro Señor a ello, y díjome que no me maravillase, que así como los mortales desean compañía para comunicar sus contentos sensuales, así el alma la desea -cuando haya quien la entienda- comunicar sus gozos y penas y se entristece no tener con quién. Díjome: "El va ahora bien y me agradan sus obras".

5. Como estuvo algún espacio conmigo, acordóseme que había yo dicho a vuestra merced que pasaban de presto estas visiones. Díjome que había diferencia de esto a las imaginarias y que no podía en las mercedes que nos hacía haber regla cierta, porque unas veces convenía de una manera y otras de otra.

6. Un día, después de comulgar, me parece clarísimamente se sentó cabe mí nuestro Señor y comenzóme a consolar con grandes regalos, y díjome entre otras cosas: "Vesme aquí, hija, que yo soy; muestra tus manos", y parecíame que me las tomaba y llegaba a su costado, y dijo: "Mira mis llagas. No estás sin mí. Pasa la brevedad de la vida".

En algunas cosas que me dijo, entendí que después que subió a los cielos, nunca bajó a la tierra, si no es en el Santísimo Sacramento, a comunicarse con nadie.

Díjome que en resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad, que la pena la tenía tan absorta y traspasada, que aún no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo (por aquí entendí esotro mi traspasamiento, bien diferente; mas ¡cuál debía ser el de la Virgen!); y que había estado mucho con ella; porque había sido menester hasta consolarla.


NOTAS

48 El autógrafo, casi entero pero dividido en fragmentos, se conserva actualmente en las Carmelitas Descalzas de Locarno. Destinatario probable de la Relación fue el P. Martín Gutiérrez: Salamanca, 15-16 de abril de 1571. El último fragmento (núm. 6) quizás no forme parte de la presente Relación (cf. fray Luis, p. 551).

49 La cantora del "cantarcillo" fue Isabel de Jesús, entonces novicia. Véase su testimonio en los procesos de la Santa (B.M.C., 2, p. 48) y Ribera IV, c. 10, p. 399); cf. Moradas VI, 11, 8 y Conc. 7, 2. La letrilla comenzaba: "Véante mis ojos, dulce Jesús bueno...


16 (50)

1. El martes después de la Ascensión, habiendo estado un rato en oración después de comulgar con pena, porque me divertía de manera que no podía estar en una cosa, quejábame al Señor de nuestro miserable natural. Comenzó a inflamarse mi alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente a toda la Santísima Trinidad en visión intelectual, adonde entendió mi alma por cierta manera de representación, como figura de la verdad, para que lo pudiese entender mi torpeza, cómo es Dios trino y uno; y así me parecía hablarme todas tres Personas, y que se representaban dentro en mi alma distintamente, diciéndome que desde este día vería mejoría en mí en tres cosas, que cada una de estas Personas me hacían merced: la una en la caridad y en padecer con contento, en sentir esta caridad con encendimiento en el alma. Entendí aquellas palabras que dice el Señor: que estarán con el alma que está en gracia las tres divinas Personas (51), porque las veía dentro de mí por la manera dicha.

2. Estando yo después agradeciendo al Señor tan gran merced, hallándome indigna de ella, decía a Su Majestad con harto sentimiento, que, pues me había de hacer semejantes mercedes, que por qué me había dejado de su mano para que fuese tan ruin, porque el día antes había tenido gran pena por mis pecados, teniéndolos presentes. Veía claramente lo mucho que el Señor había puesto de su parte, desde que era muy niña, para allegarme a sí con medios harto eficaces y cómo todos no me aprovecharon. Por donde claro se me representó el excesivo amor que Dios nos tiene en perdonar todo esto, cuando nos queremos tornar a El, y más conmigo que con nadie, por muchas causas.

Parece quedaron en mi alma tan imprimidas aquellas tres Personas que vi, siendo un solo Dios, que a durar así imposible sería dejar de estar recogida con tan divina compañía.

Otras algunas cosas y palabras que aquí se pasaron, no hay para qué escribir.


NOTAS

50 El 29 de mayo de 1571, en Avila. Fecha de la gracia. El relato será de data poco posterior. - Textos de los ms. de Avila (f. 3r) y Toledo (f. 141v). Cf. fray Luis, p. 554. Cf. Moradas VII, 1, 6.

51 Jn 14, 23. - El enclave de esta gracia en el matrimonio místico, véase en Moradas VII, 1, 6.


17

Una vez poco antes de esto (52), yendo a comulgar, estando la Forma en el relicario -que aún no se me había dado-, vi una manera de paloma que meneaba las alas con ruido. Turbóme tanto y suspendióme, que con harta fuerza tomé la forma. Esto era todo en San José de Avila. Dábame el Santísimo Sacramento el Padre Francisco de Salcedo.

Otro día, oyendo su misa, vi al Señor glorificado en la Hostia. Díjome que le era aceptable su sacrificio.


NOTAS

52 Avila, mayo de 1571, fecha de la merced. El escrito data probablemente de pocos días después. Cf. fray Luis de León (p. 555) que une esta relación con la 22. - Sobre Salcedo, cf. Vida 23, 6. - Texto del códice de Avila (f. 4r).


18 (53)

Esta presencia de las tres Personas que dije al principio (54), he traído hasta hoy -que es día de la Conmemoración de San Pablo- presentes en mi alma muy ordinario, y como yo estaba mostrada a traer sólo a Jesucristo siempre, parece me hacía algún impedimento ver tres Personas, aunque entiendo es un solo Dios, y díjome hoy el Señor, pensando yo en esto: que erraba en imaginar las cosas del alma con la representación que las del cuerpo; que entendiese que eran muy diferentes, y que era capaz el alma para gozar mucho. Parecióme se me representó como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas.

También entendí: "No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí". Parecíame que de dentro de mi alma -que estaban y vía yo estas tres Personas- se comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo.


NOTAS

53 Fecha: 30 de junio de 1571, en Avila. - Texto del ms. de Avila, f. 4r.

54 Alusión a la Rel. 16.


19 (55)

Estando, pocos días después de esto que digo (56), pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y que estaría yo mejor empleándome siempre en oración, entendí: "Mientras se vive, no está la ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad".

Parecíame a mí que, pues San Pablo dice del encerramiento de las mujeres (57) -que me han dicho poco ha y aun antes lo había oído-, que ésta sería la voluntad de Dios. Díjome: "Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos".


NOTAS

55 Fecha de la merced: hacia julio de 1571, en Avila. - Texto del ms. de Avila, f. 4v. Cf. Ribera II, 18, p. 217 y fray Luis, p. 556.

56 En el ms. de Avila preceden inmediatamente las Mercedes 16, 17, 22 y 18.

57 Tit 2, 5; 1 Cor 14, 34.


20 (58)

Estando yo un día después de la octava de la Visitación encomendando a Dios a un hermano mío en una ermita del Monte Carmelo, dije al Señor, no sé si en mi pensamiento: "¿Por qué está este mi hermano adonde tiene peligro su salvación? Si yo viera, Señor, un hermano vuestro en este peligro, ¿qué hiciera por remediarle? " Parecíame a mí que no me quedara cosa que pudiera, por hacer.

Díjome el Señor: "¡Oh, hija, hija!; hermanas son mías éstas de la Encarnación (59), ¿y te detienes? Pues ten ánimo; mira lo quiero Yo, y no es tan dificultoso como te parece, y por donde pensáis perderán estotras casas, ganará lo uno y lo otro; no resistas, que es grande mi poder".


NOTAS

58 Avila, 10 de julio de 1571. - El hermano a que alude es Agustín de Ahumada, residente en Chile (cf. fray Luis, p. 556). - Texto del ms. de Avila, f. 5r.

59 Había sido nombrada priora de la Encarnación de Avila por el P. Pedro Fernández.