CELEBRAR LA UNCIÓN EN EL TIEMPO OPORTUNO
«LA catequesis será poco eficaz o inútil, si la práctica sacramental de
la Unción viene a desmentirla, dejando su celebración para última
hora» (RU 66). Hay que procurar, pues, que la celebración de la
Unción se celebre «llegado el tiempo oportuno, con plena fe y
devoción de espíritu» (RU 13). Es preciso, pues, concretar cuándo
es el tiempo oportuno de recibir la Unción. Para lo cual, hay que
tener presentes y conjugar entre sí los siguientes principios
teológicos, jurídicos y pastorales.
PRINCIPIOS TEOLÓGICOS
1º. La Unción es un sacramento de enfermos y no de moribundos, y
menos aún de muertos.
«En la carta de Santiago se declara que la Unción debe darse a los
enfermos para aliviarles y salvarles. Por tanto, debe ser conferida
con todo cuidado y diligencia a los fieles que, por enfermedad o
edad avanzada, vean en grave peligro su vida» (RU 13).
La perspectiva de la muerte es insuficiente para determinar la
gravedad de la enfermedad. Ésta viene dada por la profundidad de
los cambios que ocasiona la enfermedad o la ancianidad:
perturbación de su universo personal habitual, de su manera de
vivir con los otros y de su relación con Dios. El criterio médico es
insuficiente para hablar de la gravedad. Es muy importante tener en
cuenta también la forma de vivir la prueba de la enfermedad.
Según esto, el tiempo oportuno para celebrar la Unción tiene lugar
cuando un enfermo o anciano ve afectada y contrariada su vida por
su situación de infirmitud, y necesita reunir sus fuerzas para luchar
por el restablecimiento de la salud, para afrontar con realismo su
enfermedad o vejez y asumirlas con paz con todas las
consecuencias.
2º. La Unción es un sacramento de la fe, que la suscita, expresa y
robustece.
Por tanto, lo normal será celebrarla cuando el enfermo tiene
conciencia de la gravedad de su enfermedad, de las limitaciones
que comporta y de la necesidad de la fuerza del Señor para poder
vivir su fe en una situación tan delicada y difícil.
3º. La Unción no es el sacramento sustitutivo de la Confesión ni del
Viático.
4º. Dios salva más allá de los sacramentos, y su bondad llega donde
nosotros no podemos.
PRINCIPIOS JURÍDICOS
El Derecho Canónico, desde su mentalidad de salvaguardar el
derecho del bautizado a los sacramentos, establece en los cc 1004,
1005 y 1006 a quiénes se ha de «administrar» la Unción de los
enfermos:
1º. Se puede administrar al fiel que, habiendo llegado al uso de
razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.
2º. En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón,
sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, adminístresele este
sacramento.
3º. Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando
estaban en posesión de sus facultades, lo hubieran pedido, al
menos de manera implícita.
PRINCIPIOS PASTORALES
La Pastoral ha de aplicar estos principios a la realidad concreta de
las personas y de su entorno. Ha de hacerlo poniendo en práctica
los siguientes principios:
1º. Salvaguardar el derecho del bautizado a los sacramentos, pero
también que éstos son signos de la fe y que hay que respetarlos.
2º. Tener en cuenta los momentos tan delicados humanamente en
que se solicita el sacramento. El pastor ha de extremar su
sensibilidad y prudencia para no herir o escandalizar al enfermo y a
sus familiares con su comportamiento.
3º. Respetar profundamente al enfermo.
¿ES TIEMPO OPORTUNO PARA CELEBRAR LA UNCIÓN EL
ESTADO DE COMA?
El estado de coma no es, en principio, el tiempo oportuno para la
Unción, aunque los comatosos son también sujetos de la Unción,
siempre que se pueda presumir razonablemente que la habrían
solicitado, si tuvieran expedito el uso de sus facultades (RU 70).
Salvo en caso de accidente, el sacerdote ha de iniciar el diálogo
pastoral antes que el enfermo pierda la conciencia y la capacidad
de expresarse, de acoger libremente el gesto sacramental y de
vivirlo. Ha de procurar ofrecer la Unción a tiempo y con naturalidad,
como se invita a la oración o a otros sacramentos, y sin presiones,
respetando la evolución espiritual del enfermo.
Jamás se ha de aprovechar el estado de inconsciencia para imponer
el sacramento, si el enfermo se ha mostrado contrario a cualquier
sacramento o ha rehusado recibir la Unción cuando estaba
consciente. Sería una falta de respeto a su conciencia y al Señor,
que ofrece los sacramentos, pero no los impone.
A veces la familia rechaza al sacerdote hasta los últimos momentos y
entonces quiere que rápidamente le «haga todo lo que hay que
hacerle». La prudencia y la sensibilidad del pastor guiarán su
proceder en estas situaciones tan delicadas.
En «urgencias de un hospital» se presentan, a veces, enfermos en
coma. ¿Qué hacer? Cuando no puede recogerse información sobre
sus disposiciones de fe, no ha de dárseles la Unción: podría
tratarse de personas contrarias a la fe o no bautizadas. En el actual
contexto de una sociedad secularizada, no puede presumirse la
petición implícita de los sacramentos. Si quienes conocen al
enfermo pueden atestiguar su fe cristiana, podría dársele, pero
valorando las circunstancias del enfermo. Quien ha sufrido un
accidente o es víctima de un mal imprevisto, puede percibir lo que
sucede a su alrededor. ¿Cuál será su impresión al advertir que el
sacerdote se dispone a darle los sacramentos? ¿No le agradaría
más una oración de confianza y de súplica?
¿ES TIEMPO OPORTUNO PARA CELEBRAR LA UNCIÓN CUANDO
HA MUERTO El ENFERMO O SE DUDA DE ELLO?
Los muertos no son nunca sujetos de la Unción. Por eso, como dicen
las Orientaciones del Ritual, «si el sacerdote es llamado junto a un
enfermo que ya ha muerto, rece por él y pida a Dios que lo
absuelva de sus pecados y le admita misericordiosamente en su
Reino; pero no le administre la Unción» (RU 15,70).
«En caso de duda de muerte, es potestativo, pero no obligatorio,
ungirles bajo condición» (RU 70,15), en el supuesto, naturalmente,
de que se trate de una persona favorable a los sacramentos. El
problema de la duda de muerte no es un problema técnico, sino
pastoral. Dar la Unción al que ha expirado, aunque se dude de su
muerte, puede ser contraproducente pastoralmente: ¿no se
favorece así y se provoca en los que lo ven una concepción
errónea del sacramento como un rito mágico que salva
prescindiendo de toda disposición del interesado?
4ª. PROMOVER LA CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA UNCIÓN
La celebración comunitaria de la Unción, bien preparada y
dignamente celebrada, puede ayudar en gran manera a
comprender y vivir el sentido positivo, esperanzador y gozoso de
este sacramento, a situar su recepción en su debido momento y a
subrayar el papel que corresponde a todos y cada uno de los
miembros de la comunidad cristiana en la pastoral de la enfermedad
(RU 76). Ofrece la posibilidad de que los enfermos perciban que no
son los únicos en sufrir, que han de abrirse a los que como ellos
están enfermos. Puede despertar la solidaridad entre sanos y
enfermos. Puede favorecer la superación de prejuicios y temores
con respecto a la Unción, cambiando su imagen.
Hay que evitar, sin embargo, utilizar la celebración comunitaria de la
Unción como si fuera una especie de fiesta para las personas
ancianas o una especie de homenaje a la tercera edad, pues
desnaturaliza el sacramento. Ha de quedar claro que no todos los
ancianos son sujetos de la Unción; sólo aquellos cuyas fuerzas se
debilitan seriamente y trastornan profundamente su vida, sus
relaciones con los otros y con Dios.
Cada día son más frecuentes en las parroquias y residencias de la
tercera edad las celebraciones comunitarias de la Unción con
grupos de personas mayores, como una salida para un sacramento
abandonado. Existe el riesgo de trivializar la Unción y convertirla en
el «Sacramento de la tercera edad», de los viejos y de los que ya
están cercanos a la muerte por su edad.
Igualmente hay que evitar que la celebración comunitaria se
convierta en una forma de «trivializar la enfermedad», intentando
quitarle su dureza y su peso. El sacramento no viene a decir que la
enfermedad es algo intrascendente y sin importancia, sino todo lo
contrario: precisamente porque es una situación crítica y muy dura
en la vida, necesitamos la ayuda del Señor para no ser aplastados
y poder vivir en fidelidad esos momentos. No se puede renovar el
sacramento de la Unción a costa de trivializar la enfermedad.
Hay que evitar, finalmente, que la celebración comunitaria se
convierta en una excusa para desatender a los enfermos,
quedándonos tranquilos, pensando que ya «están preparados».
Más adelante hablaré de la contradicción que encierra este
comportamiento.
RUDESINDO
DELGADO
LA UNCIÓN DE ENFERMOS
EN LA COMUNIDAD CRISTIANA, HOY
Cátedra de Teología Contemporánea
Colegio Mayor CHAMINADE. Madrid 1988