Quinto Dolor y Gozo |
Por este dolor y gozo alcánzanos la gracia de que, huyendo de las ocasiones de pecado, venzamos al enemigo infernal, y no vivamos ya más que para servir a Jesús y a María. (Padrenuestro, Avemaría y Gloria) |
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Obedeciendo a Dios el hombre no se equivoca nunca. Sólo se equivoca cuando el príncipe de la mentira distorsiona la realidad y hace que se vean con aparente claridad cosas que no son verdad. Bendita obediencia que descomplica el alma y hace que el hombre tenga una especial confianza con Dios. El sacrificio que comporta cumplir la divina voluntad traerá enseguida el gozo.
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Cuando se ama la voluntad de Dios se es muy feliz. La imaginación -movida por la vanidad- puede sugerir que en otro lugar o con otras personas seríamos más felices. No hay que esperar al día de mañana o a que cambien las circunstancias para servir a Dios. Ahora es cuando hemos de realizar sus designios. Entonces se cumplirán sus palabras y escribiremos una historia humana que será a la vez historia santa, en medio de la vida corriente. Quien descubre esto, se llena de gozo y seguridad.
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Reflexión: -¿Comprendo que Dios me ha hecho el gran regalo de la libertad para poder amarle, y que le amo precisamente cuando le obedezco? -¿Me doy cuenta de la delicadeza de Dios con los hombres que no nos obliga, sino que nos propone sus planes? -¿Procuro llevar a la oración las cosas que Dios me sugiere, sabiendo que, a veces, la cuestión no está en entender sino en amar? -¿Sé que los santos han entendido más porque han procurado cumplir la voluntad de Dios, es decir, porque han amado más? -¿Me doy cuenta de que mi vida -mi trabajo, mi descanso, mis amores- es tan importante que Dios cuenta con ella? -¿Está sirviendo mi vida a los planes de Dios o prefiero realizar el plan que yo me he forjado para mí?
Propósito: Rezar estos días despacio el Padrenuestro con el deseo de cumplir su voluntad.
Oración: Oh bienaventurado José que acomodaste tu vida a los planes divinos, ayúdanos a obedecer a Dios en nuestra vida ordinaria y a descubrir la trascendencia divina que tiene todo lo que hacemos, para el bien nuestro y el de los demás. Así sea.
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