EL SERMÓN DEL MONTE 2


Juan Mateos sj


Contenido:

Presentación
1 - La opción personal por la justicia
2 - Para entender las Bienaventuranzas
3 - Los que eligen ser pobres
4 - Dichosos los que sufren

5 - Los sometidos
6 - Los que tienen hambre y sed de justicia
7 - Los que prestan ayuda
8 - Los que trabajan por la paz
9 - Los que viven perseguidos
10 - La sal de la tierra
11 - El cumplimiento de la Ley
12 - La verdadera piedad

13 - El Padre Nuestro (1» parte)
14 - El Padre Nuestro (2» parte)
15 - No sean como los hipócritas
16 - La mota en el ojo ajeno
17 - La confianza en la oración
18 - Los peligros de la comunidad
19 - Conclusión: Coloquio sobre el Sermón del Monte

 



5. LOS SOMETIDOS

"Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra"
Esta no está tomada de Isaías, sino del salmo 37. Es la que se 
suele traducir por "los mansos", que suena un poco raro. En realidad 
hay que estudiar el salmo 37 para ver qué significa. La palabra del 
salmo 37 en hebreo es la misma de los "pobres", pero el griego le ha 
dado el sentido que se deduce del contexto, y que es los que carecen 
de independencia y libertad, los que están sometidos a otros. El salmo 
trata de eso.
Existía en Israel una legislación digamos utópica, pues parece que 
casi nunca se llevó a la práctica, aunque está en los libros del A.T. , en 
la cual se repartía la tierra de manera que cada familia tuviera su 
pequeño patrimonio , lo suficiente para vivir, y con eso se aseguraba la 
libertad, la autonomía y la dignidad de todos los componentes del 
pueblo. Cada uno era autosuficiente, era independiente y, por lo tanto 
libre. Esto parece que nunca llegó a existir pero, de hecho, en la época 
en que podemos ya controlar más la Historia, la época de la 
Monarquía, está clarísimo que se había acabado. Primero, los reyes y 
los grandes de la corte empezaron a acumular propiedad y así se 
continuó de forma que, ya en tiempos de los profetas, Isaías dice: 
"Maldito el que añade campo a campo; maldito el que añade casa a 
casa y no deja espacio para nadie en el país" (Is. 5,8). Y esto en el 
siglo VIII antes de Cristo. En tiempos del Evangelio era lo mismo, 
naturalmente. La injusticia era enorme. Precisamente el salmo 37 trata 
de calmar a los que protestan porque los han despojado de su terreno. 
Al que tenía una pequeña fuente de subsistencia, que era su 
pequeña propiedad, se la habían quitado los más grandes, los más 
listos, los más ricos, y lo habían dejado sin nada. Y, entonces, 
estaban sometidos, eran siervos de los terratenientes. No tenían ni 
independencia ni libertad. Y el salmista lo que pretende es consolar a 
esta gente diciendo que ya Dios lo arreglará. 
Pero Dios no lo arregla. En tiempos de Jesús la cosa seguía igual. Y 
Jesús dice que se arregla así.
La frase del salmo dice: "Ellos poseerán tierra". Sin artículo, es 
decir, un terreno. El evangelista pone: "ellos poseerán la tierra". El 
salmo habla de cada familia; el evangelista habla de los sometidos, en 
general. Ya no es poseer un pedazo de tierra, como pensaba el A. T., 
sino que la tierra pasa a ser un símbolo. La tierra entera, que es como 
la tierra prometida. No es que se trate de que entre todos poseamos la 
tierra, como propiedad para cultivarla, sino que poseer la tierra todos 
en común es el símbolo de la libertad, de la autonomía e 
independencia de todos los hombres. O sea, los que estaban 
sometidos van a encontrar su libertad y su independencia. Una manera 
de acabar con la injusticia. Los que están oprimidos, los que sufren la 
opresión, los que están sometidos. Y todo es efecto progresivo de la 
Historia del Mensaje del Evangelio. O debe serlo porque, hasta ahora, 
tampoco se ha visto nunca. Tenemos que confesarlo. Porque es que 
también difícilmente se han visto estas comunidades cristianas al estilo 
de la primera bienaventuranza. La Iglesia no ha cultivado esto. Dentro 
de la Iglesia se han dado grupos pero, por circunstancias políticas, 
han sido perseguidos, naturalmente, y no han tenido un efecto así. Lo 
que se ha realizado no ha sido directamente gracias al mensaje del 
Evangelio, sino que se ha efectuado. Evidentemente, la situación del 
obrero hoy no es la que era en tiempos de Jesús, sino infinitamente 
mejor, por lo menos en los países del norte. Hay más independencia, 
más libertad, más autonomía, más seguridad económica.
Y esto se ha hecho, no por el Evangelio, sino por los trozos del 
Evangelio elegidos por ciertos motivos ideológicos y puestos en 
práctica, aunque sea mezclados con otras muchas cosas. Pero la 
comunidad cristiana como tal, hasta ahora, no la hemos visto.


6. LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

"Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van 
a ser saciados"
La última de este grupo de tres bienaventuranzas resume a las 
otras dos. Y la metáfora es fortísima: "hambre y sed". Quiere decir 
que, sin justicia, el hombre no puede vivir. La vida en la injusticia es de 
muertos en vida. Lo mismo que el que no tiene que comer y no tiene 
que beber se muere, el que no tiene justicia es un muerto en vida. Esa 
es una vida que no es digna de vivirse. Y esta situación de injusticia 
resume las dos anteriores, y otros aspectos de la injusticia que se 
pueden presentar en el mundo. "Justicia" es aquí, naturalmente, la 
justicia entre hombre y hombre. Justicia supone igualdad, supone 
dignidad, ser tratado como persona, supone libertad, autonomía, 
derecho a decidir por uno mismo, en fin, todo lo que constituye una 
persona humana.
Pues todo eso, todo el deseo de justicia, el deseo ardiente, 
vehemente, necesario, irreprimible, que siente la Humanidad, queda 
satisfecho en esta nueva utopía, esta nueva sociedad que debe 
empezar ahora. Esto es lo importante: que debe empezar hoy. Esto 
está muy claro, pero ahora necesitamos la cabeza para decir: "Y 
¿cómo se empieza esto ahora?. En una sociedad tan diferente de la 
de Jesús". El no lo aplica a su sociedad, como vemos, sino que pone 
una visión general, universal, que sirve para toda época. Pero ahora, 
¿cómo podemos nosotros empezar algo así? Algo que responda 
plenísimamente a este espíritu y a la situación de la sociedad en que 
vivimos. Ahí es donde hay que ir. 
¿Cómo se puede organizar esa comunidad? ¿Cómo podemos 
entender esa renuncia al dinero en esta sociedad de hoy, en la 
concreta en que vivimos nosotros? ¿Cómo podemos entender esa 
solidaridad de unos con otros? ¿Cuáles son los canales? Esto hay que 
pensarlo, porque de las mismas bienaventuranzas no se pueden sacar 
unas normas claras, ya que las circunstancias varían. Suponiendo el 
Espíritu, que es el deseo de hacerlo, el deseo de entrega, vamos a 
ver, con el talento que Dios nos ha dado, cómo lo llevamos a la 
práctica. Y luego, ya formada la comunidad, cómo esa comunidad 
puede incidir de alguna manera para que sea real esta liberación de la 
injusticia que el Señor propone, y que el Señor dice que tiene que ser 
efecto de esta comunidad, cuáles son los aspectos de esta injusticia 
que nos tocan o que podemos remediar, o dónde podemos incidir de 
alguna manera. Esto hay que pensarlo. Y hay que pensarlo 
dialogando, y hay que pensarlo imaginando, proponiendo, y hay que 
pensarlo experimentando. Y, si una cosa no resulta, probaremos de 
otra manera. 
Esto no es una ley, sino un espíritu. Si tomamos esto como una ley, 
nos destrozamos, pues entonces decimos: "ninguno de los que 
estamos aquí somos cristianos, porque ninguno hemos hecho una 
opción de esta categoría. Todos tenemos dinero en el bolsillo, pero no 
salimos de aquí y se lo damos al primer mendigo que haya en la 
calle". Entonces, ¿qué?. Si tomamos las cosas como una ley, no se 
entiende nada del asunto. Es un espíritu enormemente lanzado y 
exigente, es nuestro espíritu, que Jesús nos ha dado, que nos lanza y 
nos empuja, pero ahora viene la cabeza: ¿cómo podemos hacerlo? 
Una cosa concreta, una cosa práctica, porque el Señor es 
enormemente práctico, una cosa desde hoy. Y, si no podemos hoy, 
¿cómo podemos ir creciendo en el sentido de aborrecer esta injusticia 
enorme que hay en el mundo? Porque la hay en infinitos niveles, no 
sólo en el sentido de que la gente coma o no coma, sino en otras 
infinitas cosas. 
Ante esta injusticia que tenemos en nuestro ambiente y que existe 
en el mundo en magnitudes horrorosas, ¿cómo podemos nosotros 
hacer algo concreto? Pensar, discutir, reunirse, dialogar, aprender, ver 
iniciativas... Porque, desde luego, estas bienaventuranzas no las 
podemos echar en saco roto. No se puede. 
Entonces, si las rechazamos, es cuando ya renunciamos a ser 
cristianos. Pero ¿cómo vamos a ponerlo en práctica? Ya vimos lo que 
hacen las comunidades de Murcia. Esta es una manera, pero tampoco 
es el modelo, pues habrá otras mil. Supongamos una por ejemplo: 
somos un grupo de gente normal, que no pasa necesidad ¿por qué no 
abrimos una cuenta corriente y todos los meses cada uno mete ahí lo 
que pueda o lo que tenga gana? Una vez será 500 y otras serán 5.000 
y, si a uno le toca la lotería, puede que sean 50.000. Y luego, ese 
dinero, al cabo de un tiempo, si no podemos organizar nada, aunque 
sea lo damos a Pastoral Social o a una organización de ayuda. Esto, 
para empezar a ser un poco solidarios. Esto es elemental, por 
supuesto, y tampoco arregla nada, pero por lo menos manifiesta una 
solidaridad. Esto es casi nada, pero por algún lado hay que empezar.
Las otras tres bienaventuranzas son las que expresan una 
situación positiva. Se refieren a la comunidad en su vida interior, su 
disposición interior. Las tres anteriores, las de las situaciones 
negativas, son el efecto que va a producir la existencia de la 
comunidad a plazo más o menos largo, y en una extensión más o 
menos grande, según los grupos cristianos que haya. Pero ahora, 
¿cuáles son las disposiciones que tiene la comunidad para realizar esa 
obra? Estas son las otras tres bienaventuranzas: quinta, sexta y 
séptima.


7. LOS QUE PRESTAN AYUDA

"Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda" 

Esto se traducía por los "misericordiosos", pero no se trata de un 
mero sentimiento, sino de una ayuda. Como aquellas "obras de 
misericordia corporales", en las que decíamos "dar de comer al 
hambriento, dar de beber al sediento, vestir a desnudo, etc". Son 
obras de misericordia. Esa es la bienaventuranza. Por lo tanto, se trata 
de prestar ayuda. "Dichosos los que prestan ayuda". Esta es la 
disposición de la comunidad.
"Porque ésos van a recibir ayuda". Dios ayuda a la comunidad que 
ayuda. De manera que no tengan miedo de ayudar, porque él nos 
ayuda. Aquí hay una acción directa de Dios en la comunidad misma. 
Una de las maneras como la comunidad va a ir haciendo esa acción 
liberadora que se ha descrito antes, es por su deseo y su práctica de 
prestar ayuda. Y, en eso, no tengan miedo, porque hay una promesa 
detrás: "porque ésos recibirán ayuda".
"Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios"
El corazón -como ya vimos- es la interioridad de la persona 
considerada en su aspecto estático, o sea, permanente. "Limpio" es 
igual a "puro", aunque para nosotros es mejor decir "limpio", porque 
"puro" tiene demasiadas connotaciones. La persona que tiene el 
corazón "limpio" es la que no abriga mala intención para nadie. De 
hecho, el mismo Mateo lo explica en el capítulo 15, cuando dice que "lo 
que sale del corazón es lo que mancha al hombre, porque del corazón 
salen las malas ideas, los malos designios..." , y ya enumera una serie 
de cosas. De manera que las malas intenciones internas producen una 
serie de actos que son los que manchan al hombre. Lo que se hace 
con mala idea o con mala intención.
Por tanto, el corazón "limpio" es el que no tiene mala idea, ni mala 
intención contra nadie. Es de una benevolencia, de una disposición 
positiva y favorable para todo el mundo. No hay miedo de que esta 
persona nos traicione, ni nos ponga una zancadilla, ni tenga un 
propósito oculto de explotación que no aparece en lo que dice. 
Precisamente, esa transparencia, esa sinceridad, esa autenticidad es 
la que, realmente, hace que la comunidad sea diferente. Porque el 
mundo no suele ser así. En el mundo todo son segundas intenciones, 
propósitos inconfesados, para ver cómo aprovecharse del prójimo. 
Aquí es todo lo contrario. Es lo que decía Jesús en otra ocasión: la 
sencillez de la paloma.
Y ¿cuál es la promesa que se hace a esta comunidad?: que "verán 
a Dios" . Ya es un paso más. La primera de este grupo -"dichosos los 
que prestan ayuda" - se refería al acto exterior de la comunidad. Acto 
exterior hacia otros; entre ellos y hacia otros. Esta ya va a lo interior, 
es la disposición interior. Al acto exterior corresponde el acto de Dios 
que también podemos llamar exterior: "reciben ayuda". Pero aquí, 
como estamos en una disposición interior, que se traduce 
inmediatamente en la conducta, porque uno actúa como es por dentro, 
eso está claro. Si uno por dentro es complicado, enrevesado, con mala 
intención, los actos que produzca serán así. Si uno por dentro es 
sencillo, pacífico, amoroso, lo que le salga será eso. A la larga se ve 
en seguida. Y esta bienaventuranza dice que, a esa disposición de 
amor interior hacia los demás, corresponde la visión de Dios. Esos van 
a tener una experiencia directa e inmediata de Dios en su vida.
Esto está tomado también de un salmo, el 51, donde se dice: 
"¿Quién, Señor, subirá a tu templo y verá tu rostro? El que es puro de 
corazón y de manos inocentes". De manera que había que ir al templo 
para ver a Dios. Y la pureza hebrea también se entendía según una 
serie de ritos, de prohibiciones y de tabúes. Pero todo eso se ha 
acabado en el N. T. La condición para ver a Dios no son ya los 
templos, ni los ritos, ni las observancias, que están suprimidas en el N. 
T. Unicamente esa disposición amorosa del corazón hacia los demás, 
es lo que hace que Dios Padre -que es Amor- se revele al que es así. 
El que desde dentro -no sólo desde fuera- está en una disposición 
favorable. La comunidad que vive en una transparencia, en esa 
sinceridad, en esa lealtad hacia la gente, tendrá una experiencia 
continua de Dios en su vida cotidiana. Y no hay más pureza que ésta. 

En el A. T. lo puro era lo que tenía acceso a Dios, y lo impuro lo que 
no lo tenía. Según ellos, estar en estado de pureza -ritual, legal- 
significaba poder acercarse a Dios. Estar en estado de impureza, por 
haber tocado un cadáver, por ejemplo, alejaba de Dios. O por 
cuestiones tan fisiológicas como el período de las mujeres, que 
también las hacía impuras. Son todos ésos tabúes ancestrales, que 
vienen desde el fondo de la Historia. Pero, todo eso se acabó. Lo que 
hace al hombre agradable a Dios, lo que hace que tenga acceso a 
Dios, es que tenga el corazón lleno de amor a los demás. Y no hay 
más. Es el único criterio. Con esto Mateo echa abajo todos los 
ritualismos, todos los locales sacros, el templo, etc. Todo eso se ha 
acabado. Como ya lo hizo Marcos de un modo y Juan de otro. Todos 
los evangelistas coinciden en esto: la única condición para estar cerca 
de Dios es tener amor. No hay más condición que ésa. El está siempre 
cerca pero, para que uno note esa cercanía, tiene que estar en 
sintonía con él. Y sintonía con él significa ese amor que se traduce en 
transparencia, en sinceridad, en lealtad, en bondad hacia los demás.
De manera que tenemos ya: prestar ayuda, que es lo exterior, y la 
limpieza del corazón, que es lo interior. Se complementan, y ahora se 
reúnen los dos en una, como ha pasado antes con la injusticia.


8. LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ

"Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar 
Dios hijos suyos"
Esta reúne las dos anteriores, pero aquí lo que hay que entender 
es el concepto de "paz" , que hay que interpretarlo según el mundo de 
ideas hebreo. La "paz" no es solamente lo que nosotros llamamos que 
no haya guerra. La paz significa la prosperidad, las buenas relaciones 
humanas, el derecho y la justicia. Es decir, la felicidad del hombre. No 
solamente que haya dos reconciliados. Por supuesto, eso entra, pero 
entra sobre todo el concepto de prosperidad, tranquilidad, excelente 
relación humana, hermandad, derecho y justicia. Es la felicidad. Es 
"dichosos los que trabajan por la felicidad de los hombres".
"Porque a esos los llamará Dios hijos suyos" . ¿Por qué? Porque 
hijo es el que se porta como su padre. En el lenguaje éste de los 
evangelios hijo no es solamente el que nace de uno, sino el que se 
parece a su padre, el que se porta como su padre. Ese es el hijo. El 
que no se porta como su padre no es su hijo, aunque haya nacido de 
él. Cuando Jesús va a Nazaret, a su tierra, en el evangelio de Lucas, 
todo el mundo creía que era hijo de José, naturalmente, y cuando 
Jesús habla allí y pone esta profecía de Isaías: "El espíritu del Señor 
está sobre mí y he venido para consolar a los que sufren, para 
anunciar la Buena Noticia a los pobres y para anunciar el año de 
gracia del Señor"... , y omite el versito siguiente, que completaba y que 
estaba escrito allí, en el mismo renglón y que dice "... y el día del 
desquite -de la revancha- del Señor" . Eso lo dice el profeta porque 
tiene aún esa idea de que Dios es vengativo, pero Jesús no lo dice, 
porque Dios no es vengativo. Se equivocaba el profeta. Y, entonces, 
todo el mundo de su pueblo (que no es más que el símbolo de toda la 
nación judía) se indigna, porque ellos esperaban que Jesús, con 
aquella fama que traía detrás, se constituyera en el líder político, en el 
líder guerrero, para liberar a Israel de la dominación romana. Eso 
esperaban, "el día de la revancha". Estaban esperando la frase, pero 
Jesús no la menciona y, entonces, dicen: "Pero ¿no es éste el hijo de 
José?", es decir, no se parece en nada a su padre. El no es hijo de 
José. Y, en el evangelio de Marcos, aún peor: "¿No es éste el hijo de 
María?". Ni le dan padre siquiera, ya que no se parece a él. Y esto es 
porque se sabe que la familia de Jesús llevaba el apellido de 
"Pantera": por eso se extrañan. Esto está atestiguado por documentos 
judíos y cristianos de los siglos I y II. 
Por tanto ser hijo es portarse como su padre. Por eso, Dios, a los 
que trabajan por la felicidad del hombre, los va a llamar hijos suyos. 
Porque se portan como él. Todo el interés de Dios es la felicidad de los 
hombres y, a los que actúan así, los va a llamar hijos suyos. Y 
"llamarles" significa que lo son y que son reconocidos como tales, ya 
que "llamar", en este lenguaje griego-semítico, significa ser algo y ser 
reconocido como tal. Por tanto, a éstos va a llamarlos Dios hijos suyos 
pero, además, van a ser reconocidos como hijos de Dios, es decir, van 
a dar al mundo lo que es la imagen del verdadero Dios.
Y así tenemos ya las seis bienaventuranzas que están intercaladas. 
Las tres primeras, las situaciones negativas que, reunidas en el 
hambre y sed de justicia, van a ser cambiadas. ¿Por qué? Porque ya 
hay una posibilidad, porque se ha creado una alternativa. Porque los 
hombres pueden optar, y no solamente porque pueden optar, sino 
porque, además, el efecto de la comunidad cristiana va a pasar más 
allá de las fronteras de la comunidad y la misma sociedad va a ir 
cambiando, porque existe ese grupo desde donde el amor de Dios 
puede brillar.
El otro grupo de tres: actitudes y actividad de la comunidad 
cristiana: 1) prestar ayuda, sin miedo, porque recibirán ayuda; que es 
la que dijo también el Señor "no se preocupen por lo que van a comer" 
etc.; ustedes, a procurar la justicia del Reinado de Dios que, por lo 
demás, ya el Padre se ocupará de ustedes; van a ayudar y el Padre 
les va a dar ayuda; 2) la disposición interior favorable a todo el mundo; 
sin segundas intenciones, sin zancadillas, sin rencores, la sencillez, la 
autenticidad, la sinceridad; esto se traduce en una conducta y va a 
tener como consecuencia o premio de Dios la presencia continua e 
inmediata de Dios en la comunidad, en los individuos ; y 3) la última es 
la suprema: el que trabaja por la felicidad de los hombres; en cualquier 
sentido, sobre todo, liberarlos de la injusticia , procurar la justicia y el 
derecho, la hermandad de los hombres, la solidaridad, el compartir, 
todo lo que sea bueno y cree una nueva relación humana de amor, 
ése se parece a Dios, porque se porta como se porta Dios y, por lo 
tanto, es y será reconocido como hijo de Dios. 


9. LOS QUE VIVEN PERSEGUIDOS 

"Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos 
tienen a Dios por Rey"
Esta última bienaventuranza, como ya vimos al principio, está en 
paralelo con la primera porque, como ella, está en presente. Además, 
éstas dos son las más paradójicas de todas. "Dichosos los que eligen 
ser pobres" y "dichosos los que viven perseguidos" son dos enormes 
paradojas.
Aquí en la traducción, hay que explicar el "vivir perseguidos" , 
porque la forma griega significa eso: un estado continuo, y la última 
palabra -la "fidelidad" - se suele traducir por la "justicia", pero no es la 
justicia; significa la "justa relación con alguien". Puede ser la relación 
de vida con Dios o la relación de vida con el hombre. La relación que 
debemos a Dios es la fidelidad y la relación que debemos al hombre es 
la de justicia u honradez. De manera que la traducción de esta 
palabra depende del contexto: porque la palabra es muy amplia y, 
según el contexto en que se use, así hay que traducirla . Aquí se trata 
de la fidelidad a Dios que, al mismo tiempo, es la fidelidad al hombre, 
pero es la fidelidad a ese compromiso primero que se ha hecho, a esa 
opción de la primera bienaventuranza. Inmediatamente después, Jesús 
va ampliar esta bienaventuranza, aplicándosela ya directamente a los 
discípulos y, entonces, les dice: "Dichosos ustedes cuando les 
persigan por causa mía" . Esa fidelidad es por causa suya, es la 
fidelidad a Jesús, la fidelidad a su mensaje, la fidelidad al compromiso 
hecho en la primera bienaventuranza, a esa opción por la pobreza, a 
ese renunciar a la idolatría del dinero.
Como la primera bienaventuranza es elegir entre dos dioses -el Dios 
verdadero, el Padre, o el dinero, la idolatría-, mantenerse en esa 
opción es mantenerse en la fidelidad a Dios. Entonces, cuando una 
comunidad, un grupo humano rechaza, niega -no solamente de 
palabra, sino con su práctica- los valores en que se funda la sociedad 
existente, que son la ambición del dinero, del honor y del poder, 
evidentemente ese grupo, en cuanto empiece a notarse, se hace 
enormemente molestoso para esa sociedad y, por tanto, esa sociedad 
lo persigue. Lo persigue de una manera o de otra, depende de las 
épocas, de los regímenes, etc. Unas veces será una persecución a 
muerte, otras veces no lo será. Depende de las circunstancias. Desde 
luego, la cárcel ha sido muy abundante en tiempos del régimen 
anterior para los que tenían algún compromiso social de cualquier 
clase. Cuántos sacerdotes estuvieron también en la cárcel, a pesar de 
que ese régimen era más bien respetuoso con el estado clerical, pero 
llegó el momento en que se saltó a la torera el respeto... porque le 
molestaban, porque eran personas que estaban, de alguna manera, 
comprometidas con una función social. Por tanto, de una forma o de 
otra viene la persecución. Naturalmente, en nuestra época no hemos 
tenido una persecución a muerte en nuestro país, pero en otros sí.
De manera que, para este grupo humano, esta comunidad, este 
trozo de nueva Humanidad, que niega con su práctica los valores de la 
sociedad -las tres grandes ambiciones: tener más dinero, tener más 
honores y tener más poder- lo normal es la persecución, ya que este 
comportamiento lleva consigo la antipatía existente. Por tanto, si la 
comunidad cristiana está muy unida con las sociedades humanas o 
con las instituciones del poder humano, es mala señal, porque significa 
que no está viviendo la alternativa, que con su praxis -otra cosa son 
las palabras- no está negando los valores sobre los que se asienta la 
sociedad injusta. Y esto lo estamos viviendo todos los días. Cómo en la 
Iglesia se pretende la buena amistad con los regímenes. Y no hay que 
tener ninguna amistad particular con ningún régimen político, porque 
todo régimen político representa una sociedad que es injusta: lo mismo 
el dictatorial de antes, que el democrático de ahora. Este será algo 
menos injusto, quizás, pues evidentemente deja más margen a la 
libertad humana pero, en el fondo, la sociedad ésta, la economía de 
mercado o sociedad capitalista, es profundamente injusta, porque está 
consagrando el capital, es decir, la desigualdad entre los hombres, 
está consagrando el acaparar, el que unos acaparen y otros no 
tengan bastante. Es radicalmente injusta porque impide la igualdad de 
los hombres, impide la relación de amor, ya que no hay relación de 
amor donde hay acaparamiento de dinero. Y esto lo consagra y es la 
base, incluso, de nuestra Constitución. De manera que, aunque sea 
una cosa mucho mejor, pues evidentemente permite mucha más 
libertad y, por tanto, más expresión y más desarrollo de la persona, sin 
embargo sigue siendo una sociedad injusta. 
Por eso, la comunidad cristiana, no es que tenga que oponerse 
sistemáticamente al régimen que exista -a éste, al otro o al de más 
allá-, pero tampoco tiene que estar con él como un novio. Al contrario, 
ella tiene que mantener en su praxis un modo de actuar que no 
coincide, ni mucho menos, con lo que consagra cualquier sociedad 
existente. Siempre hay poder y dominio. Evidentemente, en un régimen 
dictatorial el poder es absoluto, no hay quien abra la boca ni pueda 
protestar. Ahora, el poder es mucho más relativo: hay una oposición, 
se critica, se puede hablar mal, se puede escribir mal, se puede salir 
en televisión diciendo que el gobierno lo hace mal, todo se puede 
hacer, pero existe un poder, un poder represivo, a pesar de todo. 
Y todo no es la sociedad ideal, no puede ser nunca la sociedad 
ideal. Por aquí, desarrollando una de estas sociedades en cualquier 
dirección aún de mayor democracia, no llegamos nunca al Reinado de 
Dios, porque las bases de la sociedad están viciadas; las bases que 
son: el dinero, el honor y el poder. Y todo es lo mismo en el otro lado, 
pues allí el poder es aún peor, y eso no puede ser. El dominio del 
hombre sobre el hombre no puede aceptarse ni en el Este, ni en el 
Oeste, ni en el Sur, ni en el Norte.
Por lo tanto, la comunidad cristiana, naturalmente, tiene que chocar 
con todo régimen político, porque profesa una escuela de valores que 
es distinta de todos. Sin embargo, hay que ser realistas y saber que en 
una sociedad donde la gente no ha hecho opción por los demás, sino 
por su propio egoísmo -como la que tenemos aquí y en cualquier parte 
del mundo-, una sociedad donde cada uno busca sólo su interés y su 
lucro personal, naturalmente tiene que haber alguien que asegure un 
mínimo de convivencia. Eso está claro. De manera que, no es que el 
cristiano sea un utópico en el sentido de decir que "hay que suprimir 
todo poder, toda economía de mercado, todo capital ahora mismo", ya 
que eso no se puede, porque la nueva sociedad, ésta que Jesús 
propone y cuyo código son las Bienaventuranzas, se hace por opción 
personal y libre. Cuando cada uno de nosotros diga "yo no quiero vivir 
para mi propio provecho, quiero ayudar a los demás, quiero ser 
solidario con todos, quiero vivir en un grupo donde esto sea absoluta 
realidad, donde cada uno esté dispuesto a matarse por el de al lado, y 
hacia fuera ya veremos lo que se puede hacer...", cuando haya esa 
opción entonces ya se acabó la ley, los tribunales, la policía, las 
cárceles, etc..., porque si nadie busca su propio interés, se acaban 
todos los conflictos. Pero en la Humanidad, tal y como existe, la 
comunidad no puede imponer nada, porque tiene que aceptar que 
tiene que haber esa organización que asegure el mínimo de 
convivencia. Por lo tanto, aquí está la utopía pequeña, que es la 
comunidad cristiana que se realiza hoy, donde se viven estos valores 
nuevos, los valores del Evangelio. Y luego está la Humanidad 
alrededor, que es la utopía grande, que habrá que irla realizando poco 
a poco. Pero ¿cómo se entra en la utopía? Por una opción personal: 
no hay más que eso. Y claro, eso es muy lento y, además, no sabemos 
si va a llegar nunca a la Humanidad entera. Como ya vimos con lo de 
la levadura, no parece que toda la masa se convierta en levadura, 
pero sí que va a ir cambiando.
Con esto se acaban las Bienaventuranzas. ¿Por qué dice que "ésos 
tienen a Dios por rey" ?; ¿por qué dice "dichosos" ? Porque esos 
experimentan el Reinado de Dios sobre ellos. De manera que, en 
medio de esa persecución más o menos cruenta, más o menos 
molesta, siempre hay una alegría particular, porque se tiene la 
experiencia de que Dios está con nosotros. Por tanto, no hay que 
deprimirse por eso; es más, es el éxito de la comunidad. Esto no 
quiere decir que haya que procurar atraer persecuciones: nada de 
atraérselas, sino sencillamente vivir de esta manera y, si vienen, es 
buena señal, aquí estamos, pues eso significa que se está haciendo 
"daño" a la sociedad injusta. Si jamás hay un indicio que demuestre 
que esa sociedad está molesta de alguna manera con el grupo 
cristiano, es mala cosa. Quiere decir que ese grupo no hiere en nada a 
la sociedad existente, no está ahí pinchando de alguna forma por su 
modo de vivir. Es decir, de cuando en cuando, a nivel individual o a 
nivel comunitario, tiene que haber molestias de estas: trabajos que se 
pierden, antipatías, rechazos, vacíos, etc. Pues eso es lo propio de la 
comunidad cristiana. Y esto querrá decir que ahí se está viviendo el 
Mensaje como debe ser y que, además, eso se está viendo desde 
fuera. Naturalmente, es que estos que sufren la persecución son los 
que trabajan por la felicidad del hombre. La penúltima bienaventuranza 
dice eso precisamente: "dichosos los que trabajan por la paz" . Y ya 
hemos visto que la "paz" lo abarca todo: es la felicidad del hombre, es 
decir, que el hombre no solamente esté en paz, sino que tenga 
prosperidad, que haya justicia, que haya derecho... Los que trabajan 
por la paz son los que están -no luchando, que es palabra poco 
evangélica, pero sí- procurando, como pueden, hacer que cambie la 
sociedad, que los que están oprimidos y son infelices lo sean menos. Y 
este es otro de esos aspectos por los cuales la sociedad se siente 
molesta, porque esta gente está haciendo algo que está en contra, 
precisamente, de la estructura social. Por ejemplo, nadie se ocupa, ni 
los partidos políticos, ni los sindicatos, ni la infinidad de organizaciones 
-cristianas o no cristianas- de que la gente se desarrolle como 
persona. Y esto es lo más importante. Aquí está el punto: que la gente 
sea capaz de crítica y, por lo tanto, sea libre. 
Naturalmente, para esto hace falta comer primero, porque el que no 
come, a ese ni crítica, ni libertad, ni nada: no se puede hablar más que 
del estómago. Pero, supuesto que la gente tenga un mínimo vital, lo 
importante es que vayan personalizándose, que sean personas, que 
tengan espíritu crítico, que sepan que son libres y sepan usar de su 
libertad, que tomen su vida en su mano, que sean autónomos y que, 
de esa forma, empiecen ellos a crear asociaciones, grupos, para vivir 
de otra manera, como personas. De esto nadie se ocupa. Hay algunas 
comunidades cristianas donde esto es una realidad para los miembros 
de la comunidad, pero los demás nada. Se hace beneficencia, 
escuelas, guarderías, todas cosas muy buenas pero, tratar de que la 
gente sea persona... ¡ Claro!, esto no le conviene a ningún régimen 
político. El espíritu crítico (no la crítica por la crítica, que puede ser una 
manía, sino la capacidad humana para decir "esto sí, esto no") es algo 
que puede hacer tambalearse a toda organización -civil y religiosa- 
porque la organización lo que quiere es que aceptemos sus programas 
sin más. Y los programas que proponen los partidos, o la Iglesia, o lo 
que sea, hay que examinarlos y... luego ya veremos. Esto es lo que 
hay que procurar: que la gente tenga libertad y sepa usarla. Y para 
eso necesita cultura, cierta cultura, para que así pueda tener 
elementos de juicio; necesita diálogo y, por lo tanto, agrupación, 
asociación, para discutir, pues somos muy apasionados, nos dejamos 
llevar por la primera opinión que oímos, y hay que aprender a dialogar, 
aprender a escuchar, aprender a personalizarse y a personalizar a los 
demás. Pero este ejercicio sano de la crítica no se fomenta porque no 
le conviene a ningún régimen.
Sin embargo, éstos son los objetivos claros de la comunidad 
cristiana. ¿Cómo se hace? Eso ya es mucho más difícil de decir, 
porque no hay recetas. En cada sitio será de una manera y en algún 
caso será tal vez imposible. Pero por ahí es por donde se va 
cambiando la sociedad, por donde se va procurando la felicidad del 
hombre, que no consiste sólo en comer, beber, dormir, tener un 
televisor, sino en ser persona, auténticamente persona, saber tener 
una relación de amistad, de solidaridad, de entrega a los demás. Y los 
que se dedican a esto, encuentran siempre dificultades. Ya le ocurrió a 
San José de Calasanz cuando se fue a Roma y vio que la gente allí no 
sabía ni leer ni escribir: fundó entonces una escuela gratuita y la 
nobleza de Roma se fue al Papa, que era el Rey de Roma, y le dijo 
que eso (el enseñar gratuitamente a los pobres) no podía ser: si la 
gente aprendía a leer ¿quién va a poder gobernarlos? Y el pobre 
santo sufrió bastante.
Y esto pasa también hoy. No con lo de leer y escribir, pues ahora 
para cualquier oficio o profesión, por muy modesta que sea, hace falta 
saberlo, por lo que los sistemas políticos procuran que la gente 
aprenda algo; pero la cultura del pueblo..., hasta cierto punto 
solamente: pues si la gente se sacude demasiado, ya no conviene. 
¿Quién los gobierna? Por ejemplo, en el Congo Belga (ahora Zaire) los 
belgas nunca permitieron que los negros estudiasen en la universidad. 
Culturita, sí, para que sean mecánicos, para que arreglen cosas, pero 
universitarios, no, porque eso es peligroso: pueden discutir las cosas 
de tú a tú.
Pues esto es misión de la comunidad cristiana: personalizar. Y para 
eso, hay que vivir este mensaje de igualdad, de libertad, de 
desprendimiento, de solidaridad, de generosidad, de renuncia a todo 
dominio. Porque también podemos ir paternalísticamente, como tanto 
se ha hecho de beneficencia en la Iglesia: que, a veces, es necesaria, 
no se puede negar, pues si una persona está muriendo de hambre, 
habrá que darle un pan, pero eso no es la solución a nada. Es sólo 
remediar una necesidad inmediata. La solución es promover a la gente 
para que ella se busque la vida, para que sea autónoma.
Y aquí acaban las ocho bienaventuranzas. Resumiéndolas, se trata 
de la creación de una sociedad nueva. La alternativa que Jesús 
propone es una sociedad fundada sobre tres valores, que son: el 
compartir, la igualdad, y el servicio , la entrega, la solidaridad humana 
profunda, tan profunda que puede llegar a dar la vida por los demás. 
Esta sociedad, este grupo, empieza por una opción libre, nunca por 
imposición, y esta opción se hace en virtud del sentimiento de justicia 
que uno tenga. Viendo la situación de la Humanidad, donde la injusticia 
es feroz, uno se tiene que decir: y yo, ¿qué? Como esto no tiene 
arreglo por sí mismo, porque la sociedad está basada sobre los falsos 
valores, hay que empezar otra cosa. Yo no quiero ser cómplice de esa 
injusticia. Y, como la injusticia se produce por la acumulación de 
riqueza de toda clase -dinero, cultura etc.- yo no quiero eso. De modo 
que, si tengo dinero, voy a ver cómo puedo compartirlo, cómo voy a 
ser solidario, de qué manera voy a conseguir que el dinero ya no sea 
el centro de mi vida. Si yo tengo cultura, veré cómo puedo ponerla al 
servicio de los demás. No es que vaya a ser inculto si los demás lo 
son: no se trata de identificarse con la miseria, sino de solidarizarse 
con la miseria, que no es lo mismo. Algunas veces se dice "Jesús se 
identifica con los más pobres y miserables"; pero no se identifica. El 
nunca es pobre ni miserable. Es pobre porque no tiene dinero, pero 
nunca sufre pobreza, ni sufre hambre, ni sufre miseria , porque él está 
en la alternativa: aunque no haya dinero, no haya capital, no existe 
nunca miseria, como dice la bienaventuranza. Jesús no se identifica, se 
solidariza con los pobres para hacer que salgan de ahí. Por eso pone 
la metáfora del médico: éste no se hace enfermo con el enfermo, sino 
que procura que salga de su mala situación. Y esto es lo que hay que 
hacer. Esta comunidad no experimenta el hambre y lo que quiere es 
que nadie la experimente; al menos hace lo posible.
De modo que vamos a empezar. Vamos a empezar en grupo a vivir 
de esta manera, en un grupo donde todos seamos iguales, donde la 
diferencia no cree rangos. "Es que este señor es mayor..." Bueno, 
pues le daremos todo el cariño y el respeto que se merece, pero no 
por eso tiene que mandar en nadie. "Es que este señor es muy culto..." 
¡Encantados!: que ponga su cultura al servicio de todos, pero no por 
eso tiene que erigirse él en árbitro de la vida de los demás. Todos 
somos diferentes: unos más jóvenes, otros más viejos, hombres y 
mujeres, cada uno sabe algo de una materia que no sabe el otro, pero 
que nunca eso cree un rango, sino que sea motivo o capacidad para 
un servicio. Si alguien tiene más de algo - cultura, prudencia, lo que 
sea...- que lo ponga a disposición, que preste servicio con eso a los 
demás.
Cuando esto empieza a suceder, cuando esta comunidad empieza a 
trabajar, recordemos que trabajar es aliviar el sufrimiento de los 
oprimidos (2ª bienaventuranza) o es procurar que el hombre que está 
sometido y dependiente tenga su autonomía o que, de cualquier 
manera, reine la justicia para los que tienen hambre y sed de justicia. 
Este grupo se presenta ante la sociedad como gente que está 
dispuesta a prestar ayuda, sabiendo que Dios se la va a prestar a 
ellos. Gente transparente, sincera, auténtica, que no busca nunca su 
propio provecho, ni tiene segunda intención y que se dedica a trabajar 
por la felicidad de los demás. Y entonces, si existe ese grupo con esta 
dedicación, poquito a poco se irá haciendo la liberación del hombre. Y, 
si no, pues no se hará. Porque Dios está detrás de todo, ¡ claro ! pero 
él cuenta con nuestra libertad y nuestra colaboración. Y, si nosotros no 
queremos colaborar..., su acción queda como suspendida. Dios es 
amor y, por tanto va derramando su torrente de amor; pero ese amor 
será eficaz si nosotros lo ponemos en circulación , si le abrimos 
canales; si no los tiene, se queda impotente.
Y este compromiso con el bien del hombre, por la promoción de la 
justicia, se puede hacer de muchas maneras. Hay injusticias que se 
pueden remediar a nivel individual, pero hay otras que son 
"estructurales", que están en las mismas instituciones, en las mismas 
leyes. Y entonces ¿cómo se puede remediar? Por eso, cada uno elige 
su propio compromiso según sus cualidades, según su vocación, 
según su valentía, etc. ; no hay que excluir que un cristiano "se meta 
en política"; ya que hay que echar abajo ciertas leyes e instituciones 
que son injustas de por sí. Y no es que pretendamos crear una 
sociedad perfecta, pero vamos a tratar de disminuir el dolor y la 
injusticia que hay en la sociedad. Algunos podrán meterse en política, 
aunque, si van con la ley cristiana hasta el fondo, poco van a medrar 
en un partido, pero algo harán. Hay muchos niveles. Hay intendentes, 
por ejemplo, que han tomado su intendencia realmente como un 
servicio a la comunidad de su ciudad y están haciendo maravillas. Sin 
poder ninguno, sin ambición personal, están cambiando la ciudad. Esto 
es una cosa muy elemental, pero hay otras mucho más difíciles. Y, 
como la injusticia es institucional, habrá algunos que sientan la 
vocación de meterse por ahí para ver si pueden cambiar esa injusticia 
que está instaurada en las mismas Constituciones de los Pueblos. 
Otros dirán "eso no es para mí"; pues muy bien. Cada uno es dueño 
de su vida y de su actividad, y habrá otro campo en el que pueda 
actuar. Hay terreno político, terreno social, terreno -digamos- humano 
elemental, hay mil cosas, mil organizaciones, y otras que se pueden 
crear. Y... mucho contacto personal. Pero que cada cristiano que está 
en estas comunidades, haga algo por procurar la felicidad de los 
hombres. 
La adhesión a Jesús es la adhesión a su programa, a su obra y esta 
obra tiene dos aspectos: uno de ellos la liberación . La obra de Jesús 
la conciben los evangelistas como un "éxodo" (= salida), el éxodo 
definitivo, que consiste en: 1) sacar de la esclavitud, es decir, toda 
obra de liberación de la miseria, de la ignorancia, de la injusticia...; y 2) 
llevar a una "tierra prometida", que es este Reinado de Dios, esta 
sociedad nueva. Vamos, por tanto, a empezar a liberar a la gente 
como Jesús empezó, abriéndole los ojos, diciéndoles que había una 
alternativa, que sus letrados no tenía autoridad divina, etc. 
Empecemos a liberarlos de todo lo que les ata a un pasado, a unos 
prejuicios, a una mentalidad, a una injusticia, a una sumisión de todo lo 
que los sistemas quieren. El hombre tiene que levantarse, ponerse 
derecho y tener toda su libertad, que es para lo que Dios le ha creado. 
Y, una vez conseguido esto, proponer: "bueno, ahora que están libres 
y pueden optar, miren: hay esta posibilidad, esta alternativa, que es 
esta comunidad". De manera que la labor empieza en la liberación y 
termina en la comunidad.
Ahora vamos a ver el pasaje que sigue, que es muy importante, 
donde Jesús explica lo de la persecución. En este pasaje se dirige 
directamente a los discípulos. Hasta ahora se ha dirigido a todos en 
general -"dichosos los que ..." -, porque esto está abierto a la 
Humanidad entera, pero ahora va para aquellos que le han dado su 
adhesión, a los que le han seguido.
"Dichosos ustedes cuando les persigan, les insulten y les 
calumnien de cualquier modo por mi causa"
Esta es la fidelidad. Muchas veces se trata de poner una etiqueta. 
Antes era la de "herejes", después, en tiempos de Franco, la de 
"comunistas" o "judeo - masónicos", y ahora parece que es la de 
"anarquistas". Hay etiquetas para todo, y la sociedad se la pone a los 
grupos que le molestan, les pone la peor que encuentra en su época, 
pues cada época inventa la suya para dasacreditar.
"Estén alegres y contentos, que Dios les va a dar una gran 
recompensa; porque lo mismo persiguieron a los profetas que les han 
precedido"
De manera que, cuando les insulten, cuando les den de lado, 
cuando les miren, cuando les nieguen el saludo, cuando les quiten el 
puesto, den un salto de alegría (ese verbo significa eso: "dar un salto 
de alegría") porque la recompensa es Dios mismo. Su reinado es ése, 
es la expresión de su Espíritu, y el Espíritu es su amor, su alegría. 
Vemos lo poco convencional que es esto. Cuando a uno le hacen algo 
sucio o le ponen una zancadilla, en seguida se pone a despotricar 
contra todo bicho viviente, y eso es normal; pero inmediatamente hay 
que reaccionar, y decir: "esto es lógico, tiene que pasarme; lo malo 
sería que no me pasara". Cuando nosotros queremos vivir este 
mensaje, lo normal es que lo dejen a uno plantado.
Y, además, añade Jesús: "porque lo mismo persiguieron a los 
profetas que les han precedido" . De manera que el cristiano es 
profeta. Pero ya de otra manera, pues el profeta antiguo era el que 
denunciaba con la palabra, y el profeta nuevo es el que vive la nueva 
realidad. El profeta es el que denuncia y anuncia . Denuncia la 
injusticia existente, y anuncia la esperanza. El antiguo profeta del A. T. 
lo hacía de palabra, y el del N. T. es el que denuncia por las obras y 
anuncia la esperanza, por su manera de vivir.
De manera que cuando les rechace la sociedad, alégrense. 
Naturalmente esto se puede hacer "en el grupo", porque uno sabe que 
tiene alrededor gente que lo quiere y que, si se encuentra en mala 
situación, todos están dispuestos a ayudarle. Jesús nunca habla del 
individuo aislado, pues este no puede resistir la presión de la 
sociedad, y tendrá que contemporizar antes o después. La seguridad 
va a ser el grupo. Por supuesto, el amor de Dios va a ser una 
experiencia interior pero, además, va a ser la experiencia del grupo, 
del amor del Padre que se manifiesta en los demás. Por eso se puede 
ser dichoso, porque hay esa seguridad, que es la seguridad del amor 
de los demás.

10. LA SAL DE LA TIERRA

"Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal pierde su sabor ¿con qué 
se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la 
gente"
La sal era el símbolo de la permanencia de la Alianza. La sal se 
usaba siempre en los contratos -incluso hasta la Edad Media europea- 
y por eso se llamaban "contratos de sal". Como la sal conserva, impide 
la putrefacción, en símbolo de eso, cuando se hacía un pacto entre 
dos se regalaban mutuamente un saco de sal para significar "este 
pacto es incorruptible". Era la señal de la fidelidad. Y esto aparece ya 
en el A. T. En todo sacrificio que se hacía en el Templo había que 
echar un puñado de sal, ya que eso justificaba que ese sacrificio era 
según la Alianza, es decir que perpetuaba la Alianza. La sal era la 
garantía de la perpetuidad de la Alianza. Aún más, hay dos textos en 
los que Dios mismo dice: "He hecho con Aarón un pacto de sal", y "Yo 
he hecho con David un pacto de sal". Esto quería decir que Dios había 
hecho con Aarón y David un pacto que duraría para siempre, que 
sería incorruptible. De manera que la sal era el signo de la 
perpetuidad, la garantía de la continuidad de la Alianza.
Y ahora dice: "Ustedes son la sal de la tierra" . Es decir, depende de 
ustedes el que esta nueva Alianza con los hombres siga existiendo. Su 
conducta será la garantía de que existe esta nueva oportunidad que 
da Dios a los hombres, esta nueva efusión de su amor a través de 
Jesús, que ha expuesto en el programa de las Bienaventuranzas, la 
posibilidad de la creación de esa sociedad nueva que es su Alianza.
"Si la sal pierde su sabor ¿con qué se salará?" . Si la sal pierde el 
sabor. La frase que usa aquí Mateo es "se pone tonta" o "se vuelve 
necia", y lo hace a propósito porque es que, al final de este Sermón de 
la Montaña, viene la parábola de las dos casas: "El hombre prudente, 
el hombre sensato, es el que edificó su casa sobre roca, y vino la 
inundación y su casa resistió. Este es el que escucha mi palabra y la 
pone por obra. El necio edificó su casa sobre arena, vino la inundación 
y su casa se derrumbó. Este es el que escucha mi palabra y no la 
pone por obra". De manera que la sal necia es la comunidad que 
escucha el mensaje de Jesús, pero no lo practica. Y entonces ¿con 
qué se le dará sabor a esa sal ya? Si están encandilados con el 
mensaje y en la práctica lo están traicionando ¿quién le va a hablar ya 
del mensaje a esa comunidad, si se lo sabe de memoria?
"Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente" . 
Es la cosa más despreciable del mundo. La sal que no sala ya no sirve 
de nada. La comunidad cristiana que de alguna manera ya no vive ese 
mensaje, es digna del desprecio de la Humanidad entera. Esto parece 
cruel, pero tengamos en cuenta que esto no es una ley, sino un 
proceso, una maduración; que esto es un amor que se va poniendo en 
práctica. Aquí no estamos hablando de que el Señor obliga a hacer 
esto, él no obliga hacer nada, él no ha dicho "Yo mando" en ninguna 
ocasión. Es que ese Espíritu que recibimos vaya madurando, que vaya 
llenando nuestro ser y a medida que ese amor nos llene, sentiremos el 
deseo de ponerlo en práctica.
Esto está en relación con estas tres bienaventuranzas que hablan 
de la liberación: "Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el 
consuelo". "Dichosos los sometidos porque ésos van a heredar la 
tierra", "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos 
van a ser saciados" . Esto es una promesa de liberación, porque va en 
futuro, y entonces es: si las comunidades cristianas existen en esa 
opción, ésa es la garantía de que esta obra de liberación va a ir 
existiendo en el mundo. Vemos la enorme responsabilidad de los 
cristianos, una responsabilidad total. Pero sin embargo, la realidad es 
que nunca nos habían dicho esto. El cristianismo que hemos 
aprendido nunca nos ha enseñado que hay que vivir así, que se trata 
de formar comunidades que sean el principio de una sociedad 
diferente. Por tanto, no es cosa de tener remordimientos. Pero ahora, 
que empezamos a saberlo, vamos a ver si empezamos a practicarlo.
"Ustedes son la luz del mundo"
La "luz" se aplicaba a Jerusalén como ciudad. En Is. 60 dice: "Brilla, 
brilla, Jerusalén, porque la gloria del Señor está sobre ti". Se aplicaba 
también al Templo, que en el fondo era el núcleo de Jerusalén. De 
manera que la ciudad santa, donde resplandecía la gloria de Dios, y el 
Templo, que era el gran exponente de la santidad de Jerusalén, eran 
"la luz del mundo". Pero eso se ha terminado. Ya no hay una ciudad 
santa ni hay un templo. Donde la gloria de Dios resplandece, o sea 
donde Dios se manifiesta y se da a conocer, es en el grupo humano 
que está viviendo ya la realidad de este Reino suyo. Ahí es donde 
resplandece su gloria, que es su amor. Eso es la luz del mundo. Se 
han acabado ya los derechos geográficos a ser ciudad santa. Nunca 
cuatro muros pueden ser un templo para Dios, ni nunca una ciudad 
puede tener por sí misma el apelativo de santa. Todo eso eran cosas 
infantiles de una Humanidad antigua. Lo único que puede ser santo, es 
decir, semejante a Dios, lo único que puede recibir el espíritu de Dios y 
parecerse por eso a Dios mismo, es el hombre. Lo demás son cosas 
antiguas, supersticiones antiguas, objetivaciones antiguas que en la 
edad adulta de la Humanidad no tienen sentido. De manera que esta 
Comunidad donde existe, vive, y está apareciendo, brillando ese 
Espíritu de Dios, que es el amor por el bien del hombre, la actividad en 
favor del hombre, ésa es la luz del mundo. Y no hay otra.
"No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto del monte"
Alusión a Jerusalén. Como ustedes son ahora la nueva Jerusalén, 
es decir, esta comunidad es el sitio donde resplandece la gloria de 
Dios, esto no se puede ocultar. De manera que esto tiene que verse; 
la comunidad cristiana tiene un modo de comportarse que se hace 
visible poquito a poco, en pequeña escala porque somos poquita 
cosa, pero eso tiene que notarse alrededor.
"Ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para 
ponerlo en el candelero y que brille para todos los de la casa"
La comunidad cristiana no puede ser un círculo cerrado, que no 
tenga ninguna repercusión al exterior. Tiene que notarse de alguna 
manera su presencia, porque nadie trae una vela para meterla debajo 
de la cama. La pone para que alumbre. El ha venido a encender esa 
luz, que somos nosotros, y esa luz tiene que alumbrar, tiene que 
notarse. Esto no siempre es fácil, aunque tampoco tenemos que 
hacernos mucho problema. Lo que sí tenemos que recoger de esto es 
que la comunidad no puede ser un círculo cerrado o inactivo. Tiene 
que pensar que eso tiene que transmitirse por algún lado, tiene que 
transcender fuera del círculo de la comunidad. Ese Espíritu que está 
en la comunidad -que es Dios mismo-, esa vida nueva que existe en la 
comunidad, ese impulso tiene que tener un destinatario fuera de la 
comunidad. Es ésta la luz. Para que se vea, para que la noten. 
Naturalmente, si somos poca cosa, poco se notará el Espíritu, pero 
algo tiene que notarse, porque se trata de que esta comunidad está 
interesada en el bien de la Humanidad, que no vive para sí misma y, 
por lo tanto, de alguna manera su actividad tiene que verse.
"Empiece así a brillar la luz de ustedes ante los hombres"
El compromiso de la comunidad tiene que ser hacia los demás. "Los 
hombres" son los que no son miembros de la comunidad.
"Que vean el bien que hacen ustedes y glorifiquen a su Padre del 
cielo"
"Glorifiquen" es que tienen que conocer que Dios es Padre. "Esto 
es lo que van a transmitir: que Dios es Padre, que Dios es el que ama 
a los hombres, que Dios es el que da vida a los hombres. Eso se irá 
viendo cuando ustedes practiquen ese amor y comuniquen esa vida. El 
efecto del amor es la vida. (Esta es la formulación que resume todo lo 
que es efecto del amor). Y dar vida significa dar libertad, y dar amor, y 
dar alegría, y dar conocimiento, y dar todo. El Padre es el que 
comunica vida; por lo tanto, cuando la actividad de ustedes sea así, la 
Humanidad irá comprendiendo el verdadero rostro de Dios, que es 
Padre. Que no es juez, ni es soberano, ni es el que tiene al hombre 
debajo para castigarlo o vigilarlo, sino que es el que está deseando 
comunicar al hombre la plenitud de vida que él tiene. Y ésta es la 
misión de la comunidad . Al ver el bien que hacen ustedes, la gente irá 
entendiendo la clase de Dios que es el de ustedes, irá descubriendo el 
verdadero rostro de Dios".
Esto responde a las otras tres bienaventuranzas. Lo de la sal era a 
las tres de la liberación y lo de la luz a las tres de la actividad cristiana: 
"Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda. 
Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios. 
Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar 
Dios hijos suyos". De manera que el dicho de la sal se refiere a la 
liberación futura: "Ustedes son los garantes, con su fidelidad, de que 
esta liberación vaya existiendo en el mundo. Su actividad es la que irá 
causando el cambio. Esa actividad de prestar ayuda, de la 
transparencia de conducta, del trabajo por los demás, que es la 
felicidad del hombre. Y así serán la luz del mundo".
Y vemos que dice: "su Padre del cielo". Esto supone que esta 
comunidad ya está viviendo en el Reino porque tener a Dios por Padre 
es lo mismo que tener a Dios por rey. Es decir, tener a Dios por rey es 
un término del A. T. que se traduce en el Nuevo por tener a Dios por 
Padre, ya que Dios reina no imponiendo ni mandando, sino 
comunicando su Espíritu, que es su vida, comunicando su propia vida, 
por lo que al comunicar su vida, ese Rey se convierte en Padre. Y 
¿por qué lo llama ya "su Padre" ? Porque están dedicados a hacer lo 
que él hace, porque "dichosos los que trabajan por la paz, porque a 
ésos los llamará Dios hijos suyos".
Y ahora viene un pasaje que está, de ordinario, muy mal 
interpretado, y que todo el mundo se lo sabe de memoria. Dicen: 
"Jesús no ha venido a abolir la Ley". Pues vamos a ver si eso es lo que 
dice el Evangelio.

11. EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

"¡ No piensen que he venido a echar abajo la Ley ni los Profetas!"
Al decir "no piensen" , quiere decir que la gente puede estar 
pensando en eso. Está hablando con sus discípulos y se les ha podido 
ocurrir la idea de que toda la Ley y los Profetas se han terminado. "La 
Ley y los Profetas" es una de las maneras de nombrar al Antiguo 
Testamento. Por tanto, aquí no se trata de la Ley como código, sino 
del A. T., que se dividía en dos grandes partes. Había también otras 
divisiones, como la que dice Lucas de 'Ley, Salmos y Profetas' , pero 
una de ellas es ésta de dividir a todo el A. T. en Ley y Profetas.
De manera que aquí, los que escuchan a Jesús pueden pensar 
que, con esto que acaba de decir, se ha liquidado toda aquella 
inmensa promesa del Reinado de Dios que había en el A. T. Porque 
Jesús ha hablado de los que van a ser pobres, y de los que van a ser 
perseguidos, y de que "la luz del mundo" va a ser un grupo de gente 
sin importancia, y ésos van a ser la sal de la tierra. Y, entonces, todo 
aquel esplendor que se prometía en el A. T. está liquidado. Eso es lo 
que Jesús quiere poner en claro.
"No he venido a echar abajo, sino a dar cumplimiento"
La clave de interpretación está en estas dos últimas palabras: "dar 
cumplimiento" . El verbo griego "plerosai" (dar cumplimiento) se usa en 
Mateo siempre para las profecías: "... Y así se cumplió lo que había 
dicho el profeta..." (Mt. 1,22; 2,15.17.23; 4,14; 8,17; 12,17, etc.). De 
manera que está tomado todo el A. T. -designado como la Ley y los 
Profetas- como una gran profecía. Por tanto, lo que dice es: "Yo no 
voy a echar abajo esa profecía, sino a darle cumplimiento. De manera 
que no tengan miedo de que toda la gran promesa que existía se vaya 
a quedar en nada. Todo va a ser cumplido".
"Porque les aseguro que antes que desaparezcan el cielo y la 
tierra, ni una letra ni una coma desaparecerán de la Ley antes que 
todo se realice"
Aquí habla sólo de la Ley. Ya hemos dicho que considera la Ley y 
los Profetas, o sea todo el A. T., como una profecía, porque dice: "He 
venido a dar cumplimiento". De los profetas, que sean profecía, está 
claro, pero de la Ley, es decir, de los libros de Moisés ¿en qué sentido 
son profecía?
En el tiempo de Jesús era clarísimo. El centro de los libros de 
Moisés es el Exodo de Egipto, o sea, la liberación de la esclavitud y 
llegada a una tierra prometida. Se pensaba en tiempos de Jesús, y así 
lo enseñaban los rabinos, que el Mesías tenía que hacer el éxodo 
definitivo; que el éxodo que hizo Moisés no era más que una figura 
anticipada del éxodo definitivo, de la liberación definitiva y de la tierra 
prometida definitiva, que llevará a cabo el Mesías. De manera que 
también los libros de la Ley son profecía; están anunciando esta 
liberación final que hará el Mesías. A eso también se va a dar 
cumplimiento, y por eso aquí habla sólo de la Ley, insistiendo en ese 
aspecto de "éxodo". Ahora bien, "no para observarla", sino "antes que 
se realice todo": todo lo que está en el futuro de la Ley, que es 
precisamente el éxodo, tiene que realizarse enteramente antes que 
pasen el cielo y la tierra. Y eso se va a realizar hasta el detalle. Ni 
caerá ni una "iota" (la letra más pequeña), ni un acento; toda aquella 
profecía del éxodo futuro se va a cumplir hasta el último punto.
¿Cuándo se produce eso? Con la muerte de Jesús. La muerte de 
Jesús es un éxodo definitivo y detrás de él, todo. Ahí se abre la puerta 
de la nueva tierra prometida. La nueva tierra prometida es el Reinado 
de Dios aquí y allí porque es una realidad que empieza aquí, pero que 
no se detiene con la muerte. Pero aquí también. Donde está Dios 
reinando, donde está su Espíritu, ése es el Reinado de Dios. La 
comunidad que por impulso del Espíritu, por esa vitalidad nueva que 
da el Espíritu, es una comunidad de amor, de entrega, de libertad, de 
alegría, de igualdad, ése es el Reinado de Dios. Con todas nuestras 
limitaciones por supuesto, nunca será una cosa perfectísima, pero 
existe una nueva relación humana. Ese es el Reinado de Dios y ésa es 
la Tierra prometida. Saliendo como éxodo de la sociedad injusta para 
empezar a vivir en un pequeño grupo, que es prenda de la sociedad 
futura. Y eso se realiza cuando Jesús, con su muerte da su Espíritu. 
Ahí empieza. No pasará, no caerá ni una coma, ni un acento de la Ley 
-de esa profecía- antes que se realice todo. No que se observe la Ley, 
que de eso no dice nada.
Ahora habría que explicar por qué Jesús quita de en medio la Ley 
entera. No porque todo lo que diga la Ley es malo, aunque hay cosas 
que sí, por ejemplo, aquello de la venganza, la ley del talión, etc. Otras 
cosas son tontas, como todos los tabúes aquellos antiquísimos, las 
impurezas legales de los actos fisiológicos, etc., que son cosas muy 
antiguas, de cuando se vivía en ese sentido de la mancha, cosas que 
hoy no sirven para nada. Aunque hay otras cosas buenas, como 
"amarás al Señor tu Dios, amarás a tu prójimo"... Entonces ¿qué hace 
Jesús? ¿Va a quedarse con lo bueno y quitar lo malo? ¿Va a decir "de 
la Ley vale esto y no vale lo otro"?: No. De la Ley no vale nada. ¿Por 
qué? Porque la Ley es un código impuesto al hombre desde fuera. Y, 
en el N. T., en el Reinado de Dios, no hay código externo ninguno. El 
hombre no puede estar obedeciendo órdenes de fuera, porque eso es 
infantil, ésa es la época de los niños, pues el niño necesita que alguien 
le diga lo que tiene que hacer. El adulto no. En el Reinado de Dios se 
obra por ese impulso interior . Por eso, uno hará muchas cosas de las 
que estaban en la Ley -por ejemplo, uno no va a matar-, pero no lo 
hará porque lo diga la Ley, sino porque su amor interior lo llevará a 
dar vida y no a quitarla. Uno amará a Dios, pero no porque lo diga la 
Ley sino por la comunidad de espíritu que lleva dentro. De manera 
que la diferencia está entre niños y adultos. Toda ley externa que nos 
diga: "Usted tiene que hacer esto, le mando que haga esto" es de 
niños. 
Como Jesús viene a empezar la edad adulta de la Humanidad, todo 
lo que sea código externo de conducta se ha terminado. Es ahora el 
principio interno del hombre, ese Espíritu nuevo, el que lo lleva. Eso es 
ser adulto. Por eso la Ley, en cuanto código, está completamente 
abolida. No en cuanto profecía, aquélla del éxodo, que ésa se realiza 
con la muerte de Jesús. Y nosotros vamos detrás. El éxodo se abrió 
con la muerte de Jesús, cuando él da su Espíritu, y nosotros vamos 
saliendo de la sociedad injusta, que es la tierra de esclavitud, para 
entrar en la tierra prometida, que es ésta comunidad que vamos 
creando, que queremos crear, donde la relación humana es relación 
de amor. No de rivalidad, no de hostilidad de unos con otros, no de 
dominio, no de prestigio, sino de igualdad, de entrega, de solidaridad.
Y, por si nos queda alguna duda, podemos ver el comentario que 
hace Pablo sobre esto de la Ley en Gálatas 3, 23: "Antes de que 
llegara la fe (es decir, la adhesión a Jesús) estábamos custodiados 
por la Ley, encerrados, esperando que la Ley se revelase" . 
Encerrados: La Ley es la carcelera del hombre. "Así la Ley era nuestra 
niñera, hasta que llegase el Mesías y fuésemos rehabilitados por la fe" 
. Cuando llega la edad adulta, se acaba la niñera. "En cambio, una vez 
llegada la fe, ya no estamos sometidos a la niñera pues, por la 
adhesión al Mesías Jesús, son todos ustedes hijos de Dios; porque 
todos al bautizarse vinculándose al Mesías, se revistieron del Mesías" . 
Ya son una cosa con él. Y más adelante: "Mientras el heredero es 
menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo pues, aunque es 
dueño de todo, lo tienen bajo tutores y curadores hasta la fecha fijada 
por su padre. Igual nosotros, cuando éramos menores estábamos 
esclavizados por lo elemental del mundo (que es la Ley). Pero, 
cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, 
sometido a la Ley, para rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, 
para que recibiéramos la condición de hijos. Y, la prueba de que 
ustedes son hijos, es que Dios envió a su interior el Espíritu de su Hijo 
que grita: ¡ Abbá! ¡Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo y 
si eres hijo, eres también heredero, por obra de Dios" (4,1-7).
De manera que Pablo dice que la Ley era el estado elemental del 
hombre, era la edad infantil de la Humanidad. Cuando llega la edad 
adulta, se acabaron los tutores, se acabó la niñera. Y la razón es ésa: 
porque ya no hay código exterior, lo que hay es el Espíritu de Dios en 
nuestro interior. Y eso es lo que va haciendo madurar al hombre. Y el 
hombre no actúa por ese "ahora tienes que hacer esto, ahora tienes 
que hacer lo otro", sino que él mismo, con su Espíritu, tiene que ir 
decidiendo en cada circunstancia lo que conviene hacer y cómo su 
deseo de amor y de entrega tiene que irse concretando ante las 
exigencias de la realidad que tiene delante. El hombre se desarrolla 
con el uso de su libertad y , por tanto, es precisamente el gran 
instrumento de desarrollo el que el hombre, con ese Espíritu, vaya 
decidiendo libremente en cada momento lo que tiene que hacer para 
dar vida a los demás.
Es decir, que no hay que tener miedo de que ese Reinado de Dios 
prometido en el A. T., se vaya a quedar en nada. Se va a quedar en 
todo. Toda esa enorme profecía se va a cumplir. ¡ Claro!, que de otro 
modo, pues el A. T. lo que esperaba era la gloria política de Israel, y 
eso se ha terminado. No es la gloria política de un pueblo, porque el 
nacionalismo de Israel se ha acabado, el exclusivismo del pueblo 
escogido se ha terminado. Es la Humanidad entera, y se va a hacer, 
no por el dominio de un pueblo sobre otro, sino creando una sociedad 
donde todos sean hermanos porque hay un solo Padre.
"Por lo tanto, el que se exima de uno solo de esos mandamientos 
mínimos..."
Los "mandamientos mínimos" son las Bienaventuranzas. Y los llama 
"mandamientos", no porque estén formulados en forma de tales, sino 
para oponerlos a los mandamientos de la antigua Ley. Es lo que hace 
Juan cuando dice: "Este es el mandamiento mío: que se amen unos a 
otros como yo les he amado" . Esto no es un mandamiento, es un 
ideal, pero tanto Mateo como Juan lo llaman mandamiento para decir 
"esto es lo que sustituye a todos aquellos mandamientos antiguos".
Y llamarlos "mínimos" corresponde a lo que dice Jesús después en 
el mismo evangelio: "Mi yugo es llevadero y mi carga ligera" . Esto no 
es una cosa difícil, no es una cosa que aprisione al hombre. Jesús no 
nos da recetas: nos da principios, impulsos, ideales y nos da el Espíritu 
que nos lleva a eso. Ahora ¿cómo lo practicamos en el siglo XX?: 
habrá que pensarlo, pero lo que no podemos hacer es vaciarlo.
"... y lo enseñe así a la gente..."
Ese tal va creando unas comunidades que son la sal que pierde su 
sabor, porque está vaciando de contenido el mensaje de Jesús.
"... será llamado mínimo en el Reino de Dios"
Esta es la frase que, en el lenguaje rabínico, quiere decir "excluido". 
Esto está en paralelo con la parábola de la cizaña: hay trigo y cizaña 
dentro del Reinado de Dios. Esta es la cizaña, la "quinta columna" que 
hay dentro de la comunidad cristiana, y que está vaciando de 
contenido la vida cristiana.
"En cambio, el que los cumpla y enseñe (primero es practicar y 
después enseñar) ..., ése será llamado grande en el Reino de Dios. 
Porque les digo que, si la fidelidad de ustedes no sobrepasa con 
mucho la de los letrados y fariseos, no entran en el Reino de Dios" 
Los letrados y fariseos se vanagloriaban de una fidelidad a la Ley 
en los detalles más mínimos. "Pues la de ustedes tiene que ir mucho 
más allá pero, no en el plan legalista, sino en el plan de entrega que 
supone la opción. No en el plan de ellos, que se pasaban el día 
mirando con lupa los 635 mandamientos que habían sacado de la Ley; 
no en cantidad, sino en calidad. La fidelidad de ustedes no es a esas 
tonteras, sino a la opción entre Dios y el dinero, y tiene que estar muy 
por encima en calidad, y no menor en entrega, a la de los letrados y 
fariseos".
Mateo, que escribe bastante más tarde que Marcos y, además en 
una comunidad muy atacada por el espíritu judío -pues alrededor suyo 
tiene comunidades judías muy fanáticas que acusan a la comunidad 
cristiana de traidora-, se encuentra con una comunidad mezclada. En 
la comunidad de Marcos hay algunos problemas, pero son de otra 
clase: son problemas comunitarios entre los discípulos de origen judío 
y los seguidores de Jesús que vienen del paganismo; pero no hay ese 
problema de fidelidad a la Ley que pone Mateo. Por eso, no existe en 
Marcos la parábola de la cizaña (los que vacían de contenido el 
mensaje de Jesús), ni lo de "serán llamados mínimos" los que no lo 
practican. Por ser Mateo más tardío, hay una nota pesimista, o más 
realista, en la parábola del que "edifica su casa sobre roca o sobre 
arena": porque tiene más experiencia y ha habido más dificultades en 
la comunidad y más ataques de fuera.
También Lucas, que escribe todavía más tarde, se encuentra en 
una comunidad más difícil que la de Marcos, porque no hay tanta 
fidelidad: y por eso Lucas pone las Bienaventuranzas de una forma 
mucho más radical que Mateo, ya que dice: "Dichosos los pobres, 
porque de ustedes es el Reino de Dios" . "¡Ay de ustedes, los ricos, 
porque ya tienen su consuelo! " ; y se dirige también a los discípulos. 
Por lo que se ve, en la comunidad de Lucas (o en otras que conocía) 
había ya ricos y pobres, que la opción no se había hecho. Y eso que 
estaban a pocos años de la muerte de Jesús. Por eso Lucas pone esa 
tremenda antítesis entre pobres y ricos, que no aparece en Marcos ni 
en Mateo, que son más antiguos. "Los mínimos" , pues, en Mateo son 
aquellos que vacían la comunidad con su conducta, y enseñan ese 
modo de proceder, con lo que crean comunidades que no sirven más 
que para que las gentes las pisoteen, como dice de la sal.

12. LA VERDADERA PIEDAD

Viene ahora la oposición de Jesús a la doctrina de los teólogos de 
aquel tiempo, que eran los letrados. Teólogos, moralistas, canonistas, 
es decir, los que explicaban la Ley. Y aquí Mateo nos pone las 
contraposiciones entre los antiguos Mandamientos y lo que Jesús dice. 
Jesús se pone por encima de los antiguos mandamientos, que ya 
están fuera (5, 21-46). Y, después de esto, viene la oposición a los 
fariseos.
Los letrados eran los maestros, los teóricos, los que exponían con 
autoridad la doctrina. Estaban oficialmente reconocidos, pues se 
ordenaban a los 40 años, después de sus estudios; no se ordenaban 
de sacerdotes, sino que era una ceremonia en la que se instituían 
como maestros oficiales y, además, como jueces en las causas civiles 
y criminales. En cambio, los fariseos no eran teóricos, sino prácticos. 
Los fariseos eran los observantes, eran grupos de judíos laicos, que 
tenían como objetivo de su vida la observancia rigurosísima de la Ley. 
Por tanto, eran los dos grandes grupos que influían sobre el pueblo: 
los letrados o maestros por su prestigio y doctrina, y los fariseos por su 
conducta. Eran hombres "santos", gente perfecta, sin tacha. Y Jesús 
los desenmascara en este trozo, pues no era oro todo lo que relucía, 
ni santidad lo que pretendía serlo.
"Cuidado con hacer ustedes sus obras de piedad delante de la 
gente para llamar la atención; si no, se quedan sin recompensa de su 
Padre del cielo" (6,1).
Ya está anunciando de qué se trata. Aquí hay gente -los fariseos- 
que hacen sus obras de piedad para que los vean. Estas obras de 
piedad son las clásicas del judaísmo. Mateo está en controversia 
continua con grupos fariseos que son enemigos de la comunidad 
cristiana, y por eso trata del "fariseísmo". En la piedad farisaica las 
principales obras eran: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús 
empieza hablando de estas tres, con lo que claramente se refiere a 
ellos, y dice: "no lo hagan para llamar la atención". ¿Qué es eso de 
llamar la atención?: vamos a verlo en cada una de ellas, pero el fondo 
es el mismo: pretender ganarse fama de santos y con esto influir sobre 
el pueblo. Porque todo va encaminado al poder, incluso ese 
aspecto y actitud de santidad y perfección. El "dar ejemplo" es poder: 
no hay que dar ejemplo; hay que ser bueno y actuar con el Espíritu, 
sin pretender dar lecciones a nadie, porque de aquella forma uno se 
coloca por encima. Todo son útiles manifestaciones de la ambición del 
poder. Estas, en realidad, ni son útiles, pues son groserísimas.
"Por tanto, cuando des limosna, no lo anuncies a toque de 
trompeta, como los hipócritas en las sinagogas y en la calle para que 
la gente los alabe"
Lo del toque de trompetas, claro, es una exageración que quiere 
decir "con gran publicidad". Naturalmente, la civilización nuestra es 
muy diferente de aquella; ellos iban por la calle dando a los pobres con 
prosopopeya para que se dijera "qué hombre más santo". Lo que 
pretenden es la fama, no el ayudar, para con ella tener poder sobre el 
pueblo, influjo espiritual, que es un tipo de poder muy evidente, y de lo 
que todos tenemos evidencia, unos desde arriba y otros desde abajo.
"Ya ha recibido su recompensa, se lo aseguro"
La recompensa que quieren es la fama y ya la tienen. No hay más.
"Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda 
lo que hace la derecha, para que tu limosna quede escondida; y tu 
Padre, que ve lo escondido, te recompensará"
Si tú quieres ayudar es porque quieres ayudar, no por otra 
finalidad. Aquí está desarrollando la bienaventuranza que decía 
"dichosos los limpios de corazón", los que no tienen segundas 
intenciones, que no van buscando bienes inconfesables, los sinceros, 
los auténticos. Si quieres ser auténtico en la ayuda al prójimo, que 
nadie se entere, que no sepa tu mano derecha lo que hace la 
izquierda y, entonces, tendrás tu recompensa. ¿De qué recompensa 
se trata?: de la comunicación de Dios: tendrás esa comunicación de tu 
Padre, que ve en lo escondido; esa comunicación es tu recompensa. 
Es decir, como tú te portas igual que él se porta, entonces viene la 
sintonía con él, el Espíritu común, la comunicación y la experiencia de 
Dios. De modo que, cuando se hace algo, hay que hacerlo por lo que 
es. ¿Que hace falta remediar una necesidad urgente?: pues se 
remedia, pero sin publicidad.
Como vemos, Mateo no está proponiendo la limosna -como 
tampoco Jesús la proponía- como solución a las injusticias de la 
sociedad, pues él tiene su solución. Esto es una cosa de emergencia: 
se dan ocasiones en que no hay más remedio y, cuando es 
apremiante, hay que atenderlo de momento; y no va uno a decir 
"espera a que funcione la nueva sociedad..." Pero esto no es la 
solución. La solución es potenciar al hombre -que es lo que hace 
Jesús- para que él mismo encuentre su manera de vivir.
"Cuando recen, no hagan como los hipócritas..."
"Hipócrita" es el que hace una acción externa que no corresponde a 
su actitud interior: es ese abismo que hay entre la acción y el espíritu, 
porque se hace por un motivo para lo que la acción no está 
destinada.
"...que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las 
esquinas para exhibirse ante la gente"
Con las manos levantadas, delante de todos, para que se diga 
"¡qué hombre tan observante, tan bueno, no tiene respeto humano!". 
Pero, si resulta que lo que va buscando es todo lo contrario, que se 
entere todo el mundo para que digan "¡qué santo es!". Aquí, 
naturalmente, Jesús caricaturiza -porque se trata de una sátira- pero, 
en su medida, se aplica a todo el mundo, incluso a nosotros.
"Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu pieza, echa la 
llave a tu puerta..."
Todo esto son metáforas, imágenes, para decir "en lo más secreto, 
en el fondo de ti mismo". La palabra que usa el griego significa "el 
último cuarto de la casa"; y "tu puerta" es tu corazón, tú mismo.
"...y rézale a tu Padre que está en lo escondido; tu Padre, que ve lo 
escondido, te recompensará"
Esa oración sí que tiene la comunicación con Dios. Y ésa es la 
recompensa: la comunicación con el Padre. Como vemos, aquí dice: 
"tu Padre que está en lo escondido" : ya no dice " que está en el cielo". 
El "cielo" no significa un lugar especial, es una metáfora: en toda la 
Humanidad lo excelente ha estado arriba y lo de poca calidad abajo; 
por eso, el cielo es el colmo de la excelencia. Y, cuando dice: "el Padre 
que está en el cielo" significa la excelencia o trascendencia; así como 
la invisibilidad, pero no la distancia. En cambio, cuando dice "tu Padre, 
que está en lo escondido", se suprime la excelencia y se enfatiza la 
invisibilidad; o sea, otra manera de designar la cercanía de Dios. Tú 
has hecho tu oración en lo escondido, en lo más escondido de ti 
mismo, y allí está el Padre: cerquísima, a tu lado, contigo, aunque 
invisible; hay experiencia de él, aunque no haya visión.
Aquí Jesús no habla en plural: en lo de la limosna y la oración habla 
en singular. ¿Por qué? Porque se trata de iniciativas particulares, no 
cosas de la comunidad. Son cosas ocasionales, según el espíritu de 
cada uno, pero no normas para la comunidad; si un cristiano quiere 
ejercer estas obras, tiene que saber cómo hacerlo. Los fariseos 
aquellos tenían momentos obligatorios de oración -tres veces al día- y 
días fijos de ayuno -lunes y jueves-. Pero aquí, nada de eso; ni cosa 
comunitaria tampoco: cada uno es completamente libre para hacer o 
no hacer, según el Espíritu le diga.
Y ahora tenemos que repetir una vez más de qué oración se trata. 
Hay dos clases de oración: una, que es la unión con Dios, y de la que 
aquí no se habla; y otra es la petición a Dios de una cosa determinada, 
de la que sí se habla aquí. La unión con Dios es una cosa continua, 
porque se basa en el don del Espíritu. En todo su evangelio, que tiene 
28 capítulos, ¿cuántas veces dice Mateo, que Jesús ora?: sólo dos: 
una, después del episodio de los panes, y otra en el huerto de 
Getsemaní. Parece poco, ¿no? Y es que esa oración no indica la 
unión con Dios, que ésta la tiene Jesús por el Espíritu. Desde el 
momento en que en el Jordán él recibe la plenitud del Espíritu de Dios, 
eso significa que está siempre unido con Dios, puesto que tiene el 
mismo Espíritu, la misma vida. Esa es la unión con Dios, y de esa 
oración no hablan nunca los evangelistas. 
Esa es la atmósfera en la que respiramos: no hay más que darse 
cuenta de que está con nosotros el Señor, en nosotros, al lado 
nuestro, o como nosotros queramos expresarlo. Ese es el don del 
Espíritu: la oración continua, que unas veces se hace de manera más 
consciente y otras más inconsciente, pero siempre estamos en 
compañía del Espíritu. Por lo tanto, basta con que concentremos la 
atención en ese hecho, y ya estamos en oración, sin dificultad alguna, 
porque sabemos que es el Señor y que nos acepta siempre; seamos 
mejores o peores, siempre nos acepta; por parte de él nunca queda, 
siempre está a nuestro lado deseoso de entregarnos su amor, que es 
su Espíritu. Repito, de este tipo de oración no está hablando aquí 
Jesús.
Cuando se habla aquí de rezar u orar, significa "pedir algo a Dios", 
que es una cosa ocasional; eso no se hace en cada momento, sino 
cuando haga falta, y diremos "Señor, necesito o necesitamos esto" o 
"fulano necesita tal cosa". Aquí se trata de una petición, que ya vimos 
que la otra es el fruto permanente del don del Espíritu. Este don puede 
el cristiano recibirlo de una manera paulatina o de modo más 
momentáneo, más sensible, más espectacular. Puede tener un tiempo 
de una pequeña exaltación -como el enamoramiento, pues, al fin y al 
cabo, no está tan distante la imagen- y será algo que pasa: y tiene que 
pasar porque el Señor quiere que vivamos con los pies en la tierra, 
bien metidos en la Historia; pero eso puede dejar la conciencia de la 
presencia de Dios con nosotros, que es el fruto permanente de ese 
don. Por tanto, la oración contínua es el fruto permanente del don del 
Espíritu en nosotros, que ya no nos distrae ni nos eleva sobre la 
realidad, como puede suceder en ciertos momentos, sino que, al 
contrario, nos va insertando cada vez más en la Historia con la 
eficacia nueva de trabajar con Dios. Por aquí va la cosa y, como 
decimos, de esta oración no se trata aquí. Aquí se habla del pedir 
algo y, cuando haya que hacerlo, "entra dentro de ti mismo, cierra tu 
corazón con llave y habla con tu Padre": esa oración sí sirve. Y ahora 
Jesús desarrolla este aspecto de la oración y dice:
"Pero, cuando recen, no sean palabreros, como los paganos que se 
imaginan que, por hablar mucho, les hacen más caso; no sean como 
ellos, que su Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo 
pidan"
De manera que Dios ya lo sabe, no hace falta estar pidiéndoselo 
con insistencia. Pero, entonces ¿para qué rezamos? ¿para qué 
pedimos, si el Padre ya lo sabe? Por parte del Padre, sí; por parte 
nuestra, no. Nosotros, al pedir, nos hacemos capaces de recibir. El 
pedir es una actitud de apertura y, cuando nos abrimos al pedir, Dios 
puede darnos lo que no nos podía dar si no se lo pidiéramos. Pedir 
significa estar receptivo y, para recibir, hay que estar receptivo. Por 
tanto, esta oración de petición no es para "mover" a Dios, ya que su 
amor está siempre deseando darnos. Por eso no hay que ser 
"verbosos", porque el Padre sabe lo que necesitamos antes de que se 
lo pidamos.
¿Cuáles son las peticiones propias de la comunidad cristiana?
Se dice: "El Padre Nuestro es modelo de oración" y, en efecto, es 
modelo de petición en esta clase de oración. La otra oración, la de la 
unión con Dios, no necesita palabras: basta tener conciencia de su 
presencia y de su amor. En cambio, la oración de petición sí las 
necesita, y el Padre nuestro es su modelo.