JUEVES DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 14, 7-12

1-1.

En este capítulo, Pablo aborda el problema de la caridad entre cristianos que profesan opiniones distintas acerca de la observancia de prácticas religiosas: días de ayuno (v. 5), abstinencia de carne y de vino (vv. 14, 17, 21), no comer ciertos alimentos (vv. 14, 20). De hecho algunos cristianos ("los fuertes") creen que su fe los libera de esta religión; otros, más timoratos o más conservadores ("los débiles") opinan que tienen que hacer caso a sus escrúpulos. La lectura de hoy se dirige especialmente a los "débiles" que no tienen que juzgar a los "fuertes".

a) Un primer principio para mantener la caridad entre estos cristianos es que cada uno obre por el Señor (vv. 5-6), con la certeza de ser, en cualquier circunstancia, siervo del mismo Señor (vv. 7-9). Ni la vida ni la muerte cambian en nada este depender del Señor y mucho menos las cuestiones sobre prácticas religiosas.

b) Los "conformistas" tienen tendencia a condenar a los "progresistas". Pablo les dice que no tienen derecho alguno a juzgarlos, porque el juicio es una prerrogativa divina (vv.10-12; cf. Rom 12, 14-21). Además, si los fuertes se comportan muy libremente, es en nombre de una libertad dada por Dios (vv.3-4).

PLURALISMO/UNIFORMIDAD: Pablo no pide que conservadores y progresistas compartan las mismas ideas: no es a este nivel donde debe realizarse la unidad, sino mucho más profundamente, en la conciencia que cada uno debe tener de ser siervo del mismo Dios.

La sociedad moderna se orienta cada vez más hacia el pluralismo.

Es decir, que los cristianos tendrán que compartir cada vez más opiniones no solo sobre cuestiones profanas, políticas o sociales sino también sobre problemas morales, religiosos o litúrgicos.

¿Hay que lamentar esto, inquietarse por esta evolución y querer mantener a toda costa una uniformidad absoluta? Tal actitud correría el peligro de perder de vista que la unidad cristiana se sitúa a otro nivel, en donde solo cuenta la fe y la gloria de Dios único a quien se sirve.

En realidad, cada uno tendría que poder contar hasta tal punto con el amor y el respeto ajenos que no tuviera reparo en mostrarse tal cual es, con sus debilidades y su fuerza, sabiendo que, a su vez, devolvía el mismo amor y el respeto hacia todos.

La Eucaristía parroquial es precisamente el terreno por excelencia en donde se deben reconocer y asumir los conflictos y tensiones inherentes al pluralismo de esos cristianos reunidos y que poseen distintas opiniones.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág 221


1-2.

El texto que meditaremos hoy se inscribe en el contexto en que san Pablo trata de las "divergencias", concretas que oponen a los cristianos entre sí.

Algunos cristianos, aun habiendo abrazado la Fe en Cristo Salvador, se creían obligados a observar las prescripciones legales antiguas de la Ley de Moisés: días de ayuno... abstinencia de carne y vino... prohibición de algunos alimentos... otros cristianos -los "fuertes"- estimaban que su Fe les confería libertad plena, frente a esas antiguas prácticas religiosas. Se puede leer ese pasaje al comienzo de este capítulo (Rm 14 1 a 7). Y san Pablo continúa:

-Hermanos, ninguno de nosotros vive para sí mismo, y tampoco muere nadie para sí mismo.

Es la condena más rotunda del "individualismo".

Las "divergencias", si las hay, y los particularismos legítimos, deben finalmente al menos, orientarse y canalizarse hacia el bien común. No se puede vivir "para sí mismo".

Nuestros valores personales, lo que nos hace ser nosotros mismos queda bajo el "celemín" si no es compartido, puesto en común, orientado «hacia los demás», hacia Dios.

-Vivimos para el Señor, morimos para el Señor.

Es el primer principio para conservar o desarrollar la unidad entre cristianos de "opciones" opuestas: que cada uno actúe con lealtad "como servidor del mismo Señor".

-Ya vivamos,. ya muramos, pertenecemos al Señor.

En definitiva, sólo Dios es la referencia absoluta. San Pablo no cuenta con que "conservadores" y "progresistas" lleguen a tener las mismas opiniones. Pide, incluso, a cada uno que siga su conciencia. La unidad no ha de hacerse a ese nivel concreto, sino más profundamente, en el esfuerzo de cada uno para ser «servidor del mismo Dios», para pertenecer al mismo Dios.

La sociedad moderna y la Iglesia de HOY más que la del tiempo de san Pablo, están marcadas por pluralismos, oposiciones y conflictos. Está claro que los cristianos tienen modos de ver cada vez más diferentes los unos de los otros, sobre asuntos profanos, morales, religiosos, litúrgicos. Señor, ayúdanos a que te pertenezcamos... a que aceptemos las tensiones que nos dividen en todos los otros puntos.

-Entonces tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?

Es el segundo «principio» para continuar o desarrollar la unidad entre cristianos que tienen "opciones" opuestas: que cada uno cuide de no juzgar los comportamientos de los demás. Cada uno debería poder contar con el amor y el respeto de todos para no acomplejarse de «ser él mismo» tal cual es. Ayúdanos, Señor, a no juzgar, a no despreciar.

-Todos compareceremos ante el tribunal de Dios.

En efecto, no tenemos derecho a juzgar a nuestros hermanos porque el "Juicio" es una prerrogativa sólo de Dios y ¡nosotros seremos juzgados por El! Precisa tener en cuenta esta eventualidad. Jesús mismo nos recomendó firmemente esta actitud cuando nos pidió que no mirásemos demasiado la «paja en el ojo del vecino» cuando no vemos «la viga que hay en el nuestro».

-«Por mi vida, dice el Señor, que toda rodilla se doblegará ante Mí..." Así, pues, cada uno de nosotros deberá rendir cuenta de sí mismo a Dios.

No hay nada mejor que ese género de pensamientos para ayudarnos a relativizar nuestras posturas demasiado categóricas.

Señor, no quiero temer tu juicio. Pero que esto me ayude a estar más abierto a los demás.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 374 s.


2.- Flp 3, 3-8a

2-1.

Los que encarcelan a Pablo y quieren su condena y muerte, son judaizantes de antigua observancia, que se glorían de unas ventajas humanas innegables que tienen ciertos privilegiados por el hecho de pertenecer a un origen favorecido. Pablo se atreve a decir a sus adversarios que, si quisiera, podría él también hacer prevalecer sus "títulos"...

-Recibí la circuncisión... Soy de la raza de Israel... Hebreo, hijo de hebreo. Fariseo... Había llegado a ser irreprochable... ¡Tendría razones para poner mi confianza en esas cualidades humanas!

¿No tengo yo tendencia a apoyarme también en ese tipo de cosas? El hecho de pertenecer a una «familia bien», de haber recibido una buena educación... o bien, a la inversa, el orgullo de formar parte de «grupos avanzados», comprometidos... con ese desprecio profundo que se siente a veces por todos los que no piensan «como nosotros»...

Examino un momento mis adhesiones, en los grupos a los cuales me siento unido. ¿Es que no corro el riesgo de que éstos ocupen el lugar de Cristo?

-Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida, a causa de Cristo.

La conversión de Pablo fue el paso de una religión basada en medios humanos, a una religión basada en el encuentro personal con Jesucristo. Antes, como todos los fariseos, Pablo trataba de vivir «irreprochablemente», y por ello se apoyaba en. «títulos», en «pertenencias» a grupos.

Todas esas «ventajas humanas» le parecieron después «irrisorias». En el texto griego auténtico el término es mucho más fuerte: «en ellas no veo ya más que "basura", "cosas de desecho", "inmundicias"». Y el término latino en la traducción de san Jerónimo, es «stercora», ¡que significa «estercolero»!

Osemos pues pensar con san Pablo "que todas las ventajas humanas", todos los bienes de este mundo, cuando se toman como un absoluto, cuando uno se apoya exclusivamente en ellos, independientemente de Cristo, no valen más que el contenido de un cubo de la basura.

-Considero todo esto como una «pérdida» ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor...

¿Qué pretende pues Pablo, al rehusar tan violentamente las «ventajas» humanas? Para él, como para los que ama, no hay más que un único bien: «conocer a Cristo»... no ante todo en palabras o en fórmulas, sino en un «encuentro personal». Todo lo restante es irrisorio.

Para Pablo, los valores de este mundo son inútiles en orden a la salvación esencial: e incluso llegan a ser obstáculos, de los que hay que desprenderse para «ganar a Cristo». En el mundo moderno, aceptamos mal, en general, esas condenas radicales de san Pablo. Sin embargo hay que escucharlas. De otra parte, en la pluma de san Pablo, lo primero no es el desprecio del mundo, es la «elección positiva» que justifica los rechazos: «¡escogí perderlo todo... para conocer a Jesucristo!» ¡Señor, abre mi ser a tu influencia! ¡Señor Jesucristo, haz que te conozca!

«Conocer» a Jesús: llegar a ser suyo, no hacer sino uno, preferir revivir sus misterios, compartir su suerte.

¡Danos, Señor, esa pasión amorosa de Ti, que arde en el corazón de san Pablo!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 374 s.


3.- Lc 15, 1-10

3-1

VER DOMINGO 24C


3-2. OVEJA/MONEDA

-Los publicanos y los pecadores solían acercarse en masa para escuchar a Jesús. Los fariseos y los escribas lo criticaban diciendo: "Este hombre acepta a los pecadores y come con ellos".

Una de las definiciones de Jesús: "aquel que acepta bien a los pecadores".

He ahí una revelación sorprendente de Dios.

-Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y nueve en el campo para ir en busca...

La aritmética de Dios no es la nuestra.

El número, la cantidad nos impresionan siempre. Para Dios "uno" iguala a "noventa y nueve". Cada hombre tiene un valor inestimable.

Misterio del respeto que Dios tiene para cada uno de nosotros.

¡Tú nos amas, Señor, con un amor "personal", "individualizado"! En mi interior, con el pensamiento, recorro los nombres de las personas que he visto recientemente y cuyos nombres recuerdo bien: señor tal... señora cual... señorita X... el muchacho tal... la jovencita cual...

Cada uno de ellos, cada uno, es amado por Dios.

-...Para ir en busca de "la descarriada", hasta que la encuentra?

Me la imagino. Es precisamente aquella que se ha escapado, o que se ha perdido, Es aquella la que embarga todo el pensamiento del pastor. Sólo ella cuenta, por el momento. ¡Es así nuestro Dios! Un Dios que sigue pensando en los que le han abandonado, un Dios que ama a los que no le aman, un Dios que anda en busca de sus "hijos dispersos" ¡La oveja que causa preocupación a Dios! ¿Soy quizá yo?

-Cuando la encuentra, se la carga en los hombros, muy contento...

Un hombre, un pastor feliz, sonriente, exultante, muy contento. ¡Así se nos presenta Dios!

-Y de regreso a su casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos para decirles: "alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja, la que había perdido".

Alegraos conmigo, dice Dios.

Dios es un ser que se alegra, y de su alegría, hace partícipes a los demás.

La "alegría de Dios" es encontrar de nuevo a los hijos que estaban perdidos.

-Os digo: "Lo mismo pasa en el cielo, da más alegría un pecador que se enmienda, que noventa y nueve justos que no necesitan enmendarse, convertirse".

En el cielo hay alegría ¿Quién quiere alegrarse conmigo. dice Dios? ¡Un solo pecador que se convierte! ¿Lo he oído bien? ¡Un solo pecador que se convierte! ¡Uno solo! pasa a tener una importancia desmesurada a los ojos de Dios. Parece que sólo "él" es el que cuenta.

Y tú, ¡no te contentas con esperar que ella vuelva! Tú saliste a buscarla. ¿Y yo? ¿Tengo ese mismo afán por la salvación de los hombres? ¿Tengo, como Dios, un corazón misionero? ¿enviado para salvar lo que se ha perdido?

-Y, si una mujer tiene diez monedas de plata y se le pierde una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Lucas es el único que nos cuenta esa parábola "femenina", que nos repite lo mismo; con otra imagen.

"Alumbrar"... "barrer"... "buscar con cuidado..." Yo, pecador, como todos los pecadores, soy objeto de ese amor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 266 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 14,7-12

a) El pasaje de hoy no se entiende bien si no se tiene en cuenta el contexto anterior.

Seria bueno que la lectura empezara en 14,1, y no en 14,7.

Pablo ve que, en las comunidades, hay distintas maneras de pensar: unos dan importancia a algunos detalles, otros a otros. Por ejemplo, en cuanto a las comidas ("uno cree poder comer de todo, mientras el débil no come más que verduras") o en cuanto a los días que se celebran con especial énfasis ("éste da preferencia a un día, aquél los considera todos iguales").

Aquí viene la lección: en esas cosas que no son importantes, hemos de ser tolerantes y no querer imponer nuestra opinión: "el que come, no desprecie al que no come". Unos y otros se entiende que siguen su conciencia: "el que come, lo hace por el Señor; el que no come, lo hace por el Señor". Por eso, deberíamos tener como punto de referencia lo que sí es importante: "si vivimos, vivimos para el Señor, en la vida y en la muerte, somos del Señor".

Y todo eso sin criticar a los hermanos porque hacen esto o lo otro: si su conciencia les dice que lo hagan así, no soy yo quien se debe meter a juez de sus acciones. "Cada uno dará cuenta a Dios de si mismo".

b) En todo grupo humano, y también en las comunidades cristianas, tenemos necesidad de una mayor apertura de corazón.

Debemos ser más pluralistas y respetar la conducta de los demás, aunque sea distinta de la nuestra. Debemos saber distinguir lo que es importante y lo que puede dejarse libremente a la conciencia de cada uno. Yo tengo que dar cuenta, ante Dios y ante la comunidad, de mis actos, sin meterme continuamente a fisgonear en lo que hacen los demás, ni perder la paz porque haya diversidad de opiniones y costumbres, cosa que deberíamos considerar como sana.

Esto no es una invitación a despreocuparnos de los hermanos y a no buscar su bien. Pablo está hablando de cosas no importantes, en las que con frecuencia solemos fijarnos hasta perder el humor y la caridad. En la vida hay pocas cosas realmente trascendentes: ahí si debemos poner toda la carne en el asador. Pero en otras muchas, seriamos más felices si consiguiéramos un corazón comprensivo, tolerante, si respetáramos más al hermano y no nos escandalizáramos tan fácilmente de lo que hacen los demás. No vale la pena estar siempre discutiendo ni agriándonos el ánimo por cosas que no tienen importancia: seguramente son buenas las que pensamos nosotros y las que piensan los que hacen lo contrario.

1. (Año II) Filipenses 3,3-8

a) Se ve que también en Filipos habla problemas con los judaizantes, que, provenientes del pueblo de Israel, se aferraban a la necesidad de seguir la ley de Moisés, además del evangelio de Jesús. Pablo se pone a sí mismo como ejemplo de una persona que antes también pensaba igual, pero ha cambiado.

Si él predica la liberación de la ley antigua, no es porque no sea o no se sienta judío.

Está orgulloso de pertenecer al pueblo de Israel: de haber sido circuncidado a los ocho días de nacer, como los buenos judíos, de pertenecer a la tribu de Benjamín, de ser "hebreo por los cuatro costados" y, en concreto, de ser fariseo, y como buen fariseo, haber sido irreprochable en el cumplimiento de la ley, como luego fue intransigente en la persecución de los cristianos. (Esta lista de "títulos" de los que Pablo está orgulloso ya la leímos en otra carta, 2 Co 11: cf. el viernes de la semana 11ª).

Pero ha pasado algo decisivo en su vida: se encontró con Cristo Jesús, y entonces todo lo anterior, "que para él era ganancia, lo consideró pérdida comparado con Cristo". Todo lo demás lo dejó a un lado, "lo estimó basura", "con tal de ganar a Cristo".

b) Los que ven nuestro estilo de vida tendrían que notar que los cristianos hemos hecho una opción por los valores de Cristo, por encima de otros valores humanos.

¿Podríamos decir que todo lo que se considera "ganancia" según los criterios del mundo, lo hemos dejado en segundo término, porque hemos descubierto a Cristo en nuestra vida?

Si uno se hace, por ejemplo, religioso, o sacerdote, no es porque no pueda formar una familia o triunfar en los diversos campos de la vida social. Sino porque encuentra otro "tesoro" que le parece superior, por el que vale la pena dejar todo lo demás, para dedicarse a dar testimonio de Cristo y de su evangelio en este mundo: "todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo".

Si el salmista reflejaba la alegría de los creyentes del AT: "que se alegren los que buscan al Señor, buscad continuamente su rostro", los cristianos tenemos todavía más títulos para dedicar nuestras mejores energías a la causa de Cristo. "Ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en lo exterior".

2. Lucas 15,1-10

a) El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado "el corazón del evangelio". Nos transmite unas parábolas muy características, las de la misericordia: hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida. La del hijo pródigo, la más famosa, la leemos en Cuaresma.

La ocasión se la brindan a Jesús los fariseos y los letrados, que murmuraban porque él acogía a los publicanos y pecadores y comía con ellos. La lección, por tanto, va para estas personas que no tienen misericordia. Lo contrario de Jesús, y de Dios, que sienten gran alegría cuando la oveja que se había descarriado vuelve al redil y cuando la moneda que se había perdido, ha sido recuperada.

Son hermosas las imágenes del pastor que, lleno de alegría, se carga sobre los hombros a la oveja perdida, y la de la mujer que reune a sus vecinas para comunicarles su alegría por la moneda encontrada. Así es la alegría de Dios de "los ángeles de Dios"- "por un solo pecador que se convierta".

b) Dios es rico en misericordia. Su corazón está lleno de comprensión y clemencia. A pesar de que nosotros, a veces, nos alejemos de él, nos busca hasta encontrarnos y se alegra aún más que el pastor por la oveja y la mujer por la moneda.

Esta misericordia la emplea, ante todo, con nosotros mismos, que también tenemos nuestros momentos de alejamiento y despiste. Y también con todos los demás pecadores.

La Virgen María, en su Magníficat, cantaba a Dios porque "acogió a Israel su siervo acordándose de su misericordia". Si al pueblo elegido de Israel le tuvo que perdonar, también a nosotros, que no somos mucho mejores.

Pero la lección se orienta a nuestra actitud con los demás, cuando fallan. Sería una pena que estuviéramos retratados en los fariseos que murmuran por el perdón que Dios da a los pecadores, o en la figura del hermano mayor del hijo pródigo que no quería participar en la fiesta que el padre organizó por la vuelta del hermano pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o corazón de buen pastor?

Las parábolas nos las narra Jesús para que aprendamos a imitar la actitud de ese Dios que busca a los que han fallado, uno por uno, que les hace fácil el camino de vuelta, que les acoge, que se alegra y hace fiesta cuando se convierten. ¿Acogemos nosotros así a los demás cuando han fallado y se arrepienten? ¿qué cara les ponemos? ¿quisiéramos que recibieran un castigo ejemplar? ¿les echamos en cara su fallo una y otra vez? ¿les damos margen para la rehabilitación, como Jesús a Pedro después de su grave fallo?

Si somos tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces sí nos podemos llamar discípulos de Jesús. La imagen de Jesús como Buen Pastor que carga sobre sus hombros a la oveja descarriada (la famosa estatua del siglo III que se conserva en el Museo de Letrán en Roma), debería ser una de nuestras preferidas: nos enseña a ser buenos pastores y a no comportarnos como los fariseos puritanos que se creen justos, sino como seguidores de Jesús, que no vino a condenar sino a perdonar y a salvar.

"Tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Todos compareceremos ante el tribunal de Dios" (1ª lectura I)

"Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo" (1ª lectura II)

"La misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 252-256


3-4.

Fil 3, 3-8: Un Pueblo de Dios congregado por el Espíritu

Lc 15, 1-10: Los que se consideran justos

La justicia es pensada muchas veces como el estricto cumplimiento de la Ley. Pero pasa muchas veces que la ley no es justa o que se cumple con un sentido egoísta. Jesús se tuvo que enfrentar a muchos que se creían el «non plus ultra» de la sociedad porque «cumplían» la ley. Pero, la realidad era que cumplían sólo la letra, olvidando el espíritu de la ley.

La ley de Israel estaba hecha para que le pueblo, luego de la liberación de Egipto, llegara a ser autónomo, equitativo y auténtico. Sin embargo, muchos habían trivializado el sentido de la ley y se contentaban con la exaltación del cumplimiento de las normas más triviales. De esta manera, manipulaban la constitución social y política destinada a beneficiar al pueblo, únicamente para unos intereses muy particulares de clase.

La parábola con la que Jesús los encara, muestra cuál es la verdadera intención de Dios al ofrecer una Ley para su pueblo. El interés está dirigido decididamente a que la historia cambie y el pueblo viva. Dios quiere que el ser humano se salve de la injusticia y de la marginación. Por eso, el pastor sale en busca de la oveja extraviada, aquella que está excluida del rebaño. Se alegra de su presencia y festeja la integración de ella en el conjunto mayor. De igual manera, la mujer busca su moneda, porque sólo la unidad (10 monedas) es valiosa. Si falta una, el conjunto carece de valor. El Reino de Dios es una casa donde todos son admitidos, donde no hay excluidos.

Esta manera de pensar y actuar molestaba profundamente a los legalistas, que pensaban solamente en sus intereses individualistas y sectarios. Jesús les privaba con su predicación del instrumento ideológico (su legalismo) con el que defendían su situación y sus deseos de no cambiar. Por estos mismos intereses solucionaron sus diferencias con Jesús por medio de la violencia, lo que mostró hasta qué punto estaban aferrados a ellos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. P/JOYA/PAPA-LUCIANI

El pecado cometido se convierte casi en una joya

«En Pascua, Dios espera. Un pródigo que regresa le da más consuelo que noventa y nueve que siguieron siendo fieles; dada su infinita misericordia, mientras un pecado aún por cometer es evitado a costa de cualquier sacrificio, el pecado ya cometido se convierte en nuestras manos casi en una joya, que podemos regalar a Dios para darle el consuelo de perdonar. ¡Intentémoslo! Uno queda como un señor cuando se regalan joyas».

Carta a los fieles de Vittorio Véneto
7 de febrero de 1959


3-6. CLARETIANOS 2002

A una amiga mía le encanta meditar sobre la alegría de Dios. Y me habla de este tema con frecuencia. Por eso disfruta tanto con las parábolas del capítulo 15 de Lucas. No es para menos. Fijaos cuántas alusiones a la alegría: "La carga sobre los hombros muy contento", "Felicitadme, he encontrado la oveja que se me había perdido", "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta ...", "Felicitadme, he encontrado la moneda que se me había perdido", "La misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta".

Estamos muy acostumbrados a subrayar el amor de Dios. En los últimos años se habla también mucho, influidos quizá por la tradición ortodoxa, de la belleza de Dios. ¿No necesitaríamos contemplar más a menudo la alegría de Dios? Lo que más me llama la atención de las parábolas del pastor que encuentra la oveja perdida, de la mujer que encuentra la moneda (e incluso del padre que encuentra a su hijo) es el tono de alegría que impregna a todas ellas. Ciertamente, hay otros aspectos importantes: el esfuerzo de búsqueda, el arrepentimiento, etc. Pero, por encima de todos, destaca la alegría. Donde hay experiencia de gracia (en griego se dice "cháris") siempre hay alegría (en griego se dice "chára").

Sólo cuando experimentamos que Dios es alegre y que nos contagia su alegría podemos renunciar a todo -como leíamos en el evangelio de ayer- sin sentir que nuestra vida se queda vacía. Creo que a esta experiencia se refiere Pablo cuando escribe a los filipenses: "Todo eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo". Por tres veces repite con parecidas palabras esta confesión, este juego de pérdida-ganancia.

¿Por qué tanta gente cuando piensa en el evangelio lo asocia siempre a palabras como cruz, renuncia, exigencia? ¿Por qué hay tantos creyentes que casi de manera obsesiva utilizan continuamente imperativos: debemos, tenemos que, es necesario, ...? Nada es posible sin un corazón feliz. La alegría es fuente de heroísmo. El esfuerzo sin alegría genera crispación y resentimiento, porque encaja mal los medios plazos, porque no tolera los errores.

Recuerdo que cuando era adolescente circulaba una canción que hoy me parece ingenua en la letra y simplona en la música, pero que expresaba esta dimensión esencial de la experiencia de Dios. Estoy seguro de que muchos de vosotros la conocéis. La cito de memoria. Si cometo algún error, os pido que hagáis el favor de enviarme la letra original. Decía, más o menos, así:

Si Dios es alegre y joven,
si es bueno y sabe sonreír,
¿por qué rezar tan tristes?
¿por qué vivir sin cantar ni reír?

Pues eso.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-7. 2001

COMENTARIO 1

RESPUESTA EN MASA DE LOS MARGINADOS

«¡Quien tenga oídos para oír, que escuche!» (14,35a): así concluye el pasaje anterior (14,25-35), una invitación a aceptar sin condicio­nes el magisterio de Jesús. Acto seguido, se constata la reacción del auditorio: «Se le iban acercando todos los recaudadores y descreídos para escucharlo; por eso tanto los fariseos como los letrados se pusieron a murmurar diciendo: "Este acoge a los descreídos y come con ellos"» (15,1-2). Los proscritos por la sociedad teocrática, atraídos por los plantea­mientos radicales de Jesús, reaccionan en masa y aceptan sus condiciones. Son los que han hecho ya la experiencia de la mar­ginación..., insatisfechos por la vida que llevaban dentro de aque­lla sociedad religiosa. Jesús habla un lenguaje distinto y, sobre todo, muestra hacia ellos una actitud abierta, compartiendo su situación. La flor y nata de la religiosidad judía reacciona hacien­do aspavientos, porque «acoge a los descreídos», rompiendo con el apartheid religioso, y «come» con ellos, sin importarle su men­talidad arreligiosa. «Comer» comporta participar de una misma manera de pensar, crea comunidad.

Como toda respuesta, Jesús les propone una parábola. Entre el enunciado de la parábola (v. 3a) y su exposición (vv. 11-32), Lucas intercala dos analogías en forma de dos preguntas retóricas, una basada en el mundo cultural del hombre (vv. 3-7) y la otra en el de la mujer (vv. 8-10). Cien ovejas / diez dracmas representan la unidad (100/10 = 1). Si se pierde la unidad, se ha perdido todo. La unidad de la humanidad para Jesús es indivisible: no se puede dividir el mundo en sagrado (los 99/9 “justos” o buenos) y profano (los malos). Es lo que hacían los fariseos, los que “se tenían por justos”, “separándose” (pharisaios quiere decir “separado”) de la chusma. En el ámbito de Dios (“el cielo”) “hay más alegría por un pecador que se enmienda que por noventa y nueve justos que no sienten necesidad de enmendarse” (15,7; cf. v. 10). Se invierten los valores: los perdidos, los descreídos, los marginados por la sociedad religiosa, si se enmiendan, activan su capacidad de hacer fiesta y la comparten con los demás; los que se tienen por justos, los seguros de sí mismos, los que desprecian a todo el que no piensa como ellos, no tienen capacidad ni sienten necesidad de enmienda... ni, por tanto, de hacer fiesta. Son unos hipócritas, que sólo cuidan de su imagen, centrados en sí mismos, unos aburridos.


COMENTARIO 2

Los vv. 1 y 2 plantean la problemática sin la cual es imposible comprender adecuadamente las parábolas que siguen a continuación. En ellos aparecen Jesús junto a dos categorías de personas: publicanos y pecadores, de una parte, fariseos y maestros de la Ley, de la otra. Estos pertenecen a una categoría situada en el centro de religiosidad, según el pensamiento general de la época, aquéllos están situados al margen de ese espacio según la misma mentalidad. La actitud de Jesús frente a la primeros suscita, por ello, la crítica inmediata de los segundos.

Desde esta perspectiva las parábolas de la oveja, de la dracma y del hijo recuperado son respuesta directa a esa crítica. Por consiguiente, lo que se pone de relieve es la actitud de acogida, por parte de Jesús y de Dios frente a lo que estaba perdido.

Una oveja suscita más preocupación que las noventa y nueve restantes, una dracma crea más inquietud que las otras nueve. La lógica de la parábola parece, como en otros casos, desafiar el pensamiento común del ser humano.

En realidad lo que está en juego es el espacio en que se mueve la misericordia divina: si es de verdad universal o si se encuentra limitada por las prescripciones e ideas religiosas de los hombres piadosos.

Para Jesús, el hombre que busca lo perdido y la mujer que busca su dracma (igualmente el padre del hijo que ha marchado lejos de su tutela) son las únicas formas adecuadas de expresar la actitud misericordiosa de Dios.

El encuentro de lo que se había perdido produce una gran alegría que se quiere comunicar a sus amigos(as) y vecinos (as) y es expresión de la alegría divina compartida por los ángeles.

La alegría de un Dios que sale en busca de lo perdido sólo puede hallar concreción en la actitud de Jesús que recibe a personas que en la consideración general estaban situados fuera de la realidad salvífica de Israel: los odiados publicanos, considerados por su profesión de cobradores del impuesto imperial como traidores a su pueblo, y los pecadores, alejados de la comunión con Dios.

De esa forma se responde a la crítica de los autosuficientes que se consideraban justos y partícipes de los bienes divinos. Las parábolas rechazan, por tanto, toda participación basada en reglamentaciones o leyes y colocan como único lugar de encuentro con Dios la participación en su misericordia para con todos.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2002

Este evangelio nos hace sentir gozo pero sobre todo esperanza. ¿Quién no se ha sentido alguna vez como la oveja perdida? No sólo por el pecado… ¡Hay tantos conflictos y problemas en la vida…! Todos hemos conocido días amargos. Peor incluso si abrimos los ojos y miramos al mundo. Pero nuestra vida tiene sentido porque Dios nos cuida, nos ama, se alegra con nuestras alegrías y llora con nuestras penas. Los marginados que tuvieron la dicha de encontrarse con Jesús supieron que había algo diferente en aquel hombre. Tanto, que estaban deseosos de oír su palabra. La envidia de los oficial y socialmente buenos no pudo por menos que aparecer. Jesús, usando esta parábola de la oveja perdida les habla claro.
No es tiempo de ser tacaños sino de aprender a gozar con el mismo gozo de Dios. Y sufrir con sus penas. La alegría en el cielo por cada pecador arrepentido nos hace suponer una parecida pena por cada pecado y cada dolor que nos aflige. Si Jesús estuvo cerca de los que en su tiempo eran los últimos y más necesitados, podemos estar seguros de que hoy también está con nosotros, alegrándose cuando somos capaces de superarnos y llorando con nuestros momentos bajos. ¡Maravilloso!

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. ACI DIGITAL 2003

4. Empiezan aquí las tres parábolas llamadas de la misericordia, en que Jesús nos muestra, como una característica del Corazón de su Padre, la predilección con que su amor se inclina hacia los más necesitados, contrastando con la mezquindad humana, que busca siempre a los triunfadores.

8. La dracma equivale a un dólar argentino.

10. Si para nuestro corazón, tan pobre, es un gozo incomparable presenciar la conversión de un amigo que había perdido la fe, ¿qué será esa alegría de los ángeles, que hallan corta la eternidad para alabar y querer y bendecir y agradecer?


3-10. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Jueves 6 de noviembre de 2003
Leonardo

Rom 14, 7-12: ¿Por qué juzgas a tu hermano?
Salmo responsorial: 26, 1.4.13-14
Lc 15, 1-10: Un Dios de misericordia

Seguimos camino a Jerusalén, pero el relato ahora introduce un tema nuevo: el tema de Dios como Dios de misericordia. Es el tema de todo el capítulo 15, que presenta la siguiente estructura:

Jesús acoge y come con publicanos y pecadores: 15, 1-3

Parábola del Pastor que busca la oveja perdida: 15, 4-7

Parábola de la Mujer que busca la dracma perdida: 15, 8-10

Parábola del Padre misericordioso: 15, 11-32

El relato comienza con un sumario general: los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle y los fariseos y escribas murmuraban: Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Este sumario general, donde los verbos están en imperfecto, es un recurso típico de Lucas y expresa una situación prolongada y recurrente. Es lo que sucedía siempre. Lo que describe este sumario es realmente escandaloso. Los 'publicanos' eran posiblemente agentes aduaneros que recolectaban impuestos. Normalmente eran corruptos y ladrones y por eso todo el mundo, especialmente los comerciantes ricos, los odiaban. El término 'pecadores' designa en forma general a los que violaban públicamente la ley. Los dos términos juntos designan a todos aquellos que vivían al margen de la ley y constitucionalidad judía. Que estas personas se acercaran a Jesús para oírle no era ningún escándalo. Lo escandaloso era que Jesús los acogía y comía con ellos. No se dice en el texto que Jesús los reprendiera y les exigiera conversión, para que se integraran a la normativa pública judía. Más adelante tenemos el caso de Zaqueo, que por cuenta propia, sin que se lo exigiera Jesús, hará un cambio radical de vida. Jesús ahora sólo acoge a los publicanos y pecadores y come con ellos. Acoger a un pecador arrepentido no es escándalo. El escándalo es acogerlo así tal cual es. De esta manera Jesús estaba violando gravemente la ley. La intencionalidad de Jesús no es la violación de la ley en si misma, sino la revelación de Dios como un Dios de misericordia. Eso es lo que hará en las tres parábolas que siguen, donde el tema central esta revelación de Dios como un Dios de misericordia.

La parábola de la oveja perdida tiene como sujeto a un hombre y la de la dracma perdida a una mujer. La primera Lucas la comparte con Mateo (Mt 18, 12-14 y está tomada de la fuente Q). La segunda es material propio de Lucas. En la conclusión teológica de ambas parábolas (v. 7 y 10) el sujeto directo es Dios mismo, que se revela como Dios de misericordia.

La primera parábola no es sobre la oveja perdida, sino sobre el pastor que deja las 99 para buscar la perdida. Es una parábola sobre el pastor misericordioso. Llama la atención el trato que da a la oveja perdida ('la pone, contento, sobre sus hombros') y el gozo que comparte con sus amigos y vecinos.

La segunda parábola, en estricto paralelo con la primera, es una mujer que, encendiendo luces y barriendo, busca cuidadosamente la dracma perdida.

La conclusión teológica se refiere a Dios. El pastor y la mujer solícita nos revelan la manera de ser de Dios. En las dos parábolas Dios tiene en la primera rostro de hombre y en la segunda rostro de mujer.


3-11. DOMINICOS 2003

En la vida y en la muerte somos de Dios

Dos hermosas parábolas del Reino nos hablan en la liturgia de hoy con elocuencia: la de la oveja perdida y buscada, y la de la dracma perdida y hallada. Constituyen un buen colofón a las lecciones que nos ha dado san Pablo sobre lo que debe ser nuestra vida en el Espíritu, el desarrollo de nuestra amistad filial con Dios nuestro Padre, y el compromiso con nuestros hermanos en la fe y en la vida humana. Volveremos a ella al final del día.

11-06 Ahora recordemos que hoy la Iglesia hace memoria de una multitud de discípulos de Cristo que, por los años 1614 a 1632 entregaron su vida en Japón, como testigos de la fe. Procedían de España, Francia, Italia, Japón, y unos eran sacerdotes dominicos, otros novicios, estudiantes, cooperadores en la misión, cofrades del Rosario, padres de familia. Todos ofrendaron su vida, prefiriendo el martirio a renegar de su fe y a cesar en el anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios. Algún día fructificará tan copiosa siembra de verdad regada con sangre de fidelidad.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, te agradecemos el amor misericordioso que nos busca, la fortaleza de fe que nos mantiene, el ejemplo de los mártires que nos interpela, la vocación de hijos que necesitan hablar de ti como de Padre, Amigo, Salvador. ¡Gracias!

 

Palabra que nos atrae

Carta de san Pablo a los romanos 14,7-12:

“Queridos hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo; para ser Señor de vivos y muertos.

Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?. ¿Por qué lo desprecias? Todos compareceremos ante el tribunal de Dios..., y cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo”

Este párrafo es un raudal de gracia, verdad, fortaleza, animación. Estamos en Cristo, somos de Cristo, vivimos con él, y con él triunfaremos para siempre. Miremos a él, no a las debilidades de nuestros hermanos., y hagamos todo el bien posible.

Evangelio según san Lucas 145, 1-10:

“Publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharle. Fariseos y letrados murmuraban de ello... Y Jesús, dirigiéndose a ellos, les expuso estas parábolas:

Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada hasta que la encuentra? Y si la encuentra, se la carga sobre los hombros muy contento..., y dice: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja... Así será también la alegría en el cielo por un pecador que se convierta...

Si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta que la encuentra? Y ¿no dice “Felicitadme”, porque la he encontrado..? Pues la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”.

Es para saltar de alegría leer en la Biblia párrafos tan llenos de ternura, de solicitud por nosotros de parte de Dios. ¿Cómo podremos decir los cristianos que nuestro Dios es juez exigente, centinela de nuestra existencia? Felicitémonos; se alegra de nuestro bien.

 

Momento de reflexión

Vivamos o muramos, somos de Dios.

Esta es una de las persuasiones fundamentales de la vida cristiana: que siempre estamos en las manos, en el corazón, en la providencia de Dios sobre nosotros. Y no debemos dudarlo, pues para eso vivió, murió y resucitó Cristo.

Nosotros, con san Pablo, tenemos que repetir: ya no morimos ni vivimos cada uno  para sí mismo. Somos del Señor. Todos nos hallamos en comunión con Dios y con los hermanos, y esa dimensión de comunión permanecerá para siempre y será una tensión que nos mantendrá en la eternidad. Y todo sucederá, no disolviéndonos en masa o energía, sino conservando en Dios nuestra identidad personal, nuestro ser de personas, hijos.

Oveja y moneda o perla escogida y amada.

El Señor, para encarecernos la importancia de pertenecer a su Reino mediante el amor que nos ligue a él y al Padre, repite ejemplos, semejanzas  de “preferencias” que se citan continuamente entre nosotros, elebando su significación al plano divino de la fe.

Un buen pastor lo deja todo por su “oveja perdida, hasta dar con ella y abrazarla”. La mujer hacendosa y pobre, dedica tiempo, paciencia, interés sumo a encontrar la “moneda perdida”.

Y cualquiera de nosotros ha de hacer algo parecido renunciando a tiempo, placeres, sosiegos, pareceres, ambiciones, para alcanzar y mantener lo único necesario: el amor a Dios y la vida en el Reino.

Lo demás pasará. Eso permanece para siempre.


3-12. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

El Apóstol Pablo parece que distingue en algunas ocasiones entre cristianos fuertes y débiles, o de primera y segunda, como dicen algunos. Sin embargo, reconociendo esta división mundana, está clara la invitación a superarla. El secreto consiste en no hacer daño sin necesidad al hermano. Hay diferencias, pero la dinámica gratuita del amor ayuda a situarlas, porque todos somos del mismo Señor. Señor de la vida y del amor.

Quizá nos venga bien ir más allá de cualquier círculo hermético para entender y experimentar la nueva dimensión evangélica que llena de vida y lima diferencias. El Evangelio de este día nos lo recuerda. La oveja o la moneda perdidas son invitaciones de Jesús a salir de nosotros mismos, de nuestras miradas cortas, para encontrar en la misión la fuente de vida que “en casa cerrada” se agota. No tenemos que buscar a los buenos. Ellos han recibido mucho –como nosotros- y así se les exigirá –como a nosotros-. Tenemos que salir, remando mar adentro, hacia aquellos que necesitan recuperar, o tener por primera vez, una dignidad de vida y vida en el Espíritu. Ciertamente no para ser como ellos, sino para invitarles a recorrer un camino mejor, un camino de vida en abundancia.

El gozo de encontrar “la oveja perdida” es una experiencia que necesitamos los cristianos para imaginar la “alegría del cielo”. Y parece que sólo se consigue al estilo de Jesús, que “acoge a los pecadores y come con ellos”. Siempre es más fácil comer con quienes entienden nuestra jerga y responden a nuestros ideales y expectativas. Siempre es más fácil acoger a quienes pueden recompensarnos y no nos complican la existencia. Pero el talante de Jesús va más allá. Él arriesga más. Y es que si no arriesgamos evangélicamente, no encontraremos la verdadera alegría, sentiremos que unos días somos de “primera” y otros de “segunda” y no tendremos vida.

¡Apostemos por la verdadera alegría!

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-13. 2003

LECTURAS: ROM 14, 7-12; SAL 26; LC 15, 1-10

Rom. 14, 7-12. ¿Por qué miramos la paja en el ojo de nuestro hermano y no vemos la viga que tenemos en el nuestro? Si pertenecemos a Cristo, vivamos entre nosotros como hermanos. No pensemos que los demás son malos y que están condenados porque han depositado su fe en Cristo de modo diferente al nuestro. Si decimos que estamos vivos para Dios, amemos, sin distinción, como Cristo nos ha amado. Si queremos ganar a alguien para Cristo, lo hemos de hacer desde un corazón que ama, que comprende, que vive la misericordia. Si obramos así, entonces seremos del Señor tanto en esta vida como en la otra. Ciertamente no podemos cerrar los ojos ante el pecado de los demás; pero esto no puede llevarnos a criticarlos, a juzgarlos, a despreciarlos, ni a condenarlos, sino a trabajar para que también en ellos se manifieste con mayor claridad su dignidad de hijos de Dios. Al final daremos cuenta de nosotros mismos a Dios. Ojalá y tratando de ayudar a los demás a corregir el rumbo de su vida, nosotros mismos seamos los primeros en hacerlo, no sea que, al final, ellos se salven y nosotros salgamos reprobados.

Sal. 26. Estemos vigilantes para llegar con seguridad a la casa eterna del Padre Dios. Que lleguemos como hijos en el Hijo. Que ese sea nuestro anhelo, el motivo de nuestras oraciones, la única felicidad y seguridad buscadas. Que ya desde ahora caminemos a la luz del Señor, de su Palabra, de su amor. Entonces Dios volverá su mirada hacia nosotros y nos contemplará como a hijos suyos, y nos manifestará su bondad ya desde esta vida.

Lc. 15, 1-10. El Señor nos invita a una sincera conversión; lo cual significa aceptar la salvación que nos ofrece, y que Él nos logró a costa de la entrega de su propia vida por amor a nosotros. Dios nos ama con un amor infinito. Su amor por nosotros no es como nube mañanera, ni como el rocío del amanecer. Podrán desaparecer los cielos y la tierra, podrá una madre dejar de amar al hijo de sus entrañas; pero el amor de Dios hacia nosotros jamás se acabará. Ese amor llevó al Hijo de Dios a descender desde la eternidad para que hecho uno de nosotros, saliera a buscarnos, pues andábamos errantes como ovejas sin pastor; y cuando nos encontró, lleno de amor nos cargó sobre sus hombros; es decir, no nos trató con golpes, no nos condenó puesto que Él no vino a condenar, sino a salvar todo lo que se había perdido. Con grandes muestras de amor hacia nosotros, amor manifestado hasta el extremo, nos hizo experimentar que Dios jamás ha dejado de amarnos. Y puesto que sólo el amor es digno de crédito, su amor no se quedó sólo en palabras, sino que se manifestó mediante sus obras; incluso es un amor manifestado hasta la entrega de su propia vida a favor nuestro. ¿Seremos capaces de amar como Él nos ha amado? ¿Seremos capaces de colaborar a la salvación de los que viven lejos del Señor, buscándolos y ayudándoles a retornar, no a golpes y regaños, sino con un amor sincero, manifestado hasta el extremo, por ellos?

En esta Eucaristía el Señor sale a nuestro encuentro para ofrecernos su perdón, su Vida, su Espíritu. Alimentarse de Cristo no es sólo acercarse a recibir la Eucaristía por devoción, por costumbre, o, por desgracia, de un modo inconsciente. Entrar en comunión de vida con el Señor significa abrir nuestro corazón para que habite el Señor en nosotros y nos transforme haciéndonos vivir como hijos suyos que, dejándonos amar por Él, comencemos a caminar a su luz, amándolo a Él por encima de todo, y amando a nuestro prójimo como Dios nos ha amado a nosotros. Ese es el compromiso de fe que hemos de adquirir al participar en la Eucaristía.

El Señor nos envía como un signo de su amor misericordioso y salvador en el mundo. Conociendo las grandes miserias que aquejan a muchas personas, hemos de trabajar de un modo real por remediarlas. Quien ante el dolor y la pobreza de los demás permanece indiferente, o sólo da las migajas que le sobran mientras él banquetea espléndidamente, no puede identificarse con Cristo que sale al encuentro de la oveja herida por tantas injusticias de que ha sido víctima. Quien vive su fe encerrado en sí mismo, no puede identificarse con Cristo que sale a buscar a la oveja descarriada y que se desvela por ella hasta encontrarla. No podemos ser signo de Cristo mientras nos quedemos en casa esperando que los pecadores y descarriados vuelvan solos. La Vida de Cristo ha de ser como una luz que, por medio nuestro, se hace cercana a quienes viven en tinieblas y en sombras de muerte para que, en Cristo, encuentren el Camino que le dé nuevamente sentido a su vida y les salve.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la Gracia de ser portadores de Cristo hasta los últimos rincones de la tierra, para que todos salten de gozo en el Señor y queden llenos del Espíritu Santo, y, viviendo como hijos de Dios todos podamos encaminarnos, unidos a Cristo, al gozo eterno. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-14. Amigo de los pecadores

En el Evangelio leemos: Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Éste recibe a los pecadores y come con ellos (Lucas 15, 1-10). La batalla de Jesús contra el pecado y sus raíces más profundas, no le aleja del pecador. Muy al contrario, lo aproxima a los hombres, a cada hombre.

Su vida es un constante acercamiento a quien necesita la salud del alma; hasta tal punto que sus enemigos le dieron el título de amigo de publicanos y pecadores (Mateo 11, 18-19). Y Jesús les dice: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos (Marcos 2, 17). Sentado entre estos hombres que parecen muy alejados de Dios, Jesús se nos muestra entrañablemente humano. No se aparta de ellos, sino que busca su trato. La oración de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos con más fuerza la propia flaqueza. Y pediremos con más confianza por aquellos que están alejados del Señor.

La vida de Jesús estuvo totalmente entregada a sus hermanos los hombres (Gálatas 2, 20), con un amor tan grande que llegará dar la vida por todos (Juan 13, 1). Cuanto más necesitados nos encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta misericordia supera cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas. Con esta parábola, el Señor expresa su inmensa alegría ante la conversión de un pecador; un gozo divino que está por encima de toda lógica humana. Es la alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro camino, quizá después de pequeños o grandes fracasos. Existe también una alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un pariente al sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos abiertos.

Jesucristo sale muchas veces a buscarnos. Jesús se acerca al pecador con respeto, con delicadeza. Sus palabras son siempre expresión de su amor por cada alma. Los cuidados y atenciones de la misericordia divina sobre el pecador arrepentido son abrumadores. Nos perdona y olvida para siempre nuestros pecados. Lo que era muerte se convierte en fuente de vida. Nos muestra el Señor el valor que para Él tiene una sola alma y los esfuerzos que hace para que no se pierda. Este interés es el que debemos tener para que los demás no se extravíen y, si están lejos de Dios, para que vuelvan. Pidámoselo a Nuestra Madre.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-15. La oveja perdida

Fuente:
Autor: Misal Meditación

Lucas 15, 1-10

Reflexión
La predicación del Señor atraía por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor. Los fariseos le tenían envidia porque la gente se iba tras Él. Esa actitud farisaica puede repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que un pecador pueda convertirse y ser santo; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que hacen los demás y alegrarse de ello.

Prostitutas, enfermos, mendigos, maleantes, pecadores. Cristo no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, y por eso, fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor. Esto no significa que el Señor no estime la perseverancia de los justos, sino que aquí se destaca el gozo de Dios y de los bienaventurados ante el pecador que se convierte, que se había perdido y vuelve al hogar. Es una clara llamada al arrepentimiento ya . Otra caída... y ¡qué caída!... No te desesperes, no: humíllate y acude, por María, al Amor Misericordioso de Jesús. ¡Arriba ese corazón! A comenzar de nuevo.


3-16. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Fil. 3, 3-8: ¿Qué valen los méritos humanos?
Salmo responsorial: 104
Lc 15, 1-10: La oveja y la moneda perdida

E El evangelio de hoy comienza diciéndonos que los publicanos y los pecadores se acercaban para escuchar a Jesús y que los fariseos y los letrados murmuraban porque a Jesús se le acercaba esta clase de gente. El Judaísmo oficial no podía disimular su amargura contra Jesús. Les dolía verse suplantados por aquellos que ellos mismos despreciaban. Sabemos que Jesús optó por los que las autoridades judías marginaron, ellos se convirtieron en los destinatarios del anuncio del Reino. Por eso los que actuaban conforme a la ley (“los legales”) se sintieron desplazados, ellos pensaban que Jesús, atendiendo a los marginados (“los ilegales”), les estaba quitando el derecho a los que oficialmente lo tenían.

Esta controversia se convierte en el marco desde el cual el evangelio de Lucas nos propone las tres parábolas que contiene el capítulo 15. Las dos parábolas que nos presenta el evangelio de hoy nos permiten contemplar a Dios como el Padre que siempre espera y perdona. La parábola de la oveja perdida (15, 1-7) nos presenta al Dios de la ternura yendo en busca de aquel discípulo que se ha salido del camino. La moneda perdida (15, 8-10) nos recuerda la preferencia del Dios de la misericordia por los pequeños y por todos aquellos que se “pierden”. Y la parábola del hijo pródigo (15, 11-32), que no hace parte del evangelio de hoy pero que es la tercera parábola del capítulo 15, nos muestra al Dios Padre de la misericordia que acoge siempre, espera siempre y perdona sin imponer condiciones.

Las dos parábolas nos presentan la experiencia de Jesús con respecto a su Padre que no era la de un Dios que excluye, que hace diferencias. Todo lo contrario. Jesús sabía que Dios se había definido desde la antigüedad como Padre, precisamente por salir al encuentro de lo perdido, para hacerle una oferta de amor al que estaba en las peores circunstancias. Dejar a las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la perdida hasta encontrarla y después cargársela y llenarse de alegría por su encuentro, aún más, participar a otros de su alegría, ¿no era precisamente lo que hacía falta para que los fariseos y los letrados creyeran que Dios era un verdadero Padre?

La Parábola de Jesús, que justifica su actuación con los marginados de Israel, pone en evidencia la conducta egoísta de los malos pastores de Israel y resalta a Dios mismo como el pastor que cuida de todas las ovejas sin distinción. Jesús anuncia de esta manera la salvación de Dios ofrecida a los pecadores, no porque ellos se hayan hecho dignos de ella mediante sus buenas obras, sino porque Dios se solidariza con los excluidos y marginados.

En la parábola de la moneda perdida Jesús quiere dejar bien claro que buscar lo perdido, gastarle tiempo, encender una lámpara para iluminar el cuarto, barrer incansablemente, empeñarse en lo que no vale mayor cosa, se puede hacer porque así se demuestra la gracia de Dios, porque todo eso es manifestación de su amor. Mientras el legalismo lleva al judaísmo a la desvalorización de lo perdido, el amor del Padre lleva a Jesús a ponerse en servicio de lo perdido. No olvidemos que el amor y la misericordia de Dios esperan al pecador arrepentido. Esta es la gran noticia que nos revela el Evangelio.


3-17. Fray Nelson Jueves 4 de Noviembre de 2004
Temas de las lecturas: Todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo * Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta.

1. El verdadero Israel
1.1 Para la mayoría de nosotros, cristianos venidos de culturas paganas, todo el tema sobre Israel nos suena un poco lejano. Necesitamos un esfuerzo para sintonizarnos con esta área del Nuevo Testamento y del alma de predicadores y apóstoles como san Pablo. Sin embargo, el lugar de Israel en el plan divino es cosa que ocupó tiempo, lágrimas y plegarias de toda aquella primera generación de cristianos. La respuesta compasiva y firme de Dios ante la infidelidad y el pecado de Israel es la gran manifestación de su misericordia y de su veracidad inquebrantable.

1.2 Israel es un pueblo como los otros pueblos; el Deuteronomio insiste en recordarle: "El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto..." (Dt 7,7-8). No lo eligió Dios porque fuera especial, sino lo hizo especial al elegirlo.

1.3 Esta gratuidad de la elección queda patente de modo dramático ante el desprecio de la elección. Y esto es muy importante porque lo que suceda a Israel y con Israel es señal y enseñanza de lo que sucede a cada ser humano y con cada ser humano. Por ello, si el "verdadero Israel" es el del cumplimiento de las normas, la humanidad entera puede declararse perdida, porque la Ley de Moisés sólo sirvió para mostrar que nadie podía cumplirla, por así decirlo. En cambio, si el verdadero Israel es el de los creyentes, que buscan la gloria de Dios y no se fían de sus propias fuerzas o méritos, entonces todo hombre puede esperar salvación de la piedad divina manifiesta en Cristo Jesús.

2. Alegría en el Cielo
2.1 Este es un mensaje semejante al que nos brinda el Evangelio. Los fariseos y escribas se consideran a sí mismos como el verdadero Israel, y descalifican a los publicanos y pecadores como gente con la que no vale la pena conversar, ni mucho menos compartir la mesa. Jesús ve las cosas de otro modo. Desde Dios la oferta se llama: misericordia, y así lo expresan las preciosas parábolas de este capítulo 15 de Lucas.

2.2 Lo importante no es: quién cumple o no con los preceptos de la ley, sino qué hace el hombre cuando ve que no puede cumplir estos preceptos. En tal sentido es mejor la condición de los pecadores, no por su pecado, sino por su capacidad de aceptar la oferta de Dios. Y esta acogida que ellos dan a la gracia, mediante la fe, es en realidad un triunfo del amor, es decir, una revelación de la gloria del poder de Dios. ¿No es natural entonces la alegría del cielo?


3-18. Comentario: Rev. D. Francesc Nicolau i Pous (Barcelona, España)

«Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta»

Hoy, el evangelista de la misericordia de Dios nos expone dos parábolas de Jesús que iluminan la conducta divina hacia los pecadores que regresan al buen camino. Con la imagen tan humana de la alegría, nos revela la bondad de Dios que se complace en el retorno de quien se había alejado del pecado. Es como un volver a la casa del Padre (como dirá más explícitamente en Lc 15,11-32). El Señor no vino a condenar el mundo, sino a salvarlo (cf. Jn 3,17), y lo hizo acogiendo a los pecadores que con plena confianza «se acercaban a Jesús para oírle» (Lc 15,1), ya que Él les curaba el alma como un médico cura el cuerpo de los enfermos (cf. Mt 9,12). Los fariseos se tenían por buenos y no sentían necesidad del médico, y es por ellos —dice el evangelista— que Jesús propuso las parábolas que hoy leemos.

Si nosotros nos sentimos espiritualmente enfermos, Jesús nos atenderá y se alegrará de que acudamos a Él. Si, en cambio, como los orgullosos fariseos pensásemos que no nos es necesario pedir perdón, el Médico divino no podría obrar en nosotros. Sentirnos pecadores lo hemos de hacer cada vez que recitamos el Padrenuestro, ya que en él decimos «perdona nuestras ofensas...». ¡Y cuánto hemos de agradecerle que lo haga! ¡Cuánto agradecimiento también hemos de sentir por el sacramento de la reconciliación que ha puesto a nuestro alcance tan compasivamente! Que la soberbia no nos lo haga menospreciar. San Agustín nos dice que Jesucristo, Dios Hombre, nos dio ejemplo de humildad para curarnos del “tumor” de la soberbia, «ya que gran miseria es el hombre soberbio, pero más grande misericordia es Dios humilde».

Digamos todavía que la lección que Jesús da a los fariseos es ejemplar también para nosotros; no podemos alejar de nosotros a los pecadores. El Señor quiere que nos amemos como Él nos ha amado (cf. Jn 13,34) y hemos de sentir gran gozo cuando podamos llevar una oveja errante al redil o recobrar una moneda perdida.


3-19.

Reflexión

En este capítulo, san Lucas ha recogido quizás las más bellas parábolas que Jesús dijo, pues son las que nos expresan el infinito e incansable amor de Dios por nosotros sus hijos. Dios nos ama…. Tenemos que meternos esta idea no solo en la cabeza sino en el centro de nuestro corazón. Nos ama a pesar de nuestras debilidades y errores… nos ama como somos, aunque busca continuamente que salgamos de nuestra miseria. No es un Dios que está siempre acusando, sino es un Dios que está siempre salvando. ¿De dónde salió la idea de que Dios es un policía? ¡No lo sé! Pero lo que sé es que tenemos que cambiarla pues Jesús nos ha revelado que Dios es un Dios amoroso que se alegra cuando uno de nosotros decide dejar su vida de pecado para iniciar un camino de conversión en su amor. Jesús ha venido por ti y por mi, no porque somos buenos, sino precisamente porque somos pecadores.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-20.

Reflexión:

Gal. 1, 6-12. Por medio del Apóstol san Pablo se nos recuerda que no podemos inventarnos un Evangelio diferente al que hemos recibido de parte de Dios. Jesucristo es el Evangelio viviente del Padre. Lo que de Él nos hablaron algunos de sus apóstoles y discípulos no puede ser cambiado por otro evangelio, ni podemos hacer una relectura distinta del mismo sin dejar de perder nuestra fidelidad al Señor y hacer del Evangelio no la Revelación de Dios en Cristo Jesús, sino un invento nuestro. El Señor nos quiere portadores de la verdad, testigos del Evangelio viviente, que es Cristo, enviado por el Padre Dios como Salvador nuestro. La Iglesia vive a la escucha de su Señor, y lo proclama al mundo entero en la fidelidad al Espíritu de Dios, que habita en nosotros. Roguémosle al Señor que nos ayude a vivir totalmente comprometidos con Él, de tal forma que seamos fieles colaboradores suyos en la construcción de su Reino, mediante el Evangelio que nos salva y que toma carne en nosotros. Vayamos, impulsados por el Espíritu de Dios, a dar testimonio de la Verdad, que es Cristo, para que el mundo crea y se salve.

Sal. 111 (110). El Señor nuestro Dios ha manifestado grandes obras de amor y de misericordia para con nosotros. Él no sólo nos dio su Ley Santa para que, amoldando a ella nuestra vida, le seamos gratos, sino que nos envió a su propio Hijo para que, unidos a Él, seamos en Cristo el Hijo amado del Padre en quien Él se complace. Él no sólo espera de nosotros nuestra alabanza; Él quiere que hagamos nuestros su Vida y su Espíritu; Él quiere habitar en nosotros como en un templo y que su Palabra tome carne en nosotros. Entonces no serán sólo nuestros labios los que alaben al Señor, sino toda nuestra vida. Por eso acudamos con humildad ante el Señor y pidámosle que nos ayude a vivir fieles a su amor y a su Palabra de tal forma que, ayudados por su Gracia, toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza y acción de gracia a nuestro Dios Padre.

Lc. 10, 25-37. El amor a Dios sobre todas las cosas no se nos puede quedar sólo en un sentimiento de autocomplacencia con el que nos sintamos en paz por permanecer en su presencia. El amor a Dios nos ha de llevar a identificarnos con Él, permitiéndole que nos transforma conforme a la imagen de su propio Hijo. A partir de nuestra identificación con Dios y viviendo en comunión de vida con Él, podremos amar a nuestro prójimo con el mismo amor que Dios ha infundido en nosotros. Dios se hizo prójimo nuestro al descender hasta nuestra miseria para sanar las heridas que había abierto el pecado en nosotros. Y el Señor quiere que esa misma misericordia que Él ha utilizado a favor nuestro, sea la misma que nosotros utilicemos a favor de nuestro prójimo, no queriendo limitarnos por condiciones de raza, de cultura o de posición económica de las personas a las que hemos sido enviados para salvarlas. Por eso hemos de acudir al Señor mediante una oración confiada y comprometida para que Él nos transforme en un signo cada vez más claro de su amor por nosotros, y podamos, así, pasar haciendo el bien a todos. Pongámonos en camino para proclamar el Evangelio, no fijándonos únicamente en los que lo tienen todo, sino deteniéndonos ante los pobres y despreciados, ante los pecadores, más aún, ante los más grandes pecadores, para levantarlos y ayudarles a recuperar su dignidad humana y su dignidad de hijos de Dios.

El Señor entregó su Cuerpo y derramó su Sangre para que nuestros pecados fueran perdonados. Así, al precio de la Sangre del Cordero Inmaculado, han sido sanadas las heridas que había abierto el pecado en nosotros. La Eucaristía no es sólo un momento de culto a Dios. Es, más bien, el momento de Gracia de Dios para nosotros. Pues Él nos reúne para que renovemos nuestra Alianza de amor con Él, y para ofrecernos su perdón, y para derramar en mayor abundancia su Vida y su Espíritu en nosotros. Dios nos quiere totalmente comprometidos con el anuncio de la Verdad, que nos ha revelado en su Hijo Jesús. Si queremos serle fieles, si no queremos hacer del Evangelio un invento humano, hemos de permanecer como fieles discípulos del Señor, siendo los primeros a quienes llegue la Salvación de Dios para que, transformados en Él, por medio de su Iglesia el mundo siga experimentando el amor de Dios.

El amor de Cristo por nosotros lo ha llevado a enviarnos como un Signo vivo de ese amor para el mundo entero. No podemos, por tanto, ir al mundo como destructores de la vida, ni como egoístas que pasan de largo ante el dolor, ante la pobreza y ante el pecado de nuestro prójimo. El Señor nos pide amar a nuestro prójimo como Él nos ha amado a nosotros. Esa es la medida del amor cristiano hacia el prójimo. Por eso no podemos dejar de esforzarnos porque día a día vaya surgiendo una nueva humanidad, más justa, más fraterna y más en paz. No podemos preguntarnos: ¿y quién es mi prójimo?, sabiendo que nosotros somos los que nos hemos de hacer prójimos para todo aquel que ha sido víctima de la maldad, de la injusticia o del pecado. Si queremos que sea nuestra la vida eterna; y si la vida de Dios ya está en nosotros desde ahora, manifestémonos ante los demás con el mismo amor, con la misma compasión y misericordia del Señor a favor de todos, pues la salvación ya la poseemos desde ahora no como una propiedad personal, sino como un compromiso que nos lleva a que Cristo continúe manifestándose con todo su poder salvador en la historia desde su Iglesia.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saberlo amar con lealtad, para que amándolo a Él amemos a nuestro prójimo hasta el extremo de dar, incluso, nuestra propia vida, con tal de que él también disfrute del amor y de la salvación que Dios ofrece a todos. Amén.

Homiliacatolica.com


3-21. CLARETIANOS 2004

Tenemos costumbre de hablar de la “conversión” de S.Pablo, y fácilmente creemos encontrarla descrita en varias páginas del NT, también en la que hoy leemos de la carta a los Filipenses. Pero quizá nunca hemos prestado atención a un hecho llamativo: Pablo nunca se designa a sí mismo como “un convertido”, no se pone como sujeto del verbo “convertirse”. Y es que realmente no se le adecua. “Convertirse” significa pasar de ateo a creyente, o de una vida inmoral a otra moralmente correcta, o cambiar de religión; y Pablo nos aseguraría que en él no ha sucedido nada de eso: estuvo siempre muy preocupado por las cosas de Dios y por llevar una vida santa, y no cree haber abandonado su judaísmo, sino haberlo llevado a la plenitud, a la meta a la que está destinado (la “verdadera circuncisión”, o sea, los verdaderos judíos, somos nosotros).

Y sin embargo en él ha acontecido un cambio radical; habla de contraposición entre dos épocas de su vida: la de la salvación por las propias fuerzas y la de abandono en las manos salvadoras de Dios; esto es ganancia, aquello era pérdida. Y ésta es una lección permanente de espiritualidad: lo que el evangelio no tolera en absoluto es la autosuficiencia espiritual, la pretensión del hombre de “autosalvarse”; lo nuestro es acoger la salvación que Dios nos regala a quienes aceptamos –con todas nuestras limitaciones- a Jesús y su camino.

Hace unos días oí por radio una predicación de un ministro evangélico que me iluminó algo que yo llevaba dentro desde hace mucho tiempo, pero que nunca había formulado: el cristianismo tiene una gran peculiaridad frente a las demás religiones; normalmente la religión es el arte humano de buscar a Dios; lo más distintivo del cristianismo, en cambio, es que Dios mismo ha salido a la búsqueda del hombre. Pablo nos dice, unos versículos después de los que hoy leemos: “yo fui alcanzado por Cristo Jesús”. No nos toca inventar el camino ni idear un arte o estrategia; quizá sí renunciar a estrategias. La finura espiritual cristiana consiste en abrirse positivamente a que Dios actúe en nosotros, sin pasarle factura por ningún “mérito”; a Dios nadie le hace favores.

Las parábolas de la oveja y la moneda perdida nos invitan justamente a considerar esa nuestra situación de “encontrados” por un Dios que nos ha buscado. Hemos alegrado su corazón, hay fiesta en “el mundo de Dios”, en “el cielo”. Nuestra espiritualidad tiene que ser la de agradecidos a un Dios que nos ha amado antes que nosotros a Él (1Jn 4,10).

Y Jesús, con estas parábolas, nos invita también a tener un corazón grande, deseoso de que los “perdidos” sean encontrados, como lo fuimos nosotros, y de que hagamos fiesta por ello. Según Lc 15,1, Jesús las dirigió a quienes no aceptaban que él se juntase con pecadores o gente de mala fama. El cristianismo no es propio de puritanos que no quieren contaminarse con el mal de su alrededor; es la religión de los pecadores perdonados y acogidos por Jesús, y deseosos de que otros muchos sean acogidos igualmente para poder hacer fiesta por ellos y con ellos.

Severiano Blanco
severianoblanco@yahoo.es