COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 15, 01-31

En el Domingo cuarto de Cuaresma del ciclo C se comentan 
los versículos 11-32 del presente evangelio

Ver JUEVES DE LA 31ª SEMANA

 

1. D/ALEGRIA

Texto: Dentro siempre de la perspectiva de camino, Lucas se hace eco, en el marco narrativo inicial, de una situación de malestar existente entre fariseos y letrados por la favorable acogida de Jesús a publicanos y pecadores. A continuación nos ofrece el punto de vista de Jesús a través de tres parábolas. Este recurso a las parábolas es indicio claro de que Jesús no comparte el planteamiento que está a la base del malestar de los fariseos y letrados.

Las dos primera parábolas tienen exactamente el mismo corte.

Cualquier hombre y cualquier mujer desbordan de alegría cuando encuentran algo valioso que habían perdido. Si así se comportan los humanos, ¿cuánto más Dios? Ambas parábolas avanzan por analogía: de la alegría humana a la alegría divina. En ambas parábolas el dato central es la alegría por el hallazgo de lo que se había perdido. Ambas parábolas operan con la correspondencia lo perdido-el pecador. Si un hombre o una mujer desbordan de alegría al encontrar la oveja o la moneda perdidas, ¿cómo no va a desbordar de alegría Dios al encontrar al pecador? Sabemos que en el evangelio de Lucas las parábolas tienen a menudo la función de corregir el planteamiento de los interlocutores. En esta ocasión los fariseos y letrados parten del presupuesto de que Dios no puede aprobar el trato con pecadores. Jesús, en cambio, les habla de la alegría desbordante de Dios.

Pero el texto no termina aquí. Sin solución de continuidad sigue una tercera parábola, en la que Jesús cuenta a fariseos y letrados la historia de un padre que tenía dos hijos. El menor de ellos, tras marcharse de casa y vivir perdidamente, recapacitó y volvió a pedir perdón a su padre. Desbordante de alegría por haber recuperado al hijo perdido, el padre dio un gran banquete.

Al mismo no asistía el hijo mayor por hallarse trabajando en el campo. Al regresar y enterarse del motivo del banquete, se negó a tomar parte en él. La parábola termina con el ruego insistente del padre a su hijo mayor instándole a tomar parte en la fiesta. Esta tercera parábola tiene en común con las dos primeras el dato de la alegría desbordante por la recuperación de lo que se había perdido. La peripecia del hijo menor permite reconocer en él al pecador de las dos primeras parábolas. El padre desbordante de alegría remite a su vez al Dios desbordante de alegría de las dos primera parábolas. Es decir, la tercera parábola empalma con las dos primeras. Pero avanza sobre ellas por la presencia del hijo mayor. La peripecia de este hijo no tiene correspondencia con nada ni remite a nada de lo expresado en las dos primeras parábolas. El hijo mayor remite a los fariseos y letrados del marco narrativo previo a las parábolas, marco en el que Lucas se hacía eco del malestar existente entre fariseos y letrados por la favorable acogida dispensada por Jesús a publicanos y pecadores.

Estos son el pecador de las dos primeras parábolas y el hijo menor o pródigo de la tercera. Pero los publicanos y pecadores han dejado de ser problema: han vuelto, han pedido perdón. Ahora mismo, el problema, el único problema son los fariseos y letrados. Estos están molestos por la favorable acogida de Jesús a publicanos y pecadores y, al igual que el hijo mayor, no quieren tomar parte en la fiesta, esgrimiendo su impecable hoja de servicios, de cumplimiento estricto y continuado. Se sienten y lo son trabajadores infatigables, que jamás se han marchado de la casa paterna, que no han desobedecido un solo mandamiento de Dios. Siendo, sin embargo, verdad todo esto, Jesús les invita a que cambien de planteamiento, a que no tengan a menos el trato con publicanos y pecadores. Les habla de la desbordante alegría de Dios cuando un pecador vuelve a El. Les invita, les insta, les suplica a que se alegren ellos también con el Padre del cielo.

Comentario: Como el texto de los domingos anteriores, también el de hoy remueve el terreno profundo de las estructuras de la persona. En el enfado del hijo mayor es perfectamente reconocible el enfado del cumplidor. El que rinde no suele gustar de tratamiento en pie de igualdad con el que no rinde. Cumplimiento y rendimiento gustan de reconocimiento y de amejoramiento. El cumplidor adquiere fácilmente conciencia pagada de sí y se siente con derechos sobre los que no cumplen. Tendencia a capitalizar la propia bondad y a convertirla en arma de derecho frente y contra los otros.

Por todo esto, el hijo mayor no es un personaje reducible exclusivamente a fariseos y letrados del tiempo de Jesús, cumplidores como el que más. El hijo mayor anida probablemente en cada ser humano y, por ello mismo, es un riesgo permanente para caminar en cristiano.

El caminante cristiano no sabe de superioridades ni de derechos adquiridos, no sabe de acepciones de personas ni de discriminaciones, no alardea ni es vocinglero. El caminante cristiano hace sencillamente el camino, en silencio a veces, conversando otras, solidario siempre desde su propia pequeñez.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989 46


2.

Las parábolas tienen dos fines:

a)Jesús defiende con ellas su postura y, sobre todo, el gesto del perdón que ofrece a los perdidos.

b)Jesús muestra con ellas el auténtico rostro de Dios sobre la tierra. A través de las parábolas, Dios se ha revelado como fuerza de un amor que salva y crea. Veamos. Cualquier pastor que ha perdido una oveja coloca a las otras en sitio seguro y se arriesga a buscar la que falta. La mujer que ha extraviado una moneda no se ocupa de las otras; ilumina su morada y limpia todo hasta encontrarla. En ambos casos se suscita el mismo gozo: la alegría de encontrar de nuevo aquello que estaba ya perdido. Pues bien, dice Jesús, la forma de actuar de Dios es semejante. No le basta con los justos; no se ocupa simplemente de los buenos. Dios atiende especialmente a los que viven en peligro (15. 3-10). Este amor justifica la actitud de Jesús y de la Iglesia con respecto a los pequeños, los perdidos, pecadores y extranjeros.

Continúa el tema con la parábola del padre que perdona (Lc 15. 11-32). El hijo menor ha malgastado su vida y su fortuna lejos de casa. El padre le ha dejado porque sabe que ya es adulto y tiene libertad para trazar la ruta de su vida. Pero cuando el hijo vuelve, el padre le sale al encuentro y le abraza. No le reprocha nada, ni pregunta los motivos o razones de su vuelta. Sabe simplemente que retorna, conoce su miseria y le ofrece sin más amor y casa. Evidentemente esta imagen del padre que acoge al perdido y le ama es muy apropiada para indicar la fuerza del perdón de Dios y su manera de tratar a los necesitados y pecadores de la tierra.

Sin embargo, la parábola no acaba ni culmina en ese rasgo.

Una simple comparación externa nos muestra que hasta ahora no se ha superado el plano de las comparaciones anteriores. El padre no ha salido al encuentro de su hijo, no va por los caminos y ciudades a buscarlo. Por el contrario, el pastor y la mujer lo dejaron todo y se esforzaron por hallar la oveja y la moneda que perdieron. Esto mismo indica que el punto culminante de nuestra parábola no está en el amor del padre que perdona. Ese amor se presupone. Lo que importa es la relación del hijo bueno de la casa.

En nuestro caso el hijo bueno es Israel. Pues bien, a los justos de Israel les duele que el padre acoja a los perdidos y les ofrezca su banquete. Pensaban que la casa era de ellos y podían organizar a su manera las leyes de lo bueno y de lo malo. Ahora, en cambio, han descubierto que la ley del padre es diferente y se sienten postergados, contrariados y molestos.

Desde aquí podemos deducir tres grandes conclusiones:

a)Dios se ha revelado en las parábolas a modo de principio de un amor que busca lo perdido, que perdona y crea; Dios es padre que a todos ofrece la gracia de un perdón y la posibilidad de una existencia nueva; su alegría está precisamente en ayudar a los que están extraviados o en peligro.

b)El evangelio se define a partir de esta revelación de amor. Jesús se ha presentado como la "encarnación" (o manifestación concreta) del perdón creador de Dios en medio de los hombres.

c)El escándalo que produce su actitud significa en el fondo un rechazo del auténtico Dios a partir de una fijación idolátrica de lo divino convertida en soporte o garantía de unas determinadas leyes de este mundo.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1366