VIERNES DE LA SEMANA 16ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ex 20, 1-17

1-1.

Ver CUARESMA 03B


1-2.

La etapa del Sinaí es decisiva. Su grandiosa puesta en escena prepara a los hebreos a lo que va a suceder ahora: un pueblo encuentra a Dios a través de un mediador, Moisés, que sirve de lazo de unión entre los hombres y el misterio escondido de Dios. Más que considerar uno a uno cada uno de los diez mandamientos, hay que tratar de meditar los grandes rasgos esenciales de este documento capital.

-Yo soy el Señor, tu Dios...

No solamente «soy Dios» sino «Yo soy tu Dios»... Dios se descubre como un ser en relación con los hombres. No conocemos a Dios «en sí mismo», sino que quiere ser «para nosotros, entre nosotros». Es el Dios de una «alianza», es un compañero de amor: «Yo soy tu Dios».

MDTS/LIBERACIÓN 

-Que te ha sacado de Egipto, de la casa de servidumbre...

Esta es la motivación profunda del decálogo, afirmada en exergo de la Ley: «os he liberado de la alienación, de la servidumbre y no para que recaigáis. Cada uno de mis diez mandamientos es como un balizaje que os guía para no recaer en servidumbre».

¡Estas palabras de Dios son a nivel interior, mucho más liberadoras que la salida de Egipto!

Los diez mandamientos: Respetar a Dios... Respetar al hombre...

Hoy, como siempre, existe la tentación de disociar las dos tablas de la ley. Según el propio temperamento, podemos evadirnos hacia un amor de Dios desencarnado que llega a olvidar las consecuencias concretas que ello comporta, o bien nos evadiría hacia un servicio activista del prójimo que se separaría de la exigencia y universalidad de su fuente.

"Amad a Dios. Amad a vuestros hermanos". Dos mandamientos unidos (Mateo 22 39).

-No tendrás otros dioses más que a mí. No construirás ningún ídolo. Santificar el Sábado.

Estos deberes para con Dios son liberadores: «nada» material merece nuestra adoración.

Sólo Dios está por encima de todo. Todo lo restante es indigno del hombre.

Ahora bien, todavía HOY nos hallamos tentados de procurarnos ídolos, de apegarnos a cosas que no merecen nuestro afecto y que pueden alienarnos: el dinero, el placer, el confort, la belleza, la salud, el partido, nuestras propias ideas... cosas buenas en sí pero que pueden llegar a ser tremendas cadenas. «No adorarás falsos dioses.»

-Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni cosa alguna que le pertenezca.

Dios está de parte del hombre. Quiere liberarnos de nuestras agresividades, de nuestros egoísmos. Se ha llamado a esto «el programa político de Dios», un programa preciso y simple a la vez. Imaginemos cuál sería el progreso de la humanidad en dignidad y en felicidad, si este programa fuera respetado algún día... ¡si supiéramos, de veras, «amar» a los demás! Pero conviene traducir esto en términos de HOY, partiendo de los análisis de las situaciones humanas actuales: luchad por los ancianos, por los débiles indefensos... defendeos de la sexualidad incontrolada, construid una vida conyugal y familiar digna del hombre y de la mujer... combatid contra la explotación del hombre por el hombre, contra las desigualdades económicas... combatid la mentira, la falsa propaganda. Ias psicosis colectivas de violencia... etc.

-(Se resume aquí el ideal del hombre. )

Este decálogo no es otra cosa que el resumen de las grandes exigencias de toda conciencia humana. Son muchos los hombres y las mujeres que, sin conocer el evangelio, tratan de vivir ese ideal humano fundamental: ¿sabemos reconocer que, por ello, están ya en estado de Alianza con Dios?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 196 s.


2.- Jr 3, 14-17

2-1. Ver ADVIENTO 01C


2-2.  BABEL/JERUSALEN:

-Volved, hijos rebeldes, porque yo soy vuestro Señor. Os iré recogiendo uno a uno de cada ciudad y por parejas de cada familia y os reconduciré a Sión.

Se percibe ya el contexto histórico del exilio, de la dispersión. Jeremías anuncia el retorno de los deportados.

El tema del «reencuentro» forma parte del deseo profundo de la humanidad: estar juntos, volver a encontrarse cuando se ha estado separados. En ese sentido «Babel» es el símbolo de la dispersión de los hombres que no logran vivir reunidos. Jerusalén, como veremos al final de ese oráculo es el símbolo de una concentración universal.

-Os daré pastores según mi corazón, que os conducirán con prudencia e inteligencia.

La importancia de los jefes, de los que tienen una responsabilidad: ¡qué sean inteligentes! es decir, que sean capaces de analizar de veras las situaciones, con realismo, sin ilusiones, sin errores.

Llevo a la oración mis responsabilidades que son...

Ruego por todos los que son mis responsables...

Que mi oración esté siempre en el centro de mi vida real: los profetas me llevan a ella constantemente.

-Cuando seáis más y fructifiquéis en el país, Palabra de Dios, no se hablará más del arca de la alianza, ni vendrá en mientes, ni se acordarán de ella, ni la echarán en falta, ni será reconstruida.

El Arca de la Alianza era el objeto de culto más sagrado: un cofre de maderas preciosas, en el que estaban encerradas las «Tablas de la Ley» de Moisés, el símbolo más explícito de la Presencia de Dios en el Templo. En 587 junto con el Templo mismo, fue quemada el arca por los invasores caldeos.

Ahora bien, Jeremías tuvo la audacia de pedir que no se la echara de menos y que no se tratara de reconstruirla.

-En aquel tiempo, llamarán a Jerusalén: el "Trono del Señor".

El Arca representaba una religión arcaica, demasiado materializada. La Presencia de Dios, dice Jeremías, estará en adelante, en el corazón de la comunidad.

Encontramos ya el famoso lema de Jesús: «Destruid ese Templo y lo reconstruiré en tres días... hablaba del templo de su cuerpo.» (Juan 2, 19-21)

El malestar que se dejó sentir en Jerusalén por la desaparición del Arca es común a todas las épocas: cuando desaparece una forma de culto, una expresión de lo sagrado.

La Iglesia de HOY tiene a veces la impresión de perder su fe porque se encuentra privada de la suntuosa ambientación litúrgica de antaño. Se trata como en tiempo de Jeremías, de valorar la «presencia espiritual» de Dios, que no está unida a ninguna costumbre, ni siquiera a la más sagrada y venerable.

Y, lo que es profético también, en esta visión de futuro, es que Jeremías parece sugerir que es «Jerusalén» -es decir una ciudad en la que se vive en comunidad real- la que pasa a ser el Arca, la Presencia de Dios. Dios no está en ningún objeto tabú. Se encuentra donde se viven relaciones interpersonales satisfactorias. Señor, haz que vivamos siempre como hermanos.

-Todas las naciones se incorporarán a Jerusalén, en el nombre del Señor, y abandonarán la obstinación de sus perversos corazones.

Cuán amplia es esta visión de concentración. No son sólo los deportados de Israel, los que se reúnen en comunidad, son todas las naciones. Señor, haz que todos los hombres vivamos como hermanos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 196 s.


3.- Mt 13, 18-23

3-1. EV/MEDITACION:

Jesús nos dará hoy un ejemplo de esa interpretación espiritual necesaria para entender el significado de las parábolas. Compara a los hombres con cuatro clases de terreno: la misma simiente, la misma Palabra divina, dan resultados más o menos profundos según la respuesta subjetiva que acordamos a la Palabra.

1º El que oye la palabra del reino y no la comprende...

Las palabras materiales del evangelio han sido oídas o leídas; pero a la manera de una "lectura ordinaria".

El evangelio es una palabra viva: el autor del evangelio, el que nos habla a través de las palabras, está vivo HOY... Se dirige a mí. No es pues ante todo una colección de ideas o de bonitos pensamientos, es el "encuentro con alguien".

En una meditación sobre el evangelio, hay que hacerse siempre esta pregunta: ¿qué descubro de ti, Señor, a través de este pasaje evangélico?

2º El que recibe el mensaje con alegría; pero no tiene raíces, es el hombre inconstante: cuando surge la dificultad o persecución, falla.

Algunos empiezan a meditar con entusiasmo, pues es verdad que al principio se suele encontrar mucha consolación en la oración. Pero es necesario perseverar. No basta seguir a Dios, cuando esto resulta agradable y fácil... también en la prueba y en la noche del espíritu es necesario perseverar.

Hay un conocimiento profundo de Dios que no se adquiere más que con una larga e incansable frecuencia con el evangelio, leído, meditado y vuelto a meditar. Jesús se nos revela en esta frase como un hombre perseverante, que no se contenta con nuestros fervores pasajeros: espera nuestras fidelidades.

3º El que escucha la palabra, pero el agobio de esta vida, y la seducción de la riqueza la ahogan y se queda estéril.

Hay que saber elegir. "No podéis servir a la vez a Dios y al dinero" (Mateo 6, 24) El descubrimiento de Dios es una maravillosa aventura que implica nuestra entrega y compromiso total: las preocupaciones mundanas, el agrado del placer, el afán de riqueza ¡pueden ahogar la Palabra de Dios! Hemos sido advertidos suficientemente y además tenemos de ello experiencia.

Sobre la riqueza, Jesús tiene una palabra reveladora: habla de la "ilusión de la riqueza"... "del engaño de la riqueza"...

La riqueza es un falso amigo: promete mucho y decepciona también mucho.

4º El que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.

Jesús nos ha advertido: la cosecha es maravillosa... pero la siembra es difícil. No hay recolección sin trabajo. Los labradores de Palestina lo sabían bien por experiencia.

El Reino de Dios es semejante a esto.

Es una invitación a la esperanza y al optimismo: ¡un solo grano de trigo puede producir cien granos! Es una invitación al trabajo y a la oración y esto depende de nosotros.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 88 s.


3-2.

1. (Año I) Éxodo 20,1-17

a) La página de hoy condensa los diez mandamientos, el Decálogo de la Alianza entre Dios y su pueblo. De los capítulos 20-23 del Libro del Éxodo, sólo leemos el comienzo, para pasar después a la ratificación simbólica de la Alianza en el capitulo 24.

Todo empieza con una frase básica: «yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la esclavitud de Egipto». Las normas de vida que el pueblo recibe no vienen de un Dios extraño, lejano. Vienen del mismo Dios que les quiere como un padre, que les ha liberado de la opresión, que les acompaña en su camino.

Los diez mandamientos -que en los capítulos siguientes están mucho más detallados- resumen el estilo de vida que se pide al pueblo elegido. Unos se refieren a la relación con Dios, empezando por el primero y más importante: «no tendrás otros dioses frente a mí».

Los otros dan normas sobre el trato a los demás, empezando por el «honra a tu padre y a tu madre».

b) Los mandamientos de la primera Alianza siguen siendo válidos. Son «diez palabras» (eso es lo que significa «decálogo») que Dios nos ha dirigido de una vez por todas, para que vivamos según sus caminos.

Jesús no suprimió los mandamientos. Les dio motivaciones más profundas («amaos como yo os he amado») y los completó (sobre todo, con las bienaventuranzas y el sermón de la montaña).

Los mandamientos no nos quitan la libertad: al contrario, son el camino de una vida digna, libre, en armonía con Dios y con el prójimo, que es el mejor modo de estar también en armonía con nosotros mismos. Los mandamientos son el camino para la verdadera liberación.

Podemos decir con humildad y alegría: «tú tienes palabras de vida eterna... la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma... los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón», reconociendo el principio básico: «Yo soy el Señor tu Dios».

Sería muy útil que nos asomásemos hoy a las páginas que el Catecismo de la Iglesia Católica dedica a los mandamientos, entendidos ahora desde Cristo (3a parte: «La vida en Cristo»; segunda sección: «los diez mandamientos» no. 2052-2557). Es una buena actualización de esas palabras normativas de Dios, que siguen válidas para toda la humanidad y para nosotros, los cristianos.

I.(Año II) Jeremías 3,14-17

a) En el juicio entablado por Dios contra su pueblo, ayer oíamos unas quejas amargas. Hoy, Dios les dice una palabra esperanzadora: «volved».

El esposo abandonado le abre el camino de la vuelta a su esposa infiel. Le da la posibilidad de rehabilitarse, de volver a la casa que nunca debió abandonar. Los verbos son a cual más esperanzadores: «volved... os escogeré... os traeré... os daré pastores...».

En el futuro no se hablará del Arca de la Alianza: o sea, no se volverá a repetir la experiencia del desierto, cuando viajaba el Arca con su pueblo, sin morada estable. Ahora, el Templo es un lugar seguro, fijo. Y en él, no apreciarán el Arca, sino la presencia de Dios mismo: «llamarán a Jerusalén Trono del Señor, por el nombre del Señor que está en Jerusalén».

El salmo prolonga esta perspectiva esperanzadora: «El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño».

b) Los cristianos leemos esta profecía de Jeremías sabiendo que, en Jesús, Dios ha hecho su morada entre nosotros. Y Jesús, antes de despedirse, nos aseguró: «yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». No le vemos, pero sabemos que el Señor Resucitado está con nosotros a lo largo del camino.

Si es el caso, también nosotros deberemos desandar el camino que nos haya alejado de Dios y volver a él, con el mismo amor que hemos tenido en nuestros mejores momentos de fe.

Oigamos como dicha para cada uno de nosotros la palabra de Dios: «volved, que yo soy vuestro dueño». Sea cual sea nuestra situación, siempre es posible el regreso. Una vez más se nos presenta Dios como el que perdona, y Jesús, como el que ha venido, no a condenar, sino a salvar.

Esta página nos asegura que tenemos solución, que este mundo tiene solución, que la juventud de hoy tiene solución, que nuestra comunidad tiene solución. La puerta, por parte de Dios, está abierta, como los brazos del padre para el hijo pródigo. Sus planes son de alegría y de vida: «Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas».

2. Mateo 13,18-23

a) Jesús explica otro aspecto de la parábola del sembrador: las diversas clases de terreno que suele encontrar la Palabra de Dios. Jesús mismo hace hoy la «homilía»: la aplicación de la Palabra a nuestra vida.

Los diversos terrenos que encuentra la semilla que sale de la mano del sembrador se describen muy claramente:

- la que cae al lado del camino y desaparece pronto por obra del maligno;

- la que cae entre piedras y no arraiga, porque es superficial e inconstante y ante cualquier dificultad sucumbe;

- la que se siembra entre zarzas y espinas, que no llega a prosperar por las diversas preocupaciones de la vida, sobre todo la de las riquezas;

- y, finalmente, la semilla que cae en tierra buena, la tierra de quien escucha y acoge la Palabra, y produce el ciento o el sesenta o el treinta por uno.

b) Dios quiere que, en nuestro terreno, su Palabra produzca siempre el ciento por ciento de fruto.

¿Nos atreveríamos a decir que es así? Bueno será que nos preguntemos cada uno por qué la semilla del Sembrador, Cristo, no produce todo el fruto que él espera: ¿estamos distraídos? ¿somos superficiales? ¿andamos preocupados por otras muchas cosas y no acabamos de prestar atención a lo que Dios nos dice? ¿tenemos miedo a hacer caso del todo a su Palabra?

A lo largo de las páginas del evangelio, se ve que la predicación de Jesús no en todos produce fruto: por superficialidad, hostilidad o inconstancia. Cuando, por ejemplo, Jesús les anunció el don de la Eucaristía -diciéndoles que sólo si creían en él, más aún, si le comían, iban a tener vida-, se le marchó un buen grupo de discípulos, asustados de lo que exigía el Maestro (Jn 6,60).

La Palabra que Dios nos dirige es siempre eficaz, salvadora, llena de vida. Pero, si no encuentra terreno bueno en nosotros, no le dejamos producir su fruto. ¿Se nos nota durante la jornada que hemos recibido la semilla de la Palabra y hemos recibido a Cristo mismo como alimento?

«Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón» (salmo I)

«Volved, hijos apóstatas, que yo soy vuestro dueño» (1ª lectura II)

«El Señor nos guardará como pastor a su rebaño» (salmo II)

«El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 183-186


3-3.

Jr 3, 14-17: Llamado a los hijos rebeldes

Mt 13, 18-23: Explicación de la parábola del sembrador

La comunidad cristiana en sus comienzos debió experimentar innumerables decepciones con personas que comenzaban el seguimiento de Jesús con mucho entusiasmo y luego decaían hasta alejarse por completo. Lo mismo le debió ocurrir antes a Jesús con fervientes seguidores que luego lo abandonaban para correr detrás de cualquier novelería.

La explicación de la parábola muestra diversas actitudes que se toman frente a la Palabra. Algunas personas oyen pero no entienden. No se esfuerzan por penetrar detrás de las palabras, y se quedan con ideas vagas e impresiones superficiales. Otras personas se alegran en el momento que escuchan, pero no tienen la suficiente perseverancia para enraizar su entusiasmo y abandonan el seguimiento de Jesús ante la primera dificultad.

Algunos más, reciben la Palabra pero el agobio de las preocupaciones los hace olvidar y se alejan apenas después de haber comenzado.

La "buena semilla" se refiere a las personas y comunidades que se esfuerzan por comprender la Palabra. Se entusiasman y su gozo permanece. Enfrentan la vida sin dejarse ahogar por el activismo y el afán de lucro. Las inevitables dificultades las afrontan desde su "hondón espiritual".

En la actualidad, la Biblia está difundida en muchas lenguas y es relativamente fácil adquirir un ejemplar de ella. Sin embargo, faltan comunidades en donde se cultive su lectura y contemplación. Comunidades atentas al mensaje del Señor y dispuestas a ponerlo en práctica. Muchas personas leen anárquicamente la Palabra y la convierten en un recurso de emergencia para contrarrestar sus preocupaciones. No profundizan en su conocimiento y, pasada la emergencia, la abandonan. Otras compran bellos ejemplares y los colocan en un lugar visible, pero nunca los leen; la tienen como una de las tantas cosas que compran. Otras más, en medio de dificultades, debidas a la falta de educación y a problemas económicos, se acercan al Palabra para escucharla, meditarla y practicarla; poco a poco van profundizando vivencialmente en su conocimiento y abonan en su corazón la tierra fértil donde florece y produce abundantes frutos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Ex 20, 1-17: Yo te saqué de la esclavitud

Sal 18

Mt 13, 18-23: El que acoge la Palabra

¿Por qué el sembrador de la parábola echa tanta semilla en el camino, entre matorrales o en el terreno que está lleno de piedras? La semilla morirá ciertamente o no dará la cosecha para la que estaba preparada. Si nosotros fuéramos los agricultores, solamente sembraríamos en la tierra buena. Lo otro sería desperdiciar la semilla. Lo mejor, por supuesto, es ser tierra buena. O lo que es lo mismo, en la interpretación de la parábola, lo mejor es ser de los que escuchan la Palabra, la comprenden y la viven.

Pero tiene algo de inmenso derroche de amor por parte del sembrador-Dios echar la semilla-Palabra donde aparentemente, e incluso realmente, no hay ninguna esperanza. Es que Dios tiene otra forma de entender la agricultura.

Quizá aquel pequeño brotar de la simiente en el camino o en el pedregal es suficiente motivo de alegría y de esperanza para el sembrador-Dios. Es la vida que se hace presente en medio de la muerte. Para el Dios de la vida no hay terreno absolutamente malo ni persona definitivamente perdida.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

¿No os resulta hermoso hablar de los abuelos de Jesús, hoy que los abuelos están cobrando un nuevo protagonismo en la vida social? La liturgia nos invita a celebrar en este día la memoria de San Joaquín y Santa Ana. Caed en la cuenta de que no los llama "abuelos de Jesús" sino "padres de la Virgen María". Pero seguir la cadena familiar no me parece una falta de respeto sino una forma de tomar en serio la encarnación de Dios.

El libro de Jeremías nos ofrece hoy una profecía que puede resultar muy actual: "Os daré pastores según mi corazón". Este es el versículo que Juan Pablo II escogió para titular su exhortación postsinodal sobre la vida y ministerio de los presbíteros: "Pastores dabo vobis".

Hemos vivido en los últimos meses una actitud de desconfianza respecto de nuestros pastores motivada por las numerosas noticias de escándalos protagonizados por algunos. Muchos cristianos se han sentido desconcertados, dolidos, engañados. Nos duelen los abusos sexuales, los fraudes económicos, los engaños. Pero tendría que dolernos también la existencia de pastores que no dan su vida por la comunidad, que han reducido el ministerio a una tarea o a veces a una mera función burocrática. Tendría que dolernos también la escasez de jóvenes que aceptan la invitación a entregarse a la comunidad como pastores.

En este contexto, ¿qué pueden significar las palabras de Jeremías? ¿Quiénes son esos pastores que Dios nos va a dar "según su corazón"? Serán hermanos y hermanas que nos apacentarán con "ciencia" y "experiencia". Estas son las dos palabras que usa el texto. Es decir, serán nuestros maestros porque serán en primer lugar testigos de lo que enseñan.

El evangelio de Mateo es continuación del fragmento que leímos el miércoles pasado. La escueta parábola de Jesús ha sido ya alegorizada. El acento cambia. Ya no se subraya tanto el vigor y la sobreabundancia de la semilla cuanto la calidad de los distintos terrenos en los que cae. Haríamos bien en juntar las dos perspectivas.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

v. 18: Escuchad ahora vosotros la parábola del sembrador...

Sin reproche alguno (cf. Mc 4,13), Jesús explica a los su­yos la parábola del sembrador. Lo que siembra el sembrador es el mensaje del reino contenido en las bienaventuranzas, en particu­lar en la primera y la última: la opción que hace entrar en el reino (5,3) y la situación de persecución que la fidelidad a esa op­ción comporta (5,10). Constituye el núcleo de «los secretos del reino» (13,11).

v. 19: Siempre que uno escucha el mensaje del Reino y no lo entiende, viene el Malo y se lleva lo sembrado en su corazón: eso es «lo sembrado junto al camino».

Mt pone cada caso en singular (Mc en plural) y, como Mc, describe cuatro actitudes posibles en el mismo hombre. No sólo hay que oír, hay también que entender (cf. 13,14). Si no se entien­de, es decir, si no se toma el mensaje por norma de conducta perso­nal, «el Malo», el tentador (cf. 6,13), lo arrebata. Son las tentaciones análogas a las de Jesús en el desierto, en particular la de gloria y poder, las que quitan el mensaje, que no deja huella en el hombre. Por otra parte, «malos» son los fariseos (12,34) y los letrados y fa­riseos que piden a Jesús una señal (12,39). Como se ha visto, es la institución judía la que, con su doctrina del Mesías poderoso, encarna a Satanás (cf. 12,23). Es, pues, la ideología del poder la que anula el mensaje. Este se siembra «en el corazón», es decir, en el interior del hombre; es allí donde ha de realizarse la deci­sión. Pero el tentador lo quita antes de que ésta se realice. La expresión «junto al camino» reaparece en 20,30, referida a los dos ciegos que aclaman a Jesús como «Hijo de David», es decir, como Mesías según las categorías del judaísmo.

vv. 20-21: «El que reci­bió la semilla en terreno rocoso» es ese que escucha el mensaje y lo acepta en seguida con alegría; 21pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto surge una dificultad o persecución por el mensaje, falla.

Caso del hombre superficial que, aunque haga la op­ción, no se mantiene fiel a ella (5,10); corresponde al que edificó su casa sobre arena (7,26s; cf. 26,31).

vv. 22-23: «El que recibió la se­milla entre zarzas» es ese que escucha el mensaje, pero el agobio de esta vida y la seducción de la riqueza lo ahogan y se queda estéril. 23«El que recibió la semilla en tierra buena» es ese que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.

Las preocupaciones de esta vida y la seducción de las riquezas están explicadas por Jesús en 6,25-34; también ellas hacen ser infiel a la opción inicial (5,3; cf. 19,23-25). El último caso, el de la tierra buena, corresponde al que fundó su casa sobre roca (7,24s). Se observa el fuerte sentido del verbo «entender»: signi­fica «abrazar, hacer suyo, tomar por norma de la propia vida».

La parábola y su explicación exponen, por tanto, las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implan­tarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder. En segundo lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo que pase. En tercer lugar, el hombre tiene que des­prenderse de todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad. Jesús indica, por tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el mismo individuo.


COMENTARIO 2

A los discípulos se les pide escuchar la palabra de aquel que ha sembrado; todo el contexto juega con el doble sentido de escuchar y comprender, lo cual tiene relación con el texto anterior vv. 16-17: ustedes son dichosos por escuchar esta parábola y poder comprenderla. De esta manera Mateo nos da a entender que esta semilla es la Palabra, aunque las dos cuestiones decisivas permanecerán veladas hasta el fin: ¿Quién pronuncia esta Palabra? ¿Y cuándo será la recolección?

No se comprende la palabra por una intervención del maligno. La Palabra ha sido sembrada en el corazón, no por ser lugar favorable por naturaleza a su germinación, sino porque constituye el lugar de la opción humana frente a esta Palabra. Estas semillas en el corazón del hombre no son otra cosa que la enseñanza o la Palabra de Jesús.

El segundo fracaso de la Palabra es sucumbir: quien no tiene raíces es el "hombre que vive del momento". Sin embargo, también aquí es una intervención exterior, la tribulación y la persecución, la que determina el fracaso.

Las zarzas son una realidad muy concreta: las preocupaciones del mundo (intereses y ambiciones) y la seducción de las riquezas. Se trata otra vez de una intervención exterior. El hombre ante la Palabra no es considerado en sí mismo, sino en una historia político-económica concreta.

La tierra buena es el hombre que comprende la Palabra. Su actitud de comprender es lo que permite afirmar que es buena tierra y que en ella la semilla da fruto abundante. Así pues, la disponibilidad para rendir este fruto que siempre será gracia en su ser y en su medida, como lo es "el precioso fruto de la tierra" para el labrador, está en ser "tierra buena"; se sobreentiende: no hecha camino, ni pedregosa, ni infestada de espinos... Dentro del contexto de Mateo, la perfección consiste no sólo en oír sino en comprender la Palabra. Esta comprensión, bienaventuranza de los ojos y oídos abiertos, es gracia cuya recepción supone estar alineado desde el punto de vista del Maestro, en la categoría de los "pequeños", no de los "sabios y prudentes". Siempre a la luz del contexto, "oír la Palabra" y "fructificar" es prácticamente sinónimo de ser "discípulo" y "hacer la voluntad del Padre".

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

La explicación restringe el círculo de oyentes que han escuchado la parábola del sembrador. No se trata en ella de una enseñanza para la multitud sino de una aclaración para el grupo de discípulos. Sin embargo, la actitud exigida es la misma y por ello, las palabras de Jesús en el v.18: “Escuchen ahora ustedes la parábola” retoman la conclusión de lo que había dicho abiertamente en el v. 9: “Quien tenga oídos que escuche”.

Junto a esta modificación del auditorio se produce una profundización del sentido propuesto públicamente. Por dos veces (vv. 19 y 23), el verbo escuchar/obedecer utilizado en aquella ocasión se acompaña en esta enseñanza privada con un “entender”.

Situando esta comprensión al comienzo y final del nuevo pasaje se la coloca como punto fundamental desde donde se puede juzgar toda actitud humana que se asuma ante la presencia de Jesús. Dicha comprensión separa la auténtica reacción del discípulo de las restantes reacciones. Gracias a ella, cada individuo da su respuesta personal, única y decisiva como aparece con el uso de los singulares “el que...” (vv. 19. 20. 22. 23) con el que se transforman los plurales de los vv. 4. 5. 7. 8.

A todos los hombres y mujeres se da la oportunidad de oír la Palabra pero las tres primeras categorías de terreno descriptas se cierran a su comprensión. Gradualmente se describen los obstáculos que impiden a la Palabra la consecución de sus objetivos. En la primera es el “Malo” que arranca la semilla del corazón del hombre. La propuesta del Reino ha llegado al momento decisivo en la actuación de Jesús pero requiere la aceptación libre del hombre. El terreno endurecido es el segundo obstáculo al crecimiento: su dureza vuelve al hombre oportunista e inestable, incapacitado para resistir la “dificultad” y la “persecución. Ante estas realidades de los tiempos últimos que la comunidad del evangelista experimenta a diario los que han recibido alegremente la Palabra pueden echarse atrás y abandonarla. Finalmente, el último impedimento es debido al “agobio de la vida” y a la “seducción de la riqueza”. Colocando los intereses propios por encima de los intereses de Dios se produce el sofocamiento de la Palabra.

Por el contrario, la última categoría de oyentes es la que produce frutos. Ya precedentemente había consignado el evangelista esta expresión refiriéndola a árboles (3, 10; 7, 17-19; 12, 33) o a los hombres (3, 8). Este resultado está ligado indisolublemente a la comprensión de Jesús y de su proyecto, y es la característica esencial del verdadero discípulo de Jesús.

Gracias a la mención de la “tierra buena” los discípulos son invitados a compartir la suerte de Jesús. La mención de los fracasos precedentes advierte a los mismos la incompatibilidad de los compromisos con las actitudes egoístas que impiden la realización del Reinado de Dios en la historia de los hombres.

La llamada a la audición/obediencia unida al “entendimiento” de la persona y acciones de Jesús pone de manifiesto las diversas reacciones de cada corazón. También hoy el Enviado escatológico de Dios obliga a los hombres a tomar una decisión. De ella depende la propia realización de cada ser humano.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

El texto de hoy supone a Jesús "explicando" como ante un cuadro mural de corte catequético, el lenguaje simbólico de unas "imágenes". Podemos decir que la explicación de la parábola del sembrador es una reflexión catequética de la comunidad de Mateo, puesta en boca de Jesús. Se aducen como razones su estilo menos arameo, su vocabulario con características heleno-cristianas, cierta preocupación ascética de la comunidad y la tendencia "alegorizante" ajena al estilo de Jesús.

A los discípulos se les pide escuchar la palabra de aquel que ha sembrado; todo el contexto juega con el doble sentido de escuchar y comprender, lo cual tiene relación con el texto anterior vv. 16-17: ustedes son dichosos por escuchar esta parábola y poder comprenderla. De esta manera Mateo nos da a entender que esta semilla es la Palabra, aunque las dos cuestiones decisivas permanecerán veladas hasta el fin: ¿Quién pronuncia esta Palabra? ¿Y cuándo será la recolección? Por consiguiente, no se trata tanto de una explicación de la parábola cuanto de una aplicación de su secreto a los discípulos. Ahora veamos la explicación.

No se comprende la palabra por una intervención del maligno. La Palabra ha sido sembrada en el corazón, no por ser lugar favorable por naturaleza a su germinación, sino porque constituye el lugar de la opción humana frente a esta Palabra. Estas semillas en el corazón del ser humano no son otra cosa que la enseñanza o la Palabra de Jesús. Todos estos versículos dan una imagen realista de los obstáculos, numerosos y reales, que la Palabra debe vencer para germinar en el corazón del ser humano.

El segundo fracaso de la Palabra es sucumbir: quien no tiene raíces es el "ser humano que vive del momento". Sin embargo, también aquí es una intervención exterior, la tribulación y la persecución, la que determina el fracaso. Notemos que no se trata de una persecución cualquiera: se ha desencadenado a causa de la Palabra. Tal vez sea una alusión al comienzo de las grandes persecuciones imperiales bajo Domiciano.

Las zarzas son una realidad muy concreta: las preocupaciones del mundo (intereses y ambiciones) y la seducción de las riquezas. Se trata otra vez de una intervención exterior. El ser humano ante la Palabra no es considerado en sí mismo, sino en una historia político-económica concreta. En este caso, el enemigo no sustrae la Palabra ni la aniquila, sino que, con más habilidad, la naturaleza la hace inofensiva; está ahí pero no sirve para nada.

La tierra buena es el ser humano que comprende la Palabra. Su actitud de comprender es lo que permite afirmar que es buena tierra y que en ella la semilla da fruto abundante. Así pues, la disponibilidad para rendir este fruto que siempre será gracia en su ser y en su medida, como lo es "el precioso fruto de la tierra" para el labrador, está en ser "tierra buena"; se sobreentiende: no hecha camino, ni pedregosa, ni infestada de espinos... Dentro del contexto de Mateo, la perfección consiste no solo en oír sino en comprender la Palabra. Esta comprensión, bienaventuranza de los ojos y oídos abiertos, es gracia cuya recepción supone estar alineado desde el punto de vista del Maestro, en la categoría de los "pequeños", no de los "sabios y prudentes". Siempre a la luz del contexto, "oír la Palabra" y "fructificar" es prácticamente sinónimo de ser "discípulo" y "hacer la voluntad del Padre".


3-9.

Reflexión

Son muchos, miles los que cada domingo (al menos), escuchan la palabra de Dios durante al Misa dominical, son muchos los que reciben la semilla del Evangelio. Sin embargo es triste constatar que en nuestro mundo no se ven muchos frutos evangélicos. Para muchos de nuestros cristianos, se aplica la primera parte de esta parábola, pues son muchos los que no ponen atención en la misa, que van a misa solo “por cumplir”, que no se toman la molestia de leer la hojita o el libro para reflexionar en la Palabra; son muchos los que aun habiéndola escuchado, no les interesa vivirla; otros más son los que quisieran vivirla pero las invitaciones de los amigos, las tentaciones del confort, los puestos superiores y otras vanidades del mundo, impiden que den fruto. Son verdaderamente pocos a los que se aplica hoy en día el final de la parábola; son pocos los que abren totalmente su corazón al evangelio y que buscan encontrar la manera de hacerlo vida, que buscan comprenderlo, más que con la cabeza, con el corazón. Dios nos ha llamado a dar fruto, la tierra de nuestro corazón, es tierra buena, apartemos de nuestra vida todo aquello que pueda impedir que la semilla del Evangelio dé fruto… Esforcémonos por ser de los que llenan de fruto la vida, y más aun, de los que hacen que este fruto permanezca.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-10.

Explicación de la parábola

Fuente: Catholic.net
Autor: Xavier Caballero

Reflexión:

Lo verdaderamente asombroso es que la inmensa mayoría de las personas no luchan por «ser» alguien, sino por «tener» algo; no se apasionan por llenar sus almas, sino por ocupar un sillón; no se preguntan qué tienen por dentro, sino qué van a ponerse por fuera. Tal vez sea ésta la razón por la que en el mundo hay tantos tantas marionetas y tan pocas, tan poquitas personas. Sí, hay que amar la lucha. Creer en algo muy serio. Luchar por ello. Seguir luchando cuando nos cansemos. Seguir adelante cuando nos cansemos de caminar.

Jesús nos explica en el pasaje evangélico de hoy que la vida del cristiano y la de todo hombre es lucha. Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las espinas... Quien ha tenido la fortuna de trabajar en el campo, comprende perfectamente la parábola del sembrador. Y es que no basta con tirar la semilla para cosechar frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra. Hay que cuidar la semilla y tirarla a tiempo. Hay que regar, quitar las malas hierbas y, sobre todo, hay que segar en el momento oportuno. Implica lucha. Trabajo. Esfuerzo. Se dice que: «De los esforzados es el Reino de los Cielos». Es ley de vida. A veces cuesta. Lo importante, no es tanto lo que hacemos, sino el amor con el que obramos. Cuando hay amor, Dios bendice y nos premia, aun si en muchas ocasiones no lo parece a primera vista. Para lograr estar siempre en la «lucha» contamos con un medio excelente: la oración. Jesús la usó y siempre le funcionó.

Cuando le preguntaron al jugador argentino del Udinese y de la selección de Argentina, Abel Eduardo Balbo, cuál era su experiencia de la oración respondió: “La oración es fundamental en mi vida. Oro a Dios cada día, lo hago desde que era niño. Me lo ha enseñado mi madre. Leo cotidianamente la Biblia y me doy cuenta de cuánto son ridículos los problemas del fútbol frente a la realidad verdadera de los hombres. Para mí es muy importante rezar cotidianamente: si uno quiere, siempre encuentra el tiempo para dedicarlo exclusivamente a Dios porque nada ni nadie es más importante que Él”.

Ojalá que sepamos valernos de la oración para permanecer en la «lucha» venciendo esos «problemas» cotidianos por amor a Dios y a nuestros hermanos.


3-11.

La explicación de Jesús a la parábola del sembrador me hace revisarme en el día de hoy. ¿Dónde está cayendo la semilla que está sembrando el Señor? Creo que en mi vida he experimentado cada una de las situaciones presentadas en el evangelio, sin embargo, hoy por hoy puedo decir que a través del proceso de conversión que vivo día tras día estoy siendo tierra fértil para que la semilla del reino pueda ser sembrada y de frutos en abundancia. Sea cuál sea la situación en dónde nos encontremos estoy segura que podemos tomar un nuevo rumbo por medio dejar actuar a Jesús en nuestras vidas. Hoy es un buen día para presentarnos ante Dios y pedirle que por medio de su Espíritu Santo nos deje ver dónde nos encontramos y poder reorientar nuestra vida.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-12.