COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Ex 20, 1-17

 

1. SABADO/CREATURA 

EL GOZO DE PERTENECER A ÉL SE SIGNIFICA CON EL DESCANSO DE TODAS LAS OCUPACIONES. MDTS/V: D/V: YAHVE ES SEÑOR DE LA VIDA. DE AHÍ EL RESPETO A LAS PERSONAS Y A SUS PERTENENCIAS.

El libro del Éxodo va subrayando que es Dios quien tiene la iniciativa de liberar de Egipto a su pueblo y de hacer con él una alianza: se trata de formar un pueblo de hombres libres que sirvan y reconozcan la soberanía de Yahvè.

De ahí que el decálogo se inicie con esta afirmación de DIOS COMO ÚNICO SEÑOR DEL PUEBLO. Israel será plenamente él mismo en la medida en que sirva únicamente a Yahvé y supere las tentaciones de hacerse o de adorar a cualquier otro dios hecho según la medida de las necesidades humanas. Y al mismo tiempo, las primeras palabras son una afirmación de la PRESENCIA DE DIOS EN EL PUEBLO ("Yo soy") y en su historia.

Yahvé es el Señor del tiempo y de la historia, es el Señor creador y libertador. El sábado hace vivir al pueblo en comunión con Dios, en el gozo de pertenecer a él que se significa con el descanso de todas las ocupaciones, un descanso que no afecta solamente a los hijos de Israel, sino también a sus esclavos y a sus ganados, como signo de que es la creación entera la que pertenece a Dios.

Y Yahvé es Señor también de la vida. De ahí que Él mismo sea llamado "Padre". El respeto a la vida empieza por el respeto a los padres que, a semejanza de Dios, son los transmisores de esta vida e incide en aquellos puntos que se consideraban imprescindibles para que todos pudieran vivir dignamente, puesto que atentar contra los bienes de los demás es privarlos de lo que les es esencial para su vida.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1982/06


2. MONOTEÍSMO.

EL PUEBLO NO TENDRÍA MUY CLARO QUE HUBIERA UN "ÚNICO" DIOS, PERO LO QUE SÍ SE QUIERE DEJAR CLARO ES EL MONOTEÍSMO PRÁCTICO: A ISRAEL SOLO LE INTERESA YAHVÉ Y NO PRESTA ATENCIÓN A NINGUNA OTRA DIVINIDAD.

El primer mandamiento será la característica decisiva de la fe de Israel; no se ha llegado aún al monoteísmo teórico de los profetas, y probablemente el pueblo no tenía muy claro que hubiera un "único" Dios, pero lo que sí se quiere dejar claro aquí es el monoteísmo práctico: a Israel sólo le interesa Yahvé y no presta atención a ninguna otra divinidad, sea del tipo que sea, y puestos a hacerlo del todo inmanipulable, de su Dios nunca hará imágenes.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1979/06


3. ALIANZA/DON  ALIANZA/EXIGENCIA.

El texto del Decálogo (cf. 5. 6-21) nos suena a algo conocido desde nuestra época de catecismo; mientras el pueblo espera al pie del monte Sinaí, el Señor entrega a Moisés las "diez palabras". Pero los hechos no fueron tan sencillos; hoy se da como cierto que los diez mandamientos no tuvieron su origen histórico en este monte. Su proceso de formación fue algo muy complejo.

En el actual libro del Éxodo, el Decálogo queda encuadrado en un contexto de Alianza, el pacto del Sinaí (cap. 19-24). Este término evoca algo jurídico, y hoy, época tan antijurídica, nos cae un poco gordo. Pero si lo analizamos en profundidad, descubriremos su gran riqueza. El término "alianza" sirvió, en aquella época cultural, para expresar las mutuas relaciones entre el rey soberano y los reyes vasallos, y fue adoptado en la Biblia para indicar las profundas y mutuas relaciones entre el gran rey Yahvé y su pueblo Israel. En su realidad profunda, el término evoca a un Dios amoroso que sale al encuentro de Israel y, porque quiere, lo hace pueblo suyo. Así la alianza es:

1)UN DON DE DIOS: el Señor irrumpe en la historia del pueblo. No es el Dios abstracto de la metafísica sino el liberador (v. 2).

El don o gracia precede a toda exigencia humana. Es curioso observar cómo nuestros catecismos se olvidaron de un aspecto tan importante en la alianza.

2)Y este Dios que sale al encuentro del hombre, le interpela. Son las EXIGENCIAS de la alianza que pueden reducirse, como dijo Cristo, a dos: amar a Dios y al prójimo (Mc 10. 17-22; 12. 29-34; Lc 18. 18-22; Ga 5. 14; Rm 13. 8-20). Cristo no intenta abolir el decálogo, sino que ataca toda postura que se contenta con las obras externas sin exigir una transformación interna de la persona.

La alianza no es algo estático; es un don que exige un esfuerzo diario. Por eso se renueva frecuentemente en un marco cúltico. La comunidad, libremente -la alianza es un don de Dios que libera- se compromete a cumplirla (cf. 19. 8; Jos 24.). Una de las exigencias de la misma era su consignación por escrito. El Decálogo es uno de estos documentos, pero no el único, e Israel lo pondrá en relación con el pacto del Sinaí. De ahí su colocación actual.

DECALOGO/MDTS: El Decálogo es la esencia de la alianza, la gran ley comunitaria de amor a Dios y al prójimo. El judaísmo exagerará el aspecto jurídico externo y todo lo reducirá al mero cumplimiento, a la acumulación de obras. Olvidaron que la alianza, en su realidad profunda, es don y respuesta de amor. Por eso los profetas, profundizando en esa relación amorosa, nos lo presentarán con imágenes más sugestivas: el amor entre esposo-esposa. padre-hijo.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988/18


4.

El decálogo (esto es, "las diez palabras") es un código en el que se recogen las cláusulas del pacto o alianza del Sinaí. De él conocemos otra versión gracias al Deuteronomio (/Dt/05/06-22), pero las diferencias entre ambas redacciones son muy pocas, y hay que pensar, por ello, que procede de un mismo original. En cambio, los mandamientos, tal y como nosotros los aprendemos del catecismo, aunque recogen evidentemente la sustancia del decálogo, no se encuentran explícitamente en la Biblia.

Se ha observado que el decálogo presenta la misma estructura y distribución que los pactos de los hititas. Podemos distinguir en su redacción los siguientes miembros: a) una introducción: "Yo soy el Señor, tu Dios"; b) un prólogo histórico: que te saqué de Egipto, de la esclavitud"; c) las estipulaciones o cláusulas del pacto, la primera de carácter general (vv. 3-6) y las restantes más particulares (6-17). El documento del pacto o de la alianza, en nuestro caso las Tablas de la Ley, se depositaba y guardaba en el santuario.

En el "prólogo histórico" se informa sobre la motivación teológica de la alianza: el pueblo que ha sido puesto en libertad de la esclavitud de Egipto, puede ahora pactar libremente con Yavé, su libertador. Puede y es conveniente.

v. 3: Puede traducirse también así: "No tendrás otros dioses en mi presencia" En ambos casos no sólo se excluyen otros dioses y se afirma el monoteísmo, sino que se supone la presencia de Yavé en medio o delante de su pueblo. Tal presencia elimina el culto a divinidades intermedias, que no son necesarias, en absoluto.

v. 4: La prohibición de fabricar ídolos e incluso imágenes de Yavé es un hecho sin precedentes en la historia de las religiones. Sin embargo, sabemos que en Israel estuvieron permitidas algunas imágenes religiosas, p. e., los dos querubines que cubrían el Arca con sus alas (Ex 25, 18-20).

v. 6: Frecuentemente se compara la relación existente entre Yavé e Israel, a la que mantiene un esposo con su esposa. En este supuesto, se comprenden los celos de Yavé cuando Israel se prostituye al dar culto a los ídolos. Entonces castiga el pecado de los padres en los hijos hasta la tercera generación. En cambio, es misericordioso, por mil generaciones, cuando él cumple los preceptos de Yavé y se atiene a las cláusulas de la alianza.

Nuestra concepción individualista del "sálvese quien pueda" nos impide comprender esta solidaridad para bien o para mal entre las generaciones de Israel. Sería igualmente falso afirmar dicha solidaridad de manera que, dentro de un fatalismo histórico, resultara imposible la salvación de los hijos y el ejercicio de su responsabilidad personal. En este sentido el profeta Ezequiel supone un progreso cuando escribe: "El hijo que ve todos los pecados que ha cometido su padre, que los ve sin imitarlos..., no morirá a causa de las culpas de su padre" (Ez 18, 14 y 17). Ambos textos se completan.

v. 7: Se prohíbe el perjurio, el falso testimonio, y el abuso del nombre de Dios. La Vulgata traduce "el nombre de Dios en vano", con lo cual se prohíbe también la frivolidad que lleva a pronunciar el nombre de Dios sin ton ni son; pero lo más grave es la utilización del santo nombre de Dios para encubrir interesadamente la mentira. Los que utilizan así el nombre de Dios no lo pronuncian ciertamente "en vano", sino en provecho propio, que es la mayor perversión y la peor blasfemia. Estos se sirven de la religión para sus intereses bastardos.

v. 11: Mientras aquí sólo se indica la motivación religiosa del precepto sabático, en la versión del Deuteronomio (5, 14) se descubre también su motivación humanitaria y social.

v. 17: "Codiciar" significa en el contexto algo más que un deseo; es un intento de apropiarse de lo que pertenece a la "casa" del prójimo. En realidad, lo que se prohíbe es una acción exterior; pero Jesús interiorizará la ley mosaica y se prohibirá incluso la codicia del corazón y el deseo del adulterio.

EUCARISTÍA 1985/11


5.

LA LEY DE LA ALIANZA

La tercera etapa de la historia de la salvación la constituye la formación de Israel como pueblo peculiar, bajo la guía de Moisés.

La alianza entre Dios y los hombres, que con Noé se presentaba bajo el aspecto cósmico y con Abrahán bajo el ángulo de la promesa gratuita por parte de Dios, se manifiesta ahora en forma de Ley minuciosa y determinada. En cierto modo, asume todas las características de un pacto bilateral. La Alianza no consiste sólo en hallar a Dios en la naturaleza y en la historia, ni siquiera en confiar enteramente en su promesa, sino en el compromiso de cumplir unos preceptos que expresen la voluntad de Dios y manifiesten la fidelidad del pueblo. El Decálogo es la expresión concreta de la ley de la alianza.

MDT/LEY-NATURAL  CR/LEY: A menudo se ha presentado los diez mandamientos de la ley de Dios como la expresión privilegiada de la llamada ley natural, válida para todos los hombres de todos los tiempos. Pero esta visión exige algunas correcciones. Si bien es verdad que muchas de las prescripciones contenidas en el Decálogo tienen un alcance universal, -y de hecho aparecen en casi todos los códigos morales y jurídicos de la humanidad-, también hay otras que son específicas del pueblo de Israel, tanto las unas como las otras son impuestas al pueblo elegido, no directamente en virtud de una ética natural, sino como signo de la alianza peculiar de Dios con su pueblo. La intención con que el pueblo debía cumplir la Ley no era primariamente ética, sino específicamente religiosa y motivada por la fe en la intervención histórica de Dios en los destinos del pueblo. En régimen cristiano, ello significa que el Decálogo -como todo el resto de la Ley- está ya superado. Esta superación no consiste en que hay que introducir en él pequeños retoques o cambiar el sentido de algunos preceptos (así lo hemos entendido a menudo los cristianos: comparar, si no, los diez mandamientos de nuestros catecismos con el texto del Éxodo). La verdadera superación del Decálogo reside en su asunción en el régimen de gracia y libertad inaugurado por el evangelio. El cristiano no vive angustiado por la preocupación de no conculcar unos preceptos legales, sino que vive liberado de la presión de la Ley, gracias a la fuerza del amor. Amor que lleva consigo unas exigencias -muchas de las cuales están aun válidamente formuladas en el Decálogo- que deben ser cumplidas, no como imperativo ético, sino como signo de la fe.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973/04


6. /Ex/20/01-21 DECALOGO/ALIANZA 

El decálogo se sitúa en el contexto de la alianza, una categoría de relación interhumana adoptada por la teología bíblica para definir el pueblo de Dios. En ese contexto el decálogo es la norma por la que el pueblo de Dios se guía, el cauce por donde responde al cometido de ser lo que es o de hacerse lo que quiere ser.

El nexo del decálogo con el anterior relato de la teofanía es literariamente artificial. Pero no lo es en cuanto al sentido. El decálogo, en efecto, representa el contenido de lo que medió en la comunicación establecida por la teofanía: son las palabras de la alianza que Israel ha de observar para ser pueblo "consagrado" y "propiedad escogida" (Ex 19, 5). En el esquema de los pactos interhumanos el decálogo corresponde a las estipulaciones o cláusulas que regulan la relación que se busca crear. En ese mismo lugar se insertarán todos los sucesivos códigos de ley.

El decálogo es un sumario de diez preceptos absolutos, seguramente el más antiguo de los códigos bíblicos: su origen se remonta sin duda alguna a la época mosaica y se le puede llamar con razón el decálogo mosaico. La forma original era distinta de las dos que tenemos en la Biblia. Seguramente en él todos los preceptos tenían forma corta, al tenor de "No matarás". Las dos versiones conservadas muestran precisamente divergencias en las explicaciones y motivaciones que se adhirieron con el tiempo a algunos mandatos. Por la ampliación sobre el sábado sabemos que la presente versión es de redacción sacerdotal, pues invoca como motivo y fundamento de su observación el descanso de Dios, según Gen 2, 1-3 (P). La otra versión está en Dt 5,6-18 y es deuteronómica.

El decálogo no se llama ley, sino "palabras", son revelación de Dios y comunicación suya con quienes ya lo conocen. Su objeto es prolongar, perpetuar la relación creada en el primer conocimiento, que es el de la salvación de servidumbre. El prólogo del decálogo explica de qué orden es la relación: la del salvador con los salvados. La historia aludida, el éxodo, es anterior al decálogo y a toda la ley. Es la justificación para que Dios dirija la palabra a los salvados y les señale un camino.

El decálogo contiene dos órdenes de preceptos: los que definen la actitud justa ante Dios y los que regulan el comportamiento con el prójimo. Pero esa dualidad es sólo convencional. Los dos órdenes son igualmente perentorios y forman un todo indivisible: no se responde a uno si no se responde igual al otro.

En el orden primero se exige reconocer como Dios al único que se ha revelado salvador. Eso excluye la divinización de falsos absolutos y las representaciones creadas del Dios trascendente; prohíbe hacer uso vano de su nombre; manda recordarlo en la fiesta como creador y salvador.

En el orden segundo se exige honor y respeto a la persona, comenzando por las que están más próximas desde el mismo nacer, la familia, y así hasta incluir la gran familia humana. Se prohíbe toda forma de daño a la persona y sus bienes, hasta con la intención. La forma negativa, indicio de la antigüedad del decálogo, parece hacer sus preceptos demasiado elementales; pero, en realidad, comprometen toda la persona, pues más que actos exigen actitudes.

Traducidos en otro lenguaje por el mismo pueblo bíblico, exigen amor a Dios y al prójimo igual que a uno mismo (Dt 6,5; Lv 19, 34). Se desdoblarán en códigos prolijos, que intentarán abarcar y regular la entera existencia. Pero entre todos no tienen letra suficiente para expresar lo que el amor exige. ¿Quién lo puede satisfacer cumplidamente? Ahora bien, el amor efectivo a Dios y al prójimo es lo que hace el pueblo de Dios: es la ley de la alianza. En palabras de Jesús, ahí se resumen toda la ley y los profetas (Mc 12, 28-34 y par).

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 185 s.


7.

En el capítulo 20 del Éxodo se nos presenta el decálogo. Sin embargo, este texto, importantísimo, no aparece como una isla. El autor inspirado no lo contempla como una unidad aislada ni como un centro alrededor del cual girase todo el universo de la fe. Hacer eso sería caer en la idolatría de la ley. El único centro del mundo es Yahvé, un Dios dinámico, comprometido en la marcha liberadora -realizadora- del hombre. Por eso la citada tradición yahvista, integrada por los capítulos 19, 20 y 24, presenta el decálogo como parte del itinerario de la acción liberadora de Dios. Esta perspectiva es muy importante. Se comienza con una preparación muy detallada de la teofanía o manifestación de Dios (19,1-15), que ha de tener lugar al tercer día; Yahvé baja a la montaña (w 16-25) y promulga sus mandamientos (20,1-17); al anuncio de la voluntad divina sigue la celebración de la alianza, durante la cual el pueblo se compromete a observar la voluntad de Yahvé (c. 24).

MDTS/LIBERACIÓN: Lo que aquí se subraya más es la iniciativa de Dios: es él el que da el primer paso hacia la alianza con el pueblo, y la realiza haciendo de esa gente su pueblo, sin esperar a que tengan el mérito de la obediencia (que vendrá después, cuando Dios haya iniciado ya el proceso de salvación). Todo es pura gracia. Visto así en su contexto, el decálogo es un instrumento de salvación y ha de ser utilizado como tal. La ley es buena si libera al hombre. El decálogo no es la formulación arbitraria de un déspota que esclaviza a sus súbditos. Tampoco es la manifestación de la autoridad de un dictador que conoce unas normas y las impone en beneficio de los ignorantes. El decálogo es la promulgación del gran servicio de Dios a los hombres, el acto más exquisito del respeto que le merece su libertad. Por eso indica el camino que conduce a la auténtica liberación: liberación total que comienza en el mismo fermento de esclavitud que el hombre lleva dentro, el egoísmo excluyente, que trastorna el orden del mundo. El decálogo es un grito de alerta contra la tentación secular que asedia al hombre: la manipulación de Dios, de los otros, de las fuentes de la vida, del pensamiento. Y sobre todo, un grito de alerta contra la máxima alienación humana: la codicia, que arruina la vida comunitaria, al intentar llevarla por los caminos más radicalmente opuestos al espíritu de la alianza. El pueblo encuentra, de este modo, una guía segura para no recaer en una esclavitud aún peor que la sufrida en Egipto: la esclavitud de sí mismo. Dios llama al pueblo a la libertad porque únicamente así su servicio llegará a ser culto de comunión. Es el gran argumento del Éxodo. Libertad, pero total: no solamente externa, sino, y sobre todo, interior.

Y por eso Jesús podrá resumir toda la ley y la revelación en un solo precepto, empapado en una profunda fe: amar al prójimo, imagen de Dios, medida del comportamiento individual y colectivo y del auténtico progreso humano y cristiano.

J. M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 136 s.


8.

Este texto de los mandamientos de la ley de Dios ha tenido fortuna. Los 10 mandamientos -más bien casi todo son prohibiciones- son universalmente conocidos, que no quiere decir practicados. Sería interesante tratar de jerarquizar estos 10 mandamientos, según la importancia que les da cada uno. Los mandamientos se refieren a nuestras obligaciones verticales y horizontales, las referentes a Dios y al hombre. Pero se mueven en los límites de los mínimos, con formulaciones negativas: no te apartes de Dios y no hagas daño al hombre.

El decálogo viene a ser como la gran Carta Magna, la Constitución general de todos los hombres, o la más antigua Declaración de los derechos humanos.

Cristo perfeccionaría el decálogo y condensaría los mandamientos en uno solo, que es nuestra única ley.

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
CUARESMA Y PASCUA 1988.Pág. 54