MARTES DE LA SEMANA 1ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Hb 2, 5-12

1-1. J/H-AUTENTICO:

En Jesús contemplamos al hombre cabal, al hombre tal como Dios le soñó el primer día, cuando amasaba el barro amorosamente para modelarlo. Un hombre que pertenece a nuestra historia y a nuestra raza ha sido substraído a las fuerzas que despojan al hombre de su propia existencia: el egoísmo, la injusticia, la desesperanza, el fatalismo, la indiferencia. El hombre es posible porque hubo un hombre que vivió en plena posesión de lo que hace que sea posible el hombre: el amor, la participación, la alegría, la apertura, la libertad, la inventiva, el aliento, el renacer...

Jesús es el hombre cabal y perfecto, el nuevo Adán, decía de él san Pablo. Por haberse roto en él el circulo infernal de nuestras alienaciones con la perfecta expansión de nuestras capacidades, podemos nosotros creer en el hombre. "Jesús es el primogénito de una multitud de hermanos". Habiendo compartido toda la aventura humana, él es, "por la gracia de Dios, la salvación de todos". Un hombre recorrió el camino del hombre, y se abrió para nosotros la vía que da acceso a nuestra plenitud. Pues la salvación tiene este primer momento: la prenda de que en la iniciativa de Dios, iniciada en la creación, llegará a feliz término. La tierra de los hombres no es país de destierro, sino el lugar en que, en un alumbramiento que dura todavía, se inaugura el triunfo del proyecto de Dios.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 22


1-2.

En 1,5-12, el autor de la carta a los hebreos se ha preocupado por demostrar la superioridad de Cristo sobre los ángeles. Las especulaciones en torno a la misión de los Ángeles había adquirido una importancia considerable en el mundo judío después del exilio. El papel que desempeñan en el libro de Tobías, en el de Daniel y en los dos primeros capítulos de Lucas carece de importancia respecto al que le atribuían las especulaciones de los gnósticos. El autor se aprovecha de esa relevancia de los ángeles en el orden de la mediación para elaborar la doctrina de la mediación exclusiva de Cristo.

a) En el pasaje que se lee este día, el autor de la carta añade a los argumentos exhibidos en el capítulo primero un tema nuevo: la posición inferior de Cristo (v.9) respecto a los ángeles durante su vida terrestre (Sal 8, 5-7, citado en los vv. 6-8 según la versión de los Setenta). El autor ve en esa especie de postergación no precisamente la obediencia de Flp 2, 5-10, sino la sumisión a las leyes de la existencia humana, manejadas precisamente por los ángeles, según la manera de pensar de sus contemporáneos (Col 2, 15; Rom 8, 38-39; Gál 4, 3-9), comprendidas las de la muerte (cf. 1 Cor 2, 8).RS/COSMOS

Cristo no está ya sometido a las leyes naturales dictadas por los ángeles, y muy pronto tampoco los hombres estarán sometidos a ellas, ya que conocerán un tiempo en que la naturaleza, en general, y su naturaleza en particular, se verán libres de estas leyes materiales: ya no habrá otras leyes cósmicas que las de la vida misma de Jesús glorificado irradiando sobre el universo.

b) El autor subraya a continuación la solidaridad (vv. 11-13) entre Cristo y los hombres en esa misma sumisión a las leyes naturales como una liberación de sus ataduras mediante la victoria final sobre el mal. Se trata de la solidaridad de un pueblo con el sacerdote surgido de su misma sangre, porque un sacerdote no es tal sacerdote si no ha surgido de las filas del pueblo (Heb 2, 14-18), al cual representa delante de Dios. Y esa es la razón por la cual no puede surgir solidaridad alguna en el orden de la salvación entre los ángeles y los hombres, puesto que los primeros no podrán ejercer jamás el sacerdocio en nombre de los segundos. Cuando cita el Sal 21/22, 23, el autor hace alusión (v. 12) a la totalidad del salmo y recuerda precisamente que esa solidaridad entre Cristo y los cristianos no ha podido nacer sino después de la ofrenda de su muerte de pobre.

Ya no tiene interés alguno saber si hay ángeles para someter la naturaleza a las leyes cósmicas y fisiológicas. Esas leyes existen ciertamente, pero el hombre moderno no se preocupa ya por saber si los ángeles o Dios están detrás de ellas para vigilar su aplicación y mantener así al hombre en un estado de sujeción y de alienación. El cristiano sabe que el reino futuro de Cristo consistirá, no ya en la abolición del cosmos, sino en la espiritualización de esas leyes merced a la soberanía de Cristo. Esa es la esperanza a la que quiere abrirnos el autor de la carta a los hebreos. ¿No será acaso que esa esperanza esté comenzando a ser realidad en la medida en que el hombre contemporáneo influye en el curso de las leyes naturales y se asegura cierto dominio sobre ellas? El mundo configurado por la técnica, ¿no es acaso un mejor reflejo de Dios que el mundo alienado por las llamadas leyes naturales? ¿No quiere eso significar eficazmente que la mediación de Cristo tiende a hacerse real sobre el mundo y sobre la humanidad?

 MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 10


1-3.

-¿A quién sometió Dios el mundo venidero? No fue a los ángeles.

Es evidente que el autor tiende a rectificar el pensamiento de las escuelas judaizantes que atribuían a los ángeles un papel importante en la evolución del universo.

La evolución del «mundo venidero» está en manos de Cristo, bajo su influencia. Fuente inmensa de esperanza y optimismo.

El autor de un salmo (/Sal/008/05-07) declara: "Oh Dios, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?... Le hiciste algo inferior a los ángeles... De gloria y de honor le coronaste. Todo lo sometiste bajo sus pies". Al someterle todo, nada dejó que no le estuviera sometido.

Este salmo quería exaltar la vocación sublime del hombre en la creación, recordando el proyecto de Dios en el Génesis (1, 26): «dominad la tierra y sometedla». ¿Estoy convencido de la permanencia de esa misión del hombre? ¿No podríamos ver en la técnica que transforma el mundo una cierta aplicación de ese mandamiento del Creador? Un mejor conocimiento de las leyes cósmicas: físicas, biológicas, psicológicas permitirá dominarlas para impedir que aplasten al hombre. Uno de los fines de la ciencia es liberar al hombre de cantidad de alienaciones que la naturaleza bruta hace pesar sobre él. Vencer la sequía, el hambre, la enfermedad. Utilizar las energías destructoras del fuego, de la electricidad, del átomo para el bien del hombre. El hecho de que el Hijo de Dios se hiciera hombre no hace más que reforzar esta vocación sorprendente.

-Mas al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo.

Y sin embargo, a Jesús que fue hecho algo inferior a los ángeles, le vemos ahora "coronado de gloria y de honor" a causa de su pasión y muerte.

Los oyentes de ese sermón podían objetar en efecto que Jesús había sido algo inferior a los ángeles durante su vida terrestre humana. Pero esa inferioridad era sólo momentánea, y lejos de ser un accidente fortuito en la vida de Cristo, es causa de salvación y de gloria.

-Si pues experimentó la muerte, por la gracia de Dios fue para el bien de todos. ¡Experimentar la muerte! Fórmula que conviene meditar.

La muerte no resultó para Jesús un problema del que se discute desde el exterior: tuvo experiencia de ella. Volveremos de nuevo sobre ese tema. Jesús, sometiéndose a ella, la venció.

-Convenía, en efecto, que Aquel creador de todo y para quien es todo llevara muchos hijos a la gloria...

He ahí, una vez más, el objetivo de Dios: llevar a los hombres a su propia vida, a su propia gloria divina... ¡tener hijos a quienes colmar de bienes! ¡Una vasta empresa de amor!

-Y era normal que lleve a su perfección, mediante el sufrimiento, a aquel que iba a guiarlos a la salvación.

Así, Jesús es, en verdad, «la perfección del proyecto de Dios», su «cumplimiento»: en El se lleva a término la transformación radical del hombre elevándolo hasta Dios.

-Pues tanto Jesús el santificador, como los hombres, los santificados, son de la misma raza. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

El autor subraya la solidaridad de Jesús con la humanidad.

Hay una especie de superioridad de los hombres respecto a los ángeles. Jesús se hizo uno de nosotros, sometiéndose totalmente a la condición humana, incluida la muerte.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 10 s.


1-4. /Hb/02/05-18

La comparación entre Jesucristo y los ángeles como caminos salvíficos adquiere aquí toda su radicalidad: Jesucristo es el salvador, mientras que los ángeles no son salvadores (2,5) ni salvados (2,16). Esto responde al tema del segundo párrafo: el camino de la salvación de los hombres revelado en el camino del hombre Jesús (2,5-18).

Las primeras palabras son de una penetración sorprendente. El autor cita literalmente Sal 8,5-7, canto de admiración del hombre, de su pequeñez, su ambigüedad y su poder. Para sus ojos cristianos, el hombre es Jesús y, para el autor, estas mismas palabras expresan el misterio de la pequeñez, ambigüedad y poder del hombre Jesús: la tensión entre su humillación y glorificación, que culminará en la "sumisión del universo", es decir, su presencia salvadora en todo y en todos que ahora «no vemos todavía» (v 8).

Los versículos 10-16 desarrollan el aspecto preferido por el autor: el proceso personal de Jesús. Empiezan por una exposición misteriosa: «convenía» que Dios confiriese a Jesús la perfección a través de los sufrimientos; esta «conveniencia» forma parte del misterioso mundo de la vida humana que la revelación desvela. Los versículos siguientes la prueban partiendo de la función salvífica de Jesús: convenía que su camino fuese el camino propio de los hombres, camino de «sangre y carne» que conduce a la «muerte». Con extraordinaria fuerza evocadora Heb dice que los hombres, conscientes y a la vez angustiados por su condición mortal, viven toda la vida atenazados como esclavos. Pues bien: aquí se decide la comunión de Jesús con los hombres y aquí está la gran revelación. Jesús ha compartido nuestra condición humana y nuestra muerte y precisamente en el dolor y la muerte nos libra de la angustia de la muerte. Comprender y vivir la misteriosa conveniencia de este camino como único camino de salvación es, en definitiva, el objetivo de la carta.

Los dos últimos versículos (17-18) tienen particular importancia: resumen la primera parte, que acaba aquí, y anuncian los dos temas fundamentales de la segunda; además son un primer intento de expresar en categorías cultuales la fe cristiana explicada hasta ahora. E1 proceso personal de Jesús (sumo sacerdote) y su eficacia salvífica (expiación de los pecados) se enmarcan en la perspectiva propia de Heb: la interpretación cultual del insondable misterio de Jesucristo.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 552 s.


2.- 1S 1, 9-20

2-1. VOCACION/QUE-ES:

a) El pasaje de este día describe las circunstancias de la concepción de Samuel. Las relaciones conyugales de Ana y de su marido no se realizan sino al término de un largo proceso que les permite descubrir la acción de Dios en la vida a la que van a dar origen. Para eso se necesita una constancia de esterilidad (v. 10): el hombre no puede nada por sí mismo; se necesita después la oración en la que le hombre se abre a la acción de Dios (vv. 10, 12), y se necesita también el deseo por el que el hombre trata de situarse en una posición de fidelidad que no será recusada (v. 11); sólo entonces es fecunda la acción del hombre. Uno piensa en la oración de Tobías y de Sara antes de su primera noche de bodas (Tob 8, 1-9).

b) Pero hay que ver más en este relato: para precisar la posición de un profeta en el designio de Dios, la Escritura utiliza normalmente la imagen de una intervención positiva de Dios en el momento de su concepción. Se trata de un procedimiento literario destinado a hacer comprender la vocación y la predestinación del hombre de Dios. Todo viene de Dios, todo es gracia, y la manera de decirlo es la de hacer que Dios intervenga antes incluso de que su profeta puede hacer cualquier cosa (Jer 1, 3; Lc 1, 11-22).

¿Es absolutamente necesario que una vocación divina se manifieste en la esterilidad de los esfuerzos humanos o esté hasta tal punto preestablecida y predestinada que ya no le quede al hombre otro remedio que someterse a ella como a algo fatal? ¿O quizá no hay en este relato sino algo simbólico y pura expresión de un género literario particular?

La verdadera vocación se manifiesta en primer término en el plano de la experiencia: es fidelidad a sí mismo, a sus ideales, a sus posibilidades: es integración con los acontecimientos cotidianos y con las personas. Estos elementos son descifrados progresivamente a lo largo de una vida, a veces después de muchas circunvoluciones. pero no se reducen a delimitar una senda concreta; cada uno de ellos es un llamamiento a superarse, comunión con el otro y con el Otro, exigencia de un ideal siempre renovado, de servicio más profundo, de un desprendimiento más benéfico. La vocación es el descubrimiento, día tras día, de la gratuidad de todo lo que se es, de todo lo que se tiene, y el desvelamiento laborioso del rostro siempre misterioso de quien se recibe esto y lo otro. El texto bíblico supone la experiencia de la vocación correspondida, no ve en todo ello más que el punto omega.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 12


2-2.

-Llena de amargura, oró al Señor y lloró mucho...

Ayer contemplamos el desamparo de esa pobre mujer.

Hoy contemplamos su actitud ante Dios.

Su vida pasa a ser oración. Toda su humanidad, cuerpo y alma, está comprometida en su oración. Llena de amargura ora y llora.

Yo, señor, a menudo me instalo en mi amargura y no pienso que podría desahogarla en Ti. Me quedo en el plano humano, cuando trato de resolver mis problemas lo mejor posible, y no me apoyo suficientemente en Ti mediante la oración. Ayúdame, Señor, a descubrir más y más esa doble reacción:

--esforzarme en resolver humanamente las cuestiones que me atañen... con toda mi energía, y toda mi inteligencia, y mi perseverancia.

--llevar a la oración esas mismas realidades... con toda mi fe, toda mi confianza en Ti, Señor.

-¡Oh Señor del universo! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y darle un hijo varón... lo consagraré al Señor por todos los días de su vida.

Ciertamente, no es ésta una plegaria arrogante, que exija algo de Dios, ni siquiera es una plegaria exaltada... es una oración de pobreza, habituada a no ser atendida, y que sin embargo sigue rogando tímida y humildemente.

Su plegaria la sitúa en estado de plena sumisión a Dios. Está decidida a admitir que su hijo, si le es concedido, no le pertenecerá, que deberá "darlo", consagrarlo a Dios. La verdadera plegaria transforma al que la pronuncia.

La plegaria no cambia a Dios, nosotros cambiamos en cuanto ella nos prepara a ser más disponibles. ¡Hágase tu voluntad!

La verdadera plegaria no nos desmoviliza; nos sitúa en actitud de mejor buscar, mejor trabajar, de mejor hallar soluciones... nos alcanza la gracia que Dios quiere hacernos.

-Ana se marchó, comió y su rostro no parecía ser el mismo... Volvieron a su casa... Elkana se unió a su mujer y ésta concibió...

Después de la plegaria, la vida sigue su curso.

Y los procesos humanos más naturales se van desarrollando. El niño Samuel será "dado" por Dios y a la vez «concebido» por sus padres.

Sabemos que es ésta una de las leyes habituales del actuar de Dios. Su acción divina no es ruidosa, más bien se esconde tras múltiples «actos humanos» en apariencia.

La Causa Primera, originante de todo, se esconde tras las llamadas «causas segundas» que parecen ser capaces de producir todas las cosas.

-Dio a luz un niño, a quien llamó «Samuel», porque dijo «se lo he pedido al Señor».

El acontecimiento humano, que podría no ser interpretado más que desde un punto de vista natural por unos ojos no creyentes... esta mujer lo ha descifrado en su profundidad de Fe. Y lo «dice» al mundo, lo reconoce «delante de todos», al dar a ese hijo tan deseado un nombre simbólico que afirma su reconocimiento.

¿Sabré yo reconocer así la parte de Dios en mi vida? ¿Tengo el hábito de «descifrar» lo que me acontece? ¿Interpreto los acontecimientos a su doble nivel: natural y sobrenatural?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 10 s.


3.- Mc 1, 21-28

3-1.

VER DOMINGO/04B


3-2.

-Jesús. acompañado de sus discípulos, llega a Cafarnaúm.

Jesús no espera. En cuanto tiene cuatro discípulos, entra en acción y desde la primera jornada, veremos una especie de resumen de toda esta acción, es la famosa "primera jornada de Cafarnaúm":

Jesús enseña... Jesús expulsa a los demonios y sana a los enfermos...

Jesús reza... Todo esto por delante y con cuatro discípulos.

-Enseguida, el día de sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.

He aquí su primer acto: Va al lugar público de reunión y de plegaria el día en que todo el mundo está allí, y hace la homilía. Jesús se inserta primero en la vida religiosa clásica de su tiempo. Pero no se encerrará en ella: se le verá predicar preferentemente en la vida profana. Incluso lo hará, con mayor frecuencia. Marcos sólo tres veces nos muestra a Jesús hablando en el cuadro de una sinagoga: la tercera y última en Nazaret, de donde se le expulsa bruscamente (Mc 6, 2).

-Se maravillaban de su doctrina pues hablaba como hombre que tiene autoridad y no como los escribas...

Los escribas no hacían sino repetir las lecciones aprendidas.

Jesús se distingue por su autoridad soberana, que viene del interior de sí mismo. He aquí otra observación indirecta sobre su "misteriosa persona"' que un día se descubrirá como "divina". Por el momento se quedan asombrados.

Si tengo ocasión de hablar de Dios, o de Cristo, a mis hijos, a los amigos, ¿cómo lo hago? ¿Cómo un "escriba" preocupado sólo de repetir exactamente fórmulas escolares? o como un testigo que ha sabido interiorizar personalmente el evangelio y que se compromete con lo que dice? Pero ¿cómo un testigo servidor de la Palabra divina, que desaparece ante aquél del cual está hablando?...

Entre los asistentes en la Sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro empezó a gritar diciendo: "¿Qué hay entre Tú y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco, tú eres el Santo, el Santo de Dios." Son los demonios los primeros en descubrir "quién" es Jesús. Por su naturaleza espiritual ¿serían ellos más sutiles que los hombres? Mientras los hombres se preguntan y se asombran solamente... los demonios saben.

-Jesús les mandó: "Cállate y sal de este hombre." Será un tema esencial de todo el evangelio según san Marcos: el secreto mesiánico. Jesús hace callar a los que se apresuran a afirmar que El es el "Hijo de Dios"; quiere revelar este misterio progresivamente, a fin de evitar un entusiasmo popular que falsearía el sentido de su misión. Una revelación demasiado rápida hubiera sido el mejor medio de hacer desviar esta misión: "si tú eres el Hijo de Dios, haz esto...haz aquello..." ¿Qué hubiéramos hecho en su lugar? "¡Ved, hermanos, los mismos demonios reconocen quién soy yo!" ¡No!, Dios es desconcertante, no le interesa esta publicidad ruidosa. Quizá una razón por la que Dios no se ha encarnado en la época de los "periodistas" y de la "televisión".

¿Acepto yo francamente la discreción de Dios?

¿LIego hasta pedir a Dios que manifieste su poder? ¿Me escandalizo de las debilidades de la Iglesia? Todos se preguntaban: "¿Qué significa todo esto? ¡He aquí una enseñanza nueva, proclamada con autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus impuros y le obedecen!" Una pregunta. Todo el evangelio según san Marcos no bastará para contestarla; No estamos más que en la primera página, en el primer día de predicación.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 264 s.


3-3.

1. (año I) Hebreos 2,5-12

a) Ayer ya se afirmaba que Jesús es superior a los ángeles. Hoy insiste en el tema el autor de la carta a los Hebreos. ¿Existía tal vez en la época y se quería aquí corregir una tendencia a sobrevalorar a los ángeles?

El Salmo 8, que el autor comenta -y que es el salmo responsorial de hoy-, habla del hombre en general cuando dice que es «poco inferior a los ángeles», «le diste el mando sobre las obras de tus manos». En la plegaria eucarística IV le damos gracias a Dios porque al hombre «le encomendaste el mundo entero para que dominara todo lo creado». Aquí se aplica el salmo a Cristo. Jesús, por su encarnación como hombre, aparece como «poco inferior a los ángeles», sobre todo en su pasión y su muerte. Pero ahora ha sido glorificado y se ha manifestado que es superior a los ángeles, coronado de gloria y dignidad, porque Dios lo ha sometido todo a su dominio. Por haber padecido la muerte, para salvar a la humanidad, Dios le ha enaltecido sobre todos y sobre todo.

Apunta además otro tema predilecto de la carta: Jesús ha experimentado en profundidad todo lo humano, incluso el dolor y la muerte. Más aún, llega a decir que «Dios juzgó conveniente perfeccionarle y consagrarle con sufrimientos». Así ha podido conducir a la gloria a todos los hombres, a los que «no se avergüenza de llamarles hermanos».

b) Nos admira la superioridad de Cristo Jesús sobre todo el cosmos, incluidos los ángeles, porque es Hijo y está en íntima comunión con el Padre.

Pero sobre todo nos conmueve su solidaridad total con la raza humana. Se ha querido hacer hermano nuestro. No se avergüenza de llamarnos hermanos. Como dice la plegaria eucarística IV, «compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado». Nos ama y nos anuncia la salvación como a hermanos. «El santificador y los santificados proceden todos del mismo», son de la misma raza.

«Consagrado por los sufrimientos», habiendo experimentado lo que es sufrir, incluida la muerte, nos ha salvado desde dentro, haciéndose totalmente solidario de nuestra vida. Es una perspectiva que se repetirá en días sucesivos y que nos llena de confianza. Jesús se nos ha acercado y se ha hecho uno de nosotros para llevarnos a todos a la comunión de vida con Dios.

Antes de comulgar decimos siempre la oración que Cristo mismo nos enseñó, en la que nos sentimos hijos del mismo Dios y por tanto hermanos los unos de los otros. Pero somos hermanos, ante todo, de Cristo Jesús. Esa es la razón por la que nos podemos sentir y somos en verdad hijos de Dios y hermanos de los demás.

1. (año II) 1 Samuel 1,9-20

a) Se nos cuenta el nacimiento de Samuel, y se nos asegura que ha sido por don gratuito de Dios. Ana, la esposa estéril de Elcaná, va a ser madre. Hay un claro paralelismo con el caso de Abrahán, cuya esposa Sara es estéril.

Dios mismo toma la iniciativa. Como lo ha hecho tantas veces en la historia: en el caso de Isaac o de Moisés o de Juan Bautista. Ahora va a nacer Samuel, el hijo que parecía imposible, pero que va a ser providencial para la historia de Israel. Dios se sirve de padres estériles o de circunstancias impensadas para llevar a cabo sus planes de salvación. Así se ve que no es por las fuerzas humanas como se salva el mundo, sino por don de Dios.

ORACION/DEFINICIÓN: La escena está bien narrada. Ana acude al templo de Silo -donde está el Arca de la alianza- y allí reza entre sollozos ante Dios, pidiendo su ayuda y prometiendo que le consagrará a su hijo por toda la vida si se lo concede. El sacerdote Eli interpreta mal las voces entrecortadas de la mujer. La respuesta de Ana es una de las mejores definiciones de lo que muchas veces es la oración en nuestra vida: «Estoy afligida y me desahogo con el Señor». El sacerdote rectifica, reconoce su error y bendice a la mujer.

Dios también la bendice, y Ana y Elcaná tienen por fin el hijo deseado. Si «Ana» significa en hebreo «Dios se compadece» y «Samuel», «Dios escucha», nunca mejor impuestos estos nombres que en este caso.

b) ¿Qué hacemos nosotros cuando fracasamos, cuando no vemos resultados a corto plazo y nos encontramos tristes y solos? ¿qué actitud adoptamos cuando nos sentimos estériles, o cuando vemos que la Iglesia no es como tenía que ser, o nuestra comunidad no funciona, o nuestra familia está pasando momentos difíciles, o cuando nuestro propio futuro no lo vemos nada claro?

¿Nos fiamos de Dios? ¿le rezamos? ¿«nos desahogamos con él», como Ana? A veces nos puede pasar que nos sentimos tan protagonistas, nos fiamos tanto de nuestras propias capacidades o de los medios técnicos, que cuando nos fallan nos hundimos.

El ejemplo de Ana nos puede ayudar. Parecía imposible, y fue madre nada menos que de Samuel, el gran juez de Israel, el que consagró a los primeros reyes. No somos nosotros los que conducimos la historia de la Iglesia y la de la humanidad, sino Dios.

Tendríamos que hacer nuestro el himno de Ana, que decimos hoy como salmo responsorial. Es un cántico de alegría y de gratitud, predecesor del Magníficat de María: «Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador... la mujer estéril da a luz siete hijos... él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre». Un canto que alaba a Dios porque hace caso a los humildes y deja en evidencia a los que se creen importantes.

2. Marcos 1,21-28

a) Todos estaban asombrados de lo que decía y hacía Jesús. Son todavía las primeras páginas del evangelio, llenas de éxitos y de admiración. Luego vendrán otras más conflictivas, hasta llegar progresivamente a la oposición abierta y la muerte.

Jesús enseña como ninguno ha enseñado, con autoridad. Además hace obras inexplicables: libera a los posesos de los espíritus malignos. Su fama va creciendo en Galilea, que es donde actúa de momento. Es que no sólo predica, sino que actúa. Enseña y cura. Hasta los espíritus del mal tienen que reconocer que es el Santo de Dios, el Mesías.

Fuera cual fuera el mal de los llamados posesos, el evangelio lo interpreta como efecto del maligno y por tanto subraya, además de la amable cercanía de Jesús, su poder contra las fuerzas del mal.

b) Nos conviene recordar que Jesús sigue siendo el vencedor del mal. O del maligno. Lo que pedimos en el Padrenuestro, «líbranos del mal», que también podría traducirse «líbranos del maligno», lo cumple en plenitud Dios a través de su Hijo.

Cuando iba por los caminos de Galilea atendiendo a los enfermos y a los posesos, y también ahora, cuando desde su existencia de Resucitado nos sale al paso a los que seguimos siendo débiles, pecadores, esclavos. Y nos quiere liberar. Cuando se nos invita a comulgar se nos dice que Jesús es «el Cordero que quita el pecado del mundo». A eso ha venido, a liberarnos de toda esclavitud y de todo mal.

Por otra parte, Jesús nos da una lección a sus seguidores. ¿Qué relación hay entre nuestras palabras y nuestros hechos? ¿Nos contentamos sólo con anunciar la Buena Noticia, o en verdad nuestras palabras van acompañadas -y por tanto se hacen creíbles- por los hechos, porque atendemos a los enfermos y ayudamos a los otros a liberarse de sus esclavitudes? ¿de qué clase de demonios contribuimos a que se liberen los que conviven con nosotros? ¿repartimos esperanza y acogida a nuestro alrededor?

El cuadro de entonces sigue actual: Cristo luchando contra el mal. Nosotros, sus seguidores, luchando también contra el mal que hay en nosotros mismos y en nuestro mundo.

«No se avergüenza de llamarlos hermanos» (1ª lectura, I)

«Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra» (salmo, I)

«Que el Señor te conceda lo que le has pedido» (1ª lectura, II)

«Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador» (salmo, II)

«El Señor levanta del polvo al desvalido» (salmo, II)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 19-23


3-4.

Primera lectura: 1 de Samuel 1, 9-20

El Señor se acordó de Ana, y dio a luz a Samuel.

Salmo responsorial: 1 Samuel 2, 1.4-5.6-7.8abcd

Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador

Evangelio: San Marcos 1, 21-28

Les enseñaba con autoridad.

Jesús y sus seguidores llegan a Cafarnaún, la población más grande a orillas del lago de Galilea la que pronto se convertiría en el centro de su actividad en esta región. El sábado va a la sinagoga "como era su costumbre" (Lc 4, 16); le corresponde comentar las lecturas del día y lo hace de tal modo que su mensaje conmueve a las personas que lo escuchan y no pueden evitar compararlo con los maestros de la ley; éstos apoyaban su enseñanza en la autoridad de las Escrituras y en la Tradición. Jesús sin embargo apoya su enseñanza en los hechos, da una nueva dimensión a la Ley y a la Tradición, valora a las personas frente a las instituciones dominantes de su tiempo: -Templo, Sinagoga, Ley-. Por eso, su mensaje sencillo pero muy vital cala hondo en el pueblo sencillo y choca tanto en las estructuras y en sus dirigentes.

La autoridad de Jesús no estaba al servicio de una institución; era más bien un servicio al ser humano para que reconociera su propia dignidad, su vocación a la vida comunitaria. El episodio del hombre poseído por un espíritu impuro, más que demostrar autoridad de Jesús sobre las fuerzas espirituales del mal, muestra cómo Jesús integra al seno de la comunidad al que era excluido, al que era rechazado como muchos otros por padecimientos físicos y mentales al creer que quien sufría un trauma de esta naturaleza era por ser pecador (Jn 9, 2). Era ésta la conciencia creada en el pueblo por una Ley puesta al servicio de los intereses de quienes detentaban el poder y no al servicio del ser humano.

La nueva forma de enseñar Jesús "con plena autoridad" (v. 27b) apelaba a valores y actitudes fundamentales del ser humano: a la capacidad de convivencia, al reconocimiento respetuoso y tolerante del otro y de la otra y al desarrollo de la autoestima como condiciones para una auténtica liberación de la situación de marginación en que vivía la gran mayoría del pueblo. Estas son las condiciones para comenzar a hacer realidad el Reino de Dios en el mundo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Hb 2, 5-12: Relación entre los ángeles y los seres humanos.

Sal 8, 2.5-9

Mc 1, 21-28: En Cafarnaún comenzó Jesús a comunicar su doctrina...

Comienza la vida pública de Jesús. Tras participar en el bautismo de Juan, Jesús ha cobrado una fuerza especial. Ha sido una «experiencia fuerte» que, unida al hecho del apresamiento de Juan, lo decide a hacer una ruptura en su vida. Le ha llegado su hora, y abandona su casa (y a su madre, viuda y sola) y se lanza por los caminos de Palestina. Reúne a sus primeros discípulos y comienza a predicar. Lo hace a partir de la plataforma religiosa de Israel: las celebraciones de los sábados en las sinagogas.

También Marcos, que es el primer evangelista que escribe, el que lo hace más cercanamente a los hechos históricos que describe, testimonia la buena acogida de que Jesús disfrutó por parte de la gente: ésta siente a Jesús como alguien que «habla con autoridad», una forma de hablar enteramente distinta a la de los rabinos, escribas y fariseos. Más: señala Marcos que la fama de Jesús se expandió rápidamente por todo el territorio de Galilea.

Es el comienzo, un comienzo agradable, fácil, exitoso, cuesta abajo. Es importante constatarlo, para valorar más adecuadamente el hecho del conflicto que muy pronto se va a presentar. Y para comprender mejor el dolor y el desconcierto que Jesús hubo de sufrir al ver el rechazo de la gente a su Buena Noticia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Hebreos 2,5-12: Anunciaré tu nombre a mis hermanos

Salmo responsorial: 8, 2a y 5-9

Marcos 1, 21-28: ¡El domina a los malos espíritus!

El autor de la carta a los Hebreos nos presenta hoy como un panorama de la fe cristiana, afirmando, por una parte, el señorío de Dios sobre todo lo creado, puesto que "todo existe por Él y para Él" y, por otra parte, su voluntad salvífica de Padre amoroso, realizada por medio de Jesucristo, a quien "consagró y santificó por medio de sufrimientos" ya que iba a ser el guía de nuestra salvación.

La imagen que nos sugiere este pasaje es la de una marcha, una peregrinación o "caminata": vamos hacia Dios, el Padre, el Creador. Nos guía Jesucristo; Él no se avergüenza de llamarnos y considerarnos hermanos, Él nos santifica porque Dios lo ha consagrado y santificado; Él ha padecido la muerte por nuestro bien y ahora lo contemplamos "coronado de honor y de gloria".

¿Qué actitud nos corresponde, a los seguidores de Jesús, en esta marcha? ¿No será la de reconocer en los demás, como hace Él, a nuestros hermanos? ¿La de solidarizarnos con los más débiles, los pecadores y los descarriados para que, por nuestro medio, experimenten también la obra de Cristo en ellos?

Dice el evangelista que Jesús enseñaba con autoridad y no como los Escribas; que la gente se quedaba admirada preguntándose qué era lo que veían y oían, y que la fama de Jesús se extendía por toda Galilea. Tal admiración y tal pregunta correspondían a los hechos: a la obra de Jesús predicando incansablemente el reinado de Dios; a su poder liberador: los demonios que atormentan a un hombre salen despavoridos, confesando que Jesús es el Hijo de Dios.

Nosotros sabemos de dónde le venía a Jesús ese enseñar con autoridad y su poder de expulsar los demonios: sabemos que en Él se hacía presente el amor misericordioso de Dios, su voluntad de salvarnos a todos, su reinado en favor nuestro. Solamente que, tal vez, ya no nos admiramos ni nos preguntamos y por eso el Evangelio nos recuerda lo que fué el destino humano de Jesús, para que acojamos su Palabra con entusiasmo y para que confiemos en su poder liberador, que expulsa los demonios del mal, estén en donde estén. Solamente que ahora nosotros somos los responsables de anunciar la palabra de Jesús y de realizar sus gesto salvadores.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-7.

El evangelio nos muestra a Cristo como el Maestro poderoso. Y no sólo porque enseña en la sinagoga, como lo hacían en sus tiempos tantos otros judíos piadosos, sino porque va a obrar uno de tantos prodigios: expulsar un demonio. Así, el simple maestro Galileo, se presenta como el profeta poderoso. No en vano decía la gente que enseñaba con autoridad, y no como los escribas y fariseos, que sólo cargaban al pueblo con los preceptos de la ley. Cristo es el hombre más impactante que haya conocido la humanidad en toda su historia. De Él se ha escrito, muchísimo más que de cualquier otro tema. Su vida y sus milagros han sido admirados o negados, creídos o refutados, durante los veinte siglos que le han seguido. Y su persona se plantea como el máximo representante de cuantos han sabido remar contra corriente. Cristo sigue interpelando al hombre de todos los tiempos, para que se coloque con él, o contra él. Desafortunadamente no hay más posiciones. Y siempre tendremos que decidir: Cristo o nuestro egoísmo. Cristo o nuestra sensualidad. Jesús mismo hablaba de que no se puede servir a dos señores. Es imposible encender una vela a Dios y otra al diablo... Vemos que no es fácil mantenerse fiel a las enseñanzas del Maestro, y que por más buenas intenciones que tenemos en hacer el bien y ayudar a los demás, no siempre conquistamos nuestras metas. Sin embargo, no tenemos que amilanarnos. Hay que confiar y pedir a Cristo la fuerza para dar la cara por Él y por su Reino, del mismo modo que Él dio la vida por nosotros

H. Rodrigo Saucedo


3-8. CLARETIANOS 2002

El desconsuelo de Ana que no encuentra horizonte a su esterilidad, el desasosiego interno e intenso de un hombre que siente dentro de sí fuerzas incontrolables que conducen su vida hacia caminos que no termina de desear, la sorpresa colmada de espectadores que viven así, como espectadores... en definitiva navegantes en busca de horizontes con colores y tierras distintas... un horizonte lleno de la presencia de un Dios que se va haciendo más presente, más denso a cada paso que da Jesús de Nazaret...

Os invito a orar detenidamente con este texto de González Buelta.

DUEÑO DE MI BARCA, NO DEL MAR Y SU HORIZONTE

Conozco mi pequeña barca.
Reposo la mano sobre el borde,
pulido por los remos y la brisa,
y sobre la esquina astillada
en mi último viaje.

Se hacia dónde se pone el sol
y hacia dónde remo.

Sé que amanecen días limpios
como una mirada transparente,
y noches que sacuden las olas como látigos.

Sé asentar en mi cuerpo
la sabiduría del navegante
amasada con cansancio y esperanza.

Pero no soy señor del mar
con sus tempestades y sus calmas,
ni soy dueño del horizonte
con su dolor y su distancia.

Yo navego.
Detrás, el mar va cerrando
el surco que dejo sobre el agua,
y borra toda huella de mi paso.
Pero va sembrándose mi vida
en tu misterio azul.
Y en ti ya se abrazaron
el horizonte y el camino,
la cercanía y la distancia.


3-9. CLARETIANOS 2003

Un maestro, un verdadero maestro, no es un repertorio de citas, un almacén (incluso bien ordenado) de sentencias pronunciadas por gentes del ayer o del presente. Cierto, vivimos de las aportaciones de los antecesores y de los contemporáneos; cierto también (y cito una aportación del pasado): libri ex libris (los libros se elaboran a partir de otros libros). Manejamos la tijera, libamos en las mil flores de distintos paisajes, organizamos quizá un fichero de dichos memorables. Pero, como nos detengamos ahí, nos convertimos en meros repetidores que trasmiten señales prestadas; somos cuerpos opacos que no hacen otra cosa que reflejar, como la luna, la luz que viene de un astro con luz propia.

Sin duda que eso es mejor que vestirse con plumas ajenas presumiendo luego, como el viejo grajo, de que son adornos y creaciones propias. Meses atrás dio bastante que hablar un libro firmado por una presentadora de televisión; su autoría, sin embargo, era la de alguien contratado por ella, quien, vaya Vd. a saber por qué, se aplicó a expoliar otros textos, en lugar de escribir un relato original. El escándalo fue mayúsculo cuando empezaron a revelarse los libros saqueados por la persona contratada. El bochorno de la presunta autora debió de ser notable y la editorial tuvo que pedir disculpas y retirar los ejemplares todavía en venta.

Esto nos invita a ser honrados cuando copiamos a otros: hay que aducir las fuentes, de una u otra forma, aunque dependerá mucho del tipo de “discurso” que estemos haciendo. Por lo demás, no tenemos que buscar la originalidad a toda costa. Lo que sí se nos puede pedir es que reelaboremos interiormente lo oído o leído. De seguro que, al comunicarlo, ya no seremos meros repetidores.

Jesús no lo fue. Conocía la Escritura y la tradición, pero él bebía en su propio pozo, en ese hontanar que era la comunión con su Padre. No tenía por qué estar constantemente sobresaturado de una visión beatífica; su experiencia filial única era para él una revelación profunda, originaria, incomparable, que luego vertía en los recipientes comunes de las palabras ordinarias (¡quedamos ayer en que estamos en el tiempo ordinario!), logrando que éstas rezumaran sentidos nuevos y una verdad inédita que llevaba a plenitud la vieja profecía y la secular sabiduría. No nos fiemos de nosotros; no creamos que, porque ya nos sabemos de memoria los dichos y parábolas de Jesús, conocemos a la perfección su evangelio. Si hay alguna obra clásica, ésa es el evangelio. Y ya se sabe que los clásicos deparan sentidos nuevos cada vez que nos acercamos a ellos. Acudamos a esas “clases” como principiantes llenos de anhelo.

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


3-10. 2001

v. 21 Y fueron a Cafarnaún. El sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se puso a enseñar.

Al emprender el camino a Cafarnaún, centro neurálgico de Galilea, queda constituido el grupo de seguidores de Jesús que procede del judaísmo.

Comienza Jesús su actividad tomando contacto con los israelitas inte­grados en la institución religiosa (sinagoga), que aceptan la doctrina ofi­cial, nacionalista y particularista, transmitida por los letrados (obstáculo para la universalidad del reinado de Dios).



v. 22 Estaban impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados.

En la enseñanza de Jesús perciben los oyentes la fuerza del Espíritu; la reacción es favorable, pues reconocen en él la autoridad de un profeta, que, como consecuencia, provoca el desprestigio de la enseñanza habi­tual de los letrados. Jesús los libera de su dependencia de los maestros oficiales.



v. 23 Estaba en la sinagoga de ellos un hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente empezó a gritar:

Entre los fieles de la sinagoga hay, sin embargo, quien se identifica de manera tan fanática con la enseñanza de los letrados, que no tolera que la autoridad doctrinal de éstos se ponga en entredicho. Para señalar el fanatismo usa Mc la expresión estar poseído por un espíritu inmundo (en oposición a «Espíritu Santo»); esta fuerza que despersonaliza al hombre e impide todo espíritu crítico es, en concreto, una ideología contraria al plan de Dios, aquí la propuesta por la institución religiosa, que fomenta la idea de la superioridad de Israel y el consiguiente desprecio de los demás pueblos; el poseído es un hombre enteramente alienado por la adhesión fanática a esa ideología y sale en defensa de los letrados / insti­tución (24).



vv. 24-26 «¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios». Jesús le conminó: «¡Cállate la boca y sal de él!» El espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un alarido, salió de él.

El individuo no puede negar la autoridad divina de Jesús (profeta), pero no admite que ésta pueda oponerse a la autoridad, para él también divina, de la institución religiosa y de su doctrina. Reprocha a Jesús que no se ponga de parte de la institución y no abrace sus ideales (¿Qué tienes tú contra nosotros?... ¿has venido a destruirnos?). Al llamarlo Nazareno le indica que, según su origen, debería profesar las ideas nacionalistas (cf. 1,9); tienta a Jesús (primera vez que se realiza la tentación del poder, cf. 1,13) para que ponga su autoridad al servicio del sistema, aceptando el papel de Mesías nacionalista (el Consagrado por Dios). Jesús lo corta en seco y, a pesar de su resistencia, lo libera de su fanatismo, es decir, logra convencerlo de lo erróneo de su postura.



vv. 27-28 Se quedaron todos ellos tan desconcertados que se preguntaban unos a otros: «¿Qué significa esto? ¡ Un nuevo modo de enseñar, con autoridad: incluso da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen!» Su fama se extendió inmediatamente por todas partes, llegando a todo el territorio circundante de Galilea.

Admiración y desconcierto de los presentes: Jesús no acepta el papel de mesías nacionalista, pero no ha explicitado otro programa. La fama de Jesús prepara su actividad posterior.

Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)


3-11. 2001

El núcleo de la relación religiosa reside en la aceptación de la soberanía de Dios sobre la propia existencia y, por consiguiente, de los límites fijados previamente por el Creador.

Pero en el corazón de la relación religiosa puede estar presente el afán de la dominación y el rechazo de los límites que ella produce. Ello tiene lugar cuando se utiliza la religiosidad en beneficio propio a semejanza de los escribas del evangelio de Marcos.

La presencia del demonio, manifestado en la búsqueda de dominación, existente en todos los niveles de la vida social, y por parte de las personas que participan de la vida social, puede corromper nuestra relación con Dios y con los demás hombres y esa corrupción constituye también hoy el principal demonio que toda comunidad cristiana debe enfrentar a semejanza de Jesús.

Para poder expulsar al demonio de la existencia humana, por tanto, no basta la declaración verbal de nuestra decisión de luchar contra él. Más allá de esa declaración verbal, para dicha expulsión es necesario poseer una autoridad semejante a de Jesús. La posesión de esta autoridad sólo puede existir si va acompañada de acciones de servicio y entrega a los demás. Se exige por tanto la necesidad de un compromiso ético radical que lleva a sacrificar los propios egoísmos y a colocar en el centro de toda actuación las preocupaciones sobre las necesidades de los hermanos.

Sólo ante esa nueva comprensión de la existencia, el demonio reconoce que se encuentra frente a una pronta destrucción y que su actuación llega a su fin.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-12. 2002

La escena tiene lugar el primer día de actividad de Jesús según Marcos. Después de llamar a dos pare­jas de hermanos, entra Jesús en la sinagoga y se pone a enseñar. Sorprende que no se diga qué es lo que enseñaba y que, en lugar de esto, se refiera cómo en la sinagoga, «el lugar de los puros», había un hombre poseído por un espíritu inmundo. Donde se leen, se comentan y estudian las Escrituras Sagradas habita paradójicamente la inmundicia. Y llama aún más la atención que, nada más entrar Jesús en la sinagoga, el hombre con el espíritu inmundo comience a gritar en plural como si fuese portavoz de todos los que allí estaban: «¿Quién te mete a ti en lo nuestro, Jesús Nazareno?». «Lo nuestro» es la enseñanza de los le­trados, con la que aquel hombre se identificaba; en­señanza que conducía al fanatismo, a afirmar la supe­rioridad de Israel y el desprecio de los demás pueblos.

El hombre considera que Jesús es el Consagrado de Dios, el que restauraría la monarquía davídica para dominar y subyugar a los pueblos paganos. Pero Jesús no se identifica con ese Mesías. Por eso expulsa el espíritu inmundo, liberando al hombre de aquella mentalidad alienadora, impartida por los letrados, que conducía a dividir el mundo en buenos y malos, opre­sores y oprimidos, dominadores y dominados. Un mun­do regido por Satán, como hoy. Para volverse locos...

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-13.Reflexión

Este pasaje de san Marcos busca entre otras cosas hacernos notar la autoridad que tiene Jesús. Su autoridad va más allá incluso de lo que sus contemporáneos pudieran pensar, pues no es un rabí cualquiera, es el Hijo de Dios. Es increíble que después de dos mil años todavía haya quienes ponen en duda la palabra del Maestro pensando que puede ésta ser confundida con cualquier otra enseñanza del mundo. La palabra de Jesús es poderosa y eficaz, no solo instruye sino que sana y libera. Es por ello que la lectura asidua de la Escritura ayuda no solo a conocer a Jesús y su doctrina sino que ejerce un poderoso influjo en nuestra salud espiritual (en ocasiones incluso física) liberándonos de ataduras y frustraciones. ¿Has hecho ya de la lectura de la Sagrada Escritura un hábito cotidiano? ¿Acostumbras traer tu Biblia siempre? ¿Es tu Biblia parte de tu vida cotidiana?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14.

San Jerónimo (347-420) presbítero, traductor de la Biblia (Vulgata), doctor de la Iglesia

Comentario sobre el evangelio de Marcos, PL 2, 137-138)

“Una doctrina nueva llena de autoridad.”

Jesús se dirigió a la sinagoga de Cafarnaún y se puso a enseñar. La gente estaba asombrada de su enseñanza, porque Jesús hablaba con autoridad “no hablaba como los maestros de la ley.” No decía, p.e. : “Palabra del Señor”, ni tampoco “Así habla el que me ha enviado”. No, Jesús hablaba en su propio nombre: era él quien hablaba antiguamente en los profetas. No está mal, apoyándose en un texto, que alguien diga: “Está escrito...” Es mejor aún proclamar, en el nombre del Señor mismo, “Palabra del Señor”. Pero todo esto es muy diferente de cómo actúa Jesús en persona: “En verdad, yo os digo...” ¿Cómo te atreverías tú decir: “En verdad, yo te digo...” si tú no eres Aquel que en otro tiempo dio la ley por medio de los profetas?”

La gente estaba admirada de su enseñanza. ¿Qué era la novedad que Jesús predicaba? ¿Qué decía de nuevo? Jesús no hacía otra cosa que repetir lo que ya había anunciado por medio de los profetas. Pero la gente se quedaba sorprendida porque Jesús no enseñaba con los métodos de los maestros de la ley. Enseñaba con su propia autoridad; no como rabino sino como Señor. No hablaba refiriéndose a otro mayor que él. No, la palabra que anunciaba era su propia palabra; y si, al fin y la cabo, empleaba este lenguaje lleno de autoridad, es porque afirmaba que estaba presente en él Aquel de quien hablaba por medio de los profetas: “el pueblo sabrá que era yo quien le hablaba...” (Is 52,6) Por esto, Jesús amenaza al demonio que se expresaba por boca de un hombre poseído por él que estaba en la sinagoga: “¡Cállate, sal de este hombre!”, es decir: “sal de mi casa ¿qué haces en mi morada? Soy yo quien quiero entrar en esta casa. Cállate. Sal de este hombre. Abandona la morada preparada para que yo entre en ella... Dios lo quiere. Deja al hombre, me pertenece a mí. No quiero que esté en tu poder. Soy yo quien habito en el hombre, es mi Cuerpo. ¡Vete!”


3-15.

Comentario: Rev. D. Antoni M. Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)

«Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas»

Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».

Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! (Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste: Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).

Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además, del hecho que a Jesús «hasta a los espíritus inmundos le obedecen». Nos encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza contra los espíritus del mal.

¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos hace contemporáneos de lo que acabamos de escuchar y que estamos comentando. Preguntémonos con humilde agradecimiento: ¿Tengo conciencia de que ningún otro hombre ha hablado jamás como Jesús, la Palabra de Dios Padre? ¿Me siento rico de un mensaje que tampoco tiene parangón? ¿Me doy cuenta de la fuerza liberadora que Jesús y su enseñanza tienen en la vida humana y, más concretamente, en mi vida? Movidos por el Espíritu Santo, digamos a nuestro Redentor: Jesús-vida, Jesús doctrina, Jesús victoria, haz que, como le complacía decir al gran Ramon Llull, ¡vivamos en la continua “maravilla” de Ti!


3-16. DOMINICOS 2004

ANA Y SU AFLICCIÓN. JESÚS Y SU PALABRA

Mujer, vete en paz. Que el Señor te conceda lo que pides.
Regocíjese mi corazón con el Señor, mi Salvador...

Ana es hoy la mujer afligida, llorosa, estéril, que sigue invocando al Señor, como hacemos todos los necesitados de amor, comprensión, acogida, alegría, pues es duro vivir en soledad estéril. Por eso Ana, en medio del dolor que la angustia, hace promesa de entregar a Dios su hijo, si lo consigue. (Se trata nada menos que de su futuro hijo Samuel).

Un sacerdote, Elí, al verla en sus gestos y palabras delirantes, cree que está enferma, y le pregunta si ha bebido vino en exceso. Al decirle ella que nada ha tomado y que sólo la aflicción le mueve a hablar como loca, él la conforta: ¡mujer, vete en paz! Dios estará contigo, acudirá.

Bello preámbulo para presentarnos, como regalo providencial de Dios, la concepción de un hijo, Samuel, amado de Dios.

En muchas tradiciones literarias y en libros religiosos hay una especie de esquema teológico-literario, según el cual, el advenimiento al mundo de un personaje de relieve se presenta bajo la mirada providencial de Dios, de un Dios amor, que nos lo envía.

Así nos acontecerá con Samuel. El relato de hoy es un modo bello y religioso de leer las cosas, porque el creyente no puede olvidar que una plegaria humilde y confiada, como la de Ana, siempre es escuchada y bendecida por Dios. Sus lágrimas fructificarán, por la gracia de Dios.


LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS

Libro primero de Samuel 1, 9-20:
“Después de la comida en Siló ..., Ana se levantó y, desconsolada, rezó al Señor deshaciéndose en lágrimas e hizo este voto: “ Señor, si te dignas mirar la aflicción de tu esclava....; si concedes a tu esclava un hijo varón, se lo ofreceré al Señor para toda la vida y la navaja no pasará por su cabeza”...
El sacerdote Elí la observaba... y creyendo que estaba borracha le dijo: ¿hasta cuándo vas a seguir borracha?...
Después rectificó: Vete en paz...“

Evangelio según san Marcos 1, 21-28 :
“Jesús llegó a Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados sino con autoridad ...
[Luego se le presentó un ‘poseso’ y él lo calmó; y todos se preguntaban estupefactos: ¿qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y estos le obedecen...]’

REFLEXIÓN PARA ESTE DÍA

Enseñanza con autoridad, e imperio con poder.

Tenemos hoy, para meditar, tres gestos: las lágrimas y oraciones de una mujer herida de amor-dolor, la presencia de un atormentado que es liberado por Jesús, con autoridad, y un testigo de Dios que da su vida por fe y amor.

Elijamos la escena evangélica y reparemos en el modo como se nos presenta a Jesús:

- Como buen judío, va el sábado a la sinagoga; pero parece que no va a aprender sino a enseñar, cosa inaudita; es un modo de presentarlo anticipadamente en su grandeza.

- En su actuación docente sorprende a todos, máxime a los letrados, por su estilo, mensaje, novedad y autoridad; es que Jesús se había preparado en su juventud.

- Y ejerce su autoridad ordenando a un poseso, o a su espíritu malo, con imperio, que se calle y se vaya.

Marcos nos está presentando al Mesías, al Salvador, tal como él y la comunidad cristiana pascual lo veían retrospectivamente en sus catequesis, valorando con gozo este encuentro en Cafarnaúm desde la iluminación que todas las acciones del Maestro tienen después del triunfo total en su Resurrección.

Jesús siempre tuvo y ejerció su autoridad , mas no siempre la percibieron bien sus discípulos. ¿La percibimos nosotros, por ejemplo, en su poder de ‘perdonarnos’?


3-17.

LECTURAS: 1SAM 1, 9-20; 1SAM 2; MC 1, 21-28

1Sam. 1, 9-20. Dios siempre está dispuesto a escuchar la oración sencilla y humilde de sus siervos. Él nos concederá lo que le pidamos y que no nos sirva para apartarnos de Él, sino para que le quede consagrado, pues, antes que nada, será un don de Dios puesto en nuestras manos. Samuel, pedido a Dios, le pertenece al Señor conforme a la promesa hecha por su madre. Ante la oración confiada de Ana Dios da una respuesta inmediata, pues para Dios nada hay imposible: Él da muerte y vida; Él abate y levanta. Quien confíe en el Señor jamás se sentirá decepcionado. El apóstol Santiago nos dice que hay que pedir con fe, sin dudar; pues el que duda se parece a una ola del mar agitada por el viento y zarandeada con fuerza. Un hombre así no recibirá nada del Señor. Siempre que elevemos nuestras peticiones recordemos que debemos: Tener fe en que Dios nos escucha; saber que Dios nos ama y nos concede más de lo que le pedimos; pedir conforme a su voluntad y no sólo para satisfacer nuestros gustos; no pedir algo que pudiera destruirnos a nosotros o a los demás. Hecha nuestra petición hemos de volver alegres y levantar nuestros llantos, pues Dios sabrá, en su voluntad salvadora por nosotros, lo que más nos convenga recibir. Y nosotros aceptamos con amor esa voluntad de Dios en nosotros.

1Sam. 2, 1. 4-8. Y Ana consagra, de por vida, al niño Samuel a Dios en su Santuario. Ahí crecerá y vivirá, durmiendo incluso cerca del Arca de Dios. Y Ana prorrumpe en un cántico de victoria y de alabanza al Señor. Dios, el Dios grande y misericordioso, se puso de su parte y se dignó borrar el oprobio de su sierva. Ahora sí puede ya responder a sus contrarios, pues es Dios quien la protege y quien la ayuda. Dios, el dueño de todo, es quien, conforme a sus designios, ha encumbrado a su sierva y la ha levantado de la muerte. Dándole un hijo ha borrado su oprobio para siempre. Ojalá y siempre estemos dispuestos a alabar a Dios por sus beneficios; y que lo hagamos no sólo con nuestros labios, sino con un corazón agradecido y con una vida llena siempre de buenas obras, conforme a los mandatos, enseñanzas y ejemplos del Señor. ¡Dios sea bendito por siempre!

Mc. 1, 21-28. Mientras la Palabra de Dios no transforme realmente al hombre, liberándolo de su esclavitud al pecado y al autor del pecado, es una palabra inútil, tal vez proclamada con bombo y platillos, con palabras eruditas, pero sin la fuerza del Espíritu Santo. No es el hombre que proclama el Evangelio quien debe ser admirado. Tampoco anunciamos el Evangelio para que todos los hombres admiren a Jesucristo sino para que acepten la salvación que el Padre Dios nos ofrece en su Hijo. Proclamamos el Nombre del Señor y su Palabra para que transforme el Corazón de todos. Por eso la Iglesia debe estar consciente de que continúa dándole cuerpo, pies, manos, boca a Aquel que es la Palabra, para que continúe realizando su obra de salvación en el mundo y su historia. Si en algún momento quienes nos escuchen alabaran nuestras palabras y nuestras explicaciones, hagamos nuestro aquello que decía el Bautista y digamos: Yo sólo soy la voz de Aquel que es la Palabra; es necesario que Él crezca y que yo venga a menos. Pero recordemos también que la Palabra de Dios, antes que nada, debe producir en nosotros mismos abundantes frutos de salvación. Si Jesús anunciaba con autoridad el Evangelio, era porque Él mismo se había convertido en un Evangelio viviente. Quienes seguimos las huellas de Cristo y anunciamos su Nombre a los demás, no podemos sino realizar lo mismo: vivir, antes que anunciar; pues sólo así seremos auténticos testigos y tendremos la autoridad suficiente para hacer llegar a todos el Evangelio de salvación.

Por medio de su Misterio Pascual el Señor ha vencido, de modo definitivo, al maligno. Su salvación se hace realidad en aquellos que depositan su fe en Él. Y depositar la fe en Jesucristo es todo un compromiso de apertura a su persona, a su obra de salvación en nosotros y a su Palabra que se convierte en luz y guía para nuestra vida. En esta Eucaristía, al entrar en comunión de vida con Él, estamos haciendo nuestra esa salvación, de tal forma que, en primer lugar, nos dejamos perdonar por Él; además renovamos nuestra alianza con Él de tal forma que aceptamos convertirnos en un signo de su presencia salvadora en el mundo. Desde el día de nuestro bautismo estamos consagrados de por vida al Señor. Tenemos a Dios por Padre y Él nos ha aceptado como hijos suyos. Aprendamos a vivir en su presencia no como esclavos del pecado, sino con la libertad de los hijos de Dios.

Los hijos de Dios, por nuestra unión a Jesucristo, el Unigénito del Padre, tenemos el gran compromiso de esforzarnos para que el Reino de Dios vaya haciéndose realidad en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. El anuncio del Evangelio lo hemos de hacer con la fuerza que nos viene de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. Y, siendo los primeros en vivir lo que proclamamos, nos hemos de presentar ante los demás no como unos charlatanes, sino como quienes tienen autoridad para hablar del Señor desde una vida convertida en testimonio personal de la salvación que Dios ofrece a toda la humanidad. Ciertamente que en el camino de la vida nos encontraremos con muchas personas que han sido dañadas, tal vez fuertemente, por la maldad y dominadas por el pecado. A nosotros corresponde, por voluntad de Dios, llegar a ellos para ayudarles a encontrar en Cristo su amor misericordioso, su salvación y un compromiso nuevo para trabajar a favor del Reino. Por eso procuremos no quedarnos en el anuncio de la palabra de Dios mientras descuidamos nuestra respuesta personal a la misma. Quien anuncia el Evangelio y continúa, voluntariamente, sujeto al pecado, en lugar de procurar la salvación de los demás les estará llevando a una vida de hipocresía y de falta de compromiso real con el Señor.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Cristo, de tal forma que nuestra vida misma se convierta en un Evangelio viviente del amor que el Padre Dios tiene a la humanidad. Amén.

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3-18. CLARETIANOS 2004

HAY PALABRAS QUE NOS ACERCAN A JESÚS. Veamos, de manera sencilla, qué palabras nuestras nos aproximan a Él. En primer lugar, siempre que pronunciamos una palabra VIVA: aquélla que no es fingida, aquélla que sabe detectar en cada momento lo que el otro está necesitando, aquélla que a todos nos hace mejores personas, la palabra que no siembra discordias, la palabra que humaniza. También ayuda la palabra COMPASIVA: la que sabe acercarse a quien más lo necesita para lograr ponerse en su situación, la palabra que consuela en los momentos de dificultad, la palabra que anima al que está decaído, la palabra sincera del que quiere ayudar. No hay que olvidarse de la palabra SOLIDARIA, la que quiere poner las cosas en su sitio, la que parte del corazón que se pone de parte del que menos tiene y peor lo está pasando; la palabra que a uno no le deja dormir tranquilo. También hay palabras de ESPERANZA: porque no todo está perdido, porque lo mejor está siempre por llegar, porque no podrán acabar con nosotros. No hay que olvidarse de las palabras llenas de PACIENCIA: porque se ha descubierto que cada uno lleva su propio ritmo, que las prisas no son buenas consejeras, que no se puede pedir a los demás más de lo que yo estoy dispuesto a hacer, porque cada uno es como es y cada quien es cada cual, porque no siempre es válido para todos lo que a mí me ayuda. Otra palabra necesaria es la palabra de ALEGRÍA: la vida ya tiene de por sí bastantes sinsabores como para que nos los estemos rebozando a diario; hay personas que tienen de modo maravilloso este don (a lo mejor usted) y que no dudan en ponerlo al servicio de los hermanos tratando de hacerles felices la vida; no siempre tenemos motivos para el optimismo pero siempre podemos sonreír, compartir una sonrisa y hacer felices a los demás. Y aunque quedan otras muchas, no quiero olvidarme de una palabra de ENTREGA: cuando uno da su palabra lo hace de veras, su sí siempre es sí y su no es no, no da la espalda cuando las cosas vienen mal dadas, apuesta sincera y abiertamente por la vida de los demás, porque a nadie le falte aquello que yo poseo.

HAY HECHOS QUE NOS ACERCAN A JESÚS. La gente se quedaba admirada ante Jesús porque sus palabras provenían de alguien que vive la vida con autoridad, ese don que algunos tienen de ser creíbles. Y la autoridad-credibilidad nunca viene de fuera de uno mismo, no se gana con los votos. Y lo mismo pasa con los hechos. Jesús cura a ese hombre poseído de un espíritu inmundo (todo lo que acaba con la dignidad de las personas) porque Él vino para poner a cada uno en su sitio. Nuestras obras serán autorizadas siempre que pongamos a todos en el lugar que les corresponde, siempre que seamos capaces de restablecer la dignidad perdida. Para conseguirlo nuestras acciones deben apostar por: LA VIDA, LA COMPASIÓN, LA SOLIDARIDAD, LA ESPERANZA, LA PACIENCIA, LA ALEGRÍA, LA ENTREGA. En definitiva, ser testigos del Reino que Jesús nos anunció.

Vuestro amigo y hermano Oscar
(claretmep@planalfa.es)


3-19. ARCHIMADRID 2004

LOS COSMÉTICOS

Siempre me ha asombrado la cantidad de productos de belleza, cosméticos, maquillajes, cremas, mascarillas y demás potingues que se venden (y se compran) y ahora tanto para los hombres como para las mujeres. En los cuartos de baño hay verdaderos ejércitos de tarros, botes, envases para una cantidad de usos en los que espero que el Señor me mantenga en la ignorancia. La lucha contra la arruga, la espinilla, la calvicie, las ojeras y los puntos negros es un frente abierto de lucha por la mañana, la tarde y la noche, despiertos o dormidos.

Ana no debía haberse maquillado la mañana que entró en el templo a pedirle un hijo varón al Señor. Elí pensaba que estaba borracha “devuelve el vino que has bebido”, su cara debía ser el reflejo de su “desazón y su pesadumbre”, una cara impresentable para estar en sociedad como la de tantos recién levantados que se preguntan en el baño: ¿Quién es ese que intenta mirarme desde el espejo?.

Sin embargo, Ana no asiste a un centro de embellecimiento, ni corre a comprarse cien mil frasquitos de productos varios para tapar o disimular su pena. Ana simplemente confía, se pone en manos del Señor y Elí pide por ella. Entonces ocurrió el milagro “y se transformó su semblante”, y tanto que se hizo irresistible para su marido Elcaná.

La cara es el espejo del alma, dice la sabiduría popular, y todavía no se ha inventado el maquillaje para la vida interior. Ante los desánimos, las desesperanzas, tristezas y pecados puedes intentar cubrirlos como esas mujeres que se maquillan con brocha y con espátula y que ante el calor de unos focos o un día soleado empiezan a agrietarse peligrosamente, pasando de parecer bellas a parecer leprosas porque pierden trozos de rostro ente cada movimiento facial. Para el alma sólo existe un centro de belleza, Dios, que no tapa bajo montañas de crema nuestros defectos, sino que nos restaura completamente en la confesión, que rejuvenece nuestra piel en la oración, que da elasticidad al cutis con la caridad. “Hasta los espíritus inmundos les manda y le obedecen”, ese pecado, ese defecto que tratas de ocultar y siempre vuelve a aparecer sólo se cura poniéndote en manos de Cristo que te “recrea” y te devuelve la belleza y mirada clara del hijo de Dios. Haz un propósito: no intentaré ocultar mi pecado bajo una capa de excusas, seré sincero y me fiaré del Señor pues sé que podré “gozar con su salvación” y entonces se transformará mi semblante, quien me mire no verá una montaña de cosméticos sino un rostro limpio que es el de Cristo.

María no usa limpiadores faciales, refleja en su bello rostro la belleza de Dios, del corazón enamorado, de la vida entregada, de la confianza absoluta en “Dios, mi salvador”. Acude rápido, hoy mismo, a quien puede limpiarte el alma y fíate de la autoridad de Cristo y verás cómo ya no tiene que maquillar más veces el alma.


3-20. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Heb 2, 5-12: Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
Salmo responsorial: 8, 2. 5-9: Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos.
Mc 1, 21-28: Jesús sana a un endemoniado.

En este pasaje tenemos la primera manifestación del poder de Jesús sobre los demonios, cuando al expulsar al espíritu impuro lo hace con tal autoridad y que quienes lo presencian quedan impresionados. Se admiran ante la presencia de Jesús que, en este Evangelio de Marcos, irá revelando su identidad paso a paso.

Pero junto con esta manifestación del “Santo de Dios” debemos descubrir la razón de fondo por la que actúa Jesús. Todo lo que dice y hace es porque de su corazón brota un amor generoso y sin límites, lleno de sentimientos y afectos, que lo conduce a dar su vida entera por nosotros, sus amigos. Amor sin límites brota del “Santo de Dios”, es la última causa que motiva a que Jesús se haya encarnado y compartido su vida entre nosotros.

Por ahora, sólo el demonio lo proclama “el Santo de Dios”; pero Jesús rechaza ese testimonio, que no proviene de la fe, sino del intento de apoderarse de su nombre. Jesús lo hace callar pues no es tampoco el momento de revelaciones. Todo tiene su tiempo y su momento bajo el sol...

Ojalá que al iniciar este tiempo llamado “ordinario” (de la vida cotidiana) aprendamos a reconocer esa identidad de Jesús en nuestras actividades y sobre todo en nuestros prójimos y así admiremos el poder y sobre todo el amor que brotan de nuestro Padre Dios y de nuestro Hermano Jesús, su amado Hijo, por cada uno de nosotros.


3-21. Fray Nelson Martes 11 de Enero de 2005
Temas de las lecturas: Cristo, hombre glorificado * Les enseñaba con autoridad.

1. El sabor de la muerte
1.1 El texto de la Carta a los Hebreos para el día de hoy trae una afirmación que nos impacta: "por disposición divina, gustó él la muerte en beneficio de todos" (Heb 2,9). "Gustando" la muerte Jesucristo aparece como menor a los ángeles, pero precisamente a través de su muerte, ha sido constituido por encima de los ángeles y ha heredado un título superior a todo otro título.

1.2 Lo más extraño, y lo más grande a la vez, del misterio de Cristo es sin duda su muerte. ¿Es esa muerte señal de debilidad, de pecado, de inferioridad o de derrota? ¿Tiene su causa en la fuerza de sus adversarios, en la fragilidad de sus recursos, en la naturaleza débil que comparte con nosotros? La Carta a los Hebreos quiere darnos una respuesta que dé razón de la íntima solidaridad que Jesucristo tiene con cada hombre y a la vez explique cómo esta muerte, siendo en todo semejante a la nuestra, puede otorgarnos lo que nuestra propia muerte no puede.

1.3 Por eso es necesario descubrir detrás del misterio de la muerte del Señor un misterio más grande aún: hay un designio, hay una voluntad, que es superior a la simple fuerza de los hechos, y que da razón de la muerte de Cristo. Hay una "disposición divina" (Heb 2,9) detrás de la crueldad, detrás del espanto, detrás de la tristeza que envuelven a la Cruz del Señor. Y por tanto nuestro corazón debe trascender esa corteza grotesca de muerte y descubrir aquel propósito de bendición que allí se escondía.

1.4 El propósito de aquella disposición no es otro que nuestro bien: "gustó él la muerte en beneficio de todos". Quedan así en claro dos cosas: que hay un designio de Dios detrás de la muerte de su Hijo Jesucristo, y que de esta muerte ha venido un inmenso beneficio para nosotros. Cómo sucede esto y por qué fue así habrá que meditarlo a partir de otros textos posteriores de esta Carta tan densa y tan fecunda.

2. Primero los Hechos
2.1 El ministerio de Jesús, según lo describe el comienzo del Evangelio según san Marcos, está lleno de obras de poder. Jesucristo no es una idea. No es tampoco un personaje de fantasía al que podamos ponerle las características, cualidades o defectos que a nosotros nos parezcan. Conocer a Jesús no es enterarse de un grupo de ideas, de una colección de anécdotas o de las aventuras de algún personaje extraño y más o menos simpático.

2.2 Conocer a Jesús es acercarnos a una vida. Él pertenece a nuestra historia. Mira cómo empieza Lucas su testimonio sobre Jesús y su Evangelio: "Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido" (Lucas 1,1-4).

2.3 Aquí se nos habla de "testigos oculares", de una "narración ordenada" y sobre todo de un propósito: "para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido". La imaginación puede ser bella, pero no es sólida. Tratándose de Jesús, los hechos tienen la primera y definitiva palabra.

2.4 Y de esos hechos nace una autoridad incomparable. El que enseña con autoridad y exorciza autoridad primero ha mostrado esa autoridad sobre la historia nuestra, que en sus manos se reconstruye, limpia y florece.


3-22.

Comentario: Rev. D. Antoni M. Oriol i Tataret (Vic-Barcelona, España)

«Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas»

Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».

Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! (Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste: Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).

Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además, del hecho que a Jesús «hasta a los espíritus inmundos le obedecen». Nos encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza contra los espíritus del mal.

¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos hace contemporáneos de lo que acabamos de escuchar y que estamos comentando. Preguntémonos con humilde agradecimiento: ¿Tengo conciencia de que ningún otro hombre ha hablado jamás como Jesús, la Palabra de Dios Padre? ¿Me siento rico de un mensaje que tampoco tiene parangón? ¿Me doy cuenta de la fuerza liberadora que Jesús y su enseñanza tienen en la vida humana y, más concretamente, en mi vida? Movidos por el Espíritu Santo, digamos a nuestro Redentor: Jesús-vida, Jesús doctrina, Jesús victoria, haz que, como le complacía decir al gran Ramon Llull, ¡vivamos en la continua “maravilla” de Ti!


3-23.

Reflexión:

Heb. 2, 5-12. Nuestro Dios y Padre, queriendo conducirnos a todos a la gloria, nos envió a su propio Hijo, el cual se hizo uno de nosotros y gustó la muerte en beneficio de todos. Por eso tiene un Nombre que está por encima de todo nombre. Desde entonces nuestra vida ya no está sujeta a ningún otro nombre, ni a algún otro poder, ni siquiera angélico. Sólo Aquel que se hizo solidario de nuestra naturaleza pudo satisfacer, como hombre, a favor nuestro ante su Padre Dios mediante la entrega de su propia vida. Por eso nosotros ya no hemos de vivir para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó; más aún, siendo en el mundo un signo del amor salvador de Dios, la Iglesia debe continuar entregando su vida para que todos lleguen, unidos a Cristo, a la participación de su Reino eterno. Por eso no podemos vivir sentados en un trono de gloria, sino que hemos de ponernos al servicio de los demás, especialmente de los pecadores, de los más débiles, de los marginados y de los pobres, para conducirlos a su plena unión con Cristo. Al final de nuestra vida sólo el amor, que se convierte en servicio y en entrega por el bien de los demás, será lo único que el Señor reconocerá como suyo.

Sal. 8. ¿Qué somos nosotros, humanos, ante Dios? ¿Cuál es el valor que tenemos en su presencia? ¿Por qué nos ama tanto nuestro Dios y Padre? Somos inferiores a los ángeles; y sin embargo Dios nos dio el mando sobre las obras de sus manos, sometiendo todo bajo nuestros pies. Y para que esto sea realidad nos envió a su propio Hijo, el cual se levantó victorioso sobre el pecado y la muerte y sobre cualquier otro poder que pudiera querer dominarnos. Ciertamente mientras vamos por este mundo muchas veces las cosas pasajeras embotan nuestra mente y nuestro corazón; y, por desgracia, muchas veces vivimos encadenados a los bienes de este mundo. Sin embargo el Señor nos llama para que vivamos, no como esclavos, sino como señores de aquello que Él ha querido sujetar a nuestra autoridad. Más aún, hemos de procurar que los bienes de este mundo nos sirvan para alcanzar los bienes eternos; y esto será en la medida en que sepamos compartir lo nuestro con los más desprotegidos. Entonces nos habremos elevado muy por encima de la gloria y de la dignidad entendida conforme a los criterios de este mundo.

Mc. 1, 21-28. Se ha iniciado una lucha frontal en contra del autor del pecado y de la muerte. No porque alguien confiese que Jesús es el Santo de Dios podemos concluir que en esa persona haya un fe verdadera. Jesús no se deja impresionar por nuestras palabras, pues Él bien sabe lo que hay en nosotros. Y su amor por nosotros no se quedó en vanas palabras, ni en sermones bellamente pronunciados; Él pasó haciendo el bien a todos, curando a los oprimidos por el diablo y dando libertad a los cautivos. Dios nos quiere libres de todo aquello que deteriore nuestro ser de hijos de Dios y no sólo confesando su Nombre con los labios. Él quiere conducirnos a la posesión de la Vida eterna que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre. Unidos a Él; hechos uno con Él, hemos de continuar su obra de salvación a través de la historia, pues, como Iglesia que le pertenece, a nosotros corresponde trabajar intensamente para que el Reino de Dios se haga realidad ya desde ahora en nuestro mundo.

El Señor se ha hecho cercanía a nosotros mediante su encarnación. Y Él permanece en el mundo y su historia por medio de la Iglesia, a través de la cual Él continúa pasando entre nosotros y haciendo el bien a todos. Él se dirige a nosotros por medio de su Palabra salvadora para conducirnos por el camino del bien. No podemos estar en su presencia como discípulos descuidados, sino que hemos de saber escuchar y meditar con amor su Palabra para ponerla en práctica. Él se convierte en nuestro alimento, Pan de Vida eterna; por medio de esta Eucaristía nosotros entramos en comunión de vida con Cristo, de tal forma que su Iglesia se convierte en un signo creíble del amor misericordioso y salvador de Dios a favor de toda la humanidad. Por eso no podemos reunirnos sólo para dar culto al Señor. Es necesario que aceptemos nuestro compromiso de ser, en Cristo, el Evangelio viviente del amor misericordioso del Padre, que se acerca a todas las naciones, no para condenarlas, sino para salvarlas liberándolas de toda esclavitud al autor del pecado y de la muerte.

Los que somos hijos de Dios, por nuestra unión a Jesucristo, el Unigénito del Padre, tenemos el gran compromiso de esforzarnos para que el Reino de Dios vaya haciéndose realidad en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia. El anuncio del Evangelio lo hemos de hacer con la fuerza que nos viene de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida. Y, siendo los primeros en vivir lo que proclamamos, nos hemos de presentar ante los demás no como unos charlatanes, sino como quienes tienen autoridad para hablar del Señor desde una vida convertida en testimonio personal de la salvación que Dios ofrece a toda la humanidad. Ciertamente que en el camino de la vida nos encontraremos con muchas personas que han sido dañadas, tal vez fuertemente, por la maldad y dominadas por el pecado. A nosotros corresponde, por voluntad de Dios, llegar a ellos para ayudarles a encontrar en Cristo su amor misericordioso, su salvación y un compromiso nuevo para trabajar a favor del Reino. Por eso procuremos no quedarnos en el anuncio de la palabra de Dios mientras descuidamos nuestra respuesta personal a la misma. Quien anuncia el Evangelio y continúe, voluntariamente, sujeto al pecado, en lugar de procurar la salvación de los demás les estará llevando a una vida de hipocresía y de falta de compromiso real con el Señor para colaborar en la salvación de la humanidad de todos los tiempos y lugares.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Cristo, de tal forma que nuestra existencia misma se convierta en un Evangelio viviente del amor que el Padre Dios tiene a toda la humanidad. Amén.

Homiliacatolica.com


3-24.

Reflexión

Este pasaje de san Marcos busca entre otras cosas hacernos notar la autoridad que tiene Jesús. Su autoridad va más allá incluso de lo que sus contemporáneos pudieran pensar, pues no es un rabí cualquiera, es el Hijo de Dios. Es increíble que después de dos mil años todavía haya quienes ponen en duda la palabra del Maestro pensando que puede ésta ser confundida con cualquier otra enseñanza del mundo. La palabra de Jesús es poderosa y eficaz, no solo instruye sino que sana y libera. Es por ello que la lectura asidua de la Escritura ayuda no solo a conocer a Jesús y su doctrina sino que ejerce un poderoso influjo en nuestra salud espiritual (en ocasiones incluso física) liberándonos de ataduras y frustraciones. ¿Has hecho ya de la lectura de la Sagrada Escritura un hábito cotidiano? ¿Acostumbras traer tu Biblia siempre? Es de tu Biblia parte de tu vida cotidiana.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro