COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 1, 21-28

Par.: Lc 4, 31-37

 

1. J/AUTORIDAD. EN ÉL Y EN SU MENSAJE LA LEY Y LOS PROFETAS ADQUIEREN PLENITUD DE SENTIDO.

Una vez escuchada la lectura de la Escritura, todos tenían derecho a tomar la palabra, no sólo los escribas. Jesús no es un escriba, un clérigo, un hombre de estudios (cf. Jn 7, 15; Mc 6, 2). Los escribas, más juristas que teólogos, interpretaban los mandamientos y exponían las verdades de la Escritura, pero no arriesgaban sentencia u opinión personal si no estaba avalada por los textos sagrados y las enseñanzas de los maestros más acreditados. En cambio, Jesús habla como quien tiene autoridad, porque es consciente de que en él y en su mensaje la Ley y los Profetas adquieren plenitud de sentido. Él es el Hijo a quien el Padre le ha entregado todas las cosas (Mt 11, 27). Por eso su palabra es poderosa para ordenar a los demonios y someterlos a su voluntad (v. 27), para perdonar los pecados que sólo Dios puede perdonar (2, 10), para curar enfermos y resucitar a los muertos. Por eso habla con autoridad y dispone de la Ley: "Habéis oído que se dijo... pero yo os digo" (Mt 5, 21ss; cf. Mt 7, 29).

Jesús no rechaza el título de "Santo de Dios"; pero impone silencio al espíritu inmundo porque no ha llegado el momento de manifestarse públicamente como Mesías y, sobre todo, porque no admite sobre él ninguna influencia. El nombre de Jesús, lo que él es, sólo deben pronunciarlo aquellos que reconocen su autoridad y la confiesan en la obediencia de la fe. Según la concepción religiosa popular, el conocimiento del nombre y su pronunciación ejercía un dominio mágico sobre la persona que lo llevaba. Esta concepción subyace en nuestro texto, en el que la autoridad de Jesús se opone abiertamente al poder de los demonios y los vence.

EUCARISTÍA 1982/07


2. 

La gente distinguía perfectamente a Jesús de los escribas. Estos no hacían más que interpretar la doctrina de los profetas anteriores. Jesús, por el contrario, se presenta como auténtico profeta, investido de un poder que le viene de Dios.

J/SATANAS: Aquí también es donde nos encontramos por primera vez frente al caso de un "endemoniado". ¿Qué postura adopta Jesús a la creencia popular en los demonios? Las enfermedades mentales, sobre todo la epilepsia, suscitan en el primitivo un horror más fuerte que cualquier otra enfermedad: el comportamiento del enfermo mental y del epiléptico da a entender que en él ha entrado otra persona, o sea que está "poseído". El autor de esta "posesión" es considerado como un espíritu del mal.

Y así el horror aumenta, creando un comportamiento de defensa y de hostilidad que lleva a ver en el enfermo un ser execrable que hay que "alejar" con golpes y torturas de toda clase.

¿Es necesario admitir la existencia real de estos malignos espíritus? Está claro que el núcleo fundamental del relato evangélico no es la existencia o la inexistencia de los espíritus malignos, sino el comportamiento de Jesús frente a ese hecho, tal como era visto e interpretado por sus contemporáneos.

El Dios único de las religiones monoteístas, en su absolutez y trascendencia, no aparece de ninguna manera vinculado a los reales o posibles seres suprahumanos sometidos a su suprema autoridad. Estos seres podrían no existir sin que por ello la existencia de Dios único se ponga en cuestión. La relatividad de estos seres y también su "contingencia" (podrán no existir) es subrayada en el comportamiento de Jesús frente a los posesos: En los evangelios sinópticos y en los Hechos de los Apóstoles los demonios son arrojados con el poder de Dios y no con métodos mágicos, o sea con un exocismo dirigido a un espíritu o con el recurso a medios materiales.

J/ENFERMEDAD: J/LIBERADOR: Jesús posee el poder del reino de Dios: éste lleva consigo no solo el anuncio de una liberación futura, sino que impulsa al evangelizador a realizar, desde el principio, obras liberadoras a favor del hombre. El venía a liberar al hombre del pecado; pero también el mal físico, la enfermedad, pertenece a la esfera del pecado, o sea de las cosas no queridas por Dios. Dios quiere el bienestar total del hombre. ¿Cómo podría, pues, un evangelizador contentarse con el solo anuncio del reino de Dios, sin "realizar" obras de liberación del hombre? En todo caso, el contenido "religioso" de todo esto no es la existencia de los demonios, sino la necesidad de luchar, en nombre del Evangelio, contra todo aquello que oprime, que "posee" al hombre. Jesús, aun a pesar de su condición divina, no dejaba de ser un hombre normal; y, como tal, no estaba en posesión de toda la ciencia humana. Y así no habría que exigirle que superara la "interpretación cultural" que su generación daba al hecho de que el hombre está "poseído" por algo que le oprime. Lo que realmente formaba parte intrínseca del mensaje evangélico era la urgencia de luchar contra todo tipo de "posesión" del hombre, fuere cual fuere la interpretación cultural que de este hecho vaya dando cada generación.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1117


3.

"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?" (evangelio). Jesús ha venido a liberar al hombre de toda esclavitud, a retornarlo a sí mismo. Porque es "el Santo de Dios" no se desentiende de la humanidad cautiva. No sólo predica la Buena Nueva de Dios, sino que es la Buena Nueva en acción: ha venido a destruir "toda soberanía, autoridad o poder" (cf /1Co/15/25). Enfermedades físicas, psíquicas, poderes militares, civiles y religiosos que agobian y dominan a los hombres; en lugar de servirlos van contra el designio de Dios y acaban vencidos. Hasta el último enemigo -la Muerte- será destruido. (El domingo próximo volveremos sobre ello).

"¿Qué es eso?" (evangelio). La actuación de Jesús no deja indiferente y la gente se interroga sobre su autoridad (exousia), la novedad de su doctrina y el dominio sobre los espíritus inmundos y opresores. Interroguémonos también nosotros:

a) el mensaje que anunciamos (la doctrina): ¿aparecemos como los anunciadores de la Buena Nueva de Dios, testimonios de su benignidad y humanidad, que siempre espera y abre rendijas de esperanza, incluso más allá de toda esperanza, o bien como los representantes de una doctrina humana, como los guardianes de una moral tradicional, que desconfía de la libertad de los hombres, de su crecimiento y su expansión, que les constriñe y avasalla?;

b) la autoridad con que lo hacemos: nuestras palabras, ¿se imponen por sí mismas, con la fuerza y la humanidad de Dios?; como él, ¿hablan al corazón del hombre y hacen que resplandezca su verdad incluso cuando son duras y exigentes?;

c) el sentido de toda nuestra acción y toda nuestra vida, ¿empujamos hacia arriba, hacia el crecimiento de la libertad y la plenitud del hombre, o damos la impresión de poseer una autoridad superior, dominadora, que se impone, que quiere tener a los hombres y a los pueblos bajo tutela, y aspira a hacerse un nombre?

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1991/03


4. /Mc/01/21-22.

-Una enseñanza nueva y llena de autoridad

Hemos leído los primeros hechos de Jesús. Se trata seguramente de un material tradicional, de recuerdos que circulaban por la comunidad. Pero Marcos no se limita a recoger y a unificar los actos dispersos; nos ofrece algunas claves para interpretar su profundo sentido y responder al interrogante central. Por eso conviene que repasemos el texto en busca de esas claves. El primer elemento que hay que conservar es la reacción de la gente, de esa gente que ante lo que está viendo se plantea la cuestión: ¿qué significa todo esto? La gente se da cuenta de que Jesús enseña con autoridad (no como los escribas) y de que su enseñanza es nueva.

NOVEDAD/NUEVO: "Nuevo" no significa aquí simplemente algo que nunca se había dicho ni se había oído en otra parte. No se trata simplemente de una novedad cronológica. ¡Resultan tan monótonas ciertas novedades cronológicas! Se trata de la novedad escatológica, de la novedad de Dios, de una novedad cualitativa: algo que te regenera, que te renueva y rejuvenece. Quizás lo hayas oído ya alguna vez, pero ahora te hace descubrir que eres viejo y te da nuevas energías y te purifica. Novedad indica ciertamente "ruptura", discontinuidad con lo que precede, con lo que dicen los demás, con lo que eres. Pero ruptura no significa algo extraño. La llamada de Dios es nueva, sorprendente, inesperada; pero después de haberla oído, la encuentras dentro de ti; era lo que estabas esperando, quizás sin saberlo siquiera...

Porque hay también una novedad que es extraña y ajena; pero entonces ¿para qué sirve? Marcos recogerá más tarde este tema de la novedad; tenemos que fijarnos en él y no perderlo de vista. En el fondo se trata del mismo motivo cristológico fundamental: Jesús está en continuidad-discontinuidad con la historia de los hombres.

La enseñanza de los escribas (los teólogos, los biblistas y los juristas de la época) sacaban su propia autoridad de las Escrituras y de la tradición de los antiguos, o bien se hacía aceptar remitiendo a la autoridad de algún maestro célebre; su autoridad no residía en la enseñanza misma.

Pero no era así la palabra de Jesús: era un anuncio que llevaba consigo su propia fuerza, clara y transparente; un anuncio que te pone frente a tus contradicciones, con una evidencia que te penetra y te desconcierta. No remite a otra cosa.

Frente a ella no hay que pensar en pruebas o falta de pruebas. Si te pones a buscar pruebas, es que no te rindes ante la luz. Si se te ofrece alguna prueba, ¿de qué serviría? La pondrías en discusión.

Más aún, la enseñanza de Jesús es autoritaria, porque no es solamente palabra, sino gesto. Es una palabra poderosa que libera y que cura.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 43 ss.


5. /Mc/01/23-28.

El evangelio de Marcos no está agrupado por temas como el de Mateo; va poniendo los episodios uno tras otro, sin ningún orden al parecer.

Pero el desorden en realidad es sólo aparente; un análisis atento hace descubrir en muchas páginas una lógica muy hábil. Por ahora nos contentaremos sólo con una observación: esta primera serie de episodios (que llega hasta 3, 6) tiene como motivo de organización una indicación geográfica: Cafarnaúm y su lago.

De esta forma, la primera parte (1, 21-34) constituye una "jornada" de Jesús, una verdadera y auténtica unidad de tiempo y de lugar. Y se trata de un día de sábado, como se dice al principio y como se deja comprender al final (la gente espera que se ponga el sol, o sea, el final del descanso sabático, para llevar los enfermos a Jesús).

Tendremos por tanto que leer esta página de Marcos de un modo al mismo tiempo analítico y sintético. El análisis es indispensable y cada una de las unidades necesita su propio estudio, pero este análisis no tiene que hacernos olvidar la perspectiva de fondo, el interrogante central.

Hemos de advertir además que la verdadera y única finalidad de Marcos es la de iluminar la figura de Cristo. Nos presenta en esta página la misión de Jesús en su doble aspecto de palabra y de acción, enseñanzas y obras de salvación. No le interesa a Marcos todavía decirnos qué era lo que enseñaba Jesús; le interesa decirnos que Jesús enseñaba y actuaba. Presentándose de esta manera, Jesús se convierte en un problema para los presentes: ¿quién es éste? He aquí el interrogante central. Pero dejemos por ahora en suspenso este interrogante; conviene que antes leamos cada una de las perícopas. -En la sinagoga de Cafarnaúm

Sabemos que en la Palestina de aquella época había sinagogas o "Casas de oración" no sólo en los grandes centros, sino incluso en los pueblos y en las aldeas. Los israelitas acudían allí para la oración y para la lectura y la explicación de la ley. No sólo los escribas y los ancianos, sino cualquiera de los participantes podían ser invitados por el presidente a dirigir la palabra a los demás. Por otra parte, cualquier israelita podía pedir la palabra para intervenir. Es precisamente en una sinagoga, en la de Cafarnaúm, donde Jesús toma la palabra para enseñar. Y es también en la sinagoga donde Jesús libera a un hombre poseído del espíritu inmundo (1, 21-28). No es fácil para nosotros reconstruir la realidad de lo que sucedió.

En tiempos de Jesús estaba extendida la opinión de que los demonios estaban en el origen de cualquier enfermedad, especialmente de las diversas enfermedades mentales, cuyas manifestaciones hacían pensar que el enfermo no era ya dueño de sí mismo. No es extraño entonces que los evangelios hablen según la mentalidad de su tiempo y que el mismo Jesús, en su parte, se haya querido acomodar a ella. No debemos pretender de estas narraciones un diagnóstico médico ni una declaración especulativa sobre la naturaleza de los demonios. Reflejan más bien la lectura "teológica" que un hombre de la época -ante ciertos casos especialmente preocupantes- hacía de los hechos, llegando a la raíz de la situación, allí donde se descubre la huella del enemigo de Dios y del destructor del hombre. Es una lectura teológica que nace de un convencimiento que el evangelio parece imponer: el mal no viene solamente del hombre; detrás de sus diversas manifestaciones está el enemigo por excelencia, el destructor de la creación. El hombre bíblico es de la opinión que las cuentas sobre el mundo y sobre la historia no salen bien si sumamos solamente las fuerzas de la naturaleza, las del hombre y las de Dios; está además la fuerza del maligno.

A la luz de estas observaciones preliminares tenemos que leer nuestro episodio y otros similares. La narración no quiere presentar un caso curioso y aislado, sino más bien -a través de un caso especialmente claro- nuestra situación común de hombres caídos, sometidos a las fuerzas del mal e incapaces de entrar en comunión con Dios.

Todo lo dicho resulta todavía demasiado general. Examinemos más de cerca la narración de Marcos, señalando algunos detalles que parecen más significativos. Primer detalle: se trata de un hombre que perturba el servicio litúrgico; Jesús le manda callar secamente: "¡Cállate y sal de este hombre!"; el espíritu se ve obligado a obedecer y el hombre, libre del espíritu agitador, vuelve a su sano juicio. Los exorcismos estaban de moda y la literatura rabínica habla de ellos con frecuencia. Pero eran exorcismos largos, extraños y complicados, llenos de fórmulas y de gestos mágicos. Jesús, sin embargo, no recurre a palabras mágicas ni a ritos misteriosos, sino que se impone al espíritu impuro simplemente con una orden. De eso es de lo que se admira la gente.

Segundo detalle: hay una clara diferencia entre el modo como Jesús considera la enfermedad y cura a un enfermo y el modo como se porta Jesús con un hombre poseído por el demonio. En nuestro relato (como en todos los exorcismos del evangelio de Marcos) se respira la atmósfera de una lucha; el mismo Jesús, más adelante (3, 27), usará la imagen del hombre fuerte atado y saqueado. El endemoniado se dirige a Jesús en una actitud defensiva (se da cuenta de que ha llegado el que lo va a derrotar) e intenta, si es posible, pasar al ataque; pero luego tiene que ceder al más fuerte, aunque sea con la última manifestación de rabia y de despecho ("hizo revolcarse al hombre en el suelo, lanzando un grito tremendo, y luego salió"). Nuestro episodio (y otros parecidos que vendrán luego) son la continuación de la lucha entre el "fuerte" y el "más fuerte" que había comenzado ya en la tentación.

Y el último detalle: el diálogo entre Satanás y Jesús es probablemente un recurso de Marcos. El evangelista se aprovecha del espíritu maligno para revelarnos quién es Jesús. "Los demonios contemplan lo invisible y revelan a los lectores de Marcos la trascendencia de la personalidad de Jesús. A través del Jesús terreno ellos ven la gloria del Resucitado. ¡Se convierten así en los teólogos de Marcos!" (Cf. LEÓN ·DUFOUR-LEON, ESTUDIOS DE EVANGELIO, Edic. CRISTIANDAD, Madrid 1982).

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 39 ss.