1.11.-
La personalidad inmadura.
La
personalidad inmadura se caracteriza fundamentalmente por el infantilismo,
porque la edad psicológica de estas personas es notablemente inferior a su edad
cronológica. En ellos continúan presentes, a pesar de estar ya en la edad
adulta, rasgos y mecanismos psicológicos propios de la infancia, como si el
paso del tiempo no les hubiese servido para adquirir otros nuevos, propios del
desarrollo normal de la personalidad. Cuando esta discordancia de edad es
suficientemente notable y toma un curso prolongado, se constituye en un
trastorno de la personalidad con características y consecuencias específicas.
Son
personas con un conocimiento de sí mismas equívocas, escaso o superficial, a
lo que se añade una falta de coherencia en sus planteamientos, que procede, en
buena medida, de la ausencia de una identidad personal suficientemente
configurada y de un objetivo de vida realista y perfilado. También se
caracterizan por tener una gran dificultad para admitir con naturalidad sus
carencias, fallos y limitaciones, las de los demás o las propias de la vida
misma. Esto favorece su tendencia a escapar de la realidad mediante la imaginación
hacia un mundo de fantasías en donde se cumplen sus deseos insatisfechos, lo
que a medio y largo plazo contribuye a distanciarlos más de objetivos vitales
realistas, con lo que en última instancia quedan profundamente desorientados,
sin saber qué hacer o dónde ir, sin rumbo a dónde dirigir sus vidas.
Tal
como les ocurre a la mayoría de los niños, son muy impacientes, caprichosos,
pretendiendo lograr sus objetivos de un modo inmediato. Dificilmente son capaces
de soportar dificultades a corto plazo por obtener beneficios más tarde, por lo
que suelen actuar de un modo primario, guiados casi exclusivamente por
apetencias, instintos o tendencias
del presente, sin reparar en las consecuencias que pueden implicar tales
comportamientos. Su falta de constancia responde a esta falta de planteamientos
realistas, a la versatilidad propia de su falta de equilibrio emocional, y de
criterios éticos sólidos y de valores estables.
Se
produce entonces un imperio del presente por el cual, solamente se pretende
sacarle el máximo partido a lo que se trae entre manos. Sentir intensamente las
vivencias del momento, ya que la sexualidad se sitúa en primer plano, como
principal fuente de autoafirmación de esta personalidad escasamente
configurada. Entre ellos, también son comunes las conductas de riesgo, más por
desconocimiento del mismo, o por un intento de autoafirmación, que por valor o
criterios particulares.
Emocionalmente
son poco estables, sufriendo frecuentes altibajos de ánimo que se desencadenan
por motivos muchas veces insignificantes ( un pequeño fracaso, el comentario
desfavorable de alguna persona), con una fragilidad emocional que hacen que
pasen facilmente de la risa al llanto (labilidad emocional). Tienen un bajo
umbral de tolerancia a las frustraciones, que hace que se derrumben cuando
cualquier cosa no sale tal como habían previsto. Si alguien se niega a que se
cumplan sus deseos, reaccionan de forma impulsiva, a veces con agresividad, lo
que deteriora sus relaciones interpersonales, que suelen ser un tanto
conflictivas debido a su dificultad para dar y recibir un tanto amor, para
comunicarse con los demás, para dejarse conocer y establecer lazos afectivos
francos, sinceros y profundos.
Además,
tienden a idealizar previamente a los demás, que se continúa de un sentirse
defraudados y concluye con actitudes rígidas y rebeldes. Esta intolerancia e
inflexibilidad que muestran hacia los demás contrasta con la transigencia que
pueden mantener consigo mismos, lo que no es más que otra manifestación de su
incoherencia interna. En otras ocasiones, se puede advertir una exagerada
influencia de ciertas opiniones ajenas, quedando al arbitrio de la moda o de la
influencia pasajera de alguna persona que, en ese momento, adoptan como líder.
Es lo que comúnmente se entiende por "falta de personalidad".
Como
resultado final de todas estas características se produce por igual que le
sucede a los niños una falta de independencia, de auténtica autonomía, que
dificulta que estas personas se puedan desenvolver por sí mismas de forma
adecuada. Son por tanto, como niños con la edad de adultos, personas incapaces
de asumir con responsabilidad tareas propias de estos últimos, como el
matrimonio, la paternidad, etc.
Principales
características de la personalidad inmadura:
-
Desconocimiento
de uno mismo. Personalidad poco configurada.
-
Impaciencia.
-
Inmediatez.
-
Falta
de constancia.
-
Comportamientos
irresponsables.
-
Comportamientos
caprichosos.
-
Ausencia
de objetivos y planteamientos realistas.
-
Desconocimiento
del riesgo.
-
Escaso
control de instintos, impulsos y tendencias.
-
Tendencia
a ensimismarse en fantasías.
-
Intolerancia
a la frustración.
-
Inestabilidad
y labilidad emocional.
-
Dificultades
para aceptar los propios fallos y limitaciones.
-
Dependencia.
-
Relaciones
afectivas superficiales, rígidas y exigentes.
-
Criterios
éticos y valores inestables.