barra-01.gif (5597 bytes)

H O M I L Í A S 

barra-01.gif (5597 bytes)

DOMINGO XII
TIEMPO ORDINARIO

CICLO C

PARA VER LA IMAGEN AMPLIADA HAGA CLIC SOBRE LA MISMA


 

Pocas veces nos detenemos los cristianos a responder a esa pregunta decisiva que se nos hace a cada uno de nosotros. La pregunta que Jesús dirige a sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» La respuesta ha de ser personal. Nadie puede hablar en mi nombre. No puede haber una fe por procurador. Soy yo quien tengo que responder.

Se me pregunta qué digo yo de Jesucristo, no qué dicen los concilios, qué predican los Obispos y el Papa, qué explican los teólogos.

Un conjunto de circunstancias históricas ha podido embrollar mucho las cosas, pero no hemos de olvidar que la fe cristiana no es simplemente la adhesión a una fórmula o a un grupo religioso, sino mi adhesión personal y mi seguimiento a Jesucristo.

Para ser cristiano, no basta decir: «Yo creo en lo que cree la Iglesia.» Es necesario que me pregunte si yo le creo a Jesucristo, si cuento con él, si apoyo en él mi existencia.

No se me pregunta qué pienso acerca de la doctrina moral que Jesús predicó, acerca de los ideales que proclamó o los gestos admirables que realizó. La pregunta es más honda: ¿Quién es Jesucristo para mí? Es decir, ¿qué lugar ocupa en mi experiencia de la vida? ¿Qué relación mantengo con él? ¿Cómo me siento ante su persona? ¿Qué fuerza tiene en mi conducta diaria? ¿Qué espero de él?

No puedo contestar responsablemente a la pregunta que Jesús me dirige sin descubrirme a mí mismo quién soy yo y cómo vivo mi fe en él. Precisamente, en eso consiste la responsabilidad: en ser capaz de responder por mí mismo.

Con frecuencia, no somos conscientes hasta qué punto vivimos nuestra fe por inercia, siguiendo actitudes y esquemas infantiles, sin crecer interiormente, sin llegar tal vez nunca a una decisión personal y adulta ante Dios.

De poco sirve hoy seguir confesando rutinariamente las diversas creencias cristianas si uno no conoce por experiencia qué es encontrarse personalmente con ese Dios revelado y encarnado en Jesucristo.

Nuestra fe cristiana crece y se robustece en la medida en que vamos descubriendo por experiencia personal que sólo Jesucristo puede responder de manera plena a las preguntas más vitales, los anhelos más hondos, las necesidades últimas que llevamos en nosotros. De alguna manera todo cristiano debería poder decir como san Pablo: «Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe» (2 Tm 1, 12).

JOSE ANTONIO PAGOLA
SIN PERDER LA DIRECCION
Escuchando a S.Lucas. Ciclo C
SAN SEBASTIAN 1944.Pág. 81 s.

bluenoisebar.jpg (2621 bytes)