APOSTOLICAM ACTUOSITATEM

CAPITULO IV
LAS VARIAS FORMAS DEL APOSTOLADO

Introducción

15. Los seglares pueden ejercitar su labor de apostolado o como individuos o reunidos en diversas comunidades o asociaciones.

Importancia y multiplicidad del apostolado individual

16. El apostolado que se desarrolla individualmente, fluyendo con abundancia de la fuente de la vida verdaderamente cristiana (cf. Jn., 4, 14), es el principio y fundamento de todo apostolado seglar, incluso consociado, y no puede sustituirse por éste.

Todos los seglares, de cualquier condición que sean, son llamados y obligados a este apostolado, útil siempre y en todas partes, y en algunas circunstancias el único apto y posible, aunque no tengan ocasión o posibilidad para cooperar en asociaciones.

Hay muchas formas de apostolado con que los seglares edifican a la Iglesia y santifican al mundo, animándolo en Cristo.

La forma peculiar del apostolado individual y, al mismo tiempo, signo muy en consonancia con nuestros tiempos, y que manifiesta a Cristo viviente en sus fieles, es el testimonio de toda la vida seglar que fluye de la fe, de la esperanza y de la caridad. Con el apostolado de la palabra, enteramente necesario en algunas circunstancias, anuncian los seglares a Cristo, explican su doctrina, la difunden cada uno según su condición y saber y la declaran fielmente.

Cooperando, además, como ciudadanos de este mundo, en lo que se refiere a la ordenación y dirección del orden temporal, conviene que los seglares busquen a la luz de la fe motivos más elevados de obrar en la vida familiar, profesional o social, y los manifiesten a los otros oportunamente, conscientes de que con ello se hacen cooperadores de Dios Creador, Redentor y Santificador y de que lo glorifican.

Por fin vivifiquen los seglares su vida con la caridad, y manifiéstenla en las obras como mejor puedan.

Piensen todos que con el culto público y la oración, con la penitencia y con la libre aceptación de los trabajos y calamidades de la vida, por lo que se asemejan a Cristo paciente (cf. 2 Cor. 4, 10; Col. 1, 24), pueden llegar a todos los hombres y ayudar a la salvación de todo el mundo.

El apostolado individual en algunas circunstancias

17. Este apostolado individual urge con gran apremio en aquellas regiones en que la persecución desencadenada impide gravemente la libertad de la Iglesia. Los seglares, supliendo en cuanto pueden a los sacerdotes en estas circunstancias difíciles, exponiendo su propia libertad y en ocasiones su vida, enseñan a los que están junto a sí la doctrina cristiana, los instruyen en la vida religiosa y en el pensamiento católico, y los inducen a la frecuente recepción de los Sacramentos y a las prácticas de la piedad, sobre todo eucarística[25]. El Sacrosanto Concilio, al tiempo que da cordialmente gracias a Dios, que no deja de suscitar seglares de fortaleza heroica en medio de las persecuciones, aun en nuestros días, los abraza con afecto paterno y con gratitud.

El apostolado individual tiene un campo propio en las regiones en que los católicos son pocos y etán dispersos. Allí los seglares, que solamente ejercen el apostolado individual por las causas dichas o por motivos especiales surgidos por la propia labor profesional, se ponen oportunamente en contacto con grupos menores, sin forma alguna estrictamente dicha de institución o de organización, de forma que aparezca siempre delante de los otros el sello de la comunidad de la Iglesia, como verdadero testimonio de amor. De este modo, ayudándose unos a otros espiritualmente por la amistad y comunicación de experiencias, se preparan para superar las desventajas de una vida y de un trabajo demasiado aislado y para producir mayores frutos en el apostolado.

Importancia de las formas asociadas

18. Como los cristianos son llamados a ejercer el apostolado individual en diversas circunstancias de la vida, no olviden, sin embargo, que el hombre es social por naturaleza y que agrada a Dios el que los creyentes en Cristo se reúnan en pueblo de Dios (cf. 1 Pedr. 2, 5-10) y en un cuerpo (cf. 1 Cor., 12, 12). Por consiguiente, el apostolado asociado de los fieles responde muy bien a las exigencias humanas y cristianas, siendo al mismo tiempo expresión de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo, que dijo: "Pues donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt., 18, 20).

Por tanto, los fieles han de ejercer su apostolado uniendo sus esfuerzos[26]. Sean apóstoles lo mismo en sus comunidades familiares que en las parroquias y en las diócesis, que manifiestan el carácter comunitario del apostolado, y en los grupos espontáneos en que ellos se congreguen.

El apostolado asociado es también muy importante porque muchas veces exige que se lleve a cabo en una acción común o en las comunidades de la Iglesia, o en diversos ambientes. Las asociaciones, erigidas para los actos comunes del apostolado, apoyan a sus miembros y los forman para el apostolado, y organizan y regulan convenientemente su obra apostólica, de forma que son de esperar frutos mucho más abundantes que si cada uno trabaja separadamente.

Pero en las circunstancias presentes es en absoluto necesario que en el ámbito de la cooperación de los seglares se robustezca la forma asociada y organizada del apostolado, puesto que solamente la estrecha unión de las fuerzas puede conseguir todos los fines del apostolado moderno y proteger eficazmente sus bienes[27]. En lo cual interesa sobremanera que tal apostolado llegue hasta las inteligencias comunes y las condiciones sociales de aquellos a quienes se dirige; de otra suerte, resultarían muchas veces ineficaces ante la presión de la opinión pública y de las instituciones.

Multiplicidad de formas del apostolado consociado

19. Las asociaciones del apostolado son muy variadas[28]: unas, se proponen el fin general apostólico de la Iglesia; otras, buscan de un modo especial los fines de la evangelización y de la santificación; otras, persiguen la inspiración cristiana del orden social; otras, dan testimonio de Cristo, especialmente por las obras de misericordia de caridad.

Entre estas asociaciones hay que considerar primeramente las que favorecen y alientan una unidad más íntima entre la vida práctica de los miembros y su fe. Las asociaciones no se establecen para sí mismas, sino que deben servir a la misión que la Iglesia tiene que realizar en el mundo; su fuerza apostólica depende de la conformidad con los fines de la Iglesia y del testimonio cristiano y espíritu evangélico de cada uno de sus miembros y de toda la asociación.

El cometido universal de la misión de la Iglesia, considerando a un tiempo el progreso de los institutos y el avance arrollador de la sociedad actual, exige que las obras apostólicas de los católicos perfeccionen más y más las formas asociadas en el campo internacional. Las Organizaciones Internacionales Católicas conseguirán mejor su fin si los grupos que en ellas se juntan y sus miembros se unen a ellas más estrechamente.

Guardada la sumisión debida a la autoridad eclesiástica[29], pueden los seglars fundar y regir asociaciones[30], y una vez fundadas, darles un nombre. Hay, sin embargo, que evitar la dispersión de fuerzas que surge al promoverse, sin causa suficiente, nuevas asociaciones y trabajos, o si se mantienen más de lo conveniente asociaciones y métodos anticuados. No siempre será oportuno el aplicar sin discriminación a otras naciones las formas que se establecen en alguna de ellas[31].

La Acción Católica

20. Hace algunos decenios los seglares, en muchas naciones, entregándose cada día más al apostolado, se reunían en varias formas de acciones y de asociaciones, que, conservando una muy estrecha unión con la jerarquía, perseguían y persiguen los fines propiamente apostólicos. Entre éstas y otras institutiones semejantes más antiguas hay que recordar, sobre todo, las que, aun siendo diversos sistemas de obrar, produjeron, sin embargo, ubérrimos frutos para el reino de Cristo, y que los Sumos Pontífices y muchos obispos recomendaron y promovieron justamente y llamaron Acción Católica. La definían de ordinario como la cooperación de los seglars en el apostolado jerárquico[32].

Estas formas de apostolado, ya se llamen Acción Católica, ya de otra forma, que desarrollan en nuestros tiempos un apostolado precioso, se constituyen por la conjunta acepción de todas las notas siguientes:

a) El fin inmediato de estas organizaciones es el fin apostólico de la Iglesia, es decir, en el orden de evangelizar y de santificar a los hombres, y de formar cristianamente su conciencia de suerte que puedan saturar del espíritu del Evangelio las diversas comunidades y los diversos ambientes;

b) Los seglares, cooperando, según su condición, con la jerarquía, ofrecen su experiencia y asumen la responsabilidad en la dirección de estas organizaciones, en el examen diligente de las condiciones en que ha de ejercerse la acción pastoral de la Iglesia y en la elaboración y desarrollo del método de acción;

c) Los seglars trabajan unidos a la manera de un cuerpo orgánico de forma que se manifieste mejor la comunidad de la Iglesia y resulte más eficaz el apostolado;

d) Los seglares, ofreciéndose espontáneamente, e invitaos a la acción y directa cooperación con el apostolado jerárquico, trabajan bajo la dirección superior de la misma jerarquía, que puede sancionar esta cooperación incluso por un mandato explícito.

Las organizaciones en que, a juicio de la jerarquía, se hallan todas estas notas a la vez han de entenderse como Acción Católica, aunque por exigencias de lugares y pueblos tomen varias formas y nombres.

El Sagrado Concilio recomienda con todo encarecimiento estas instituciones, que responden ciertamente a las necesidades del apostolado entre muchas gentes, e invita a los sacerdotes y a los seglares a que trabajen en ellas, que cumplan más y más los requisitos antes recordados y cooperen siempre fraternalmente en la Iglesia con todas las otras formas de apostolado.

Aprecio de las asociaciones

21. Hay que apreciar debidamente todas las asociaciones del apostolado; pero aquellas que la jerarquía ha alabado, o recomendando, declarado urgentes, según las necesidades de los tiempos y de los lugares, han de apreciarlas sobremanera los sacerdotes, los religiosos y los seglares, y han de promoverlas cada cual a su modo. Entre ellas han de contarse, sobre todo hoy, las asociaciones o grupos internacionales católicos. Seglares que se entregan con título especial al servicio de la Iglesia

22. Dignos de especial honor y recomendación en la Iglesia son los seglares, solteros o casados, que se consagran para siempre o temporalmente con su pericia profesional al servicio de esas instituciones y de sus obras. Sirve de gozo a la Iglesia el que cada día aumenta el número de los seglares que prestan el propio ministerio a las asociaciones y obras de apostolado o dentro de la nación, o en el ámbito internacional, o sobre todo en las comunidades de misiones y de Iglesias nuevas. Reciban a estos seglares los pastores de la Iglesia con gusto y gratitud, procuren satisfacer lo mejor posible las exigencias de la justicia y de la caridad, según su condición, sobre todo en cuanto al congruo sustento suyo y de sus familias, y ellos disfruten de la instrucción necesaria, del consuelo y del aliento espiritual.

 

CAPITULO V
ORDEN QUE HAY QUE OBSERVAR

Introducción

23. El apostolado de los seglares, ya se desarrolle individualmente, ya por fieles asociados, ha de ocupar su lugar correspondiente en el apostolado de toda la Iglesia; más aún, el elemento esencial del apostolado cristiano es la unión con quienes el Espíritu Santo puso para regir su Iglesia (cf. Act., 20, 28). No es menos necesaria la cooperación entre las varias empresas de apostolado, que ha de ordenar la jerarquía convenientemente.

Pues a fin de promover el espíritu de unidad para que resplandezca en todo el apostolado de la Iglesia la caridad fraterna, para que se consigan los fines comunes y se eviten las emulaciones perniciosas, se requiere un mutuo aprecio de todas las formas de apostolado en la Iglesia y una coordinación conveniente, salvando el carácter propio de cada una[33].

Cosa sumamente necesaria porque la acción peculiar de la Iglesia requiere la armonía y la cooperación apostólica del clero secular y regular, de los religiosos y seglares.

Relación con la jerarquía

24. Es deber de la jerarquía el apoyar el apostolado de los seglares, prestar los principios y subsidios espirituales, ordenar el desarrollo del apostolado al bien común de la Iglesia y vigilar que se cumplan la doctrina y el orden.

El apostolado seglar admite varias formas de relaciones con la jerarquía, según las varias maneras y objetos del mismo apostolado.

Hay en la Iglesia muchas empresas apostólicas constituidas por la libre elección de los seglares, y se rigen por su juicio y prudencia. En algunas circunstancias la misión de la Iglesia puede cumplirse mejor por estas empresas, y por eso no es raro que la jerarquía las alabe y recomiende[34]. Ninguna empresa, sin embargo, puede arrogarse el nombre de católica sin el asentimiento de la legítima autoridad eclesiástica.

La jerarquía reconoce explícitamente, de varias formas, algunos otros sistemas del apostolado seglar.

Puede además la autoridad eclesiástica, por exigencias del bien común de la Iglesia, de entre las asociaciones y empresas apostólicas, que tienden inmediatamente a un fin espiritual, elegir algunas y promoverlas de un modo peculiar, en las que toma su responsabilidad especial. Así la jerarquía, ordenando el apostolado con diverso estilo según las circunstancias, asocia más estrechamente alguna de sus formas a su propia misión apostólica, conservando no obstante la propia naturaleza y peculiaridad de cada una, sin privar por ende a los seglares de su necesaria facultad de obrar espontáneamente. Este acto de la jerarquía en varios documentos eclesiásticos se llama mandato.

Finalmente, la jerarquía encomienda a los seglares algunos deberes que están muy estrechamente unidos con los ministerios de los pastores, como en la explicación de la doctrina cristiana, en ciertos actos litúrgicos, en la atención a las almas. En virtud de esta misión, los seglares, en cuanto al ejercicio de su misión, están plenamente sometidos a la dirección superior de la Iglesia.

En cuanto atañe a las obras e instituciones del orden temporal, el oficio de la jerarquía eclesiástica es enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en los asuntos temporales, puesto que ella tiene derecho, bien consideradas todas las cosas, y sirviéndose de la ayuda de los peritos, a discernir sobre la conformidad de tales obras e instituciones con los principios morales, y sobre cuanto se requiere para salvaguardar y promover los bienes del orden sobrenatural.

Ayuda que debe prestar el clero al apostolado seglar

25. Tengan presente los obispos, los párrocos y demás sacerdotes de uno y otro clero que la obligación de ejercer el apostolado es común a todos los fieles, sean clérigos o seglares, y que éstos tienen también su cometido en la edificación de la Iglesia[35]. Trabajen, pues, fraternalmente con los seglares en la Iglesia y por la Iglesia, y tengan atención especial sobre los seglares en sus obras apostólicas[36].

Elíjanse cuidadosamente sacerdotes idóneos y bien formados para ayudar a las formas especiales del apostolado de los seglares[37]. Los que se dedican a este ministerio, en virtud de la misión recibida de la jerarquía, la representan en su acción pastoral; fomenten las debidas relaciones de los seglares con la jerarquía adhiriéndose fielmente al espíritu y a la doctrina de la Iglesia; esfuércense en alimentar la vida espiritual y el sentido apostólico de las asociaciones católicas que se les han encomendado; asistan con su consejo prudentemente a la labor apostólica de los seglares, y estimulen sus empresas. En diálogo continuo con los seglares, averigüen cuidadosamente las formas más oportunas para hacer más fructífera la acción apostólica; promuevan el espíritu de unidad dentro de la asociación, y en las relaciones de ésta con las otras.

Por fin, los religiosos, hermanos o hermanas, aprecien las obras apostólicas de los seglars, entréguense gustosos a ayudarles en sus obras, según el espíritu y las normas de sus institutos[38]; procuren sostener, ayudar y completar los ministerios sacerdotales.

Ciertos medios que sirven para la mutua cooperación

26. En las diócesis, en cuanto sea posible, deben existir consejos que ayuden la obra apostólica de la Iglesia, ya en el campo de la evangelización y de la santificación, ya en el campo caritativo, social, etc., cooperando convenientemente los clérigos y los religiosos con los seglares. Estos consejos podrán servir para la mutua coordinación de las varias asociaciones y empresas seglares, salva la índole propia y la autonomía de cada una[39].

Estos consejos, si es posible, han de establecerse también en el ámbito parroquial o interparroquial, interdiocesano y en el orden nacional e internacional[40].

Establézcase además en la Santa Sede algún Secretariado especial para servicio e impulso del apostolado seglar, como centro que, con medios aptos, proporcione noticias de las varias empresas del apostolado de los seglares, procure las investigaciones sobre los problemas que hoy surgen en estos campos y ayude con sus consejos a la jerarquía y a los seglares en las obras apostólicas. En este Secretariado han de tomar parte también los diversos movimientos y empresas del apostolado seglar existentes en todo el mundo, cooperando también los clérigos y los religiosos con los seglares.

Cooperación con otros cristianos y con no cristianos

27. El común patrimonio evangélico y, en consecuencia, el común deber del testimonio cristiano recomiendan, y muchas veces exigen, la cooperación de los católicos con otros cristianos, que hay que realizar por individuos particulares y por comunidades de la Iglesia, ya en las acciones, ya en las asociaciones, en el campo nacional e internacional[41].

Los valores comunes exigen también no rara vez una cooperación semejante de los cristianos que persiguen fines apostólicos con quienes no llevan el nombre cristiano, pero reconocen estos valores.

Con esta cooperación dinámica y prudente[42], que es de gran importancia en las actividades temporales, los seglares rinden testimonio a Cristo, Salvador del mundo, y a la unidad de la familia humana.

 

CAPITULO VI
FORMACION PARA EL APOSTOLADO

Necesidad de la formación para el apostolado

28. El apostolado solamente puede conseguir su plena eficacia con una formación multiforme y completa. La exigen no sólo el continuo progreso espiritual y doctrinal del mismo seglar, sino también las varias circunstancias de cosas, de personas y de deberes a que tiene que acomodar su actividad. Esta formación para el apostolado debe de apoyarse en las bases que este Santo Concilio ha asentado y declarado en otros lugares[43]. Además de la formación común a todos los cristianos, no pocas formas del apostolado por la variedad de personas y de ambientes, requieren una formación específica y peculiar.

Principios de la formación de los seglares para el apostolado

29. Participando los seglares, a su modo, de la misión de la Iglesia, su formación apostólica recibe una característica especial por su misma índole secular y propia del laicado, y por el carácter espiritual de su vida.

La formación para el apostolado supone una cierta formación humana, íntegra, acomodada al ingenio y a las cualidades de cada uno. Porque el seglar, conociendo bien el mundo contemporáneo, debe ser un miembro acomodado a la sociedad de su tiempo y a la cultura de su condición.

Ante todo el seglar ha de aprender a cumplir la misión de Cristo y de la Iglesia, viviendo de la fe en el misterio divino de la creación y de la redención, movido por el Espíritu Santo que vivifica al pueblo de Dios, que impulsa a todos los hombres a amar a Dios Padre, al mundo y a los hombres por El. Esta formación debe considerarse como fundamento y condición de todo apostolado fructuoso.

Además de la formación espiritual se requiere una sólida instrucción doctrinal, incluso teológica, ético-social, filosófica, según la diversidad de edad, de condición y de ingenio. No se olvide tampoco la importancia de la cultura general, juntamente con la formación práctica y técnica.

Para cultivar las relaciones humanas es necesario que se acrecienten los valores verdaderamente humanos, sobre todo el arte de la convivencia fraterna, de la cooperación y del diálogo.

Pero ya que la formación para el apostolado no puede consistir en la mera instrucción teórica, aprendan poco a poco y con prudencia, desde el principio de su formación, a verlo, a juzgarlo y a hacerlo todo a la luz de la fe, a formarse y perfeccionarse a sí mismos por la acción con los otros y a entrar así en el servicio laborioso de la Iglesia[44]. Esta formación, que hay que ir completando constantemente, pide cada día un conocimiento más profundo y una acción más oportuna a causa de la madurez creciente de la persona humana y por la evolución de los problemas. En la satisfacción de todas las exigencias de la formación hay que tener siempre presente la unidad y la integridad de la persona humana, de forma que quede a salvo y se acreciente su armonía y su equilibrio.

De esta forma el seglar se inserta profunda y cuidadosamente en la realidad misma del orden temporal y recibe eficazmente su parte en el desempeño de sus asuntos, y al propio tiempo, como miembro vivo y testigo de la Iglesia, la hace presente y actuosa en el seno de las cosas temporales[45].

A quiénes pertenece formar a otros para el apostolado

30. La formación para el apostolado debe empezar desde la primera educación de los niños. Pero los adolescentes y los jóvenes han de iniciarse de una forma peculiar en el apostolado e imbuirse de este espíritu. Esta formación hay que ir completándola durante toda la vida, según lo exijan las nuevas empresas. Es claro, pues, que a quienes pertenece la educación cristiana están obligados también a dar la formación para el apostolado.

En la familia es obligación de los padres el disponer a sus hijos desde la niñez para el conocimiento del amor de Dios hacia todos los hombres, enseñarles gradualmente, sobre todo, con el ejemplo, la preocupación por las necesidades del prójimo, tanto de orden material como espiritual. Toda la familia y su vida común sea como una iniciación al apostolado.

Es necesario además educar a los niños para que, rebasando los límites de la familia, abran su alma a las comunidades tanto eclesiásticas como temporales. Sean recibidos en la comunidad local de la parroquia de suerte que adquieran en ella conciencia de que son miembros activos del pueblo de Dios. Los sacerdotes en la catequesis y en el ministerio de la palabra, en la dirección de las almas y en otros ministerios pastorales tengan presente la formación para el apostolado.

Es deber también de las escuelas, de los colegios y de otras instituciones dedicadas a la educación el fomentar en los niños los sentimientos católicos y la acción apostólica. Si falta esta formación porque los jóvenes no asisten a esas escuelas o por otra causa, razón de más para que la procuren los padres, los pastores de almas y las asociaciones apostólicas. Pero los maestros y educadores que por su vocación y oficio ejercen una forma extraordinaria del apostolado seglar han de estar formados en la doctrina necesaria y en la pedagogía para poder comunicar eficazmente esta educación.

Los equipos y asociaciones seglares, ya busquen el apostolado, ya otros fines sobrenaturales, deben fomentar cuidadosa y asiduamente, según su fin y carácter, la formación para el apostolado[46]. Ellas constituyen muchas veces el camino ordinario de la formación conveniente para el apostolado, puesto que en ellas se da una formación doctrinal espiritual y práctica. Sus miembros revisan, en pequeños equipos con los socios y amigos, los métodos y los frutos de su esfuerzo apostólico y examinan a la luz del Evangelio su método de vida diaria.

Esta formación hay que ordenarla de manera que se tenga en cuenta todo el apostolado seglar, que ha de desarrollarse no sólo dentro de los mismos grupos de las asociaciones, sino en todas las circunstancias y por toda la vida, sobre todo profesional y social. Más aún, cada uno debe prepararse diligentemente para el apostolado, obligación que es más urgente en la vida adulta, porque, avanzando la edad, el alma se abre mejor y cada uno puede descubrir con más exactitud los talentos con que Dios enriqueció su alma, y aplicar con más eficacia los carismas que el Espíritu Santo le dio para el bien de sus hermanos.

Adaptación de formación a las varias maneras de apostolado

31. Las diversas formas de apostolado requieren también una formación covneniente.

a) Con relación al apostolado de evangelizar y santificar a los hombres, los seglares han de formarse especialmente para entablar diálogo con los otros, creyentes a no creyentes, para manifestar directamente a todos el mensaje de Cristo[47]. Pero como en estos tiempos se difunde ampliamente y en todas partes el materialismo de toda especie, incluso entre los católicos, los seglares no sólo deben aprender con más cuidado la doctrina católica, sobre todo en aquellos puntos en que se la ataca, sino que han de dar testimonio de la vida evangélica contra cualquiera de las formas del materialismo.

b) En cuanto al establecimiento cristiano del orden temporal, instrúyanse los seglares sobre el verdadero sentido y valor de los bienes materiales, tanto en sí mismos como en cuanto se refiere a todos los fines de la persona humana; ejercítense en el uso conveniente de los bienes y en la organización de las instituciones, atendiendo siempre al bien común, según los principios de la doctrina moral y social de la Iglesia. Aprendan los seglares sobre todos los principios y conclusiones de la doctrina social, de forma que sean capaces de ayudar por su parte en el progreso de la doctrina y, sobre todo, de aplicarla rectamente en cada caso particular.

c) Puesto que las obras de caridad y de misericordia ofrecen un testimonio magnífico de vida cristiana, la formación apostólica debe conducir también a practicarlas, para que los fieles aprendan desde niños a compadecerse de los hermanos, y a ayudarlos generosamente cuando lo necesiten[48]. Las ayudas que hay que prestar

32. Los seglares que se entregan al apostolado tienen muchos medios, tales como sesiones, congresos, reuniones, ejercicios espirituales, asambleas numerosas, conferencias, libros, comentarios para lograr un conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura y de la doctrina católica, para nutrir su vida espiritual, y para conocer las condiciones del mundo y encontrar y cultivar medios convenientes[49].

Estos medios de formación tienen ya el carácter de las diversas formas de apostolado en los ambientes en que se desarrolla.

Con este fin se han erigido también centros e institutos superiores que han dado ya frutos excelentes.

El Sagrado Concilio se congratula de estas empresas florecientes en algunas partes y desea que se promuevan donde sean necesarias.

Establézcanse, además, centros de documentación y de estudios, no sólo teológicos, sino también antropológicos, psicológicos, sociológicos y metodológicos para fomentar más y mejor las facultades del ingenio de los seglares, hombres y mujeres, jóvenes y adultos para todos los campos del apostolado.

Exhortación

33. Por consiguiente, el Sagrado Concilio ruega encarecidamente en el Señor a todos los seglares que respondan con gozo, con generosidad y corazón dispuesto a la voz de Cristo. Sientan los más jóvenes que esta llamada se hace de una manera especial a ellos, recíbanla, pues, con entusiasmo y magnanimidad. Pues el mismo Señor invita de nuevo a todos los seglares por medio de este Santo Concilio a que se le unan cada vez más estrechamente, y, sintiendo sus cosas como propias (cf. Fil., 2, 5), se asocien a su misión salvadora. De nuevo los envía a toda ciudad y lugar a donde El ha de ir (cf. Lc., 10, 1), para que con las diversas formas y modos del único apostolado de la Iglesia, ellos se le ofrezcan como cooperadores aptos siempre para las nuevas necesidades de los tiempos, abundando siempre en la obra de Dios, teniendo presente que su trabajo no es vano delante del Señor (cf. 1 Cor., 15, 58).

Todas y cada una de las cosas establecidas en este Decreto fueron del agrado de los Padres. Y Nos, con la potestad Apostólica conferida por Cristo, juntamente con los Venerables Padres, en el Espíritu Santo, las aprobamos, decretamos y establecemos y mandamos que, decretadas sinodalmente, sean promulgadas para gloria de Dios.

Roma, en San Pedro, día 18 de noviembre de 1965. Yo PABLO, Obispo de la Iglesia Católica (Siguen las firmas de los Padres)


25 Cf. Pío XII, Alloc. ad I Conventum ex omnibus Gentibus Laicorum Apostolatu provehendo, del 15 de octubre de 1951: AAS 43 (1951) 788.

26 Pío XII, ibíd., pp. 787-788.

27 Pío XII, Encícl. Le pelerinage a Lourdes, del 2 de julio de 1957: AAS 49 (1957) 615.

28 Pío XII, Alloc. ad Consilium Foederationis Internationalis virorum catholicorum, del 8 de diciembre de 1956: AAS 49 (1957) 26-27.

29 Cf. Infra, cap. V, n. 22.

30 Cf. Decreto de la S. Congr. del Concilio Corrienten., del 13 de noviembre de 1920: AAS 13 (1921) 139.

31 Cf. Juan XXIII, Encícl. Princeps Pastorum, del 10 de diciembre de 1959: AAS 51 (1959) 856.

32 Cf. Pío XI, Carta Quae nobis, al card. Bertram, del 13 de noviembre de 1928: AAS 20 (1928) 385; cf. también Pío XII Alloc. ad A.C. Italicam, del 4 de setiembre de 1940: AAS 32 (1940) 362.

33 Cf. Pío XI. Encícl. Quamvis nostra, del 30 de abril de 1936: AAS 28 (1936) 160-161.

34 Cf. Congreg. del Concilio, Rescripto sobre Societatem S. Vincentii a Paulo, del 13 de noviembre de 1920: AAS 12 (1921) 137-140.

35 Cf. Pío XII, Ad II Conventum ex omnibus Gentibus Laicorum Apostolatui provehendo, del 5 de octubre de 1957: AAS 49 (1957) 927.

36 Cf. Const. dogm. De Ecclesia, cap. IV, n. 37: AAS (1965) 42-43.

37 Cf. Pío XII, Exhort. Apost. Menti Nostrae, del 25 de setiembre de 1950: AAS (1950) 660.

38 Cf. Decreto De accommodata renovatione status religiosorum.

39 Cf. Benedicto XIV, De Synodo Dioecesana III, c. IX, n. VII.

40 Cf. Pío XI, Encícl. Quamvis nostra, del 30 de abril de 1936: AAS 28 (1936) 160-161.

41 Cf. Juan XXIII, Encícl. Mater et Magistra, del 15 de mayo de 1961: AAS 53 (1961) 456-457. Cf. Decreto De Oecumenismo "Unitatis redintegratio", cap. II, n. 12: AAS 57 (1965) 99-100.

42 Cf. Decreto Unitatis redintegratio, cap. II, n. 12: AAS 57 (1965) 100; Const. dogm. Lumen gentium, cap. II, n. 15: AAS 57 (1965) 19-20.

43 Cf. Const. dogm. Lumen Gentium, cap. II, IV, V: AAS 57 (1965), 12-21, 37-49; cf. también el Decreto De Oecumenismo, Unitatis redintegratio, nn. 4, 6, 7, 12: AAS 57 (1965); También Decreto De Apostolatu laicorum, cap. I, n. 4.

44 Cf. Pío XII, Ad I Conferentiam internationalem "boy-scouts", del 6 de junio de 1952: AAS 44 (1952) 579-580; Juan XXIII, Encíclica Mater et Magistra, del 15 de junio de 1961: AAS 53 (1961) 456.

45 Cf. Const. dogm. Lumen Gentium, cap. IV, n. 33: AAS 57 (1965) 39.

46 Cf. Juan XXIII, Encícl. Mater et Magistra: AAS 53 (1961) 455.

47 Cf. Pío XII, Encícl. Sertum laetitiae, del 1 de noviembre de 1939: AAS 31 (1939) 653-644; cf. ídem, Ad "laureati" Act. Catho. Ital., del 24 de mayo de 1953.

48 Cf. Pío XII, Ad Delegatos Conventus Sodalitatum Caritatis, del 27 de abril de 1952: AAS 44 (1952) 470-471.

49 Cf. Juan XXIII, Encícl. Mater et Magistra, del 15 de mayo de 1961: AAS 53 (1961) 454.