30 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO - CICLO A

(16-26)

16.

Frase evangélica: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos»

Tema de predicación: LA CONVERSIÓN AL REINO

1. Estamos en Adviento, tiempo de esperanza, de presencia y de conversión. Juan Bautista (hijo de un mudo y de una estéril) es la «voz» radical de Dios (bajo la imagen del hacha, la raíz, el fuego) que pretende «preparar» el reino y «enderezar» la sociedad injusta. Exige enmienda de vida y confesión de fe. Es profeta que clama en el desierto (donde sólo hay palabra), que se dirige a los instalados (en el sistema corrompido), con escaso bagaje de cosas (sin consumo) y con movilidad de pies (es evangelizador en la vida). Juan Bautista exige que, con el signo del bautismo, todo renacido del agua se vuelva hacia el reino inminente de Dios.

2. La afluencia masiva del pueblo hacia la voz del profeta, al margen de las instituciones, muestra la seducción de la palabra de Dios cuando se proclama al desnudo y en directo. El evangelio se niega a ser domesticado o manipulado por «fariseos» (cumplidores rituales de tradiciones) o «saduceos» (clase dominante por el dinero y el poder). Todos tenemos una buena parte de fariseos y saduceos: pertenecemos, unos más y otros menos, a la «raza de víboras». La salvación de Dios no está en el linaje ni el mero rito, sino en el modo de obrar, en «los frutos de una sincera conversión».

3. Convertirse -nos dice la primera lectura de Isaías- equivale a practicar la justicia (defensa del pobre y del marginado) y a promover la paz (con Dios, con los otros y con la naturaleza). Es al mismo tiempo -nos recuerda Pablo en la segunda lectura- acuerdo mutuo y cercanía de Dios, acogida de necesitados y servicio al Señor. La conversión, según el evangelio de hoy, es cambio, giro o viraje desde el reino; y se mide por sus frutos. Por estas razones es preferible utilizar el término «conversión» mejor que el de «penitencia», porque aquél evoca con más precisión la transformación de la persona y la consecuencia de los frutos.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué motivos nos convertimos?

¿Produce frutos nuestra conversión?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 94 s.


17.

En aquel día.

El adviento es tiempo de esperanza. El fin del mundo, que se anunciaba en los últimos domingos, no es más que el principio de un nuevo mundo, que tenemos que construir cada día. Y hay que empezar hoy, porque hoy es el día. Es el día, que anuncia el profeta Isaías, el día en que brotará un tallo de la raíz de Jesé. El día de Navidad, a la que nos vamos acercando en el recuerdo y en la celebración. Pero es también el día de la responsabilidad, pues se acerca el Reinado de Dios. Isaías hace una descripción alegórica, presentándolo como un día de reconciliación de los hombres con Dios, con sus semejantes y con la naturaleza. ¿No es esto ya una aspiración cada vez más universalmente compartida? Pablo, por su parte, explica detalladamente esta reconciliación humana, llamándonos a la unanimidad, al menos a los cristianos, pues que tenemos una misma esperanza y debemos proceder con paciencia.

No os hagáis ilusiones.

Pero una cosa es el Reinado de Dios, la gran utopía de la humanidad, y otra cosa es lo que vemos y padecemos. Porque una cosa es tener esperanza, y otra hacerse ilusiones. El Reino de Dios consiste en hacer su voluntad, en que sea lo que Dios quiere, mientras que las ilusiones las fabulamos para hacer nuestra santa voluntad. La utopía del Reino de Dios concierne por igual a todos los hombres, tiene en cuenta a todos y cuenta con todos sin excepción. En cambio, nos hacemos ilusiones sin contar con los demás, prescindiendo de todos. De ahí que mientras el Reino de Dios aparece como una meta cada vez más implícita en algunas utopías políticas, como es la conciencia creciente de la interdependencia de todos los pueblos, las ilusiones se van esfumando o se imponen sacrificando a los demás y reprimiendo la esperanza.

Convertíos.

La consigna del evangelio en este domingo es la conversión. Conversión predica Juan el Bautista en el desierto. Conversión reclama Jesús al iniciar su predicación. Conversión es hoy la consigna de la Iglesia a todos los creyentes. La conversión supone una motivación, una gran esperanza, la cercanía del Reino de Dios. Y requiere un cambio radical en actitudes y comportamientos. No podemos vivir de ilusiones. Y no podemos seguir haciéndonos ilusiones ante la perspectiva del Reino de Dios. Esta conversión, que se nos pide y necesitamos, tiene como tres dimensiones: conversión a Dios, conversión a los hermanos, conversión a la naturaleza.

Dad el fruto que pide la conversión.

Pero una conversión sólo es auténtica cuando se acredita en las obras. El Bautista se enfrenta a la gente de bien de su tiempo, exigiéndoles frutos de conversión. Todos debemos cambiar. Nadie puede hacerse ilusiones, creyéndose perfecto, o alegando privilegios o influencias. De nada sirve ser hijo de Abraham, si no se es y se vive como tal. De nada sirve ser cristiano, si no se vive cristianamente. No valen los títulos, cuentan las obras, la vida. Y todos tenemos mucho que enmendar en nuestras relaciones con Dios, con los semejantes, con la naturaleza. La religión no puede ser un pretexto para pasar de los problemas del mundo, ni podemos tentar a Dios para mermar nuestra responsabilidad. Tampoco podemos reducir nuestras relaciones con el prójimo a relaciones mercantiles, de explotación, de manipulación. Y no podemos seguir explotando la tierra como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Hay que cambiar.

Preparad el camino del Señor.

Y este cambio exige tomar las medidas pertinentes para hacerlo efectivo y eficaz. La Iglesia nos da la pista en este tiempo de adviento. Nos invita a la oración, para sostener nuestra fe y levantarnos el ánimo y la esperanza. Nos exhorta a la caridad, para reforzar los lazos de solidaridad y fraternidad entre los hermanos. Nos recomienda austeridad -ayuno y abstinencia- para no abusar ni extinguir los recursos de la tierra. Pero está claro que cada uno debemos confeccionar nuestro propio paquete de medidas para acomodarlas a nuestra situación y a nuestras necesidades. Bien entendido que la fe en el Reino de Dios se acredita en los esfuerzos por construir un mundo más justo y en paz; que nuestra esperanza toma cuerpo también en las legítimas aspiraciones de los seres humanos, con tal que se evite la ambición o la exclusión de los otros; y que se prepara el camino hacia el Reino de Dios cuando se trabaja y se vive en servicio y solidaridad con los hermanos.

¿Estamos ya de vuelta de todo? ¿A qué se debe el escepticismo o desánimo? ¿Tenemos esperanza? ¿Estamos conformes con las cosas como están? ¿Somos conformistas?

¿Hemos perdido el sentido de la utopía?

La conversión se acredita en obras: ¿Qué medidas vamos a tomar? ¿En qué frentes pensamos actuar? ¿Con qué medios?

La Iglesia nos recomienda oración: ¿Oramos? ¿Nos hemos cansado de la oración? ¿Por qué no intentarlo otra vez?

La austeridad es una exigencia de nuestro tiempo: ¿Derrochamos en consumo? ¿Somos consumistas o consumidores? ¿Qué esperamos alcanzar comprando, cambiando, renovando...? ¿Podemos usar mejor el dinero?

EUCARISTÍA 1992/55


18.

LA HUMANIZACIÓN ES CAMINO DE DIVINIDAD

Por aquel tiempo, Juan el Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios.

Juan predica la conversión de los pecados. Etimológicamente, la palabra conversión significa lo contrario de diversión; significa «unificación», mientras que diversión es «división». Se trata de vivir, pensar y actuar unificado, cohesionado con uno mismo, sin fisuras o división alguna. Esto es lo que predica Juan, dice: sea usted auténtico, consecuente consigo mismo, no viva en contradicción sistemática que eso es vivir en paradoja. Conviértase de sus contradicciones, de sus pecados. Busque la autenticidad y procúrela con todas sus fuerzas.

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto; preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».

La conversión de los pecados es previa a la conversión en el Espíritu, al encuentro con Dios. El hombre para divinizarse tiene, previamente, que humanizarse.

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Se nos describe la vida de Juan en el desierto: austeridad, pobreza, disciplina. Es el hombre bisagra entre el Antiguo y Nuevo Testamento. De él sacamos una gran lección: quien anuncia el sacrificio tiene que ser sacrificado, quien quiera hablar a las conciencias tendrá que ser fiel a su propia conciencia.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha ensenado a escapar de la ira inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: "Abraham es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras».

Hay gente que conoce la ley no para cumplirla, sino para podérsela saltar por algún resquicio. (Saben la ley y guardar la ropa). La ley no hace buenos, sólo justos. Siempre es más fácil y cómoda la ley: darle a cada uno lo que le es propio, que vivir la misericordia, vivir corazón a corazón. La ley es más fácil pero es insuficiente. Conocerla, la conocen pero no la cumplen en su espíritu. Son conscientes que en la cárcel o el descrédito nunca dormirán, pero en paz con sus conciencias tampoco.

Estos hombres al conocer la ley suelen reivindicar bien sus derechos. Y en el caso de los saduceos y fariseos Juan les recuerda que Dios, como el amor, no se puede reivindicar como un derecho y menos como un derecho de clase, de casta. Dios no es patrimonio familiar de nadie. Es padre, no un caudal hereditario.

«Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego».

Estoy convencido que al final uno recoge lo que ha sembrado. Lo que le ocurrirá será conclusión lógica de su vida. Quien siembra vientos, recoge tempestades.

«Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su grano en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Juan anuncia la conversión que traerá Jesús, la conversión en el Espíritu. Conversión que exige además de vivir unificado, cohesionado y sin fisura alguna contigo mismo que vivas fundido, fusionado con la voluntad de Dios.

La conversión en el Espíritu nos lleva a ser hombres auténticos a imagen y semejanza de Dios. Nos lleva a vivir como Cristo vivió: cumpliendo la voluntad del Padre, haciendo nuestra su voluntad.

La vida cristiana comienza cuando con toda sinceridad, aunque nos duela, preferimos cumplir la voluntad de Dios antes que la nuestra. Y no por un ejercicio de ascesis, sino porque nos fiamos más de la voluntad de Dios que de la nuestra. Uno es cristiano cuando en la búsqueda de la felicidad al optar y decidir lo hace desde la óptica de la voluntad de Dios porque sabe que es más ventajoso. Uno es cristiano cuando encuentra la felicidad en la realización del plan de Dios, cuando asumimos nuestro destino de ser imagen y semejanza de Dios y en ello ciframos nuestra plenitud, felicidad y santidad como personas. Cuando al cumplir su voluntad experimentamos la paz mental y la serenidad de ánimo.

Esta conversión no es fácil, requiere oración remota, disciplina y ascesis porque somos capaces de contradicción y de ponernos a nosotros mismos barreras, obstáculos y dificultades en nuestra realización. San Pablo llegó a decir que sabiendo lo que nos conviene no lo realizamos. Podemos llegar a utilizarnos, manipularnos, incluso vendernos a nosotros mismos; no digamos a los demás.

Pan vivir convertidos, unificados, cohesionados y fundidos con la voluntad de Dios necesitamos rezar insistentemente el: «Hágase tu voluntad».

La oración, el encuentro con uno mismo y con Dios, es un arte que se aprende con la práctica y que transforma la voluntad del hombre y la hace coincidir con la de Dios. La Iglesia, madre y maestra, madre partera de nuevos hombres, comadrona de futuro y maestra que enseña con dos mil años de experiencia apostólica, dice en su Misal:

«Para que nos concedas lo que deseamos,
haz que supliquemos lo que te agrada» y

«Haz, Señor, que amemos cuanto mandas
y deseemos lo que prometes».

Quien consigue esto alcanza la paz mental y la serenidad de ánimo. Esto es el arte de vivir a Dios y como Dios manda, vivir lo que Él quiere, ser imagen y semejanza suya. Ésta es la clave de la felicidad para el cristiano: Saber hacer su voluntad, lo que le agrada y promete. La llave de la felicidad está en la forma de pensar, la de la paz en la de actuar. Configurar tu forma de pensar y actuar a la de Dios es la conversión que nos trae Jesús. Es nacer de nuevo del agua y del Espíritu, es permitir que nazca en nosotros ese hombre nuevo del Evangelio. Porque nadie nace con la vida hecha y resuelta, nadie nace cristiano, ni imagen histórica de Dios.

Nada de esto se nos da por nacimiento o naturaleza. La vida es don y tarea, en ella todo es elección. Saber elegir y acertar es lo que interesa, porque al final, somos lo que elegimos ser. Somos la elección de un modo de pensar y de actuar.

Se nos recomienda la penitencia, la austeridad, la disciplina para elegir lo que nos conviene y no lo que nos viene en gana; para saber «Hacer su voluntad y no la nuestra». Orar el «Hágase tu voluntad» y «Bautizarse en el Espíritu» es dejarse habitar por Dios, prendar por Dios, es dejar que Dios nos haga nacer de nuevo. Ese segundo nacimiento es fruto de la conversión en el Espíritu.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 21-24


19.

Is 11, 1-10: Este fragmento configura uno de los más grandes y bellos poemas mesiánicos del Antiguo Testamento. Canta una paz definitiva y un nuevo paraíso. Tiene dos partes bien distinguibles: los versos 1-5 y 6-9. La primera parte alude al mesías con un símbolo vegetal: el vástago o retoño que brotará de la raíz de Jesé, padre de David. Sobre este pimpollo se posarán los cuatro vientos (espíritus) del Señor para que pueda juzgar y gobernar con plena justicia. La segunda parte nos habla de una reconciliación universal que incluye a los seres humanos y a los animales. El autor va tomando binas de un animal doméstico y otro salvaje. Cada tres binas coloca al ser humano como un niño, que es de por sí inofensivo. Con el nacimiento del Mesías irrumpe el Reino de Dios en el mundo y en la historia humana.

Rm 15, 4-9: Pablo pide para los cristianos de Roma el consuelo que dan las Sagradas Escrituras y la constancia de ánimo para vivir en paz unos con otros. Los exhorta a esa paz: "sean atentos unos con otros", y les recuerda la razón para vivir en armonía: la fidelidad y la misericordia de Dios. Fidelidad "hesed" y misericordia "emet" forman la bina clásica hebrea que define a Dios: Ex 34, 6 en su autopresentación en el Sinaí. En el caso de la comunidad romana, Dios es fiel para los judíos y misericordioso para con los romanos.

Mateo 3, 1-12: Una voz que clama en la aridez del conformismo Estos dos domingos de adviento, el 2º y el próximo, el 3º, nos traen la figura de Juan el Bautista que anuncia al Salvador. Juan Bautista es el puente que une Antiguo y Nuevo Testamento. Lo que los profetas entendieron como futuro Juan lo muestra ya presente. Juan se manifiesta como un asceta un poco rústico: vive en el desierto, cubre su desnudez con una piel de camello y come insectos y miel silvestre.

Esta "voz en el desierto" invita al pueblo a una conversión, a un cambio que comporta arrepentimiento: "cambien de vida porque el Reino de Dios se ha acercado". Comporta la confesión pública de los pecados propios: "confesaban sus pecados" y, finalmente, exige los frutos de las buenas obras como prueba de enmienda: "muestren los frutos de una sincera conversión".

Esta conversión es necesaria para poder recibir y aceptar la novedad, el cambio radical que entraña la persona de Jesucristo y su mensaje. Esta conversión es la preparación para un nuevo nacimiento de la persona: "en verdad te digo: nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo" (Jn 3, 3).

Dos imágenes sobre el símbolo del camino corroboran esta exhortación: "Preparar el camino, enderezar el sendero para el Señor".

Así la liturgia de adviento nos invita a un tiempo de penitencia: revisión de vida y propósito de cambio, para volver a vivir con sincero corazón el acontecimiento central de la Navidad del Señor.

Para la conversión personal

-Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos...¿qué caminos torcidos hay en mi vida? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en mi vida personal?

-¿Qué caminos torcidos hay en la sociedad? ¿Cómo enderezar caminos para que llegue más expedito el Reinado de Dios?

Para la reunión de comunidad o grupo bíblico:

-¿Qué ideas u opiniones tenemos acerca de la conversión?

-¿Cómo vive el tiempo de Navidad el común del pueblo?

-¿Qué implicaciones tiene para la comunidad el compromiso cristiano por la paz?

Para la oración de los fieles

-Para que en este tiempo de Adviento, alimentemos nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede cambiar, roguemos al Señor.

-Para que no nos falten profetas en este desierto en el que se dice que ya pasó la hora del profetismo y sólo es hora de "sabiduría silenciosa"...

-Por todos los que tienen vocación de profecía, para que la secunden y no nos priven de ese don de Dios que a todos nos pertenece...

-Por todos los que gritan y claman proféticamente: para que no se cansen aunque se sientan "voz que clama en el desierto"...

-Por la sociedad civil, para que el cincuentenario de los Derechos Humanos provoque una mayor adhesión efectiva a su Declaración...

-Por el mundo entero, para que demos pasos hacia un mundo donde sean efectivos todos los derechos humanos...

Oración comunitaria

Oh Dios Padre y Madre, que hiciste a Juan Bautista preceder a tu hijo Jesús, anunciándolo y exigiendo la conversión; haz que también a nosotros seamos siempre "precursores" de tu hijo, enderezadores de los caminos por los que viene cada día a nosotros tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


20

-El bautismo con Espiritu Santo

Hay en el libro de los Hechos de los Apóstoles -el que nos habla de los inicios de la Iglesia de Jesús- una narración curiosa. Dice que san Pablo halló en la ciudad de Éfeso (en la actual Turquía) un pequeño grupo, de unos doce hombres, que se decían discípulos de la nueva fe pero que cuando el apóstol les pregunta "¿Recibisteis el Espiritu Santo cuando creísteis?", ellos responden "Ni siquiera hemos oído hablar que haya un Espiritu Santo". Dicen luego que sólo han recibido el bautismo de Juan, y Pablo les explica que éste era "un signo de arrepentimiento, de conversión" pero en espera y camino hacia Jesús. Y entonces aquellos doce hombres recibieron el bautismo en el nombre de Jesús y -dice el libro de los Hechos- "al imponerles Pablo las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo".

Es un hecho antiguo, casi anecdótico. Pero ya que en el evangelio que hemos leído hoy se nos hablaba también de esta diferencia entre el bautismo de conversión de Juan y el bautismo con Espiritu Santo de Jesús, quizá podríamos plantearnos las siguientes preguntas: ¿no es verdad que a veces también nosotros identificamos nuestro camino religioso, más con una conversión moral y un arrepentimiento que no con un haber recibido el Espiritu Santo? Incluso, no sé si exagerando un poco, es posible que en ocasiones nuestro modo de entender la religión cristiana como algo muy centrado en leyes, obras y prácticas, dé la impresión de que nos parecemos bastante a aquellos supuestos discípulos que exclamaban: "Ni siquiera hemos oído hablar que haya un Espiritu Santo".

-La constante venida de Dios

Estas semanas de Adviento son para todos nosotros una llamada a abrirnos a la constante venida de Dios a nuestra vida. Por eso, cada año, en este segundo domingo de Adviento, rememoramos como dichas ahora a nosotros las palabras del profeta Juan el Bautista: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos". Es, por tanto, una invitación personal a la conversión.

Pero no hemos de entender esta llamada como si fuéramos discípulos de Juan sino como creyentes en Jesucristo. Se nos invita, ciertamente, a un esfuerzo de conversión, de renovación, de mejora personal y comunitaria, pero lo más importante no es este pequeño o gran esfuerzo nuestro por cambiar tal o cual cosa de nuestra vida. Sino el abrirnos más de verdad, más radical y confiadamente, a la presencia y a la acción de Dios en nosotros. Hemos sido bautizados -es decir, sumergidos- en el fuego del Espíritu Santo. Y es esta fe y es esta esperanza la única capaz de dar fuerza y consistencia a nuestro esfuerzo cotidiano de fidelidad al camino que nos enseñó Jesús, de progresar amorosamente en el cumplimiento de la voluntad de nuestro Padre del cielo y de la tierra.

-Progresar en más justicia y paz

Creemos que Dios está en nosotros y por eso le pedimos que venga más a nosotros (que seamos más conscientes de ello, que confiemos más, que seamos más consecuentes). Y de esta fe y de esta plegaria, surge el esfuerzo de mejora personal y comunitaria. Por ejemplo, en esos dos aspectos con que las primeras lecturas de Isaías, de estos domingos de Adviento, caracterizan la venida y la persona del Mesías: la justicia y la paz. La paz que es fruto de la justicia y cuyo motor es el amor.

Quizá hoy, cada uno de nosotros, podría buscar en su vida una circunstancia concreta en donde crecer como discípulos del Mesías Jesús en mayor justicia y más paz. Propongo dos posibilidades, dos ejemplos, pero cada uno sabrá mejor si le sirven o prefiere escoger otros.

Respecto a la justicia: se trataría de examinar si hay en nuestro entorno -familia, trabajo, etc.- alguna persona a quien con frecuencia tratemos injustamente. Es muy posible que así sea. Enmendar esta injusticia será abrirnos a la venida de Dios. Y respecto a la paz: "Acogeos mutuamente como Cristo os acogió", nos decía hoy san Pablo. Se trataría de mejorar en nuestro acogimiento sensible, sencillo, amable, profundo de los demás, sin excepciones, y especialmente de aquellos que están a dos peldaños por debajo de nosotros. Será abrirse a la venida de Dios que en todos ellos está presente.

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1998/15 39-40


21.

Avanzamos en el camino del Adviento; el segundo cirio de la corona es signo de ello. En el evangelio aparece Juan Bautista, y el próximo domingo se repetirá; hoy, con un resumen de su mensaje, y el próximo domingo con una alabanza de su figura en boca del mismo Jesús. El clima social ya está muy marcado por la próxima Navidad, según la manera espectacular y ambigua de nuestra sociedad. Debemos ayudar a recuperar el sentido del Adviento, como celebración de la esperanza cristiana, a la vez gozosa y exigente.

PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS (ev.). El centro del mensaje evangélico es que Dios viene para dar vida a nuestra humanidad. Ante esta buena nueva, el domingo 1° ponía diferentes acentos: el deseo de la salvación, su acogida, la vigilancia. Hoy oímos otro acento: preparadle el camino, resumen del mensaje de Juan Bautista. La expresión es de Isaías (40,3), y se refería a la llegada solemne del rey salvador. Aquí, el rey es Jesús y su llegada tuvo otro sentido. En el fondo, "preparadle el camino" quiere decir: abridle el corazón; significa tener un corazón puro, una actitud abierta, dispuesto a acoger y a aceptar el mensaje de Dios, sea cual sea, un corazón sencillo, "convertido" a él, a su palabra, a su Espíritu.

Esta actitud era necesaria ante la sorpresa que significó Jesús, y también ahora, a nosotros y a todos. El Señor viene a nuestra realidad para darnos la vida verdadera. Debemos abrir el corazón a la verdad y a la luz, para entender el bien a que él nos llama. Esto resuena en nuestras decisiones personales, en los conflictos familiares, en el trato con la gente, en el momento de decidir sobre el dinero o el estilo de vida. Resuena también en la relación entre grupos humanos, en las relaciones internacionales, ante los conflictos o el dolor del Tercer Mundo. ¡Cuántas guerras hubiéramos evitado si hubiésemos abierto nuestro corazón al verdadero bien! Y resuena también en la actitud de la Iglesia y de las comunidades cristianas. Nosotros corremos un peligro añadido, creer que nuestras posiciones son por principio las buenas. ¡Cuántas condenas y cuántos sufrimientos hubiéramos ahorrado si hubiésemos dudado de nuestras seguridades con un corazón abierto a la Palabra y al Espíritu de Jesús en los conflictos eclesiales!

SOBRE ÉL SE POSARÁ EL ESPÍRITU DEL SEÑOR, ESPÍRITU DE PRUDENCIA Y SABIDURÍA,... (Isaías, 1. lectura).

Las palabras de Isaías son una maravilla de gran altura mística y de expresión poética, fruto de la experiencia profunda de Dios vivo. Pues bien, se realizaron en Jesucristo, de forma sorprendente, plena, entrañablemente humana. La plenitud del Espíritu apareció en las palabras de Jesús, en su muerte y su resurrección. Es el Espíritu de sencillez, de perdón, justicia, paz, amor.

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Ev.). La obra de Dios no termina en su Hijo. Lo ha saciado de su Don para hacerlo Primogénito de todo. El don de Dios tiene perspectiva humana, universal. Él "bautiza en el fuego del Espíritu"; esto significa dos acentos a la vez. Por un lado, él empieza el mundo nuevo y quiere bautizar a todos los hombres para hacerlos hijos como lo es él. Y al mismo tiempo significa que ya ahora bautiza con el fuego del Espíritu a todos los hombres; allí donde vivan la sabiduría del amor, del perdón, de la pobreza, de la paz, allí donde esté el Espíritu de Dios que lleva a los hombres hacia la participación del Hijo. Su comunidad, la iglesia, está llamada a ser su signo, sacramento y camino.

JUZGARÁ A LOS POBRES CON JUSTICIA, CON RECTITUD A LOS DESAMPARADOS (Is. 1. lectura).

Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva (Juan Bautista, Ev.). Las palabras de juicio y de condena son incómodas. Incluso a veces se pone la diferencia entre Juan Bautista y Jesús en la distancia que hay entre la condena dura de Juan y la actitud de perdón y de salvación de Jesús. Pero después aparecen expresiones durísimas de Jesús contra los que le rechazan "porque aquí hay algo más que Jonás y algo más que Salomón" (Mt 12, 38-42). Si alguien entiende a Jesús de forma demasiado blanda es que aún no lo ha acabado de entender. Él anuncia el único camino de la vida: el del amor, la paz, el perdón, la pobreza, el reconocimiento del propio pecado. Quien le rechaza se pierde definitivamente. Él es "juez de vivos y muertos". Ante el gran reto de lo que es humano, de la manera de resolver los conflictos, de afrontar cuestiones tan graves como las del Tercer Mundo o la corrupción, Dios ha mostrado en Jesucristo el camino de la única vida. Cerrar el corazón y optar por el egoísmo, el orgullo, la venganza o la riqueza es caer de bruces en la perdición. En el fondo, las palabras de salvación y las de condena son dos acentos de un único mensaje. Jesús en la cruz es salvador y juez al mismo tiempo.

HABITARÁ EL LOBO CON EL CORDERO, LA PANTERA SE TUMBARÁ CON EL CABRITO... (Is. 1. lectura).

Estas palabras no son pura utopía poética. La comunión entre enemigos ha sido realidad plena en Jesús, y también verdad en tantos y tantos participantes de su Espíritu; y deben tener realización definitiva en su retorno glorioso. 'El Señor viene". La esperanza es conversión del corazón, fidelidad seria, confianza segura.

GASOAR MORA
MISA DOMINICAL 1998/15 35-36


22.

1.

Isaías 11,1-10 : "Brotará un renuevo del tronco de Jesé (el Mesías) ... y sobre él se posará el espíritu del Señor".

San Pablo. Romanos 15, 4-9: "Con paciencia y con el consuelo que dan las Escrituras, man- tengamos la esperanza".

Evangelio. Mateo 3, 1-12: "Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando : convertíos, está cerca el reino de los cielos".

2. Tiempo de dar y de recibir esperanza

Las lecturas de la primera semana litúrgica de Adviento nos han invitado -de forma casi teatral o escénica- a hacer una peregrinación espiritual, por caminos de esperanza.

Un día escuchábamos a Isaías su Palabra profética, que hablaba del Mesías prometido en el grandioso poema del Emmanuel, Dios con nosotros ...

Otro día fue el propio Jesús de Nazaret, la Palabra hecha carne, quien subió al estrado y nos hizo un discurso primoroso en el que nos transmitió la intimidad del Corazón-Amor de Dios y su predilección por los humildes, cuando dijo: ¡gracias te doy, Padre, por haber escondido los grandes misterios "a los sabios y entendidos" y haberlos revelado "a la gente sencilla"! ... Y en otra hora de ternura nos transmitió la emoción que sentía al orar al Padre y comunicarle cómo vivía y actuaba en el mundo con "entrañas de misericordia", "derramando misericordia" hacia los pecadores cada mañana y cada tarde ...

Hoy, en la fiesta dominical, el teatro litúrgico sigue abierto, esperando la llegada de muchas gentes de buena voluntad, hambrientas de la Palabra de verdad, de conversión, de fraternidad. Y a todos invita a que escuchen la poderosa voz de dos soberbios actores, Isaías y Juan Bautista, que siempre nos hablan del amor redentor. Y si alguna vez nos fustigan por los pecados, lo hacen con látigo de caridad, llamando a conversión ... Ambos vienen del desierto.

3. Pecado y gracia. Una página del día.

Al redactar estas sugerencias para una posible homilía dominical, se percibe todavía el espantoso ruido del huracán "Mitch" y se contempla con horror en las pantallas la desolación que sembró por el Caribe y Centro América.... ¡Qué horror..! ¿A qué podríamos comparar ese tremendo desastre del "Mitch"? , se pregunta el predicador. ¿Se podría, acaso, comparar "metafóricamente" con otro viejo huracán, el del pecado, que desquició para siempre el corazón de los hombres y quebró la armonía y paz del mundo sembrando la tierra de odios, guerras, concupiscencias, egoísmos, opresiones ....? No esta mal la imagen...

Menos mal, proseguiría el mismo orador sagrado, que en las mismas pantallas de televisión, al grito de ¡ayuda! y ¡salvación!, otro huracán muy fuerte, éste de solidaridad, ha hecho acto de presencia y ha removido muchos corazones, sobre todo entre los hispanos. De sus entrañas van fluyendo oleadas de amor y donatividad para el Caribe y Centro América con intención de reparar con el bálsamo de la caridad algunos efectos dañinos de la violentísima destrucción....

Y este viento fuerte de solidaridad y amor fraterno ¿a qué lo compararíamos... ? Comparémoslo al torrente de misericordia entrañable por el que Dios Padre, al ver la desolación generada en el mundo por el pecado, derramó su amor y gracia sobre nosotros.... Nos amó, nos perdonó, nos buscó..., y fue tánta su generosidad que no se contentó con menos que con enviar a su propio Hijo, el Verbo, el Mesias, el Salvador, para que recreara un MUNDO NUEVO en amistad con el Padre .... Así donde abundó el pecado sobreabundó la gracia por Cristo ....

Esa realidad maravillosa del pecado vencido por la gracia es la que en la liturgia de hoy se nos hace presente. Por un lado, Juan Bautista fustiga los destrozos del huracán del pecado, y, por otro, en Isaías, la infinita misericordia del Señor nos invita a la conversión y amistad para incorporarnos a un reino nuevo que se anuncia y funda en labios del MESÍAS ... Contemplemos primero el torrente de amor, esperanza y fe que, según anuncia el MESÍAS, inundará al mundo y lo recreará; y acudamos luego al sermón apocalíptico de Juan Bautista.

4. El Mesías, y el mundo recreado en gracia

Esto hemos de verlo en el poema de luz, amor, misericordia y gracia que nos presenta Isaías por el triunfo vaticinado del MESÍAS. En el poema del Emmanuel, Dios-con-nosotros, el Mesías aparece como la obra acabada de Dios: brote nuevo en tronco-cultur-costumbres viejas; mente, sabiduría y prudencia que hacen de él el arquetipo perfecto de hombre iluminado por Dios; figura audaz en sus concepciones, pero discreta en el modo de actuarlas; espíritu temeroso ante Dios, pero bañado en piedad; temple justiciero, pero con entrañas de misericordia; fuerza creadora , pero delicada y tierna ante cualquier hilo de vida...

Si juntamos ese cúmulo de perfecciones que posee el Mesías, y a imagen suya reconstruimos o formamos al HOMBRE NUEVO, éste será justo, prudente, sabio, responsable, bondadoso, fiel ..., y habitará un reino humano, de amor fraterno, que redundará cósmicamente en armonía de lobos y corderos, leones y becerros ... ¡Sorprendente amor y paz! ¡Ideal de humanidad redimida del huracán del pecado!...

Pero ¿será tanta algún día la fuerza, majestad e imperio del Mesías que transforme de raiz al mundo y al hombre...? ...Tomemos cautelas. No nos engañemos soñando que fácilmente el deseo noble y el deber ser se harán realidad existencial en el mundo ... Si bien la acción del Espíritu en el Mesías será inmensa, la mediación del hombre con sus achaques dejará incumplido -siglo tras siglo- mucho de cuanto la Palabra Encarnada muestra en el horizonte de la verdad y el deseo ... Dios será fiel. El hombre no lo será ...

5. Por eso necesitamos a Juan Bautista

Dios será fiel. El hombre no lo será... Por eso necesitamos todavía, incluso después del advenimiento del MESÍAS, Cristo Jesús, hombres religiosos, limpios de egoísmos, curtidos en austeridades, que, menospreciando el mundo del pecado y encareciendo la iluminación del Espíritu, luchen y luchen contra los vicios sangrantes de la humanidad que han hecho y hacen inviable en ella el reino de paz anunciado por Isaías ...

Sin escrúpulos ni miramientos humanos o religiosos, Juan es el apocalíptico predicador que ve en cada instante el momento definitivo de salvación o de condenación del hombre, y le urge a que dé un paso adelante responsable, consciente, valeroso:

- ¿ocultas pecados inconfesados bajo rostros hipócritas?. SINCÉRATE EN LA LUZ

- ¿hay en tus palabras de bien contradicción con la vida? CONVIÉRTETE...

- ¿cultivas desigualdades e injusticias? HAZ DEL AMOR E IGUALDAD TU LEY

- ¿hay hambruna en África y tú comes bien? ALIGERA TU BOLSILLO/ TU CUENTA

- ¿has querido "matar a Dios"? Celébralo VIVO y PROVIDENTE...

6. Moraleja.

Adviento humano y Adviento cristiano se darán la mano cuando entre todos removamos los obstáculos de pecado que impiden la justicia, paz y amor. Removámoslos por el ejercicio de una vida responsable, religiosa, solidaria, comprometida y testimonial.

·DOMINICOS
Comisión de Predicación
Convento de San Gregorio. Valladolid
Orden de Predicadores - Familia Dominicana


23.

1. Quiero comenzar la homilía de este segundo domingo de Adviento con las primeras palabras de la carta de San Pablo a los Romanos de la segunda lectura porque, las considero muy importantes: "Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza". La realidad es que necesitamos más Escritura, quiero decir, consumir más Palabra de Dios, penetrarla más, orarla más. Esa es la razón de mi intento de sacar el jugo mayor posible a todos los textos litúrgicos del día. Son todos revelados y valen, por lo tanto, muchísimo más que todos los comentarios ajenos a los mismos, con que queramos envolverlos. Y relacionarlos entre sí, porque unos a otros se explican y se va descubriendo mejor a través de ellos, el pensamiento de Dios. Dicen que San Juan de la Cruz, siempre estaba con la Biblia en las manos, y se la sabía de memoria. Los españoles de este siglo, también de los tres anteriores, pero me refiero más a éste en el que inmediatamente nos hemos formado, hemos padecido una carencia de Escritura muy grande. Era la consecuencia aún, de la Reforma Protestante, pero no olvidemos que Lutero fue el primer traductor de la Biblia a la lengua vulgar, en su caso al alemán. En España no hemos podido ver este progreso hasta el año 1945, con la traducción de la Biblia al castellano, por los padres. Bover -Cantera. Los autores que lo intentaron hacer anteriormente, como Fray Luís de León, lo pagaron en la cárcel. Para conseguir en 1940 una biblia ¡en latín!, había que ir o encargarla a Roma. Es un déficit notable, que todavía arrastramos y que no se pone el debido interés en saldar. Ordinariamente se comenta la tercera lectura, la más conocida, por lo tanto, y se omiten las otras y los demás textos litúrgicos porque, se dice, los fieles no los comprenden. Nunca los comprenderán, si alguna vez no se comienza con seriedad a iniciarles en ellos. Si Lutero hubiera sido más humilde y el papa más comprensivo, ¡qué servicio habría prestado a la Iglesia su clarividencia sobre el valor de la Escritura!. Y ésto lo comparto con el Cardenal Mercier, quien dijo, que si Lutero y Calvino se hubieran enfrentado a un papa como Pío X, no habrían arrancado a la Iglesia un tercio de Europa. Dejando la Escritura, o profundizando poco en ella, no sólo no se conoce a Cristo, como dijo San Jerónimo, sino que perdemos su consuelo, motor de la esperanza, que es lo que hoy afirma San Pablo.

2 Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: "Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos" Mateo 3,1. "Metanóiete", significa: reflexionad, cambiad de opinión, arrepentíos, cambiad de vida. ¿En qué dirección hay que cambiar? Cuando hemos viajado por una carretera desconocida nos hemos fijado muy bien en las direcciones; hemos remirado los mapas, pero no ha sido suficiente. Cuando nos hemos visto desorientados, hemos detenido la marcha y hemos preguntado a una persona. Y entonces, aquel chófer, o viandante, nos ha orientado. Eso es lo que hace la Palabra: orientarnos. Pero, no pocas veces entendemos mal la Palabra. O, acostumbrados ya a la rutina, sufrimos el espejismo de creer que vemos agua, cuando es asfalto abrasado; o nos parecen lagos inmensos, lo que son arenas del desierto, caldeadas por el sol ardiente. El calor de las pasiones nos produce espejismo, y creemos realidad, lo que es producto del aire caliente de la pasión. Creemos estar en la verdad, pero no es verdad. Aportamos razones, aunque con tantas razones no tengamos razón. Creemos que siempre tenemos razón. "De buenas razones nos libre Dios" ha escrito Santa Teresa. El terrorista sufre espejismo. Y el tirano, también. Y el dictador, a quien nadie controla. Y el jefe o superior con ideas fijas o apasionadas, carente de consejeros leales, independientes y justos, desprendidos de ambiciones y fama, buscadores del bien común y no de su propia imagen porque no quiso rodearse de consultores sabios, sin ansias de comercialismo, ni afán de poder o de revanchas. El jefe que no reconoce en la práctica ningún derecho, ni siquiera el de ser tratados con discreción y respeto de los derechos humanos, a los subordinados Cuando hay exámenes, oposiciones, concursos, por lo menos se mantiene el espíritu alerta para estudiar y preparse. Es cierto que siempre se pueden adulterar estos mecanismos humanos, ¡que somos hombres, y no ángeles, todos!; pero, al menos, esos medios representan un estímulo y un control. Si se está a merced de una sola voluntad y lo único que se busca son hombres prácticos, y no hombres sabios; funcionarios sin iniciativa, más que hombres de carácter, con capacidad, creatividad y clarividencia demostradas, el hundimiento de las empresas está cantado. Los analistas futuros de la historia, señalarán las causas de la desertización y de la pobreza de la formación y la cultura, como siempre, cuando será tarde. "Los ensayos, con gaseosa", decía Ortega.

3. Juan Bautista, para nada quiso presentarse como "vedette": "¿Eres tú el Mesías?" "No lo soy". "Es necesario que yo mengüe para que El crezca". El nazismo, en busca obsesionada del superhombre, extinguía las razas que creía inferiores. La dictadura del "yo" camina hacia la degeneración de la raza condenando al ostracismo a las personalidades superiores, y rodeándose de las que brillen menos y sean más manejables."Es necesario que ellos mengüen para que Yo crezca", no lo dicen, pero así obran los ególatras. Sabido es que Hitler, que era más bien bajito, había ordenado construir en su coche blindado un suplemento de asiento, que pusiera de relieve su figura. ¡Qué necesario es un guía, un conductor sabio que nos señale el camino, mejor que con su indicación de palabra, con el ejemplo de su vida! Ahí le tenemos. Es un guía creíble, un director que nos puede. Nos dice con su vida cómo y de qué hay que arrepentirse, y por qué hay que cambiar de camino: "Porque está cerca el reino de los cielos". Viene Jesús, es decir: Volveos a Dios, porque Dios viene buscando a los hombres. "Este que viene, es el que anunció Isaías: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos". Preparamos el camino del Señor reconociendo nuestros pecados, poniéndonos de acuerdo entre nosotros, acogiéndonos con paciencia y alegría, como Cristo nos ha acogido.

4. Tiempo de conversión. En la Bula "Incarnationis Mysterium", introductoria del Jubileo del Año 2000, que Juan Pablo II, ha entregado el domingo primero de Adviento, confiesa los errores cometidos: "Como Sucesor de San Pedro, dice, me pregunto si la Iglesia podría inclinarse ante Dios para pedirle perdón por los pasados y presentes pecados de sus hijos y sus hijas... La historia de la Iglesia contiene muchos ejemplos de santidad, pero también hechos negativos que deben saldarse. Los cristianos están invitados a confesar, ante Dios y ante los que han sido ofendidos, todas las faltas que han cometido"

5. Pero Isaías 11,1 había dicho mucho más: "Sobre el vástago del tronco, casi muerto, de Jesé, padre de David, se posará el Espíritu del Señor, de ciencia y discernimiento, de consejo y valentía, de piedad y temor del Señor. No juzgará por apariencias, que tantas veces engañan, defenderá con justicia al desamparado. Herirá al violento, al que provoca la guerra, con el látigo de su Palabra. Su palabra, su predicación es la que cortará los vicios. A la gente no le gusta que le digan las verdades. Ya San Pablo le decía a Timoteo, que buscarán quien les regale los oídos, aceptarán las fábulas, pero no la verdad (2 Tim 4,4). El que viene será justo y fiel. Y llenará de paz al pueblo: paz. Los que estaban en guerra harán en su reino las paces. Lobos y cabritos, panteras y corderos, novillos y leones, vacas y osos juntos. Niños que juegan con las serpientes, y meten las manos en sus madrigueras y no les morderán. Y llenará el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar". Imaginemos lo que ocurriría si un dichoso día comenzáramos todos, no ya digo los seis mil millones de hombres que poblamos la tierra, sino los mil millones de cristianos bautizados, a vivir en serio el evangelio: la ciencia del Señor, el amor y la paz serían una avenida gloriosa en esta tierra desolada y maltrecha.

6. Pero, ocurre, desgraciadamente lo que un maestro hindú quiso enseñar a sus discípulos: Un día los llevó a la orilla de un río. Extrajo de la corriente una piedra. La partió. Estaba seca por dentro. Y dijo: Así son los cristianos: sumergidos dos milenios en la corriende viva del evangelio, tienen el corazón seco. La avaricia y la tacañería no les dejan absorber el amor de Cristo. Les impiden su egoismo y su vanidad practicar la caridad que predican.

7. La consecuencia de este reino de paz y de justicia es la armonía total de toda la creación. Isaías ve este paraíso nuevo en el tiempo en que reine Jesús, como resultado de la acción dinámica del Espíritu. Otros sitúan la felicidad en una sociedad de consumo manejada por el espíritu contrario al de Dios. Nosotros sabemos que sólo está en Cristo, Alfa y Omega, Principio y Fin (Ap 1,8).

8. La gente iba buscando a Juan. Estaban desorientados y buscaban guía. Hay mucha gente desnortada, pero no encuentran pastor. ¿Funcionarios? Muchos. Pastores, pocos. Y necesitan, tienen hambre, y le dan piedras, en vez de pan (Lm 4,4).No se satisface la sed de trascendencia, y proliferan las sectas. Por eso, cuando encontraron a Juan, le acapararon. Pero fue en el desierto donde le encontraron. Y allá se fueron. Al desierto. El desierto, lo necesitamos tanto, es el lugar donde con más facilidad nos encontramos con Dios. Ahí en el desierto, que debemos hacer donde podamos, aunque sea breve cada día, sobre todo en Adviento, es donde, apagadas las voces de fuera, atendemos a la Voz que nos habla dentro, oímos nuestra conciencia que, rectamente formada, es la voz de Dios. Ella nos dirá lo que hemos de rectificar. No dejemos el orgullo fuera del campo de la conversión. No se ventila una conversión de cosillas, de distracciones en la oración, o de mentiras sin hacer daño. No se trata de un cambio de "look", de imagen sino de un cambio profundo interior: lo que hay que hacer es una conversión total a Dios, al amor, sostenidos por la esperanza de la Resurrección, "con nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras".

9. La gente, como en una celebración penitencial general, confesaba sus pecados y se bautizaba, incluso fariseos y saduceos, a quienes Juan les dice: "Raza de víboras, (así les llamará Jesús después), ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?" ¿Es que Dios tiene ira? La ira de Dios tiene por objeto el pecado, pero el hombre pecador es mirado por Dios con misericordia infinita, por eso le llama a la conversión. Dios no puede amar el mal, tiene que odiarlo, porque por su propia naturaleza está en contradicción con su misma esencia. El pecado es lo contrario del Amor de Dios. Sin odio, que es la otra cara del amor, no hay amor verdadero. Dios no podría amar el bien, si admitiera el pecado. Si Dios fuera permisivo con el pecado, sería como ignorar el mal, o tomarlo a la ligera, reconociéndole el derecho a existir.

10. Si ya nos hemos convertido, demos frutos, obras, de conversión. No os hagáis ilusiones con que sois hijos de Abraham: "Mirad que el hacha está puesta en la raiz del árbol. Porque todo árbol que no produce frutos buenos, será cortado y echado al fuego".

11. Juan pide la conversión del pecado grave. Pero no hemos de quedar tranquilos con esa conversión, si ya la hemos hecho, por la gracia de Dios. Los que hemos recibido el don de la revelación, no nos podemos conformar con evitar el pecado grave. Ya es gran merced de Dios ésta. Santa Teresa considera que el alma ha llegado con ello a las segundas moradas. Pero estamos llamados a pasar más adelante. Debemos ganar más terreno al enemigo. El trabajo rudo del derribo, desescombro y la brocha gorda son necesarios. Pero la tarea delicada del pincel fino es más elegante. Se trata de ser educados con Dios, que, aunque no es "muy delicado" en expresión teresiana referida a los escrúpulos, sí que es muy fino con sus criaturas, sus hijos, en quienes tiene sus delicias. Propio de los hijos agradecidos es recordar los regalos recibidos en toda la vida, en cada día. Dar gracias por la vida, por nuestros padres, por la vocación cristiana, por los sacramentos, por la Iglesia. Podíamos componer una letanía para rezarla con frecuencia, recordando y gozándonos en todo lo bueno que hemos recibido y recibiremos. Esta sería una conversión de pincelillo, pero muy positiva y grata a Dios, e incluso saludable para la estabilidad psicológica y emocional.

12. Dejemos paso a Jesús para que nos bautice con Espíritu Santo, como le dejó María que, porque ofreció la tierra limpia para que El viniera, vino a ella y se quedó en sus entrañas maternales. Esta tierra limpia fue preparada con fe, virginidad, humildad y sabiduría. "El tiene la pala en la mano para aventar el trigo. El trigo lo depositará en el granero del cielo, la paja en una hoguera que no se apaga".

13 Envíanos tu Espíritu y conviértenos a Tí, por la Sangre de tu Cruz y el poder de tu Resurrección, con la intercesión de María, tu Madre y Madre nuestra. "Para que en tus días florezca la justicia, en nuestras personas, en nuestras familias, en la sociedad humana entera; para que la paz abunde eternamente. Para que escuches nuestra oración, la oración de los afligidos que están sufriendo porque no tienen padrino ni protector, para que te apiades de los pobres e indigentes" Salmo 71. Preparemos en este Adviento del Año del Padre, el Adviento tan próximo ya del Jubileo del Tercer milenio, con nuestra conversión al Evangelio y nuestro manjar para el camino: la eucaristía.

J. MARTI BALLESTER


24. COMENTARIO 1

¿NOS ESTAMOS PREPARANDO?

Cuando un gran personaje (un jefe de Estado o de Gobier­no, el Papa, un artista famoso) viaja a cualquier país, se pre­para todo desde mucho tiempo antes: itinerarios, discursos, comidas, homenajes, gestos...

Adviento significa venida: en este tiempo, esperamos la llegada de alguien muy importante, mucho más que cualquier artista, que cualquier gobernante, que el mismo Papa...

¿Cómo nos estamos preparando?



¿SE PASA..., O NO LLEGA?

¡Qué duro y qué terrible era Juan Bautista! ¡Camada de víboras!, ... castigo inminente..., hoguera que no se apaga... Parece como si más que atraer a la gente quisiera espantarla. ¿Verdad que resulta un poco exagerado?

Sí, hay que reconocerlo: el Bautista, en algunas cosas, se pasa. Pero en otras lleva toda la razón.

Se pasa, o mejor, no llega, al hablar de Dios y de su inmi­nente intervención en la historia de los hombres. Porque la idea que Juan tiene del modo de ser de Dios quedará definiti­vamente anticuada cuando Jesús explique cómo es el Padre.

Pero si al hablar de un Dios amenazador y terrible (Mt 3, 10-12; Lc 3,9.17) se equivoca, en lo que acierta al ciento por ciento es al exigir sinceridad y seriedad a quienes, interesados por su mensaje, se acercan a él: dad el fruto que corresponde al arrepentimiento.



YA ESTA CERCA...

Juan anunciaba la cercanía del reinado de Dios: «Enmen­daos, que está cerca el reinado de Dios». Era ésta una vieja esperanza del pueblo de Israel, que aguardaba que Dios resta­bleciera la justicia en la sociedad israelita y en sus instituciones y devolviera a su nación su antiguo esplendor.

Por eso las gentes del pueblo responden a su anuncio ma­sivamente y se preparan para la ya próxima intervención de Dios confesando sus pecados y bautizándose. Este bautismo era señal de que estaban dispuestos a enmendar su comporta­miento, de que estaban decididos a romper totalmente con la injusticia.

También se acercaron al Jordán unos individuos que pro­vocaron la ira de Juan: unos saduceos y fariseos que preten­dían bautizarse como los demás. Estos pertenecían a dos par­tidos opuestos entre sí pero unidos por un hecho: compartían el poder y, cada grupo a su manera, dominaban y explotaban al pueblo. Y por la reacción de Juan ante su presencia, no pa­rece que estuvieran muy dispuestos a cambiar de actitud. Por eso Juan les plantea una clara exigencia: «dad el fruto que corresponde al arrepentimiento». Les está pidiendo simple­mente que sean sinceros, que no intenten engañarle a él y a la gente, que no pretendan burlarse de Dios. Ellos, responsables en gran parte del desorden establecido, de la injusticia legali­zada y de la explotación y opresión de los pobres... ¡se atreven a presentarse aparentando que también ellos vibran con la mis­ma esperanza del pueblo que soporta sus injusticias! No. Para prepararse a los acontecimientos que se acercan no basta con un gesto exterior: es menester dar frutos que demuestren que de hecho el arrepentimiento es sincero; es necesario abando­nar la injusticia y adoptar un nuevo modo de actuar.



... CERCA TAMBIEN PARA NOSOTROS

Jesús de Nazaret sale constantemente a nuestro encuentro. Para nosotros la cercanía del reinado de Dios es un hecho per­manente. La celebración del Adviento y de la Navidad no es un puro recuerdo histórico ni una simple celebración tradicio­nal. Es una invitación a prepararnos para que Jesús entre defi­nitivamente en nuestra vida y en nuestra historia.

Y tampoco a nosotros nos basta con algunos gestos exter­nos. Para que nuestro encuentro con Jesús pueda realizarse es condición indispensable que ni practiquemos nosotros la injus­ticia ni seamos cómplices de la injusticia del sistema.

¿Cómo nos estamos preparando?

25. COMENTARIO 2

vv. 1-2. Momento histórico indeterminado. Juan Bautista (ya conocido como tal aunque no se ha mencionado su bautismo, se presenta en el desierto de Judea, es decir, en la zona más allá del Jordán. Al añadir «de Judea», muestra Mt que la ruptura con la sociedad (desierto) no saca de la tierra prometida (al contrario Jn 1,28); su concepción teológica ve en la humanidad entera la plenitud de Israel. La actividad de Juan es «proclamar» como un heraldo, es decir, dar una noticia, cuyo contenido se expresa a continuación: «Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios». La cercanía del reinado es la noticia; la enmienda es condición para que sea posible ese reinado. Consiste en el cambio de actitud del hombre respecto a los demás, en la adopción de una conducta justa; el momento del cambio se expresa con el término «arrepen­timiento».

No ha de confundirse éste con la «conversión» (gr. epistrophé, término teológico que designa la vuelta a Dios (el verbo hebr. sub, convertirse, no se traduce en los LXX por metanoeó). En Mc y Mt la conversión se expresará por la fe o adhesión a Jesús. Desde el momento en que está presente en el mundo el «Dios entre nosotros» (1,23), es a él a quien habrá que «volverse». Dado que Jesús no ha aparecido aún en la escena, el precursor invita al cambio de vida, como hará Jesús mismo (4,17) antes de darse a conocer. La enmienda o metanoia tiene su raíz en la predicación profética. Su paradigma está expresado por Is 1,16-17: «Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien».

«El reinado de Dios», que había sido la aspiración de Israel en toda su historia, era objeto de viva expectación en la época. Se pensaba generalmente que se realizaría por medio del Mesías, rey descendiente y sucesor de David, que vencería a los paganos y restauraría la gloria de Israel como nación. Juan Bautista, sin embargo, al exigir la enmienda como condición para el reinado, muestra que éste no es fruto solamente de la intervención de Dios, sino que requiere la colaboración del hombre. De hecho, se pensaba que el Mesías había de purificar también a Israel, sepa­rando en su interior a justos y pecadores.



v.3. Mt refiere un texto de Isaías a la predicación de Juan. La preparación de que habla el profeta coincide con la enmienda que pedía Juan. La voz grita «desde el desierto»: el lugar donde se sitúa el heraldo (en) es también el lugar desde donde ejerce su actividad. «Clamar en el desierto», en el sentido de hablar en vano, sin que nadie haga caso, carecería de sentido, puesto que la voz de Juan encuentra inmediato eco «fuera» del desierto, en Jerusa­lén y Judea (3,5).



v. 4. Basándose en el texto de Mal 3,23: «Yo os enviaré al profeta Elías antes que llegue el día del Señor», la teología rabínica había desarrollado la creencia de que Elías había de llegar como precursor del Mesías para purificar a Israel y prepararlo para el reinado mesiánico (Mt 17, 10). Por su vestido y, en particular, por la correa de cuero a la cintura, Juan se identifica con el profeta Elías. El es quien va a preceder el Día del Señor, es decir, la llegada del Mesías. Se asocia así la cercanía del reino con la proximidad del Mesías.

El alimento de Juan no era extraordinario. «Los saltamontes» se vendían también en los mercados. Su dieta confirma, sin embargo, su ruptura. Juan utiliza el alimento que tiene a mano, sin depender de la sociedad de la que se ha separado.



v. 5. La respuesta a la proclamación de Juan es unánime: la capital y toda Palestina acuden a su pregón («toda Judea» signi­fica todo el país judío, cf Mc 1,5; Lc 1,5, Herodes el Grande, «rey de Judea»); acude también gente de la región cercana al río. Se establecen ahí dos polos opuestos: Jerusalén, lugar de las autoridades religioso-políticas y centro del culto ofi­cial, y el desierto, desde donde se hace oír la voz de Juan. La afluencia masiva a éste es un plebiscito en su favor y en contra de la institución judía; expresa así el pueblo su profundo descon­tento con esa institución y sus dirigentes.



v. 6. El bautismo o inmersión en el agua era un rito común en la cultura judía. Significaba la muerte a un pasado, que quedaba simbólicamente sepultado en el agua. Se utilizaba en lo civil para indicar, por ejemplo, la emancipación de un esclavo, y en religioso, para la conversión de un prosélito. En este caso signi­fica el cambio de vida: el pasado de injusticia queda sepultado. De ahí que el bautismo vaya acompañado de un reconocimiento de «los pecados», es decir, de las injusticias cometidas. Esta es la preparación para el reinado de Dios.



vv. 7-8. Los fariseos eran modelo de hombres religiosos y se pre­ciaban de su fidelidad a la Ley, interpretada según la tradición rabínica. Por su ejemplaridad, al menos aparente, ejercían gran influjo sobre el pueblo; representaban el poder espiritual. Los saduceos por su parte, constituían la clase domi­nante. A ellos pertenecían los grandes terratenientes y las familias de la aristocracia sacerdotal; representaban el poder económico, religioso y político. Se acerca a Juan un buen número de ellos para recibir su bautismo, pero sin propósito de reconocer la injusticia en que viven ni de rectificar su conducta. En vista de la reacción del pueblo, el sistema opresor quiere de algún modo integrar la figura de Juan y el movimiento que ha suscitado.

Juan no los acepta, sino que los increpa de manera violenta. «Camada de víboras» caracteriza a las dos categorías como agen­tes de muerte. Juan califica así al poder político-religioso en su relación con los hombres. Lo mismo hará Jesús con fariseos y le­trados (12,34; 23,33). «Castigo» (lit. «ira»): en las lenguas semíticas y en el griego bíblico es frecuente expresar realidades por los sentimientos que las provocan o que ellos mismos provocan. Juan supone que Dios como rey o, lo que es igual, el Mesías que llega, va a infligir un castigo; los fariseos y saduceos pretenden evitarlo sometiéndose al rito externo, pero sin cumplir la condición exi­gida, la enmienda, sin cambiar radicalmente su modo de vida. Mt distingue, por tanto, entre la masa de la gente, que acepta el bau­tismo de Juan y cumple la condición propuesta (3,5s), y los círculos influyentes, que no tienen propósito de cumplirla. Pretenden ex­presar una ruptura con la injusticia, pero sin corregir su conducta personal.



vv. 9-l0. Creen que basta ser descendientes de Abrahán para ser salvados. Juan derriba esa seguridad. No cuenta el linaje, sino las obras. La descendencia de Abrahán puede provenir de fuera de Israel. Dios puede suscitarla incluso de lo que aparentemente es incapaz de vida («estas piedras»). Alusión, en boca del Bautista, a la futura entrada de los paganos en el reino de Dios (8,11). Juan espera de la llegada del Mesías un juicio inminente y severo. El fruto bueno es el fruto que corresponde a la enmienda (3,8). No bastan, pues, ritos externos para acoger el reinado de Dios, se re­quiere un cambio de conducta. Quienes no lo hagan, serán exclui­dos de él. La condena es la del árbol sin fruto, la destrucción por el fuego. La separación que va a efectuar el Mesías no se basará, por tanto, en la pureza de sangre ni en la práctica del culto (sadu­ceos) ni en la fidelidad a las prescripciones de la Ley (fariseos), sino en la actitud hacia el hombre.



v. 11. Juan compara su bautismo con el del que ha de llegar. Se declara precursor de uno más fuerte que él mismo. El propósito de su bautismo es suscitar el cambio de conducta (metanoia). El que llega trae un bautismo muy superior al suyo: con Espíritu Santo y fuego.

«Santo» aplicado al Espíritu significa, en primer lugar, su per­tenencia a la esfera divina; en segundo lugar, su actividad «san­tificadora» o «consagradora»; él es quien “separa” al hombre transfiriéndolo a la esfera de Dios. Su comunicación interior de vida divina transforma al hombre, lo mantiene en contacto con Dios y le da la fidelidad a él. El propósito humano de cambiar de conducta no adquiere verdadera solidez hasta que no esté confirmado por el Espíritu. El bautismo del Mesías efectuará un juicio: para los que se han preparado con la enmienda, será purificación e infusión de Espíritu (fuerza de vida y fecundidad), efecto del favor de Dios; para los que no han cambiado de con­ducta, será la destrucción expresada antes, manifestación de la ira divina (3,10). Juan reconoce que «no merece ni quitarle las, sanda­lias al que llega». La imagen de quitar las sandalias está inspirada en una antigua usanza matrimonial: cuando un hombre moría sin hijos, el pariente más próximo debía casarse con la viuda para dar descendencia al difunto (Dt 25,5). En caso de que no lo hiciera, otro podía tomar su puesto; el gesto simbólico que signi­ficaba esta apropiación del derecho del primero se hacía quitán­dole una o las dos sandalias. Juan reconoce que el que viene es más fuerte que él y tiene derecho preferente. Se anuncia el tema del Esposo, que supone el de la alianza. El que viene funda una alianza nueva (cf. 26,28) donde él toma el puesto de Dios (el Esposo), por ser «Dios entre nosotros» (1,23).



v. 12. Repite Juan la idea del juicio con otra imagen: la del la­brador que recoge su cosecha. Su trigo, que será reunido, serán los que hayan producido el fruto de la enmienda; el verbo «reunir» recuerda la reunión escatológica de las tribus de Israel. La paja será quemada con fuego inextinguible, que asegura su absoluta destrucción.

La figura del Mesías que aparece en las palabras del Bautista correspondía a cierta expectación de Israel. Juan manifiesta su hos­tilidad contra los fariseos y la clase dirigente (saduceos). El movimiento iniciado por el Bautista es, por tanto de raíz popular y espera que el Mesías haga justicia sin demora. A los dirigentes los considera enemigos del reinado de Dios y absolutamente necesitados de un cambio radical. En la perspectiva del reino tiene que renunciar a su modo de proceder; su conducta actual es in­compatible con él. Esta conducta es particularmente perversa (camada de víboras). Sin embargo, la actuación del Mesías como juez, anunciada por Juan, no corresponde a la actividad posterior de Jesús.


26. COMENTARIO 3

Hoy, en la 1ª lectura, el profeta nos propone un sueño, una hermosa ilusión, una segura esperanza. Por una parte, volver al paraíso antes del pecado, o anticipar la gloria del cielo como es descrita en el libro del Apocalipsis. Se trata de que florezca el viejo tronco de Jesé, el padre del rey David; que brote en sus raíces un retoño maravilloso, nada menos que un príncipe lleno del Espíritu santo, un rey según el corazón de Dios, que cumpla perfectamente su voluntad. Por supuesto que lo hará no a favor de los poderosos, de los que no carecen de nada, de los amos de este mundo; sino que gobernará para los pobres, los humildes y pequeños que, como nos enseñó Jesús, son los favoritos de Dios.

La 2ª lectura nos dice que un comienzo de la realización de esos sueños de paz y de justicia es la vida de las comunidades cristianas cuando en ella aprendemos a acogernos mutuamente, como Cristo nos acogió a todos. Sin distinciones nacionalistas, ni raciales, ni de ninguna otra clase. A todos, a judíos y a paganos, ofreció Jesús la salvación; de los dos pueblos contrapuestos hizo un solo pueblo de hermanos, que ha de enseñar la fraternidad a todas las naciones.

El evangelio de Mateo, que acabamos de leer, nos presenta la figura de Juan el Bautista. Como la de un profeta de las antiguas Escrituras, vestido al modo de los profetas, entregado tan de lleno a su misión que no se acomoda a los usos de la gente normal, preocupada por los cuidados de la vida; a él le bastan unos grillos y un poco de miel silvestre como alimento. Su voz clama en el desierto de Judea, cumpliendo los anuncios de Isaías. Su mensaje es un llamado a la conversión y a la penitencia ante el Reinado de Dios que está por aparecer. No valen antiguos privilegios como el de ser descendientes de Abrahán, porque Dios puede convertir las piedras en hijos de Abrahán. No vale ser un árbol frondoso y altivo si no da frutos. Juan el Bautista anuncia la inminente llegada del Mesías, por eso evocamos su figura y su predicación en este tiempo de Adviento. Humildemente se inclina ante el portador del bautismo perfecto, en Espíritu Santo y fuego, sabiendo que el suyo es un bautismo sólo en agua, de preparación y penitencia. Valientemente anuncia el juicio que trae el Mesías, como el de quien recoge su cosecha en el granero, quemando lo que sobra en un fuego inextinguible.

No se trata simplemente de asustarnos, sino de reconocer la gravedad del momento: prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús no es simplemente la ocasión de unos días hermosos, llenos de amables tradiciones familiares y folclóricas. El adusto profeta del desierto nos recuerda el compromiso que implica ser cristiano, haber sido bautizados con el bautismo de Jesús. Compromiso de hacer realidad los sueños de paz y de justicia de que hablábamos a propósito de la 1ª lectura.

  1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
  2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
  3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).