EL TERCER MILENIO COMO DESAFÍO PASTORAL
(Informe CELAM)

2.- ALGUNOS GRANDES DESAFÍOS FRENTE AL AÑO DOS MIL

2.1. Principales Megatendencias
2.1.1. Cultura
2.1.2. Economía
2.1.3. Política
2.1.4. Religiosidad
2.1.5. Educación
2.1.6. Familia
2.1.7. Medios de Comunicación Social
2.1.8. Medio Ambiente
2.1.9. Mujer

Las megatendencias no definen la sociedad de mañana, la ciudad del futuro, sino hacen referencia a nuestros días, como realidad y posibilidad, ya que el hoy se presenta como el proyecto de mañana. No obstante, como todo proyecto, aún se encuentra en un estado de desarrollo y, por ende, sujeto a modificaciones.

En un proceso de transición, los grandes cambios tardan en formarse, sin saber con seguridad hacia dónde van a conducir. Sin embargo, algunas tendencias merecen el nombre de megatendencias porque denotan un marco de referencia que hace comprensible el rumbo (camino), aunque no necesariamente el arribo (la meta final). La comprensión de este marco referencial es esencial para una correcta hermeneútica de los acontecimientos y su significado en una situación de profundos cambios culturales.

El año dos mil tiene un particular significado metafórico y espiritual. Por de pronto, evoca a la humanidad la presencia de un futuro próximo, ya sea con unas connotaciones positivas o con un pesimismo apocalíptico. La mitología de un milenio compromete nuestro presente porque esta metáfora de futuro está al alcance.

La llegada del Tercer Milenio plantea una interrogante fundamental a la humanidad: es una fecha meta y límite que pregunta por la capacidad humana de resolver problemas. ¿Apocalipsis o tiempos nuevos? La elección depende de nosotros en cuanto se tomen ahora las decisiones correctas. En otras palabras, la manera de resolver los problemas define, a la larga, a lo humano porque el significado del mito del milenio depende de cómo se interpreta: el final de los tiempos o el principio de algo nuevo.

2.1. Principales Megatendencias

La enumeración de algunas megatendencias resulta un ejercicio analítico-descriptivo porque denota el contexto vital dentro del cual se realiza la acción humana. Por consiguiente, no se busca un juicio sino una formulación analítica del proceso, del camino por el cual se generan las ulteriores posibilidades. Así, por ejemplo, lo urbano es una realidad moderna, pero qué hacer de la ciudad resulta ser una posibilidad. Evidentemente, el mundo hoy en día es una gran aldea por la interconexión y la interdependencia; pero dentro de esta constatación se ha buscado hacer una lectura de las megatendencias desde nuestro continente que puede introducir nuevos contenidos como también distintos matices.

2.1.1. Cultura

Los medios de comunicación de masas y las redes de transmisión están proliferando rápidamente y alcanzando a un número creciente de personas, de tal manera que las formas simbólicas y culturales se transmiten cada vez más a través de ellos y, simultáneamente, son determinadas y condicionadas por ellos. El medio técnico de transmisión de formas culturales contribuye a la fijación de significados y a su reproducción ampliada.

La modernidad es inherentemente globalizante en cuanto sus procesos sociales operan a escala internacional, integrando y conectando comunidades locales y organizaciones en nuevas combinaciones de tiempo y espacio. Así, el mundo se torna y se experimenta más interconectado. El proceso de globalización se refiere a la intensificación de las relaciones sociales universales que unen a distintas localidades de tal manera que lo que sucede en una localidad está afectado por sucesos que ocurren más lejos y viceversa.

La expansión de los medios de comunicación ha sido vital para dar nuevo impulso a los procesos de globalización y surge una cultura universal de masas que afecta a las más apartadas regiones. Las formas de entretención y de ocio están crecientemente dominadas por imágenes electrónicas que son capaces de cruzar con facilidad fronteras lingüísticas y culturales, y que son absorbidas en forma más rápida que otras formas culturales escritas. La televisión por cable y por satélite es la avanzada de esta dimensión de la globalización. Esta nueva cultura global de masas se sostiene sobre los avances tecnológicos de las sociedades occidentales desarrolladas, especialmente de los Estados Unidos. Por eso, tiene un idioma universal que es el inglés, que, sin desplazar a las otras lenguas, las hegemoniza y las usa. La característica predominante de esta forma de cultura de masas global es su peculiar forma de homogeneización, que no reduce todo a lo específicamente norteamericano, sino que tiene la capacidad de reconocer y absorber diferencias culturales dentro de un marco general que es, en esencia, una concepción norteamericana del mundo. Hegemoniza otras culturas sin disolverlas porque opera a través de ellas; no destruye las culturas locales porque las usa como medio.

Con la globalización de la cultura el vínculo entre cultura y territorio se ha roto, creando un nuevo espacio cultural electrónico sin un lugar geográfico específico. La transmisión de la cultura moderna, crecientemente influenciada por los medios de comunicación, supera las formas personales y locales de comunicación e introduce un quiebre entre los productores y los receptores de formas simbólicas. Las formas de interacción ya no están confinadas a un espacio y un tiempo reducido, y las personas entran en relaciones sociales y adquieren formas simbólicas sin compartir el mismo espacio y tiempo. La cultura cada vez más va a romper con los límites nacionales y espacio-temporales.

La cultura tiende cada vez más a estar conducida por la lógica de la ganancia y de la competencia por consumidores. Esta es la lógica de las redes transnacionales de comunicación y de las megacorporaciones que crecientemente controlan el mercado mundial de las comunicaciones. La cultura se va convirtiendo en una industria más que vive de su mercado y en una competencia implacable por conquistar consumidores. Por ello, se puede hablar de una mercantilización de formas simbólicas que son transadas, vendidas y adquiridas en mercados altamente competitivos.

Sin embargo, frente a los avances de la globalización y la desterritorialización de la cultura es posible advertir las reacciones y las formas de resistencia que surgen en todas partes. Las culturas locales están adquiriendo un nuevo valor a los ojos de las personas y crece así el interés por estudiarlas y preservarlas. La creaciones artísticas (teatro, literatura, música, etc.) inspiradas en lo local están en auge. Esto no contradice la globalización sino que constituye una reacción que coexiste con ella como una manera de defender lo que se siente amenazado.

El consumo de lo publicitado no se encuentra al alcance de todos los que lo desean, por lo que la enajenación y el pesimismo tienden a extenderse, principalmente en los grupos poblacionales más jóvenes. La utopía de los ideales sociales ha sido abandonada para dar lugar a la fantasía del consumo de bienes materiales. Los proyectos sociales no encuentran eco frente al individualismo apático que no asume los problemas de los demás. La llamada cultura cristiana aparece cada vez más como una frase sin contenido o una nostalgia estéril, en la medida en que los valores cristianos no terminan de inculturarse y hacerse realidad.

Se observan procesos de identidades fragmentadas por el impacto, en muchos casos negativos, de las migraciones, la violencia y las crisis de las instituciones tradicionales (familia, partidos políticos, escuela, Iglesia, etc.).

La presencia del neoliberalismo no sólo tiene un impacto económico sino también cultural en cuanto nacen nuevas formas de relacionarse con la naturaleza, con la sociedad, con las instituciones, de los hombres y mujeres entre sí. Además, entran en crisis los comportamientos anteriormente legitimados y socializados por instituciones sociales que se encuentran cuestionadas (familia, partidos políticos tradicionales, escuela, Iglesia, etc.). La lógica del mercado invade todo los espacios sociales.

Las transformaciones sociales no se entienden sin el desarrollo de los medios de comunicación social (radio, televisión, video, telemática), ya que las innovaciones en estos campos han contribuido en la aceleración de los procesos de secularización de la cultura, especialmente cuando el tema religioso no ha tenido un significativo relieve en estos medios.

Los mecanismos de producción y reproducción cultural son cada vez más pluralistas y fragmentados, debido a la diversidad en la oferta de significado, su cantidad y su disparidad de contenido.

2.1.2. Economía

América Latina estuvo por décadas acostumbrada a creer que disponía de un amplio arsenal de estrategias alternativas para desarrollarse. En la década de los 60 se vivió la revolución cubana, los esfuerzos reformistas apoyados por Estados Unidos, y una diversidad de dictaduras políticas cada cual con sus propias ideas.

Sin embargo, varios fenómenos han reducido el espectro de estrategias de desarrollo disponibles, con legitimidad, ante las élites políticas, empresariales y sociales. Por una parte, el agotamiento de las economías de la antigua órbita soviética ha desacreditado muy decisivamente la planeación estatal como método para guiar y dirigir la economía; y también las experiencias populistas tuvieron resultados desastrosos (Argentina y Perú). Por otra parte, hay experiencias cuyas fórmulas técnicas ganan mayor legitimidad (una mayor confianza en el mercado como asignador de recursos, la desregulación de importantes sectores para que haya más competencia, la introducción de mayor competencia en las economías locales por la vía de mayor apertura al comercio exterior, las privatizaciones de empresas públicas que persiguen mayor eficiencia en las economías domésticas) y se pide a los Gobiernos mayor eficiencia, eliminar lo superfluo, y hacer políticas sociales efectivas. El ambiente internacional está muy claro frente a los espacios de desarrollo que enfrentan las economías de los países de nuestro continente: aquellas economías que se desvían de este camino de reformas son de inmediato estigmatizadas como no confiables, y los inversionistas y los financistas las esquivan dirigiéndose hacia aquellas economías que se mantienen dentro del esquema.

En un marco de transformaciones globales de la práctica económica durante los últimos quince años, los países en desarrollo se han encontrado en la obligación de orientar sus metas hacia una capacidad suficiente de progreso técnico, por la vía de cambios estructurales, para enfrentar con posibilidades de éxito la apertura económica y la integración al comercio internacional. Este escenario, que impone retos de enorme magnitud a la imaginación, se reconoce francamente irreversible en el contexto económico internacional.

El panorama general en el que se mueven los países del mundo es el de un sistema con presencia de economías de escala (economía descentralizada) y preponderancia de las imperfecciones de la competencia: brechas tecnológicas en el mercado internacional (segmentado y fraccionado entre países o bloques de países), información incompleta, corporaciones multinacionales (poder de monopolios y/o oligopolios), incertidumbres. Para los países más desarrollados, las economías de escala y la innovación técnica los ubica - en el terreno de las relaciones de intercambio que establecen entre sí - en situación cercana a lo que la teoría económica denomina la competencia perfecta. En estas condiciones, el libre comercio les permite estar potencialmente mejor en términos de bienestar.

Los países de América Latina y el Caribe entran al escenario del libre comercio internacional con una estructura de mercado no competitiva (escenario de competencia imperfecta). Aunque las estadísticas más recientes revelan para algunos de esos países aspectos positivos en los equilibrios macroeconómicos, no es menos cierto que las estructuras de mercado no competitivas, enfrentadas al libre comercio internacional, hayan conducido a un debilitamiento de la producción, del volumen y la calidad del empleo y de los términos de intercambio. La evidencia de los efectos negativos que se derivan de competir con estructuras económicas débiles ha llevado a reconocer que el libre comercio no es necesariamente la política óptima.

Si el libre mercado no es la política óptima, ¿cuál es, entonces, la política deseable para los países con estructuras económicas débiles? A la luz de los últimos acontecimientos vividos por países en desarrollo en las condiciones impuestas por el modelo neoliberal, los analistas de la nueva teoría del comercio internacional plantean la posibilidad de una política de protección selectiva a industrias y actividades productivas con posibilidades de éxito en los mercados internacionales, en la que la intervención del Estado - superadas las anomalías que le fueron inherentes en el pasado con el modelo de sustitución de importaciones - oriente su gestión a estimular procesos en los modelos de aprendizaje, de acumulación de capital humano y de innovación tecnológica mediante agencias promotoras de transferencias; a difundir y adaptar, mediante el entrenamiento y la educación científico-tecnológica de la mano de obra y la ingeniería local, nuevas tecnologías en las regiones y localidades potencialmente exitosas.

El problema que se presenta es fundamentalmente político porque dice relación al debate sobre la distribución del ingreso. Los economistas han creado un espacio en la sociedad donde se acepta el debate, no para detener los procesos de crecimiento sino para discutir cómo mejorar las maneras de hacer que todos puedan avanzar: (a) la educación como prioridad para entregar las herramientas con alto valor para la vida de trabajo; (b) el sector privado como protagonista en las preocupaciones social; (c) la solidaridad en términos tributarios; y (d) la modernización del Estado para que utilice más eficientemente los impuestos y sea transparente en su manejo.

El crecimiento se presenta desigual porque mientras Chile y Perú despuntan, México y, en menor medida, Argentina y Brasil, se atrasan. El neoliberalismo aparece cada vez más como el modelo indiscutido. La región centroamericana presenta un escenario optimista gracias a la pacificación, dependiendo en buena parte de la inversión extranjera que logre captar. El crecimiento económico ya no necesita tanto generar empleos, por lo que el desempleo se agrava. El subempleo y la economía informal se convierten en formas de subsistencia para las mayorías.

El endeudamiento con la banca internacional se agrava, con el resultado de una mayor dependencia que deteriora todavía más el nivel de vida de los pueblos del continente, ya que los gastos necesarios para pagar la deuda externa implican una menor inversión en el gasto social.

Los procesos de integración comercial por regiones se consolidan. Pero mientras el Tratado de Libre Comercio (TLC) resulta desigual en ventajas entre los firmantes, los países del Cono Sur encuentran un camino de crecimiento económico mediante su integración en el Mercosur.

2.1.3. Política

La transición pacífica del poder a través de elecciones competitivas parece un proceso irreversible. En la medida en que la mayoría de los movimientos guerrilleros se incorporan a las instituciones cívicas y partidistas legales, y en que la sociedad civil se va organizando en grupos intermedios, el régimen democrático se consolida.

Sin embargo, la dependencia de los sistemas financieros y bancarios supranacionales, que son más poderosos que los Estados, hace vulnerable la estabilidad de los regímenes. Otro riesgo para la democracia es que los partidos políticos se vuelvan cada vez más dependientes del apoyo empresarial (para obtener recursos) y de los medios de comunicación social (para lograr difusión y apoyo electoral). Esta dinámica condiciona fuertemente los partidos a la economía.

Algunas prácticas políticas, que incluyen entre otras a la corrupción y la privatización de lo público, han llevado a una grave crisis de legitimidad de muchos gobiernos, y, en general, al descrédito de la política como un mecanismo para guiar los sueños colectivos y hacerlos realidad. Ante este panorama aparece una fuerte corriente de pensamiento y de acción que busca relegitimar la actividad política a través de la búsqueda de transparencia en las prácticas políticas, para recuperar la confianza de los pueblos en sus gobernantes. El paso de una democracia representativa a una democracia participativa constituye un anhelo cada vez más profundo en nuestros países. A fines de este siglo la política dejó de ser competencia exclusiva del Estado. Cada vez más los asuntos públicos son concebidos como preocupaciones que atañen no sólo a los gobiernos, sino también a la ciudadanía, y que este interés debe concretarse en acciones directas sobre el pueblo. En otras palabras, las responsabilidades sociales son concebidas como responsabilidades públicas.

En este contexto, la sociedad civil cobra más importancia como un actor social relevante y protagónico. El cambio de siglo ha traído consigo la organización de diferentes grupos de interés al interior de las sociedades (étnicos, mujeres, jóvenes, etc.) que han pasado a ser el nuevo interlocutor del Estado.

La sociedad civil es la comunidad organizada en términos de poder para la satisfacción de necesidades compartidas y comunes en el ámbito local. A través de la participación es ella la que se convierte en la interlocutora valida de todas las instituciones, pero en especial del Estado, cuya reducción de tamaño y de funciones - no de su eliminación ni de su eficacia - acrecienta el protagonismo de la comunidad organizada.

Urge estar atentos a la suplantación de denominar como sociedad civil a todo tipo de Organización No Gubernamental (ONG), en especial a aquellas que trabajando por "la gente" (pobres, marginados, desplazados, grupos étnicos) impiden o no animan su organización y protagonismo o las más perniciosas aún que promueven, propician o dan cobijo a la difusión del consumismo como cultura y las formas del permisivismo y del hedonismo, por lo común vinculadas al irrespeto a la vida. El surgimiento real de la sociedad civil redefinirá y animará de nuevo la tarea de la política en términos de convivencia y de democracia en participación en los términos comprensibles de lo local y de lo municipal.

La presencia de elevados niveles de pobreza e injusticia social en América Latina y el Caribe hace del tema de la equidad una de las preocupaciones centrales para el siglo veintiuno. El derrumbe del Estado de Bienestar de los años ochenta y la llegada de los gobiernos neoliberales ponen sobre el tapete la necesidad de repensar las políticas sociales. En este sentido, la participación de la sociedad civil en el diseño de las políticas estatales se ha ido abriendo camino como un hecho ineludible, no sólo por la cercanía de las organizaciones de las sociedad civil a los problemas reales de las comunidades, sino también porque se hace indispensable generar una cultura solidaria en la cual el Estado y la sociedad civil definan juntos las metas que se buscan conseguir.

Con el cambio de siglo se da también un cambio de gran profundidad para las estructuras sociales: se abandona la tradicional oposición entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil, y se empieza a hablar de la relación de suma positiva entre estos dos actores sociales que redunde en la profundización de la democracia.

El fin del marxismo político y el final de la confrontación ideológica, no constituyen necesariamente una señal de paz. Desaparecido el justificador externo que se afianzó en la razón de Estado, aún para sostener la democracia, se ha descubierto el interrogador interno que re-ubica toda la discusión en términos de humanidad (razón de humanidad) que comienza a ser generadora tanto de nuevos conflictos como de nuevas soluciones.

El capitalismo mostró toda su capacidad de instalar como referencial a las sociedades un cuerpo doctrinal no definido, una serie de creencias no fundadas, un conjunto de tópicos y de intereses revestidos de lenguaje pseudocientífico al que pretende convertir en pensamiento hegemónico bajo el nombre de neoliberalismo. Este, en asociación al mercado, pretende eregirse como síntesis del pensar y el hacer de una modernidad que, según esa concepción, será capaz de superar las crisis del presente.

Inevitablemente surgirán dos versiones (o conceptos) de la democracia: el uno asociado a la democracia de mercado (o ¿mercado de la democracia?) y el otro a la democracia como escenario de humanización. La confrontación entre estas dos versiones dará lugar a nuevos conflictos con los correspondientes costos sociales porque, aunque la democracia no repele al mercado, sin embargo, hay ciertos puntos en donde el mercado parece repeler a la democracia.

Los futuros procesos políticos previsibles en el continente incluyen el imperio de la verdad y su consiguiente lucha contra la corrupción; la integración regional como etapa en el camino hacia la globalización; la superación de la pobreza y el problema del empleo; la descentralización y la municipalización como escenarios de participación y de desarrollo de la sociedad civil; la aparición de los movimientos solidarios como el otro de la confrontación (socialdemocracia versus neoliberalismo y la aparición desarrollada de la oferta de capitalismo social que ejercerá su magia sobre grupos muy determinados); el indefinido papel del Estado, que, si bien se sabe que será pequeño y eficiente, aún no se ha elaborado mayormente sobre su significado práctico; el preponderante papel de liderazgo de la mujer vinculada a protagonismos en términos de poder.

Frente a la crisis padecida por la política, el poder camina tratando de identificarse con el servicio y, en general, se aprecia sus actuales y futuros protagonistas en cuanto expertos de humanidad y personas con un auténtico testimonio de vida (la palabra avalada por los hechos).

2.1.4. Religiosidad

En muchos aspectos América Latina tiene características comunes y una cultura compartida, pero también en otros es un continente poco integrado y eso se nota en la religiosidad. Por tanto, resulta difícil tener una visión de conjunto. No sólo hay diferencias de país a país, sino que dentro de cada país existen diferencias muy notables. Así los campesinos, los grupos étnicos, las poblaciones populares urbanas han ido abandonando los comportamientos rurales; los intelectuales se encuentran fuertemente marcados por una cultura secularizada; los empresarios y los grupos sociales acomodados tienden a estar más apegados a las tradiciones. El peligro es proyectar al conjunto una experiencia parcial.

Las aceleradas transformaciones sociales han generado procesos de crisis afectivas, económicas y políticas, aspectos que han incidido en la búsqueda de nuevos referentes religiosos para sobrellevar la cotidianidad marcada por incertidumbres económicas y familiares frente al futuro inmediato y a largo plazo. Este fenómeno cuestiona el postulado que sostiene que en situaciones de cambio social desaparecen las religiones y la dimensión sagrada de la vida individual y colectiva.

Los procesos de secularización en las clases medias y altas más bien han llevado a una re-definición y una re-significación de las prácticas devocionales, el surgimiento de nuevas expresiones religiosas, y la ampliación de la Renovación Carismática y de las Iglesias Pentecostales que ofrecen experiencias marcadas por la conversión, la recepción del Espíritu Santo, la sanación, y lo afectivo en lo cultual y en la relación con lo sagrado. Los profundos cambios culturales que experimenta el continente, en particular su integración a amplios mercados y redes de comunicación, tiende a llevar a una consciente y explícita acentuación de aquellos elementos capaces de sustentar la propia identidad. Por consiguiente, es del todo previsible el peligro de una religiosidad un tanto fanática, nacionalista y muy conservadora.

La religiosidad latinoamericana, por lo general, se fundamenta menos en lo dogmático y en lo doctrinal y más en lo afectivo y en lo ritualista. Esta característica la hace muy vulnerable frente al sincretismo, con una desvinculación entre moral y dogma que produce un tipo de cristiano que vive la fe a su modo, empleando sólo algunos aspectos de la religiosidad.

Entre algunos sectores de la sociedad, la Iglesia católica tiende a perder credibilidad y afiliación cuando se presenta como una estructura jerárquica y autoritaria con dogmas y reglas inamovibles; pero conserva respeto cuando se involucra con la promoción y la defensa de los derechos humanos, se compromete con la justicia social y da testimonio de lo que dice creer.

Un número creciente de católicos no se identifica con la Iglesia jerárquica y su magisterio. Es el fenómeno de los cristianos sin Iglesia. El cristianismo pasa a ser más un grupo de referencia que uno de pertenencia. El anhelo ofuscado de experiencias específicamente religiosas, hasta "místicas" (lo que ofrecen algunas sectas), fomenta el individualismo y el desconocimiento de las exigencias sociales del cristianismo. Se profundiza la tensión entre una insistencia en lo social que no responde a la sed por lo religioso (y que a veces aleja a los mismos pobres) y un énfasis en lo más íntimamente religioso que traiciona un aspecto esencial de la fe.

La creciente urbanización y las megaciudades dificultan la comprensión de la unidad parroquial en términos de límites territoriales. La Iglesia va perdiendo su presencia física y su carácter de cercanía que tenía en los espacios más pequeños y "familiares", especialmente frente a la extensión y la impersonalidad de lo urbano. En parte, esto explica la creciente adhesión a los movimientos como punto de referencia eclesial, pero no siempre en comunión con las Iglesias particulares.

Se vislumbra un presbiterio menos ilustrado en las nuevas áreas de conocimiento, con dificultades en su relación con los laicos y para discernir en medio de los profundos cambios culturales. En la ciudad, el presbítero, junto con el médico y el maestro, han dejado de ser el centro de referencia en la vida de las personas. La formación sacerdotal cobrará una importancia decisiva en los próximos años.

Se cuestiona una eventual pérdida de legitimidad del catolicismo como religión predominante y el surgimiento cada vez mayor de nuevas expresiones religiosas. De todas maneras, se consolida una pluralidad religiosa y filosófico-religiosa en el continente. Las iglesias evangélicas crecen día a día, conforme van acogiendo a muchos de los que han abandonado el catolicismo e incluso a personas que, participando activamente en la Iglesia católica, no han encontrado en ella una satisfacción a sus anhelos religiosos. Los nuevos movimientos religiosos, comúnmente llamados sectas, se extienden y se multiplican, aunque de manera diversa según las regiones. Sus ideas y creencias sobre el ser humano y el cosmos se difunden masivamente y adquieren credibilidad en amplios sectores de la población, incluso entre los fieles que viven una práctica sacramental habitual.

El fenómeno del New Age se extiende cada día más. Esta "nueva religión", "nueva espiritualidad" o "nuevo paradigma" sin Dios atrae indiscriminadamente a muchas personas por su convocatoria holística que pretende dar satisfacción a la dimensión religiosa de la persona al margen de las religiones establecidas. Para esto, se presenta como una "religión planetaria" con la pretensión de dar respuesta de manera integral a los diversos enigmas humanos (vida, dolor, convivencia, muerte y vida futura). Las sectas de carácter apocalíptico experimentan un surgimiento en diversas realidades eclesiales y sociales, posibilitada esta adhesión por la proximidad de fin de milenio. El milenarismo sigue manteniendo su vigencia histórica como manifestación anticipada de lo divino sin considerar en el horizonte una historia de salvación donde Dios es protagonista absoluto del tiempo.

2.1.5. Educación

En la EDUCACIÓN BÁSICA O PRIMARIA, durante la última década, los países del continente, con la excepción de Bolivia, El Salvador y Guatemala, han alcanzado tasas netas de escolarización del grupo de edad de 6 a 12 años, cercanas al 100%. Bolivia y El Salvador alcanzan tasas superiores al 80% y Guatemala se encuentra muy cerca de alcanzar este porcentaje. Es probable que en la próxima década en ningún país de América Latina queden niños sin oportunidades de escolarización primaria.

Sin embargo, esto no significa que todos los niños vayan a completar este nivel educativo con éxito, y mucho menos que la escuela les proporcione los aprendizajes que requieren. La educación en el continente adolece de graves problemas de eficiencia y calidad de la enseñanza.

En efecto, en los diversos grados, en todas las escuelas del continente se producen repeticiones con fluctuaciones que van entre el 42% y el 25%, junto con una deserción promedio del 22%. En algunos países esas cifras se elevan alrededor del 50%. Esto significa que, en promedio, dos de cada diez niños latinoamericanos no terminan los seis años de escolaridad, y, en algunos países, la mitad de los que comienzan no terminan ese ciclo educativo. A lo anterior se une el hecho de que las mediciones de calidad de la educación recibida muestran, para varios países, logros promedios inferiores al 50% en el dominio de la lectura y de la escritura, e inferiores al 42% en matemáticas. En las escuelas destinadas a los niños de regiones pobres los indicadores son aún más bajos.

En los próximos años estas tendencias se podrán modificar sólo a condición de que los gobiernos enfaticen muy fuertemente políticas de equidad en la eficiencia y en la calidad de la educación. Esto significa, entre otras cosas, incrementar el gasto en educación y focalizarlo de modo más preciso hacia las alumnos con mayores carencias. Un efecto positivo de la ampliación de la cobertura de la educación primaria en el continente ha sido la disminución del analfabetismo absoluto (personas que en el Censo declaran no saber leer ni escribir) que pasó del 20% en 1980 al 15% en 1990, esperándose que alcance, en el año 2000, al 11% de la población de 15 años y más. Los analfabetas de Guatemala, sin embargo, alcanzarán al 38.5%; en El Salvador al 19.4% y en Honduras al 18.8%. De igual modo, por efectos de la mala calidad de la enseñanza y de la deserción, el número de analfabetas funcionales (personas capaces de leer sólo textos breves) se mantendría en todo el continente.

No obstante, de no modificarse las condiciones de eficiencia y de calidad de la educación básica o primaria, en los próximos diez a veinte años en el continente habría, en promedio, entre un 30% y un 40% de la población inhabilitada para incorporarse a trabajos formales y a los beneficios del desarrollo. Además, esta sub-escolarización de la población se constituiría en un lastre al desarrollo económico, aún cuando las variables macroeconómicas comiencen a mostrar un comportamiento óptimo. Los gobiernos del continente están conscientes de estos problemas y, con mayor o menor intensidad y recursos, casi todos están haciendo esfuerzos para superarlos.

Los niveles de matrícula en la EDUCACIÓN MEDIA en el continente fluctúan entre el 89% y el 17% del grupo de edad entre los 15 y los 18 años. Los países en los cuales se ha logrado generalizar la enseñanza primaria o básica, en la próxima década tienen ante sí el desafío de ofrecer una cobertura universal de la enseñanza media. Hacia el año 2005, ofrecer una educación media de calidad para todos los jóvenes se constituirá en el principal desafío educativo para todos los países del continente.

Por el momento, la educación media está desigualmente distribuida. Los establecimientos se concentran en las zonas urbanas, y la calidad de su enseñanza sigue los patrones de la distribución social de ingresos. Con algunas excepciones, la enseñanza técnica se encuentra poco desarrollada y desvinculada de los procesos productivos para los que pretende formar.

La EDUCACIÓN UNIVERSITARIA latinoamericana, de modo creciente, enfatiza la formación de profesionales en desmedro de la formación académica y la investigación. El 17% de los jóvenes acude a sus aulas. Se pueden distinguir al menos tres tipos de universidades: (a) las sobre-pobladas y, en muchas partes, devaluadas universidades públicas; (b) las universidades privadas tradicionales (casi todas católicas); y (c) las nuevas universidades privadas de élite. Estas últimas están auspiciadas por poderosos grupos empresariales.

Según las tendencias, esa situación no va a cambiar en los próximos veinte a treinta años. En el mejor de los casos, se logrará detener el progresivo deterioro de las universidades públicas, aunque la distancia entre estas y las privadas de élite se acrecentará. La matrícula no va a crecer sustancialmente y, en cambio, se profundizarán las tendencias al cobro de aranceles y disminuirá el rol del Estado en el sostenimiento de los alumnos.

En el CAMPO DE LA EDUCACIÓN es previsible a largo plazo una disminución sustancial del rol y la gravitación del Estado. Se desarrollarán los servicios educativos y de capacitación laboral privados. Las antiguas clases medias latinoamericanas - hijas de la escuela, los colegios y las universidades públicas - convivirán con clases medias educadas en el mundo privado: en escuelas, colegios y centros de capacitación privados, que no necesariamente serán eclesiales ni católicos.

Los recursos públicos y privados destinados a la educación crecerán hasta duplicarse (hacia el 2005) e incluso cuadruplicarse (hacia 2010) de no mediar crisis económicas profundas. Aún así, la educación latinoamericana seguirá mostrando retardos con respecto a las de los países desarrollados, y, de no mantenerse los esfuerzos destinados a la equidad, se corre el riesgo de que tales recursos se concentren favoreciendo a los sectores medios y altos.

Del mismo modo, si los esfuerzos que se están realizando en estos años para mejorar la calidad y la equidad de la educación básica o primaria no prosperan, y si no hay una preocupación semejante en relación a la educación media en los años venideros, a largo plazo la educación estará contribuyendo a la consolidación de sociedades profundamente inequitativas.

Por consiguiente, en este caso, se puede anticipar una América Latina conformada por vastas ciudades pobladas por ejércitos de analfabetas funcionales, cuyos trabajos son precarios e inestables, principalmente en el sector servicios y en la informalidad. En esas ciudades, los privilegiados vivirán en torres y barrios cercados y protegidos. En el ámbito cultural, es evidente la influencia creciente de la cultura de masas, alimentada por la industria de la entretención. Debido a la mala calidad de la educación, esa tendencia hará que los excluidos se integren a la modernidad sólo por la vía del consumo y, en especial, del consumo de productos de la industria cultural. Habrá llegado a su fin la era Gutemberg, centrada en la producción física de libros y escritos en papel. Los sectores altos y medios tendrán pleno acceso a los hypermedios (texto, imagen y sonido) a través del ciberespacio, y se desenvolverán en la aldea global. En cambio, la conexión de las mayorías - analfabetas funcionales - se hará mediante decenas de canales de televisión que ofrecerán programas de ínfima calidad.

Cabe preguntarse: ¿qué características de la persona humana predominarán al pasar de la era de Gutemberg a la llegada de la cultural virtual? Probablemente, si forma parte de los grupos integrados, la persona post-Gutemberg será un gran lector de textos cortos y manuales técnicos; si no forma parte de esos grupos, eventualmente se mantendrá como lector de periódicos amarillos y de revistas deportivas y del corazón, pero lo más probable vivirá colgado del televisor.

En este caso, se apunta a la desaparición de dos de las herramientas que posibilitaron la construcción de las clases medias ilustradas que dieron origen a la modernidad: el libro y la educación pública. El proceso que deberá vivir el continente para evitar la polarización entre minorías integradas y mayorías excluidas, en consecuencia, tiene que ver con el modo cómo se resuelvan temas como el rol del Estado en las nuevas condiciones de privatización, la posibilidad de la equidad mediante la educación privada, y el desenvolvimiento del espíritu y la inteligencia a través del hyper-ciberespacio y en los medios de comunicación masivos.

2.1.6. Familia

La familia latinoamericana está sujeta a profundos cambios. No se trata de una crisis de la familia cuanto una crisis en la familia, porque por crisis se entiende justamente un proceso de ajuste y de reasignación de sentido. Por lo tanto, la palabra crisis no denota necesariamente una realidad disolvente sino más bien un dinamismo transformador que puede llegar a ser potenciador.

Entre otras causas, los procesos de industrialización y, consecuentemente, de urbanización implican un cambio de perspectiva sobre la familia y desde hace décadas se ha entrado en un proceso masivo que en estos últimos años se ha acelerado. El proceso de industrialización ha traído, por lo menos, dos cambios fundamentales: (a) la delimitación de la familia a los cónyuges y a sus hijos, y (b) la desaparición del enraizamiento al suelo, otorgado anteriormente por la antigua propiedad familiar de la tierra.

Así, antes la situación de la familia estaba configurada por lo grande (en tamaño) y lo jerarquizado (en roles). Bajo la autoridad de su jefe, se unía a los hijos casados, sus mujeres y los hijos de estos hijos. El centro estaba puesto en los lazos de parentesco y en la transmisión de bienes (herencia) y tradiciones. De allí la importancia, hasta ahora, de los apellidos de familia (la raíz en el pasado). Ahora, la familia tiende a reducirse a una pareja de cara al futuro: el encuentro de un hombre y una mujer que deciden hacer de a dos una historia, su propia historia. Pareja e hijos forman la llamada familia nuclear por oposición a la familia extendida de raigambre rural.

Los lazos de sangre ceden ante los lazos de amor. El simbolismo de la casa paterna, receptáculo de tradiciones, lugar sagrado donde se renuevan y refuerzan los lazos de parentezco es cada vez más invisible en el tejido de la sociedad urbana. Más que la casa de la niñez, la pareja de hoy sueña con la casa propia que van a construir en un lugar elegido por ellos.

La familia tradicional, centrada en la agricultura y en la artesanía que se nutría de ella, tenía una estructura consagrada. Al igual que la familia, la sociedad también aparece como una gran familia. En América Latina la hacienda fue la figura por antonomasia de este pasado; la hacienda era familia y ciudad al mismo tiempo. Pero, la industrialización produjo varios cambios.

El mundo del trabajo ya no es a escala familiar. La familia ya no es unidad de producción ni unidad de consumo. Los equipamientos colectivos relativizan esta función familiar. La disminución del protagonismo económico relativiza también el rol de la propiedad familiar y la función cultural del círculo familiar.

El tejido urbano se generaliza. Al comienzo la ciudad se asemejaba al campo y se organizaba en barrios tejidos por los lazos de vecindario y de proximidad. Posteriormente es el campo el que comienza a imitar a la ciudad. La red de relaciones se amplía en la ciudad y se diversifica más allá de la familia. Esto hace que la gran familia, que antiguamente era factor de seguridad, hoy es desplazada por un buen número de seguridades colectivas sin que intervengan los lazos afectivos. Una red diversificada de comunicaciones permite a organismos especializados (hospitales, hogares de ancianos, salas cunas, etc.) asumir funciones de la familia tradicional.

El rol de la mujer se modifica profundamente. Antes su vida se inscribía en una doble dependencia: de la naturaleza y del varón; dependencia de la naturaleza en función de la reproducción y dependencia del varón en función de la obediencia al padre y luego al marido. El desarrollo tecnobiológico y tecnológico en general hace posible que la mujer pueda ahorrar energías que antes no le permitían desarrollar un proyecto de realización personal. Hoy la esperanza de vida se alarga, se incorpora al mundo del trabajo, las tareas domésticas y de reproducción se aligeran, etc. La técnica entra al hogar y hace menos pesado el trabajo y, por tanto, permite una mayor disposición de tiempo para sí misma. La familia se hace móvil. A nivel geográfico, la familia queda liberada del enraizamiento local y deja de percibir los beneficios humanizantes de la pertenencia a un círculo pequeño; a nivel profesional, se da una reconversión permanente; a nivel social, se insiste en la calidad de las relaciones, se amplían las responsabilidades y crece la importancia de la formación personal permanente.

La forma de asumir la sexualidad, por parte de la familia, también cambia. En el sistema parental, el matrimonio es considerado como una institución que agrega una célula a una realidad social ya existente y preexistente. Se enfatiza, por ello, la dimensión procreativa de la sexualidad humana. En la perspectiva conyugal, el matrimonio es, primeramente, relación interpersonal, encuentro de un hombre y una mujer para una historia común. Es el otro, la pareja y los hijos, los que adquieren centralidad, más que el colectivo social. Esto hace que la mujer ya no pueda reducirse sólo a tareas domésticas y educativas.

La familia hoy busca asegurar su autonomía. Antes el apoyo y la seguridad estaban en los círculos concéntricos de la parentela. Hoy el acento está puesto en la inevitable separación con respecto a la familia de origen: asegurar la independencia de la pareja. Consiguientemente, si la pareja busca su autonomía y si la mujer busca la posibilidad de desarrollarse en su vida personal, el encuentro entre el hombre y la mujer se vuelve fuertemente individualizado. Antes la experiencia matrimonial era la de un grupo más que una experiencia personal; por ello mismo, los valores eran objetivables y definidos como bien común de la sociedad. Hoy, en cambio, los valores del encuentro entre un hombre y una mujer, en el tejido urbano, resultan más frágiles. La pérdida de seguridad, que antes daba el enraizamiento parental y la estabilidad de las instituciones, hoy necesita ser compensada por una valoración e intensificación de la intimidad familiar.

La forma de sociabilidad ha cambiado en la sociedad moderna de un modelo comunitario (relaciones espontáneas y directas basadas en sentimiento de unidad y de solidaridad, gracias a la cercanía del cara a cara, compartiendo valores de consanguinidad, de localidad, de amistad, de creencias religiosas y morales) a un modelo de sociedad (relaciones basadas en lo funcional y en lo racional, donde la capacidad individual de deliberar lleva a reconocer la legitimidad de buscar el propio interés antes que los que son comunes. Por eso, predomina el intercambio, el contrato, el mercado).

En este contexto, la cultura moderna tiende a separar, primero, y a subordinar, después, la dimensión sustantiva o personal de la dimensión funcional. Por consiguiente, se siente cada vez más la necesidad de resignificar a la familia desde su núcleo personal y personalizante, dentro del contexto de la racionalidad urbana. Más que nunca se percibe la necesidad de la experiencia de comunidad porque el individuo, que es base de la sociabilidad humana, es un sujeto personal necesitado de reconocimiento. Justamente, es en la familia donde se recupera esta experiencia única e irrepetible de ser persona perteneciente a una comunidad.

En la familia se experimenta la vida como gratuidad, sea en la dimensión amorosa como en el nacimiento de los hijos. De esta realidad nacen las experiencias que no son propias del orden funcional y que, por el contrario, apuntan a su debilidad para asegurar una vida plenamente humana.

Esto resulta de particular importancia en el contexto de la tendencia actual (matrimonio a prueba, divorcio) cuando, de continuar esta tendencia, se puede estimar que en la historia de algunas personas existirán entre tres a cuatro relaciones de parejas estables y consecutivas: (a) una relación de pareja estable durante la adolescencia e inicio de la adultez (matrimonio a prueba); (b) una relación estable durante el período del desarrollo personal, laboral y profesional; (c) el establecimiento de una relación estable para la reproducción y crianza de los hijos; y (d) una relación de pareja durante la vejez. La consecuencia de las parejas sucesivas será la formación de familias con hijos de diferentes uniones: serán familias formadas por los hijos tuyos, míos, nuestros. Esto significa la existencia de hermanos sin ninguna vinculación de consanguinidad entre ellos. Además, aparece la posibilidad de la fecundidad y transmisión de la vida sin recurso a la relación sexual dentro de la pareja: las mujeres fecundadas con espermios procedentes de bancos, los hombres que donan gametos para fecundar mujeres, las parejas que encargan embarazos, las parejas que adoptan embriones, la fecundación de mujeres en edad no reproductiva (postmenopausicas), y las parejas de homosexuales y lesbianas que acceden a la paternidad-maternidad por la vía de la fecundación asistida.

En el fondo, en la sociedad del Tercer Milenio ya no existe un solo modelo de la familia y en este campo, como en muchos otros, se vive en el horizonte de la opción en cuanto cada cual tiene que decidir sobre el modelo de familia que desea asumir.

2.1.7. Medios de Comunicación Social

Gran parte de las transformaciones actuales de nuestras sociedades pueden verse como el tránsito hacia una sociedad de la información. Cada día se acentúa el peso que juegan la información, el conocimiento y la comunicación en la actividad económica, social, política y cultural de la sociedad. La comunicación está en el centro de la sociedad y la información se transforma en uno de sus recursos más valiosos.

Al crecer la importancia de la comunicación y la información, aumenta la relevancia (numérica pero, aún más significativa, estratégica) de aquellos que trabajan en esos sectores, de los que pueden denominarse analistas simbólicos (los que trabajan identificando, resolviendo problemas), e intermediarios estratégicos entre los dos grupos anteriores.

En esta transformación hacia una sociedad de la información, se acelera y se cristaliza la convergencia entre los medios de comunicación social, la industria computacional y la industria de telecomunicaciones, convergiendo así las actividades relacionadas con la información y la comunicación. Este sector se constituye progresivamente en un sector dominante en la economía mundial.

En el mercado de las comunicaciones existe un aumento vertiginoso del volumen de la información producida y difundida en la sociedad. Se pasa de una etapa en que más que preocuparse por la escasez de información, se enfrenta el problema de cómo ordenar esa exagerada información.

El advenimiento de los medios masivos de comunicación, y su consecuente bombardeo de imágenes, sonidos e informaciones, no significa que necesariamente nuestras sociedades sean más transparentes (más conscientes de sí mismas) ya que también puede conducir a sociedades más complejas e incluso caóticas. Las sociedades, teniendo algunas ideas de universalidad, se encuentran cada vez más distantes de los referentes reales o de los eventos y procesos, sean estos inmediatos o alejados; son sociedades con realidades mediatizadas (quizás virtuales) sumergidas en un juego de fabricaciones donde pocos las hacen explícitas.

Una parte importante de estas ofertas de comunicación e información están orientadas hacia mercados globales. Las comunicaciones en que una persona puede participar (desde la serie de televisión producida en Estados Unidos hasta los grupos de discusión en Internet) tienen un alcance global. Sin embargo, el aumento de la oferta y del consumo global no supone la desaparición de las ofertas locales. El consumo de mensaje globales implica consumir dichos mensajes desde un punto de referencia, o sea un consumo local. La globalización (en lo económico, político y cultural) y la postmodernidad (en cuanto cambios en la vida social) han transformado la cotidianidad de la mayoría de la población y son, a la vez, terreno y abono de complejos procesos de comunicación que podrían parecer paradójicos. Mientras la globalización de las comunicaciones propone escenarios y eventos comunes de carácter universal, brindando la oportunidad en el tiempo y en el espacio de experiencias cercanas y homogéneas (ciudadanos del mundo), hay un progresivo reposicionamiento de los medios y formas de comunicación nacionales, regionales, locales y comunitarias. Los mismos procesos de globalización, tanto económicos como culturales, han permitido una reorganización y una revalorización de las condiciones y las prácticas comunicativas locales y comunitarias. Así, en medio de lenguajes universales y, a su vez, plurales, se han abierto las puertas a relatos y dialectos particulares que poco a poco han entrado a participar en la elaboración de los discursos públicos más amplios.

Los medios masivos se convierten cada vez más en los espacios de debate de los asuntos públicos, que no necesariamente implican una mayor participación de los ciudadanos en los mismos; sin embargo, se configuran formas y mecanismos de participación pública más individualizados. La presencia de una cultura especializada de la información produce el fenómeno de exclusión de aquellos que no participan en ella. Esta ausencia los margina de los mundos propuestos por los medios y las redes masivas de comunicación.

En relación al aumento de la oferta se desarrolla una tendencia al ocaso de las audiencias masivas, hacia la fragmentación y segmentación de dichas audiencias. Al crecer las ofertas, aumentan las posibilidades de adecuar esas ofertas a unos intereses más específicos y segmentados.

Con respecto a estos cambios del mercado, uno de los procesos más relevantes que se produce tiene lugar en la regulación. Se privatizan los antiguos medios (como, por ejemplo, las compañías de telecomunicaciones), se busca una regulación más flexible, y se reducen las barreras al movimiento de los capitales en el sector. Así, se configura un escenario dominado por las empresas privadas.

En este contexto de cambio profundo, los antiguos medios masivos no desaparecerán, aunque pierdan protagonismo en relación al pasado, coexistiendo y readaptándose con los nuevos medios, de modo que lo más probable es que se forme un escenario híbrido. En esta nueva situación del mercado de las comunicaciones existirán peligros para la sociedad en cuanto gran parte de las nuevas ofertas serán de acceso pagado como también por el costo del soporte técnico. Estos factores hacen que el acceso a estos nuevos medios pueda constituirse en la base de una nueva brecha y dualización de las sociedades.

Estas transformaciones también influyen en la relación de la persona con la comunicación y la informática. Por de pronto, se da una creciente importancia a la interactividad y la bidireccionalidad de las comunicaciones. Las nuevas tecnologías (desde el CD-ROM hasta Internet) permiten que el consumidor decida sobre las informaciones recibidas (cuáles, en qué orden, etc.). Aún más importante es el hecho que aumenten las posibilidades de las personas para ser emisores (como, por ejemplo, el correo electrónico). Pero no son esos los únicos cambios: el desarrollo de la multimedia y de la realidad virtual afectan la forma de relación con los medios.

Todos estos cambios no sólo afectan la forma en que la persona se organiza y se relaciona con la información y la comunicación, sino también la forma en que se organiza y se relaciona con el mundo.

2.1.8. Medio Ambiente

Un desafío urgente que enfrentan las sociedades de nuestro continente es el ambiental o ecológico. Existe amplio consenso en la gravedad del deterioro y la sobreexplotación de los recursos naturales como también de los fenómenos de contaminación. Ellos ya están afectando seriamente, por una parte, las posibilidades de crecimiento económico de la región, y, por otra parte, la calidad de vida de sectores cada vez más numerosos de nuestras poblaciones.

La urgencia y la gravedad de la situación ambiental se ve aumentada por la complejidad de su enfrentamiento. Lo ambiental ya ha superado muy ampliamente el marco original de las ciencias biológicas y es tratado comúnmente como una de las dimensiones del desarrollo definido como sustentable, en conjunto con el crecimiento económico y la equidad social. Ya no es posible pensar en una solución duradera a la situación de la pobreza y marginación de las mayorías latinoamericanas si no se avanza decididamente en la construcción de un desarrollo que, junto con crecer económicamente, lo haga con equidad en la distribución de sus frutos y proteja la base de recursos en que se sustenta.

El desafío ambiental, además de ser un desafío político, económico y social para nuestros pueblos, está estrechamente ligado a las dimensiones culturales y éticas que fundamentan nuestro accionar individual y social. Si se sigue privilegiando un consumismo derrochador, la prosecución egoísta del interés propio, el fomento del aprovechamiento inmediatista y el evidente desinterés por la vida del otro, tanto del actual como el de las generaciones futuras, no será posible construir, entre todos, una sociedad integrada y justa que mejore substantivamente la calidad de la vida diaria de millones de latinoamericanos. En un planeta finito, que hoy tiene consciencia clara de sus límites, y en un mundo de comunicación instantánea, el ambiente es, al mismo tiempo, fuente de los que lo usamos y necesitamos como también destinatario de lo que producimos y desechamos. Lo ambiental, por lo tanto, adquiere un alcance global, en cuanto a que los problemas ambientales no tienen solución exclusiva dentro de las fronteras nacionales por la interdependencia de los factores que los producen y de los efectos que provocan. Para enfrentar de manera exitosa los problemas ambientales globales como el agotamiento de la capa de ozono, la destrucción de la biodiversidad o el cambio climático mundial, se requiere integrar las políticas nacionales a un esfuerzo internacional diferenciado de responsabilidades compartidas.

El desarrollo, entendido como mejores condiciones de vida para todos, implica más alimentos, más techo, más salud, más educación, más recreación. En otras palabras, se necesitan más recursos, más energía, que, a la vez, producen más desechos. El desarrollo no se puede separar de lo ambiental con el cual debería integrarse claramente, en cuanto a sus contenidos y efectos.

No se puede olvidar el círculo vicioso de deterioro ambiental y pobreza que se da con frecuencia en nuestros países. Algunas veces los sectores más postergados degradan su medio por necesidades de sobrevivencia. El recurso a la leña, la explotación sin límite de ciertas pesquerías, el deterioro creciente de los suelos por ciertos tipos de cultivos, por ganado o por prácticas inadecuadas, son ejemplos frecuentes de creciente empobrecimiento y deterioro ambiental. Sin embargo, al mejorarse las condiciones básicas de vida puede alcanzarse, inmediata e simultáneamente, un mejoramiento de las condiciones ambientales junto a una participación creciente de la población en la conservación y uso sustentable de sus recursos naturales.

Lamentablemente, ciertos sectores productivos de las economías latinoamericanas, mayoritariamente dedicados a satisfacer la demanda de los mercados externos, exigen de los recursos naturales más allá de sus capacidades de regeneración o dan origen a graves situaciones de contaminación, aprovechándose de sus poderes relativos frente a Estados con instituciones ambientales insuficientes o severamente desfinanciadas, y poblaciones desorganizadas y necesitadas de empleo.

En América Latina y el Caribe se encuentra una de las regiones más urbanizadas del mundo, donde más del 70% de la población vive en áreas urbanas dando origen a una extendida pobreza urbana con gran incidencia ambiental. Los pobres urbanos corren la mayor proporción de los riesgos ambientales por la situación en que viven. No disponen de agua, alcantarillado ni recolección de basura; están amenazados por inundaciones o deslizamientos; viven, generalmente, alrededor de enormes instalaciones industriales; contribuyen en alta proporción a las basuras no recolectadas y son afectados fuertemente por la contaminación atmosférica; carecen de espacio, de agua y de aire.

La realidad urbana tiene un costo muy alto en salud humana, en calidad de vida, en destrucción de recursos naturales y en deterioro de la productividad económica general. Hacen falta los servicios básicos a las mayorías de los habitantes urbanos; quedan por realizar las reformas de las políticas de suelo urbano, dando a conocer los riesgos a que se está expuesto de manera que se puedan determinar prioridades y se enfrentan las necesidades a través de iniciativas comunitarias, con respaldo oficial. Sólo una acción concertada y participativa de todos los sectores involucrados podrá tener efecto, ya que se necesitan cambios en las estructuras de gobierno, tanto a nivel nacional como local, para fortalecer la participación de la sociedad civil organizada, y reforzar la capacidad de gestión de los gobiernos locales.

Los desafíos ambientales no sólo exigen una respuesta de común responsabilidad sino también una sociedad moralmente coherente porque todo camino de solución pasa por decisiones que involucran estilos de vida y un sentido de compromiso frente a las generaciones futuras.

2.1.9. La Mujer

La irrupción de la mujer en el ámbito de lo público crece progresivamente. Las mujeres comienzan a tener mayor participación en la construcción de la sociedad civil y política. Este fenómeno no sólo obedece a las iniciativas, inquietudes y luchas de las mujeres por ejercer sus derechos de ciudadanía, sino que es también consecuencia de los cambios a nivel socio-político, económico y cultural que han abierto más espacios de participación para ellas.

En el mundo del trabajo la incorporación de la mujer aumenta cada vez más. Esta tendencia se observa en todos los grupos sociales y en todos los países del continente. La entrada de la mujer al campo laboral tiene múltiples consecuencias para ella y su familia: el cuestionamiento de los roles asignados históricamente; la tensión para la mujer de vivir una doble o triple jornada de trabajo; la pregunta por el cuidado de los hijos y la responsabilidad familiar y societal.

Por otra parte, el acceso de la mujer al trabajo se produce en condiciones de inequidad y desigualdad en cuanto al tipo y a la calidad de empleo, al contrato y la estabilidad laboral, a los sistemas de previsión y seguridad social, y al salario por trabajo de igual valor que el hombre. Asimismo, se observa una considerable desigualdad de condiciones entre las mujeres y los hombres en cuanto al acceso a los recursos productivos, tecnológicos y líneas especiales de crédito.

Con respecto al ámbito del trabajo, a algunas mujeres les surgen sentimientos encontrados. Por una parte, sienten la necesidad y la obligación de trabajar para incrementar los recursos económicos del hogar, pero, por otra parte, reconocen que hay todo un plano de autorrealización personal importante.

Una de las causas de la feminización de la pobreza es el incremento del número de hogares a cargo de mujeres que, en su mayoría, trabajan en el mercado informal sin protección legal ni social, sin limitación de horario ni salario fijo. Se percibe una búsqueda de redefinición de la identidad de la mujer. Paulatinamente, muchas mujeres adquieren una autoconciencia de lo que significa ser para sí en contraposición, en alguna medida, al ser para otros (madre, esposa, etc.), como tradicionalmente se las ha definido social y culturalmente. Surgen preguntas tales como, ¿qué quiero ser y hacer con mi vida? ¿qué espacios más propios necesito para crecer? ¿cuál es mi proyecto futuro?

La búsqueda de la propia identidad ha significado la creación de espacios donde las mujeres comparten y discuten este tema. Inevitablemente, este diálogo remite al tema de la sexualidad, de los derechos del cuerpo y de los derechos reproductivos. Se comienza a separar la sexualidad de la procreación, descubriendo la dignidad de lo primero y rebelándose contra el rol tradicional que la limitaba a lo segundo. La mujer comienza a ejercer su derecho a decidir: ¿cuántos hijos deseo tener?

Los sectores más tradicionales de la sociedad expresan públicamente su temor de que la búsqueda de la igualdad de oportunidades de la mujer pudiera atentar contra la estabilidad familiar. Sin embargo, la mujer dice defender los valores de la autonomía, la igualdad y la libertad dentro de un horizonte comunitario en contra de una mentalidad liberal individualista, y , por tanto, su búsqueda constituye una expresión de la autoconciencia, la autorrealización y la autodeterminación.

El tema de la mujer, y en particular el de las relaciones entre hombre y mujer, hace referencia a la diferencia (sexualidad masculina y sexualidad femenina). En la medida que se acepte esta diferencia y se reconozca socialmente la igual dignidad, se abrirá un espacio de diálogo con un discurso más basado en la equidad que respeta la diferencia sin discriminación.

El replanteamiento de la identidad de la mujer implica necesariamente la del hombre. Así, el rol del padre en la familia también está buscando nuevas expresiones, especialmente en los matrimonios más jóvenes, frente a una esposa que es profesional y que también trabaja fuera de la casa. En este sentido, pareciera que la mujer sabe mejor lo que quiere y adónde va, mientras el hombre ha perdido claridad sobre el perfil de su identidad y de su rol en la familia y en la sociedad.