TOLERANCIA
VocTEO
 

El problema de la tolerancia se ha desarrollado, en el plano histórico, en estrecha relación con la cuestión de la libertad religiosa.

Fueron ante todo los cristianos de los tres primeros siglos quienes lo suscitaron expresamente, reivindicando respeto y libertad para las personas que se adhieren a una fe que los obliga, en nombre de su propia conciencia, a distinguir entre el poder religioso y el poder político. Pero, paradójicamente, fueron los mismos cristianos, una vez que pasaron a ser directos responsables de la gestión del Estado, los que practicaron a su vez la intolerancia frente a la aparición de las herejías y la presión del paganismo o de las otras religiones. La Edad Media y una parte consistente de la Edad Moderna estuvieron dominadas, aunque con loables excepciones, por una actitud de rechazo de toda forma de diálogo con los que sostenían posiciones contrarias a la fe católica.

El principio de la tolerancia llegó a afirmarse plenamente tan sólo en nuestro tiempo. Una aportación decisiva a su consolidación se debe a J Locke (Epistola sobre la tolerancia, 1689), que basa la tolerancia en la separación de las funciones del Estado y de la Iglesia. Pero es sobre todo en los ss. XVlll y XIX cuando la idea de la tolerancia encontró su plena expresión en la cultura occidental a través de la proclamación de la libertad de conciencia, como uno de los derechos fundamentales del hombre.

La Ilustración y el liberalismo desarrollaron sin embargo una concepción de la tolerancia basada en la libertad radical de pensamiento y en la relativización de los dogmas, lo cual suscitó una viva reacción por parte de la Iglesia católica. Solamente con el pontificado de Juan XXIII y con el concilio Vaticano II se asiste a una plena adquisición de la tolerancia en el mundo católico, ligada a la recuperación del misterio de la persona y de la primacía de la conciencia.

Hoy la tolerancia, aparte de tener motivaciones doctrinales, es una exigencia de la situación de pluralismo cultural y religioso que obliga a una confrontación cada vez más amplia entre pueblos de tradiciones diversas. Es ésta también la razón que ha movido a la Iglesia (cf. Gaudium et spes) a establecer unas nuevas relaciones con el mundo, caracterizadas por la búsqueda de diálogo con todos los hombres, sin renunciar por ello al anuncio de la verdad evangélica.

G. Piana

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