TEODICEA
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A veces se identifica con la teología natural sin más, pero más propiamente la teodicea sirve para designar aquella sección de la teología filosófica que intenta mostrar la "justicia de Dios» (tal es el sentido etimológico de esta palabra), a pesar de la presencia del mal en el cosmos y en la historia. Por otra parte, la estrecha conexión entre la teología filosófica y la teodicea se deriva entre otras cosas de la importancia que ha adquirido en la Edad Moderna y contemporánea el llamado "ateísmo trágico", es decir, aquella forma de negación del Absoluto trascendente que se basa en la meditación del mal en general y del sufrimiento de los inocentes en particular El mismo Tomás de Aquino, antes de ponerse a demostrar la existencia de Dios a través de las cinco vías, toma en consideración la actitud de los que la niegan al no conseguir dar razón del mal. En la cima de la modernidad Hegel concluye su propia filosofía de la historia mostrando su convicción de haber elaborado la "verdadera teodicea, la justificación de Dios en la historia».

Si por un lado se registra en la época moderna la crisis de la teodicea, proclamada en un opúsculo kantiano de 1791 con el título significativo y provocativo De la vanidad de codos los intencos filosóficos de la Teodicea, hay que añadir sin embargo que la atención por la temática de la teodicea recorre la modernidad en todas sus figuras filosóficas, a pesar de todos los intentos de eliminación del problema.

Ya el comerciante de piensos Blyenberg acuciaba a Spinoza interpelándolo sobre el misterio del mal y el terremoto de Lisboa comprometido a fondo el talento especulativo y literario de un Rousseau y de un Voltaire. Pero el que es considerado justamente como el padre de la teodicea en la modernidad es Leibniz, que con sus ensayos se opone vigorosamente al fideísmo de P Bayle y le paga con la misma moneda. Una interesante respuesta al reto kantiano podemos encontrarla en la Teodicea de Antonio Rosmini Serbati ( 1845).

La época posmoderna vive dramáticamente la tensión que sufre la razón humana frente al misterio del mal y propone como un estribillo la pregunta de Adorno de si es posible todavía filosofar después de Auschwitz, poniendo en crisis a la teología cristiana, que a veces intenta respuestas audaces y ricas de fascinación, mientras que se interroga sobre la pasibilidad de Dios.

Pero -como enseña el último Caracciolo- el contacto con el dolor engendra también un filosofar, desanimado y débil si se quiere, pero que es siempre un invento del pensamiento meditante por no eludir la llamada del sufrimiento humano.

En el plano de la teoría resulta central en la teodicea la idea de la Providencia divina, cuyos caminos parecen escaparse muchas veces de manera inmediata de la razón humana, pero que tienen su racionabilidad intrínseca, que es precisamente la que se empeña en buscar la teodicea. La tematización del misterio del mal requiere una distinción fundamental, que no pueden ignorar el filósofo ni el teólogo: se trata siempre de analizar el mal en su aspecto de límite del cosmos y del hombre en su dimensión histórica, como fruto de opciones negativas por parte de la voluntad libre del hombre.

En la primera acepción el mal forma parte de la estructura misma del ser contingente, que precisamente por eso no es perfecto ni absoluto. Si Dios hubiera creado un universo perfecto, habría producido otro Dios. Paradójicamente, la innaturalidad del dolor tiene que reducirse a la naturalidad del mal y en este sentido Dios no puede querer el mal. En la segunda acepción se trata del vínculo tan estrecho que existe entre el mal y el pecado, o sea entre el sufrimiento y el mal moral. La tematización de este vínculo es exquisitamente teológica y requiere la elaboración de una teología de la historia a partir de la experiencia del primer pecado. Pero no hay que separar los dos ámbitos, ya que se iluminan mutuamente, hasta el punto de que a menudo la teodicea asume las connotaciones de la teología de la historia más bien que de la teología filosófica propiamente dicha.

N Ciola

Bibl.: C. Díaz, Teodicea, en DTDC, 13251334. H. Kúng, ¿Existe Dios?, Cristiandad, Madrid 1979" P. Roqueplo, Experiencia del mundo, ¿experiencia de Dios?, Sígueme, Salamanca 1969, H. Haag, El problema del mal. Herder Barcelona 1981; J Maritain, ...y Dios permite el mal, Guadarrama, Madrid 1967; A, Gesché, El mal, Sígueme, Salamanca 1994.