TEMPLANZA
VocTEO
 

La exigencia de disciplinar virtuosamente el comportamiento, moderando los impulsos y las pasiones humanas más intensas, es común al mundo antiguo. Señalada con diversos vocablos por los varios autores, tiene un amplio campo semántico dirigido a destacar, bien sea el aspecto de moderación en actos específicos (virtud especial), bien el de moderación en la actitud general (virtud general), algo así como una condición de existencia para otras virtudes.

En el mundo griego se habla de enkráteia (de enkracéo: ,'soy dueño, domino») o de sophrosyne (de sophroneo. "no soy sabio, moderado, continente» (Platón, República, 1V, 430-431 b). Aristóteles (Ethica Nicomachea, 11, 7. 111, 13) destaca más bien el carácter de mesotes, de "término medio» de la templanza.

La Escolástica (que pone la templanza entre las cuatro virtudes cardinales, después de la prudencia, la justicia y la fortaleza) hace un esfuerzo por armonizar el patrimonio clásico con los aspectos estrictamente cristianos, de tradición bíblica (Rom 12,3.16; 1 Pe 4,7. Tit 2,6) y patrística (san Agustín, De moribus Écclesiae, XV; san Ambrosio, De ofíiciis, XLIII), contribuyendo a una caracterización ulterior dé la virtud de la templanza.

En la tradición teológica la templanza como virtud particular tiene como objeto los impulsos (passiones) de la corporeidad y, más concretamente, de la afectividad (vis appetitiva sensitiva de los escolásticos) hacia los placeres inherentes a determinados actos: la nutrición y la generación. Se trata de impulsos arraigados en la esfera de los instintos con finalidades diversas, que pueden reducirse a la agresividad (appeticus irascibilis, al que correponde la virtud de la fortaleza) y a la conservación del individuo y de la especie (appeticus concupiscibilis, moderado por la templanza).

La condición de posibilidad de la virtud de la templanza reside en la capacidad estructural, constitutiva de la esfera de los instintos, de ser guiada y orientada por la razón. Esta intuición fundamental era ya patrimonio de los antiguos (la elaboró especialmente Aristóteles en su doctrina sobre la división del alma) , y es hoy un dato adquirido de las ciencias etológicas y antropológicas. Así pues, la templanza, como virtud, hace referencia a la razón, pero su operatividad depende de la estructura del instinto humano capaz de regulación, de modificación, de orientación y de organización (es lo que Gehlen llama "plasticidad de los instintos»).

La templanza está constituida por un conjunto de virtudes, algunas de las cuales regulan el ámbito específicamente nutritivo y reproductivo (por ejemplo, la sobriedad, la castidad), y otras moderan diversos ámbitos del comportamiento general (por ejemplo, el pudor, la honradez, la clemencia, la modestia, etc...).

Muchas de las virtudes anejas a la templanza que aparecen en los tratados escolásticos y en los manuales posteriores pueden estar muy alejadas del horizonte actual, en el que se habla de la templanza. En realidad, la creciente diferenciación de las ciencias biológicas y humanas (etología, antropología) en su objeto específico impone considerar la templanza a la luz de la ciencia de la alimentación, de la teoría de los instintos, de las teorías axiológicas.

Desde el punto de vista moral, este nuevo planteamiento implica la exigencia de señalar esmeradamente el objeto particular de la templanza en los diversos ámbitos.

T Rossi

Bibl.: Tomás de Aquino, Summa Theologiae, De temperantia, 11-11. qq, 141-170: U, Rocco, Templanza, en DE, 111, 458-459: S, Canals, Ascética medisada, Rialp, Madrid 1974: Y Marcozzi, Ascesis y Psique, Razón y Fe. Madrid 1961: J Pieper, Prudencia y templanza, Rialp, Madrid 1969.