SOLA SCRIPTURA
VocTEO
 

Esta expresión latina indica la convicción de que toda la doctrina y la práctica eclesial tiene que estar determinada solamente por la Escritura.

Muchos exponentes de la Reforma estaban convencidos de que gran parte de los elementos en el ámbito del catolicismo estaban basados en tradiciones meramente humanas, ratificadas por los obispos y por el papa. La doctrina del purgatorio y la práctica de las indulgencias les servían de ejemplo para sostener la necesidad de la Escritura. Estos elementos de la vida católica parecían estar en contradicción con lo que los protestantes comprendían como el corazón del Evangelio, a saber, que los seres humanos son salvados por la fe y no por las obras, como enseñaba san Pablo en las cartas a los Romanos y a los Gálatas.

El principio de la sola Scriptura no excluye una interpretación espiritual o exegética de la Biblia. El mismo Martín Lutero utilizó la imagen del pesebre de Belén para explicar que las palabras de la Escritura tienen la función de llevar a Cristo. Lo importante es lo que nos da un retrato de Cristo. Algunos protestantes de los siglos más recientes, orientados de manera más literaria, hacen de la Escritura una norma de vida y de doctrina de tal categoría que prohíben por ejemplo a las mujeres hablar en la Iglesia (cf. 1 Cor 14,34). Pero el principio de sola Scriptura no exige tal literalismo. Tampoco exige que se rechace la Tradición. Por ejemplo, algunos reformadores como Zuinglio o Melanchton valoraban mucho a los Padres de la Iglesia. El principio de sola Scriptura exige cierta prudencia en la aceptación de la Tradición. Ésta, incluyendo en ella las enseñanzas oficiales de la Iglesia, tiene que valorarse a la luz de las Escrituras.

Un desarrollo principal dentro del protestantismo contemporáneo es la valoración altamente positiva de la Tradición, gracias a la Conferencia mundial de la Comisión Fe y Constitución, celebrada en Montreal, en 1963. La Comisión, que incluye entre sus miembros a muchos representantes de comunidades protestantes, afirmaba: «Podemos decir entonces que somos cristianos por causa de la Tradición del Evangelio (la parádosis del kerygma) atestiguado en la Escritura, transmitido en la Iglesia y por la Iglesia a través del poder del Espíritu Santo. La Tradición, entendida en este sentido, es actualizada en la predicación de la Palabra, en la administración de los sacramentos y en el culto, en la catequesis, en la teología cristiana y en la misión y el testimonio que se da de Cristo en la vida de los miembros de la Iglesia» (Scrittura, Tradizione e tradizioni, en C. Boyer S. Virgulin, Unita cristiana e movimiento ecumenico. Vol. 11 [19611973} Studium, Roma 1975 36-37).

Esta frase refleja los resultados de la exégesis histórico-crítica de la Biblia, que demuestra que la misma Escritura es, hasta cierto punto, producto de la vida y de la tradición de la comunidad. La Escritura es la expresión normativa escrita de la Palabra de Dios, revelada en Cristo y transmitida a cada generación sucesiva de cristianos. Las diversas tradiciones eclesiales (con t minúscula) que aparecen en el curso de la historia son más o menos expresiones sucesivas de la Tradición (con T mayúscula) y están siempre sujetas a reforma, a la luz de aquella Tradición. No todos los protestantes aceptan la valoración de la tradición presente en los documentos de Montreal y mucho menos la interrelación entre la Escritura, la Tradición y el Magisterio que proponía el Vaticano II en la Dei Verbum. A pesar de ello, la mayor parte de los cristianos de las comunidades que surgieron durante la Reforma no interpretan hoy la normatividad de la Escritura de modo que excluya un aprecio positivo de la Tradición.

W Henn

Bibl.: P Grech, La hermenéutica protestante, en NDTB, 745-747; L. Alonso SchOkel, Hermenéutica de la palabra, Cristiandad, Madrid 1986; AA, VV , La interpretación de la Biblia, Herder Barcelona 1970.