PSICOLOGÍA Y VIDA RELIGIOSA
VocTEO
 

La vocación a la vida religiosa se entiende aquí como la respuesta que el hombre da libremente a la invitación que Dios le dirige para que se consagre a él en una especial forma de vida. De esta indicación se deduce que la vocación presenta dos dimensiones: la divina (invitación de Dios) y la humana (respuesta por parte del hombre).

Entre las dos dimensiones se da una continua interacción, de la que sólo pueden verificarse los dinamismos psicológicos. Esto justifica el recurso a las ciencias humanas para valorar la autenticidad de la respuesta a la invitación de Dios, para promover el proceso de maduración humana y espiritual en armonía con el ideal religioso, a fin de sugerir métodos y orientaciones para la formación tanto inicial como permanente, a fin de intervenir con una acción terapéutica en los casos difíciles.

La psicología puede llevar a cabo un servicio particular a la vida religiosa, ofreciendo a los responsables de la formación y de las comunidades informaciones relativas al desarrollo psicológico en las diversas etapas de la edad y en las posibles alteraciones o desviaciones en el comportamiento; ilustrando los dinamismos que intervienen en las relaciones interpersonales, tanto entre los miembros de la comunidad como en las relaciones con los de fuera; ayudando a plantear los encuentros de familia como una «revisión de vida', animada por los principios de dinámica de grupo.

La sugerencia de la necesidad de tomar en cuenta los datos psicológicos en el planteamiento de la vida religiosa aparece también en el Decreto conciliar Perfectae caritatis: «El modo de vivir, de orar y de obrar tiene que adaptarse convenientemente a las condiciones físicas y psíquicas actuales de los religiosos» (PC 3). También el decreto sobre la formación sacerdotal Optatam totius insiste en que los educadores de los seminarios tengan «una especial formación espiritual y pedagógica » (0T 5). Junto a las exhortaciones de recurrir a la ayuda de un especialista para valorar mejor los requisitos de madurez humana y afectiva de los candidatos, la Congregación para los religiosos exige una norma prudencial: hay que dirigirse a « un psicólogo verdaderamente experto, prudente y estimado por sus principios morales » (RG 11).

Con el deseo de concretar esta sabia advertencia, podemos decir que el psicólogo llamado a colaborar en el ámbito de la vida religiosa debería presentar las siguientes condiciones de base : rectitud personal y honestidad profesional; formación específica en línea con la antropología cristiana; metodología de intervención inspirada en un concepto «positivo y abierto» de la persona humana; suficiente conocimiento de la doctrina cristiana y de los deberes propios de la vida religiosa.

B. Giordani

Bibl.: R. Zavalloni, Psicología y espiritualidad, en NDE, 1 189-1204; Íd., pSicología pastoral, Studium, Madrid 1967; L, M. Rulla, Psicologia profunda y vocación, 2 vols., Atenas, Madrid 1984- 1985; L. Beirnaert. Experiencia cristiana y psicologia, Estela, Barcelona 1966.