PSICOANÁLISIS Y TEOLOGÍA
VocTEO
 

Cuando se habla de psicoanálisis se piensa sobre todo en el método terapéutico empleado por S. Freud para la solución de los conflictos psicológicos, originados según él como expresión de deseos inconscientes, de pulsiones afectivas, de traumatismos psíquicos sufridos en los primeros períodos de la infancia del individuo, con sus procesos de condenación, represión, desplazamiento y figuración simbólica. Más allá de las fronteras de la terapia, el psicoanálisis de Freud quiso ser, sin embargo, un método de interpretación de otros hechos culturales, en los que veía ciertas analogías con la histeria, la paranoia o la neurosis obsesiva: la poesía, la novela el drama, el arte, el chiste, la biografía y -¿cómo no?- la religión. La religión no sería más que la represión ilusoria de unos instintos básicos del ser humano: una ilusión como la de la proyección vacía de los anhelos del hombre (Feuerbach) o el opio servido por las clases dirigentes para la resignación de las masas (Marx). En el terreno moral, Freud diluía en el inconsciente gran parte de la responsabilidad humana: denunciaba la (" falsa conciencia» que promovía según él una ética basada en el miedo y el disimulo; denunciaba a la autoridad religiosa que se complacía en fomentar los tabúes sexuales, para manejar de este modo las conciencias y sus decisiones. Finalmente, la exégesis psicoanalítica de los textos bíblicos (gran parte de los discípulos de Freud eran judíos como su maestro, aficionados a la lectura de la Biblia) desconcertaba a los biblistas, acostumbrados a una lectura muy distinta de la Escritura, y escandalizaba a los teólogos que veían sus dogmas tachados de ser productos neuróticos de un psiquismo habitado por deseos inconscientes de poder, de sexo o de tener.

Era natural que ante este nuevo "maestro de la sospecha» se levantara el recelo de los teólogos y del Magisterio eclesial, recelo que ha durado hasta fechas muy recientes: todavía en 1972, Pablo VI consideraba el psicoanálisis tan peligroso como las drogas o la pornografía, "fango que amenaza con contaminar al hombre de nuestro tiempo». Las cosas han ido cambiando poco a poco. Las teorías freudianas más radicales han sido duramente criticadas, no sólo en el terreno terapéutico, sino en el ideológico: se ha denunciado la ilegitimidad de extrapolar la visión psicoanalítica a terrenos que no eran de su competencia; se ha redimensionado el papel del inconsciente en el psiquismo humano; se ha superado en gran parte la obsesión "pansexualista»» del freudismo Y se ha reconocido el valor de otras fuerzas instintivas positivas, especialmente en el inconsciente colectivo (Jung). Por su parte, muchos cristianos han experimentado en su propia vida, no sólo la posibilidad de ser al mismo tiempo creyentes y personas psicoanalizadas, sino el gozo de saborear una vivencia religiosa más limpia y sin sospechas después de haber pasado por el crisol del psicoanálisis. En este nuevo clima se comprende que algunos teólogos hayan visto la posibilidad de recurrir a las legítimas adquisiciones del psicoanálisis para la comprensión de una verdad venida de Dios, pero transmitida y acogida por personas en las que el inconsciente ejerce una influencia que hoy todos reconocen Y que por ello han podido desvirtuar y falsear la verdad que acogían. Si con K. Rahner se ha podido hablar de una "precomprensión» que hace al hombre oyente virtual de la Palabra, ¿por que no de una «subcomprensión»» que impone a la Palabra de Dios unos módulos hermenéuticos inadecuados? La misma Pontificia Comisión Bíblica, en un documento del 15 de abril de 1993, reconoce además que el psicoanálisis aporta "una nueva comprensión del símbolo", que «ayuda a descodificar el lenguaje humano de la revelación».

Se abren entonces dos caminos de colaboración entre el psicoanálisis y la teología. El primero, de revisión de algunos conceptos teológicos, que convendrá "psicoanalizar» y purificar de toda posible ganga humana para que se adecuen a la verdad de Dios. El campo de trabajo en este sentido es abundante : habrá que pensar en un « Dios diferente » del Dios paternalista, celoso, masculino, aplastante; el misterio trinitario no se presentará tanto como algo "fascinosum et tremendum»», sino como el seno en que vivimos nuestra existencia de hijos; la concepción virginal de Jesús no será sólo un hecho biológico, sino la expresión del «hombre nuevo», el «inconsciente» de Jesús, su vivencia de la paternidad y de la maternidad, su peculiar «solidaridad» con los huérfanos, será también objeto de la atención del teólogo: la tríada culpa-pecado-salvación tendrá que analizarse según los nuevos planteamientos; habrá que integrar el inconsciente de la visión cristiana del hombre: los temas de la sexualidad, de la bisexualidad, del "pecado original » como instinto de mal y de muerte, del mal como patología, de la «redención»» por el sacrificio del Hijo, no podrán estudiarse ya sin tener en cuenta los datos del psicoanálisis; habrá que revisar hasta qué punto hemos hecho del cristianismo una religión del miedo, del pecado, en lugar de una religión del gozo y de la realización del hombre: como hemos hecho de la eucaristía más un «sacrificio» que una «comunión») o del sacramento de la «penitencia»" Y de la "confesión» algo muy distinto del sacramento de la "reconciliación»»: habrá que hacer una interpretación psicoanalítica de la historia de la Iglesia; habrá que ver hasta qué punto la autoridad en la Iglesia ha acudido a los métodos de represión para imponerse: será interesante definir en su verdadero significado la religiosidad popular...

El segundo camino de colaboración entre la teología y el psicoanálisis, de carácter más positivo Y en contacto especialmente con las Concepciones de G. Jung, buscará en el inconsciente colectivo, oculto e inaccesible, los arquetipos que dan origen a los mitos y a los símbolos a los que apela el hombre para acercarse al misterio de Dios. Es el terreno en el que deberá moverse la teología de los sacramentos, por una parte, y la exégesis bíblica, por otro. La Biblia, como cualquier texto literario, puede ser objeto de una lectura psicoanalítica. En la Biblia hay mitos, poesía, símbolos apocalípticos, imágenes arquetípicas, que encuentran su explicación en el recurso al inconsciente individual o colectivo.

Más en general hemos de comprender que el psicoanálisis es toda una nueva ideología que impregna nuestra cultura: todos sabemos hasta qué punto el inconsciente, fuera de nuestra voluntad, de nuestro conocimiento y de nuestro control, nos habita y nos determina. Hoy no podemos pensar en el hombre como se pensaba antes de Freud. El teólogo ha de ser consciente de que hace teología bajo la influencia de todo un mundo de prejuicios y conflictos interiores, que condicionan su manera de pensar. Su hermenéutica del texto bíblico y del pensamiento teológico a lo largo de la historia deberá tener en cuenta ese substrato inconsciente sobre el hagiógrafo o el teólogo de profesión han levantado su interpretación de la Palabra de Dios. Unos 'ejemplos: el autor yahvista y el autor sacerdotal escriben- movidos- no tanto por opciones ideológicas, sino por motivos preconceptuales; será preciso tener en cuenta el psicoanálisis del convertido a la hora de captar la postura de Pablo o de Agustín; la teología de Orígenes se comprende mejor al recordar su autocastración; el vacío del sentimiento familiar de Francisco de Asís explica su especial afecto por «el hermano sol» o «el hermano lobo»; el estudio psicoanalítico que ha hecho recientemente de K. Barth el doctor Schildmann ha puesto en evidencia el trasfondo demasiado «temperamental» de sus posiciones.

Muchos de estos puntos ya han sido tratados, con mayor o menor profundidad, por teólogos y por psicoanalistas. Pero todavía queda un gran espacio en el que el diálogo psicoanálisis-teología puede resultar fecundo.

A. Ortiz García

Bibl.: H. Zahrnt (ed.), Jesús de Nazaret y Sigmund Freud, Verbo Divino, Estella 1974; A. Ple, Freud y la religión, BAC, Madrid 1970; P. F Villamarzo, Psicoanálisis: religión y moral, Madrid 1977; C. Domínguez Moreno, El psicoanálisis freudiano de la religión, San Pablo, Madrid 1991; A. Vergote, Psicología religiosa, Taurus, Barcelona 1969.