PROPIEDAD PRIVADA
VocTEO


El término propiedad privada indica el hecho de poseer algo como propio. Lo que constituye la propiedad no se reduce, como en otros tiempos, a las cosas materiales, sino que comprende también otros bienes, como por ejemplo el dinero que produce más dinero, los conocimientos científicos y tecnológicos, etc. Las razones en favor de la propiedad privada están sacadas de la experiencia, que demuestra que todos trabajan más a gusto cuando las cosas le pertenecen, que el orden general es mejor cuando cada uno tiene su propiedad. En virtud del significado personal de la propiedad, el pensamiento cristiano desea su difusión más amplia. Esta línea de pensamiento es constante en la reflexión teológica, a partir del pensamiento de los Padres y de los escolásticos. El pensamiento tradicional cristiano podría compendiarse de este modo: subordinación de la propiedad privada de los bienes materiales a su destino universal; distinción entre el derecho de propiedad y el uso de los bienes; se reconoce que todos tienen derecho al uso de las cosas, que deberían ser consideradas como comunes a todos. Dios, según Tomás de Aquino, sigue siendo el propietario supremo de todo: sin embargo el hombre, como ser racional, tiene un poder natural sobre las cosas, el poder de usar de ellas. Además, cada uno está obligado a compartir lo que posee con los demás para salir al encuentro de las necesidades vitales (cf. S. Th. 11-11, q. 66. a. 1 y 2). En los siglos sucesivos se afirmó un pensamiento inspirado en el derecho individual, y esto desde comienzos de la época moderna con distorsiones individualistas que dejaron también su señal en el discurso social de la Iglesia. Desde que León XIII volvió a subrayar con fuerza el principio del destino universal de los bienes, cobró una nueva dimensión el derecho de propiedad. La doctrina cristiana de la propiedad privada no puede usarse para justificar la forma actual de distribución de las riquezas en el plano nacional y en el internacional. Una cosa es legitimar la propiedad privada y otra justificar la actual distribución d~ las riquezas dentro de cada colectividad y en las relaciones de éstas con los pueblos de los países pobres. Hemos de ser conscientes de que la verdad del destino universal de los bienes se ha visto traicionada y negada por la industrialización pasada y actual, tal como se ha desarrollado en Occidente.

L. Lorenzetti

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