PROMESA
VocTEO
 

Según la Biblia, es el compromiso de conceder bienes a ciertas personas, instituciones o grupos que Dios asume libremente y que mantiene con su poder y fidelidad. La promesa es correlativa al amor de Dios y a la fe que quiere suscitar en el corazón del hombre.

En el Antiguo Testamento no hay un término específico que corresponda a prometer o a promesa. El hebreo recurre para expresar esta idea a varias palabras: juramento, herencia, palabra, o a fórmulas como «cumplir las palabras de la alianza», «mantener la palabra».

Los juramentos de Dios pueden indicar no sólo bendiciones, sino también maldiciones o amenazas. Las promesas divinas van unidas a la idea de alianza o de pacto. Dios es fiel a las promesas hechas a los Patriarcas, aun cuando sus herederos no cumplan las exigencias de la alianza. Sin embargo, Dios puede restringir o volver a proponer las promesas sobre nuevas bases.

El primer depositario de la promesa (una descendencia numerosa y la posesión de la tierra de Canaán) es Abrahán; este hecho marca el comienzo de una nueva relación entre Dios y el hombre después del pecado original (Gn 17 7). Las exigencias de la promesa se extienden, a través de la ley, de Abrahán a todo el pueblo de Israel (Heb 19,5-6). La monarquía davídica es objeto de nuevas promesas: un descendiente de David (2 Sam 7 5- 16) será mediador de la nueva alianza (1s 9,117. 11,1-5). La herencia de la promesa no depende de la descendencia camal de Abrahán, sino de la fidelidad a la bendición divina. En virtud del incumplimiento de la alianza, los profetas amenazan a Israel con el juicio de Dios. Cuando Israel pierde todo papel político, Dios despierta la fe de su pueblo con nuevas promesas. A través de los profetas, las promesas se espiritualizan; se trata de una nueva relación interior con Dios y de la esperanza de un salvador príncipe de la paz (1s 9,61, de un nuevo pastor de su rebaño (Ez 34,23), de un Hijo del hombre, que es el representante de todos los herederos de la promesa (Dn 7).

En el Nuevo Testamento aparece el término griego evangelía para indicar la palabra dada. No es una casualidad que posea cierta afinidad con euangelion, la buena nueva. En los sinópticos, Jesús es el Mesías prometido y el anunciador de nuevas promesas (Mt 1,1 17). Para Mateo, las promesas de Jesús comienzan va en este mundo: Jesús permanecerá con los suyos (28,20), la roca de su Iglesia nunca se quebrará (16,18); sin embargo, los bienes serán poseídos substancialmente en una era escatológica. Para Pablo y Lucas, la promesa se ha cumplido ya desde ahora a través de Cristo y los creyentes están ya en posesión del Espíritu Santo, prenda de la salvación futura. Pablo subraya que por la incredulidad de 1srael los paganos han heredado ahora la promesa (Rom 1 1,11), pero cree en la fidelidad de Dios para con su pueblo.

Para Juan, Jesús es la presencia viva de las promesas de Dios (Jn 5,39), aunque prosigue la esperanza de participar del triunfo pleno de Cristo y de su Iglesia: ésta es la substancia del Apocalipsis, La epístola a los Hebreos se refiere a las promesas hechas a los padres como 6gura de una herencia eterna (6,13; 11,32). En la 2 Pe, los bienes prometidos tienen un carácter escatológico y se retrasan en el tiempo, aguardando la conversión de todos (3,9).

El esquema promesa-cumplimiento es la ley propia de la historia de la salvación.- Dios cumple sus promesas y esto es garantía de porvenir hasta el momento de la parusía.

En la teología contemporánea el tema de la promesa vuelve a presentarse fundamentalmente con la Teología de la esperanza, de J Moltmann ( 1964). El Dios de la revelación es el Dios de la promesa, « poder del futuro», en cuanto que promete, mediante la resurrecci6n de Cristo, un mundo nuevo. La promesa se convierte en resorte de la historia y conduce a una fe crítica. También en la teología de W Pannenberg, J B. Metz y Schillebeeckx el Dios de la promesa se convierte en la fuerza transformadora de la sociedad.

E C Rava

Bibl.: E. Hoffmann, Promesa, en DTNT, 111, 421-425; R. Bultmann, Profecía y cumplimiento, en Creer Y comprender 11,- Studium, Madrid 1976, l35-155: J Moltmann, Teologia de la esperanza, Sígueme, Salamanca 1969, esp. 123-179. J Vermeylen, El Dios de lapromesa y el Dios de la alianza, Sal Terrae, Santander - 1990; AA, VV , Tratados Y Juramentos en el Antiguo Oriente Próximo, Verbo Divino, Estella 1994.